Tema 8

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8.

1 ÉTICAS MATERIALES Y ÉTICAS FORMALES

El campo de la ética es amplio y diverso, las doctrinas éticas fundamentales


surgen y se desarrolla en diferentes épocas y sociedades como respuesta a las
problemáticas surgidas en el seno de las relaciones efectivas entre los hombres.

La distinción entre éticas materiales y éticas formales fue introducida por


primera vez por Kant.

Kant entendía la materia en el sentido subjetivo que afecta a cualquier objeto


empírico que puede ser apetecido por la facultad de desear, regulado por el principio del
placer, de la felicidad subjetiva, y ligado a la consecución del acto. Por ello, las éticas
materiales son todas aquellas que dictan cuál es el objeto apetecido por la
voluntad: la felicidad, la utilidad, los valores, el conocimiento, etc.

Kant denominará imperativos a las reglas objetivas que obligan a la acción como
deberes. Kant sostiene que para que las reglas se conviertan en leyes morales tienen que
limitarse a suponerse a sí misma, habrá de eliminar toda materialidad y actuar en virtud
de su propia forma, sin presuponer objeto alguno de la voluntad. Por ello esta ética es
formal.

Por éticas materiales no debemos entender éticas materialistas, sino aquellas


éticas que dan un contenido a la teoría moral, especificando cuales deben ser los
fines morales que debe proponerse el hombre. Por ello mismo también se ha
denominado a estas éticas como éticas de bienes o de fines. La bondad o maldad de la
acción dependerían, por tanto, de la adecuación al fin que proponen.

Resumen

El campo de la ética es amplio y diverso, desarrollándose en diferentes épocas y


sociedades como respuesta a problemas humanos. Kant introdujo la distinción
entre éticas materiales y formales. Las éticas materiales se basan en objetos
empíricos deseados por la voluntad, como la felicidad, la utilidad, o el
conocimiento, y especifican los fines morales que deben perseguirse. Kant llama
a las reglas objetivas que obligan a la acción como deberes "imperativos". Para
convertirse en leyes morales, estas reglas deben actuar en virtud de su propia
forma, sin presuponer objetos específicos de la voluntad, lo que define la ética
formal. En resumen, las éticas materiales se centran en los fines deseables,
mientras que las éticas formales se basan en principios abstractos y universales.

8. 2. ÉTICAS MATERIALES

a) El intelectualismo socrático.

Habitualmente se considera a Sócrates como el iniciador de la tradición ética


occidental, ya que fue el primero en plantearse las cuestiones fundamentales en torno a
la problemática moral del hombre.
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Sócrates, al igual que los sofistas, fijó el eje de su reflexión en torno al hombre, y
trató de responder a la pregunta sobre la naturaleza y realidad última del hombre. La
respuesta de Sócrates fue clara y precisa: el hombre es su alma, puesto que el alma es
lo que la distingue de forma específica de cualquier otra cosa. Sócrates entiende por
alma nuestra razón y sede de nuestra actividad pensante y ética, en definitiva la
conciencia y la personalidad intelectual y moral.

Es evidente que si el alma es la esencia del hombre, cuidar de sí mismo significa


no cuidar el propio cuerpo sino la propia alma, y enseñar a los hombres el cuidado de la
propia alma es la tarea suprema del educador.

La virtud del hombre no puede ser más que lo que hace que el alma sea como
debe ser: buena y perfecta. En esto consiste, según Sócrates, el conocimiento, mientras
que el vicio será la privación de conocimiento, la ignorancia.

La tesis socrática implica que la virtud es ciencia (conocimiento) y el vicio,


ignorancia, y, por lo tanto, que nadie hace el mal voluntariamente sino por ignorancia
del bien. Estas dos proposiciones resumen lo que se ha denominado el intelectualismo
socrático.

En Sócrates la felicidad se identifica con la sabiduría y la virtud, de tal modo que


es imposible ser feliz sin obrar bien, y para obrar bien es necesario conocer el bien.
Ninguno de los tres vórtices de este particular triángulo puede darse aisladamente,
formando así un triángulo indisoluble.

Resumen

Sócrates es considerado el iniciador de la ética occidental por sus preguntas


fundamentales sobre la moralidad humana. A diferencia de los sofistas, Sócrates centró
su reflexión en el alma, entendida como la razón y sede de la actividad ética y pensante.
Según él, cuidar del alma es más importante que cuidar del cuerpo, y esta es la tarea
suprema del educador. La virtud, para Sócrates, es lo que hace al alma buena y perfecta,
mientras que el vicio es la ignorancia. Su tesis establece que la virtud es conocimiento y
el vicio es ignorancia, implicando que nadie hace el mal voluntariamente. Para Sócrates,
la felicidad se identifica con la sabiduría y la virtud, formando un triángulo indisoluble
entre felicidad, virtud y conocimiento del bien.

b) El eudemonismo aristotélico

La ética de Aristóteles es una ética teleológica, en tanto que la acción es juzgada


extrínsecamente si conduce o no al bien del hombre, como queda expuesto en su Ética a
Nicómaco. Ahora bien, ¿cuál es el bien del hombre?
El fin del hombre en tanto que hombre es, para Aristóteles, la eudaimonía
(felicidad). Ahora bien, ¿en qué consiste tal eudaimonía? El bien último no puede ser el
placer o la riqueza, puesto que el primero no es una característica exclusivamente
antropológica, y el segundo tan solo actuaría como medio. El fin último debe ser una
actividad peculiar del hombre, que sirve como meta en sí mismo y no como un mero

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medio. Esta actividad es la theoria o contemplación, guiada por lo más propio y


elevado del hombre: la razón.

Pera Aristóteles admite que la vida teórica no se da de modo accidental, o


azaroso, sino mediante la adquisición de ciertos modos constantes de obrar: las virtudes.
Éstas son modos de ser que se adquieren por el ejercicio de las mismas, y como en el
hombre hallamos los componentes racional e irracional, dos serán los tipos de virtudes:
intelectuales y prácticas o éticas.

La virtud consiste, a su vez, en el término medio entre dos extremos, un exceso


y un defecto, la phronesis. Finalmente, la felicidad que se alcanza mediante la virtud y
que es el coronamiento de la misma, requiere necesariamente de algunas condiciones
materiales, aunque éstas no sean condiciones suficientes.

Resumen

La ética de Aristóteles es teleológica, evaluando las acciones según si conducen


al bien del hombre, como se expone en su obra "Ética a Nicómaco". Para Aristóteles, el
bien supremo del hombre es la eudaimonía (felicidad), que no se encuentra en el placer
ni en la riqueza, sino en una actividad exclusiva del ser humano: la contemplación
(theoria), guiada por la razón. La vida teórica requiere virtudes, modos de ser adquiridos
por la práctica constante. Dado que el hombre tiene componentes racionales e
irracionales, existen dos tipos de virtudes: intelectuales y prácticas (éticas). La virtud es
el equilibrio (phronesis) entre dos extremos, y la felicidad se logra a través de la virtud,
aunque también requiere ciertas condiciones materiales.

c) Cinismo, estoicismo y epicureísmo.

El cinismo, el estoicismo y el epicureísmo surgen en el proceso de decadencia y


hundimiento de la cultura grecorromana, caracterizada por la pérdida de la autonomía de
los Estados griegos y la aparición, desarrollo y ocaso de los grandes Imperios: el
macedonio y el romano.

Para las tres doctrinas éticas, la moral ya no es definible en relación con la polis,
sino que debe reestructurar su relación en torno al universo. El problema moral no es ya
un problema antropológico, sino una necesidad física del mundo. Por ello, tanto para
uno como otro, la naturaleza ejercerá de premisa para toda ética y la respuesta que debe
hallar la ética es qué nos hace felices. El sabio, por tanto, es aquel que sabe ser feliz.

Los cínicos se distinguían por una actitud: considerar que la felicidad consiste en
la libertad radical del individuo frente a las normas e instituciones sociales.

El hombre, según los cínicos, es bueno por naturaleza y, por lo tanto, el sabio es
aquel que vive según la naturaleza, el que desprecia las convenciones sociales, valora la
libertad de acción y de palabra, el esfuerzo y la austeridad, somete todo a crítica,
rechaza los placeres y como única patria tiene el mundo entero por lo que desprecia toda
institución política. Para alcanzar la felicidad es preciso bastarse por sí mismo, para lo

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cual se valen del ascetismo y el autodominio. Sus principales representantes son


Antístenes y Diógenes.

El estoicismo concibe el cosmos como un único ser ordenado por un único


principio-alma: Dios. En el mundo suceden las acciones deseadas por la voluntad
omnipotente de Dios, y por ello reina en él la fatalidad absoluta: no hay libertad, ni azar,
todo es un determinismo puro.

El hombre como parte integrante del cosmos, queda enraizado en su mismo


destino. Y como todo se halla determinado radicalmente por una necesidad esencial, la
única vía que le corresponde es asumir el destino y obrar en conciencia del mismo, tal es
la actitud del sabio.

El bien supremo es vivir conforme a las leyes de la naturaleza, con conciencia de


nuestro destino y papel en el universo, sin dejarse arrastrar por las pasiones o lo bienes
externos. El sabio debe, pues, practicar la apatía y la imperturbabilidad, afirmándose
frente a aquello que pudiera turbarle, conquistando su libertad interior así.

El epicureísmo mantiene que todo lo existe, incluido el alma, está constituido


por átomos materiales que guardan cierto grado de libertad en tanto que pueden desviar,
ligeramente, su caída. Los epicúreos no aluden a interacción divina alguna en los
fenómenos físicos, ni en la praxis antropológica. El hombre puede buscar el bien en este
mundo, y ese bien es identificado por Epicuro como el placer. Pero hay una
multiplicidad de placeres y no todos ello guardan el mismo estatus ético. Deberemos
escoger de entre ellos los más duraderos y estables, que no son los corporales (fugaces e
inmediatos) sino los espirituales.

Así el epicureismo alcanza el bien retirado de la vida social, sin caer en el


temor de lo sobrenatural, encontrando en sí mismo, la
tranquilidad de ánimo y autosuficiencia.
Resumen
El cinismo, el estoicismo y el epicureísmo surgieron durante la decadencia de la
cultura grecorromana, cuando la moral dejó de definirse en relación con las polis y se
enfocó en el universo. Estas filosofías consideraban la naturaleza como la premisa de
toda ética y buscaban responder qué nos hace felices.
Los cínicos, representados por Antístenes y Diógenes, creían que la felicidad
reside en la libertad radical del individuo frente a normas e instituciones sociales.
Valoraban la vida según la naturaleza, la austeridad, la crítica de convenciones y la
autosuficiencia mediante ascetismo y autodominio.
El estoicismo veía el cosmos como un ser ordenado por Dios, donde todo ocurre
por determinismo absoluto. Los estoicos sostenían que el bien supremo es vivir
conforme a las leyes naturales, aceptando el destino sin dejarse llevar por pasiones ni
bienes externos. Practicaban la apatía y la imperturbabilidad para alcanzar la libertad
interior.

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El epicureísmo, liderado por Epicuro, afirmaba que todo está hecho de átomos
materiales, sin intervención divina. Buscaban el placer como el bien supremo,
diferenciando entre placeres corporales y espirituales, favoreciendo estos últimos por ser
más duraderos. Los epicúreos buscaban la tranquilidad de ánimo y la autosuficiencia,
alejándose de la vida social y del temor a lo sobrenatural.

d) El utilitarismo

El hedonismo (epicureísmo) reaparece, después del eclipse sufrido durante la


cultura cristiana medieval, en pleno proceso de secularización, en el siglo XVI en
Inglaterra. Aunque el verdadero restaurador fue el francés Gassendi, sería Hobbes quien
lo introduciría en Inglaterra, seguido por Locke, Hume, Bentham y Mill. Incorporado al
pensamiento inglés, el hedonismo se denominará utilitarismo, cuyo gran maestro fue
Bentham.

Bentham establece en Introducción a la moral y la legislación la regla de la


utilidad que es la que proporciona el principio de felicidad. "La naturaleza ha colocado
al hombre bajo el imperio del placer y el dolor (...) El principio de la utilidad lo
subordina todo a estos dos móviles".

Para ello, Bentham se pregunta: ¿qué tengo que hacer? Y se responde


"Demostraré con tanta evidencia, que el objeto, el motivo, el fin de mis investigaciones
es el aumento de la felicidad general, que nadie, sea el que sea, podrá hacer creer lo
contrario".

Lo útil es lo que aumenta el placer y disminuye el dolor. Puesto que no hay


más bien que el placer, es inútil invocar ningún principio superior al interés. La moral es
un sistema de intereses bien entendido.

De aquí que podamos, con Bentham, afirmar que un acto inmoral es un falso
cálculo del interés personal. Así, pues, la única regla moral es la del interés. Todo el
problema moral consiste en calcular bien su interés.

El objetivo práctico del moralista es establecer reglas de esta contabilidad moral.


Bentham señala varias reglas de estimación: la certeza, la intensidad, la duración, la
fecundidad, la ausencia de dolor y el alcance social. De acuerdo con esto, la virtud es el
hábito de hacer bien las cuentas.

Este utilitarismo conecta y se enriquece con el altruismo, el fin de la actividad


humana y de cada hombre es la mayor felicidad del mayor número posible. La mayor
felicidad del mayor numero y mi mayor felicidad se identifica. Es lo que Bentham
denomina "la maximización de la felicidad".

El egoísmo utilitarista se transforma en altruismo. Y esas son las dos claves del
sistema moral de Bentham. Stuart Mill, diferirá de Bentham, en que mide, no solo la
cantidad, sino la cualidad de placer. Para él el interés general está por encima del interés

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personal. Por eso, su moral se denomina moral del interés general, frente a la moral del
interés personal de Bentham.

El principal problema del que adolece el utilitarismo es la dificultad de hacer el


cálculo de cuantificación en cuanto a cantidad
y cualidad de interés. Además nos encontramos con otra objeción grave, y es que
siguiendo la máxima utilitarista de mayor interés general, quizá la acción a realizar que
causa más felicidad entre mayor número de personas, es una que atenta contra una
minoría, como puede ser por ejemplo un régimen esclavista.

Resumen

El hedonismo, revivido como epicureísmo, resurge en el siglo XVI en Inglaterra durante


la secularización tras su declive en la cultura medieval cristiana. Aunque Gassendi lo
revitalizó, fue Hobbes quien lo introdujo en Inglaterra, seguido por Locke, Hume,
Bentham y Mill. En el contexto inglés, el hedonismo se transforma en utilitarismo,
centrado en el principio de la utilidad, que Bentham define como el aumento de la
felicidad general. Según Bentham, lo útil es aquello que aumenta el placer y disminuye
el dolor, ya que el placer es el único bien. La moral se convierte en un sistema de
intereses bien entendidos, donde los actos inmorales son un mal cálculo del interés
personal. El objetivo moral es calcular bien los intereses, estableciendo reglas de
contabilidad moral.

El utilitarismo, aunque conecta con el altruismo, busca maximizar la felicidad del mayor
número posible, transformando el egoísmo en altruismo. Sin embargo, Mill diferencia
su enfoque del de Bentham al considerar no solo la cantidad, sino también la calidad del
placer. Mill prioriza el interés general sobre el personal, lo que diferencia su moral del
interés personal de Bentham.

Sin embargo, el utilitarismo enfrenta desafíos en la dificultad de cuantificar tanto la


cantidad como la calidad del interés, y en la posibilidad de que acciones que maximizan
el interés general puedan perjudicar a minorías, como en el caso de regímenes
esclavistas.

8.4 ÉTICAS FORMALES.

a) El formalismo kantiano

La consideración kantiana de los problemas éticos se encuentra en un tipo


particular de enunciados éticos: los enunciados acerca del deber u obligación. Kant
elabora su teoría ética fundamentalmente en dos obras: Fundamentación de la
metafísica de las costumbres y Crítica de la razón práctica.

Como ya sabemos Kant considera a todas las éticas anteriores a la suya como
ética heterónomas y materiales mientras que la suya es la primera ética formal y
autónoma.

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Los seres humanos tenemos una conciencia moral que se funda sobre una ley
moral, será preciso, por tanto delimitar la ley moral.

Toda la teoría kantiana se centra en la determinación de esa ley moral. Para ello
distingue tres clases de principios prácticos:

1. Las máximas son principios prácticos, pero de valor subjetivo. No son


imperativos ni leyes. La máxima es un principio conforme al cual obra un sujeto;

2. Los imperativos hipotéticos son reglas de determinación de la


voluntad que mandan algo con vistas a un fin, es decir, una acción que es buena como
medio para un fin, pero no en sí mismas. Son preceptos prácticos o normas
imperativas, pero no son leyes porque carecen de universalidad.

3. Los imperativos categóricos deben ser absolutos e incondicionados,


que obliguen a la voluntad en cuanto voluntad, es decir, a toda voluntad. Y serán
imperativos universales que obliguen a todos ser racional, independientemente de todo
motivo, finalidad o condición. Un principio general de la filosofía kantiana es que la
universidad y necesidad no pueden provenir de la experiencia ni de los objetos reales,
sólo pueden provenir de la razón, son a priori.

¿Cómo hallar entonces esta ley moral? Para determinarla, Kant procede a la
distinción entre la materia y la forma de la ley. Para ello, afirma "todos los principios
prácticos que suponen un objeto (materia) de la facultad de desear, como fundamento de
la determinación de la voluntad, son empíricos y no pueden proporcionar ley práctica
alguna por y moral". Por consiguiente, la verdadera ley práctica universal del obrar
moral que contenga el propio fundamento de determinación de la voluntad no ha de
tomarse por parte de la materia, que son los objetos que deseo.

Esta ley moral será un imperativo categórico que exprese la mera forma de la ley,
como suprema condición de todas las máximas y con independencia de las condiciones
empíricas o de los móviles de obrar materiales, reducibles a placer subjetivo y egoísta.

Kant ofrece dos formulaciones del imperativo categórico:

- “Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad pudiera servir, a la vez,


como principio de legislación universal”

- “Obra de tal modo que trates a la humanidad, en tu persona y en la de


cualquier otro, no solo como un medio, sino al mismo tiempo como un fin”.

De tal modo que siempre que obremos de algún modo debemos preguntarnos si
desearíamos un mundo en el que todos obraran así. Si es así, ese será un imperativo
categórico si, por el contrario, no es así sería contradictorio con el imperativo
categórico.

La importancia de la ética kantiana radica en su humanismo de base, la


concepción de que las acciones han de considerar siempre al hombre como fin, y jamás

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como medio. Este es el sentido que tiene la segunda formulación que propone Kant para
expresar la ley básica de la razón práctica.

Sin embargo, cuando Kant habla del bien, no considera que el bien se identifique
con el imperativo categórico, ni siquiera con seguirlo. El bien se identifica con la buena
voluntad que es lo único absolutamente bueno.

La voluntad es buena sólo por la intención. Por ello distingue entre tres tipos de
comportamiento respecto al imperativo, aquel que va contra el deber, que es,
evidentemente malo, aquel es que es conforme al deber y aquel que es por amor al
deber. El primero actúa conforme a la ley pero no por respeto a la ley sino por miedo a
las consecuencias, por ejemplo no robo porque no quiero ir a la cárcel, pero si estuviese
seguro de que no iba a sufrir las consecuencias lo haría, mientras que aquel que actúa
por amor al deber no robaría en ninguna circunstancia por respeto a la ley y a los demás.
Solo en este último caso podemos hablar de una voluntad buena.

En virtud de este formalismo y apriorismo autónomo de su principio formal


supremo como única regla de la moralidad, Kant rechaza todos los sistemas morales
anteriores, puesto que todos ellos habían colocado el fundamento de la ética en
principios materiales o empíricos.

b) El emotivismo moral.

El emotivismo encuentra en Hume un representante temprano. Hume sostiene


que el juicio moral no tiene relación alguna con la razón o con criterios racionales sino
con el sentimiento común de lo que nos agrada y lo que nos desagrada. El juicio mora es
un juicio que surge de las emociones, de los sentimientos, y la razón, en estos casos, no
es más que esclava de las pasiones.

El emotivismo llega a la siguiente conclusión: los juicios morales no pueden ser


explicados, ya que son solamente la expresión de una actitud emocional, razón por la
cual se justifican emocionalmente, es decir, de un modo irracional.

Los partidarios del emotivismo sostienen que en los juicios morales no se afirma
o dice nada acerca de hechos, propiedades o cualidades objetivas, sino que expresa una
actitud emocional subjetiva, en el caso de A. J. Ayer (Lenguaje, verdad y lógica), o
pretende inculcar en otros una actitud emocional propia, o producir en ellos un cierto
efecto emotivo, en el caso de Stevenson (Hechos y valores. Estudios de análisis ético).

A.J. Ayer sostiene que las proposiciones morales no pueden ser comprobadas
empíricamente y, por consiguiente, carece de sentido dilucidar acerca de su verdad o
falsedad. Sin embargo, Stevenson insiste más en la función expresiva de los juicios
morales, en su función afectiva, ya que, en su opinión, los juicios morales tienden a
evocar ciertas emociones en otros sujetos, o en producir en ello cierto efecto emocional.

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Pero, tanto Ayer como Stevenson, coinciden en negar que los juicios morales cumplan
una función cognoscitiva y que puedan ser justificados o fundados racionalmente.

El emotivismo subraya el aspecto expresivo y prescriptivo de los juicios morales.


Como juicio específico, el juicio moral expresa la actitud del sujeto que valora. Pero
quien valora no es exclusivamente un sujeto empírico, individual, sino que es el hombre
concreto, que como ser social, valora conforme a ciertas necesidades y finalidades
sociales en unas circunstancias dadas.

Así, pues, los juicios no pueden surgir de un estado emocional del sujeto, o
movido por el interés subjetivo de influir sobre otros, sino que responde a determinadas
necesidades y finalidades.

c) Las éticas procedimentales

Las éticas procedimentales surgen del formalismo kantiano pero, a diferencia de


Kant, entienden que la forma de la ley solo es universalizable si es comprobada por
todos aquellos que son afectados por ella y no una sola persona. Las éticas
procedimentales más relevante son:

- El neocontractualismo de J. Rawls.

- La ética del discursiva de K.O Apel y J. Habermas.

1. El neocontractualismo de Rawls.

Rawls trata de alcanzar unos principios de la Justicia que sirvan para regir una
sociedad bien ordenada y que ofrezcan un criterio de evaluación de sus instituciones.
Para ello decide partir de la situación hipotética de la posición originaria, previa al
contrato social, en el que se establecen los principios de la Justicia.

¿Cuáles son las condiciones en las que es posible esa posición originaria (“las
circunstancia de la Justicia”?. “Las condiciones normales bajo las cuales la cooperación
humana es posible y necesaria”.

Es una situación en la que los individuos comparten territorio y son similares en


fuerza y capacidad mental, de tal modo que ninguno puede dominar al otro; son
vulnerables y viven en condiciones de escasez moderada. Son las circunstancias
objetivas de la justicia.

Las circunstancias subjetivas son aquellas relativas a los sujetos que cooperan,
tienen necesidades e intereses similares aunque luego cada uno tenga su propio plan de
vida, su concepción del bien (moral), su propia religión o ideología. En cualquier caso
como nadie posee el conocimiento absoluto, y, de hecho, nadie conoce las alternativas
de un sistema distinto, Rawls llama a esto “el velo de la ignorancia”.

El velo de la ignorancia implica que no saben exactamente cuál será su posición


en la sociedad resultante, puede ser mejor, o peor, pueden ser creyentes o ateos,
comunistas o liberales. El velo de la ignorancia es necesario para hacer que la
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concepción sea ventajosa para cualquier individuo, puesto que al elegir los individuos
deben tener en cuenta que pueden ocupar la posición menos ventajosa, y por tanto
defenderán a los individuos más indefensos.

Dada tal situación en la que todos los agentes son racionales pero no saben qué
posición van a ocupar en el esquema social, ¿qué principios se eligen como justos?

Rawls concluye que elegirán el mayor número de bienes primarios (libertad de


oportunidades, ingresos y riquezas) y, en general, saben que tienen que proteger sus
libertades y aumentarlas en la medida en que sea necesario.

La posición originaria sería, entonces, una especie de situación de regateo en la


que las partes intentan alcanzar el máximo beneficio, pero como no saben su posición
deben buscar el máximo beneficio para el máximo posible de personas, eligiendo así la
alternativa que sea mejor para todos, del modo que aun estando en la peor situación
dentro de una sociedad dada ésta situación fuera mejor que en cualquier otra alternativa.
Es un criterio de maximin, que busca maximizar el mínimo.

¿Cuáles son esos principios de la Justicia que cree haber hallado Rawls?

1. Toda persona tiene derecho a la libertad siempre que tal libertad no sea
incompatible con la libertad de otros.

2. Las desigualdades sociales y económicas deben estar ordenadas de tal


forma que: a) estén dirigidas hacia el mayor beneficio del menos aventajado; b)
vinculadas a cargos y posiciones abiertos a todos bajo la condición de igualdad de
oportunidades.

Rawls establecerá una jerarquía entre estos principios: la libertad es el primero,


la justicia el segundo y la eficiencia y el bienestar ocupan el último escalón.

2. La ética discursiva

Habermas se encuentra con el sistema parlamentario actual: un Parlamento débil,


partidos fuertes y desideologizados cuyo principal campo de batalla ya no son las ideas
sino la publicidad. A consecuencia de todo ello la ciudadanía desaparecer de la esfera
pública, hay una creciente apatía hacía la política (y los políticos) y el ciudadano solo
exige al Estado que administre determinados servicios, y a veces ni eso. Todo esto
resulta funcional al sistema puesto que le dota de estabilidad y continuidad, quedando la
política devaluada a mera técnica.

¿Qué plantea Habermas ante tal estado de cosas? Reivindicar la razón


comunicativa. El diálogo y la comprensión marcan los objetivos, la racionalidad
técnica elabora los medios para conseguirlos.

Ahora, lo que hay que conseguir es que ambas razones, la comunicativa y la


técnica, respondan a un tercer interés que subsuma a ambas: el interés emancipatorio,
para salir ya, de una vez por todas del estado de inmadurez en el que la humanidad se
halla inmersa.
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Habermas sostiene que toda discusión puede acabar en un consenso siempre y


cuando se dé lo que denomina “la situación ideal del habla”, en la que todos los
presentes se atienen a las normas del discurso. Las normas del “discurso”, tal como las
concibe Habermas, son normas éticas a las que debemos comprometernos para tender a
una situación ideal de comunicación moral. Resumimos dichas normas en los siguientes
puntos:

– No se debe excluir del diálogo a ninguna persona que manifieste tener


intereses en el problema sobre el que se dialogue.

– Una vez en el diálogo todos los interesados tienen igual derecho a la


palabra, sin ser coaccionados cuando hablen.

– Ha de comprobarse colectivamente que la conclusión o norma moral


concreta a la que se llegue después del diálogo sea asumida por todos los afectados. Es
decir, que todos los que tengan relación con la norma concreta acepten las
consecuencias de estar bajo la misma.

Reflexionando sobre estas condiciones del discurso podemos comprobar que los
valores de la imparcialidad, la libertad y la igualdad, ligados al artificio mental de la
posición originaria en la ética de Rawls, también alientan en la comunicación o diálogo
ideal de la ética habermasiana del discurso. Habermas nos dota así de una ética
procedimental que nos sirve como herramienta para el mundo actual, buscando
normatividad universal a la vez que respeta la pluralidad de formas de vida, escapa al
relativismo sin imponer una visión única.

d) Ética existencialista

La doctrina ética de Sartre queda expuesta en su ensayo El existencialismo es un


humanismo, escrito en 1946, poco después de la II Guerra Mundial. Dos ingredientes
serán fundamentales en su sistema ético: su individualismo radical y su libertarismo.

Sastre identifica al hombre con la libertad, el hombre no es una esencia fija, es


aquello que proyecta ser. En él la existencia precede a la esencia. Ahora bien, “si en
realidad la existencia precede a la esencia, jamás será posible explicarla haciendo
mención a una naturaleza humana “dada”. Por otro lado, “Si Dios no existe, no
encontramos ante nosotros valores u ordenes que estén en condiciones de legitimar
nuestra conducta”.

La libertad defendida por Sastre es una libertad absoluta, y además la única


fuente de valor, por lo que la responsabilidad del hombre es total. Pero los otros, al
elegir, no solo me comprometo yo, sino que comprometo a toda la humanidad. Al no
existir valores morales trascendentales y morales, y admitirse solo la libertad como
valor supremo, la vida es un compromiso constante, un constante escoger por parte del
individuo. Y en esa escoger es donde distinguimos entre el modo de vida auténtico y el
inauténtico que supone la distinción ética entre dos modos de vida.

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“Sin duda, la libertad como definición del hombre no depende de otro, pero a
partir del momento en que hay un compromiso, estoy obligado a querer al mismo
tiempo mi libertad y la libertad de los otros, y no puedo tener mi libertad como fin, sino
tomo igualmente como fin la libertad de los demás”.

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