Releyendo A Los Clásicos

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Releyendo a los Clásicos

El desarrollo de los textos anteriores, referido al contexto en que surge la


Pedagogía, ha de tenerse en cuenta para contextualizar las primeras
producciones teóricas que comienzan a estructurar este campo disciplinar y a
participar en la configuración de las prácticas escolares.
A fin de facilitar la comprensión de este primer eje temático, recordamos el
proceso de constitución de la escuela y de las razones por las cuales ésta se
convierte en la institución socialmente legitimada para la transmisión de
saberes válidos.
Analizaremos distintas perspectivas respecto de las finalidades de esta
institución, las distintas formas de interpelar al alumno, las tareas que definen
el
Que hacer docente, los modos de establecer la relación docente - alumno, etc.
Específicamente nos concentraremos en la discusión entre la visión tradicional
y la visión renovadora de la Educación. Revisaremos la primera a través de las
ideas de Juan Amós Comenio, a quien se reconoce como autor fundador del
campo pedagógico; mientras que la segunda será a través de J.J Rousseau -
principal precursor- y John Dewey, como pensador que ocupa uno de los
lugares de mayor importancia en el movimiento de la Escuela Nueva.
Los aportes de Juan Amos Comenio ponen en juego una modalidad específica
del poder pastoral. Con el énfasis puesto más en el grupo que en el individuo
en particular, el poder se ejerce con la finalidad de lograr la atención de los
niños, preparar su entendimiento para luego poder enseñar “todas las cosas a
todos”.
Realizaremos el estudio de las ideas de J. A. Comenio, a través del análisis
más importante que sobre su obra (La Didáctica Magna) aportan otros autores.
Haremos hincapié en la caracterización general de su propuesta que ha sido
definida como cosmológica con elementos panteístas. Sus argumentos
sostienen la intención de respetar un orden natural y divino que se expresa en
la creación. Por su formación teológica, propone seguir el orden de la
naturaleza para lograr la mayor perfección de la enseñanza.
Será importante reparar en algunas características del proyecto educativo de
Comenio intentando reconocer en él la trama argumentativa y propositiva de su
discurso. El ideal pansófico, que se expresa en el postulado de “enseñar todo a
todos”, es uno de los principios centrales, así como sus esfuerzos por
desprivatizar la acción educativa al otorgarle un papel predominante al maestro
y establecer el necesario control público de la tarea educativa. En el marco de
este imperativo, la construcción de la alianza entre el maestro y el padre
deviene en el dispositivo que garantizará la universalización de la educación
junto con la extensión del sistema escolar y la propuesta de homogeneización
de la actividad, al interior de todas las escuelas conforme a un orden
simultáneo. Un conjunto de razones didácticas y políticas confluyeron para el
sostenimiento de este criterio.
El maestro y el alumno son dos figuras cuyas posiciones son cada vez más
claras al interior del aula. En este sentido tendremos que recuperar las
definiciones y caracterizaciones que se formulan sobre los mismos y también
las especificaciones sobre otras, hoy categorías del campo disciplinar, como
los fines educativos, el método y la disciplina escolar. El maestro aparecerá
siempre en relación con un método global, gradual y único (racional) que
deberá aplicarse para garantizar la “instrucción simultánea” de todas las
ciencias y las artes. Parte importante de este método era la comunicación de
un discurso público a los alumnos, al estilo de prédica religiosa. Pero también
se recupera la demostración sensorial y racional como la manera adecuada de
formar la conciencia. En este sentido no basta con que se acepte la autoridad
del maestro, ésta debe ser comprendida. La relación armónica entre el método
del maestro y el libro permitirán que las leyes divinas de la naturaleza ejerzan
su influencia sobre los alumnos.
La perspectiva Lasallana de la educación, en oposición a la modalidad
comeniana, procura trabajar con la individualidad dentro del espacio del aula.
La fuerza estructurante de los postulados que hoy se reconocen con el nombre
de “educación o pedagogía tradicional” siguen presentes en algunas prácticas
educativas de la actualidad, pese a las constantes críticas que, desde distintas
perspectivas, se presentaron durante el siglo XX.
También recuperaremos los aportes de E. Kant y E.Durkheim, para reconocer
en ellos la relación establecida entre las causas de la educación y el ideal
moderno de progreso humano y de la sociedad en general.
Según E. Kant, en su obra “Pedagogía”, la relación entre humanización y
formación es fundamental. En tal sentido, entiende que no todo desarrollo
implica la humanización y que cualquier educación no garantiza el destierro de
la “barbarie animal” del hombre. El hombre se hace según la educación. “Una
buena educación es el origen de todo bien en el mundo”, este arte puede tener
un origen mecánico o un origen razonado. Desde este supuesto, Kant postula
la deseabilidad del arte de educar como arte juicioso.
De manera similar, E Durkheim reconoce la preocupación por las modalidades
de acción educativa sobre las nuevas generaciones y en ambos podemos
dilucidar una postura fuertemente intervensionista. Son planteos que priorizan
la coerción por sobre los márgenes de libertad del adquirente y la
revalorización del papel creador de la educación.
Según Durkheim, la educación supone el encuentro entre una generación
adulta y una de jóvenes, concebidos como tablas rasas, para hacer nuevos
sujetos a
través de la acción ejercida por los primeros. La función de toda educación,
siempre condicionada, es la de imprimir y/o fijar en la conciencia un conjunto de
ideas que han sido construidas históricamente, y que están en la base de la
identidad de la población. También pretende suscitar un conjunto de estados
físicos y morales, que reclama la sociedad política en general y el grupo al que
pertenece en particular. Teniendo la educación estas funciones colectivas,
según el autor lo expresa, la sociedad no puede menos que preocuparse por
este proceso y es el Estado el que deberá regular las prácticas de las
instituciones educativas para que la autoridad del maestro no sea
malinterpretada y se encauce a orientar a los alumnos por el carril de sus
posiciones personales.
La expansión de las instituciones escolares a finales del siglo XIX era una
característica moderna y en ellas las tareas se organizaban conforme a esta
“pedagogía triunfante”, como llama Dussell a la visión tradicional, que para
entonces había sido redefinida por aportes del positivismo de Durkheim y otros,
sufriendo variaciones importantes en relación a los discursos fundantes.
Pero, a pesar de esta reconocida hegemonía, no todos los teóricos de la
educación se mostraban satisfechos con la rigidez de estas propuestas. La
crítica a las formas de enseñar estaba ligada a una fuerte sospecha instalada
en relación a la “artificialidad” de esta sociedad cada vez más ordenada y
caracterizada por el crecimiento económico, poblacional, de los servicios, entre
otras.
En el abordaje que proponemos de las diferentes propuestas que comprende el
movimiento de Escuela Nueva, en esta línea argumentativa se sostiene que las
nuevas propuestas permiten la regulación de los estados interiores del
individuo gracias a una modalidad didáctica que, al concederle la centralidad al
niño en el espacio áulico y en la estructura de las propuestas, oculta y vuelve
más sutil la práctica de vigilancia.
Las producciones de los teóricos de la Escuela Nueva no son uniformes, éstas
presentan grandes variaciones en lo metodológico, pero también en el plano
ideológico. Quien ha sido considerado un precursor clave: J.J. Rousseau y los
de un célebre exponente: Jonh Dewey.
Para Rousseau el imperativo es un nuevo hombre para una nueva sociedad y
ello implica una manera de educar diferente. El postulado más importante que
aporta, base de las producciones autonominadas como Escuela Nueva, es que
el niño es un sujeto diferente al adulto, con leyes evolutivas que le son
características y su desconocimiento va en contra de la educación. La
artificialidad de la escuela tradicional separa a la educación de la naturaleza
impidiendo que ésta actúe sobre el individuo.
Parte de la naturaleza es el ambiente en que el niño se encuentra, pero este
concepto también alude a las características específicas del niño: la acción.
Ésta será el vehículo para el aprendizaje de aquel que aprende
fundamentalmente a través de los sentidos.
Estos supuestos llevan a Rousseau a plantear la importancia del contacto con
los objetos y del descubrimiento por inferencia (en contraposición a la
explicación de los libros y del maestro) y de una educación basada en el interés
del niño.
El niño, que es bueno al nacer, para no ser corrompido por la influencia de
preceptos y orientaciones de todo tipo, debe encontrar un espacio de libertad
en el que le sea posible hacer su voluntad y manifestarse espontáneamente.
Esta concepción tiene implicancias en distintos órdenes de lo educativo,
fundamentalmente en lo atinente al contrato pedagógico y didáctico. Atender a
los intereses del niño implica colocar a este en una posición central dentro del
espacio escolar y áulico, alterando las reglas que rigen la comunicación con el
docente así como aquellas que regulan las acciones posibles para unos y otros
en torno al contenido, su definición, secuenciación, organización y
temporalización del mismo.
La flexibilización de esta relación supone resignificar la tarea docente para con
la enseñanza. La relación entre libertad del alumno y autoridad del docente se
reconfigura y consecuentemente se modifican las ideas respecto del control
disciplinar. El maestro atenderá las inquietudes del niño pero antes habrá
previsto las condiciones del medio en que se desarrolla la situación de
enseñanza. Esto posibilita el dominio de las variantes que pueden ocurrir,
mientras que el niño se siente libre en sus decisiones.
John Dewey realiza aportes claves en esta línea de pensamiento sobre
educación, aunque en algunos aspectos es crítico de las ideas Roussonianas.
La lectura de la obra de Dewey, nos permite interactuar con nociones que nos
parecen fundamentales para desarrollar un nuevo enfoque pedagógico. El
autor sostiene que la Escuela Nueva se diferencia de la tradicional por
“proponer
la expresión y el cultivo de la individualidad, la adquisición de destrezas y
técnicas como medios para alcanzar fines que interesan directa y vitalmente, la
máxima utilización de la vida presente y el conocimiento del mundo sometido al
cambio”
La educación debe buscar sus finalidades en el interior de ella misma. Dos
serían
para el autor los fines generales: el desarrollo natural y la eficacia social,
entendida ésta como el aumento del poder de disfrutar libremente de las tareas
compartidas y comunes en la sociedad. Su propuesta se orienta a formar
nuevos ciudadanos para que sean capaces de crecer en procesos de cambios
y resolver problemas, implica que podamos asumir la incertidumbre que ello
conlleva. Se observa en estas apreciaciones un vínculo dialéctico entre
sociedad y educación.
La experiencia debe actuar en conformidad con el aumento de sentido,
correspondiente con la ampliación de las percepciones y conexiones de la
actividad, y una experiencia debe ser la base sobre la que se diseñe la
subsiguiente, ya que ella debe brindar un potencial específico para el control de
la siguiente. Así una experiencia y otra forman un continuo.
Partiendo del interés del alumno el docente debe generar situaciones
experienciales que contemplen las condiciones objetivas y subjetivas propicias
para dirigir a los alumnos en el desarrollo de sus capacidades y formación de
disposiciones. Será necesario que se eliminen los factores sociales
considerados negativos y que las propuestas enfaticen aquellos de interés
social general. La reflexión y el estudio forman parte de la experiencia. Para
Dewey la valoración de la experiencia no remite a aspectos solamente
prácticos sino también a procesos reflexivos, los cuales, pueden marcar una
actitud muy activa de los sujetos que aprenden, aunque se manifiesten
corporalmente de manera pasiva. El maestro también participará de las tareas
grupales para observar
desde allí a cada uno de los sujetos.
El método es conceptualizado por Dewey como “el orden de desarrollo de las
capacidades e intereses del niño” por lo que el modo de presentar las materias
deberá respetar las leyes implícitas de la naturaleza infantil. En este sentido el
autor propone que el contenido no sea organizado en disciplinas. Esperaba
que, a partir de la experiencia, el niño fuera formando gradualmente el
conocimiento completo. El currículum debía conformarse sobre la base de
integraciones, que se organizarían alrededor de un eje, para trabajar con el
método de estudios de resolución de problemas que resignifica el método
científico de las ciencias naturales. El contenido debía considerar todos los
estadios de la humanidad, debía referir al hombre en su totalidad y no quedar
limitado exclusivamente a la esfera de la razón.

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