FOTOSINTESIS
FOTOSINTESIS
FOTOSINTESIS
Figura 11.1a
Figura 11.1b
Figura 11.2a
Figura 11.2b
En una planta más del 90 % de su peso seco está constituido por las diferentes
sustancias y moléculas orgánicas que forman sus estructuras celulares o que
regulan su metabolismo. Las cadenas carbonadas iniciales que se emplean por
las todas las células las proporciona la fotosíntesis (Figura 11.3).
Figura 11.3
Figura 11.5: Experiencias de van Helmont con una planta de sauce. (Figura modificada de
Moore, R., Clark, W.D., and Vodopich, D.S., 1998, “Botany”; 2nd ed., WCB McGraw-Hill).
Figura 11.6: Descomposición de la luz blanca en diferentes colores al pasar por un prisma.
La luz se comporta como una onda y como una partícula. Las propiedades de
onda de la luz incluyen la curvatura de la onda cuando pasa de un medio a otro.
Las propiedades de partícula se demuestran mediante el efecto fotoeléctrico. En
el siglo XIX, con James Clerk Maxwell (1831-1879), se empieza a descifrar la
verdadera identidad de la luz, como parte muy pequeña de un espectro continuo
de radiación, el espectro de radiación electromagnética. Todas las radiaciones
de este espectro se comportan como ondas.
La longitud de onda, es decir, la distancia entre la cresta de una onda y la cresta
de la siguiente, va desde décimas de nanómetro (1 nm = 10-9 m) en los rayos
gamma, hasta kilómetros (1 km = 103 m) en las ondas de radio de baja
frecuencia (Figura 11.7).
Dentro del espectro de luz visible, la luz violeta tiene la longitud de onda más
corta y la roja, la más larga. Los rayos violetas más cortos contienen casi el doble
de energía que los rayos más largos de la luz roja.
Las radiaciones con longitudes de onda menores de 400 nm (como la luz
ultravioleta) y mayores de 700 (como las infrarrojas) pueden tener diversos
efectos biológicos, pero no pueden ser aprovechadas para la fotosíntesis (Figura
11.8).
Figura 11.8: Espectro de radiación electromegnética.
Algunos pigmentos absorben la luz en todas las longitudes de onda y por lo tanto
tienen un color negro. Otros sólo absorben ciertas longitudes de onda y reflejan
o transmiten las longitudes de onda que no absorben.
Por ejemplo, la clorofila, el pigmento que hace que las hojas sean verdes,
absorbe la luz en el espectro violeta y azul y también en el rojo. Puesto que
transmite y refleja la luz verde, su aspecto es verde.
Los diversos grupos de organismos fotosintéticos usan varios tipos de pigmentos
en la fotosíntesis (Figura 11.11).
La molécula de clorofila está formada por una cabeza tetrapirrólica con un átomo
de magnesio en su centro, y una cola de fitol (alcohol de cadena larga).
En los eucariotas fotosintéticos (plantas y algas), la clorofila a es el pigmento
implicado directamente en la transformación de la energía de la luz en energía
química (Figura 11.13).
Hay también un tercer tipo de pigmento, las ficobilinas, de las que también hay
dos tipos principales: la ficocianina (azul) y la ficoeritrina (roja) que se
presentan también en algunos organismos fotosintéticos.
En una hoja, estos colores quedan enmascarados por la clorofila, más
abundante. Sin embargo, en algunos tejidos, como el tomate maduro, los colores
del carotenoide pueden dominar cosa que también pasa en otoño con las hojas
de caducifolios cuando dejan de fabricar clorofila.
La clorofila b, los carotenoides y las ficobilinas son capaces de absorber la luz a
diferentes longitudes de onda de la clorofila a. Al parecer, pueden hacer pasar la
energía a la clorofila a, con lo que se incrementa la cantidad de luz disponible
para la fotosíntesis (Figuras 11.15a y 11.15b).
Figura 11.17: Formas en que los electrones activados pierden energía para volver a su estado
inicial. (1) Emitirse de nuevo en una longitud de onda superior, fenómeno que se conoce como
fluorescencia (2) disiparse en forma de calor (conversión interna), o (3) ser absorbida por una
molécula vecina, que lanza sus electrones a niveles de energía superiores (transferencia de
excitón por resonancia inductiva).
En otros casos, sin embargo, la energía absorbida activa una reacción química.
La energía absorbida por el pigmento lanza un electrón de su molécula, que
entonces se oxida. Este electrón de alta energía es captado por otra molécula,
que, por lo tanto, se reduce. Es lo que se llama fotooxidación. La posibilidad de
que la reacción química se produzca, no sólo depende de la estructura de un
determinado pigmento, sino de su asociación con otras moléculas vecinas. La
clorofila puede convertir la energía de la luz en energía química, proceso que se
inicia con una simple oxidación-reducción, cuando se halla asociada a
determinadas proteínas y englobada en una membrana especializada.
Cuando una molécula de clorofila absorbe un fotón, pasa a un estado inestable
de mayor energía, denominado estado excitado, en el que un electrón periférico
se desplaza hacia una posición más externa. Si este electrón pasa a otra
molécula (fotooxidación), la energía se habrá transmitido y la molécula de
clorofila permanecerá excitada; para volver a su estado fundamental deberá
recibir otro electrón que ocupe el hueco dejado por el primero. Cuando coexisten
numerosas moléculas de clorofila agrupadas y ordenadas, la energía absorbida
por cualquiera de ellas puede transmitirse por resonancia (transferencia de
excitón) a todo el conjunto, sin que haya transferencia de electrones. Ambos
tipos de transferencia de energía tienen lugar en el proceso de absorción de luz
por los pigmentos fotosintéticos.
Los cloroplastos
Las membranas especializadas, donde se encuentran embebidas la clorofila y
otros pigmentos, se llaman tilacoides. Normalmente, presentan un aspecto de
sacos o vesículas aplanadas. En los eucariotas, los tilacoides forman parte de la
estructura interna de orgánulos especializados, los cloroplastos. El alga
Chlamydomonas, por ejemplo, contiene un cloroplasto solitario muy grande. Una
célula de hoja contiene característicamente entre 40 y 50 cloroplastos, y no es
extraño encontrar unos 500.000 cloroplastos por milímetro cuadrado de
superficie foliar.
En las plantas, los cloroplastos se encuentran presentes en todas las células
clorenquimáticas del mesófilo y de la periferia de los tallos herbáceos (Figura
11.18a). El cloroplasto (Figuras 11.18b, 18c, 18d, y 18e) está delimitado por dos
membranas (la interna y la externa) y contiene una matriz interna o estroma. El
estroma se encuentra atravesado por todo el sistema tilacoidal de membranas
(o lamelas) que delimitan otro compartimiento, el lumen o espacio
intratilacoidal. Los agrupamientos de tilacoides apilados forman los grana (pilas
de lamelas granales), mientras que el resto de tilacoides forman las lamelas
estromales.
Todos los tilacoides de un cloroplasto son siempre paralelos entre sí. Así pues,
a medida que los cloroplastos se orientan hacia la luz, los millones de moléculas
de pigmento pueden orientarse simultáneamente para optimizar la recepción,
como si fueran pequeñas antenas electromagnéticas.
Figura 11.18a: Micrografía óptica de una célula vegetal de Elodea mostrando los cloroplastos
(x80).
Figura 11.18d: Micrografía electrónica de una ST de un cloroplasto de hoja de maíz (Zea mays).
Detalle mostrando una grana.
Figura 11.18e: Esquema de un cloroplasto donde se pueden apreciar sus componentes
principales.
Figura 11.20: Etapas de la fotosíntesis con las principales moléculas y procesos que intervienen
en ellas. (Modificada de http://gened.emc.maricopa.edu/Bio/BIO181/BIOBK/BioBookTOC.html).
1- Las reacciones dependientes de la luz
En el cloroplasto, los pigmentos están estrechamente asociados a proteínas y
se alojan en la bicapa lipídica de los tilacoides. Según el modelo admitido
actualmente, estos complejos proteína-clorofila se encuentran empaquetados
formando unidades denominadas fotosistemas. Cada unidad contiene de 200
a 400 moléculas de pigmento que tienen por finalidad captar la luz como una
antena, forman el llamado complejo antena (Figura 11.21). Cuando la energía
de la luz se absorbe por uno de los pigmentos de la antena, pasa de una
molécula a otra de pigmento del fotosistema hasta que alcanza una forma
especial de clorofila a que constituye el centro de reacción del fotosistema.
Los pigmentos antena son los encargados de absorber la energía lumínica y
transferirla por resonancia al centro de reacción. Al recibir esta energía, la
clorofila del centro de reacción pierde un electrón, que es transferido a una serie
de transportadores de electrones. Los transportadores actúan en cadena,
captando el electrón (y por tanto reduciéndose) y seguidamente cediéndolo (y
por tanto oxidándolo) a la siguiente molécula.
También los carotenoides, que se encuentran íntimamente asociados con las
clorofilas de los complejos antena, captan energía en sus longitudes de onda
características y la transfieren a las clorofilas (aunque con menos eficiencia);
tienen además una función protectora, ya que absorben excesos de energía que
podrían dar lugar a la formación de compuestos nocivos.
Figura 11.22: Localización de los fotosistemas I y II, del complejo de citocromos bf y de la ATP
sintetasa en las lamelas tilacoidales.
Figura 11.23a: Disposición dentro de la membrana tilacoidal de los componentes principales del
fotosistema II y de la cadena de transporte de electrones. (Modificada de
http://gened.emc.maricopa.edu/Bio/BIO181/BIOBK/BioBookTOC.html).
Figura 11.23b: Disposición dentro de la membrana tilacoidal de los componentes principales del
fotosistema I y de la ATP sintasa. (Modificada de
http://gened.emc.maricopa.edu/Bio/BIO181/BIOBK/BioBookTOC.html)
Figura 11.25: Principales moléculas fabricadas durante la fase luminosa que son necesarias
para que se desarrolle la fase oscura. Localización de ambas fases en el cloroplasto.
Las células fotosintéticas obtienen el carbono del CO2. Las células de las algas
obtienen el CO2 directamente del agua que las rodea. En las plantas, en cambio,
el CO2 llega a las células a través de unos poros especializados, llamados
estomas, que se encuentran en las hojas y tallos verdes (Figura 11.26).
Figura 11.28: Ciclo de Calvin donde se detallan los principales acontecimientos que tienen lugar
en el mismo.
Figura 11.29: Esquema de la síntesis de carbohidratos que tiene lugar a partir de las moléculas
de triosa fosfato obtenidas en el ciclo de Calvin.
El problema de la fotorrespiración
En presencia de suficiente CO2, la enzima RuDP carboxilasa oxigenasa
introduce el CO2 dentro del ciclo de Calvin con una gran eficacia (actividad
carboxilasa). Sin embargo, cuando la concentración de CO2 en la hoja es muy
pequeña comparada con la concentración de oxígeno, la misma enzima cataliza
la reacción de la RuDP con el oxígeno (actividad oxigenasa), en vez del CO2.
Esta reacción es el primer paso de un proceso conocido como fotorrespiración,
por el cual los glúcidos son oxidados a CO2 y agua en presencia de luz. A
diferencia de la respiración mitocondrial, la fotorrespiración es un proceso donde
la energía se pierde, y no se produce ni ATP ni NADH. En algunas plantas, cerca
del 50 % del carbono fijado en la fotosíntesis puede ser reoxidado a CO2 durante
la fotorrespiración.
El proceso fotorrespiratorio se resume en la Figura 11.30. La reacción de una
molécula de RuDP (5C) con O2 produce una de PGAl (3C) y otra de ácido
fosfoglicólico, que rápidamente es hidrolizado a ácido glicólico (2C), con
pérdida de Pi.
El ácido glicólico sale de los cloroplastos y entra en los peroxisomas (orgánulos
ricos en enzimas oxidativos), donde vuelve a reaccionar con oxígeno para dar
ácido glioxílico y peróxido de hidrógeno (H2O2); este último compuesto es
convertido por la catalasa en agua y O2.
El ácido glioxílico es transformado en glicina (2C), un aminoácido que pasa a las
mitocondrias; en estos orgánulos, dos moléculas (4C) de glicina forman una de
serina (3C), con liberación de una molécula de CO2 (1C).
La serina vuelve a los peroxisomas y es transformada en ácido glicérico, que
pasa a los cloroplastos y allí, por fosforilación con empleo de ATP se convierte
en PGAl. De esta manera se recuperan para el ciclo fotosintético 3 de cada 4
átomos de carbono perdidos inicialmente como ácido fosfoglicólico, es decir, 9
de cada 10 desviados en la oxigenación de la RuDP. Pero como un átomo de C
ya fijado (ya que la RuDP que se oxigena procede del ciclo de Calvin) se pierde
como CO2, y sin haber producido ATP.
Figura 11.32b: Micrografía óptica de una hoja C4 de caña de azúcar mostrando la anatomía
característica.
Figura 11.34: Esquema más detallado de las posibles rutas que desarrollan las plantas C4 para
evitar, en lo posible, la fotorrespiración.
Como la incorporación del CO2 al ciclo de Calvin tiene lugar con los estomas
cerrados, su concentración dentro de la hoja es lo suficientemente alta como
para impedir que la enzima RuBisCO actúe como oxigenasa. De esta manera se
anula la fotorrespiración en estas plantas.
El cierre diurno de los estomas impide las intensas pérdidas de agua por
transpiración que sufrirían estas plantas con la elevada temperatura y bajísima
humedad relativa características de las regiones áridas y desérticas de las que
son originarias. La apertura estomática y la entrada del CO2 a la hoja, en cambio,
tienen lugar de noche, cuando la temperatura es menor, la humedad es mayor y
las pérdidas de agua por transpiración son bajas.
La fijación y reducción del carbono en las plantas CAM presenta unos
requerimientos energéticos, en términos de ATP, mayores que en las plantas C3
y C4; su rendimiento fotosintético por unidad de tiempo es menor y su
crecimiento es más lento. Como consecuencia de la adaptación de estas plantas
a sus hábitats extremos, los mecanismos que regulan el equilibrio entre
transpiración y fotosíntesis están encaminados fuertemente hacia la
minimización de las pérdidas de agua, asegurando así la supervivencia en el
medio desértico, aunque a costa de una menor productividad.
En las Figuras 11.36 a 11.41 podemos ver resúmenes de las características y
propiedades de las plantas C4 y CAM comparadas con las C3.
Figura 11.36
Figura 11.37
Figura 11.38
Figura 11.39
Figura 11.40
Figura 11.41