Trinidad 3
Trinidad 3
Trinidad 3
II
JESUS, REVELADOR DEL MISTERIO DE DIOS
Comenzamos teniendo en cuenta algunos elementos para la recta interpretación de
la relación entre Antiguo y Nuevo Testamento.
Es necesario evitar separar Antiguo y Nuevo Testamento como hacía Marción.
Marción nació en Sínope, en el Ponto hacia el año 140, para él, el cristianismo es el
evangelio del amor, no de la ley. Por lo tanto, rechazaba el AT como contario al evangelio
de Jesús. El marcionismo aparece mezclado con todas las herejías y sectas de los primeros
siglos, pasando a engrosar después las filas de los maniqueos. San Ireneo nos dice de él:
"Enseñó que el Dios proclamado por la ley y los profetas no es el Padre de Nuestro Señor
Jesucristo; el uno es justo, el otro bueno"
Es necesario también, no hablar de una pura continuidad como si la revelación
propia del NT nada o poca cosa tuviera que decirnos. No podemos afirmar entonces que
la revelación trinitaria se dio ya desde el Antiguo Testamento.
A.- SINOPTICOS.
A pesar de todas las dificultades exegéticas debemos intentar recurrir al mismo Jesús
para hallar en sus palabras y en sus obras la raíz fundamental del dogma trinitario.
LA TRINIDAD ECONOMICA ES LA TRINIDAD INMANENTE. Este axioma
de Karl Rahner es muy importante cuando estudiamos Trinidad. Porque quiere indicarnos
que el Dios que conocemos ad-extra, el que se nos ha revelado en Jesucristo, no es una
apariencia o un modo de presentarse, sino el mismo Dios como es en realidad. Estaríamos
hablando entonces, de una identificación ente Trinidad económica y trinidad inmanente.
Pero, ha habido quienes han hecho algunas matizaciones al axioma. Es necesario,
dicen, que mantengamos en claro: la trinidad económica no es todo lo que la trinidad
inmanente es. La Trinidad es mucho más de lo que la misma trinidad nos ha revelado de
sí misma. Por lo tanto no podemos mantener una simple y llana identificación entre
trinidad económica y trinidad inmanente. Por lo tanto el "es" del axioma lo debemos
interpretar con reserva.
No debemos prescindir, por tanto, del hombre Jesús (del Jesús de la historia)
cuando queremos consagramos al estudio, a la contemplación del Logos eterno en el seno
de la Santa Trinidad. Al contrario, cuanto más nos adherimos a Jesús y más le seguimos,
tanto más se nos abre el misterio del Padre y del Espíritu Santo.
¿Quién es Dios? Lo sabemos por Jesús, por eso no debemos identificar con tanta
facilidad el Dios predicado por Jesús con el Dios del AT.
Afirma Robert Butterworth: “la experiencia del Abbá de Jesús, la conciencia de su filiación
y la
posesión del Espíritu son el germen de la doctrina trinitaria” 127. Por eso es necesario que
nosotros profundicemos en estas experiencias de Jesús.
Jesús con su propia conducta intentó demostrar la bondad paternal de Dios. Uno
de los rasgos de Jesús en los evangelios es que acoge a los rechazados y despreciados con
amor especial. El actuar de Jesús a favor del Reino pone en claro que el amor de Dios es
parte esencial de él, de su acción salvífica.
La proximidad de Dios sucede en el mismo Cristo: Jesús es "Dios con nosotros”129
Cristo perdona los pecados, sólo Dios puede hacerlo 130, “Dios ha visitado a su pueblo”131
Jesús actúa en el lugar de Dios y el hombre pecador encuentra al Padre celestial sólo por
medio y en Jesús.
ABBÁ
En la discusión acerca del Jesús histórico se ha establecido como uno de los
resultados más seguros que Jesús se dirigía a Dios como Abbá. "Abbá, Padre, todo es
posible para ti; aparta de mi este cáliz "132. Abbá es una fórmula original transmitida en
la lengua materna de Jesús. Es una fórmula desacostumbrada en el judaísmo. Así Jesús
expresa su experiencia de la paternidad. Con Abbá Jesús manifiesta una confianza íntima,
una experiencia única.
Nos hacemos una pregunta: ¿por qué Jesús emplea una palabra semejante (del
lenguaje infantil) para dirigirse a Dios? La fe cristiana ha interpretado la exclamación Abbá
como expresión de:
Una íntima comunión con Dios
Excepcional conciencia de Filiación.
Jesús nunca habló de Dios como "Padre nuestro". La oración del Padre nuestro es
una oración para los discípulos. Jesús se dirige a su Padre como "Padre mío". Esta
comprensión la favorece el hecho de que Jesús siempre oraba él solo 133. En esta oración
permanecen dos elementos fundamentales para Cristo: El Padre y el Reino.
Afirma Schillebeeclx "la fuente del mensaje y de la praxis de vida, tiene que
buscarse en su experiencia de Abbá, sin la cual la imagen del Jesús histórico es
drásticamente arruinada y su mensaje debilitado”134 En Jesús se opera el cambio: del
"Dios del Antiguo Testamento" a la palabra "Padre". El modo de orar de Jesús realiza un
claro distanciamiento con el modo de hacerlo de la tradición del Antiguo Testamento.
Poder entrar en relación con Dios que es "Abbá", hace parte del don escatológico que viene
ofrecido en Jesús.
Es importante que nos fijemos en un texto: "Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y
de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios y prudentes, y se las has revelado a
pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi
Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el
Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.”135
Algunos afirman que este texto está influido por la reflexión de la comunidad, otros
como Jeremías defiende su autenticidad. Originalmente el texto no habla de una cristología
de filiación absoluta en el sentido trinitario, sino que quiere indicar la autoridad absoluta
de Jesús basada sobre la intimidad única con el Padre.
Jesús predica el Reino 143 como MAESTRO, su autoridad y conocimiento del Padre
nos revela su conciencia de ser el Hijo. "Habéis oído... pero Yo os digo”144 El conocimiento
mutuo del padre y del Hijo está situado en la línea de la revelación. Según la voluntad del
Padre de manifestar las cosas divinas a los hombres. Jesús es enviado a los pobres para
comunicarles la salvación y propone la imitación del Padre celestial como ideal de santidad
al afirmar: "Sed perfectos como perfecto es vuestro Padre celestial”145
Jesucristo nos revela su filiación en sentido único a través de las OBRAS que hace, iguales
a las
del Padre, A través de todo su obrar salvífico nos revela su relación con el Padre: filiación e
igualdad. Jesús llevaba y disponía a los hombres, a través de su manera de actuar y de
expresarse, al conocimiento de su persona, unida esencialmente al Padre, al ser uno con Él
por su única esencia divina.
Estas teofanías recuerdan a los israelitas las teofanías del AT y presentan a Cristo
como el enviado del Padre a quien todos deben oír, por eso aparecen Moisés y Elías.
Por lo tanto, Cristo está en la misma esfera divina del Dios Yahavéh Padre por el bien que
dispensa a los hombres.
Orden material: La bondad de Jesús es manifestación de la bondad divina del Padre.
Las obras de Jesús son el sello divino de su palabra, revelan el misterio de su persona. Se
PBRO. S. JESÚS MEJÍA PEREZ 32
TRINIDAD: Dios revelado por Cristo
En el orden espiritual: Cristo, victorioso sobre el espíritu del mal. Cristo interviene
en la historia del hombre agobiado por la posesión del espíritu maligno: Cristo es salvador
(En el AT, en la destrucción de los enemigos quedaba revelada la santidad de Yahavéh).
Al comienzo de la vida pública de Jesús se ha advertido la tensión ente el reino
espiritual que él anuncia y el reino del maligno: las tentaciones155 Esta tensión estará
presente durante todo el ministerio de Jesús, Jesús estará tentado continuamente en su
ministerio, estará tentado por el demonio a "utilizar" su ministerio.
El primer milagro de Jesús es la curación de un endemoniado 156 y es por el poder del Espíritu
Santo que expulsa a los demonios157.Por lo tanto, el poder de Jesús queda identificado con
el de Yahavéh, el Dios único de Israel. Porque Jesús actúa con autoridad frente al enemigo:
"yo te lo mando: sal de él y no entres más en él”158
También en el orden espiritual consideramos los milagros de Jesús a favor de la
humanidad. Jesús, al dar la vida a los muertos sin otra apelación que, a su propia autoridad,
revela la dignidad de su persona divina. La resurrección de la hija de Jairo pone de
manifiesto el poder de Jesús
Aparece también en el orden espiritual el perdón de los pecados, Cristo se atribuye
el poder de perdonar los pecados —poder salvífico divino- de manera constante: la
curación del paralítico”160el perdón a la pecadora arrepentida: “Y le dijo a ella: tus
pecados quedan perdonados” 161. Esta potestad es tal de Cristo que puede comunicarla a
sus discípulos.
Cristo, es mayor que la ley, que el sábado y que el templo162; esas instituciones que
ofrecían a Israel la garantía de la presencia y el perdón de Yahvéh, quedan relativizadas
por Cristo. Ahora es a través de Cristo que el hombre se encuentra con el Padre y tiene
acceso a la salvación. La entrada al reino está condicionada por la obediencia a la palabra
de Cristo: "¿Por qué me llamáis: 'Señor, Señor", y no hacéis lo que digo? ”.163 En la
parábola de la oveja perdida Cristo se describe como el buen pastor que va en busca de
sus ovejas para darles la vida, puesto que para comunicar la vida había venido al mundo.164
En su misión divina, pues, queda descrita su personalidad divina.
misma potestad que el Padre en lo referente a la ley y a los profetas. Cristo se llama a sí
mismo "esposo”165 , expresión que sólo se atribuía a Yahavéh.
Cristo y la escatología. Cristo se constituye en fin del hombre por su relación divina
con el Padre: hacer cuanto Cristo ordena es identificarse con la voluntad del Padre. La
entrada al Reino está condicionada por la observancia de la palabra de Cristo 166. En su
segunda venida se manifestará su divinidad: "Y yo os declaro que a partir de ahora veréis
al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo” 167
Pertenece a Yahavéh y sólo a Él, revelarse de ese modo. La gran revelación de la divinidad
de Cristo está en relación con el fin del hombre, cuyo juez es Cristo. La revelación de la vida
divina de Cristo tendrá su eclosión para nosotros en la parusía, en la que nos mostrará al
Padre.
la presencia viva del Espíritu Santo. Este misterio habría sido manifestado por Jesús
mismo y confirmado gradualmente a través de todo lo que hizo y enseñó”174
En el relato del bautismo la posesión del Espíritu Santo y la Filiación entran en
estrecha armonía. La referencia al Salmo 2,7: "Tu eres mi Hijo, hoy te he engendrado ", se
refiere en el Salmo a la unción de un rey. El rey se convierte en Hijo a través de la unción
real. Pero en el Jordán, la filiación de Jesús y su oficio mesiánico son unidos por medio del
Espíritu. Como afirma Muhlen: el mesianismo del Antiguo Testamento viene reinterpretado
en sentido pneumático,
Jesús no es sólo el Hijo de Dios encarnado, sino que es también el Ungido, el Cristo,
que posee en plenitud el Espíritu Santo, recibido en el Jordán. Los dos elementos son
igualmente necesarios para que Jesús pueda llevar a cabo su misión.
En toda la actividad de Jesús está implícita la figura del profeta escatológico del
Reino. En el AT los profetas recibían el Espíritu de Dios para predicar su palabra en una
situación particular. Por otra parte, queda claro que Jesús fue considerado un profetal75. Jesús
mismo se interpreta en la línea profética y así también reinterpreta su muerte: "Jerusalén,
Jerusalén que matas a los profetas... „176 Por lo tanto, podemos afirmar que la categoría
profética es muy apta para interpretar la AUTOCOMPRENSIÓN y la misión de Jesús. Jesús
como profeta es aquél que está lleno del Espíritu Santo como ninguno de sus predecesores.
San Lucas refiere que: Jesús inicia su ministerio público refiriéndose a Isaías: "El
Espíritu del Señor está sobre mí”177 Jesús como profeta se comprende en la línea de los
profetas del Antiguo Testamento: El espíritu de Elías es transmitido a Eliseo 178, del mismo
modo, Jesús da el Espíritu a sus discípulos. Jesús se ve como cumplimiento del rol del
Siervo sobre el cual está el Espíritu de Dios preanunciado 179
Después del exilio, crece la esperanza en Israel de que al final de los tiempos Dios
daría de nuevo su Espíritu y que volverían a surgir los profetas, Así por ejemplo, el profeta
Joel anuncia lo que después será interpretado como un nuevo pentecostés: "Sucederá
después de esto que yo derramaré mi Espíritu en toda carne. “Vuestros hijos y vuestras
hijas profetizarán, vuestros ancianos soñarán sueños y vuestros jóvenes verán visiones.
Hasta en los siervos y en las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días” 180 A esto
asistimos en la predicación y vida de Jesús, precisamente da cumplimiento a esta esperanza.
Jesús, en clave profética se descubre enviado por el Padre y lleno del Espíritu Santo
como salvador escatológico de los últimos tiempos, que tiene la misión de proclamar la
visita graciosa y perdonante de Dios.
Ahora la fe de Jesús no tiene nada en qué fundarse —como antes lo era su creencia
en la venida inminente del Reino- porque se encuentra frente a la muerte- Debe dejar a Dios
ser Dios sin ninguna verificación. Escuchemos a Moltmann: Un temor (en Getsemaní) se
apoderó de Cristo y desgarró su alma: el temor de que Él, el Hijo unigénito de Dios, que
ama al Padre como nadie le ha amado, pudiera ser "abandonado " por el Padre. No teme
por su vida (seguramente que también está presente el miedo humano natural ante el dolor,
Sería tremendo afirmar que como Hijo de Dios, Cristo no habría podido sentir miedo
alguno). Siente miedo por Dios. Teme por el Reino del Padre, cuya felicidad ha anunciado
a los pobres.
Este sufrimiento por causa de Dios mismo es el verdadero dolor en la pasión de
Cristo. Este abandono de Dios es el cáliz que no debe pasar por ÉL. El espantoso silencio
de Dios a la oración de Jesús en el huerto es más que el silencio de los muertos. Los
místicos lo han experimentado en la "noche oscura del alma", en la que se seca todo
aquello que hace soportable la vida y hace desaparecer la esperanza de cualquier vida.
Martín Buber lo llamó "tinieblas de Dios".
¿Quién podrá permanecer despierto en esta noche de Dios? ¿Quién no quedará
como paralizado en ella? Los amigos de Jesús serán protegidos de lo espantoso por un
sueño profundo. Lucas, el médico, y otros testigos hablan de un "sudor de sangre " que
chorreaba hasta el suelo desde el rostro de Cristo que vela y ora. "Lucha en Getsemaní"
es el título de este capítulo en la Biblia de Lutero. Pero, ¿lucha con quién? ¿Lucha de
Cristo consigo mismo?, ¿Lucha con la muerte? Creo que es algo más que todo eso. Es
lucha de Cristo con Dios, Ahí está su agonía. Agonía que superó con su entrega. Ahí reside
su victoria y nuestra esperanza (...) Lo que temía Jesús, aquello por lo que luchó en
Getsemaní, por lo que rogó al Padre, no pasó de largo, sino que sucedió en la cruz: el
Hijo soporta el juicio en el que nadie puede sustituir a nadie, en el que cada uno se
encuentra solo y que nadie puede superar 186
El mismo Moltmann afirma que para hacer justicia a la muerte de Jesús hay que
interpretarla a tres niveles: Religioso, contrapuesto al judaísmo; Político, contrapuesto al
Cesar y Teológico, como entrega que el Padre hace del Hijo y el Hijo se entrega en
obediencia al Padre.
En el engendrar se manifiesta el Padre y su paternidad, pero, en la muerte y
resurrección de Cristo, sin embargo, es donde cada vez se acentúa más que: Cristo
manifiesta su ser Palabra del Padre revelación. Con su muerte dice la palabra más
auténtica y verdadera sobre el Padre. Desde la cruz Cristo dice quién es el Padre.
El Padre, da para la salvación de los hombres aquello que es lo más amado para
Él: su Hijo. El Padre se manifiesta en el sufrimiento del Hijo: dar la vida: "El Hijo del
hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por
muchos”187. Pero, el sufrimiento del Padre no está referido a defectos de naturaleza sino
al amor por los hombres. Lo propio del amor es poder hacer cohabitar el dolor con el
gozo. De este modo, la entrega a la muerte del Hijo por todos los hombres, ha sido vista
como el amor infinito del Padre.
Moltmann afirma: "Sería imposible sostener que el corazón del Padre no ha sido
tocado por la muerte de su Hijo. El Padre sufre la pérdida de su Hijo. Por eso la cruz
envuelve no sólo la pasión del Hijo sino también la pasión del Padre". A la entrega del
Hijo por parte del Padre corresponde la obediencia del Hijo y su autoentregarse por amor
a los hombres. H.U. von Balthasar afirma que el único modo para evitar ver la cruz como
una imposición de una obediencia alienante es situar la acción dramática de la cruz
dentro del eterno drama trinitario.
Estos tres factores se implican a través del Kerygma de la Iglesia apostólica. Entre
estos tres factores existe una conexión íntima.
La frase "sentarse a la derecha de Dios" es citada muchas veces 193 y quiere decir:
que Jesús fue ensalzado por Dios y participa de su gloria. Sentarse a la derecha de Dios
es igual a la entrega de toda potestad y poder divino. A partir de la resurrección, Jesús
ejerce todos sus derechos divinos de soberanía y así, las palabras que pronunció en la
tierra gozan de absoluta autoridad: "Por qué me llaman Señor, Señor y no hacen lo que yo
les digo”194 Por eso San Pablo puede citar las palabras del Jesús histórico como
prescripciones del Señor, es decir, como disposiciones reales de Cristo celeste 195
"Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra”196 El Padre no se ha
reservado nada: todo se lo ha entregado al Hijo. Y si le ha entregado todo al Hijo es para
que establezca el verdadero dominio de Dios y para que revele a los pequeños el
conocimiento del Padre. La ENTRONIZACION es un hecho que se basa en el
conocimiento recíproco del Padre y del Hijo y que fundamenta la posibilidad de que el
Hijo revele al Padre.
Cristo es revelador del Padre, la vida de Cristo está orientada hacia el padre. El
Padre es creador del cielo y de la tierra205, el Padre comunica a todos la vida206, nada escapa
de su vida porque Él interviene salvíficamente 207, es Padre de todos los hombres1 Por lo
tanto nos encontramos en los Hechos de los Apóstoles con una Paternidad Universal de
Dios. Esta paternidad se revela como única en la resurrección de Cristo; en ella queda
revelada ante el universo la relación divina del Hijo con el Padre; en esa exaltación
interviene el Espíritu como epifanía plena de la vida íntima de Dios que hace partícipes a
los hombres de su misma vida divina.
La Iglesia primitiva vive de una manera muy simple la presencia del Dios
tripersonal en la vida de fe en Cristo, en quien ve al Padre y participa de su mismo
Espíritu. La Iglesia primitiva está inserta en la vida de amor revelada en Cristo,
glorificado por el Padre; la Iglesia es vivificada por el Padre que le participa el Espíritu
de su Hijo. La Iglesia de los Hechos tiene una perspectiva trinitaria, vive el
misterio salvífico como: teofanía del poder del Padre en la exaltación-revelación del
Hijo Kyrios y la efusión del Espíritu sobre toda carne.