Niños Mentalmente Fuertes: Clase 3
Niños Mentalmente Fuertes: Clase 3
Niños Mentalmente Fuertes: Clase 3
MENTALMENTE
FUERTES
CLASE 3
El desarrollo social y emocional positivo durante los primeros años de la vida de los
niños constituye un pilar fundamental para el desarrollo y aprendizaje de por vida.
Tanto el desarrollo social como el emocional son importantes para la salud mental
de los niños pequeños. De hecho, la salud mental en la primera infancia es lo mismo
que el desarrollo socioemocional.
EL DESARROLLO SOCIAL
El desarrollo social se refiere a la capacidad del niño para crear y mantener relaciones
significativas con los adultos y otros niños. El desarrollo social del niño se basa
inicialmente en la relación madre-hijo. Si es positiva, las relaciones posteriores serán
adecuadas, pero si la relación es negativa, a no ser que se compense por un
“sustituto adecuado” (tía, abuela, etc.), las otras relaciones serán diferentes, y no
siempre adecuadas. Aproximadamente cuando el niño puede expresar sus
emociones, a través del lenguaje, comienza a pensar sobre las interacciones
sociales. A partir de los 3 años el comportamiento en la escuela y en los juegos es
un buen marcador de las relaciones sociales (Prior, 1992).
Estudiar el desarrollo implica describir etapas que abarcan todo el ciclo vital de una
persona. Los momentos más esenciales del desarrollo social en un niño ocurren
desde el nacimiento hasta los 6 años de edad. Lo que pase en este período influirá
positiva o negativamente en el posterior desarrollo integral, por esto, nos
centraremos en estas etapas.
• A partir de los 4 años, comienzan los lazos de amistad, pero con rasgos
egocéntricos. El juego paralelo avanza hacia uno simbólico, cooperativo y con
reglas. Se expresan emocionalmente con sus pares y pueden ser
influenciados por ellos.
EL DESARROLLO EMOCIONAL
Las emociones infantiles han sido estudiadas desde que Darwin en 1872
determinara, tras un estudio transcultural, que, en primer lugar, los seres humanos
tienen un repertorio innato y universal de expresiones faciales y discretas y que, en
segundo lugar, los bebés dotan de significado a estas expresiones por medio de un
mecanismo de reconocimiento (HARRIS, 1989). Investigaciones más recientes
indican claramente que desde muy pronto manifiestan y reaccionan a tres emociones
básicas: alegría, angustia y enfado y que se muestran incómodos y desconcertados
cuando la persona que se encuentra frente a ellos permanece inmóvil y sin expresar
ningún tipo de emoción. Más tarde, sucede lo mismo con el miedo, la tristeza y la
sorpresa (HARRIS, 1989).
La interacción que sucede entre los rasgos individuales (genéticos y fisiológicos) y
las experiencias y exposiciones provenientes del ambiente son fundamentales para
el desarrollo infantil. El proceso de experiencias iniciales que se solidifican y
repercuten en la salud y el desarrollo a largo plazo se conoce como incrustación
biológica (Hertzman, 1999).
Para poder comprender mejor el poder de las emociones sobre la mente, ya que
tienen un pasado común, hay que acercarse, al menos someramente, al desarrollo
evolutivo de la especie humana; “ser racional no significa cortar las propias
emociones. La ausencia de emociones y sentimientos impide ser realmente racional”
(ENGELHART, 1997). El hecho de que el cerebro emocional sea muy anterior al
racional y que éste sea una desviación de aquel, revela las autenticas relaciones
existentes entre pensamiento y sentimiento.
Los psicólogos del desarrollo también se han interesado por averiguar las causas
del desarrollo de la autorregulación. En este sentido, se han identificado factores
de origen endógeno (se origina por causas internas), donde resulta de especial
relevancia la maduración de las redes atencionales; con respecto a los factores
exógenos (se debe a causas externas), se ha destacado el papel fundamental de
los padres como guías del proceso de desarrollo de sus hijos. Por otro lado, se han
identificado diferencias individuales en la autorregulación emocional, tanto en los
diferentes umbrales que suscitan sus respuestas como en las intensidades de sus
expresiones.
El infante nace con unas capacidades básicas que se irán desarrollando a través de
las relaciones afectivas y sensoriales, que le proporcionan el entorno. Este ofrece
unos vínculos afectivos mediante el maternaje para ayudar al infante a ir deplegando
sus competencias afectivas, cognitivas y motrices. A partir de los vínculos que
establecemos con ese entorno afectivo entramos en contacto con nuestro mundo
interno (Bowlby, 1986).
Podemos concluir, entonces, que el desarrollo emocional es la habilidad que tiene el
niño para expresar, reconocer y manejar sus emociones, así como para responder
apropiadamente a las emociones de los demás.
Muchas cosas influyen en cómo los niños desarrollan esos marcadores, ya que
cambian la forma en que se ven a sí mismos y cómo interactúan con los que los
rodean.
El psicólogo Erik Erikson sostiene que los niños en la primera infancia pasan por una
etapa de "iniciativa versus culpa". Si al niño se le coloca en un entorno donde él/ella
pueda explorar, tomar decisiones e iniciar actividades, se habrá logrado conseguir
la iniciativa. Por otro lado, si el niño es puesto en un ambiente donde la iniciativa es
reprimida a través de la crítica y el control, él / ella desarrollará un sentimiento de
culpa.
Cooley
Charles Horton Cooley (1964) sugiere que nuestro autoconcepto proviene de ver
cómo nos responden los demás. Este proceso, conocido como reflejo de uno mismo,
implica observar cómo parecen vernos los demás e interpretarlo a medida que nos
juzgan si somos buenos o malos, fuertes o débiles, hermosos o feos, y así
sucesivamente. Por supuesto, no siempre interpretamos sus respuestas con
precisión, por lo que nuestro autoconcepto no es simplemente un reflejo de las
opiniones de los demás. Después de formar un autoconcepto inicial, podemos usarlo
como un filtro mental para descartar aquellas respuestas que no parecen ajustarse
a nuestras ideas de quiénes somos. Por ejemplo, algunos cumplidos pueden ser
negados. El proceso del reflejo de uno mismo se hace evidente cuando somos niños
en edad preescolar, o tal vez cuando estamos en una nueva escuela o trabajo o
estamos asumiendo un nuevo papel en nuestra vida personal y estamos tratando de
evaluar nuestras propias acciones. Cuando nos sentimos más seguros de quiénes
somos, nos centramos menos en cómo nos mostramos a los demás.
Mead
Herbert Mead (1967) ofrece una explicación de cómo desarrollamos el sentido social
de uno mismo al poder vernos a nosotros mismos a través de los ojos de los demás.
Hay dos partes de uno mismo: el "yo", que es la parte de uno que es espontáneo,
creativo, innato, y no le preocupa cómo nos ven los demás y el "uno mismo" o la
definición social de quiénes somos.
Cuando nacemos, para nosotros todo es "yo" y actuamos sin preocuparnos por cómo
nos ven los demás. Pero la parte social de uno mismo comienza cuando podemos
considerar cómo nos ve una persona importante. Esta etapa inicial se llama "asumir
el papel del otro". Por ejemplo, un niño puede jalar la cola a un gato y su madre le
dice: "¡No! No hagas eso, eso es malo "mientras recibe una leve palmada en la
mano. Más tarde, el niño puede imitar el mismo comportamiento hacia sí mismo y
decir en voz alta: "No, eso es malo" mientras se da palmaditas en la mano. ¿Qué es
lo que ha sucedido? El niño puede verse a sí mismo a través de los ojos de la madre.
A medida que el niño crece y se expone a muchas situaciones y reglas de cultura,
comienza a verse a sí mismo a los ojos de muchos otros a través de estas normas o
reglas culturales. Esto se conoce como "asumir el papel del otro que lo guiaba" y da
como resultado el punto de vista de sí mismo con muchas dimensiones. El niño llega
a tener un punto de vista de sí mismo como estudiante, como amigo, como hijo,
etc.
Una de las formas de obtener una opinión más clara de uno mismo es exagerar las
cualidades que se incorporarán a uno mismo. A los niños en edad preescolar a
menudo les gusta exagerar sus propias cualidades o buscar la aprobación como el
más grande, más inteligente o el niño que puede saltar más alto. Esta exageración
tiende a ser reemplazada por una opinión más realista de sí mismo en la infancia
media.
Autoestima
imagen: Los niños pequeños no siempre se sienten bien consigo mismos. (Imagen bajo licencia CC0)
Los niños pequeños tienden a tener una autoimagen generalmente positiva. Este
optimismo es a menudo el resultado de una falta de comparación social al realizar
autoevaluaciones (Ruble, Boggiano, Feldman y Loeble, 1980), y con la comparación
entre lo que el niño alguna vez pudo hacer y lo que puede hacer ahora (Kemple,
1995) Sin embargo, esto no significa que los niños en edad preescolar estén exentos
de autoevaluaciones negativas. Los niños en edad preescolar con apegos inseguros
a sus cuidadores tienden a tener una autoestima más baja a los cuatro años
(Goodvin et al., 2008). Goodwin y sus colegas también descubrieron que el afecto
negativo materno (estado emocional) produce más autoevaluaciones negativas en
niños en edad preescolar.
Auto control
Autocontrol y juego
"Una gran posibilidad es que el juego apoye el desarrollo temprano del autocontrol
de los niños", explica Baker. "Estas son nuestras habilidades para desarrollar la
conciencia de nuestros propios procesos de pensamiento: influyen en la eficacia con
la que emprendemos las actividades desafiantes".
En un estudio realizado por Baker con niños pequeños y niños en edad preescolar,
descubrió que los niños con mayor autocontrol resolvieron los problemas más
rápidamente al explorar una configuración desconocida que requiere un
razonamiento científico, independientemente de su coeficiente intelectual. "Este tipo
de evidencia nos hace pensar que dar a los niños la oportunidad de jugar los hará
más exitosos y creativos para resolver problemas a largo plazo".
Si las experiencias alegres facilitan este aspecto del desarrollo, dicen los
investigadores, podría ser extremadamente significativo para las prácticas
educativas porque se ha demostrado que la capacidad de autorregulación es una
predicción clave del rendimiento académico.
EL JUEGO
Freud vio el juego como un medio para que los niños liberen emociones reprimidas
y lidien con situaciones emocionalmente angustiosas en un entorno más seguro.
Vygotsky y Piaget vieron el juego como una forma en que los niños pueden
desarrollar sus habilidades intelectuales (Dyer y Moneta, 2006). Piaget creó etapas
de juego que se corresponden con sus etapas de desarrollo cognitivo. Las etapas
son:
Tabla 2 - Etapas de juego de Piaget: Piaget’s Stages of Play (Tipos de juego cognitivo y social (n.d.).
Recuperado de https://groundsforplay.com/cognitive-and-social-forms-play)
Etapa Descripción
Juego simbólico La capacidad de usar objetos, acciones o ideas para representar otros objetos,
acciones o ideas y puede incluir asumir funciones.
Juego Implica experimentar con objetos para construir cosas; aprender cosas que antes
constructivo eran desconocidas con manipulación manual de materiales.
Impone reglas que deben seguir todos los que juegan; la lógica y el orden involucra
Juegos con Reglas
formas que constituyen las bases para desarrollar la estrategia del juego.
Mildred Parten (1932) observó a niños de dos a cinco años y observó seis tipos de
juegos. Tres tipos que calificó como no sociales (desocupados, solitarios y curiosos)
y tres tipos se clasificaron como juegos sociales (paralelos, asociativos y
cooperativos). La siguiente tabla describe cada tipo de juego. Los niños más
pequeños participan en juegos no sociales más que los mayores; a los cinco años,
el juego asociativo y cooperativo son las formas más comunes de juego (Dyer y
Moneta, 2006).
Categoría Descripción
Comprensión social
Como hemos visto, la experiencia de los niños con las relaciones en el hogar y el
grupo de compañeros contribuye a un repertorio en expansión de habilidades
sociales y emocionales y también a una mayor comprensión social. En estas
relaciones, los niños desarrollan expectativas para personas específicas (que
conducen, por ejemplo, a apegos seguros o inseguros a los padres), comprenden
cómo interactuar con adultos y compañeros y desarrollan un autoconcepto basado
en cómo otros les responden. Estas relaciones también son foros importantes para
el desarrollo emocional.
¿Cómo se producen estos logros en la comprensión social? Una respuesta es que los
niños pequeños son observadores notablemente sensibles de otras personas,
haciendo conexiones entre sus expresiones emocionales, palabras y comportamiento
para derivar inferencias simples sobre estados mentales (por ejemplo, concluir, por
ejemplo, que lo que mamá está mirando está en su mente) (Gopnik, Meltzoff y Kuhl,
2001). Esto es especialmente probable en las relaciones con personas que el niño
conoce bien, de acuerdo con las ideas de la teoría del apego discutidas
anteriormente.
Las crecientes habilidades del lenguaje les dan a los niños pequeños palabras para
representar estos estados mentales (por ejemplo, "enojado", "deseo") y hablar sobre
ellos con otros. Por lo tanto, en una conversación con sus padres sobre las
experiencias cotidianas, los niños aprenden mucho sobre los estados mentales de
las personas a partir de cómo los adultos hablan de ellos ("Tu hermana estaba triste
porque pensó que papá volvería a casa") (Thompson, 2006b).
ACTIVIDAD:
Después de leer el texto redacte un análisis del documento para explicar la
relevancia que tiene un desarrollo social y emocional adecuado en la primera infancia
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Referencias bibliográficas
http://www.neuropedwikia.es/content/desarrollo-social-en-la-infancia
https://www.aulafacil.com/cursos/psicologia/el-desarrollo-social-del-nino-a-de-0-a-
6-anos/etapas-del-desarrollo-social-l36330
https://www.guiainfantil.com/educacion/aprendizaje/como-trabajar-el-desarrollo-
social-de-los-ninos-desde-pequenos-en-casa/