1 2 Hasta Las Estrellas

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Ahí, donde

se recarga la calma
Una y otra vez, cuento.
Te cuento un cuento.
Aprendo junto a vos,
la ciencia de la paz.

En estos primeros años de oro las niñas y niños logran


un cambio de perspectiva: se ponen de pie, comienzan
a desplazarse por el espacio, se incorporan al lenguaje
hablado, piensan y dicen lo que piensan. Es, respec-
to al bebé que fueron, una revolución paradigmática
la que viven. No hay otro momento en la vida de un
ser humano en el que logremos tantos crecimientos
y transformaciones como en esta etapa. Y, si todo se
renueva y cambia, la forma de las y los adultos de vin-
cularnos con las niñas y niños pequeños, también de-
bería cambiar. Ahora, que comienza a suceder un len-
to pero continuo y progresivo distanciamiento entre
el bebé y quien materna, es tiempo de abrazar el gran
desafío de cultivar y hacer crecer la paciencia.

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cambiar el contexto
Cuando la paciencia se agota hay que salir a tomar
aire, cambiar de contexto, buscar aquellos espacios,
actividades, pequeñas acciones y vínculos que nos
ayudan y permiten volver a cargar la batería de la pa-
ciencia. Se trata de un arte que debe cultivarse todos
los días, no hay feriados ni descansos. Al igual que
siempre sale el Sol con el nuevo día y las estrellas con
la nueva noche. En días tranquilos y en días agitados,
siempre es importante.

Sostén
Ponemos amorosos límites con la palabra, y también
con los gestos, con el cuerpo, con la presencia, con
las emociones. Nuestro aplomo, de pie con seguridad,
calma y claridad interior, son el gran marco de con-
tención para atravesar las temporadas de berrinches
y tempestades. Claro, no es tarea sencilla. Muchas ve-
ces nos vamos con la emoción del niño o la niña, de al-
gún modo nos identificamos con ese enojo repentino.
Sin embargo, es muy oportuno ante los estallidos de
gritos, llantos, patadas y revolcadas por el piso, man-
tener -como personas adultas- el mismo tono de voz, 3
con palabras ordenadoras, de manera clara, firme y
concreta.
Sostenerse en el berrinche
Ante estas reconocidas reacciones de las niñas y niños
pequeños, podemos dar un paso atrás. Observar unos
instantes la situación, tratar de conectar con la propia
emocionalidad, hacer algunas respiraciones profun-
das con énfasis en las exhalaciones. Corroborar que
las niñas o niños no corren riesgo de golpearse, las-
timarse o cortarse con nada a su alrededor mientras
manifiestan su enfurecido llanto. Contar una y mil es-
trellas, para cultivar y sostener la paciencia. No per-
mitir que den patadas ni se golpeen contra paredes,
pisos o superficies duras; en tal caso podemos ofrecer
almohadas, almohadones, mantas, muñecos de tela,
para que puedan descargarse sobre ellos. Cuando el
cuadro esté bajo cierto control, permanecer allí, sos-
teniendo nuestra presencia y mirada. Al cabo de unos
minutos otro foco de atención posible, como una sa-
lida, una propuesta, otro elemento, alguien que llega,
etc., puede ser de gran ayuda. Al menguar el estallido,
acompañarlos a que se laven la cara y las manos, to-
men unos sorbos de agua, y a dejar ir el momento que
acaba de pasar.

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Factores de riesgo
y protección
Además de ocuparnos de la crianza llevamos adelante
otras tareas y responsabilidades, como el trabajo no
remunerado dentro del hogar y el trabajo asalariado.
Todas esas actividades suceden en determinados es-
pacios y contextos, junto a otras personas. Algunas de
ellas involucran traslados, distancias, medios de trans-
porte. En cada situación nos encontramos con dificul-
tades, nos enfrentamos a desafíos, y todo ello pone en
juego a nuestra atención y tensión, emociones, pen-
samientos y acciones. Muchas veces nos queda poca
disponibilidad de tiempo, fuerzas y recursos para par-
ticipar de actividades de nuestro agrado y pleno dis-
frute, que nos revitalizan y renuevan. Entonces, vamos
llevando encima todo el día, con sus preocupaciones.
Y así llegamos a volver a entrar en contacto con las
niñas y niños pequeños, somos las y los mismos, con
el cuerpo habitado por las historias del día. No deja-
mos el cuerpo ni el alma en la puerta de casa, ni cam-
biamos de traje como los super héroes. Todo lo que
hacemos nos afecta, y todo lo hecho es afectado por
lo que hacemos. Es justamente, ni más ni menos que
en la trama cotidiana, donde nos encontramos con los
factores de riesgo y los factores de protección de la
violencia que se manifiestan en la crianza. Aprender 5
a observarlos y reconocerlos es de vital importancia
para prevenir la violencia en los métodos de crianza.
listas, semáforos y códigos
para el autorregistro
Cuando sacamos gritos, insultos o incluso zamarreos,
tirones de pelo u oreja o chirlos contra las niñas y ni-
ños, podemos ver -ahí, afuera de nosotros mismos y
con quienes menos pueden defenderse- la descarga
de enojos, broncas, molestias, incomodidades, frus-
traciones, decepciones, que se originan y alimentan
en otros ámbitos, con otras personas. Esta es una es-
cena crítica que acontece en más de la mitad de las ca-
sas donde viven niñas, niños y adolescentes. Por eso
es urgente poner fin a este círculo de violencia, y por y
para eso se han propuesto estos materiales.
Entonces, ¿cómo podemos acompañar para que otra
crianza, cuidada y sin violencia, sea posible y real para
todas las infancias y adolescencias? Un primer e im-
prescindible paso es reconocer que este tipo de situa-
ciones no están bien, y dejar de naturalizarlas.
Luego, individualmente o junto a otros miembros de la
familia o en grupos de adultos con niñas y niños de la
misma edad, comenzar a identificar aquello que -cada
día- es un factor de riesgo o un factor de protección.
Un factor de riesgo es toda aquella experiencia que
aporta al desencadenamiento de la violencia. Por
ejemplo: la desocupación, la falta de agua, abrigo y
6 alimento, la vulneración de derechos, el maltrato, las
descalificaciones y estigmatizaciones, las propias heri-
das no elaboradas, la violencia institucional, la violen-
cia de género, los consumos problemáticos.
Un factor de protección es todo aquello que promue-
ve, manifiesta, inspira, plasma y concreta formas,
ideas, prácticas, emociones, significaciones, no violen-
tas. Por ejemplo, una palabra de aliento y contención,
una estrategia de ayuda, colaboración y cuidado, la
solidaridad entre pares o vecinos, en un marco de ac-
ceso a derechos e igualdad de oportunidades.
Entonces, cada noche antes de dormir, podemos ha-
cer un repaso del día y anotar en un cuadro de doble
entrada o en dos columnas, aquellas situaciones vivi-
das que contribuyen con la no violencia y aquellas que
sí son violentas. Establezcamos un rango de registros,
considerando por ejemplo en rojo cuando solo hay si-
tuaciones anotadas en la columna de la violencia, en
amarillo cuando hay igual cantidad de situaciones en
ambas columnas y en verde cuando la mayoría están
del lado de la no violencia.
Luego, veamos cómo junto a otras personas con las
que compartimos espacios, tiempos, lazos y proyec-
tos, podemos pedir ayuda y transformar los factores
de riesgo en factores de protección y cómo podemos
incrementar las respuestas no violentas y disminuir las
escenas de violencia. De todo esto se trata, también,
la erradicación de los métodos violentos de crianza.

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Cuidar los entre...
Así como en el primer año de vida el cuidado del vín-
culo con el bebé está estrechamente relacionado con
el autocuidado, conformando entre ambos un mismo
espacio personal, al llegar a los dos años comienza a
ponerse de manifiesto de manera individual el espacio
personal del niño o niña y el de las personas adultas de
referencia. No hay una edad ni una etapa donde sólo
se habita un ámbito o entorno, sino que todos ellos
(personal, interpersonal, comunitario y social) están
vinculados entre sí siempre. Sin embargo, el propio
desarrollo de la vida nos va guiando a ir reconociendo
cada uno de ellos. Entonces, en este acompañar a las
niñas y niños de 1 y 2 años, se nos vuelve fundamental
el cuidar los puntos de contacto “entre” los espacios,
tiempos y cuidados de las y los bebés y las personas
adultas.

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Dirección editorial:
Alejandro Morlachetti, especialista en Protección de Derechos de UNICEF

Coordinación general:
Analía Colombo, Oficial de Protección de UNICEF

Revisión:
Matías Bohoslavsky, Comunicación de UNICEF

Redacción:
Yamila Frison

Supervisión de textos:
Chiqui González

Diseño gráfico integral:


Esteban Goicoechea

Coordinación del proyecto:


Cecilia Nieto

Ilustraciones del portal:


Estrellita Caracol

Ilustraciones de las publicaciones:


Caren Hulten

© Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF)

Primera edición abril de 2024

Se autoriza la reproducción total o parcial de los textos aquí publicados, siempre y cuando no sean alterados,
se asignen los créditos correspondientes y no sean utilizados con fines comerciales.

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