3 4 - Que Nos Contamos Hoy

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 10

El sí mágico

Todo el vínculo de apego que pudimos construir en los


dos primeros años de vida será la libertad, autonomía
y confianza que sentirán las niñas y niños al moverse y
expresarse a medida que crecen. Parece contradicto-
rio, pero varios aspectos de la niñez son contradicto-
rios. La gran labor de cuidar y criar con afecto nos con-
voca a proteger a las niñas y niños desde las propias
lógicas de la infancia, que no son las mismas que las de
la adultez. Sí, es un enorme desafío que involucra ima-
ginación y juego, múltiples combinaciones posibles,
bastante de asombro y misterio, y -a la vez- personas
adultas ocupando su lugar para cuidar, criar, educar,
guiar. Acompañar al desarrollo integral desde el enfo-
que de derechos es abordarlo desde lo sistémico y la
complejidad. Buscando así integrar lo que pensamos,
lo que sentimos y lo que hacemos, en nosotras y no-
sotros mismos, junto a otras personas y en el contexto
que habitamos.

Pero… ¿cómo lo hacemos? Suena muy difícil, y las de-


mandas de la realidad y el día a día nos superan…

Calma, toda esta complejidad se manifiesta de manera


clara en la práctica, en las cuestiones concretas que
2 hacen a la construcción y cuidado del vínculo entre las
personas adultas como espacios seguros y las niñas y
niños de 3 y 4 años. Es como tener presentes siempre
las dos caras de la moneda, aunque a veces solo se
haga visible una. Es como pensar en la red de rutas,
subtes y ramales del ferrocarril, están todos conecta-
dos entre sí y hay muchas vías posibles para arribar a
mi destino. Es como estar en la naturaleza y percibir
cómo todo está conectado, cómo la tierra y el cielo, los
suelos, las plantas, los animales y los seres humanos,
interactuamos y nos relacionamos.

Entonces, volvamos al comienzo. Imaginemos que es-


tamos en un parque junto a un niño o niña de 3 o 4
años, que corre, juega, se acerca a otros niños y se va,
se detiene en un caracol que pasa junto a las flores,
sigue como un rayo hasta el tobogán más alto, se sube
sin ayuda a la hamaca, atraviesa todo el pasamanos,
y viene corriendo a pedir agua. Nosotras y nosotros
estamos ahí en el banco observando atentamente o
deambulando siguiendo a la distancia sus movimien-
tos, sabemos que no hay peligro, que el tobogán no
está roto, y delimitamos hasta donde se expande ese
espacio seguro de juego y exploración. Ahí mismo su-
cede ese diálogo entre la seguridad interna de la per-
sona adulta y la niña o niño. En esta escena podemos
reconocer que aquello que parecía ser contradictorio,
es parte necesaria de lo mismo. Por supuesto que esa
predisposición y actitud de cuidado y presencia impli-
ca involucrarnos completamente (y diríamos exclusi-
vamente), asumiendo cuáles son nuestros puntos dé- 3
biles por donde se nos escapa la atención, como por
ejemplo la demanda del celular, la presión de las redes
sociales, la presencia cercana de una persona que in-
comoda, el estar sola o solo cuidando a varios niños y
niñas.

Para ellas y ellos somos, en este momento, sus refe-


rentes, sus súper héroes y heroínas. Algo que al cabo
de unos años cambiará, y es esperable que así sea.
Pero en esta etapa nos ven como que todo lo pode-
mos. Una vez más volvemos a encontrarnos con las
dos caras de la moneda. Sí, todo es posible: es posi-
ble lograr lo que te propongas con empeño, es posible
soñar e imaginar sin límites, es posible animarte a un
nuevo desafío porque te estamos cuidando, es posible
amar y saberse amado. Y, a la vez y de la mano, lo que
no es posible: no es posible comprar eso ahora, no es
posible que cruces solo la calle, no es posible que arro-
jes un juguete a un hermano o amigo, no es posible
que te sientes en la mesa sin haberte lavado las ma-
nos, no es posible que pases largas horas frente a una
pantalla, no es posible hacer ese plan hoy porque no
me encuentro bien.

El no del límite y el cuidado, el sí mágico como palabra


de aliento y ánimo. No es que las niñas y niños hagan
lo que quieran, no es una rígida y autoritaria disciplina,
no es el desborde, no es el miedo y la represión. Es,
con ese no y ese sí a la vez, una forma de prevenir la
4 violencia en la crianza.
¿Vamos a la plaza?
Esa misma pregunta e invitación puede ir y venir entre
las voces de las niñas y niños y las de los adultos. Hay días
en los que llega como pedido del niño o niña y en los que
nos encontramos con ganas y disponibilidad para llevar-
lo a cabo. Habrá otras veces que el pedido llegue como
reclamo porque hace tiempo que no se visita la plaza,
pero justo hoy llueve o no es posible. Están las tardes en
que son los adultos quienes invitan y los niños respon-
den felices con ganas de ir. También suceden las tardes
en las que la invitación es una estrategia para cerrar las
pantallas y salir al aire libre, y puede haber resistencia a
adherirse a la propuesta.
Con todas las variaciones posibles, ir a la plaza es un
buen plan. En el camino de ida y vuelta, en el estar allí, se
fortalece y profundiza el vínculo fuera del ámbito del ho-
gar. Estar al aire libre nos hace bien en todas las edades,
mucho más si hay árboles presentes. En la plaza pode-
mos encontrarnos con otras personas, hablar con quien
atiende el carrito de pochoclo, pororó, garrapiñadas, pra-
liné o cubanitos ¡según donde se viva! Compartir unos
mates o tereré, aprender a andar en bici, conocer a otros
niños y niñas y enriquecer las posibilidades del juego.
Los juegos en la plaza permiten a las niñas y niños de-
sarrollar el sentido del equilibrio y el movimiento en dis-
tintos planos y alturas. Como todo espacio público debe
ser accesible, que todas y todos los niños puedan llegar
y jugar. ¿Hay plazas en tu barrio? ¿Cuentan con rampas
y hamacas inclusivas? ¿Tiene árboles y espacios verdes?
¿Está cuidada? Si no hay o requiere de inversión social 5
para mejorar sus instalaciones ¿cómo pueden organizar-
se entre vecinas y vecinos para elevar el pedido y proyec-
to al gobierno local?
Cuidar en comunidad
A medida que las niñas y niños van creciendo y se
hace cada vez más invisible, sutil y flexible el víncu-
lo con las personas a cargo de su crianza y cuida-
do (que, por supuesto continúa estando, creciendo,
transformándose, cultivándose y fortaleciéndose) se
hace más visible e imprescindible los espacios comu-
nitarios de cuidado.

El nivel educativo inicial es uno de los grandes ámbi-


tos comunitarios para las niñas y niños de 3 y 4 años.
Allí comienzan a encontrarse, jugar y aprender entre
pares; las familias también se van conociendo y rela-
cionando con personas nuevas que quizás son veci-
nas o viven cerca; el jardín o la escuela puede invitar
a participar de proyectos comunitarios y se va ges-
tando una vinculación entre el barrio y la institución
educativa.

También hay espacios formales e informales de cuida-


do comunitario, que son estrategias para la alternan-
cia y rotación en las tareas de cuidado que permiten
desarrollar emprendimientos u otro tipo de trabajos
remunerados. Cuando las niñas y niños son cuidados
en espacios seguros, también nos damos un tiempo
6 y espacio para nosotros mismos, para nuestros pro-
yectos, para revisar cómo están siendo nuestros vín-
culos. Y, a su vez, encontrarnos con otras personas
o familias para compartir una tarde de juegos entre
las niñas y niños, también nos renueva. La sabiduría
popular nos enseña que es menos agotador que cui-
dar entre varias personas a un grupo de niñas y niños
que cuidar una sola a uno o un par de niños. Mucho
más si ese encuentro entre adultas y adultos también
es enriquecedor y permite compartir un lindo tiempo
de mates y conversaciones.

Una de las grandes paradojas de la infancia es cuidar


y proteger mientras vamos criando a un ser autóno-
mo. La crianza no es enemiga de la autonomía, son
pares que van juntos. Hay que acompañar, estar pre-
sentes, brindar seguridad y contribuir al desarrollo
progresivo de la autonomía en las niñas y niños.

El espacio público nos convoca a cuidar y cuidarnos


entre todas y todos. Las niñas y niños son el tesoro de
cada comunidad, y si las instituciones que existen en
cada territorio lograran realizar actividades y accio-
nes para las infancias, incorporándolas y teniéndolas
en cuenta en la vida comunitaria, podríamos proteger
de manera colectiva. El espacio público es importante
para el juego y desarrollo de todos los niños y niñas.
Si no se pueden transitar, no hay ciudadanía posible.
Porque la ciudadanía tiene que ver con la circulación
y el movimiento, y el espacio común es un lugar para
aparecer ante las otras y otros, no para desaparecer.
Es un ámbito para ser y no para tener, para jugar y 7
explorar con lo que está a disposición de todos por
igual. La plaza es un lugar para revelarse, darse a
conocer a nuevas amistades y compañías de juego.
También para rebelarse y ensayar lo social. Respetar
los espacios para las niñas y niños dentro de una ciu-
dad o pueblo es cuidar en comunidad. La manera en
que se apropia una comunidad de los espacios públi-
cos cuenta también la forma en la que las infancias
son cuidadas.

8
Dirección editorial:
Alejandro Morlachetti, especialista en Protección de Derechos de UNICEF

Coordinación general:
Analía Colombo, Oficial de Protección de UNICEF

Revisión:
Matías Bohoslavsky, Comunicación de UNICEF

Redacción:
Yamila Frison

Supervisión de textos:
Chiqui González

Diseño gráfico integral:


Esteban Goicoechea

Coordinación del proyecto:


Cecilia Nieto

Ilustraciones del portal:


Estrellita Caracol

Ilustraciones de las publicaciones:


Caren Hulten

© Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF)

Primera edición abril de 2024

Se autoriza la reproducción total o parcial de los textos aquí publicados, siempre y cuando no sean alterados,
se asignen los créditos correspondientes y no sean utilizados con fines comerciales.

Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF)


www.unicef.org.ar | @UNICEFArgentina
9

También podría gustarte