Los Monasterios Riojanos
Los Monasterios Riojanos
Los Monasterios Riojanos
identidad histórica de La Rioja. Pocas instituciones como los monasterios han influido a través de los
siglos en la configuración y desarrollo de la personalidad que le es propia a esta región. Es imposible
entender a La Rioja sin sus monasterios. Así lo han comprendido los cronistas antiguos, como
Sandoval, Yepes, Argaiz, Lobera, Manrique, Garay, Wadingo, Anguiano, Flórez, Risco o Fita, y los
estudiosos modernos, como Pérez de Urbel, Linage Conde, Charles Bishko, Díaz y Díaz y tantos
otros, además de los tratadistas particulares como Joaquín Peña y García de Cortázar para San Millán;
Urcey Prado y Pérez Alonso, para Valvanera; Constantino Garrán, Saturnino Nalda y García Prado,
para Santa María la Real de Nájera, por sólo citar los principales monasterios y algunos de sus mejores
historiadores. Intentaremos completar esta lista a lo largo de nuestra, por necesidad, breve exposición.
El monasterio de San Martín, en el pueblo de Albelda, tiene su origen remoto en la vida eremítica,
de tipo rupestre, que tanto floreció en La Rioja durante la época visigoda. El rey Sancho Abarca I de
Pamplona y de Nájera, en agradecimiento por la toma de Viguera a los moros en el año 923 y otras
victorias obtenidas en estas tierras, dotó este monasterio de Albelda en el año 924, conociendo
enseguida un notable esplendor. Unos doscientos monjes vivían en las grutas que se asoman a la vega
del río Iregua, bajo la guía del abad. No conoció grandes edificios este monasterio; en siglos sucesivos
pasó la titularidad de San Martín a su iglesia parroquial, que tenía la categoría de Colegiata; en el año
1435 se erigió en Colegiata la iglesia de Santa María de la Redonda, de Logroño, trasladándose los
privilegios y archivos de Albelda, donde sólo quedaron dos beneficios perpetuos, anejos a la
parroquia.
Por tanto hoy, y desde siglos remotos, del antiguo monasterio de Albelda sólo quedan en lo material
restos de aquellas grutas donde se alojaban los doscientos monjes y lo que llaman claustra, que es una
cueva más accesible y donde pudieran tener los monjes algunos actos comunitarios.
Sin embargo, en lo cultural quedan testimonios sorprendentes del esplendor de aquel monasterio,
sobre todo en el decurso del siglo x. El que más ampliamente ha historiado la vida del monasterio es el
emérito canónigo y académico riojano don Julián Cantera Orive , las páginas de la revista BERCEO.
También existen diversas ediciones del Cartulario de Albelda y, por encima de todo, quedan los
Códices, ciertamente inmortales, que salieron del taller de copistas del monasterio de Albelda, en el
siglo X, y que honran hoy las bibliotecas de París y la de El Escorial.
Efectivamente, pronto se instaló en el monasterio de Albelda un taller de monjes copistas para
transcribir y conservar las principales obras teológicas y literarias de la antigüedad. El monje
Gomesano escribió el año 950 con tinta verde y letra visigótica el tratado de la perpetua virginidad de
María, de San IIdefonso de Toledo, por encargo del abad Dulquito y a ruegos del obispo y príncipe de
Aquitania Godescalco, que pasó por Albelda, camino de Compostela. Este Códice se conserva hoy
como un tesoro en la Biblioteca Nacional de París.
Gomesano fue maestro del monje Vigila, que ilustró la abadía de Albelda y España entera -como
dice el diccionario Espasa- con sus conocimientos enciclopédicos. Es autor del célebre Codex
Vigilanus o Cronicón Albeldense, joya principal del monasterio de El Escorial, a donde fue llevado
desde Albelda en el siglo XVI. Vigila lo escribió y lo ilustró con preciosas viñetas en Albelda; lo
comenzó en 974 y lo concluyó en mayo de 976. Contiene, principalmente, de un lado, la colección
hispana de Concilios, y de otro, el Fuero Juzgo o Lex Visigotorum. Abundan las miniaturas, entre las
que sobresalen los retratos de los reyes Chindasvinto, Recesvinto y Égica, en el folio 428, y de los tres
reinantes en su tiempo, la reina Urraca, el rey Sancho y su hermano Ramiro, y de sus colaboradores en
la confección del manuscrito, el propio Vigila, su socio Sarracino y su discípulo García. El conjunto
forma un grueso volumen que ha hecho famoso en todo el mundo al monasterio riojano de Albelda.
SAN PRUDENCIO DE MONTE LATURCE
Su emplazamiento no puede ser más duro, bravo y agreste: en la falda sudoriental del Monte
Laturce, dominando las simas del río Leza; al norte, las crestas de Clavijo, con la basílica de la
Aparición del Apóstol Santiago y su famoso castillo, dando vistas a la vertiente del río Iregua. Las
imponentes ruinas del monasterio impresionan todavía y marcan el paisaje con notas de grandeza, de
reciedumbre y de heroísmo. Parece increíble que pudieran vivir los monjes durante tantos siglos
aislados en tal soledad y dureza.
Sin duda, el origen de este monasterio está en los eremitas visigodos, y se llamó San Vicente;
parece que el propio San Prudencio fue anacoreta en su juventud en estas soledades. Después de larga
vida, el Santo, que era obispo de Tarazona, murió en Burgo de Osma, a donde había ido a pacificar la
población, el 28 de abril de hacia el año 683. Disputándose Osma y Tarazona dónde debía ser
enterrado, se decidió al fin que su cadáver se colocase en la mula que San Prudencio usaba en sus
viajes y allí donde se detuviera definitivamente sería enterrado. La mula atravesó valles y montañas,
viniendo a detenerse en Monte Laturce, donde se dio sepultura al cuerpo de San Prudencio, creciendo
con este motivo el monasterio hasta convertirse en uno de los principales de la región. Un documento
auténtico del año 950 le llama Abadía «con la iglesia de San Vicente y Basílica del Señor San
Prudencio, donde descansa su cuerpo venerable». También se enterró aquí el cuerpo de San Funes o
Sancho de Funes, obispo de Calahorra, de 1116 a 1146, y que fue martirizado por clérigos díscolos y
rebeldes, por reprenderles su conducta, en los alrededores de Ribafrecha. Igualmente fueron
trasladados a este monasterio parte de los restos de San Félix del Monte, último obispo visigodo de
Calahorra, desde Hornillos de Cameros, donde se refugió en la invasión agarena. En la cripta de la
iglesia se leían estos versos:
Desde el año 1835, las tres arquetas con las reliquias de estos santos se conservan con veneración en
la Concatedral de la Redonda de Logroño.
Este monasterio existente hasta la desamortización del siglo XIX, se le puede considerar como
insigne santuario a la entrada del Camero Viejo, y uno de sus restos más venerables. De él
dependieron no pocos pueblos, ermitas y parroquias y en torno a su devoción se fraguaron numerosas
tradiciones cameranas y riojanas que aún persisten con más o menos intensidad en la vida de sus
gentes. En el año 1181, el monasterio aceptó la reforma del Císter y desde entonces sus religiosos
fueron monjes blancos. En la antigüedad fue del patronato de los primitivos señores de Cameros, por
lo que aquí reposan los restos de muchos de ellos. Las ruinas que hoy se ven son de una iglesia del
siglo XII, las de abajo, y del siglo XVII, las de encima.
VALVANERA
Si en otros monasterios brilla acción protectora e impulsora los reyes, en Valvanera predomina la
ayuda y devoción del pueblo; los cartularios medievales vienen recogidas multitud de pequeñas
donaciones de sencillos aldeanos como la de Juan Manso, natural Cañas, y que no es otro que padre de
Santo Domingo de Silos.
El primer historiador y cantor Valvanera fue don Gonzalo de Berceo, que escribió, como siempre en
román paladino, pero su obra, por una desgracia histórica irreparable, se ha perdido en su limpio
original castellano; un abad de Valvanera en 1419, Domingo de Castroviejo, pensando que hacía una
gracia, la puso en latín y así se conserva, desapareciendo para siempre los claros versos del primer
poeta de nombre conocido e la lengua castellana. Al menos nos ha llegado a través de él la primitiva
tradición de Valvanera.
La devoción a la Virgen de Valvanera está muy extendida a ambo lados del Atlántico; baste citar en
España las iglesias, cofradías o altares dedicados a su honor en Madrid, Valladolid, Segovia, Castillo
d'Aro en Gerona, Obona en Asturias, Betanzos en Galicia, Zafra en Extremadura, El Poyo, Sevilla,
Málaga, Zaragoza, Barcelona, Pamplona, Frechilla de Palencia o Talavera de la Reina. Y en América
está extendida la devoción a la Virgen de Valvanera en México, donde tiene una parroquia, del siglo
XVII, en la capital; Argentina, Perú, Costa Rica, Puerto Rico, Venezuela, Cuba. Sólo en Colombia
registramos los siguientes nombres donde se rinde culto a la Virgen de Valvanera: Manizales, Sonsón,
Pereira, Cúcuta, Antioquía, Medellín, El Tablazo, Chía, Pitalito, Armenia, Anaipoma, Cali, Funza, El
Espinal, Santa Rosa de Cabal y Bucaramanga. Esta extensión del culto a la Virgen de Valvanera en los
lugares más insólitos de América y que viene de los tiempos muy próximos al descubrimiento del
Continente puede ser un indicio y corroboración de la sentencia que afirma que el nombre completo de
la nave capitana de Colón era Santa María de Valvanera.
De los tiémpos más recientes baste decir que Valvanera sufrió la desamortización de 1835, por lo
que el monasterio estuvo abandonado durante 45 años, hasta que en 1880 llegó allí el hermano
Tiburcio con una azada y un cesto, comenzó a remover los escombros y a reparar las ruinas
acumuladas de tantos años. Poco después volvió a la comunidad benedictina y la imagen de Valvanera
que se guardó y veneró durante esos años en Brieva de Cameros; la devoción a la Virgen de Valvanera
sigue creciendo más y más hasta el día de hoy.
La Real. Pocas denominaciones más apropiadas y mejor vinculadas a la mejor historia de una
ciudad, que no sólo fue cuna y corte de reyes, sino que la propia imagen de San María fue encontrada
o reencontrada por un rey llamado García y apellidado «El de Nájera», cuyo mayor timbre de gloria
fue construir un palacio para la Virgen, Señora y Reina, dotándolo con la esplendidez propia de su
devoción y de su realeza.
Empecemos por esto último, por la magnificencia regia para fundar y dotar la casa de la Virgen y el
monasterio najerino. Por fray Juan de Salazar, ilustre benedictino del siglo XVII, que escribió una
obra preciosa, aún inédita (nota del editor web: ya editada), «Naxara ilustrada», conocemos con todo
detalle la relación de los 85 monasterios e iglesias, con sus correspondientes territorios, haciendas y
diezmos, que estaban anejos a Santa María la Real por concesión de García III, el de Nájera, y de sus
sucesores. Aunque la relación sea larga, merece la pena hacerla de una manera sucinta, para darnos
cuenta de la extensión territorial y jurisdicional del monasterio najerino y de su influencia a través de
los siglos. Los monasterios y santuarios dependientes de Santa María la Real eran los siguientes:
Merecía la pena hacer la enumeración, por el interés para Santa María la Real y para otros tantos
puntos de nuestra antigua geografía monasterial y devota, ya en su mayoría desaparecidos, y por ser
un capítulo escasamente conocido. Me queda la pena de tener que renunciar, por falta de espacio, a
tantas otras páginas y efemérides históricas de este glorioso monasterio, que después de El Escorial es
el panteón más importante de reyes españoles, y que en su Claustro de los Caballeros -una auténtica
joya del plateresco de rango universal- reposan en sus sepulcros altos personajes de la más recia
aristocracia medieval y renacentista.
Santa María la Real estuvo sin religiosos durante sesenta años, de 1835 a 1895, fecha en que se
hicieron cargo del histórico monasterio los Padres Franciscanos, que desde entonces vienen
desarrollando una ejemplar y benemérita labor al frente del mismo. Pese a todos los esfuerzos, todavía
faltan muchas cosas que realizar hasta recuperar en todas sus dimensiones esta monumental obra,
cumbre de la devoción, del arte, de la cultura y de la historia española. El grandioso espectáculo de luz
y sonido que desde hace varios veranos se viene representando en el incomparable marco del Claustro
de los Caballeros (nota de la redacción web: actualmente se representa en el exterior del Monasterio,
en la Plaza de Navarra) se debe continuar y superar con ilusión y sin desmayos. Todas las iniciativas
son pocas hasta devolver al monasterio riojano toda la categoría y el esplendor que por justicia
merece.
Ya sólo quedan algunas dependencias de este monasterio, reaprovechadas para almacén y otros
usos; el monasterio como tal desapareció desgraciadamente en la desamortización de 1835, pero por la
importancia histórica que tuvo debemos decir una palabra sobre él.
Fue fundado en 1246, por don Alfonso López de Haro, y su esposa, doña María Alvarez de los
Camberos, y lo dotaron espléndidamente, concediéndole el señorío sobre la propia villa de Herce y sus
aldeas, así como la villa de Murillo de Calahorra con sus sotos, junto al Ebro, y las villas de
Torremuna, Lasanta y Hornillos en Cameros; además, el patrimonio de este Real Monasterio se
extendía por Santa Eulalia Bajera, Bergasillas de Arriba y de Abajo, por tierras de Ocón, el Collado,
Velilla, Larriba y la Monjía. La abadesa tenía sobre las citadas villas señorío alto y bajo, civil y
criminal, por lo que se le conocía como abadesa de horca y cuchillo; administraba justicia, cobraba los
impuestos, nombraba alcaides y puestos públicos en su jurisdicción. En este monasterio profesaron
como religiosas ilustres damas de las mejores y más linajudas familias de la región y dentro de sus
claustros se vivió con intensidad la espiritualidad propia del Císter.
A 4 km al oeste de Arnedo, en un cerro junto a la orilla derecha del río Cidacos, en un paraje
delicioso, quizá el más bello de La Rioja y uno de los más sugestivos de España, se alza el monasterio
de Nuestra Señora del Vico, celestial Patrona de Arnedo y su comarca.
El origen remoto de este monasterio, como el de tantos otros, hay que buscarlo en los anacoretas
visigodos que vivían en soledad en las cuevas y grutas de la región. Hacia el siglo x, la Virgen de Vico
se apareció en medio de la cuesta que sube del Cidacos al cerro al jefe o khan del barrio o vico moro
que allí se asentaba, cultivando los olivos y huertas de alrededor. La Virgen de Vico pidió al khan que
se convirtiera al cristianismo y que le construyera allí una ermita, lo que hizo inmediatamente. Esta
ermita se convirtió en monasterio franciscano en el año 1456, bajo el impulso reformador de fray Lope
de Salinas, ayudado de sus parientes los Fernández de Velasco, señores de Arnedo, y más
concretamente de don Pedro Fernández de Velasco, el tan conocido «buen conde de Haro», personaje
de los más influyentes en aquella España del siglo xv, y que en la obra clásica de Fernando del Pulgar,
Claros Varones de Castilla, ocupa el tercer lugar, después del rey Enrique IV y el almirante don
Fadrique.
El monasterio siguió muy floreciente hasta 1835, en que los frailes fueron desamortizados y
exclaustrados y la finca pasó a propiedad particular. Doña Blanca de Olózaga, en su testamento
ológrafo, dejó la propiedad de la finca y dependencias, en el año 1952, a los franciscanos de la Tercera
Orden Regular, que se instalan y comienzan una encomiable obra de reconstrución e instalan un
Seminario que duró por espacio de veinte años, con abundantes frutos. Al cabo de este tiempo, los
franciscanos lo vuelven a abandonar y ponen en venta el monasterio. Es entonces cuando la ilustre
dama de Arnedo doña Victoria Caballero Muro lo adquiere con el único objeto de salvar la santidad y
tradición de lugar tan venerable y lo pone en manos de la Comunidad de Monjas Cistercienses de
Ampudia (Palencia), que lo regentan en la actualidad. En el momento del traslado era abadesa la
dinámica y ejemplar religiosa de Pradejón Madre Inmaculada Cedrón, que dirigió de una forma
admirable las obras de restauración y de acomodación del monasterio, que ha quedado como uno de
los mejores de España. Lástima que no pudiera acabar la obra por traslado al monasterio de Alloz,
pero la Virgen de Vico hará, como tantas otras veces, que más tarde o más temprano su monasterio
alcance la restauración plena, incluso con el traslado de la imagen a su lugar natural, para bien y
provecho espiritual de Arnedo, de la ribera del Cidacos y de toda su comarca, con el culto solemne de
la ejemplar Comunidad de Monjas Cistercienses, que hoy lo rigen.
El monasterio de Vico nos sirve de puente entre los monasterios de la regla de San Benito, a los de
la regla de San Francisco.
El primer monasterio franciscano de La Rioja fue el de Logroño, fundado al parecer por el propio
San Francisco, cuando en 1213 pasó por esta ciudad, camino de Santiago de Compostela. Siguieron
después, en el año 1456, el de Vico y el de Cidamón, el cual se trasladó posteriormente a Santo
Domingo de la Calzada, y más tarde se fueron fundando el de Nuestra Señora de Campolapuente, en
Cornago; el de Nalda, el de Torrecilla, el de Nájera, el de Calahorra y el de Alfaro, que aún persiste
como tal. La huella franciscana en La Rioja es muy patente por la labor que estos ejemplares
religiosos de vida mendicante hicieron a lo largo y ancho y en profundidad por todos los pueblos de
nuestra geografía.
Tras los monasterios de la Orden de San Francisco, los de la Orden de Santo Domingo de Guzmán.
En Logroño existió uno muy importante hasta el año 1835 de Padres Dominicos, que se habían
instalado en esta ciudad en el año 1427, primero en la ermita de San Gil y después en el antiquísimo
monasterio de Valcuerna, dependiente hasta entonces de Santa María la Real de Nájera; este
monasterio de Valcuerna, llamado posteriormente de Valbuena, estuvo en pie hasta 1893, en lo que
ahora es Intendencia y Gobierno Militar.
Monasterio de la Piedad, de Madres Dominicas, en Casalarreina. Es uno de los mejores femeninos
que posee La Rioja. Es monumental en todas sus partes. Fue fundado en 1524, por don Juan
Fernández de Velasco, obispo de Calahorra, y después de Palencia, siendo dotado espléndidamente
por don lñigo Fernández de Velasco, condestable de Castilla, hermano del anterior, quien lo cedió a su
sobrina doña Isabel de Guzmán y Velasco, duquesa de Medina Sidonia.
Convento de la Esperanza, de Madres Dominicas, en Alfaro. Su origen remoto es muy antiguo,
anterior al año 1300. Hacia 1500 se constituyó en comunidad mayor y se amplió el edificio con los
bienes de la ilustre alfareña doña María de Requena. De este monasterio fue monaguillo el hoy Beato
Ezequiel Moreno. Disfrutó de grandes privilegios reales y ha sido un convento de abundantes
vocaciones. Hace unos años se demolió el convento y se construyó otro en Zaragoza, a donde se
trasladaron las monjas, que siguen recordando con cariño la ciudad de Alfaro.
Madres Carmelitas de Calahorra. Fundado en 1598, siendo obispo don Pedro Manso de Zúñiga,
que había sido confesor de Santa Teresa de Jesús. El convento actual se construyó en 1635, bajo el
espléndido patrocinio del arnedano don José González de Uzqueta, que trajo a Calahorra seis
autógrafos y otros muchos recuerdos y reliquias de Santa Teresa, que se conservan celosamente en
dicho monasterio.
Padres Carmelitas de Calahorra. Monasterio fundado en 1602, siendo obispo de Calahorra el citado
don Pedro Manso de Zúñiga; en su iglesia se da culto a la Virgen del Carmen, a la que tienen profunda
devoción todos los calahorranos.
Padres Carmelitas de Logroño. Monasterio fundado en 1628, en el lugar que hoy ocupa el Instituto
de Bachillerato Sagasta y la Glorieta del Doctor Zubía. Su iglesia, dedicada a la Virgen del Carmen,
daba al muro, que por eso se llama todavía Muro del Carmen. El edificio se derribó en 1895.
Posteriormente, en 1917, vino a Logroño otra comunidad de Padres Carmelitas que regentan hoy una
céntrica parroquia de la ciudad.
Convento de Madres Carmelitas de Logroño. Monasterio fundado en 1589, en Vitoria, y trasladado
a Logroño en 1651; estuvo emplazado primeramente, hasta 1908, en lo que ahora es Escuela de Artes
y Oficios; de 1908 a 1952, en lo que ahora es hotel Carlton-Rioja, y desde esta fecha, hacia el km. 3 de
la carretera de Soria.
Además de los reseñados todavía hay otros dos monasterios de Madres Carmelitas Descalzas en La
Rioja, de reciente fundación: el de Cabretón, barrio de Cervera del Río Alhama, inaugurado en 1953, y
el de Tricio, erigido en 1962.
MONASTERIOS AGUSTINIANOS
Monasterio de San Agustín en Haro. Fue fundado en 1373 y tuvo una influencia enorme en la
vida de Haro, hasta 1835, en que tuvieron que salir de allí los religiosos, por causa de la
desamortización. Todavía se conservan las grandes moles de su edificio; parte es teatro de Bretón de
los Herreros y el resto se viene hablando de la posibilidad de convertirlo en parador nacional de
turismo u otros usos comunitarios, dignos de la nobleza del edificio.(nota de la redacción web: se llevó
a cabo la obra y hoy es un magnífico parador denominado "los agustinos").
Madres Agustinas de Logroño. Monasterio fundado en el siglo XVI, en donde actualmente es
edificio de Correos, que por eso la calle adyacente se llama de San Agustín, por el titular de su iglesia.
Hacia 1908 se trasladó a la calle del Marqués de Murrieta, entonces muy a las afueras de Logroño, y
recientemente al nuevo convento, en el camino de Oyón.
MONASTERIOS TRINITARIOS
Han existido en La Rioja dos, ya desaparecidos. Uno en Logroño, de Padres Trinitarios, fundado en
el siglo XVII, y que existió hasta 1838, del que sólo queda un vestigio, la denominación de calle de la
Trinidad, en donde se ubicaba el monasterio, cerca del actual cuartel de Artillería.
El otro estuvo en Alfaro, también de Padres Trinitarios, y fue inaugurado en 1662, dotado con los
bienes que dejara en testamento el ilustre alfareño don Martín de Avendaño. Existió hasta el año 1834
Y tuvo gran influencia en la religiosa ciudad de Alfaro.
Este monasterio de Padres Mercedarios fue fundado en el siglo XVI, permaneciendo en él hasta el
siglo XIX; desde entonces se aplicó el edificio de iglesia y convento a diversos usos. Desde 1890 hasta
nuestros días ha sido edificio de Tabacalera; al trasladarse ésta al polígono industrial de Arrúbal, ha
pasado a propiedad del Ayuntamiento, que tiene en estudio el destino para diversas obras
comunitarias.
Desde la alta Edad Media fue eremitorio y santuario de la Virgen, muy frecuentado por los fieles de
la región.
A finales del siglo XIV, el obispo de Calahorra don Juan de Guzmán reúne a los diversos eremitas
de la sierra de la Morcuera, próximos al pueblo riojano de Cellorigo, y erige el monasterio de San
Miguel del Monte, bajo la regla de San Jerónimo; protege esta fundación don Pedro López de Ayala,
el famoso canciller Ayala, cuñado del obispo don Juan de Guzmán, que se retiró allí con sus libros y
redactó en aquellas soledades sus postreras obras. Para potenciar este monasterio, el obispo le hace
donación, entre otras, de la ermita de La Estrella, con sus casitas contiguas y propiedades, en San
Asensio. De esta forma el santuario de la Estrella entró a formar parte del mundo y ambiente de la
Orden de San Jerónimo, tan floreciente en aquella época.
Poco después, en 1418, perdido en una noche de tormenta, viene a parar por el santuario de la
Estrella el arcediano de Calahorra, protonotario pontificio y tesorero de doña Blanca de Navarra, don
Diego Fernández de Entrena, influyente personaje en su tiempo, natural del pueblo riojano de su
apellido. Don Diego se erige desde ese momento en promotor y valedor del naciente monasterio
jerónimo de la Estrella, que pronto alcanzó gran esplendor. En 1476 lo visita Fernando de Aragón y en
1483 su esposa, doña Isabel de Castilla, quienes concedieron al monasterio grandes privilegios. Un
siglo después, el rey Felipe II, de paso hacia Tarazana, y enfermo de gota, se detiene en este
monasterio, por espacio de un mes, desde el 6 de octubre hasta el 7 de noviembre de 1592. Buscando
su curación, bebía a diario agua de la fuente santa de la Estrella y a él se debe el suntuoso adorno de
dicha fuente, que aún se puede percibir en nuestros días.
No menos fama dio a este monasterio el gran pintor riojano y logroñés Juan Fernández de
Navarrete, el Mudo, que vino de joven a aprender aquí las lecciones y la técnica del monje artista fray
Vicente de Santo Domingo. Por eso Navarrete, el Mudo, pintó para la Estrella selectos cuadros, como
el San Miguel, hoy en Briones; los de San Fabián y San Sebastián, hoy en el Seminario de Logroño, o
el de San Jerónimo, que se conserva también en la capital riojana.
Es preciso destacar los 36 libros grandes de coro, obra en gran parte del monje de este monasterio
fray Alonso de Guadalupe, con letras capitales en negro, azul y rojo, verdadera filigrana de arte y buen
gusto, libros que se conservan hoy en la parroquia de Briones.
Los monjes jerónimos tuvieron que salir de la Estrella en 1835, por la desamortización de
Mendizábal; las dependencias del monasterio y su rica hacienda pasaron a manos particulares. En
1591 adquirieron estas posesiones los Hermanos de La Salle, que erigieron allí un noviciado de su
Congregación y siguen manteniendo, ejemplarmente, hasta el día de hoy, el espíritu comunitario y
religioso de este bello y santificado lugar de La Rioja.
HISTORIA DE LA RIOJA (VOL. II)
EDAD MEDIA
Los monasterios riojanos
FELIPE ABAD LEÓN
(Cronista oficial de La Rioja y Académico C. de la R.A. de la Historia)