Dimensión Pragmática

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LA TRADUCCIÓN DE UN TEXTO COMO ACCIÓN:

LA DIMENSIÓN PRAGMÁTICA

En el capítulo 4 hemos pasado rápida revista a una serie de nociones


básicas para el análisis pragmático: actos de habla, condiciones de felici­
dad, y principios y máximas de Grice. Aunque hemos aludido a la trascen­
dencia de algunas de estas nociones para la actividad traslaticia, nos faltaba
discutirla con mayor detalle. Lo que ahora quisiéramos es añadir un ele­
mento sociocultural a estas nociones pragmáticas básicas y ponerlas en re­
lación con el análisis de los verdaderos problemas de la traducción.
El valor que le concedíamos a la noción de acto de habla dependía del
hecho de que, al sumarle al significado de la realización verbal la idea de
la acción pretendida o ejecutada, estábamos, de hecho, reajustando nuestros
criterios para evaluar la equivalencia en traducción: la equivalencia había
de alcanzarse no sólo en el contenido proposicional, sino también en la
fuerza ilocucionaria. En el nivel del discurso, el fracaso comunicativo (ha­
blando en términos relativos) de una traducción puede atribuirse a un fallo
en la adecuada representación de los actos de habla. Al traducir, por ejem­
plo, un discurso oficial, la equivalencia en fuerza ilocucionaria ha de aten­
der a divergencias en normas culturales. La traducción de una carta de ne­
gocios escrita en una lengua donde la expresión directa es un uso aceptado
puede hacer que aparezcan pasajes ofensivos donde no los había. Así ocu­
rre si, en lugar de recurrir a los procedimientos convencionales ingleses
para solicitar un favor o servicio: we should be grateful ifyou would let us
know..., ‘les quedaríamos agradecidos si nos comunicaran...’, o we should
like to suggest..., ‘nos permitimos sugerirles q u e ...’, dijéramos, respectiva­
mente, kindly inforrn us inmediately o fyo u r intentions..., ‘les rogamos que
nos notifiquen de inmediato sus intenciones...’, o we are sending you ins-
tructions..., ‘les enviamos instrucciones...’.
Estructura ilocucionaria

Hasta aquí hemos venido admitiendo que un texto consiste en una su­
cesión de actos de habla y que, para alcanzar la equivalencia en traducción,
hay que tratar por separado la fuerza ilocucionaria de cada oración. Y es
cierto que gran parte de la literatura sobre los actos de habla se interesa por
el análisis de oraciones individuales, dejando en un relativo olvido las con­
secuencias de la concatenación de las oraciones. Y, sin embargo, como Fe­
rrara (1980a, b) ha observado, la interpretación de los actos de habla de­
pende, en sustancial medida, de la posición que ocupan éstos en un marco
de secuencias. Dicho de manera sencilla, el valor perceptible de una reali­
zación como Aquí hay treinta personas varía según el co-texto. Por un lado,
como primer miembro de un par que continúa con ¿ Te importaría abrir la
ventana? tiene el valor de acto subordinado en la secuencia, cuyo objetivo
es la meta secundaria de justificar la meta principal en el plan del hablante,
a saber, conseguir que la ventana esté abierta. Pero, por otro, si es la res­
puesta a ¿ Cuánta gente hay aquí?, su valor sería el de ajustarse a las con­
diciones que rigen a los llamados pares de adyacencia en la conversación
(las preguntas suelen hallar respuestas; los saludos, otros saludos; las ofer­
tas, aceptaciones o rechazos; etc.). La interreiación de los actos de habla en
un marco de secuencias conduce a la noción de estructura ilocucionaria
de un texto, que determina su progresión y garantiza su coherencia. Al tra­
ducir, pues, el objetivo no es ir hallándoles correspondencia a los sucesivos
actos de habla, sino alcanzar equivalencia en estructura ilocucionaria.
Una buena ilustración la ofrece el siguiente fragmento, tomado de un
texto francés en el que la descripción del anochecer en África sirve de me­
táfora para el precario estado de las naciones del continente.

Texto 5.1

Avant que la nuit s’installe, une parare d ’étoiles. Trompeuse.


(Pomonti, 1979)

Las posibles versiones inglesas dadas por un grupo de estudiantes de


traducción fueron de tres clases:

1. As night draws on, the sky is deceptively adom ed with stars,


‘Mientras cae la noche, el cielo se adorna engañosamente de estrellas’-
2. As night draws on, the sky is adorned with stars. It is misleading,
‘Mientras cae la noche, el cielo se adorna de estrellas. Es un engaño’.
3. As night draws on, the sky is adorned with stars. But appearances
are deceptive, ‘Mientras cae la noche, el cielo se adorna de estrellas. Pero
las apariencias engañan’.

Lo inadecuado de 1 podría atribuirse sencillamente a que dos oracio­


nes de la lengua original se han condensado en una sola. Pero de tal expli­
cación no se puede derivar nada con verdadero valor de generalización;
ello, además, podría llevar a la conclusión de que nunca es justificable la
fusión en una sola de dos oraciones o que siempre hay que respetar el or­
den de las palabras del texto original. Lejos de ello, como traductores en
activo convendremos en que cambios como ésos son plenamente justifica­
bles en los contextos que lo requieran. Pero, en el caso del texto 5.1, es im­
portante observar que el acto de habla encamado en la oración unimembre
del original, Trompeuse, no sólo ha de hallar expresión en el texto de lle­
gada, sino que, además, ha de ser traducida de modo compatible con la es­
tructura ilocucionaria del texto original francés, donde la meta secundaria
de la descripción optimista es subordinada y previa al desmentido de tal op­
timismo, y en 1 el optimismo es desmentido incluso antes de ser expuesto.
En 2, por otra parte, cada acto de habla es fielmente reproducido en la se­
cuencia correcta, pero la relación implícita de la primera oración con la
segunda no se deja clara. El contraargumento implícito conseguido por
la yuxtaposición (norma textual convencional del francés en este campo del
discurso) tendría que haberse explicitado por medio de alguna señal nítida
de contraste. En este caso, la coherencia se alcanza estableciendo equiva­
lencia secuencial más que equivalencia de actos ilocucionarios; de ahí la
preferencia de 3 sobre 2.

Actos textuales

Pues bien, el efecto acumulado de secuencias de actos de habla lleva a


la percepción de un acto textual (Homer, 1975): la fuerza ilocucionaria pre­
dominante de una serie de actos de habla. Esta noción nos será de utilidad
cuando, en el capítulo 8, examinemos la semiótica de los tipos textuales.
Por ahora, retengamos la idea de que la equivalencia puede ser también
evaluada en el nivel del acto textual; esto es, hay que preguntarse si la
fuerza ilocucionaria predominante del texto original se ha preservado en
la traducción de que se trate. La transferencia de nociones tan obviamente
pragmáticas como la ironía — que a veces impregna todo un texto— puede
evaluarse tal vez mejor en este nivel. Dicho de otro modo, lo que está en
cuestión es si el tono que impregna a un texto en su totalidad se está refle­
jando, y no si se está alcanzando el exacto grado de ironía en cada palabra
o frase concretas.
En interpretación consecutiva, un fallo al reflejar la fuerza ilocuciona­
ria predominante en la intervención de uno de los hablantes puede impe­
dir a su interlocutor captar que se requiera la reacción a un ofrecimiento,
a una petición o a un compromiso. Y no es que el intérprete haya omitido
ningún elemento formal, sino solamente que el acto textual no ha sobre­
salido con la fuerza suficiente del conjunto de la realización. En situacio­
nes así hemos podido observar con frecuencia que uno de los interlocuto­
res espera con impaciencia una respuesta que nunca llega, a pesar de que
aparentemente no ha habido ningún desarreglo en la comunicación y de
que tanto el intérprete como el otro interlocutor se muestran satisfechos
con el modo en que ésta se desarrolla. En éste como en otros casos, la
comparación palabra por palabra del texto original y de su versión no re­
velaría omisiones significativas. Pero, con la ayuda de los criterios al ni­
vel del texto, tales como el acto textual, una traducción puede ser evaluada
trascendiendo el insatisfactorio nivel de las comparaciones palabra por pa­
labra u oración por oración.
Como es lógico, la captación del acto textual depende de la habilidad
de reconocer actos de habla en una secuencia de discurso. No obstante, tra­
bajos recientes en el terreno de la pragmática (por ejemplo, Levinson,
1983; Haslet, 1987; Van Dijk, 1982) critican el valor del análisis del acto
de habla. Sin pretender invalidar ninguna de las nociones que ya hemos in­
troducido, podemos afinar aún más nuestra dimensión pragmática del con­
texto considerando estas críticas así como la reciente orientación que están
tomando los estudios de pragmática. Ampliamente, las críticas son de tres
clases. En primer lugar, muchas de las afirmaciones sobre el papel de los
actos de habla en la comunicación adolecen por completo de fundamen-
tación empírica. Faltan, en efecto, análisis de textos acaecidos en la inte­
racción real; además de ello, los datos examinados suelen ser oraciones
descontextualizadas que, desde un punto de vista comunicativo, apenas
ofrecen menos artificialidad que las oraciones inventadas que aparecen en
algunos libros de gramática.
En segundo lugar, se registra la tendencia a pasar por alto el papel del
oyente en la interacción: se actúa como si la fuerza ilocucionaria y el efecto
perlocucionario estuviesen predeterminados y al oyente sólo le cupiese de­
sempeñar un papel por completo pasivo. Muy al contrario, los oyentes (in­
cluidos los lectores) contribuyen activamente al proceso comunicativo.
Añádase que la frontera entre lo ilocucionario y lo perlocucionario es,
como poco, difusa, ya que los actos ilocucionarios llevan en sí mismos sus
consecuencias. En tercer y último lugar, las oraciones son consideradas ex­
trayéndolas de cualquier contexto significativo y, sobre todo, del sistema
de relaciones sociales que condiciona su realización. El análisis de actos de
habla no consigue dar cuenta de los motivos y creencias de los hablantes,
así como de algo tan esencial como los antecedentes conocidos de lo que
se- está tratando.

Análisis empírico

A partir de Austin, la tradición filosófica en la que se ha desarrollado la


disciplina de la pragmática se ha concentrado en la lógica del significado
de la realización, y ha dependido de juicios intuitivos acerca de lo que
constituye una realización coherente (véase Levinson, 1983, 286-287). El
subtítulo del libro de Searle (1969) es An Essay in the Philosophy o f Lan­
guage («Un ensayo de filosofía del lenguaje») y su autor la presenta como
(p. 4):

[...] un intento de proporcionar descripciones filosóficamente iluminadoras


de ciertos rasgos generales del lenguaje, tales como la referencia, la verdad,
el significado y la necesidad [...].

En este marco, el lenguaje es visto como conducta gobernada por re­


glas; pero, al formular esas reglas de la conducta lingüística apropiada, no
hay intento ninguno de comprobar su valor (o, mejor, su adecuación des­
criptiva) respecto de cualquier cadena, acaecida de modo natural, de reali­
zación oral; y, si lo hubiese, actos de habla como «afirmar», «describir» o
«interrogar» resultarían ser herramientas de limitada potencia para el aná­
lisis de la intencionalidad en el discurso. Más aún, identificar una oración
como «afirmación» dice muy poco sobre las estrategias que deben seguirse
para su traducción. Y, sin embargo, las «afirmaciones» o «declaraciones»
presentan, como actos de habla, una mayor frecuencia en la mayoría de los
textos que otros, como «amenazar» o «prometer», que admiten definicio­
nes más ajustadas.
En tanto que este enfoque de la pragmática ampliamente filosófico, con
su apoyo en criterios cognitivos, se centra principalmente en oraciones no
acaecidas, el enfoque más reciente del análisis del discurso, conocido como
análisis conversacional, es totalmente empírico en el sentido de que busca
«modelos recurrentes en un gran número de registros de conversaciones
acaecidas de modo natural» (Levinson, 1983, 287). Aunque una observa­
ción tal de la manera en que los participantes en una conversación entran
en mutua interacción podría parecer de relevancia sólo para el discurso ha­
blado informal, el hecho es que los métodos y principios empíricos que en­
tran en juego son igualmente aplicables a la modalidad escrita. Una vez que
se reconoce que un texto escrito es un acto de comunicación, negociado en­
tre productor y receptor, tal como lo es una conversación, queda abierto el
camino a la consideración del texto como un proceso más que como un
producto, y de la traducción, como una operación realizada no sobre un ar­
tefacto tan falto de vida como parece serlo la palabra impresa en una pá­
gina, sino sobre un organismo vivo.
Con todo esto, desde luego, sólo estamos formulando en términos pro­
pios de la lingüística del texto lo que los traductores profesionales tienen,
en su práctica cotidiana, siempre en mente. Tanto el texto original como la
versión se producen para un lector («cliente», «consumidor») cuyas nece­
sidades, expectativas, etc., son constantemente puestas en correspondencia
con la intención comunicativa del productor del texto original. Así, cuando
el deseo del productor de éste es vender un artículo, cualquier traducción
del texto como anuncio publicitario ha de ser valorada según lo bien que
sirve a ese propósito (esto es, el acto textual persuasivo puesto en juego),
en lugar de recurrir a una estrecha comparación lingüística. Es posible, no
obstante, que la traducción del anuncio publicitario haga falta sólo por ra­
zones de información, si la cuestión es qué afirman del artículo los fabri­
cantes; y el traductor reajustará, de acuerdo con ello, sus objetivos, puesto
que el propósito comunicativo del original ya no es el mismo que el de la
versión. Los análisis empíricos a gran escala de «lo que se está fraguando»
en los textos y en los textos traducidos, llevados a cabo con los mismos
principios que guían el análisis de la conversación, serían una valiosa con­
tribución a la traductología, lo cual no significa que otras interpretaciones
de la pragmática no puedan ser consideradas a la luz de su aplicabilidad a
la actividad traslaticia.
Por ahora, sin embargo, las preocupaciones del análisis de la conversa­
ción — y, en consecuencia, los descubrimientos a que han llevado las in­
vestigaciones— tienen que ver con cuestiones como el establecimiento de
tumos en la conversación, los pares de adyacencia (pregunta-respuesta,
ofrecimiento-aceptación, saludo-saludo, etc.), las respuestas de preferencia
(el grado de previsibilidad que se da entre los posibles segundos miembros
de un par de adyacencia) y otras parecidas. Así las cosas, su trascendencia
resulta obviamente mayor para el proceso de la interpretación consecutiva
que para la traducción por escrito. Son varias las preguntas que al respecto
pueden plantearse: ¿cómo se las arreglan los intérpretes en lo que hace al
establecimiento de tumos?; ¿han de intervenir o no en los pares de adya­
cencia?; dado que la realización de los mismos se rige, según Levinson
(1983, 304), por la siguiente regla:

Si la primera parte de un par es pronunciada, el hablante en uso de la pala­


bra debe callar, y el siguiente hablante debe pronunciar, en ese punto, la se­
gunda parte de ese par.

Siguiendo con la enumeración de preguntas: ¿es siempre necesario que


intervengan los intérpretes?; ¿hasta qué punto y de qué manera han de ha­
cerlo con garantías de éxito? Intuitivamente, parece que muchas de las di­
ficultades y vacilaciones que se producen en el curso de la interpretación
consecutiva tienen que ver con asuntos de esta clase. A pesar de lo cual es
de lamentar que estos fenómenos no hayan dado lugar a investigaciones
empíricas de alguna sustancia, en parte a causa de la relativa inaccesibili­
dad de datos registrados (véase, sin embargo, Knapp-Potthoff y Knapp,
1987). De cualquier modo, el horizonte que se abre aquí a la investigación
es vastísimo. Muchas de las cuestiones que interesan a los analistas de la
conversación podrían ir hallando solución por medio del examen de lo que
ocurre, por ejemplo, en sesiones de negociación donde el canal físico de la
comunicación se altera por la necesidad de interpretación.

La fuerza ilocucionaria en contexto

Los otros aspectos por los que se critica a la corriente principal de la


teoría del acto de habla tienen que ver con la costumbre de considerar el
significado pragmático de las oraciones aislándolas de cualquier contexto
bien definido. Levinson (1983, 18-19) define de manera amplia una reali­
zación oral como «el emparejamiento de una oración con un contexto», a
pesar de lo cual resulta sorprendente que, en la considerable revisión que el
trabajo ofrece de la literatura sobre los actos de habla, los datos consisten
normalmente en oraciones para las que no se propone contexto alguno. Fe­
rrara (19S0a, 241), en contraste, afirma que:

[...] no se puede llevar a cabo ninguna evalución de lo apropiado de un acto


en una secuencia sin un claro conocimiento del contexto, sus normas inheren­
tes, las creencias que al respecto mantienen los miembros de una sociedad, etc.

Desde el punto de vista del traductor, es evidente, sin más, que esto es
verdad si pensamos en la evaluación del significado pragmático en su con­
junto, evaluación que resulta igualmente crucial para traducir con éxito.
Los textos 5.2 y 5.3 proporcionan una buena ilustración. Los antecedentes
a estos textos pueden resumirse como sigue. En 1985, el Rainbow Warrior,
el buque insignia de la organización ecologista Greenpeace, fue volado
en el puerto neozelandés de Auckland, con el resultado de la muerte de un
miembro de la tripulación. Aunque se sospechó de la implicación en el he­
cho de los servicios secretos franceses, las personas detenidas consiguieron
demostrar que no habían podido ser responsables de la colocación de la
bomba, en tanto que un segundo grupo de sospechosos del sabotaje ya ha­
bía salido de Nueva Zelanda cuando el hecho ocurrió. En septiembre, un
investigador oficial del Gobierno francés concluía en su informe que no ha­
bía pruebas con fundamento para implicar a los servicios secretos. Conse­
cuentemente, la revelación, por parte de Le Monde, de que existía un tercer
grupo de saboteadores, enlazado con los otros dos y responsable de la co­
locación de la bomba, era una exclusiva mundial, en potencia perjudicial
para el Gobierno francés, basada en indicios del todo fiables, pero que po­
día acarrearle una demanda al periódico si no se formulaba con extremo
cuidado. No cabe duda de que, igual que ocurrió en el famoso caso de las
revelaciones que hizo el Washington Post sobre Richard Nixon, los aseso­
res legales examinaron meticulosamente el texto antes de que llegase a las
máquinas, promoviendo seguramente varios cambios para reducir el riesgo
de entrar en litigio. Así pues, y en el sentido más directo, la forma defini­
tiva del texto (las opciones léxicas, la atribución de la acción a un determi­
nado agente, la presentación selectiva de la información, etc.) ofrece una
reflexión sobre las circunstancias concretas que rodearon — y, ciertamente,
las condiciones sociales que rigieron— su producción.
Por otra parte, las circunstancias de la traducción del texto fueron igual­
mente importantes. Realizada bajo las restricciones del poco tiempo con que
se contaba (a no ser que el diario británico donde apareció hubiese conse­
guido de Le Monde una copia del original antes de su publicación), tenía que
aparecer en la primera página de la edición de la mañana siguiente del diario
británico Guardian. Lo cual no es usual, ya que normalmente no se les presta
tanta consideración a traducciones directas y por extenso de textos de la
prensa extranjera. Las mismas o parecidas restricciones legales tenían que ac­
tuar (si bien es cierto que el riesgo de demanda era menor). Pero había otra
restricción, pragmáticamente de mayor peso: el requerimiento de legibilidad,
con la consiguiente observancia de las convenciones de normativa textual vi­
gentes para los artículos de primera página en la prensa británica. Natural­
mente, estas normas varían de un periódico a otro y de una comunidad cul­
tural a otra. Las convenciones de Le Monde no son las del Guardian ni
siquiera en el terreno común del periodismo de investigación. En pocas pa­
labras, la tarea del traductor, consistente en representar la fuerza ilocuciona­
ria predominante del texto original («acusar con el comedimiento debido»),
queda bajo la necesidad de alcanzar el efecto perlocucionario adecuado.
Eso sí, en textos de esta clase surge un interesante caso de pragmática
comparada. Deriva del hecho de que el verbo francés dispone de un tiempo
(según algunos, modo), el condicional o condicional perfecto, que sirve a
los propósitos de la acusación. De este modo, seraient (texto 5.2, línea 125)
y aurait été coordonnée (línea 156) se interpretan convencionalmente como
acusaciones para las que los productores del texto cuentan con buenos in­
dicios, si bien no están en disposición de presentarlos como hechos proba­
dos. El uso de dicho tiempo verbal puede servir como cláusula de escape
legal, dejando en suspenso la absoluta fiabilidad de la acusación que se for­
mula. Y así funciona como mecanismo convencional en periodismo. El
tiempo que ocupa el mismo lugar en el sistema verbal inglés (would be,
would have been: véase el texto 5.3, líneas 145-146) no sirve exactamente,
por el contrario, a ese mismo propósito. La fuerza ilocucionaria con que se
emplea es la de la más débil predicción o suposición, como ocurre en Con-
gress would never agree to that, ‘El Congreso nunca lo aceptaría’, o Presi-
dent Cárter would have reacted quite differently, ‘La reacción del presi­
dente Cárter habría sido completamente distinta’, etc. Entre las normas del
periodismo inglés, la equivalencia de efecto pretendido se alcanzaría por
medio de otros procedimientos convencionales, por ejemplo, recurriendo a
la voz pasiva, como en is said to have, ‘se dice que ha’, a los modales,
como en may have, .‘puede haber’ (véase el texto 5.3, línea 15), o a atribu­
ciones indeterminadas como according to well-informed sources..., ‘afir­
man fuentes solventes q u e ...’. En fin, es de primordial importancia alcan­
zar la equivalencia de fuerza ilocucionaria predominante y de estructura
ilocucionaria en el texto de llegada.
Le «Rainbow-Warrior»
aurait été coulé par
une troisiéme équipe de
militaires frangais
l L'attentat contre le d’autre équipe de la
Rainbow-Warriorfunniort, DGSE dans cette affaire
le 10juillet, áAuckland) et nous ne croy ons pas 6
aurait été perpétré par l’implication d’autres
S deux nageurs de combat 50 équipes des armées
de l ’armée frangaise. francaises.»
Telle est l ’information Qui, le 10 juillet au
que nous avonsrecueillie soir, d an s le port
de sources concordantes: d’Auckland en Nouvelle-
10 il y avait en Nouvelle- 55 Zélande, a posé deux
Zélande une troisiéme bombes sur la coque du
équipe de militaires R ainbo w- Warrior, le
franfaia, que les cinq «navire amiral» du
membres de la DGSE mouvement écologiste
15 d'ejá identiñés, l ’équi- 60 Greenpeace? Qui, si les
pagedu voilier Ouvéa et auteurs de cet attentat,
les fa ux époux «Turenge» «criminel et absurde*
étaient chargés selon M. Mitterrand,
d ’épauler. sont bien franfais, leur
20 Cette révélation con- 65 en a donné l’ordre?
tredit formellement la Telles sont toujours les
versión foum ie par la deux questions-clés de
haute hiérarchie mili- l’affaire Greenpeace.
taire á M. Bemard La rapport Tricot a
25 Tricot Dans son rapport, 70 confirmé, le 26 aoüt que
celui-d assurait que les des agents francais se
m ilita ire s f r a n f a i s trouvaient alors en
n ’a vaien t participé qu'á Nouvelle-Zélande et que
une mission de sur- leur m ission visait
30 veillance de Greenpeace 75 Greenpeace. Mais, il n ’a
et ne m entionnait pas pas été prouvé que les
I'existence d ’une troi­ faux époux Turenge, les
siéme équipe. deux agents francais
Dans l ’entourage du incarcérés en Nouvelle-
35 ministre de la défense, 80 Zélande, soient les
aprés, avoir qualiñé auteurs de l’attentat
l ’attentat de«regtettah\e, lui-méme; et les autorités
inadmissible et scanda- militaires, du ministre
leux», on ajoute: «Ceux de la défense á la haute
40 qui ont été arrétés n ’ont 85 hiérarchie, assurent que
pas fa it le coup, la mission confiée aux
l’équipage de VOu véa agents de la DGSE
pas davantage. Quant á n ’était que de surveil-
une autre équipe, nous lance et d’infiltration.
45 ne connaissons pas 90 Depuis le 10 juillet, du
temps a, cependant, ont la méme spécialité
passé et des bouches qu’Alain Turenge, de
s’ouvrent. son vrai nom Alain
Anciens et proches de 150 Mafart commandant en
95 la DGSE, «honorables second de la base
correspondants» de ce d’Aspretto); et que les
Service secret, policiers tro is éq uip iers de
ayant eu connaissance VOuvéa (sous-officiers
de l’enquéte néo-zéland- 155 du CINC).
loo aise, membres de cabi- L’opération aurait été
nets ministériels placés coordonnéepar«Philippe
á des postes sensibles, Dubast», qui est, en fait,
militaires du cadre de le commandant Louis-
réserve collaborant avec 160 Pierre Dillais, «patrón»
105 les partís d’opposition, de la base d’Aspretto. A
nombreux sont ceux qui I’exception de Domini-
parlent. Et ce qu’ils que Prieur, alias Sophie
d isen t aboutit aux Turenge, qui n ’était que
mémes condusions. Qui 165 la couverture maritale
110 a agi? A les en croire, d’Alain Mafart, l’opéra-
une troisiéme équipe, tion tout entiére semble
évoquée par le Canard done bien avoir été
enchainé du 11 sep- conSée, au plus haut
tembre, complémentaire 170 ni veau, &des nageurs de
115 de l’équipage du voilier com bat de l ’armée
Ouvéa, chargé de la francaise. E t la DGSE,
logistique, et du faux qui les emploie, a bien,
couple Turenge, lequel ainsi, participé á l’at-
aurait servi de «leurre» 175 tentat. Les deux auteurs
120 vis-á-vis des N éo- directa de l’attentat, leur
Zélandais, et aurait mission achevée, ont
réunis le matériel apporté quitté Auckland par
par YOuvéa aux auteurs avión, sans étre repérés,
de l’attentat Cea demiera 180 l’un pour Nouméa,
125 seraient deux nageurs l’autre pour Sydney
de combat de l’année (Australie).
frangaise, chacun ayant La réponse á la
posé une charge. Nos seconde question (Qui
informateurs ne pré- 185 leur a confié cette
130 cisent pas leur base mission?) est cohérente
d’affectation, qui ne avec le déroulement de
peut étre que le Centre l’opération...
d’instruction des nageurs II s’agirait des géné-
de combat (CINC) de la 190 raux Jeannou Lacaze,
135 base d’Aspretto, en alors chef d’état-major
Corsé, s’ils relfevent de des armées, et Jean
l’armée de terre, ou Saulnier, alors chef
Lorient s ’ils relévent de d’état-major particulier
la marine. Mais, tradi- 195 du président de la Ré-
140 tionnellement, c’est au publique, nommé depuis
CINC, lié á la división á la téte des armées en
Action de la DGSE, que remplacement du général
le service secret frangais Lacaze, mais aussi du
fait appel pour ce genre 200 ministre de la défense
145 d’opérations. lui-méme.
Ces deux militaires Dans son rapport, M.
Tricot avait insisté sur rapport de M. Tricot
le rñle de M. Hemu et du 220 insistait d’ailleurs sur
205 général Saulnier daña cette ambigulté. Le con-
la prise de décision, seiller d’E tat s’est ainsi
maÍ3 n’avait pas men- longuement interrogé
tionnéle général Lacaze. sur la signification de la
225 phrase -a nticiper les
Sortir du pifege actiona de Greenpeace »
210 A ce stade, il est figurant dans une note
impossible de savoir si du 1er inara de l’amiral
'es trois personnalités Fages, au nom da la
sont directetnent impli- 230 DIRCÉN, et destinée á
quées, ou simplement M. H emu__
215 eoneernées en raison de
mrslentendus et de non- BERTRAND
dits lors desdiscussions LE GENDRE et
sur Greenpeace. Le EDWY PLENEL.

(Le Monde, 18-9-85)

U n t e r c e r g r u p o d e m i l i t a r e s f r a n c e s e s h a b r / a h u n d i d o e l R a in b o w
W a r r io r . El atentado contra el Rainbow Warrior (un muerto, el 10 de ju­
lio, en Auckland) habría sido obra de dos nadadores de combate del ejér­
cito francés. De varias fuentes coincidentes hemos sabido que en Nueva Ze­
landa había un tercer equipo de militares franceses a quienes tenían la
misión de dar apoyo los cinco miembros de la DGSE (Dirección General de
Seguridad Exterior) ya identificados, esto es, la tripulación del velero Ou-
véa y el falso matrimonio Turenge.
Esta revelación está en abierta contradicción con la versión dada por
los altos mandos al Sr. Bemard Tricot, quien aseguraba en su informe
que los militares franceses sólo habían participado en una misión de vigi­
lancia de Greenpeace y no mencionaba la existencia de un tercer equipo.
En medios cercanos al ministro de Defensa, tras calificar el atentado de
«lamentable, inadmisible y escandaloso», se añade: «Los detenidos no han
sido los autores del golpe, ni tampoco la tripulación del Ouvéa. De que haya
otro grupo, nada sabemos de ninguno de la DGSE en este asunto, y no
creemos que haya implicados otros grupos de los ejércitos franceses.»
¿Quién, entonces, colocó en la tarde del 10 de julio, en el puerto neoze­
landés de Auckland, dos bombas en el casco del Rainbow Warrior, el «bu­
que insignia» de la organización ecologista Greenpeace? Y, si los autores de
este atentado «criminal y absurdo», tal como lo calificó el Sr. Mitterrand,
son, en efecto, franceses, ¿quién les dio la orden? Tales son las dos pregun­
tas clave en el asunto Greenpeace.
El informe Tricot, del 26 de agosto, confirmaba que a la sazón se en­
contraban en Nueva Zelanda agentes franceses y que su misión tenía a
Greenpeace como objetivo. Pero no se ha probado que el falso matrimonio
Turenge, los dos agentes franceses encarcelados en Nueva Zelanda, fuesen
los autores materiales del atentado. Por otra parte, las autoridades militares,
desde el propio ministro de Defensa hasta los altos mandos, aseguran que la
única misión confiada a los agentes de la DGSE era de vigiancia e infiltra­
ción. Pero el tiempo ha pasado desde el 10 de julio y algunos comienzan a
a hablar.
Antiguos «miembros honorables» del servicio secreto de la DGSE, po­
licías al tanto de la investigación neozelandesa, personas que ocupan pues­
tos de relieve en gabinetes ministeriales, militares en la reserva que colabo­
ran con partidos de la oposición, muchos son los que hablan. Y lo que dicen
lleva a las mismas conclusiones. ¿Quién ha actuado? Si creemos lo que di­
cen, hubo un tercer grupo, ya evocado por el Canard enchainé el 11 de sep­
tiembre, en colaboración con los tripulantes del velero Ouvéa, quienes te­
nían a su cargo la logística, y con el falso matrimonio Turenge, que actuaban
como señuelo para los neozelandeses y que habrían reunido el material pro-
porcinado por el Ouvéa a los autores del atentado. Estos últimos serían dos
nadadores de combate del ejército francés, cada uno de los cuales habría co­
locado una carga. Nuestros informadores no especifican a qué base pertene­
cían, pero no podía ser otra que el Centro de Instrucción de Nadadores de
Combate (CINC), de la base de Aspretto, en Córcega, si servían en el ejér­
cito de tierra, o L’Orient, si servían en la marina. Pero tradicionalmente el
servicio secreto francés recurre para este tipo de operaciones al CINC, que
está unido a la división de acción de la DGSE.
Estos dos militares tenían la misma especialidad que Alain Turenge,
cuyo verdadero nombre es Alain Mafart, segundo comandante de a bordo en
la base de Aspretto, y que los tres tripulantes del Ouvéa, suboficiales del
CINC.
La operación habría sido coordinada por Philippe Dubast, quien no es
otro que el comandante Louis-Pierre Dillais, jefe superior de la base de As­
pretto. Con la excepción de Dominique Prieur, alias Sophie Turenge, quien
sólo prestaba corbertura matrimonial a Alain Mafart, toda la operación pa­
rece haber sido confiada, al más alto nivel, a nadadores de combate del ejér­
cito francés. Y la DGSE, que los emplea, ha participado, por tanto, en el
atentado. Los dos autores materiales de éste, una vez cumplida su misión,
dejaron Auckland por avión inadvertidamente, uno con destino a Nouméa,
el otro a Sydney, en Australia.
La respuesta a la segunda pregunta: ¿quién les confió la misión?, está en
consonancia con el desarrollo de la operación...
Se trataría de los generales Jeannou Lacaze, entonces jefe del Estado
Mayor de los ejércitos, y Jean Saulnier, jefe entonces del Estado Mayor de-
pendiente del presidente de la República, pero que más tarde se colocó al
mando de los ejércitos, en sustitución del general Lacaze y, además, el pro­
pio ministro de Defensa.
En su informe, el señor Tricot insistía en el papel del señor Hemu y del ge­
neral Saulnier en la toma de decisión, pero no mencionaba al general Lacaze.
Salir del paso
En este punto es imposible saber si las tres personalidades están direc­
tamente implicadas, o sólo comprometidas por causa de malentendidos y de
lo que no se dijo durante las discusiones sobre Greenpeace. El informe del
señor Tricot insistía, además, en esta ambigüedad. Al consejero de Estado se
le preguntó repetidas veces sobre el sentido de la frase «anticipar las accio­
nes de Greenpeace» que aparecía en una nota del almirante Fages, fechada
el 1 de marzo, en nombre de DIRCEN y dirigida al Sr. Hernu...
(Bertrand Le Gendre y Edwy Plenel)

Poder y posición

Al examinar la traducción de la fuerza ilocucionaria, hemos ampliado


nuestras miras para incluir la consideración de las creencias, percepciones
y actitudes de los miembros de las comunidades de ambas lenguas, la de
salida y la de llegada. Pero nuestro horizonte debe dar cabida no sólo a la
inmediata situación de habla, sino también a las instituciones sociales en
cuyo marco tiene lugar la comunicación lingüística. Bourdieu (1982) ofrece
una valiosa revelación al destacar que una realización verbal es investida de
fuerza ilocucionaria, no por las palabras en sí mismas ni por una combina­
ción entre ellas, sino por el sistema de relaciones sociales que influye en la
producción y recepción, en situaciones concretas, de las realizaciones ver­
bales. El poder relativo y la posición social de los usuarios lingüísticos en
el marco de las instituciones sociales ejerce una influencia determinante no
sólo en las formas lingüísticas empleadas sino también en la fuerza ilocu­
cionaria pretendida y percibida de las realizaciones. El traductor, que se ha­
lla entre dos estructuras sociales independientes, debe ser sensible a lo que
constituye la norma sancionada — o, en su caso, la desviación de la
norma— en todo texto original. Como ha señalado Fairclough (1985),
la selección léxica tiende a representar el papel y la posición social, de
modo que las alternativas en vocabulario pueden surgir de posiciones ideo­
lógicas diferentes.
'Third military team involved
in sinking'

1 The French ¿ewspaper, Greenpeace flagship? If


L e Monde, published a the authors of this
report yesterd ay on how a tta c k , w hich Mr
a ‘'third team ," uader Mitterrand described as
5 orders from the French ss “crim inal and pre-
G overnm ent m a y h a v e posteroufl!” are indeed
blown up th e Green­ French, then who gave
peace b o a tin A uckland them the order?
harbour on J u ly 10. We The Tricot report on
10 g ive a partía! tex t of the 60 August 26 confirmed
account b y B ertrand th at French agents were
Legendre a n d E dw y in New Zealand at the
Plenel. time and th a t Green­
The attack on the peace was the target of
15 Rainbow Warrior may 65 their mission. But it has
have been carried out by not been proved th at the
two frogmen from the Turenges, th e two
French armed forces. French agents impri-
Information corrobo- soned in New Zealand,
20 rated from several 70 were responsible for the
sources is that there was attack itself; and the
a third team from the authorities responsible
French armed forces in for the armed forces,
New Zealand, to which from the Minister of
25 the 6ve members of the 75 Defence down to sénior
DGSE (General Direc­ officers, declare th at the
tora te of E ste rn a l mission entrusted to
Security) already identi- these DGSE agents was
fied—the crew of the only for surveillance
30 yacht Ouvea and the 80 and infiltration.
fictitious married couple B uf former members
known as the Turenges— of the DGSE, those cióse
were to give support. to it, those who have
This completely con- performed services for
35 tradicts the versión 85 it, pólice ofñcers with
supplied by the armed knowledge of the in-
forces a t a high level to vestigation in New Zea­
Mr Bemard Tricot, the land, members of minis­
special investigator. In terial offices in sensitive
« his report, Mr Tricot 90 positions, officers on the
said th at members o í armed forces reserve
the French armed forces who are working with
had taken part only in a opposition p arties—
surveillance mission there are many people
45 against Greenpeace. 95 who are talking now.
But who in Auckland What they say points
harbour, on the evening to the same conclusions:
of Juiy 10, placed two that there was a third
mines on the hull of the team, mentioned by the
50 Rainbow Warrior, the 100 Canard Enchainé on
September 11, which Mafart, the entire opera­
was backing up the crew tion seems to have been
of the Ouvea. It was entrusted at the highest
charged with logistics level to French mifitary
105 and to the Turenges, 160 frogmen. And the DGSE,
who were to act as a in making use of them,
decoy to the New Zea- was therefore involved
landers an d would have in the attack. The two
handed over the equip- men who carried out the
1to ment transported by the 185 attack left Auckland by
Ouvea, to the saboteurs. air, one for Noumea, in
These would have the French Pacific
been two frogmen—one territory of New Cale-
for each explosive donia, and the other for
115 device, from the French 170 Sydney.
armed forces, and each The reply to the
would have 'p u t one question of who en­
charge in place. Our trusted them with this
in fo rm a n ts do not mission is consistent
120 speciíywhere they carne 175 with the course of the
from, but this can only operation__
be the training centre Those who might have
for frogmen (CINC) at been involved are
the Aspretto base in Cor- General Jeannou Lacaze,
125 sica, if they were army 180 then head of the army
frogmen, or L’Orient, if general sta ff, an d
they were navy men. General Jean Saulnier,
But traditionally the then chief of military
French secret Service staff a t the Elysee, who
130 calis on CINC, which is 185 later succeeded General
linked to the action Lacaze, but also the
división of the DGSE, Minister of Defence
for this type of opera- himself.
tion. A t this stage, it is
135 The two members of 190 impossibie to know if
the armed forces have these three were directly
the same speciality as implicated or simply
Alain Turenge (real involved through mis-
identity, Alain Mafart, understandings and in-
140 second-in-command of 195 complete Information
the Aspretto base) and during discussions of
the three members of Greenpeace. Mr Tricot’a
the Ouvea crew (NCOs report, moreover, em-
a t CINC). phasised this ambiguity.
145 The operation would 200 He was persistently
have been coordinated questioned about the
by “Philippe Dubast", meaning of the phrase
who is, in fact, Louis- “anticípate the actions
Pierre Dillais, head of of Greenpeace,” which
150 the Aspretto base. Apart 205 appearedinanotedated
from Dominique Prieur, March 1 from Admira!
alias Sophie Turenge, Fages on behalf of
who was only there to DIRCEN and intended
provide the cover of a for Mr Hemu.
155 m arried couple for

(Guardian, 18-9-85)
U n TERCER COMANDO MILITAR INVOLUCRADO EN EL HUNDIMIENTO. El diario
francés Le Monde publicó ayer un reportaje sobre cómo un «tercer equipo»,
a las órdenes del Gobierno francés, pudo haber volado el barco de Green­
peace en el puerto de Auckland, el pasado 10 de julio. Ofrecemos parte del
texto donde dan cuenta de ello Bertrand Le Gendre y Edwy Plenel.
El atentado al Rainbow Warrior pudieron haberlo llevado a cabo dos
hombres rana del ejército francés.
La información confirmada por distintas fuentes es que en Nueva Ze­
landa había un tercer equipo del ejército francés, al que los cinco miembros
de la DGSE (Dirección General de Segundad Exterior) ya identificados: la
tripulación del velero Ouvéa y el falso matrimonio conocido como los Tu-
renge, tenían que dar apoyo.
Esto contradice por completo la versión facilitada por altos mandos del
ejército al Sr. Bemard Tricot, el investigador especial. En su informe, el
Sr. Tricot afirmaba que miembros del ejército francés sólo habían partici­
pado en una misión de vigilancia contra Greenpeace.
Pero ¿quién colocó, en el puerto de Auckland, el 10 de julio, dos minas
en el casco del Rainbow Warrior, buque insignia de Greenpeace? Y, si los
autores del atentado, que el Sr. Mitterrand describió como «criminal y ab­
surdo», son en efecto franceses, ¿quién, entonces, les dio la orden?
El informe Tricot, del 26 de agosto, confirma que en Nueva Zelanda ha­
bía agentes franceses en aquel momento y que Greenpeace era el objetivo de
su misión. Pero no se ha probado que los Turenge, los dos agentes france­
ses encarcelados en Nueva Zelanda, fuesen los responsables del atentado en
sí; y las autoridades responsables del ejército, desde el ministro de Defensa
a los oficiales de alta graduación, declaran que la misión encomendada a es­
tos agentes de la DGSE era sólo de vigilancia e infiltración.
Pero antiguos miembros de la DGSE, personas cercanas a ésta o que han
realizado servicios para la misma, oficiales de la policía con conocimiento
de la investigación realizada en Nueva Zelanda, miembros de gabinetes mi­
nisteriales con puestos de relieve, oficiales del ejército en la reserva que tra­
bajan para los partidos de la oposición, muchos son los individuos que ahora
están hablando.
Y lo que dicen lleva a unas mismas conclusiones: que hubo un tercer
equipo, mencionado por el Canard Enchainé el 11 de septiembre, que se
apoyaba en la tripulación del Ouvéa, encargada de la logística, y en los Tu­
renge, quienes tenían que actuar como cebo ante los neozelandeses y entre­
garles el equipo transportado por el Ouvéa a los saboteadores.
Éstos habrían sido dos hombres rana, uno por cada explosivo, del ejér­
cito francés, y cada uno de ellos habría colocado una de las cargas. Nuestros
informantes no especifican de dónde provenían, pero sólo podía tratarse del
centro de instrucción de los hombres rana (el CINC) de la base de Aspretto
en Córcega, si eran hombres rana del ejército de tierra, o de L’Orient, si eran
de la marina.
Pero tradicionalmente los servicios secretos franceses recurren al CINC,
que tiene lazos con la división de acción de la DGSE, para esta clase de ope­
raciones.
Los dos miembros del ejército tenían la misma especialidad que Alain
Turenge, cuya identidad real era Alain Mafart, subjefe de la base de As­
pretto, y que los tres tripulantes del Ouvéa, suboficiales del CINC.
La operación habría sido coordinada por Philippe Dubast, en realidad,
Louis-Pierre Dillais, jefe de la base de Aspretto. Aparte de Dominique
Prieur, alias Sophie Turenge, que estaba allí sólo para facilitarle a Mafart la
cobertura de un matrimonio, la operación en su totalidad parece haber sido
encomendada, al más alto nivel, a los hombres rana del ejército francés. Y
la DGSE, al utilizarlos, estaba por tanto implicada en el atentado. Los dos
hombres que lo llevaron a cabo dejaron Auckland en avión, uno hacia Nou-
méa, en Nueva Caledonia, territorio francés en el Pacífico de Nueva Cale-
donia, y el otro hacia Sydney.
La respuesta a la pregunta de quién les encomendó esta misión está en
consonancia con el curso que siguió la operación...
Pueden haber estado implicados el general Jeannou Lacaze, a la sazón
jefe del Estado Mayor de los ejércitos, y el general Jean Saulnier, enton­
ces jefe del Estado Mayor en el Elíseo, quien más tarde sustituyó al general
Lacaze, pero también el propio ministro de Defensa.
En el estado actual de cosas, es imposible saber si las tres personalida­
des estuvieron directamente implicadas o simplemente comprometidas a tra­
vés de malentendidos e información incompleta en las discusiones acerca de
Greenpeace. Esta ambigüedad es, además, acentuada por el informe del
Sr. Tricot, a quien se inquirió insistentemente sobre el sentido de la frase «an­
ticipar las acciones de Greenpeace», que aparecía en una nota fechada el 1 de
marzo, dirigida por el almirante Fages al Sr. Hemu de parte de DIRCEN.

Así, en un congreso sobre edición en lenguas minoritarias celebrado en


1987, una comunicación se refería a la lengua de oc, del sur de Francia, no
como une langue minoritaire, ‘una lengua minoritaria’, sino como une lan-
gue minorisée, ‘una lengua minorizada (puesta en una posición minorita­
ria)’. Traducir al inglés dicha unidad del original como a minority lan­
guage, ‘una lengua minoritaria’, con el argumento de que la pérdida de
información es mínima y el problema de escasa significación — ¿qué im­
porta, al fin y al cabo, un sufijo de más?— sería hacer caso omiso de las
intenciones del autor y no saber reflejar la dinámica del poder que propor­
ciona una motivación fundamental para la realización en primer lugar. La
expresión del neologismo minorisée en el texto original no es ociosa ni mu­
cho menos: constituye una enérgica señal de género y discurso tal como los
definimos en el capítulo 4, y refleja toda una manera de ver el mundo («re­
chazo de la posición subalterna para una lengua que es objeto de defensa»),
nacida de una situación social determinada. La necesidad de reflejar este
significado pretendido tiene como resultado la expansión de la unidad del
original en una versión inglesa del estilo de a language reduced to mino-
rity status, ‘una lengua reducida a una posición minoritaria’. Como es ló­
gico, es menos probable que suijan problemas de esta clase en algunas for­
mas textuales, por ejemplo, un informe científico de laboratorio o una
patente. Por su parte, los intérpretes consecutivos están siempre alerta al
discurso que refleja ideología y a las formas lingüísticas sancionadas de
determinadas instituciones sociales. Un ejemplo real, del ámbito de la in­
terpretación en el juzgado, servirá para ilustrar lo que decimos.
Un intérprete de inglés y francés recibió el encargo de facilitar una sesión
en que el abogado y los acusados tenían que negociar cómo se declararían
éstos cuando comparecieran ante el tribunal. Los acusados, dos senegaleses
que estaban de paso en Gran Bretaña, porfiaban en que no eran culpables,
mientras que el abogado estaba convencido de que había contra ellos prue­
bas irrefutables y de que se manejaban bien en inglés, por lo que, si habían
insistido al pedir un intérprete, era sólo para levantar una cortina de humo
tras la que ocultarse. Así las cosas, la desconfianza mutua se combinaba con
la obvia divergencia entre el discurso jurídico del abogado y el de la baja po­
sición de los acusados, lo cual era, a su vez, un inevitable reflejo de la dis­
tribución de poder entre los participantes en la situación de habla.
Con la idea previa de que una declaración de inocencia tendría como
probable consecuencia una pena de cárcel, mientras que la declaración de
culpabilidad, aunque seguramente supondría una multa tal vez acompañada
de una leve sentencia de una o dos semanas, llevaría aparejada la expulsión
del país (que era el objetivo declarado de los acusados), el abogado emplea­
ba el lenguaje de los tribunales, un discurso de poder y autoridad, lo que
establecía, en las mentes de los acusados, una identificación del abogado
con sus acusadores. De ninguna manera podían verlo como a un represen­
tante suyo. Por contra, las expresiones de los acusados (en francés, que no
era su lengua materna) reflejaban, reproducían y reforzaban su posición de
debilidad. Empleando los términos de Bourdieu, el producto lingüístico
de ambos era de bajo valor en el particular mercado lingüístico donde se
encontraban. En situaciones de esta clase el intérprete está en una posición
precaria, visto por el abogado como una innecesaria muralla levantada por
el acusado, y por éste, como un agente del tribunal. Si, por un lado, el in­
térprete se siente tentado de desempeñar un papel conciliador (para favore­
cer la verdadera comunicación), su deber es, por otro, representar la autén­
tica fuerza ilocucionaria (y, por consiguiente, reproducir la relación de
poder) de cada una de las partes en el intercambio lingüístico.
Casos como éste no son raros. En otra ocasión, cierto intérprete que me­
diaba entre la policía y un detenido se dio cuenta de que los policías se sen­
tían obligados a justificar sus acciones ante el intérprete como si éste estu­
viera de parte del acusado. A los ojos de la autoridad (policía, abogados), un
acusado parece adquirir cierta posición sólo en razón de que cuenta con la
voz de un intérprete. La cuestión es hasta qué punto pueden los intérpretes
consecutivos dominar situaciones como ésta. Además, está por saber si existe
perspectiva para explicar y reflejar actitudes discursivas. Bríslin (1980)
afirma que sí, y que advertir y tratar las dificultades de la comunicación in­
tercultural, tanto verbales como no verbales, debe formar parte de la actua­
ción del intérprete. Evidentemente, los profesionales habrán ya decidido sus
puntos de vista al respecto; pero tratar de establecer un código adecuado a la
práctica de los intérpretes consecutivos sería un ejercicio instructivo.
Es significativo que exista un código de conducta para la interpretación
simultánea, pero que la AIIC (Asociation Internationale des Interprétes de
Conférence), de quien es obra, deja a los intérpretes consecutivos fuera
de su cobertura. De manera semejante, lo que cubre la Carta del Traduc­
tor de Dubrovnik es el trabajo del traductor por escrito. Se diría que lá in­
terpretación consecutiva es la única área donde cada individuo define su ac­
tuación sobre la base de consideraciones del aquí y el ahora.
Anderson (1975) y Harris (1981) estudian las lealtades divididas del in­
térprete. El primero presenta la hipótesis de que los intérpretes tenderán a
sentirse más próximos a los clientes que son hablantes monolingües de su
lengua materna, y observa que, para superar el problema de las lealtades
enfrentadas en el terreno de la diplomacia internacional, cada equipo nego­
ciador lleva a su propio intérprete:

Esto sirve al propósito de eliminar muchos aspectos de tensión en la


asunción de un papel haciendo al intérprete responsable de un solo cliente
[...], con lo cual su destreza lingüística se convierte en un elemento del ar­
senal del equipo negociador.
(Anderson, 1975, 217)
Quien, por otro lado, está expuesto a sufrir el «conflicto de rol» es el
intérprete de juzgados. Harris (1981) observa que incluso el lugar donde
éste se siente (más cerca de la defensa o de la acusación) puede afectar a
la confianza de los clientes en la neutralidad del intérprete. Cuenta, además,
que, en un caso particuar que observó, el intérprete prefería emplear el ha­
bla del relato, en tercera persona, antes que la primera, para realzar su neu­
tralidad; de manera que decía, por ejemplo: Le président vous demande...,
'El presidente del tribunal le pregunta...’, o Die Zeugin antwortet..., ‘La
testigo contesta q u e...’. La necesidad de este mecanismo distanciador se
hizo evidente cuando uno de los testigos, dirigiéndose al intérprete, le pre­
guntó: «¿Por qué me hace usted estas preguntas sin sentido?» (Harris,
1981, 198), dejando claro que identificaba al intérprete como un agente del
tribunal.
Resulta evidente ahora que el impacto de un discurso dado sobre un en­
torno concreto entraña muchos más factores de los que en principio cabría
esperar. Hemos incorporado a nuestro modelo del proceso comunicativo
nociones tales como las creencias y percepciones de los usuarios del len­
guaje, las circunstancias sociales del hecho de habla o escritura y los efec­
tos de las relaciones institucionales socialmente dominantes sobre la lengua
y el discurso de los usuarios. La consecuencia es que el «significado» de
una realización no puede limitarse a lo que se expresa en la superficie del
texto. Los valores pragmáticos no están unidos a formas lingüísticas, sino
que proceden de las intenciones del hablante o escritor en el seno de un de­
terminado marco social.
En la actualidad, está ampliamente aceptada la idea de Grice de que-
comprender una realización oral no consiste simplemente en descodificar el
mensaje que contiene en forma codificada, sino más bien en tratar de in­
terpretar el «significado del hablante», esto es, lo que el oyente infiere que
quiere decir el hablante. Establecido esto, examinemos las implicaciones
para el traductor. En la mayoría de los casos, éste, en su calidad de recep­
tor del texto original, aunque no exactamente el individuo a quien va diri­
gido (pues no es el receptor pretendido), es un observador del mundo que
hay en tomo a dicho texto. El papel del traductor en su calidad de lector
consiste, por tanto, en construir un modelo del significado pretendido del
original y en elaborar hipótesis acerca del probable impacto en sus recep­
tores pretendidos; mientras que, en su calidad de productor textual, el tra­
ductor, que opera en un entorno sociocultural distinto, trata de reproducir
su interpretación del «significado del hablante» para alcanzar los efectos
pretendidos en los lectores del texto de llegada.
Interpretación e inferencia

Existen dos importantes principios sobre los que se asienta este modo
de ver las cosas. Primero, en lugar de limitar nuestro estudio a la conside­
ración del significado de la oración (o el texto), hemos de considerar el sig­
nificado del hablante así como el significado del oyente (o bien, significado
del escritor y significado del lector). Segundo, que la noción de compren­
der el texto original es errónea: sería más adecuado tratar el significado del
lector como una interpretación del significado del escritor. Green y Morgan
(1981, 177) lo ponen de manifiesto:

Intentar describir los medios por los cuales un oyente «entiende» una
realización oral implicaría una visión del discurso en virtud de la cual la co­
municación consiste en la simple codificación y descodificación de «pensa­
mientos» o «significados» en envases lingüísticos.

Más que eso, la tarea del oyente o lector es construir un modelo de la


intención comunicativa del hablante o escritor, en consonancia con las in­
dicaciones que van apareciendo a medida que se procesa el texto y con lo
que el primero sabe del mundo en general. Distinguimos, así, entre lo que
Beaugrande y Dressler (1981) llaman conocimiento ofrecido por el texto y
conocimiento del mundo. La connotación factual de la palabra conoci­
miento, sin embargo, es de poca ayuda, por lo que preferimos el término
supuesto. Sustituyendo por la noción de familiaridad asumida lo que nor­
malmente se ha designado como «conocimiento compartido», Prince
(1981, 232) observa que

todo lo que guía a un hablante al tratar algo como dado o «compartido» es


lo que da por supuesto que el oyente da por supuesto.

Nunca podemos «saber» lo que nuestro interlocutor «sabe»; pero sí que


podemos elaborar suposiciones sobre el entorno cognitivo que ambos com­
partimos, y, de hecho, es así como actuamos.
Más adelante, Prince distingue entre entidades nuevas en el discurso,
entidades evocadas textual o situacionalmente, y entidades inferibles. Una
entidad evocada es la que ya está activa en el modelo discursivo en cons­
trucción, bien gracias al co-texto o porque es situacionalmente relevante.
Lo importante aquí, desde el punto de vista de la traductología, es que lo
inferible o situacionalmente evocado para el lector del texto original puede
no serlo para el lector de la versión. Dado que operan en entornos cogniti-
vos diferentes, los lectores respectivos del original y de la versión no están
igualmente equipados para la tarea de la inferencia. En el capítulo 10 abor­
daremos los ajustes en la textura a que dan lugar estas diferencias.

Efectividad y eficiencia en traducción

Como productor de un texto, el traductor se halla en una posición si­


milar a la del productor del texto original; pero, a diferencia de éste, se verá
a menudo en la necesidad de elaborar distintos supuestos sobre los separa­
dos entornos cognitivos de los ususarios respectivos del original y la ver­
sión. Así, si comparamos entre sí los textos 5.2 y 5.3, nos encontramos, por
ejemplo, en el original francés M. Bem ard Tricot, ‘el Sr. Bemard Tricot’
(líneas 24 y 25), frente a M r Bem ard Tricot, the special investigator, ‘el
Sr. Bemard Tricot, el investigador especial’, en la versión inglesa (líneas 38
y 39). Las valoraciones que los productores de textos hacen sobre lo que
puede ser presupuesto o compartido con los receptores del texto suelen
ejercer una influencia determinante en la forma con la que el texto se ma­
nifestará. Todo texto busca alcanzar un equilibrio entre las entidades nue­
vas, evocadas e inferibles, de modo tal que la fusión de las tres clases le
permita al lector u oyente inferir la intención comunicativa del productor.
El equilibrio se regula por los principios de efectividad (alcanzar la máxima
transmisión de contenido relevante o cumplir con una meta comunicativa)
y eficiencia (alcanzar lo anterior del modo más económico, dando lugar al
mínimo gasto de esfuerzo de elaboración). Así pues, el principio que ha de
guiar las decisiones sobre lo que hay que incluir y lo que hay que dar por
sentado podría formalizarse del siguiente modo:

¿La ganancia en efectividad es bastante para justificar el sobreesfuerzo de


elaboración generado?

Así, el traductor del texto 5.2 decidió que la inclusión en el texto de lle­
gada del elemento the special investigator responde a los requerimientos
indicados. Una versión de M. Bem ard Tricot por M r Bem ard Tricot sim­
plemente no se habría juzgado suficientemente explícita con arreglo a lo
que el traductor da por supuesto en el entorno cognitivo de los receptores
del texto de llegada (en este caso, seguimiento de la política francesa).
Consideremos, sin embargo, otra posible versión inglesa:
Mr Bemard Tricot, the special investigator appointed by the French Presi-
dent with ¡he remit o f producing a report on the whole affair and specifi-
callv the alleged involvement of the French secret services...1

Es indudable que habría transmitido más «conocimiento»; pero entra en


aplicación la ley del funcionamiento decreciente, en virtud de la cual el (re­
lativamente escaso) incremento en efectividad es vencido en la balanza por
el (considerable) sobreesfuerzo generado por la elaboración del texto. Así,
en este sentido, es como debe entenderse la máxima de cantidad de Grice
(véase el capítulo 4):

Actúa de modo que tu contribución sea tan informativa como sea nece­
sario.
No actúes de modo que tu contribución sea más informativa de lo nece­
sario.

Lo que es «necesario» para un determinado propósito comunicativo en


el entorno cultural de la lengua de llegada es, por consiguiente, un asunto
que el traductor ha de valorar. Y en estos términos es como podemos defi­
nir la adecuación. Que el traductor del texto 5.2 ha efectuado libre pero dis­
cretamente tales valoraciones es evidente si se considera la ilustración si­
guiente:

Les deux auteurs directs de Tattentat [...] ont quitté Auckland [...] l’unpour
Nouméa, l ’autre pour Sydney (Australie).2 (Texto original francés, líneas
175-182.)

The two men who carried out the attack left Auckland [...] one for Noumea,
in the French Pacific territory ofNew Caledonia, and the otherfor Sydney.3
(Versión inglesa, líneas 163-170.)

Nida (1964, 130) denomina a este proceso restituirle la «redundancia


cultural» a un texto. A la luz de la máxima de cantidad, las nociones de

1. «El Sr. Bemard Tricot, el investigador especial nombrado por el presidente francés con el co­
metido de elaborar un informe sobre todo el asunto y, en particular, sobre la supuesta implicación de
los servicios secretos franceses [...].»
2. «Los dos autores materiales del atentado [...] dejaron Auckland [...], uno con destino a Nou-
méa. el otro a Sydney, en Australia.»
3. «Los dos hombres que llevaron a cabo el atentado dejaron Auckland [...], uno hacia Nouméa,
cn Nueva Caledonia, territorio francés en el Pacífico, y el otro hacia Sydney.»
elipsis y redundancia se toman como variables pragmáticas, completamente
dependientes de las presuposiciones que tienen que ver con los respectivos
entornos cognitivos de los usuarios del texto original y de la versión. Los
ejemplos anteriores, de Nouméa y Sydney, no son más que casos léxicos
concretos de un proceso que se propaga por todos los textos en niveles más
generales, determinando el grado de elipsis o redundancia presente en el
texto como una función de determinados grupos de usuarios.

Relevancia

La elipsis y la redundancia en los textos se rigen también por el princi­


pio de relevancia. La máxima que Grice llama de relación reza así:

Sé relevante.

Al elevar el principio de relevancia a la posición de factor central por el


que se rige la interpretación de una realización, Sperber y Wilson (1986,
VII) defienden que:

Comunicar es reclamar la atención de un individuo; de ahí que comunicar


implique que la información comunicada es relevante [...].

Ello, porque en la comunicación sólo prestamos atención a la informa­


ción que nos parece relevante (el mayor efecto cognitivo para el mínimo
proceso de elaboración). Al desarrollar esta teoría de la comunicación
como un proceso ostensivo-inferencial (oyentes que infieren significado de
hablantes que facilitan pruebas de sus intenciones), los últimos investiga­
dores citados afirman (op. cit., p. 103) que

la relevancia de una nueva información para un individuo ha de valorarse en


función de la mejora que suponga para su representación del mundo.

De modo que la interacción entre la información «nueva» y la «vieja»


puede dar lugar a lo que se llama «efectos contextúales», que son de tres
clases posibles. Puede que suposiciones previas resulten reforzadas
(cuando la información «nueva» confirma la «vieja»), o que suposiciones
por confirmar o falsas resulten debilitadas o desmentidas (cuando lo
«nuevo» contradice a lo «viejo»), o bien la fusión de nuevo y viejo puede
servir de punto de partida para otras implicaciones contextúales. Así pues,
de una suposición puede decirse que es relevante para un contexto si al­
canza algún efecto contextual. Volviendo al texto 5.3, Ja versión inglesa de
nuestro texto francés, podemos comprobar cómo la relevancia en este sen­
tido puede ser valorada en cada nivel, desde las unidades léxicas (la men­
ción de frogmen, ‘hombres rana’, como una mejora en la imagen que el
lector se hace del asunto del Rainbow Warrior), hasta todo el hecho dis­
cursivo en su conjunto (es decir, eliminación de la presuposición de la «no
implicación del Gobierno») con la implicación derivada: «alguien no dice
la verdad».
Pues bien, si se acepta esta teoría de la comunicación inferencial, se re­
conocerá también que la relevancia para un contexto es una cuestión de
grados y, más aún, que lo que es relevante en un entorno (el del texto ori­
ginal) puede serlo en mayor o en menor medida en otro distinto (el del
texto de llegada). Valorar la relevancia para los receptores pretendidos es,
por lo tanto, otra de las tareas del traductor. En el caso de las traducciones
que son reducciones selectivas de los textos originales (sobre este concepto,
véase Sager, 1983, 122), el proceso supondrá tener que decidirse sobre qué
partes del original han de omitirse. Al comparar los artículos completos
que constituyen los textos 5.2 y 5.3, resulta evidente que se ha llegado, en
la versión inglesa, a una reducción eliminando pasajes donde las intencio­
nes de los autores del texto original tenían principalmente relación con la
política interna francesa (para calcular el peijuicio político que se le segui­
ría al presidente francés, etc.). Es cierto que, en un caso como el que nos
ocupa, la reducción selectiva puede ser obra de un editor y no del propio
traductor; pero es bastante frecuente que las figuras del editor y el traduc­
tor coincidan en la misma persona.
Incluso en traducciones completas, los traductores toman legítimamente
la responsabilidad de omitir información que se juzga de escasa relevancia
para los lectores de la versión. Prueba de ello son los textos 5.4a y b, ori­
ginal y versión, ambos tomados de la revista de vuelo de la compañía
Iberia.

Texto 5.4a

Los habitantes no entendían nada, porque aunque la isla es de origen


volcánico, desde hacía miles de años, en concreto desde el cuaternario,
nunca había habido erupciones.
The people could not understand what had happened, because the island,
although originally volcanic, had never had an eruption.4

Aquí la decisión del traductor se debe a una valoración de la relevancia


para la elaboración textual por un pasajero de avión que busca entreteni­
miento en una revista de vuelo; en este entorno, se considera que la espe­
cificación sobre el período cuaternario no añade un efecto contextual, se­
gún lo hemos definido más arriba, en el contexto de la información sobre
el origen volcánico de la isla. Es interesante observar que la discrepancia
es también cultural, ya que, mientras que cuaternario puede ser inusual o
erudito para lectores de inglés, se trata de un concepto escolar básico para
los lectores de castellano. Hasta dónde llega la licencia de los traductores
para tomar esa clase de decisiones es, sin duda, un asunto que merece dis­
cusión, pues es cuestionable cuándo la «mejora en relevancia» se convierte
en una invasión inaceptable o en una negligencia. De cualquier modo, man­
tenemos que la sensibilidad a la cuestión de la relevancia en la elaboración
del texto forma parte sustancial de las habilidades del traductor.
Al mismo principio puede recurrirse para arrojar luz sobre un problema
concreto que afecta a la traducción francés-inglés en el nivel de las unida­
des léxicas (sobre este punto, véase el capítulo 10). Ello es que, en francés,
en el discurso del boletín de noticias y del periodismo de investigación, rige
la convención textual reconocida de que un concepto ya nombrado en un
sintagma nominal no volverá a ser expresado del mismo modo si vuelve a
aparecer en el mismo texto. De este modo, le dollar américain, ‘el dólar
americano’, será, en una lexicalización posterior, le billet vert, ‘el billete
verde’, y le Président de la République, ‘el Presidente de la República’,
puede convertirse, además del anafórico il, ‘él’, en le chefde l ’État, ‘el jefe
del Estado’, o incluso l ’Élysée ‘(el Palacio de) el Elíseo’.5 Una convención
similar puede observarse en inglés, aunque en esta lengua la decisión se re­
girá por consideraciones diferentes que tienen que ver con la cohesión lé­
xica. Naturalmente, una traducción poco pensada, hecha palabra a palabra,

4. Literalmente: «Las gentes no podían entender lo que había ocurrido, porque en la isla, aunque
de origen volcánico, nunca había habido erupciones.»
5. Nótese que en los discursos equivalentes del castellano se observa la misma regla, dando, in­
cluso, lugar a hábitos convencionales muy arraigados en virtud de los cuales Barcelona, por ejemplo,
se puede convertir en «la Ciudad Condal»; Francia, en «el país vecino»; Italia, en «el país transalpino»,
etcétera.
puede producir efectos indeseados. En el texto 5.2, el original francés,
M. Tricot, ‘el Sr. Tricot’ (línea 219) es nombrado poco después, en el co-
texto inmediato, Le conseiller d ’État, ‘el consejero de Estado’ (línea 221).
No hay aquí violación de la máxima de relación puesto que, para los usua­
rios del texto original, el mecanismo expresivo es completamente conven­
cional: M. Tricot = le conseiller d'État. En inglés, por el contrario, la con­
vención no es la misma, de modo que la traducción M r Tricot... The
Councillor o f State parecería violar la máxima de relación, pues ni el co-
texto ni el contexto facilitan indicios para que se suponga que el señor Tri­
cot es miembro del Consejo de Estado. Pues bien, uno de los hallazgos de
Grice es que, cuando una máxima es aparentemente violada, los partici­
pantes en la conversación tienden a inferir algún contenido inexpresado
(«implicatura») antes de abandonar el supuesto de que se mantiene el prin­
cipio de cooperación. En nuestra ilustración, los lectores de inglés podrían
perfectamente suponer que el consejero de Estado era una persona nom­
brada en el informe Tricot en lugar del propio autor del informe. Desde
luego, el traductor ha esquivado el peligro reemplazando el original, le con­
seiller d ’État, por una unidad apropiada para mantener la cohesión del
texto de llegada: el anafórico He, ‘él’ (tercera persona verbal).

Cualidad, relevancia y la traducción de la ironía

Para acabar este capítulo sobre la dimensión pragmática del contexto,


examinaremos otra de las máximas de Grice, la de cualidad:

No digas nada que creas que es falso.


No digas nada de lo que no tengas la necesaria constancia.

Con referencia a ello, Grice (1975) consigue ofrecer una descripción


del mecanismo retórico de la ironía; ya que percibir-que una afirmación se
pretende irónica supone captar que la primera máxima de cualidad se está
incumpliendo: el hablante, de modo manifiesto, no cree lo que dice. La im­
plicatura que de esto deriva es que el hablante ha de estar expresando una
actitud ante la interpretación directa de la (aparentemente insincera) propo­
sición. Es así como Sperber y Wilson (1981, 1986) hablan de una «inter­
pretación de segundo grado», que supone el reconocimiento de que el ha­
blante está sirviendo de eco a alguna fuente (real o imaginaria) de la cual
se está él disociando por implicación. El eco puede serlo de alguna opinión
convencionalmente mantenida a la que el hablante B de la siguiente ilus­
tración imaginaria se adhiere para ridiculizarla:

A. —Todo ese asunto de Chemobil me preocupa en serio.


B. —Bueno, no lo olvides: eso aquí no pasaría.

O bien puede invocar alguna fuente vaga o imaginaria:

A. —Igual te nombran gerente.


B. —Sí, y a lo mejor las vacas vuelan.

Sperber y Wilson critican la descripción que Grice hace de la ironía,


porque mecanismos como el de la comprensión irónica no incumplen en
realidad la máxima de cualidad. Pero, en nuestra opinión, la teoría de una
«interpretación de segundo grado en eco» (es decir, haciendo de eco a la
opinión de una persona imaginaria) debida a estos dos investigadores no
entra en contradicción, en lo esencial, con las ideas de Grice. Pues mien­
tras que la comprensión irónica no tiene que representar un incumplimiento
de la máxima de cualidad, sí supone una aparente violación de la máxi­
ma de cantidad («actúa de modo que tu contribución sea tan informativa
como se requiera»):

A (contemplando un aguacero). —Parece que está lloviendo.

De la misma manera, la exclamación irónica Tú estás de broma, al vio­


lar la cualidad, muestra la implicatura: «Pensaré que no estás hablando en
serio y no que de verdad mantienes una tontería como ésa.»
Brevemente, la visión de la ironía que retendremos aquí es que la apa­
rente violación de una máxima implica:

1) que el hablante se disocia de la opinión expresada, y


2) que el hablante está haciéndose eco de un punto de vista para mos­
trar cierta actitud ante éste (ridículo, indignación, exasperación,
etcétera).

Y que establecer la inferencia apropiada supone una interpretación de


segundo grado alcanzada por:

3) el contraste de la opinión expresada en apariencia con cualquier


opinión expresada cotextualmente; y, posiblemente también,
4) el contraste de la opinión expresada en apariencia con lo que se da
por sentado (el entorno cognitivo mutuo).

Pues bien, a veces topa uno con traducciones que, al tiempo que reflejan
fielmente el contenido proposicional del texto original, no consiguen alcan­
zar el grado de ironía que en éste es perceptible. En casos así resultará en ex­
tremo difícil señalar malas correspondencias tanto en el significado denota­
tivo como en el connotativo. Pero la ventaja de una descripción de la ironía
como la anteriormente esbozada radica en la luz que puede arrojar sobre el
problema de cómo conseguir buenas traducciones de la ironía. El texto 5.5a
ofrece una traducción formal inglesa de un fragmento de lo que Jean-Paul
Sartre escribió analizando los males de la economía francesa en 1953.

Texto 5.5a

Whose fault is it? you ask. Well, it’s Germans’ fault because they were
the ones who declared two ruinous wars on us. And it’s the fault of the
Russians who, in Moscow, are holding up the reconstruction effort...6

Sartre se hace aquí eco de varias creencias convencionalmente mante­


nidas, que él juzga ridiculas. Los lectores contemporáneos del texto origi­
nal francés no tendrían problemas para reconocer la violación de la máxima
de la cualidad o el tipo de visión a la que se está prestando eco. No obs­
tante, y ya que no puede suponerse que los lectores de la versión inglesa
compartan el mismo entorno cognitivo que los de la original, el traductor
puede sentir la necesidad de facilitar pistas adicionales para que se reco­
nozca la intención irónica, como se ha hecho, por ejemplo, en el texto 5.5b.

Texto 5.5 b

And whose fault is that? you might ask. Ah well, first of all, there are
the Germans who declared two ruinous wars on us. And then there are the
Russians who, far away in Moscow, are holding up our reconstruction
effort...7

6. «Uno se pregunta de quién es la culpa. Pues bien, es culpa de los alemanes porque son quie­
nes nos han declarado dos guerras ruinosas. Y es culpa de los rusos, que, en Moscú, están deteniendo
el esfuerzo de reconstrucción [...].»
7. «Uno puede preguntarse de quién es la culpa. Bueno, veamos: primero están los alemanes, que
nos han declarado dos guerras ruinosas; y luego, los rusos, que, allá lejos, en Moscú, están deteniendo
nuestro esfuerzo de reconstrucción [...].»
Tal vez se considere que esta segunda versión, la del texto 5.5¿>, se ex­
cede un poco y que, en realidad, basta con muy pocas pistas manifiestas.
Pero el éxito de una traducción dependerá de que los lectores de la ver­
sión alcancen la interpretación de segundo grado con el mínimo esfuerzo
extraordinario de elaboración. El reconocimiento de la intención irónica es,
en todos los casos, esencial, y condicionará el resultado ofrecido por el tra­
ductor.

Nuestra revisión de nociones pragmáticas trascendentes para el traduc­


tor nos ha apartado bastante de los atomísticos análisis de actos de habla,
llevándonos hacia un concepto más dinámico del texto como una entidad
en desarrollo, un proceso en virtud del cual los productores y los recepto­
res cooperan y se comunican gracias a sus suposiciones acerca del entorno
cognitivo compartido. Asimismo, hemos visto cómo establecen los usua­
rios del lenguaje la relevancia de sus mutuos efectos comunicativos con
arreglo a principios como el de efectividad y el de eficiencia. Pero nuestra
consideración del entorno cultural y su impacto sobre la interacción en el
discurso no ha ido aún más allá del esquema. De modo que ahora nos vol­
vemos hacia esa dimensión esencialmente semiótica.

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