La Funcion Notarial
La Funcion Notarial
La Funcion Notarial
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C. M. D’alessio Y otros: La función notarial: garantía del
equilibrio contractual
LA FUNCIÓN NOTARIAL: GARANTÍA DEL
EQUILIBRIO CONTRACTUAL*
Por Carlos Marcelo D’Alessio (Coordinador); María Ga-
briela Antoniazzi; D. Alicia Bonfanti; Hernán Goldstein;
María Cecilia Herrero de Pratesi; Leandro Lenza; Mau-
ro Riatti; Emilio Pablo Solari y Paula Speroni
I. Introducción
El contrato constituye un elemento trascendente en la vida de las personas,
en cuanto es el instrumento esencial que el derecho proporciona a los indivi-
duos para relacionarse con otros con el fin de satisfacer muchas de sus nece-
sidades y aspiraciones.
Así, mediante los contratos vinculados con el trabajo se asegura los recur-
sos para su subsistencia, mediante los de cambio destina aquellos recursos pa-
ra adquirir los bienes que necesita o desea; a través de los de previsión se cu-
bre de las distintas contingencias que pueden acaecerle. Otros le proveerán su
recreación, la prevención de su salud, etcétera.
La facultad del hombre de crear sus propios vínculos jurídicos en ejercicio
de la autonomía de la voluntad, expresión de la libertad individual, constitu-
yó un avance de la humanidad. El reconocimiento del poder jurígeno de la vo-
luntad humana es una expresión de su valoración como un ser libre y requie-
re para su eficacia que el compromiso contraído se torne obligatorio. Una ex-
presión categórica de estos principios es el texto del art. 1197 de nuestro Có-
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*Trabajo presentado a la XXVI JORNADA NOTARIAL ARGENTINA en Córdoba, 3 al 5 de
octubre de 2002.
Premio Accesit conferido por el Consejo Federal del Notariado Argentino.
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digo Civil: “Las convenciones hechas en los contratos forman para las partes
una regla a la que deben someterse como a la ley misma”.
Esta magnífica herramienta mediante la cual el hombre va tejiendo sus
vínculos en la sociedad requiere ser adaptada a las necesidades de cada época
para que continúe siendo un elemento positivo y no se convierta en un ins-
trumento de opresión.
Si los principios consagrados en nuestro Código en pleno siglo XIX se
mantuvieran hoy intactos, el contrato no sería más que un elemento median-
te el cual los más fuertes ejercerían un poder desmedido sobre los más débiles.
Las circunstancias actuales a las que nos referiremos a continuación han
generado la necesidad de que el Derecho articule mecanismos que traten de
atenuar los fenómenos que, de lo contrario, tornarían el derecho de contratar
en una ficción que encubriría la imposición de la voluntad de unos pocos so-
bre el resto de la comunidad.
Este trabajo tratará de analizar cuál es el papel que cabe en este proceso al
notario, actor relevante en muchos contratos.
gunda Guerra Mundial generó una mejoría del nivel de vida del ciudadano y
la aparición de la fabricación de bienes en serie y el consumo en masa1. Este
fenómeno de masificación que afecta a conjuntos numerosos de individuos
anónimos constituye una realidad visible con importantes consecuencias jurí-
dicas: los cauces e instrumentos del derecho tradicional, pensados en función
de la ideal y casi romántica bilateralidad, se ven desbordados.
Dentro de esta realidad, el contrato por negociación, aquel en el que una
parte formula una oferta a otra quien luego de analizarla concienzudamente,
en ejercicio de su libertad contractual la acepta o rechaza, casi no tiene lugar.
El solo hecho de pensar en contratos de transportes, seguros, de espectáculos,
donde se vislumbra el tráfico por ventanilla, y las relaciones contractuales fác-
ticas, permite observar la mecanicidad de las relaciones jurídicas.
El tráfico de masas nos aleja de aquel contratante individualizado, para en-
frentarnos con la realidad de un consumidor anónimo. El consumidor sufre
una crisis de identidad, se despersonaliza.
Frente a esta realidad es necesario acelerar la contratación. Ya la negocia-
ción individual no satisface las necesidades del tráfico. Surgen así las condicio-
nes generales negociales redactadas con un carácter de generalidad por uno de
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equilibrio contractual
nuestro país el Proyecto de Unificación de 1998.
Entendemos que la problemática de la actuación notarial en este fenóme-
no de contratación masiva abarca un campo más amplio que los contratos que
se encuentran específicamente comprendidos en la Ley de Defensa del Consu-
midor para alcanzar a los predispuestos y a los celebrados por adhesión.
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(2) Ver II Jornadas Uruguayas de Derecho Privado, Montevideo, 16/18 junio 1998.
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equilibrio contractual
por daños; b) Las cláusulas que importen renuncia o restricción a los derechos
del consumidor o amplíen los derechos de la otra parte; c) Las cláusulas que
contengan cualquier precepto que imponga la inversión de la carga de la prue-
ba en perjuicio del consumidor.
Resulta interesante profundizar algunos conceptos incluidos en nuestra le-
gislación positiva ya que, según la amplitud que le fijemos, una determinada
cláusula será o no, tachada de nulidad y a su vez, según lo consideramos en es-
te trabajo, podrá o no ser incluida por el notario en los documentos que re-
dacte.
La ley se refiere a aquellas cláusulas que desnaturalicen obligaciones. Des-
naturalizar es entendido por la doctrina como un apartamiento injustificado
del derecho dispositivo, es decir, de aquellas normas que caracterizan los dis-
tintos tipos contractuales, delineando los requisitos de los cuales las partes no
pueden apartarse. Esta regla de carácter general se complementa con la dispo-
sición del inciso b) del art. 37 que considera ineficaces aquellas cláusulas que
importen renuncia de los derechos del consumidor o amplíen los derechos de
la otra parte.
Además de dichas cláusulas abiertas, se incluyen en particular las que limi-
ten la responsabilidad por daños. Este supuesto se presenta cuando una de las
partes de la relación negocial intenta anticipadamente liberarse total o parcial-
mente de las consecuencias patrimoniales por las que debería responder de no
existir la cláusula; en definitiva, es aquella que limita las consecuencias patri-
moniales derivadas de la inejecución, por lo que, subsistiendo la obligación
asumida, el obligado está dispensado de reparar el daño a pesar del incumpli-
miento.
Se comprenden también en especial las cláusulas que impongan la inver-
sión de la carga de la prueba en perjuicio del consumidor. Ello significa que
contractualmente se atribuye al consumidor la carga de la prueba que, de no
haber existido tal cláusula, habría correspondido al profesional según las re-
glas procesales.
Se incluyen en el género de las cláusulas abusivas las denominadas cláusu-
las sorpresivas. Una cláusula será sorpresiva cuando su uso no sea habitual al
contratar, tan insólita que el adherente no contaba con su existencia. Por su
carácter de inesperada, de inaudita, resulta que su incorporación al contrato
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equilibrio contractual
Asimismo, el Derecho del Consumidor fue receptado por la mayoría de los
países a través de leyes especiales o de verdaderos códigos. Como ejemplo de
ello podemos mencionar la Ley Alemana de 1976-1977; el Código de Defensa
del Consumidor de Brasil del año 1990; y la Ley General para la defensa de los
consumidores y usuarios de España de 1984.
Hasta 1993, la República Argentina no contaba con un sistema, ni especial
ni orgánico, de protección jurídica del consumidor y se aplicaban, por tanto,
soluciones genéricas del Código Civil y leyes especiales, como ser, la de abas-
tecimiento, la de lealtad comercial, la de defensa de la competencia, etcétera6.
En los últimos años, Argentina superó notoriamente esa situación a través,
principalmente, de la sanción de la ley de Defensa del Consumidor 24240. Di-
cha ley fue sancionada el 22/9/1993, promulgada parcialmente en razón de las
observaciones formuladas por el Poder Ejecutivo el 13/10/1993 y publicada en
el Boletín Oficial el 15/10/1993. En su versión original sufrió una seria muti-
lación como consecuencia del veto de los artículos que establecían la respon-
sabilidad solidaria de todos los miembros de la cadena de fabricación y elabo-
ración de productos. Esto fue superado gracias a la sanción, en el año 1998, de
la ley 24999 que incorpora los artículos 13 y 40, que habían sido vetados en
1993.
Como es obvio, por la jerarquía de la norma que los consagra, la protec-
ción del consumidor tiene un relevante avance en nuestro país como conse-
cuencia del expreso reconocimiento de los derechos de los consumidores en la
reforma de la Constitución Nacional sancionada en 1994, que incorporó el re-
conocimiento de “nuevos derechos y garantías”, incluyendo en el artículo 42 la
declaración de los derechos de los consumidores, en los siguientes términos:
“Los consumidores y usuarios de bienes y servicios tienen derechos, en la rela-
ción de consumo, a la protección de su salud, seguridad e intereses económicos; a
una información adecuada y veraz; a la libertad de elección, y a condiciones de
trato equitativo y digno.
Las autoridades proveerán a la protección de esos derechos, a la educación pa-
———
(5) STIGLITZ, op. cit. en nota 1, pág. 21.
(6) STIGLITZ, Gabriel A., Reglas para la Defensa de los Consumidores y Usuarios, Editorial
Juris, Bs. As., 1997, pág. 165.
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I) Derechos Primarios
(Relativos a deberes y funciones del Estado)
a) Derecho de acceso al consumo
- Libertad de elección.
DOCTRINA
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(7) STIGLITZ, Gabriel A., cit. en nota 6.
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VI. a. Libertad de elección
Constituye uno de los pilares del sistema de protección al consumidor, la
equilibrio contractual
nes y servicios es determinante de la protección, tanto de la seguridad como
de los intereses económicos de los consumidores. En la ley 24240, el derecho
a la información está impuesto, no sólo en la etapa previa de formación del
contrato, sino también en la etapa contractual.
La finalidad de la obligación precontractual de información, partiendo de
la situación de inferioridad del consumidor en ese aspecto, es la de facilitar
que el consentimiento resulte la expresión cabal de su voluntad y que ésta se
haya formado clara y reflexivamente. La protección de la voluntad contractual
a través de los medios tradicionales como los vicios del consentimiento, resul-
ta insuficiente en el contexto del contrato masivo.
Obsérvese la estrecha vinculación entre el derecho a la información que es-
tamos desarrollando y el deber de asesoramiento y de consejo propios de la
actividad notarial (ver infra VIII).
En cuanto a la forma, si bien nuestro ordenamiento no dispuso requisitos
formales a la información precontractual, la exigencia de certeza y eficacia que
establece el artículo 4º impone que dicha información se brinde por escrito y
en idioma nacional.
sumidor los servicios de profesionales liberales que requieran para su ejercicio tí-
tulo universitario y matrícula otorgada por colegios profesionales reconocidos ofi-
cialmente o autoridad facultada para ello, pero sí la publicidad que se haga de su
ofrecimiento”8. No cabe duda de que el concepto abarca a la actividad notarial
que, por su naturaleza, requiere como requisito para la investidura, la colegia-
ción. El fundamento de la exclusión es que los mecanismos de contralor disci-
plinarios de los colegios profesionales configuran una suficiente garantía para
los consumidores que acudan a estos profesionales.
Tal disposición fue criticada ampliamente en doctrina y considerada como
“un tratamiento benigno que coloca a los profesionales aludidos en una situa-
ción de privilegio respecto de otros proveedores de servicios”9. Incluso se ha
sostenido que, a pesar del texto de la norma, los contratos de servicios profe-
sionales se realizan por la estructura de la adhesión de individuos o masiva y
son atrapados por la Ley del Consumidor.
Al respecto, las XV Jornadas Nacionales de Derecho Civil declararon: “La
exclusión del art. 2 última parte, de los ‘servicios de los profesionales liberales’
no se compadece con una democracia igualitaria y con el ejemplo que dichos
profesionales deben brindar a la comunidad”.
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(8) Ley 24240, art. 2°, segundo párrafo in fine.
(9) MOSSET ITURRASPE, Jorge y LORENZETTI, R., op. cit. en nota 8, pág. 69.
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cional que, en el artículo 42, incluye a los consumidores y usuarios de bienes y
servicios10.
equilibrio contractual
Mendoza), por lo que poco pueden hacer por satisfacer los intereses de los re-
quirentes del servicio notarial que se vean afectados por la actuación del no-
tario. En estos casos, el consumidor se verá obligado a efectuar la pertinente
denuncia en sede judicial mediante los procedimientos judiciales ordinarios,
los cuales, dada su complejidad, originarán demoras que terminarán ocasio-
nando un grave detrimento de su protección. Por ello, entendemos que como
modo eficaz de protección al consumidor, la potestad disciplinaria debe ser
ejercida por los colegios notariales. Conteste con esta postura, en las Jornadas
Notariales Argentinas celebradas en Mendoza en mayo de 1988 se estableció
que: “El contralor de la actividad notarial debe ser ejercido en plenitud por los
Colegios Notariales...” y “Como consecuencia del régimen legal de la colegiación
obligatoria y del control de la matrícula que ejercen los Colegios de Escribanos,
debe propenderse a que, la potestad disciplinaria sea ejercida por éstos, cuyas de-
cisiones podrán ser revisadas en sede judicial”.
En las demarcaciones en las cuales los colegios son los encargados de vigi-
lar el accionar de sus miembros, la protección puede ser más efectiva. De cual-
quier modo, debemos reconocer que el proceso disciplinario que tiene una fa-
cultad sancionatoria y, por tanto, debe respetar las reglas del debido proceso,
es muchas veces lento y no significa una eficaz protección para los requiren-
tes.
En consecuencia, propiciamos la regulación de procedimientos rápidos y
exentos de cargas burocráticas que aseguren una efectiva tutela y, en muchos
casos, permitan evitar que el consumidor sufra un daño que, luego de causa-
do, sólo podrá ser reparado por una acción judicial cuya complicación y cos-
to tornarán ilusoria la protección, sobre todo en asuntos de escaso monto.
También debe advertirse que la regla del segundo párrafo del artículo 2 no
comprende a la publicidad que se haga del servicio. En materia notarial esta
cuestión no debiera tener aplicación ya que la publicidad de la actividad no-
tarial está sumamente limitada por las normas de ética profesional. Sin em-
———
(10) QUIROGA LAVIÉ, Humberto, Constitución Nacional Argentina Comentada, Ed. Zava-
lía, 1996, quien, en el comentario al art. 42, alude a algunos casos de la ley 24240, como los de
intermediarios y a las cosas usadas, de los arts. 1º y 2º, respectivamente, que estarían alcanza-
dos por la protección constitucional.
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que la relación entre banco y cliente excede ese concepto11, toda vez que el di-
nero y el crédito no constituyen productos adquiridos o usados por el destina-
tario final, sino que, al contrario, son instrumentos o medios de pago que cir-
culan en la sociedad y con relación a los cuales no hay destinatario final12.
Una interpretación más amplia, que compartimos, sostiene sobre la base de
lo dispuesto por el art. 19, que el ámbito de la ley se extiende a quienes pres-
ten servicios de cualquier naturaleza, quienes están obligados a respetar los
términos, plazos, condiciones, modalidades, reservas y demás circunstancias
conforme a las cuales hayan sido ofrecidos, publicitados o convenidos. El cri-
terio se reafirma por la citada disposición del art. 36 que regula las operacio-
nes de crédito para la adquisición de cosas o servicios; conforme esta postura,
la contratación bancaria, en el ejercicio del crédito y en la prestación de servi-
cios, se encuentra disciplinada por la ley13.
Descriptos los casos en que más frecuentemente la actividad notarial se
vincula con la defensa del consumidor, abarcando en este concepto a la parte
más débil en cualquier contrato con desigualdad contractual manifiesta, desa-
rrollaremos aquellos deberes propios del notario de tipo latino más vincula-
dos con aquella defensa.
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(11) BARBIER, Eduardo Antonio, Contratación Bancaria, Ed. Astrea, pág. 71.
(12) WALD, El derecho del consumidor y sus repercusiones en relación con las instituciones fi-
nancieras, RDBAF, 1991-574.
(13) BARBIER, Eduardo Antonio, op. cit., pág. 74.
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VIII. La imparcialidad del notario, el deber de consejo y
equilibrio contractual
Cuando se analiza la actuación del notario en carácter de asesor jurídico,
debe distinguirse la actividad de asesoramiento respecto de un negocio que
luego, en ejercicio de la función, habrá de autorizar, de los supuestos en que se
requiere su opinión como perito en derecho sobre algún asunto en el cual no
habrá de actuar como autorizante. En el primer caso, la tarea profesional es
inescindible de la instrumentadora, por lo que el asesoramiento integra la
función. Por tanto, el notario debe actuar con la imparcialidad que su papel
de funcionario le impone. Cuando, en cambio, la labor profesional compren-
de sólo su asesoramiento, puede admitirse, a nuestro entender, que el notario
actúe teniendo en consideración el interés de quien requiera su servicio. Sin
embargo, hay quienes entienden que, aun en este supuesto, debe mantener la
imparcialidad dada la conceptuación social del notario como asesor impar-
cial14.
En un primer análisis, el notario cumplirá con su deber de imparcialidad
si se limita a respetar sus deberes formales no tomando partido por ninguno
de los intervinientes en el negocio. Se convierte así en un espectador califica-
do del acto que las partes celebran en su presencia. En la medida en que refle-
je verídicamente lo acaecido, habrá cumplido con el deber formal de la impar-
cialidad.
Si reducimos a esto el ejercicio de nuestra función habremos consagrado lo
que la Corte de Casación francesa sostuvo en su sentencia del 3 de agosto de
1858: “la solemne introducción del notario en la confección de los contratos se
convertiría en una trampa tendida a la buena fe de las partes”15.
Imaginemos al tomador de un préstamo hipotecario otorgado por una en-
tidad financiera que es citado a escriturar en la sede de la prestamista, por el
notario designado por la misma. Comienza el acto escriturario durante el cual
el fedatario, celoso cumplidor de sus deberes formales, le lee las veinticuatro
fojas de que consta el contrato hipotecario. Luego, ambas partes, en presencia
del notario, suscriben la escritura que aquél autoriza con toda prolijidad.
———
(14) RODRÍGUEZ ADRADOS, Antonio, “Necesidad Social de la Imparcialidad del Redac-
tor del Contrato”, en Escritos Jurídicos II, Consejo General del Notariado, Madrid, 1996, pág.
447.
(15) DESMANZIEREZ, André, en L’evolution du rôle du notaire dans la constitution des
societés par actions, Sirey, París, 1948, pág. 59.
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¿Puede decirse que el notario ha incumplido con sus deberes?; ¿puede su con-
ducta ser objeto de sanción disciplinaria?; ¿aun puede caberle responsabilidad
civil por los perjuicios que ese contrato pudiera ocasionar a alguna de las par-
tes? En una primera aproximación contestaríamos en forma negativa a todas
esas preguntas.
Pero si profundizamos nuestro análisis y nos cuestionamos si en este caso
el notario ha cumplido acabadamente su función, ya la respuesta no nos resul-
ta tan simple.
En la descripción realizada en el ejemplo anterior, consideramos al notario
fedatario, mero autorizante del acto. En tal carácter ha cumplido con el deber
de imparcialidad pasiva, meramente receptiva, que deviene de su carácter de
funcionario ya que ha narrado lo percibido y lo ha volcado a la escritura, sin
introducir en su versión de los hechos la mínima alteración. Si hubiese obra-
do de otro modo habría incurrido en falsedad, es decir que no hubiera faltado
a la imparcialidad sino a la verdad16.
Quedarse en ese nivel superficial de análisis implica no adentrarse plena-
mente en la función del escribano sino considerarlo mero reproductor fiel de
documentos ya elaborados, en el cual en un futuro podrá ser reemplazado, se-
guramente con ventaja, por medios electrónicos que han de ser más seguros
DOCTRINA
rio, a la cual, sin embargo, son encomendadas otras y más importantes funciones,
de manera que, si la profesión del notario se reduce verdaderamente a la función
documental, su figura parece mutilada19.
———
(16) RODRÍGUEZ ADRADOS, op. cit., pág. 453.
(17) NÚÑEZ LAGOS, Rafael, Revista de Derecho Notarial, I-II, diciembre de 1953, pág. 110.
(18) RODRÍGUEZ ADRADOS, op. cit., pág. 457.
(19) CARNELUTTI, F., “La figura del notario” en Anales de la Academia Matritense del No-
tariado, tomo VIII, pág. 373.
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El notario es redactor, pero antes que redactor es consejero, mediador ju-
rídico. Su función incluye el deber de ilustrar a las partes sobre el contenido
equilibrio contractual
los deberes del escribano (art. 29 inc. d) ajustar su actuación, en los asuntos
que se le encomienden, a los presupuestos de escuchar, indagar, asesorar, apre-
ciar la licitud del acto o negocio a formalizar.
También dicho deber se impone en otros países como en España, donde el
artículo 1º del reglamento notarial de 1944 establece que el notario, como
profesional del Derecho, tiene la “misión de asesorar a quienes reclaman su
ministerio y aconsejarles los medios jurídicos adecuados para el logro de los
fines lícitos que aquellos se proponen”.
El deber de consejo es absoluto en cuanto es ineludible y debe ser prestado
aun cuando no sea expresamente requerido por el otorgante del acto. El nota-
rio no puede eludir el cumplimiento de este deber alegando que se ha limita-
do a dar forma auténtica a las convenciones de las partes20. Si bien, como de-
ber es absoluto, es relativo en su prestación individual, es decir, en la modali-
dad en la que ese deber debe concretarse respecto de cada sujeto en particu-
lar. Según las circunstancias, ese deber se atenúa o se agrava.
No es el mismo el rol que el notario debe desempeñar con relación al clien-
te experto o que concurre al acto con un asesoramiento profesional, que res-
pecto del que, desprovisto de toda competencia en el campo jurídico, confía
enteramente al notario el cuidado de sus intereses. Así lo ha declarado el XVI
Congreso Internacional del Notariado Latino (Lima, 1982), que estableció que
por lo que se refiere especialmente a la información el notario debe extremar su
diligencia respecto de la parte contratante que por cualquier razón puede consi-
derarse como parte más débil 21.
El deber de consejo tiene, entonces, una trascendencia especial cuando el
notario interviene en un contrato en el cual, por alguno de los motivos ya ana-
lizados en este trabajo, existe entre las partes una notable diferencia de poder
contractual. En este supuesto su obligación abarca, sin dudas, el advertir a la
parte más débil el alcance de cada una de las cláusulas del contrato e incluso
el de negar la inclusión de aquellas consideradas abusivas, ya sea por la ley po-
sitiva o por una corriente jurisprudencial constante.
———
(20) POULPIQUET, Jeanne de, La responsabilité civile et disciplinaire des Notaires, París,
1974, pág. 90.
(21) Conclusiones del Tema III, citado en Memorias de Cincuentenario de la UINL, por Jor-
ge A. Bollini, edición de la UINL.
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pina la naturaleza pública (ver infra X f.). Del modo en que el notariado asu-
ma este desafío no dejándose influir por las presiones externas depende su
imagen ante la sociedad y, por ende, su supervivencia25.
———
(22) BARALIS, Giorgio, “Atto publico e contratazione semplificata” en Rivista del Notariato,
1978, págs. 693 - 756.
(23) GONZÁLEZ ENRÍQUEZ, op. cit., pág. 681.
(24) XXII Congreso Internacional del Notariado Latino, despacho del Tema III, punto 6.
(25) XVI Congreso Internacional del Notariado Latino, despacho del Tema III, ya citado.
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Señalamos (ver supra VI b) al deber de información como uno de los pila-
res de la Defensa del Consumidor, hoy de raigambre constitucional en nues-
equilibrio contractual
dores se origina en la necesidad de regular el fenómeno novedoso de la con-
tratación en masa, cuyos efectos no pueden ser atendidos con los recursos tra-
dicionales. En la misma línea se impone también dictar normas que adecuen
el cumplimiento de los deberes propios de la función notarial a los requeri-
mientos de la contratación masiva.
Ya hemos descripto cómo la intervención del notario en un contrato de es-
tas características, aun cumpliendo fielmente sus obligaciones formales, pue-
de constituir una protección ilusoria para la parte más débil. Por tanto, se ha-
ce necesario articular los mecanismos para que esa protección sea efectiva.
Expondremos nuestras propuestas:
equilibrio contractual
IX. b. Obligatoriedad de la audiencia de asesoramiento y su formali-
zación documental
Basaremos este planteo en las enseñanzas del maestro Francisco Martínez
Segovia acerca de la función notarial. Dice Martínez Segovia que hablar de las
operaciones de ejercicio de la función notarial es referirse a cómo trabaja el no-
tario, cómo desarrolla su función, cómo se maneja su objeto y cómo procura al-
canzar sus fines, cómo se vale del medio objetivo30. Dentro de esas operaciones
de ejercicio distingue la interpretativa, la configurativa, la autenticante, la au-
torizante y la conservadora.
A diario en nuestras escribanías desarrollamos las cuatro últimas, ello
constituye, en definitiva, la rutina de nuestra labor. Pero, ¿cuál es la importan-
cia que conferimos a la operación interpretativa en tiempos de contratación
veloz, sobre todo cuando actuamos en contratos previamente elaborados por
una de las partes con los cuales la otra toma contacto en el acto de escritura-
ción? Ésta es una etapa trascendente, en la cual el negocio jurídico empieza a
tomar forma; es en esa oportunidad cuando pueden modificarse cláusulas pa-
ra lograr el deseado equilibrio contractual e incluso es en ese momento que el
aceptante, ante la imposibilidad de variar las estipulaciones puede decidirse a
no contratar.
Si el contacto del notario con las partes se limita al acto de firma de la es-
critura, el asesoramiento será escaso y el papel del notario como factor de
equilibrio casi nulo. Si agregamos que en la redacción del contrato el escriba-
no se limita a reproducir un modelo preformulado, la función notarial se
muestra, si bien formalmente cumplida, carente de utilidad para preservar la
configuración de un consentimiento libre, integrado por voluntades que se
han manifestado en paridad.
Dentro de la faz interpretativa, Martínez Segovia describe las etapas de: a)
Recepción: las partes exponen al notario sus intenciones y su pacto económi-
co. Éste indaga la voluntad de las partes; b) Dictamen: el escribano da su pri-
mera opinión técnica acerca de su competencia o incompetencia, aceptando o
———
(30) MARTÍNEZ SEGOVIA, Francisco, Función Notarial, Delta Editora, 1997, pág. 198.
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Una primera función que el notario como consejero jurídico de las partes
puede cumplir es influir en la redacción de los modelos de escrituras para eli-
minar cláusulas abusivas o leoninas, tratando de obtener un contrato equili-
———
(31) FERNÁNDEZ CASADO, cit. por Martínez Segovia, op. cit., pág. 202.
(32) LAGUERENNE, cit. por Martínez Segovia, op. cit., pág. 202.
(33) VALLET DE GOYTISOLO, Juan, “El Notario y la Contratación en la sociedad de ma-
sas”, Rev. del Notariado Español N° 109-110, 1980, pág. 226.
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brado. Esto, además de equilibrar a las partes, evitará al predisponente futuros
litigios.
equilibrio contractual
Sin embargo, los contratos celebrados en masa, en cuanto categoría con
perfiles distintos, requiere también soluciones originales.
En nuestra materia específica, entendemos que han de imponerse reglas
que aseguren que la labor de asesoramiento previo del notario se ha cumpli-
do. Sólo ellas permitirán que el notario, presionado muchas veces por los in-
tereses del predisponente, cumpla con eficacia este rol trascendente.
Como ejemplo de regulación tendiente al mismo fin, nos parece acertada
la normativa vigente en España, mediante la Orden del 5 de mayo de 1994, So-
bre la Transparencia de las Condiciones Financieras de los Préstamos Hipote-
carios, que luego de disponer en su artículo 3º la obligación del notario que
autoriza la escritura del préstamo hipotecario de colaborar con el prestatario
en su adecuada comprensión, en su artículo 7º establece que este prestatario
tendrá derecho a examinar el proyecto de escritura pública de préstamo hipo-
tecario en el despacho del notario, al menos durante los tres días hábiles ante-
riores a su otorgamiento34.
Asegurar que el aceptante del contrato, en este caso el tomador del prés-
tamo, cuente con anticipación con el texto de la escritura que podrá analizar
detenidamente, constituye un medio adecuado de protección de sus intere-
ses. Se evitará así que se enfrente en el acto de la firma de la escritura con un
texto compuesto por una diversidad de cláusulas que, por su cantidad y com-
plejidad, terminará aceptando y firmando sin comprender.
Sostenemos que, en materia de contratos de consumo y celebrados me-
diante condiciones generales negociales, debe imponerse al notario la obliga-
ción de mantener con la parte más débil una entrevista previa de asesora-
miento en la cual se le haga entrega del proyecto de escritura. Esta entrevista
debería celebrarse con una anticipación suficiente para permitir que el requi-
rente disponga del tiempo necesario para interiorizarse del contenido y alcan-
ce de las cláusulas que habrá de aceptar. Proponemos que dicho plazo sea de
3 días hábiles, tal como lo establece la citada norma española.
Para asegurar el cumplimiento de este recaudo deberá incluirse el deber
del notario de dejar reflejo documental de tal audiencia. Dado que se trata de
una medida de defensa del consumidor, tales prescripciones podrían emanar
———
(34) BOE del 11-5-94, contenido en Legislación Notarial, Ed. Tecnos, Madrid, pág. 315.
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equilibrio contractual
gir al notario, sin que éste le sea impuesto por alguien ajeno al acto.
De cualquier modo, se hace necesario regular ese derecho en el supuesto de
los actos en los que interviene más de una parte, ya que habrá que determinar,
dentro del principio de libertad, cuál de ellas tiene derecho a designarlo. En
general, se confiere el derecho de elección a la parte que tiene un mayor inte-
rés protegido por la actuación notarial37.
La ley 404, reguladora de la función en el ámbito de la Ciudad de Buenos
Aires38, establece quién tiene derecho a elegir al escribano, salvo convención en
contrario de las partes u ofertas públicas, entre otros supuestos, de la siguien-
te manera: 1) En las primeras ventas de inmuebles sometidos a Propiedad
Horizontal o a otros regímenes que generen la retención de documentación
legitimante […] tienen derecho a elegir al escribano los transmitentes39. 2) En
las constituciones de hipotecas u otras garantías, la elección corresponde a los
acreedores40. 3) En las cancelaciones de hipotecas u otras garantías, la elección
corre por cuenta de los deudores41.
Se observa en estas pautas una combinación entre el criterio del mayor in-
terés protegido y motivos de celeridad en el tráfico escriturario. Analizaremos,
en particular, algunos casos a la luz de la defensa del consumidor.
———
(36) En este sentido se alude al “escribano de cabecera” (ver Revista del Notariado N° 836.
Nota Editorial).
(37) Conf. MARTÍNEZ SEGOVIA, Francisco. Según este autor, “El factor genérico que sir-
ve para decidir el derecho de elección es el mayor interés protegido por la actuación notarial”. Sin
embargo, luego de analizar por qué eligen al escribano la parte compradora y la acreedora, agre-
ga que deben distinguirse los casos en los cuales “[…] el más fuerte impone su voluntad al más
débil […]” (Martínez Segovia, Francisco, op. cit., págs. 116 y 117).
(38) Ver art. 27 ley 404.
(39) Art. 27 inc. a) punto III.
(40) Art. 27 inc. c).
(41) Art. 27 inc. d), salvo el caso de la primera venta relacionada, entre otros.
68
pág.
casos, el notario no podía añadir una letra; congestión del trabajo en megano-
tarías en las que el asesoramiento se torna ilusorio y aun la inmediación se
convierte en una ficción; varias escrituras celebrándose en forma simultánea
ante el mismo notario en la sede de la entidad financiera constituyen una rea-
lidad poco alentadora.
Como lo hemos señalado ut supra (VII), entendemos que estos contratos
se encuentran incluidos en la Ley de Defensa del Consumidor, que atribuye al
Banco Central la obligación de proveer los medios de defensa de los consumi-
dores. En la práctica, el organismo de contralor se limitó a imponer a las enti-
dades de crédito un modelo de contrato de mutuo hipotecario que parece un
paradigma de cláusulas abusivas, por lo que debemos articular procedimien-
tos que conviertan esa protección en una realidad.
Si aplicáramos al caso la regla del mayor interés protegido, no cabe duda de
que corresponde al Banco que entrega su dinero escoger de su nómina, mu-
chas veces escasa, al escribano que va a autorizar la escritura.
Reiteramos que los contratos prerredactados y de consumo son un fenó-
meno especial y, por tanto, requieren del derecho soluciones distintas de la re-
gla. En consecuencia, propiciamos que para lograr una efectiva protección a
Rev. del Not. 870
equilibrio contractual
dan lesionar la dignidad inherente al ejercicio de la profesión […]”45
Sobre el punto es ilustrativo lo establecido en el artículo 142 del Reglamen-
to Notarial Español, que dice: “Los Notarios, en aras de su deber de imparciali-
dad, cuidarán de que se respete el derecho de libre elección de Notario. En los ac-
tos y contratos que hayan de otorgarse por varias personas la elección de Notario
corresponderá, en defecto de pacto, a quien de ellas deba satisfacer los derechos
arancelarios o la mayor parte de los mismos.
No obstante lo dispuesto en el párrafo anterior, en las transmisiones onero-
sas de bienes o derechos realizadas por quien se dedique a ello habitualmente,
o bajo condiciones generales de contratación, el derecho de elección de Notario
corresponderá al adquirente […]”
“Los Notarios se abstendrán de facilitar toda práctica que implique la impo-
sición de Notario por una de las partes con abuso de derecho, o de modo antiso-
cial o contrario a las exigencias de la buena fe contractual […]” La regla gene-
ral de conferir la facultad de elegir a quien paga el servicio (lo que puede re-
sultar más justo que otorgárselo a quien puede celebrar con el notario de nó-
mina cualquier acuerdo respecto de honorarios que serán pagados por otro),
se quiebra frente al contrato desigual: aquel en que una de las partes es habi-
tualista (el “profesional” de nuestra legislación de Defensa del Consumidor) o
cuando se utilizan condiciones generales de la contratación. Esta excepción
obedece, como es obvio, a preservar el derecho de la parte más débil a la elec-
ción del notario como un modo más de ayudarlo a reestablecer el equilibrio
contractual.
ción dominante, vulnerando el derecho a la libre elección del notario que au-
torizará la escritura que instrumenta ese contrato. En este supuesto, el abuso
de poder contractual se agrava ya que la elección no es efectuada por ninguna
de las partes del contrato, sino por la entidad financiera, un tercero ajeno al
mismo.
Esta distorsión se agudizó a través de la oferta de honorarios reducidos co-
mo aliciente para estimular al tomador del crédito a utilizar los servicios del
escribano propuesto por el banco. Analizaremos la influencia del honorario li-
bre como mecanismo de distorsión en esta materia. (infra X. 2).
La gravedad de esta cuestión fue señalada repetidamente por el notariado
nacional y al respecto se generaron interesantes pronunciamientos de tipo éti-
co. Uno de los más importantes fue el de la Capital Federal de fecha 29 de se-
tiembre de 1998, donde se resolvió que se considera “falta de ética la actitud de
un escribano en el desplazamiento de un colega legítimamente designado en
un boleto de compraventa fundando su proceder en las normas impuestas por
una entidad bancaria y justificando estas últimas con expresiones que a la vez
denotan desconocimiento de las normas vigentes […]”46
Esta preocupante situación generó el dictado en el orden nacional de la ley
25093, que dispone en su artículo 1º: “En el acto de la firma de las escrituras
DOCTRINA
Creemos que la mención expresa a las normas sobre defensa del consumidor
y de defensa de la competencia autoriza a sostener que los organismos admi-
nistrativos encargados de velar por esos derechos son competentes para inter-
venir en caso de infracción por parte de las entidades financieras. Por supues-
to sus resoluciones estarán sujetas a la pertinente revisión judicial.
———
(46) Revista del Notariado N° 852, pág. 87.
71
pág.
X. 1. d. Cancelación de hipotecas y otras garantías
Nos parece adecuado en este punto el criterio establecido por la ley 404 de
equilibrio contractual
ner la libre disponibilidad de su inmueble o aun de consolidar el derecho de
propiedad sobre su vivienda. Por el contrario, para la entidad financiera se tra-
ta de un trámite administrativo más en su actividad habitual.
Por las mismas causas en que lo proponemos para los contratos de présta-
mos, propiciamos que respecto de las cancelaciones de hipotecas u otros de-
rechos de garantía que deban ser otorgadas por quienes ejerzan la actividad fi-
nanciera en forma habitual, se conceda al deudor el derecho a la elección del
notario, mediante una norma imperativa, que reste eficacia a los pactos que
se establezcan en su contra.
X. 1. e. Contratos de leasing
Este contrato no ha tenido aún en nuestro país el desarrollo alcanzado en
otros como modo de adquisición de la vivienda. Sin embargo, esto puede re-
vertirse próximamente dada la actual situación de falta de financiamiento pa-
ra tales fines. Debe tenerse en cuenta, además, que se trata de una materia en
la cual el notario deberá intervenir desde la misma celebración, ya que la ley
vigente –25248– impone, desde esa instancia, la exigencia de la escritura pú-
blica.
Coincidimos con lo dispuesto por la ley 404 de la ciudad de Buenos Aires,
que para este contrato concede al dador el derecho a elegir al notario para los
supuestos de contratos celebrados entre pares, pero cuando se trata de un
contrato celebrado por un “profesional”, el que, por lo general, se encontrará
alcanzado por la Ley de Defensa del Consumidor, entendemos, por similares
motivos a los desarrollados respecto de los contratos de mutuo con garantía
hipotecaria, que el notario debe ser designado por el tomador.
La pérdida del orden público del arancel, dispuesta en primer término pa-
ra la Capital Federal por el decreto 2284/91 y extendida luego a la mayoría de
las demarcaciones del país, no ha contribuido a fortalecer a nuestro notariado,
sino todo lo contrario. La realidad cotidiana demuestra que gran parte de las
consultas giran en torno de las tarifas y de la posibilidad de reducirlas, lo que
atenta contra la buena prestación del servicio ya que prima el valor costo so-
bre las cualidades que garantiza aquél.
Excede el ámbito de este trabajo considerar a fondo el tema del arancel no-
tarial, que ya ha sido considerado en profundidad, teniendo en cuenta la na-
turaleza pública de la función notarial47.
Una tarifa determinada y de orden público contribuye a que la elección
del notario por parte del consumidor sea libre ya que éste elegirá sobre bases
genuinas, al que considere más idóneo.
La citada ley 404 de la Ciudad de Buenos Aires, como en tantos otros te-
mas, marca un retorno a los principios que deben regir la función, al determi-
nar expresamente que “los aranceles notariales serán determinados por ley”48.
Cabrá al respectivo colegio, encargado por la ley de proyectar la correspon-
diente normativa, elaborar los mecanismos que permitan erradicar las prácti-
cas que no sólo dañan al consumidor sino que deterioran elementales princi-
DOCTRINA
pios éticos.
Un arancel determinado y de orden público constituye una efectiva pro-
tección al consumidor y preserva el derecho a la libre elección.
que permitiría a los profesionales pactar con sus clientes los honorarios a pa-
gar por sus servicios. Es decir que el profesional evaluaría libremente el costo
de sus servicios acorde con la tarea a realizar, y sus requirentes, convertidos
ahora en clientes, decidirían con libertad si estaban dispuestos a pagarlos.
———
(47) CARMINIO CASTAGNO sostiene que se trata de una “tasa retributiva de un servicio
de naturaleza pública que por ende no debe estar alcanzada por la desregulación” (Rev. Col. Esc.
Entre Ríos Nº 171, pág. 47).
(48) Artículos 25 de la ley 404 y 74 del decreto reglamentario 1624/00.
73
pág.
Como consecuencia del proceso desregulatorio, las entidades financieras se
permitieron fijar los honorarios notariales según sus propios cálculos econó-
equilibrio contractual
X. 3. b. La conducta de las entidades financieras respecto de la designación
del escribano y la Defensa de la Competencia
Cuando se dicta la ley de Defensa de la Competencia 25156, sancionada el
25 de agosto de 1999, que derogó la ley 22262, se incorporaron conceptos ju-
rídicos que hasta ese momento sólo se conocían como nociones exclusiva-
mente económicas. Se introducen, con relevancia jurídica, conceptos tales co-
mo “posición dominante”, “concentración económica”, “competencia sustan-
cial”, “mercado relevante”.
La Defensa de la Competencia tiene hoy sustento constitucional en virtud
de la ya citada disposición del art. 42 de la Carta Magna, y así fue considerado
en forma expresa por el decreto 1019/99 que aprobó con veto parcial la ley
25156.
Es fundamental comenzar el análisis del tema que nos ocupa señalando
que el fin que enuncia el artículo primero es tutelar el “interés económico ge-
neral”, cuyo alcance fue objeto de interpretación, vigente la ley 22262, por la
Corte Suprema de Justicia de la Nación, que dijo: “para configurar las conduc-
tas de las que ‘pueda resultar perjuicio para el interés económico general’, no re-
quiere necesariamente que ese gravamen exista sino que tal proceder tenga apti-
tud para provocarlos, pues de otra manera no se advierte qué sentido tendría el
modo verbal empleado” 49.
Cuando por diversas maniobras se induce al particular a elegir a un profe-
sional que no conoce de la nómina impuesta por la entidad financiera, es fá-
cil deducir que el interés del particular y el interés económico de los profesio-
nales que no integran esa nómina se vulnera de una u otra forma. La conduc-
ta criticada “no debe ser medida en términos rigurosamente nacionales, pues
basta que se vea restringida o distorsionada la libre concurrencia al mercado re-
levante en un modo que perjudique los intereses de la comunidad que se benefi-
cia en él, lo que acaece cuando ella se ve privada de la posibilidad de obtener los
réditos derivados de su correcto funcionamiento” 50.
———
(49) CS. 1993/11/23. “A. Gas S. A. y otros c. AGIP Argentina S. A. y otros”, La Ley, 1994-C.,
pág. 278.
(50) CS. 2001/10/11. “Cámara Argentina de Empresas de Servicios Jurídicos Prepagos s/ de-
nuncia c. Colegio de Abogados de San Nicolás”.
74
pág.
mercado inmobiliario.
c) Competencia sustancial. Es la competencia con un acceso abierto al mer-
cado donde el juego de la oferta y la demanda determinen sus condiciones51.
d) Posición dominante colectiva: Se da cuando “una o más personas goza de
posición dominante” (art. 4 de la ley 21156) sin existir competencia efectiva en-
tre ellas, ni sustancial con terceros.
El artículo 2 de la ley 25156, al precisar la “posición dominante”, describe
las prácticas restrictivas de la competencia y, en su parte pertinente, las tipifi-
ca como: “[...] inciso f) Impedir, dificultar u obstaculizar a terceras personas la
entrada o permanencia en un mercado o excluirlas de éste; [...] inciso i) Su-
bordinar la venta de un bien a la adquisición de otro o a la utilización de un
servicio, o subordinar la prestación de un servicio a la utilización de otro o a
la adquisición de un bien; [...] inciso k) Imponer condiciones discriminatorias
para la adquisición o enajenación de bienes o servicios sin razones fundadas
en los usos y costumbres comerciales; [...] inciso m) Enajenar bienes o prestar
servicios a precios inferiores a su costo, sin razones fundadas en los usos y cos-
tumbres comerciales con la finalidad de desplazar la competencia en el merca-
do o de producir daños en la imagen o en el patrimonio o en el valor de las
Rev. del Not. 870
equilibrio contractual
Consideramos, por tanto, que las prácticas de las entidades financieras
tendientes a imponer a determinados notarios en los actos en los que no son
parte, aun cuando como consecuencia de estas prácticas obtengan el consen-
timiento del tomador del préstamo al respecto, configuran una violación a
las normas de defensa de la competencia, violan el artículo 42 de la Constitu-
ción Nacional, la ley 25156 y la específica ley 25093.
En consecuencia, estas conductas son susceptibles de ser denunciadas a los
organismos administrativos competentes y, además, facultan a los perjudica-
dos a interponer la acción de amparo prevista por el artículo 43 de la Consti-
tución Nacional52. Al respecto debe considerarse que, tanto la doctrina como
la jurisprudencia, coinciden en considerar a la acción de amparo como vía de
excepción.
El amparo, al igual que los procesos constitucionales en general, se diferen-
cia de los procesos ordinarios por la finalidad que persigue y la materia trata-
da, ya que fueron armados para garantizar la supremacía constitucional y pro-
teger de manera sencilla, rápida y eficaz los derechos del hombre53.
Si bien el mencionado art. 43 de la Constitución prevé como requisito pre-
vio a la admisión de la acción de amparo “[...] que no exista otro medio judi-
cial más idóneo [...]”, no debemos considerar que es preciso agotar la vía ad-
ministrativa, ya que esto sería una desviación interpretativa. Al respecto, Au-
gusto M. Morello ha considerado que tal interpretación es incongruente e in-
justa, pues un instituto público cuyo objeto es la brevedad procesal que con-
tiene la esencia de la urgencia no puede esperar el cumplimiento de plazos ad-
ministrativos prolongados54.
La existencia de otros caminos judiciales debe justificar su “idoneidad” pa-
ra proteger el derecho tutelado con la rapidez y eficacia que justifica la inter-
posición de la acción de amparo, pues si su aplicación por el tiempo que in-
sumen puede causar un perjuicio irreparable, debe prevalecer el criterio de
———
(52) Ley 16986. CPCC art. 321 inc. b). Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Ai-
res, art. 14. Constitución de la Pcia. de Bs. As., arts. 15 y 20 inc. 2).
(53) BIDART CAMPOS, Germán J. y otros, El Amparo Constitucional, Ed. Depalma, Bs. As.,
1999, pág. 95.
(54) MORELLO, Augusto M. y VALLEFÍN, Carlos A., El amparo. Régimen Procesal, Ed. Li-
brería Editora Platense S. R. L., 3ª edición, Bs. As., 1998, pág. 31.
76
pág.
bleció “[....] la autorización de escrituras que hayan de ser otorgadas por los Ban-
cos, Cajas de Ahorro y entidades asimiladas, habrá de verificarse en la propia ofi-
cina notarial”. En su fundamentación se puede leer que se pretende lograr que
el notario preste su función notarial en su propio despacho ya que tiene “un
especial deber de asesoramiento a la parte más débil en el contrato”, todo ello
en miras a que el notario “no aparezca como una figura más dentro del engra-
naje de la entidad bancaria” 57.
Proponemos al respecto que se dicte una norma imperativa que imponga
la obligación de que, en los contratos con condiciones negociales generales y
los contratos de consumo, la escritura deba otorgarse en la sede de la notaría.
Aspiramos a que el acto se celebre en un ambiente en el cual, el escribano, res-
ponsable del proceso de escrituración, cumpla con sus operaciones de ejerci-
cio sin encontrarse presionado por influencias extrañas. De este modo, el con-
sumidor se sentirá en una mayor relación de paridad con la contraparte.
Ello se impone cada vez que se analizan temas vinculados con la función no-
tarial por la importante labor que compete a éstos como entidades regulado-
ras de la misma.
———
(55) MORELLO, ídem, pág. 32.
(56) La ley 404 de la Ciudad de Buenos Aires, en el art. 124. inc. w) incluye entre las atribu-
ciones del Colegio de Escribanos la de “Ejercer, con exclusividad, la representación de los escri-
banos de la Ciudad”.
(57) Citada en “Reglamento, Organización y Régimen del Notariado”, pág. 232.
77
pág.
Queremos ahora señalar algunas actividades específicas que ellos pueden
realizar en la materia:
equilibrio contractual
quieran. Esta tarea no puede ni debe reemplazar a la labor de asesoramiento
propia del notario sino que debe ser su complemento.
• Ejercicio de la función de superintendencia para asegurar el cumplimien-
to de las normas protectoras de los consumidores en cuestiones relacionadas
con la actividad de los notarios.
A lo largo de este trabajo consignamos varias propuestas, tales como la
obligatoriedad de celebrar una audiencia previa de asesoramiento con su res-
pectivo reflejo documental, la obligación del notario de entregar al consumi-
dor proyecto de escritura, la obligación de autorizar este tipo de escrituras en
la sede de la notaria, eliminar la competencia de costos, etcétera. Todas ellas
serían meras ficciones si no se articulan los medios de control y de eventual
sanción que aseguren su efectivo cumplimiento.
• Creación de mecanismos de protección al consumidor del servicio nota-
rial.
Analizamos (supra VII a) los motivos por los cuales la Ley de Defensa del
Consumidor ha excluido de su ámbito la labor de los profesionales sujetos a
colegiación. También hemos dicho que para que esa exclusión no implique
privar a quien recurre a los servicios de un escribano de una efectiva protec-
ción se hace necesario que los colegios generen mecanismos específicos.
Proponemos al respecto organismos que estén a disposición del público
para atender sus inquietudes, a los que se pueda acceder con facilidad sin ne-
cesidad de trámites burocráticos y que traten de nivelar la situación del requi-
rente frente al notario, quien en este contrato de servicios profesionales es el
“experto” y, por ende, goza de mayor poder contractual.
Habría que pensar en una actividad mediadora de los colegios y aun en
procedimientos arbitrales ágiles que aseguren una real protección.
• Convenios con entidades financieras
No cabe duda de que en la relación con los grandes dadores de trabajo no-
tarial, y en nuestro medio las entidades financieras lo son, las posibilidades de
fijar sus condiciones por parte del notario, en este caso la parte más débil, son
escasas.
Por ello, en esa materia los colegios notariales pueden cumplir una impor-
tante labor. Como defensores de los intereses de sus colegiados pueden cele-
brar convenios con entidades financieras que aseguren el cumplimiento de de-
78
pág.
terminadas pautas que a lo largo de este trabajo hemos señalado como nece-
sarias para una buena prestación del servicio notarial.
Un ejemplo digno de imitar en esta materia son los acuerdos celebrados en
el ámbito de la Capital Federal, entre el respectivo colegio y varias entidades
bancarias. Ellos han tenido como finalidad principal garantizar que los consu-
midores de créditos elijan al escribano de su confianza, tanto para la instrumen-
tación del crédito como para la de la compraventa inmobiliaria celebrada en
forma simultánea58. El cumplimiento de los convenios fue, a su vez, verificado
por una Comisión Fiscalizadora creada ad hoc.
Estas iniciativas constituyen un medio para preservar el derecho de los con-
sumidores y a la vez resguardar los intereses profesionales59.
• Ejercicio de las acciones tendientes a la defensa de la competencia
Señalamos (supra X. 3. b) que determinadas conductas de los grandes pro-
veedores de trabajo notarial, en especial las entidades financieras, pueden
atentar contra las normas de defensa de la competencia y que los colegios no-
tariales se encuentran legitimados para, en ejercicio de la facultad de defensa
gremial de sus miembros, promover las acciones que tal legislación prevé. En
la medida en que ejerzan este derecho habrán no sólo protegido los legítimos
intereses de sus colegiados, sino contribuido a que no se distorsione la presta-
DOCTRINA
ción del servicio como consecuencia de una concentración del trabajo notarial
que atentará contra el cumplimiento de la labor asesora y de la inmediación.
———
Rev. del Not. 870
(58) Se suscribieron entre el año 2000 y el 2001 con los Bancos Itaú Buen Ayre S. A., Coma-
fi S. A., Hipotecario S. A., Suquía S. A. y Société Generale S. A.
(59) Al respecto se ha dicho que a partir de estos convenios “comienza a desarrollarse una
importante función del escribano que es la de asesoramiento y […] revitaliza funciones y prin-
cipios esenciales de la profesión como […] la mediación […]” Además, que “el desafío más im-
portante es ampliar la oferta de trabajo hacia todos los escribanos” (en “El usuario elige a su es-
cribano de confianza”, Reseña Notarial cit., pág. 15).
(60) Cám. Nac. Civ., Sala D. Autos: “G. J. c/ I. de F. D.”, del 17-5-84. LL Secc. Reseña Fallos-
562. S 36.815. Cám. Nac. Civ., Sala D. Autos: “B. O. E. c/ R. A.”, del 31/8/1982, en Rev. del No-
tariado, 789- 831.
79
pág.
hacer registral en orden a la oportuna inscripción del documento en caso de
corresponder.
equilibrio contractual
se pretenden introducir términos o cláusulas que pueden resultar abusivas, to-
da vez que atribuyen unilateralmente derechos y facultades exorbitantes a una
de las partes, introducen restricciones injustificadas y perjudican de manera
inequitativa a la otra, generando una situación de desequilibrio entre los de-
rechos y obligaciones de ambos contratantes61.
Así por ejemplo, y en una rápida enunciación, las cláusulas que regular-
mente son incorporadas por los bancos para establecer un régimen único de
créditos hipotecarios para la vivienda, a fin de facilitar su securitización, pro-
curando “estandarizar” la instrumentación de este tipo de operatoria; las cláu-
sulas penales exageradas; las que excluyen la excepción de incumplimiento o
bien impiden obtener la compensación entre obligaciones de las partes; o bien
cuando se pretende estipular un resarcimiento exorbitante para el supuesto de
inejecución; casos de compra de unidades funcionales nuevas, destinadas a vi-
vienda, especialmente aquellas que forman parte de nuevas urbanizaciones
(complejos residenciales, barrios privados o clubes de campo), donde el desa-
rrollador se asegura el control del emprendimiento sin injerencia de los co-
propietarios, eludiendo el razonable control que a ellos corresponde.
Puede suceder que la posible calificación de una cláusula como abusiva o
vejatoria ya haya sido determinada por la norma; así la ley 24240 enuncia co-
mo tales a aquellas que limiten la responsabilidad por daños y las que conten-
gan preceptos que impongan la inversión de la carga de prueba, en perjuicio
del consumidor, sancionando la invalidez de éstas, aun manteniendo su efica-
cia el resto del contrato62.
Sin embargo, la misma norma introduce dos cláusulas abiertas que orien-
tan la interpretación y presuponen un régimen de control judicial; son a)
aquellas que desnaturalizan las obligaciones y b) las que importen renuncia o
restricción a los derechos del consumidor; tal enunciación supone en sí mis-
ma la expresión de cláusulas abusivas y, además, brinda un criterio orientador,
calificador y de vital importancia para la tarea de asesoramiento que debe
cumplir el escribano.
———
(61) Cám. Nac. Com., Sala B, 29/5/1987. Autos: “P. Campanario S. A. v/ Plan Óvalo S. A. de
Ahorro para Fines determinados” J. A. 1999 II 15.
(62) Art. 37 ley 24440, STIGLITZ, Gabriel A. y STIGLITZ, Rubén S., Derechos y Defensa de
los Consumidores, op. cit., pág. 280.
80
pág.
partes que, ante esta tarea de asesoramiento dada y no obstante insistirse en los
términos de la contratación, se lo exima de responsabilidad?
Debe aclararse que el planteo se ciñe a la responsabilidad civil que puede
caber al notario, sin perjuicio de la responsabilidad disciplinaria o de otro ti-
po en que pueda verse incurso en virtud de su intervención.
Hecha la mención, a fin de elucidar el problema y determinar el alcance de
la responsabilidad que puede caber al escribano, derivada de los distintos su-
puestos contenidos en el art. 37 de la ley 24240, es preciso partir de una no-
ción previa, cual es la que los escribanos prestan su servicio con causa en el re-
querimiento hecho por el cliente, siendo que la convención así celebrada en-
marca su intervención frente a las partes otorgantes del acto. En tal sentido, la
jurisprudencia y doctrina mayoritariamente se han inclinado a calificar como
de naturaleza contractual la responsabilidad del escribano frente a las partes
otorgantes, no así frente a terceros ajenos al acto, respecto de quienes su actuar
reprensible será susceptible de responsabilidad extracontractual63.
Ahora bien, en el marco de lo normado por la ley 24240, la autorización
por el escribano de documentos que contengan cláusulas calificadas por la
misma norma como abusivas, es decir, las que limiten la responsabilidad por
Rev. del Not. 870
———
(63) Cám. Nac. Civil, Sala K, 1999/10/18: “P. S. c/ V. E.” 2000-II-479. Cám. Nac. Civil, Sala A:
“Patria Cía. de Seguros c/ B. R. J. M.”, en L. L. T. 1999-B, pág. 16, con nota de Rubén Com-
pagnucci De Caso, en la que hace un ilustrado análisis de las distintas posturas. Es interesante la
lectura de las conclusiones presentadas por la comisión II de la X Convención Notarial de la Ca-
pital Federal –mayo 1981– como también las brindadas en las Primeras Jornadas Provinciales
de Derecho Civil, Mercedes, Pcia. de Bs. As. –agosto 1981– y Primeras Jornadas Sanjuaninas de
Derecho Civil –octubre 1982–.
81
pág.
daños o impongan la inversión de la carga de la prueba, importaría violar un
“deber legal”, generando consecuentemente su responsabilidad (contractual
equilibrio contractual
asesoramiento profesional. Brindado por escribano, corresponderá a éste ac-
tuar con la debida prudencia y diligencia, consultando y cotejando opiniones,
analizando las circunstancias particulares que pueda revestir el caso y resol-
viendo, en definitiva, de acuerdo con la evaluación e interpretación cumpli-
das, sobre el posible contenido abusivo de alguna cláusula.
No creemos que este deber así definido sea de resultado65, en tanto se en-
tienda que el resultado es la “certeza” de opinión o calificación dada frente a
un eventual planteo judicial sobre el contenido abusivo de una cláusula. No
hay duda de que en estos casos hay un alea, eventualidad, o en definitiva “in-
certidumbre” por la existencia de opiniones divergentes, que impone al nota-
rio obrar con la máxima mesura.
Siguiendo esa línea de ideas, creemos que el deber de asesoramiento ante
este especial tipo de cláusulas (nos referimos a las llamadas cláusulas abiertas)
se presenta como una obligación de hacer, inherente al servicio que se requie-
re del escribano como profesional conocedor del derecho, cuya fuente deriva
de las propias disposiciones contenidas en la “Ley de Defensa al Consumidor”.
En el asesoramiento brindado por el escribano, “prestador”, éste debe poner a
disposición del usuario el conocimiento experto que posee; justamente es el
conocimiento lo que coloca al profesional en una situación “dominante” fren-
te al cliente, en un grado de “desigualdad negocial”, pues el usuario, por regla,
se encuentra en una situación de “dependencia cognoscitiva”66; pero, asesora-
do debidamente, el deber de información al usuario se cumple, y la “depen-
dencia cognoscitiva” no subsiste.
En síntesis, la obligación de asesoramiento e información que conlleva la
interpretación de las llamadas “cláusulas abusivas abiertas” importa una obli-
———
(64) BUSTAMANTE ALSINA, Teoría General de la Responsabilidad Civil Nº 966, págs.
339/340. A modo de ejemplo, sería el caso en el que un escribano requiere un certificado de
dominio para una operación de venta y el Registro Inmobiliario, en su despacho, informa erró-
neamente la inexistencia de gravámenes, de tal suerte que el escribano autoriza la venta como
libre de ellos, con el consecuente perjuicio que su vigencia frente al nuevo adquirente ello deri-
va.
(65) En contra de esta opinión: Bueres, Alberto J., Responsabilidad Civil del Escribano, Bs.
As., Hammurabi, pág. 84.
(66) ALTERINI-LÓPEZ CABANA, La debilidad jurídica en la contratación contemporánea.
Derecho de Daños, Ed. La Ley S. A., 1992.
82
pág.