Monopolio Comercial

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Fund.

De Historia Social Dominicana


Asignatura

Oliver Ramos Almonte


Profesor

Diferentes Temas
Tema

Kimberlyn K. Mejia Beltre Cristofer Emilio Garrido Jiménez


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Matricula Matricula
100628123 100628122

José David Contreras Benny Manuel Reyes Mesa


Alumno Alumno
Matricula Matricula
100624666 100586617

13/10/2021
Fecha
INTRODUCCION

Durante el siglo XVIII, al asumir el trono del imperio españ ol el reformismo


borbónico impulsó una serie de medidas administrativas, militares y
comerciales para afianzar el control político y econó mico de sus dominios
americanos. Respecto del comercio, hasta entonces, la corona españ ola había
intentado ejercer un fé rreo monopolio comercial mediante el llamado sistema
de flotas y galeones.

No obstante, el crecimiento de las colonias, el aumento de sus necesidades


materiales, el desarrollo industrial de Inglaterra y la producció n masiva de
bienes manufacturados, tendieron a debilitar el monopolio comercial e
incentivar el contrabando. Como un modo de adecuarse a los nuevos tiempos,
de controlar las relaciones comerciales de las colonias y de incrementar la
producció n industrial peninsular, los borbones se vieron obligados a aprobar
una serie de disposiciones que permitieron un contacto comercial má s fluido
entre Españ a y sus colonias. En este contexto, el siglo XVIII implicó para chile
la apertura de rutas comerciales alternativas como la ruta por el cabo de
hornos o la ruta por el virreinato de la plata.

Asimismo, en la dé cada de 1740 se introdujeron los navíos de registro que


pusieron fin al sistema de flotas y galeones y en 1778 se implementó un
decreto de libre comercio entre amé rica y los distintos puertos españ oles. Este
decreto no pretendió abrir los mercados americanos a las potencias
extranjeras, sino todo lo contrario. Su objetivo fue disminuir el contrabando,
canalizando el comercio extranjero y la actividad marítima a travé s de los
puertos españ oles.
MONOPOLIO COMERCIAL

El monopolio comercial es una situació n en donde solo una organizació n controla


todo el comercio con otro país o á rea geográ fica.

Uno de los ejemplos má s conocidos es el monopolio comercial que Españ a impuso


a sus colonias en América. En este contexto, los habitantes de América só lo podían
comerciar con barcos españ oles autorizados, y cualquier otra transacció n con otro
país u organizació n estaba prohibida.

Cabe señ alar que las ventajas del monopolio comercial solo corresponden a una
mayor recaudació n de parte de los dueñ os del monopolio, mientras que los
comerciantes independientes y también los consumidores son los perjudicados por
la falta de competencia.

CARACTERÍSTICAS DEL MONOPOLIO COMERCIAL ESPAÑOL

El monopolio comercial se garantizaba a través de los siguientes mecanismos:

1. Control oficial: Una organizació n que se llamó “La Casa de la Contratació n” se


encargaba de defender el monopolio y controlar los asuntos comerciales con
América.
2. Colaboració n privada: La Casa de Contratació n contó con la colaboració n de un
gremio de comerciantes a los que se les dio el privilegio exclusivo de comerciar con
América.
3. Ú nico puerto: Se centralizó el comercio en un ú nico puerto, el de Sevilla. Esto
facilitaba el control del trá fico y el pago de impuestos.
4. Navegació n protegida: Para evitar robos y accidentes se obligó a que la navegació n
fuera en convoy, con escolta militar y rutas fijas.

A pesar de lo anterior, el contrabando hacía difícil mantener el monopolio.

LA CASA DE CONTRATACIÓN DE 1519

Mediante real cédula, el 20 de enero de 1519, se creó en Sevilla la Casa de


Contratació n, organismo rector del comercio peninsular con las Indias. Contó
inicialmente con un tesorero, un factor y un escribano-contador para controlar el
movimiento de personas y bienes hacia las nuevas tierras. A partir de ese
momento todo el comercio de exportació n e importació n con América quedaría
centralizado en Sevilla. Asimismo, la Casa de la Contratació n fiscalizaría todas las
embarcaciones con destino a las colonias o procedentes de ellas que,
necesariamente, debían zarpar o rendir viaje en la capital sevillana con el objeto de
facilitar dicho control.

La elecció n de Sevilla como sede de la Casa de Contratació n está relacionada con la


designació n del puerto de Guadalquivir como ú nico punto para las mutuas
transacciones entre la península y las indias.

REFORMAS BORBONICAS

Artículos principales: Reglamento de libre comercio (1778) y Reformismo


borbó nico.

El crecimiento de las colonias, el aumento de sus necesidades materiales, el


desarrollo industrial de Inglaterra y la producció n masiva de bienes
manufacturados, tendieron a debilitar el monopolio comercial e incentivar el
contrabando. Como un modo de adecuarse a los nuevos tiempos, de controlar las
relaciones comerciales de las colonias y de incrementar la producció n industrial
peninsular, los Borbones se vieron obligados a aprobar una serie de disposiciones
que permitieron un contacto comercial má s fluido entre Españ a y sus colonias.

1717: TRASLADO DE LA CASA DE CONTRATACIÓN A CÁDIZ

En 1680 se decidió que los barcos que viniesen de América se pudieran despachar
tanto en Cá diz como en Sevilla. La Casa de la Contratació n permaneció en el mismo
lugar hasta que fue trasladada oficialmente a Cá diz en 1717.

1740: EL NAVÍO DE REGISTRO

La primera medida del reformismo borbó nico en el plano comercial consistió en la


implantació n de la derrota libre, y del llamado "navío de registro", a partir de 1740.
A partir del sistema de navíos de registro, los comerciantes, tras solicitar la
autorizació n correspondiente, podían cruzar el Atlá ntico por iniciativa propia,
reemplazando de este modo a las tradicionales flotas. Este sistema suprimió
innumerables trá mites burocrá ticos y agilizó el envió de barcos mercantes,
aumentando el intercambio comercial entre América y la Metró poli.

1765: FIN DEL MONOPOLIO DE SEVILLA

El decreto de libre comercio de 1765 autorizó el comercio interno entre 5 islas del
Caribe: Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico, Trinidad y Margarita, con nueve puertos
de la metró poli: Cá diz, Sevilla, Má laga, Alicante, Barcelona, Cartagena, Santander,
La Coruñ a y Gijó n, eliminá ndose también los derechos de palmeo. En 1768, las
nuevas normas reservadas al Caribe se hicieron extensivas también a Luisiana y,
en 1770, a Yucatá n y Campeche.

1778: REFORMA DEL MONOPOLIO

A comienzos de 1778, se abrieron al comercio libre, Perú , Chile y el Río de la Plata;


en Españ a, Almería, Tortosa, Palma de Mallorca y Santa Cruz de Tenerife en
Canarias.2

El 12 de octubre de 1778 se dispuso el libre comercio entre los puertos de América


y los de Españ a, aunque se mantuvo la prohibició n de negociar con puertos no
españ oles sin permiso real, y se siguió negando a las colonias la posibilidad de
comerciar entre ellas con productos que pudieran competir con las mercancías
elaboradas en Españ a. Si bien en términos generales el comercio aumentó , las
colonias se vieron sumidas en una balanza de pagos negativa. Este reglamento se
complementa con una serie de medidas que se van implementando a lo largo de los
añ os: bajada de las tarifas y reunificació n de impuestos, fin del monopolio de Cá diz
y Sevilla, apertura de diversos puertos españ oles y americanos al comercio, así
como ampliació n del permiso para la libre trata de esclavos en 1789. Estas
reformas tuvieron la oposició n de los comerciantes de Cá diz-Sevilla que no querían
renunciar a su monopolio.

FIN DEL MONOPOLIO COMERCIAL

A partir de los procesos independentistas de América, los nuevos estadistas no


vacilaron en imponer el libre comercio como una de sus primeras medidas, sin
atender a la oposició n de los comerciantes e industriales locales. Aunque comercio
no era una aspiració n generalizada en América, la idea que predominaba en un
inicio era la de romper con la tutela de Españ a.

LAS POTENCIAS QUE RIVALIZARON CONTRA ESPAÑA QUE CARACTERISTICAS


TENIAN EN EL SIGLO XVII Y XVII, (INGLATERRA, FRANCIA, HOLANDA, ETC.

A partir del siglo XVI los incipientes estados-nació n europeos, como el Imperio
Españ ol, el Imperio Britá nico, el Imperio francés, entre otros, se lanzaron a la
conquista y colonizació n de nuevos territorios a través del océano, en busca de
materias primas y mercados má s amplios; estos son conocidos como Imperios de
ultramar.

EXPANSION EUROPEA

AMBERES, CORAZÓN ECONÓMICO DE EUROPA EN EL S. XVI

Durante buena parte del siglo XVI, Amberes fue el corazó n econó mico de Europa y
centro de las operaciones comerciales que relacionaban la plata americana que
entraba a Europa por Sevilla y las especias asiá ticas llegadas
vía Lisboa circunnavegando Á frica o vía Venecia a través de las rutas terrestres
del Pró ximo Oriente.

Estos productos confluían en Amberes y de allí eran redistribuidos por Europa


central y septentrional. También llegaba a Amberes oro de América utilizado para
pagar a los soldados de la monarquía hispá nica y que, mediante la intervenció n de
mercaderes genoveses, favorecía los distintos intercambios comerciales a los
países.

ÁMSTERDAM Y LAS BASES DEL IMPERIO NEERLANDÉS

La posició n de Amberes como punto de enlace de los grandes circuitos comerciales


fue relativamente breve. La revuelta de Flandes contra la monarquía hispá nica
provocó reiterados bloqueos contra la ciudad y diversos saqueos. Amberes dejó de
ser el centro de distribució n de oro, plata y especias y se convirtió en uno de los
principales escenarios bélicos de una guerra continua.

Su posició n fue ocupada paulatinamente por Á msterdam, que monopolizaba la


distribució n de los cereales bá lticos hacia el resto de Europa. Los neerlandeses
penetraron en los mercados asiá ticos para adquirir especias y, de este modo,
erosionaron simultá neamente la posició n de Amberes y Lisboa.

Por otra parte, mientras los neerlandeses sustituían a los portugueses en el control
de las rutas oceá nicas hacia Asia, los ingleses ocupaban el papel de Venecia en el
comercio mediterrá neo, gracias a importantes acuerdos comerciales con Turquía y
a la venta de tejidos ligeros ingleses en el conjunto del Mediterrá neo. De este
modo, a finales del siglo XVI, el triá ngulo formado por Lisboa, Amberes y Venecia
fue sustituido por Á msterdam y, en menor medida, por Londres.

Países Bajos, Inglaterra y Francia

Nueva Á msterdam, colonia holandesa precedente de la actual Nueva York,


para 1664.

En 1581, Felipe II de Españ a se convirtió en rey de Portugal, con lo que los dos
mayores imperios de la época quedaron bajo la soberanía de un ú nico monarca. Su
imperio incluía América Central, América del Sur, Filipinas, las costas de Angola,
las costas de Á frica oriental, importantes enclaves en la India, Indonesia y el mar
de China. Ademá s, apadrinaba la política imperial alemana de sus primos de la
rama austriaca de los Habsburgo e intervenía intensamente en la política interna
francesa, apoyando al partido cató lico.

Felipe II de Españ a fue el soberano má s poderoso del mundo, pero también el que
tuvo un mayor nú mero de enemigos, entre los cuales, el Imperio Turco y Países
Bajos, a los que, má s tarde, se añ adiría Inglaterra. La incorporació n de Portugal a la
monarquía hispá nica convirtió las colonias portuguesas en el principal objetivo de
Países Bajos. Los neerlandeses expulsaron a los portugueses de la mayoría de sus
posesiones en Asia, les arrebataron momentá neamente Angola y ocuparon el norte
de Brasil. Los ingleses, y má s tarde los franceses, se incorporaron pronto a la
guerra oceá nica contra la monarquía hispá nica.

Neerlandeses, ingleses y franceses se repartieron los territorios que aú n no habían


sido ocupados por los españ oles (especialmente América del Norte y algunas
posiciones en las costas africanas) y las á reas de influencia portuguesa en Asia. Los
neerlandeses fundaron Nueva Á msterdam, conquistaron importantes posiciones al
norte de Brasil y ocuparon la colonia de El Cabo, en el sur de Á frica y la isla
de Ceilá n(Sri Lanka) y el archipiélago de la Sonda (Indonesia), en Asia.
LA LUCHA POR LA HEGEMONÍA MUNDIAL

Desde mediados del siglo XVII, Países Bajos, Inglaterra Francia se disputaron la
hegemonía mundial. Así, durante la segunda mitad del s. XVII hubo tres guerras
anglo-neerlandesas cuyas principales consecuencias fueron la expulsió n de Países
Bajos de América del Norte, en beneficio de Inglaterra, y diversas ganancias
territoriales neerlandesas en el Mar Caribe a costa de Inglaterra (Surinam) y de la
monarquía hispá nica (islas de Curazao, Aruba y Bonaire). Por su parte, Países
Bajos perdió sus posiciones en el norte de Brasil y en Angola, que volvieron a estar
bajo control portugués; sin embargo, mejoró sus posiciones asiá ticas a costa
de Portugal.

Las reiteradas alianzas en contra de Francia lograron frenar el avance francés


en Europa y consolidaron las posiciones coloniales de Inglaterra en América del
Norte. Con el Tratado de Utrecht (1713), Francia renunció a sus posibles
aspiraciones sobre la bahía de Hudson y Terranova y entregó Acadia (Nueva
Escocia) al Reino Unido. En ese momento, Francia só lo conservaba el valle del río
San Lorenzo y las islas de su estuario. A partir de entonces se inició la construcció n
de una línea de fuertes a lo largo del curso de los ríos San
Lorenzo, Ohio y Mississippi. El objetivo final de este conjunto de operaciones era
bloquear el avance de los colonos angló fonos en los montes Apalaches.

Durante las cuatro décadas siguientes, el principal punto de fricció n


entre Francia y el Reino Unido fue el control del valle del río Ohio. Para los
franceses era un punto estratégico en la ruta que unía las colonia de Quebec (valle
del río San Lorenzo) y Luisiana (desembocadura del río Mississippi). Para
los britá nicos y los colonos estadounidenses era una pieza fundamental para
establecer una ruta terrestre con el Canadá britá nico y romper el cerco continental
que intentaban imponer los franceses. Evidentemente, se trataba de dos
estrategias incompatibles, destinadas a enfrentarse. De este modo, los incidentes
de Ohio (1754) fueron el preludio de la decisiva Guerra de los Siete Añ os (1756-
1763).

A partir de 1757, la flota britá nica bloqueó los puertos franceses. Francia se vio
imposibilitada para sostener su esfuerzo militar ultraoceá nico y el Reino Unido
tomó la iniciativa en la India, Á frica, el Caribe y América del Norte. En la India, el
general britá nico Robert Clive de Plassey derrotó repetidamente a los franceses y
sus aliados locales hasta ocupar su ú ltimo reducto (Pondicherry) en 1761.
Simultá neamente, en América del Norte los britá nicos ocuparon Quebec y, por la
paz de París (1763), obtuvieron la mitad oriental de Louisiana y la Florida
españ ola. Ademá s, los franceses entregaron la mitad occidental de Louisiana a los
españ oles, que al intentar ayudar a Francia habían acabado perdiendo Florida.

De este modo, el conflicto finalizó con la expulsió n francesa de la India y de


América del Norte, en beneficio del Reino Unido, que se convirtió en la potencia
hegemó nica, a pesar de la pérdida de las trece colonias americanas que formaron
el nú cleo de Estados Unidos.

INDONESIA, NUCLEO DEL IMPERIO NEERLANDES


Posesiones del Imperio neerlandés hacia 1650.

Desde finales del siglo XVI, los neerlandeses habían empezado a intervenir
en Indonesia en competencia con los comerciantes hispá nicos y portugueses (en
aquel momento, Portugal y Españ a permanecían unidos bajo un mismo soberano
que estaba en guerra con Países Bajos: la Guerra de los Ochenta Añ os, 1568 1648).

En 1602, varios grupos comerciales neerlandeses fundaron la Compañ ía Holandesa


de las Indias Orientales, que tenía el monopolio del comercio holandés en el
archipiélago indonesio y la obligació n de colonizarlo. Durante los
siglos XVII y XVIII, los neerlandeses impulsaron plantaciones de azú car y café, y a
finales del siglo XIX explotaron mayoritariamente el caucho, las oleaginosas y
el estañ o.

El sur de Á frica, entre Países Bajos y Reino Unido

BÓERES CRUZANDO EL KAROO.

Al igual que en el Caribe , la presencia holandesa en el sur de Á frica se inició a


mediados del siglo XVII. Los neerlandeses se asentaron en El Cabo en 1652,
encabezados por Jan van Riebeeck. Se trataba de un punto estratégico para el
control de las rutas navales porque unía los océanos Atlá ntico e Índico. Los
portugueses habían renunciado a controlar la zona, a causa de la hostilidad de sus
habitantes, los khoikhoin.

En 1688 había unos 600 colonos neerlandeses dedicados a la agricultura y a la


ganadería que abastecían a los barcos que cubrían la ruta entre Países Bajos e
Indonesia. En principio trabajaban para la Compañ ía Holandesa de las Indias
Orientales y no podían comerciar por su cuenta. Sin embargo, con el paso del
tiempo fueron asentá ndose nuevos colonos que actuaban libremente y que iban
ampliando, progresivamente, la extensió n de la colonia a costa de las poblaciones
locales.

Entre 1770 y 1840, los colonos, denominados bó eres, sostuvieron 7 grandes


guerras contra las tribus africanas. Sin embargo, en 1806, aprovechando que las
tropas napoleó nicas ocupaban Países Bajos, los britá nicos se apoderaron de El
Cabo y, poco después, prohibieron el trá fico de esclavos. Esta medida atentaba
contra los intereses econó micos de los bó eres, lo que provocó un gran conflicto.

En 1834 unos 14.000 bó eres abandonaron la colonia de El Cabo y se asentaron


en Orange y en Transvaal, éxodo que se conoce como el Gran Trek. Allí continuaron
sus prá cticas esclavistas y proclamaron su independencia respecto al Imperio
Britá nico (estatutos de Transvaal, 1852 y de Orange, 1854). En principio, el Reino
Unido aceptó esta situació n porque se beneficiaba del trá fico comercial de los
bó eres a través de los puertos britá nicos.

Esta coexistencia pacífica se acabó a causa de la disputa sobre el control de los


yacimientos de oro y diamantes en Transvaal en 1867. El Reino Unido ofreció a los
dos estados bó eres la posibilidad de incorporarse al Imperio Britá nico, pero éstos
no estaban dispuestos a compartir las nuevas riquezas de sus territorios. De este
modo, en 1889 se inició una cruenta guerra. Algunas decenas de miles de bó eres
murieron y muchos má s fueron encerrados en campos de concentració n.
Finalmente, tuvieron que rendirse y aceptar la incorporació n de sus estados libres
al Imperio Britá nico.

DECADENCIA DE LA ISLA ENTRE 1580 Y 1606.

SIGLO XVII
Las Devastaciones de 1605 y 1606. Después de largas discusiones en la corte
españ ola, el rey Felipe III decidió despoblar totalmente las comarcas donde se
llevaban a cabo los contrabandos y trasladar sus habitantes a zonas interiores
cercanas a la ciudad de Santo Domingo. -Felipe II había contemplado muchos añ os
esa posibilidad pero nunca se resolvió a llevarla a cabo, quizá s consciente de la
peligrosidad que envolvía.

Felipe III decidió atenerse a las recomendaciones de Ló pez de Castro un oficial real
en desgracia que entonces visitaba la corte y propuso de nuevo la medida -
Encomendó las Devastaciones al Gobernador Osorio y al Arzobispo Dá vila Padilla,
otorgá ndoles poder para cualquier medida que consideraran prudente.

EL anuncio de las Devastaciones provocó las protestas de todos los vecinos de la


isla y principalmente de los de las regiones, afectadas, a través de peticiones de los
cabildos todas, en que se solicitaba la revocació n de la medida.

A pesar de eso, el Gobernador Osorio, quien por el fallecimiento del Arzobispo


Dá vila y Padilla no tenía poder para realizar la medida, decidió cumplir al pie de la
letra con lo estipulado en las reales Cédulas que la disponían.

Para llevar a cabo las devastaciones se hizo traer un contingentes de tropas del
presidio de Puerto Rico, ya que se esperaba que los habitantes de las regiones
afectadas resistieran con las armas en las manos. Estas tropas también tendrían
la misió n de combatir a los piratas y contrabandistas larga, a la formació n de la
colonia francesa en las zonas abandonadas.

Las causas de las Devastaciones fueron de diversos ó rdenes. En primer lugar


estaba el problema comercial. Españ a trataba de mantener el esquema monopó lico
en el comercio con las colonias. Los rescates de los habitantes de la isla con los
extranjeros inferían grave dañ o a los intereses de la burguesía comercial de Sevilla
y al propio Estado españ ol que dejaba de recaudar sumas importantes
por concepto de impuestos. En otro orden de ideas, el Estado españ ol interpretaba
el comercio ilegal como fuente de enriquecimiento de los países enemigos, por lo
que las motivaciones econó micas se unían a las dé índole política y militar.

Consecuencias de las Devastaciones. El efecto inmediato má s importante de la


Devastaciones fue causa un agudizamiento de la decadencia econó mica que desde
hacía un tiempo era palpable en la isla. Con la medida, las mayores riquezas
ganaderas fueron prá cticamente liquidadas; ademá s numerosos bienes en casas,
muebles, etc; de los vecinos se perdieron para siempre.

La mitad de la isla dejó de ser aprovechada en todos los sentidos y quedó


totalmente deshabitada. Desde 1606 Osorio extendió las despoblaciones a zonas
má s orientales dejando como límites del territorio poblado las ciudades de
Santiago, en el Norte, y Azua, en el Sur. Entre los dañ os causados por las -
Devastaciones se encuentra la destrucció n de los ingenios má s importantes de la
isla en ese momento, los cuales estaban en Puerto Plata y Yaguana y San Juan de la
Maguana. Se observa que después de las despoblaciones só lo quedaron 12 ingenios
con un total de 888 esclavos, incluyendo los del servicio domésticos.

El Estado españ ol trató de revivir la actividad comercial de la isla después de las


devastaciones. Para eso proveyó protecció n a los comerciantes e instituyó cuotas
obligatorias de participació n comercial con la isla al comercio españ ol con
América. Si vemos el cuadro navegació n se observa que efectivamente hay un
aumento relativamente importante de la navegació n después de 1605 hasta
aproximadamente 1620.

Estos paliativos, sin embargo, no pudieron ser duraderos ni consistentes pues las
Devastaciones agudizaron extremadamente las tendencias decadentes de la
colonia de Santo Domingo. - Por otra parte, al propiciar el establecimiento de
extranjeros en las zonas occidentales, unido al aumento de la piratería,
la seguridad en la isla se hizo extremadamente precaria, de donde se acrecentó
rá pidamente la tendencia migratoria de esclavistas, esclavos y personas de las
clases medias a otras colonias americanas.

POR QUÉ EL AUGE O DESARROLLO DEL CONTRABANDO

Del monopolio comercial impuesto por la Corona, de su incapacidad para suplir el


mercado colonial, así como del aislamiento y abandono que se empezaba a sentir
en la isla, surgió la respuesta econó mica que prevalecería por siglos en la isla de
Santo Domingo; el contrabando.
En 1563 el comerciante inglés John Hawkins llegó a la villa de Puerto Plata con tres
barcos llenos de mercancías y esclavos; luego de ser supuestamente rechazado por
las autoridades, se desplazó a la abandonada villa de la Isabela, donde con los
mismos vecinos de Puerto Plata entre los que se encontraba hasta el cura del
pueblo, pudo intercambiar toda su mercancía por los productos locales. Aunque los
funcionarios de Santo Domingo enviaron una patrulla que confiscó los artículos
que se le habían cambiado al inglés, y el mismo Hawkins y sus socios tuvieron
problemas al regresar a Europa, este viaje les aseguro a los comerciantes ingleses
que los habitantes de las Indias se encontraban bien dispuestos a comercializar
con ellos.

Pronto la incidencia del contrabando comenzaría a afectuar ciertos cambios en la


sociedad y economía de la isla, hasta llegar a deteriorar seriamente las finanzas
reales; cambios que resultaron imposible de controlar por las autoridades locales,
quienes rá pidamente también se involucraron en el nuevo y ventajoso negocio.

El grueso de la població n se empezó a trasladar a las zonas costeras donde se podía


efectuar el contrabando. Las principales villas beneficiadas por el comercio
contrabandista fueron la Yaguana, Bayajá , Monte Cristi, Puerto Plata, e incluso
algunos autores señ alan a San Juan de la Maguana, La Vega y Santiago como
centros de producció n destinada mayormente al comercio con los extranjeros y no
a la venta en el puerto de Santo Domingo que ademá s de todo, representaba un
aumento en los costos y dificultades en el transporte, ya que los caminos indígenas
habían sido borrados tras la despoblació n y los montes se encontraban invadidos
por arboles, hombres y animales cimarrones.

La producció n de la cañ a de azú car empezó a ser desplazada por la de ganado, de


mucha demanda extranjera y cuyos costos resultaban menores debido a su gran
abundancia, la poca necesidad de mano de obra, e inversió n en maquinarias. De la
misma manera se incrementaron las estancias dedicadas al cultivo de jengibre,
muy solicitado en Europa, con precios mejores que los del azú car.

Poco a poco la industria azucarera comenzó a decaer y muchos de los esclavos de


ingenios pasaron a los hatos y las plantaciones de jengibre, lo que les redujo las
largas jornadas de trabajo y en cierta medida contribuyó a suavizar las relaciones
amo-esclavo, quienes al poseer mayor libertad de movimiento, lentamente fueron
desarrollando algunas actividades en convivencia con sus amos y capataces.

RUTAS DEL CONTRABANDO EN EL SIGLO XVI Y XVII, DEBE DIBUJAR EN UN


MAPA DEL CARIBE ESTAS RUTAS.

Desde el siglo XVI el trá fico ilegal, a espaldas de las autoridades coloniales, era una
prá ctica comú n en algunas regiones de ultramar. La temprana internació n de
esclavos negros, llevada a cabo por John Hawkins en la segunda mitad del siglo XVI,
demostró la permeabilidad de las fronteras del Imperio colonial hispano y abrió el
apetito a sus má s encarnizados rivales quienes desde entonces impulsaron el
contrabando.

Segú n sostiene Céspedes del Castillo, "el monopolio españ ol cede ante el esfuerzo
de sus importantes adversarios. A comienzos del siglo XVII son los extranjeros los
principales beneficiarios del comercio de Indias en Sevilla; a través de testaferros
españ oles, má s del 90% del capital y utilidades del trá fico entre América y el
puerto andaluz pertenecen en realidad a franceses, genoveses, holandeses, ingleses
y alemanes. ... En 1686, las flotas [españ olas] surtían só lo en una tercera parte a
los mercados indianos, que eran abastecidos en los restantes dos tercios por el
contrabando".

Con el correr del tiempo este comercio fue extendiéndose a prá cticamente toda la
América españ ola, alcanzando en el siglo XVIII su má ximo esplendor. Provenientes
de Inglaterra, Francia, Holanda, Suecia, Dinamarca, Escocia, Italia, Prusia, Rusia,
Turquía y, por ú ltimo, Estados Unidos, los contrabandistas desafiaron el cada vez
menos rígido monopolio comercial que Españ a imponía a sus dominios
americanos.

¿Có mo se explica este fenó meno? Dado el insuficiente desarrollo manufacturero


españ ol, la metró poli tuvo que importar productos elaborados por sus rivales para
luego llevarlos a América, recargados enormemente por los impuestos. Esto
permitió que los hispanoamericanos fueran desarrollando un gusto por las
mercancías extranjeras que prefirieron generalmente por sobre las españ olas.
Por otra parte, la mayor producció n industrial de países como Inglaterra y
Holanda, impulsó a sus mercaderes a buscar nuevos mercados. Organizados en
compañ ías particulares o con apoyo estatal -como la Compañ ía de las Indias
Occidentales holandesa o la South Sea Company inglesa- tuvieron una presencia
cada vez má s importante en la América españ ola. "Entre 1623 y 1655 dice
Céspedes del Castillo se establecen y consolidan en las Pequeñ as Antillas, colonias
inglesas, francesas y holandesas, excelentes trampolines para el contrabando en
los puertos indianos del Caribe; desde 1680, la colonia portuguesa de Sacramento
será aná logo lugar de penetració n comercial en la cuenca del Plata".

De esa manera, los puertos americanos comenzaron a recibir al tratante ilícito que
ofrecía mejores precios que el comercio legal. Los extranjeros lograron involucrar
en este contrabando desde los má s humildes labradores y peones hasta los má s
elevados oficiales gubernamentales y eclesiá sticos.

Los contrabandistas echaron mano a diversas artimañ as para burlar la vigilancia


españ ola e introducir sus codiciados productos en los mercados americanos. Una
de las prá cticas má s comunes fue la arribada donde, esgrimiendo cualquier
problema imprevisto (carenado de casco, rotura de velamen, extravío de la ruta,
etc.), los navíos extranjeros anclaban por largos períodos en los puertos. Una vez
allí procedían al secreto desembarco de las mercaderías o establecían
negociaciones con las autoridades locales.

Los productos que los contrabandistas recibían a cambio de sus mercancías fueron
fundamentalmente materias primas -maderas tintó reas y nobles-, frutos de la
tierra -azú car, tabaco, algodó n, cacao- y, en menor medida, metales preciosos. En
tanto, las mercaderías má s apetecidas en Hispanoamérica fueron los tejidos,
diversas provisiones (bebidas alcohó licas, aceite, etc.), artículos de uso doméstico y
bienes de producció n, como herramientas, hierro y acero. Asimismo, gran parte del
comercio de esclavos negros estuvo en manos de contrabandistas, especialmente
en la segunda mitad del siglo XVIII

Para Españ a no fue nada de fá cil enfrentar este problema. A pesar de


tomar medidas no só lo punitivas y jurídicas, sino también diplomá ticas,
econó micas, administrativas y militares, el contrabando no pudo ser detenido y
menos eliminado.

Las reformas de los Borbones en la segunda mitad del siglo XVIII constituyeron un
intento para erradicar este comercio ilegal en su globalidad. Se mejoró el sistema
defensivo mediante la construcció n y perfeccionamiento de las fortificaciones
costeras, se crearon escuadras armadas de guardacostas, se decretó el libre
comercio, se crearon nuevas unidades administrativas, etc..

Pero ya era demasiado tarde.

PROPUESTAS DE SOLUCIONES PARA EL CONTRABANDO.

Las mercaderías de contrabando, de forma general, tienen precios má s


competitivos porque sus procesos de elaboració n, involucran recursos humanos
con habilidades técnicas má s desarrolladas, maquinarias má s modernas, mayores
volú menes de materias primas y por lo tanto, sus costos unitarios son má s baratos.
El resultado final se vislumbra en precios de mercancías má s econó micas.

Con la imposició n de aranceles de importació n, los productos extranjeros se


encarecen y en cierta medida, existen mejores condiciones de competencia con los
productos nacionales; sin embargo, el consumidor se ve afectado negativamente
porque paga un precio má s caro por la mercancía, dejando de comprarse otros
bienes para su consumo personal (inclusive sacrificando su ahorro para el futuro).

De otra forma, cuando al consumidor se le presentase la oportunidad de comprar


bienes má s baratos, los comprará (sin considerar si el producto es legal o ilegal),
debido a que su bolsillo es lo ú nico que le interesa.

Existe amplia evidencia que los países má s pobres, son los mayores
contrabandistas con las peores instituciones pú blicas (niveles elevados de
corrupció n). En muchas ocasiones, sectores contrabandistas ejercen una posició n
de ganancia, corrompiendo a autoridades políticas, agentes aduaneros y cuerpos
de seguridad nacional (policías y ejército) con el objetivo de cumplir su propó sito.
Finalmente, las instituciones terminan corrompiéndose con incidencias negativas
para el desarrollo del país en el lago plazo.
Frente a lo anterior, surge el gran cuestionamiento: ¿có mo eliminar el
contrabando? La ú nica forma de realizarlo efectivamente es con el libre comercio;
es decir, eliminando los aranceles de las importaciones (de forma independiente si
los otros países lo realizan o no); una obviedad, sin posibilidades de equivocació n.

Cuando una mercadería ingresa libremente al país, sin necesidad de pagar


impuestos, nadie corrompería el sistema, todos se beneficiarían del comercio
internacional: los consumidores comprarían productos má s baratos y las empresas
nacionales serían má s competitivas con la finalidad de obtener la supervivencia en
un entorno altamente competitivo. Es posible, que existan cambios sectoriales,
donde aquellas empresas menos eficientes tendrá n que migrar hacia otros sectores
donde puedan competir.

Milton Friedman (premio Nobel en Economía, 1976), planteó una propuesta de


libre comercio, basado en una transició n con reducció n gradual y total en los
aranceles en un plazo de cinco añ os, para que las empresas y los agentes
econó micos, en general, se vayan ajustando a la libre competencia.

REALIZAR EL CENSO DE OSORIO DE 1606

Desde su fundació n en 1496 hasta el presente, la ciudad de Santo Domingo ha sido


punto de atracció n de conquistadores, cronistas, escritores, navegantes, viajeros,
piratas, corsarios, turistas y habitantes de los diferentes pueblos que integran la
Repú blica Dominicana. En 1606 el gobernador Antonio de Osorio hizo el primer
censo para determinar la situació n socioeconó mica de la Isla de Santo Domingo, el
cual arrojó el dato de que el 56% de los vecinos y sus esclavos vivían en la ciudad
de Santo Domingo y sus alrededores.

Desde entonces, no se había realizado otro censo del igual magnitud, salvo los
censos parroquiales parciales organizados por la Iglesia Cató lica en varias
ocasiones, hasta que en el añ o 1920 el gobierno de ocupació n norteamericano, que
presidía el general Thomas Snowden, mediante la Orden Ejecutiva No. 552 dispuso
la realizació n de un censo entre el 19 de enero y el 24 de diciembre de 1920.

El Censo de 1920 arrojó que la Repú blica Dominicana estaba integrada por 894,
652 personas, de las cuales el 16.4%, equivalente a 146, 652 personas, vivía en la
ciudad de Santo Domingo. Para entonces, existían 12 provincias y só lo cuatro
(Santo Domingo, Santiago, La Vega y Azua) contaban con má s de 100 mil personas,
viviendo la mayoría de ellas en la zona rural. Estos datos revelan que el país para
entonces era una especie de pequeñ a aldea pobre y deshabitada.

Estos y otros datos de cará cter socioeconó mico y legal, le sirvieron de apoyo al
gobierno norteamericano para implementar el Sistema de Torrens de tenencia de
la tierra, el cual establecía el derecho a la propiedad de la tierra de todos aquellos
que pudieran probar su ocupació n por má s de 10 añ os. En este tiempo se hicieron
comunes las falsificaciones de títulos de propiedad, ocasió n que aprovecharon los
inversionistas norteamericanos y de otras nacionalidades para formar grandes
emporios azucareros y latifundios ganaderos de la regió n Este.

Este hecho contribuyó a que muchos campesinos del Este, del Suroeste y del Cibao
fueran despojados de sus tierras por carecer de títulos de propiedad y se vieran
estimulados a combatir a las tropas norteamericanas entre 1917 y 1922,
realizando rebeliones como la de los “Gavilleros” en San Pedro de Macorís, La
Romana, Hato Mayor y el Seíbo; de Olivorio Mateo en San Juan de la Maguana y de
la Barranquita, en Valverde Mao.

El Censo de 1935, que arrojó una població n total del país de 1, 479, 417 habitantes,
casi el doble en tan só lo 15 añ os, muestra cambios significativos en la composició n
de la població n. Esto se explica en virtud de las inmigraciones constantes de
extranjeros que hubo en ese periodo y las campañ as sanitarias realizadas por el
gobierno de ocupació n militar norteamericano que permitieron combatir el
paludismo, enfermedades venéreas como la sífilis y los pará sitos intestinales que
afectaban a la mayoría de població n dominicana.

El Distrito de Santo Domingo, que ocupaba el primer lugar en 1920 pasó en 1935 a
ocupar el sexto lugar con 102, 697 personas, por debajo de las provincias Santiago,
La Vega, El Seibo, Duarte y Trujillo (hoy San Cristó bal). Esto se debe al impacto
negativo que tuvo el cicló n de San Zenó n en la ciudad de Santo Domingo, a las
medidas restrictivas puestas en prá ctica por el Gobierno para limitar el acceso de
la població n campesina a las ciudades y los estímulos dispuestos por Trujillo para
la població n campesina para disminuir la migració n del campo a la ciudad.

Para el censo de 1950, la població n dominicana llegó a 2, 135,872 habitantes. El


país estaba dividido 19 provincias y el Distrito de Santo Domingo. Las cinco
demarcaciones má s habitadas eran Santiago, con 259,947; Distrito de Santo
Domingo, con 239,464; La Vega, con 195,424; Trujillo, con 164,674, y Duarte, con
164, 400. Estos datos revelan que al cumplirse 20 añ os del establecimiento de la
dictadura de Trujillo los controles de la migració n de la població n campesina a las
ciudades habían sido flexibilizados.

A partir de 1950 se inicia la construcció n de ensanches y barrios en Santo Domingo


y en Santiago para alojar militares, policías y empleados del Gobierno, entre los
que destacan Ensanche Ozama, Ensanche Luperó n, Mejoramiento Social y María
Auxiliadora. De igual manera, inicia el proceso de construcció n de barrios
marginales como Cristo Rey, La Zurza, Capotillo, El Aljibe (hoy Simó n Bolívar), Las
Cañ itas, Gualey, Guachupita, Los Guandules, La Fuente, Los Mina, Los Tres Brazos y
otros en las má rgenes de los ríos Ozama e Isabela, debido al monopolio cada vez
má s creciente de la tierra que implantó Trujillo en los campos, lo que le obliga a
declarar hacia el añ o 1956 de utilidad pú blica esos terrenos cañ eros que estaban
en mano de la familia Vicini para que los sectores pobres pudieran construir sus
viviendas.

En el censo de 1960, en los días finales de la dictadura de Trujillo y teniendo como


presidente títere al doctor Joaquín Balaguer, los habitantes de la Repú blica
Dominicana eran 3, 047,070. Las provincias habían aumentado a 26, incluido el
Distrito Nacional. La població n estaba concentrada en cuatro demarcaciones.

El Distrito Nacional volvió a ocupar el primer lugar con 466,830 habitantes,


Santiago tenía 291,690, San Cristó bal 252,280 y en La Vega 247,150. Esto pone de
manifiesto que los controles migratorios internos eran muy exiguos, en virtud de
los mú ltiples frentes externos que para entonces tenía abierto el Gobierno con las
expediciones armadas y la comunidad internacional, a través de organismos como
la OEA, por los intentos de asesinatos de presidentes latinoamericanos como
Ró mulo Betancourt.

De acuerdo a los datos arrojados por el censo de 1970 la població n ascendió a


4,009,458 habitantes. El país estaba dividido en 26 provincias y el Distrito
Nacional. La romana era la nueva provincia. El Distrito Nacional, con 813,420
habitantes; Santiago, con 385,625; San Cristó bal, con 324,673, y La Vega, con
293,573, tenían má s del 30% de la població n nacional. Estos datos revelan de
forma evidente que la ciudad de Santo Domingo y sus alrededores se había
convertido en el punto de atracció n fundamental de la població n que habitaba la
Repú blica Dominicana, al situarse muy pró ximo al milló n de personas.

El censo de 1981 arrojó que el país estaba habitado por 5, 545,741 personas. La
divisió n territorial era la misma: 26 provincias y el Distrito Nacional. El Distrito
Nacional, Santiago, San Cristó bal y La Vega encabezan la cantidad de habitantes. El
Distrito Nacional tenía 1, 540, 786 habitantes, lo que le permitió casi duplicar la
població n que tenía en 1970, debido a la intensificació n de la migració n de la
població n del campo a la ciudad de Santo Domingo, por ser el centro de producció n
industrial, comercial y administrativo principal del país. La Repú blica Dominicana
tenía, segú n el censo de 1993, una població n de 7, 293,390 habitantes.

El país estaba dividido en 29 provincias y el Distrito Nacional, siendo la població n


de este ú ltimo de 1, 315, 208 habitantes. En esta ocasió n se pone de manifiesto una
tasa de crecimiento negativa en la ciudad de Santo Domingo, lo que se debe a los
controles de natalidad impulsados por el Estado e instituciones privadas como
Profamilia, lo que se ha reflejado en una disminució n significativa de la tasa de
fecundidad. De igual manera, ha influido la emigració n al extranjero, que entre los
añ os 1960 y 1990 ascendió a la astronó mica suma de má s de un milló n de
dominicanos en Estados Unidos y má s de 200 mil a Europa.
El censo de 2002 determinó que el país tenía 8, 562,541 habitantes. El país estaba
integrado por 31 provincias y el Distrito Nacional. Los centros poblacionales má s
habitados eran el Distrito Nacional, Santo Domingo, Santiago, San Cristó bal y La
Vega. El Gran Santo Domingo tenía 2,731, 294 habitantes, teniendo la provincia de
Santo Domingo 1, 817, 754 personas y el Distrito Nacional 913, 540 habitantes. El
ú ltimo censo de 2010 arroja una població n total de 9, 445, 281, distribuida en 31
provincias y el Distrito Nacional. El Gran Santo Domingo elevó la cantidad de
habitantes en este censo a 3, 339, 410 habitantes, de los cuales la provincia Santo
Domingo tenía 2, 374, 370 personas y el Distrito Nacional 965,040.

Los censos de població n del ú ltimo siglo, pero sobre todo de 1950 hasta el 2010,
revelan que la ciudad de Santo Domingo tiene la preeminencia en el proceso de
urbanizació n y en la migració n rural-urbana, lo que explica que má s de la mitad de
los migrantes interprovinciales es atraída por la capital de Repú blica Dominicana.

La ciudad de Santo Domingo en la actualidad concentra má s del 40% de la


població n nacional y es el centro urbano de mayor tamañ o de la cuenca del Caribe.
A esto ha contribuido el proceso de modernizació n creciente del país en todos los
ó rdenes a partir de la primera ocupació n militar norteamericana entre 1916-1924,
el gobierno de Horacio Vá squez entre 1924-1930, la dictadura de Rafael Leó nidas
Trujillo entre 1930-1961, los gobiernos del doctor Joaquín Balaguer 1966-1978 y
1986-1996, los gobiernos del PRD 1978-1986 y 2000-2004 y los gobiernos del PLD
1996-2000 y 2004-2018, con el establecimiento de una red de carreteras y
autopistas que al presente supera los 20 mil kiló metros, convirtiendo a Repú blica
Dominicana en uno de los países de mayor densidad vial de América Latina,
superando así el aislamiento a que estuvo sometida por má s de cuatro siglos.

Explicar sobre la compañía de las indias occidentales y los ataques a las islas
que los españoles llamaban inútiles.

La Compañ ía de las Indias Occidentales (WIC), firmó su ocupació n oficial de la isla


en agosto de 1634 con la rendició n de los españ oles en San Juan. Los 30 españ oles
presentes en la isla y una gran parte de los taínos fueron llevados por los
holandeses a Venezuela. Aproximadamente 30 familias taínos podía seguir
viviendo en la isla. El motivo de la invasió n y conquista fue que la WIC estaba
buscando una base para el comercio y el corso. Curazao también tenía el mejor
puerto conocido hasta ahora en el Caribe. Ademá s, la WIC buscó una buena fuente
de sal y Curazao tenía madera, ganado, cal y combustible.

Los españ oles planearon recuperar Curazao. La informació n sobre las tropas,
fortificaciones, puestos de avanzada, víveres y municiones fueron recogidas en tres
formas. Indios que vivían en Curazao fueron secuestrados e interrogados, así como
los que fueron a buscar sal en la costa de Venezuela fueron capturados e
interrogados.

Finalmente los españ oles enviaron espías a Curazao. Había dos sitios obvios de
desembarco: Piscaderabaai y el Agua españ ol. Schottegat estaba demasiado bien
defendido. Los españ oles trajeron sus planes y llevaron a una serie de naves, pero
mientras se dirigían a la isla, la nave fue atacada por una tormenta y Curazao nunca
fue alcanzado.

Segú n creía la WIC, las fuerzas españ olas eran má s fuertes y probablemente
habrían ganado.

En el siglo XVIII, Curazao intentó comerciar con Venezuela y otras colonias


españ olas, pero esto fue impedido por los guardacostas españ oles.

Devastaciones en 1605 y efecto de esta en el 1606

En 1605, las autoridades españ olas, dirigidas en este momento por el monarca
Felipe III, perteneciente a la Casa de Austria, deciden a través de la Cédula Real de
1603 despoblar la zona noroeste. Esto se hizo con la finalidad de erradicar el
contrabando. Ademá s, en las embarcaciones que contrabandeaban el cuero del
ganado y otros producto se introducían biblias luteranas, lo que era considerado
una influencia nociva por la metró poli.

El gobernador Osorio puso en vigencia la Cédula Real que establecía que todas las
poblaciones de la banda del norte que se dedicaban a contrabandear tenían que ser
despoblada y es así como en 1605 se despoblaron las ciudades
de Montecristi, Puerto Plata, Bayajá y la Yaguana, trasladando a sus habitantes
con sus pertenencias hacia el este de la Isla donde se fundaran nuevas ciudades
como será n, Monte Plata y Bayaguana siendo estos nombres el resultado de las
uniones de la ciudad de Puerto Plata y Montecristi y de Bayajá y la Yaguana.

Las ciudades de Neyba y San Juan de la Maguana también fueron perjudicadas con
la medida tomada por el rey Felipe III, provocando ésta medida una
transformació n de orden político, social y econó mico que afectaron toda la
estructura de la colonia. Dentro de las transformaciones tenemos que la població n
de la isla se redujo mucho, se fundaron nuevas ciudades que se dedicaron a la
agricultura y la ganadería para el auto consumo, trayendo como consecuencia la
pobreza en alto grado, se destruyeron los ingenios azucareros, se perdió gran parte
del ganado que tenía la isla y má s aú n se quedó abandonada en la zona noroeste la
cual se convertiría en el punto fuerte de comercio ilícito entre las demá s
metró polis. A partir de 1630 la isla La Tortuga se convirtió en el punto clave de los
corsarios ingleses, franceses y holandeses, estableciendo de esta forma dominios
en territorio que pertenecían a la Corona Españ ola.

Realizar u mapa que contenga con colores rojos la zona despoblada y


azules la nueva zona que se fundó después.
Explicar sobre las compañías de las indias occidentales y los ataques a las
islas que los españoles llamaban inútiles.

Las islas de Curazao, Aruba, Bonaire junto a las pequeñ as Antillas fueron
denominadas inicialmente por los españ oles como Islas Inútiles, debido a la
carencia de oro en ellas.

A la llegada de los españ oles Curazao, Aruba y Bonaire estaban pobladas por
los caquetíos de la familia arahuaca.

Fueron descubiertas por Alonso de Ojeda, quien avistó Curazao (la llamó Isla de
Los Gigantes) y desembarcó en Aruba en 1499, haciéndolas parte de su
efímera Gobernació n de Coquibacoa, otorgada por los reyes a espaldas de Cristó bal
Coló n.

El 6 de junio de 1508 el rey nombró a Ojeda como gobernador de Nueva Andalucía,


incluyendo a las tres islas.

En 1513 la població n de las tres islas fue trasladada a Santo Domingo para trabajar
en las minas de cobre.

En 1519, a solicitud del factor o delegado de la Real Hacienda de Santo


Domingo, Juan Martín de Ampués o Ampiés, los habitantes originarios de Curazao,
Aruba, Bonaire y de la Tierra Firme cercana (a quienes denominaron guatiaos),
fueron declarados "amigos de los españ oles" por los padres jeró nimos que
gobernaban en Santo Domingo y se los preservó de expediciones esclavistas, ya
que Ampués se impresionó por la inteligencia de los mismos al tomar contacto con
ellos y quiso convertirlos al cristianismo.

En 1520 Ampués envió tres expediciones a las islas, devolviendo a Curazao a 25


indígenas capturados previamente, enviados en la primera expedició n. En la
segunda, llegaron a Aruba y a Curazao 6 españ oles para intentar evangelizar a los
indígenas y en la tercera llegaron un albañ il y un carpintero para construir una
misió n.

Ese añ o el virrey Diego Coló n otorgó a Ampués una carta de mamparo para los
indios de las islas inú tiles, mediante la cual los indígenas serían protegidos de la
esclavitud y Ampués podría poblar las islas, como una especie de protector de las
mismas.

Una cuarta expedició n fue enviada en 1522 al mando de Gonzalo de Sevilla, quien
estuvo un añ o y medio en las islas trabando amistad con los indígenas.

Ampués fundó Coro en Tierra Firme en 1527 y en 1528 fue reemplazado


por Ambrosio Alfínger, un representante de la Casa de los Welser de Augsburgo,
quienes recibieron del rey Carlos I el gobierno de la Provincia de Venezuela.

Asimismo, una de las referencias má s antiguas sobre el nombre de la isla, se


encuentra en el archivo del Registro Pú blico Principal de la ciudad
de Caracas (Venezuela). Un documento fechado el 9 de diciembre
de 1595 especifica que Francisco Montesinos, Cura y Vicario de "las Islas de
Curasao, Aruba y Bonaire" le confería un poder a Pedro Gutiérrez de Lugo, estante
en Caracas, para que cobrara de las Reales Cajas de Su Cató lica Majestad Don
Felipe II, el salario que le correspondía por su oficio de cura y vicario de las islas.

La Compañ ía Neerlandesa de las Indias Occidentales durante la Guerra de los


Ochenta Añ os, en una expedició n al mando de Johannes van Walbeeck, conquistó
Curazao en 1634 y Aruba y Bonaire en 1636, desalojando definitivamente a los
españ oles a pesar de la obstinada defensa que hicieron Ló pez de Moria y Juan
Matheos. La reducida colonia españ ola y casi toda la població n de los indígenas
arahuacos, que se negaron a jurar obediencia a los Países Bajos, fueron expulsados
y se refugiaron en las costas de Venezuela.

¿Quienes eran y qué hacían los bucaneros, filibusteros, habitantes y


engages?

Bucanero
Con este término se empezó a conocer a ciertos colonos franceses que se habían
establecido en la parte occidental de La Españ ola (actual Haití). Recibían el nombre
de bucaneros, derivado de la palabra india "bucan" con que designaban los indios
el lugar donde ahumaban la carne, quemando madera verde bajo unos palos en
forma de parrilla, que recibían el nombre de "barbacoa". En aquella parte
desocupada de la isla (la parte oriental la ocupaban los españ oles) se habían
reproducido extraordinariamente toros y vacas y los bucaneros se dedicaban a
cazarlos para vender luego sus pieles y la carne ahumada a los barcos, que sabían
apreciar el sabor y la durabilidad de las carnes bucaneras. Los bucaneros vivían en
la má s salvaje libertad; nadie les mandaba ni reconocían ninguna autoridad. Esto
atrajo a todo tipo de gentes desahuciadas, proscritos, fugitivos, esclavos, indios
rebeldes, desertores, perseguidos por la religió n, etc. El nú mero de bucaneros fue
en aumento y en 1620 empezaron a ser perseguidos por los españ oles. Decidieron
arriesgarse a cometer pequeñ as correrías marítimas y tomaron como base de
operaciones el islote de La Tortuga, pró ximo a La Españ ola. La aceptació n de Le
Vasseur como gobernador de la isla, y la toma de conciencia de su importancia real,
les lleva a asociarse en la célebre "Hermandad de la Costa" o "Confederació n de los
Hermanos de la Costa" que dio origen a los filibusteros.

Filibustero

Como en La Tortuga no había caza, los bucaneros se encontraron ante un dilema


para poder subsistir: o bien iban en canoas a La Españ ola para cazar o tenían que
dedicarse a la piratería. A los que prefirieron ésto ú ltimo se les llamó filibusteros.
La palabra filibustero proviene del holandés "Vrij Buiter" ("el que va a la captura
de botín", en inglés "freebooter". Después de la dura lecció n que habían recibido al
ser arrojados de La Españ ola, los "freebooter" comprendieron que era preciso
unirse si querían hacer frente a posibles contingencias. Acostumbrados a vivir con
absoluta independencia, no permitieron que les rigeran superiores, leyes o
có digos. Nacía así "La Cofradía de los Hermanos de la Costa".Los filibusteros
atacaban barcos de cualquier nacionalidad, aunque una vez má s serían los
españ oles sus presas las má s de las veces. Utilizaban mayormente pequeñ as
embarcaciones, muy ligeras y maniobrables y con frecuencia eran financiados y
apoyados extraoficialmente por potencias europeas con intereses en mermar el
comercio del enemigo. Se concentraron mayormente en torpedear el comercio
entre las colonias y se cuentan auténticas hazañ as de barcos filibusteros con
escaso armamento y poca tripulació n, que apresaron galeones cargados de oro y
con un poder artillero sobrecogedor.
Engagé

Palabra francesa que significa enganchado. Un engagé era un hombre libre que
firmaba un contrato por tres añ os en el que se obligaba a trabajar como siervo para
un tercero, en condiciones similares a la esclavitud. Solía ocurrir que durante los
dos primeros añ os de contrato, sus condiciones de trabajo fueran buenas, pero, con
frecuencia, eran sometidos a un durísimo trato durante su ultima etapa de
compromiso obligá ndoles a reengancharse a cambio de mejorar su situació n.

Describir el último ataque español a la isla la Tortuga.

Tortuga es una isla situada en el Caribe. En el siglo XVII, se convirtió en el mayor


punto de encuentro de bucaneros y piratas. Junto a Port Royal, la isla fue el puerto
má s fuerte y seguro para los bucaneros en la mitad del siglo XVII, un lugar desde
donde lanzaron numerosos ataques contra las colonias españ olas.

En 1625 los colonos franceses e ingleses, los primeros piratas, arribaron a la isla,
habitada só lo por un pequeñ o grupo de españ oles en la regió n sur.

Los colonos iniciaron plantaciones y la isla se pobló en poco tiempo. Fueron


expulsados temporalmente como potencial amenaza para los españ oles cuando
estos atacaron Tortuga en 1629. Sin embargo, los colonos dispersos se organizaron
y regresaron a la isla.

Desde 1630, la isla de la Tortuga se dividió en dos colonias: francesa e inglesa. Era
una buena base para lanzar ataques bucaneros, así como desarrollar algunas otras
actividades, como el comercio de esclavos. Tortuga fue blanco de dos incursiones
españ olas exitosas en 1635 y 1638, y en ambas ocasiones los bucaneros lograron
recuperar las posiciones nuevamente.

En 1639, con el fin de establecer finalmente una defensa aceptable, el gobernador


de la cercana San Cristó bal envió en ayuda a Jean Le Vasseur, que fue promovido a
nuevo gobernador de la Tortuga. Le Vasseaur construyó la fortaleza de piedra
«Fort-de-Rocher» en el punto má s alto de la isla. Contaba con 40 piezas de
artillería y custodiaba el paso de todos los buques dentro o cerca del puerto.
Hasta 1665, Tortuga fue tomada nuevamente por los españ oles, y la isla pasó a
formar parte de la colonia San Domingo. El nuevo gobernador, Bertrand d’Ogeron
tuvo dificultades para convencer a los bucaneros de aceptarlo. Sin embargo, se las
arregló para desarrollar Tortuga comercialmente, así como fortalecer sus defensas.

En el período siguiente, algunos de los grandes piratas como Henry Morgan y


Francois L’Ollonais lanzaron ataques desde Tortuga, y pasaron a formar parte de la
historia de la isla. Desde 1670, con la piratería en decadencia, la mayoría de los
bucaneros encontró nuevos oficios, como el comercio de madera procedente de la
isla, y muchos otros optaron por militar como corsarios para naciones extranjeras.
En 1684 se firmó un tratado entre Francia y Españ a, con lo que desaparecieron los
bucaneros de Tortuga, así como en el Caribe.

Españ a cedió oficialmente Tortuga, como parte de Santo Domingo a Francia en


1697. Hoy en día, Tortuga pertenece a Haití. La isla posee 40 kiló metros de largo,
siete kiló metros de ancho y su punto má s alto es 464 metros sobre el mar. Se llama
Isla de la Tortuga por los nativos, refiriéndose a la forma de tortuga de la isla.

EXPLICAR LA INVASIÓN DE PENN Y VENABLES.

Los ataques contra La Hispaniola iniciaron el 26 de abril de 1655, al cual Españ a


hizo frente, con unos 200 soldados, entre españ oles y dominicanos,
sorprendentemente, saliendo airosa, ya que los archivos histó ricos aseguran que
unos mil 500 soldados ingleses murieron, resultaron heridos y prisioneros.

Los invasores procedentes de Inglaterra finalmente se marcharon de la isla a


finales de mayo del mismo añ o.

Son muchas las anécdotas que se cuentan sobre esta ocupació n. Una de ellas es que
se fueron despavoridos por el temor que les causaba el ruido de los cangrejos de la
playa de Haina.

Otra es que las tropas locales peleaban en grupos de cincuenta hombres y por eso
les llamaban “cincuentas”, de acuerdo a lo que cuenta Juan Bosch en la Colecció n de
Estudios Sociales.
EN QUÉ CONSISTÍA LA MILITARIZACIÓN DE LA VIDA SOCIAL EN LA ISLA DE
SANTO DOMINGO?

RUINAS, INVACIONES, Y MILITALIZACION DE LA VIDA SOCIAL EN LA ISLA


ENTRE 1606-1655
En este siglo se produjeron importantes acontecimientos en la isla de Santo
Domingo.
Las devastaciones de Osario (gobernador de la isla) y sus consecuencias 1605-1606.
Es decir la despoblació n y abandono de las aldeas má s afectadas por el trá fico ilegal
de mercancías (contrabando) por los ingleses, holandeses y franceses.
La ocupació n el islote la Tortuga por aventureros ingleses y franceses así las
excursiones militares contra ellos.
La formació n de las temibles cincuentenas (cuadrillas especiales de combate para
enfrentar a los bucaneros).
La invasió n inglesa del 1655.
L a miseria social y abandono se la isla se agravaron tras ocurrir.

Se recordara que antes de las devastació n la població n insular era de 35 mil


habitantes ahora se redujo a 16 mil pobladores.

189 hatos y de estos 95 estaban alrededor de la capital. Hatos eran grandes


extensiones de tierra utilizadas en la crianza de ganado.
430 estancias o fincas donde se cultivaba jengibre, maíz, yuca para el consumo local.
Mas 100 para la exportació n de jengibre hacia Españ a. En las fincas se concentraban
la mayoría de la població n de color casi 7 mil esclavos, lo que revela que estas fueron
hasta los mediados del siglo 17 las unidades productivas más importantes, pues los
hatos ganaderos resultaron muy afectados por las devastaciones.

Los ingenios eran 12, esta informació n revela la desaparició n de la industria


azucarera colonial.
Se recuerda en los añ os de mayor apogeo existieron más de 30 ingenios con un
promedio de 100 a 150 esclavos por ingenio.
AÑOS HECHOS RELEVANTES
1740 Se introdujeron los navíos de
registro que pusieron fin al sistema
de flotas y galeones
1778 Se implementó un decreto de libre
comercio entre amé rica y los
distintos puertos españ oles
1519 Se creó en Sevilla la Casa de
Contratació n, organismo rector del
comercio peninsular con las Indias
1717 Se trasladó la casa de Contratació n a
Cá diz
1740 La primera medida del reformismo
borbó nico en el plano comercial
consistió en la implantació n de la
derrota libre, y del llamado "navío de
registro"
1680 Se decidió que los barcos que viniesen
de América se pudieran despachar
tanto en Cá diz como en Sevilla
1765 Fin del Monopolio de Sevilla
1778 Reforma del Monopolio
1664 Nueva Á msterdam, colonia holandesa
precedente de la actual Nueva York
1581 Felipe II de Españ a se convirtió en rey
de Portugal
1713 Tratado de Utrecht
1754 Incidentes de Ohio
1757 La flota britá nica bloqueó los puertos
franceses
1763 En América del Norte los britá nicos
ocuparon Quebec y, por la paz de París
1650 Posesiones del Imperio neerlandés
1688 Había unos 600 colonos neerlandeses
dedicados a la agricultura
1770-1840 Los colonos, denominados bó eres,
sostuvieron 7 grandes guerras contra
las tribus africanas
1605-1606 Las Devastaciones
1563 El comerciante inglés John Hawkins
llegó a la villa de Puerto Plata con tres
barcos llenos de mercancías y esclavos
1623-1655 Dice Céspedes del Castillo se
establecen y consolidan en las
Pequeñ as Antillas, colonias inglesas,
francesas y holandesas
1606 El gobernador Antonio de Osorio hizo
el primer censo para determinar la
situació n socioeconó mica de la Isla de
Santo Domingo
1920 El Censo arrojó que la Repú blica
Dominicana estaba integrada por 894,
652 personas, de las cuales el 16.4%,
equivalente a 146, 652 personas, vivía
en la ciudad de Santo Domingo
1655 La Invasió n Inglesa
1630 La isla de la Tortuga se dividió en dos
colonias: francesa e inglesa.

CONCLUSION

A partir de la segunda mitad del siglo XVI, la isla fue abandonada por la
migració n de los españ oles hacia otros puntos del continente. En 1697,
mediante la Paz de Ryswick, la parte occidental de La Españ ola, que había sido
ocupada por aventureros franceses, fue cedida por Españ a de manera formal a
Francia, zona que se conoció como Saint Domínguez (la actual Haití). El resto de
la isla, lo que hoy corresponde a la Repú blica Dominicana, se4 denominó Santo
Domingo. En 1777, por el Tratado de Aranjuez, se fijaron los límites de los
dominios españ ol y francés.

La primera etapa colonial Con el segundo viaje de coló n, en 1493, se inicia la


conquista de nuestra isla y la destrucció n de la cultura taina. La primera etapa
colonial estuvo centrada en la explotació n de los yacimientos de oro. La
ausencia de oro en las cantidades esperadas, llevo a la sustitució n de este
rengló n por la producció n de azucarera hacia 1520. Para producir azú car fue
necesaria la implementació n de esclavos africanos debido a la escasa mano de
obra indígena. Junto a la producció n azucarera surgiría otro rengló n de
importancia, la ganadería.

Los primeros asentamientos poblacional se establecen a partir de la llegada de


Bertrá n D'oregó n en la segunda década del siglo XVII. Se afirma que Bertrá n D'
oregó n fue su fundador y organizada por Pouvancay. La colonia tuvo una
características muy específicas que la hacían ser muy diferente a la colonia de
Santo Domingo Este, veamos esas características: Un sistema econó mico
basado en las Plantaciones Esclavistas. Alto rendimiento en la agricultura.
Exportació n de producto hacia Francia. Capitalizada por inversionistas
franceses. Apertura de comercio. Una estratificació n social muy marcada. Un
gran desarrollo de la Industria Azucarera.
BIBLIOGRAFIAS
https://economipedia.com/definiciones/monopolio-comercial.html
https://es.wikipedia.org/wiki/Monopolio_comercial_espa%C3%B1ol
https://es.wikipedia.org/wiki/Imperio_de_ultramar
https://www.monografias.com/trabajos102/origen-division-isla-quisqueya-base-
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https://historiadesantodomingo.com/index.php/es/capitulo8/el-contrabando
https://www.lostiempos.com/actualidad/opinion/20170623/columna/solucion-
contrabando
http://corsariospr.blogspot.com/2009/08/bucanero-filibustero-y-engage.html
https://universomarino.com/2011/01/19/isla-de-tortuga-refugio-de-bucaneros-
y-piratas/
https://humanidades.uasd.edu.do/mod/assign/view.php?id=49465
https://www.monografias.com/docs/RUINAS-INVACIONES-Y-MILITALIZACION-
DE-LA-VIDA-FKJHBDPZMZ

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