Monopolio Comercial
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13/10/2021
Fecha
INTRODUCCION
Cabe señ alar que las ventajas del monopolio comercial solo corresponden a una
mayor recaudació n de parte de los dueñ os del monopolio, mientras que los
comerciantes independientes y también los consumidores son los perjudicados por
la falta de competencia.
REFORMAS BORBONICAS
En 1680 se decidió que los barcos que viniesen de América se pudieran despachar
tanto en Cá diz como en Sevilla. La Casa de la Contratació n permaneció en el mismo
lugar hasta que fue trasladada oficialmente a Cá diz en 1717.
El decreto de libre comercio de 1765 autorizó el comercio interno entre 5 islas del
Caribe: Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico, Trinidad y Margarita, con nueve puertos
de la metró poli: Cá diz, Sevilla, Má laga, Alicante, Barcelona, Cartagena, Santander,
La Coruñ a y Gijó n, eliminá ndose también los derechos de palmeo. En 1768, las
nuevas normas reservadas al Caribe se hicieron extensivas también a Luisiana y,
en 1770, a Yucatá n y Campeche.
A partir del siglo XVI los incipientes estados-nació n europeos, como el Imperio
Españ ol, el Imperio Britá nico, el Imperio francés, entre otros, se lanzaron a la
conquista y colonizació n de nuevos territorios a través del océano, en busca de
materias primas y mercados má s amplios; estos son conocidos como Imperios de
ultramar.
EXPANSION EUROPEA
Durante buena parte del siglo XVI, Amberes fue el corazó n econó mico de Europa y
centro de las operaciones comerciales que relacionaban la plata americana que
entraba a Europa por Sevilla y las especias asiá ticas llegadas
vía Lisboa circunnavegando Á frica o vía Venecia a través de las rutas terrestres
del Pró ximo Oriente.
Por otra parte, mientras los neerlandeses sustituían a los portugueses en el control
de las rutas oceá nicas hacia Asia, los ingleses ocupaban el papel de Venecia en el
comercio mediterrá neo, gracias a importantes acuerdos comerciales con Turquía y
a la venta de tejidos ligeros ingleses en el conjunto del Mediterrá neo. De este
modo, a finales del siglo XVI, el triá ngulo formado por Lisboa, Amberes y Venecia
fue sustituido por Á msterdam y, en menor medida, por Londres.
En 1581, Felipe II de Españ a se convirtió en rey de Portugal, con lo que los dos
mayores imperios de la época quedaron bajo la soberanía de un ú nico monarca. Su
imperio incluía América Central, América del Sur, Filipinas, las costas de Angola,
las costas de Á frica oriental, importantes enclaves en la India, Indonesia y el mar
de China. Ademá s, apadrinaba la política imperial alemana de sus primos de la
rama austriaca de los Habsburgo e intervenía intensamente en la política interna
francesa, apoyando al partido cató lico.
Felipe II de Españ a fue el soberano má s poderoso del mundo, pero también el que
tuvo un mayor nú mero de enemigos, entre los cuales, el Imperio Turco y Países
Bajos, a los que, má s tarde, se añ adiría Inglaterra. La incorporació n de Portugal a la
monarquía hispá nica convirtió las colonias portuguesas en el principal objetivo de
Países Bajos. Los neerlandeses expulsaron a los portugueses de la mayoría de sus
posesiones en Asia, les arrebataron momentá neamente Angola y ocuparon el norte
de Brasil. Los ingleses, y má s tarde los franceses, se incorporaron pronto a la
guerra oceá nica contra la monarquía hispá nica.
Desde mediados del siglo XVII, Países Bajos, Inglaterra Francia se disputaron la
hegemonía mundial. Así, durante la segunda mitad del s. XVII hubo tres guerras
anglo-neerlandesas cuyas principales consecuencias fueron la expulsió n de Países
Bajos de América del Norte, en beneficio de Inglaterra, y diversas ganancias
territoriales neerlandesas en el Mar Caribe a costa de Inglaterra (Surinam) y de la
monarquía hispá nica (islas de Curazao, Aruba y Bonaire). Por su parte, Países
Bajos perdió sus posiciones en el norte de Brasil y en Angola, que volvieron a estar
bajo control portugués; sin embargo, mejoró sus posiciones asiá ticas a costa
de Portugal.
A partir de 1757, la flota britá nica bloqueó los puertos franceses. Francia se vio
imposibilitada para sostener su esfuerzo militar ultraoceá nico y el Reino Unido
tomó la iniciativa en la India, Á frica, el Caribe y América del Norte. En la India, el
general britá nico Robert Clive de Plassey derrotó repetidamente a los franceses y
sus aliados locales hasta ocupar su ú ltimo reducto (Pondicherry) en 1761.
Simultá neamente, en América del Norte los britá nicos ocuparon Quebec y, por la
paz de París (1763), obtuvieron la mitad oriental de Louisiana y la Florida
españ ola. Ademá s, los franceses entregaron la mitad occidental de Louisiana a los
españ oles, que al intentar ayudar a Francia habían acabado perdiendo Florida.
Desde finales del siglo XVI, los neerlandeses habían empezado a intervenir
en Indonesia en competencia con los comerciantes hispá nicos y portugueses (en
aquel momento, Portugal y Españ a permanecían unidos bajo un mismo soberano
que estaba en guerra con Países Bajos: la Guerra de los Ochenta Añ os, 1568 1648).
SIGLO XVII
Las Devastaciones de 1605 y 1606. Después de largas discusiones en la corte
españ ola, el rey Felipe III decidió despoblar totalmente las comarcas donde se
llevaban a cabo los contrabandos y trasladar sus habitantes a zonas interiores
cercanas a la ciudad de Santo Domingo. -Felipe II había contemplado muchos añ os
esa posibilidad pero nunca se resolvió a llevarla a cabo, quizá s consciente de la
peligrosidad que envolvía.
Felipe III decidió atenerse a las recomendaciones de Ló pez de Castro un oficial real
en desgracia que entonces visitaba la corte y propuso de nuevo la medida -
Encomendó las Devastaciones al Gobernador Osorio y al Arzobispo Dá vila Padilla,
otorgá ndoles poder para cualquier medida que consideraran prudente.
Para llevar a cabo las devastaciones se hizo traer un contingentes de tropas del
presidio de Puerto Rico, ya que se esperaba que los habitantes de las regiones
afectadas resistieran con las armas en las manos. Estas tropas también tendrían
la misió n de combatir a los piratas y contrabandistas larga, a la formació n de la
colonia francesa en las zonas abandonadas.
Estos paliativos, sin embargo, no pudieron ser duraderos ni consistentes pues las
Devastaciones agudizaron extremadamente las tendencias decadentes de la
colonia de Santo Domingo. - Por otra parte, al propiciar el establecimiento de
extranjeros en las zonas occidentales, unido al aumento de la piratería,
la seguridad en la isla se hizo extremadamente precaria, de donde se acrecentó
rá pidamente la tendencia migratoria de esclavistas, esclavos y personas de las
clases medias a otras colonias americanas.
Desde el siglo XVI el trá fico ilegal, a espaldas de las autoridades coloniales, era una
prá ctica comú n en algunas regiones de ultramar. La temprana internació n de
esclavos negros, llevada a cabo por John Hawkins en la segunda mitad del siglo XVI,
demostró la permeabilidad de las fronteras del Imperio colonial hispano y abrió el
apetito a sus má s encarnizados rivales quienes desde entonces impulsaron el
contrabando.
Segú n sostiene Céspedes del Castillo, "el monopolio españ ol cede ante el esfuerzo
de sus importantes adversarios. A comienzos del siglo XVII son los extranjeros los
principales beneficiarios del comercio de Indias en Sevilla; a través de testaferros
españ oles, má s del 90% del capital y utilidades del trá fico entre América y el
puerto andaluz pertenecen en realidad a franceses, genoveses, holandeses, ingleses
y alemanes. ... En 1686, las flotas [españ olas] surtían só lo en una tercera parte a
los mercados indianos, que eran abastecidos en los restantes dos tercios por el
contrabando".
Con el correr del tiempo este comercio fue extendiéndose a prá cticamente toda la
América españ ola, alcanzando en el siglo XVIII su má ximo esplendor. Provenientes
de Inglaterra, Francia, Holanda, Suecia, Dinamarca, Escocia, Italia, Prusia, Rusia,
Turquía y, por ú ltimo, Estados Unidos, los contrabandistas desafiaron el cada vez
menos rígido monopolio comercial que Españ a imponía a sus dominios
americanos.
De esa manera, los puertos americanos comenzaron a recibir al tratante ilícito que
ofrecía mejores precios que el comercio legal. Los extranjeros lograron involucrar
en este contrabando desde los má s humildes labradores y peones hasta los má s
elevados oficiales gubernamentales y eclesiá sticos.
Los productos que los contrabandistas recibían a cambio de sus mercancías fueron
fundamentalmente materias primas -maderas tintó reas y nobles-, frutos de la
tierra -azú car, tabaco, algodó n, cacao- y, en menor medida, metales preciosos. En
tanto, las mercaderías má s apetecidas en Hispanoamérica fueron los tejidos,
diversas provisiones (bebidas alcohó licas, aceite, etc.), artículos de uso doméstico y
bienes de producció n, como herramientas, hierro y acero. Asimismo, gran parte del
comercio de esclavos negros estuvo en manos de contrabandistas, especialmente
en la segunda mitad del siglo XVIII
Las reformas de los Borbones en la segunda mitad del siglo XVIII constituyeron un
intento para erradicar este comercio ilegal en su globalidad. Se mejoró el sistema
defensivo mediante la construcció n y perfeccionamiento de las fortificaciones
costeras, se crearon escuadras armadas de guardacostas, se decretó el libre
comercio, se crearon nuevas unidades administrativas, etc..
Existe amplia evidencia que los países má s pobres, son los mayores
contrabandistas con las peores instituciones pú blicas (niveles elevados de
corrupció n). En muchas ocasiones, sectores contrabandistas ejercen una posició n
de ganancia, corrompiendo a autoridades políticas, agentes aduaneros y cuerpos
de seguridad nacional (policías y ejército) con el objetivo de cumplir su propó sito.
Finalmente, las instituciones terminan corrompiéndose con incidencias negativas
para el desarrollo del país en el lago plazo.
Frente a lo anterior, surge el gran cuestionamiento: ¿có mo eliminar el
contrabando? La ú nica forma de realizarlo efectivamente es con el libre comercio;
es decir, eliminando los aranceles de las importaciones (de forma independiente si
los otros países lo realizan o no); una obviedad, sin posibilidades de equivocació n.
Desde entonces, no se había realizado otro censo del igual magnitud, salvo los
censos parroquiales parciales organizados por la Iglesia Cató lica en varias
ocasiones, hasta que en el añ o 1920 el gobierno de ocupació n norteamericano, que
presidía el general Thomas Snowden, mediante la Orden Ejecutiva No. 552 dispuso
la realizació n de un censo entre el 19 de enero y el 24 de diciembre de 1920.
El Censo de 1920 arrojó que la Repú blica Dominicana estaba integrada por 894,
652 personas, de las cuales el 16.4%, equivalente a 146, 652 personas, vivía en la
ciudad de Santo Domingo. Para entonces, existían 12 provincias y só lo cuatro
(Santo Domingo, Santiago, La Vega y Azua) contaban con má s de 100 mil personas,
viviendo la mayoría de ellas en la zona rural. Estos datos revelan que el país para
entonces era una especie de pequeñ a aldea pobre y deshabitada.
Estos y otros datos de cará cter socioeconó mico y legal, le sirvieron de apoyo al
gobierno norteamericano para implementar el Sistema de Torrens de tenencia de
la tierra, el cual establecía el derecho a la propiedad de la tierra de todos aquellos
que pudieran probar su ocupació n por má s de 10 añ os. En este tiempo se hicieron
comunes las falsificaciones de títulos de propiedad, ocasió n que aprovecharon los
inversionistas norteamericanos y de otras nacionalidades para formar grandes
emporios azucareros y latifundios ganaderos de la regió n Este.
Este hecho contribuyó a que muchos campesinos del Este, del Suroeste y del Cibao
fueran despojados de sus tierras por carecer de títulos de propiedad y se vieran
estimulados a combatir a las tropas norteamericanas entre 1917 y 1922,
realizando rebeliones como la de los “Gavilleros” en San Pedro de Macorís, La
Romana, Hato Mayor y el Seíbo; de Olivorio Mateo en San Juan de la Maguana y de
la Barranquita, en Valverde Mao.
El Censo de 1935, que arrojó una població n total del país de 1, 479, 417 habitantes,
casi el doble en tan só lo 15 añ os, muestra cambios significativos en la composició n
de la població n. Esto se explica en virtud de las inmigraciones constantes de
extranjeros que hubo en ese periodo y las campañ as sanitarias realizadas por el
gobierno de ocupació n militar norteamericano que permitieron combatir el
paludismo, enfermedades venéreas como la sífilis y los pará sitos intestinales que
afectaban a la mayoría de població n dominicana.
El Distrito de Santo Domingo, que ocupaba el primer lugar en 1920 pasó en 1935 a
ocupar el sexto lugar con 102, 697 personas, por debajo de las provincias Santiago,
La Vega, El Seibo, Duarte y Trujillo (hoy San Cristó bal). Esto se debe al impacto
negativo que tuvo el cicló n de San Zenó n en la ciudad de Santo Domingo, a las
medidas restrictivas puestas en prá ctica por el Gobierno para limitar el acceso de
la població n campesina a las ciudades y los estímulos dispuestos por Trujillo para
la població n campesina para disminuir la migració n del campo a la ciudad.
El censo de 1981 arrojó que el país estaba habitado por 5, 545,741 personas. La
divisió n territorial era la misma: 26 provincias y el Distrito Nacional. El Distrito
Nacional, Santiago, San Cristó bal y La Vega encabezan la cantidad de habitantes. El
Distrito Nacional tenía 1, 540, 786 habitantes, lo que le permitió casi duplicar la
població n que tenía en 1970, debido a la intensificació n de la migració n de la
població n del campo a la ciudad de Santo Domingo, por ser el centro de producció n
industrial, comercial y administrativo principal del país. La Repú blica Dominicana
tenía, segú n el censo de 1993, una població n de 7, 293,390 habitantes.
Los censos de població n del ú ltimo siglo, pero sobre todo de 1950 hasta el 2010,
revelan que la ciudad de Santo Domingo tiene la preeminencia en el proceso de
urbanizació n y en la migració n rural-urbana, lo que explica que má s de la mitad de
los migrantes interprovinciales es atraída por la capital de Repú blica Dominicana.
Explicar sobre la compañía de las indias occidentales y los ataques a las islas
que los españoles llamaban inútiles.
Los españ oles planearon recuperar Curazao. La informació n sobre las tropas,
fortificaciones, puestos de avanzada, víveres y municiones fueron recogidas en tres
formas. Indios que vivían en Curazao fueron secuestrados e interrogados, así como
los que fueron a buscar sal en la costa de Venezuela fueron capturados e
interrogados.
Finalmente los españ oles enviaron espías a Curazao. Había dos sitios obvios de
desembarco: Piscaderabaai y el Agua españ ol. Schottegat estaba demasiado bien
defendido. Los españ oles trajeron sus planes y llevaron a una serie de naves, pero
mientras se dirigían a la isla, la nave fue atacada por una tormenta y Curazao nunca
fue alcanzado.
Segú n creía la WIC, las fuerzas españ olas eran má s fuertes y probablemente
habrían ganado.
En 1605, las autoridades españ olas, dirigidas en este momento por el monarca
Felipe III, perteneciente a la Casa de Austria, deciden a través de la Cédula Real de
1603 despoblar la zona noroeste. Esto se hizo con la finalidad de erradicar el
contrabando. Ademá s, en las embarcaciones que contrabandeaban el cuero del
ganado y otros producto se introducían biblias luteranas, lo que era considerado
una influencia nociva por la metró poli.
El gobernador Osorio puso en vigencia la Cédula Real que establecía que todas las
poblaciones de la banda del norte que se dedicaban a contrabandear tenían que ser
despoblada y es así como en 1605 se despoblaron las ciudades
de Montecristi, Puerto Plata, Bayajá y la Yaguana, trasladando a sus habitantes
con sus pertenencias hacia el este de la Isla donde se fundaran nuevas ciudades
como será n, Monte Plata y Bayaguana siendo estos nombres el resultado de las
uniones de la ciudad de Puerto Plata y Montecristi y de Bayajá y la Yaguana.
Las ciudades de Neyba y San Juan de la Maguana también fueron perjudicadas con
la medida tomada por el rey Felipe III, provocando ésta medida una
transformació n de orden político, social y econó mico que afectaron toda la
estructura de la colonia. Dentro de las transformaciones tenemos que la població n
de la isla se redujo mucho, se fundaron nuevas ciudades que se dedicaron a la
agricultura y la ganadería para el auto consumo, trayendo como consecuencia la
pobreza en alto grado, se destruyeron los ingenios azucareros, se perdió gran parte
del ganado que tenía la isla y má s aú n se quedó abandonada en la zona noroeste la
cual se convertiría en el punto fuerte de comercio ilícito entre las demá s
metró polis. A partir de 1630 la isla La Tortuga se convirtió en el punto clave de los
corsarios ingleses, franceses y holandeses, estableciendo de esta forma dominios
en territorio que pertenecían a la Corona Españ ola.
Las islas de Curazao, Aruba, Bonaire junto a las pequeñ as Antillas fueron
denominadas inicialmente por los españ oles como Islas Inútiles, debido a la
carencia de oro en ellas.
A la llegada de los españ oles Curazao, Aruba y Bonaire estaban pobladas por
los caquetíos de la familia arahuaca.
Fueron descubiertas por Alonso de Ojeda, quien avistó Curazao (la llamó Isla de
Los Gigantes) y desembarcó en Aruba en 1499, haciéndolas parte de su
efímera Gobernació n de Coquibacoa, otorgada por los reyes a espaldas de Cristó bal
Coló n.
En 1513 la població n de las tres islas fue trasladada a Santo Domingo para trabajar
en las minas de cobre.
Ese añ o el virrey Diego Coló n otorgó a Ampués una carta de mamparo para los
indios de las islas inú tiles, mediante la cual los indígenas serían protegidos de la
esclavitud y Ampués podría poblar las islas, como una especie de protector de las
mismas.
Una cuarta expedició n fue enviada en 1522 al mando de Gonzalo de Sevilla, quien
estuvo un añ o y medio en las islas trabando amistad con los indígenas.
Bucanero
Con este término se empezó a conocer a ciertos colonos franceses que se habían
establecido en la parte occidental de La Españ ola (actual Haití). Recibían el nombre
de bucaneros, derivado de la palabra india "bucan" con que designaban los indios
el lugar donde ahumaban la carne, quemando madera verde bajo unos palos en
forma de parrilla, que recibían el nombre de "barbacoa". En aquella parte
desocupada de la isla (la parte oriental la ocupaban los españ oles) se habían
reproducido extraordinariamente toros y vacas y los bucaneros se dedicaban a
cazarlos para vender luego sus pieles y la carne ahumada a los barcos, que sabían
apreciar el sabor y la durabilidad de las carnes bucaneras. Los bucaneros vivían en
la má s salvaje libertad; nadie les mandaba ni reconocían ninguna autoridad. Esto
atrajo a todo tipo de gentes desahuciadas, proscritos, fugitivos, esclavos, indios
rebeldes, desertores, perseguidos por la religió n, etc. El nú mero de bucaneros fue
en aumento y en 1620 empezaron a ser perseguidos por los españ oles. Decidieron
arriesgarse a cometer pequeñ as correrías marítimas y tomaron como base de
operaciones el islote de La Tortuga, pró ximo a La Españ ola. La aceptació n de Le
Vasseur como gobernador de la isla, y la toma de conciencia de su importancia real,
les lleva a asociarse en la célebre "Hermandad de la Costa" o "Confederació n de los
Hermanos de la Costa" que dio origen a los filibusteros.
Filibustero
Palabra francesa que significa enganchado. Un engagé era un hombre libre que
firmaba un contrato por tres añ os en el que se obligaba a trabajar como siervo para
un tercero, en condiciones similares a la esclavitud. Solía ocurrir que durante los
dos primeros añ os de contrato, sus condiciones de trabajo fueran buenas, pero, con
frecuencia, eran sometidos a un durísimo trato durante su ultima etapa de
compromiso obligá ndoles a reengancharse a cambio de mejorar su situació n.
En 1625 los colonos franceses e ingleses, los primeros piratas, arribaron a la isla,
habitada só lo por un pequeñ o grupo de españ oles en la regió n sur.
Desde 1630, la isla de la Tortuga se dividió en dos colonias: francesa e inglesa. Era
una buena base para lanzar ataques bucaneros, así como desarrollar algunas otras
actividades, como el comercio de esclavos. Tortuga fue blanco de dos incursiones
españ olas exitosas en 1635 y 1638, y en ambas ocasiones los bucaneros lograron
recuperar las posiciones nuevamente.
Son muchas las anécdotas que se cuentan sobre esta ocupació n. Una de ellas es que
se fueron despavoridos por el temor que les causaba el ruido de los cangrejos de la
playa de Haina.
Otra es que las tropas locales peleaban en grupos de cincuenta hombres y por eso
les llamaban “cincuentas”, de acuerdo a lo que cuenta Juan Bosch en la Colecció n de
Estudios Sociales.
EN QUÉ CONSISTÍA LA MILITARIZACIÓN DE LA VIDA SOCIAL EN LA ISLA DE
SANTO DOMINGO?
CONCLUSION
A partir de la segunda mitad del siglo XVI, la isla fue abandonada por la
migració n de los españ oles hacia otros puntos del continente. En 1697,
mediante la Paz de Ryswick, la parte occidental de La Españ ola, que había sido
ocupada por aventureros franceses, fue cedida por Españ a de manera formal a
Francia, zona que se conoció como Saint Domínguez (la actual Haití). El resto de
la isla, lo que hoy corresponde a la Repú blica Dominicana, se4 denominó Santo
Domingo. En 1777, por el Tratado de Aranjuez, se fijaron los límites de los
dominios españ ol y francés.