Garcia - 2018 - Historias de Cambio

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Felipe E.

García • Constanza Hernández


Pablo Arroyo • Rodrigo Mardones

Historias de cambio
El enfoque sistémico en acción

Ediciones Universidad Santo Tomás


Historias de cambio
El enfoque sistémico en acción
Felipe E. García
Constanza Hernández
Pablo Arroyo
Rodrigo Mardones Ibacache

Historias de cambio
El enfoque sistémico en acción
616.89 García Martínez, Felipe E.
G Historias de cambio. El enfoque sistémico
en acción / Felipe E. García Martínez, Constan-
za Hernández, Pablo Arroyo, Rodrigo Mardo-
nes. – – Santiago : Ediciones Universidad Santo
tomás • RIL editores, 2018.

396 p. ; 23 cm.
ISBN: 978-956-01-0499-1

  1 psicoterapia. 2 terapia familiar.

Historias de cambio.
El enfoque sistémico en acción
Primera edición: marzo de 2018

© Felipe E. García, Constanza Hernández, Pablo Arroyo


y Rodrigo Mardones, 2018
Registro de Propiedad Intelectual
Nº 281.660

© Editorial Universidad Santo Tomás, 2018


Avenida Ejército 146, Santiago
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Contacto: iespinoza@santotomas.cl

© RIL® editores, 2018


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Composición, diseño de portada e impresión: RIL® editores

Impreso en Chile • Printed in Chile

ISBN 978-956-01-0499-1

Derechos reservados.
Índice

Prólogo
Bismarck Pinto Tapia........................................................................19

Introducción.................................................................................23

Sección 1. Historias de niños

1. Las estaciones del año.


Enfrentando una recidiva de la depresión
Alejandra Choque..............................................................................35

2. ¿Sobreprotección e hiperdependencia? Uso del


reencuadre para lograr la cooperación de una madre
Felipe E. García.................................................................................37

3. Silencios que hablan. Intervención


para la superación de mutismo selectivo
Bernardita García Sepúlveda.............................................................41

4. Cuando se esconde el dolor.


El proceso de duelo desde la mirada infantil
Yasmín Bulnes Gallegos.....................................................................43

5. Dibujando una sonrisa, mil sueños.


Risoterapia acompañando el camino
Andrés Rettamal................................................................................47

6. Lo que decidimos mirar.


De la estigmatización hacia el poder de cambio
Sofía Carrasco Moraga......................................................................49
7. Encontrando una verdad oculta.
Un abuso sexual en una niña de dos años y medio
Armando Quiroz Adame...................................................................53

8. Hablando en un idioma comprensible. Abuso sexual


desde el mundo de un niño de tres años
Mayari Schilling Carrillo....................................................................57

9. Un volcán de rabietas.
Expresión de emociones desde la seguridad
Camila Pilquiñir Muñoz....................................................................59

10. El perro tortuga.


Cuando el miedo es visto de otra manera
Pablo Arroyo Bascuñán.....................................................................61

11. Él no era malo, solo tenía miedo.


El niño que no amaba a los animales
David Ramírez Dzib..........................................................................65

12. La fuerza del vínculo.


Trastorno oposicionista-desafiante en la infancia
Pamela Ferreira..................................................................................69

13. No quiero que me pregunten más.


Vínculo y confianza para favorecer el cambio
Constanza Hernández Sandoval........................................................73

14. Me gustaría tener poderes.


La aceptación de la niña potencia el vínculo
Fernanda Pacheco Cerna....................................................................75

15. Sofía y las pataletas.


Un cambio centrado en lo positivo
Nicole Vega Rojas..............................................................................77

16. La invasión de furia.


Intervención para el manejo de la ira en niños/as
Andrea Rodríguez Campusano..........................................................81
17. Derrotando a «Hulk». Terapia narrativa
en un niño con dificultades para manejar la rabia
Mónica Sebastián Pabón....................................................................85

18. La historia de un fracaso. La importancia


del espacio privado en la pre-adolescencia
Rodrigo Mardones Ibacache..............................................................89

19. La niña fantasma.


Intervención para problemas de convivencia
Camila Vergara Gómez......................................................................93

20. De villano a héroe. Intervención centrada


en los recursos de un niño de seis años
Constanza Hernández Sandoval........................................................97

21. Víctima o protagonista. Técnicas de programación


neurolingüística para enfrentar el acoso escolar
Jorge Domínguez García.................................................................101

22. ¡Mamá/papá! ¡Ponme límites, horarios y atención!


Rescatando el rol parental en proceso terapéutico
Francisca Miranda Hermosilla.........................................................105

23. El olvido de Juanita.


Una niña con bajo rendimiento escolar
Abraham Hernández Covarrubias...................................................109

24. Enfrentando a Jocaca. Un ritual de sanación


para superar la encopresis
Renzo Acchiardi...............................................................................113

25. La orquesta imaginaria. Utilización


de metáfora y superación de constipación
Jorge Orozco Mendoza....................................................................117

26. Mis amigas las muelas. Superación del miedo


a comer en una niña de seis años
Shiray González Pérez......................................................................121
Sección 2. Historias de adolescentes

27. El joven que decidía guardar silencio.


Microprácticas narrativas como ejemplo
de resistencia a los discursos dominantes
Andrea Salas Castillo.......................................................................125

28. Protagonista de un libro. Intervención metafórica


con un adolescente víctima de maltrato parental
Ana María Muena Arellano.............................................................129

29. No me gustan los psicólogos. Respeto


y autenticidad terapéutica con adolescente
víctima de maltrato
Pablo Arroyo Bascuñán...................................................................133

30. Volverá a estar conmigo.


Mirada de recursos en un caso judicializado
Karry Irribarra.................................................................................137

31. La muchacha fenicia. Reelaboración terapéutica


en una víctima de violación y malos tratos
María Loreto Peña Villanueva.........................................................141

32. De los efectos del abuso al uso de recursos.


Abuso sexual desde la terapia breve centrada
en soluciones y la psicología positiva
Joaquín Sepúlveda Aravena..............................................................145

33. La ganadora. Visión positiva


con una adolescente víctima de abuso sexual
Fernando Ignacio Silva Fernández...................................................149

34. Impacto psicoemocional de un secuestro.


Un intento por analizar la anatomía de un secuestro
Jose Oscar Aldana Torres.................................................................153

35. Una familia que vuelve a nacer. Terapia familiar


tras el secuestro de un hijo adolescente
Percy Medrano Saavedra..................................................................157
36. Rescatar al planeta. Cuento terapéutico
para el manejo de emociones
Diana Rico Norman........................................................................161

37. El pasado exitoso de la depresión.


Cambio pre-tratamiento en un adolescente
Enrique Puebla................................................................................165

38. Un John Lennon adolescente.


Triangulación patológica y desvinculación
imposible en la adolescencia
Ignacio Liévana Inchauste...............................................................167

39. Tú no me entiendes. Cuando los problemas


de los adolescentes son desechados por los adultos
Yonathan Moisés Barros Correa......................................................171

40. Ping-pong. Elementos de apoyo y colaboración


para una familia reconstituida
Juan Miguel Correa Martínez..........................................................175

41. Escalada asimétrica. Relación madre e hijo


posterior a la ruptura de los padres
Ámbar Rioseco Brito.......................................................................179

42. Sacar plata no es tan malo. Foco en los recursos


de un adolescente en una primera entrevista
Gabriela Pérez Vidal........................................................................183

43. Destituyendo a Man. Uso de la externalización


en descontrol de impulsos con un adolescente
Scarlet Baeza....................................................................................187

44. Choque de culturas. Aprendiendo costumbres


de la cultura aymara en un caso de bulimia nerviosa
Shirley Inchauste..............................................................................191
45. Permiso para decir no. Devolviendo
el control a adolescente con estado depresivo
por inseguridad personal
Gonzalo E. Morales Merino............................................................193

46. Desempolvando el baúl de los recursos.


Una reflexión acerca de cómo trabajar
autoestima en una adolescente
José Luis Suazo................................................................................197

47. El autobús sin frenos. Externalización


en un adolescente con problemas de ansiedad
Lidia Andrea Sáez Fuentes...............................................................201

48. Cuando el bullying se convierte en parásito.


Tratamiento de adolescente con historia
de bullying en contexto escolar
Rodrigo Altamirano.........................................................................203

49. Ser mejor que hoy. Pregunta de escala


con un adolescente en rehabilitación
por consumo de drogas
Hans Pier Jara Iglesias.....................................................................207

50. Re-descubriendo mis intereses.


Un caso de orientación vocacional
Pablo Concha Ponce........................................................................211

51. Vivaldi, Sonata 5 en Mi menor, Op 14.


Historia de cómo abordar la motivación
vocacional en adolescentes
Carolina Jara Muñoz.......................................................................215

Sección 3. Historias de adultos

52. El poder de «recordar quién eres».


Primera y única entrevista para tratar ansiedad
Tomoko Yashiro..............................................................................221
53. Transformando discursos sociales.
Diálogo terapéutico basado en la deconstrucción
del discurso del consultante
María Alejandra Usabiaga del Moral...............................................223

54. ¡A que no me atrapan! Identificación


de una nueva etapa familiar con un hijo adolescente
Shiray González Pérez......................................................................227

55. Reencontrando nuestra familia. Terapia breve


centrada en la solución con una familia en crisis
Mauricio Garrido Fuhrop................................................................229

56. Si tocaste fondo... ¡solo queda subir!


Terapia Centrada en la Solución para colaborar
en la relación con una hija adolescente
Rosario Zevallos..............................................................................233

57. «Un buen baile es de a dos». La co-construcción


de objetivos positivos como técnica terapéutica
David Fuenzalida C.........................................................................237

58. Diseñando el futuro deseado.


Trabajo terapéutico con orientación a futuro
Alonso Dávila León.........................................................................239

59. ¡No quiero hablar con la psicóloga!


La importancia de la fase social y el vínculo
terapéutico en la primera entrevista
Carola Hernández Rodríguez..........................................................243

60. No me daba cuenta de lo fuerte que era. Trabajo


terapéutico basado en los recursos del consultante
José Miguel Rubina..........................................................................245

61. ¡Nunca imaginé estar aquí! Terapia sistémica


breve en un caso de ruptura en la pareja
Pablo Concha Ponce........................................................................249
62. La mujer que deseaba matar a su esposo
para ser feliz. Revelación de secretos familiares
para modificar pautas de interacción
Daniel De Jesús Ventura..................................................................253

63. Anita la coneja. Intervención estratégica


para el reconocimiento emocional y autovaloración
Karina Corona Pacheco...................................................................257

64. Si te llevo es para que me lleves. El rol activo


del consultante en el trabajo terapéutico
Ingrid Junge.....................................................................................261

65. De la desesperación a la creatividad. Metáforas


y lenguaje simbólico en el trabajo con las emociones
Adrián José Hinojosa.......................................................................265

66. El lado brillante de la luna.


Primera entrevista en terapia breve de pareja
Vicente Muñiz Juárez.......................................................................269

67. Oyendo a dos voces. Terapia centrada en soluciones


aplicada a un caso de colusión conyugal
Angélica Ramírez Terán...................................................................273

68. ¡En sus marcas, listos…! Terapia estratégica


para el caso de una mujer con dolor crónico
Perla Montes de Oca.......................................................................275

69. Me han sido infiel. Trabajo terapéutico en base


a la reconstrucción del discurso personal y familiar
Raúl Alejandro Aráoz Cutipa..........................................................279

70. Vestido para matar. Cómo las preguntas cambian


la comprensión del problema (y a veces lo disuelven)
César Vásquez Olcese......................................................................283

71. «Cuando eres la ansiedad». Terapia sistémica


para que un joven recupere su vida.
Fernanda Mena Díaz.......................................................................287
72. Cuidando al cuidador informal. Apoyo
emocional a una mujer con ataques de ansiedad
Vaneska Cindy Aponte Daza...........................................................289

73. Psicoterapia, música y sonrisas. Rehabilitación


neuropsicológica para un caso de accidente
cerebro-vascular
Geraldine Aguirre Núñez.................................................................293

74. Generando cambios con aceptación. Empatía


y aceptación incondicional en abuso sexual
Francisco Briones Araya...................................................................297

75. El proceso de transformarse de victima


a bravucón.Reencuadre del estrés post-traumático
en una víctima de abuso sexual
Oscar Urzagasti...............................................................................301

76. Una vida desafortunada. Intervención enfocada


en la solución ante el abuso sexual
Gilberto Gómez Pérez.....................................................................303

77. Con llorar no basta. Focalizando en los recursos


para superar la adversidad en un caso de violación
Teresa Mendo Zelada......................................................................307

78. ¡Salud! Una paradoja de dependencias.


Externalización del síntoma y desvinculación
en un caso de dependencia al alcohol
Andrea Borelli Kostic.......................................................................309

79. Milagrosamente sonriente.


Proceso de recuperación de un hombre
con problemas de consumo de base de cocaína
Joel Santiago Barreno López............................................................311

80. Traicionar el formato. Una sesión centrada


en soluciones con un hombre que ejerce violencia
Igor Valverde Rodríguez..................................................................315
Sección 4. Historias de grupos

81. El curioso caso de la carta anónima.


Intervención sistémica para la convivencia escolar
Juana Bengoa González...................................................................321

82. «Club de Detectives».


Propuesta anti-bullying centrada en soluciones
Paula Zavaleta.................................................................................325

83. Silencios que hablan y preguntas que abren


caminos.Taller con niños para el día de los muertos
Miriam Zamora Mora.....................................................................329

84. «Bum bum hace mi corazón».


Taller para niños con historias de abuso
Marta Campillo...............................................................................333

85. Pseudo-orientación en el tiempo para rescatar


recursos. Taller para afrontar exámenes difíciles
en adolescentes
Felipe E. García...............................................................................337

86. Disfrazarse de problema le dio vida. Taller


narrativo con adolescentes que se autolesionan
Esteban Villegas Velázquez..............................................................341

87. «Despertares», el lugar que transformó familias.


Taller con jóvenes y sus familias libres del consumo
Alejandra Carrillo............................................................................345

88. Ver oportunidades en lugar de problemas.


Taller de autocuidado para mujeres
Bianca Iacoponi...............................................................................349

89. «Cómo han pasado los años».


Taller narrativo con mujeres en duelo
María Fernanda Díaz Sánchez.........................................................351
90. Compartiendo el dolor, renaciendo en la esperanza.
Taller con personas con duelo reciente
Rodrigo Mardones Ibacache............................................................355

91. El camino hacia el faro. Taller con familiares


de pescadores que se perdieron en alta mar
Camila Soto Melín...........................................................................359

92. «Solo quiero mejorarme».Taller centrado


en soluciones para mujeres con ansiedad
Igor Alvarado...................................................................................363

93. Cómo lograr en una hora lo que doce sesiones


no pudieron. Taller centrado en soluciones
con trabajadores
Jorge Ayala Salinas...........................................................................365

94. ¡Los chicos sí sienten! Taller grupal de autoestima


para jóvenes de un centro de formación técnica
Pamela Chávez Quintana.................................................................367

95. «El cofre mágico». Taller de autoestima


con adultos portadores de VIH
Cristian Aguilera Sepúlveda.............................................................369

96. «Encuentros». Terapia grupal con mujeres


víctimas de maltrato
Karen Colpari..................................................................................373

97. Corresponsabilidad en los procesos de violencia.


Taller con mujeres víctimas de violencia conyugal
Pedro Vilela......................................................................................377

98. Los hombres también necesitan hablar.


Intervención con hombres agresores
Gerardo Chandía Garrido...............................................................381

99. «Estamos como el vino». Taller de manejo


de la ansiedad en adultos mayores
Valeska Inostroza Iturra..................................................................385
100. Lo único constante es el cambio.
Aprendizaje del modelo centrado
en soluciones en un grupo de terapeutas
María Amelia Barrera......................................................................387

101. Lambert y colaboradores acuden en auxilio.


Cambios inesperados en terapia efectuada por aprendices
Enrique Chávez Matos....................................................................391
Prólogo

Bismarck Pinto Tapia1

La psicoterapia es un recurso ideado para aliviar el sufrimiento de


las personas. Sus fundamentos varían de acuerdo a la epistemología
concerniente de la escuela psicológica donde se insertan. Sus orígenes
se hallan en el psicoanálisis freudiano, como primer intento de sistema-
tizar la práctica con la teoría. Con el paso del tiempo y el auge de las
orientaciones posfreudianas, se produjeron severas críticas a las formas
de trabajo derivadas de los modelos dinámicos (v.g. Haley, 1969). La
creciente investigación sobre la conducta humana dio lugar a la teoría
psicológica asentada en las teorías del aprendizaje, derivándose la tera-
pia comportamental como puesta en práctica del modelo experimental
(Meichenbaum, 1977). Pronto se sistematiza la terapia cognitiva com-
portamental y con ella la eficacia de su abordaje en el tratamiento de
los trastornos mentales (Ellis, 1989). Sin embargo, las reflexiones del
existencialismo acerca del estilo de vida imperante en los años sesenta
del siglo pasado promovieron la aparición de terapias centradas en la
persona, como la psicoterapia humanista (Rogers, 1977), la terapia
gestáltica (Perls, 1973) y la logoterapia (Frankl, 2014).
Los nuevos paradigmas procedentes de los notables avances de la
matemática y la física fueron también aprovechados por las ciencias
sociales, dando cabida al modelo sistémico aplicado a la psicología
clínica (v.g. Scott, 2011). De la persona se pasó al sistema familiar,
comprendiéndose intempestivamente los juegos relacionales conflu-
yentes con la manifestación de conductas disruptivas (Bowen, 1966).
Pienso que las escuelas sistémicas no abandonan el espíritu humanista
ni el cariz científico; agregan una manera de pensar distinta a la causal,
y como ninguna otra escuela se sumergen en profundas disquisiciones
epistémicas consecuentes con la permanente crítica reflexiva sobre los
fines y métodos utilizados en la labor terapéutica.
En pocos años se produce una avalancha de escuelas sistémicas:
centrada en el problema (Weakland, Fisch, Watzlawick y Bodin, 1974),

1
Doctor en Psicología, Universidad de Granada, España. Académico, Universidad Católica
Boliviana «San Pablo», La Paz, Bolivia. Director del Centro de Desarrollo Personal, de
la Pareja y la Familia «Trasciende», La Paz, Bolivia.

19
Bismarck Pinto Tapia

estructuralista (Minuchin, 1986), transgeneracional (Framo, 1981),


existencial (Whitaker y Keith, 1981), centrada en soluciones (De Shazer
y Dolan, 2012), etcétera. Pululan los nombres de los pioneros sistémi-
cos: Watzlawick, Weakland, Jackson, Bowen, Minuchin, Haley, Selvini
Palazzoli, Framo, Andolfi, Satir, Papp, O’Hanlon, Shazer, etc. Pronto
el movimiento llega a Latinoamérica, fundándose centros de terapia
sistémica en Argentina, Chile y Brasil inicialmente, para cundir en todo
el territorio en poco tiempo. A pesar de las dificultades para insertar el
modelo en las universidades –debido a la hegemonía de las escuelas psi-
coanalíticas y cognitivas–, se logra hacerlo, promoviendo de esa manera
en los jóvenes el entusiasmo por el estudio de los modelos relacionales.
En la última década se produjo la inserción de la terapia narrativa y
con ella las críticas al modelo sistémico clásico (White, 2000). Como era
de esperarse, las reflexiones constructivistas y construccionistas fueron
adoptadas por los teóricos sistémicos sin percatarse del impulso dado
a esta nueva corriente terapéutica, generando controversias entre los
referentes eminentemente sistémicos y los narrativos. Como consecuen-
cia fue la protesta airada de Salvador Minuchin advirtiendo el riesgo
de abandonar la visión sistémica (Minuchin, 1998) y las reflexiones de
Juan Luis Linares sobre el posmodernismo y sus falacias (Linares, 2012).
Los terapeutas entusiastas con ambos enfoques promueven la
terapia sistémica integrada: la integración de la terapia centrada en
el problema, la terapia centrada en la solución y la terapia narrativa.
Ingeniosa solución que permite apropiarse de los recursos de los tres
modelos (Feixas, 1990).
En los congresos de terapia sistémica realizados en los países
latinoamericanos ha quedado en evidencia que los psicoterapeutas
sistémicos enfrentamos demandas de los y las consultantes aquejados
por sufrimientos cuyo sentido solo será comprendido si se considera el
contexto cultural donde se producen.
Si bien se han planteado alternativas a los modelos terapéuticos
tradicionales aplicados al contexto latinoamericano, como por ejemplo
la Terapia Familiar Crítica (Medina, 2011), la cual parte de la concep-
ción del síntoma como significativo en el contexto donde se desenvuelve,
aún urge desarrollar investigaciones acerca de la eficiencia y eficacia de
la terapia sistémica aplicada a personas del medio latinoamericano en
general y de cada nación en particular.
Este libro presenta el abordaje terapéutico sistémico utilizado en
distintos países americanos: Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador, México
y Perú. Mostrándonos las características singulares del psicoterapeuta
latino –creatividad, entusiasmo, apasionamiento y entrega–,queda
claro: la persona está sobre el modelo. La tendencia es trabajar desde

20
Prólogo

la humildad y reverencia ante el sufrimiento para poder jugar irreve-


rentemente con los síntomas.
La interacción entre colegas latinoamericanos se inició con el con-
tacto que realicé con Felipe García, entusiasta terapeuta de la Universi-
dad Santo Tomás de Concepción; además de coincidir en nuestros sueños
como científicos y psicoterapeutas sistémicos, nos unió una entrañable
amistad en torno a los planes que poco a poco se están cristalizando;
además, nuestro amigo Rodrigo Mardones promovió aun más los
anhelos de construir un modelo latinoamericano. Felipe es uno de los
líderes de este movimiento junto con otros prestigiosos colegas, como
Marcelo R. Ceberio, de Argentina, Pedro Vilela, del Perú, además del
apoyo incondicional de Juan Luis Linares, de España. Un grupo de jó-
venes terapeutas bolivianos liderados por Percy Medrano se constituyen
en el motor del movimiento sistémico boliviano; considero que ocurre
lo mismo con Pablo y Constanza, jóvenes psicólogos de la Universidad
Santo Tomás de Concepción, coautores además de este libro.
Todos estamos inquietos con la urgencia del desarrollo de mode-
los terapéuticos coincidentes con nuestra idiosincrasia. No se trata de
desmerecer lo ya hecho: al contrario, debemos enriquecerlo, pues a
final de cuentas el beneficio debe reverberar en nuestros consultantes.

Referencias
Bowen, M. (1966). The use of family theory in clinical practice. Comprehensive
Psychiatry, 7(5), 345-374.
De Shazer, S. y Dolan, Y. (2012). More than miracles: The state of the art of
solution-focused brief therapy. Nueva York: Routledge.
Ellis, A. (1989). Rational-emotive therapy. Itasca: FE Peacock Publishers.
Feixas, G. (1990). Evaluación familiar constructivista: La vertiente epistemo-
lógica, teórica y metodológica de un modelo integrador. Revista de la
Asociación Española de Neuropsiquiatría, 10(35), 487-506.
Framo, J. L. (1981).The integration of marital therapy with sessions with family
of origin. En A. S. Gurman y D. P. Kniskern(eds.), Handbook of family
therapy (pp. 109-150). NuevaYork: Brunner/Mazel.
Frankl, V. E. (2014). The will to meaning: Foundations and applications of
logotherapy. Nueva York: Penguin.
Haley, J. (1969). The power tactics of Jesus Christ and other essays. Nueva
York: Crown House Publishing.
Linares, J. L. (2012). Terapia familiar ultramoderna. Barcelona: Herder.
Medina, R. (2011). Cambios modestos, grandes revoluciones: Terapia familiar
crítica. México: Libro Red Américas.
Meichenbaum, D. (1977). Cognitive behaviour modification. Cognitive Beha-
viour Therapy, 6(4), 185-192.

21
Bismarck Pinto Tapia

Minuchin, S. (1998). Where is the family in narrative family therapy? Journal


of Marital and Family Therapy, 24(4), 397-403.
Minuchin, S. M. (1986). Familias y terapia familiar. Barcelona: Gedisa.
Perls, F. (1973). The Gestalt approach & eye witness to therapy. Oxford: Science
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Rogers, C. R. (1977). Proceso de convertirse en persona. Barcelona: Paidós.
Scott, B. (2011). Explorations in Second-order Cybernetics: Reflections on
Cybernetics, Psychology and Education. Viena: Echoraum.
Weakland, J. H., Fisch, R., Watzlawick, P. y Bodin, A. M. (1974). Brief therapy:
Focused problem resolution. Family Process, 13(2), 141-168.
Whitaker, C. A. y Keith, D. V. (1981). Symbolic-experiential family therapy. En
A. S.Gurman y D. P. Kniskern(Eds.), Handbook of family therapy (pp.
187-225).NuevaYork: Brunner/Mazel.
White, M. K. (2000). Reflections on narrative practice: Essays and interviews.
Adelaide: Dulwich Centre Publications.

La Paz, Bolivia, febrero de 2017

22
Introducción

Las historias transforman vidas: esto lo sabemos desde niños.


Nuestros padres nos leían historias para inducirnos los sueños, nuestros
profesores adornaban la densidad de sus conocimientos con anécdotas
de su acción profesional, nosotros mismos ideábamos historias para
entretener a una audiencia o para esconder alguna falta. A una escala
más amplia, también lo sabemos desde tiempos pretéritos, en los que
nuestros antepasados usaban alegorías, parábolas y metáforas para
expresar sus ideas a una audiencia atenta. A estas alturas no existe
profesional de la salud mental que no reconozca el enorme potencial
de las historias para transmitir una idea difícil de entender, aceptar o
recordar a un consultante.
El lector se preguntará ¿por qué un libro de historias? Las historias
nos conforman, nos deforman y nos transforman; las historias inspiran
y permiten el surgimiento de más historias. Su importancia radica en
el hecho de que con historias o relatos pueden posibilitarse nuevas
realidades, abrirse perspectivas inimaginables; cual caballo de Troya,
permiten camuflar ideas que de otro modo no serían escuchadas. Ya el
maestro Milton H. Erickson, una de las más grandes influencias que
ha recibido la terapia sistémica, utilizaba las historias terapéuticas
como una forma de elicitar cambios en las personas, esquivando sus
resistencias consientes (Rosen, 2009).
¿Y por qué historias de cambio? Pues el enfoque sistémico se
orienta no tan solo a la comprensión de los fenómenos psicológicos y
sociales: también busca su transformación. Promueven que los encuen-
tros a escala humana entre un profesional preparado para ayudar y un
consultante que presenta un problema generen un cambio en todos los
involucrados, pues un enfoque como el nuestro nos permite sentir que
remamos todos juntos, como en un gran drakkar al ritmo del tambor, y
todos percibimos en nuestras vidas las consecuencias de dicho encuentro.
La búsqueda de la salud y la disminución de las enfermedades han
sido el motor de las ciencias médicas y ha impulsado gran parte del
desarrollo científico y tecnológico del que goza la humanidad. Proba-
blemente por los avances que hemos logrado en este ámbito es que su
lógica de operar, su epistemología de causalidad lineal y sus experimen-
tos controlados de laboratorio han monopolizado el modo en el que
hacemos ciencia; su manera de concebir el mundo –y especialmente al

23
Felipe García, Constanza Hernández, Pablo Arroyo y Rodrigo Mardones

ser humano– se ha impuesto entre todos los discursos científicos po-


sibles, haciéndonos olvidar que este modo es más bien el resultado de
un acuerdo entre las mismas personas que se dedican a esta actividad
(Maturana, 2002). El dilema es que los fenómenos humanos, como los
que estudia la psicología, son complejos, y una epistemología lineal,
positivista y reduccionista no es capaz de dar cuenta de esa complejidad.
Sin embargo, la psicología no ha logrado escapar a este influjo del
pensamiento lineal. Lo que nació en el siglo XIX de la mano del fisió-
logo Wilhelm Wundt, con el deseo de conocer a experiencia inmediata
y observable, así como los contenidos de la conciencia y los procesos
sensoriales básicos, con Freud terminó asociándose a la actividad
médica. Este último llevó a la naciente psicología al interrogatorio di-
recto acerca de la salud y la enfermedad como entidades asociadas a la
mente. Es más, Freud se preguntó, con nuevos fundamentos científicos,
por la etiología de la patología y enfermedad mental. En su condición
de médico, la pregunta por la salud y la psicopatología surge con una
base epistemológica de causa y efecto. Es decir, establecer las causas
que provocan que las personas desarrollen afecciones físicas sin causa
biológica. De esta manera, su mirada inicial hacia la hipnosis, su pro-
puesta de análisis de los contenidos de la mente a través de los sueños y
de otras asociaciones, tendrán como objeto indagar en el pasado de las
personas, con la convicción de que allí se podían encontrar las causas
que explicaban la disfuncionalidad mental en el presente.
La influencia del pensamiento freudiano, así como sus métodos
de tratamiento, marcaron largamente la psicoterapia, circunscribiendo
a la psicología científica al ámbito del laboratorio. De este modo, las
corrientes posteriores al psicoanálisis se establecieron, ya sea a favor
o en disidencia, pero siempre bajo el influjo epistemológico propio de
la medicina y la psiquiatría, y por consiguiente en lo que Freud señaló
como el propósito de las ciencias ligadas a la salud mental: la cura.
Incluso enfoques teóricamente opuestos al psicoanálisis, como es el
cognitivo-conductual, cayeron bajo su influencia en cuanto devino en
psicología clínica, concibiendo el trabajo en salud mental desde un
enfoque bio-médico.
Los aspectos en que podemos observar esta influencia van desde
el espacio y encuadre terapéutico, en el que la terapia se establece
como el encuentro entre un «experto» y un «paciente», proponiendo
una estructura de poder en el que alguien asiste al especialista para ser
intervenido por una dolencia de la que el paciente ignora casi todo. La
influencia se enquista incluso en las maniobras complejas de evaluación,
diagnóstico y posterior intervención, con su posibilidad de «ser dado
de alta» o bien continuar el tratamiento con ayuda de fármacos.

24
Historias de cambio. El enfoque sistémico en acción

La terapia sistémica tiene sus raíces a fines de los años 50, pero se
consolida en los años 70 con una nueva propuesta que da cuenta de la
complejidad humana, de la importancia de las relaciones y el contexto,
generando un giro epistemológico que abrirá insospechadas alterna-
tivas para la disciplina. Desde los nuevos aportes de la teoría general
de sistemas y la cibernética, así como del constructivismo, la terapia
sistémica logra desarrollar un itinerario en el que, en base a la indaga-
ción, diálogos entre expertos de distintas disciplinas y nacionalidades,
y la mirada desprejuiciada de los nuevos hallazgos en la psicología,
las ciencias humanas, la informática, la matemática, la física y el arte,
terminan consolidando un modelo de intervención que se encuentra
lejos de los paradigmas de causalidad lineal y biomédicos.
El enfoque sistémico plantea que, siendo el hombre una entidad
bio-psico-social, la posibilidad de presentar problemas puede entenderse
desde la forma en que interactuamos con las personas que nos rodean,
como la familia, la sociedad en general y nosotros mismos. En este sen-
tido, la comunicación, la narrativa, así como las pautas interaccionales
con lo que vamos viviendo a diario, pueden colaborar en que tengamos
una vida como la deseamos o no.
Así, el enfoque sistémico plantea que en la vida todas las personas
experimentamos dificultades que debemos superar, desde las más in-
significantes, como no tener los ingredientes para una receta de cocina,
a otras más complejas, como enfrentar un conflicto de pareja, familiar
o laboral. Estas dificultades de lo cotidiano exigen de nosotros opcio-
nes, estrategias y actitudes para poder resolverlas satisfactoriamente.
Este elenco de recursos con los que cada persona cuenta para sortear
los obstáculos de la vida esa prendido desde su grupo primario y sus
propios aprendizajes a partir de los dilemas a resolver desde la infancia
hasta la adultez.
De este modo, al intentar superar estas dificultades solemos echar
mano a aquello que aprendimos, ya sea para bien y resolver el obstáculo,
así como para mal, es decir, fracasar ante la dificultad. Frente al fracaso,
el enfoque sistémico señala que, probablemente debido al pobre elenco
de alternativas de solución, o bien debido al bloqueo que provoca la
frustración, la activación de emociones negativas y la ansiedad por no
resolver la dificultad, las personas tienden a repetir una y otra vez las
mismas soluciones intentadas fracasadas (SIF), aumentando la inten-
sidad o esfuerzo en ellas como si eso fuera a resolver las cosas. Lo que
inició como una dificultad de la vida da a luz un problema que parece
no tener solución.
Para el enfoque biomédico, algunas personas tienen una tendencia
innata, biológica, a entristecerse por las situaciones de la vida que no

25
Felipe García, Constanza Hernández, Pablo Arroyo y Rodrigo Mardones

pueden resolver, y si esta tristeza persiste, constituye un «síntoma» que


unido a otras manifestaciones podrían configurar un trastorno cuyo ró-
tulo clínico descriptivo llamamos «depresión». Como al parecer vemos
lo que queremos ver y tendemos a confirmar lo que ya se encuentra
en nuestra mente (hay que recordar la célebre frase de Einstein: «Es
nuestra teoría lo que determina lo que podemos observar»), no faltará
mucho tiempo para que el observador, en este caso el clínico, encuentre
los otros signos y síntomas que permitirán confirmar el diagnóstico
psicopatológico y su supuesto origen orgánico. Sin embargo, también
es razonable afirmar que la etiología de esta entidad no siempre es
biológica o fisiológica, así como que su tratamiento no requiere ne-
cesariamente la búsqueda de una causa en el pasado que explique los
problemas en el presente.
El enfoque sistémico, más que centrarse en la causa, se ocupa de
comprender el proceso que mantiene el problema vivo en el presente.
Plantea que el problema es un sistema que se alimenta de la dificultad
de la vida, las SIF y los sentimientos de fracaso e impotencia que la
persona experimenta y expresa en ideas negativas, erróneas o disfun-
cionales, así como discursos de sí mismo que refuerzan el malestar y/o
la ineptitud para resolver cierto tipo de dificultades. Dicho de otra
forma, ante las dificultades para las que creen poseer menos recursos,
las personas suelen repetir en formas distintas los mismos intentos de
solución, muchas veces olvidando otros recursos propios que también
poseen, quedando atrapadas en una ilusión de alternativas. Es decir,
creer que se hacen cosas distintas para superar la dificultad cuando en
realidad es siempre la misma estrategia o acción en formatos distintos.
Esto potencia las emociones negativas en la persona y en muchas oca-
siones termina pensando y elaborando discursos acerca de sí misma
que fomentan su ineptitud ante el problema.
Comprendiendo de este modo la forma en que las personas afectan
su salud mental, la propuesta de la terapia sistémica posee dos principios
fundamentales a la base y que son tomados de Milton H. Erickson.
Estos son el «principio naturalista» y el «principio de utilización». El
primero plantea que toda persona posee en sí misma los recursos ne-
cesarios para resolver sus propias dificultades y problemas. El segundo
postula que en el proceso de terapia todo lo que el consultante traiga
a sesión puede ser utilizado en su beneficio. Bajo estos dos pilares que
sostienen el trabajo de la terapia sistémica, la propuesta de este enfoque
se aleja de un trabajo basado en la intervención, para abrir paso a una
postura de colaboración.
De esta forma, el encuadre terapéutico, en específico la relación
terapeuta-consultante, tiene como base el principio ético de concebir

26
Historias de cambio. El enfoque sistémico en acción

el trabajo desde el encuentro colaborativo de dos expertos: un experto


en su propia vida, en su idea de mundo, en el problema, en su historia,
que es el consultante, y otro experto en psicología, técnicas de trabajo,
lenguaje, que es el terapeuta. En este marco ético y epistemológico se
ha de comprender que la base para una buena terapia exige del tera-
peuta una postura simétrica respecto del consultante. Es decir, hay una
renuncia al juego de poder para dar espacio a la construcción de una
alianza entre dos expertos; una alianza estratégica para juntos resolver
aquello que enferma o causa malestar.
El concepto de estrategia conlleva al concepto de objetivos. Los
estrategas se caracterizan por proponerse objetivos a alcanzar y desa-
rrollar las acciones más eficientes para su consecución. De esta forma,
la horizontalidad que se busca sostener entre los dos actores de la
terapia no responde a una moda o el deseo altruista de caer bien, sino
que obedece a la unión de fuerzas para acabar con aquello que afecta
al consultante. Esto requiere una postura activa de quien se acerca a la
terapia; no se le concibe como paciente-pasivo, sino más bien asiste a
un proceso de trabajo en el que se ha de poner inteligentemente todos
los esfuerzos que sean posibles en pos de lograr los objetivos. Por lo
tanto, la selección de aquellos objetivos de trabajo es realizada de forma
conjunta entre el consultante y el terapeuta. Esta co-construcción es ac-
tiva, pues quien consulta ha de ir declarando lo que desea lograr con la
terapia; quien es consultado va colaborando en «calibrar» expectativas,
en sugerir los objetivos más adecuados o con un potencial de eficiencia
mayor para la resolución del problema y lograr el bienestar.
De esta forma, el terapeuta sistémico relativiza el diagnóstico clínico
clásico de acuerdo a las necesidades del consultante y la eficiencia del
proceso de terapia. No es que se desprecie la categorización de patologías
mentales, sino que se les asigna el justo valor. Es decir, es un dato más de
lo que ocurre con el consultante, nunca un objetivo de trabajo o un fin.
Es así que las prioridades de la terapia sistémica se basan en realizar
una buena «primera entrevista». Esto es importante debido a que se con-
sidera que el trabajo en terapia comienza en el momento en que el consul-
tante decide pedir una hora de atención. Lo cierto es que difícilmente la
terapia psicológica es la primera estrategia a desarrollar por las personas
que sufren un problema; probablemente los consultantes intentan resolver
lo que les aqueja de diversas formas antes de consultar. En este contexto,
solicitar ayuda a un terapeuta probablemente es el último recurso, para
muchos algo vergonzoso, para otros una medida desesperada.
Si se hace el ejercicio empático de «ponerse en el lugar» de quien
consulta, sabremos que este ha tomado una decisión compleja: asistir a
un encuentro con alguien que generalmente no conoce y en un tiempo

27
Felipe García, Constanza Hernández, Pablo Arroyo y Rodrigo Mardones

acotado contar lo que le sucede. De esta forma, muchos de los consul-


tantes hacen el ejercicio de estructurar un discurso inteligible para un
tercero acerca de qué es lo que les pasa. Esto exige priorizar información
en función del tiempo y la comprensión, por lo que los hechos y situa-
ciones que hacen parte del problema son valorados por estos referentes.
Desde esta perspectiva, la relación del consultante con el problema que
le aqueja puede sufrir variaciones, las que a su vez pueden provocar
pequeños cambios en la forma en que se vivencia la problemática e
incluso pequeñas acciones novedosas que abren perspectivas de cambio.
Al considerar estos aspectos en el consultante, cabe la pregunta por
cómo puede resultar el encuentro con el terapeuta cuando este último
se ve más interesado en el llenado de ficha de datos, así como realizar
una buena sesión diagnóstica, direccionando el diálogo a la pesquisa de
síntomas por sobre la escucha atenta de lo que realmente vive la persona
que está frente a él. Dicho en otras palabras, se puede establecer una
distancia insalvable entre el motivo de consulta y el trabajo real de lo
que se demanda en este aspecto. Es decir, se corre el riesgo de inaugurar
un diálogo centrado en las necesidades que experimenta el terapeuta
para seguir su pauta general de trabajo con personas, en perjuicio de
las necesidades reales del consultante en particular. Esta puede ser una
explicación a por qué la mayoría de las personas que decide tomar
una terapia solo asiste a una sesión (Garfield, 1989). La sensación de
que no se habló de lo que esperaba, de que no logró contar lo que le
aquejaba, de que no fue escuchado, o tal vez –lo que es peor– que no
hubo el tiempo para hablar de lo realmente importante para él, puede
provocar desesperanza y alimentar la popular sentencia de que «los
psicólogos no sirven para nada».
Esto es más dramático en terapeutas cuyo enfoque les induce a
indagar de forma exhaustiva acerca del pasado lejano del consultante
bajo la creencia que allí se encuentran causas que expliquen los efectos
en el presente y cuya develación es esencial para seguir avanzando.
Quizás eso sea confiar demasiado en la memoria humana, un proceso
psicológico cuyo propósito principal es localizar objetos en el espacio
(Gazzaniga, 1999), por lo que las inexactas reminiscencias que todos
tenemos respecto al pasado parecen ser solo efectos secundarios. En
palabras de Gazzaniga, «toda biografía es mito. Toda autobiografía es
irremediablemente fabulatoria» (p. 20). Dicho en palabras propias, el
pasado es algo que se construye y se reconstruye con la conversación,
no es algo exacto ni inmutable; podemos hablar de él en la medida que
constituye una fuente de significados en el presente (y que se pueden
re-significar a través de la misma conversación), pero buscar causas in-
veteradas que expliquen problemas en el presente a través de la memoria

28
Historias de cambio. El enfoque sistémico en acción

es una vía definitivamente cerrada, por lo que no tiene sustento científico


seguir con terapias de este tipo.
En este sentido, las historias que se narran en este libro, desde la
tradición sistémica, exhiben sesiones basadas en la indagación e inter-
vención simultánea del problema de quien asiste a consulta. Esto no
significa que el profesional evite diagnosticar e ignore la pesquisa de
información necesaria del consultante, sino más bien que estos aspectos
están relativizados al trabajo eficiente en el bienestar de la persona. Es
decir, el foco de la intervención está puesto en el presente y futuro, jamás
en el pasado o en el diagnóstico como un valor en sí mismo.
En este contexto, es posible entender maniobras realizadas por los
profesionales que nos comparten sus historias, quienes en su mayoría
presentan una mirada centrada en los recursos y en las posibilidades,
abordando la co-construcción de objetivos terapéuticos junto a los
consultantes, así como la formulación de preguntas estratégicas, la
pregunta de escala, la pregunta del milagro, el uso de metáforas, tareas
paradojales y externalización del problema, entre otras técnicas propias
del enfoque sistémico (García y Schaefer, 2015).
El libro que usted tiene en sus manos está constituido por 101 his-
torias, la mayoría de ellas sin teorías ni disquisiciones epistemológicas,
filosóficas o psicológicas; son más bien historias puras que transmiten
vivencias, como si se tratara de cuentos. Pero no son cuentos, son ex-
periencias reales de psicólogos y otros profesionales de la salud, con
distintos niveles de trayectoria profesional, que muestran estrategias,
movimientos y acciones en el contexto de trabajo con niños, adolescen-
tes, adultos o grupos. Algunos relatos nos invitan a la reflexión, otros
representan la búsqueda de ideas e inspiración, otros muestran inter-
venciones específicas, siempre orientados desde el enfoque sistémico.
Este libro congrega a profesionales de seis países latinoamericanos:
53 chilenos, 21 mexicanos, 13 bolivianos, 11 peruanos, dos ecuato-
rianos y un argentino, todos unidos en la misma causa: colaborar con
las personas que acuden a ellos con el propósito de mejorar sus vidas.
En la sección con niños podremos apreciar cómo los profesionales
se enfrentaron a problemas como depresión infantil; abuso sexual;
negligencia y malos tratos; mutismo selectivo; «pataletas o rabietas»;
duelo; miedos; problemas de convivencia; problemas conductuales;
y sobreprotección por parte de sus padres, entre otros problemas, en
donde no necesariamente se logró alcanzar los objetivos propuestos,
enfrentando tanto la victoria como el fracaso de la intervención.
Por su parte, en la sección con adolescentes aparecen problemas
y dificultades como el maltrato; problemas vinculares; abuso sexual y
embarazo adolescente; duelo; problemas de relación con los padres y

29
Felipe García, Constanza Hernández, Pablo Arroyo y Rodrigo Mardones

los pares; la inseguridad; la ansiedad; problemas de bullying; adicción;


y orientación vocacional, en donde los interventores desarrollaron
diversas estrategias para ayudar a los jóvenes.
En las historias de los adultos se encuentra la depresión; el estrés
post-traumático; la ansiedad y las crisis de pánico; el consumo de dro-
gas; la violencia intrafamiliar; el maltrato y el abuso sexual; y crisis y
problemas familiares, de pareja y laborales, entre otras dificultades,
encontrando el bienestar en muchos casos.
Por último, en la sección de intervención grupal nos encontramos
con procesos de terapia grupal y talleres de intervención en problemáti-
cas tan diversas como el secuestro y el trauma, abuso sexual, maltrato,
depresión, duelo, ansiedad, consumo de drogas, problemas de convi-
vencia escolar y bullying; también encontramos historias en procesos
de formación terapéutica y apoyo de adolescentes que rinden exámenes.
Las historias presentadas en este libro se cobijan bajo el amparo del
enfoque sistémico. Al lector que desconoce la propuesta de la escuela
sistémica y está familiarizado con enfoques más clásicos del trabajo en
salud mental le advertimos que muchas de estas historias de cambio
pueden provocar desconcierto e incluso herir susceptibilidades profe-
sionales. Sepa que nos hacemos cargo de este incómodo efecto.
Como es un libro de historias recordaremos un relato de Gregory
Bateson que usaba para explicar la importancia de su uso:
Hay una historia que he usado anteriormente y que usaré de nuevo:
un hombre quería saber sobre la mente, no en la naturaleza, sino en su
gran computador personal. Le preguntó: ¿computas si alguna vez llega-
rás a pensar como un ser humano? La máquina se puso a trabajar para
analizar sus propios hábitos computacionales. Finalmente, la maquina
imprimió la respuesta en un pedazo de papel, como las maquinas lo
hacen. El hombre corrió para obtener la respuesta y encontró tipiadas
las palabras... ESO ME RECUERDA UNA HISTORIA.

Los autores

Referencias
García, F. y Schaefer, H. (2015). Manual de técnicas de psicoterapia breve.
Aportes desde la terapia sistémica. Santiago de Chile: Mediterráneo.
Garfield, S. L. (1989). The practice of brief psychotherapy. Nueva York: Pergamon.
Gazzaniga, M. (1999). El pasado de la mente. Santiago de Chile: Andrés Bello.
Maturana, H. (2002). La objetividad: Un argumento para obligar. Santiago
de Chile: Dolmen.
Rosen, S. (1992). Mi voz irá contigo. Los cuentos didácticos de Milton H.
Erickson. México: Paidós.

30
A mis alumnos y colegas, que me han obligado
a sistematizar ideas y me han nutrido
con sus propias experiencias. (FEG)

Dedicado a la persona que provocó


mi primer gran cambio, para ti Vicente. (CH)

A los miembros de CESIST por el espacio de creación


y a mi familia por el tiempo y comprensión. (PA)

A mi hija Sofía y Georgina,


su madre y mi compañera de ruta. (RMI)
Sección 1
Historias de niños

El futuro de los niños es siempre hoy. Mañana será tarde.


Gabriela Mistral
1. Las estaciones del año

Enfrentando una recidiva


de la depresión

Alejandra Choque1

La primera impresión al ver a Marcela y a su padre fue pregun-


tarme lo siguiente: ¿cómo se sentirá la niña al entrar a un lugar que
no conoce y al que prácticamente la obligan a asistir? Lo primero que
hago es ponerme de cuclillas para saludarla.
Marcela tiene siete años de edad. El padre viene con ella. La niña
se presenta con el uniforme del colegio, lo que me hace pensar que no
pasó por su casa. Por su parte, el padre viene agitado y descuidado en
su apariencia. Marcela se muestra tímida y callada; pareciera ser que
se encuentra aburrida. La niña había sido diagnosticada un año atrás
con depresión, lo que coincidió con el momento en que su padre se fue
de la casa por un mes debido a las constantes peleas que tenía con su
esposa, la madre de Marcela.
Al cabo de un tiempo, las peleas con su esposa comenzaron de
nuevo, y ante ello resurgió el temor y preocupación de sus padres a
que retornen los síntomas de depresión en Marcela, lo que los motiva
a llevarla a consulta. Para iniciar la terapia consideré que uno de los
elementos relevantes para interactuar con Marcela sería la empatía,
alejándome de la teoría e intelectualización, respetando su dignidad
y asumiendo el juego como la principal herramienta de intervención.
Otro antecedente que proporcionó el padre es que Marcela pelea
constantemente con su hermano Rafael, de dos años; señala que la niña
es quien agrede verbalmente a su hermano diciéndole que es un llorón, en
donde el juego pasa de ser tranquilo a violento en reiteradas ocasiones.
Durante las primeras sesiones empezamos conversando con Mar-
cela sobre lo que le gusta comer y jugar. En estas conversaciones sale a
la palestra el perro que tenía en su hogar, llamado Rufus, el cual era su
único amigo. Marcela se sentía muy triste debido a que sabía que pronto

1
Licenciada en Psicología, Universidad del Valle, La Paz, Bolivia. Especialista en Psicología
Clínica Sistémica y Terapias Breves, Universidad Católica Boliviana, La Paz, Bolivia.

35
Alejandra Choque

el perro moriría. Le pregunte: ¿cómo sabes que morirá? Ella mencionó


que su madre le decía eso todo el tiempo, señalando que Rufus estaba
muy viejo y enfermo.
Iniciamos las posteriores sesiones poniéndonos en contacto con
las emociones, reiterando que ser vulnerables frente a los demás, como
ponernos a llorar por una dificultad, erróneamente nos mostraba como
niños caprichosos y fastidiosos. También jugamos con plastilina, invi-
tando a Marcela a que realice algunas figuras o muñecos que ella desee
con los colores que requiera; mientras hace las figuras, manifiesta que
en su casa está prohibido usar esas cosas debido a que ensuciarían toda
la mesa y el piso.
Propongo jugar con marionetas, creando un mundo de fantasías
donde existen hadas que cumplen deseos. Prosigo pidiéndole a Marcela
que manifieste su deseo: «Deseo que mis papás no se peleen ni tiren
las cosas», dice, momento en el que agradezco a las hadas por estar
presentes. Al escucharla visualizo su rostro triste y comprendo que hay
momentos en el que mereces una explicación, una respuesta; contengo
a Marcela, sintiéndome a la vez desvalida, imaginándome por todo lo
que había tenido que pasar.
Después de varias sesiones utilizo muñecos de Intensamente (Inside-
out), película animada en la que se personifican las emociones y que
Marcela había visto. Mientras jugamos afanosamente con los muñecos,
observo que Marcela se queda con un solo personaje, que representa la
tristeza; al visualizar esto propongo un intercambio de muñecos, luego
hacemos un descanso y narro un cuento sobre las estaciones del año.
Voy explicando cómo cambian y expreso que si permanecemos en una
estación del año, como el invierno, no podríamos sentir el sol y nues-
tros días serían muy aburridos. Concluyo haciendo un breve silencio,
esperando que la narración denote cambios importantes.
Finalizo este hermoso recorrido aclarando que entre sesiones tuve el
placer de hablar con los padres, manifestándoles la preocupación sobre
Rufus, insistiendo en la relevancia de su existencia como compañero
incondicional en el tren de la vida de Marcela. En relación a la inquie-
tud sobre la recidiva de la depresión, les aconsejé que asistan a terapia
de pareja con la finalidad de que su relación conyugal sea saludable,
concediendo una crianza respetuosa a sus hijos. Habiendo transcurrido
unas semanas me informaron los padres que Marcela había mejorado
su comportamiento con su hermano y que la madre estaba pasando
más tiempo con ella.
Rescato de esta experiencia que hacer terapia es más que recibir a
alguien y escucharlo, es ponerse en el lugar del otro y sentir ese dolor;
entendiendo que abrazar el alma de Marcela es contener, acudo al juego,
el cual me permite abrir puertas para acompañarla en su pasaje de vida.

36
2. ¿Sobreprotección
e hiperdependencia?

Uso del reencuadre para lograr


la cooperación de una madre

Felipe E. García2

Me gusta repetir continuamente que promover la culpa en los con-


sultantes no produce cambios, sino más bien se convierte en un lastre
que los inmoviliza en el malestar y en un falso sentido de incompeten-
cia. Probablemente todos los lectores me encuentren la razón, pero a
veces la culpabilización de nuestros clientes se oculta bajo el disfraz de
una hipótesis o un diagnóstico, invisibilizando de ese modo el efecto
desastroso que estas prácticas generan en quienes recurren a nosotros
en busca de ayuda.
Es costumbre entre algunos terapeutas asumir un rol de vengador
contra las injusticias familiares, castigando o sermoneando a los pa-
dres debido a sus carencias y errores en la formación de sus hijos. Esta
disposición, a mi entender inadecuada, lleva al terapeuta a suspender
su rol de facilitador y asumir el de juez, llevando a nuestros clientes a
encerrarse en la culpa o la auto-defensa en lugar de participar activa-
mente para lograr un cambio en la situación de sus hijos.
Un ejemplo de lo anterior ocurrió cuando recibí a una niña de cinco
años derivada desde una escuela de lenguaje, debido a que ya estaba
en edad de entrar al primer año de educación básica y sin embargo en
su escuela consideraban que no había desarrollado aún las conductas
de autonomía necesarias para hacerlo; por ejemplo, no era capaz de
autocuidarse en el baño, comer sola o asearse sola, sino siempre en
compañía de un adulto. Lo extraordinario es que aparte del problema de
lenguaje, no tenía signos de que además estuviera afectada su capacidad

2
Doctor en Psicología, Universidad de Concepción, Chile. Académico, Universidad Santo
Tomás, Concepción, Chile. Co-director general, Centro de Estudios Sistémicos CESIST,
Concepción, Chile.

37
Felipe E. García

intelectual. En el juego, en su capacidad de atención y en la relación con


sus pares se comportaba como cualquier otro niño de su edad.
La niña llegó con una hoja de derivación de la escuela en la que
se aventuraba una hipótesis: la razón de sus dificultades era la «sobre-
protección de su madre», calificación que ya le habían enrostrado a su
mamá con la esperanza de que recapacitara sobre su comportamiento y
modificara la relación con su hija. Sin embargo, aparte de la culpa que
la mujer sentía por el aparente daño que había provocado en su hija
(sin desearlo), dicha calificación no le aportaba ninguna información
relevante que le ayudara a cambiar esta relación. Por supuesto, la niña
mantenía sus conductas de dependencia innecesaria hacia los adultos,
especialmente en presencia de su madre.
Le pregunté a la mamá sobre las dificultades que su hija presentó
desde que nació y valoré en ella que haya asumido su cuidado desde el
principio para sacarla adelante. Le pregunté quién podría haber asumido
el cuidado de su hija si ella no lo hubiere hecho y me contestó que nadie,
pues su marido trabajaba todo el día y su otro hijo era aún menor de
edad. Valoré entonces en ella que gracias a sus cuidados su hija había
ido progresando a pesar de sus dificultades de lenguaje a un nivel que
ahora ya se encontraba ad portas de entrar a la enseñanza básica. Ella
agradeció mis palabras, pues nunca nadie la había felicitado por el trato
que había dado a su hija, sino todo lo contrario.
Le dije a continuación, ya que había cuidado a su hija hasta este
momento tan importante, que había llegado la hora de seguir cuidán-
dola, pero de otra manera, ahora enseñándole a la niña formas de auto-
cuidado que la ayuden a adaptarse a la escuela y valerse por sí misma.
Ella asintió a mis palabras sin dejar de prestarme atención. Entonces le
pregunté: ¿por dónde empezamos?,y me señaló muy animada que ella
creía que lo más importante era que supiera cuidarse en el baño, desa-
rrollando conductas de higiene personal que facilitara su adaptación al
nuevo espacio escolar que estaba a punto de iniciar. Entonces hicimos
conjuntamente un plan de acción, las cosas que le iba a ir enseñando
y el uso del modelado y del elogio para que su hija fuera progresando
en la semana que teníamos hasta la siguiente sesión. Ella y su hija, que
había permanecido atenta a la conversación mientras dibujaba con
lápices de colores, se fueron motivadas y comprometidas en hacer estos
necesarios cambios.
A la siguiente sesión llegaron muy contentas, pues en el espacio de
solo una semana la niña había logrado aprender todo lo que su madre
le quiso enseñar. Para mí era obvio: su hija, aparte de los problemas de
lenguaje, no parecía tener, como ya señalé, ni dificultades intelectuales
ni déficit de aprendizaje; solo había carecido de la oportunidad de

38
2. ¿Sobreprotección e hiperdependencia? Uso del reencuadre...

ejercitar estas acciones por sí misma. Pero ahora que ya había aprendido
a cuidarse en el baño, era posible seguir aprendiendo otras conductas
de autonomía. Mi siguiente pregunta fue: ¿y ahora, con qué seguimos
avanzando? Y así fue que, en pocas sesiones, la niña ya estaba en per-
fectas condiciones de entrar a la escuela.
Prescindir de la estigmatización de la madre como «sobreprotec-
tora», reetiquetándola como «cuidadora» y asumir una postura cola-
borativa que consideraba a la madre como una experta en el mundo
de su hija y la mejor co-terapeuta que podríamos tener para ayudarla,
además de elogiar las capacidades reales de la niña para aprender,
fueron los ingredientes fundamentales que permitieron el éxito en esta
intervención tan simple.
De ahí mi aserto: «la culpa no es un motor que empuja hacia el
cambio, sino un peso muerto que impide avanzar».

39
3. Silencios que hablan

Intervención para la superación


de mutismo selectivo

Bernardita García Sepúlveda3

Andrés, de 9 años, llegó a su primera sesión acompañando a su


abuela Angélica, quien había decidido traerlo a su primera entrevista
dado que el niño no hablaba. Acogiendo en esta primera instancia la
moción de escuchar al sistema consultante y buscando descubrir de qué
manera podría ayudarlos, pude darme cuenta de que Angélica venía
recargada de angustias y problemas que intentaba expresar en una
espontánea y abundante verborrea, durante la cual Andrés permanecía
en completo silencio, con la mirada hacia el suelo y su rostro apagado.
En la medida que Angélica hablaba y relataba historias adyacentes
frente a lo que se le consultaba, fui buscando redirigir su discurso con
pequeñas devoluciones que incluyeran a Andrés desde algún lugar que
permitiera desmarcarlo como «el problema», pues comenzaba a darme
cuenta que este subsistema consultante formaba parte de una familia
multi-problemática, donde Andrés se había adjudicado el rol de «con-
tenedor silencioso» de agresiones, descalificaciones y abandonos que
ocurrían continuamente al interior de su hogar.
Comencé a buscar de manera persistente algunos momentos en que
Andrés participaba y hablaba, haciendo que la abuela pudiese describir
y contar paso a paso lo que ocurría cuando el niño lograba expresarse
a través del lenguaje verbal.
Desde su nacimiento, Andrés se encontraba al cuidado de su abuela,
debido a que su madre le cede los cuidados personales y tuición, dado
que ella desea continuar con su juventud entre drogas y fiestas. Desde
que Angélica se había hecho cargo de su nieto, discutía de manera cons-
tante con su hija, expresándole lo irresponsable que era, dejándole en
claro que ella no la había criado así y señalándole lo mala madre que
ha sido, destacando lo abandonado que tenía a su hijo, el poco cariño

3
Psicóloga, Licenciada en Psicología, UNIACC, Santiago, Chile. Postítulo en Terapia
Sistémica Orientada a las Soluciones en Centro Sol Instituto, Santiago, Chile.

41
Bernardita García Sepúlveda

que le brindaba y la ausencia de apoyo económico. A este reclamo se


sumaban los otros adultos de la familia (abuelo y tíos), provocando que
al interior del hogar se viviese un clima de constante tensión donde los
gritos y peleas ocupaban un lugar privilegiado.
Al escuchar la queja de Angélica, ella menciona: «Lo que me pasa
es que Andrés se queda callado y lo que yo quiero es que su madre se
haga cargo de él, que cuando salga con ella llegue feliz, que se dedique
a él, que sea responsable y que Andrés le diga la pena tan grande que
tiene de que su mamá no lo quiera y sea así con él». Entonces pregunté:
—¿Alguna vez, durante estos años, la mamá se hizo cargo de la manera
que usted desea? —No, nunca; siempre ha estado en la droga y ese es
un dolor que llevo dentro, ya que no puedo entender el porqué. —¿Y
qué la hace pensar que lo que no ha funcionado en estos nueve años
funcionará esta vez? —Es que yo creo que si usted le dice lo mala que es
su mamá a él se le va a quitar este dolor y va a hablar de ello. —Suponga
que yo se lo digo. ¿Qué va a ser distinto para usted? —Que él va a saber
que su madre no se preocupa de él. —Y si Andrés supiera que su madre
no se preocupa de él, ¿qué va a ser distinto para él y para usted? —En
verdad yo creo que él ya lo sabe, y no sé si cambiaría alguna cosa, creo
que no, pero es que yo quisiera verlo contento y conversador.
Entonces comenzamos a conversar con Angélica y Andrés sobre
aquellos momentos en que él se ponía contento o conversador; fue allí
que comencé a descubrir a un niño que estaba esperando oportuni-
dades para hablar, pero que había temas que no se sentía preparado
para conversar. De este modo, en el transcurso de las sesiones fuimos
construyendo una realidad donde Andrés fue pasando desde el silencio
hacia las palabras, mostrándome y enseñándome que cada quién tiene
su tiempo para hablar y que el silencio es un lenguaje que a los seres
humanos nos cuesta comprender.

42
4. Cuando se esconde el dolor

El proceso de duelo desde la mirada


infantil

Yasmín Bulnes Gallegos4

Mi consultante, un niño de 8 años que atendí en co-terapia, venía


junto a su madre, dado que hace un año su padre había muerto en un
accidente automovilístico bastante trágico en el quesus otros dos hijos
lamentablemente estuvieron presentes. El hecho sucedió un día antes
del cumpleaños de mi consultante. Por esta razón, la familia tomó la
decisión de que el niño no estuviera en el funeral, y tampoco se expresara
alguna emoción de tristeza delante de él. Más tarde decidieron que no
se hablará del papá frente a él y se escondieran todas las pertenencias
del padre (ropa, fotos). El niño desde entonces se mostraba muy callado
y tenía cambios en su conducta y en su humor, como llorar repentina-
mente o estar retraído en las clases.
En la primera sesión el niño habló muy poco, aunque esto es ha-
bitual en el contexto de la psicoterapia, ya que la mayoría de las veces
los niños son reacios a expresar lo que sienten y les cuesta comunicar
con palabras lo que están viviendo ante alguien que no conocen y en
un lugar al que no pidieron venir.
Para que la situación cambiara, observé que dentro del box había
una caja de legos; lo invité a jugar y él no mostró interés, por lo que
empecé a armar cosas yo sola. El niño, al ver esto, empezó a armar autos
y puentes, pero aun así no mantenía contacto visual y respondía con
monosílabos. A medida que fue avanzando la sesión le fui hablando y
preguntando de las cosas que estaba construyendo; cuando se empezó
a soltar cada vez más le pregunté sobre sus gustos, lo que provocó que
el niño poco a poco se soltara y dialogara más, terminando la primera
sesión manteniendo el contacto visual.
A medida que las sesiones avanzaban, jugábamos, ya sea a las
polkas, autos, legos, para seguir ganando su confianza, proporcionarle
un espacio de seguridad y que estuviera dispuesto a mostrarnos su
4
Psicóloga, Universidad Santo Tomás, Concepción, Chile.

43
Yasmín Bulnes Gallegos

mundo. Realizamos un juego de reconocimiento emocional en el cual


había ciertas láminas que contenían imágenes de expresión de distintas
emociones; al recoger una lámina, debíamos contar una historia de
cuándo habíamos sentido dicha emoción. Jugamos los tres (con mi co-
terapeuta) para que el niño no se sintiera intimidado.
El pequeño ante esta actividad solo contaba cosas triviales: nunca
nombró a su familia ni a su papá. En la siguiente sesión solicitamos
que realizara el dibujo de la familia, y el niño dibujó a toda su fami-
lia, incluyendo a su papá. Al ver esto, mi colega y yo nos pusimos de
acuerdo para tocar el tema en esa sesión, y se le preguntó por su papá
directamente. El niño respondió refiriéndose a su padre con verbos
conjugados en tiempo presente, es decir: «Es divertido, ya que juega a
la pelota conmigo y mis hermanos».
Sus respuestas nos dejaron atónitas, debido que era la primera vez
que hablaba de su padre y lo hacía hablando de esta forma. Esto nos
permitió trabajar a través de una estrategia de imaginería, usando la
metáfora que le invitaba a imaginar que estaba en una máquina del tiem-
po, que reviviera una situación del pasado en la que estuviera muy feliz.
Dicho esto, el niño nos relató una experiencia muy reciente; se le
pidió que volviera más atrás y que volviera a algún recuerdo con su
padre que se centrara en los olores, ruidos y sensaciones de ese recuerdo.
Nos cuenta que estaba en una cancha a unas cuadras de su casa, con
su papá y sus dos hermanos. Le preguntamos cómo se siente, a lo cual
señala que están todos riéndose y felices; ante esto se le pide que se
centre en su papá y luego se le induce para que vuelva al presente. El
niño luego de esta experiencia mostró un evidente cambio de ánimo;
se veía más alegre.
Para cerciorarnos, le preguntamos cómo estaba, y respondió: «Estoy
bien, feliz porque hace tiempo que no jugaba a la pelota», y luego de
esto se puso a jugar con los autos y polkas de una manera muy efusiva,
y se reía muy fuerte.
Esta sesión representó un antes y un después, debido que en los
siguientes encuentros el niño traía fotos de su padre por iniciativa
propia. Pudimos dialogar en forma directa sobre su padre, hablando
de él en presente, ocupando verbos subjuntivos («qué diría si te viera»,
«qué haría si supiera»), para no negar la muerte del padre y tampoco
fuera impactante para él hablar de él. De alguna forma ya nos había
hablado en las sesiones anteriores de él en forma presente, lo que per-
mitía suponer que nuestro consultante no experimentaría problemas
en contestar. Efectivamente, a medida que fue respondiendo, se notaba
que su diálogo era más fluido al contar cosas sobre su padre.

44
4. Cuando se esconde el dolor. El proceso de duelo desde la mirada...

En las siguientes sesiones el cambio en el niño era notable, por lo


que iniciamos la construcción de una caja de recursos. En su elaboración
incluimos la participación de su madre y sus hermanos. La idea era que
en la caja colocara fotos de su padre, cartas que cada uno decidiera de-
dicarle, entre otros objetos; el niño aceptó con mucha alegría, trayendo
en la última sesión la caja.Su madre igual estaba muy agradecida con
el cambio que había tenido su hijo.
Ya al finalizar la terapia se le pidió que escribiera una carta de ex-
perto. En esta carta el pequeño expresaba cómo se había divertido en
las sesiones, contando en primera instancia cómo había llegado y todo
el camino que había transitado, que ahora se iba feliz y esperaba que si
otro niño leyera la carta disfrutara tanto como él lo hizo en las sesiones.
El cambio que tuvo en el niño desde la primera sesión a la última
fue notable. Si bien existe muy poca literatura disponible sobre el pro-
ceso de duelo en niños, esto no es un impedimento para poder abordar
esta temática. Para esto podemos adaptar las sesiones, dar el tiempo y
el espacio necesario que requiere nuestro consultante.

45
5. Dibujando una sonrisa, mil sueños

Risoterapia acompañando el camino

Andrés Rettamal5

«El clown es un truco para llevar el amor más cerca».


El grupo Dibujando Sonrisas extendió una invitación al hospital
regional de Concepción para realizar una intervención de risoterapia al
servicio de oncopediatría. Nos reunimos en un día de julio en la tarde,
donde asistieron muchos jóvenes; comenzamos la actividad como siem-
pre, reuniéndonos afuera del hospital regional, donde nos presentamos
con dinámicas de saludos y motivacionales, entregamos información de
los usuarios y sus acompañantes, a la vez que informamos las normas
hospitalarias e ideas y labores que debemos hacer con ellos en el contexto
del Clown. Finalmente realizamos una oración para dar gracias a Dios
por la bendición de hacer reír y distribuimos los grupos.
Aunque estamos ya familiarizados con la rutina de esta actividad,
el momento en que subimos al piso de pediatría, mientras vamos cami-
nando y animándonos, la ansiedad se hace mayor, pues nunca sabemos
qué nuevas experiencias viviremos. Así nos encontramos con la historia
de vida de un niño de siete años llamado José, alias el «Pepe» o «Pepito»
para su familia y amiguitos. Era de Santa Juana, de donde viajaba todas
las semanas junto a su madre y su abuela Rocío para su tratamiento.
José tenía un tumor cerebral llamado oligodendroglioma anaplásico,
que a esa altura ya era terminal.
Al entrar a la sala, lo visualicé e interactué con él; así me di cuenta
de su desinterés en el entorno, desmotivación por el grupo, su rostro y
actitud de cansancio. Su tratamiento había sido muy largo y tedioso,
así como su estadía en el hospital.
El primer contacto comienza con una gran «¡Hola!» y según su
respuesta es nuestra actitud y técnicas para lograr acercarnos; los colegas
risoterapeutas aprendieron esto. No fue fácil, pues no se debe entrar
invadiendo su espacio o avasallando a la familia. Así, eran saludos

5
Líder y coordinador, Dibujando Sonrisas, Concepción, Chile. Especialización en Risote-
rapia, The School for Designing a Society, Urbans, Illinois, EE.UU.

47
Andrés Rettamal

amorosos, miradas cálidas, acercamientos lentos e indirectos; llamamos


su atención paulatinamente, logrando que nos escuchara y sonriera
muy mezquinamente, evidenciando esa hermosa sonrisa y esa mirada
que aparentaba indiferencia, pero estaba cansada y con una carencia
enorme de distracción.
Una vez captada su atención comienzan las técnicas para recopilar
información. Le preguntamos por su nombre, por las cosas que le gusta-
ba hacer, por los juguetes que tenía en su cama y respecto a quién era la
persona que lo acompañaba. Así usamos esa información a nuestro favor.
No me di cuenta cuándo comenzaron las risas, las carcajadas y
lo más impresionante: su accesibilidad al contacto físico. Conocimos
que con sus manos aprendía del entorno, ya que había perdido parte
importante de su visión y requería de ellas como elemento sensorial en
su vida, pero no estaba solo aprendiendo: también recibía y daba afecto
con sus caricias. Aparecieron los chistes y las anécdotas. Me ridiculicé,
me caractericé como un súper héroe: era el Doctor Chocolate pasando
la visita médica más entretenida, ridícula y amorosa de toda la hos-
pitalización. Qué novedad encontrar una cómplice que era su madre,
quien retroactivamente hacía risoterapia junto con nosotros y a su vez
se alegraba al ver a José feliz. «Pepito» se convirtió en el protagonista
de la entrevista y de la intervención, siendo con su sonrisa un angelito
que nos vino a regalar un bello momento.
El vínculo formado, la conexión, física o química, simpatía o empa-
tía, esperanza o temor, me obligó a mantener el contacto, proporcionar
toda la ayuda posible, mantenernos informados respecto a su estado.
José ya llevaba tres años en esta lucha contra el cáncer. La familia y
sus cercanos necesitaban generar recursos que no tenían para la recu-
peración y tratamiento. No se podía perder más tiempo, por lo que se
realizó un bingo en la ciudad de Santa Juana, todos identificados con el
dolor de este pequeño valiente que desafió a la vida y a la enfermedad.
Ahí me encontré depositando mi corazón, fuerza y esperanza; quién
podría saber qué pasaría día a día.
La semana del bingo José no caminaba, convulsionaba y comía
muy poco; lo que nunca imaginamos, lo que no queríamos que ocu-
rriera, fue que en la madrugada del día domingo el pequeño José dejó
de existir para volver a los brazos de nuestro Dios. Al día siguiente,
como agrupación, nos vestimos de color, y en el funeral despedimos
a nuestro pequeño gigante, acompañamos a su familia en el dolor, no
con el fin de entregar alegría, sino que de devolver un poco de lo que
José nos había entregado, porque recibimos, ganamos y aprendimos.
En la alegría de una intervención y en el dolor de una perdida, ahí
está Dibujando Sonrisas Chile.

48
6. Lo que decidimos mirar

De la estigmatización hacia el poder


de cambio

Sofía Carrasco Moraga6

Anita me llamó –referida por el colegio de sus hijos– con una queja
poco habitual: le habían solicitado llevar a su hija menor, de ocho años,
a terapia porque presentaba una conducta masturbatoria –se frotaba
en la silla en la clase–, lo cual generaba un impacto en profesores y se
interpretaba como la causa de su mal rendimiento. Debido a esta queja
inicial, decidí citar a Anita sola la primera sesión para descartar un
posible riesgo de abuso. En la primera sesión, la madre venía con dos
carpetas llenas de informes psicológicos, neurológicos y pedagógicos y
esta no era la primera vez que acudía a un psicólogo. Luego de revisar
los informes y examinar la situación exhaustiva y explícitamente, quedó
descartada la posibilidad de un abuso.
Este proceso de descarte lo pude hacer gracias a mi formación
como perito en agresiones sexuales. Particularmente, en este caso las
herramientas que ocupé para evaluar la situación fueron la triangula-
ción de información contenida en informes, proceso terapéutico previo
de la menor y entrevista con la madre en conjunción con búsqueda de
información clave en casos de abuso, como posibilidad de ocurrencia en
los espacios que se desenvuelve el menor, existencia de relato o testigos
y valoración de sintomatología. Por lo que junto a Anita delimitamos
cuáles eran sus quejas y cuáles eran las del colegio. Anita señaló que
la queja del colegio era la conducta masturbatoria y manifestó que a
ella le preocupaba el tema del rendimiento académico de sus hijas, de
ocho y 13 años.
Desde la Terapia Breve Centrada en Soluciones (TBCS), al escuchar
la queja y el problema presentado por el sistema consultante –en este
caso, la familia y el colegio–, ocupamos la postura llamada leading
from behind (dirigir por detrás del sistema) y yo decidí no guiar la

6
Psicóloga Clínica, Universidad Central de Chile, Santiago, Chile. Postítulo en Terapia
Sistémica Orientada a las Soluciones en Centro Sol Instituto, Santiago Chile.

49
Sofía Carrasco Moraga

mirada de Anita hacia la conducta masturbatoria, sino en lo que a ella


le parecía importante trabajar. Frente al Best Hope Question (BHQ)
(la pregunta de la mejor expectativa), que en TBCS define el objetivo
terapéutico, Anita señaló que le gustaría poder regularse y calmarse y
así ayudar a sus hijas en las variadas situaciones de estudio. Por otro
lado, Anita manifestó que le gustaría que su hija menor pudiese mejorar
su carácter (lo que ella operacionalizó como poder acoger con buena
disposición los deberes) y que su hija mayor pudiese desarrollar más
independencia en el estudio. Decidimos vernos una segunda sesión, esta
vez con ambas niñas.
Para la próxima sesión yo había preparado material de apoyo. Últi-
mamente para mí ha sido un descubrimiento trabajar la TBCS con ma-
terial didáctico en las sesiones con niños y adolescentes. Anteriormente,
las sesiones se me hacían (supongo que a los niños también) tediosas. Al
incorporar esta variante, todos estamos más atentos y comprometidos
en la sesión. Me gusta trabajar el BHQ con tarjetas y que cada uno
escriba lo que desea que suceda como resultado de ir a terapia. Luego
de compartir las tres «expectativas», entre todas pudimos articular una
gran pauta, que era la de «aprender». Mamá quería aprender a poder
manejar mejor las situaciones de estudio, la hija adolescente quería
mejorar su rendimiento académico y la hija menor quería que le fuera
mejor en las asignaturas del colegio. Luego saqué otro set de tarjetas
donde cada una iba a anotar aquello que pensaba que le ayudaba a
«aprender». Esta actividad la podían hacer en conjunto. Así, fueron
identificando fortalezas tales como dibujar, ser paciente, ser organizada,
saber ocupar la información de internet, hacer deportes, etc.
La pregunta del milagro la desarrollamos en forma similar: en una
hoja de cartulina yo había dibujado una gran bola de cristal donde
invité a madre e hijas a dibujar y anotar cómo veían el día siguiente al
milagro, es decir, que a las tres les era posible «aprender» (¡qué bien
para mí que estas chicas eran organizadas y les gustaba dibujar!). En
un dos por tres ya tenían todo esquematizado y al detalle. Todo aque-
llo que iban relatando, yo iba pidiendo ejemplos en su vida cotidiana.
—Pongo atención en clases.
—¿Cómo se daría cuenta tu profesora que estás atenta en clases?
—Porque anoto todo en mi cuaderno y lo entendería todo.

En TBCS, la pregunta del milagro se articula con el trabajo de esca-


las, lo cual permite que tanto los consultantes como el terapeuta vayan
identificando los recursos que les van permitiendo avanzar en que sus
vidas se parezcan más y más al día después del milagro. Este trabajo
nos permitió reforzar las virtudes que las tres se habían complementado

50
6. Lo que decidimos mirar. De la estigmatización hacia el poder de cambio

anteriormente, junto con plantar la idea sobre qué debe suceder para
avanzar en la escala.
A la sesión siguiente, la madre reportó que ambas niñas estaban
cumpliendo con sus quehaceres escolares y que cuando ella llegaba
del trabajo solo le tocaba afinar algunos detalles, por lo que todos se
sentían felices con el tiempo extra para «regalonear». Además, Anita
comentó que ya no había conductas masturbatorias y que en el colegio
estaban muy contentos con el trabajo de la familia. Le preguntamos a la
niña que cómo es que lo había logrado, frente a lo que ella manifestó:
«Es que me concentré, quise copiar en mi cuaderno con mis lápices y
entender lo que la profesora dice y lo hice». Hasta ella misma decidió
poner el foco de atención donde realmente valía la pena.

51
7. Encontrando una verdad oculta

Un abuso sexual en una niña


de dos años y medio

Armando Quiroz Adame7

Una madre desesperada me visita con una historia truculenta e


interesante, la cual pone de manifiesto la idiosincrasia de las zonas
rurales del centro de México por lo enredado y pernicioso que puede
llegar a ser un sistema familiar, sobre todo cuando la ignorancia y la
envidia se reúnen. Este relato despertó mi atención y decidí intervenir
diseñando una situación que permitiera desentrañar una verdad en
medio de una gran confusión.
La mamá de la niña es una mujer de no más de treinta años de edad.
Me relata que su madre y abuela de la niña le había pedido quedarse con
ella durante el periodo vacacional de semana santa y una vez terminado
el plazo no quiso regresarla. Al preguntar la razón de la negativa, la
abuela aduce que la niña muestra comportamientos extraños, señalando
a la pareja de su hija de haber abusado sexualmente de la niña. Además,
le informa que ha notificado de la situación al Sistema Nacional del
Desarrollo de la Familia (DIF), institución mexicana encargada de velar
por los intereses de la familia y específicamente del buen desarrollo de
la niñez. La abuela hace la imputación en un municipio distinto al lugar
de residencia de la niña, su mamá y su pareja.
Acude a mí con la duda e incertidumbre propia de un caso de esta
naturaleza y teme que las autoridades pudieran llegar a detener a su
pareja. La primera sospecha de falsedad surge porque la notificación
no se realizó en el lugar de residencia de la niña y tampoco la presentó
en ese momento, resultando imposible hacer pruebas periciales en la
niña para corroborar lo dicho por la abuela. Posteriormente supimos
que solo se presentó a hablar con el psicólogo en turno y consiguió una
cita para presentar a la niña, a la cual no asistió.

7
Licenciado en Psicología, Universidad Autónoma de México, México. Maestría en Terapia
Familiar, CEFAP, Puebla, México.

53
Armando Quiroz Adame

Ante este relato, procedo a calmarla regulando su respiración in-


duciendo un estado de mayor tranquilidad corporal y de más claridad
mental. La oriento para que asista a la oficina de la institución más
cercana a su lugar de residencia y notifique de la negativa de la entrega
de su hija por parte de la abuela, con el fin de sentar un precedente insti-
tucional e informar de la difícil situación familiar que se estaba viviendo
en esos momentos. Esta visita institucional tuvo lugar al día siguiente de
nuestro primer encuentro. Ahí recibió orientación de cómo proceder a
la recuperación, para que, en caso necesario, fuera acompañada de un
funcionario calificado a recuperar a su niña. Afortunadamente no fue
necesaria la presencia del representante institucional, pues logramos
empoderarla lo suficiente para tener la presencia y asertividad necesaria
para ir por la niña al día siguiente y traerla inmediatamente a la consulta
para conocer la verdad.
Ante esto, la abuela a regañadientes entrega a la niña y se le dice
que puede ser citada a declarar en caso de ser una falsedad. En vista de
las circunstancias se diseña una situación de prueba, la cual contiene
tres momentos diferentes y con la observación directa y minuciosa del
comportamiento de la niña y de la pareja de su mamá para así descu-
brir la verdad.
La madre, durante la primera cita, también recibió las siguientes
instrucciones: 1) recuperar en lo inmediato y en caso de otra negativa
de la abuela proceder a denunciar una retención ilegal de la menor; 2)
acudir conmigo a rescatar a la niña el día de la recuperación; 3) no co-
mentar nada a su pareja; 4) indicar a su pareja que se presente a la cita
media hora después de haber dado inicio nuestro encuentro con la niña.
La situación de prueba tuvo tres momentos en los cuales observa-
mos el comportamiento espontáneo de la niña y de la pareja de la mamá.
En el primer momento la prueba consistió en observar el compor-
tamiento espontáneo y sin ninguna indicación a la niña o al señor. Se
prestaría atención a si la niña mostraba naturalmente un acercamiento
a la pareja de su mamá, observando cuál comportamiento mostraría al
verlo: sorpresa, agrado, ofrecerle los brazos o mostrar franco rechazo.
Este encuentro se dio en la puerta de entrada de la casa donde se ubica
el consultorio, con el objeto de que, si hubiera huida o comportamiento
de rechazo de la niña, tendría un lugar más amplio, el cual facilitara el
acercamiento hacia la madre buscando protección.
La segunda situación se llevó a cabo en el espacio del consultorio,
donde se procedió a indicarle a la pareja de la mamá que sentara a la
niña en sus piernas y ambos observáramos el comportamiento de los
dos en la interacción. La niña no solo aceptó ser colocada en el regazo
del señor, sino que lo buscó espontáneamente en cuanto los adultos

54
7. Encontrando una verdad oculta. Un abuso sexual en una niña...

tomamos asiento y no hubo una silla pequeña disponible para ella. La


mamá desconocía este elemento de la situación de prueba.
La tercera situación consistió en darle a la niña algunos juguetes
y observar si los ofrecía, indicando con ello el deseo de jugar con él.
Su comportamiento fue bajarla gentilmente hacia el piso y se colocó
a la altura de la niña, involucrándose en el juego con ella. Hasta ese
momento y desde el inicio de la sesión, fue posible ver cómo la mamá
de la niña estuvo comprendiendo que se trataba de una mentira de la
abuela y en la conversación surgió el tema de la animadversión que la
abuela había guardado hacia la nueva pareja de su hija desde el inicio
de su relación.
Con estos resultados procedí a realizar un informe que fue presen-
tado en ambas oficinas para dejar en claro una situación tan delicada.
A los pocos días el colega de la institución a la que había acudido la
abuela se comunicó conmigo para corroborar mi identidad profesional.
Para terminar la intervención le informé a la pareja de la situación
de prueba a la cual se le sometió sin su conocimiento y se recomendó de-
jar pasar un tiempo prolongado con el fin de que la abuela comprendiera
la gravedad de lo que pudo desencadenar una mentira de tal tamaño y
proceder a visitarla solo cuando fuera absolutamente necesario.
Esta experiencia pone de manifiesto lo delicado que resulta en
muchas ocasiones la intervención terapéutica, ya que sin el ingenio e
información necesaria sobre los perfiles de comportamiento, resulta
fácil quedar en medio de un laberinto de mentiras que pueden involu-
crarnos como profesionales en situaciones no solo embarazosas, sino
en franco conflicto ético y con posibilidad de quedar involucrado con
responsabilidades legales.

55
8. Hablando en un idioma
comprensible

Abuso sexual desde el mundo


de un niño de tres años

Mayari Schilling Carrillo8

Benjamín, de tres años de edad, asiste a terapia como víctima de


abuso sexual infantil por parte del padre.
Benjamín es el menor de tres hermanos; los dos mayores son hijos
de otro padre. La madre y el padre de Benjamín están separados desde
que el niño tiene un año y por este motivo el niño acostumbraba a tener
visitas a su padre, quien vivía en una casa con la abuela paterna y otra tía.
En una ocasión Benjamín le cuenta a su madre acerca de algunos
«juegos» en que el padre le pondría el «tilín» (pene) en su boca; sin
embargo, en sesiones no realiza develaciones explícitas verbales de eso,
ya que tenía escaso lenguaje. No obstante, el niño realiza acciones que
dan cuenta de una eliminación de la figura paterna, como estar jugando
con la casa de muñecos y la familia de juguete, pero escondiendo, bajo
la alfombra de la sala, la figura que representa al padre. Más avanzada
la intervención, señala que no desea ver a su papá; al consultarle el
porqué, señala que el padre querría matarlo.
Utilicé diversas técnicas como estrategia de intervención (pintura
con témpera, juego con masas, pintura brillante, cortar y pegar for-
mas, stickers, figura humana, entre otras) al principio porque era muy
temeroso de estar lejos de la madre y había que favorecer su vincula-
ción conmigo y, luego, para encontrar la mejor manera de favorecer
la expresión del niño y encontrar así «su voz»y los significados que él
atribuía a lo que le ocurría, siendo el juego con autos, aviones, animales
y bichos de manera libre lo que más le atrae.
Estos juegos son llevados a la bandeja de arena, pensando que
el contexto de la bandeja permitiría contener el juego en un espacio
determinado, además de sumar la materialidad de la arena y ver cómo

8
Psicóloga, Universidad de Concepción, Fundación Ciudad del Niño, Concepción, Chile.

57
Mayari Schilling Carrillo

influiría con la dinámica del mismo juego. Esto sería el comienzo de la


lucha instaurada entre los bandos que él tendía a armar.
Luego de un par de sesiones observo que empieza a repetir un patrón,
el enfrentamiento de los autos (tractores) contra los peces (tiburones y
ballenas), un bando manejado por él y el otro por mí, en donde siempre
uno de los grupos mata al otro. Al consultarle por qué se habían enojado
entre ellos, no decía nada y continuaba golpeando y matando al bando
que no fuese el suyo. Se intentaron varios movimientos, como seguir el
juego, devolver la lucha, que el grupo que yo manejaba se defendiera,
que los bandos intentasen ser conciliadores o dejarse vencer, siendo esto
último lo que generaba el mayor disfrute en Benjamín.
En una ocasión, que gatilló mayor diálogo respecto a qué le pasaba
con el otro grupo, se integró una figura que no era de ningún bando,
reconocido por él como héroe, un Optimus Prime (líder de los Transfor-
mers) que llega a intentar conciliar a estos dos grupos, preguntándoles qué
sucede, por qué pelean; Benjamín le cuenta a Optimus que no pueden ser
amigos porque nunca han comido juntos, a lo que el héroe le responde
que por qué no los invita a comer y de esa forma tengan un día para
conocerse y ver si quieren ser amigos, luego de lo cual se hace un trato
entre los dos bandos y quedan «comiendo juntos» en la bandeja de arena.
Después de esto se le consultó a la madre por la interacción de Ben-
jamín con más niños de su edad y ella señala que esta era baja, pues no
estaba escolarizado en ese momento y en casa están su hermana de 12
años, su hermano de 19 años y ella, de 36 años, por lo que en su mayoría
los encuentros con más niños se dan en espacios de fiestas familiares
o de invitaciones a casas de amigos de su madre donde efectivamente
había comida de por medio y eran espacios de confianza, lo que tiene
coherencia con la aceptación de la reconciliación o del inicio de una
amistad a partir de los espacios de comida y encuentro.
Cabe señalar que el contexto de esta terapia se da en un PRM,
programa de reparación de maltrato grave y abuso sexual, los que por
lineamientos base deben trabajar los objetivos de protección, resigni-
ficación y recursos de los niños, niñas y adolescentes que lleguen a ser
derivados por Tribunales de Familia o Fiscalía. Bajo esta premisa es
indispensable entonces, para el segundo de los objetivos, conocer desde
la mirada de ellos su vivencia, y eso se buscaba con Benjamín, el llegar
a obtener su voz por medio de ese conflicto que llevaba sesión a sesión,
puesto que por su edad y su poco lenguaje, la madre solía intervenir en
cuanto a qué le pasaba a él. Sin embargo, la vinculación y la confianza
en el espacio le permitieron repetir cuanto fuese necesario la dinámica,
así como el introducir un personaje nuevo que hizo que al final su voz
saliera y explicara cómo él entendía las relaciones humanas.

58
9. Un volcán de rabietas

Expresión de emociones desde


la seguridad

Camila Pilquiñir Muñoz9

Vicente es un niño de cinco años que ingresa al centro de atención


donde trabajé tras ser testigo y víctima de maltrato grave por parte de
su padre.
Aún recuerdo cuando conocí a Vicente, ya que coincidentemente
fue mi primer consultante en mi nuevo lugar de trabajo, en el cual ini-
ciaba mi labor como terapeuta infantil. Durante las primeras sesiones,
Vicente impresionaba por lo distante, enojado y violento; me miraba
con desconfianza y no me hablaba. Sumado a lo anterior, siempre me
llamó la atención la conducta de su madre, quien se observaba ansiosa,
con la mirada perdida y en un permanente intento de controlar a Vi-
cente, quien la golpeaba y luego volvía a ella para obtener su cuidado.
Después comprendería todo lo que vi durante las primeras sesiones: la
historia del pequeño Vicente y su asustada madre.
Cuando inicio los primeros acercamientos con Vicente, él solo per-
manecía 10 minutos en sesión, salía cinco minutos a ver a su madre en
la sala de espera y luego volvía a la sala de juego, y así sucesivamente.
Exploraba ansioso y enojado. Su juego era de contenido violento, esce-
nificando guerras, muertes, luchas antagónicas.Todo era un caos en su
juego y, por supuesto, tras proponerle actividades me rechazaba y me
respondía con un seco «¡no, no quiero, cállate!». Así se caracterizaron
varias sesiones con él, y la verdad es que, en términos transferenciales,
como terapeuta lograba sentir su rabia y desesperación, pero más allá
de eso, su tristeza y soledad.
Durante la quinta sesión, Vicente llega desanimado; sin embargo,
tras ingresar violentamente a la sala de juego, patea la caja de arena y
comienza a sacar la arena. Luego de eso se sienta y me mira con su ros-
tro enrojecido y lleno de ira. Sigilosamente me acerco a él, me arrodillo

9
Psicóloga, Universidad San Sebastián, Concepción, Chile. Fundación Ciudad del Niño,
Concepción, Chile.

59
Camila Pilquiñir Muñoz

y le consulto si puedo sentarme a su lado; él me responde que sí y lo


motivo a jugar con la bandeja de arena.Le explico en términos simples
de lo que trata, y de las miles de historias que se pueden crear en ella,
las que él quiera. Así, su rostro comenzó a cambiar; ya no me miraba
con ira y yo lograba percibir mayor tranquilidad.
Durante esa sesión Vicente seleccionó soldados, una ambulancia,
una figura de doctor, rejillas y animales acuáticos tales como dos tibu-
rones, un delfín y una foca. Crea dos mundos en la bandeja, en donde
los separa en mundo terrestre y acuático. En su narrativa señala cómo
los soldados y los tiburones se quieren comer al delfín y a la foca,
pero que no pueden porque hay otro mundo con rejas y esas rejas no
los dejan pasar. Además, el delfín lloraba porque uno de los tiburones
era su amigo y estaba enojado con él porque no había salido a jugar
y ahora lo quiere comer o matar, pero la foca lo cuidaba y no dejaba
que el tiburón se acercara más a él.
Tras consultarle a Vicente acerca de la historia en mayor profundi-
dad, Vicente desordena la bandeja de arena con sus manos violentamente
y dice: «Y todos se murieron. ¡Final feliz!».
Luego de terminar la sesión, le agradezco a Vicente por jugar con-
migo, lo felicito y refuerzo por su gran historia, le comento que en el
lugar donde estamos (sala de juego) nadie lo dañará y que en este lugar
estará seguro, porque es un lugar mágico en donde los niños juegan y
aprenden a sanar su corazón cuando este no se encuentra muy feliz por
diferentes cosas que le han ocurrido.
Posterior a esa sesión le entrego una pequeña devolución a la madre
de las sesiones anteriores con Vicente. Ella señala que durante muchos
años fue violentada por su ex marido, que desde el vientre Vicente fue
maltratado y que al momento de nacer no existió ningún día en donde
él no viera y sufriera violencia, sumado a que cada vez que miraba a
su hijo, ella miraba a su ex marido, por ende se relacionaba con él de
la misma forma, rechazándolo frente a cualquier conducta desafiante
que Vicente presentara.
En sesiones posteriores se interviene con Vicente de manera individual
principalmente a través de la bandeja de arena; ahí él logró proyectar sus
miedos, representando mentalmente su mundo en virtud de su propia
historia. Luego fue incorporada la madre durante el juego, estrategia que
finalmente se mantuvo la mayor parte del proceso debido a la necesidad
que representó para Vicente y su madre trabajar en el vínculo madre e hijo.
Cabe señalar que al niño durante cada sesión se le señala la misma
frase: «Aquí nadie te dañará; dentro de este lugar estarás seguro, por-
que es un lugar mágico en donde los niños juegan y aprenden a sanar
su corazón».

60
10. El perro tortuga

Cuando el miedo es visto


de otra manera

Pablo Arroyo Bascuñán10

Daniela, de ocho años, y su hermana Marcela, de 10, ingresan al


Programa de Intervención en Maltrato y Abuso Sexual (PRM) por ser
víctimas de abuso sexual por parte de un familiar. Acuden de forma
semanal a sesiones psicológicas en compañía de su madre, Marta. La
familia se muestra participativa y motivada con el proceso de interven-
ción, siendo las niñas participes activas de las sesiones a través de medios
lúdicos, artísticos, narrativos, entre otros, que facilitan el proceso de
resignificación de la experiencia abusiva.
En este marco, Daniela, Marcela y Marta participan por el periodo
de un año en diferentes modalidades de atención, en sesiones indivi-
duales, familiares y talleres con niños y adultos, todo lo cual facilitó el
logro de los objetivos del programa: asegurar la protección de las niñas,
favorecer el proceso de resignificación de su experiencia y desarrollar
en cada una sus recursos personales; no obstante, al margen de los
objetivos institucionales y de forma complementaria se abordan situa-
ciones propuestas por los usuarios que se relacionan en forma directa
o indirecta con el motivo de ingreso.
Ya avanzada la intervención, durante una sesión con la madre se
monitorea la situación actual de las niñas y el avance de la terapia, en
donde Marta manifiesta que todo va muy bien con sus hijas a nivel
de motivo de ingreso y a nivel de interacción familiar; sin embargo, le
preocupa su hija Daniela, quien ha vuelto a tener pesadillas, presen-
tando un miedo intenso durante la noche, lo cual conlleva que su hija
se levante para acostarse con ella durante el último mes, mencionando
que ni siquiera el cambio de cama puede quitarle el miedo a Daniela.
Marta asocia automáticamente las pesadillas a la experiencia de abuso
sexual vivida por Daniela.
10
Psicólogo, Universidad Santo Tomás, Concepción, Chile. Coordinador del Centro de
Estudios Sistémicos CESIST, Concepción, Chile. Psicólogo de la Fundación Ciudad del
Niño Ricardo Espinoza, Concepción, Chile.

61
Pablo Arroyo Bascuñán

Para la sesión siguiente entrevisto a la niña y después de una breve


fase social le pregunto de forma directa qué es lo que sucede por las
noches que no la deja dormir; esto se logra efectuar debido a que la
niña a esta altura ya confía en mí y no se incomoda con la pregunta.
Menciona que tiene pesadillas que le dan mucho miedo y que una vez
que despierta difícilmente logra dejar de sentir temor.
Posteriormente le pregunto en qué consisten sus pesadillas e indago
en qué condiciones se dan. Menciona que siempre sueña lo mismo: ella
está jugando en su casa, posteriormente se acuerda de su perro que está
en el patio y va en busca de él para jugar; luego de buscarlo un rato lo
encuentra y no le puede ver la cara, lo intenta varias veces y finalmente
cuando lo logra se da cuenta de que el perro tiene cara de tortuga, sin-
tiendo un temor tan intenso que la hace despertar e ir inmediatamente
a la cama de su madre, quien intenta consolarla diciéndole que todo
está bien.
El sueño que relata Daniela me hace pensar, deseando encontrar
un porqué que explique la razón de su sueño, su significado, el por
qué ahora y no antes, etc., para luego darme cuenta que nunca sabré
con certeza el motivo de su sueño y dejo esas divagaciones para buscar
una solución a su problema, por lo que pregunto a Daniela: ¿la cara de
tortuga del perro es aterradora? ¿Cómo es? ¿La puedes dibujar? A lo
que la niña, para mi sorpresa, responde: «No, no es aterradora, es solo
que el perro tiene cara de tortuga», a lo que expreso «ah, qué sueño
tan divertido: un perro que tiene cara de tortuga. ¿Hay otros animales
mezclados?». Daniela me dice que no hay más animales mezclados, que
es solo el perro con cara de tortuga.
La sesión continua con preguntas aclaratorias de este singular
perro. Noto que a medida que se conversa del sueño, este empieza
a perder fuerza cada vez más; sin embargo, la fuerza del sueño debe
perderse en la noche, cuando este realmente es poderoso. Entonces le
hago la siguiente pregunta en tono curioso: «¿Por qué te da miedo el
perro con cara de tortuga y no te da pena o risa o asco o...?». La niña
se muestra sorprendida; Daniela parece comprender que un perro con
cara de tortuga no necesariamente debiera darnos miedo. Sumado a mi
pregunta, menciono en tono gracioso: «Me gustaría ver un perro con
esa cara. De solo imaginarlo me da risa».
Al finalizar la sesión le digo: «lo que para algunas personas da
miedo, a otros da risa» y «es extraño, pero en los sueños a veces uno
se da cuenta que sueña y puede cambiar las cosas. Podrías pensar en
eso antes de dormir; coméntale esto a tu mamá».
Para la siguiente sesión, al cabo de una semana, Daniela me reporta
que ha soñado con el famoso perro, pero algo diferente ha sucedido:

62
10. El perro tortuga. Cuando el miedo es visto de otra manera

me dice que cuando vio la cara del perro comenzó a reír y a reír sin
parar y que más encima ahora el perro tenía puesto un gorro de payaso
y que su sueño continuó con la visita a un circo, porque un perro con
cara de tortuga se encontraría feliz en un circo. Luego de entrevistar a
la madre durante esa sesión y las siguientes no hubo reportes de miedos
nocturnos y cambios de cama.

63
11. Él no era malo, solo tenía miedo

El niño que no amaba a los animales

David Ramírez Dzib11

Tiempo atrás, mientras daba una clase de introducción al modelo


estratégico de terapia, invitaba a los alumnos a aceptar casos «difíciles»
que los pusieran a prueba y que les exigiera demostrar la creatividad de
dicho modelo. Una de las asistentes me compartió, entonces, el caso de
Dany, un niño de cinco años que estaba por terminar el jardín de niños.
La situación para Dany se tornaba difícil: la maestra no sabía cómo
actuar, la psicóloga escolar solo apoyaba en situaciones de problemas de
aprendizaje, la trabajadora social lo canalizó a terapia psicológica y a
su vez la psicoterapeuta se sorprendió tanto que lo refirió a psiquiatría.
Durante todo este proceso habían pasado semanas donde el pro-
blema no tenía diagnóstico claro, pero sí se intuía un mal pronóstico
para el pequeño y su desesperada familia. No quiero hablar mal de los
otros especialistas, sino resaltar que mucho saber sobre la guía no te
permite nuevas opciones ni querer ver fuera de esa guía. ¿Y qué pasaba
con Dany? Mataba animales, los que pudiera.
Dada la situación y el posible diagnóstico, la psicóloga del colegio
apostaba por un caso prematuro de psicopatía y ante eso el pronóstico
parecía desalentador; la directora apoyaba la idea de que se le debía
suspender del colegio y que llevara tratamiento, porque ¿qué se puede
esperar de alguien que mata inhumanamente?
Finalmente, sucedió algo que nos alarmó a todos: atrapó y mató
un gato. No fue fácil, pues el niño terminó con arañazos profundos y
atención hospitalaria de urgencia para suturar sus brazos y manos. Es
así como los padres, desesperados, le pidieron de nuevo a mi practicante
ayuda y ella a su vez a mí. Así fue como este caso llegó a mis manos.
Está de más mencionar los protocolos de inicio pues cada centro y
país tendrá sus códigos. Fielmente mi co-terapeuta está pendiente de la
etapa de socialización y del familiograma. Por mi parte, estoy interesado
11
Licenciatura en Psicología Clínica, Universidad Autónoma de Campeche, México. Maes-
tría en Terapia Familiar, Centro de Terapia Familiar y de Pareja, Campeche, México.
Subdirector del Centro de Terapia Familiar y de Pareja, Campeche, México.

65
David Ramírez Dzib

en saber cómo un pequeño tan tierno luchó contra un gato hasta eli-
minarlo sin importarle el daño recibido; porque a la vista resaltaba la
ternura de un pequeño saludable, cordial y de buen ánimo, dispuesto
a mostrar «sus heridas de la batalla» con ropa limpia y arreglada, ade-
más de usar ligeras gafas a su joven edad. Su joven historia criminal
contra los animales había empezado tres meses antes, al sacar un pez
de la pecera, acción que generó alarma, pero no lo suficiente para ir
más allá de explicarle que eso no se hace. Pero días después logró sacar
a todos los peces y dejarlos morir; lo reprendieron y castigaron, pero
al llegar el fin de semana sacó a la tortuga de su estanque, y lejos del
cuidado de los adultos la colocó boca abajo en varias ocasiones, hasta
que el calor y el cansancio dieron cuenta de la criatura. Su profesora
se alarmó tras contar el cuento de una borrega que sacó a sus críos del
vientre del lobo feroz, llenándolo de piedras para que no se pudiera
mover, pues Dany manifestó odio hacia los borregos y realizó un dibujo
donde pedía que murieran y ganara el lobo. En este tiempo lo llevaron
a consulta psicológica y al psiquiatra; incluso lo medicaron, pero aun
así al siguiente fin de semana en la reunión familiar se dio a la tarea
de cazar una gallina que corría y corría de sus ataques, resultando con
muchas heridas, pues cada vez que la atrapaba le intentaba torcer el
pescuezo. A otra le dañó irreparablemente un ojo a pedradas y con el
paso de los días organizaba a los primos y vecinos para ir de «cacería
de monstruos», como él los nombraba, y arremetía contra los insectos
y hasta los conejos de la vecina.
Dany es el primogénito y tiene un hermano de año y medio; am-
bos padres son maestros ocupados a tiempo completo y viven en una
comunidad no muy lejana de la capital del estado en Campeche, Mé-
xico, donde es muy común tener diferentes animales de patio (pollos,
patos, algún gallo) y mascotas como perros, aves y peces. Por lo tanto,
el pequeño estaba familiarizado con los animales domésticos. ¿Cómo,
entonces, empezó a querer eliminarlos?
Por lo ocupado que estaban sus padres, la abuela estaba a cargo
de recogerlo en días de clase; también convivía con los primos, quie-
nes viven cerca y eran más o menos de las mismas edades y a quienes
también atendía la abuela; por ello, los fines de semana generalmente
eran de reunión familiar, incluso desde tan temprano como el desayuno
después de misa. Como terapeutas sistémicos, invitamos a la abuela a
platicar sobre el noble esfuerzo para controlar a los pequeños, dado que
son varios y traviesos.Creemos que la respuesta que nos dio la abuela
constituye la médula de la situación que aquejaba a Dany.
La abuela, para mantener a raya a sus pequeños, les señalaba la
pecera o los insectos feos para asustar a los niños: «Este tomará vida

66
11. Él no era malo, solo tenía miedo. El niño que no amaba a los animales

en la noche y te castigará… se hará enorme y picará, sacará tu sangre»


y cosas más de este tipo. Es así como Dany se llenó de temor hacia las
inocentes criaturas y se «convirtió en héroe» al eliminar a los más posi-
bles antes de que dañaran a sus seres queridos y a él mismo; finalmente
atrapó al más dañino, pues el gato se «chupa el alma» (succiona). Eso
es suficiente para cualquiera y tomar sobrefuerza y valor. Así centré
la terapia en resaltar que, a pesar de lo bien intencionado, el efecto
resultó dañino. Involucré más a los padres y establecimos formas más
pedagógicas al poner reglas y límites claros y específicos y sobre todo
a re-estructurar la idea de Dany acerca de los insectos y animales. El
cambio en la conducta fue casi inmediato y fácil de percibir. Por su-
puesto, no fue necesario el psiquiatra ni el medicamento.
Finalicé la terapia con una ceremonia donde enterramos «ese miedo
bichudo» y celebramos «la nueva manera de Dany» con un pastelillo y
su diploma. Todo esto, a partir de la visita de la abuela, en cinco sesiones
cada tres semanas y visita de evaluación a los dos meses. Así de efectiva
y hermosa la terapia breve sistémica al no aceptar la primera impresión
diagnóstica y encajonar a un dulce chico en una impresión negativa.

67
12. La fuerza del vínculo

Trastorno oposicionista-desafiante
en la infancia

Pamela Ferreira12

Dentro de mi experiencia como terapeuta infantil llegué a conocer


varias niñas y niños, pero jamás olvidaré a mi querida Sofía, quien fue
una consultante muy especial para mí. La primera vez que la vi tenía
cinco años y me sorprendió cómo se expresaba acerca de sus intereses;
hablaba de caricaturas, lugares donde había viajado y sobre su familia.
La pequeña tenía el cabello rizado igual que el mío, vestía bien combi-
nada, llevaba listones en el cabello y agarra-pelos de distintos colores y
formas. Estos detalles a ella no le agradaban porque el cabello rizado y
largo no le gustaba; el peinarse era un motivo de pelea y conflicto en la
familia. Más adelante, durante el proceso terapéutico, le enseñé cómo
cepillarse el pelo para que este no se enrede y terminamos peinándonos
juntas, pero para ese nivel de confianza tendría que pasar algún tiempo.
La pequeña asistió a consulta por vez primera acompañada de sus
padres, donde ellos decían que era muy agresiva, ya que peleaba mu-
cho con sus compañeritos. Agredía a su hermana menor, no obedecía
a sus padres y asumía una posición rebelde y desafiante. En el colegio
la maestra señalaba que se distraía con facilidad y además molestaba
a sus amiguitos, lo que causaba impotencia en los padres, ya que no
sabían cómo controlar la conducta de la niña.
Durante la evaluación, Sofía mostraba una actitud distante, poco
comunicativa, la cual se fue tornando en colaboradora y activa. En este
proceso pude identificar varios hechos importantes; ella recibía golpes
de su padre en la ducha con toalla mojada cada vez que se portaba mal
y la madre no hacía nada al respecto; constantemente recibía reproches
e insultos ante su mala conducta y esto generaba en ella sentimientos

12
Licenciada en Psicología, Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca, Sucre, Bolivia.
Especialista en Terapia Sistémica y Terapias Breves, Universidad Católica Boliviana, La
Paz, Bolivia.

69
Pamela Ferreira

de profunda tristeza y frustración, todo lo cual resultaría en rabia y


maltrato hacia los demás.
De a poco inició este encuentro terapéutico donde Sofía y yo nos
volvimos cómplices y establecimos un vínculo que nos ayudaría a crecer
y ser mejores personas, ya que acordamos que podríamos confiar la una
en la otra, que estaría presente el respeto, pero sobre todo no existirían
mentiras. Sellamos este trato entrelazando nuestros dedos meñiques y
en cada sesión que tuvimos siempre nos saludamos cruzando nuestros
deditos para recordar nuestro acuerdo. Si ella se portaba bien, yo le
proporcionaría mi confianza incondicional.
Gracias a este trato pude adentrarme al mundo de Sofía, donde
ella con toda confianza y libertad me mostraba partes de su vida; el
trato que recibía en el colegio, cómo sus compañeritos la molestaban,
la golpeaban y ella se defendía. Muchas veces expresaba la rabia que
esta situación le generaba; en otras ocasiones manifestaba tristeza y
desesperación, sobre todo por el trato que recibía de su padre. Allí
radicaba su motivación, ya que ella quería ser buena para que su papá
la quiera; quería cambiar, pero no sabía cómo. Ahí era donde yo podía
ayudarle. En una de las sesiones, con lágrimas en los ojos, expresó la
necesidad que tenía de recibir abrazos y no golpes de su papá; esto me
conmovió el corazón y me sacó lágrimas. La abracé muy fuerte para
contener su llanto y ella se acurrucó en mis brazos llorando hasta casi
quedarse dormida.
Durante los próximos encuentros trabajé con ella centrándome
en lo positivo de su forma de ser: para mí era la niña más buena del
mundo y le recordaba lo inteligente que era, que ella era capaz de de-
mostrarle al mundo entero que no era agresiva y que si quería podía
portarse bien. Con los padres se recalcó la importancia de prestar
atención a la conducta de la niña, pero no como algo negativo, sino
como una necesidad que ella tiene de llamar la atención para conseguir
afecto. Se prohibieron los golpes en la familia y se estableció el plan
de acción donde todo el entorno (familia, maestra, terapeuta) debía
trabajar para que Sofía se sienta querida y valorada, se reforzaron las
buenas conductas con elogios, abrazos, todo tipo de manifestaciones
de cariño y todos éramos partícipes alentándola. Esto ayudó a que la
pequeña Sofía cambiara los berrinches y golpes por buena conducta,
que cambiara lágrimas por sonrisas, pero sobre todo que cambiara la
tristeza por amor.
El vínculo y la comprensión fueron los ingredientes que permitiero-
na mi consultantehacer un giro positivo en su vida a cambio del afecto
que merecía. La terapia narrativa con ella me cambió la vida, porque
al ponerme en el rol de cómplice logré que ambas sacáramos a flote

70
12. La fuerza del vínculo. Trastorno oposicionista-desafiante en la infancia

la tristeza de esta situación. Me enseñó que un abrazo puede más que


las palabras. Me enseñó que los golpes solo crean profundas heridas
en el corazón, mientras que el amor puede reparar y hacer sonreír a
un corazoncito triste como el de Sofía, la niña del pelo desordenado
como el mío.

71
13. No quiero que me pregunten más

Vínculo y confianza para favorecer


el cambio

Constanza Hernández Sandoval13

Valentina es una niña de 11 años. La vida no ha sido muy amistosa


con ella: sufrió el abandono de ambos padres, quedando a cargo de
su abuela materna, la cual es de avanzada edad; sin embargo, es ella
quien le brinda todo el cuidado, seguridad y confianza que necesita
para poder desarrollarse, a pesar de las adversidades que le ha tocado
vivenciar a su tan corta edad.
Valentina es ingresada a un programa de prevención focalizada (PPF),
siendo derivada por negligencia en sus cuidados básicos y vulneración
de derechos tras haber sido acusada de abusar sexualmente de un primo
menor que ella, lo cual fue desmentido en el proceso de investigación. Es el
PPF quien tiene que evaluar al grupo familiar y el nivel de daño emocional
de la niña. Es por esta situación que Valentina ha pasado por un largo
proceso (tres meses) de distintas evaluaciones, las que han sido bastante
invasivas y violentas para ella, por lo que se encontraba muy resistente a
la intervención, negándose a concurrir a las sesiones programadas, a las
que asistía solo la abuela de la niña, mencionando que Valentina siente
miedo, no quiere que sigan haciéndole preguntas, no quiere conocer nue-
vas profesionales que se inmiscuyan en su vida y en sus vivencias, que le
hacen recordar momentos dolorosos de su vida. Por esta razón, el primer
contacto con la niña no fue fácil; debía ser un proceso delicado, sutil y
respetuoso para lograr un vínculo con la profesional y poder ayudarla a
generar los cambios necesarios para promover su bienestar.
Programamos una sesión para que la niña asistiera a las dependen-
cias del programa para el tan esperado primer encuentro. Durante el
proceso de vinculación con la abuela, ya había explorado sus recursos,
gustos y pasatiempos, por lo que estaba preparada para generar un espa-
cio cómodo y amistoso que brindara seguridad y confianza en Valentina.
13
Psicóloga, Universidad Santo Tomás, Concepción, Chile. Coordinadora del Centro de
Estudios Sistémicos, CESIST, Concepción, Chile. Psicóloga de la Fundación Ciudad del
Niño, Concepción, Chile.

73
Constanza Hernández Sandoval

Todos los que trabajamos en esta área conocemos la importancia del


vínculo terapéutico, que es la base en la cual se desarrollará un proceso
importante para la vida de la persona que solicita ayuda, como también
para el profesional que atiende; para esto se debe tener claro que la
persona es la experta, la protagonista de su propia historia, lo cual es
indispensable para que la intervención se desarrolle en un contexto lo
menos invasivo posible.
Valentina llega a sesión resistente, tímida y callada, como si hubiera
un muro entre ella y yo. En el box de atención todo se encontraba dis-
puesto para su comodidad y disfrute: había plasticina, lápices, cartulinas
con colores, etc. En dicho contexto me presento, le explico quién soy y
que el objetivo del día era simplemente conocernos y divertirnos. Se le
pregunta si está de acuerdo y contesta con un tímido «sí».
En este ambiente surge una interesante conversación acerca de su
vida escolar, familiar y social, comentando de manera entusiasta sobre
sus vivencias en el colegio, con sus amigas, y en su casa, con su abuela
y su mascota, todo esto mientras realizábamos figuras de plasticina.
Luego de esta primera sesión con Valentina, el proceso de interven-
ción se volvió mucho más fluido y la niña se motivó a participar y asistir
a las sesiones programadas, presentando muy buena adherencia al pro-
ceso. En esas sesiones usábamos una metodología lúdica, como cuentos,
role-playing, juegos, externalización, metáforas, etc. Entre los temas que
trabajamos se encontraban la autoestima, resiliencia, reconocimiento
emocional, recursos personales, re-significación de su historia vital, entre
otras temáticas significativas. Todo esto gracias a un trabajo previo que
buscó establecer un vínculo que le brindara a la niña un ambiente grato,
de confianza y seguridad, que no sea invasivo, realizando actividades
placenteras en donde solo los niños son expertos, que es jugar.
Es necesario que el profesional logre adaptarse al contexto del niño
o niña, que explore sus gustos, sentarse en el suelo, pintarse la cara,
recortar y pegar, sacarse el delantal, dejar atrás el escritorio y ponerse
a su altura, empatizar con ellos y hablar en su lenguaje, y así entender
su mundo y su idioma. Los niños del mundo adulto ya tienen bastante,
no necesitan más, sobre todo si hablamos de una niña a la cual le tocó
vivir situaciones que nunca debió haber vivido, situaciones a las que
nadie se encuentra preparado, menos una niña de 11 años.
Cuando se exige al niño o niña adaptarse al contexto de terapia, se
genera distancia, resistencia al cambio y desconfianza, no permitiendo
que el niño o niña explore en sus recursos personales y en el despliegue
de sus propias herramientas que le permitan un desarrollo basado en
su bienestar.

74
14. Me gustaría tener poderes

La aceptación de la niña potencia


el vínculo

Fernanda Pacheco Cerna14

Paulina, niña de 12 años de edad, llega a sesión derivada por su


profesora jefe debido a conductas disruptivas dentro y fuera de aula, lo
que interfiere en su aprendizaje y el de sus compañeros y compañeras.
Los otros profesores que le hacen clases generalmente se quejan
de su mal comportamiento y su desmotivación a aprender, estando
actualmente a punto de reprobar el año escolar.
Se me entrega un informe que describe a grandes rasgos la historia
personal de Paulina. Refiere que vive junto a su abuela paterna Marta,
la que recibe una pensión y que tiene la custodia legal de la niña.
El padre de Paulina, Patricio, de 31 años de edad, vive cerca de la
casa de la niña, pero existe una relación conflictiva entre ellos, ya que
él tiene otra familia y al parecer no se haría cargo de las necesidades
básicas de Paulina.
La atención se desarrolla en contexto educativo. Paulina llega
muy tímida la primera sesión y no se muestra muy abierta a conversar,
cuestiona en varias ocasiones el motivo por el cual se encuentra ahí y
refiere que «no pasa nada» y que «la profesora es exagerada» y «que
ella no hace nada»; exclama repetidas veces que quiere volver a su sala.
A pesar de esto, intento establecer una conversación con ella sobre
algún otro tema para captar su atención; sin embargo, este intento
resulta infructuoso, pues continúa la sesión y no se logra establecer un
contacto verbal con la niña. Esto me hace pensar en otra estrategia, por
lo que busco una hoja de papel donde dibujé un gran árbol con man-
zanas rojas y le puse varios colores para que sea llamativo a los ojos de
la niña. Ella me mira atentamente mientras dibujo y me pregunta: ¿qué
es eso? Le cuento que ese gran y hermoso árbol es ella y los frutos que
están en su interior son las fortalezas que ella tiene. Me comenta que

14
Psicóloga, Universidad Santo Tomas, Concepción, Chile. Psicóloga de la Escuela las
Higueras, Talcahuano, Chile.

75
Fernanda Pacheco Cerna

no entiende, que le explique de nuevo. Entonces comienzo a escribir en


el interior de las manzanas algunas fortalezas que Paulina posee. Ella
me enfrenta y me dice que por qué yo creo que ella tiene alguna cosa
buena, entonces le explico los motivos y en ese momento comienza a
llorar inmediatamente. Me comenta que «esas cosas no son ciertas; no
tengo nada bueno».
Queda así en evidencia lo afectada que se encuentra su autoesti-
ma. Me comenta que todo su entorno la crítica, por lo que ella sabe
que no posee ninguna característica positiva. Comienzo a ahondar en
los antecedentes que me entrega y comienza a relatarme una historia:
refiere que hace varios años que no ve a su madre, que ella se fue y to-
dos le ocultan información acerca de su paradero. La abuela no quiere
contarle sobre su madre porque dice que es drogadicta y trabaja en
un «café con piernas»15. Paulina dice que eso no le importa, ella solo
quiere visitarla y verla, que a lo largo de su vida siempre le ha hecho
falta y que se siente muy sola y abandonada, todo esto sumado a la
mala relación que existe con su padre, que la deja sola y «se preocupa
más por sus otros hijos».
Paulina refiere que siente mucho amor y agradecimiento por su
abuela que la ha criado, pero que ella no puede suplir ni hacer nada
para que deje de sentirse así.
En la siguiente sesión ya existía algo sobre qué trabajar. Si bien no
tengo poderes para cambiar su historia y contexto, logré establecer la
demanda y tengo claro que un trabajo centrado en los recursos, pero
principalmente la aceptación incondicional de Paulina, son las herra-
mientas necesarias para favorecer el vínculo.
Creo que en casos como el de Paulina, en donde variables con-
textuales son difícilmente alterables, aún es posible trabajar con los
niños. Factores como el vínculo son fundamentales; el hecho de aceptar
incondicionalmente a un niño que es rechazado en diversos contextos
puede favorecer su autoestima y potenciar el cambio desde la base del
reconocimiento.

15
Un «café con piernas» es el nombre dado popularmente a una tienda de venta de café
atendido por mujeres que se visten con poca ropa

76
15. Sofía y las pataletas

Un cambio centrado en lo positivo

Nicole Vega Rojas16

Sofía, de ocho años, llegó a consulta por sus «pataletas». La niña


vivía con sus padres y hermana de 12 años, con quien no tenía una
buena relación.
Las pataletas de Sofía consistían en lanzar sus cuadernos, gritar y
escupir a sus padres. Hasta ese momento el método que la madre uti-
lizaba para enfrentar esas conductas era lanzarle agua; estrategia poco
efectiva, ya que solo aumentaba el enojo de la niña.
La madre de Sofía, durante las sesiones, se enfocaba en describir
solamente los aspectos negativos de la niña. Pensé que observando lo
positivo la relación podría cambiar y disminuir las pataletas, las cuales
desde mi punto de vista eran usadas para llamar la atención constante
de la familia.
Cuando comencé a hablar a solas con Sofía, me daba cuenta que
ella sabía perfectamente cuál era el motivo por el que se portaba mal
con sus papás.
En cuanto a la relación con Sofía, fue buena desde un principio. En
las primeras sesiones comenzamos a jugar con las muñecas que había
en la sala de atención y luego ella traía las suyas y yo hice lo mismo;
de ese modo creamos un vínculo sincero.
Para comenzar a abordar el problema de las pataletas, trabajé
especialmente con la técnica de externalización, ya que es entretenida
para los niños y permite separar este «problema» o el comportamiento
señalado como problema de lo que en realidad es la persona.
Lo primero que le pedí a Sofía fue que dibujara a esta pataleta
como ella la imaginaba. La dibujó como una cara grande y enojada y
la llamó «Enojona»; las características que señaló de ella fueron que era
pequeña, enojona, gorda y gritona. Se le pidió también que se dibujara a
ella, quien sería la encargada de vencer a esta Enojona, representándose
a sí misma como una niña sonriente, risueña y contenta.

16
Psicóloga, Universidad Santo Tomás, Concepción, Chile.

77
Nicole Vega Rojas

Luego de tener el dibujo, le pregunté en qué ocasiones se asomaba la


Enojona; respondió afirmando que aparece cuando no quiere hacer sus
tareas, cuando otros no quieren jugar con ella, que en esos momentos
comienza a gritar o golpear.
Le pregunté también por las ocasiones en las que no aparecía; señala
que cuando está feliz, jugando, y cuando sale a pasear junto a su familia.
Luego solicité que con unos títeres me contara una escena en la
que Enojona hubiese estado presente. Esto resultó bastante bien, ya que
pude conocer la dinámica de la pataleta, lo que pasaba antes y después
de que aparecía, además de las reacciones de la familia.
En ocasiones parecía que el círculo familiar lograba vencer a Enojona
y en otras la pataleta lograba sobrepasarlos a todos. Sin embargo, enfaticé
en las ocasiones que la familia y especialmente Sofía lograban vencerla.
Luego de tener una visión global de lo que era la «Enojona», cómo
afectaba a la familia y las cosas que habían hecho para enfrentarla, le
propuse a la niña que juntas ideáramos un plan para vencerla, y esto
fue a través de una dinámica llamada «señales de alarma».
Para que la niña lograra identificar las señales de alarma que anun-
ciaban la aparición de Enojona, le comenté que una amiga mía también
había pasado por lo mismo y que me había contado que al saber qué
cosas pensaba, cómo se sentía su cuerpo y cómo cambiaba su forma de
hablar cuando aparecía la pataleta, había lograr vencer a la Enojona;
por lo tanto, quizás si hacíamos lo mismo también nos podía servir.
Antes que Sofía me contara su experiencia, le di algunos ejemplos de
lo que a mi amiga había averiguado, como la sensación de carga en los
hombros o una pelota en el estómago, que antecedían sus pataletas.
Esto fue útil para la niña, y comentó que, en cuanto a sus pensa-
mientos, logró identificar las señales que le indicaban cuándo se iba a
enojar o cuándo sentía rechazo a estudiar y cuándo se desconcentraba.
Así le pudo decir a la Enojona «no me interrumpas» y «déjame en paz».
En relación a su cuerpo, identificó la señal de sentirse cansada de
gritar, así como identificar el deseo de lanzar las muñecas. Identificó
también en su forma de hablar cuándo comienza a gritar, y por lo
tanto cuándo está a punto de llegar la pataleta, o a ser atrapada por la
Enojona. Al ir indicando todas estas cosas, Sofía comentó que había
pensado en tener «piedras imaginarias» para lanzarle a la pataleta cada
vez que apareciera, y así lograr que se fuera.
También le señalé que haríamos una especia de «liga de la justicia»
para enfrentar a la Enojona. Sofía quiso incluir a toda su familia, y
comenzamos a designar súperpoderes que la niña tuviera y los que le
gustaría tener. Además, le pedí que cuando sintiera que sus pensamientos,

78
15. Sofía y las pataletas. Un cambio centrado en lo positivo

cuerpo y forma de hablar comenzaban a cambiar debido a la Enojona,


fuera a un lugar tranquilo que ella eligiera y respirara tranquilamente.
Otro lado importante de la terapia fue lograr que la madre comen-
zara a ver aspectos positivos de Sofía, para lo que se utilizó la «Tarea
de la sorpresa».
Le pedí a Sofía que le hiciéramos una sorpresa a su familia a través
de pequeñas acciones en su casa, sin que ellos supieran. La niña se inte-
resó en esto e ideamos una lista de acciones que ella haría para su papá,
mamá y su hermana, como ofrecerles algo de beber, comer, ayudarlos en
simples labores en la casa, golpear la puerta antes de entrar en el caso de
su hermana u ordenar los juguetes luego de usarlos, entre otras cosas.
A la madre se le solicitó que registrara en una hoja las acciones
positivas que observara en Sofía durante la semana. Estas misiones
para ambas partes permitirían reemplazar el foco de lo negativo hacia
lo positivo y ver el efecto que tenía esto en la familia.
El resultado fue mejor de lo que esperaba, ya que en la sesión
siguiente la relación de Sofía y su hermana había mejorado, ya que
no discutían porque entraba sin permiso a la pieza, y esto fue solo el
inicio, ya que en las semanas siguientes estudiaban juntas y las peleas
se habían reducido notablemente.
En cuanto a la relación con su padre, Sofía lo esperaba con un
vaso de agua al llegar del trabajo y lo ayudaba en otras cosas, al igual
que con su madre, con quien estudiaba por cortos períodos, pero sin
grandes discusiones, lo cual era un gran avance.La madre, quien era la
acompañante en todo este proceso, lo notaba, ya que a partir de ahora
señalaba que su hija reconocía si cometía errores, la escuchaba, no
peleaba con su hermana y el nivel de las pataletas por el cual habían
llegado a terapia se había reducido considerablemente.
Para mantener los nuevos comportamientos en la vida diaria de
Sofía se confeccionó un «Panel de actividades» con acciones elegidas por
la niña y su madre. Esto consistía en crear una lista de acciones que Sofía
se comprometía a realizar, entre las cuales estaba ordenar sus juguetes,
respirar cinco segundos antes de responder, golpear la puerta antes de
entrar a las habitaciones, estudiar 15 minutos para luego descansar y
seguir estudiando 15 minutos, entre otras. Junto con esto le entregué
unos adhesivos de emoticones, más felices que tristes, los que debían ir
pegando cada día dependiendo de si las actividades las realizaba o no.
Con esta actividad cerré la última sesión del proceso de terapia con Sofía,
confiando que el compromiso de la niña y su madre se mantendría tras
sentir los efectos de todo lo realizado por ellas en terapia.

79
16. La invasión de furia

Intervención para el manejo


de la ira en niños/as

Andrea Rodríguez Campusano17

En la consulta agendo personalmente las horas para obtener al-


guna información previa y tener una noción de la problemática que se
presentará en la sesión. A pesar de esto, siempre es un misterio lo que
ocurrirá en sesión, por lo que se requiere de flexibilidad y creatividad
para adecuarnos a sus características e intereses.
Valentín, de seis años, asiste durante el mes de agosto en compañía
de sus padres, quienes indican que, debido a la conducta de su hijo
en el contexto escolar, les sugirieron que lo atendiera un psiquiatra
infantil para ser diagnosticado y recibir tratamiento. A partir de esto,
se presentan con una derivación por trastorno por déficit atencional
con hiperactividad.
En relación a su conducta, los padres describen que si bien el niño
asiste a un establecimiento educacional con un número reducido de
alumnos/as por curso, durante todo el año, semanalmente han sido
citados por el comportamiento de Valentín. Dicha conducta implica
que cada vez que se enoja con algún compañero/a de curso, golpea o
empuja, haciendo un uso «desmedido» de la fuerza. Dicha conducta
en ocasiones es observada directamente por la profesora o se enteran
porque lo acusan. Esto ha implicado reclamos y la molestia de los
padres, quienes se quejan constantemente por las agresiones sufridas
por sus hijos/as.
Las repercusiones que ha tenido esta conducta es que sus compa-
ñeros/as le temen y los profesionales del establecimiento lo etiquetan
como el niño peleador y problemático, por lo que ante cualquier des-
orden o pelea es identificado como quien inicia el conflicto y, desde la
perspectiva de Valentín, nadie le cree cuando no está involucrado o
cuando simplemente «se defiende».

17
Psicóloga, Universidad San Sebastián, Concepción, Chile. Especialista acreditada en
Terapia Estratégica Breve, Concepción, Chile.

81
Andrea Rodríguez Campusano

Los padres se muestran muy preocupados por el etiquetamiento del


niño y dispuestos a colaborar para generar un cambio en la conducta.
En relación a las soluciones que han intentado, cada vez que son citados
a reunión, le preguntan a Valentín lo ocurrido, generando una reflexión,
tratando que entienda y se comprometa a reaccionar sin violencia.
Desde mi rol, en primer lugar, realizo una normalización de la
problemática, contextualizando que es recurrente que los niños pre-
senten dificultades para manejar su «rabia». Por lo que, en primer
lugar, intentaríamos descubrir en conjunto la manera en que ocurre y
tratar que Valentín reaccione de una manera más adaptativa frente a
las situaciones que le generan dicha emoción.
En la primera sesión, una vez a solas con Valentín, indagué acerca
de sus gustos, pasatiempos y lo que le gustaba de ir al colegio, no sin
antes haberle mostrado las cajas con juguetes, los que podía ocupar
a voluntad. Ocurrió lo predecible, pues eligió los dinosaurios y autos,
con los que se entretenía mientras conversábamos.
Al consultarle si sabía el motivo por el cual sus padres lo traían a
consulta, afirma que es porque es «peleador» y las profesoras siempre
lo retan; ante esto, le pedí me explicara qué significaba ser «peleador»,
qué cosas hacía, cómo se sentía y qué pensaba. Cabe destacar que, a sus
seis años, presentaba buenas habilidades de comunicación, por lo que
detallaba las situaciones. Posteriormente le conté que yo conocía a otros
niños que les pasaba lo mismo, pero yo no creía que fueran peleadores,
sino que a veces cuando se enojaban, ese enojo (o como se llamara)
les «ganaba» y no alcanzaban a responder de una manera distinta a
los golpes, preparándolo para el uso de la técnica de externalización.
Siempre me impresiona el alivio que se refleja en la cara de los/las
niños/as cuando de a poco se va dejando de lado la etiqueta y sienten
que esto es posible de solucionar.
Luego de preguntarle si le interesaba que juntos identificáramos
al personaje que le ganaba cuando estaba enojado, ocupamos hojas de
block, lápiz grafito y lápices de colores, indicándole que debía imaginar
y dibujar cómo era el personaje que cuando él tenía rabia no lo dejaba
pensar. Al instante hizo la comparación con la película Intensamente
(en inglés, Inside Out), por lo que dibujó un personaje con similares
características: grande, cuadrado, con llamas que salían por la cabeza,
cara de enojado, pintándolo de rojo intenso. Al consultarle qué nombre
tenía el personaje, me indicó: «¡FURIA!», y lo escribió con letras gran-
des arriba del dibujo. Le expliqué cómo Furia aparecía sin su permiso
cuando él estaba muy enojado y hacía que golpeara o empujara a sus
compañeros sin darse cuenta que los lastimaba. Le pregunté si estaba
dispuesto a hacer una investigación, que consistía en estar muy atento

82
16. La invasión de furia. Intervención para el manejo de la ira en niños/as

durante la semana y cada vez que apareciera Furia le contaría a sus


papás para que lo anotaran, y así, durante la próxima semana, podría-
mos encontrar la manera de ganarle. Se invita a los padres a la oficina
y se les explica lo realizado y la tarea, ante la mirada atenta del niño.
A la semana siguiente, la madre confirma su asistencia, indicando
que tenía muchas novedades para la sesión. Valentín llega saludando
muy entusiasmado, mostrándome un peluche que debía cuidar por el fin
de semana, contándome que todas las semanas se lo entregan al alumno
que ha tenido el mejor comportamiento. La madre refiere que siempre
Valentín quería cuidar al peluche, sin embargo, debido a su participación
en reiteradas peleas con compañeros, nunca lo conseguía. Lo felicité
y le pedí me explicara qué había pasado en la semana.Comenta que
no pudo realizar la tarea, porque a pesar que hubo situaciones que lo
hicieron enojar, Furia no le ganó ningún día, por lo tanto, no golpeó a
nadie. Exageré mi asombro ante esa situación, ya que solo debía reali-
zar la investigación para ver cuándo Furia le ganaba, sin intentar hacer
nada diferente. Mencioné la capacidad que tenía para ganarle a Furia y
cómo ahora en la sesión podíamos tratar de recordar situaciones en las
que Furia le ganaba y aprender a identificar lo que ocurre en su cuerpo
cuando está por aparecer.
En las sesiones posteriores se trabajó en base a técnicas de manejo
de la rabia, las cuales puso en práctica tanto en el contexto escolar
como en el hogar. Además, le leí un cuento en el cual el protagonista
aprende que si bien la rabia es buena para expresar que no nos sentimos
cómodos o no estamos de acuerdo, es necesario aprender a calmarse
para posteriormente expresar lo que pensamos y sentimos.
De esta experiencia cabe destacar el cambio en la actitud que tuvo
Valentín frente al problema, comprendiendo que él no era el peleador,
sino que su conducta estaba influida por Furia. En la última sesión
me regala un post-it en el cual escribe: «Gracias Tía Andrea, ahora yo
controlo a FURIA, Valentín».

83
17. Derrotando a «Hulk»

Terapia narrativa en un niño


con dificultades para manejar la rabia

Mónica Sebastián Pabón18

Durante mi recorrido como psicóloga tuve la fortuna de atender un


caso bastante emotivo y particular, el cual se trataba de dos hermanos
gemelos de ocho años. El motivo de consulta venía de parte de la madre,
la cual se mostraba angustiada al no poder lidiar con el carácter de uno de
sus hijos debido a que era muy indisciplinado y peleaba bastante con su
hermano, el cual, según la madre, era mucho más tranquilo y disciplinado.
Cuando los niños llegaron a consulta, se mostraron bastante ac-
tivos y risueños. Sin embargo, Mario, el niño que aparentemente era
problemático, se mostró callado, retraído y no se sentía cómodo con
la madre y la abuela, por lo que les pedí a ambas salir un momento de
la sala y me quedé a jugar con los hermanos.
Al inicio, Lucas respondía todas las preguntas que yo le hacía a
su hermano, ya que, según él, Mario era muy callado y tímido cuando
conocía a nuevas personas. En mi intento de entablar una conversación
con Mario, opté por recurrir al juego y a la diversión para aliviar la
tensión y poder comunicarme con él. Lo miré a los ojos y le dije «parece
que el gato se comió tu lengua». El niño sonrió, entró en confianza y
dijo: «Claro que no, no se comió mi lengua, yo puedo hablar»; desde
entonces, comenzamos a jugar entre los tres, y a través del juego observé
bastante competencia entre los hermanos, al igual que falta de límites
y poca tolerancia al momento de compartir y respetar turnos de juego.
Comencé jugando a partir de turnos, lo cual fue difícil al inicio,
pero a medida que fueron jugando, respetaron los turnos de cada uno
y empezaron a compartir y dejar de pelear. Las siguientes sesiones me
quedé a solas con Mario; mientras jugaba y me hablaba acerca de su
interés por los superhéroes, me contó que algunas veces no se sentía
bien en casa porque le echaban la culpa de todo lo que hacía y a su

18
Licenciada en Psicología, Universidad Católica Boliviana, La Paz, Bolivia. Psicóloga y
Asesora Familiar en Aldeas Infantiles SOS, La Paz, Bolivia.

85
Mónica Sebastián Pabón

hermano nunca le regañaban, lo cual le producía furia y enojo. En ese


momento me di cuenta que estando a solas con él no solo lograba que
me hablara, sino que también podía generar un espacio en el que podía
conocer sus emociones y su punto de vista en relación a su hermano y
a lo que pasaba en casa.
Me pareció importante tomar en cuenta su interés por los super-
héroes y su emoción de enojo y furia, así que le pregunté qué pasa
cuando se enoja, cómo es la furia, qué problemas le trae en casa, en qué
momentos aparece y, si la furia o el enojo tuviera forma, qué superhéroe
sería y sin pensarlo contestó: «Hulk, porque cuando él se enoja no tiene
control y la rabia lo maneja».
A partir de ese día iniciamos una estrategia de externalización para
tratar la furia y el enojo. El niño se mostró entusiasmado y le contamos
a los demás miembros de la familia el plan de acción. Lo lindo fue que
la madre, la abuela y el hermano aceptaron involucrarse en la estrategia
y participar de la misma, lo cual animó a Mario, ya que la familia dejó
de centrarse en él cómo un problema y se centraron en derrotar a Hulk.
Comenzamos por dibujar a Hulk; le pusimos su traje, lo llenamos
de color y me di cuenta lo divertido que es personificar una emoción,
sacar toda la rabia y ponerle un nombre, designarle un color, volcar
el problema y construir juntos una estrategia para derrotarlo. Pude
observar con claridad todos los recursos que Mario ponía en práctica,
desde el entusiasmo de dibujar a Hulk hasta las ideas que se le iban
ocurriendo mientras creábamos al personaje. Sus recursos eran infinitos,
pensaba en todas las formas posibles para que la rabia no apareciera y
no hiciera enojar a la madre o a la abuela y consideraba a su hermano
como su principal aliado.
Mario dibujó todos los espacios de su casa y, con una sonrisa en el
rostro, resaltó los lugares en los que pondría una trampa cada vez que
Hulk intentará entrar a la casa, especialmente en las noches, cuando
la madre le regañaba; decidió trancar las puertas con prendas de color
rosa para espantar a Hulk, dado que el color rosa es el peor enemigo
del superhéroe. Tanto la madre como la abuela estuvieron de acuerdo
y Lucas decidió amablemente ayudar a su hermano a conseguir todas
las trampas necesarias.
Esta estrategia puso en marcha nuevas soluciones. La familia se
centró en el superhéroe: la rabia y el enojo ya no eran emociones per-
manentes, ya que Mario las depositó en su muñeco Hulk y encontró
formas de generar trampas para que no entre en él cada vez que la
madre lo regañaba. En cuanto a las peleas con el hermano y a la falta
de límites de parte de la madre, se generaron estrategias en las que
todos aprendieron a poner de su parte para solucionar conflictos; los

86
17. Derrotando a «Hulk». Terapia narrativa en un niño con dificultades...

hermanos respetaron sus turnos y la madre dejó de levantarles la voz


siempre y cuando sus hijos respetaran las normas de la casa. De esta
manera disminuían las peleas y Mario se enojaba con menos frecuencia.
Fue un reto para mí involucrar al resto de su familia en el juego,
ya que al principio no parecían muy convencidos; sin embargo, los re-
cursos de Mario ayudaron a externalizar la rabia en Hulk y el permitir
la participación de todos los miembros dio lugar a la circularidad, la
cual se convirtió en un apoyo significativo para Mario, puesto que la
«indisciplina», «la rabia», «el enojo» y el «mal carácter» no era lo
único que generaba conflictos, sino también las reacciones de los otros
miembros de la familia, que se hicieron cargo de sus propias actitudes y
trabajaron en equipo para derrotar la rabia volcada en un superhéroe.
Mi relación con el niño pasó de ser una relación distante e incómo-
da a ser una relación de alianza en la que pudimos crear un personaje
que pudo sostener toda la rabia y logramos involucrar a la familia
como los principales actores del problema, y a Mario como el principal
protagonista que fue derrotando poco a poco aquella emoción de rabia
que tanto le costaba aceptar al inicio.

87
18. La historia de un fracaso

La importancia del espacio privado


en la pre-adolescencia

Rodrigo Mardones Ibacache19

Quise compartir una historia en la que no me fue bien como tera-


peuta. Es decir, donde fracasé. Creo que se puede aprender mucho de
cuando uno «pierde». Si bien en nuestro modelo terapéutico abordamos
el trabajo con el cliente desde una perspectiva en donde se intenta tra-
bajar con los recursos del consultante y alejarnos de cualquier intento
de rotularle, en este caso todo pareció no dar resultados.
Gabriel cumplía recién los doce años y fue derivado a mi oficina
en el colegio por presentar conductas muy disruptivas, desde maltratar
compañeros y compañeras hasta enfrentarse a sus profesores.
La experiencia de trabajo en colegios me había enseñado que estas
situaciones requieren un buen manejo del vínculo. Establecer primero
una relación, y como tal, lejos de toda ambición de obtener ganancias
terapéuticas, sino que primero vincular genuinamente.
Fui a buscarle a la sala. A esta edad evito ser yo quien se presente
en el curso buscando un estudiante. Como siempre hago, envié a un
inspector y yo me quedé a distancia. Le saludé de mano y nos fuimos a
la oficina. Nos sentamos; él, con la cabeza hacia abajo, no permitía el
contacto visual. Se veía con ropa desaseada, a pesar de él verse limpio.
Me presenté y le pregunté por su nombre. De mala gana me respondió.
Comencé a hablarle del trabajo que hago, de la confidencialidad, del
deseo de conocerlo y de que no tenía más información de él que la que
quisiera compartir.
Sus repuestas siempre fueron «sí», «no», «no sé», «tal vez». Jamás
en la primera sesión emitió más palabras que estas. No quise forzarlo
y la sesión fue breve. Fui a dejarle a su sala, quedándome a distancia
para que sus compañeros no le vieran conmigo.

19
Psicólogo, Universidad de Las Américas. Académico, Universidad Santo Tomás, Concep-
ción, Chile. Co-director general, Centro de Estudios Sistémicos, Concepción, Chile.

89
Rodrigo Mardones Ibacache

Al finalizar ese día, alguien golpea la puerta de mi oficina. Al abrir


me encuentro una mujer de más o menos cuarenta años con cara de
preocupación. «Usted es el psicólogo», preguntó, a lo que respondí po-
sitivamente. «Necesito hablar con usted». Pensé que era extraño, puesto
que no la había citado y no sabía quién era. Resultó ser la madre de mi
nuevo consultante. Al sentarnos se presentó. Me dijo: «No sé si ya le
habrán dicho, pero pedí que le derivaran a mi hijo, se llama Roberto
(no es su nombre, obviamente) y está en este curso». Le respondí que
efectivamente me había sido derivado y que a ella le iba a citar en algún
momento para saber un poco más de su hijo.
La madre comenzó a manifestarme su preocupación. Su discurso
sobre Roberto era saturado de defectos, aspectos negativos, quejas y
un largo etcétera en el que ella añoraba al hijo de ocho años que solo
sabía ser obediente y regalón. Me ofreció todo su apoyo e interés y que
le citara cuando fuera necesario.
La verdad es que su visita me desagradó. Pensé que tal vez se debía
a que me quebró la estructura. Es decir, los apoderados de estudiantes se
entrevistan conmigo cuando les cito o si la necesidad es mucha suelen lla-
mar para pedir hablar conmigo. La cosa es que fue una entrevista extraña.
Con el paso de los días, Roberto ni siquiera me saludaba, a pesar
de mis intentos por establecer contacto. Llegó el momento en que debía-
mos sesionar. La dinámica fue la misma: «Sí», «no», «no sé», «tal vez»,
«quizás». Al terminar la sesión, me preguntó: «¿Mandará a llamar a mi
madre de nuevo?». Lo miré y le pregunté la razón de su pregunta. Me
dijo: «…porque la semana pasada apenas me fui la citó». Al caminar
a la sala le aclaré que su madre había llegado sola y cómo era que él
sabía de su visita. Me contó que su madre le informó que había venido.
Al día siguiente golpean mi puerta. Como han de adivinar, efecti-
vamente se trataba de la madre. La hice pasar con molestia. Se sentó y
comenzó a hablarme de Roberto. Que tiene posters satánicos, que no
quiere ir a misa, que la trata mal. Me sorprendió cuando planteó que
ella quitó la puerta de la habitación de su hijo, así como que arrancó los
posters de las paredes, que todos los días le revisaba su ropa, colchón,
cajones, etc. El muchacho estaba totalmente invadido por su madre.
Le manifesté mi molestiay las consecuencias de lo que iba a lograr
de continuar así, del daño a su hijo. Le pedí que no viniera al colegio a
hablar conmigo y que dejara al muchacho en paz. Creo que mi molestia
pasó los límites y sospeché que me iba a acusar con los directivos del
colegio.
Pensé en Roberto y me dije: «A este muchacho hay que darle un
espacio de privacidad, de intimidad; la madre le ha destrozado todo
lugar para el desarrollo de su autonomía e identidad».

90
18. La historia de un fracaso. La importancia del espacio privado...

Llegó el día de la tercera sesión. Roberto estaba molesto. Me


abordó a la salida de su sala: «¡Le dije que no llamara a mi mamá!».
Le expliqué que llegó sin aviso. Entramos a la oficina y le dije: «Hoy
no vamos a hablar. Ahí está mi ordenador, haz lo que quieras; tienes
audífonos si quieres escuchar tu música. Yo trabajaré en otras cosas».
Permaneció una hora diez minutos en mi escritorio, sin hablar, con
los audífonos escuchando música muy fuerte. Al irse me dio las gracias.
Al terminar la jornada, toc, toc, en mi puerta. Al abrir, ¡exacto!, la
madre querida. Me dijo«no quiero hablar con usted, me quedó claro,
solo quiero saber si atendió hoy a Roberto». Con cortesía no dije una
palabra y cerré la puerta.
Al pasar los días, me informan que Roberto había aparecido con
autolesiones. Hablamos y nuevamente sus respuestas monosilábicas.
Decidí derivarlo al servicio de salud municipal especializada en salud
mental. Informé que debía cursarse tratamiento para la madre.
Así fue. Roberto fue asumido como paciente en este centro, en el
que no solo hay psiquiatras infantiles, sino que además psicólogos y
trabajadores sociales.
Una semana después me informan que un colega psicólogo quería
hablar conmigo. Al llegar a mi oficina, me pregunta si yo había deri-
vado a Roberto. Me alegró su visita. Le respondí positivamente y le
manifesté mi deseo de colaborar. El colega me cuenta con frustración
que no sabe qué hacer con él y que la madre llega a toda hora pregun-
tando si le atendió.
Le conté mi experiencia con la madre y que en la derivación yo
solicitaba atención para la apoderada. Le manifesté cómo, desde mi
perspectiva, la madre saboteaba cualquier intento de terapia, puesto
que Roberto siempre se enteraba de las visitas de su madre y deseos de
vigilar la terapia.
Luego le conté cómo me había resultado el dejarle en paz en mi
oficina ofreciéndole hacer lo que él quisiera. El colega agradeció la
información y se marchó.
Meses después me enteré que Roberto había cambiado significati-
vamente su conducta en aula. Coincidió con el hecho de que comenzara
a saludarme en los pasillos.
Supe que el centro suspendió el tratamiento para él e inició trata-
miento para la madre de forma obligatoria, lo que según Roberto le
alivió. Me dijo: «Tío, la loca era ella».

91
19. La niña fantasma

Intervención para problemas


de convivencia

Camila Vergara Gómez20

Gisella, una niña de nueve años que cursa 4° básico, tenía serios
problemas para relacionarse con sus compañeros y compañeras, quedan-
do sola en la sala de clases durante los recreos, jugando con su tablet.
Su profesora jefe, preocupada porque en una ocasión fue la única que
quedó sin grupo de trabajo, decidió derivarla al equipo multidiscipli-
nario, pues además tenía problemas de aprendizaje.
Como ya me ha pasado, algunas profesoras exageran las conductas
de sus alumnos, por lo que comencé a observarla en los recreos, yendo
a la sala de clases, preguntándole a algunos compañeros cómo era la
relación que tenían con ella y cómo Gisella se comportaba con ellos
cuando no había un adulto presente.
Así fue como me fui acercando a ella. Noté que se veía triste y
siempre temerosa, mirando al piso y las manos en los bolsillos, y cuando
la saludaba ella solo miraba, sin responder.
Cité a la apoderada, pero esta no asistió. La profesora me había
comentado que esto sucedía cuando era citada al establecimiento. Con
este antecedente advertí que no tendría el apoyo familiar, por lo que
decidí implementar un enfoque psicoeducativo y realizar una inter-
vención grupal a través de un taller de convivencia escolar, con el fin
de mejorar los vínculos e integrar a la niña a su curso, todo mediante
trabajos colaborativos, esperando que esto también mejore su autoes-
tima escolar y a la vez sus resultados académicos, puesto que hasta ese
momento tenía cuatro asignaturas reprobadas.
En la primera dinámica debían nombrar cualidades de sus com-
pañeros y compañeras, lanzando una madeja de lana mientras iban
avanzando.Como era mi sospecha, la última que quedó fue ella y su
compañero no fue capaz de decir nada. Me angustiaba la idea de que

20
Psicóloga, Universidad Católica del Maule, Talca, Chile. Colegio Juan Ignacio Molina de
la Florida, Talca, Chile.

93
Camila Vergara Gómez

ninguno supo reconocer aspectos positivos de ella, niños que comparten


cinco días a la semana; se comportaban como si ella no existiera, como
si fuera un fantasma.
El trabajo se complementó con algunas sugerencias a la profesora,
el apoyo de la psicopedagoga –quien se preocupaba de repasar aspectos
del aprendizaje– y con seguimiento individual de Gisella, trabajando
especialmente aspectos de su autoestima.
Durante este último trabajo, en un principio se mostró muy tímida
y comentó que no tenía ninguna amiga en el colegio. A raíz de esto
reflexionaba lo triste que debía ser para una niña con sus recursos
emocionales limitados asistir todos los días a un lugar donde todos
te invisibilizan, y cómo esto repercute en el proceso de enseñanza-
aprendizaje.
En las sesiones semanales que se realizaban en mi oficina se gene-
raba un ambiente más tranquilo que permitía que Gisella se pudiese
relajar y conversar más, lo cual facilitó realizar algunos trabajos
prácticos para favorecer la autoestima por medio de dibujos y algunas
actividades orientadas a fortalecer sus aspectos positivosy rescatar sus
cualidades y recursos personales; de este modo se permitió generar
ciertas reflexiones que potenciaron su confianza en relación al su grupo
de pares, ya que tendía a normalizar su soledad en el curso.
Así comencé a observar que ella participaba cada vez más. La
seguí observando en los recreos y felicitaba a quienes jugaran con
ella; le demostraba a ella lo orgullosa que me sentía. Cuando hacía
preguntas al finalizar los talleres ella siempre participaba y observaba
que el vínculo que mantenía con sus compañeros iba mejorando. Se
veía más alegre, me saludaba de abrazo y en las sesiones individuales
contaba los logros que durante la semana había tenido, tales como
mejorar sus notas o haber jugado con alguna compañera, algo que en
un principio parecía imposible de imaginar.
Al finalizar el taller, se realizó la misma dinámica que apliqué en
un principio. Gisella no quedó de las últimas y fue mucho más fácil
para sus compañeros reconocer las cualidades de ella.
Finalmente, en el primer semestre quedó solo con una asignatura
reprobada, razón por la cual la profesora jefe la eligió como premio
al esfuerzo, siendo premiada frente a todo el colegio por su gran avan-
ce. No solo se destaca su cambio conductual, sino también su mejor
rendimiento escolar.
Cada vez que la veía jugar y compartir con sus compañeras me
alegraba pensar que simples acciones podían mejorar la convivencia y
afectar de manera positiva la vida de mis alumnos, en especial de este
curso que finalmente se transformó en mi curso regalón.

94
19. La niña fantasma. Intervención para problemas de convivencia

Creo que siempre hay un adulto cerca de nosotros cuando somos


niños o niñas, que siguen teniendo vivo a su niño interno y están ahí
para potenciarnos. Esto hace más potente mi elección para trabajar
en educación; creo que por gratitud lo que he recibido quiero darlo, y
esta es mi manera.

95
20. De villano a héroe

Intervención centrada en los recursos


de un niño de seis años

Constanza Hernández Sandoval21

Matías tiene seis años y es el menor de dos hermanos; vive con


ambos padres y su hermana mayor de ocho años. Sus padres llegan
buscando ayuda profesional para él debido a su comportamiento dis-
ruptivo en clases, optando por cambiarlo de colegio a mitad de año
por las constantes quejas sobre su comportamiento. A esta situación
se le suma que el padre del niño ejerce labores de docente en el esta-
blecimiento en el cual estudiaba el niño, por lo que diariamente debía
recibir las acusaciones sobre el comportamiento de Matías, lo que lo
tenía desgastado, abrumado y sobrepasado, por lo que al momento de
enfrentar al niño y corregirlo, caía en prácticas inadecuadas y dañinas
para él, situación que le ha traído a su vez problemas en su matrimonio.
La primera sesión se realiza con los padres del niño, de manera
de comprender a cabalidad el motivo de consulta. Más que inicio de
un proceso terapéutico, dicha sesión toma un ambiente de «vengo a
acusar a mi hijo», en donde ambos padres comienzan a describir una
lista interminable de características negativas de Matías y por supuesto
la descripción de lo agotados que se sienten como padres para poder
sobrellevar esta situación. Al finalizar la sesión, en la cual prioricé la
expresión sin interrupción, de manera de hacerse una idea sobre lo cual
centrar las bases de dicha intervención, en donde se está delante de un
discurso cargado de ataques y «lanzamiento de dardos» en dirección de
Matías, por lo que se hacía relevante centrarse en lo que al parecer se
encontraba muy escondido y era necesario sacar a la luz: sus recursos.
Al encontrarme por primera vez con Matías, supe que estaba en
la dirección correcta. El niño llega con un discurso cargado de críticas
hacia él mismo, denotando su inconformidad hacia su personalidad, que

21
Psicóloga, Universidad Santo Tomás, Concepción, Chile. Coordinadora del Centro de
Estudios Sistémicos CESIST, Concepción, Chile. Psicóloga de la Fundación Ciudad del
Niño, Concepción, Chile.

97
Constanza Hernández Sandoval

se dejaba entrever durante toda esa primera sesión, la cual sirve tanto
para vincularse con el niño como para conocer aspectos relevantes de
su funcionamiento y temas de conversación favoritos.
Matías se castiga constantemente: «Siempre me equivoco en lo
mismo», «¡ay, que soy tonto!», «no puedo», «no aprendo», etc. Per-
cibo que tanto en su contexto escolar y familiar, dichas características
que el niño cree de sí mismo son reafirmadas. En el colegio no logra
desarrollar vínculos de amistad, dado que sus compañeros tampoco
tienen una opinión positiva de él, por lo que Matías se está formando
una idea de sí mismo basada en lo negativo, que incrementa la con-
ducta que su contexto desea «cambiar», debido a que el niño intenta
encajar en su entorno con mecanismos que no son lo más adecuados,
utilizando violencia, llanto, descontrol de impulso, explosión de rabia
con dificultad de regulación, etc.
La siguiente sesión junto a los padres del niño se basa por completo
en una metáfora que tiene por objetivo no culparlos por el discurso que
tienen sobre su hijo; les digo que la opinión que tienen de él es espera-
ble ante las dificultades que han tenido como padres. A continuación
les recalco la importancia de escarbar más profundamente en lo que
desean que su hijo no cambie, centrarse ahí y comenzar a relucir los tan
importantes recursos y aspectos positivos que tiene Matías para ayudar
al niño a conocerse a sí mismo desde una mirada positiva.
La metáfora era la siguiente: «Cuando el día está nublado, está gris
y lluvioso, no logramos ver el sol, las nubes lo tapan, lo esconden y no
dejan que se asome ni que brille como sabemos que lo hace; que nos
dé el calor de verano, que nos permita disfrutar un día en el parque o
en la playa… sin embargo, aunque el día esté gris, sabemos que el sol
está ahí, escondido, esperando que el día se despeje para que vuelva a
brillar y podamos disfrutar de él. Esto es lo que pasa con las caracte-
rísticas positivas de Matías, están ahí, en algún lugar, son muchas y nos
dan alegría igual que el sol, pero no las vemos porque están tapadas,
escondidas; debemos soplar estas nubes que las tapan para que podamos
verlas y contárselas a Matías y él también pueda conocerlas».
La metáfora causa el impacto esperado en donde los padres des-
pliegan una lista interminable de aspectos positivos de su hijo, cayendo
en un diálogo amistoso, cargado de alegrías y recuerdos de los logros
y actitudes hermosas de Matías que, según la reflexión de la sesión, los
padres no quieren que cambien, desean que se mantengan presentes
siempre en la vida de Matías.
Matías se visualiza distinto en el siguiente encuentro, con un sem-
blante más alegre, con una madre más confiada en los valores entrega-
dos, con un padre mucho más empático hacia las emociones de Matías

98
20. De villano a héroe. Intervención centrada en los recursos de un niño...

y dispuestos y motivados al cambio. El niño, por su parte, comenta que


en el colegio ha logrado recibir felicidades de su profesora jefe por su
avance significativo en su comportamiento y ha recibido invitaciones
a cumpleaños, lo cual antes no sucedía. Rescatando los recursos de
Matías, se logra convertir al niño de villano a héroe y que él mismo
conozca cuáles son sus mejores poderes de héroe.
Cuando el protagonista de una historia de cambio es un niño tan
pequeño, el consultante no es el niño ni tampoco sus padres, sino más
bien la relación entre ellos; es el diálogo que mantienen, sus temas de
conversación, los gestores de los principales cambios.

99
21. Víctima o protagonista

Técnicas de programación
neurolingüística
para enfrentar el acoso escolar

Jorge Domínguez García22

Javier es un niño de 11 años que cursa el 5º grado de primaria; es


un chico noble, inteligente, con gusto por la ciencia y los cómics. Llega
a terapia acompañado de su madre, ya que recientemente confesó a sus
padres que es «victima de bullying», ya que desde 2º grado un grupo
de niños lo molestaba poniéndole «apodos», burlándose de él y no
permitiéndole jugar con otros niños.
Regularmente Javier se queda callado o llora ante dichas acciones;
actualmente ha pedido a su madre que lo cambie de colegio, pues se
siente un «perdedor» que no tiene amigos. La madre ya habló con los
maestros y se tomaron medidas con esos niños, pero Javier sigue tenien-
do miedo de ir a la escuela y se aísla en los recreos evitando interactuar
con otros compañeros, aun con los que nunca lo han molestado. La
madre menciona que Javier siempre ha sido tímido e inseguro; incluso
confiesa que ella era así de pequeña. Quiere cambiarlo de escuela; sin
embargo, sabe que en otros colegios también existen niños que molestan.
Quisiera que su hijo fuera más feliz y más seguro, tuviera uno o dos
amigos y que también supiera manejar a los «molestones».
Cuando pregunto a la madre cómo reaccionaron ellos cuando el
niño se llegó a quejar de que lo molestaban, me di cuenta de que exis-
tían indicaciones contrarias; por un lado, la madre le decía: «No les
hagas caso, no te metas en problemas» y, por el otro lado, el padre le
decía: «Defiéndete, pégales». En mí análisis, ambas indicaciones eran
intentos de solución fallidos, ya que perpetuaban el ciclo sintomático
que mantenía la incapacidad para defenderse.

22
Psicólogo, Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, México. Postítulo en Psi-
coterapia Breve Sistémica, Centro de Crecimiento Personal y Familiar S.C., Monterrey,
México.

101
Jorge Domínguez García

Mi primera intervención fue con la madre, al describirle el ciclo


sintomático que mantenía la inseguridad de Javier, ya que entre más
le indicaran una sola opción («no hagas caso» o «defiéndete»), menos
hábil se sentía para resolver su problema, puesto que para solucionar
algo se requiere generar opciones «creativas». Se le encargó a la madre
que cada vez que el niño llegara de la escuela le preguntara por algo
bueno que le ocurrió en el día. También se le sugirió que le dijera a Ja-
vier que le «autorizaba» defenderse como él creyera conveniente (para
dar el mensaje de seguridad). Al padre se le recomendó (a través de la
madre) que le platicara anécdotas de cómo enfrentó el bullying de niño.
A la segunda sesión reportaron mejoría, ya que el niño llegó a casa
más tranquilo, platicaba cosas buenas de la escuela y ya no habló de
quererse cambiar de colegio. Sin embargo, seguía evitando a los com-
pañeros como única opción de enfrentamiento. Decidí trabajar solo
con Javier, quien me confesó que tenía miedo de que lo rechazaran o se
burlaran de él, pero que sí quería tener amigos. Trabajé con él una téc-
nica de programación neurolingüística llamada «Generador de Nuevas
Conductas», a la cual también denomino la «Técnica de los escenarios
para la solución de problemas». Le pedí al niño que imaginara tres
pantallas frente a él en las cuales «Javier» dejaba de ser «víctima» y se
convertía en el «protagonista» de la película; en cada pantalla imagi-
naba una escena de él mismo defendiéndose de los «molestones», luego
jerarquizó cada una de las escenas para posteriormente guiarlo a que
se acercara físicamente a cada pantalla y se «metiera» en ella para vivir
la experiencia en términos visuales, auditivos y kinestésicos. Conforme
«salía» de cada pantalla noté como el niño expresaba entusiasmo con
su postura corporal. Al final del ejercicio le indique que ya habíamos
instalado en su mente un programa de valentía y seguridad, que tenía por
lo menos tres opciones para defenderse y sentirse «felizmente seguro».
En la tercera cita llegó con muchos cambios, diciendo que ya no
tenía tanto miedo y que se estaba juntando con otros niños. La madre
también reportó verlo más tranquilo y seguro. Aun así, mencionó que
cuando veía a los que lo molestaban seguía sintiendo miedo y los evi-
taba; aún se reían de él, aunque ya no con la frecuencia e intensidad de
antes. Por lo anterior decidí trabajar con otra intervención con PNL que
llamo el uso de las «submodalidades para modificar experiencias»; en
dicha técnica le pedí a Javier que se imaginara a los compañeros que le
daban miedo y luego le pedí que hiciera cambios finos en su percepción
visual, auditiva y kinestésica de la escena. Le dije: «Imagina a tus com-
pañeros vestidos con ropa de mujer, que se burlan de ti pero en tono de
niña «chiflada», mientras sientes una sensación de poder que sale de tu
pecho».También le dije: «También puedes verlos tan pequeños como si

102
21. Víctima o protagonista. Técnicas de programación neurolingüística...

fueran hormigas, y que cuando te hablan se escuchan gracioso y sientes


ganas de reír». Mientras Javier realizaba el ejercicio, su rostro comenzó
a esbozar una sonrisa, mencionando que al verlos así no le daban miedo.
Se le pidió que realizara estos ejercicios de «visualización» varias veces
al día y observara qué pasaba la próxima vez que viera a esos niños.
Javier salió contento de la sesión, dispuesto a probar el ejercicio.
Se trabajaron tres sesiones más, en las cuales se fortaleció a los
padres como agentes de seguridad, ayudándoles a generar opciones
para resolver problemas en lugar de ser condescendientes con él. Con
Javier se revisaban los logros y sus estrategias de éxito (como lo dicta
la terapia centrada en soluciones) se ponían retos y experimentos. Ja-
vier logró tener buenos amigos y sentirse bien consigo mismo, aunque
hubiera «molestones».
En mi humilde opinión, la programación neurolingüística aporta
herramientas prácticas de apoyo en la terapia breve; las he utilizado para
otros casos similares. La «técnica de los escenarios» es una herramienta
que ayudó a Javier a desbloquearse y darse cuenta que él puede actuar
diferente y la «técnica de modificación de submodalidades» le sirvió para
cambiar la emoción negativa que le provocaban los «molestones». Al
final de la terapia se sintió más seguro de sí mismo, decidido a escribir
las nuevas páginas del libro de su vida, pasando de ser «víctima» a ser
«protagonista».

103
22. ¡Mamá/papá! ¡Ponme límites,
horarios y atención!

Rescatando el rol parental


en proceso terapéutico

Francisca Miranda Hermosilla23

Recuerdo que hace un año estaba cerrando mis primeras aten-


ciones; en su gran mayoría eran consultantesinfanto-juveniles y, por
lo mismo, los problemas de conducta asociados a edades tempranas
eran frecuentemente consultados dentro de las atenciones del Centro
de Salud Familiar (CESFAM).
Uno de mis primeros casos fue el de Martín (cinco años, cursaba
prekinder); su madre había sido informada hace meses de las conductas
disruptivas que presentaba Martín en el aula (golpeaba a compañeros,
corría por la sala y molesta constantemente a sus pares); sin embargo,
solo cuando se vieron enfrentados al cambio de colegio fue cuando esto
se convirtió en un problema.
Martín durante las primeras entrevistas se mostró resistente a
participar. Al momento de jugar solía ser agresivo y voluntarioso, con
poco apego a normas y reglas. Además, se pesquisaron dificultades
de regulación emocional y afectiva. Con la madre mostraba un apego
inseguro-evitativo; incluso solo hace algunas semanas la había empezado
a llamar «mamá Nidia». Antes solo le decía «Nidia» a secas.
Durante la primera entrevista, Martín llega visiblemente molesto
porque su mamá le quita la tablet al entrar a la consulta y no contesta
a ninguna de las preguntas. Hacia el final de la sesión, cuando Nidia le
recuerda que le va comprar la espada que quiere, comienza a cooperar.
Menciono esto, pues comenzar a trabajar con los niños en un contexto
terapéutico «formal» por lo general es bastante difícil, dado el setting
y las condiciones ambientales de la mayoría de las salas de atención.
Para Nidia, madre soltera y trabajadora, el problema conductual
de Martín en el aula no supuso dificultad hasta que se involucró en el
proceso de enseñanza aprendizaje del niño; exigencia que, en el primer
23
Psicóloga, Universidad de Concepción, Chile.

105
Francisca Miranda Hermosilla

colegio pre-escolar del menor, ella no tenía. Por otra parte, Nidia no
estaba muy presente, por trabajo, y no veía el problema conductual de
Martín en el hogar, ni entendía las razones de su comportamiento en
el colegio. Al indagar, reconoce que los niños se criaron principalmente
con los abuelos, de tal manera que la abuela es la que pone las reglas,
mientras que el abuelo es bastante permisivo, lo que evidenció una
confusión en los roles y una autoridad poco definidos para el niño.
Dado lo anterior, se realizó un trabajo terapéutico de dos focos,
tanto para mejorar las dificultades de regulación emocional y afectiva
de Martín –y su comportamiento en el aula– como para potenciar el
rol y la autoridad materna de Nidia.
El trabajo con Martín se fue dando a través del juego. El pequeño se
aburría con facilidad y eso puso a prueba todo mi ingenio para inventar
nuevas actividades en las cuales Martín pudiera mostrar avances. Una
de las sesiones que más disfrutamos fue la de reconocer las expresiones
faciales: llevé preparado un video de muchas caricaturas y, a medida
que pasaban, Martín debía imitar y decir en qué ocasiones se sentía
como el personaje del video. Esto me permitió, además, mejorar el
vínculo cliente-terapeuta: Martín llegaba a las sesiones más contento,
más dispuesto a trabajar y con muchas historias que contar. Paralelo a
esto se trabajó también el refuerzo de conductas empáticas, pro-sociales
y tolerancia a frustración a través de un juego de mesa creado por mí,
con etapas y premios en la cual jugábamos juntos.
Además, se le sugirió a Nidia empezar un proceso terapéutico con
otra psicóloga del CESFAM. Por las entrevistas que tenía conmigo, de
a poco fue siendo más consciente de la importancia de ejercer de me-
jor manera su rol como madre. Se realizó psicoeducación en cuanto a
estilos de crianza, la efectividad de los roles parentales y la necesidad
de establecer límites, normas de comportamiento y horario en el hogar.
A través de las sesiones, en conjunto con los avances de Martín,
Nidia fue capaz en forma paulatina de establecer horarios de dormir,
estudiar y de juego con la tablet, además de castigar más efectivamente
a sus hijos. Además, Martín mejoró su comportamiento en el colegio,
y aunque seguía siendo un niño muy inquieto, las demandas de las
profesoras disminuyeron considerablemente. Nidia, además, se veía
más feliz, menos cansada y más dispuesta a pasar tiempo con sus hijos.
Esto también mejoró la relación con sus padres, y en general hizo que
el ambiente en el hogar fuera más llevadero.
Si bien el comportamiento de Martín tuvo altos y bajos durante el
proceso terapéutico, al final de este pudimos ver notables avances. En la
última sesión se realizó una consejería con Nidia en la cual se le recalcó

106
22. ¡Mamá/papá! ¡Ponme límites, horarios y atención! Rescatando el rol...

la importancia de reforzar los resultados obtenidos para que se man-


tengan. Ella se manifestó conforme y agradecida con la ayuda recibida.
Con este caso y algunos otros similares que he podido observar
he descubierto la importancia del involucramiento de los padres en
el proceso. Si bien los terapeutas tenemos muchas herramientas para
potenciar cambios, para que estos realmente se mantengan, la presencia
y la consciencia de los padres, madres o cuidadores es fundamental,
sobre todo para prevenir problemas futuros.
Para esto es primordial que los terapeutas seamos empáticos,
cordiales y abiertos a escuchar a los padres. Muchas veces juzgamos
su actuar sin conocer mayormente las distintas realidades y problemas
a los que se enfrentan y, sobre todo, a la falta de oportunidades de
aprender y de darse cuenta de lo fundamental que son en el desarrollo
de sus hijos/as y que la génesis de muchos de los problemas a los que
se enfrentan pueden ser mejorados con cosas tan simples como mayor
atención y cariño.

107
23. El olvido de Juanita

Una niña con bajo rendimiento escolar

Abraham Hernández Covarrubias24

En esta experiencia terapéutica expondré al caso de Juanita, una


pequeña de 10 años. Su hermana mayor, Laura, me refirió que Juanita
tenía problemas de memoria. Lo primero que deduje fue que tal vez
su memoria estaba afectada por un problema de tipo neurológico,
probablemente un golpe en la cabeza. Le hice una serie de preguntas
destinadas a aclarar ese punto; sin embargo, Laura señaló que su her-
manano había recibido golpes y un médico que la había visto descartó
un daño biológico. Entonces le pregunté qué significaba para ella que
a su hermana se le olvidaran las cosas y cómo eran sus síntomas; la
respuesta que me dio fue que ella tenía la responsabilidad de ayudarla
con sus tareas, que tenía que ser exigente, pero cuando se sentaban a
repasar los temas, se le olvidaba lo aprendido.Como consecuencia bajó
totalmente su rendimiento escolar. Así que decidí darle una cita a la
familia completa.
A la primera sesión acudieron casi todos los integrantes de la fa-
milia, a excepción de Karla, la segunda de las hermanas. Lo primero
que noté es la manera en cómo se sentaron en la sala: de derecha a
izquierda se sentó primero Pedro (padre), después Laura (hija mayor)
y Juanita (la tercera): en otro sillón se sentaron juntas Lucía (mamá) y
Brenda (hija menor).
Cuando pregunté a los padres el motivo de consulta, me explicaron
que Juanita tenía problemas de memoria; habían delegado a Laura la
misión de ayudarla con sus tareas, pero a Juanita se le olvidaban las
cosas y su rendimiento académico había disminuido. Los padres y her-
manas echaban la culpa al maestro, así que a la mitad de la sesión decidí
entrevistar a Juanita a solas para saber qué opinaba sobre sus olvidos.
Ella me contó que en la escuela el maestro era muy exigente y a
veces no la tomaba en cuenta. Le pregunté directamente si esa era la
24
Licenciatura en Psicología, Universidad Nacional Autónoma de México. Diplomado en
Hipnosis Ericksoniana, Instituto Familiar Sistémico INFASI, Ciudad de México. Docente
en Instituto Tecnológico Superior y Universidad Privada de Arandas, Jalisco, México.

109
Abraham Hernández Covarrubias

razón por la que se olvidaran las cosas, pero lo negó. Le cuestioné si se


le olvidaban las lecciones de la escuela y también lo negó. Le pregunté
entonces directamente por qué se le olvidaban las cosas, y ahí me contó
que esto le sucedía cuando estudiaba con su hermana Laura, pero no
sabía exactamente por qué, solo que ella sentía que Laura le exigía
mucho y que de repente se le olvidaba todo. Le pregunté si quería me-
jorar sus calificaciones y contestó que sí. También le dije que si creía
que evitando la ayuda de Laura ella podría recordar lo que estudiara y
respondió que sí. Le pregunté si se podía hacer responsable de estudiar
por sí misma, sin ayuda, y aceptó.
Posteriormente le solicité que pensara en una historia e hiciera un
dibujo en una hoja en blanco para representarla. El título de su dibujo
era «el señor que hacía sopa de piedras»; me contó que se trataba de
un señor que una vez llegó a un pueblo, pero que nadie le quería hablar.
Se le ocurrió hacer una sopa de piedras que era deliciosa, invitó a todos
los vecinos del pueblo a probar de su sopa y así pudo hacer muchos
amigos y ser feliz.
Al finalizar la historia reforcé la importancia de ayudar a otros
y la responsabilidad que hay con la familia y con la comunidad para
ayudarse mutuamente, vivir mejor y ser más feliz. Después le pregunté
si se comprometería a estudiar por sí sola, sin que tuviera la ayuda de
su hermana, y contestó que sí.
Al finalizar la sesión explique a la familia el compromiso de Juanita
que incluía no solo estudiar por sí sola, sino también colaborar con los
quehaceres del hogar, lo que aceptaron con agrado.
La segunda sesión se llevó a cabo después de quince días; en esta
ocasión llegó la familia completa, quienes manifestaron que Juanita ha-
bía cumplido con su compromiso y que habían notado una gran mejoría.
Tuve una entrevista nuevamente con Juanita a solas; me contó que
se sentía muy bien, que le gustaba estudiar sin ayuda y que ahora sí se
acordaba de las cosas que estudiaba. Para reforzar el cambio le pedí
que pusiera el dibujo «el señor de la sopa de piedra» en la cabecera
de su cama.
En esta sesión les pedí que siguieran dejando sola a Juanita en sus
tareas escolares para reforzar el compromiso de ella y que fuera felici-
tada por sus logros.También les sugerí que se sentaran en orden jerár-
quico, es decir, primero la pareja, luego los hijos del mayor al menor y
les expliqué que era importante que cada uno cumpliera con su trabajo
en el lugar que le corresponde. Les pedí que se comprometieran con algo
que ayudara a la familia para mejorar desde su nivel de responsabilidad,
por ejemplo, en los quehaceres del hogar o el tiempo de convivencia. Así,
cada uno de los miembros hizo un pequeño compromiso para mejorar.

110
23. El olvido de Juanita. Una niña con bajo rendimiento escolar

Hice una cita de seguimiento tres semanas después para revisar


la mejoría de Juanita, la cual continuó y se dio por finalizado el trata-
miento. En esta sesión únicamente se revisó que se hubieran cumplido
los compromisos y se reforzaron los cambios con elogios; también se
invitó a la familia a continuar con su dinámica de lo que hicieron bien.
En conclusión, lo que la familia manifestaba como olvidos en rea-
lidad era un mecanismo de Juanita ante el estrés. Una de las principales
estrategias que se usaron fue enfocarse en los recursos y la utilizaciónde
la historia representada en el dibujo de Juanita, que contenía valores
como el apoyo en la familia y comunidad. De esta manera empleé estos
valores que salieron de sus propios recursos para que se comprometiera
con su mejora.
Al comprometer a Juanita con su propio estudio y sus responsabi-
lidades, mejoró su autosuficiencia y autoconfianza, Laura dejó de lado
una responsabilidad que no le competía y los padres aceptaron con
agrado el compromiso de su hija.

111
24. Enfrentando a Jocaca

Un ritual de sanación para superar


la encopresis

Renzo Acchiardi25

Recibí a un niño de siete años diagnosticado con encopresis, la que


en ocasiones se manifestaba con enuresis y onicofagia. Dichos síntomas
se iniciaron luego de una serie de vulneraciones que afectaron al con-
sultante, y ahora reaparecían cada vez que era expuesto a situaciones
estresantes, como aquellas que involucraban la interacción con un otro.
Considerando la complejidad del caso, decido abordarlo desde el
enfoque de la terapia narrativa, utilizando específicamente la externa-
lización como herramienta para trabajar.
En la primera sesión se le relata al niño una historia en donde un
pequeño dejaba un desastre en su habitación cada vez que se enojaba
por situaciones que lo afectaban. Este niño, al preguntarle por qué ha-
cía esas cosas, comenta que existe un «monstruo» que lo hacía hacer
cosas que no quería. El pequeño le da un nombre a este «monstruo»,
agregando que es el culpable de que se enoje al punto de destruir las
cosas de su habitación. Finalmente, el protagonista de esta historia
conoce tan bien a este monstruo que comienza a enfrentarlo, llegando
al punto de vencerlo; esta amenaza ya no pudo contra él y desapareció.
Dicha historia nace de la idea de separar el problema del niño,
intentando de esta forma crear un contexto que facilitará la externaliza-
ción del problema. En sesión anterior el niño creó una figura de arcilla,
adhiriéndole características «diabólicas» y comentando que dicha cria-
tura le decía que hiciera cosas malas. De esta forma, la historia que se
le relata, más esta percepción de un «ser» externo a él que lo motiva a
hacer cosas negativas (como pelear con otros niños, escaparse del hogar,
etc.), actúan como relatos colaboradores a crear una nueva historia
que nos pudiera facilitar la externalización del problema, para luego

25
Psicólogo, Universidad de Las Américas, Concepción, Chile. Diplomado en Terapia
Sistémica Breve, Universidad Santo Tomás, Chile. Coordinador del Centro de Estudios
Sistémicos CESIST, Concepción, Chile.

113
Renzo Acchiardi

disminuir la sintomatología de la encopresis y la reacción en cadena de


situaciones negativas que esta estaba produciendo en la vida del niño.
En este primer intento de externalización, el niño comenta que
también es influido por un monstruo al momento de hacerse «caquita»,
posteriormente ilustrando (en conjunto con el terapeuta) una criatura de
aspecto peludo y redondo, ojos y labios saltones, brazos y piernas que
nacían de su figura redondeada y de color café, al que llamó «Jocaca».
Este monstruo se ubicaba en su estómago y desde ahí provocaba las
ganas de «hacerse».
Finalmente, en esta sesión se le comenta al niño que sería positivo
investigar a este personaje y conocer lo más posible sobre él, para así
poder enfrentarlo, información que sería trabajada en la siguiente sesión.
El niño comenta que Jocaca tiene cámaras y micrófonos por todo
su cuerpo, por lo que no podíamos hablar sobre él en cualquier mo-
mento. A esto se le suma que el monstruo se despertaba a las 11 a.m.,
lo que favoreció en la terapia por el hecho de que las sesiones siempre
fueron antes del horario indicado por el niño. De todas formas, se le
indica al niño que donde trabajábamos había aparatos que distorsio-
naban la tecnología del monstruo, por lo que, aunque esté despierto,
no podrá saber qué hacemos o hablamos dentro del box. Junto con
esto, comenta que el monstruo lo obliga a hacerse cada vez que era
expuesto a situaciones que le provocaran «sentirse mal» (conflictos,
regaños, tristeza, miedo, entre otros). Finalmente, en esta sesión se idea
un plan para enfrentar a la criatura, a lo que el niño propone sacarlo
del cuerpo para que no vuelva más.
Entre la sesión antes mencionada y la que estaba pronta por venir,
ideó formas de llevar a cabo lo planteado por el niño, por lo que se me
ocurre crear una especie de peluche lo más parecido posible al dibujo
del monstruo creado en la sesión, el que al momento de hacer un ritual
tendría que aparecer «mágicamente» fuera de su cuerpo.
Es así como en esta tercera sesión le presento al niño dos marionetas
que estaban en el box. Una de ellas vestida de colores y que representó
al personaje principal que nos ayudaría a sacar a Jocaca del cuerpo y
una vestida de enfermera, personaje que ayudaría al principal que haría
el ritual para expulsar al monstruo, además de algunos peluches a los
que el niño se ocupó de contarles que sacarían a Jocaca de su cuerpo
para que no se hiciera más. De esta forma, el niño interactúa con las
marionetas de una forma natural y sin cuestionar el que fueran muñecos.
Finalmente programamos la expulsión del monstruo para la próxima
sesión, ritual que sería dirigido por el personaje vestido de colores.
Es así como en la última sesión se crea un clima místico, en el
cual se utiliza música mapuche de fondo y se recuesta al niño en una

114
24. Enfrentando a Jocaca. Un ritual de sanación para superar la encopresis

alfombra con una almohada. Posteriormente, con marionetas en mano,


comienza el ritual. Luego, se hacen algunos ruidos y movimientos de las
marionetas como si estuvieran realmente llevando a cabo un ritual para
sacar al monstruo de su cuerpo. Al finalizar el ritual, el terapeuta toma
el peluche de Jocaca entre las marionetas, a lo que el niño pregunta si
puede abrir los ojos. Al abrir sus ojos, lo primero que ve es este peluche
que representaba al monstruo, comentándole que era un peluche por-
que los monstruos quedan atrapados en el cuerpo de un peluche una
vez que salen del cuerpo de los niños a los que molestaban. El rostro
impresionado y algo incrédulo es evidente. El niño no sabía qué hacer.
Se sienta y su rostro rápidamente adopta facciones de estar molesto
por algo, a lo que se le pregunta si desea decirle algo al monstruo antes
de guardarlo en la «caja mágica» que lo mantendría prisionero para
evitar que moleste a otros niños.
El niño toma el muñeco, se lo acerca a la cara y le dice «te odio
Jocaca» y lo deposita en la caja mágica. Una vez estando fuera el mons-
truo, se le comenta al niño que durante un tiempo su cuerpo sentirá
sensaciones similares a las que tenía cuando el monstruo estaba en su
estómago, por lo que podría sentir ganas de ir al baño, pero que estas
no serían provocadas por el monstruo porque ya lo habíamos sacado
de su cuerpo, agregando que sería normal y que su cuerpo se debe
acostumbrar sin el monstruo dentro él. Algo incrédulo por la forma en
que estaba finalizando su historia con este monstruo, el niño comenta
que ahora hay que sacar a la familia de Jocaca y todas sus cosas (como
su cama, televisor, cámaras, sillones, etc.), cosas que no mencionó que
existieran antes del ritual. De esta forma se le comenta que esta especie
de monstruos no tiene familia, y que todos los objetos que pudiera tener
cuando está dentro del cuerpo de un niño desaparecen al momento en
que la criatura es expulsada del cuerpo, porque fueron creadas por
la imaginación del mismo monstruo. Finalmente, en respuesta a su
inquietud de que el monstruo pudiera volver a entrar a su cuerpo, se
le comenta que una vez que a un niño se le saca un monstruo, ya no
puede volver a ser atacado por este ni otros monstruos, adquiriendo
una especie de inmunidad frente a estos por haber logrado luchar y
tener éxito en esta lucha.
Durante el período de seguimiento, el niño presentó una recaída
probablemente producto de un conflicto que tuvo en la residencia.
Luego de ello, no volvió a recaer, logrando un egreso exitoso después
de casi un año de terapia.

115
25. La orquesta imaginaria

Utilización de metáfora y superación


de constipación

Jorge Orozco Mendoza26

Cuando pequeño contemplaba a las orugas. Me fascinaba su


avance pausado y parsimonioso. Influenciado por lo que había visto en
las caricaturas, a veces las imaginaba como un tren y en otras con un
acordeón. En este último caso, creía escuchar el sonido que producía
su musical cuerpo al encogerse y estirarse para avanzar. Aunque en la
ciudad donde vivo (Mexicali, Baja California, México) las mariposas
han dejado de ser un espectáculo primaveral, a veces aparecen algunas
entre marzo y abril que al verlas se me agolpan muchos recuerdos de
la infancia.
Pedro era un niño de nueve años, quien desde hace aproximadamen-
te seis meses padecía una severa constipación, al parecer psicógena. Los
primeros meses de su problema los padres habían intentado ayudarlo
con tés y enriqueciendo su dieta con alimentos con fibra. Al no obtener
los resultados esperados, acudieron al médico, quien le prescribió, en
primera instancia, algunos laxantes suaves. Posteriormente se recurrió
a otros más fuertes, sin que tuvieran un efecto significativo en la proble-
mática del niño. Los padres estaban cada vez más angustiados, hablaban
con Pedro y le explicaban la importancia de que pusiera de su parte, ya
que el niño ya ni quería entrar al baño por la presión y angustia que
esto le significaba. De las súplicas los padres pasaron a los regaños, con
su respectivo arrepentimiento, llanto del niño y reconciliación posterior
pidiéndole perdón a su hijo. Llegaron conmigo después de que el médico
les dijo «no tiene nada su hijo, ¡es psicológico!». Desde hace un mes
al niño le ponían una lavativa (enema) a la semana, evento que para
el niño resultaba muy doloroso física y psicológicamente. Los padres
pedían que le ayudara al niño con hipnosis.

26
Coordinador de Centro de Terapia Familiar y de Pareja, Mexicali, México. Director de
TERAPSI INS., Mexicali, México.

117
Jorge Orozco Mendoza

En la primera consulta, los padres proporcionaron toda la infor-


mación, arrebatándosele la palabra uno al otro y dejando ver su gran
preocupación por la situación de su hijo. Después de confirmarles que
había escuchado lo que me habían dicho y comprendido la gravedad
de la situación, su preocupación por la situación de su hijo y el gran
esfuerzo que habían hecho por ayudarle, les pedí tranquilamente que
me hablaran acerca de las cualidades, gustos e intereses de su hijo.
Me comentaron que era un niño tímido, pero muy bien portado, con
excelentes calificaciones en la escuela y que colaboraba en las labores
de la casa. Enfatizaron que a Pedro le gustaba la música, especialmente
tocar un pequeño teclado eléctrico que le habían regalado una navidad.
Pedro se encontraba atento escuchando a sus padres hablar de lo
que le gustaba e interesaba; lo noté asintiendo con la cabeza y sonriendo
ocasionalmente. Aproveché y le pregunté a él sobre lo que le gustaba de
sus padres y su familia. Entre otras cosas, contestó que disfrutaba los
juegos de mesas y cuando se juntaban a jugar lotería. Posteriormente
compartí con ellos mis recuerdos y fantasías de la infancia sobre las
orugas y mariposas; ellos me compartieron sus propios recuerdos y
fantasías. A la mamá la oruga le parecía una hermosa metáfora de trans-
formación, mientras que al padre le resultaban molestas las mariposas
que se estrellaban en su camión cuando manejaba porque «lo dejaban
todo manchado». A Pedro le pareció chistoso que yo me imaginara el
sonido de acordeón cuando la oruga avanzaba; con mímica le hice el
movimiento de las manos acercándolas y alejándolas como si tuviera
un acordeón entre mis manos, haciendo un sonido que emulaba al del
instrumento.Todos reímos ante esta representación. Pedro emuló el mo-
vimiento con las manos siguiéndome la broma, y aproveché para pedirle
que me acompañara con la guitarra, a lo cual él respondió rascándose
la panza, mientras les dije a los padres que escogieran un instrumento;
la madre eligió maracas y el padre un tambor.
En un momento teníamos una orquesta de instrumentos invisibles.
Insistí a Pedro que sintiera el rasgueado de su mano sobre su panza y
que sintiera cómo vibraban las cuerdas de «tripas de gato»; con una
bella sonrisa Pedro ejecutó esta instrucción. Tocamos como dos minutos,
hasta que le sugerí a Pedro cambiar instrumento; él con gusto tomó mi
acordeón de oruga y yo su guitarra de «tripas de gato».Tocamos un
momento más hasta detenernos y nos reímos de nosotros mismos; los
padres se veían relajados y más tranquilos en contraste de cómo habían
llegado, y Pedro se veía sonriente y feliz.
Invité a Pedro a acostarse sobre la alfombra y a los padres a hin-
carse conmigo alrededor de su hijo. Le sugerí a Pedro que cerrara sus
ojos y que pusiera las palmas de sus manos sobre su vientre; le hablé

118
25. La orquesta imaginaria. Utilización de metáfora y superación...

sobre las orugas y su caminar musical, le detallé imágenes sobre cómo


avanzaban por las ramas como un desfile musical de acordeones oruga.
Le comenté que nuestras «tripas» se movían como orugas y hacían so-
nidos chistosos al moverse, y que no estaba seguro si él sentiría primero
el movimiento de sus «tripas» de gato o si escucharía el sonido de sus
tripas acordeón. A él le pareció divertida esta insinuación.
Después de unos minutos se escuchó un «rugir de tripas» –así lo
dijo él– e invitó a los papás a que se acercaran para que lo escucharan.
Le comenté que su acordeón necesitaba afinacióny él respondió que la
oruga empezaba a caminar; seguí con la analogía que él propuso y le
dije que esa oruga buscaba una hoja donde descansar. Le conté cómo las
orugas formaban un capullo y se echaban a dormir como en una bolsa
de dormir, y luego detallé cómo –con la ayuda de un poco de humedad
traída por el viento– la mariposa se prepara para salir, dejar el capullo
y volar libre de hoja en hoja. Antes de terminar la narración, y con las
manos de los papás en el vientre de su hijo –que se sentían calientitas,
según él reportaba–, los movimientos peristálticos aumentaron hasta
que pidió ir al baño. Los padres se prestaron a acompañarle; les pedí
discretamente que lo dejaran solo. Al cabo de unos minutos Pedro sale
orgulloso y feliz del baño diciendo que pudo hacer «popó». Sus padres
se conmovieron hasta las lágrimas
Después de felicitar a Pedro y sus padres, les pedí que solo hablaran
del tema en metáforas de oruga, acordeones, mariposas y «tripas de
gatos». Vi a la familia dos sesiones más y todo «salió muy bien»; nos
reímos al recordar nuestra improvisada orquesta imaginaria. Con el
tiempo aprendí que cada caso es único.

119
26. Mis amigas las muelas

Superación del miedo a comer


en una niña de seis años

Shiray González Pérez27

Hace poco acudió al consultorio una familia compuesta por papá,


mamá y dos hijos: una niña de ocho y un niño de seis años. Asisten
debido a que la niña estaba presentando miedos al comer después de
haber experimentado dos episodios en los que se estaba atorando con la
comida. El segundo fue más intenso y la mamá, quien estaba con la niña,
también se asustó mucho y no supo cómo manejar la situación. Fue el
papá el que ayudó a la niña en el momento en que se estaba atorando.
Deciden acudir a terapia después de visitas con el pediatra y di-
versos intentos en casa con explicaciones, premios, regaños y castigos,
porque la niña llevaba casi dos meses sin querer comer sólidos. Ya
presentaban ansiedad ante el hecho de comer, inclusive al pensar en
comer. Sus papás habían optado por licuarle la comida como papilla
con tal de que comiera, aunque sea un poco, ya que había perdido peso
de manera considerable.
En la primera sesión se explora la situación familiar general y
con la niña se identifican sus emociones y preocupaciones al respecto.
Después de una sesión con la niña, platicamos acerca de los miedos y
de cómo ha logrado vencer algunos de ellos, identificando los recursos
con los que ella cuenta para vencerlos. En especial, exploramos cómo
era ese miedo que no la estaba dejando comer. El manejo de sus papás
ante estas situaciones ha sido explicándole razones por las que no debe
tener miedo; muestran comprensión cuando ella expresa sus emociones
y la apoyan ante las situaciones que le generan estas reacciones, como la
oscuridad, por ejemplo. Con estas acciones por parte de sus padres, la
niña ha logrado superar varios de sus miedos. Sin embargo, en este caso,
las estrategias que habían estado funcionando no estaban ayudando y
ya estaba teniendo implicaciones en la salud.

27
Licenciada en Psicología, Universidad Veracruzana, Xalapa, México. Docente, Universidad
Autónoma del Carmen, Ciudad del Carmen, México.

121
Shiray González Pérez

En algún momento de la segunda sesión con la niña salió el tema


de que su abuelita (sabia como muchas), desde que estaba pequeña,
habitualmente le decía que cuando comiera debía masticar muy bien
para no atorarse. Entonces aproveché para explicarle que su abuelita
tenía razón y que los dientes y las muelas son los que nos ayudan a
masticar y moler la comida tan bien para que se desbarate y quede
como si estuviera licuada.
Construimos una historia en donde las muelas cobran vida y tienen
como objetivo moler todo lo que nos metemos a la boca antes de que
baje a la garganta y proteger a los niños para evitar que se atoren. Yo le
comentaba que me parecía que ella se estaba preocupando demasiado y
se estaba olvidando que para eso tenía sus muelas, para que se ocuparan
de desbaratar la comida antes de que bajara a la garganta. Exploré con
ella qué pasaba cuando solo le daba cinco masticadas a la comida y
me respondió que no se ha desbaratado y que su hermano hacía eso y
que ella lo regañaba porque le daba miedo que se atorara. Después le
pregunté qué pasaría si ella masticara algo 100 veces y respondió: «¡Se
desbarataría! ¡Ya no quedaría nada!». Así que al verificar que tenía claro
el papel de las muelas en su boca en función de la comida, le comenté
que lo que ella podría hacer era verificar que sus muelas estuvieran
haciendo su trabajo. ¿Cómo podría hacer eso? Cuando comiera algo,
debía verificar que sus muelas masticaran al menos 20 veces antes de
que pasara por la garganta y así ella podría sentir si ya era suficiente o
debía masticar un poco más.
Ese día hicimos también una hoja donde llevaría el registro de
las veces en que ella le había ganado al miedo y las veces en las que el
miedo ganaba. La niña acepta y a la siguiente semana regresa al con-
sultorio muy feliz, con una sonrisa en el rostro y una mirada que solo
la sensación de orgullo puede reflejar, porque había logrado ganarle al
miedo con la ayuda de sus amigas las muelas al punto de haber comi-
do un brownie y una rebanada de pizza (en sesiones anteriores había
mencionado que la pizza le gustaba mucho y que el miedo no la dejaba
comerla). Ella reconoce que todavía no había llegado a comer trozos
grandes de carne, pero que estaba segura de que sus amigas las muelas
le ayudarían a lograrlo. Ese día le pedí que hiciera un dibujo de cómo
creía ella que se sentía el miedo ahora que ella había descubierto la
ayuda de sus amigas las muelas y dibujó una carita triste con lágrimas.
En la siguiente sesión ya había comido más cosas y ese día saliendo de
la consulta se iría con sus papás a cenar unos tacos.
La imaginación y la creatividad de los niños son excelentes elemen-
tos para lograr la reconstrucción de historias más saludables.

122
Sección 2
Historias de adolescentes

Puedes saber si un niño está creciendo cuando deja de


preguntar de dónde viene y comienza a decir a dónde va.
Proverbio popular
27. El joven que decidía
guardar silencio

Microprácticas narrativas
como ejemplo de resistencia
a los discursos dominantes

Andrea Salas Castillo1

El contexto en el cual se desarrolló la presente intervención es el


Programa de Integración Escolar (PIE), correspondiente a una localidad
rural. Mi rol dentro del programa consiste en diagnosticar a través de
baterías estandarizadas el coeficiente intelectual de niños y adolescentes
e intervenir a nivel educativo y clínico, estas últimas orientadas princi-
palmente a la modificación de la conducta problema.
Los discursos que operan bajo este paradigma inclusivo e integrati-
vo son muchos, en su mayoría historias únicas y dominantes, alejadas de
una crítica reflexiva y, por sobre todo, dotados del poder que les otorga
el ser un relato incuestionable, de verdades absolutas y respaldadas por
la ciencia positivista.
Me referiré a los discursos que he observado que tienen mayor
alcance y efectos dentro de este contexto:

• Los «déficit cognitivos» de los estudiantes sirven como expli-


cación para cualquier conducta disruptiva dentro del aula y
también fuera de ella.
• El problema es el/la niño/a. Las dificultades que puedan presentar
radican en problemas biológicos o disfunciones familiares (la
familia como el problema).
• Los psicólogos somos capaces de reparar fallas en los niños
(visión del experto), así como de intervenir en sus familias, en-
contrar la raíz de sus problemas y solucionarlos.
• Las familias disfuncionales crían hijos disfuncionales.

1
Psicóloga, Universidad de Concepción, Chile. Diplomada en Terapia Narrativa, PRANAS,
Concepción, Chile.

125
Andrea Salas Castillo

• Los contextos y relaciones de poder quedan subyugados por


historias dominantes de déficit, vulneración y la noción de un
destino que no se puede cambiar; una historia única, heredada,
donde los participantes no poseen ningún grado de agencia
personal que ayude a modificar el destino que les tocó.
• Estudiar e ir a la universidad o trabajar asalariado son los cami-
nos para realizarse y ser buenas personas. Las formas correctas
de vivir son parte de un relato mayor, en el cual el ciclo de la
vida se enmarca en adquirir información a través de la educación
formal para posteriormente trabajar y mantener económicamente
su propia familia.
• Los niños no saben lo que es mejor para ellos; eso lo saben los
adultos.

Es en este contexto en el cual, a menos de un mes de finalizar el


año escolar, me fue derivado un adolescente de 14 años, quien cursaba
8° básico y que participaba del PIE bajo el diagnóstico de discapacidad
intelectual leve. El formulario de derivación poco informaba acerca de
este joven; incluía solo los datos ya mencionados, además de un relato
cargado de déficit en el área social (pasaba solo la mayor parte del
tiempo y no compartía con sus compañeros en instancias académicas ni
recreativas), todo esto reforzado con la narración sobre los cortes que
se hacía en los brazos, los que habrían sido descubiertos al encontrar
al joven infringiéndose daño en el baño de la escuela.
Desde el enfoque narrativo se da énfasis a cuestionar/relativizar las
relaciones de poder, a los discursos dominantes, pero por sobre todo a
las historias preferidas o relatos alternativos al discurso dominante del
problema. Sin embargo, debido al breve tiempo en el cual se desarrollaría
la intervención, el objetivo consistió en incrementar aunque fuese de
forma mínima el nivel de agencia personal del joven.
Las intenciones de las microprácticas que utilicé tenían como obje-
tivo estrechar las brechas de poder inherentes al contexto terapéutico;
transparentar los lineamientos de la intervención/terapia; abrir espacios
en los cuales el joven fuese agente y usara su voz para tomar una posición
frente a la instancia de intervención; y finalmente generar movimiento
en relación a la situación que estaba atravesando.
Dentro de las acciones describo las siguientes:
Me presento ante el alumno explicando cuál era mi labor y mi rol
dentro del establecimiento y el motivo por el cual debía reunirme con él.
Al señalar el motivo por el cual se me indicaba entrevistarlo, la
intención era recoger la posición que él tenía frente a ese motivo: sin
embargo, el efecto que generó esto fue el silencio.

126
27. El joven que decidía guardar silencio. Microprácticas narrativas...

Considerando el silencio como respuesta, señalo al joven que tiene


el derecho de elegir qué preguntas quiere responder y cuáles no. Al
consultarlo si es cómodo para él de esa forma, nuevamente su respuesta
es el silencio. En una segunda y tercera sesión, tras preguntar si desea
o no responder alguna pregunta en particular, él señaló verbalmente si
lo deseaba o no.
También le consulté cuál era el tiempo que le acomoda de estar
conmigo. Ante el silencio como respuesta, le señalé algunas opciones de
tiempo, optando él por elegir como rango de tiempo 15 a 20 minutos.
Relacionado con la acción anterior y el derecho del joven de hablar
y responder las preguntas que decidiera, le consulté si deseaba relatar
la situación que estaba teniendo algunos efectos en su vida. Él decide
no hablar en ninguna de las tres ocasiones que lo vi acerca de lo que
causaba el problema; no obstante, pudimos merodear en relación a
los efectos y tomar posición frente a alguno de ellos, a pesar de que
sus respuestas eran relativamente vagas. Si bien la causa del problema
nunca fue protagonista de nuestros encuentros, el merodear los efectos
y sobre todo el no cuestionar su práctica llevó a una importante dismi-
nución de los cortes, incluso llegando sin nuevas heridas en la segunda
y tercera sesión.
Otra acción que se desprende de las ideas narrativas se relaciona
con ir chequeando algunas prácticas, tales como la cantidad y calidad
de las preguntas:

¿Son muchas preguntas?


¿Las preguntas son muy invasivas?
Una pregunta que realicé en el segundo encuentro, con la intención
de escuchar la voz de este hombre joven y su posición frente a nuestros
encuentros, fue si él deseaba continuar yendo a las sesiones. Para mi
sorpresa, su respuesta fue «sí».
Hacia el tercer encuentro hubo algunas respuestas más extensas que
en las dos primeras ocasiones, además de algunos contactos visuales,
que anteriormente fueron muy escasos. A través de las microprácticas
orientadas a validar la experiencia del otro y a respetar su forma de
relacionarse con el mundo, pude conocer un joven mucho más allá
del discurso dominante. En esas tres breves sesiones y lidiando con
sus escasas respuestas pude vislumbrar un muchacho que gustaba de
la música electrónica (algo poco esperado en el contexto local donde
vivía) y disfrutaba de jugar a la pelota con sus hermanos, con quienes
tenía una estrecha relación.

127
Andrea Salas Castillo

Quizás uno de los logros más significativos fue al finalizar su año


escolar, instancia en que este joven decidió de forma autónoma par-
ticipar del rito de fin de ciclo, asistiendo a su licenciatura de octavo
año. De alguna forma se sintió con la agencia personal suficiente para
tomar una decisión desde sus propios deseos e intereses y espero haya
configurado una semilla que en el futuro le ayudará a tomar posición
sobre otros eventos en su vida.

128
28. Protagonista de un libro

Intervención metafórica
con un adolescente víctima
de maltrato parental

Ana María Muena Arellano2

Felipe es un adolescente de 15 años que asiste a un colegio parti-


cular subvencionado, presentando un rendimiento esperado para las
exigencias del ambiente.
Ha visualizado violencia de su padre hacia su madre desde la pri-
mera infancia. Su padre presenta problemas con el consumo de alcohol
que le generan conductas impulsivas y desregulación conductual y
emocional. Con el pasar del tiempo, Felipe comienza a construir una
alianza con su madre, con el deseo de poder acogerla y contener sus
sentimientos de angustia debido a los conflictos con su padre. Es en
este contexto en el que finalmente se desencadena un episodio único de
agresión desde el padre hacia Felipe, sumado a una amenaza de muerte
en el centro de la ciudad. Debido a esto, el Tribunal de Familia decreta
una medida de alejamiento del padre hacia su hijo.
Este es el motivo de ingreso por el cual llega Felipe junto a su madre
a terapia. Me dispuse a trabajar los objetivos terapéuticos asociados
a resignificar la experiencia de maltrato en el adolescente, asegurar
la protección en cuanto a su integridad física y psicológica, sumado
a desarrollar y fortalecer recursos internos que le permitan enfrentar
nuevas situaciones de riesgo.
Transversalmente me propuse construir una alianza terapéutica
con Felipe. A pesar de que asiste a la primera sesión, el adolescente se
percibe sin ganas ni motivación de participar de la terapia, expresando
sentirse bien y que ya ha olvidado la vivencia de maltrato. Sin embargo,
se compromete a participar, motivado por hacer sentir bien a su madre
con su responsabilidad en la terapia.

2
Psicóloga, Universidad de Concepción, Concepción, Chile. Psicóloga de la Fundación
Ciudad del Niño Ricardo Espinoza, Concepción, Chile.

129
Ana María Muena Arellano

La relación vincular de protección con su madre eran las principales


ansiedades que movilizaban a Felipe, por lo cual decidí centrarme solo
en él en las sesiones, indagando desde los aspectos positivos, en sus
gustos, preferencias, amigos y amigas, proyectos para el futuro, entre
otros aspectos, logrando de este modo descubrir a un Felipe diferente;
que tiene como meta ser geólogo de la Universidad de Chile; que si bien
tiene pocos amigos, estos son fieles; un Felipe amante de la lectura y
que se califica como el mejor alumno en las matemáticas de su nivel.
Centrarme en los intereses del adolescente me permitió trans-
formarlo en el protagonista de su propia historia, posicionándolo en
el foco de la intervención, en donde Felipe comienza a descubrir sus
propias necesidades afectivas, diferenciadas de las necesidades de su
madre, identificando sentimientos y emociones asociadas al maltrato
vivido, miedo a un nuevo episodio de agresión, sentimientos de culpa
por alejar al padre de su hogar, decepción de la figura paterna y miedo
a que le pasara algo a su madre.
Fue así como transcurrieron dos meses, hasta que Felipe al entrar
a sesión expresa tener una prueba de lenguaje donde debe leer el libro
El Perfume (libro en el cual el protagonista asesina a algunas mujeres
con la finalidad de captar su esencia en un perfume), refiriendo Felipe
lo impactante que fue para él leer que un hombre llegara a matar a una
mujer solo para lograr su objetivo, sin que la mujer se mereciera que
la trataran así, sin mayor justificación que lograr hacer un perfume.
Después de esta expresión del adolescente, tomé este sentir y lo utilicé
como metáfora, y es ahí donde sesión a sesión comenzamos a trabajar
con la lectura del libro.
Durante las próximas sesiones nos dedicamos a analizar el libro,
permitiendo el desarrollo de procesos conversacionales reflexivos so-
bre algunos acontecimientos de la historia y de su propia experiencia,
logrando Felipe poder conectarse con el sentir de la mujer agredida
injustamente en el libro, asociando emociones y sentimientos con la
vulneración recibida por su padre, direccionando su sentir, responsa-
bilizando al protagonista del libro de la agresión y posicionando a la
mujer como víctima.
Responsabilizar al hombre como agresor y la conexión emocional
con la mujer disminuyen los sentimientos de culpa en Felipe; asimismo,
también atenuó las secuelas psicoafectivas producto de la vulneración y
abrió nuevas posibilidades de interpretación de su propia experiencia,
logrando favorecer la resignificación de la vivencia.
Además, Felipe pudo disminuir síntomas y conductas asociadas
a la indefensión, puesto que se pudo visualizar así mismo como un

130
28. Protagonista de un libro. Intervención metafórica con un adolescente...

adolescente garante de derechos. Fue así como la metáfora traída por


el mismo adolescente ayudó en el proceso de resignificación.
Esto me recuerda la importancia de estar atenta durante las sesiones
a lo que nos trae la persona, siendo las ideas, pensamientos, aconteci-
mientos entre las sesiones, gustos, intereses, motivaciones, entre otras,
oportunidades que favorecen la intervención; esta vez fue la lectura de
un libro la que generó posibilidades de acción, pudiendo ser también
una película, una canción, un cuento o una historia.

131
29. No me gustan los psicólogos

Respeto y autenticidad terapéutica


con adolescente víctima de maltrato

Pablo Arroyo Bascuñán3

«No me gustan los psicólogos: no sirven para nada». Esas fueron


las palabras de Viviana, una adolescente de 17 años, tras saludarme en
su primera sesión. Ante ello repliqué: «A mí tampoco me gustan los
psicólogos, prefiero que las personas solucionen sus problemas solas
o con ayuda de sus seres queridos», respuesta que generó confusión y
curiosidad en la adolescente, lográndose una primera sesión de manera
espontánea y de conversación fluida, captando su interés.
Al indagar en sesión el rechazo de Viviana a los psicólogos se
desprenden relatos de incomprensión, posición de expertos, consejos
descontextualizados y confrontación, señalando que de los diversos
psicólogos que conoció (cinco en total), ninguno fue capaz de ayudarla,
concluyendo que solo conversan y preguntan «¿qué es lo que te pasa?»
y «¿cómo te sientes con eso...?», sintiendo que eso no le sirve de mucho.
Sin embargo, lo que realmente le molesta de los psicólogos es que no
son de confiar, dado que son personas ajenas a la vida de las personas,
asumiendo un falso interés por los demás.
En cuanto a lo anterior, asumo como válido el relato de la ado-
lescente y la felicito por el hecho de desconfiar de las personas en una
primera instancia como una forma de protegerse y proteger a los demás;
también por darse el tiempo de conocerlas y luego de generar un lazo
más estrecho, poder compartir su vida privada, si es que así lo desea.
Menciona que sus amigos son las personas más importantes debido a
que están ahí en los momentos difíciles, dispuestos a escucharla, com-
prenderla, ayudarla y protegerla, no así los psicólogos.
Posteriormente le pregunto si es que me permite conocerla como se
conocen las personas habitualmente, no hablando de problemas, sino de

3
Psicólogo, Universidad Santo Tomas, Concepción, Chile. Coordinador del Centro de
Estudios Sistémicos CESIST, Concepción, Chile. Psicólogo de la Fundación Ciudad del
Niño Ricardo Espinoza, Concepción, Chile.

133
Pablo Arroyo Bascuñán

sus intereses, gustos y motivaciones. También le señalo que si bien soy


un psicólogo y me pagan por ello, eso no significa que no me interesen
las personas y que de ser posible más adelante podría ayudarla de la
forma como se ayudan las personas en la vida cotidiana. No obstante
le señalo que si no se logra una relación de ayuda, si ella no lo desea,
estoy dispuesto a ser el psicólogo número seis de la lista en intentarlo,
lo cual causa gracia en la adolescente.
De este modo se pasó de una posición de rechazo a una posición
de mayor cooperación, generándose un proceso de conocimiento mu-
tuo, un conocimiento de los intereses y motivaciones de la adolescente;
entre ellos destaca el deporte, la música, las buenas amistades y las
características que deben tener estos últimos. Durante las siguientes
sesiones se mostró como una adolescente reflexiva que ha aprendido
de sus experiencias y de los demás, encontrando el apoyo en sus pares
más cercanos en las situaciones difíciles.
En este punto de la intervención pareciera ser innecesaria algún
tipo de terapia, dado el nivel de reflexión y expresión de Viviana du-
rante las primeras sesiones, siendo una adolescente que se proyecta
positivamente al futuro, con una postura crítica de su entorno y que
ha resuelto las situaciones vividas a través de la significación que ella
realiza de su experiencia. No obstante, es necesario para saber la nece-
sidad de realización o no de terapia tener en cuenta cómo es que llega
la adolescente a sesión.
La adolescente llega a terapia de forma obligada por su abuela
materna, principalmente por su conducta rebelde, expresándose en
salidas nocturnas, problemas con sus tías maternas, no seguir las reglas
de la casa y no llegar a casa en días, entre otras conductas. Todo ello
se origina, según el relato de la abuela, producto del maltrato ejercido
por su hija, la madre de Viviana, quien presenta consumo de drogas y
conductas de calle de larga data, siendo lo anterior la razón de que la
abuela asumiera los cuidados y de la llegada de la adolescente a su casa.
Tomando en consideración los conflictos que presenta Viviana
con su familia, se hace necesario abordar las dificultades relacionales.
Una vez que la adolescente accede a mejorar la relación con su abuela
y sus tías maternas en forma de agradecimiento a su abuela, la cual se
preocupa por ella y por su bienestar, orientamos la intervención en el
proceso de adaptación de la adolescente al hogar de la abuela materna
y en mejorar la convivencia en casa.
A medida que avanzaban las sesiones de intervención, la adolescente
logró expresarse en torno a los temas más dolorosos de sus vivencias,
los cuales estaban asociados a su relación con su madre y al sufrimiento

134
29. No me gustan los psicólogos. Respeto y autenticidad terapéutica...

vivido durante su desarrollo producto del maltrato recibido, siendo


capaz de compartir sus experiencias teñidas de sufrimiento.
Como se puede apreciar, la historia de Viviana estaba marcada por
un fracaso en la relación con sus terapeutas, dada la necesidad de la
adolescente de probar los vínculos y el miedo a las decepciones, lo cual
fue sorteado gracias a una posición de humildad del terapeuta e incluso
irreverente en un primer encuentro, renunciando al rol de experto para
dar paso a un rol colaborativo de ayuda, más humano, basado en el
mutuo conocimiento de los intereses y motivaciones de la adolescente
en las primeras sesiones.
Finalmente, cuando Viviana sintió que era el momento, se pasó a
una relación de ayuda.

135
30. Volverá a estar conmigo

Mirada de recursos en un caso


judicializado

Karry Irribarra4

Cuando ingresé a este mundo de la «red SENAME» era una psicó-


loga incipiente con muchas ganas, llena de teorías en mente y dispuesta
a aplicarlas, pero sin experiencia suficiente. En otras palabras, no estaba
preparada para mi primera consultante, una joven de tan solo 17 años
con un largo historial en programas de la red. Abandonada a su suerte
a las puertas de un hogar con días de nacida, desde aquel momento este
organismo, que busca la protección de los derechos de la infancia, se
abre paso en su vida, pasando por varios programas y estando interna
en hogares.
Fue así como nos conocimos, ella sentada en un sillón y yo al
frente, la joven cubierta hasta los ojos, con la mano sobre el cuello
y con la vista hacia el suelo. Las presentaciones protocolares fueron
hechas por otro integrante del equipo; lo primero que sale de su boca
es «esta es la Tía y a ella tienes que contarle todas tus cosas, revisar tu
historia y ella te ayudará a ser mejor madre». Mis ojos, desorbitados,
miraban su fragilidad; se veía temerosa, asustada en la punta del sillón,
con las piernas entrecruzadas y la vista baja. Me miró al escuchar esta
frase, callada, molesta, y dijo: «De mí no obtendrán nada.Yo no voy a
contar mis cosas a nadie; estoy aquí solo para recuperar a mi hija y no
me van a enseñar a ser madre, porque eso lo aprendí cuando parí a mi
pequeña». Sentí su dolor correr mi cuerpo, su rabia y temor. Asustada,
se defendía como fiera, y yo frente a ella, asustada también de tener
que enseñar algo que yo aún no sabía hacer.
Le pedí a mi colega que nos dejara a solas, y allí un mundo nuevo
se abrió ante nosotras: conversamos sobre la razón que la tenía frente a
mí, sobre las ganas de recuperar a su hija y del dolor de las experiencias
4
Psicóloga, Universidad de Magallanes, Punta Arenas, Chile. Postítulo en Terapia Sistémica
Orientada a las Soluciones, Centro Sol Instituto, Punta Arenas, Chile. «La red SENAME»
hace referencia a los programas de intervención que trabajan para el Servicio Nacional
de Menores (SENAME) en Chile.

137
Karry Irribarra

pasadas, lo cual no quería tratar. Me habló de los diversos tipos de


psicólogos que había conocido y de lo poco que le habían servido.
Frases como «todos son iguales», «no resuelven nada» y «solo vendré
por mi hija, por cumplir» salieron de su boca una y otra vez. Me contó
de todos los programas a los que estaba asistiendo y las muchas tareas
que tenía que hacer para ser buena madre y buena hija a la vez. La idea
de la desconfianza rondaba mi mente: imaginaba el peso del dolor que
llevaba y la valentía de estar sentada frente a mí.
La desconfianza era el motor de nuestras acciones. Dos mujeres
asustadas: yo, porque no sabía qué debía enseñarle a tan valiente madre,
llena de fuerza para luchar por su pequeña; y ella, porque temía frente
a mis palabras que la orientara y dirigiera sus acciones como tantos
otros lo habían hecho ya.
Fuimos avanzando paso a paso en esta línea, sin ver la luz por
algunos momentos. Me enfrenté al reto de querer devolverle lo mucho
que veía en ella, pero no mentiré; temía que pensara que intentaba
ganármela. Escapé de estas interpretaciones, lejos de todo lo que ha-
bía aprendido, y me abrí paso a ser tan solo genuina. Fue allí que la
sinceridad comandó mi accionar y le devolví todo lo que veía en ella.
Lo primero fue juntar a todos quienes estaban en el caso. Una lucha
de egos giraba alrededor y teníamos que ocupar las oportunidades que
cada uno nos presentaba; generamos un «marco de acción» donde todos
decían lo que buscaban y entre ellos encontramos un punto en común:
la claridad absoluta de que esta adolescente, con su historial lleno de
malos recuerdos sobre las madres, estaba llena de esperanzas, de sueños
y de anhelos frente a su tan criticada maternidad, con una garra increíble
por lograr sus objetivos. No fue fácil que todos estos programas de la
red concordaran y no intenté que lo hicieran; solo les pedí ayuda, les
devolví lo mucho que trabajaban en el caso y la experticia de cada uno
desde su área. Sin quererlo, poco a poco fuimos quedando menos. Los
demás programas fueron cerrando el caso, señalando que había temas
cerrados, uno por el cumplimiento de la mayoría de edad e igualmente
porque las «habilidades marentales» eran nuestra materia a criterio de
los expertos. Solo ella y yo; nos veíamos de forma semanal.
Faltaba dos de las tres veces que la citaba, y la tercera llegaba mo-
lesta, señalando una y otra vez que no le importaba lo que dijeran, que
haría las cosas por ella, por su hija y nadie más. Un «¡hurra!» salió de
mi boca y noté en sus ojos las ganas de un cambio. Dijo «quiero que
todo acabe ya» y las lágrimas empaparon sus ojos y dijo «yo volveré
a estar con ella», «volverá a estar conmigo mi hija». Desde aquel día
estas palabras marcaron el paso.

138
30. Volverá a estar conmigo. Mirada de recursos en un caso judicializado

Las conversaciones se transformaron en descripciones de cómo


veía a su pequeña cuando estaban juntas; relataba cómo podía con-
tenerla cuando ella sufría una caída, cómo había notado el cambio al
ahora contenerla y en cómo antes lloraba a su lado sin saber qué hacer.
Visualizaba sus avances en la escala de un 6 a un 8, por su control al
enfrentarse a conflictos con los abuelos paternos, quienes no veían los
avances y criticaban su rol. El próximo paso era un 9, que permitiera
mayor tiempo con su hija, tal vez una visita con salida.
Tanto la red SENAME como los Tribunales de Familia eran los
gigantes a los que debíamos enfrentar, jugándonos la carta más impor-
tante: pedir este cambio y que aquellos que no habían visto la fortaleza
de esta guerrera tenían que decidir. La jugada fue como lo determina la
ley: redactar un informe que pudiera demostrarles a los otros los avances.
Ella sabía que había avanzado, que estaba lista para este paso,
pero ¿lo sabrían también los demás? Me lo cuestioné mucho tiempo,
me cuestioné por qué debía demostrarle a los otros. Se acercaba la fe-
cha de la anhelada o temida audiencia y ese doble sentir rondaba mis
pensamientos, los de ella y determinaba mi informe. Obligada a seguir,
redacté el proceso en aquel papel judicial y lo relaté otra vez ante el
«magistrado»: ahora solo quedaba esperar. Sus ojos brillaron al escuchar
la aprobación de este cambio y también al realzar lo mucho que había
avanzado. Ahora no solo lo sabía ella, sino que era reconocida por los
otros y obtenía una recompensa por lo mismo. ¡Tendría a su pequeña
todos los fines de semana!
No fue fácil. Nada fácil es buscar los recursos donde el déficit es la
bandera que lidera las intervenciones, todos buscando qué arreglar sin
ver qué es lo que ha funcionado hasta el momento, lo que está resultando
y de ello puede surgir más. Vi a una madre iluminarse frente a mis ojos
y a los suyos también. Madre siempre fue: ¿no lo sabía? Puede ser. ¿No
se daba cuenta? Quizás: pero lo que sí está claro es que lo logra, lo ve y
lo siente. Actúa, piensa, siente cada paso y los disfruta, se lo reconoce,
se permite disfrutar de sus logros, se le ve alegre y llena de fuerza para
seguir ante lo que viene.
Esa adolescente que en un primer momento había llegado a sentarse
en el rincón del sillón, con la cara tapada y el ceño fruncido, es ahora
quien entra, me abraza y me cuenta cada detalle de la maravillosa y
agotadora crianza de una pequeña de dos años. Cada detalle ilumina
su rostro y ahora solo espera su meta, su 10 en la escala, el día que ella
«logre estar con su pequeña».

139
31. La muchacha fenicia

Reelaboración terapéutica
en una víctima de violación
y malos tratos

María Loreto Peña Villanueva5

La presente historia representa para mí una experiencia nutriente en


toda la expresión de la palabra y también cómo a partir de esta vivencia
tuve mayor consciencia de que todas las teorías resultan pequeñas frente
al arcoíris de recursos en cada identidad de los seres en proceso con
los que he tenido el privilegio de construir nuevas realidades, descubrir
nuevas formas de autoregulación, nuevas formas de mentalización y
acciones tendientes al cambio.
Hace ya un tiempo significativo tuve el honor de ver «brillar»,
primero de forma individual y luego grupal, a algunas adolescentes
que habían sido ingresadas a un Proyecto de Maltrato Especializado
(PRM), tras derivación de tribunales, al constatarse la gravedad de los
delitos de los que habían sido víctimas.
Inicialmente se trabajó con las adolescentes en procesos de terapia
individual, buscando validar sus experiencias de grave vulneración de
derechos en la esfera de la sexualidad, facilitar en ellas procesos de
aireación ideo-afectiva de dichas vivencias y potenciar la consciencia
de su recursos intrínsecos y de sus factores protectores para lograr
revitalizar estrategias de autocuidado y finalmente contribuirles en sus
procesos de reevaluación de experiencias traumáticas.
En la misma línea tuve el placer y el honor de poder intervenir con
las adolescentes, con la gran ayuda de mi compañero en la implemen-
tación del taller, de profesión asistente social, que demuestra un gran
compromiso en su ejercicio profesional, siendo un factor resignificante
en sí mismo en los procesos de terapia de las adolescentes desde la
perspectiva de género.

5
Psicóloga, Universidad Mayor, Temuco, Chile. Docente, Universidad Autónoma de Chile,
Temuco, Chile.

141
María Loreto Peña Villanueva

Como venía señalando, inicialmente se trabajó con las adolescen-


tes de forma individual paro luego integrarlas, en la última parte del
proceso de terapia, a un taller terapéutico de resignificación, donde
por medio de algunas estrategias y técnicas como el uso de metáforas,
analogías, procesos de externalización y búsqueda de excepciones que
promovían un cambio concreto en la mentalización de las adolescen-
tes, se logró concretar positivamente la integración y reelaboración de
nudos críticos en sus narrativas quebrantadas. Se alcanzó así no solo
la remisión de síntomas propios del estrés postraumático e indicadores
de trauma complejo, sino también poder verlas simbólicamente «sanar
sus alas y volver a volar esperanzadas como seres fenicios».
En este bello proceso terapéutico me regalaron el honor de verlas
sanar, llorar, rabiar, acariciar sus alas rotas y con tesón, junto a la ar-
dua persistencia, luchar por tener fuerzas de nuevo, resurgir como aves
fénix desde el fuego, del dolor, logrando respirar, proyectarse y ¡volar!
Simbólicamente volar alto, en frecuencias ya no quebradas.
Además de este regalo, siempre hubo una muchacha que robó
mi atención y cariño por sobre las otras, quizás porque a esa valiente
adolescente la conocí años previos mientras trabajaba en la unidad de
adopción, luego de que voluntariamente ella cediera a su hijo en adop-
ción, tras haber sido concebido bajo un historial de abusos y violación
por parte de dos agresores intrafamiliares. Al tiempo después, la vida
nos volvió a unir en el contexto de intervención terapéutica en el PRM.
Al mencionar que las teorías resultan pequeñas para explicar el
dolor y la fortaleza de los consultantes, me refería a esta muchacha en
particular; ella es la resiliencia, el cambio, la integración de experiencias
traumáticas y más. Ella es un libro de sabiduría a su corta edad. Ella,
desde el día uno en que tuvimos el placer de coincidir en el camino
terapéutico, se permitió deconstruir los fantasmas que cargaba en su
espalda, las lealtades transgeneracionales que la perseguían y limitaban;
se permitió poner en duda el vínculo terapéutico y a partir del mismo
resignificar nuevas formas de relación, tras visualizar un espacio prede-
cible, bien tratante y más seguro de lo que conocía y regenerar sus alas
para hacer refugio terapéutico, mientras se trazaba proyectos de vida
independiente y soñaba con poder concretar luego su propio vuelo, esta
vez eligiendo qué cielos quería cruzar, y en la compañía de otras aves
fenicias como redes de apoyo, ¡conquistar el cielo!
Esta bella y fuerte muchacha fenicia me permitió ser testigo directo
de su vitalidad y capacidad de regeneración ideo-afectiva, además de
ser una líder innata en el proceso de taller terapéutico y poder conta-
giar positivamente a sus pares para reelaborar historias dolorosas que
creían grabadas a fuego. Mi bella muchacha fenicia logró así sanar

142
31. La muchacha fenicia. Reelaboración terapéutica en una víctima...

sus heridas y ser guía para sus pares, además de claramente enseñarle
mucho a quien suscribe.
Tiempo después la bella muchacha fenicia egresó del programa
y pudo cruzar el cielo con un vuelo firme y más seguro. A ratos se
contacta con nosotros y su dupla tratante, hace refugio, nos visita en
el nido terapéutico y juntos nos maravillamos con sus proyectos. La
muchacha fénix está pronta a entrar a la universidad y ha planteado
querer estudiar trabajo social, psicología o educación parvularia con
el único propósito de cuidar a los niños y poder aportar desde su ex-
periencia de vida.
Sinceramente no me cabe duda que esa muchacha será una gran
profesional y un gran ser humano, llena de luz en el camino de los seres
con los que le toque trabajar.
Mencionar además que se usó el concepto de «muchacha fenicia»
porque justamente durante toda la terapia psicosocial se trabajó con
metáforas y analogías; de hecho, sigue siendo parte de nuestros juegos
del lenguaje.

143
32. De los efectos del abuso
al uso de recursos

Abuso sexual desde la terapia


breve centrada en soluciones
y la psicología positiva

Joaquín Sepúlveda Aravena6

Ignacio, de 15 años de edad, vive con su padre. La terapia se en-


marca dentro del contexto de un Programa de Reparación del Maltrato
y Abuso Sexual (PRM) del Servicio Nacional de Menores (SENAME),
donde se atiende tras derivación del sistema judicial chileno.
Al comienzo del proceso psicoterapéutico, Ignacio se mostraba muy
afectado por los efectos del abuso sexual del cual fue víctima, entre
ellos una autoestima descendida y confusión. No solo eran evidentes
en nuestras primeras dos sesiones, sino que en su escuela la profesora
principal me relató que él se quedaba mirando hacia abajo desde un
segundo piso durante los recreos, lo cual –al conversarlo posteriormente
con Ignacio– era parte de ideaciones suicidas que tuvo en ese periodo
inicial de la terapia.
Ignacio manifestaba signos esperables de los efectos del abuso se-
xual, por lo que sentí una profunda convicción en brindar una terapia
centrada en estos efectos y no en el abuso en sí; vale decir, centrarse en
la solución (presente y futuro) y no en el problema (pasado). Mi opción
fue avocarnos al presente y pensar en el futuro. Encontré innecesario
mantener conversaciones sobre lo ocurrido en el pasado. ¿De dónde
nace mi convicción? Pues de conversaciones que tuvimos en la tercera
sesión, donde recuerdo claramente lo que sería una de tantas excepciones
que a su vez se vinculaban con esperanza: «Hace dos días me sentí muy
bien, fuimos de paseo de curso a la montaña y después la profesora nos
pidió escribir sobre cómo la pasamos». En ese momento, ¡él me iluminó!

6
Psicólogo, Universidad Autónoma de Chile, Talca. Coordinador Académico Internacio-
nal y Docente en Centro Latinoamericano de Psicología Positiva Aplicada (CELAPPA).
Director de Psicólogos Conectados Región del Maule (PSICOREMA), Chile.

145
Joaquín Sepúlveda Aravena

Estaba la posibilidad de embarcarnos en una experiencia con tres


ingredientes fundamentales: a él como protagonista del proceso; la
terapia breve centrada en soluciones (TBCS) para buscar excepciones
a los efectos del abuso; y la diversa gama de ejercicios de la psicología
positiva (PsicoPos) para fomentar y potenciar –entre presente y futuro–
el optimismo, la esperanza, relaciones positivas, emociones positivas,
gratitud y mindset de crecimiento (estilo mental de no estancamiento)
para contribuir a su proceso de resiliencia.
Durante la primera y segunda sesión, considerando lo delicado
que es el abordaje del abuso sexual infanto-juvenil, creí y sentí impor-
tante «danzar» al ritmo de Ignacio, por lo cual dedicamos el tiempo
necesario para a) fase social (caldeamiento) para conocernos y conocer
el problema; b) co-construcción de la relación terapéutica a través de
un rapport pausado; y c) alianza terapéutica con co-construcción de
objetivos a corto plazo con micro-metas.
El resultado tras esas dos primeras sesiones fue que dilucidamos
que lo fundamental era actuar sobre lo que estaba ocurriendo en el
momento actual con Ignacio. Es así como comprendimos que teníamos
que trabajar en acciones concretas (objetivos) para abordar aspectos más
intrínsecos, tales como comenzar a organizar sus actividades diarias que
le permitiesen recobrar su auto-confianza como también le generasen
satisfacción y disfrute; retomar y re-conocer metas y sueños a futuro
que había «olvidado»; poder romper las pautas de pensamientos desa-
gradables o negativos que invadían su atención; y comenzar a generar
y recobrar el optimismo que decía poseer antes de la difícil situación
de abuso. Tras estas conversaciones, ya podíamos comenzar a buscar
las soluciones de forma más precisa en la próxima sesión.
Con Ignacio no fue necesario escarbar en la situación del abuso
sexual; él solo quería avanzar con una fuerza que me impresionaba.
Establecimos una especie de consigna tomada de una frase del filósofo
Confucio, la que se transformaría en el motor de nuestro proceso terapéu-
tico: «El hombre que mueve montañas comienza apartando piedrecitas».
Ya en la tercera sesión (tercera semana), usando como recurso el
conversar como siempre sobre cómo han sido sus últimos días e in-
tentando explorar lo que llamé excepciones de bienestar, apliqué una
técnica de la TBCS, «la bola de cristal», para ir incitando el cambio a
lo que en ese momento predominaba, lo cual era su inseguridad y baja
auto-confianza, que le impedía relacionarse de forma deliberada con sus
compañeros de clase. Entonces, en su forma más clásica, pero aplicada,
le dije: «Ignacio, imagina que tienes frente a ti una bola de cristal donde
puedes verte en un tiempo más sin el problema para compartir con

146
32. De los efectos del abuso al uso de recursos.

tus compañeros. Dime, ¿qué estás haciendo ahí? ¿Con quiénes estás?
Y cuéntame también: ¿cómo sabes que ya no tienes ese problema?».
Me era muy motivador como terapeuta poder observar su invo-
lucramiento con lo que estábamos haciendo, lo que se tradujo en su
comprensión de la propuesta. En consecuencia, él comienza a narrar
ese futuro que yo notaba que lo deseaba de forma próxima: «Me veo
jugando a la pelota [fútbol] con mis compañeros sin sentirme nervioso
cuando se me acercan compañeras a hablarme; me siento más seguro
al disertar en la clase… eso veo». Luego le pregunto: «Ahora cuénta-
me, ¿qué tuviste que hacer para lograr todo eso?», y me responde con
claridad: «Tomar la decisión de aceptar jugar con ellos aunque sea un
rato, aunque sea pidiendo a la profesora que mire al comienzo». Ya
comenzábamos a conseguir las importantes metas, a dar esos pasos
que, aunque quizás son pequeños para el lector, para Ignacio requerían
armarse de fuerza y valor.
Para contribuir al logro del objetivo mencionado anteriormente
tomé técnicas y ejercicios de la PsicoPos para las inter-sesiones. Por
ejemplo, Ignacio había comentado que le gustaba escribir (recurso), por
lo cual le propuse que construyera El diario del optimismo y gratitud,
donde iría registrando al menos tres días a la semana las cosas positi-
vas que atentamente tenía que observar en su vida cotidiana. Luego,
en sesión, analizábamos sus registros de la semana, los cuales me los
narraba con entusiasmo y donde yo elogiaba su dedicación y también
el hecho de la valoración positiva que hacía de situaciones que antes
eran poco destacables, como tener conversaciones con su padre y salir
junto a este.
Y así recuerdo cuando llegamos a una octava sesión, donde hubo
una cierta lógica terapéutica basada en conversaciones y técnicas
intra-sesión (TBCS) y ejercicios inter-sesión (PsicoPos), donde a veces
hacíamos un chequeo durante la sesión mediante pregunta escala del
cómo se iba sintiendo semana a semana y recordando en su momento
el difícil comienzo para motivarlo a seguir. Lo importante es que a es-
tas alturas ya decía «mis compañeros me hacen sentir muy bien; estoy
disfrutando de la escuela».

147
33. La ganadora

Visión positiva con una adolescente


víctima de abuso sexual

Fernando Ignacio Silva Fernández7

Dentro de las acciones que más satisfacción otorgan a los seres


humanos se encuentran aquellas que se asocian al éxito; sin embargo,
hay episodios en la vida que se tiñen de derrota, acarreando un sinfín
de emociones.
Esta historia se basa en una vulneración grave de derechos, el abuso
sexual sufrido por una adolescente, y cómo toda vulneración de esta
índole trae consigo dolor y recuerdos que invaden la mente y el cuerpo
de la víctima. Estos efectos se reflejan conductualmente a través de
desgano, apatía, rostros en donde la sonrisa ya no prevalece y en donde
los cambios son evidentes a la vista. Es como vivir constantemente en la
derrota de la frustración, sumado a un entorno familiar que, a excepción
de la madre, no cree en la versión de la adolescente, principalmente
debido a que el agresor forma parte de la familia. Esta situación hace
que el sistema próximo se torne amenazante, que sumado al impacto
latente en la percepción y autovaloración de sí misma, hacen de esto
una mezcla poco propicia para un desarrollo integral.
Sin embargo, la terapia se constituye en un encuentro transformador
donde el terapeuta y el consultante logran un espacio de retroalimenta-
ción, basado a veces en un pequeño detalle, una palabra, un gesto o una
frase que pueden cambiar el curso del destino en cuanto a la manera de
enfrentar los desafíos diarios, en la manera de enfrentar la vida.
En muchas ocasiones la planificación de una sesión y el desarrollo
de esta hace que no se preste atención a esos detalles, que luego de un
tiempo se tornan preponderantes e impulsan esos cambios que toda
teoría o modelo psicológico quisiera alcanzar.
Recuerdo que con objeto de afianzar la alianza terapéutica y luego
de conocer el motivo de consulta y el significado de todo ese sombrío

7
Psicólogo, Universidad del Desarrollo, Concepción, Chile. Psicólogo de la Fundación
Ciudad del Niño, Concepción, Chile.

149
Fernando Ignacio Silva Fernández

episodio, le comenté una frase que para ese momento no sentí el impacto
que generaría, diciendo: «No hagamos que esto nos gane; esto no nos va
a ganar», sin saber que posteriormente esta oración terminaría siendo
tan gravitante para la adolescente que tiempo después de terminar el
proceso terapéutico recibí un regalo que hasta el día de hoy atesoro y
que se resume en las siguientes palabras:
«La cicatriz que estaba abierta se ha cerrado, no del todo, pero
espero que pronto sea así. Esa persona se convirtió en mi amigo, que
de a poco me enseñó a ver la vida positivamente y que con su frase
que siempre me decía, “esto no nos va a ganar”, gracias a él me siento
una GANADORA».
Qué inspirador resulta para cualquier proceso terapéutico conseguir
cambios que permitan resignificar experiencias que, a pesar de lo limi-
tantes y dañinas que sean, siendo así percibidas en un principio, logran
reflotar sentimientos de triunfo que hacen de cada desafío diario una
nueva oportunidad de sonreír, una inmejorable oportunidad para triunfar.
A continuación transcribo las palabras que me regaló esta ganadora
en una carta y de este modo comparto con ustedes el obsequio recibido:

¡Esto no nos va a ganar!


Cuando confías en alguien y le cuentas tus secretos, por más
pequeño y absurdo que fuera, ese alguien, sin conocerte del todo
bien, te hace comentarios al respecto, pero resulta que no es cual-
quier comentario: son positivos y te dan un poco de esperanza.
A mí la vida me ha golpeado muy duro y siempre imaginé que
estaba sola, pero con el pasar de los meses he aprendido a ver
a mi alrededor y valorarme. Ese alguien me enseñó a quererme
y que de todas las cosas malas se logra sacar algo bueno y de
darme cuenta de quién realmente está conmigo.
Por más que a veces me dan unas horribles ganas de llorar, esa
persona me dijo que si tengo ganas de llorar que no lo dejara o
me aguantara las ganas de hacerlo, y me di cuenta que cuando
lo hago me siento mil veces mejor.
La cicatriz que estaba abierta se ha cerrado, no del todo, pero
espero que pronto sea así. ¡Esa persona se convirtió en mi amigo
que de a poco me enseñó a ver la vida positivamente y que con
su frase que siempre me decía «¡Esto no nos va a ganar!», gracias
a él me siento una Ganadora.

El presente relato nos muestra cómo el lenguaje, las palabras y


los comentarios que se realizan desde una postura positiva favorecen

150
33. La ganadora. Visión positiva con una adolescente víctima...

nuevas miradas y significados. Con estas nuevas formas de sentir, po-


sibilitando la resignificación y el cambio en una adolescente que sufre
por la vulneración injustamente recibida, podemos apreciar cómo una
frase o una idea logran generar esperanza y un nuevo sentir, sintiéndose
ella una ganadora.

151
34. Impacto psicoemocional
de un secuestro

Un intento por analizar la anatomía


de un secuestro

Jose Oscar Aldana Torres8

Hannah entró a mi consultorio con una actitud de escepticismo y


una mirada esquivante. Se sienta y me saluda nerviosa. No me mira a
los ojos: busca algo en su bolso y guarda silencio.
Es una mujer joven, tiene 16 años. Su mirada está apagada y muestra
mucho miedo y coraje contenido. La noto ausente. Se puede percibir
que está atrapada en un evento de gran peso emocional y dolor.
Después de mis primeras preguntas, responde mirando al piso.
Me tengo que esforzar para escucharla por lo suave y bajo que habla.
Inicia diciéndome que hace seis meses fue asaltada, secuestrada
y violada. Era viernes y había salido un poco más tarde de la escuela
donde estudia. Normalmente toma el transporte público, pero por la
hora tuvo que tomar un taxi. El taxista hizo o recibió una llamada al
celular a la que no le dio importancia por las entrecortadas palabras
del chofer. Unas calles adelante el taxista se detuvo en una esquina e
intempestivamente subieron dos sujetos que se pusieron a su lado. De
inmediato la empujaron y la empezaron a golpear en la cabeza; la pusie-
ron boca abajo hacia el piso del carro, mientras sentía que la golpeaban
con algo de metal en su cabeza y costillas. Uno de los sujetos le puso
una capucha de tela en la cabeza.
Le dijeron que era solo un asalto, que si cooperaba no le iba a pasar
nada, pero que si se oponía o gritaba la iban a matar.
Mientras el otro sujeto hurgaba en su bolsa y su cartera, encon-
trando su tarjeta bancaria, al momento dijo: «Ya chingamos pareja, esta
zorra trae más dinero». Le pidieron el código personal de la tarjeta, se

8
Psicólogo, Posgraduado en Orientación y Terapia Familiar y Thanatología, Certificado
por la Red Mundial de Suicidólogos y por la Fundación Francine Shapiro como Psico-
traumatólogo para Situaciones de Crisis y Casos de Desastre por EMDR de México.

153
Jose Oscar Aldana Torres

pararon en un cajero automático y uno de los secuestradores bajó y


sacó todo el dinero que le fue posible.
Cuando el asaltante regresó al auto, dijo: «…esta vieja tiene más
lana… tenemos que esperarnos a que pasen las doce de la noche para
volver a sacar más lana del cajero… mientras, vamos a divertirnos con
esta zorra». No sabe dónde la llevaron, pues le habían puesto esa capu-
cha. Los tres delincuentes la violaron mientras la golpeaban y le decían
todo tipo de palabras soeces y amenazas; la golpearon, pellizcaron y
mordieron de una forma terriblemente grotesca. De hecho, le tendrán
que hacer una cirugía reconstructiva en uno de sus senos, porque uno
de los sujetos, el más violento, la mordió en varias partes del cuerpo,
en especial los senos, y le desprendió un pezón.
Hannah no tiene idea de cuánto tiempo duró aquella experiencia
abismal: solo recuerda que se desmayó, y cuando despertó estaba
maltrecha y obnubilada, abandonada en una calle poco transitada que
daba a una zona de la autopista hacia Puebla.
Después de estar secuestrada durante esa noche, al día siguiente la
habían liberado, un carro particular pasó y al verla con la ropa rota y
ensangrentada se detuvo y la llevó a un lugar en donde pudo hablarle
a sus padres, quienes fueron a buscarla. Los padres no preguntaron los
detalles: era como si supieran lo que había ocurrido, pero no quisieran
escucharlo. Aparentemente lo peor había pasado, pues ella estaba viva
y a salvo en su casa.
Dos semanas más tarde Hannah se presentó a la escuela. No le
contó a nadie de la oficina lo que le había ocurrido, pero le era difícil
concentrarse en sus tareas.
Conforme me narra la experiencia, lo hace con dificultad para
respirar, contener el llanto, la repulsión y el coraje. Solo puede articular
algunos fragmentos de su experiencia: imágenes, sonidos, olores nausea-
bundos, sensaciones corporales que me decía que se metían en su cabeza
y no podía hacer nada para quitárselos, cosa de concentrarse o trabajar.
No podía dormir: apenas cerraba los ojos y comenzaba a tener
pesadillas en donde recordaba lo sucedido. Despertaba sudando y sin-
tiendo que el corazón se le salía del pecho. Tenía miedo de dormirse.
A pesar de que su papá la llevaba a la escuela y pasaba por ella,
Hannah sentía más miedo cada día que pasaba. A pesar de estar segura,
no se sentía segura.
El lunes siguiente ya no pudo ir a la escuela. Pidió una incapacidad
médica. Pasado el tiempo, tuvo que darse de baja y renunciar a sus
estudios, que eran la antesala para proseguir en la carrera profesional
que tanto anhelaba.

154
34. Impacto psicoemocional de un secuestro. Un intento por analizar...

Tampoco quería salir de su casa. Pasaba de estar nerviosa a estar


deprimida. A veces dejaba de comer y a veces se atiborraba compulsi-
vamente de todo lo que encontraba, para después vomitar.
Cuando veía a sus papás fingía una sonrisa para no preocuparlos,
pero ellos sabían que ella no estaba bien. Esta situación estaba minando
a su familia.
Hannah me dice: «Es horrible… ya no aguanto más… puedo estar
sentada leyendo algo y de repente regreso a vivir esa experiencia… es
como si estuviera nuevamente ahí, oliendo el aliento pestilente de esos
hombres mientras me violaban… ya no puedo más… ayúdeme, por
favor».
La escuché durante casi una hora. Cuando terminó de platicarme
le expliqué que lo que estaba viviendo eran síntomas de una patología
aguda llamada trastorno por estrés postraumático. Le expliqué que
cuando una persona vive una experiencia tan perturbadora, las memo-
rias de esa experiencia se almacenan disfuncionalmente en el cerebro
y es como si quedaran «congeladas» con todos los elementos que inte-
gran esa memoria (imágenes, pensamientos, emociones y sensaciones
corporales). Y que eso es lo que produce los síntomas que ella tiene.
La tranquilicé explicándole que afortunadamente existen varias
metodologías psicoterapéuticas que están avaladas a nivel internacional
como altamente efectivas para tratar el trastorno que ella tenía, tales
como terapia breve, psicotrauma, EMDR y focalized emotions therapy.
La invité a tratarse con una de estas metodologías y ella aceptó.
La traté durante 10 sesiones. En la quinta sesión ya habían desapa-
recido los síntomas del trastorno por estrés postraumático. Después de
eso me visitó una vez por mes para darle seguimiento; de eso hace casi
un año y Hannah se mantiene estable, ya regresó a su escuela, está a
punto de ingresar a la universidad y tiene un novio con el que se siente
muy contenta y quiere formar una familia.
Hannah ya tiene un presente, ya tiene un futuro y tiene su vida
de vuelta.

155
35. Una familia que vuelve a nacer

Terapia familiar tras el secuestro


de un hijo adolescente

Percy Medrano Saavedra9

A continuación presento el caso de una familia que vivió la ex-


periencia de un secuestro extorsivo económico y que recuperó a su
hijo, con el fin de revelar algunas interpretaciones e intervenciones
psicoterapéuticas.
La familia está compuesta por el padre, Ernesto, de 45 años; la
madre, Janeth, de 46 años; y los hijos, Esmeralda, de 25 años, y Raúl,
de 15 años. Habían transcurrido dos meses del secuestro y rescate de
Raúl, quien a consecuencia interrumpió sus estudios y no quería salir
de su casa; estas razones conllevaron a solicitar atención psicológica a
mi consulta privada.
La familia se presentó muy acongojada y preocupada por Raúl.
Ernesto indicó que su hijo había quedado muy nervioso y con el temor
de volver a ser secuestrado, razón por la cual no quería salir por ningún
motivo fuera de su casa. Además, había dejado de asistir al colegio.
Consulté cómo se sentía cada integrante de la familia. El padre indi-
caba sentirse sobrecargado con el estado de su hijo, el sufrimiento de su
esposa, la distancia con su hija y con sus deudas financieras. La madre,
con el semblante de una mujer cansada, señaló que se sentía muy triste
por lo sucedido, porque ya no era más el hijo juguetón que recordaba.
También ella temía que todo empeore y que su familia se disgregue.
Esmeralda, en cambio, manifestó que quedaban muchas preguntas
sobre el secuestro, pero que finalmente todo debería estar bien y que
además confiaba en la recuperación de su hermano. Pregunté a qué se
refería por «muchas preguntas», y al parecer tocar el tema incomodó
a los padres, que esquivaron el momento.

9
Licenciado en Psicología, Universidad Católica Boliviana, La Paz, Bolivia. Docente, Uni-
versidad Católica Boliviana, La Paz, Bolivia. Psicoterapeuta en el Centro de Desarrollo
Personal, de la Pareja y la Familia «Trasciende», La Paz, Bolivia.

157
Percy Medrano Saavedra

Finalmente, Raúl indicó que todo el tiempo pensaba en lo que


le había sucedido; se sentía nervioso, no dormía bien y temía que en
cualquier momento entren a su casa, lo secuestren o suceda algo así
con su hermana o con sus padres.
El secuestro había sucedido un día en que Raúl casi llegaba a su
casa y fue interceptado por dos personas con el rostro cubierto, quienes
le metieron a un automóvil y le llevaron, permaneciendo casi todo el
tiempo en el vehículo. La noche del secuestro, Janeth recibió la llamada
de los delincuentes y fue obligada a negociar con la instrucción fatal de
no informar a la policía ni a ninguna persona.
En esta primera sesión señalé que el evento pudo haber sido de-
vastador; sin embargo, y a pesar del dolor, la familia seguía en pie. Su
presencia en el consultorio ya decía muchas cosas buenas de ellos y en
particular de Raúl, quien ya no salía de casa. Conversamos sobre el
cómo afectó esta experiencia a «toda la familia», pero sus repercusiones
finalmente eran naturales.
Al finalizar la sesión dije a cada integrante lo positivo que me lla-
mó la atención en ese primer encuentro y los cité en el siguiente orden
a las próximas sesiones: primero a los padres, luego a los hermanos
y posteriormente a Raúl solo. Convoqué de esta manera porque intuí
que en la pareja había «tela por cortar» y que de momento quizás los
padres no se animaban a dialogar algunos temas en familia. Cité a los
hermanos para conocer el sistema fraterno de esta familia; además quedé
con la curiosidad de conocer un poco más a Esmeralda y la actitud más
optimista que mostró. Por otra parte, invité a Raúl a solas, pues aprendí
en casos de vivencias traumáticas no públicas la persona afectada di-
rectamente suele silenciar situaciones muy delicadas que muchas veces
no compartiría con su familia, tanto por el horror de lo sucedido a la
persona como para proteger a sus seres queridos.
Por lo tanto, en las sesiones mencionadas y en las posteriores afloró
el dolor y desesperación de los padres y en especial de la madre, quien
fue obligada a negociar con los secuestradores. Los padres manifesta-
ron sentirse atrapados en el dolor y la incertidumbre en el silencio; no
podían pedir ayuda y para reunir el monto económico tuvieron que
inventar excusas al pedir prestado.
En la sesión también mencionaron el terror que ambos tenían a la
muerte de sus hijos. El evento había lastimado tanto a Ernesto y a Janeth
que recordaban frecuentemente las horas interminables, la incertidum-
bre de no saber si proceder o no según las indicaciones que recibían de
los delincuentes, y sin la certeza plena de que Raúl esté con ellos y bien.
Este terror engendrado forjó enseguida el pánico a perder a sus hijos.

158
35. Una familia que vuelve a nacer. Terapia familiar tras el secuestro...

En consecuencia, rememorar a mayor detalle algunos pasajes de


la experiencia los sensibilizó más. Sin embargo, también fortaleció la
evocación en un contexto diferente y seguro donde eran evidentes las
buenas decisiones que tomaron en su momento; no se desplomaron
y lograron exitosamente el rescate de Raúl. Además, ninguna acción
justificaría semejante hecho delictivo.
En el encuentro con Raúl comprendí que no se ocultaron hechos
trascendentes. Descarté mi primera hipótesis de que pudo haber vivido
horrores que no compartió por proteger y protegerse. En las sesiones
siguientes percibimos que los síntomas fueron disminuyendo con la téc-
nica de la autoobservación. Y si bien había mejoras, en realidad parecía
que Raúl se quedaba en casa para cuidar a su mamá, quien empezaba
a mostrar manifestaciones de una depresión, pero todo esto al mismo
tiempo unía a la familia.
También se comprendió en la sesión con los hermanos cómo los
padres se habían tornado bastante sobreprotectores. El padre llamaba a
cada momento a Esmeralda y la mamá quería acompañar a su hijo, que
empezaba a salir de su casa. Asimismo, cada fin de semana los padres
pretendían compartir jornadas enteras con sus hijos.
En el caso de Esmeralda, ella manifestó que antes del secuestro
estaba en planes de independizarse y que había empezado a negociar
su salida, pero todo esto congeló a la familia. Además, Raúl comentó
que él no estaba muy bien en el colegio, y en cierta medida encontró la
oportunidad para no asistir.
En consecuencia, pareciera que el ciclo vital de la familia se detuvo,
dificultando la desvinculación y emancipación en los hijos. Sin embargo,
el trabajo psicoterapéutico familiar permitió descubrir el juego que se
generaba. Ernesto y Janeth hablaron de su terror a perder a sus hijos,
lo que daba mucho sentido a la actitud sobreprotectora que adoptaron;
esto permitió que Raúl señale que notaba a su mamá muy triste, pero ya
sin mucho sentido, pues él estaba mejor y señaló que en un principio era
más cómodo quedarse en casa con su mamá. Esta situación conmovió
a Ernesto, quien se implicó más con su esposa y poco a poco la pareja
empezó a dejar volar a sus hijos.
Para finalizar, se apunta que el trabajo terapéutico tuvo una du-
ración de cuatro meses (con dos sesiones por mes). La familia volvió
a su rutina previa. Al cabo de un año, se supo que Raúl continuó sus
estudios y que prácticamente desaparecieron los síntomas. Esmeralda
logró independizarse. Ernesto y Janeth retomaron su vida de pareja.
El fantasma de sus miedos por el secuestro de vez en cuando les
visita, pero no destruye ni paraliza; más bien genera movimiento. No
pretendo señalar que todos los cambios se deben a la psicoterapia, sino

159
Felipe García, Constanza Hernández, Pablo Arroyo y Rodrigo Mardones

más bien que fue un apoyo en un momento oportuno e inmediato,


como debe ser en estos casos. Además, Ernesto y Janeth siempre fueron
buenos padres, sumado a Esmeralda y Raúl como buenos hermanos
y que la familia tiene muchos factores protectores intrínsecos que sin
duda permitieron este desenlace.

160
36. Rescatar al planeta

Cuento terapéutico para el manejo


de emociones

Diana Rico Norman10

Los padres de Mauricio murieron de forma súbita hace un par de


años, cuando él tenía 12. Su vida dio un vuelco. Cambió de residencia
y de escuela y fue a vivir con una tía.
Llegó a terapia porque su tía estaba preocupada por él. Tenía
problemas para dormir y no le gustaba tocar el tema de la muerte de
sus padres. Si bien su tía procuraba estar cerca de él y pendiente de sus
necesidades, Mauricio se mantenía distante. Le gustaba mucho leer y
explorar temas variados.
El proceso terapéutico giró en torno a hacer un buen enganche y
un manejo respetuoso y cuidadoso sobre el duelo ante la muerte de sus
padres. Cuando se tocaban emociones, él de inmediato se ponía a la
defensiva y cerraba la comunicación.
Decidí escribir un cuento con la intención de abrir la comunicación
y la reflexión sobre las emociones. Pensé que cada vez que lo leyera re-
cordaría nuestras conversaciones. Como sea, las historias, las metáforas
y las parábolas son el lenguaje de la naturaleza, del mundo viviente.
Con el objeto de enriquecer la vida de Mauricio, la historia a crear
debía estimular su imaginación, ayudarle a desarrollar su intelecto y a
clarificar sus emociones; hacerle reconocer, asimismo, sus dificultades, al
mismo tiempo que sugerirle soluciones a los problemas que le inquietaban.
Mauricio necesitaba que se le diera la oportunidad de compren-
derse a sí mismo en este mundo complejo al que tiene que aprender
a enfrentarse, porque su vida, a menudo, le desconcierta. A través del
cuento, él puede expresar sus emociones, temores y angustias. Mediante
la escucha, la lectura y la conversación sobre la narración, puede crear
y recrear una historia, hacer conexiones y reflexiones sobre lo que

10
Doctora e psicología, maestra en Terapia Familiar, docente y spervisora del Instituto de
la Familia, A.C., miembro del Grupo Terapia Narrativa Coyoacán, Ciudad de México,
México.

161
Diana Rico Norman

sucede al interior del relato, relacionándolas con su situación particular


y descubrir soluciones que no se le habían ocurrido.
Los cuentos le permiten a quien los lee o escucha identificarse con
un personaje que vive lo mismo que él o algo similar, o bien lo que le
gustaría vivir. De esta manera, enriquece el mundo interior del interlo-
cutor del cuento, así como sus posibilidades creativas: sus momentos
oscuros se iluminan y la lucha de los personajes lo prepara para su
propia lucha cotidiana.

EL SAMURÁI
Por Diana Rico
Hace muchos, muchos años, en un lejano planeta, vivía el samurái
que gobernaba con inteligencia y corazón. Los habitantes del
planeta lo querían y respetaban porque era capaz de hacer los cál-
culos más complejos para resolver los problemas que enfrentaba
el planeta… Poseía un conocimiento y cultura enormes, producto
de sus largas horas de estudio, lectura y reflexión… Pero sobre
todo admiraban su gran corazón: era capaz de conmoverse con
las pequeñas cosas, como la sonrisa de un niño, un atardecer, un
beso, una caricia… y gobernaba con poderosos valores, como la
justicia, la prudencia, la templanza y la caridad.
Desde un planeta vecino, el viejo brujo MUR lo observaba con
un enorme telescopio y envidiaba el amor y la admiración que
le tenían los habitantes de aquel planeta al samurái. Cuando la
envidia lo invadía, cambiaba de color, se hacía verde… y como
la envidia era tan grande, se tornaba cada vez más verde.
El hechicero MUR pensó que tenía que hacer algo y decidió
preparar una pócima poderosa, que era capaz de viajar por el
espacio hasta llegar al castillo samurái.
Logró robarle al sol y a la luna, que eran tesoros invaluables
que poseía el samurái, y con ello la tristeza embargó su corazón.
La vida en el planeta cambió… Si bien el samurái seguía gober-
nando con justicia y siguiendo las directrices de una mente clara,
había algo que faltaba…
La pócima del brujo vecino había también afectado el agua del
planeta samurái y esta se trasminaba hacia el fondo del planeta.
Una sequía amenazaba con acabar con el planeta del samurái.
El brujo MUR tenía otros aliados poderosos y decidió mandarlos
al planeta del samurái. Eran INSO y DEP, que eran capaces de
luchar incansablemente. Tenían el poder de crecer impercepti-
blemente hasta apoderarse del samurái y de los habitantes de
su planeta.

162
36. Rescatar al planeta. Cuento terapéutico para el manejo de emociones

El planeta estaba en peligro… y era responsabilidad del samurái


salvarlo…
El samurái buscó en el fondo de su corazón y lloró y lloró hasta
que sus lágrimas y las de los habitantes de su planeta devolvieron
la vida a la tierra y comenzó a llover de nuevo y se restableció el
ciclo del agua… y de la vida.
El samurái y los habitantes de su planeta recobraron la alegría y
cuenta la historia que siguió gobernando con inteligencia y corazón.

Mauricio de inmediato reconoció su historia y destacamos algu-


nos de los elementos que le parecían relevantes…Y así exploramos sus
propios relatos, de tal forma que le fue posible abrir nuevos caminos.

163
37. El pasado exitoso de la depresión

Cambio pre-tratamiento
en un adolescente

Enrique Puebla11

Cuando escuché por primera vez a Gustavo, no me sorprendió que


a sus 17 años viniera a sesión con una etiqueta, con un diagnóstico:
depresión. Fue lo primero que mencionó. Poco a poco me fue contando
sobre su sufrimiento por el término de una relación amorosa, y para
él eso había significado el fin, llegando incluso a pensar en acabar con
todo. Sonaba oscuro; realmente lo había pasado muy mal.
Ese fue el comienzo de nuestra relación terapéutica, y si bien podría
haber navegado en todos los detalles del problema que estaba teniendo
Gustavo, desde hace ya algún tiempo opté por la mirada sistémica, por
la cibernética de segundo orden y, en especial, por la mirada de recursos.
«¿Qué cosas han mejorado desde antes de venir aquí?»: esa fue la
primera pregunta, que buscaba visibilizar la historia no contada hasta
aquel momento por Gustavo. Me indicó que había vuelto a hacer las
cosas que hace un tiempo tenía abandonadas: jugar fútbol, conversar y
salir con sus amigos, conocer gente nueva y retomar los estudios, entre
otras cosas. Al mencionar lo que va mejor, su expresión facial cambió
positivamente. Debo confesar que había sido una de mis primeras con-
sultas en la práctica privada y al escucharlo mi expresión facial también
cambió. Siempre me he preguntado qué habría pasado si hubiese seguido
indagando y profundizando en el problema.
Hablar de problemas crea problemas y hablar de soluciones crea
soluciones. ¡Y en verdad fue así! Luego de esta confesión pudimos
conversar extensamente de todos los detalles sobre cómo había logrado
realizar todas estas cosas y si en verdad esto para él era algo diferente
con respecto a la queja inicial que lo traía. Al saber que esto era signifi-
cativo, pensé en aprovechar el potencial de las relaciones de Gustavo y
cómo sería el mirarse desde los ojos de los demás. Le pregunté por los

11
Licenciado en Psicología, Universidad de Magallanes, Punta Arenas, Chile. Director de
Carrera Área Humanidades y Educación, UTC INACAP, Punta Arenas, Chile.

165
Enrique Puebla

cambios que habían notado las personas significativas para él usando


lenguaje presuposicional y nuevamente apareció en su rostro una son-
risa al recordar algunos comentarios de la gente a su alrededor. Todo
parecía ser algo nuevo y añejo a la vez para Gustavo; sin embargo,
ciertamente era un ejercicio interesante, puesto que, acto seguido, le
pregunté si esto era lo que él quería lograr al venir aquí, y –algo ano-
nadado– respondió que sí.
Luego de esto, no es de extrañar que al hacerle una pregunta de
escala, en donde 10 significaba que habría logrado mantener todos esos
cambios y 0 todo lo contrario, él me haya respondido que estaba en
un 7. ¡Sí! ¡Un 7! ¿Dónde había quedado aquel oscuro pasado que me
había contado? Ciertamente se estaba diluyendo después de nuestra
conversación sobre el «pasado exitoso de la depresión». Entonces, vi la
oportunidad de reforzar nuevamente aquellas cosas que lo hacían estar
en un 7 (pasado exitoso), y ya el tono de la conversación definitivamente
era esperanzador (con decir que varias veces nos reímos), llegando casi
al final de la sesión.
Le pedí a Gustavo que me espere unos minutos afuera para poder
revisar lo que habíamos conversado, darle un mensaje final con respecto
a mis impresiones y quizá darle alguna sugerencia que podría intentar
durante el tiempo que no nos veríamos. Revisé todos mis apuntes y
la verdad es que fue fácil reconocer todas las fortalezas, habilidades y
recursos que tenía Gustavo, no tan solo de él, sino también en relación
a sus amistades, familia y otros recursos. Así, pasados cinco minutos,
lo hice entrar y le conté lo que pensaba. Me encontré con un Gustavo
muy atento a mis palabras y que asentía con regularidad (el «yes-set»
se había establecido). Esbozando una sonrisa en su rostro, escuchó de-
tenidamente todos mis elogios sobre cómo había logrado enfrentar esa
compleja situación, apoyándose en sus propios recursos y en su entorno.
Al concluir, tan solo quedó pedirle que hiciera más de lo mismo, es decir,
aquello que funciona. Después de cuatro sesiones más, Gustavo decidió
que estaba bien y que ya no era necesario vernos más.
A lo mejor la terapia ya está terminando antes de empezar, resonó
en mi cabeza, pues para Gustavo co-construir el «pasado exitoso de
la depresión» fue re-conocer sus recursos y habilidades para encontrar
caminos hacia la solución.

166
38. Un John Lennon adolescente

Triangulación patológica
y desvinculación imposible
en la adolescencia

Ignacio Liévana Inchauste12

Dentro de la psicoterapia sistémica es muy importante identificar


el juego relacional que existe entre los miembros; podemos encontrar
pautas de este en momentos inesperados y que a primera vista podrían
aparentemente pasar desapercibidos. Esta historia la desarrollaré a
partir de la experiencia del caso de un adolescente al cual llamaré John,
debido a su gusto musical por The Beatles.
John es un adolescente que viene a consulta debido a su compor-
tamiento rebelde. Llegó al punto de dejar de asistir al colegio durante
varios meses; a diferencia de lo que esperaba, él tenía un evidente as-
pecto de aburrimiento y desgano, mostraba una cara inexpresiva, con
una mirada casi perdida y con los ojos sutilmente rojos e hinchados,
ojos que estaban haciendo un esfuerzo por mirar al frente y mantenerse
abiertos. Lo que su cuerpo me decía, según pude percibir, reflejaba lo
que estaba pasando en el alma de este muchacho; literalmente estaba
haciendo un esfuerzo por mantenerse vivo y existir. Le hice varias
preguntas para acercarme a su realidad; sin embargo, noté que cada
vez mostraba mayor preocupación al darse cuenta que no podía res-
ponderme, como si hubiera olvidado quién era. Posteriormente lancé
algunas preguntas que buscaban desafiarlo un poco a conocerse más,
a soñar más. Funcionó un poco mejor, pero me quedé con varias dudas
e hipótesis.
No sabía si esa indiferencia y aburrimiento de la vida se debía al
consumo de alguna droga o si estaba deprimido, ya que el padre de
John había fallecido hace poco de manera muy inesperada. Tal vez era
el duelo, pero conversando sobre el tema me di cuenta de que su duelo

12
Licenciado en Psicología, Universidad Católica Boliviana, La Paz. Máster en Ciencias de
la Familia, Universidad de Santiago de Compostela, España. Psicoterapeuta, Centro de
Desarrollo Personal, de la Pareja y la Familia «Trasciende», La Paz, Bolivia.

167
Ignacio Liévana Inchauste

iba por un camino hacia la aceptación, por lo que tampoco podía ser
eso. Me di cuenta que la causa era mucho más implícita y difícil de
identificar: era el juego relacional que tenía con la madre. Cuando tuve
un momento a solas con él, pude comprobarlo.
La triangulación es un fenómeno que siempre implica más de un
nivel generacional del sistema, y se produce a nivel relacional con alguna
finalidad, sea para ocultar problemas o por temas de poder. En el caso
de la triangulación patológica, el doble vínculo es protagonista, por lo
que es un tanto confusa. El hijo triangulado sufre confusión sobre las
lealtades, mandatos y expectativas fijadas en su persona. Además, no
está permitida la desvinculación; es decir, no se puede ser uno mismo,
sino cumplir las expectativas del otro(de los padres, generalmente).
Durante las sesiones, la madre de John le decía delante de mí que
podía hacer lo que a él le guste. Era muy complaciente y, sin embargo,
me llamó la atención la ambigüedad, ya que en el momento que él
expresó que le gustaría practicar meditación con el fin de relajarse, la
madre lo prohibió vehementemente, pues iba en contra de su religión.
Es decir, no podía ser quien quería ser o hacer lo que quisiera hacer,
como había sido mencionado; no había coherencia.
Frente a dicha acción yo cuestioné y puse en evidencia esta con-
tradicción e incluso en privado confronté a la madre, cuestionado la
importancia de la felicidad de su hijo versus su fanatismo religioso,
hacia lo cual la respuesta fue peor aún: ella sostuvo de manera tácita
que prefería estar presente en las sesiones, ya que estaba en una edad
muy influenciable y yo podía influirlo en cosas dañinas, pero que ella
estaba muy contenta con cómo estaba llevando la terapia y que con-
fiaba mucho en mí. Una vez más fue evidente la ambigüedad al decir
que confiaba en mí, pero que básicamente no confiaba en mí.
Si aplicamos nuestra empatía y por un momento nos conectamos
con el sufrimiento de un adolescente cuya madre se comunica y meta-
comunica con él de manera confusa y contradictoria, a partir de haber
creado un sistema comunicacional de doble vínculo, donde en palabras
se dice algo y en hechos todo lo contrario, podemos entender que este
fenómeno provoca rebeldía a niveles inmensurables para proteger su
alma y su existencia; o, por el contrario, someterse a las constantes
órdenes implícitas, en este caso de la madre, sobre cómo ser, cómo
vivir y cómo sentir, dejando escapar su propia existencia y su propia
forma de ver el mundo (en términos más técnicos, renunciando a su
desvinculación). Por eso, con ojos de terapeuta su rebeldía significaba
esperanza, y estaba protegiendo su ser.
Es importante al descubrir una triangulación de este tipo apuntar
a la desvinculación de la persona triangulada, enriquecer su propia

168
38. Un John Lennon adolescente. Triangulación patológica...

existencia, su propia forma de sentir y pensar. En este caso, busqué


información sobre cómo John Lennon decidió desvincularse de su
banda renunciando a las expectativas de otros para seguir las propias.
Sin embargo, mi consultante, John, dejó de asistir.

169
39. Tú no me entiendes

Cuando los problemas


de los adolescentes son desechados
por los adultos

Yonathan Moisés Barros Correa13

Comenzando en mi infancia y siguiendo hasta la actualidad, cuando


escucho hablar a los adultos sobre los problemas de adolescentes, ya
sea de sus hijos u otro que tuvo su minuto de fama en la copucha14 del
barrio, por lo general persiste la misma tónica: la devaluación de sus
conflictos o, dicho en buen chileno, el «bajarle el perfil»15 a la situación:
«No lo pesques, son cosas de cabros chicos, ya se le va a pasar»16 es una
frase que constantemente emerge en las conversaciones entre adultos.
Una pelea entre amigos, un quiebre amoroso o incluso la pérdida
de algún objeto material son situaciones que para la mayoría de las
mentes adultas carecen de la relevancia necesaria para ser considerados
como un problema. Sin embargo, para el adolescente estas situaciones
representan (y se presentan) como conflictos y estresores que dificultan
aún más el complejo proceso por el que atraviesan: la adaptación a sus
cambios morfológicos y la definición de su propia identidad.
Considerando este escenario, en que el adolescente ha visto despre-
ciados sus conflictos a juicio de los adultos evaluadores, es que aparecen
situaciones que comienzan a adquirir la «esperada» relevancia necesaria
para convertirse en un problema serio e ineludible de abordar para sus
cuidadores. Un ejemplo de ello son los problemas comunicacionales
entre padres e hijos adolescentes.
Es así como la señora Pilar, de 40 años, acude a consulta debido
a los problemas de comunicación que ha experimentado en el último
tiempo con su hija Alejandra, de 13 años. Pilar argumenta que su hija
es muy «cerrada», que se guarda todos sus problemas y no los comparte

13
Psicólogo, Universidad Santo Tomas, Concepción, Chile.
14
«Copucha» se refiere a las habladurías en un barrio.
15
«Bajarle el perfil» se refiere a quitarle importancia a alguna situación.
16
No lo pesques» se refiere a «no le prestes atención» y «cabros chicos» se refiere a los niños.

171
Yonathan Moisés Barros Correa

con ella para buscar una solución o para dejar que la ayuden. Por su
parte, Alejandra confirma lo expresado por su madre mediante una
escueta afirmación, mostrándose reticente a colaborar.
Al momento de explorar la situación es Pilar quien manifiesta el
mayor interés en mejorar este problema, expresando cómo se llena de
una constante angustia, rumiación y pensamiento catastrófico por no
saber cómo acercarse a su hija sin que esta se aleje. Mientras la locuaz
muestra de preocupación materna ocurre, Alejandra se muestra indi-
ferente, sin hacer contacto visual, solo asintiendo con la cabeza de vez
en cuando.
Se le indica a Pilar que es necesario hablar con Alejandra a solas
y ver qué sucede. Inmediatamente su madre hace abandono del box,
le explico nuevamente a Alejandra que los tópicos que hablemos ella
y yo, como psicólogo, se encuentran regidos bajo el principio de confi-
dencialidad, así que no le comentaré nada específico de nuestra charla
a su madre, a no ser que esté en riesgo su vida, la vida de otro o que
lo considere relevante y ella me autorice a comunicarlo. La joven con-
sultante se muestra de acuerdo y comienza una fase social muy fluida,
en donde los problemas de expresión que la madre había referido con
anterioridad pareciesen no existir, por lo que gradualmente se pasa a
la exploración del motivo de consulta y del problema.
Ps: Ahora que te conozco un poquito mejor, dime: ¿qué pasa, por
qué vienes a sesión y cuánto hay de cierto en lo que tu madre me contó?
A: Lo que mi mamá te contó es cierto. No le digo nada y cuando
quiere acercarse a hablar me alejo o me voy a mi pieza.
Tras la exploración del problema en un par de sesiones posteriores,
pude pesquisar que este problema comunicacional madre-hija era el
resultado de reiterados intentos de acercamiento fracasados, por parte
de Alejandra hacia su madre, quien motivada por sus expectativas de
recibir una correcta orientación y ayuda para entender la complicada
etapa por la que atraviesa, obtuvo como respuesta una escueta norma-
lización: «Tranquila, hija; esto es algo de la edad. Ya se te pasará», la
cual comenzó a integrarse como una lectura de pensamiento en la joven.
A: No le cuento nada porque siempre me dice lo mismo… y eso
no me sirve de nada.
Ps: ¿Cómo te gustaría que hubiese sido la charla?
A: No lo sé… que me comprendiera mejor, que en lugar de tratarme
como a una niña mañosa, me hubiese hablado como a una persona con
un problema real, tal como los problemas que tiene ella o cualquier
otra persona.
Ps: ¿Has hablado sobre estos problemas con alguien que te haya
dado la respuesta que esperabas?

172
39. Tú no me entiendes. Cuando los problemas de los adolescentes...

A: Sí, con mi papá. Él un día me vio medio triste y fue como si me


hubiese leído la mente: se me acercó y me empezó a hablar de lo que le
había pasado a él a mi edad, de cómo se sintió entonces, lo que pensaba
y lo que hizo para arreglar todo… esa conversación fue auténtica. Sentí
que de verdad comprendió lo que me pasaba.
Esa sesión fue la confirmación de lo que Carl Rogers planteaba
como las bases del trabajo terapéutico: el vínculo comienza desde la au-
tenticidad del terapeuta, la empatía y lo que muchas veces se nos olvida
a los adultos con los adolescentes, la aceptación incondicional, que se
traduce en acto de validar y valorar su problema como una situación
real que impacta significativamente en su vida y que, al igual que con
los adultos, les genera dolor, sufrimiento y les supone un obstáculo para
su desarrollo personal.

173
40. Ping-pong

Elementos de apoyo y colaboración


para una familia reconstituida

Juan Miguel Correa Martínez17

Mi beneficiario identificado es Juan, un adolescente de 15 años


de edad. En la primera sesión vino acompañado de su madre, quien
refiere lo siguiente: «Mi hijo es un malcriado, no obedece. Ya es hora
que vaya a vivir con su padre, es insoportable. Tampoco obedece a mi
pareja actual, a pesar de que él hace todo lo posible para comprenderlo
en esta etapa, que dicen que es difícil. Le cuento también que Juan es
un mal agradecido».
Un inicio conmovedor para defender a Juan, cuando percibí una
sensación de tristeza en su expresión que me permitió pensar en cons-
truir una mesa metafórica y colocar encima de ella nuestra experiencia
profesional y personal para un trabajo con adolescentes. Luego pregunté
a la madre si habría motivo para hablar mal de Juan o si realmente está
en nosotros querer apoyarlo, o si habría alguna razón de incluir la voz
interior de Juan para colaborar con él, pudiendo redefinir y explicar
en la sesión sobre ello: «Quiero decirles que de seguir hablando mal
de Juan no habría motivo de ayudarlos», y claro, «de incluir esa voz
interior de Juan en la conversación, nos acercaría más a pensar en él».
Convencido que el apoyo es la raíz del proceso terapéutico y varía
de acuerdo al contexto, y la colaboración estaría expuesta a una libre
expresión compartida, este fue el punto de inicio para definir nuestro
contexto, así como para formar una alianza terapéutica y construir la
comunicación emocional y relacional. Observé que la intención de la
madre al dirigirse a su hijo tuvo otra sensación, junto a la expresión de
Juan, sintiéndose único y diferenciado del problema.
Sin embargo, hice hincapié en la petición de la madre: «Quiero
que mi hijo vaya a vivir con su padre» y «esto me hace tener muchos
problemas con sus demás hermanos y con mi pareja actual», fue cuando

17
Licenciado en Psicología, Universidad Antonio Guillermo Urrelo, Cajamarca, Perú. Máster
en Terapia Familiar, Universidad Autónoma de Barcelona, España.

175
Juan Miguel Correa Martínez

me pregunté para mí mismo si hablar de estas cosas delante los hijos se


considera lo doloroso que es para ellos esta situación.
Le pregunté si sabía lo que opinaba el padre de todo esto. Ella me
respondió que tampoco quería saber nada de él. «Me ha dicho que yo
me comprometí a tenerlo, y que ahora es mi problema». Pues esto me
asombró y pensé de qué manera podría comprender el espacio emocio-
nal de Juan cuando este era desconfirmado por ambos padres. No me
quedó otra alternativa que conversar sobre lo que escuchamos, sentimos
y vemos: «Juan, hace un momento pude apreciar en ti ser como esa
pelotita de ping-pong, que me devuelven de un lado a otro» (haciendo
gestos con las manos). Le dije que quien pierda o gane en este juego de
ir y venir, alguien realmente terminará golpeado; Juan movió la cabeza,
como afirmando sentirse así. En ese momento se destacó la creatividad y
la metáfora como un especial elemento para la creación de un espacio en
las relaciones, siendo estas cuestionadas ante una situación dominante.
Sabemos que no es nada fácil aprender a adaptarse, pero cada ele-
mento encima de una mesa para cada ser humano viene a ser un gran
y atractivo reto para fomentar un apego íntimo, sintónico y reflexivo,
entre todos, que generan lo que yo llamo «SAP» (sentimientos, acciones
y pensamientos), diferentes cuando estos son escuchados e incluidos.
En esta situación necesitábamos que Juan se sintiera reconocido, con-
firmado, a salvo y protegido ante argumentos desconfirmatorios.
De acuerdo a nuestro objetivo terapéutico, íbamos consiguiendo
una actitud sintónica y cercanía emocional, centrada en su lenguaje,
relaciones y conversaciones, como fue el hecho de actuar para que las
cosas sucedan. Escuché con mucha atención y con todo el cuerpo para
dar cuenta de lo que vi y oí; asimismo, pude trasladar mi experiencia
no contada hasta su lugar para reconocer los efectos del saque de la
pelotita de ping-pong que Juan debería conocer.
Luego empecé a activar los recursos del sistema para iniciar una
nueva partida de juego en la que Juan tendría que elegir el ambiente,
la mesa y el color de la paleta. Pues me permití hacer la siguiente in-
tervención: «He escuchado en un inicio del juego decir a tu madre lo
importante que es estar al otro lado de la mesa (tu padre) y lo mucho
que ha anhelado estar a tu lado en situaciones difíciles; sin embargo,
este juego emocionante se puede jugar con dos o cuatro jugadores,
pero ahora nos toca iniciar el juego de un modo distinto, con alguien
que quiera jugar de manera responsable. Es así que tú decidirás quién
sacará primero y quién luego».
Después de un breve momento de reflexión, nuestras expresiones
tambalearon, pero vi que todo esto dependía del contexto en el que
íbamos a decir algo. Recordé el inicio y el frío lenguaje de la madre al

176
40. Ping-pong. Elementos de apoyo y colaboración para una familia...

dirigirse a su hijo, pero este ya no era el mismo con el transcurso de la


entrevista; ahora era la oportunidad de que Juan hablase de un modo
amistoso, tal como lo iba haciendo, proponiéndose estar más cerca de
ella, su madre, para no salir de casa.
Se necesitaba escuchar a Juan, y tengo que decirlo, yo sentía mucho
miedo, pero no tuve otra opción que lanzarme como espectador desde
la tribuna: «Mi querido amigo, quiero decirte algo. Los adolescentes
quieren tener una nueva vida y los padres tener nuevas tareas», «me
pregunto si tus sentimientos e ideas, y tu nueva actitud, comunicarán
a tu madre lo importante que eres para ella» o «¿valdría la pena escu-
char lo que sería mejor para ti, o lo que tengas que decirnos?»; en fin,
«quisiera celebrar este aprendizaje reconociendo tu valentía y lo que
pondrás en marcha cuando estés en casa».
Cuando he contado esta historia he sentido no terminarla, porque
la vida del adolescente no es difícil, como suelen decirlo; es como un
sueño, y el sueño se alcanza cuando se lo describe, cuando son tocados
con permiso, cuando se respeta su territorio, sus historias y escuchamos
en su lenguaje, y este cambia cuando son contadas desde otra actitud.
Quisiera celebrar este aprendizaje comentando que no esperaba
saber la última opinión de la madre en la sesión. Sin embargo, lo que
nos ofreció y surgió durante el proceso terapéutico fue mucho respeto
y una actitud sintónica que comunicaba esperanza para Juan. Ella pidió
la palabra para decirnos que valdría la pena escuchar a su hijo.
No dije nada: solo sentí una sensibilidad vívida. Me movió mucho
esta experiencia, en la que pude ofrecer gestos de confortación y una
libre expresión (pude sentir alguna lágrima caer en mi rostro). Ello me
hizo ver con mayor claridad el sufrimiento: «Gracias querido Juan,
por ese regalo de confianza, gracias señora por haberme dejado habitar
juntos esta experiencia».
Al final de la entrevista percibí mucha esperanza y una actitud
positiva de la madre, con ganas de defender a Juan y enfrentar una
nueva reorganización familiar que le ayude a superar las dificultades
que surgirán en la nueva familia, y los hermanos, especialmente si son
adolescentes, y que estas se pueden complicar, pues el padre biológico
y el cónyuge actual en cierta forma no siempre estarán de acuerdo.

177
41. Escalada asimétrica

Relación madre e hijo posterior


a la ruptura de los padres

Ámbar Rioseco Brito18

Era un día miércoles. Recuerdo que era mi primera sesión con un


adolescente en terapia y además sabía que sería evaluada. Siempre se
nos ha dicho que los casos más complejos son los adolescentes, ya que
usualmente asisten obligados y muchas veces no saben por qué los
están llevando a terapia. Estaba nerviosa: quería lograr un ambiente
de confianza con Ignacio para que no se sintiera incómodo y a la vez
era un desafío para mí.
Llegó a terapia serio, tímido y sin decir muchas palabras; sin em-
bargo, siempre estaba atento y era caballero y respetuoso. Comenzó la
sesión; le pregunté su nombre y luego de ello iniciamos una conversa-
ción que en cosa de minutos se volvió relajada y fluida. Hablamos de
sus intereses, que por cierto eran parecidos a los míos; compartíamos
gustos en videojuegos, películas, fútbol, etc., por lo que no fue difícil
lograr el rapport junto a él. Poco a poco sentía que los nervios iniciales
se iban desvaneciendo.
Luego de una larga fase social en la que él se explayó sin obstáculos,
llegamos al motivo de consulta y en ese momento él dice lo que yo temía
que llegase a decir: «No sé», él venía obligado, enviado por alguien,
no porque fuera consciente de algún motivo de consulta o de alguna
problemática. Sin embargo, se esforzaba por encontrar la explicación
de por qué se encontraba aquí, y dijo con voz dubitativa: «Creo que
estoy acá porque me porto mal, no me saco buenas notas en el colegio
y a veces mis papás me castigan porque no les obedezco». Entonces
el poner objetivos era aún más complejo, pues él no sabía qué quería
lograr con asistir a terapia. Tuvimos que comenzar a co-construir los
objetivos a partir de lo que él creía que debía mejorar.
Posteriormente venía la entrevista junto a la madre de Ignacio.
Luego de unos minutos de conversar de la planificación de las próximas
18
Universidad Santo Tomás, Concepción, Chile.

179
Ámbar Rioseco Brito

sesiones, del consentimiento informado y de la confidencialidad, llegó el


momento en que la madre dio el motivo de consulta para Ignacio. Bastó
que dijera un par de palabras para que comenzaran a reñirse en una
discusión con gritos, llanto por parte del adolescente y descontrol por
parte de los dos. En ese momento no sabía si intervenir o quedarme ca-
llada. Los observé por unos minutos y les prestaba pañuelos desechables
mientras se gritaban el uno al otro. Creo que fueron momentos tensos
en los que me sentí desorientada, sin saber qué hacer o cómo actuar.
Durante la sesión fue necesario moderar la conversación y no to-
mar partido por uno de los lados; establecimos en conjunto los límites
que debían existir en las siguientes sesiones. Además, les expliqué que
decir las cosas y expresar las emociones era importante, sobre todo la
comunicación entre ellos. Puedo decir que el mantener la calma du-
rante un momento tenso fue la mejor opción que pude haber tomado
y en la siguiente sesión fue de ayuda para continuar la terapia, ya que
se descubrió que el principal motivo de consulta era en función de la
dinámica familiar que existía en casa, producto de la ruptura entre los
padres de Ignacio.
En la mayoría de los casos, cuando se trabaja con un adolescente
es probable que no tengamos claro desde un principio el motivo de
consulta. También es probable que no sean los más cooperativos en
la primera sesión; no obstante, no hay que desesperarse. Si hay una
discusión entre los padres y el adolescente es posible dejar que digan
lo que tengan que decir, siempre manteniendo el respeto por el otro y
estableciendo límites; es necesario que existan estos momentos de ca-
tarsis en los que se llega a una escalada y luego de que llegan al límite
máximo logran bajar las revoluciones y hablar de manera adecuada y
calmada lo que por mucho tiempo se calló.
Como es posible apreciar en la presente historia, elementos como
la autenticidad, el respeto y los procesos de motivación por parte del
terapeuta son de suma importancia para favorecer la participación de
los adolescentes, debido a que no siempre tienen claridad del problema
o motivo de consulta y en algunas oportunidades no presentan interés
en abordar sus problemas en contexto de intervención, ya sea por
desconocimiento de alguna dificultad o motivación para el cambio.
Sumado a los elementos señalados y como se aprecia en el relato, la fase
social orientada al conocimiento mutuo facilita la relación con algunos
adolescentes y permiten en un posterior momento generar estrategias
para motivar el cambio y la «venta» de terapia de ser necesario.
Por otra parte se debe tener presente que los problemas no necesa-
riamente responden a los individuos particulares, sino a las dinámicas
relacionales e interactivas de los miembros o a factores contextuales.

180
41. Escalada asimétrica. Relación madre e hijo posterior a la ruptura...

En el caso de Ignacio, los problemas entre madre e hijo se relacionaban


con dinámicas interactivas desarrolladas por la ruptura entre los padres
del adolescente.
Finalmente quiero señalar que mantener la calma en momentos
difíciles y moderar las sesiones estableciendo límites claros permitieron
un desarrollo favorable a la intervención.

181
42. Sacar plata no es tan malo

Foco en los recursos de un adolescente


en una primera entrevista

Gabriela Pérez Vidal19

Una madre muy angustiada se acerca a solicitar ayuda para su


hijo por un problema que ha presentado desde hace un año y medio.
El problema parece ser un tema muy delicado para la familia: es que
Joaquín, de 14 años, ha estado sacando dinero a sus padres. Su madre
explica que le han preguntado y confrontado, pero no hay explicación
para lo que hace.
Cuando hablamos a solas con Joaquín le pregunté cómo es que el
sacar dinero era un problema para él y me contó lo complicado que
estaba porque notaba que sus padres estaban cansados y desesperados,
pero en especial porque sentía que había traicionado su confianza. Así
convenimos que el problema en realidad era otro: el haber perdido la
confianza de sus padres. Esto realmente le dolía mucho.
Una vez reformulado el problema que traía a Joaquín, me propuse
conocerlo. Así descubrí que Joaquín es un adolescente que se define a sí
mismo como una persona amistosa, que quiere mucho a sus padres y que
es amante del básquetbol, tanto así que gracias a su buen rendimiento
en este deporte, el año pasado ganó una beca escolar, la cual le dio la
posibilidad de estudiar en un colegio particular subvencionado por un
año. La condición que pusieron sus padres fue que podrían pagarle el
colegio una vez terminada la beca, siempre y cuando sus notas fueran
sobre 5,0. Todos estuvieron de acuerdo.
Joaquín y su familia hace un año deciden tomar esta beca y Joaquín
se cambia de colegio para cursar el octavo básico, pero su rendimiento
académico no fue el mejor, y claro, el nivel de exigencia en este colegio
fue mayor y se notó.

19
Psicóloga, Universidad de Viña del Mar, Chile. Postítulo en Terapia Sistémica Orientada
a las Soluciones, Centro Sol Instituto, Punta Arenas, Chile. Psicóloga, CESFAM Mateo
Bencur, Punta Arenas, Chile.

183
Gabriela Pérez Vidal

No obstante, Joaquín es un adolescente perseverante y decidido,


por lo que se propuso subir sus notas para que sus padres aceptaran
mantenerlo en este colegio toda la enseñanza media, al mismo tiempo
que se mantenía entrenando y cultivando sus amistades. Esta actitud le
trajo buenos resultados, pues le estaba yendo bastante mejor.
Como el tema de la amistad era algo que le importaba y definía,
decidí explorar cómo hacía para cultivar sus amistades. Me contó que
siempre aceptaba salir con ellos a dar una vuelta, ir a comer un com-
pleto o disfrutar de una pizza en un local muy popular de la ciudad. Y
claro, para todo esto necesitaba dinero, pero sabía que sus padres no
estaban pasando por el mejor momento económico. Y, como recordarán,
Joaquín es un adolescente al cual le importan mucho sus padres y no
quería ocasionarles un problema más.
Nuestra conversación fue relajada: hablamos del básquetbol y
de lo mucho que lo apasionaba practicarlo, además de lo importante
que fue para él lograr adaptarse a esta nueva escuela y hacer nuevos
amigos para sentirse a gusto. Me quedé un buen rato conversando
con él acerca de su tema favorito, pensando que esto me permitiría
elicitar otros recursos personales en Joaquín; no me equivoqué. Me
contó que el básquetbol le ha permitido aprender muchas cosas, entre
ellas a identificar patrones de juego, lo cual lo llevó a ser un excelente
estratega en la cancha, además de desarrollar disciplina y a perseverar
en sus metas, todo lo cual también había estado utilizando a su favor
para subir sus notas.
Luego me centré en preguntarle qué tendría que notar diferente
para saber que este problema ya no era parte de su vida, y su respuesta
fue inmediata: recobrar la confianza de sus padres. Para tener más
claridad de su meta, le pregunto con honesta curiosidad: «¿Y cómo
vas a notar que conseguiste recobrar su confianza?». Lo piensa unos
segundos y responde: «Me van a mirar distinto cuando me dejen solo
en la casa porque ya no voy a sacar plata», y lo reforcé con un sincero
«ahí lo tienes».
Surgen más preguntas porque ya tenía su futuro preferido encami-
nado: «Y si ya no vas a sacar plata, ¿qué vas a hacer distinto cuando
te quedes solo en casa?», «¿cómo va a ser esa mirada de tus papás?»,
«¿qué va a ser distinto en ti cuando ellos te miren así?», «cuando tú
hagas esto, ¿qué vas a ver distinto en ellos?», y así hasta que agotó sus
respuestas a mi persistente curiosidad.
Desde aquí en adelante lo invité a buscar excepciones y le pedí pen-
sar en algún momento, por pequeño que fuera, en donde haya notado
que algo de este futuro preferido ya había ocurrido y, por supuesto, ya
había intentado sus propias estrategias para esto, como por ejemplo:

184
42. Sacar plata no es tan malo. Foco en los recursos de un adolescente...

ponerse los audífonos y escuchar música cuando se quedaba solo en


casa para «no tentarse», vender unas zapatillas que ya no usaba para
tener algo de plata y no pedirle dinero a sus papás.
Decido amplificarlas y convertirlas en tarea de acción no sin antes
elogiar sus maravillosos recursos y talentos, y admirar cómo había
hecho para utilizarlos en favor de resolver sus problemas incluso antes
de venir a consulta.
Al cabo de un mes, Joaquín me cuenta que no han vuelto a ocurrir
episodios problemáticos relacionados con dinero y que nota que sus
padres están más tranquilos. Me intereso por saber todo lo que él ha
hecho diferente, me cuenta que busca distraerse en cosas que le gustan
cuando se queda solo, que ha optado por pedir plata a sus papás cuando
lo necesita, que cuando el clima está bueno, está yendo a pie hasta su
colegio para ahorrar la locomoción y así tener algo más de dinero y que
cuando lo envían a comprar entrega todo el vuelto, incluida la boleta.
Al entrevistarlo junto a su madre y preguntarle a ella qué ha esta-
do mejor, con una capacidad sobresaliente de reforzar lo positivo de
su hijo dice estar muy contenta y sorprendida con los cambios que ha
percibido tan rápidamente en Joaquín. Además, logra visualizar el im-
pacto de estos a nivel familiar, se siente mucho más tranquila y cercana
a Joaquín y pasan más tiempo conversando entre todos: «Nos hemos
vuelto a mirar gracias a él. Puedo decir que después de todo no fue tan
malo lo que nos pasó». Joaquín solo sonríe.
El mantener el foco constante y elogiar los recursos personales de
Joaquín en otras áreas de su vida y en momentos sin el problema fue
lo que marcó la diferencia. Esto porque al presuponer que Joaquín
tiene la capacidad y los recursos suficientes para encontrar la solución
a sus problemas, se abren posibilidades de observar cómo lo ha hecho
en otras situaciones, lo cual permite al terapeuta visualizar con mayor
facilidad los recursos personales del adolescente y amplificarlos para
que nuevamente encuentre cómo hacerse cargo de buscar su propia
solución al problema que lo trae a consulta.

185
43. Destituyendo a Man

Uso de la externalización
en descontrol de impulsos
con un adolescente

Scarlet Baeza20

Mi consultante fue un adolescente de 14 años, estudiante de enseñan-


za media, quien por voluntad propia solicitó ayuda por la problemática
que lo aquejaba: no lograba controlar sus impulsos al discutir con sus
padres.
Su madre biológica había contraído segundas nupcias con el hombre
con el que ahora vivía; también tenía dos hermanos pequeños, fruto de
esa relación. A pesar de que su padre no era el biológico, él nunca se sin-
tió como un extraño, sino todo lo contrario: agradecía a cada segundo
el amor que este le había brindado, pues nunca había hecho distinción
entre sus hermanos, y él más bien lo consideraba como a ellos e incluso
luchaba para que él obtuviera su apellido.
Si bien la atmósfera familiar era cariñosa y asertiva, el consultante
no lograba dar solución a una problemática que estaba comenzando a
afectar la relación con sus padres; a pesar de las muchas soluciones que
buscaba, no lograba controlar su enojo al discutir con ellos, desde la
situación más simple a la más compleja. El descontrol se presentaba en
forma de gritos y golpes dirigidos hacia la pared o el piso. Esta actitud
se presentaba en dos ocasiones diferentes: cuando no lograba obtener
lo que quería de sus padres (permisos en su mayoría o no querer hacer
los labores del hogar) y cuando sus hermanos pequeños sufrían alguna
caída y/o tropiezo. Es por eso que acude a psicoterapia acompañado de su
padrastro, quien se presenta y firma como su «padre» en todo momento.
Llegan con una motivación muy grande. Ambos comienzan a relatar
la problemática desde diferentes perspectivas y enseguida agradecen toda
la ayuda que pudiese brindarles, pues –en palabras de ellos– ya no les
quedaban herramientas para luchar contra la problemática.

20
Psicóloga, Universidad Santo Tomas, Concepción, Chile.

187
Scarlet Baeza

En la primera sesión el consultante deja en evidencia la motivación


por cambiar, pues al indagar en las soluciones intentadas y fracasa-
das nos damos cuenta de lo largo que había sido el camino recorrido
combatiendo el descontrol: contando del 1 al 10; intentando llorar,
cerrar los ojos y concentrarse en otra cosa; entre otros. Se le elogia
inmediatamente por la capacidad de ocuparse y buscar solución a los
obstáculos que aparecían en su camino y a la perseverancia y motiva-
ción que se lograba observar en él.
Relata que el primer caso de descontrol que recuerda solo había
sido hace un par de años atrás, cuando su madre le había prohibido
juntarse con los amigos que tenía entonces, pues andaban en «malos
pasos» –incluso uno había apuñalado a otro en una riña–; recuerda
que al escuchar reiteradas veces el «no» de su madre, golpea un ja-
rrón lanzándolo lejos y quebrándolo. Explica no recordar lo que lo
había impulsado a actuar de esa manera, pero desde ese momento no
había logrado detenerse. Desde la primera sesión me había llamado la
atención que el cliente no sentía que ese descontrol fuera parte de su
personalidad, sino algo de lo que no podía deshacerse.
Con más preguntas, busco que el consultante sea capaz de identifi-
car los síntomas físicos que antecedían el descontrol; además, trabaja-
mos con psicoeducación y entrenamiento en respiración diafragmática,
esto último enfatizando lo que el buen uso de la respiración podía
generar en su cuerpo y su conducta. También trabajamos en detectar
excepciones, identificación de pensamientos automáticos, identificación
de recursos personales y prescripción de la recaída, entre otros.
El momento crucial de la psicoterapia ocurrió mientras trabajába-
mos con la externalización del problema. Aprovechando que el cliente
no sentía que aquello que le aquejaba fuese parte de su personalidad,
le expliqué que íbamos a hacer un ejercicio que quizás en un comienzo
le parecería extraño, pero que con el pasar del tiempo irá notando la
importancia de ello. Comienzo utilizando la analogía del organismo
y su «sistema de alarma», señalando que el dolor cumple una función
importante al advertirnos que algo ha cambiado en nuestro cuerpo y
debemos ponerle atención. El cliente rápidamente logra entender por
qué le estaba hablando de aquello, llegando a la conclusión que el
descontrol había llegado a su vida para advertirle que algo no estaba
bien. En su caso, la frustración no podía regularse normalmente; es
por ello que el descontrol aparecía.
Posteriormente lo invité a imaginar cómo sería el descontrol si es
que tuviera forma, si es que fuese algo o alguien. El cliente rápidamente
comienza a imaginar creando finalmente a «Man», un ser antropomór-
fico anaranjado, con alas y ojos rojos parecido a un «hombre polilla».

188
43. Destituyendo a Man. Uso de la externalización en descontrol...

Desde aquel momento, el discurso comienza a cambiar, pues ya no


hablábamos de «descontrol de impulsos», «ira» o «frustración», sino
de «Man», este ser que debía haberse desarrollado como una habilidad
normal para regular la frustración, pero no lo logró y con el tiempo
comenzó a mutar hasta llegar a lo que era el día de hoy. Al pasar las
sesiones, el cliente comienza a empoderarse respecto a la problemática,
intentando vencer a «Man» con todas sus fuerzas.
Posteriormente cité a la madre del consultante, pues era muy
importante para el cliente lograr que su madre notara los cambios
en él; sentía que aún lo veía como un niño pequeño. Esto le desataba
gran frustración y aparentemente era lo que le provocaba el mayor
descontrol. La madre reconoció grandes cambios en él, comparando un
antes y un después y logrando aclarar todo lo que sentía hacia su hijo;
el orgullo que sentía hacia él por su gran perseverancia; los cambios
al discutir alguna situación; y la responsabilidad y el gran amor hacia
sus hermanos pequeños. Estas apreciaciones positivas el consultante
los desconocía y claramente representaban un cambio en la forma de
sentir y pensar respecto a lo que era antes y lo que era ahora.
El consultante sentía que finalmente su madre lo veía como él
quería, como un adolescente responsable que no era influenciado por
malas juntas, que no fumaba; solo bebía cervezas de vez en cuando
y siempre se preocupaba por sus hermanos, pues ellos eran su gran
motivación para el cambio, ya que en muchas ocasiones repetía que
debía ser un buen ejemplo para sus hermanos y él no quería que ellos
imitaran lo peor de su persona.
Posteriormente el consultante logra reaccionar como siempre
había querido frente al enojo: con tranquilidad y madurez. También
señalaba poder pensar antes de hablar, lo que lo había ayudado en
varios aspectos de su vida, a medir las consecuencias de sus actos y
ayudar en el hogar sin que tuvieran que obligarlo.
Respecto a los recursos que el consultante identificaba en su vic-
toria contra «Man», rescataba la alta motivación a cambiar, la cons-
tancia en los ejercicios, su perseverancia y el tener una familia que lo
apoyaba constantemente.
Posteriormente se le propone despedir la psicoterapia escribiéndole
una carta de despedida a «Man», en donde amablemente se ofrece a
leerla, indicando:
En un momento de mi vida, llegué a sentir que tú, Man, serías la
solución, que tú me darías el alivio, pero en realidad no fue así. Yo no
siento que me ayudaste, sino que me perjudicaste, sentí que no era yo,
mi persona no era de ese modo. Me costó superarlo, pero lo logré, tú
solo me hacías nublar mi vista, mis pensamientos, que se apoderaran

189
Felipe García, Constanza Hernández, Pablo Arroyo y Rodrigo Mardones

de mí los enojos y esa rabia. Para mí fue un gran alivio poder dejarte
atrás, saber que no te necesito; es algo que en verdad me hace respirar
aliviado y sé que cuando vengan esos impulsos tengo las herramientas
para que no vuelvas, Man.

190
44. Choque de culturas

Aprendiendo costumbres de la cultura


aymara en un caso de bulimia nerviosa

Shirley Inchauste21

Es el caso de una muchacha de 16 años –de origen aymara– diag-


nosticada con bulimia nerviosa por el ala de psiquiatría del Hospital de
Clínicas de la ciudad de La Paz. Vive con sus padres y es la mayor de
cuatro hermanos. Sus padres migraron del campo a la ciudad del Alto
de La Paz para buscar un futuro mejor. Es así que sus padres salen a
trabajar todo el día y ella se queda a cargo de los quehaceres de la casa
y del cuidado de sus hermanos.
El padre la llamaba cariñosamente Akt’aña, que en idioma aymara
significa «relleno», ya que ella estaba con sobrepeso. Este apelativo la
molestaba mucho y a pesar de haberle manifestado al padre su molestia,
él continuaba llamándola así. Cabe notar que en la cultura aymara la
gordura es sinónimo de salud y prosperidad.
Asimismo, en el colegio la eligieron portadora de la bandera para el
desfile escolar. Pensó que sería una buena ocasión para adelgazar y no
ser llamada Akt’aña, y además conquistar a aquel muchacho que tanto
le gustaba. Decidió comenzar una dieta rigurosa basada únicamente en
mates. La dieta la realizó por un corto tiempo, llegó el día del desfile
y grande fue su sorpresa cuando se probó el traje y le quedó ajustado;
sin otra alternativa, lo vistió. Durante el desfile pudo ver al muchacho
que pretendía conquistar acompañado de otra muchacha, lo que la
desilusionó profundamente.
Así, decide continuar con la dieta rigurosa en base a mates, pero
sentía mucha hambre, por lo que ingería muchos alimentos a la hora
del almuerzo para posteriormente sentirse muy mal y culpable por
haber comido tanta cantidad. Entonces inducía el vómito, lo cual la
hacía sentirse mejor y en paz consigo misma. Posteriormente no comía
21
Licenciada en Psicología, Universidad Católica Boliviana, La Paz, Bolivia. Especialista
en Terapia Sistémica y Terapias Breves, Universidad Católica Boliviana, La Paz, Bolivia.
Psicoterapeuta, Centro de Desarrollo Personal, de la Pareja y la Familia «Trasciende»,
La Paz, Bolivia.

191
Shirley Inchauste

nada hasta el día siguiente. Repite esta secuencia diariamente, logrando


adelgazar 40 kg, hasta pesar 31 kg.
Es en esa circunstancia que me la derivan para brindarle terapia
psicológica. Conocí su historia familiar cargada de mucha violencia,
sobresaliendo el padre en su agresividad hacia la madre, así como
hacia los hijos. Igualmente la cultura aymara permite la violencia por
parte del varón en la familia, sumado a que se les da poca atención y
cariño a los hijos, en la creencia de que se los puede malcriar; también
es percibido de forma positiva el sobrepeso en las personas. Es así que
defino la forma de intervención.
Después de conocer la secuencia de los atracones y posterior ayu-
no, decido aplicar la prescripción del síntoma, dándole horarios y días
para vomitar con la finalidad de ir reglamentándolo, convirtiéndolo en
obligatorio, para de esa manera disminuir su frecuencia y quitarle los
beneficios de vomitar, debido a que de esta manera llamaba la atención
de sus padres y no engordaba a pesar de los atracones. Fue muy ardua
mi tarea de hacerles comprender a los padres lo que estaba prescribien-
do a su hija, justamente aquello que ellos deseaban que desapareciera.
La consultante estuvo de acuerdo en un principio de hacer la tarea,
realizándola durante dos semanas.
Los padres acudieron a consulta como lo hacían cada semana y esta
vez estaban contentos porque su hija había retomado algunas activida-
des en el colegio, ensayando allí un baile. Quedamos en seguir adelante
con el tratamiento. A la siguiente semana acudieron nuevamente los
padres y la consultante a sesión. Vi primero a los padres y luego a la
consultante, quien me dijo no querer continuar con la terapia, puesto
que esta había sido impuesta por los médicos y sus padres, señalando
que ella nunca quiso hacerlo.
Les informé a los padres de la decisión de la consultante y estos se
enojaron con ella, recriminándole que ellos hacían todo lo posible por
darle lo mejor, trabajando muy duro para ello. La consultante bajó la
cabeza, no articulando mayor comentario.
Lo acontecido en la intervención hasta ese instante me hizo compren-
der primeramente, a modo de hipótesis, la utilidad del síntoma para la
consultante, debido a que posteriormente en el proceso se da a conocer
que ella lo utilizaba para aplacar la violencia familiar. También me quedó
claro del impacto del choque de culturas en la consultante, con la cultura
urbana diciéndole por un lado que el ser delgada es sinónimo de belleza,
popularidad y éxito, y por otro lado la cultura aymara, indicándole que
la gordura es sinónimo de salud, belleza y prosperidad. Ella optó por
la utilidad que le brindaba la cultura urbana, pudiendo mantener a sus
padres distraídos con su síntoma y disminuyendo además la violencia
en su casa.

192
45. Permiso para decir no

Devolviendo el control
a adolescente con estado depresivo
por inseguridad personal

Gonzalo E. Morales Merino22

Un adolescente de 17 años llega a consulta por un estado depre-


sivo asociado a ruptura de pareja. Se muestra desanimado, con tono
de voz plano y baja expresión facial y corporal. La primera sesión se
desarrolla en torno al reconocimiento y expresión de sentimientos de
su estado actual; en general relata una dinámica de pareja fuertemente
jerarquizada, encabezada por la ex pareja.
En el transcurso de las sesiones, el adolescente verbaliza muchas
inseguridades sobre sí mismo. Al momento de graduar el desánimo a
través de las preguntas de escala y comprender los hechos y conductas
que podrían estar asociadas a un desánimo mayor o menor, cada vez
parecía estar más claro que este respondía en gran medida a la sensación
de bajo control del entorno y de sí mismo, inclusive por sobre la pér-
dida de su ex pareja. Es decir, el adolescente comenzó a asignar mayor
importancia a la falta de control que a haber «perdido» a su pareja.
El motivo de consulta comenzaba a cambiar, por lo que comencé a
indagar en la expresión concreta de la «falta de control» descrita por el
consultante. «Siento que no puedo controlar lo que pasa… siento que todo
transcurre sin que yo pueda influir en lo que me afecta directamente».
«¿Sientes que no puedes decidir cosas respecto de ti mismo?», pregunté.
Él se tomó unos segundos, pero respondió con un «sí» certero. «¿Cómo te
darías cuenta de que estás controlando una situación?», ahondé. Se toma
más segundos que en la pregunta anterior. Luego responde: «Mmm…
me sentiría más a gusto con las cosas que tengo que hacer… haría lo que
realmente quiero, no lo que los otros quieren».
A partir de esto, el adolescente se explaya respecto a lo que real-
mente le entristece cuando no puede imponer sus ideas sobre las de
22
Psicólogo, Universidad de Las Américas, Concepción, Chile. Psicólogo, Clínica Mirandes,
Concepción, Chile.

193
Shirley Inchauste

otros, y por sentir que debe complacer a los demás por sobre sí mismo,
todo esto con evidente frustración, rabia y tristeza. Finalmente termina
diciendo «nunca puedo decir no cuando alguien me pide algo; aunque
no lo quiero hacer, lo hago igual… y las personas que lo saben se apro-
vechan de eso, sobre todo en mi trabajo, el colegio y el preuniversitario».
«¿Qué sientes que pasaría si en alguna oportunidad dijeras no a alguna
solicitud?», le pregunté. «La otra persona se sentiría mal… creo; además,
pensaría cosas malas de mí, no me hablaría».
Era evidente la desmejorada autoestima y los altos niveles de in-
seguridad de este adolescente. No obstante, en aquel momento sentí
que era la oportunidad de poner a prueba las hipótesis personales de
mi joven consultante. La descripción que él hizo de este problema
específico estuvo tan empapada de una intensa emocionalidad que no
podía perderse en este constelar de ideas y palabras de la actual sesión.
En algún momento pensé que era una locura, principalmente porque
estaba a punto de prescribirle una tarea especialmente imposible para
él. De todas formas lo verbalice:
«Se me ocurre un ejercicio, algo así como un juego o una actividad
fuera de sesión, pero que es parte de este proceso. Lo haremos solo si es
que tú estás dispuesto, ya que es algo que podría resultar complejo, por
lo que si no lo logras de inmediato no te sientas decepcionado. En esta
oportunidad te quiero pedir que ante alguna solicitud de compañeros
de trabajo, colegio o preuniversitario respondas no, sin entregar justi-
ficativos, solo no, porque tú deseas que esa sea la respuesta. Lo harás
siguiendo el patrón de 3, 2, 1. El primer día negaras la tercera solicitud,
el segundo día negaras la segunda solicitud y el tercer día la primera
solicitud; el cuarto día inicia el patrón desde la tercera solicitud».
Su rostro reflejaba incertidumbre, miedo y nerviosismo; no obs-
tante, se da el tiempo para «digerir» la idea planteada. El adolescente
esboza una sonrisa y acepta, quizás no muy convencido, pero motivado
a probar. Posteriormente se especifica que la actividad debe cumplir
ciertas reglas:
1. Que sea con grupo de pares, a modo de evitar conflictos normativos
en actividad laboral con superiores y con docentes en contexto educativo.
2. No debe comentar que es parte de una «tarea», a menos que se
encuentre en peligro alguna relación interpersonal.
3. La negación no se debe justificar ante el solicitante; es decir, no
entregará explicaciones.
En la siguiente sesión no es difícil notar la expresión de entusiasmo
del adolescente. Antes de siquiera sentarnos en nuestros respectivos
puestos de terapeuta y consultante, comenta: «¡Lo hice!... dije que no…
al principio no sabía si hacerlo, pero luego solo lo hice, me perdí con lo

194
45. Permiso para decir no. Devolviendo el control a adolescente...

del patrón, solo dije que no cuando quería, no en orden… ahora saben
que puedo y me ven de otra manera; lo han notado y a algunos no
les gusta, pero en mi trabajo deje de ser empaque y ahora superviso...
Siento que todo cambió».
En las siguientes sesiones se trabaja en el reforzamiento de recursos
que este adolescente comienza a descubrir luego de derribar la barrera
del no, la barrera de la postergación personal, mostrando una correla-
ción directa con su estado de ánimo.
Como terapeuta he observado la importancia del dinamismo en el
proceso terapéutico, la necesidad de que el consultante «haga cosas»
entre sesiones que faciliten la comprensión de que el consultante es
responsable de su propio cambio, que será posible en la medida que se
muestre dispuesto a recorrer el o los caminos que el terapeuta propone en
el proceso terapéutico, caminos que ya están en la vida del consultante,
pero que quizás necesitan ser iluminados por alguien más.

195
46. Desempolvando el baúl
de los recursos

Una reflexión acerca de cómo trabajar


autoestima en una adolescente

José Luis Suazo23

La consultante es una chica de 18 años. Vive con su madre, su tía


y su hermana menor. Su padre falleció cuando ella era pequeña. La
consultante acude porque dice tener problemas de autoestima. Se ha
sentido pasada a llevar en ciertas ocasiones debido a que dice no saber
defenderse y le cuesta decir que no. Producto del bajo auto-concepto
que tiene de sí misma le ha costado hacer amigos en esta nueva etapa
universitaria y esto le genera mucha angustia y ansiedad.
A la hora de consultar por las expectativas y por los objetivos del
proceso terapéutico, la consultante dice que el tema de su baja autoes-
tima es el más importante, ya que al mejorar en este aspecto progresará
en todo lo demás.
Desde la primera sesión la consultante se muestra locuaz y al inter-
cambiar ciertas bromas durante la fase social logra reírse con algunas
situaciones. Y es justamente en la fase social donde comienzan a asomar
los recursos personales de la consultante. Ella se describe como una
persona alegre cuando se siente en confianza y me cuenta incluso que
en su primer semestre de universidad fue candidata a «reina mecho-
na», por lo que aproveché para indagar más en los aspectos positivos
de la consultante que la hicieron destacar entre las demás chicas de su
generación y ser candidata. Ella dice que es buena para reírse y que tal
vez por eso cayó bien entre sus compañeros nuevos.
De esta manera, una de las primeras intervenciones fue construir
una nueva narrativa de sí misma, como una persona que destaca entre
sus demás compañeros y que se hizo notar desde su primer semestre en
la universidad. De alguna forma se fue tratando de engrosar la trama de
la consultante, favoreciendo el poder narrar la historia que había traído

23
Psicólogo, Universidad de Concepción, Chile.

197
José Luis Suazo

a terapia de una forma mucho más rica, nutrida de relatos alternativos


que habían sido obviados por la consultante.
Luego de esto se utilizó la pregunta de escala para poder identificar
su autoestima dentro de un punto más tangible. Ella se situó en el lugar
cuatro y manifestó sentirse satisfecha con llegar al número ocho. Este
sencillo ejercicio le hizo sentido y la motivó mucho, debido a que ¡ya
estaba a mitad de camino! A través de esta técnica se pudo indagar en
los recursos personales que había desplegado para avanzar desde el
numero 1 al 4 y conversar también acerca de las personas significativas
que habían puesto su «granito de arena» en este camino.
De ahí en más, las cosas fueron facilitándose debido a la gran moti-
vación y responsabilidad de la consultante, que mostraba una muy buena
disposición al realizar las tareas. Se le dio la tarea de los pos-it, donde
debía poner cada día de la semana al menos dos cosas que le gustaran
de ella; llegó a la sesión siguiente con muchas cosas de sí misma que
le gustaban, que siempre habían estado, pero llevaban mucho tiempo
guardadas en un «baúl» y que en sesión «desempolvamos y empezamos
a hurgar». También se le pidió confeccionar «la carta desde el futuro»,
dado que a la consultante le gustaba mucho escribir. Gracias a esta
tarea surgieron muchas posibilidades, ya que la consultante proyectó
su vida en un futuro no muy lejano sin el problema y puso en el papel
una serie de recursos que parecían olvidados, pero que salieron a la luz
mediante la escritura.
Luego de algunas semanas de trabajo, los avances fueron tales
que se propuso el cierre de la terapia y con ello se elaboró un «plan de
emergencia» para prevenir recaídas y evitar que la consultante volviera
a sentirse mal como al comienzo de la terapia. Así que, con esta estra-
tegia, se reforzaron sus recursos y nos pusimos el «parche antes de la
herida» para que, si algo malo llegase a ocurrir, la consultante tuviera
de dónde «echar mano».
Finalmente, para cerrar la terapia se construyó el Árbol de la Vida,
un ejercicio que resultó muy enriquecedor, que le permitió a la consul-
tante darse cuenta de que ella era como un árbol firme, con unas raíces
muy profundas y bien alimentadas, y que además contaba con muchos
sueños y personas que le ayudaban a conseguirlos; por lo tanto, no sería
fácil derribar este árbol. Además, las tormentas que lo acechaban eran
menores en comparación a la fortaleza del árbol, que estaba cargado y
frondoso con sus propios recursos personales.
Todos estos ejercicios que realizados en sesión y otras actividades
que se dieron como tareas fueron puestos en una caja de recursos que
la consultante construyó, aprovechando su facilidad para las manuali-
dades y actividades de expresión plástica.

198
46. Desempolvando el baúl de los recursos. Una reflexión acerca de cómo...

Para concluir, trabajar con esta consultante fue una experiencia muy
enriquecedora en la que pude percibir de forma práctica la utilidad de las
distintas técnicas sistémicas. Sin embargo, creo que el vínculo terapéutico
y el adecuado uso del lenguaje son los pilares fundamentales en los que se
cimentó la intervención. La externalización de los problemas, el trabajo
con metáforas y el engrosar la historia de los consultantes hacia una vida
preferida son fundamentales para fomentar la agencia personal y anclar
cambios significativos que perduren en la vida de las personas.

199
47. El autobús sin frenos

Externalización en un adolescente
con problemas de ansiedad

Lidia Andrea Sáez Fuentes24

Pedro es un adolescente de 17 años que se acerca a la consulta de


manera voluntaria, refiriendo sentirse «frustrado e impotente» por no
poder relacionarse como él desearía con su entorno y con sus pares,
debido a que se pone muy ansioso y tiene dificultades para expresarse
con los demás.
El adolescente presenta una fobia social generalizada a causa de
su timidez y el bullying que ha sufrido desde la enseñanza básica hasta
la fecha. A esto se le suma un trastorno de la comunicación, especí-
ficamente disfemia (tartamudez), el cual incide en esta fobia social y
viceversa en un proceso circular, repercutiendo de manera negativa en
sus habilidades sociales. Esto lo lleva a aislarse socialmente, mantenien-
do dificultad para establecer vínculos de amistad con sus pares, junto
con lo cual presenta un estado de ánimo más bajo debido a que tiene
pensamientos recurrentes como: «me volverá a pasar, me trabaré, no
podré hablar», sobre todo en público.
Durante la terapia utilizamos la externalización para lograr que
Pedro reconozca el problema de ansiedad desde una mirada externa, sin
atribuirlo directamente a su autoconcepto y de esta manera facilitarle
el hecho de hablar del problema sin culpa. El objetivo es que el joven
logre dejar de identificarse con el problema de ansiedad y se sobreponga
a pensamientos paralizantes tales como «no me atrevo a hablar y no
me atrevo a tener relaciones con las personas porque soy muy ansioso»,
etiquetas que solo paralizan su conducta y no le permiten mantener
actividades que son normativas para la edad que tiene el protagonista
de esta historia. De esta forma pretendo colaborar en la disminución de
los sentimientos de frustración y culpa que le ha generado su problema.
A través de colocar un nombre al problema, al bautizarlo y pos-
teriormente al externalizar el propio lenguaje de nuestro protagonista,
24
Psicóloga, Universidad Santo Tomás, Concepción, Chile. Fundación Mi Casa, Cañete, Chile.

201
Lidia Andrea Sáez Fuentes

se logra trabajar en un proceso liberador con el adolescente, en donde


él mismo denominó a su ansiedad como «autobús sin frenos». En su
relato comentaba que este «autobús sin frenos» comenzaba a «andar»
cuando le venía la ansiedad, sintiéndose incapaz de detenerlo, descri-
biendo con más claridad qué era lo que le provocaba este autobús, qué
le hacía sentir y qué pasaba en los demás cuando se descontrolaba el
autobús, de manera tal que, a esta altura, logro comprender en forma
más amplia lo que afecta a Pedro.
Al haber bautizado y externalizado el problema, Pedro logra separar
su identidad de la ansiedad, focalizando su energía en asumir nuevos
riesgos y nuevas acciones para detener al «autobús sin frenos».
Pedro desplegó diferentes estrategias para poder frenar a este au-
tobús, como entablar conversaciones diarias con compañeros durante
los recreos o realizar una exposición sobre el juego de cartas Mitos y
Leyendas (tema que le encantaba) en una junta familiar. Por otra parte,
decidió practicar técnicas de respiración antes de presentarse a alguna
exposición para poder estar más relajado y así, cuando sintiese los
síntomas de la ansiedad, pudiera manejarla mejor.
A medida que el proceso de terapia fue avanzando, el usuario fue
desplegando con mayor frecuencia sus estrategias para frenar al auto-
bús. A pesar de que la disfemia aún se mantenía, Pedro logró reducir
la recurrencia de la tartamudez en las situaciones en donde debía en-
frentarse en público, ya que había logrado en algún grado controlar sus
miedos irracionales y los síntomas ansiógenos con los cuales ha tenido
que lidiar durante largo tiempo.
Al alcanzar este objetivo, Pedro finalmente se sintió muy contento
y además orgulloso de sí mismo porque logró hacer algo que nunca
había hecho, como el entablar conversaciones con sus compañeros y
exponerse frente al público para hablar de algo que a él le interesaba.
Por otra parte, el hecho de intentar sacarse de encima el estigma de
ansioso, aceptando y afrontando de mejor manera su disfemia, le per-
mitió reconocer sus recursos, empoderarse de ellos y lograr fortalecer
su autoconcepto.
Como podemos apreciar, al separar el problema de la identidad de
las personas, podemos identificar más claramente los recursos e idear
estrategias que favorezcan el bienestar de quienes acuden a nosotros en
búsqueda de ayuda. Siguiendo la máxima de que la persona nunca es el
problema, sino el problema es el problema, podemos abrir posibilidades
desde una nueva mirada. Para esto, externalizar el problema–bautizán-
dolo y utilizando un lenguaje y conversaciones externalizantes– fue
una herramienta fundamental con Pedro para enfrentar al «autobús
sin frenos».

202
48. Cuando el bullying se convierte
en parásito

Tratamiento de adolescente
con historia de bullying
en contexto escolar

Rodrigo Altamirano25

Vicente es un joven de 15 años, cursa 2° medio en un colegio par-


ticular subvencionado con rendimiento destacado y vive con su madre,
abuela y tío materno.
Desde niño sufría burlas de pares en el aula, quienes hacían aprecia-
ciones negativas sobre su aspecto físico, ponían en duda su orientación
sexual y criticaban su personalidad, actitudes, gestos, modales y formas
de pensar. La madre señala que esto generó que el joven sea inseguro;
se niega a realizar actividades sin su compañía y aprobación, y en el
hogar es irritable, sensible y realiza comentarios despectivos sobre su
familia. Sus actividades son siempre en su casa, debido a que no tiene
amigos ni familia extensa.
Al finalizar la primera sesión, se realizó como devolución una
analogía para cambiar la estructura que tiene el problema, externali-
zarlo y preparar al joven para la observación y posterior ejecución de
acciones. Le digo:
«El cuerpo humano tiene al sistema inmunológico, el cual nos
protege de gérmenes, bacterias, etc., pero cuando nos exponemos a
cambios de temperatura muy bruscos o mala alimentación, este sis-
tema falla y entran los “bichos” para enfermarnos… imagina que el
“aparato psicológico” tiene un sistema similar que nos protege de los
problemas humanos y en la vida uno se va exponiendo a situaciones
difíciles o cambios que bajan estas defensas y entran los bichitos de la
salud mental… imagínate que entró a tu ser un “parásito mental” muy
inteligente y se escabulle de forma perfecta, a tal nivel que se hace pasar

25
Psicólogo, Universidad de Concepción, Chile. Diplomado en Terapia Sistémica Breve,
Universidad Santo Tomás, Concepción, Chile.

203
Rodrigo Altamirano

por parte de ti, como tu personalidad, o tus ideas, o incluso recuerdos.


Su alimento puede ser miedo, frustración o tristeza, que cuando eras
niño tenía ese alimento de forma natural, haciéndose grande y pode-
roso, pero ahora que las cosas han cambiado, como por ejemplo, ya
no tienes la apariencia física de aquel entonces y tampoco los modales,
este parásito necesita alimentación, te utiliza y sus armas son atacar tus
ideas, pensamientos, sensaciones, recuerdos, formas de soluciones, hasta
incluso actitudes, y de esta forma te tiene generando su tan preciado
alimento para seguir con vida en ti».
Seguimos con «imaginemos que ahora se mantiene vivo por el
alimento que te hace darle, necesitaremos conocerlo para vencerlo» y
se prescribe la tarea de auto-registro para «cada vez que aparezca el
parásito».
La segunda sesión comienza señalando lo que descubrió gracias a
la tarea: «El parásito molesta cuando simplemente quiero conversar o
exponerme a situaciones sociales» o «me hace pensar que me rechazarán
o se burlarán de mí»; señala haber ido a las puertas del colegio, pero
no fue capaz de permanecer, ya que de lejos ve a dos de los compañeros
que ejercían bullying y huye corriendo hacia su casa.
Se mantiene una postura de «investigador», incentivando a des-
cubrir el funcionamiento del problema y se devuelve la analogía del
vacío experiencial: «La mente te juega al parecer malas pasadas, no te
deja hacer lo que quieres… imagínate que quieres aprender a andar en
bicicleta –lo que no sabes versus lo que quieres aprender lo llamaremos
vacío experiencial–, entonces te compras el manual y tardas un mes en
leerlo, sigues estudiando, luego vas a ver cómo anda la gente y después
de toda la travesía vuelves frente a la bicicleta… ¿sabes ahora andar
en bicicleta?».Obviamente responde que no y sigo: «El vacío… ¿es del
mismo tamaño, más chico o más grande?». Responde que más chico;
sin embargo, le señalo que el vacío es más grande y aquí la explicación:
«Cuando se utiliza la mente, esta llega con sus amigos inseparables:
análisis, consecuencias, cuestionamientos, recuerdos, experiencias pre-
vias, etc. Cuando llegas a la bicicleta y la ves, recuerdas un capítulo del
manual que decía que la bicicleta tenía partes puntiagudas y sientes algo
de temor. Luego recuerdas que además debías tener equilibrio y según
tus experiencias no eres bueno en eso… cada cosa asociada a la mente
te va alejando de la posibilidad de aprender por dudas y miedo… ¿Qué
tenías que hacer para aprender a hacerlo?», respondiendo él «subirme y
practicar». «La vida funciona así –le digo–, hay que practicar, empezar
de a poco para luego poder ser bueno y al ocupar la mente el parásito
no te deja practicar». Al terminar, Vicente se muestra entusiasmado

204
48. Cuando el bullying se conviete en parásito. Tratamiento...

con la explicación y dice que piensa mucho las cosas para hacerlas y
termina fracasando.
Para finalizar cuento la historia del «Elefante Encadenado», le digo
que reflexione sobre ella y le prescribo una tarea de exposición y auto-
registro bajo la premisa de «ir a buscar más y mejor información sobre
el parásito». Le digo que esa semana intente exponerse a situaciones
en las que aparecería el parásito, pero que esta vez permanezca lo que
más pueda y registre lo mismo de la primera sesión; entusiasmado,
acepta la misión.
En la tercera sesión señala que ingresó a una escuela de talentos
de la Universidad de Concepción, conociendo nuevos compañeros con
los que conversó sin miedo e incluso hizo bromas. Fue a su colegio,
conversó con la niña que le gusta y se enteró que el interés era mutuo;
también saludó a jóvenes que habitualmente lo molestaban. En general
enfrentó situaciones que antes lo hacían huir, pero ahora permaneció
para «investigar», entendiendo que nada malo ocurría al permanecer
y sentir nervios. En su hogar está estable emocionalmente, más simpá-
tico y comunicativo. Mantuve cara y gestos de asombro cada vez que
mencionaba cambios e hice preguntas del tipo «¿cómo lo lograste?» y
«¿qué hiciste distinto?».
Como devolución de la sesión le señalo: «Tengo la idea que esta
inseguridad te ha protegido, pues en momentos difíciles debiste sobre-
llevarlo y comenzaste a ser desconfiado, temeroso, y precavido, pero
piensa en un soldado en la guerra: el método que le salva la vida es la
“alerta máxima”, pudiendo estar cinco días sin comer ni dormir, aten-
to a cada sonido y cada cosa que se mueve, todo en pos de sobrevivir,
pero cuando termina la guerra y vuelve a su país, un día se va a dormir
junto a su esposa, y a las 23:30 hrs. llega un amigo a tocar la puerta;
el ex-soldado despierta bruscamente con “alerta máxima”, buscando
su arma entre la ropa; su esposa intenta calmarlo y este la golpea y
cuando se da cuenta lo que había ocurrido comienza a llorar… lo que
antes salvó su vida se vuelve un método obsoleto y un problema». Aquí
prescribo la escritura de una carta al problema: contextualizar quién
es Vicente hoy, agradecerle por cuanto quiera, darle argumentos por
los cuales no quiere seguir compartiendo su vida con él y finalmente
despedirse del problema.
En la cuarta sesión señala que no puede creer que tantas cosas bue-
nas le estén sucediendo. «Es como si fuera magia»: logró hacer amigos,
ha podido acercarse a su colegio sin problemas e inició un noviazgo
con la niña que le gustaba; su ánimo es estable y satisfactorio, y en su
hogar es más alegre, expresivo, cariñoso y seguro. Entendió que lo que
le ocurría solo estaba en sus pensamientos y recuerdos del pasado. Para

205
Rodrigo Altamirano

finalizar le formulo la «pregunta milagro» y queda la misión de jugar


a que el milagro ocurrió.
Desde este punto en adelante, el proceso psicoterapéutico es sim-
plemente supervisar, atribuir control y responder inquietudes que co-
rresponden al mundo adolescente. La inseguridad la vive entendiéndola
como un amigo que quiere mostrarle cosas importantes para él, pero no
debe frenar sus acciones por ello. Es como «si los bomberos quisieran
apagar la sirena cada vez que suena en vez de apagar el incendio». Se
prescriben tareas de observación a los cambios, lo que mantuvo su
atención ya no en el problema, sino en lo capaz que es para realizar
sus actividades.
Vicente hoy es un joven –en palabras de él y su madre– «muy se-
guro» y se expone a situaciones que jamás pensaron.

206
49. Ser mejor que hoy

Pregunta de escala con un adolescente


en rehabilitación por consumo
de drogas

Hans Pier Jara Iglesias26

Las escalas nos proporcionan una manera de interpretar


creativamente, empleando los números como un modo de
describir lo indescriptible, y de tener sin embargo cierta
certeza de que estamos realizando el trabajo para el que nos
contrató el consultante.

Steve de Shazer
Hans: Bien, Víctor, pensando en que esta sesión podría ser muy útil
para ti, olvídate de los papás, de tus hermanos, del equipo de terapeu-
tas… (risas). Pensando en ti y en que algo podamos hacer juntos aquí
que te pueda ser muy útil, ¿qué te gustaría que conversemos?

Víctor: Uhmmm… ¿qué me gustaría? Para mí, mi bienestar, seguir


adelante, no, no, no defraudarme a mí mismo…
Hans: ¿Cómo es eso de no defraudarte a ti mismo?
Víctor: No siendo la misma persona que era antes.
Hans: Ya… (anotando algunas palabras de Víctor) ¿Sino ser qué?
Víctor: Uhmmm… Mejor que hoy día
Hans: ¡Qué bonito eso! Mejor que hoy día…

He decidido contar esta experiencia, situación, anécdota terapéu-


tica o como se le quiera llamar porque es una de las tantas reuniones
que termina movilizando mucha emoción en mí, casi hasta el borde
de las lágrimas, sí, así como lo lees. Quizá puedo afirmar que he ve-
nido aprendiendo a no esperar nada más que sorprenderme en cada

26
Director General, Centro Latino de Terapia Breve Centrada en Soluciones, Trujillo, Perú.
Docente, Carrera de Psicología, Universidad Privada del Norte, Trujillo, Perú.

207
Hans Pier Jara Iglesias

conversación, en cada situación de cooperar, y vaya que esta vez con


Víctor me terminé no solo sorprendiendo, sino que también terminé
conmovido y aleccionado.
El extracto inicial muestra notoriamente cómo empezamos a
clarificar su objetivo; quizá –y mejor pensado– nuestro objetivo, pues
considero que eso que la persona desea y quiere lograr en terapia de
alguna manera también es lo que anhelo alcanzar también. Me hago,
literalmente, un cómplice.
Este jovenzuelo empezó su proceso de rehabilitación tras una ex-
periencia dura de consumo de sustancias. Llegó al equipo de terapeutas
«Despertares», de la ciudad de Ambato, Ecuador, tras haber pasado
por la amarga experiencia de ser tildado como «incorregible»; algo así
como «desahuciado psicológicamente», si el término cabe.
Todas las instituciones habían perdido la esperanza. Aquí ocurri-
ría algo inesperado: «el incorregible» obtuvo posibilidades, pues se
encontró con un equipo que confió en él y que además colocó todos
sus esfuerzos por generar la plataforma para que la alianza entre ellas,
ellos y él se diera, dando a luz a la posibilidad.
Desde aquel día de su ingreso hasta el día que conversó conmigo
habían ya pasado ocho meses, los mismos que eran muestra de una
mejoría notable. El equipo que estaba recibiendo su segunda semana
en el año de entrenamiento conmigo, me pidió hablar con él, porque
lo notaban «desmotivado»; pedí que no me dijeran más y que solo lo
invitaran a conversar. La sorpresa sería enorme y lo que sentí totalmente
indescriptible en estas palabras, tanto como cuando escuché decirle:
«Mejor que hoy día». Tenía presente en mí las palabras de Steve de
Shazer, «siempre estamos mal interpretando» y de Insoo Kim Berg, «la
posibilidad de generar esperanza».

Hans: Vamos a hacer algo… (me paro y tomo un plumón; tienen


un papelote en frente) vamos a aprovechar esto. Quiero que imagines
diciembre del año pasado, que recuerdes, en una escala del 1 al 10, en
donde 10 es una vida sin consumo, tu bienestar, seguir adelante, ser «mejor
que hoy»… ¿Okey? En diciembre del año pasado, ¿en dónde estabas?
Víctor: Uhmmm… en 1.
Hans: Hoy, agosto, ¿dónde estamos?... Recuerda, 10 es la meta, lo
que queremos lograr…
Víctor: Uhmm… del 1 al 10, en un 8…
Hans: ¡Ah! Manya (¡Mira!)…
(Se preguntó por cada número de la escala hasta llegar al 8)
Hans: ¿Y qué has hecho para llegar al 8?
Víctor: Ser buen hijo, me pongo en el lugar de la otra persona…

208
49. Ser mejor que hoy. Pregunta de escala con un adolescente...

Hans: ¿Qué más?


Víctor: Sintiéndome orgulloso de lo que he logrado hasta hoy…
Hans: ¿Qué es eso que has logrado hasta hoy?
Víctor: Mi recuperación…
Hans: Pucha, estoy sintiendo algo acá (mano al pecho, altura del
corazón)…

Es en este momento en donde me sentí muy conmovido, no por


estar escuchando una historia de adicciones, sino una historia de un
joven que seguía afirmado «ser mejor que hoy» y por todo lo que es-
taba escuchando en cada número de la escala, lo que hacía confirmar
lo importante de nuestro trabajo, en este caso el confiar y preguntar
qué iba mejor, qué se deseaba lograr en esta conversación y plantear la
escala en un papelote con plumón en mano para darle mayor sentido
y visibilidad a lo logrado. Víctor me estaba contando una historia llena
de resiliencia y sabiduría, llena de esperanza, de optimismo, de saber
cómo hacer para mantenerse lejos de las drogas, de buscar estar mejor
en el día a día, de haber aprendido a escuchar y valorar la opinión de
otros, del amor a su familia, de la gratitud al equipo de Despertares y
sobre todo de tener claro hacia dónde ir.
Finalmente, creo que esto puede invitar a derribar de alguna manera
la idea aún circulante que «no debemos involucrarnos» y menos «decir
lo que nos hacen sentir» nuestras y nuestros consultantes; creo que ha
sido muy perjudicial para quienes hacemos «terapia» y para quienes la
buscan. Este sentir dice que si lo que hacemos nos emociona es porque
estamos con vida y podemos conectarnos con las personas que vienen a
vernos, que si utilizamos esto de forma genuina la relación terapéutica
termina teniendo un giro enorme y valioso. Creo firmemente, tomando
las palabras de Víctor, que podemos cada día –si nos lo permitimos–
«ser mejores que hoy» en esto que hacemos y a veces llamamos terapia.

209
50. Re-descubriendo mis intereses

Un caso de orientación vocacional

Pablo Concha Ponce27

«Re-descubriendo mis intereses» es el título que elegí para el caso


de Claudia, de 19 años, que consulta –inicialmente– debido a las cons-
tantes dificultades de integración e interacción con sus compañeros
de universidad. En nuestro primer encuentro asiste junto a su madre,
Alicia, quien durante gran parte de la conversación fue la encargada
de comentar los detalles de la queja actual, lo cual fue algo que llamó
bastante mi atención, ya que fueron muy breves los momentos en donde
Claudia decidió participar.
Al término del encuentro intento despejar las razones de por qué
habían decidido consultar hoy, profundizando un poco en la queja, que
hasta ese momento para mí no estaba tan clara. Finaliza la sesión y
me aventuro a entregar una tarea de observación a Claudia, en donde
debe pensar durante la semana y hasta el próximo encuentro en lo que
hoy quiere cambiar, aduciendo específicamente al contexto de terapia,
situación que me permitiría conocer más, ahora desde ella, su problema
y motivación para el cambio.
Al llegar al segundo encuentro me preguntaba si esta vez Claudia
llegaría sola o nuevamente acompañada de Alicia, para lo cual tenía
planificado un par de estrategias que me permitieran conocer desde
ella su motivo de consulta y áreas importantes de trabajo, información
que me la entregaría la tarea. Ya en el segundo encuentro, Claudia me
pide entrar solos a la oficina, indicándole a su madre que lo prefiere
así; Alicia acepta y decide esperar.
Iniciando nuestra conversación, la joven señala que decidió entrar
sola para expresar libremente lo que siente.«¿Qué quieres decir con
eso?», le pregunté. «Eso. La verdad es que pensé harto en tu tarea y
decidí que prefiero comenzar por decir lo que hoy me tiene “prisionera”
27
Supervisor en Psicoterapia Sistémica Constructivista en formación, CAPSIS Chile & MRI
USA, Santiago, Chile. Docente de la Carrera de Psicología, Universidad Santo Tomás, Talca.
Director de Estudios y Formación, Centro de Estudios Sistémicos CESIST, Concepción,
Chile.

211
Pablo Concha Ponce

y desde ahí ver qué hacemos con eso», me comenta. Ese fue el mo-
mento donde mi curiosidad terapéutica me hacía esperar con ansias
lo que se aproximaba. «La verdad, Pablo, no me gusta la carrera, eso
mi familia no lo sabe, solo les conté en detalle una mentira, que es que
tengo dificultades en la integración e interacción con mis compañeros».
En ese momento logré darme cuenta del curso que tendrían nuestras
conversaciones.
Luego, y revisando en detalle su tarea, descubrí que su primera
carrera fue derecho, para luego cambiarse a psicología, de la cual hoy
estaba completamente decepcionada al no cumplir con sus expectativas
e intereses personales. La primera acción a realizar –según Claudia–
era dar a conocer esta noticia a su familia con la clara intención de
abandonar prontamente la universidad y luego pensar en qué dirección
continuar, contando para ello con un plan alternativo que necesitaba
darle forma.
La valentía que mostró al contarle a su familia que para ella la ca-
rrera ya no tenía sentido le permitió superar el miedo luego de pensar en
las múltiples formas de decírselo a sus padres, y una de ellas sería ahora
visitando al psicólogo. ¡Fantástica estrategia! Me sentí afortunado.
Ramón y Camila –padre y hermana de Claudia, respectivamente– se
tomaron muy bien la noticia, igual que su madre. Solamente manifesta-
ron sus miedos y preocupaciones sobre el camino que ella continuaría.
En el transcurso de las sesiones, y con Claudia mucho más tran-
quila tras sacarse un gran peso de encima, acordamos conjuntamente ir
re-descubriendo sus intereses personales y vocacionales, preparando el
recorrido de un nuevo camino, ahora más cerca de su plan alternativo
que había mencionado.
Exploramos sus soluciones intentadas que, con el paso del tiempo,
fueron intensificando su visión del problema y dando forma a una idea
de sí misma en términos de estar confundida, ser inmadura o débil
emocionalmente, todas ideas que mantuvo durante el proceso de cargar
con el secreto de su malestar y que poco a poco fueron cambiando en la
medida que comenzó a ver sus «pequeños» cambios a través de conver-
saciones en búsqueda de metas mínimas que dieran cuenta del avance
en el proceso que terminamos nombrando «re-descubrir mis intereses».
El proceso antes mencionado fue algo gratificante para Claudia y,
por supuesto, también para mí. Fuimos, desde sus recursos, descubriendo
ideas sobre su vocación, sus valores personales y la puesta en marcha
frente a la vida, lo que nos permitió –con el paso de un tiempo breve– ir
explorando los escenarios de vida preferidos en donde anhelaba verse en
un tiempo más. En ese proceso hubo preguntas tales como «¿qué cosas
pasarán para reconocer que tu decisión fue la correcta?» o «¿cómo se

212
50. Re-descubriendo mis intereses. Un caso de orientación vocacional

dará cuenta tu familia de la tranquilidad que sientes luego de tu deci-


sión?». Estas son algunas de muchas preguntas que nos hicimos y que
nos entregaron visiones alternativas y nuevas ideas sobre el problema,
sobre sí misma y las acciones a emprender.
Con Claudia nunca trabajamos sobre algún rótulo que pretenda
imponer descripciones de las personas que deciden cambiar el rumbo
de sus vidas; muy por el contrario, fuimos visibilizando aquellos pasos
que fue dando y que daban cuenta de su valentía, en primera instancia
para hacer visible la situación a su familia y luego para –a sus 19 años–
ver por sí misma lo que quiere construir para su vida.
Tras lograr su meta, ya re-descubriendo un nuevo camino acadé-
mico, fuimos preparando la partida terapéutica, iniciando un proceso
de seguimiento mensual para ir conociendo el estado de sus cambios,
específicamente poniéndonos al día en los pasos que fue dando para el
logro definitivo, que terminó siendo ingresar a estudiar sociología, logro
conseguido tras dar nuevamente la Prueba de Selección Universitaria,
alcanzando el puntaje adecuado e ingresar a la universidad que ella
tenía en su plan alternativo.
En ese camino también tuve posibilidades de intercambiar correos
electrónicos con Alicia, quien colaboró generosamente en la terapia,
siendo un pilar fundamental para Claudia y su familia.
Tras dejarnos de ver con Claudia, y ya cada vez más distantes
nuestros intercambios de correos electrónicos, nos encontramos un día
casualmente en el patio de su universidad –lugar donde soy docente– y
nos detuvimos a conversar y a reír de lo contenta que se encontraba, lo
distinta que se percibía hoy tras superar un gran obstáculo, inicialmente
teñido por el miedo y alimentado después por ideas de no saber qué
hacer y qué decisión tomar.
Claudia a sus 18 años me recuerda lo importante de perseguir nues-
tros sueños, lidiando muchas veces con los miedos que traen consigo
los cambios. Muchas gracias.

213
51. Vivaldi, Sonata 5 en Mi menor, Op 14.

Historia de cómo abordar la motivación


vocacional en adolescentes

Carolina Jara Muñoz28

Entró a la oficina, llegó tarde, vestía de negro y su pelo tapaba su


rostro, como no dejándose ver. Yo trabajaba en un lugar donde debía
prestar asesoría como psicóloga y asegurar un buen rendimiento para el
ingreso a la universidad. Debía ver metas, objetivos, potenciar recursos
en estudiantes y favorecer el mayor puntaje posible, pero sabía final-
mente que eso era una fracción de las vidas de esas y esos estudiantes,
muchos con miedos, frustraciones y desmotivaciones.
Francisca, una estudiante de 18 años, esa tarde se veía expectante.
Me dijo que venía por un problema de motivación, que estaba ahí para
cumplir con las expectativas de sus padres, pero que no tenía ganas de
hacerlo; le cargaba la carrera (del área de la salud) y que su vida cada
vez se iba más a negro. Mientras me hablaba, podía dejar ver entre sus
mangas unos cortes en los brazos que me hacían pensar que era más que
una desmotivación por la carrera, era a la vida que llevaba. Entonces
comencé a ver cómo abordar el caso.
Al principio me dije que acá hay que ver cómo logramos que tenga
al menos una organización para lograr subir los puntajes de las pruebas
que debe rendir, y para eso comencé a preguntar sobre los puntajes que
tenía en los primeros ensayos y cuántas veces a la semana estudiaba.
Pretendía motivarla desde los resultados que fuera obteniendo en los
puntajes, pues intuía que era la forma más fácil de abordar la situación,
pero no la mejor; era como escuchar más el pedido de la institución
por sacar un puntaje nacional más que escuchar la motivación de la
persona que me pedía ayuda.
Pregunté si estaba de acuerdo con subir los puntajes y aceptó, pero
Francisca seguía con un semblante serio, como queriéndome gritar que

28
Psicóloga, Universidad Pedro de Valdivia, Concepción, Chile. Psicóloga del Liceo Enrique
Molina Garmendia, Concepción, Chile. Psicóloga de Organizando Trans Diversidades,
OTD Sur, Chile.

215
Carolina Jara Muñoz

ahondar en eso era hacerla caer en su actual situación desesperanzado-


ra. Cuando vi que contestaba casi con monosílabos, me dije «creo que
esto no va bien». Terminó la sesión, me quede pensando que no había
ayudado en nada y que era muy probable que no regresara.
La siguiente semana Francisca se presentó puntual. Me alegré saber
que había vuelto; comenzamos a conversar y pude notar que tenía algo
que decirme, que había algo que le gustaba demasiado y era tocar su ins-
trumento musical favorito, un chelo. De ahí en adelante la conversación
se centró en hablar de las cosas que a cada una nos apasiona. La sesión
fue más una conversación entre dos personas que se estaban conocien-
do que una sesión terapéutica formal, pues estábamos trabajando el
vínculo. También había un detalle que siempre cuidé, el romper con la
estructura formal y jerárquica, con toda estructura de poder, dado que
me alejaba más de esta tan anhelada vinculación. La escucha activa y
el olvidarse de la postura del profesional formal hizo que Francisca se
sintiera mucho más dispuesta a contarme lo que realmente la motivaba.
«Quiero ser concertista en chelo», me interrumpió mientras hablaba
de otra cosa trivial. Puse atención porque fue un corte que conectaba
directamente hacia la terapia. «De verdad eres músico», le repliqué.
«Sí, pero debo olvidarme de esto porque sé que me moriré de hambre»,
me contestó.
Había terminado la segunda sesión y le dije que nos viéramos la
otra semana para que me siguiera hablando de eso y le di mi correo para
que me enviara algunos links de concertistas de chelo o piezas de este
instrumento para conocer más su sonido, que si bien era una estrategia
para ahondar y comprender más su pasión, también me interesaba ir
comprendiendo el proceso de desolación al dejar partir una pasión.
Francisca tenía incorporado el discurso dominante que la música
es igual a precariedad económica. Como el vínculo ya estaba formado
desde la segunda sesión, apliqué la técnica de la pregunta milagro. Ella
escuchó atenta…
«Francisca, supongamos que esta noche te vas a dormir... y mien-
tras estás dormida ocurre una especie de milagro; has logrado ser una
concertista en chelo, no como en la vida real, poco a poco y con mucho
esfuerzo, sino que de repente, de forma milagrosa. Como estás dur-
miendo, no te das cuenta de que este milagro se produce. ¿Qué cosas
vas a notar diferentes en la mañana que te haga darte cuenta de que
este milagro se produjo?».
Francisca comenzó a armar toda una historia de cómo sería su
vida siendo ya una concertista de chelo. Cuando terminó este relato,
me dijo que no importaba ese ejercicio, pues lamentablemente esas
cosas no pasan.

216
51. Vivaldi, Sonata 5 en Mi menor, Op 14. Historia de cómo abordar...

Insistía que debía seguir esforzándose para mejorar sus puntajes. Le


propuse que trabajáramos con ambas alternativas, que elaboraríamos un
plan estratégico para que pudiese quedar bien con Dios y con el diablo
(institución y su pasión); este plan fue elaborado de acuerdo a cómo
estructurar la tarea más fácil de abordar para llegar a ser concertista. Lo
primero era averiguar sobre las audiciones en la Universidad de Chile,
arreglar su instrumento y además dar algunas horas al día de práctica
tanto del chelo como de las matemáticas. Paralelo a eso, cada sesión
ampliamos cada una de las construcciones de su nuevo territorio de
identidad, entender la perseverancia y el compromiso desde esta historia
favorita. Ella mencionaba cada semana algunas cosas que debía cumplir,
debía elegir la más fácil y así fue poblando este territorio.
Las sesiones transcurrirían cargadas de logros que se reforzaban y
se ampliaban aún más. Finalmente Francisca me comentó que ya tenía
fecha de audición en la universidad, que había elegido las piezas y su
familia cada vez más se comprometía con esta elección e incluso su
madre pidió acompañarla a audicionar. Ella también había preparado
la materia para rendir la Prueba de Selección Universitaria29, aunque
claramente esto solo le ayudaba a reafirmar que era capaz de compati-
bilizar responsabilidades o compromisos con su pasión.
La última sesión le pedí que escribiera su historia porque me parecía
fascinante cómo había avanzado: ya no vestía de un fiel negro ni su pelo
tapaba su rostro para esconderse. Me dijo que prefería esperar para hacer
ese librito de ritual, pues quería saber cómo le iba ir en esa audición.
Pasaron dos semanas y tocaron la puerta. Cuando abrí, Francisca
estaba con su chelo y quería que escuchara las piezas con las que iba
audicionar. Se veía radiante; un pelo tomado dejaba ver su rostro bri-
llante y una blusa roja hacia que resaltara aún más su pasión por ese
instrumento. Tocó dos piezas y me sentí de verdad gratificada con lo
que habíamos hecho.
Pasó un mes y recibí un correo que anunciaba el resultado de la
audición. Me comentaba que finalmente lo hizo, cumplió ese sueño,
pero que no había quedado seleccionada. En ese momento pensé que
leería un discurso de desesperanza o de fracaso, pero lo que vino me
sorprendió. Ella estaba consciente que necesitaba más tiempo para
lograr esa perfección que le exigían y que a pesar de no quedar, no
cerraba la posibilidad de intentarlo de nuevo.
Francisca me dijo finalmente «los milagros sí existen», igual como
esa técnica de «la pregunta milagro» de la que un día no creí. Se des-
pidió dándome las pautas a seguir para el nuevo año y volver a poblar
y ampliar ese territorio de identidad favorito que tanto le hizo sentido.
29
Sistema que selecciona el ingreso a las distintas universidades adscritas a ese proceso.

217
Carolina Jara Muñoz

Lo último que supe es que cuando le avisé que había terminado este
capítulo y que había olvidado cuáles eran las piezas que interpretó, me
las envió y dijo…

Francisca: ¿No quieres agregar la que daré ahora?


Terapeuta: ¡Sí!
Francisca: Vivaldi, Sonata 5 en Mi menor, Op. 14…

218
Sección 3
Historias de adultos

Una vida lograda es un sueño de adolescente


realizado en la edad madura.
Alfred de Vigny
52. El poder de «recordar quién eres»

Primera y única entrevista


para tratar ansiedad

Tomoko Yashiro1

Un hombre de 45 años, Pedro, me dijo al llegar a una sesión de


emergencia: «Estoy tomando pastillas para mi ansiedad, que me está
acabando. En 20 días iré a Europa para iniciar una nueva vida, así
que tal vez no te vea más a partir de hoy. A ver qué puedes hacer para
ayudarme con mi ansiedad…».
Preguntándome qué podría hacer en una sola sesión, empecé a
consultarle cómo explicaba él su propia ansiedad. Entonces me co-
mentó que había vivido varias traiciones y tuvo que dejar un negocio
que le redituaba mucho dinero. Ahora tenía que ir a buscar una nueva
oportunidad a otro país.
La actitud de esta persona no era la de «querer desahogarse» o
la de «querer ser escuchado» acerca de lo que le estaba pasando en su
vida, sino que buscaba algo que le ayudara a reducir su ansiedad. Él
era muy claro en hacerme saber que no quería que se le preguntaran
cosas «desatinadas», ya que ya había trabajado por varios años sobre sí
mismo, tanto en la psicoterapia individual como en la grupal. Expresaba
su coraje por sentirse alterado, a pesar de haber superado varios de sus
«problemas» en dichos procesos.
Me pareció una muy buena línea de trabajo preguntarle sobre
las cosas que él consideraba como los «logros» en dichos procesos de
superación personal. Para mí esto se relacionaba con la generación de
una historia alternativa («siempre encuentro la salida a mis problemas,
aun cuando en su momento parezcan difíciles»), contra una historia
dominante que aplastaba su estabilidad emocional («me desconozco a
mí mismo. No sé qué hacer. La ansiedad me está acabando»).

1
Docente de la Maestría en Terapia Familiar, Instituto Latinoamericano de Estudios de
la Familia A.C., Ciudad de México. Miembro del Grupo Terapia Narrativa Coyoacán,
Ciudad de México, México.

221
Tomoko Yashiro

Pedro, ante mi invitación, empezó a compartir que su trabajo se


centraba en los temas de impulsividad y la sexualidad, porque él tuvo
experiencias de abuso sexual en su infancia, así que tuvo que trabajar
mucho con la rabia que sentía dentro. Al tratar de hablar de sus logros,
hablaba más de los problemas que vivió, como si el impacto de dichos
episodios fuera más importante para explicar quién es él que las cosas
que él ha decidido hacer y evitar. Mi interés se concentró en la direc-
ción hacia la cual él ha querido dirigir su vida después de haber vivido
algunos episodios impactantes.
Él comentó que en su familia, como un hábito familiar, hubo nu-
merosos abusos sexuales de parte de primos mayores a los menores. De
pequeño no sabía que eso era algo «no adecuado» porque lo consideraba
como una especie de «juego familiar». Al ser impulsado a hablar más
sobre las expectativas de cambio que él mismo ha buscado lograr en
su vida en relación con su psicoterapia y su enojo, él compartió que un
día de secundaria él tomó la decisión de salir de ese hábito. Me pareció
interesante oír que un chico de secundaria quisiera salir de los hábitos
familiares de abuso y que lo hubiera logrado.
Le pregunté varias cosas relacionadas con dicha decisión y él
empezó a explicarse a sí mismo en relación con las cosas que ha sabi-
do escoger y valorar. Para él era importante no hacer cosas contra la
voluntad de las personas y sintió mucho enojo al ver que sus primos
grandes abusaron de una prima un poco más grande que él, con quien
sentía cierta cercanía. Él empezó a fijar su atención en lo importante
que fue su decisión de que otras personas no determinaran lo que debía
pasar con su cuerpo y con su vida, y darse cuenta del poder de su propia
consciencia y voluntad. Leyó varios libros de superación personal. Hubo
algunos primos que hablaron mal de él, pero recordó que su decisión
fue tan fuerte que ya nadie pudo meterse con él.
Al recordar esas partes medio «olvidadas» de su vida, la cara de
Pedro empezó a relajarse y dijo: «Es como si recordara quién soy yo».
Entonces le pregunté: «¿Crees que el hecho de recordar de esa manera
quién eres te puede ayudar en tu nueva etapa de vida, en la que vas a
buscar recuperar de nuevo tu negocio y la estabilidad familiar?». Él
contestó que sí y me dijo que no pensaba que hubiera podido reducir
su ansiedad de esa manera, pero que ya sentía que estaba en un lugar
diferente. Remarcó: «No olvidaré el poder de “recordarme quién soy”».
Para mí, esta fue otra experiencia, basada en el planteamiento de
la terapia narrativa, que me confirmó el efecto en los consultantes de
las preguntas dirigidas a la generación de las historias alternativas.

222
53. Transformando discursos sociales

Diálogo terapéutico basado


en la deconstrucción del discurso
del consultante

María Alejandra Usabiaga del Moral2

Cuando Gloria llegó por primera vez a mi espacio terapéutico,


mientras conversábamos fui haciendo los trazos de su familiograma,
quedando de la siguiente manera:

José, 35 años,
3° de primaria. Gloria, 34
Trabaja en años, estudios
el servicio de primaria.
de limpieza Ama de casa.
municipal.

José, Bertha, Emmanuel,


16 años, 1° de 14 años, 2° de 5 años, 2° de
bachillerato. secundaria. preescolar.

Posteriormente pregunté a Gloria la razón por la cual estaba bus-


cando acompañamiento terapéutico, a lo que respondió: «Porque tengo
mucho miedo; me da miedo salir de mi casa. No puedo ni siquiera llevar
a mi hijo pequeño a la escuela porque tengo que subir una gran escalera.
Solo el detenerme frente a ella hace que mis piernas no respondan». Al

2
Especialidad en Terapia Narrativa, Dulwich Centre, Adelaide, Australia. Maestría en
Terapia Familiar, Instituto Latinoamericano de Estudios de Familia A.C., México, D.F.

223
María Alejandra Usabiaga del Moral

preguntarle desde cuándo le pasa eso, me respondió que estaba asistien-


do a terapia hacía alrededor de tres meses y en la última sesión a la que
había asistido habían hecho «una constelación con muñequitos» y se
había dado cuenta que «no pertenecía a ningún lugar»; al preguntarle
a qué se refería, habló acerca de su historia.
Gloria fue concebida producto de una violación. Su madre per-
tenecía a una familia muy humilde de 11 hermanos; ocho hombres y
tres mujeres, ocupando su madre el tercer lugar de nacimiento. Cuando
Gloria nació, fue registrada como hija de sus abuelos. Comentó que su
madre «nunca la quiso» y tampoco tenía recuerdos de que la hubiera
cuidado o atendido en ningún momento de su vida. Cabe mencionar que
tampoco sus abuelos se preocupaban por su bienestar, así que Gloria
se describió como una niña sucia que se vestía con las camisas viejas
que le legaban sus tíos, hermanos de su mamá.
Los ocho tíos de Gloria eran alcohólicos y desde aproximadamente
los siete años de edad abusaban sexualmente de ella cuando se em-
briagaban. Al preguntarle en qué momentos se sentía segura, describió
que cuando sus tíos caían dormidos por el alcohol, después de haberla
maltratado, caminaba de manera silenciosa hasta llegar a un árbol que
se encontraba en la esquina de su casa, subía a él y, según dijo, ese era
un lugar en donde se sentía muy segura.
Describió el árbol como si sus ramas se acomodaran de tal mane-
ra que ella con sus pequeñas piernas podía alcanzar el siguiente paso,
como si fueran escalones; también compartió que el lugar en donde se
sentaba tenía la forma de una «cuna» y las hojas del mismo árbol la
cubrían, razón por la cual casi nunca llegaba a tener frío cuando pasaba
la noche en ese lugar. Dijo, además: «Imagina la cantidad de hojas que
tenía que cuando llovía no solo no me mojaba, sino que no me daba
frío». Le pregunté qué veía desde ese lugar cuando ya se encontraba
segura: «Cuando volteaba al cielo… veía a Dios. Él hizo este lugar para
mí; veía a Dios en la luna», mencionó.
Respetando las creencias de Gloria comentamos acerca de los
lugares seguros que ha tenido a lo largo de su vida. La conversación
entonces giró alrededor del significado de estar sola en el árbol, haciendo
referencia a que ella ha sabido cuidar de sí misma y estar consigo en el
lugar más seguro que ha encontrado.
Para finalizar la conversación de ese día, le pregunté si era posible
para ella repetir desde cuando llegó a su vida el miedo, a lo que respon-
dió: «Como te había dicho, me di cuenta que no pertenezco a ningún
lugar», refiriéndose a que en su familia de origen ninguna persona se
preocupaba por ella.

224
53. Transformando discursos sociales. Diálogo terapéutico basado...

Comenté con Gloria que los terapeutas vaciamos la información


familiar de manera esquemática, marcando los vínculos entre personas
y la manera de ser de la familia. Le pregunté si estaba bien para ella
que yo le mostrara su familiograma y le explicara lo que significan las
líneas. Una vez que aceptó, le fui mostrando cada uno de los vínculos y
la jerarquía que ella tiene dentro de su familia nuclear. Cuando terminé
de explicar, Gloria me preguntó si podía llevarse una copia de su fami-
liograma, a lo cual accedí, no sin antes preguntarle para qué lo quería:
«Quiero llevarlo siempre conmigo porque aquí se ve que yo estoy con mi
familia, que yo estoy con mi esposo y mis hijos y todos estamos aquí».
En la siguiente sesión le pregunté cómo se había sentido con res-
pecto al miedo esa semana. «Desde el momento en que salí de aquí, no
me volví a acordar del miedo; seguí haciendo mi vida normal. Apenas
ahora me doy cuenta que el miedo se fue».
Le pregunté cuál creía ella que había sido la razón que hizo que el
miedo se alejara. «Pues me di cuenta que yo sí pertenezco a mi familia
con mi esposo y mis hijos. Además, cuando estoy sola estoy bien; re-
flexioné acerca de que no era necesario desear pertenecer a la familia
de mi mamá si me trataban muy mal».
Desde el discurso social, Gloria se veía a sí misma como una vícti-
ma sin poder que había vivido en la absoluta soledad y desesperanza.
Sin embargo, durante la conversación se dio cuenta que la soledad no
la hacía víctima, sino responsable de su protección, ya que estar con
ella misma era y es hasta la fecha la mejor manera de protegerse de la
violencia de su ambiente. Además, la transformación de su historia de
infancia hacia una vida adulta basada en los valores que para ella son
importantes la han llevado a ser el centro de la vida de su familia nuclear.

225
54. ¡A que no me atrapan!

Identificación de una nueva etapa


familiar con un hijo adolescente

Shiray González Pérez3

Hace algunos años llegó al consultorio una familia compuesta por


papá, mamá y dos hijos varones. El mayor tenía 18 años y el menor 14.
A consulta asistieron solo con el hijo menor. Su condición econó-
mica era baja, al igual que sus grados de estudios. El señor era pescador
y la señora se dedicaba a las labores del hogar. El hijo mayor trabajaba
con su papá y el menor estudiaba la secundaria. Cabe mencionar que
el joven era alto (más que los papás) y de complexión robusta.
El motivo de consulta fue que los papás estaban muy preocupados
porque el hijo menor había cambiado mucho; no obedecía, solo quería
estar en la calle, salir con sus amigos y ya no quería estar en casa ni ayudar
a su papá. Inclusive había bajado sus calificaciones en la escuela. El papá
decía no entender qué estaba pasando y le preocupaba que el hijo tuviera
alguna enfermedad que le estuviera afectando, ya que antes no era así. Lo
describieron como un niño que había sido muy obediente y responsable.
En la primera sesión exploré algunos aspectos de la situación fami-
liar como comunicación, figuras de autoridad, reglas, límites, manejo
de situaciones, etc. El padre era la figura de autoridad más importante
y lo que él decía se hacía, sin oportunidad de cuestionar u opinar.
También me di cuenta que la familia estaba pasando por una etapa en
la que el joven estaba interesado en cosas de jóvenes y ya no de niños
y solicitaba más su tiempo y espacio, sin ser atendido ni escuchado.
Ante esto, los papás no sabían cómo manejar esta nueva etapa. Esta
etapa no la vivieron con su hijo mayor, ya que este pasó de ser un niño
a jugar roles de adulto (por cuestiones económicas, había dejado de
estudiar y comenzó a trabajar con su papá. Él continuaba siendo un
hijo responsable y obediente; según lo mencionaron en la sesión, él
nunca les dio problemas).

3
Licenciada en Psicología, Universidad Veracruzana, Xalapa. Docente Universidad Autó-
noma del Carmen, Ciudad del Carmen, México.

227
Shiray González Pérez

Así que traté de explicarles la situación que observaba lo más cla-


ramente posibley usando un lenguaje sencillo; sin embargo, por más
que me esforzaba percibía que no me entendían, y el papá regresaba
al cuestionamiento: «Pero no entiendo por qué, si él antes no era así».
Así que después de unos segundos de frustración por no lograr expli-
carme, se me ocurrió que si buscaba la manera de que se representara
la forma en cómo se estaban relacionando y enfrentando la situación,
quizá podía ser más fácil comprenderlo.
Pedí a los papás que se pusieran de pie y se colocaran frente a
frente tomándose de las manos (como la dinámica de pájaros y nidos)
y el hijo en medio de ellos, adentro. Los papás representaban el nido y
el joven era el pájaro; así se los expliqué.
A los papás les di la indicación que por ningún motivo permitieran
que el joven saliera y al chico le dije que hiciera todo lo posible por
escapar. Entonces di una señal para que cada quien hiciera lo asignado.
El joven, con determinación, utilizando su cuerpo y complexión, imponía
fuerza física, tratando de encontrar la manera de salir del nido,mientras
que los papás hacían todo lo posible por no dejarlo salir. ¿Cómo lo
hacían? La mamá hablaba, pedía y rogaba a su hijo que no se saliera
en un tono suave e inclusive, podría decir que temeroso. Por otro lado,
el papá gritaba e imponiendo su cuerpo y fuerza trataba de no dejarlo
salir, se desesperaba y trataba de aplicar fuerza y temor. Finalmente,
¿qué creen que pasó? El chico logró salir…
Después de unos segundos de observar la escena y ver cómo el joven
logró salir, les pregunté acerca de lo que había pasado. La señora solo
dijo «se escap». El papá reconoció que no había podido evitar que se
escapara. Expliqué a los papás que justamente eso era lo que estaba
pasando en casa, que el chico estaba viviendo un momento de vida con
la cual estaba llevando a la familia también a una nueva etapa,en la que
quizá valdría la pena revisar y modificar algunas reglas de casa y que
ante esta nueva situación ellos estaban tratando de mantener todo de la
misma manera como venían viviendo, y al no estar funcionando, estaban
tratando de imponer. Así como el papá utilizaba la fuerza e imposición,
el chico igual utilizaba la fuerza y trataba de imponer lo que quería.
Parecía que la estrategia de imponer y obedecer, que había funcio-
nado anteriormente, ya no estaba funcionando porque el chico estaba
creciendo y quizá era tiempo de buscar otras alternativas, como la
comunicación, la negociación, etc.
A partir de este ejercicio fue más fácil la compresión de la situación
por parte de la familia y yo reforcé que la creatividad es un buen aliado
en el proceso de intervención psicoterapéutica

228
55. Reencontrando nuestra familia

Terapia breve centrada en la solución


con una familia en crisis

Mauricio Garrido Fuhrop4

«Me siento desanimada, estoy muy cansada, sin energía…», fueron


las palabras de Ivette al preguntarle en qué podía ayudarla. Me explicó
que ella pensaba que ese agotamiento y desánimo se debía a su mari-
do, que ella lo sentía como un hijo más, ya no como un compañero ni
menos como un apoyo. Ivette remarcaba que se sentía sola, cansada,
la única adulta a cargo de sus tres hijas adolescentes y de su marido,
que era también como un hijo. Mientras hablaba se comenzaba a dar
cuenta de que para sentirse mejor le ayudaría contar con el apoyo de
sus hijas y de su marido, y que para ella era importante que hubiese
algunos cambios en el día a día de su familia; estuvo muy de acuerdo
con la sugerencia de que asistieran todos a la siguiente sesión.
A la semana siguiente, el día acordado, me encontré con una familia
muy alegre y locuaz; tres niñas risueñas y un padre bromista. Ivette,
sentada en medio de sus hijas, las observaba en silencio. Catalina, Camila
y Carolina se reían y bromeaban, y algo más apartado, casi excluido,
su esposo Daniel buscaba engancharse de la conversación de sus hijas
haciendo algunas bromas de cuando en cuando.
Todos coincidieron en que anhelaban que mejoraran las relaciones
entre ellos. Las hijas remarcaban que deseaban que su padre no fuera
tan enojón; a su vez, Daniel, el padre, explicaba que su deseo era recu-
perar a su familia y volver a sentir el amor de su esposa y la cercanía
de sus hijas.Todos concordaron en que querían que las cosas volvieran
a ser como antes.
«¿Cómo eran las cosas antes?», pregunté. «La pasábamos bien
juntos, nos reíamos, hacíamos hartas cosas en familia», decía Catalina,
la mayor de las hijas. «Daniel era un apoyo, una ayuda, un compañero»,
apuntaba Ivette. «Salíamos harto», dijo Camila, la segunda de las hijas.

4
Psicólogo Clínico, Universidad de Chile. Postítulo en Terapia Sistémica Orientada a las
Soluciones en Centro Sol Instituto, Santiago, Chile.

229
Mauricio Garrido Fuhrop

«Me gustaba cuando tomábamos desayuno o almorzábamos juntos»,


explicaba Carolina, la menor.
Todos relataban una vida familiar alegre, cómplice, lúdica y amo-
rosa que contrastaba fuertemente con la visión sombría, críticay abúlica
que tenían ahora; era como si estuvieran atrapados en una bruma espesa
y fría que no los dejaba ver más que la propia bruma.
Les llamó mucho la atención cuando pregunté qué podría hacer
cada uno para volver a tener momentos tan hermosos como los que
habían descrito. Ante las miradas de confusión y duda remarqué que
todos mostraban talento para crear momentos agradables, como el
que había visto al entrar a la sala y encontrarlos conversando y riendo.
Camila fue quien primero habló: «Podría quedarme más tiempo en
la mesa, a la hora de once, para conversar más con mi papá. Supongo
que si quiero que deje de ser enojón, yo también tengo que acercarme
a él». Daniel comentó que «podría volver a preparar el desayuno; antes
lo hacía, a las niñas y a Ivette les gustaba, era un lindo momento del
día». Se fueron a su casa con la sugerencia de que cada uno se abocara
a hacer algo para volver a crear los hermosos momentos familiares que
antes tuvieron.
Una semana después, la familia relataba los buenos momentos
que habían creado: tomaron desayuno juntos un día, otro salieron a
una actividad escolar, se quedaban en la mesa conversando luego de
tomar once y, por cierto, también hubo algunas discusiones y algunos
momentos ingratos, pero estos ya no estaban en el centro de su rela-
to; disfrutaban recordando los buenos momentos que habían tenido
durante la semana.Me quedé con la impresión de que la bruma en la
que estaban atrapados comenzaba a disiparse. Ellos estaban logrando
disiparla.
Daniel contó emocionado que Ivette le había enviado a su correo
electrónico muchas fotografías de momentos familiares importantes que
habían vivido: el nacimiento de sus hijas, los primeros días de clases de
cada una de ellas, vacaciones, cumpleaños y navidades. Daniel armó una
presentación con todas las fotografías que luego vieron todos juntos.
Pudieron ver y recordar la hermosa familia que siempre habían sido.
En las sesiones posteriores continuaron relatando momentos fami-
liares gratificantes. Padre, madre e hijas se hicieron parte y comenzaron
a ver todo lo que los unía como familia: recuerdos compartidos, mo-
mentos cotidianos, apoyo mutuo ante dificultades. Las niñas volvieron
a encontrar a un padre alegre y cercano; Ivette vio aparecer a su esposo
y compañero; y Daniel se volvió a sentir parte importante de su fami-
lia. Las historias que contaban en sesión ahora eran acerca de todo lo
que los unía, ya no de lo que los separaba. Incluso los problemas eran

230
55. Reencontrando nuestra familia. Terapia breve centrada en la solución...

una oportunidad para fortalecerse como familia, pues buscaban cómo


solucionarlos; ya no permitían que los problemas fueran un obstáculo.
Finalmente, la bruma en la que habían estado envueltos se había disi-
pado y al desaparecer la bruma reencontraron su familia.
En este sentido, lo que parece una intervención sencilla y casi des-
provista de técnicas elaboradas o complejas posee la particularidad de
centrar el discurso de los consultantes en relatos acerca de la experiencia
familiar que les permite construir o reconstruir las relaciones de manera
satisfactoria. Es decir, sin querer evitar o bajar el perfil a las situaciones
de conflicto, privilegio en sesión las narrativas que se presentan como
excepciones al problema y por lo tanto se centran en la solución. Esto
permite que los mismos participantes de la terapia encuentren acciones
o claves que ayudan a trabajar en la solución del problema.
Desde esta perspectiva, el diálogo terapéutico lo centro en la so-
lución más que en el problema, ya que ambas dimensiones tienen una
presencia real en la experiencia de todos. Sin embargo, en la estructura
narrativa de la experiencia, así como en el tiempo usado en sesión,
prefiero privilegiar hablar de soluciones o situaciones pasadas en las
que el problema no está y que pueden ser replicadas en el presente y
planificadas a futuro.
La familia en sesión comprendió rápidamente la lógica de la inter-
vención y logró realizar una experiencia terapéutica exitosa para ellos.

231
56. Si tocaste fondo...
¡solo queda subir!

Terapia Centrada en la Solución


para colaborar en la relación
con una hija adolescente

Rosario Zevallos5

Entrando la noche, recibo la llamada de una mujer de 59 años


que solicita una cita a la brevedad posible. Al preguntarle el motivo
de la urgencia, me comenta con voz agitada que el día anterior había
sido el peor de su vida, que su hija de 13 años la había «defraudado
terriblemente»: «Me desconocí en mis reacciones... nunca le había pe-
gado tanto». Reconocí generosamente ese primer gran paso... ese paso
valeroso y afrontativo, el inicio de una historia de soluciones.
Nos encontramos por la tarde del día siguiente. Delante de mí
estaba una mujer menuda, con unos ojos enrojecidos e hinchados. Ini-
ciamos hablando del tráfico y luego vino el «cuéntame en qué te puedo
colaborar». Ella necesitó un cigarro para empezar a hablar. Dos días
antes se enteró que su hija única, jugando a los retos, había llevado
a un amigo a casa y tuvo relaciones con él, siendo parte del reto que
los padres estuvieran ahí. La madre se enteró por casualidad y aunque
en un principio no lo quiso creer, comprobó la situación por boca de
su propia hija. ¿Cuál fue su reacción? La insultó, le pegó, le quitó el
teléfono y el computador. ¿Y el papá? Solo sabe que la chica se portó
mal y apoya lo que haga la madre sin preguntas.
Ella comenta: «Su papá preguntó qué pasó... no le conté... él es
medio loco, es capaz de coger un revólver y matar al muchacho... se
desgracia la vida. Luego me metí en mi cama, me tapé hasta la cabeza.
Mi esposo pensó que era migraña, es mejor. Ayer no fui a trabajar,
no era capaz. Nunca falto al trabajo, pero no podía; avisé que estaba

5
Psicóloga, Universidad Femenina del Sagrado Corazón, Lima. Formación en Terapia Breve
Centrada en Soluciones, Centro Latino de Terapia Centrada en Soluciones, Lima, Perú.

233
Rosario Zevallos

enferma. No quise verle la cara a nadie, ni que me preguntaran... seguí


en cama hasta antes de llamarla».
Nuevamente reconocí su actuar, su valor para tomar el teléfono
y solicitar ayuda a pesar de las circunstancias, y la invité a comentar
qué otras cosas positivas habían sucedido antes de llegar a consulta.
Ella cambió su mirada... «Yo vivo lejos y hoy me levanté más tem-
prano para ir a trabajar... hice el desayuno, preparé mi lonchera y la
de mi hija... aún no la quiero ni ver... necesito organizarme... no sé por
dónde empezar». En este punto del camino creí importante resumir y
muy especialmente elogiar los pasos dados para que ella se dé cuenta
que ya empezó.
Lo importante en el trabajo en crisis es no perder la brújula y ayudar
a las personas a que verbalicen el cómo sabrán que la conversación será
de provecho, porque a partir de ahí empezarán a plantearse objetivos.
De pronto los objetivos iniciales puedan ser muy amplios y generales;
sin embargo, es necesario acompañarlos en la tarea de afinarlos y con-
vertirlos en pequeñas tareas de sencilla ejecución y alta probabilidad
de éxito.

T: Me gustaría saber cómo sabrás que nuestra conversación será


de provecho para ti.
P: No sentiré tanta angustia ni rabia, tendré más claro qué hacer
con mi hija... ¡no sé qué tengo que hacer, no sé por dónde empezar!
T: Okey. A ver si entiendo, tú me dices que quieres ordenar por
donde empiezas. Eso significa que quieres priorizar cosas que ya estás
pensando hacer.
P: Sí, creo que sí.

En este punto –y para reforzar el deseo de seguir dando pasos y


seguir afinando acciones– usé el recurso de la pregunta del milagro,
invitándola a ser lo más explícita posible en cada respuesta, para cons-
truir y empezar a materializar su futuro preferido.

P: Me despertaría feliz... bajo a la cocina con mi esposo y prepara-


mos desayuno y loncheras, tanto para mí como para mi hija. La ayudo
a peinarse. La acompaño a la movilidad. Mi esposo me ayudaría en el
cuidado de nuestra hija... llevarla, traerla, permisos, responsabilidades.
Mi hija nos trataría con respeto, diría la verdad, sería transparente,
como cuando era chiquita... se tiraría en mi cama y conversaríamos y
veríamos películas comiendo canchita.

234
56. Si tocaste fondo... ¡solo queda subir! Terapia Centrada en la Solución...

Es momento de ordenar objetivos y tareas en papel. En este caso


consideré que era necesario escribirlo para que pueda adentrarse, en-
tender, comprometerse y materializar cada una de las oraciones escritas.

T: Priorizando, ¿qué es lo urgente por hacer?


P: Hablar con ella. La llevaría a un lugar tranquilo, tomaría aire
y trataría de no perder la paciencia y… escucharla. No sé qué pasó...
espero que ella me lo cuente para sobre eso decidir qué hacer. Conver-
sación madre-hija.

• Llevarla al médico/psicólogo... necesita que la orienten. No lo


había pensado y la ginecóloga es lo antes posible... hoy la lle-
vo. El psicólogo tiene que evaluarla y determinar por qué esas
conductas.
• Hablar con mi esposo y mi hermana... a veces lo he desautorizado
delante de mi hija. No le contaré a él lo que pasó, creo que es
mejor... le diré que los permisos tenemos que hablarlos.
• Mi hermana... es madre soltera y tiene una hija de 20 años que
crió sola... es una buena chica.
• Objetivo de esta sesión: cumplido. ¿Qué se llevó? Tareas claras
que le permitirán seguir encontrando soluciones y seguir subien-
do hacia la superficie. Si me preguntan qué me ayudó en esta
intervención, les diré:

a. Forma diferente de escuchar: recursos v/s déficit.


b. Forma diferente de conversar: construir en positivo v/s señalar
y enfatizar en negativo.
c. El milagro de las excepciones: las excepciones construyen el
futuro preferido.

Finalmente, puedo agregar que el trabajo en este enfoque permite


liberarme de la responsabilidad de saberlo todo, lo que hace que en
mi trabajo disfrute de acompañarlos a redescubrir lo que ellos saben.

235
57. «Un buen baile es de a dos»

La co-construcción de objetivos
positivos como técnica terapéutica

David Fuenzalida C.6

En este relato se aborda el proceso de un consultante de 25 años, el


cual asiste a sesión ya que previo a nuestro primer encuentro comenzó
a experimentar una serie de episodios desagradables, los cuales asoció
a crisis de pánico.
Desde la primera sesión fue posible mantener una buena relación
con el consultante, lo que favoreció el trabajo en conjunto, relación
que es fundamental para todo tipo de terapia. Para conseguir esto fue
importante mantener una postura de curiosidad y confianza que me
permitió indagar no solo en sus problemas, sino que también conectar-
me con la persona, que queda muchas veces saturada tras el problema.
Esta postura de colaboración a su vez le permite a la persona vi-
sualizar que mantiene un problema, pero al mismo tiempo saber que es
parte de la solución. Para todo lo anterior es muy importante prestar
atención a los recursos que la persona muchas veces pasa por alto,
pero que, en sí, son los elementos que la caracterizan; en este caso, el
consultante es una persona con un gran interés social y familiar, con un
gran desarrollo de aspectos creativos y artísticos, siendo fiel a una serie
de valores destacables como el honor, el compañerismo, la tolerancia
y la empatía.
El siguiente elemento fundamental para conseguir los objetivos tiene
que ver con establecer una meta clara, una luz al final del camino que
podamos señalar claramente, que sea alcanzable y por sobre todo que
sea algo que la persona pueda conseguir por sí misma. En este caso la
persona tenía un objetivo, el cual no era claro, y tenía relación con la
desaparición de una serie de síntomas, lo cual más que ser una meta,
es una consecuencia de ella.

6
Psicólogo, Universidad de Magallanes, Punta Arenas. Postítulo en Terapia Sistémica
Orientada a las Soluciones en Centro Sol Instituto, Punta Arenas, Chile.

237
David Fuenzalida C.

Utilicé la «pregunta del milagro», la cual permite a la persona


posicionarse en un futuro en ausencia del problema. Esta fue quizás la
principal herramienta que le entregué a la persona para visualizar sus
objetivos, como, por ejemplo: mejorar hábitos diarios, experimentar
situaciones nuevas, organizar sus actividades de otra forma e integrar
a su familia dentro de su día a día. Todas estas características tienen
que ver con una meta final de poder disfrutar más y estar presente en
distintas experiencias, que fomentarían cambios positivos en él.
En este momento surge una interrogante: ¿cómo preguntar de
tal manera que sea productivo para la persona? Pues en este caso él
ya sabía más o menos qué hacer, e incluso había probado algunas al-
ternativas para estar mejor, tales como ir a un médico a fin de probar
tratamientos farmacológicos y alternativos. En ese momento es cuando
la curiosidad y la escucha genuinas toman importancia, al punto de
notar ese detalle en que la persona solo habla de las acciones que rea-
liza. Entonces, ¿dónde quedan las emociones y los pensamientos? Y, a
su vez, hablaba desde su reacción hacia terceros, pero ¿dónde están las
personas importantes para él? ¿Cómo se afecta por ellas? A través de
estas preguntas se busca guiar la conversación al hacer que la persona
hable de esas variables que pasa por alto, con tal de ampliar su visión
de la situación y que posteriormente pueda integrarlos a su meta. Es
importante recordar que somos seres integrales y sociales, además de
completar la triada acción-pensamiento-emoción y, por otra parte, en-
tender cómo es que el resto de las personas nos influye para saber así
cómo podemos responder a ellos.
Ahora bien, ¿qué pasa cuando nuestra meta está demasiado lejos
y no vemos el camino? Esto es muy común y como guías tenemos que
ayudar a la persona a construir ese sendero en base a la experiencia,
ideales y soluciones que la persona plantea.Acá fue muy útil graficar
dicho camino a través de las «preguntas de escala», una línea que en
su extremo superior nos presenta ese milagro co-construido con an-
terioridad y que representa a su vez cada paso a seguir para llegar a
la meta, los que se irán descubriendo con cada movimiento que haga.
Finalmente, se busca que este camino sea transitado de manera lenta y
que se entienda que es una tarea compleja, pero realizable, destacando
a su vez sus aciertos.
Las siguientes sesiones avanzaron rápidamente tras una primera
sesión que resultó clave debido a que en ella se posibilitó la relación
terapéutica y se construyó la meta y el camino a seguir.
Las sesiones son como un baile en el cual guiamos a la persona y
posibilitamos su actuar, sin decirle cómo ni cuándo, sino dejándola fluir
y disfrutando genuinamente el espectáculo.

238
58. Diseñando el futuro deseado

Trabajo terapéutico con orientación


a futuro

Alonso Dávila León7

Gerardo es un joven ingeniero de 25 años de edad que ocupa el


puesto de asistente de operaciones en una empresa de contratistas.
Empezó a vivir de manera independiente hace seis meses debido a que
sus padres y hermanos decidieron radicar en Estados Unidos de forma
definitiva. Afirma que cuando se acuerda de su familia siente tristeza,
sobre todo por su madre, con quien se comunica casi a diario. También
siente admiración por su hermana, quien acaba de adquirir un auto en
este corto tiempo de residencia en ese país.
Gerardo al expresarse era firme y no titubeaba, hablaba de corrido
y era muy seguro de lo que decía. Decidió ir a terapia debido a que es
celoso, inseguro y desconfiado con las personas con las que ha tenido
relaciones amorosas. Él ha buscado relaciones «perfectas», y cada vez
que había algún problema, pensaba que todo iría mal en un futuro;
que la mujer con la que estaba no sería la indicada para casarse y todo
lo planeado dejaría de pasar. Gerardo ha asistido a terapia psicológica
exponiendo el motivo de consulta mencionado líneas arriba, en donde
el psicólogo atribuyó que la causa de ese comportamiento era la falta
de afecto por la ausencia de sus padres desde que era un adolescente.
El profesional le sugirió que conozca a personas del sexo femenino y
pacten citas con intenciones de empezar una relación, para que de esta
manera se extinga la inseguridad y desconfianza.
El consultante manifestó: «Estoy harto de todo esto porque he
perdido a grandes personas. He tratado de dejar de pensar y no puedo.
Quiero que me digas qué debo hacer para dejar de estar así».
El cliente hizo un resumen de sus dos últimas relaciones, haciendo
hincapié a los temas de desconfianza e inseguridad: «Había quedado en
salir a cenar con Priscila por nuestro aniversario después del trabajo.
Me llamó media hora antes diciendo que su mamá había tenido un
7
Licenciado en Psicología, Universidad César Vallejo, Trujillo, Perú.

239
Alonso Dávila León

accidente y la estaba acompañando en la clínica para que la revise el


traumatólogo; sentí mucha cólera y no le creí. Pensé que me mentía,
que lo de su madre no era verdad y que no quería salir conmigo. Ella
se enojó y lloró porque no le creía, me dijo que se sentía mal debido a
que la hacía quedar como mentirosa y la hacía sentir culpable de que
la relación se deteriore».
Otra anécdota: «Estuve en la discoteca con Karla por el cumpleaños
de uno de mis mejores amigos. Nos encontrábamos en los sillones del
lugar y yo miraba a las personas bailar en la pista mientras cantaba la
canción que pasaban en ese momento. Luego volteo a ver a Karla y me
di cuenta que ella conversaba con una amiga que tenemos en común.
Me acerqué un poco y lo que hablaban era acerca de maquillaje. Cuan-
do terminaron de hablar, ella miró por dos segundos a un chico que
pasaba por su lado y le pregunté quién era; le grité y le reclamé porque
lo miraba, que seguro era su amante o que tal vez él quería tener sexo
con ella o que le gustaba».
A manera personal, yo quedé muy sorprendido por todo lo que
escuchaba, pues en mi experiencia con consultantes, que no es muy larga,
no me había topado con un caso así. Al principio me costó mucho diri-
gir la consulta, pero a medida que pasaba el tiempo, el consultante iba
entrando en confianza. Percibí que sentía mucha cólera hacía sí mismo
y que él era responsable de los rompimientos en sus relaciones; que en
caso no se llegara a casar y formar una familia, él iba a ser el culpable.
Cuando le formulé la pregunta de escala me dijo que se ubicaba
en el número cinco y detalló qué es lo que hacía que se ubique ahí.
Luego seguí con la parte en la que se pregunta en qué número se ubica
en el futuro y qué es lo que tendría que ocurrir para que se ubique en
dicha cifra, a lo que respondió: «Sé lo que puedo hacer para subir un
número más, pero no siento la plena confianza y seguridad que eso me
va a llevar a donde quiero llegar», y le dije: «Ten en cuenta que el pro-
blema de inseguridad y desconfianza ya ha dejado de existir. Este es el
futuro perfecto, el futuro que estas diseñando», y volví a replantear la
pregunta. Dentro de lo expuesto acerca del futuro deseado manifestó
que frecuentaría a su familia y amigos; también dormiría más horas,
lo que lo ayudaría a estar más descansado y así poder realizar sus ac-
tividades laborales.
En la siguiente sesión sostuvo que lo que iba un poco mejor era
su estado de ánimo, el cual fue producto de la asistencia a sus abuelos
y tíos, tanto maternos como paternos, amigos del colegio, amigos del
trabajo y otras personas muy allegadas a él. Gerardo se sentía más ale-
gre, con mucha fuerza de voluntad para realizar sus actividades y con
ganas de vivir y continuar creciendo como persona. Manifiesta que el

240
58. Diseñando el futuro deseado. Trabajo terapéutico con orientación...

visitar a gente muy querida por él ha hecho que vea a la inseguridad y


a la desconfianza como dos «defectos» que van desapareciendo. Dijo:
«Cuando estuve en el cumpleaños de mi sobrina veía a todos cómo
disfrutaban de la fiesta. Todo era risa por parte de mis primos, tíos y
demás familiares. Sus risas eran tan contagiosas que me uní al grupo;
hasta a bailar me sacaron mis primas. Asistí a la graduación de un
amigo del colegio, vi a su mamá y a otras personas que no veía hace
mucho y fui testigo de lo alegre que eran con el logro de mi amigo». El
que Gerardo haya salido de su casa y frecuente a amigos y familiares
ha contribuido a que no se sienta solo, que hay gente que lo quiere y le
desea mucho bien, que es más feliz teniendo experiencias con emociones
positivas que negativas. Las personas que se dieron cuenta de su cambio
fueron sus amigos del colegio y su abuela, quien le dijo que le daba
gusto verlo contento y sonriente, lo que causó emoción en Gerardo y
casi lo hace llorar. Sostuvo que se dio cuenta que le daba importancia
excesiva al amor, que este aspecto era el núcleo de su felicidad, y que si
estaba bien con su pareja, pues los demás aspectos de su vida también
andaban de lo mejor.
Dibujamos un mapa mental en donde el amor y los demás aspectos
estaban en el mismo nivel, lo que conllevó a potencializar la nueva visión
que estaba adquiriendo acerca de sí mismo y se dé cuenta que todos
los ámbitos personales son importantes en la vida de un ser humano.
En el resumen hice énfasis en los antiguos y nuevos recursos, las
acciones que se encontraban detrás del número de la escala y también
en las relaciones que ha vuelto a retomar con su red social cercana
(familiares y amigos) y la aproximación al futuro perfecto en sus vín-
culos amorosos.
Finalmente considero que siempre hay que ser cuidadosos con
cada palabra que se usa al momento de la psicoterapia, ya que esta es
mágica y conlleva a la proyección de un mundo nuevo, distinto del que
los consultantes quieren dejar.

241
59. ¡No quiero hablar
con la psicóloga!

La importancia de la fase social


y el vínculo terapéutico
en la primera entrevista

Carola Hernández Rodríguez8

Lorena fue mi primera consultante adulta durante mi periodo de


formación, lo cual fue, como toda nueva experiencia, una situación que
significaba un gran desafío.
La consultante llega con muy bajas expectativas sobre la terapia
y es reflejado en su rostro y actitud frente a la primera entrevista. Re-
lata que es llevada a terapia por su hermana debido a sus constantes
problemas con la crianza de sus hijos y accedió a ir solo para que su
hermana no siguiera insistiendo.
Lorena tiene 33 años, es madre soltera y acude a terapia indicando
que no tiene paciencia con sus hijos de nueve y seis años. Señala que
necesita apoyo en el ámbito parental, ya que siente que no tiene habi-
lidades parentales y ningún control sobre ellos: «No me obedecen y ya
no sé cómo hacerlo».
Pero antes de llegar al motivo de consulta, la primera sesión se fo-
calizó en construir el vínculo terapéutico y llevar a cabo la fase social.
Más allá de ser la primera fase de la estructura propuesta para la primera
sesión en la terapia sistémica breve, lo vi muy adecuado y necesario
frente a esta situación, ya que Lorena reflejaba mucha desconfianza
y poco interés en establecer un diálogo con la que entonces era una
desconocida estudiante de psicología para contarle lo que le sucedía, y
al ver los resultados de la terapia pude ver que fue acertado utilizar la
primera sesión por completo para la fase social.
Luego de realizar el encuadre inicial y dejar claros los detalles del
proceso terapéutico, me dirijo a Lorena, dejo la libreta de lado mos-
trándole total interés y atención y le digo: «Bien, antes de hablar sobre

8
Psicóloga, Universidad Santo Tomás, Concepción, Chile.

243
Carola Hernández Rodríguez

lo que te trae a terapia, me gustaría conocerte, saber de ti». Al oír estas


palabras el rostro de Lorena cambia y muestra sorpresa, ya que no era
lo que esperaba escuchar. Seguidamente comienza a hablar de sí misma,
de su ocupación y lo mucho que disfruta lo que hace, de sus dos hijos
y familiares significativos, de sus gustos e intereses, de su círculo de
amistad, abarcando más tarde temas delicados de su vida que no había
hablado anteriormente. Habla fluidamente durante toda la sesión: se
refleja en ella la necesidad de ser escuchada y comprendida.Sus ojos se
llenan de lágrimas al hablar de los episodios difíciles que ha tenido que
vivir, esto debido a que rara vez expresa lo que siente y lo que piensa.
Al finalizar la primera entrevista Lorena tiene una actitud totalmen-
te diferente a la inicial: está entusiasmada con la terapia y participativa,
y da las gracias por ser escuchada. Relata que le sucedió algo diferente
y positivo en esta ocasión; sus experiencias anteriores con psicólogos/as
(del Centro de Salud Familiar, principalmente) no habían sido buenas
y con ninguno de ellos había podido hablar abiertamente como lo hizo
conmigo esta vez. Asistía solo por cumplir, tal como llegó a esta primera
entrevista; dispuesta a no hablar ni contar nada de ella como lo había
hecho con los otros terapeutas, pero se vio sorprendida y agradada al
notar un interés en la psicóloga por saber quién era ella y sus intereses
antes de hablar del motivo de consulta.
Al avanzar la terapia se fortaleció el vínculo terapéutico. Lorena
llegaba a la consulta muy entusiasta y con ganas de conversar sobre lo
sucedido en su semana y lo relacionado al motivo de consulta. Cada
vez se veía más sorprendida, ya que generalmente no habla de sí misma
y de sus sentimientos, manifestando lo relajada que se siente cada vez
que lo hace en terapia. Dado la facilidad que se generó de expresar sus
sentimientos, salió a luz la verdadera problemática que desencadenaba
aquello que manifestaba como motivo de consulta (habilidades paren-
tales): existían problemas de relación con su madre y hermana, quienes
la invalidaban como madre invadiendo su rol, afectando su autoestima
y autoconcepto sobre su labor parental. Finalmente, en acuerdo con
Lorena, se aborda principalmente el problema de relaciones con su
hermana y madre, así como su autoconcepto y la validación de su rol
como madre. Este enfoque mejora considerablemente la consistencia
del motivo de consulta, el que inicialmente manifestaba como falta de
habilidades parentales, resultando que más bien consistía en validar lo
que ya estaba haciendo correctamente como madre.
Es de real importancia generar aquellos espacios donde los con-
sultantes puedan hablar de sí mismos, sentirse cómodos y escuchados,
lo que construye la base de la relación terapéutica, fomentando una
adecuada y efectiva intervención.

244
60. No me daba cuenta
de lo fuerte que era

Trabajo terapéutico basado


en los recursos del consultante

José Miguel Rubina9

Mi consultante, Alicia, es una mujer de cincuenta años que solicita


la sesión con voz compungida y trémula, señalando que necesita una
hora de terapia que la ayude con una situación de conflicto en el trabajo
y que su deseo era poder atenderse con premura. Por tanto, abriendo
mi agenda busqué la ventana de atención más próxima y congeniamos
con su hora de salida. Cuando terminé la llamada, respiré profundo y
traté de imaginar el abordaje que utilizaría, de qué manera serle útil
sin enredarnos en la temática de conflicto laboral propiamente tal, pues
escapaba al manejo o injerencia posible desde el espacio terapéutico.
Siendo la primera vez que atendería una «urgencia», mi preocu-
pación principal era cómo actuar frente a ella. Por una parte, me
hacía sentido abocarme a una contención que podría tomar incluso la
extensión total de la sesión, justificada en la idea de lograr una buena
adherencia, acople o vínculo terapéutico que cimente el camino seguro
a la resolución de la queja. Por otra parte, el sentido de oportunidad
para abordar las experiencias de amenazas como «disparador o deto-
nante» de cambios en los consultantes.
Mientras dábamos inicio a la primera sesión, Alicia hacia esfuerzos
por contener el desborde emocional que le provocaba una situación
de maltrato laboral que se prolongaba ya por dos años, ejercido por
una jefatura y otras funcionarias, quienes continuamente realizaban
malas prácticas y se ufanaban de ello, de las que intentaban hacer
partícipe a Alicia, encontrando en ella evasión y silencio, lo que acre-
centaba su opresión. En su relato transmitía desconsuelo, impotencia,
rabia y angustia; se centraba en lo que este entorno tóxico le decía
y en su esfera de pensar le afligía el hecho de que cumpliendo bien
9
Psicólogo, Universidad ARCIS, Punta Arenas. Postítulo en Terapia Sistémica Orientada
a las Soluciones, Centro Sol Instituto, Punta Arenas, Chile.

245
José Miguel Rubina

su trabajo existiera un cuestionamiento sobre su propio actuar, y no


lograba visualizar justificación alguna que la hiciera merecedora de
tales desacreditaciones.
Yo miraba a esta mujer que relataba escenas de gran presión,
acciones llenas de malas intenciones, reproches injustificados, com-
plicidad en la falta a la probidad y un sinfín de dificultades a las que
debió enfrentarse durante tanto tiempo y ni siquiera lo compartió
con su familia para aliviar en algo el peso de tal carga. Visualicé su
capacidad para hacer frente día a día a un entorno de hostilidad; su
perseverancia en la realización correcta de sus tareas; el valor para
desestimar propuestas que la alejarían de sus principios y valores; la
integridad y templanza con la que actuó en cada episodio; y en general
cómo podía ser capaz de transformar estas amenazas en oportunidades
para desplegar una multiplicidad de recursos que no se condecía con
la imagen que tenía de sí misma.
Intervine devolviéndole un resumen con detallada descripción
de todos los recursos que hallé en su relato, haciendo hincapié en su
entereza y resistencia, como al hecho de que con su comportamiento
íntegro era capaz de producir cambios en su entorno laboral, siendo
esta mirada desde los recursos la intervención de mayor significación
para Alicia, señalando inicialmente: «No me daba cuenta lo fuerte
que era», y declarando en todas las sesiones posteriores su efecto
esclarecedor sobre la «madeja de lana», al referirse a su pensamiento
entrabado en el problema.
Esta afirmación mostró ser de una efectividad contundente para la
vida de Alicia, pues a la segunda sesión pudo enfrentar a su jefatura,
hacer partícipe a su esposo de lo que acontecía y hasta cambiar su
atuendo para ir a trabajar, lo que le produjo gran placer. En sesiones
posteriores continuarían los cambios con diversidad de efectos sobre
su persona y entorno, pero los cambios no solo se introdujeron en su
mundo, sino también en mi quehacer terapéutico, incrementando mi
nivel de confianza en el poder resolutivo que cada persona posee.
Hace un par de semanas, Alicia me relata que su madre fallece y
que no pudo ir a verla a tiempo porque le habrían rechazado su per-
miso en el trabajo y que viajaba ese día a sus funerales; le escribo la
parábola de la piedra:
«El distraído tropezó con ella. El violento la utilizó como proyectil.
El emprendedor construyó con ella. El campesino, cansado, la utilizó
como asiento. Para los niños fue un juguete. David mató a Golliat
y Miguel Ángel le sacó la más bella escultura. En todos los casos la
diferencia no estuvo en la piedra, sino en el hombre. No existe piedra
en tu camino que no puedas aprovechar para tu propio crecimiento».

246
60. No me daba cuenta de lo fuerte que era. Trabajo terapéutico...

A lo que me contesta:
«Mi mami se fue en un jardín de flores maravilloso. Saludos». Alicia
no solo posee una fortaleza extraordinaria, sino que además es capaz
de ver positivamente lo que la vida le depara.

247
61. ¡Nunca imaginé estar aquí!

Terapia sistémica breve en un caso


de ruptura en la pareja

Pablo Concha Ponce10

Carlos tiene 38 años y es su primera consulta con un psicólogo. Al


ingresar a la oficina, sus palabras fueron: «Estoy nervioso; esto es nuevo
para mí». Luego de eso, y respetando sus inquietos movimientos de pies
y manos –señal tal vez de su nerviosismo–, fui poco a poco explorando
la razón por la cual decidió llegar al encuentro, lo que permitió que
Carlos fuese relajándose.
Conversamos brevemente de sus actividades durante el día, del cli-
ma e incluso preguntando sobre qué venía pensando en el trayecto hacia
la consulta, todo con el propósito de abrir el diálogo de la forma menos
amenazante posible. Luego de esto, y tras algunos minutos, Carlos co-
menta que desde hace siete meses se ha sentido muy mal tras terminar
una relación de seis años, situación para la cual no estaba preparado;
sabía que las cosas no estaban bien entre ellos, pero no imaginó que
Andrea iba a decidir, y de forma tan drástica, terminar con la relación.
Señaló que a consecuencia de la ruptura decidió llegar a un lugar donde
¡nunca imaginó! Tras oír su última expresión, solo decidí agradecer su
presencia, comentándole que estar en ese lugar posiblemente era señal
de querer cambiar, lo cual da cuenta de su «valentía» para enfrentar
una situación que a priori evaluaba como intimidante.
La imagen inicial que tuve de él llamó mucho mi atención. Su visible
ansiedad al enfrentar una situación nueva, sumado a su evaluación del
problema, hicieron de nuestras conversaciones encuentros cargados
de emociones oscilantes, dando espacios a momentos donde afloraron
recuerdos alegres de su relación pasada, así como también imágenes
tristes, como pensar que su proyecto de vida se había destruido tras
el quiebre.
10
Supervisor en Psicoterapia Sistémica Constructivista en formación, CAPSIS Chile & MRI
USA, Santiago, Chile. Docente de la Carrera de Psicología, Universidad Santo Tomás,
Talca, Chile. Director de Estudios y Formación, Centro de Estudios Sistémicos CESIST,
Concepción, Chile.

249
Pablo Concha Ponce

Si bien Carlos reconocía que en el último tiempo las peleas y dis-


cusiones eran más constantes, no imaginó que Andrea lo había dejado
de amar, situación que, tras enterarse desde ella, despertó en él una
profunda tristeza que mantuvo en silencio durante algunos meses.
En varios encuentros nos detuvimos tratando de «comprender» –
confieso que fue una estrategia terapéutica– cómo es que durante siete
meses logró sobrellevar esta situación en silencio, y lo más curioso aún,
sin dejar de continuar con su vida.
Ciertamente, Carlos mantuvo su trabajo en la misma empresa
desde hace 10 años, los mismos amigos y los partidos de fútbol de los
días miércoles a las 20:00 con menor frecuencia, pero sin dejarlos por
completo.
Tratar de responder a mis genuinas y curiosas preguntas lo con-
dujeron a comenzar a observar que mantenía las actividades propias
de su vida, que nunca dejó de lado ninguna, dándole valor a cada una
de ellas, reconociendo de que, a pesar de estar viviendo un momento
muy triste tras la ruptura, algo en él le «permitía» vivir su pena sin
abandonar su deseo de seguir adelante.
Tras varias sesiones de búsqueda de excepciones y recursos perso-
nales frente a lo que posteriormente nombró como «crisis de vida», fue
construyendo sus repertorios de respuestas diferentes, apareciendo sus
virtudes y cada vez más fortalezas, ahora en diversas áreas de su vida,
destacándose su solidaridad con sus compañeros de trabajo, puntualidad
y responsabilidad con él y sus actividades.
Además, paso a paso fue recuperando la confianza en los demás y
decidió contar su ruptura a sus compañeros de trabajo y algunos miem-
bros de su familia, lo que para él significó un alivio, ya que no cargaría
con esto en silencio y así podría «permitirse» contar lo que piensa y
siente como desahogo en momentos cuando realmente creyó que era
importante. Sus actividades y conductas fueron dando un giro signifi-
cativo, dejando atrás pautas que no le ayudaban para sentirse mejor.
Y así fue cambiando su rostro al llegar a la consulta, siempre pun-
tual e interesado en querer cambiar, y dispuesto a realizar tareas que
juntos fuimos diseñando, asegurándome de esta forma que tuviesen
sentido y fuesen posibles de realizar por él. Dejaron de aparecer sus
constantes movimientos de manos y pies, mostrando una postura más
relajada en cada encuentro.
En una de nuestras últimas sesiones decido preguntar si se había
percatado que sus manos y pies ya no seguían un ritmo propio, situación
que despertó su sorpresa, confesando que era una situación que pasaba
totalmente inadvertida. Luego, terminamos riéndonos de eso durante

250
61. ¡Nunca imaginé estar aquí! Terapia sistémica breve...

algunos segundos, para finalmente conversar sobre su evaluación del


proceso de estar en un lugar donde ¡nunca imaginé estar!
Uno de los tantos mensajes valiosos que me entregó Carlos fue la
importancia de experimentar un sentido de esperanza, que luego fue
tomando forma de expectativa positiva de cambio, para finalmente
conducir a los cambios que él estuvo dispuesto a hacer y poner a prueba.
Tras el término de nuestras sesiones y en acuerdo con Carlos,
decidimos enviarnos emails comentándonos y poniéndonos al día
sobre nuestras actividades. Los últimos emails han sido en relación
a su planificación de un viaje importante con amigos, encontrándose
decidido a subirse a un avión por primera vez, experimentar y disfrutar
de experiencias nuevas.
¡Vaya cambio! ¡Qué alegría!

251
62. La mujer que deseaba matar
a su esposo para ser feliz

Revelación de secretos familiares


para modificar pautas de interacción

Daniel De Jesús Ventura11

Como en cualquier entrevista inicial, después de brindar un cordial


saludo, pregunté a la mujer que estaba frente a mí acerca del motivo de
consulta. Casi sin reparos y con una breve introducción, ella exclamó
de manera contundente: «Quiero matar a mi esposo porque no soporto
verlo feliz», para después agregarque «ya he intentado poner veneno
en su comida, pero no funcionó» y terminar diciendo «quiero dejar de
sentir este odio, y solo ocurrirá cuando lo vea en un ataúd».
Debo decir que de primer momento su respuesta me tomó por
sorpresa. Sin embargo, sabía que más que alarmarme por tal decla-
ración, debía ser curioso e ir en búsqueda del resto de las piezas del
rompecabezas, a fin de comprender la situación global en la que se
incrustaban tales ideas y así poder brindar el apoyo terapéutico que
fuese más adecuado para esta mujer.
Fue entonces que, a partir de establecer una atenta conversación
con Laura, pude comprender que tales ideas habían surgido y fraguado
a partir de que descubrió que su marido le había sido infiel con su her-
mana, situación que, como es de suponer, la había lastimado emocional-
mente. Según sus palabras, ello representaba una doble traición; pero,
sobre todo, lo que más le había herido y llenaba de odio era la actitud
adoptada por parte de su marido, quien a pesar de haber aceptado los
hechos, nunca se disculpó por la afrenta cometida y, por el contrario,
se comportaba como si nada hubiera pasado.
Para Laura, a partir de los hechos ocurridos, cada uno de los días
que pasaba al lado de su marido eran experimentados como un infier-
no, pues a pesar de que desde tiempo atrás ya no sentía amor hacía él,
había decidido permanecer bajo el mismo techo y mantener en secreto
11
Maestro en Psicología con especialidad en Terapia Familiar, Universidad Nacional Au-
tónoma de México, Ciudad de México.

253
Daniel De Jesús Ventura

la infidelidad, situación que la obligaba a actuar frente a sus hijos y


resto de los familiares, también como si nada hubiera pasado.
Así pues, Laura, a sus 42 años de edad y con tres hijos varones,
todos ellos mayores de edad e independientes, había decidido iniciar un
juego relacional de simulaciones con el que, según lo descrito, evitaba
la vergüenza de sentirse juzgada por el resto de su familia de origen al
conocer que la infidelidad había ocurrido con su propia hermana. Por
otra parte, evitaría sufrir el rechazo de sus hijos, puesto que ella creía
que si se enteraban de lo sucedido, apoyarían a su padre.
A cambio de ello, el precio que tenía que pagar era guardar las apa-
riencias y mostrarse ante los demás como una esposa atenta y cariñosa
hacía su marido, situación que la llenaba de odio y la hacía sentirse
infeliz. Bajo este panorama en que se encontraba atrapada, Laura solo
alcanzaba a vislumbrar una alternativa, la cual consistía en acabar con
la vida de su esposo y entonces recobrar su felicidad.
Toda esta información, recabada durante las primeras sesiones, me
permitió comprender el juego relacional en que se encontraba atrapada,
por lo que, acorde a una visión interaccional de los problemas humanos,
fue necesario idear una estrategia que permitiera comenzar a modificar
dichas pautas de interacción y en consecuencia interrumpir el juego
relacional que mantenía el problema. Bajo este panorama, consideré
la pertinencia dar a conocer el secreto de la infidelidad al resto de la
familia, ya que de acuerdo con mi experiencia clínica, esto serviría para
modificar la forma en que Laura se había vinculado con su esposo y el
resto de sus familiares; en consecuencia, hallaría una manera diferente
de afrontar las emociones y pensamientos que hasta entonces le habían
causado daño.
Así pues, con esta estrategia en la cabeza, el siguiente paso consistió
en la ejecución; para ello, le comuniqué a Laura que, desde mi punto de
vista, al guardar el secreto de la infidelidad se veía obligada a asumir
ante los demás un rol de esposa ejemplar, situación que le ocasionaba
un dolor y sufrimiento emocional que no merecía, pero, sobre todo,
le comuniqué que no era justo que ella siguiera cargando con toda la
responsabilidad de un acto que no había cometido. Le sugerí la conve-
niencia de dar a conocer el secreto a sus hijos, para así poder romper el
juego de la simulación y actuar entonces en congruencia con sus emo-
ciones y pensamientos, de tal manera que sus hijos comprendieran que
si ella tenía actitudes poco amables con su padre no era porque fuera
mala esposa, sino el resultado de haber sido traicionada.
En una sesión posterior, Laura señaló que durante la comida fa-
miliar, en la que se encontraba ella, su esposo e hijos, decidió revelar el
secreto,obteniendo como resultado el apoyo incondicional por parte

254
62. La mujer que deseaba matar a su esposo para ser feliz...

de estos últimos, lo que le permitió sentirse respaldada y aprovechar el


momento para pedirle a su esposo que se fuera de la casa. A partir de
ese momento, Laura logró quitarse el gran peso que cargaba y comenzó
a asumir un juego relacional diferente, en el que ya no era necesario
seguir simulando ser una buena esposa, lo que le permitió encontrar
bienestar emocional. Después de esto siguieron algunas sesiones más que
fueron utilizadas en evaluar los efectos de esta y otras intervenciones,
así como en apoyar a Laura en la toma de decisiones en otros aspectos
de su vida que se derivaron producto de los cambios gestados.
Analizando el proceso terapéutico en su totalidad, es necesario
resaltar que a lo largo de las sesiones se implementaron diferentes
intervenciones que de manera conjunta sirvieron para llevar a buen
puerto este caso clínico; sin embargo, la razón por la que aquí hacemos
énfasis en esta intervención se debe a que esta maniobra resultó ser el
giro de tuerca que permitió a Laura generar una alternativa diferente
para afrontar su problema en la que ya no era necesario pensar en
acabar con la vida de su esposo para ser feliz.
En este sentido, el manejo y revelación de secretos familiares mues-
tra una vez más su eficacia y se presenta como un elemento que puede
ser incluido en psicoterapia como agente de cambio, sumado a otras
intervenciones que sean coherentes epistemológicamente. Sin olvidar
que al ser una intervención que actúa a nivel relacional, modificando
las pautas de interacción, su implementación debe ser evaluada cuida-
dosamente, de tal manera que se tome en consideración la ecología del
sistema familiar, evitando así generar problemas donde no los había.

255
63. Anita la coneja

Intervención estratégica
para el reconocimiento emocional
y autovaloración

Karina Corona Pacheco12

Amparo es médico, tiene 39 años y es la primogénita de 11 herma-


nos, oriunda de Jalisco, México. A los 18 años viajó a Guadalajara a
estudiar y vivió en casa de asistencia, solventando sus gastos. Conoce
a Isaac, se casaron y cuatro años después nace Anthony. Posteriormen-
te hubo un embarazo que se interrumpe espontáneamente durante el
primer trimestre.
Amparo muestra signos de distimia. La situación relacional de la
pareja era distante y conflictiva por el hipercontrol que ejercía sobre
su rol materno en la relación familiar. Ellos deciden separarse. Amparo
resguarda al hijo e Isaac regresa al hogar materno, y visita a Anthony
entre semana.
Como motivo de consulta señala que desea saber por qué su ma-
rido y ella estaban separados. Se plantea como objetivo terapéutico el
conocer el tipo de relación que se mantenía en la pareja y desarrollar
habilidades.
Construimos su genograma e indagamos el significado de mater-
nidad y pareja. De las interacciones de su familia de origen aprendió
que su autoconcepto estaba matizado por la descalificación varonil y
el miedo al abandono por insuficiencia, situaciones que la llevaron a
buscar reconocimiento, valoración y cuidado externo.
Ante la incertidumbre de que la pareja conyugal se re-estableciera,
trabajaríamos en la certeza de que seguirían siendo padres.
Ella es una mujer inteligente, de pensamiento ágil, apariencia y
vestimenta infantilizada; estaba en la búsqueda de respuestas racionales
y comprendía el proceso terapéutico. Como los resultados pragmáticos

12
Maestría en Terapia Familiar Sistémica. Universidad de Guadalajara e ITESO, México.
Psicoterapeuta e investigadora. Poder Judicial del Estado de Jalisco, México.

257
Karina Corona Pacheco

tardaban, decidí integrar a un tercero al proceso sistémico individual


y romper el impasse.
Le solicité que fuera a una tienda de muñecos de peluche en la que
parte del ritual de compra incluye ponerle corazón en su interior, nom-
brarlo y recibir un acta de nacimiento. Además le pedí que adquiriera dos
vestimentas: una para espacios de trabajo y otra de descanso. Debería
llamarlo como a ella le gustaría llamarse y acompañarse del personaje.
«Si requieres ir al consultorio, te lo llevas… si requieres estar en casa
o vas a pasear con Anthony, te lo llevas… eso sí, hay que cambiarle de
ropita según sea el caso y darle cariñitos de vez en vez durante el día».
En la siguiente sesión Amparo me presentó a Anita la coneja, ves-
tida con atuendo médico y zapatitos cómodos. Dijo que regresaban de
guardia del hospital, por lo que traían vestimenta de trabajo.
Las sesiones se volcaron en cuestionamientos circulares a partir
de la experiencia de Amparo y Anita en su vida diaria. Reportó que
Anita había amanecido triste un día «porque recordaba a su familia
incompleta». Que se había quedado en cama porque «se sentía sola»;
sin embargo, Amparo le había insistido en salir al parque a jugar con
Anthony y fue. Una vez reportó sorprendida que Anthony jugaba cons-
tantemente con la coneja, le hablaba de lo triste que se sentía porque
papá ya no durmiera en casa y posteriormente Anita lo acompañó a
platicar con mamá.
«La mamá aquí soy yo,y requiero poder tranquilizar a mi hijo.
Antes de eso, parecíamos tres niños perdidos (incluyendo a Anita la
coneja)», dijo Amparo.
Las instrucciones se ampliaron entonces:
«Ya la vistes según la ocasión y la llevas donde vas… ahora hay
que ver qué necesita y, sobre todo, qué se le antoja y dárselo».
Sorprendente fue ver llegar a Anita estrenando ropa: un atuendo
de vestido, zapatos y bolsa con moños en cada oreja y el isomorfismo
con Amparo. Ella había decidido invertir en un estudio de imagen.
Comentó que para ser mamá requería comportarse como tal y vestirse
como adulta.
Relacionando su rol de madre y mujer con la coneja, agregó:
«Soy buena madre y, en lo personal, siempre buscaba que alguien
me cuidara y con Anita… nos cuidábamos mutuamente».
Con Anita había aprendido que podía ser feliz si quería, e identi-
ficó que cuando experimentaba miedo, abandono o rechazo, su ánimo
cambiaba, se «hacía chiquita», y entonces «apapachaba a Anita y me
sentía mejor».
Concientizó que buscaba aprobación y seguridad como persona
«pequeña» en la relación de pareja, comunicaba dobles mensajes:

258
63. Anita la coneja. Intervención estratégica para el reconocimiento...

exigencia de cuidado y nutrición emocional al cónyuge, exceso de cui-


dado al partenier y descalificación. Es decir, existía confusión de sus
emociones y necesidades a partir de las pautas de relación aprendidas
en el pasado.
¡La praxis apareció! Realizó un cambio de tipo dos en la forma de
relación: con Isaac tendiente a la reciprocidad parental y con Anthony
a la complementariedad.
Así, Anita fue una herramienta de trabajo emocional autorreferente
a partir de sus recursos maternales; logró identificar y atender sus ne-
cesidades emocionales y, con ello, las propias. Sus recursos cognitivos
apoyaron el re-encuadre de roles: maternal, conyugal y personal, así
como las funciones de cada uno. Desarrolló habilidades de autocono-
cimiento y comunicación emocional.
El objetivo de Amparo estaba cubierto y el terapéutico también.
Meses después Amparo me informó que había retomado una rela-
ción de «noviazgo» con su marido en la que se dejaba querer y cuidar.

259
64. Si te llevo es para que me lleves

El rol activo del consultante


en el trabajo terapéutico

Ingrid Junge13

Ernestina, una mujer de 68 años, llega al box un día lunes y conti-


nuamos reuniéndonos cada lunes durante diez semanas a la misma hora.
La consultante entra en mi experiencia y yo en la de ella con difi-
cultad, ya que en la primera consulta señala ser derivada por la doctora
encargada de salud familiar debido a sospecha de ansiedad; sin embargo,
ella afirma sentirse bien.
Se estaba atendiendo en el Centro de Salud Familiar (CESFAM)
por una artritis que le diagnosticaron hace tres años. Me señala que
ella siempre ha dormido muy poco, que le cuesta permanecer quieta,
que ella es así y a esta altura de la vida ya no desea cambiar, que esta
forma de ser le ha servido para sacar adelante a su familia, tres hijas
que llegaron a ser profesionales gracias al trabajo sistemático de ella
y su marido. «No sé muy bien a qué vine. No creo que tenga nada de
la cabeza».
Su relato sin conflictos actuales me llevó primero cuestionar la
sobreproblematización en los centros de salud pública, la facilidad con
que se diagnostica y prescribe. No obstante, decidí citarla en 15 días
para observar algún cambio en ese relato y revisar qué motivos tenía
asociados a esa ansiedad señalada en la ficha.
Ernestina impresiona tensa, se sienta muy erguida, mueve la pier-
na derecha mientras habla, pero aparte de eso no pude ver nada más.
Pensé que podía ser algo adaptativo a su condición de enfermedad,
por la artritis.
En una segunda sesión aparece el motivo de consulta: hace cuatro
años fue despedida repentinamente de la casa particular donde trabajó
por 15 años, por lo que debía dejar de ver a los niños que ella misma
crió. Esta situación la desborda y no puede continuar hablando. A pesar
del tiempo transcurrido, refleja un sufrimiento actual e intenso.
13
Psicóloga, Universidad de las Américas, Concepción, Chile.

261
Ingrid Junge

Tiendo a pensar en un duelo complicado. ¿Qué hizo que se haya


perpetuado la pena? Intento recabar información, pero me dice que es
difícil para ella hablar, que le hace mal y que no quiere hacerlo. Tras
contenerla, le explico que el sentido de hacer terapia podría ser elaborar
lo que ella me cuente, que es ese el material con que trabajamos, con su
relato, y que la terapia es un proceso en el que ella me conducirá, por
lo tanto determinará los tiempos y contenidos. Que lo piense y vuelva.
Noté que no estaba convencida; vi su dificultad para abordar estos
temas y pensé que no volvería.
Sin embargo, a la tercera sesión vuelve, y si bien se desborda nue-
vamente, logra narrar con detalle su experiencia de desvinculación,
sus sentimientos con los niños de la casa donde trabajaba, la manera
en que sus hijas y marido no permitieron que hablara del tema porque
le hacía daño, hasta que terminó por convencerse de que era así, pero
sentía que, en vez de disminuir, este sufrimiento se amplificaba.
Ya no podía ver fotos o pasar cerca de la casa: temía la angustia
que le pudiera provocar. ¿Cómo es que fue creciendo la pena? Proba-
blemente por el miedo a la misma pena, a perder el control, pensé. Le
solicité que trajera las fotos a sesión cuando se sintiera capaz y me dijo
que por ningún motivo. Cada vez que le prescribía algo entre sesiones
me ponía cara de desagrado. Cuando le pedí que escribiera una carta
a los niños, me miró con esa cara. «Cuando usted lo sienta necesario»,
«es su terapia, son sus tiempos», le reiteraba.
En las sesiones siguientes se hizo notoria la discontinuidad que pro-
dujo esa pérdida en su biografía, en su identidad,cómo había impactado
en las creencias que eran fundamento de su vida. Para mostrárselo a ella,
hicimos una línea de vida en un largo trozo de cartulina que enrollaba
y ataba con una cinta.
Es el mapa del tesoro. Debíamos descubrirlo juntas; yo escribía,
porque le costaba por su artritis, y ella me señalaba qué palabras eran
importantes y cuáles eran las pistas. Ordenamos los hitos y los signifi-
cados asociados durante el proceso terapéutico y descubrimos cómo el
hecho de aprender para enseñar estaba en cada uno de los trabajos que
tuvo, que era cuidar niños. Descubrimos cómo ella buscaba el sentido
de justicia, la retribución en su vida y cómo esto había sido vulnerado
en el despido. La habían despedido antes, pero no de esa forma, como
si nada de lo que entregó durante los años en que llegó a asumir un rol
de dueña de casa tuviera valor.
Descubrimos cuál era su legado en este mundo, qué tesoros había
entregado a esos niños y a otros niños que cuidó trabajando, también
a sus hijas y ahora sus nietos. Llegamos a su presente y ya no habían
lágrimas de angustia por los niños que dejó de ver; ahora, con suerte,

262
64. Si te llevo es para que me lleves. El rol activo del consultante...

lágrimas de nostalgia por un período de su vida que fue maravilloso,


en el que se sintió querida, conoció y disfrutó vacaciones que no habría
podido tener de otra forma y en el que se vinculó con los niños a través
de los valores y hábitos que les enseñó. Lo que ella enseñó trascendió a
esos 15 años, ya que probablemente algo de eso trasmitirían esos niños
a sus hijos y lo mismo con todos los niños de su vida. Eso maravilloso
no se iba a teñir por la injusticia de sus ex empleadores. Antes de llegar
al presente había traído las fotos espontáneamente a la sesión y escrito
las cartas.
En una primera parte del proceso sentí que no le estaba permitiendo
un rol activo, que yo estaba haciendo atribuciones que limitaban su
propia elaboración de significado. Fue cuando comenzó el trabajo en
la cartulina, cuando ella ordenó y pudo ver ese continuo representado
concretamente en el papel, que tomó el mando y me condujo a los te-
soros de su vida. Ella era el capitán del barco. Volvió a ser el capitán.
Y pudo ver integrados esos quince años en su vida, ya no separados ni
escondidos. En este viaje lleno de emociones y significados, su dolor
debido a la artritis disminuyó. Antes de despedirnos, me dijo que le
había costado convencerse de realizar la terapia porque creía que los
psicólogos atendían personas con problemas graves o «trastornados»
y que ahora tenía otra mirada.

263
65. De la desesperación
a la creatividad

Metáforas y lenguaje simbólico


en el trabajo con las emociones

Adrián José Hinojosa14

Ella fue mi primera consultante, una joven de 22 años, Jazmín. Tenía


diagnóstico de bulimia y ya había consultado en psicología. Frente a
los intentos de solución de otros terapeutas aplicaba una fórmula muy
efectiva: huía de terapia.
Todo era difícil con Jazmín, desde hacer el genograma hasta res-
ponder preguntas elementales. Daba una respuesta muy frecuente: «No
sé», especialmente cuando hablamos de su bulimia.
Era la mujer de las sombras, un acertijo por completo, distante y
desconfiada. A medida que avanzaban las difíciles sesiones entendí que
los «no sé» significaban «no sé y no quiero saber» y «no sé y no quiero
que sepas». Descubrí una historia de abuso en su infancia por parte de
un tío y un profundo sentido de desprotección de su madre.
Me explica que intenta ser feliz y estar bien, pero tiene ideas y
recuerdos perturbadores por los que se entristece e irrita. Solía com-
partirle mi sensación que luchábamos contra gigantes de niebla, puesto
que conocíamos sus problemas y los veíamos, pero no los podíamos
debilitar ni afectar.
Las sesiones eran un show y un tutorial de cómo frustrarse en te-
rapia y la alianza terapéutica se encontraba erosionada; ningún camino
llevaba a ningún lado. Comenzábamos a discutir entre nosotros, a elevar
la voz y pelear. Desaconsejable, pero cierto.
Cuando pensé en derivarla (por no decir abandonar el trabajo
terapéutico), Jazmín menciona que se sentía prisionera de una fuerza
angustiante que robaba su alegría y ganas de vivir. Nunca encontrá-
bamos las palabras para explicar esa fuerza y teníamos un sinsabor al
finalizar las sesiones.
14
Docente de la Universidad Católica Santiago del Estero, Salvador de Jujuy, Argentina.
Doctorando en Psicología por Universidad de Flores, Buenos Aires, Argentina.

265
Adrián José Hinojosa

Para explicarse debía atravesar largos y fastidiosos discursos insu-


ficientes. Sus palabras marcaban un «enemigo» abstracto, intangible y
de difícil acceso. Rondábamos en la incomodidad, en la imposibilidad
de ser concretos y asertivos, siempre hablando de estas fuerzas angus-
tiantes que se llevan las ganas de vivir, pero a la vez sin conseguir ser
específicos en encontrar un camino sobre cómo resolverlas. Hasta que
ocurrió una conversación que cambió por completo el asunto:
Terapeuta: Eso que te pasa, ¿no será como un «dementor»?
Jazmín: ¡Síiiiiiiii! ¡Es eso, es exactamente eso! ¡Es tal cual, así me
siento!
Los «dementores» de Harry Potter (HP) son monstros semejantes
a la figura de la muerte, encapuchados, con mantos deteriorados y
rasgos cadavéricos. Su habilidad es robar la felicidad de las personas
hasta matarlas. Al mencionar esta imagen y trabajar con ella hacíamos
concreto todo aquello tan difícil y abstracto de explicar sobre su sufri-
miento; hablar de dementores era mucho más sencillo y estimulante.
En los libros de HP mencionan cómo defenderse de ellos: se debe
recordar y revivir el pensamiento más feliz y eso se expresaría a través
de la figura de un animal de luz que repelería a los ladrones de felicidad.
Por derrotar al dementor dejamos de pelearnos, no gritábamos, nos
convertimos en aliados y este enemigo en común nos unía.
Me cuenta que pese al inicio turbulento, la escena más feliz era su
terapia. También supo qué animal elegir: «Mi animal será un cardenal»,
y en esa sesión yo vestía de rojo.
El siguiente encuentro fue un desorden: ¡Jazmín apareció con una
jaula vacía! Pensé que la había llevado a la locura y no sabía cómo
volver. Fue ella quien me tranquilizó al explicarme de qué se trataba.
Quiso adoptar un cardenal para que la motive y le permita continuar
avanzando, pero que al ver la jaula imaginó al ave y no le gustó verla
encerrada, ya que sería lo mismo que le pasaba a ella, sentirse encerrada
en sus miedos y dificultades. Trajo la jaula para que le sacáramos la
puerta y utilizamos una cuchara y un cuchillo para hacerlo. Al terminar
lloró con intensidad, pues quitar la puerta de la jaula es lo que ha hecho
en su terapia con su sufrimiento.
La siguiente sesión devolví a Jazmín la gentileza por la sorpresa
de la jaula: la esperé con globos negros inflados con helio atados a su
silla. Apenas entró entendió de qué se trataba, asintió con la cabeza y
se sentó. El encuentro versó en cómo se sentía sentada allí y sentir a
los globos-dementores detrás de ella, con la incomodidad de tener una
parte del hilo justo en su cara. De un enojo, sin importar si podía o si
era para eso, arrancó los globos, abrió la ventana y los tiró. Solo atiné
a pararme a su lado y la acompañé viendo cómo se iban los globos

266
65. De la desesperación a la creatividad. Metáforas y lenguaje simbólico...

y se perdían a los lejos. Esta vez también lloró como quien tiene una
despedida dura, pero necesaria.
De a poco las auto-agresiones desaparecieron. Cada tanto sorprende
a su madre con un abrazo, ha dejado a su novio (pues no toleró más
infidelidades), consiguió trabajo y volvió a estudiar.

267
66. El lado brillante de la luna

Primera entrevista en terapia


breve de pareja

Vicente Muñiz Juárez15

Te presento un resumen de lo que me ha sido útil en la primera


entrevista en terapia de pareja desde la terapia breve centrada en solu-
ciones, en la que pretendo que la pareja hable de sus cualidades y lados
fuertes, dejando de lado, al menos en un inicio, aquellas cosas negativas
que todo ser humano tiene.
Para este fin utilizo lo que el Dr. Ruperto Charles llama «presen-
tación cruzada», es decir, que cada consultante presente a su pareja.
En esta parte de la primera sesión, a diferencia de otros modelos, me
tomo aproximadamente unos 20 a 30 minutos antes de la visualización
del «problema».
Este primer tiempo de la sesión inicial correspondería a lo que en
la psicoterapia tradicional es la fase social y de empatía, así como la
toma del caso o el conocimiento de los clientes.
La primera sesión se inicia desde la conversación telefónica de
Raquel (R), la consultante, con Vicente (V), el psicoterapeuta, para
concertar la cita.
V (atiende una llamada): Buenos días… a sus órdenes.
R: ¿El Dr. Muñiz?
V: Sí… ¿con quién hablo?
R: Soy Raquel Zúñiga, y le hablo para concertar una cita… me dio
su número una amiga que estuvo en terapia con usted… y es que estoy,
bueno, estamos muy apurados mi esposo y yo…
V: Gracias por llamar, entonces debo suponer que tu esposo…
¿cómo se llama?
R: Felipe… mmm… pero es que es mucho lo que estamos peleando
y…

15
Maestría en Terapia Familiar Sistémica, Universidad de Guadalajara. Coordinador del
Centro de Terapia Familiar y de Pareja CEFAP, Guadalajara, México.

269
Vicente Muñiz Juárez

V: Entiendo, Raquel, ¿entonces estamos de acuerdo que van a venir


ambos a la sesión?
R: Sí.
Luego de eso, acordamos la sesión para el siguiente miércoles en
la tarde. Si bien Raquel intenta sonsacar un consejo para disminuir las
peleas con su marido de aquí al día de la sesión, tengo mucho cuidado
en postergar esa conversación para el día en que nos encontremos. Sin
embargo, le pido que haga algo entre tanto.
V: Mira Raquel, solo te pido que te fijes muy bien en los cambios
que se estarán presentando a partir de esta llamada telefónica… ¿De
acuerdo?... y ya los platicaremos.
R: Está bien, doctor. Entonces nos vemos el miércoles.
MIERCOLES, 7 P.M.
Luego de recibirlos en el despacho y realizar preguntas generales
en relación a su llegada a la consulta, entramos en materia.
R: Bueno, doctor, él es mi esposo, Felipe, y el problema que por el
cual venimos es…
V: Raquel, Felipe, antes de continuar permítanme que les cuente
un poco de qué se trata esta primera sesión y qué es lo que hago, para
poder conocernos un poco y saber quiénes somos. ¿De acuerdo? Como
dice el dicho: «Despacio que voy de prisa»; lo que importa es que ya
estamos aquí. ¿Se acuerda, Raquel, que le pedí que se fijara en los
cambios que se presentarían a partir de la llamada que hicimos? ¿Qué
cambios han notado?
R: Bueno, ahora que lo dice… al menos estamos más relajados…
y mejor decidimos no pelearnos hasta que nos dijera usted quién tiene
la razón.
V: ¿Y Ud., Felipe, notó algún cambio a partir de que supo que
venían a terapia?
F: La verdad no mucho… nos volvimos a pelear, pero no fue tan
fuerte como otras veces.
V: ¿Y por qué cree Ud. que se pelearon de otra forma?
F: Porque mejor dijimos que Ud. nos diera su opinión… ya no
aguanto los celos de mi mujer… por toda cosa me busca pleito y me
acusa de que ando con otras mujeres… y…
V: Felipe, Raquel… sé que tenemos que vencer esta dificultad y
salir del bache, pero antes permítanme decirles cómo funciona esto y
luego le seguimos, ¿de acuerdo?
Ambos asienten con la cabeza.
V: Para iniciar, permítanme presentarme. Soy Vicente, tengo 61
años de edad, casado desde 40 años, tres hijos adultos y cuatro nietas.
La terapia que yo hago es una forma de ayudarles a ustedes a construir

270
66. El lado brillante de la luna. Primera entrevista en terapia breve...

la mejor manera de que se resuelva lo que se tenga que resolver, y esto


lo haríamos en un promedio de 10 a 12 sesiones. Esto se conoce como
terapia breve: la mayoría de las parejas que me visitan resuelven sus
diferencias en un promedio de cinco sesiones y algunas en menos se-
siones. Las citas serán cada 15 días y mi trabajo es ayudarles con sus
propias herramientas que ya tienen para resolver conflictos y que lo más
seguro es que se les haya olvidado que las tienen. ¿Estamos de acuerdo?
R y F: Está bien,doctor, pero la verdad es que nos urge, porque
depende de esta terapia si seguimos juntos o mejor nos separamos.
V: Entiendo bien, pero les vuelvo a pedir paciencia y sigamos
adelante, ¿sí, por favor?... Bien, ahora me toca conocerlos. ¿Quiénes
son, qué hacen, qué edad tienen, hay hijos? En fin, solo un poco para
conocernos. Para esto quiero que cada uno presente al otro, pero que lo
haga desde otra forma diferente. Raquel, me presentas a tu esposo, pero
aquí te pido que me lo presentes y me dejes conocerlo; su edad, a qué
se dedica, cuántos hijos tienen, cuánto tienen de casados, ¿de acuerdo?
R: Mmm… bueno… Él es Felipe Acevedo, tiene 45 años, ingeniero
civil. Tenemos 18 años de casados, dos hijos, uno de 14 años y otro de
12… Mmm… tiene un carácter muy duro…
V: Raquel, disculpa, se me olvidó decirte algunas condiciones para
que nos presentemos: quiero que me digas al menos 10 cualidades que
tiene tu esposo. A esta parte de la sesión le llamo «el lado brillante de
la luna». Mira, Raquel, los defectos, que todos tenemos al por mayor,
son muy fáciles de recordar; prefiero que me hables de esas cosas her-
mosas que te encantan de tu marido y que hicieron que te enamoraras
de él y que hacen que continúen juntos a pesar de las tormentas que se
han presentado. ¿De acuerdo? Entonces nos quedamos en que Felipe
es ingeniero civil, ¿y qué más? ¿Qué cualidades tiene para ti Felipe? Y
tú, Felipe, te pido que escuches bien, porque luego sigues tú, así que no
te me duermas, ¿okey? Entonces, Raquel, ¿y qué más?
R: ¿Quiere que le diga las cosas buenas de mi marido? Pero si
veníamos a…
V: Sí, ya lo sé, solo es que quiero conocerles mejor porque solamente
así puedo ayudarles a salir del bache. ¿Seguimos?
R: Bueno, Felipe es muy tra-ba-ja-dor. Le gusta ser muy responsa-
ble con su trabajo. Muy pocas veces ha dejado de trabajar; solamente
cuando se enferma, y es muy raro…
Raquel sigue mencionando «cosas buenas» que tiene su marido,
como por ejemplo: buen padre, amoroso con sus hijos, buen proveedor,
atento con ella –aunque últimamente se le ha olvidado– y que es un
buen amigo.

271
Vicente Muñiz Juárez

R: Pero lo que pasa es que con el pretexto de que trabaja fuera de


la ciudad sale mucho y muchas veces cuando sale no me contesta las
llamadas y es lo que me…
El terapeuta interrumpe a Raquel, anticipándose a lo que puede
venir más adelante, y le pide a Raquel que siga hablando de esas cua-
lidades que ve en su esposo.
R: Es un excelente cuidador. Cuando estuve hospitalizada por
una cirugía de vesícula, él dejó de trabajar para estar conmigo todo el
tiempo; hasta me dan ganas de volver a enfermarme (risas de los tres).
Me encantan sus ojos y su cuerpo atlético (hay entre los dos sonrisas
de complicidad).
V: Ahora, Felipe, es tu turno… ¿Me presentas a Raquel, por favor?
F: Te presento a Raquel, tiene 42 años de edad, es asistente dental,
es muy, muy hogareña, muy buena cocinera.
A la pregunta reiterada del terapeuta: ¿y qué más?, Felipe va men-
cionando las cualidades de su esposa, muy parecidas a las de él: buena
hija, excelente hermana, etc.
F: Pero es muy celosa; de cualquier cosa me arma un pleito.
V: Felipe, eso lo veremos más adelante. Es seguro que hay más cosas
positivas y hermosas de tu esposa; ándale, sígueme compartiendo…
Después de haber agotado toda la lista de cualidades que se ven
uno del otro, me gusta hacer esta especie de preguntas:
V: Raquel, Felipe, quiero que se queden con estas preguntas que
les hago a los dos, mientras los dejo a solas unos segundos para que
reflexionen en las respuestas: ¿cuándo fue la última vez que se endulza-
ron el oído el uno al otro con cosas hermosas como estas? ¿Alguno de
ustedes ya sabía el concepto que tiene del otro? ¿Cuándo fue la última
vez que se agradecieron por seguir juntos?
Ahora, lector, te invito a que reflexiones y te pongas en el rol del
consultante y digas para qué crees que sirve un abordaje de este tipo.
Con este modelo que propongo y que vengo utilizando desde hace unos
12 años trato de ver la primera sesión desde otro lado de la realidad
del cómo «se debe hacer» la primera entrevista.
Para terminar, estoy de acuerdo en que no se utiliza este modelo
en todas la entrevistas, pero sí en un alto porcentaje. Soy consciente
además de que esto solo es el inicio de la primera sesión; todavía hay
mucha tela que cortar para hacerle al cliente «su traje a la medida» y
seguir trabajando con su «lado brillante de la luna».

272
67. Oyendo a dos voces

Terapia centrada en soluciones


aplicada a un caso de colusión
conyugal

Angélica Ramírez Terán16

Sin duda este es uno de los casos que expone más claramente el
fenómeno de la colusión en una pareja de novios.
Sonia es una joven de aproximadamente veinte años que llega a
consulta describiéndose a sí misma como una persona triste, confundida
y desorientada. Había tenido problemas con su novio Félix, un muchacho
solo un poco mayor que ella; debido a los celos y desconfianza de él, Félix
le había prohibido que aceptara un trabajo, siendo para ella una anhelada
oportunidad de ejercer la carrera que había elegido, lo cual le permitía
poder ayudar a sus padres económicamente y realizarse personalmente.
La relación, que ya llevaba dos años de duración, se había caracteri-
zado desde su inicio por un afán de control y dominación de parte de él,
con una conducta restrictiva y prohibitiva que ella asumía como amor,
que la hacía sentir cuidada y protegida, encontrándose orgullosamente
convencida de que nadie más podría proporcionar tal seguridad. Pero, al
mismo tiempo, describía la rabia, el enojo, la frustración y la impotencia
que sentía en esos destellos de racionalidad, en donde podía identificar
que Félix, en nombre de la reciprocidad a tales beneficios de amor, cui-
dado y protección, exigía una constante renuncia a su ser y hacer, que
ella terminaba aceptando.
Ya habían pasado por varios intentos de ruptura por los mismos
motivos: la presión de Félix, la oposición de Sonia y finalmente su sumi-
sión. El miedo a equivocarse si terminaba la relación y no encontrar otro
hombre que le brinde los privilegios de un amor protector y proveedor,
como ella lo afirmaba, le generaban profundas dudas y una imposibilidad
de cambio que la mantenía dependiente a la personalidad paranoide de él.

16
Psicóloga, Universidad Católica Boliviana, La Paz, Bolivia.

273
Angélica Ramírez Terán

Ella provenía de una familia en la que los padres le habían mostrado


una relación estable entre la dependencia de la madre y la ansiedad del
padre por mantener unida y provista a la familia.
Sonia veía su pasado infantil como un proyecto personal en com-
pañía de Félix, mientras que él, con una madre dominante y un padre
con la salud permanentemente quebrantada, veía el matrimonio como
una complementariedad rígida a la cabeza de un hombre dominador
y jerárquico, modelo que justificaba aduciendo una intención noble y
masculina de proteger a una mujer indefensa.
La reacción ante cualquier movimiento de ella que implicara la
búsqueda de su autonomía generaba en él inicialmente una conducta
de manipulación que terminaba despertando una culpa evidentemente
irracional en ella. Gradualmente su seducción fue disminuyendo a medida
que su actitud desconfiada y egoísta se tornó ofensiva, ambigua y violenta.
Debo reconocer la racionalidad de la consultante y su actitud en
consecuencia ampliamente receptiva y colaboradora a la terapia. Bajo el
enfoque centrado en soluciones el progreso fue rápido; sin embargo, no
fue fácil. Por el contrario, fue difícil para ella y para mí como terapeuta
develar cada faceta de su coludida relación.
Fueron varias sesiones en las que se valoraba su percepción de
cambio y que respondía motivada ante el elogio a sus logros, aunque
desconcertada a medida que iba descubriendo por sí misma las respuestas
a sus profundas inquietudes de por qué la naturaleza de su relación de
amor con Félix.
Sin dudarlo creo que la introducción en las sesiones de las escalas de
avance, la pregunta del milagro y la carta terapéutica fueron las técnicas
que más contenido útil expusieron para la consultante, para permitir
hacer reencuadres y redefiniciones posteriores muy productivas.
La relación amorosa de Sonia y Félix no terminó en una ruptura,
aunque idealmente sería el mayor logro teórico de la terapia de pareja en
caso de una relación patológica. En la práctica y mi experiencia, no ha
sido lo más frecuente; la relación se sostiene por las necesidades de ambos.
Sin embargo, cuento como algo altamente relevante el hecho de ver cómo
la personalidad dependiente de una consultante a una relación amorosa
complicada potencia sus rasgos más productivos con la intervención de
la terapia, así como su capacidad y deseo de cambio, sublimándose en la
posibilidad de empoderarse y decir no a la sumisión. Aunque la relación
de ambos se mantuvo, la actitud de ella cambió notablemente, mejorando
la expectativa de cambio en el comportamiento de él.
En el proceso de la terapia, Félix no estuvo presente físicamente: Sonia
lo detalló en cada una de las sesiones, lo que me concedió la oportunidad
de escuchar mediante una a dos voces.

274
68. ¡En sus marcas, listos…!

Terapia estratégica para el caso


de una mujer con dolor crónico

Perla Montes de Oca17

Sofía se presenta en la consulta. Es una chica de 36 años, nutrióloga,


bastante simpática, con una agradable sonrisa. Comienza a relatarme
todas las actividades que realiza a nivel profesional y parece que le va
bastante bien en ese terreno.
Cuando comenzamos a hacer un breve bosquejo de su genograma,
me comenta que vive actualmente con sus padres, con los cuales lleva
una excelente relación. Al mismo tiempo, con mucho orgullo me plati-
ca sobre sus hermanos; es evidente el cariño y la gran admiración que
siente por cada uno de ellos.
En esta primera cita relata que su motivo de consulta es que sufre
de dolor crónico, algo realmente difícil de creer, pues su gran sonrisa
enmascara bastante bien el rictus de dolor.
En el momento en el que me dice esto, es inevitable para mí expe-
rimentar cierto miedo, al sentirme altamente responsable en encontrar
una solución efectiva a su problema. Me cuenta que ha pasado por un
sinfín de tratamientos médicos, tradicionales y alternativos, ninguno
con éxito, además de que nadie ha podido darle un diagnóstico espe-
cífico. Entre los posibles diagnósticos se hace presente la fibromialgia,
la enfermedad indefinible por excelencia, pienso. La psicoterapia se ha
convertido en su última esperanza.
Los próximos siguientes minutos de este primer encuentro trato de
recurrir mentalmente a mis recursos teóricos, empíricos y personales en
un intento un tanto irracional de darle una respuesta rápida y planear
una estrategia de intervención efectiva, pero no encuentro nada.
Al empezar a hacer su análisis diacrónico, puedo observar a gran-
des rasgos muy buenas redes interaccionales en su familia de origen.

17
Maestría en Psicoterapia Sistémica, Instituto Bateson de Psicoterapia Sistémica, Guada-
lajara, México.

275
Perla Montes de Oca

Sus padres mantienen una buena relación de pareja, la apoyan en sus


proyectos y evidentemente están pendientes de su salud.
Al preguntarle a Sofía desde cuándo presenta este dolor crónico,
informa que desde hace aproximadamente cuatro años. Al continuar
explorando su genograma, se hace presente una importante ruptura
emocional. Ella mantenía una relación de noviazgo de seis años con
Raúl; incluso llegaron a comprometerse. Sin embargo, un día, sin aviso
previo, él decide romper el compromiso. Sofía evidentemente queda
totalmente desconcertada, trata de clarificar con él que fue lo que pasó,
hace intentos por resarcir la relación (sin éxito) y ya no vuelve a saber
nada de él.
Hasta la fecha desconoce cuál fue el motivo de la decisión de Raúl.
Al preguntarle hace cuánto tiempo pasó esté incidente, Sofía indica que
fue hace aproximadamente cuatro años; coincide con la fecha en la que
sus síntomas se hicieron presentes.
Aunque hubo una ruptura de la relación y eso puede entenderse
como una definición de la relación, Sofía nunca tuvo los elementos
suficientes para saber por qué Raúl tomó esa decisión y eso es lo que
la ha mantenido en la ambigüedad, con la pregunta flotante de ¿qué
pasó? Es aquí donde creo necesario llenar ese hueco, pues su situación
parece un isomorfismo; es decir, ella no sabe por qué terminó su relación
y tampoco sabe por qué su cuerpo experimenta ese dolor inexplicable.
En este momento veo la necesidad de regalarle una hipótesis a Sofía que
le dé un poco de definición y estructura a lo indefinible o lo no dicho.
Soy muy consciente de que no puedo darle una respuesta sobre por
qué se deshizo su compromiso, pero puedo acercarme un poco a que
encontremos la respuesta juntas de por qué el síntoma se está haciendo
presente de esta manera. Lo único que se me ocurrió fue pensar que
si el síntoma o el origen era indefinido, el problema debía de tratarse
seguramente de un aspecto indefinido también.
Le pido a Sofía que hagamos un pequeño ejercicio en el consultorio.
Le solicito que se ponga de pie y que se ponga en posición de «en sus
marcas», tal y como si fuera a correr una carrera de atletismo. Después
le indico «listos», para que cambie de posición, y tramposamente me
detengo ahí y me quedo callada; le digo que se mantenga en esa posición
sin correr y le pido que me relate qué se siente estar en esa posición, a
lo cual me indica que es bastante incómodo, duele y se está cansando.
Mientras tanto le digo:
«Ante la indefinición, uno no sabe qué hacer, no sabe para dónde
moverse, y el no moverse… duele».
Acto seguido le cuento la anécdota de Milton Erickson, de cómo
él reaprendió a moverse después de haber sufrido los ataques de

276
68. ¡En sus marcas, listos…! Terapia estratégica para el caso de una mujer...

poliomielitis, y le compartí la frase que él mismo generó de su expe-


riencia: «Pensar en movimiento genera movimiento».
Parecía que Sofía había generado un miedo a moverse (emocional
o relacionalmente), pues su última experiencia le había hecho creer que
su forma de actuar en su antigua relación había estado mal, teniendo
como resultado el que su prometido se fuera, de manera que la única
forma de no volver a cometer errores era congelando el tiempo y per-
manecer en una eterna pausa, sin moverse. De igual manera, el hecho
de haber estado a punto de casarse generaba esta misma sensación de
quedarse a punto de iniciar la carrera, pero no correr, ni mucho menos
llegar a la meta.
En los próximos días, Sofía me cuenta lo significativa que había
sido la frase para ella, que «pensar en movimiento genera movimiento».
En las siguientes sesiones prestamos atención al riesgo existente de
vivirse a sí misma bajo un perfil muy complaciente y/o complementario
en relación al otro en sus futuras relaciones solo por temor a que se
volvieran a ir. De una manera magistral, ella comenzó a darse cuenta
de otros escenarios en donde se experimentaba incómoda, es decir, en
estancamientos homeostáticos en donde parecía ser que no se permitía
definir las relaciones y permanecía en una peligrosa quietud.
Después de unos cuantos meses, Sofía regresa al consultorio repor-
tando que sus dolores físicos han disminuido. Ha encontrado nuevas
alternativas de tratamiento, pero sobre todo relata que ha iniciado una
nueva relación de noviazgo, con rasgos evidentemente más recíprocos,
en donde se ha permitido sentirse merecedora de una relación más igua-
litaria, solicitando de manera explícita a su pareja lo que ella necesita,
estableciendo reglas más definidas, al mismo tiempo que ella expone
los elementos que pone al servicio de la relación.

277
69. Me han sido infiel

Trabajo terapéutico en base


a la reconstrucción del discurso
personal y familiar

Raúl Alejandro Aráoz Cutipa18

Llega una mujer con semblante alicaído, confusa e indecisa; según


refiere, es la primera vez que visita psicólogo. Aún recuerdo su expresión
de miedo y vergüenza que acompañaban su dolor tras haber vivido una
situación de infidelidad.
La pareja era un ingeniero, y como muchos que son oriundos de
ciudades pequeñas –como Oruro, en Bolivia–, tuvo que optar por acep-
tar contratos de 21 días de trabajo por siete de descanso que le obligan
a desplazarse al área rural para trabajar en campamento minero o de
construcción durante dos a tres semanas seguidas para luego volver a
su tierra con su familia durante una semana. Estos famosos contratos
de prestación de servicios promueven una familia partida por la mi-
gración circular.
Se adopta esta modalidad de trabajo por ser bien pagada –a dife-
rencia de la ciudad– y porque ofrece prestaciones como seguro médico
y contrato laboral. Es en esa realidad donde se circunscribe la demanda
de la consultante. No recuerda bien en qué momento pudo ocurrir la
separación afectiva de su pareja, pero ella sentía «que vivía en un mundo
ideal», sin trabajar en su profesión, dedicada a sus dos hijos, de cuatro
y ocho años, ya con el departamento y el auto que toda familia clase
media espera. Decía no poder pedir más a la vida, pues tenía el modelo
clásico de familia instaurado en nuestros sueños.
Mostraba síntomas de depresión y de ansiedad, así como tristeza
por toda una honorable fachada derrumbada; y ansiedad por una na-
rrativa e identidad construida alrededor de la maravillosa vida familiar
que habían construido. La situación de infidelidad provoca que el pasado
cobre vida, y como buen delegado, apunta y dispara uno por uno a los
18
Licenciado en Psicología, Universidad Privada Abierta Latinoamericana, Oruro, Bolivia.
Doctor en Psicología, Universidad Católica Boliviana, La Paz, Bolivia.

279
Raúl Alejandro Aráoz Cutipa

errores cometidos, retorna al punto donde todo comenzó, reprocha por


las decisiones tomadas, dejadas de hacer por acomodarse a los sueños
y mitos de otros.
Para María, haber sido víctima de la infidelidad devino en no hacer
valer nada de lo vivido y logrado en sus años de casada. El impuesto
al vivir es cobrado con mayor intensidad: la ausencia de experiencia
laboral; la posibilidad de divorcio y tener que comenzar de nuevo; el
sueño roto; y la soledad o individualidad que ronda e inunda el marco
de donde uno ve el mundo se adueñan de las acciones y pensamientos
en su vida.
Como opción de una vida sin el problema de una re-escritura y de
una identidad propia, en la primera sesión se promovieron reencuadres,
reescrituras de una vida, excepciones y narrativas alternativas: afloran-
do grandes momentos de éxito académico donde ella había sido más
adelantada en cuanto a calificaciones que su marido, llegándonos a
enterar que María había recibido mejores ofertas laborales, pero prefirió
cedérselas con miras a construir la vida de ensueño que pensaba vivir.
La visión de mundo o marco desde donde uno ve la situación se
afianza con el dolor, se vuelve gris y solo los recuerdos atrofiados, de
gritos, peleas y desengaños, afloran en la mente de quien ve su mundo
caer, pero existe la posibilidad en la terapia de darle un sentido a aquello
que estaba oculto en el lugar de los recuerdos y vivencias dejadas; era
presenciar el inicio de un trayecto donde el camino y la ruta estaban
clarificados, se abren alternativas, se ven excepciones y así es buen mo-
mento para devolverle al cliente la posibilidad de ser los protagonistas
de su propia existencia.
Ya en la segunda sesión el campo poco a poco se estaba adecuando;
la visión de un mundo de frustración y de lamento parecía cambiar hacia
una nueva perspectiva. Se culminó esa sesión con la tarea de observación
de los cambios que quiera que sigan ocurriendo de acá en adelante.
Luego de dos semanas, para la tercera sesión las cosas habían
cambiado. Ella había hablado con la pareja y esta se disculpó y había
ofrecido como trofeo de rendición su renuncia al trabajo. De esta
manera volvería al hogar perdido y se ocuparía de redimirse de todos
sus pecados. La propuesta fue aceptada y los cambios promovieron
búsqueda de trabajo y volver a terminar lo que nunca culminó por su
ideal: la tesis de grado en ingeniería.
En la cuarta sesión viene acompañada del marido. Ella dijo: «Él ha
querido venir por su cuenta». Los recibo y él comienza a dar explicacio-
nes, pide perdón y ofrenda las promesas que ya se las había realizado
en la intimidad durante la semana anterior; todo parecía bien y suena
la voz de alarma: «Doctor, todo está mejor, pero ahora mis problemas

280
69. Me han sido infiel. Trabajo terapéutico en base a la reconstrucción...

no son los de mi pareja, son los de mi familia; mis hermanas y mi madre


no me dejan de llamar tonta por perdonarlo, por volver con él. Ellas
querían que me separe».
La historia se ha fundido con la trama. ¿Es acaso esta forma de
increparle la familia, una denuncia de un sistema familiar cohesionado?
¿Es la cohesión familiar y la identidad construida en este sistema una
gran narración acerca de miedo, ansiedad y dependencia emocional?
En la sesión, María describe una historia de temor a las reprimendas,
a perder su familia ideal, reproducción de la omnipotente figura de su
madre que se había dedicado totalmente a sus hijos y su familia, aquella
madre que había aguantado lo indecible no por amor, sino por estar al
frente de un hogar, otra vez, de una honorable fachada.
Y los problemas se exacerbaron: la familia, dolida en su orgullo,
afianzada en su poco permiso de individuación, no perdona algo tan
simple y sencillo que describe la consultante: «He decidido perdonarlo,
ya no tengo problemas con mi esposo, pero ahora mi problema es mi
familia». Esta situación conlleva reflexión: «¿qué tanto nuestras deci-
siones son nuestras?» o «¿qué tanto actúo por complacer a mis otros
significativos?». Ahí parece irrumpir la centralidad de algo tan obvio
como difícil de aceptar: la mochila de mitos, ideas y percepciones que
cada uno carga desde su crianza. Más aun, con un sistema familiar co-
hesionado, con derecho sobre las personas, el terapeuta familiar afianza
límites, establece fronteras y dispersa lo que uno tiene por dentro, de
lo que uno ha construido por propia decisión.
En base a este credo, se le pidió a María enfocarse en la reconstruc-
ción de su historia y su presente, así como en la edificación de futuro.
Se explicó cómo hay momentos en que las soluciones que uno ensaya
no siempre son lo mejor para resolver un problema, sino lo que una vez
funcionó, como acudir a la familia y emplearla de paño de lágrimas,
ahora puede ser recursivo e ir contra uno en forma de riña y manipu-
lación, porque cuando uno está reescribiendo su vida, no se trata de
atender a las demandas contextuales, familiares o culturales: se hace
un esfuerzo por reinventarse dentro un futuro posible, más apaciguado
y mucho más vivible.
Así, con el re-encuadre como instrumento de obertura y la búsqueda
de excepciones, historias alternativas, como cimientos estructurales,
María encontró en algunas sesiones lo que muchos no aceptan en años
de terapia, que perdonar es fácil y decisión personal, pero que luego
lidiar con la decisión implica fortalecerse por encima de los antojos de
los amigos, familiares y sociales, y parece un buen camino a la recons-
trucción personal.

281
70. Vestido para matar

Cómo las preguntas cambian


la comprensión del problema
(y a veces lo disuelven)

César Vásquez Olcese19

La mujer llega a consulta. Se la nota enojada. Luego de hablar de


temas intrascendentes a fin de romper el hielo, se anima a ir al grano:
«Bueno, vengo a consulta porque pasó algo terrible, algo que me tiene
muy perturbada; una semana atrás sorprendí a mi esposo vestido con
mi ropa. Empecé a sospechar desde hace unas semanas porque notaba la
ropa deformada, estirada y que la lavaban sin que yo la hubiera usado.
Entonces comencé a espiarlo y lo sorprendí usando mi falda, mi blusa,
mis zapatos, mis medias y completamente maquillado. Parecía una
mujer. Grotesca, pero mujer. Me quedé muda y no paré de llorar toda
la noche». Aunque he escuchado de todo en los años que hago consulta,
era la primera vez que escuchaba una historia semejante. Traté que mi
sorpresa no fuese notoria y terminar sin querer avergonzar a la señora.
Para muchos el problema sería obvio: un caso de travestismo mas-
culino. Y supuestamente habría que tratarlo a él principalmente y a su
«perversión», y ver qué se puede reparar en la relación. Yo opté, en
cambio, por no apresurarme con conjeturas o diagnósticos y seguir la
sugerencia de los terapeutas centrados en la soluciones de «ir un paso
por detrás del consultante».
Luego de recabar cuidadosamente un poco más de información
para comprender el contexto, invité a la señora a responder algunas
preguntas reflexivas.
La conversación que se dio fue más o menos como sigue:
T: ¿Puedo hacerte algunas preguntas, para comprender mejor cómo
puedo ayudarte?
P: Claro.

19
Licenciado en Psicología y Magister en Docencia Universitaria, Universidad Privada del
Norte, Trujillo, Perú. Director académico, Instituto de Capacitación y Desarrollo Familiar,
Trujillo, Perú.

283
César Vásquez Olcese

T: Disculpa lo ingenuo de mi pregunta, pero ¿cómo el descubrir


que tu esposo se viste en ocasiones de mujer es un problema para ti?
P: Me parece rara tu pregunta, ya que creo que es obvio… Me
asusta pensar que sea homosexual.
T: Ah, okey, al descubrir esta afición suya pensaste que podría ser
homosexual…
P: Sí.
T: ¿Y eso qué efecto tuvo en ti?
P: Miedo, espanto. Pensé que todos estos años fui engañada por él.
Que mi matrimonio fue puro cuento y que él tenía doble vida.
T: Claro. Es esperable… ¿Y has podido corroborar si es homosexual
y que te engañaba en eso?
P: No sé... No entiendo… ¿Cómo corroborar? ¿No es obvio?
T: Tú sabes, ser homosexual es una condición compleja y una
golondrina no hace verano. ¿Has visto otros indicadores de que es
homosexual, aparte de vestirse de mujer?
P: ¿…?
T: Por ejemplo, ¿amaneramientos en sus gestos o su forma de
hablar?
P: No.
T: ¿Algún tipo de interés o inclinación evidente de su parte hacia
otros hombres?
P: No. La verdad, no.
T: ¿Lo ves frecuentar personas o lugares que de algún modo estén
conectados con el ambiente gay?
P: No. Para nada. Nuestro negocio está en casa y él sale poco. Es
hogareño.
T: Ajá, nada de escapadas nocturnas ni cosas por el estilo.
P: No.
T: Y, espero no ser imprudente con mi pregunta, ¿sexualmente
notas algo que te indique que prefiera a los hombres? Tú sabes, el fun-
cionamiento sexual no se puede fingir…
P: Bueno, la verdad, sí cumple conmigo. De hecho, parece que
siempre tiene ganas. Yo tengo que andarlo frenando.
T: ¿Tú dirías que se excita contigo?
P: Uffff, sí sí sí.
T: Oh. Ya veo.
P: Incluso ha estado con otras mujeres. Él lo niega, pero yo lo sé.
Es, o fue, mujeriego.
T: Bueno… entonces, ¿sí hay razones para creer que le gustan las
mujeres?
P: Sí, claro.

284
70. Vestido para matar. Cómo las preguntas cambian la comprensión...

T: ¿Y los hombres?
P: Bueno, ahora que lo vemos mejor, no.
T: Entonces, si no lo hubieses descubierto, ¿tendrías alguna duda
o preocupación sobre su hombría, en base a lo que conoces de él?
P: No.
T: Ya. Aunque concuerdo contigo en que no es muy usual, y que
hasta puede ser impresionante el descubrirlo, ¿en qué medida sería un
problema el que tu esposo eventualmente se vista de mujer?
P: Bueno, aunque me suena raro decirlo, en nada... creo. Solo que
yo lo sé.
T: Claro. Entonces, para ver si te entiendo, aunque a veces le gusta
vestirse de mujer y saber eso puede ser muy impresionante, y hasta
chocante, la evidencia indica que su comportamiento es masculino, le
gustan las mujeres, siente fuertes deseos sexuales hacia ti… y también
hacia otras mujeres. ¿Es correcto…?
P: Sí.
T: Yque si tomaras su gusto esporádico por usar prendas femeninas
como una peculiaridad, que no afectó su vida en común sino hasta ahora
al descubrirlo, ¿crees que habría que hacer algo con eso que descubriste?
P: Hmm, pues supongo que no, pero tendré que hacerme a la idea.
T: Cierto.
P: Pero una cosa sí quiero.
T: ¿Qué será?
P: Que se compre su ropa y no use la mía…
A veces desempacar el problema, usando la curiosidad como abre-
latas, y viendo sus aristas e implicancias, puede ser suficiente para que
se transforme y disuelva. O casi.

285
71. «Cuando eres la ansiedad»

Terapia sistémica para que un joven


recupere su vida

Fernanda Mena Díaz20

Wladimir es un joven de 23 años, quien llega a sesión conmigo de-


bido a que soy quien reemplaza a la psicóloga que lo atiende hace algún
tiempo. En un comienzo me cuenta su historia y me relata que hace un
par de años se encuentra en tratamiento psicológico y psiquiátrico con
régimen farmacológico debido a sus intentos de suicidio y a los altos
niveles de ansiedad con los que vive.
Observo, mientras me cuenta su historia, que tiene mucho movi-
miento corporal, sobre todo de piernas, muy intranquilo. Noto tam-
bién sus uñas pequeñas de tanto comérselas. Por ser primera sesión,
me dispuse solo a indagar en ciertos sucesos, esclarecer los hechos que
alimentan su problema y a entablar la relación terapéutica.
A medida que transcurrían las sesiones, pude observar que Wladimir
utilizaba como estrategia evitar el malestar precisamente arrancando
de este, y a menudo experimentaba miedo a la falta de control sobre
su vida y ansiedad a los cambios de todo tipo. Debo decir que con él
utilicé diversas técnicas desde el enfoque psicodinámico, humanista,
cognitivo-conductual y sistémicas, todas aportando al resultado final.
Las técnicas que más utilicé desde la sesión uno fue la externali-
zación del problema, prescripción del síntoma y normalización de lo
que es la ansiedad, debido a que cuando conocí a Wladimir se definía
a sí mismo a través de ella, pues dijo que todos los profesionales que
lo habían tratado le decían que era una enfermedad que no tenía cura
y que tendría que aprender a vivir con ella. Consideré entonces que era
necesario que viera la ansiedad como algo que sirve en ciertas ocasiones,
como una emoción evolutiva, pero que actualmente estaba consumiendo
gran parte de sus días y de su vida. Desde esa vez, que fue la primera

20
Psicóloga, Universidad de Concepción, Chile. Magíster en Psicología de la Salud, Univer-
sidad de Concepción, Chile.

287
Fernanda Mena Díaz

sesión, ampliamos la mirada del problema y se logró la primera fase


de la externalización.
Debo confesar que no fue un viaje ascendente y fácil, pues cuando
se había producido una mejoría, de pronto me contacta un día en la
noche para contarme sobre sus ideas suicidas, el cual estaba planeando
hacía ya un par de días. Lo contuve e hice entrar en razón lo más que
pude para que dejara esa idea, hasta cuando lo volví a ver tres días
después, encontrándose más estable.
La razón de su arrebato probablemente había sido el no estar consu-
miendo sus medicamentos, lo que lo llevó a ese impulsivo plan, situación
delicada debido a que sus intentos previos, que no dieron resultado,
lo habían hecho mejorar sus estrategias para que fueran más letales.
Finalmente, a medida que avanzaron las sesiones comenzó a re-
tomar el progreso que había alcanzado en un comienzo, por lo que
estábamos preparando el alta de la psicoterapia y fue ahí cuando me
dijo algo que me impactó: me comentó que nunca le habían dicho que
era posible controlar la ansiedad, y que escuchar eso le había dado espe-
ranzas, pues lo hizo pensar en que no había algo malo en él en realidad.
No importa lo descabellados que sean los planes, temas o pensa-
mientos que tengan los clientes: mientras uno como terapeuta se muestre
receptivo y no rebata de forma prepotente su discurso, la persona se
sentirá validada, lo cual lo puede llevar a un gran cambio, pues también
me dijo: «Después de esto que viví, del intento de suicidio, tengo planes
de escribir un libro para toda esa gente que vive como yo y que siente
que no hay salida, y lo titularé: Cómo matarse y no morir en el intento».
Por fuerte que suene su discurso, para él su travesía se trató de
dejar de arrancar de lo que le causaba ansiedad; el matarse implicaba
una salida fácil, de librarse rápidamente de lo que lo aquejaba, de algo
que no lo hacía sentir como él mismo, que no lo dejaba vivir su vida
tranquilamente como un joven de su edad.
Nunca antes Wladimir había tenido un cierre de proceso positivo,
pese a todos los años que asistía a terapia. Ahora habíamos alcanzado
los objetivos propuestos, pues comenzó a vivir los episodios ansiosos
con menor frecuencia e intensidad, generó espacios de vivencia en el pre-
sente y aparecieron pensamientos favorables y acordes a cada situación.
Esta terapia en particular me entregó varios aprendizajes. Por un
lado, la importancia vital de separar inmediatamente la imagen que el
cliente tiene de sí de lo que es la enfermedad o trastorno, pues no se
definen por ella. Otro aspecto es la importancia de darle esperanzas,
desde el minuto uno al cliente, que existe una salida para el malestar
que se encuentra atravesando.

288
72. Cuidando al cuidador informal

Apoyo emocional a una mujer


con ataques de ansiedad

Vaneska Cindy Aponte Daza21

Al llegar a la consulta, me encuentro con dos personas de la tercera


edad, Raquel y Raúl, esposos ya desde hace 51 años. Son personas
muy respetuosas y educadas por su forma de hablar. El motivo de la
consulta es que la esposa presenta ataques de ansiedad cada vez que
sale con su marido a la calle, ya que él se desorienta fácilmente.
A mitad de la sesión, Raúl se queda con la mirada perdida, mira a
Raquel y le pregunta porqué están en este consultorio y pregunta nue-
vamente mi nombre. En ese momento ella comenzó a temblar, a sudar,
y se veía la dificultad de respirar que sentía. Le pregunté si eso pasaba
frecuentemente con él. Dijo que sí, que todo el tiempo se desorienta y
que se había salido de la casa varias veces; por eso ella salía a todos
lados con él. Comentó que está en constantes consultas médicas, que
toma medicamentos para la presión alta, para el colesterol y ansiolíti-
cos. Tiene problemas de visión y lo único que hacen en el servicio de
salud es llenarla de medicamentos que no solucionan sus problemas.
Fue una primera sesión donde traté de conseguir la mayor canti-
dad de información sobre lo que pasaba con Raúl, dado que Raquel
sentía estos ataques frecuentemente y al experimentarlos en la sesión
le enseñé a relajarse y a respirar en estas situaciones. Practicamos un
par de veces y al ver los resultados de estos ejercicios, ella comenzó a
hablar de los síntomas, de la frecuencia y la intensidad.
Me comentó, en medio del llanto, que hace un par de meses le
habían diagnosticado a su esposo Alzheimer en primer grado. Ella tenía
miedo de perderlo físicamente y mentalmente, porque compartieron
toda una vida; estaba perdiendo a su compañero de siempre, lo cual
la afectaba profundamente.

21
Doctora en Psicología, Universidad Católica Boliviana, La Paz. Psicoterapeuta, Centro
de Desarrollo Personal, de la Pareja y la Familia «Trasciende», La Paz, Bolivia.

289
Vaneska Cindy Aponte Daza

Para la siguiente sesión le preparé un pequeño informe de lo que


era la enfermedad de Alzheimer y las cosas que aún podía hacer con
su esposo; si bien esta enfermedad iba a seguir un proceso, debía ser
un periodo paulatino donde ella pueda seguir cuidando a su esposo y
cuidándose a sí misma.
Comprendió que era una enfermedad desgastante tanto para el que
la sufre como para quien comparte la vida con alguien que la padece.
Descubrimos que sus ataques de ansiedad eran debido a que sentía que
no tenía control sobre su esposo y sus reacciones; por ende, trabaja-
mos sobre los síntomas previos y se favoreció el reconocimiento para
atribuir mayor control de la situación. Se le solicitó hacer ejercicios de
respiración para tranquilizarse y volver junto a su esposo.
Raúl siempre venía con ella a las sesiones y pudimos conversar
un par de veces, donde me contó que se sentía mal porque veía que
él estaba haciendo algo que lastimaba a su esposa, pero no se daba
cuenta y sentía que le habían llegado los años de golpe, que todo lo que
planeaba hacer no podría hacerlo. Sentía que la memoria le jugaba una
mala pasada y que debía encontrar la forma de volver a verla sonreír,
solicitándome que si yo podía intervenir para que Raquel no se aleje
de él, porque no quería perderla.
Sin duda alguna fue sumamente interesante lo que pasó desde la
primera sesión, ya que se pudo identificar los síntomas de los ataques
de ansiedad y reaccionar en ese instante con técnicas, lo que ayudó a
Raquel a que pueda tomar confianza conmigo y así abrir las puertas
para la resolución de sus problemas como cuidadora informal de su
esposo.
Comenzó a entender que no era toda su responsabilidad el cuida-
do del mismo, sino que tenía que involucrar a su hijo, quien también
aceptó venir a terapia porque estaba preocupado por sus padres. Se
dividieron las tareas de la casa y se trató de incluir a la nuera y al nieto
en las labores. Al final estaba toda la familia al cuidado de Raúl y así
Raquel no sentía todo el peso de atender a su esposo.
Después de ocho sesiones, Raquel comenzó a sentirse mejor: su
presión se había estabilizado y los ataques de ansiedad cada vez eran
menos frecuentes.
Trabajar en terapia con adultos mayores puede resultar difícil al
principio porque ellos se sienten susceptibles a recibir apoyo psicoló-
gico, pero al principio es necesario escuchar y comprender sus dificul-
tades en la vida diaria. No es recomendable intervenir en las primeras
sesiones: más bien se debe tratar de ganar su confianza y una vez que
esto suceda ellos participarán con mayor motivación.

290
72. Cuidando al cuidador informal. Apoyo emocional a una mujer...

Los adultos mayores tienen mucha sabiduría acerca de la vida, pero


necesitan ser escuchados y entendidos. Trabajar con ellos puede enseñar
muchas cosas y ellos también aprenden de los demás. Es un trabajo
de ida y vuelta que enriquece la experiencia personal del terapeuta.

291
73. Psicoterapia, música y sonrisas

Rehabilitación neuropsicológica
para un casode accidente
cerebro-vascular

Geraldine Aguirre Núñez22

El caso que voy a presentar trata de un señor de 55 años de edad,


de profesión médico, especialista en salud pública, quien ingresó al Ins-
tituto de Rehabilitación Neurológica «Mente Activa» con la finalidad
de continuar su rehabilitación neuropsicológica debido a una embolia
cerebral que había sufrido anteriormente, presentando dificultades en
la expresión verbal –no así en la comprensión de ordenes sencillas –
dificultades en manipular la parte derecha de su cuerpo y dificultades
en realizar una caminata.
Fue remitido a mi consulta para contribuir a su tratamiento des-
de un abordaje psicológico que pueda promover un estado anímico
positivo para su rehabilitación. En una primera instancia me dispuse
a conocerlo, encontrándome sin recursos terapéuticos útiles que me
ayudaran a comunicarme y llegar a él. La sensación que me llegó a
invadir fue de desconcierto y angustia al no recibir respuestas positivas
ni negativas desu parte. Su participación casi nula me causaba confu-
sión, obligándome a buscar otros recursos para comunicarme con él,
un estímulo externo extraordinariamente poderoso que me ayudara a
generar respuestas.
Fue así que recurrí al uso de la música como instrumento terapéu-
tico, realizando en las sesiones terapéuticas siguientes una degustación
de un estilo musical cualquiera y observar la conducta del paciente,
permitiéndome realizar un contacto visual favorable.
Comenzamos a realizar ejercicios de audición para favorecer la
comunicación terapéutica, desglosando las diferentes canciones escu-
chadas, de variados estilos y ritmos musicales, utilizando una planilla
con figuras de instrumentos musicales, en donde el paciente señalaba
22
Licenciada en Psicología, Universidad Católica Boliviana, La Paz, Bolivia. Diplomado en
Neuropsicología, Universidad Mayor de San Andrés, La Paz, Bolivia.

293
Geraldine Aguirre Núñez

aquellos que reconocía en las canciones. Reforcé sus respuestas posi-


tivas con elogios y expresión de entusiasmo, con la finalidad de que el
paciente pudiese entender que lo estaba haciendo bien.
Esto le ayudó a expresar emociones positivas a través de una son-
risa, observándose también una conducta de concentración que era
identificable en la escucha atenta de la canción expuesta, sonriendo
cuando lograba identificar un instrumento musical, para luego señalarlo
en la planilla.
De este modo, en las siguientes sesiones, la conducta del paciente
fue diferente, observándose mayor motivación por asistir a las terapias
conmigo. Fue entonces que me tomé la libertad de realizar ejercicios
activos, a manera de realizar una estimulación externa a través de la
música y sus elementos a nivel sensorial y motriz.
Los ejercicios que realizamos posteriormente fueron seguir un
determinado tiempo rítmico, marcando el mismo con una pandereta.
Posteriormente realizamos ejercicios de desplazamiento utilizando el
tango como medio facilitador, con el objetivo de que el paciente pu-
diese ganar confianza en su marcha, recuperando de a poco la función,
dejando en ocasiones el bastón y contribuyendo a su rehabilitación
fisioterapéutica.
Es entonces cuando su motivación al fin despertó, participando
activamente en las siguientes sesiones. Ahora era él quien traía consi-
go la música que le gustaba escuchar y trabajar en sesión, además de
incluir en el proceso terapéutico a su esposa para realizar los ejercicios
de desplazamiento con melodías tangueras. Dejaba el bastón de lado,
enseñándole a su pareja cómo podía ella ser un buen soporte para él,
ganando confianza ambos como pareja; esperaba respetuosamente el
tiempo de ella para poder dar el siguiente paso con firmeza y seguridad,
lo cual colaboró a la marcha sin apoyo externo.
De este modo la música logró establecer un medio de comunicación
positiva entre el paciente, su esposa y la terapeuta, permitiendo dar paso
a la expresión de emociones, en donde el paciente podría identificarlas
y trasmitirlas a través de una canción que él mismo elegía y traía en la
siguiente sesión.
La música nos brindó un estado anímico positivo y despertó en
el paciente mucho más que eso, ayudando a recordar experiencias,
sensaciones y encontrar emociones que favorecieron las conexiones
neuronales que se encontraban necesitadas de estimulación.
A mí como terapeuta me devolvió mi tranquilidad y neutralidad
para poder relacionarme de manera natural con el paciente y generar un
ambiente de trabajo óptimo y agradable para ambos, permitiéndonos
divertirnos y reírnos en las sesiones.

294
73. Psicoterapia, música y sonrisas. Rehabilitación neuropsicológica...

Fueron doce sesiones en las que pude ser partícipe de una excelente
rehabilitación de esta grandiosa persona que tuve la oportunidad de
conocer. El contacto físico realizado en los ejercicios de desplazamien-
to le ayudó mucho en recuperar la confianza en sí mismo para poder
caminar poco a poco, teniéndose a sí mismo paciencia y tolerancia.
Incluso me regaló un «gracias» cuando pudo recuperar la función de
la expresión verbal.
El proceso psicoterapéutico realizado nos brindó mucho más que
un estado anímico positivo para la rehabilitación integral del paciente,
logrando restablecer la motivación, la confianza y la comunicación no
verbal relacional.

295
74. Generando cambios con aceptación

Empatía y aceptación incondicional


en abuso sexual

Francisco Briones Araya23

Medité durante un buen tiempo cómo narrar una intervención


terapéutica muy difícil en un principio que por fortuna terminó siendo
exitosa, desarrollada durante el último periodo de mi formación pro-
fesional como psicólogo. En él tuve que forzarme a dejar de lado mis
propias creencias, valores y juicios morales, y entregarme completamente
a la aceptación incondicional. Esto finalmente me condujo por un buen
camino para guiar el proceso con mi consultante y sin lugar a dudas me
permitió comprender el sentido de la alianza terapéutica.
Cuando Juan, de 31 años, llegó a la primera sesión, temblaba y
sudaba. Era fácil evidenciar su alto nivel de ansiedad y angustia: su
expresión corporal indicaba que pedía a gritos ayuda y comprensión.
Yo ya había revisado la ficha de ingreso y luego de leer «dificultad de
control de impulsos sexuales», tuve muchos pensamientos fugaces de lo
que ello podría implicar: actos delictuales, normalización de conductas
sexuales inapropiadas, entre otros.
Sin embargo, al presenciar aquella imagen de una persona aver-
gonzada y acomplejada, todos aquellos pensamientos quedaron atrás
e inmediatamente comprendí que no venía precisamente a escuchar
sermones: él necesitaba ayuda y confiaba en que alguien con formación
en psicología podía hacerlo. En aquel momento recordé conceptos y
mis pensamientos giraban casi por obligación en torno a dos principios
en especial: escucha empática y aceptación.
Comencé indagando sobre su vida personal, laboral y familiar. Fue
en esa conversación inicial cuando manifestó espontáneamente la razón
de por qué acudía a terapia: «Engañé a mi pareja con su mamá por no
poder controlar el deseo sexual hacia ella». Al cabo de unos minutos
me relató además otras conductas sexuales inapropiadas en contextos
públicos y sociales que podrían haber estado rozando lo delictual.
23
Psicólogo, Universidad Santo Tomás, Concepción.

297
Francisco Briones Araya

A pesar de que me produjo cierto grado de incomodidad conocer


algunas de esas conductas y sus detalles, quise comprender qué había
detrás de todo ello, y posteriormente surgió de él mismo la posible
explicación: había iniciado a temprana edad su vida sexual, ya que se
recuerda a él mismo muy pequeño (cuatro o cinco años) teniendo en-
cuentros íntimos y a los once años ya manteniendo relaciones sexuales
con otras personas.
Luego de contextualizar como algo «anormal» el inicio precoz de
vida sexual y realizar una devolución, Juan se marchó al término de la
sesión un poco menos nervioso e inquieto, pero aún con una «mochila»
muy cargada de complicaciones, dilemas, prejuicios y conductas, que
sin saber ambos, ya había encontrado un lugar en donde vaciarse.
Durante sesiones posteriores se develaron algunos abusos sexuales
sufridos por Juan durante su niñez y preadolescencia, y también otras
conductas de su vida adulta difíciles de narrar o compartir.
En mi mente mantuve una lucha constante entre esos dos aspectos:
«víctima de abuso y vulneración» versus «posible abusador y acosador».
Al comentar el caso en reuniones de supervisión escuchaba también otras
opiniones: «Yo creo que su ganancia secundaria es volver con su pareja»,
«quizás te está mintiendo y engañando, cuidado», «puede que se haga
la victima solo para salir del embrollo». Pero era tal la vinculación y
complicidad lograda con Juan que intenté siempre mantener la acepta-
ción incondicional y así fue como escuché la sugerencia de uno de mis
profesores acerca de adoptar una pseudo postura de ternura y firmeza.
Logramos ejecutar un proceso terapéutico en doce sesiones, en
donde la maniobra principal fue darle un giro radical a su historia,
construyendo una nueva narrativa para la vida de Juan: primero al
asumir que lo vivido en su infancia fue un abuso lo que permitió que
se comprendiera a sí mismo como víctima; luego, al adoptar una nueva
autocomprensión como «sobreviviente». Esto contribuyó a que situa-
ciones similares no se repitieran con otras personas.
Juan, hasta este momento de su historia, mantenía la creencia de
que al haber iniciado tempranamente su sexualidad con una persona
del sexo opuesto era un ganador: conocía los trucos y técnicas para
mantener encuentros sexuales regularmente. Además, mantenía con-
ductas altamente sexualizadas: consumía pornografía todos los días
de la semana (entre dos a cuatro veces por día), tomaba fotografías
a escondidas en el transporte público y se masturbaba en su lugar de
trabajo. Lo más grave, impactante y difícil de tolerar fue el relato de
sus conductas en buses de locomoción colectiva con otras mujeres. Él
mismo relata: «Al principio como que miraba nomás y me acercaba de a
poco, pero casi nunca resultaba. Luego empecé como a perfeccionarme,

298
74. Generando cambios con aceptación. Empatía y aceptación...

comencé a mover los hombros y cuando veía que respondían con


movimientos y que tenían como cara de sí, las empezaba a acariciar».
Para él, era todo un triunfo que reforzaba en base a creencias sociales
cuando compartía con sus amigos: «El mejor se come a la mejor mina.
Juan, eres un winner».
Debido a lo anteriormente relatado desarrollamos un trabajo tera-
péutico desde la deconstrucción de sus discursos para abordar creencias
y pensamientos que mantenían el problema y su conducta sexualizada.
Por medio de diversas preguntas (de dónde viene la idea de responder
a las caras de sí, qué ideas contribuyen a que su satisfacción sexual
tome más fuerza, cuál es la influencia social en la temática sexual, por
qué existe esta idea de que el hombre es ganador o winner cuando
tiene la mujer más atractiva) se buscó una reformulación de creencias
y preceptos básicos. Luego del ejercicio terapéutico el joven relató lo
siguiente: «Los medios sociales contribuyen mucho a sexualizar a la
mujer. Igualmente, la industria del porno contribuye mucho a mantener
estas ideas (...) no ser menos socialmente lleva a querer resaltar, ya que el
mejor se come a la mejor mina; eso me mantuvo mucho tiempo en esto,
ya que como creía que tenía habilidades me sentía con una autoestima
inmensa y busqué reconocimiento en base a lo sexual».
Cabe señalar además que mediante esta estrategia se logró reevaluar
y modificar la creencia que mantuvo la conducta de buscar contacto
sexual en buses, ya que Juan logró comprender que las mujeres, cuan-
do se sienten intimidadas en situaciones como esas, se paralizan, lo
que erróneamente interpretaba como aprobación. Esto último generó
un fuerte impacto en ambos: él comprendió que estuvo abusando de
mujeres por mucho tiempo y que de seguir así podía llegar a tener,
además del daño a las víctimas, graves consecuencias judiciales para
él; y que yo, como terapeuta en formación, debía creer en el cambio, a
pesar de lo difícil que es aceptar y estar frente a sujetos posiblemente
abusadores de estas características. Ya era mi aliado y sentí el deber de
seguir guiándolo en este camino que ambos emprendimos.
Logró modificar muchas de sus creencias y reformular su autocon-
cepto. Surgieron durante la terapia anhelos, sueños, metas y recursos
personales que lo fueron construyendo como un sujeto reflexivo, aten-
to y empático. A pesar de que el fin de la terapia no fue precisamente
abordar su autoestima y autoconcepto, él mismo señaló como metáfora
lo siguiente: «En este tiempo me he sentido extraño, ya que me sentí
pésimo al saber que se desmoronaron tan fácil pilares de mi vida que
creía fuertes, como mi sexualidad y mi vida social, pero siento que
he podido comenzar a crear cimientos mucho más sólidos que me

299
Felipe García, Constanza Hernández, Pablo Arroyo y Rodrigo Mardones

permitirán crear bases nuevas para mi vida. Sé que es un camino largo,


pero estoy recomenzando bien».
Finalmente, terminamos el proceso con estrategias para afrontar
posibles recaídas en sus ya controlados impulsos sexuales y con la sen-
sación de haber removido aquellas cargas innecesarias de su mochila
que mantuvieron el problema y acomodando aquellas que aún están
en proceso de echar mano.
Desconozco lo que sucedió después con Juan. Sin embargo, en
nuestra última sesión mencionó algo que aún ronda en mi cabeza:
«Yo vine porque creí tener un problema menor en mis relaciones y mi
sexualidad; me creía un ganador y solo pensé que un par de sesiones
me bastarían para recuperar mi estabilidad porque nunca creí mucho
en los psicólogos en realidad, pero siento que usted iluminó cosas en
mí que no creía necesarias de cuestionar. Removió mis pilares y ahora
estoy construyendo otros nuevos. A todo aquel que pueda, le contaré
que son mentiras y prejuicios los que tenemos de los psicólogos, que en
realidad hay que conocerlos para saber de verdad cómo son las cosas».
Sin saberlo, ambos aprendimos de prejuicios y aceptación gracias a la
alianza terapéutica, algo tan sencillo y sincero a la vez.

300
75. El proceso de transformarse
de victima a bravucón

Reencuadre del estrés post-traumático


en una víctima de abuso sexual

Oscar Urzagasti24

Mariana es una mujer de 33 años que hace contacto conmigo para


ser atendida de urgencia. Se encuentra muy desconsolada luego de un
encuentro cara a cara con su agresor sexual, el cual no había visto
desde hace 18 años, cuando fue asaltada sexualmente. El agresor era
un conductor de micro que la secuestró cuando ella se disponía a ir a
una fiesta de quinceañeras un sábado por la noche.
El encuentro sucede cuando Mariana toma un micro urbano en
la ciudad de Santa Cruz para ir a su fuente de trabajo. Al subir se
sienta al lado del conductor, que amablemente le cobra el pasaje; sin
embargo, en ese momento, al mirarlo fijamente, ella se da cuenta que
está frente a su agresor sexual. En ese momento empieza a temblar
(activación fisiológica) y empieza a recordar todo lo sucedido años
atrás (re-experimentación).
Mariana refiere que no sabe de dónde sacó fuerzas para preguntar
a su agresor: «¿Te acuerdas de mí?» y que el conductor, absorto en el
tráfico y en cobrar pasajes, respondió: «No, señorita», a lo que ella le
responde gritando: «¡Yo fui la niña a la que violaste!». Mariana dice que
no sabe cómo, ni en qué momento salió del micro, luego de gritarle a él
aquella verdad en medio de otros pasajeros que estaban viajando con
ella, pero que cuando tomó conciencia, estaba llorando desconsolada
varias cuadras fuera de la ruta de esa línea de buses. Es ahí que ella pide
ayuda a una amiga, que luego la refiere a mi consulta.
Una vez escuchado el relato de Mariana y percatarme que ella se
encontraba con un posible estrés post-traumático, que todavía no podía
controlar el llanto y de rato en rato volvía a descomponerse emocional-
mente por los flashbacks incontrolables que le generaban los recuerdos,
24
Licenciado en Psicología, Universidad Católica Boliviana, La Paz, Bolivia. Docente,
Universidad René Gabriel Moreno, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.

301
Oscar Urzagasti

pude observar que el miedo a su agresor volvía a estar presente y que ella
regresaba a ser aquella niña desprotegida e indefensa que fue secuestrada
en su adolescencia. Mariana manifestaba que volvía a recordar el miedo,
el temor a morir por aquel secuestro que sufrió y la vergüenza que le
generó el volver con el vestido hecho añicos, ensangrentada a su casa.
Sin embargo, empecé a preguntarle cosas fuera del problema, como
por ejemplo: «¿Qué línea de micro había tomado?». Ella me mira y me
dice desconcertada que «la línea 23»; «¿a qué hora?», insistí con mi
interrogatorio. Mientras ella se secaba las lágrimas, me respondió: «A
las 7:30 de la mañana». Volví a preguntar por el recorrido de la micro
y ella me dijo «del barrio Equipetrol al centro», y señala que ella lo
tomó justamente en el barrio Equipetrol en la parada 3. Entonces la
miré a los ojos y le dije: «Ahora tú sabes quién es él, dónde trabaja,
en qué línea de buses… y él sabe que tú lo sabes.Ya no eres una niña,
ahora eres una mujer y sabes quién es él (lo puedes reconocer) y él sabe
que tú no olvidaste su cobardía…», y a eso concluí: «Es él ahora quien
tiene que tener miedo de ti, Mariana; es él quien tiene que esconderse
de ti porque tú tienes el poder de enviarlo a la cárcel».
La reacción de Mariana fue una sonrisa que me retroalimentó y
me indicó que iba por buen camino en mi propuesta de reencuadre, así
que le propuse que jugáramos un poco con la imaginación. Le propuse
que nos pusiéramos a suponer qué hizo el chofer luego que ella lo en-
frentara. Mariana dijo: «Cierto, el maricón debe haber dejado la micro
botada y haber escapado por miedo a que yo lo ubicara en la parada
final de la línea de buses».
El cambio del lenguaje de Mariana era notable, pues en este se
muestra el cambio de la posición relacional frente al agresor: pasa de
ser víctima a estar empoderada. Meses después Mariana me vuelve a
visitar para pedirme que realizara un informe psicológico clínico para
el juez, pues llegó a sentar la denuncia por abuso sexual.

302
76. Una vida desafortunada

Intervención enfocada en la solución


ante el abuso sexual

Gilberto Gómez Pérez25

Lupe, consultante de 50 años de edad, se contacta para solicitar


una cita debido a que hace tres meses sufrió una violación, lo cual
le está generando problemas de ansiedad, miedo a salir a la calle y
problemas para dormir. A pesar de que el motivo de consulta es claro,
Lupe menciona constantemente frases como «la vida me ha tratado
mal» o «¿será que alguien me ha hecho algún mal?» (expresión usada
en México para referirse de que alguien le hizo brujería). Tomando en
cuenta estas frases decidí explorar a qué se refería.
Lupe es una mujer que tenía un buen vivir gracias al trabajo de
su ex-esposo, quien es médico, con el cual hace cinco años se divorció
por los agravios contra su persona. Lupe se queda a cargo de sus dos
hijas –de ocho y trece años– y su economía va a la baja. Su actual
pareja (un extranjero de origen polaco que rara vez trabaja) la agrede
verbalmente y muestra problemas no solo en la relación con ella, sino
que también con las hijas de Lupe. Otra circunstancia desafortunada
es que Lupe radica en la zona sur de México, siendo ella originaria de
la Ciudad de México, por lo que no tiene familia en la cual apoyarse
en sus momentos de problemas económicos y emocionales.
En cuatro ocasiones han ingresado a su casa a robar. En una de
ellas vio a un hombre observándola dentro de su cuarto mientras ella
dormía. Sin embargo, en la última ocasión ocurrió lo que la trajo a
consulta: tres sujetos entraron a su casa a las 11:00 de la mañana –ella
se encontraba con sus hijas– y dos de los asaltantes le pidieron a Lupe
recorrer la casa en busca de joyas y dinero. La amarraron a la cama y
debido a los problemas económicos que tenía no encontraron demasia-
das cosas de valor. Lamentablemente la situación siguió empeorando y

25
Maestría en Terapia Breve Sistémica, Centro de Crecimiento Personal y Familiar, Mon-
terrey, México. Psicoterapeuta, Consultorio Psicoterapéutico Nicte-Há, Coatzacoalcos,
Veracruz, México.

303
Gilberto Gómez Pérez

uno de los asaltantes comenzó con actos de abuso sexual y convenció al


otro asaltante de acompañarlo. Posteriormente le quitaron los amarres
y le pidieron que no bajara hasta que ellos se retiraran del lugar. Los
asaltantes se fueron y robaron la camioneta de Lupe.
Posterior a la violación su pareja le repetía constantemente que no
valía nada sin él, ya que solamente él se podía fijar en una mujer de su
edad y con lo que le había pasado. Lupe vivía con un secreto debido a
que tenía que esconder su miedo ante sus hijas, pues nunca les comentó
la violación.
La primera sesión duró dos horas y media. Sin duda algo tenía
claro: no podía dejar ir a Lupe en ese estado y además tenía que cum-
plir con uno de los principios básicos de la terapia breve: «Desde la
primera sesión tenemos que generar cambios positivos». Con el paso de
los minutos empecé a idear cómo volver todo ese conjunto de eventos
terribles a un panorama más alentador y surgieron preguntas reflexivas
al más puro estilo de Karl Tomm:
¿Cómo y dónde podría ocupar esos eventos terribles para su
bienestar?
La pregunta le pareció incomoda y la sorprende al principio. Luego
de repetirla algunas veces, ella respondió que podría servir para enseñar
a otras personas a superar situaciones similares e incluso que era mo-
mento de tomar las riendas de su vida y dejar de depender de su pareja
actual. Prosigue señalando que quizás lo ocurrido podría servir para
darse cuenta que hay cosas que puede y otras que no puede controlar,
que su ansiedad por la violación sería menos si ella se permitiera soltar
algunas cosas como su relación, si comenzara a producir más econó-
micamente y corrigiera algunas conductas de sus hijas. Lupe acababa
de dar una muestra de lo que se trabajaría en consulta.
En las sesiones posteriores se profundizó en su respuesta, definién-
dose Lupe como «guerreramente exitosa». En sintonía se le deja como
tarea algo que titulé «la constructora», que consistía en que cada vez
que la ansiedad apareciera tendría que construir algo positivo para
ella o su familia. A modo de ejemplo se le señala el preparar la comida
preferida de sus hijas o salir por el café con sus amigas; la intención de
la tarea era interrumpir el patrón interaccional problemático, puesto
que al final de una crisis de ansiedad terminaba «lacerando» su vida.
Por ejemplo, después de una crisis peleaba con alguna de sus hijas; fi-
nalmente teníamos a una mujer ansiosa y una madre enojona, así que
mediante esta tarea se buscaba que Lupe percibiera que ella controlaba
las circunstancias, y tendríamos una mujer o madre con algo nuevo,
construido para ella o su familia.

304
76. Una vida desafortunada. Intervención enfocada en la solución...

Lupe llegó a la siguiente sesión completamente emocionada, pues lo


primero que hizo después de una crisis fue frenar a su pareja para que
dejara de agredirla, así que la tarea persistió en las siguientes sesiones.
Posteriormente, Lupe había hablado con sus hijas para cambiarlas
de escuela, debido a que la escuela particular a la que asistían era de-
masiada costosa y quería aprovechar mejor el dinero.
Para la siguiente sesión Lupe había terminado con su pareja e in-
cluso decidió llamar a la policía cuando él intentó agredirla físicamente.
Las sesiones continuaron hasta toparnos con una Lupe «guerreramente
exitosa».
La intención de narrar parte de este caso es mostrar la efectividad
de las preguntas reflexivas y de su poder terapéutico, así como también
confiar en que en muchas ocasiones los consultantes tendrán las capa-
cidades y recursos para solucionar sus problemas.

305
77. Con llorar no basta

Focalizando en los recursos


para superar la adversidad en un caso
de violación

Teresa Mendo Zelada26

Al pasar al consultorio, Sonia de inmediato empieza a llorar: «Ha-


bía ido de visita a casa de mi hermana. Iba a dormir en la sala. En un
cuarto mi hijo y sobrina, y en el otro mi hermana. Cuando apagamos
la luz para dormir escucho unos murmullos y veo que las cortinas se
mueven. Veo dos hombres, uno de ellos con pistola. Inmediatamente el
hombre con pistola me la pone en la cabeza y dice que no haga bulla.
Yo le digo que no nos haga daño, que no lastime a los niños y que se
lleve lo que quiera. Cierra la puerta que conectaba a los dormitorios,
me dice cálmate, no te voy hacer nada, y empieza a tocarme. Me saca
la ropa y me sigue tocando. Todavía siento su voz, su respiración, sus
manos sucias…».
Sonia me cuenta su historia llorando. Levanta la voz, se toca el
cuerpo, coge el cojín del sillón y llora muy fuerte. Es la primera vez
que lo hace. Le digo que no es necesario que entre en detalles, pero ella
responde: «Deseo hacerlo, necesito hacerlo. No he hablado de lo que
pasó con nadie; es la primera vez y quiero hacerlo. Todos me dicen que
soy fuerte, que lo superaré, pero eso no me ayuda. Necesito hablarlo y
en mi casa no puedo, porque mi mamá se preocupa, mi hijo me mira».
Le digo que entiendo y ella continúa su relato: «Cojo las sábanas que
estaban en el mueble, me tapo, él me dice: “A mí solo me gusta mirar,
no te voy a hacer nada”… yo lloraba y le digo que no me toque, que
no me haga daño, pero él sigue y sigue y… me viola, me viola, por
adelante y también por atrás. Allí es donde yo grito, grito porque me
dolió, y él me dice que me calle, yo sigo llorando y el hombre termina
y se va. No pude defenderme».

26
Licenciada en Psicología y Magister en Salud Pública, Universidad Nacional de Trujillo,
Perú. Directora, Instituto de Capacitación y Desarrollo Familiar IFAMI, Trujillo, Perú.

307
Teresa Mendo Zelada

En la primera sesión, Sonia eligió hablar sobre lo que le había


pasado y pidió ser escuchada. Eso fue lo que intenté hacer, acompañán-
dola en ese recordar y agradeciendo su confianza para conmigo. Luego
tuvimos cuatro sesiones más, cada vez más espaciadas entre sí, en las
que elegimos priorizar sus avances, confiando que ello y el énfasis en
sus recursos resultarían más útiles que la simple catarsis.
El uso de la escala de avance fue especialmente productivo. En la
segunda sesión le pedimos que ubicara su malestar por lo sucedido en
una escala de 0 a 10, siendo el 10 lo máximo de perturbación y el 0
su estado habitual previo al incidente. Sonia comentó que su malestar
había disminuido de 10 a 6,5. Esto lo atribuía al haber podido desaho-
garse. Al indagar por los cambios, comentó: «He podido caminar sola y
tranquila desde la avenida hasta aquí (aproximadamente tres cuadras).
Estoy conversando con mis padres, busco estar con ellos. He retomado
el cuidado de mi hijo».
Ante esa notable mejoría, luego de la pausa y la reflexión con el
equipo, le comento: «Todas las personas hacemos actos de resistencia
frente a adversidad y pensamos, Sonia, que tú también los hiciste y los
haces. El llorar, el tener miedo, el haberte quedado en silencio mientras
te ultrajaban para proteger a tu hijo y sobrina, el no querer salir sola
a la calle, todo eso son actos de resistencia, y los hiciste por honrar
aquello que atesoras: la vida. Tus avances e iniciativas nos indican
que eres una superviviente y ya no una víctima. Nos sorprende y nos
alegra mucho atestiguar los cambios y avances que estás narrando; sin
embargo, hacemos notar que es válido todavía sentirse mal en algunos
momentos, recordar algunos episodios e incluso retroceder».
En las tres sesiones siguientes continuamos conversando sobre sus
avances y sobre cómo quería estar. «Voy actuando. Estoy más entre-
tenida con mi hijo, con mi familia; me he interesado en las cosas de la
casa y he visto necesidades que antes no notaba».
También pudimos notar un cambio del tipo «efecto mariposa»
(cambio en el problema de un tercero, que no fue tratado en consulta):
«Mi hijo ha empezado a ir al baño. Tiene seis años y a los cuatro años
tuvo un gran susto; desde allí se hacía “la popó” en la ropa… Ahora
ha empezado a pedirme…».
En la quinta sesión el puntaje que dio a la pregunta de escala fue de
3,5, y la confianza de mantener las mejorías, usando también la escala,
fue de 8,5. Ella misma consideró que ya no necesitaba volver, y que si
lo requería nos llamaría. Tres meses después del terrible incidente, Sonia
sentía que había recuperado su vida

308
78. ¡Salud! Una paradoja
de dependencias

Externalización del síntoma


y desvinculación en un caso
de dependencia al alcohol

Andrea Borelli Kostic27

Pedro, un hombre de 27 años, asiste a la consulta para complacer


y confirmar a su madre que él no es alcohólico.
Pedro vive con sus padres. Sin embargo, pasa más tiempo con la
madre, ya que por trabajo el padre está constantemente de viaje. Tiene
una hermana mayor, la cual vive sola y está atravesando por un proceso
de divorcio. Según Pedro, la hermana solo duerme en otra casa porque
la mayor parte del tiempo está en la casa de los padres.
La familia tiene dos negocios, una fábrica y un restaurante. Pedro
trabajó por dos años en la fábrica ayudando a su madre y en este mo-
mento está ayudando al padre a cumplir su sueño con el restaurante,
aunque Pedro no tiene ninguna experiencia en cocina y tampoco le gusta.
Pedro es abogado de profesión. Sin embargo, refiere que le hubiera
gustado estudiar mecánica, pero como es una ocupación que no tiene
estatus, se decidió por el derecho. Define como metas a largo plazo tener
mucho dinero y manejar los negocios de la familia.
Cuando se conversa sobre el motivo de consulta, Pedro hace refe-
rencia a que empezó a tomar alcohol desde el primer año de universi-
dad, con una frecuencia de dos a tres veces por semana. Considera que
tal vez ya estaría excediendo el límite y que podría empezar a ser un
problema para él y no solo para su familia, pareja y demás personas.
En diferentes oportunidades, a consecuencia de los excesos de alco-
hol, tuvo peleas con su pareja, amigos, pérdidas de objetos personales
e incluso en ocasiones quedó en tal estado, que debió recurrir a otras
personas para que lo llevaran a su casa, puesto que se encontraba con
pérdida de consciencia.
27
Licenciada en Psicología, Universidad Católica Boliviana, La Paz, Bolivia. Psicóloga en
consultorio y colegio Montessori, La Paz, Bolivia.

309
Andrea Borelli Kostic

Pedro tiene una pareja, María, con la cual lleva ocho años de rela-
ción. En una sesión María definió que cuando Pedro bebía se compor-
taba terco, mentiroso y peligroso debido a que carecía de autocontrol
y no sabía decir «no».
Durante las sesiones se externalizó el síntoma; se hablaba del
consumo y/o de los problemas a consecuencia del mismo. Se realizó
un análisis de los factores que precipitaron y sustentaron el consumo,
además de hacer énfasis en los actuales factores de riesgo: grupo de
amigos (especialmente los solteros y grupo de la universidad), tiempo
de ocio, ausencia de motivación y la falta de éxito del restaurante, que
genera en Pedro presión y estrés, sin mencionar la constante necesidad
de aprobación por parte de su padre.
A partir de identificar los factores y situaciones de riesgo, el alcohol
pasó a un segundo plano. Se hizo énfasis en el término salud, indagan-
do qué personas y/o situaciones son saludables en la vida de Pedro y
cuáles no. Se definió por saludable aquello que motiva a Pedro a sacar
lo mejor de él y no saludable a aquello que genera que salga lo que no
le gusta de él.
En ese momento Pedro comprendió que la relación con su padre
no era saludable, ya que era la persona a la que menos podía decirle
«no». Fue muy duro para Pedro darse cuenta que mientras más el pa-
dre lo incluía en sus decisiones y sueños, más buscaba él un escape en
el consumo del alcohol, reforzando así la posición de los padres que
veían a Pedro incapaz de emanciparse por su problema con la bebida.
Por lo tanto, Pedro redefinió el objetivo de consulta y se trabajó
en la desvinculación parental.

310
79. Milagrosamente sonriente

Proceso de recuperación de un hombre


con problemas de consumo
de base de cocaína

Joel Santiago Barreno López28

El hombre a quien acompañé en su proceso de recuperación tie-


ne 29 años de edad y aproximadamente desde los 13 empezó con el
consumo de alcohol, según él por curiosidad, atribuyendo además el
dolor y tristeza por la separación de sus padres cuando tenía 11 años.
Narraba que luego de iniciar con el consumo de alcohol se interesó
por la marihuana, sustancia que no fue de su agrado y que abandonó.
Sin embargo, a los 17 años prueba pasta base de cocaína por primera
vez, y según él: «Sentí que se me fueron dados súper poderes con la
primera jalada», y desde esa edad no había podido dejar de consumir.
Luego de dialogar, soltó sin darse cuenta la pista inicial para lo que
posteriormente iba a suceder: «Cuando me casé, a los 26 años de edad,
y tuve a mi hija, dejé el consumo por meses».
El proceso de terapia se realiza en un centro de recuperación para
personas con problemas de consumo de sustancias. Luego de esa conver-
sación inicial en la que se obtuvo toda esa información de las posibles
causales del consumo y de los efectos que había tenido en sus ámbitos
de desarrollo, principalmente social, personal, familiar y laboral,se pudo
identificar su voluntad para cambiar, aspecto que me resultaba intrigante
y deseaba saber más sobre aquellas razones, aparentemente mínimas,
que le mantenían en el lugar por sus propios deseos. Así fue que en la
segunda sesión me atreví a preguntarle, con cierto miedo: «¿Qué es lo
que realmente a usted le motiva a estar aquí internado este tiempo?»
(el tiempo de internamiento en centros de recuperación en Ecuador es
de seis meses). El hombre, sorprendido, me dice: «Si no hubiera naci-
do mi segundo hijo, no estaría aquí». Posteriormente y dentro de la
misma sesión de terapia me compartió algo que fue como la segunda
28
Psicólogo Clínico, Universidad Técnica de Ambato, Ecuador. Psicólogo Clínico y Gerente
Técnico, Comunidad Terapéutica Recuperando la Vida, Puyo, Ecuador.

311
Joel Santiago Barreno López

pista que me daba, como diciéndome, desesperado: «Esto es lo que me


ha funcionado este tiempo; por qué no empieza por ahí», mensaje que
fue bien captado desde la visión de la persona por fuera del problema.
A raíz de eso pude cambiar el rumbo de la terapia y enfocarla so-
bre aquellas pequeñas cosas que la persona –sin saberlo– había hecho,
incluso antes de ingresar al centro de recuperación, para solucionar su
problema. Se abordó el trabajo desde esa visión, dejando de lado las
causas de su adicción, que supuestamente era lo que se iba a trabajar al
iniciar el tratamiento. Al hablar sobre cuáles fueron aquellas cosas que
consideraba que hizo bien a pesar del consumo, me encontré con una
lista interminable de cualidades y destrezas que parecían no haberse
visto afectadas por el consumo de base de cocaína, como si existiera
una protección interna que aísla las cualidades de la persona y las
mantiene en un congelador, esperando por las preguntas adecuadas
para ser descongeladas.
Sin darnos cuenta, empezamos a conversar de temas que dentro
de cualquier otro enfoque podrían ser llamados inútiles. Me hablaba,
por ejemplo, de aquellos días en los que su esposa cocinaba su plato
favorito y que se ponía un vestido azul que él le había comprado o
cuando ella le contaba que había salido con su hija mayor a comprarle
ropa con el dinero que él ganaba con su trabajo. Eran aquellos peque-
ños detalles los que hacían que él no saliera de casa para consumir. En
esos días en los que sucedían estas cosas, él prefería quedarse en casa,
porque su hija al llegar corría a sus brazos y le decía: «Papá, gracias a
ti me veré muy linda con esta ropa», y se daba cuenta que cuando le
decía este tipo de cosas en su rostro se dibujaba una sonrisa que parecía
imborrable y que solo volvía a ver cuando narraba estos momentos de
sobriedad, que aun siendo pocos en estos años, siempre han estado ahí
escondidos, esperando salir a la luz y servir de guía y orientación en la
práctica de la terapia, basada en el redescubrimiento de las cualidades
positivas de la persona.
Luego de haber movido esta pieza en el ajedrez de la terapia, decidí
hacer un movimiento que potenciaría el proceso de cambio que ya se
había iniciado: invité a la esposa, la hija y el hijo de aquel hombre. Al
principio se mostró incrédulo en que su esposa fuera a acudir a una
terapia familiar, argumentando: «Ella no cree en los psicólogos; siem-
pre me ha dicho que el problema de las drogas solo es mío, de nadie
más», pero para sorpresa nuestra, su esposa acudió viajando las cinco
horas de trayecto desde su casa hasta la ciudad donde estaba ubicada
el centro de recuperación. La pregunta que creo que marcó la diferencia
al iniciar la terapia con ella fue:«¿Qué la motivó a venir el día de hoy
y viajar cinco horas?», a lo que ella respondió: «Creo que mi esposo

312
79. Milagrosamente sonriente. Proceso de recuperación de un hombre...

no ha sido tan malo, y que me casé con él por amor, y es por ese amor
que sigo aquí». Aquel hombre, al escuchar las palabras que su esposa
acababa de decir, dibujó automáticamente la misma sonrisa que antes
ya había mostrado.
Recuerdo además que a medida que el proceso avanzaba se iban
encontrado muchas más pistas que fueron de gran ayuda para aquel
hombre, pero lo que también marcó un hito importantísimo en este juego
de ajedrez terapéutico fue introducir la pregunta del milagro, que crea
expectativas a futuro de aquello que la persona quiere alcanzar, pero
es curioso que aquello que se veía como milagro se convirtió en reali-
dades construidas a través de la cosmovisión de la persona. Recuerdo
claramente la pregunta que le hice: «¿Qué sería diferente cuando este
milagro ya ocurra?». Él nuevamente sonrió y dijo: «Todo cambiaría.
Mi vida sería otra».
A la mañana siguiente de esta conversación sobre la situación mi-
lagrosa me dijo: «Yo no sé qué paso luego de esa pregunta. Fue como
que sucedió un milagro y todo empezó a cambiar». Y como él me dijo,
«desde ese día mi sonrisa ya no se ha vuelto a borrar, hoy la puedo
mantener incluso sin que nadie la vea».
Ahora pienso en la importancia de prestar atención a los detalles,
dedicar todo el tiempo, esfuerzo y dedicación en escuchar lo que para
muchos es simple y sin sentido, ya que a través de eso se concibe el
cambio como un camino real y transitable, con acceso rápido a una
recuperación progresiva y enfocada en la familia y las garantías que
esta ofrece cuando se generan compromisos de participación.
Ha pasado algún tiempo y hoy puedo afirmar que el hombre de la
historia, desde que salió del centro de recuperación, ha sabido mantener-
se sin consumo y la relación con su esposa e hijos va mejor que nunca.

313
80. Traicionar el formato

Una sesión centrada en soluciones


con un hombre que ejerce violencia

Igor Valverde Rodríguez29

Desde el 2014 trabajo en un centro que atiende a hombres senten-


ciados por violencia familiar. Cada usuario debe pasar por un proceso
psicoeducativo para aprender a detener su conducta violenta. Existe ya un
programa prediseñado de tipo grupal, con una sesión individual previa.
Es un desafío: los usuarios acuden forzados, casi nadie se reconoce
violento y muchos me hacen evidente su enojo. ¿Cómo utilizar el en-
foque centrado en soluciones en la única sesión en la que cuento con
cierta autonomía?
Durante una supervisión de casos centrada en soluciones, mis
amigos y colegas, Hans y Jorge, me ayudaron a ordenarme. Me planteé
el siguiente objetivo: lograr una conversación que a) propicie mayor
colaboración en el programa de tratamiento y b) aumente la probabi-
lidad de adherencia al programa.
Entonces vi necesario reforzar la fase social, invitando a un clima de
mayor colaboración; validar las quejas y los malestares de los usuarios,
pero sin aprobar sus argumentos en favor de la violencia; y centrarme
en el presente y en objetivos a futuro.
Para lograr esto tuve que traicionar el formato que tengo establecido
en mi centro, es decir, dejar de ceñirme al esquema sin perder de vista mi
responsabilidad y los fines de la institución. Era osado, pero me aventuré.
José tiene 43 años de edad, dos hijos y maneja un negocio de ropa
infantil. Fue denunciado por violencia física y psicológica hacia su
esposa, Lorena, con quien convivió 13 años. Llevaban al momento de
la entrevista seis meses separados.
En resumen, José refirió: «Lorena es una impulsiva. Denunció para
deshacerse de mí. Yo nunca le he puesto la mano, más bien soy yo el
agredido; ella me alzaba la mano, se me venía encima, me tiraba golpes

29
Licenciado en Psicología. Universidad César Vallejo. Trujillo, Perú. Formación en Terapia
Breve Centrada en Soluciones, Centro Latino. Lima, Perú.

315
Igor Valverde Rodríguez

y tenía reacciones histéricas. Yo siempre he sido una persona pacífica,


aunque ya me dicen que parezco pasivo, que debería defenderme, ha-
cer algo, no dejarme. Yo sí admito que le he insultado. Bueno, los dos
nos hemos insultado, la violencia psicológica ha sido de ambos, pero
porque ella empezaba. La cosa no marchó bien, comenzaron sus celos
y las discusiones llegaron a un punto en el que no dio para más».
Su relato fue bastante descalificador hacia su esposa y la culpó
de todos los problemas. Solo admitió la violencia psicológica, pero la
presentó como mutua. Yo procuré no absorberme en esa parte de la
historia, ni contradije, ni aprobé. Asimismo, estuve al tanto de excep-
ciones y recursos.
Igor: Bien, José, coméntame en qué consiste tu trabajo.
José: Me dedico a administrar una tienda de ropa para niños.Ya
llevo unos cuatro años.
Igor: Mira tú, es un buen tiempo, me imagino que has sabido con-
seguir clientes y posicionar tu negocio.
José: Se hace lo que se puede. A eso me dedico por el momento.
Hay que estar metido ahí todo el día para que el negocio marche.
Igor: Ya veo, parece que eres un hombre trabajador y empeñoso.
José: Eso sí, siempre he trabajado…
Durante el diálogo el clima se fue relajando. Me di cuenta de lo
importante que era para él su trabajo, sobre todo porque se preocupa
por sus hijos y quiere brindarles una buena educación.
Dejé de lado el esquema durante la entrevista, pero no me deshice
de él (lo puse entre paréntesis). Curiosamente la información fue «lle-
gando sola»; me resultó sencillo acomodarla dentro del formato sin
necesidad de entramparme en el problema.
Igor: José, quería comentarte que nos hemos dado cuenta que
muchas de las personas que atendemos aquí nos manifiestan su inco-
modidad. La mayoría, además del juicio, tiene dificultades familiares;
eso es complicado. Entendemos que no es agradable, mucho menos si
luego hay una sentencia. Comprendemos que varios perciben esto como
injusto o una pérdida de tiempo. En ese sentido quería preguntarte cómo
te sientes tú aquí hoy hablando conmigo.
José: Yo pensaba así, o sea, sí fue injusto porque yo no hice nada,
yo no la golpeé a ella; pero quizás me ayuden con lo que pasa en mi
familia. Yo tengo disposición a venir.
Como puede notarse, José no se extendió en su queja: solamente
la repasó brevemente para luego referir su deseo de participar. Debo
decir que su actitud me resultó amable.
Igor: Entiendo que tu situación familiar no es fácil. Hay varias
cosas y no debe ser cómodo. Me gustaría preguntarte cómo están ahora.

316
80. Traicionar el formato. Una sesión centrada en soluciones...

José: Ahora ya más tranquilos. Bueno, como que ya no hablamos


mucho porque yo preferí limitar la comunicación para no empeorar
los problemas.
Igor: ¿Parece que limitar la comunicación ayudó?
José: Sí, es mejor así. Todos estamos más tranquilos.
Igor: ¿Cómo supiste que esa era una buena opción?
José: Es por mis hijos. No quiero que ellos la pasen mal.
Hablando en tiempo presente son más notorios los recursos y se
abre espacio para los objetivos.
Igor: …comprendo. ¿Y cómo te gustaría estar con tu esposa?
José: Yo con ella quiero estar tranquilo. Sé que somos padres y eso
no va a cambiar, pero es que ella no sabe conversar tranquila y está a
la defensiva. Ya hace dos meses que no me deja ver a mis hijos.
Igor: ¿Qué sería diferente en ti si la situación se calmara como
describes?
José: Creo que estaría más tranquilo, podría hablar con ella y lle-
gar a acuerdos. Lo que a mí me preocupa es que ella pueda estar con
un hombre adecuado. Ahorita está con un tipo que es menor que ella
por diez años; ni siquiera es profesional, el tipo solo hace taxi. Yo no
quiero eso para mis hijos. Debe buscarse alguien de su edad, alguien
profesional que le ayude a crecer, ¿no cree usted? ¿Qué me dice de eso?
Igor: Yo me preguntaba por algo que puedas hacer tú. ¿Su elección
de pareja depende de ti? ¿Es algo que tú puedas controlar?
José: ¡No, pues! Al final es su vida, pero no quisiera que mis hijos
vean eso.
Igor: Entonces, ¿qué podrías hacer tú, que dependa de ti, para tener
un contacto más saludable con ella?
José: Ahora que lo dice, pienso que quizás lo que depende de mí
es estar más tranquilo. Debo mantener la comunicación con mis hijos
y con ella; no sé, esperar que se calme o buscar hablar con ella cuando
ya esté más tranquila.
Igor: Coincido contigo. ¿Y cuál es el primer paso que podrías dar
para sentirte más tranquilo?
José: Mmm, no sé, creo que centrarme en mi trabajo, estar con-
centrado, me ayuda a calmarme. A veces salgo un rato a pasear o me
distraigo en la calle, o empiezo a pensar en algo que puedo hacer.
Igor: ¿Qué más haces?
José: Me cocino algo, me gusta cocinarme, me preparo una comida
que me gusta y ya con eso estoy feliz… también puede que llame a mis
hijos para saber cómo están.
Así José evidencia recursos que luego podría utilizar para mejorar
su relación familiar.

317
Igor Valverde Rodríguez

A modo de mensaje de recapitulación, le dije:


«Hoy te escuché hablar sobre tu situación familiar y tu intención
de mejorar como padre y llegar a una relación más saludable con tu
esposa, sobre todo porque te interesa el bienestar con tus hijos. Hemos
visto que tú eres muy trabajador y que cuando te lo propones puedes
ser sociable, amable, calmado, inteligente y mesurado.
Quisiera dejarte algunas reflexiones. Primero, parece que venir aquí
podría ayudarte a entablar una relación más amable con tu esposa y
así acercarte más a tus hijos. Segundo, qué pasaría si antes de tomar
alguna decisión o emprender alguna acción con respecto a tu familia te
preguntas: lo que voy hacer o pienso hacer, ¿me acerca a mis hijos? Lo
que estoy a punto de hacer, ¿me ayudará a estar mejor con mi familia?
Aquí estaremos prestos a conversar. Este será un proceso intere-
sante. De mi parte no hay más por decir».
Mi propósito fue rescatar sus recursos y validar sus intenciones,
mientras le planteaba unas preguntas que podrían ayudarle a recordar
su deseo de acercarse a sus hijos.
Estoy seguro que si no traicionaba el formato de mi centro, no
hubiese logrado ver los recursos de José. Utilizar los principios de la
terapia centrada en soluciones permitió desencadenar la colaboración
y aumentar la probabilidad de adherencia al programa. Además, ¡logré
llenar mi formato!
Queda pendiente seguir explorando las posibilidades abiertas a
partir de esta conversación en otros casos de hombres que ejercen
violencia. Por el momento creo que es importante superar la falacia de
la resistencia y el vano empeño en forzarlos a reconocer el ejercicio de
su violencia.
En fin, creo que todavía me quedan muchas traiciones por cometer.

318
Sección 4
Historias de grupos

Yo hago lo que usted no puede y usted hace lo que yo no


puedo. Juntos podemos hacer grandes cosas.
Madre Teresa de Calcuta
81. El curioso caso de la carta anónima

Intervención sistémica
para la convivencia escolar

Juana Bengoa González1

La mirada sistémica me ha llevado a reflexionar e intervenir en un


contexto diferente al clínico. Realizando mi trabajo con adolescentes,
arribé al complejo universo de una escuela secundaria (educación media)
ubicada en una de las delegaciones más conflictivas y violentas de la Ciu-
dad de México. Ahí comencé observando las interacciones dadas entre
cada sistema: docentes-alumnos, docentes-padres, directivos-docentes,
alumnos-directivos, directivos-padres, tutores-alumnos, tutores-padres.
Los problemas más frecuentes generados en estas interacciones fueron el
bullying; la venta de drogas; el acoso y abuso sexual; y la conducta desa-
fiante, las que a su vez repercuten en la convivencia y el proceso educativo.
Observé cómo un problema va creciendo y cómo los involucrados
intentan una y otra vez la misma desesperada y desesperanzada solución
sin obtener un cambio. En esta etapa quería mirarlo todo y platicar en
corto con quien me diera esa oportunidad para saber sobre sus puntos
de vista acerca de los problemas y cómo resolverlos, sus fortalezas, éxitos
e intentos fallidos. No quería dar la impresión de ser alguien arbitrario
que –sin conocimiento alguno– viene de fuera a querer cambiarlo todo.
Y así fue como el directivo de esa institución, con quien había teni-
do varias charlas acerca de mi trabajo, me solicitó apoyo para resolver
un problema fuerte que se presentaba. El director, una persona muy
especial, se interesaba en mejorar la convivencia. Invitarme a participar
en este mayúsculo problema era una prueba importante para él y para
mí significaba mi inserción o mi despedida.
Una madre de familia que pertenecía a una comunidad caracteri-
zada por ser beligerante, en términos suyos «bravos», quería demandar
legalmente a la escuela. La madre, cuya hija de 13 años, alumna de

1
Doctora en Pedagogía, Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, México.
Docente de Psicología y Terapia Familiar, Facultad de Estudios Superiores ZARAGOZA,
Universidad Nacional Autónoma de México.

321
Juana Bengoa González

primer nivel, traía consigo una carta (aparte de su gran enojo y palabras
altisonantes y amenazas), hecha con palabras recortadas de revistas y
periódicos, que decía textualmente: «Chaparra maldita, enana, te voy
a pisar, te crees mucho. Báñate, mugrosa, eres una copia sacada de
Tepito». Dadas las múltiples situaciones de violencia en nuestro país,
la madre tenía suficientes razones para estar preocupada y enojada.
En la oficina de la dirección, lo primero fue escucharla con aten-
ción, sobra decir con respeto. Una y otra vez nos expresó que su hija
estaba en peligro, que la podían secuestrar y que en las escuelas nunca
se resuelven estos problemas.Contesté que tenía mucha razón en sentirse
preocupada y en pensar todo esto acerca de las instituciones educativas
donde también se dan hechos de violencia muy graves. De tanto en
tanto yo miraba al director, que callado parecía desconcertado por lo
que yo decía (después me lo comentó). La señora fue bajando la voz y
tranquilizándose, así que le pude preguntar cómo consideraría resuelto
este problema y qué tendría que mirar para estar tranquila por la se-
guridad de su hija. Nos comprometimos con el director a llegar hasta
las últimas consecuencias. Entre otras cosas, pidió que se identificara a
la o las personas involucradas en la elaboración de la carta anónima.
Otro momento importante fue platicar con los chicos del grupo
en que ocurrió este evento. Recordé que en días pasados les hice una
pregunta: «¿Qué es lo que más les preocupa en la vida?». La respuesta
contundente fue: «Que algo malo le ocurra a mi familia». Les recordé
esa charla, los comentarios que se hicieron acerca de cómo evitar la
violencia, de que en nuestras manos está no perpetuarla. Las cosas con-
cretas que mencionaron fueron: respetar a los demás, lo que piensan,
cómo viven, sus gustos, platicar con alguien y buscar apoyo cuando se
sientan violentados, que podemos ser agentes de paz y bienestar. Les
pregunté: «¿Por qué las personas se vuelven delincuentes y violentas?».
Contestaron que seguramente no tuvieron límites o padres que los
corrigieran o los amaran.
Relatamos anécdotas de casos en los que las personas «se vuelven
malas o desorientadas», hablamos sobre el miedo y la sensación de
desprotección y comenté que eso podría convertirse en una sensación
diferente si respetamos a los demás. ¿Cómo podríamos ser una red
grande de apoyo? Una vez reflexionados estos puntos pregunté: «Si
en este grupo se pudiera perpetrar un acto violento, ¿qué harían? O,
si ya hubiera pasado un acto violento, ¿qué harían?». Respondieron
que tendrían que cuidar a quien está siendo violentado y castigar a
quien comete la falta.Negociamos si fuera mejor ayudar también a
quien violenta, porque probablemente tendrá sus razones y sería bueno
escucharlo y darle la oportunidad para corregirse; aceptaron la idea.

322
81. El curioso caso de la carta anónima. Intervención sistémica...

Comenté a grandes rasgos lo de la carta que ofendía a una inte-


grante del grupo, cuya familia requería una explicación. Dije que era
el momento de poner a prueba nuestros más altos valores y que la o
las personas que hicieron esa carta podían ser dignos y decir con toda
honestidad sus razones y hacer lo necesario para que esta familia es-
tuviera tranquila. Concluí que yo esperaría en la oficina del director a
esta o estas personas. Quedamos en algunos acuerdos que facilitarían
la convivencia para la paz y el bienestar.
A los cinco minutos de instalarme en la oficina llegó un grupo de
cuatro jovencitas asumiendo la autoría de este anónimo, entre ellas la
jefa de grupo, que fue quien coordinó todo la acción. Se disculpó y dio
sus razones, que en ese momento le parecían poco valiosas y muy «ton-
tas» ante todo el desconcierto y malestar que generó. Se comprometió
junto con las demás a disculparse y dar una explicación a la familia y
a la compañera. Se citó a los padres de estas alumnas para informarles
de lo ocurrido y para que pudieran hablar con la parte ofendida (madre
e hija), comprometiéndose a darle tranquilidad.
Con los padres de estas alumnas platiqué acerca de la mejor manera
de aprovechar este mal momento para mostrarles otras posibilidades de
enfrentar las desavenencias con sus pares y las dificultades normales de
la vida. La escuela no fue demandada y los aprendizajes fueron muchos.

323
82. «Club de Detectives»

Propuesta anti-bullying centrada


en soluciones

Paula Zavaleta2

Algo sumamente enriquecedor para mi labor como psicóloga


escolar es el aprendizaje constante a través y gracias a los niños. ¡Qué
mejor lugar para adquirir esa curiosidad insaciable, esa postura del «no
saber»! Si la escuela es el ambiente natural para aprender, considero
importante adherirse a ese concepto y continuar conociendo a detalle
todo lo que las inquietas mentes de los estudiantes tienen por ofrecer.
Pensando lo anterior, se me ocurrió desarrollar y aplicar un taller
que se diferenciaría de la típica idea de combatir el bullying brindando
mayor información sobre dicho problema: esta vez lo haríamos a través
de un trabajo directo con los niños, motivándolos a buscar soluciones
sostenibles, basadas en sus recursos y los del aula, centrándose en sus
fortalezas y animándolos a desarrollarlas, de la mano de una convivencia
directa en la práctica de valores.
La propuesta tradicional consistía en explicar sobre el bullying,
buscar sus causas y señalar el perfil del agresor y el agredido, así como
brindar algunas recomendaciones sobre qué hacer o a quienes acudir.
Quienes trabajan en escuelas conocen esta labor anual, cuyo impacto
es directamente proporcional a la estrategia que emplee el expositor de
turno, pero cuyos efectos suelen perderse a mitad de año, hasta que es
necesaria una nueva intervención.
La nueva propuesta sonaba atractiva, aunque despertaba la natural
desconfianza hacia algo diferente de lo tradicional. El escenario estaba
listo: un aula de educación básica o primaria con frecuentes quejas re-
ferentes a la poca integración entre los alumnos, la constante agresión
física, psicológica o verbal que vivían algunos por parte de sus compa-
ñeros. Ahí el reto: ¿De qué manera plantear una estrategia duradera,

2
Licenciada en Psicología, Universidad Privada Antenor Orrego, Trujillo, Perú. Psicóloga
Institucional, Colegio Seminario de San Carlos y San Marcelo - Colegio Histórico del
Perú, Trujillo, Perú.

325
Paula Zavaleta

basada en las soluciones, que funcionase de manera sostenible? Hay


que decirlo: para cualquier profesional que trabaje con seres humanos
(en especial con niños) es necesaria una gran cantidad de creatividad,
¡y hacia allá nos encaminábamos!
Al trabajar centrados en los recursos, se debe partir de la premisa
de que existen situaciones exitosas en el pasado y podemos «reciclar-
las» o potenciarlas. Entonces, nos dedicamos a buscar… y buscar…
¿quién busca? Un detective. ¿Y qué busca? «Excepciones», a modo de
pistas… ¿Qué es lo que va a buscar? ¡Pues al mejor amigo! Aquel que
reúne las cualidades que queremos resaltar y que encarna la idea del
objetivo a lograr.
Entonces modelamos la idea: un«Club de Detectives» enfocado en
la búsqueda de un niño misterioso, portador de ciertas cualidades que
son imprescindibles. ¿Lo encontraremos? ¡Quién sabe! ¡Es un reto que
no cualquiera puede cumplir!
El misterio es un factor determinante para mantener la atención y
motivación del grupo de niños en la búsqueda de un objetivo. Un detalle
para la réplica: la idea puede usar diversas temáticas (un viaje espacial,
la tierra encantada, algún juego o programa televisivo de moda), siempre
y cuando obedezcan al interés del grupo a trabajar y hagan uso de un
lenguaje simple, atractivo y similar al de los niños.
Bajo la consigna de que tienen a un detective profesional (el faci-
litador) en una misión secreta (encontrar al mejor amigo del aula) y
que necesita la ayuda de chicos capaces de ser buenos detectives (los
alumnos), se inició el trabajo. El ambiente era de mucha expectativa y
desde el principio quedó claro que el trabajo sería diferente: un entorno
donde se oyen las propuestas y se toma en cuenta a cada niño y las
alternativas de solución existentes.
Entre las dinámicas incorporé técnicas como la escala (una escalera
en la que cada uno elegía en qué escalón se encontraban respecto al
objetivo construido), elogios (usando el «cuadro de honor detectives-
co», donde los niños recibían una medalla por cada buena acción que
otro compañero reconocía en ellos), uso de excepciones (nombrando
cosas que notamos que ya hemos hecho bien como amigos y en qué
momentos el aula se sintió con la presencia de ese misterioso mejor
amigo), identificación del futuro deseado (a modo de juego, con pistas
y su «kit de detective» para encontrar las características que definen
a un salón en donde habita un misterioso mejor amigo), entre otras.
Desde el primer momento el clima en el aula cambió: de pronto tenía
niños que se abrazaban más y conversaban alegremente, que notaban
las buenas acciones de sus amigos y las elogiaban, dejando de lado a
aquellos que motivaban situaciones negativas e incentivándolos a que

326
82. «Club de Detectives». Propuesta anti-bullying centrada en soluciones

«ayuden a tener el salón de los mejores detectives». A pesar de que tu-


vimos un período de vacaciones, cuál sería mi sorpresa al observar que
retornaron a la voz de «¿ya apareció el mejor amigo? Creemos que es...».
Incluso los apoderados de los niños empezaron a prestar atención a los
resultados, pues ya veían el aula más «integrada» y querían saber de qué
manera ayudar a su hijo a obtener medallas. Reconocieron la labor del
maestro y se acoplaron a la idea de «integrar el futuro deseado» junto
con sus hijos, ¡todos buscando, todos avanzando hacia la solución!
Y si se preguntan cuál fue el resultado de nuestra búsqueda, empleo
las certeras palabras de uno de los mini-detectives: «Quizá en el proceso
de buscar al mejor amigo en realidad encontramos la verdadera amistad».

327
83. Silencios que hablan y preguntas
que abren caminos

Taller con niños para el día


de los muertos

Miriam Zamora Mora3

Día de muertos, los sentimientos afloran:


solo demos el espacio
Cambié de lugar de residencia para brindar un tiempo de volun-
tariado. De hacer psicoterapia en la ciudad a personas que buscan un
cambio en su vida, ahora vivo en la Sierra Tarahumara, Chihuahua,
México, donde un terapeuta no es parte de este espacio, porque eso
es cosa de «chaboches» y no de ellos; así somos llamados los que no
pertenecemos aquí. Acabo de terminar la maestría y se supone que he
adquirido estrategias para mejorar mis abordajes, pero al estar acá, en
un contexto totalmente diferente al mío, siento que lo que estudié no
me ayuda, sino al contrario, me limita, porque quiero apegarme a lo
aprendido y me siento confundida y perdida.
Vivo en una comunidad indígena, dentro de un internado de
niños rarámuris, en alto grado de marginación, donde el silencio es
parte importante de la vida. Aquí las personas pocas palabras cruzan
y la expresión emocional o afectiva es baja o muy diferente a lo que
conozco; más bien se acompañan con la sola presencia y parecieran
hablar silenciosamente.Pueden convivir alrededor de la estufa de leña
para calentarse sin pronunciar palabras.
Ha sido complejo adaptarme a los silencios largos que tienen, y
en mi mente recuerdo los conocimientos de los autores que dicen que
los silencios son muy valiosos en la psicoterapia, pero aquí dudo que

3
Psicóloga, Universidad del Valle de Atemajac, Guadalajara, México. Maestra en Terapia
Breve Sistémica e Hipnosis, Centro de Crecimiento Personal y Familiar CCPYF, Guada-
lajara, México.

329
Miriam Zamora Mora

siempre los deba mantener, sintiéndome un tanto frustrada al inte-


ractuar con los niños y adultos, pues no logro conocer qué piensan o
qué sienten en su alma. Las palabras ayudan a conocer el mundo del
otro y sin palabras quedan acciones o movimientos corporales, pero
es complejo traducir solo a partir de esto siendo novata en este lugar.
También tomo en cuenta otros elementos para poder entender; ya en
la ciudad se hace difícil tener un cliente que no quiera estar en consulta
y realizar estrategias, pero en una comunidad completa con niños y
adultos desconocidos y diferentes a mis costumbres, esto realmente se
me está haciendo complejo.
Una tarde trabajé con un grupo de niños, varones y mujeres de seis a
doce años que cursan la educación primaria, acerca de la celebración del
día de los muertos, con el objetivo de favorecer la expresión emocional
y brindar un espacio donde se pueda hablar de las múltiples pérdidas
que han tenido, porque la mayoría se le ha muerto más de alguien cer-
cano: padres, tíos, hermanos o abuelos, debido a la situación actual de
la comunidad, con la dificultad de que no se habla de temas efímeros,
mucho menos de temas dolorosos.
Entonces, conociendo los antecedentes, preparo con antelación la
actividad lúdica para abordar el tema de la muerte, sobre los sentimien-
tos que surgen y la forma de afrontarlo; aquí tomo símbolos propios de
la comunidad para entrar en su visión de mundo. Inicio el tema pidiendo
que me comenten cómo es la celebración y todo lo que se hace, pero
nadie me responde. Espero un poco, doy espacio a los silencios, pero
transcurre el tiempo y no sucede nada. Cambio mis palabras y comento
sobre una fiesta de aniversario luctuoso a la que asistí aquí y lo que vi,
pero siguen sin comentar. Esto no me gusta; mi interior me dice que
no van las cosas por ahí, por lo que cambio la estrategia y comienzo a
hacer preguntas cerradas (mi mente dice que no son las mejores, que
recuerde las reflexivas o las circulares, pero sé que no me han funciona-
do), entonces continuo con mis preguntas cerradas y dirigidas a todos,
donde me contestan levantando la mano; así llevo la sesión.
Pregunto sobre comida, bebidas y si alguien ha hecho alguna de
las acciones concretas, como bailar o solo ver el baile. Me siguen con-
testando con la mano yo grabo el lenguaje no verbal en mi mente y
traduzco reacciones, aunque es complejo porque son más de 50 niños,
pero así continuo, llego al punto álgido, donde el dolor puede verse
más tangible, y entonces pregunto «a quién se le ha muerto alguien»;
veo que no se animan y yo comparto que mi abuelo paterno se murió,
y de repente comienzo a ver manos temerosas levantadas, y pregunto
sobre qué personas se les han muerto.

330
83. Silencios que hablan y preguntas que abren caminos. Taller con niños...

¿A quién se le ha muerto su abuelo, abuela, tía, tío, papá, mamá?


Luego pregunto sobre estados emocionales que se producen en ellos:
tristeza, preocupación, etc., y por ahí comienzan a decir de manera es-
pontánea «yo lloré» o «yo a veces todavía lloro». Fluyen las palabras
en ellos y comienza una exposición muy variada de puntos de vista y
de sentimientos de pronto alguien comenta:
«Pero yo cuando extraño a mi mamá y me dan ganas de llorar,
a veces lloro, pero luego lueguito me pongo a jugar y se me quita».
Retomo el comentario y digo que es muy inteligente y de buenas ideas.
Los demás empiezan a decir otras maneras de superar la tristeza y el
extrañar a las personas que aman, hasta llegar a un punto que se oye
mucho barullo, algunos cometarios van dirigidos a mí y otros entre
ellos. Pienso: «Acertadas las preguntas. Dieron información para luego
ser usada». Permito que sigan comentando y cierro esta primera parte
con un resumen de lo que se puede hacer cuando extrañamos a alguien
que se nos ha muerto.
Después de expresarse verbalmente, se continúa con la sesión y
se trabaja de manera gráfica en una bandera blanca de papel que es
representativa de la comunidad, realizando una invitación que se les
hace a los muertos a venir a su matachín (baile oriundo). Les pido que
dibujen o escriban lo que se le quiere decir al ser querido, qué palabras
del corazón quieren expresarles. Los niños comienzan a traerme sus
banderas y las veo y leo y hay mensajes que mueven el alma, pero que
también reconfortan, donde comentan: «Mamá, te extraño mucho,
recuerdo lo bien que la pasábamos juntos», «extraño jugar contigo»,
«me acuerdo de tú y yo haciendo cosas divertidas», «no entiendo por-
que te moriste», «espero que ya estés con Diosito contento, porque yo
ya estoy contenta», etc.
Gran parte de los dibujos son las personas en sus ataúdes con velas
y flores. Observo y veo a los niños contentos, coloreando y escribiendo,
llevándome y comentándome lo que ponen en sus dibujos, regresando
a poner más cosas para luego volver a compartir; así la sesión se ex-
tendió por más de una hora y media. Al finalizar los niños hacen una
fila y esperan su turno para mostrarme su bandera finalizada. Después
de este día el acercamiento hacia ellos es más sencillo y también ellos
estuvieron más apegados a mí.
Con esto confirmo que el terapeuta debe saber adaptarse al cliente,
no importa con cuales preguntas, si estas son o no las que dan más in-
formación, sino que hay que buscar las preguntas que hagan empatizar,
sin importar que sean las mejores y que la sesión sea altamente directiva;
busquemos el recurso que pueda permitirnos entrar en su mundo y así
poder encontrar las acciones que han sido claves para que puedan seguir

331
Miriam Zamora Mora

avanzando. Hay que usar lo que tenemos de sabiduría interna, lo que


hemos aprendido, sin seguir una estructura fija, sino más bien flexible,
que permita conectarnos con el otro.
Además vuelvo a ratificar lo que Satir comenta sobre el hecho que
las personas tienen sus recursos internos para salir adelante: nosotros,
como terapeutas, somos acompañantes de su camino para que puedan
recordar y usar esas monedas de oro que cada quien tiene.

332
84. «Bum bum hace mi corazón»

Taller para niños con historias de abuso

Marta Campillo4

La historia que les vamos a contar ocurrió al final de un taller pla-


neado para trabajar con niños y niñas menores de 10 años que habían
sido referidos al Centro de Atención a Víctimas, en Veracruz, México,
por haber sufrido abuso sexual por parte de un familiar. Describiremos
el taller para contextualizar cómo el hecho de elaborar una canción
que surgió espontáneamente en el grupo cambió la visión de su propia
historia de logros. El trabajo está basado en la terapia narrativa, pro-
puesta por Michael White y David Epston.
El taller, llamado «Capturando los monstruos y aprendiendo a
cuidarme, estar bien y ser feliz» consta de 10 sesiones realizadas en
fin de semana, con una duración en tiempo de aproximadamente 75
minutos cada una. El taller incluyó los objetivos propios de la terapia
narrativa para responder al trauma, principalmente al intentar asegurar
un territorio de identidad preferido desde donde se puedan hacer visibles
las respuestas de resistencia de los niños frente a los efectos del abuso y
expresar colectivamente los efectos que se presentan en su vida a partir
de este suceso hablando externalizadamente, no con dolor y angustia,
y de ese modo crear un territorio seguro de identidad de las personas
para expresar sus experiencias de trauma.
Sesión 1: «Explorando el problema». El objetivo fue identificar los
problemas a los que se han enfrentado, ponerles nombre (se dibujó y
se dio forma) e identificar «los trucos y mañas del problema», donde a
través de un cuestionamiento los niños expresan los efectos que tiene
el problema en sus vidas. Por ejemplo: ¿qué hace el miedo cuando se
aparece? ¿Cómo te convence para que le hagas caso? ¿Cuáles son los
amiguillos que acompañan y ayudan al miedo para que te moleste? ¿Será
que ese miedo ande de metiche para quererte robar las ganas de ser feliz?

4
Licenciada en Psicología, State University of New York at Stony Brook, USA. Directora del
Centro de Atención Psicológica a la Familia CAPAF, Xalapa, México.

333
Marta Campillo

Sesión 2: «Entrevistando el problema». Se realiza la actividad de


caracterización del problema; aquí los niños, alegres y muy dispuestos,
disfrazaron y decoraron al monstruo (representado por una terapeu-
ta) con diversos materiales. Luego en rueda se le entrevistó a manera
de reportaje, donde a través del juego se plantearon preguntas como:
«¿Qué haces miedo cuando te apareces?» o «¿cómo convences a los
niños para que te hagan caso?».
Tercera sesión: «Identificando ideas para detener el problema». Para
ello utilizamos el ejercicio llamado «Mi corazón hace bum». Se inicia
con una dinámica de ejercicio físico y relajación para identificar cómo
nuestro cuerpo responde al ponernos nerviosos, temerosos o también
cuando estamos alegres, e identificar cómo hace su corazón cuando le
ganan al monstruo. En seguida, «lo que brilla en mi corazón» buscó que
plasmaran con la decoración de un corazón con creatividad y alegría;
luego, en plenaria se pasó a «compartir mi corazón», donde se realizaron
cuestionamientos en base a sus respuestas, tales como: ¿qué hace que
estar con tu abuelita sea divertido? ¿Quién te enseño a divertirte así?
¿Quién más sabe que a ti te gusta el fútbol?, etc.
Cuarta sesión: «El Árbol de la Vida». Este ejercicio se realiza en cua-
tro etapas: 1) dibujo y construcción del árbol; 2) construcción colectiva
del bosque de la vida; 3) cuando llega la tormenta: amenazas, secuelas,
dificultades y respuestas; 4) certificados y celebración. Las primeras dos
etapas son para construir una segunda historia –territorio de identi-
dad enriquecido y preferido– de la vida de las personas. Esta segunda
narración está estructurada en función de sus recursos, habilidades,
sueños y esperanzas. La tercera etapa permite a las personas hablar e
identificar sus dificultades y sufrimientos, pero también hacer visibles
las respuestas que han dado en esas situaciones y sus efectos en la pro-
tección de aquello que valoran. La última etapa tiene como propósito
asegurar que los participantes se vayan con el reconocimiento de los
recursos, habilidades y vínculos con personas importantes en sus vidas.
Quinta, sexta y séptima sesión: «Presentación de los árboles». La
construcción colectiva del bosque de la vida, con todos los árboles
presentados.
Octava sesión: «Más allá de las tormentas». Cuando llega la
tormenta: amenazas, secuelas, dificultades y respuestas. Se realiza una
reflexión: hay situaciones difíciles y dolorosas que ocurren en la vida;
algunas son difíciles de entender y otras tienen consecuencias. Lo más
importante es: ¿cómo podemos sobrevivir y ser más fuertes sin dejar que
nos venzan? ¿Acaso pueden elegir estar libres de tormentas? ¿Ustedes
dirían que los arboles están libres de peligro?

334
84. «Bum bum hace mi corazón». Taller para niños con historias de abuso

Novena sesión: «Cuidándome del enemigo». La isla de la seguridad


y su exploración. Se destacan las habilidades con las que los niños han
logrado sobrevivir a las tormentas. Aquí narran los regalos que la vida
les ha dado, las personas que los rodean, las habilidades que tienen.
A partir de entonces se les invita a compartir uno por uno y que ex-
pongan ideas de cómo pueden cuidarse, detectar peligrosy mantenerse
a salvo. Se les van haciendo preguntas: ¿Cómo le hiciste para vencer
esa tormenta del miedo? ¿Qué hay en ti, que lograste ser más fuerte
que el nervio? Cuéntame una historia donde la habilidad te ayudó en
tiempos difíciles, etc.
Terminando la sesión, al recordar todo lo que habían logrado,
surgió la idea grupal de hacer una canción, y con un teléfono celular
con el que se pueden crear canciones se puso música a los contenidos
significativos de las participaciones de los pequeños, que eligieron darle
el tono de rap.

MI CORAZÓN HACE BUM BUM:

Cuando el monstruo en mi vida está,

mi corazón inteligente lo derrotará.

Mi corazón hace bum bum y brillará,

en familia, feliz seré y no atacará.

Adiós al miedo, la tristeza, la vergüenza,

mi corazón hace bum bum.

Décima y última sesión: «Celebración y diplomas». Durante la


ceremonia de entrega de diplomas se les tocó la canción a sus padres
y se les explicó el contenido de la canción y cómo fue que surgió, con
gran éxito.

335
85. Pseudo-orientación en el tiempo
para rescatar recursos

Taller para afrontar exámenes difíciles


en adolescentes

Felipe E. García5

Enfrentar un examen de admisión que parece definir el futuro de


nuestros adolescentes, como son las pruebas de selección universitaria,
comúnmente despierta reacciones de ansiedad y estrés, además de facili-
tar la emergencia de creencias vinculadas a experiencias de inseguridad y
fracaso, lo que aumenta el malestar. La familia, los amigos y los colegios
no facilitan su tranquilidad, pues ejercen su poder de exigir resultados
o preguntan continuamente sobre los avances en su rendimiento.
No es una demanda fácil de soslayar. Vivimos en un medio compe-
titivo que transmite la idea de que si no se cursan estudios superiores
no habrá mayor progreso en la vida. Creo que eso no es cierto, que el
éxito y el fracaso en la vida, dos construcciones algo manoseadas, no
dependen tan solo de una prueba de selección o una carrera profesional.
Sin embargo, muchas veces mi intento de relativizar la importancia de
dicho examen choca con las propias expectativas de los adolescentes,
lo que los puede hacer sentir poco comprendidos y que no están reci-
biendo la ayuda que necesitan, la que expresan ambiguamente como
aumentar su seguridad, reducir su nerviosismo u otra expresión seme-
jante. Ante eso, construí un taller para manejar la ansiedad ligada a las
evaluaciones basado en la técnica hipnótica de pseudo-orientación en
el tiempo de Milton H. Erickson, un procedimiento grupal que quiero
compartir con ustedes.
Debidamente entrenados en la sesión anterior en algunas técnicas
de relajación, la sesión a la que me quiero referir se orientó en primer
lugar a que lograran una sensación de comodidad y tranquilidad. Para
ello les pedí que imaginaran estar en un lugar muy agradable, ojalá

5
Doctor en Psicología, Universidad de Concepción, Concepción, Chile. Académico,
Universidad Santo Tomás, Concepción, Chile. Co-director general, Centro de Estudios
Sistémicos CESIST, Concepción, Chile.

337
Felipe E. García

sacado de su propia experiencia y que podía ser un campo, una playa,


una montaña o cualquier lugar que les parezca. Como el ejercicio es
grupal, doy la instrucción con la ambigüedad suficiente para que quepa
en ella cualquier experiencia individual. Luego les pedí que se imagina-
ran frente a ellos un libro con fotografías que representan momentos
importantes de sus vidas, algunas fotos que conocían y otras que no
sabían que existían, pero que rescataban esos momentos importantes
que marcaban sus vidas.
Les pedí que abrieran el álbum en la página que contiene las foto-
grafías de su momento presente y les solicitaba que miraran cada imagen
con detención, quizás una con amigos, otra con familia e incluso una
que los mostraba en el mismo taller que estaban vivenciando en el aquí
y ahora. Luego de un rato de hacer esto, les decía que en un momento
más podrían hojear las páginas que mostraban fotografías del pasado
y que cuando lo hicieran buscaran una imagen que representara un
momento en el que se sientan orgullosos de sí mismos, satisfechos por
un logro importante, un momento en el que hubieran ocupado sus más
valoradas capacidades y que se quedaran contemplando esa imagen; que
si surgían muchas, eligieran la más intensa, y si no aparecía ninguna,
eligieran aquella que representara un momento de emociones positivas.
Ya en ese punto les pedí que iniciaran la búsqueda y daba un
tiempo suficiente para que todos encontraran una imagen en cualquier
momento del pasado. Ya con la imagen seleccionada, les sugerí que la
miraran con detención y luego la transformaran en una película, para
finalmente introducirse en la película como si lo estuvieran viviendo
ahora, como si nuevamente tuvieran la edad que representaban en la
fotografía y revivieran vívidamente ese momento. Tras esperar nueva-
mente suficiente tiempo (un par de minutos) les pedí que recogieran
en ese instante tanto las emociones positivas que aparecían como las
habilidades, recursos, fortalezas, valores y experiencia que permitieron
vivir ese momento de orgullo, satisfacción consigo mismo o alegría, y
que lo guardaran en algún lugar de su mente, si es que necesitaban más
adelante recurrir a ellas para enfrentar otro momento.
Ya disociados de la experiencia, nuevamente mirándolo como
una fotografía estática en un álbum de fotos, les señalé que avanzaran
las hojas hasta el momento presente, y ya en ese punto, que siguieran
avanzando hasta el día que debían rendir la prueba de selección univer-
sitaria, en un futuro próximo. Debían mirar la fotografía que marcaba
el punto en que comenzaban a responder las preguntas de la prueba; les
solicité que nuevamente transformaran la imagen en un video y que se
introdujeran en esa experiencia como si lo estuvieran viviendo ahora,
como si de verdad hubieran viajado al futuro y estuvieran rindiendo la

338
85. Pseudo-orientación en el tiempo para rescatar recursos...

prueba, y en ese momento en que vivían la experiencia de la prueba les


sugerí que podían recuperar desde ese lugar de la mente donde lo habían
almacenado, el conjunto de emociones y fortalezas que le permitieron
vencer obstáculos o tener éxito en el pasado, de modo de poder usarlas
en ese momento para inundarse de seguridad, sensación de control y
la convicción de que el rendimiento iba a estar acorde al esfuerzo que
habían desplegado durante su etapa de preparación. Todo esto hasta que
entregaban la prueba y salían del aula, momento que debían congelar
en una nueva fotografía que podrían almacenar en el álbum de su vida.
A continuación les pedí que ese «sí mismo del futuro», que había
logrado rendir satisfactoriamente le prueba, viajara hasta el presente,
buscando la página respectiva, y que buscara la fotografía que lo re-
presentaba a sí mismo en el taller que en ese mismo momento estaba
realizándose, y que irrumpiera en ese momento, susurrándole al oído
del «sí mismo del presente» todo lo que podía hacer, todas las decisiones
que podía tomar, las acciones que podía realizar, los apoyos que podía
buscar para tener éxito en la prueba futura. Esperaba nuevamente un
par de minutos que este encuentro entre los dos «sí mismo» se con-
cretara y luego volvíamos al lugar que ellos habían elegido para estar
tranquilos, ese lugar donde habían encontrado el álbum de fotografías.
De nuevo, en el lugar tranquilo, inducía un momento de relajación
y luego de unos cinco minutos sin decir nada iniciaba el conteo hacia
atrás para que salieran de este estado, pudieran abrir los ojos y compartir
con el resto lo que habían experimentado, si querían hacerlo.
Este procedimiento de trabajo grupal me permitía inducir estados
de bienestar, tranquilidad y seguridad que les resultaba útil para afron-
tar tanto el tiempo que aún quedaba de preparación como el momento
mismo de la prueba, que generalmente se concretaba a fines de año.
Como una suerte de proyección al futuro de la Terapia Centrada en la
Solución, les permitía imaginar un examen exitoso y usaba esa misma
experiencia para que se dieran a sí mismos las sugerencias necesarias
para enfrentar lo que les quedaba de preparación.
No tengo evidencias de eficacia del procedimiento desde el punto
de vista estadístico, pero sí tengo los reportes orales y los resultados
académicos de quienes participaban en el taller, señalando que este
ejercicio les había ayudado a recuperar la confianza y la esperanza e
involucrarse activamente en su preparación, dejando de lado la inacción
y soportando la presión de quienes lo rodeaban.

339
86. Disfrazarse de problema le dio vida

Taller narrativo con adolescentes


que se autolesionan

Esteban Villegas Velázquez6

En una escuela secundaria, al sur del estado de Veracruz, México, se


llevó a cabo un trabajo de intervención basada en la Terapia Narrativa
con el taller «Aprendiendo, disfrutando lo que soy y creciendo con mi
árbol de la vida», con alumnos entre doce y catorce años de edad. Este
proyecto de intervención comenzó por la inquietud que mostraron los
maestros de diferentes grupos, los que habían observado que varios de
sus alumnos se estaban rasgando la piel con diferentes objetos punzo-
cortantes.
Durante el inicio del taller sucedió la experiencia de cambiar la
representación del problema por llevar a cabo una personificación con
disfraces que los representaban y que le dieron vida lúdica y creativa,
lo que permitió ver en vivo lo que los problemas le hacían a sus vidas.
En la primera sesión se les preguntó: ¿cuáles son los factores que in-
ciden para que los jóvenes se rasguen la piel? Los alumnos y alumnas
expresaron los problemas que incidían en cortarse; mencionaron que
lo hacían para desahogarse al sentirse abandonados por los padres, por
agresiones físicas recibidas, problemas por la separación de sus padres
e incluso por curiosidad. Así, cada uno de ellos le fue dando nombre al
problema y al mismo tiempo lo describían desde su posición justificando
el impacto que causaba en sus vidas, mientras que una de las compañeras
escribía los nombres dados por sus compañeros para hacer un listado.
Los nombres que les dieron los participantes a los problemas fueron
violencia, desahogo, incomprensión, daño, dolor, sufrimiento, infide-
lidad, problemas psicológicos, tristeza, engaño, depresión, angustia y
maltrato. Al definir el problema, se les pidió que lo representaran por
medio de un dibujo y cada uno de ellos representó su problema de

6
Licenciado en Psicología, Universidad del Golfo de México, San Andrés Tuxtla, México.
Especialidad en Terapia Familiar y Terapia Breve, Centro de Atención Psicológica a la
Familia CAPAF, Xalapa, México.

341
Esteban Villegas Velázquez

acuerdo a sus experiencias relacionadas con su familia o sus relaciones


sociales. Posteriormente, en grupo comentaron su dibujo y su relación
con el problema.
En esa sesión les comenté que en la siguiente semana se iba a entre-
vistar el problema de acuerdo a los nombres que ellos mismo le habían
dado. Un adolescente de primer grado propuso la idea de que se hiciera
«una obra de teatro» en que cada quién se disfrazara de un personaje; les
dije que tenían la libertad de llevar a cabo todo lo que su creatividad les
inspirara. En ese momento asignaron sus personajes: Tristeza, angustia,
dolor y engaño. Los personajes se asignaron por los y las jóvenesy pude
observar que el personaje que tomaron se relacionaba con lo que ellos
habían comentado en sus dibujos. En la propuesta original con adultos,
el ejercicio requiere de la personificación del problema, esto es, que la
persona tome el papel de ese problema para ser entrevistado por otros
participantes en el grupo y así llevar a cabo una externalización grupal.
Al llegar la siguiente semana, los adolescentes llegaron entusias-
mados; sin embargo, observé que no llevaban disfraces o ropas para el
trabajo de esa sesión, como habíamos quedado. Cabe mencionar que
es una escuela pública y algunos padres de familia no tienen el recurso
para comprar disfraces, pero con lo que llevaban, decían, «con esto
voy a representar mi personaje». El adolescente que había propuesto la
«obra de teatro» llevó pinturas y les invitó a pintarse la cara «como si
trajéramos máscaras, y así representamos al personaje». En ese momento
nos cooperamos y compramos algunas otras pinturas. Se pintaron de
manera abstracta entre ellos para representar al personaje.
La idea de los adolescentes hizo que la sesión fuera divertida. Se ob-
servó un contacto físico respetuoso y juguetón; se apoyaron entre ellos;
hubo alguna chica bromista que tocaba a su compañera con los dedos
con pintura; bromeaban entre ellos; se peinaron de manera diferente
a lo habitual para dar realce a su personaje; y cuando terminaron de
arreglarse se sentaron a manera de panel y denominaron al programa
que iban a representar «Los muchachos del cortarse». Elaboraron y for-
mularon las preguntas para entrevistar al problema: cada personaje fue
contestando las preguntas desde su posición y manera de ser, y pudieron
describir durante la entrevista todo el impacto que los problemas tienen
y que provocan en los adolescentes que se rasguen la piel.
Algunas de las preguntas fueron: ¿Cómo te presentas en la vida de
los adolescentes? ¿Qué señal mandas a los adolescentes para que sepan
de tu presencia? ¿Cómo lo haces para que los adolescentes te hagan
caso? ¿De qué armas te vales para que los adolescentes te hagan caso?
¿Cuál es la trampa especial que utilizas cuando el adolescente se resiste
a tus engaños? Cada personaje comenta desde su propia experiencia.

342
86. Disfrazarse de problema le dio vida. Taller narrativo...

Por último, otros compañeros que hacían de expertos en enfrentar


al problema también fueron entrevistados, contestando las siguientes
preguntas: ¿cómo te das cuenta que se presenta el problema (se men-
cionó a cada personaje)? ¿Cómo cambia tu vida cuando se presenta
el problema? ¿Qué hace posible que hagas cosas diferentes y de esta
manera tengas el control sobre el problema?
En esta experiencia, desde que el participante se separa del problema
disfrazándose empieza a ver de manera diferente su vida y se da cuenta
que puede mantener el problema controlado o sin que se presente. Así,
seguir la creatividad e iniciativa de los jóvenes abrió la puerta para
aprender que en el proceso grupal la flexibilidad en el método permitía
mejores resultados. Posteriormente, en el taller se continuó con el «Árbol
de la Vida» y se recuperaron las habilidades y conocimientos para con-
trolar el problema del rasgado de la piel. Actualmente los participantes
continúan con sus estudios y dejaron de cortarse.

343
87. «Despertares», el lugar
que transformó familias

Taller con jóvenes y sus familias


libres del consumo

Alejandra Carrillo7

Este proyecto nació de la necesidad de adaptar un programa tera-


péutico eficaz orientado al usuario consumidor y su familia, el programa
«Despertares» en el cantón Ambato, Provincia de Tungurahua, Ecuador.
Hasta este momento, en nuestra zona no existía un centro psicológico
que ofreciera un programa orientado a soluciones dirigido a familias.
Para construir este programa fue necesario revisar los antecedentes de
la terapia sistémica familiar y la terapia breve centrada en soluciones,
de modo que nuestras acciones se sostuvieran en un enfoque psicoló-
gico serio, a través de terapias familiares, grupos de apoyo y terapias
individuales de cada miembro de la familia.
Uno de sus principales propósitos es trabajar en la recuperación
de las familias de personas que consumen alcohol y drogas de manera
excesiva. Los psicólogos a cargo trabajan con ellos desde la Terapia
Breve Centrada en Soluciones, permitiéndoles descubrir los recursos,
herramientas y habilidades que posee cada familia a través de un proceso
donde se les brinda autonomía para elegir su propio destino y donde
son escuchados, orientados y jamás juzgados. Si haces lo que jamás has
hecho, podrás alcanzar lo que nunca has logrado.
Usamos la terapia familiar pues el objeto de intervención son los
sistemas y los subsistemas familiares. En las terapias familiares la in-
dagación y la curiosidad sobre la dinámica en el hogar son necesarias
para poder abordar temas donde casualmente se detecta que existen
espacios libres de consumo con el fin de tener claro a donde se va a ir y
qué cosas en conjunto se desean poner en acción. La intervención con
la familia ayuda a que la persona que consume pueda tomar la decisión
de entrar en recuperación.
7
Licenciada en Psicología, Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Quito. Directora del
centro especializado en adicciones «Despertares», Ambato, Ecuador.

345
Alejandra Carrillo

Para ello se realizan talleres de grupos familiares y grupos de


autoayuda entre las personas consumidoras, los cuales son de suma
utilidad dentro del proceso terapéutico, ya que suministran un soporte
emocional en la recuperación. Esto permite que tanto profesionales
como familias y compañeros de internamiento se den cuenta de que
son seres especiales y capaces de realizar cambios en sus vidas, y que
con la mitad de una «queja» o de un pensamiento negativo podríamos
construir una solución para salir de un problema.
Varias de las personas que acuden a «Despertares» se acostumbra-
ron a que su malestar perjudique su dinámica familiar, quebrantando
la expresión de un amor saludable. De ese modo, otro de los propó-
sitos del programa es que tanto el usuario como su familia se puedan
brindar y expresar cariño. Para ello, nuestra atención está puesta en el
cambio y en las posibilidades de las personas buscando soluciones en
común, creando su futuro preferido y colaborando en la disminución
del consumo.
El equipo de terapeutas mantiene una posición no patológica y
centrada en soluciones, colaborando con el proceso de recuperación
de la persona que consume y de su familiar; trabajan en equipo para
lograr que ellos sean capaces de reconocer que sus actitudes son las
que les llevaran al camino del éxito. Además, al pasar el tiempo juntos,
más que profesionales pasamos a ser sus verdaderos amigos, donde un
abrazo, un gesto o una palabra de aliento se convierten en las mejores
medicinas para sus malestares y la propulsora inicial para este camino
de esperanza y de recuperación. La confianza se constituye en el pilar
fundamental para poder ayudarlos.
Nuestro foco está centrado más en cómo salir del problema de con-
sumo que centrarse en cómo se metieron en él. Así se crea la cooperación
y colaboración, donde la persona y su familia son los protagonistas del
cambio, dejando de lado el paradigma de «adicto una vez, adicto para
siempre». Se promueve que juntos como familia se vuelvan «familias
que construyen soluciones: hacedoras de milagros».
El profesional intercede en este proceso desde una mirada del
«no saber». Así, a los jóvenes les nace la idea de querer cambiar por
sí mismos, sabiendo que si ellos están bien todo su alrededor y su fa-
milia serán generadores de cambios, haciendo emerger desde la propia
familia los recursos y habilidades que hasta el momento no se habían
dado cuenta que poseían, siendo estas sus mejores armas para iniciar
una recuperación.
Orientar y ayudar a la familia a identificar con claridad dónde están
las excepciones del problema en el presente hace que la familia fije sus
propios objetivos para que así puedan intervenir en cierta medida en el

346
87. «Despertares», el lugar que transformó familias. Taller con jóvenes...

proceso de dejar de consumir de sus hijas/os, señalándoles herramientas


propias para poder utilizar luego de un proceso de recuperación.
Los resultados del plan terapéutico familiar se obtuvieron mediante
la verificación de metas y logros que tenían cada familia. Como efec-
tos se obtuvo que las familias que formaron parte de este programa
terapéutico reforzaron lo que hacían bien y no se centraron tanto en
el problema; ellos mismos entendieron el porqué del consumo de su
familiar y de qué manera podían realizar tareas de cooperación. La
terapia psicológica individual centrada en soluciones de cada miembro
de la familia promovió cambios familiares sanos que ayudaron a la
recuperación de la persona consumidora.
En nuestro programa, cada usuario delimita su tiempo de estancia
en «Despertares». El programa de reinserción social, laboral y escolar
es uno de los procesos que más motiva y funciona con cada persona,
pues logran con ello comprometerse con acciones libres de consumo en
el que puedan proyectar una vida sin alcohol ni drogas.

347
88. Ver oportunidades
en lugar de problemas

Taller de autocuidado para mujeres

Bianca Iacoponi8

«Hola, me llamo... y estoy aquí porque soy depresiva». Así es


como se presentaron al inicio del Taller de Autocuidado las mujeres
participantes, aludiendo a una identidad clasificatoria que las situaba
desde un rol pasivo, eternizando pautas problemáticas de relación con
los otros. Referían sintomatología ansiosa y/o depresiva y comentaban
pasar por períodos de tiempo desanimadas, con sensación de falta de
energía, dificultades para enfrentar conflictos y buscar soluciones; todas
referían sentirse muy cansadas de sus quehaceres diarios y del tipo de
relaciones que mantenían con los demás.
El Taller de Autocuidado para Mujeres fue estructurado con base
en los principios del modelo centrado en soluciones y basado en la
premisa de que es la persona la protagonista de su bienestar, capaz de
aprender y orientarse hacia su autocuidado, regulando factores internos
y externos para su salud y bienestar general.
Al pasar las primeras sesiones del taller, las mujeres comentaban
lo asombradas que estaban por las habilidades que eran ahora capaces
de visualizar, logrando enfrentar satisfactoriamente situaciones de con-
flicto cotidianas en su entorno. Una de ellas comentó lo contenta que
se sentía debido a que había manejado esa mañana una discusión con
su madre, situación que ocurría diariamente y donde ella reaccionaba
complaciéndola, callando su frustración y generando un desánimo el
resto del día, que se manifestaba en sus actividades y en la relación con
los demás. Hoy había sido capaz de plantear asertivamente a la madre
su punto de vista y delegar en una hermana parte de la carga por los
cuidados de la madre, quien es adulta mayor.
Este testimonio abrió en el grupo una instancia de toma de concien-
cia respecto de situaciones cotidianas conflictivas y las posibilidades de

8
Psicóloga, Universidad Andrés Bello, Santiago, Chile. Postítulo en Terapia Sistémica
Orientada a las Soluciones en Centro Sol Instituto, Santiago, Chile.

349
Bianca Iacoponi

afrontamiento más adecuadas. Es así como otra participante comentó


asombrada, ya que hasta ese momento no se había dado cuenta sobre
pequeños cambios que se estaban dando en la relación con su marido
que mejoraban su ánimo y el clima en la pareja. Estos pequeños cambios
generaban no solo una mejor relación con el marido, sino también una
mejor relación con su entorno en general. Era ella quien estaba poco a
poco cambiando la pauta problemática de relación.
Fue así como los cambios experimentados por las mujeres fueron
socializados al grupo, lo que provocó una potenciación del cambio en el
resto, gatillando modificaciones en las pautas problemáticas de relación
de las mujeres con su entorno.
Cuando se les mostró y estimuló a una nueva forma de relacionarse,
ellas empiezan a incorporar nuevas pautas de interacción con mejores
resultados, logrando romper los patrones problemáticos.
Al indagar en las primeras sesiones en las pautas problemáticas y
posteriormente al evidenciar excepciones, mostrando nuevas formas
más saludables de vivir, las participantes refirieron sentirse mejor y más
animadas; incluso algunas retomaron actividades grupales recreativas
que habían dejado postergadas por factores anímicos. Disminuyeron la
sintomatología física –tales como dolores reumáticos, jaquecas, angustia
e insomnio– y refirieron tener un manejo más adecuado de los conflic-
tos, sobre todo con personas significativas de su entorno, mejorando
las relaciones con ellos.
Llegado el momento del cierre del taller, la mirada de estas mujeres
había cambiado dado al intercambio de experiencias, con una mirada
en las oportunidades en vez de problemas, y ahora se despedían del
grupo comentando sus habilidades, sus logros y refiriéndose a momen-
tos de desánimo y/o frustración como situaciones que ellas pudieron
cambiar desde un rol activo, haciéndose cargo a través de sus propias
habilidades personales.

350
89. «Cómo han pasado los años»

Taller narrativo con mujeres en duelo

María Fernanda Díaz Sánchez9

En enero del 2015 se impartió por primera vez en la ciudad de


Xalapa, Veracruz, el taller de manejo de duelo con terapia narrativa
«Honrar la vida más allá de la muerte». En esta ocasión se contó con
la participación de ocho mujeres de entre 30 y 65 años que llegaron
buscando la posibilidad de manejar su proceso de duelo, algunos más
recientes que otros, explorando nuevas maneras de sobrellevarlo, dife-
rentes a lo realizado hasta ese momento.
Para la primera sesión fueron llegando una a una las participantes
y era evidente la tristeza que tenían por sus pérdidas: dos mujeres per-
dieron a sus hijos jóvenes, dos más perdieron a sus hermanos, otras dos
a sus esposos y finalmente las otras dos perdieron una a su papá y la
otra a su mamá. No obstante, al ser este un taller de manejo de duelo,
todas las participantes fueron sumamente empáticas y se pudo crear
un ambiente de calidez, respeto y atención en donde pudieron sentirse
dispuestas a compartir sus historias.
La primera sesión, llamada «presentando a su ser amado», fue
sumamente emotiva para las participantes. Cada una presentó a su ser
querido y contaron historias acerca de ellos. Quiero destacar la histo-
ria de María, quien hacía solo unos meses había perdido a su esposo
después de una larga enfermedad; desde que él había muerto, ella no
había podido hablar de su dolor como hasta ese día porque ni sus dos
hijas ni algún otro familiar querían escucharla, argumentando que era
mejor no hablar de él para que descansara o para evitar la tristeza.
María desde que llegó empezó a llorar y cuando fue su turno
siguió llorando; así, entre lágrimas y pausas, nos contó la historia de
su bonito matrimonio con José, con quien llevaba más de 30 años de
casados y un cúmulo de vivencias y emociones compartidas; entre
ellas, nos platicó que cumplían años el mismo día y que ella siempre

9
Licenciada en Psicología, Universidad Veracruzana, Xalapa, México. Especialidad en Terapia
Familiar Sistémica, Centro de Atención Psicológica para la Familia CAPAF, Xalapa, México.

351
María Fernanda Díaz Sánchez

le cantaba una canción que a él le gustaba mucho escuchar en su voz


(«Cómo han pasado los años», de Juan Gabriel). Ella comentó que no
creía que pudiera volver a cantar esa canción, pues le dolía mucho que
su amado ya no la pudiera escuchar.
En la segunda sesión, titulada «desempacando el lenguaje del due-
lo», hablamos sobre las ideas que la gente tiene respecto al duelo y cómo
estas limitan y hasta lastiman más que ayudar, pues no se les permite
expresar con entera libertad lo que piensan o sienten sobre esta perdida.
Aquí María pudo desahogarse sobre todo lo que la gente le decía y cómo
a ella le molestaba que le dijeran que «ya tenía un ángel cuidándola» o
el hecho de cómo puede ser tan complicado hacer trámites después de
fallecida una persona y cómo la gente a veces no tiene la sensibilidad
para tratar situaciones de este tipo; ella seguía llorando con dolor, pero
aun así participó con mucha decisión y ganas.
En la tercera sesión, «historias de habilidades», ella pudo hablar
libremente de su esposo y contó algunas anécdotas sobre dos objetos
que llevó para la sesión, pues se armaría una especie de altar con los
objetos de sus seres queridos ausentes. María llevó una foto de la boda
de su hija mayor y la billetera de José. De la foto, nos contó que signi-
ficaba mucho, pues fue de las últimas veces que pudieron estar juntos
los cuatro en un ambiente festivo y cómo a pesar de lo mal que se sintió
José –producto de una enfermedad del corazón–, se sobrepuso, pudiendo
permanecer y celebrar en la fiesta junto a ellas ese acontecimiento tan
importante. De la billetera, que aún estaba intacta, María no la había
querido abrir desde que José murió y así la guardó. Ahí nos contó sobre
las fotos que había guardadas y cómo para él eran importantes, pues
sentía que traía a su familia con él siempre. María seguía llorando cada
vez que hablaba.
En la cuarta y quinta sesión, tituladas «la voz del otro» y «enfren-
tando los desafíos» respectivamente, María pudo darle voz a su querido
ausente al contarnos historias sobre cómo José veía que ella enfrenta-
ría todo esto y pudo recordar cómo él la veía tan valiente y capaz de
enfrentar retos a pesar de ser bajita; pudo recordar esas habilidades
que José veía en ella y que el dolor por su pérdida le estaba quitando.
En este punto María aún lloraba cada vez que hablaba, pero su llanto
era diferente: ya no había tanto dolor como al principio, sino que era
un llanto de emoción, de poder recordar lo que él le diría o cómo la
admiraba ante ciertas acciones que ella hizo para enfrentar situaciones
en su vida. Para este entonces su cara se iba notando diferente.
Para la sexta sesión, «expandiendo el club», María nos habló de
otras personas que recordaban y querían a José por todas sus cuali-
dades, por su trato cálido con los demás, por su buen trabajo, por lo

352
89. «Cómo han pasado los años». Taller narrativo con mujeres en duelo

profesional que fue en sus negocios, etc. Aquí María seguía llorando,
pero ya menos, y ya podía reírse al recordar alguna anécdota que vi-
vieron, aún con lágrimas, pero ya no era como al principio.
Finalmente, para la última sesión, llamada «contigo aprendí»,
además de cerrar el taller, se busca dar un sentido más de celebración y
alegría de haber podido compartir la vida del ser querido ausente con las
demás. Nos organizamos para hacer una pequeña convivencia y en ese
marco las participantes nos compartirían un poema, escrito o canción
que evocara en ellas la vida y lo vivido con su ser querido ausente. Una
de las participantes era músico de profesión y llevó ese día su teclado.
María, desde que se les encargó la tarea de que prepararán algo para
la última sesión, pensó en la canción para José, pero no aseguraba poder
cantarla, pues decía que no estaba segura de poder siquiera empezar a
hacerlo. Llego el día y todas fueron compartiendo lo que habían elegido.
María pasó al frente y pidió que la otra participante le apoyara con la
música de «Cómo han pasado los años», y antes de cantar derramó
unas lágrimas, tomó un respiro y comenzó; pudo cantarla completa y
muy bien –a pesar de las lágrimas que la acompañaron durante todo
el taller–, y al concluir experimentó una gran alegría de haberle podido
dedicar e interpretar una vez más esa canción a su amado José.
Las demás participantes le comentaron cómo fueron viendo su
transformación (que se fue dando igual en las otras mujeres) durante el
proceso del taller. Mencionaban que al llegar se veía triste y abrumada,
y que, en cambio, para ese día de cierre su cara era otra y lo comentaban
con agrado y emoción.

353
90. Compartiendo el dolor,
renaciendo en la esperanza

Taller con personas con duelo reciente

Rodrigo Mardones Ibacache10

El cementerio parque de la ciudad de Concepción, en su deseo de


mejorar el servicio a sus clientes, decidió implementar charlas sobre
cómo superar el duelo a las personas que habían perdido un ser querido.
La idea original era que un psicólogo pudiera ayudar en el proceso de
duelo a las familias que habían sufrido una pérdida.
Me invitaron a participar junto a mi querido colega Edgard Lands-
berger. Ambos nos iniciábamos como psicólogos y, con el arrojo propio
de los que comienzan, aceptamos la invitación, la que obviamente era
remunerada.
Propusimos cambiar el formato de charla a taller. Sin embargo,
hubo algo que nos inquietó y que tenía que ver con la condición de
quienes participarían de dicha instancia. Se trataba de personas que
recientemente habían perdido un ser querido. Es decir, estaban en una
etapa de duelo que resultaba esperable, lejos aún de una respuesta que
pudiese etiquetarse como patológica.
Sin embargo, decidimos que los talleres podían tener un valor
preventivo, en tanto posibilitaban la comprensión de este tiempo de
dolor, la aceptación del mismo y el ser compartido con otras personas
que se encontraban en una situación más o menos similar, lo que podía
funcionar como un proceso de superación del duelo.
Estando de acuerdo, se presentó un proyecto de taller para la
superación del duelo que constaba con cuatro sesiones de una hora y
media, las que se realizarían los días sábados desde las nueve y media
de la mañana en dependencias del mismo parque cementerio.
A la primera sesión asistieron alrededor de veinte personas de
edades diversas, la mayoría sufriendo la pérdida reciente de un ser
querido por causas diversas. En este encuentro se les invitó a conocer

10
Psicólogo, Universidad de Las Américas. Académico, Universidad Santo Tomás, Concep-
ción, Chile. Co-director general, Centro de Estudios Sistémicos, Concepción, Chile.

355
Rodrigo Mardones Ibacache

generalidades acerca del proceso de duelo. La idea era apuntar a situar


el dolor y las expresiones del mismo en un contexto no patológico. A
su vez, se les invitó a compartir en pequeños grupos, a modo de pre-
sentación, su lugar de origen, trabajo, familia y a referirse al familiar
que habían perdido.
En una línea más individual se les invitó a reflexionar acerca de
cómo estaban viviendo personalmente este tiempo; si le daban al dolor
su espacio, así como reflexionar de qué forma podrían estar actuando
evitativamente respecto de las emociones que despertaba la pérdida, o
si buscaban o aceptaban el apoyo de otros seres queridos.
Seguido de ello, se puso en común el trabajo realizado y se presen-
taron los derechos de las personas en duelo planteadas por Johnson
el año 2009:

1. Derecho a sentir sin juicios de valor.


2. Derecho a expresar el duelo y ser consolado.
3. Derecho a preguntar libremente y recibir respuestas honestas.
4. Derecho a hacer el duelo por el tiempo que se necesite.
5. Derecho a un terapeuta si lo necesita o quiere.
6. Derecho a consolar a otros que están atravesando un duelo y
compartir su experiencia.

El trabajo con estos derechos y la reflexión acerca de cómo se per-


mitían vivir el dolor permitió que muchos de los participantes cayeran
en la cuenta de las pautas evitativas del dolor desempeñadas por ellos
mismos, así como por familiares o personas cercanas, donde se les
impedía conectarse con las emociones propias de la pérdida, desde un
simple «no llores, esto va a pasar» hasta maniobras más elaboradas,
como suministrar relajantes musculares, benzodiacepinas y otras drogas
que disminuyen la activación nerviosa.
En la segunda sesión hubo caras nuevas. Los participantes del pri-
mer encuentro invitaron más familiares, incluso niños. Fue una buena
oportunidad para potenciar en familias cómo estaban viviendo la pérdi-
da cada uno desde su posición en la constitución familiar. Pudo hablarse
desde los hechos que acompañaron la pérdida en cada uno de los casos,
hasta los recuerdos que tenían del familiar que partió. Si bien fue una
sesión emotiva, el espacio para manifestar las emociones permitió que
se expresara entre los mismos familiares el consuelo, la promesa de no
dejarse solos y caminar juntos esta senda de dolor. Sembramos la idea
de que si bien el familiar ya no está físicamente, el vínculo permanece:
todos somos hijos de alguien, hermano, padre, sobrino. Más allá de que
haya partido de esta vida, el vínculo permanece.

356
90. Compartiendo el dolor, renaciendo en la esperanza...

En la tercera sesión tuvimos la misma asistencia de personas que en


la segunda. El trabajo se orientó a reorganizar la vida; valorar la presen-
cia del familiar perdido desde su actuar, desde el lugar que ocupaba en
lo diario, en la vida misma. Se trabajó entre las familias en la confección
de un panel que presentara a la persona que partió, su vida, sus accio-
nes, sus quehaceres. Se logró tomar decisiones prácticas respecto de sus
pertenenciasy de los espacios que ocupaba en la casa, así como de sus
tareas habituales. Se asumieron y repartieron las tareas que realizaba
el difunto, así como se sembró la idea de trabajar en un espacio físico
que permitiera el recuerdo sano de la persona que ya no está.
En la cuarta sesión se realizó un ritual. El parque cementerio, en su
entrada al campo santo, posee dos enormes columnas que les rodean
piletas con agua. La obra quiere conectarnos con lo trascendente, que
la vida sigue, donde el agua purifica y marca el paso a una vida mejor.
Nos reunimos en ese lugar con una vela adornada; cada familia traía la
suya, así como flores y otros adornos para depositar en la tumba de su
familiar. Luego de motivarlos a cruzar en medio de las columnas para
ir al encuentro de la persona amada que no está, se les invitó a «decir
de nuevo hola», como símbolo de que, a pesar del dolor, el familiar
que partió no será olvidado y tendrá un nuevo espacio entre los vivos.
«Decir de nuevo hola» en esta condición es «decir de nuevo hola» con
la esperanza de un posible reencuentro o la esperanza de haber apren-
dido de él una vida más plena que se abre a la posibilidad de ser mejor
gracias a la presencia de quien ya no está.

357
91. El camino hacia el faro

Taller con familiares de pescadores


que se perdieron en alta mar

Camila Soto Melín11

El taller que describiré a continuación fue realizado junto a una


colega con la intención de brindar apoyo a viudas y familiares de pesca-
dores artesanales desaparecidos en el mar. Este grupo estaba compuesto
de personas que habían perdido a un ser querido trabajando en el mar,
de quien nunca tuvieron noticias respecto a su paradero y cuyos cuerpos
no fueron encontrados.
En conjunto con los/as participantes, decidimos trabajar sobre cómo
sobrellevar un duelo que para ello/as era eterno y del cual la mayoría
había tenido poca o ninguna instancia para comentar sus experiencias
y sentimientos al respecto. En el taller participaron activamente tres
personas, integrándose en las sesiones finales una más.
A modo simbólico, se decidió poner al taller el nombre de «Cami-
nando Hacia el Faro», entendiendo que para las participantes, fami-
liarizadas con el mar, el faro representa un símbolo de esperanza, pues
indica a aquellas embarcaciones que han perdido el rumbo el camino
de retorno a su hogar.
Cuando comenzamos con el taller, con mi co-terapeuta íbamos
dispuestas a trabajar en el duelo, principalmente enfocados en aquellas
tareas que aún no estaban resueltas. Estábamos nerviosas por el modo
en que reaccionaríamos al momento de escuchar las historias, ya que
era nuestra primera experiencia trabajando en un taller de estas carac-
terísticas, con un tema tan «delicado» como es el afrontamiento de un
duelo. Además, a raíz de ello teníamos el temor de no saber sobrellevar
la sesión y vernos inundadas por las emociones que pudiesen surgir
tanto en las participantes como en nosotras al momento de escuchar
cada una de las historias.
En la primera sesión comenzamos con una historia de tipo meta-
fórica y que permitiera que las participantes pudiesen comentar sus
11
Psicóloga, Universidad Santo Tomás, Concepción, Chile.

359
Camila Soto Melín

experiencias a partir de un cuento que les presentamos, que hablaba de


dos ranas que se encontraban atrapadas en un pote con crema y que por
más que luchaban no lograban escapar. Una de ellas se daba por vencida
y tras dejar de luchar se hunde, mientras que la otra rana, mucho más
persistente, lucha por horas para seguir viviendo, hasta que finalmente
de tanto patalear logra convertir la crema en manteca y dar un salto
para salir. Todas las participantes rápidamente logran identificarse con
aquella rana persistente, y desde ahí comentan sus vivencias en torno
a la desaparición de su ser querido.
Muchas de ellas siendo muy jóvenes habían quedado viudas, con
hijos pequeños y sin recursos que les permitieran satisfacer sus nece-
sidades básicas. Sin embargo, todas tenían un factor en común, que a
pesar de lo afectadas que habían quedado con la desaparición de su
ser querido no se rindieron, y cada una a su propio modo logró salir
adelante, buscaron un trabajo o medio para obtener sustento económico,
que se complementaba con el cuidado de sus hijos que era su principal
motivador y la fortaleza que Dios les otorgaba para poder soportar toda
la responsabilidad de tener que llevar la economía del hogar por sí solas.
En ese preciso momento me di cuenta que los temores que en un
principio nos invadían no tenían mayor sustento. Las historias que nos
contaban estaban plagadas de recursos de los cuales podíamos aferrar-
nos. Era impresionante ver cómo, a pesar de que todas las participantes
del taller se conocían desde antes, compartían homenajes y visitas al
cementerio, eran vecinas y estaban en constante comunicación, ninguna
conocía las historias que había detrás de cada una de las pérdidas.
Es difícil poner en palabras lo que sucedió en aquella sesión de-
bido a que por un lado se formó un ambiente ameno para que ellas
pudieran expresarse con respecto a lo que significó la desaparición de
su ser querido, lo que propició que pudiesen contar su experiencia de
una forma más fácil, surgiendo además la identificación de varias de
las participantes con las historias que las otras iban relatando. Ade-
más, en aquellos casos en donde la situación por la que tuvieron que
pasar tras la pérdida fue más crítica, existieron constantes muestras
de asombro de las participantes ante el relato, que iban acompañadas
de elogios a sus compañeras con respecto al modo de afrontar lo que
significó y conllevó en su momento la pérdida del pescador tanto en
términos espirituales como materiales, y cómo ellas lograron rehacer
su vida sobreponiéndose a la adversidad con la fortaleza interna como
principal protagonista para enfrentar el infortunio.
Tras esta sesión nos dimos cuenta del poder de influencia que
tenía el grupo en el sentir de la persona que iba relatando la historia,
y lo importante que fue este fenómeno en las sesiones posteriores,

360
91. El camino hacia el faro. Taller con familiares de pescadores...

pues fue el gran gatillador que permitió que las participantes lograran
identificar sus fortalezas y a su vez encontrar un espacio de expresión
emocional dentro del grupo, que en alguno de los casos durante años
no había tenido cabida para ser contado. Aquel fenómeno permitió
que las participantes pudiesen ampliar su mirada no tan solo en lo que
fue y significó la pérdida, sino que también de lo que ellas fueron y son
capaces de realizar, y cómo en momentos difíciles aquellos recursos
detectados pueden ayudarlas a enfrentar las tormentas que la pudiesen
afectar a futuro.
Como un aprendizaje de aquella experiencia en el desarrollo pro-
fesional cabe destacar la importancia de considerar la influencia de los
participantes del grupo de trabajo en el éxito de los objetivos que se
plantean en las sesiones, sobre todo en aquellos grupos en donde se
intenta empoderar a las personas en la búsqueda y reconocimiento de
sus propios potenciales, pues facilitan el reconocimiento y aceptación de
recursos que estando presentes muchas veces se encuentran implícitos
en las personas.

361
92. «Solo quiero mejorarme»

Taller centrado en soluciones


para mujeres con ansiedad

Igor Alvarado12

El Taller de Ansiedad estuvo conformado por doce mujeres partici-


pantes, una observadora y yo como terapeuta. Al inicio se observaban
caras de preocupación, gestos tímidos y disminuidos, sumado al sonido
de voces bajas entre el intercambio de algunos saludos.
Iniciamos el taller al grupo preguntando «¿qué desean lograr al
venir acá?», entregando por medio de esta interrogante la primera señal
de la posibilidad de logro y cambio.
Posteriormente se fueron soltando las participantes; sin embargo, les
costó compartir qué es lo que deseaban lograr. Algunas de las mujeres
comentaron que, en realidad, no lo habían pensado y otras afirmaban
«solo quiero mejorarme, ¡y eso ya es una esperanza, algo en mi futuro!».
Al compartir los síntomas físicos, emocionales, mentales y socia-
les se logró un ambiente de mayor distensión; y cuando pasamos a
compartir acerca de actividades y ocasiones en que se sintieron bien
en el pasado reciente, los rostros mostraron la alegría que produce el
conectarse con un pasado exitoso. Hablaban con agrado y sonreían
unas a otras, creando relaciones con sentido.
Dentro de las actividades realizadas se encontraba el ejercitar en
grupo la pausa activa, lo cual permitió relajar el cuerpo y liberar la
alegría, dado que cuando se escuchaba el crujido de las articulaciones
aparecieron las bromas y consecuentemente una mayor cohesión del
grupo. Luego seguimos la sesión entre bromas, mientras identificábamos
las actividades que les habían hecho bien y los sueños que podrían ser
cumplidos.
Se acordó como tarea entre sesiones el robarle tiempo a la «pobre
mujer sufrida», hacer relajación diaria y también «cambiar el chip» para
cuando se dieran cuenta de la rumiación de pensamientos. «¿Quién se

12
Psicólogo, Universidad de Chile, Santiago, Chile. Postítulo en Terapia Sistémica Orientada
a las Soluciones en Centro Sol Instituto, Santiago, Chile.

363
Igor Alvarado

dará cuenta que esto ha ocurrido?¿Cómo cambiará sus vidas y la de


los cercanos?».
En la tercera sesión se hicieron masaje mutuo, además de compartir
sus avances. ¡Cómo se potencia el cambio cuando es compartido! Apa-
recieron con mayor claridad los logros alcanzados por medio de escalas
de avance: ¿de dónde partí? ¿Hasta dónde quiero llegar esta semana?
En la cuarta sesión ya se observaban cambios notables; había dismi-
nuido claramente la rumiación y mantenían sus ejercicios de relajación
a través de la pausa activa durante la mitad de la semana. Habíamos
probado ya tres formas distintas de relajarse. Lo sorprendente se daba
en la conversación, en el apoyo desde sus experiencias, la validación
mutua y cómo se entusiasmaban en hacer las tareas que se les daban.
Ya había un grupo que se sostenía.
Las sesiones siguientes fueron pasos continuos en el cambio hacia
una mayor satisfacción y la escala de avance lo iba revelando.
Finalmente, un grupo de doce mujeres mejoraron su calidad de
vida, lo que tuvo impacto en su entorno y también en sus familias.
Aprendizaje compartido, risas que se potencian y apoyo para hacer los
ejercicios es la reflexión obtenida del «Taller de Ansiedad», que tal vez
debiera llamarse «Aprender a Vivir Mejor».

364
93. Cómo lograr en una hora
lo que doce sesiones no pudieron

Taller centrado en soluciones


con trabajadores

Jorge Ayala Salinas13

Quiero contarles una historia muy breve, tan breve como la terapia
a la que adscribo, cuya extensión no está determinada ni por la teoría
ni por mis propias preferencias, sino en la confianza que deposito en
los consultantes, de qué son capaces de explorar y sugerir soluciones
para sus problemas desde su propio mundo y de decidir hasta cuándo
desean mi colaboración.
La historia es sobre un taller que facilité para un grupo de 60 tra-
bajadores que buscaban el equilibrio entre trabajo y familia, afectados
por lo que la empresa identificó como «estrés». Como mi trabajo con-
siste en colaborar con las personas para diseñar sus propias acciones
descubriendo sus deseos, recursos y experiencias exitosas del pasado,
empecé pidiéndoles que se juntaran en parejas con alguna otra persona
que no conocían o conocían muy poco y se presentaran, señalando su
nombre, su área de trabajo, cómo estaba compuesta su familia y qué
era lo mejor que sabían hacer. Inmediatamente empezaron a aparecer
las primeras sonrisas y varios gestos de gratitud cuando recibían la ad-
miración del compañero o compañera: abrazos, sonrisas y palmadas en
el hombro. No hay mejor forma de empezar un trabajo: reconociendo
y compartiendo lo mejor que sabemos hacer.
El proceso continuó con una pregunta que compartí para empezar
a diseñar el futuro preferido: supongamos que al terminar este taller
logran alcanzar el equilibrio que están deseando entre familia y trabajo,
abandonando el estrés. ¿Qué sería distinto? ¿Cómo se darían cuenta
de que han alcanzado esto?
Nuevamente más sonrisas y un trabajo concentrado en imaginar
el futuro preferido para pasar a describirlo con detalle. Unos minutos
13
Psicólogo, Universidad César Vallejo, Perú. Master en Psico-oncología, Universidad de
Valencia, España. Psicoterapeuta y relator en www.ayalajorge.com, Lima, Perú.

365
Jorge Ayala Salinas

después identificamos en una escala el punto exacto donde cada persona


se encuentra con respecto al futuro preferido: «En una escala del 0 al
10, donde 10 significa que se encuentran ya viviendo esto que están
imaginando, y 0 todo lo contrario, nada de lo que han imaginado sucede,
¿en qué lugar se ubicar hoy?».
Luego pasamos a describir todas las acciones, recursos y habilidades
que les permiten estar donde se encuentran para pasar de inmediato a
descubrir cuál fue, en el pasado, el lugar más alto en el que se ubicaron
en la escala, sintiéndose muy cerca del futuro preferido. Un momento
especial, pues descubre excepciones, acciones que pueden significar en
el futuro las posibles soluciones, descubriendo otra vez posibilidades,
recursos, habilidades y conocimientos importantes para seguir adelante.
Y, finalmente, hice la última pregunta: «¿Cómo se darían cuenta que
han subido un punto en la escala? Solo uno. ¿Qué ocurriría? ¿Dónde
ocurriría? ¿Cómo ocurriría? ¿Quién se daría cuenta? ¿Qué diría?». Cada
persona empezó a enumerar acciones concretas y específicas.
Terminando el proceso, pregunté al grupo qué aprendizaje útil se
llevaba y qué era lo que habían descubierto con el ejercicio. Una mujer
levantó la mano y señaló, con entusiasmo y sorpresa: «Llevo cuatro
meses en terapia, 12 sesiones para ser exacta, y lo que ha sucedido hoy
en solo una hora es sorprendente: acabo de enumerar tres cosas que
podrían convertirse en la solución que necesito. No puedo creer que en
una hora de trabajo haya conseguido más que en 12 sesiones de terapia
durante cuatro meses. ¡Esto es fantástico!».
Y sí, es fantástico: hacemos más con menos.

366
94. ¡Los chicos sí sienten!

Taller grupal de autoestima


para jóvenes de un centro
de formación técnica

Pamela Chávez Quintana14

Esta historia relata mi experiencia realizando un taller de autoes-


tima para jóvenes, la que efectué junto a Macarena, trabajadora social
con la que conformo una dupla psicosocial. El taller fue solicitado desde
un centro de formación técnica para trabajar con alumnos de primer
año de la carrera técnico en automatización. Estábamos en el primer
semestre y sabíamos que aún no se conocían bien entre ellos. Cuando
llegamos nos encontramos con una carrera de veinticinco estudiantes,
todos hombres; esto me hizo dudar: ¿irá a resultar? Sin embargo, pensé
que si bien son jóvenes de 18 años en adelante que se comportan de
determinadas formas y proyectan una imagen de personas rudas, frías,
chistosas y/o galantes, esto solo es una barrera para no demostrar su
verdadero mundo interno, puesto que se ha instaurado en su imaginario
social que los chicos no lloran ni hablan de sus cosas afectivas. En otras
palabras, concluí que el taller sí podía serles útil.
Tenemos planeado trabajar en el árbol de la vida, una técnica pictó-
rica surgida desde la terapia narrativa, y luego hacer un plenario donde
expresen sus emociones y pensamientos acerca de sí mismos y de sus
compañeros. Para este fin comenzamos a introducirnos en el ambiente
con una dinámica de descongelamiento. Noto que entre ellos se han
vinculado muy bien; además, están muy atentos a la actividad que les
proponemos, aunque de vez en cuando lanzan bromas y piropos, inten-
tando parecer simpáticos y alivianar el ambiente, considerando que se
enfrentaban a una actividad inusual, desconocida y para lo cual lo más
probable es que no se sintieran preparados. Nuestra actitud nos lleva a
ser empáticas y atentas, validando sus opiniones y preguntas, sin dejar
de lado la necesidad de dirigir al grupo hacia los objetivos del taller.

14
Psicóloga, Universidad de Concepción, Chile.

367
Pamela Chávez Quintana

Cuando comenzamos a explicarles en qué consistía el árbol de la


vida y pedimos que dibujaran un árbol, todos lo hicieron. Sin embar-
go, cuando se les pidió que comenzaran a completarlos con sus raíces,
fortalezas, sueños, etc., dos de ellos no quisieron seguir y se retiraron,
quizá por vergüenza, miedo o baja autoestima, no lo sé, pues una de sus
prerrogativas era poder retirarse si lo deseaban, sin necesidad de dar
explicaciones. Los que sí se quedaron se disponen a trabajar en grupos,
algunos por afinidad y otros porque estaban ubicados en la misma parte
de la sala. Cuando fueron colocando cada parte del árbol de la vida
había algunos chicos que no les costaba identificar sus capacidades,
fortalezas y sus sueños; en cambio, a otros se les hacía muy difícil esta
labor, pero ahí estaban sus pares, diciéndoles: «Oye, tú eres bueno para
esto o para aquello», y la persona decía: «¡Oh! ¿Tú crees? ¿En serio?
Nunca me había dado cuenta de que era así».
Luego, en el plenario, fue mayor nuestra sorpresa. Les hicimos
preguntas abiertas y pensábamos que tendríamos que sacarles las pa-
labras con mucho esfuerzo, ¡pero no!, estos chicos sí tenían cosas que
decir y esta era su instancia. Comenzaron diciendo que les gustó mucho
esta oportunidad para compartir de forma más cercana con sus pares
y manifestaron que querían que se repitiera más seguido, pero lo que
más nos gustó fue que se expresaran respecto a ellos mismos y a sus
compañeros de una manera agradable y reafirmadora de su autoestima.
Reconocieron sus fortalezas y ahora pretenden usarlas para apoyarse
mutuamente a lo largo de la carrera. Los «chistositos» de la clase que
hacían bullying a los más tímidos lograron darse cuenta que eso no
ayudaba a sus pares, sino que los hundía más en su baja autoestima e
introversión; el darse cuenta no llegó al nivel de comprometerse a dejar
de «molestar» a los demás, pero al menos ya algo se avanzó.
Como reflexión: derribamos un prejuicio tan arraigado en esta
sociedad, el que «los hombres no son tan sensibles o afectivos». Ellos,
al igual que las mujeres, tienen su mundo interno afectivo, que si bien
lo expresan en menor medida, es por lo mismo, porque la sociedad
les impone andar con una barrera que oprime u oculta sus vivencias
o expresiones.
Y quedé convencida que la técnica del árbol de la vida puede ser
usada universalmente, para hombres y mujeres de distintas edades. La
idea es visibilizar lo que son y lo que pueden llegar a ser si exploran
más sus cualidades.

368
95. «El cofre mágico»

Taller de autoestima con adultos


portadores de VIH

Cristian Aguilera Sepúlveda15

En la siguiente historia compartiré mi experiencia en la realización


de un taller enfocado a personas viviendo con el virus VIH, responsable
de la enfermedad comúnmente llamada SIDA. Dichos participantes,
todos varones, manifestaron la necesidad de trabajar la autoestima, ya
que habían sufrido estigmatización, vulneración de derechos, entre otros
malos tratos, por su condición sexual y por ser portadores de VIH.
El taller lo realizamos en un total de seis sesiones con el objetivo de
potenciar actitudes que permitan mejorar la autoestima y autoconcepto,
para afrontar las consecuencias inherentes de vivir con VIH. Para ello
realizamos actividades dinámicas tendientes a que adquirieran soltura y
confianza tanto en sus compañeros como en nosotros, los facilitadores.
Para ello realizamos actividades como la que llamamos «Fotoma-
tón», en la que cada persona debía dibujar a su compañero mientras lo
entrevistaba, para luego presentarlo al resto del grupo. A otra actividad
la denominamos «un paseo por el bosque», en donde los participantes
debían dibujar un árbol en un papelógrafo, con sus raíces, ramas, hojas
y frutos, para luego escribir en las raíces sus cualidades positivas, en las
ramas sus actividades y en los frutos sus éxitos o triunfos, para luego
compartir su árbol con los demás. En otra dinámica les pedimos recordar
una experiencia positiva dentro de su historia (infancia, juventud o adul-
tez) o una experiencia clave que haya influido en su vida positivamente,
para luego compartirla en el grupo.
Una actividad que fue especialmente significativa para ellos –y que
por eso quiero tratar con más detalle– fue la que llamamos «El cofre
mágico». En ella partí preguntándole al grupo «¿quién es para ustedes
la persona más especial en el mundo entero?». Les dije a continuación:
«Yo tengo una caja mágica en el interior de la cual tienes la oportunidad

15
Psicólogo, Universidad Santo Tomás, Concepción, Chile. Docente de psicología, Liceo
Comercial Enrique Oyarzún Mondaca, Concepción, Chile.

369
Cristian Aguilera Sepúlveda

de mirar a la persona más importante en el mundo». Observé las caras


atónitas, incrédulas, expectantes de cada participante: me preguntaron
de qué personaje se trataba o con qué criterio lo habían elegido. Sin
embargo, me rehusé a responder, pues tenían que descubrirlo por sí
mismos. Pedí entonces a cada uno que se acercara y mirara el interior
de la caja mágica, en donde verían la imagen del personaje, y que luego
regresara a su sitio guardando en secreto el hallazgo para comentar solo
al final si estaba o no de acuerdo con la elección. La caja, inesperada-
mente para ellos, contenía un espejo en su interior, por lo que la imagen
que miraban era la de su propio rostro. Algunos sonreían, miraban a
sus compañeros y se sentaban, asintiendo. Otros regresaban a su silla
tratando de esconder cualquier gesto o intercambiar alguna mirada.
Luego, cuando por fin pudieron compartir la experiencia con otros, las
reacciones fueron intensas; ninguno imaginó que se vería a sí mismo,
y cuando tuvieron que discutir si estaban o no de acuerdo, realizaron
reflexiones importantes en relación a reconocer su propia valía.
A modo de cierre del taller realizamos una breve ceremonia en la
que entregamos a cada participante un decálogo de la autoestima y «un
cofre mágico» en el cual podrán guardar todos los elementos utilizados
durante el taller. También le entregamos un diploma como reconoci-
miento por su participación y logros alcanzados.
Creo que para ellos el taller significó una instancia en donde se
pudieron apartar de la constante crítica y autocrítica a la que estaban
acostumbrados y les permitió mirarse a sí mismos desde una perspec-
tiva más positiva. También les significó reconocerse como personas de
valor, con virtudes y talentos, permitiéndoles «resignificar» experiencias
vividas en el pasado, las cuales para ellos fueron difíciles, pero que en la
actualidad las veían como oportunidades de crecimiento. La mayoría se
pudo dar cuenta que a pesar de todas las dificultades aún se tenían a ellos
mismos y que seguirían adelante y tratarían de alcanzar los proyectos
que se habían propuesto.
Quisiera cerrar esta historia transmitiendo lo que significó para mí
la realización de este taller. El hecho de trabajar con ellos significó salir
de mi forma habitual de pensar, permitiéndome entender una realidad
que hasta el momento me había sido totalmente ajena. Al escuchar sus
historias, sus vivencias, sus tristezas y alegrías me hizo sentir afortuna-
do por estar ahí compartiendo con ellos, ya que aprendí muchas cosas,
principalmente de su capacidad de resiliencia. Pude escuchar y entender
lo difícil que había sido aceptar su homosexualidad y aun más aceptar
que eran portadores de VIH, lo que sin lugar a dudas necesitó de gran
fortaleza y decisión para seguir adelante. Esto solo reforzó en mí la idea
de que el ser humano puede enfrentar sus problemas y reinventarse,

370
95. «El cofre mágico». Taller de autoestima con adultos portadores de VIH

no rindiéndose ante sus padecimientos físicos o psíquicos. Además, me


permitió entender la importancia que tiene el tratar con cariño y respeto,
y aceptar a quien busca ayuda haciéndolo de manera genuina.

371
96. «Encuentros»

Terapia grupal con mujeres


víctimas de maltrato

Karen Colpari16

La primera terapia grupal que realicé estuvo acompañada por un co-


lega y actualmente amigo, quien en su momento actuó de co-terapeuta.
Fueron ocho las mujeres que se daban cita para encontrarse entre
ellas y con nosotros cada viernes de 10 a 12 de la mañana, durante
más de dos meses; todas ellas traían historias pasadas y presentes de
violencia física, psicológica, económica, entre otras, pero también traían
con ellas su decisión de detener la violencia, de moverse, de escribir una
nueva historia.
En un inicio la sola idea de juntar tantas mujeres con tantos pasados
y con tanto dolor me intimidaba, pero solo bastó la primera sesión para
que se diera el «encuentro». Ellas marcaron el ritmo, las reglas, le agre-
garon puntos al consentimiento informado que firmaron gustosas, y así
se logró construir la alianza terapéutica: «Vamos a ir descubriéndonos,
y a encontrarnos, vamos a sacarnos cada vez una carga de la mochila
que tenemos, para que en el caminar se vaya haciendo más ligero». Esa
fue la premisa con la que empezamos y con la que finalizamos.
Muchas de las técnicas que habíamos planificado usar solo las co-
nocía de manera teórica o había sido testigo de alguna, pero realizarlas
en las sesiones de cada viernes me enseñó a escuchar, a mirar los gestos
y el lenguaje corporal con la que cada una se presentaba, mientras se
identificaban y descubrían en la vida de sus compañeras historias ami-
gas, parecidas, dolores y vergüenzas similares. Con las «fotografías»
conocimos la niñez de cada una, y ellas también preguntaron sobre
nuestra niñez; ingenuidad fue la palabra que marcó la narrativa de esa
etapa de su vida, y que luego la trasladarían a sus relaciones de pareja.
Después a una de ellas se le ocurrió crear un grupo en una red social
donde se hacían recuerdo de su cita del viernes, además de dedicarse

16
Licenciada en Psicología, Universidad Católica Boliviana, La Paz, Bolivia. Terapeuta de la
Defensoria de la niñez y adolescencia, Gobierno Autónomo Municipal de La Paz, Bolivia.

373
Karen Colpari

los «buenos días», «las buenas noches» y uno que otro mensaje de
motivación, y así llegamos a armar papelógrafos con los adjetivos
positivos y negativos que habían escuchado y que se los habían apro-
piado. No puedo negar que me emocioné con algunas historias; todas
me provocaron admiración y también muchos cuestionamientos sobre
los sistemas en los que estamos inmersos.
La consecución de nuestros objetivos terapéuticos se vio sujeta al
tiempo de cada una, ya que la contención fue algo que tuve que apren-
der a realizar. Si bien existen muchas maneras de contener, realizarlo de
manera grupal es distinto y sin perder la intención de la sesión, pienso
que fue la parte que más me costó, ya que al inicio solía quedarme en
el testimonio de una sola persona, pero poco a poco encontré la armo-
nía y el balance para poder escuchar a todas sin sentirme inoportuna
o grosera.
Me parece importante mencionar que todas las mujeres del gru-
po además son madres y un momento clave del proceso fue cuando
conjuntamente pudimos realizar un análisis de manera integral sobre
la historia familiar, la identificación de mandatos y mitos familiares,
sobre los cuales manifestaron que no quieren seguir transmitiendo a
sus hijos. Fue evidente la liberación de las cargas y etiquetas a partir
del compartir sus creencias.
La elaboración de estatuas en colaboración con el grupo fue clave
para el proceso terapéutico. Pienso que promover el uso del cuerpo
en la terapia hace que las personas salgan de su zona de comodidad y
puedan jugar.
Cuando nos acercábamos al final realizamos el «árbol de nuestras
vidas», y nosotros como terapeutas también armamos nuestro árbol;
vieron pasar sus tormentas y las aceptaron, nos regalaron su dolor y
sus alegrías, así como también nos contaron sus fortalezas. Tres de ellas
durante el proceso encontraron trabajo y tan solo una nos dejó por
esta buena razón. Entonces así nos encontramos todos con la primera
despedida que tuvimos que enfrentar; hablaron también de sus pérdidas
y poco a poco se presentaban desde otra posición, una más saludable
y más tranquila.
Un momento para resaltar fue cuando todas criticaban al género
masculino –reproduciendo algunos estereotipos patriarcales–, pero
cuando se dieron cuenta que nuestro terapeuta era de género masculino,
recularon en sus posiciones, lo cual nos permitió abordar de manera
abierta y sin miedo un tema importante para combatir la violencia.
Hablamos de amor, trajimos la palabra y todas escribieron cartas
dedicadas a sus hijos, a sus amigas, a sus familias; encontraron amor
desinteresado en el grupo, el cual se mantiene hasta el día de hoy.

374
96. «Encuentros». Terapia grupal con mujeres víctimas de maltrato

Mientras pasaba cada semana –y mientras más planeaba con mi


compañero cada sesión–, más intención tenía de que llegue el viernes y
no precisamente porque era el final de la semana laboral, sino porque
en ellas yo también encontré un refugio.

375
97. Corresponsabilidad en los procesos
de violencia

Taller con mujeres víctimas


de violencia conyugal

Pedro Vilela17

El trabajo llevado a cabo en la defensoría municipal del niño y del


adolescente, de la municipalidad de Sechura, provincia del departamento
de Piura, Perú, centrado en la violencia contra la mujer y las conse-
cuencias negativas en el entorno familiar, nos llevó a la conformación
de un grupo de apoyo que reunió en un inicio a un aproximado de 250
mujeres, todas ellas denunciantes de violencia física y/o psicológica,
pero que además referían maltrato constante. De las 250 mujeres, el
75% de ellas ya había presentado anteriormente una denuncia similar.
Del total de denunciantes decidimos trabajar con las mujeres que
dentro de su relación habían denunciado más de un episodio de vio-
lencia. Con este grupo de personas se conformó la asociación «mujeres
unidas por amor», con las cuales iniciamos un programa de atención
que tenía como objetivo dotar a la participante de herramientas que le
permitan sobreponerse al maltrato y actuar de forma tal que los cam-
bios de pensamiento hacia una vida mejor sean el motor de su propia
superación. La base del trabajo del equipo eran las psicoterapias basadas
en técnicas experienciales, las cuales eran utilizadas en sesiones de dos
por quincena, con una asistencia de 30 personas por día. La terapia
se centraba en reconocer las ideas que sustentaban la violencia y en
por qué, a pesar de contar con muchos mecanismos de protección, la
mayoría de las veces se renunciaba a ellos y se volvía a lo mismo con
la seguridad de que cada retroceso era peor que el anterior, dado que el
agresor, confiado de que no le iba a pasar nada y de la sumisión de su
víctima, actuaba confiado en su fortaleza y poder sobre los miembros
de la familia.

17
Docente en la cátedra de Terapia de Pareja y Familia, Universidad Nacional de Piura, Perú.
Coordinador regional, Instituto Peruano de Orientación Psicológica IPOPS, Lima, Perú.

377
Pedro Vilela

El trabajo de concientización, entonces, no es otra cosa que la


necesidad de transmitir la noción de que si bien el hombre es el único
culpable de los actos de violencia que se dan en la familia, la víctima
también es responsable de realizar acciones que impidan que ese mal-
trato siga ocurriendo. Debido a esto, trabajamos con la persona que es
víctima del maltrato para hacerle entender que si no sale de ella la idea
de liberarse, entonces nadie –absolutamente nadie– va a poder hacerlo,
ya que como primer paso debe estar resuelta a sacar de su vida la forma
de violencia que por aprendizaje ha llevado al hogar o familia que le
ha tocado formar.
La toma de conciencia de la agredida es nuestro propósito; invitarle
a formarse conceptos nuevos de persona y erradicar ideas y pensamien-
tos nocivos aprendidos de familia, como la aceptación de relaciones
desiguales sustentadas en el machismo.
Entonces, aquí la tarea más ardua es hacer comprender a la agredida
que la violencia que recibe no tiene justificación, que no es «normal».
Tenemos que transmitirle que estas ideas que sustentan la violencia se
las transmitieron desde niñas y esas mismas ideas se las están transmi-
tiendo a sus propios hijos, que seguirán normalizando la violencia en
sus futuras relaciones, a menos que se actúe ahora. Muchas mujeres se
resistían a tomar acciones, señalando: «¡Quién cuidará a mis hijos!» o
«¡él es su padre y no les puedo negar su figura!», argumentos que no son
para nosotros válidos para aceptar una relación basada en la violencia.
El equipo con el que trabajo se encarga de concientizar a la persona
agredida para que asuma la realidad de su situación y que desde ella
reaccione por sí misma y descubra que hay una mejor forma de vivir,
que no es necesario aceptar la violencia por el solo propósito de tener
un hogar o callar refiriendo que por el bien de sus hijos no importa
qué se sacrifique.
Esta nueva perspectiva sobre el trato de la violencia familiar no
está basada en otra cosa que no sea la realidad vivida en el día a día
por las personas que son víctimas de maltrato, que desconocen sus
derechos o que llevan consigo experiencias traumáticas de su infancia
que condicionan su forma de interactuar con su medio. Siendo que
muchas de las agresiones llegan a ser incluso letales, nuestra labor
como terapeutas está centrada en despertar su toma de conciencia y
partir hacia una nueva y mejor forma de vida, pero sin violencia. Este
programa de rehabilitación de la salud familiar basado en aceptar la
corresponsabilidad en los procesos de violencia familiar es una imagen
nueva del proceso de enfrentamiento contra el maltrato.
En cuanto a los resultados, del grupo de inicio el 50% volvió a su
forma de vida, mientras que otro 25% ciertamente se separó de la pareja

378
97. Corresponsabilidad en los procesos de violencia. Taller con mujeres...

agresora, pero en algunos casos al asumir una nueva relación cayeron en


lo mismo. Un 10% sigue sola, afrontando el cuidado y atención de su
familia, y el otro grupo aún permanece en la asociación, con su pareja,
asistiendo regularmente a terapia junto a su familia.

379
98. Los hombres también
necesitan hablar

Intervención con hombres agresores

Gerardo Chandía Garrido18

Durante el año 2008 se comienza a gestar la idea de trabajar con


hombres denominados, en ese tiempo, como agresores. Desde ahí, la
Fundación Crate junto a la Fiscalía Regional del Maule generan un
proyecto inédito a nivel nacional en relación al trabajo psicosocial di-
rigido a todos aquellos hombres que habían presentado conductas de
tipo violentas en el ámbito previsto por la ley de violencia intrafamiliar
y que se encontraran procesados judicialmente a partir de estas, siendo
objeto de una medida de suspensión condicional del procedimiento por
parte del juez de garantía correspondiente. Es decir, el participar del
taller se convertía en una salida alternativa al proceso judicial, estable-
ciéndose un contexto coercitivo de participación.
El objetivo general de la intervención era el siguiente: facilitar
procesos motivacionales conducentes a la visibilización y responsabi-
lización de las conductas violentas de hombres agresores, propiciando
que se sienten en ellos las bases motivacionales de necesidad de cambio
para el establecimiento de estilos de relación saludable, buscando e
integrándose a otras alternativas terapéuticas al efecto. Sin duda un
objetivo ambicioso, más pensando en que estamos en un contexto de
hace ocho años atrás, cuando las políticas públicas no incorporaban
a los varones dentro de los procesos de intervención en el ámbito de
violencia intrafamiliar.
Como metodología se contaba con la realización de una sesión
individual al comienzo y al final de la intervención, con el objeto de es-
tablecer la línea base y posteriormente evaluar la intervención, y además
12 sesiones en modalidad grupal. La dupla a cargo de la intervención
debía ser mixta y es ahí donde aparece mi participación, siendo invitado
a diseñar las intervenciones. Si bien originalmente se pensaba en una

18
Magíster en Salud Mental Infanto-juvenil, Universidad Católica del Maule, Talca, Chile.
Académico, Departamento de Psicología, Universidad Católica del Maule, Talca, Chile.

381
Gerardo Chandía Garrido

intervención desde un modelo socioeducativo con técnicas cognitivo


conductuales, mi mirada teórica, que entiende la realidad desde ojos sis-
témicos, me llevaron a proponer, dentro de lo posible, una intervención
que incorpore esta variable, entendiendo el fenómeno de la violencia
como una conflictiva en la dinámica relacional que se establece entre
dos personas a través del intento de ejercer poder y control sobre la otra
persona, pero que sin duda el sistema familiar, el entorno, la comunidad
y la sociedad en general influyen, en menor o mayor grado, en la génesis
y mantenimiento de este tipo de dinámicas.
No fue fácil. El contexto coercitivo de la intervención generaba en
algunos casos una escasa motivación; muchos quizás solo asistieron
para poder cumplir por lo ordenado por el juez, pero hubieron algunos,
pocos quizás, que vieron en la intervención una oportunidad para poder
expresarse y compartir con otros hombres el fenómeno de la violencia
intrafamiliar, siendo capaces de expresar rabias, enojos, molestias, frus-
traciones, tristezas, injusticias, alegrías, entre otras emociones, además
entendiendo que el fenómeno de violencia es multicausal, que depende
de sus propias historias, de esta mochila cargada de momentos pocos
agradables para la mayoría, pero que lograban vincularlas con su
situación actual, que depende del estilo relacional establecido con sus
parejas, que depende de los privilegios y estereotipos de género adqui-
ridos por el solo hecho de nacer hombre, que depende de un entorno
que te impone y exige muchas veces ejercer poder, de una sociedad que
te dice que el ser hombre significa ser fuerte, competitivo, poderoso,
exitoso, pero que no te enseña que el ser hombre también es ser débil,
ser cariñoso, ser expresivo emocionalmente.
En ese momento me conformaba con que un participante de cada
taller lograra ver esto y creo que se logró. Se puso una especie de se-
millita para conseguir que este proceso siga creciendo. Cabe señalar
que de este proyecto piloto a nivel nacional se sentaron las bases para
los proyectos de intervención con hombres que ejercen violencia del
Servicio Nacional de la Mujer (hoy ministerio), intervención hoy en día
convertida en una oferta a nivel nacional.
Por otra parte, personalmente generó y comenzó a gestar en mí el
interés por las «masculinidades», hoy convertida en mi línea de investi-
gación desde la academia, pero también desde mis vivencias personales
como hijo, pareja, futuro padre, compañero de trabajo, etc., que me
han llevado a participar de forma activa de un «colectivo de hombres
anti patriarcales» de la ciudad de Talca, uno de los pocos movimientos
a nivel nacional de varones que promueven el diálogo y la reflexión en
torno a la temática. Y justamente esta lucidez me ha permitido reforzar
la idea que los hombres también necesitan espacios para conversar;

382
98. Los hombres también necesitan hablar. Intervención con hombres...

necesitan espacios para expresar sus temores sin ser juzgados para
mostrar sus debilidades sin ser tratados de «poco hombre», de llorar sin
el prejuicio de ser vistos como «afeminados», de reflexionar en torno
a que todavía no somos capaces de desprendernos de estereotipos y
privilegios de género, pero que estamos en eso, que a través del diálogo
y la reflexión es posible intentar avanzar en convertir la relación entre
hombres y mujeres en relaciones con equidad donde cada uno tiene sus
particularidades, no pretendemos ser iguales, pero sí debemos intentar
tener los mismos derechos y oportunidades de desarrollo, que en hoy en
día generan en el hombre el seguir manteniendo una dinámica de poder
de la cual nos quedan probablemente varias décadas para despojarnos.
La idea está, interesados hay, lugares se están formando: solo hay que
mantener la convicción y entender que si logramos que las relaciones
entre las personas sea desde una dinámica relacional de equidad, las
dinámicas de violencia disminuirían considerablemente.

383
99. «Estamos como el vino»

Taller de manejo de la ansiedad


en adultos mayores

Valeska Inostroza Iturra19

Las arrugas del espíritu nos hacen más viejos


que las de la cara.
(Michel Eyquem de la Montaigne)

A continuación compartiré mi experiencia en la realización del


taller «Estamos como el vino» con los integrantes de una agrupación
de adultos mayores de Talcahuano, Chile, cuya finalidad era disminuir
sentimientos de ansiedad y enfrentar situaciones ansiógenas con estra-
tegias más adaptativas. Para diseñar el taller consideramos todos los
temas de interés de los participantes, trabajando de este modo con las
necesidades sentidas del grupo. Finalmente elaboramos un taller de solo
cinco sesiones, de frecuencia semanal.
Uno de los medios que utilizamos para este trabajo fue fomentar
la expresión de sus vivencias, ya que muchos se encontraban en esta
etapa con altos niveles de ansiedad, por factores como la interrupción
de la vida laboral, la disgregación de algunos vínculos familiares y la
tendencia al aislamiento por la disminución en sus capacidades físicas
o psicológicas.
Quiero presentar parte de las actividades que realizamos con ellos;
por ejemplo, el uso de una técnica para facilitar la expresión emocional
que llamamos «la máscara», en la que cada miembro del grupo con-
feccionó una máscara que representaba su emoción. Estas máscaras
fueron confeccionadas con plastilina. Una vez que las máscaras estaban
terminadas, los participantes comentaron sobre su respuesta emocional
a las máscaras de los otros y eso se comparó con las emociones que el
creador trataba de representar. Esto les ayudó a expresar la turbulencia
19
Psicóloga, Universidad Santo Tomás, Concepción, Chile. Psicóloga SEP en Escuela Héroes
del Itata, Quillón, Chile.

385
Valeska Inostroza Iturra

emocional, así como a examinar la diferencia de percepción entre todos


respecto a cada antifaz.
También usamos la psicoeducación, con la finalidad de mostrarles
cómo sus pensamientos los llevaban a sentir más o menos ansiedad.
Les enseñamos la técnica de respiración diafragmática para que cuen-
ten con una herramienta útil y rápida para disminuir sus noveles de
activación, en caso de necesitarlo. Además, les asignábamos tareas en
cada sesión que se revisaban al principio de la siguiente; una de ellas
fue la tarea de búsqueda de excepciones, que elaboramos inspirados en
la terapia breve centrada en soluciones, y que prescribimos así: «Entre
esta sesión y la próxima deben estar atentos a todos los momentos en
los que ocurra una mejoría en su nivel de ansiedad; momentos relajan-
tes, agradables, divertidos, o cualquier otro que hayan disfrutado». En
rigor, les pedimos que estuvieran atentos a todas las ocasiones en las
que se dé una excepción, es decir, en las que en vez del problema se dé
alguna de las conductas alternativas que desean. A la siguiente sesión,
muchos de los participantes fueron capaces de darse cuenta, al momento
de relatar sus excepciones, de acciones que realizaron en forma distinta
y que podían volver a repetir para sentirse mejor, lo que favorecía la
disminución de la ansiedad.
Como última sesión se hizo un ritual para despedirse del proble-
ma y permitir la expresión de emociones. Para ello, cada participante
expuso sobre las diferencias que habían notado en su vida desde que
comenzamos el proceso. Luego se dirigían a un objeto que evocaba sus
niveles previos de ansiedad y se despedían de él.
En conclusión, los adultos mayores tienen mucho que aportar a
los más jóvenes. Me sorprendió, por ejemplo, el dinamismo y esponta-
neidad al realizar las diversas actividades; creo que es muy importante
estimularlos porque son una caja de sorpresas, a pesar de algunas
limitaciones físicas. Fue muy gratificante trabajar con este grupo de
personas, escuchar sus diálogos sabios, conocer sus historias de vida y
constatar cómo las decisiones pueden cambiar nuestro destino y –por
qué no decirlo– nuestra felicidad.
Los supuestos obstáculos con los que nos encontraríamos no eran
más que prejuicios transmitidos por la sociedad. La sociedad posee una
connotación negativa que solo se explica con la cultura que desconoce
y rechaza una etapa vital tan normal como sus antecesoras. Yo creo
que son un tesoro y tenemos mucho que aprender de ellos. Me deja una
satisfacción al contribuir y direccionar a este grupo de personas, pero
a su vez creo que fui yo la más nutrida de esta experiencia, tesoros de
sabiduría y amor.

386
100. Lo único constante es el cambio

Aprendizaje del modelo centrado


en soluciones en un grupo de terapeutas

María Amelia Barrera20

Las personas que participaron en esta experiencia de grupo tenían


un objetivo común: aumentar su habilidad en hacer psicoterapia sisté-
mica en el modelo centrado en soluciones. Mi objetivo era colaborarles
en este proceso.
Así iniciamos un camino en el que seríamos tocados todos: al final
de este semestre no seríamos los mismos.
«Por favor, cada uno escriba lo siguiente: ¿cómo van a pensar, ac-
tuar y sentir una vez terminado este semestre y con relación al proceso
que nos aboca?».
Cada uno de los participantes hizo un registro escrito; conectándose
con sus intereses, generaron un proyecto personal y grupal. Escribieron
con detalle y luego lo compartieron en voz alta. Y aun cuando yo no
escribí un objetivo, tenía claro que era una parte importante del proceso
y que estos encuentros tienen doble dirección.
«Aplicaría las técnicas con soltura», «trabajaría este modelo con
diversos tipos de consultantes», «haría la pregunta del milagro en el
momento preciso y sabría preguntar». Cada uno exponía sus objeti-
vos, mientras más de algo gracioso dicho a la pasada hacía soltar las
carcajadas de todos, evidenciando la característica principal de este
grupo: su risa.
La segunda actividad fue contestar un cuestionario, una medida
personal más que objetiva:
«Realizo eco-word», «aplico el yes set con espontaneidad», «sé
conducir un paso tras el cliente». Una a una las preguntas cumplen el
objetivo de abrir los registros de progreso personal: «¿Debo trabajar en
ello?» o «¿lo he logrado?» o «¿lo hago con excelencia?», se preguntaban
a sí mismos mientras sus ojos recorren el cuestionario.

20
Psicóloga, Universidad de Chile, Santiago, Chile. Directora Centro Sol Instituto, Santiago,
Chile.

387
María Amelia Barrera

Finalizadas estas dos actividades, recién entonces marco el inicio.


Con aprehensiones, dudas, ganas, seguridades y/o deseos de ser
reconocido, cada uno presentaba los casos que estaban atendiendo,
esforzándose por relatarlos desde la mirada centrada en soluciones que,
dicho sea de paso, no resulta fácil de hacer.
Durante las sesiones posteriores el grupo toma fuerza como tal.
Todos comienzan a colaborar desde sus propias distinciones y obser-
vaciones. «¿Preguntaste esto? ¿Y si marcas este aspecto? Tal vez te
faltó preguntar por más excepciones… ¡Fíjate que esta persona tiene la
capacidad de darse cuenta!». Brotan las ideas, que parecen contagiosas;
es como si una idea expresada despertara en los demás la posibilidad
de mostrar las suyas.
También brotan las devoluciones al terapeuta aprendiz: «¡Bien,
lograste mantenerte firme preguntando por las excepciones!», «opino
que… lo hizo muy bien porque logró que la consultante se moviera de
su postura y por fin sonriera…». yo ya observó los inicios de la mirada
de recursos.
Lentamente, casi sin darnos cuenta, fuimos cambiando como tera-
peutas y como personas. Al igual que los movimientos de los cuerpos
celestes en el cielo, todos nos movemos: la tierra rota y se traslada
alrededor del sol, y el sistema solar se traslada alrededor de la galaxia,
la vía láctea se traslada alrededor del grupo de galaxias al que pertene-
cemos, que a su vez se traslada…
«El terapeuta intenta mover al consultante, y en este proceso él
también se mueve, y quienes participamos del grupo de supervisión
también nos movemos con su historia y su proceso…».
A una de estas sesiones invité a una colega que deseaba conocer
el funcionamiento del grupo. Ese día el trabajo fue emocionante. Con
relación al caso de una chica adolescente, Betsy (una persona del grupo),
alarmada por la posibilidad de abuso, expone sus aprehensiones: «¿No
será conveniente averiguar sobre la posibilidad de abuso? El modelo
plantea no profundizar en el problema… ¿y si es necesario hacerlo?».
Me pareció esencial esa pregunta y me alegré que se haya hecho,
puesto que a más de alguien le surgirían dudas similares. Todos par-
ticipamos del debate, intercambiamos ideas y las analizamos desde la
teoría y la práctica. La duda no era superficial. Al final de la sesión el
convencimiento de Betsy no fue total; aún quedaban dudas que resolver,
mientras que otros ajustaron sus ideas con mayor rapidez. Posterior
al encuentro, mi colega invitada me plantea que «quedó mal instalado
en los colegas la idea de no profundizar en el problema». Sorprendida
por su reflexión, pensé: «No hay conocimientos mal instalados, solo

388
100. Lo único constante es el cambio. Aprendizaje del modelo centrado...

distintos peldaños en la escala del cambio», y ambas coincidimos en la


importancia de volver a hablar del tema.
En esa ocasión Betsy fue tocada, inmersa en su reflexión tratando
de calzar sus valores y conocimientos previos a los nuevos. Los otros
colegas también fueron movidos por la reflexión. Y nosotras, las su-
pervisoras, también salimos reflexionando sobre lo amplio que abarca
la inclusión de una nueva mirada. Betsy y otros han vuelto a preguntar
por temas importantes: «¿Y si un chico dice que se quiere suicidar?».
Espero con ansias más preguntas que nos hagan reflexionar. Solo así
nos alejaremos de la posibilidad de dejar de estar con otros en una
postura activa. Todos en movimiento porque, finalmente, «lo único
constante es el cambio».

389
101. Lambert y colaboradores acuden
en auxilio

Cambios inesperados en terapia


efectuada por aprendices

Enrique Chávez Matos21

En mi condición de docente, culminaba «Psicoterapia I» confesando


que la asignatura, tal como la llevamos de acuerdo al sílabo, había sido
una estafa. De acuerdo al sílabo, conocimos las principales corrientes
psicoterapéuticas: psicodinámica, conductual, cognitiva, humanista y
sistémica. En verdad, decía a mis estudiantes, solo aprendimos el 15%
sobre lo que cambia a las personas en psicoterapia. Continuaba mi
exposición y les señalaba que un grupo de investigadores al mando
de Michael Lambert habían determinado los factores del cambio te-
rapéutico de la siguiente manera: factores del cliente (40%), factores
de la relación (30%), factores de expectativa/placebo (15%) y factores
del modelo, o teoría y técnicas del modelo (15%). Entonces entendían
cuál era ese 15% que aprendieron en el curso. Les reconfortaba a mis
estudiantes diciéndoles que con probabilidad la estafa se repetía en la
mayoría de facultades de psicología de este país y del mundo.
En «Psicoterapia II» programé que grupos de estudiantes atendie-
ran casos leves y moderados de problemas o trastornos psicológicos,
con supervisión en vivo de mi parte a través de un circuito cerrado de
televisión. La intención predominante era que los estudiantes aplica-
ran técnicas terapéuticas enseñadas y practicadas con juego de roles
en «Psicoterapia I», pero también promocionando los demás factores
mencionados por Lambert y colaboradores. Para mi asombro, en las
primeras sesiones la mayoría de los usuarios informaban que realmente
estaban cambiando y resolviendo sus problemas. El asombro era porque
los estudiantes de pregrado solo tuvieron 32 horas de clases teóricas y
32 horas de clases prácticas, basadas en aprender habilidades básicas
de relación y sobre todo en aprender técnicas terapéuticas.
21
Licenciado en Psicología. Docente de la Universidad Nacional Hermilio Valdizán, Huá-
nuco, Perú. Director del Centro de Psicoterapia Breve de la ciudad de Huánuco, Perú.

391
Enrique Chávez Matos

En las siguientes sesiones, entre la quinta y sexta, y ante la per-


sistencia de informes de cambios por parte de los usuarios, abandoné
mi incredulidad y me puse a pensar con mayor detenimiento en lo
que estaba pasando. Realmente de ex post facto revisé las directrices
comunes que había sugerido como docente para la realización de las
prácticas, las cuales se revelaron:
Primero, y principalmente, establecer una buena relación terapéuti-
ca a través de la actitud terapéutica propuesta por Carl Rogers y de ser
un buen anfitrión; segundo, determinar si el consultante es comprador
de terapia, visitante o demandante y lograr que, en caso de ser estos dos
últimos, convertirlos en el primer tipo de consultante; tercero, trabajar
un problema bien determinado y uno a la vez de acuerdo a la preferencia
del cliente y nada de entregar etiquetas diagnósticas; cuarto, trabajar
con el objetivo bien especificado que plantee el usuario; quinto, crear
expectativa, sobre todo al inicio de la sesión, fomentando la idea en el
cliente que está siendo atendido por un equipo, donde cinco cerebros
piensan mejor que uno; y sexto, aplicar la técnica, sea del modelo que
fuese, de manera muy informada y precisa.
Además, sobre la marcha de las atenciones aumentaron algunos
lineamientos, como por ejemplo utilizar siempre al final de cada sesión
el elogio, proveniente de la terapia breve centrada en soluciones. A
propósito, el momento más especial que observaba en las sesiones era
cuando el estudiante ofrecía el elogio al usuario, en quien se observaba
en su rostro satisfacción e incluso orgullo. Creo que el elogio atravesaba
todos los factores señalados por Lambert y colaboradores: en factor
cliente, porque señalaba recursos y acciones que el cliente emprendía
incluso fuera del contexto terapéutico; en factor relación, porque se-
ñalaba un reconocimiento sincero y estimulante del estudiante hacia el
usuario; en factor expectativa/placebo, porque se le atribuía al usuario
la responsabilidad de los cambios presentes; y en factor técnica, porque
se entregaba el elogio a manera de un regalo bien pensado.
En suma, concebí que la propuesta del grupo de Lambert dirigía
el actuar y pensar de los estudiantes en las sesiones de psicoterapia, y
también mi actuación como supervisor y guía de esas sesiones, de seguro
implementada con criterios que compartían los modelos de la terapia
sistémica breve. Concluí que los cambios terapéuticos que informaban
los usuarios, en mi criterio, tenían un buen respaldo en los factores del
cliente, relación, expectativa/placebo y técnica, las cuales se desenca-
denaban en las prácticas.
Cabe mencionar que incluso la retroalimentación a los estudian-
tes respecto a sus sesiones incluía sobre todo el elogio acerca de lo
que realmente hacían bien. Este también era un trabajo en el cual yo

392
101. Lambert y colaboradores acuden en auxilio. Cambios inesperados...

intervenía sobre la marcha, ofreciendo a cada grupo de estudiantes


material bibliográfico y discusiones según sus necesidades.
Y, sobre la marcha, en ese interés de captar datos numéricos sobre
lo que estaba pasando en las sesiones, casi por finalizar las prácticas
de sesiones de terapia, que tenían periodicidad quincenal y abarcaban
tres meses, decidí con fines clínicos, más que de investigación científica,
medir resultados. Construí dos escalas de tipo visual análoga: una para
medir efectividad de la psicoterapia (inspirado por el trabajo de Scott
Miller) y otra para medir a qué atribuyen los clientes los cambios que
se producen en las sesiones (inspirado en los hallazgos de Lambert).
Finalizadas las atenciones a los usuarios de las prácticas de «Psico-
terapia II», apliqué las escalas. Efectivamente, los usuarios se calificaban
por encima de la media de sentir y hacer bien en diferentes áreas de su
persona y, vaya sorpresa, los usuarios sabían que el cambio es bastante
mérito propio y no solo del practicante de psicoterapia y su profesor,
además que validaban la actuación de los otros factores de cambio te-
rapéutico señalados por Lambert. Repetí la experiencia en el siguiente
año académico y –también vaya sorpresa– los resultados eran similares.
A partir de la primera experiencia de esta formación básica y sobre
la marcha, cuento a manera de anécdota esta historia en detalle a los
que ingresan a «Psicoterapia II» para enfatizar en que hay factores es-
pecíficos (los de menos peso y muy enseñados) y factores inespecíficos
(los de más peso y poco enseñados) que interactúan para lograr cambios
terapéuticos, pero más lo cuento para que sepan a qué deben atenerse y
qué es lo que espero: más cambios terapéuticos en sus futuros clientes.

393
Este libro se terminó de imprimir
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RIL® editores • Donnebaum


Teléfono: 22 22 38 100 / ril@rileditores.com
Santiago de Chile, marzo de 2018
Se utilizó tecnología de última generación que reduce
el impacto medioambiental, pues ocupa estrictamente el
papel necesario para su producción, y se aplicaron altos
estándares para la gestión y reciclaje de desechos en
toda la cadena de producción.
E n los congresos de terapia sistémica realizados en los países latinoameri-
canos ha quedado en evidencia que los psicoterapeutas sistémicos enfren-
tamos demandas de los y las consultantes aquejados por sufrimientos cuyo
sentido solo será comprendido si se considera el contexto cultural donde se
producen.
Este libro presenta el abordaje terapéutico sistémico utilizado en distin-
tos países americanos: Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador, México y Perú. Nos
muestra las características singulares del psicoterapeuta latino –creatividad,
entusiasmo, apasionamiento y entrega–, y queda claro: la persona está sobre
el modelo. La tendencia es trabajar desde la humildad y reverencia ante el
sufrimiento para poder jugar irreverentemente con los síntomas.

Bismarck Pinto

ISBN 978-956-01-0499-1

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