Terapía Posmederna Trabajo
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POSMODERNAS
PSICOLOGÍA CLÍNICA
TERAPIAS POSMODERNAS
Según indicadores acerca de la bibliografía utilizada por los autores se refiere a una
nueva “forma de pensar”
Esto es que han abandonado gradualmente su postura epistemológica para abrazar
gradualmente nuevas perspectivas, analogías o discursos.
Otra característica de esta tendencia es precisamente, la posibilidad que brinda para
abrirnos a la eventual aceptación de otras perspectivas.
Por ello más que una teoría completamente delineada o conceptualmente cerrada, se
trata más bien de una orientación que está dejando la puerta abierta para dejar entrar
otros discursos e interpretaciones que, a su vez, nos permiten derivar mecanismos más
adecuados para ayudar a las personas con “problemas de la vida”
En los años 60´s y 70´s del siglo pasado, básicamente en los 80´s es cuando el
construccionismo social empezó a delinearse conceptualmente, primero en las
universidades, para posteriormente emigrar al campo de lo familiar. Se trata de una
aproximación con un estrecho vínculo conceptual dentro del campo de la filosofía y de
la sociología, como se puede ver en la propuesta original sobre la construcción social de
la realidad, aunque las particularidades de esta novedosa aproximación se
desarrollaron en el campo de la psicología social.
El movimiento construccionista social, es desde sus inicios buscó distanciarse de las
interpretaciones cognoscitivistas y biologicistas de la psicología, pero, además, que
pretendía presentar un frente común en contra de las posturas positivistas
dominantes.
También este movimiento tiene una perspectiva que, aunque se pueden identificar
interesantes puntos de contacto con el constructivismo, sobre todo en su
“transición” al ámbito de la terapia familiar, considerando que son formas de pensar,
pero, sobre todo que van de la mano sobre tendencias conceptuales y pragmáticas
diferentes.
Así, en 1985 Kenneth Gergen hizo la siguiente distinción:
“Aunque el termino constructivismo se utiliza para referirse al mismo movimiento,
este igualmente es utilizado para referirse a la teoría Piagetiana, a una forma de la
teoría conceptual, y a un movimiento significativo del arte del siglo XX. El término
“construccionismo “evita estas confusiones y facilita su eslabonamiento con el volumen
seminal de Berger y Luckmann, La Construcción Social de la Realidad.
Aunque muchas personas, confundieron esta teoría con el constructivismo, las dos
posiciones son muy diferentes. Existe un terreno común porque ambas se oponen a la
idea “modernista” de que existe un mundo real que se puede conocer con certeza
objetiva. Sin embargo, las creencias representadas por el constructivismo promueven
una imagen del sistema nervioso como una maquina cerrada. Según esta idea, las
percepciones y los constructos toman forma a medida que el organismo se golpea
contra su entorno.
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TERAPIAS POSMODERNAS
Los teóricos de la construcción social, por el contrario, creen que las ideas, los
conceptos y los recuerdos surgen del intercambio social y son mediados por el lenguaje.
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TERAPIAS POSMODERNAS
Esto implica que los significados son transitorios, cambiantes, de momento a momento,
en la conversación. Como el barro, los significados están constantemente “en
construcción” desde este punto de vista. Las “verdades” últimas o fundamentales son
vistas con gran escepticismo por los construccionistas sociales.
Este abordaje terapéutico tiene su origen en los años 70 en Galveston, Texas (EUA)
con un equipo interdisciplinario dirigido por el Dr. Harry Goolishian trabajaba de
manera intensiva con adolescentes en crisis, sus familias y otros profesionistas
involucrados en el caso.
Harlene Anderson y Harold Goolishian (1988) ofrecieron al mundo de la Terapia
familiar una perspectiva nueva para pensar en los «sistemas». Propusieron que los
sistemas humanos son «sistemas de lenguaje generadores de significados».
Los sistemas de lenguaje están integrados por las personas que están teniendo
conversaciones entorno a alguna preocupación, objetivo o «relevancia».
La pertenencia a este tipo de sistemas puede ser fluida o cambiar, ya que no
necesariamente está determinada por roles sociales o vínculos familiares, sino que
depende de quién esté hablando con quién sobre un asunto importante para ambos.
Un terapeuta que trabaja con esta concepción de los sistemas frecuentemente les
pregunta a sus clientes con quién ha hablado sobre sus preocupaciones y qué impacto
han tenido estas conversaciones.
Desde esta perspectiva, la distinción entre terapia individual, terapia de pareja y
terapia familiar no es muy relevante. Sí lo es, en cambio, la pregunta formulada por
Tom Andersen (en Anderson, 1997)
«¿Quién debe estar hablando con quién, ¿cuándo?, ¿dónde y sobre qué?».
Con frecuencia se le pregunta al cliente quién cree que debería estar presente en la
siguiente sesión.
Anderson, desde una postura socioconstruccionista, dice que «hay tantas
observaciones, descripciones, comprensiones y explicaciones de un problema...como
hay personas comunicándose consigo mismas o con otros al respecto». Una parte
importante de la terapia colaborativa es abrir espacio para que se puedan expresar
todas estas perspectivas y las ideas de todos los participantes en la conversación. La
terapia colaborativa no tiene una serie de técnicas específicas o ciertos pasos a seguir.
Harlene Anderson (1997, 2003) enfatiza que se trata más bien de una filosofía o
postura respecto a la gente, a las personas que nos consultan y cómo nos relacionamos
con ellos. Postula que esta postura filosófica se manifiesta en una actitud que le
comunica al otro que vale la pena escuchar lo que tiene que decir, que lo vemos como
un ser humano único y no lo categorizamos como miembro de cierto grupo o tipo de
personas. Si un terapeuta cree esto, se conectará de forma auténtica con el otro y
podrá colaborar y construir con él en un proceso terapéutico participativo, colaborativo
y poco jerárquico.
Otro aspecto importante de este enfoque es que supone que la mayoría de las personas
valoran y quieren tener relaciones exitosas y una buena calidad de vida (Anderson,
2003).
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El Equipo Reflexivo (ER) surgió en la década de 1970 en Noruega, país donde los
servicios de salud - incluyendo la atención psiquiátrica y psicológica- son públicos y
reciben el apoyo económico del estado.
Tomó como base los modelos de pensamiento y de trabajo de Bateson, BülowHansen,
Jay Haley, Salvador Minuchin, Paul Watzlavick, Ackermann, Boscolo, Cecchin,
Seligman, Cade, Penn, Anderson, Goolishan, Hoffman, Maturana, Varela, y otros
teóricos del modelo sistémico.
Se fundamenta en la cibernética de segundo orden, o cibernética de segunda
generación. Ésta plantea que:
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➢ Como no es posible considerar una parte del fenómeno separada de las otras, el
terapeuta (y el ER) no mantiene una posición externa al, e independiente del
paciente simplemente como observador del fenómeno, sino que se mantiene en
interdependencia, y forma parte del mismo sistema. (El observador está dentro
de lo observado y por lo tanto no es posible la objetividad, ni la neutralidad).
➢ El terapeuta (y el ER) no trabaja con el problema, sino con la comprensión que
el paciente tiene del problema.
➢ La comprensión que el paciente tiene del problema no es una versión definitiva,
sino sólo una de muchas versiones posibles.
➢ El cambio personal no se predecible porque no se puede dirigir desde afuera,
sino que el cambio personal se desarrolla espontáneamente desde adentro del
paciente y el terapeuta no puede saber cómo será o cuándo ocurrirá.
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TERAPIAS POSMODERNAS
William D. Lax
Aunque el modelo del equipo reflexivo (Andersen, 1987) es bastante nuevo, ya ha sido
incorporado a una gran variedad de contextos clínicos.
Los terapeutas y teóricos en el campo de la terapia de familia reconocen el papel y la
importancia de la entrevista inicial en la terapia, y se han desarrollado numerosas
descripciones de los procesos de toma de datos.
La literatura apoya una variedad de enfoques diferentes, incluyendo la clara definición
de los problemas al inicio de la terapia (Haley,1976), la formulación y revisión de los
objetivos y las hipótesis (Selvini Palazzoli, Boscolo, Cecchin, y Prata, 1980; Weber,
McKeever y McDanie1,1985), reunirse con el sistema familiar (Minuchin, 1974), y
alentar al terapeuta a ser activo y directivo en la sesión y a estar muy bien preparado
antes de la entrevista (Bryant, 1984).
Mientras el modelo del equipo reflexivo sigue algunos enfoques y suposiciones básicos
que se han desarrollado-en terapia de familia especialmente los de la escuela de Milán,
reexamina algunas de estas ideas y ofrece nuevas formas de pensar y nuevos
procedimientos para la entrevista inicial (véase Andersen; 1987; Lax y Lussardi, 1988;
Miller y Lax,1988).
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TERAPIAS POSMODERNAS
Según Cecchin un estado de curiosidad implica que el terapeuta esta siempre atento
y abierto a la novedad, sin dejarse seducir por el principio de verdad; neutralidad
entonces ya no es una actitud sino un estado mental del terapeuta.
La curiosidad del terapeuta lo lleva a experimentar e inventar puntos de vista y
posiciones alternativas, las cuales a su vez generan curiosidad.
Es en este estilo recursivo que neutralidad y curiosidad se contextualizan
recíprocamente, en el intento de producir diferencias con un no acatamiento
concomitante a ninguna posición particular (Cecchin, 1987).
Más tarde Cecchin (1992/2002) hace derivar la noción de curiosidad en irreverencia.
Con esto intenta resolver algunos dilemas del posmodernismo (terapeuta experto v/s
no experto).
Sus intentos relevan la posibilidad de un terapeuta más creativo y dispuesto a
formular hipótesis ligadas al contexto, en vez de crear interpretaciones conectadas con
ideas fuertes y estructuradas.
Así, la irreverencia supone un distanciamiento del terapeuta con cualquier lente que
se interponga en la relación con el otro y que, erróneamente, invite a éste a entender
que existe un modo “correcto” que indica lo que “debe” hacer frente a cierta situación,
lo que además eventualmente podría también hacerlo caer en una experticia respecto
al otro (Cecchin, Lane & Ray, 1992/2002).
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Por ejemplo, tenemos las prácticas terapéuticas de White y Epston (1990). Han
generado una acción que le da autenticidad a las narrativas emergentes: llevan a cabo
celebraciones, dan premios en presencia de los seres queridos, inventan maneras
interesantes de anunciar una transición de un estado a otro.
White está siempre en busca de gente que pertenezca al "Club de tu vida". Todo el que
lo desee puede pertenecer, vivo o muerto, real o imaginario. Madigan y Epston (1995)
ayudan a clientes con trastornos en el comer a que establezcan grupos de apoyo con
orientación política.
Newman y Holzman (1999), terapeutas sociales, ayudan a que sus clientes se
conviertan en activistas políticos con el fin de aumentar su control sobre los eventos
que les despedazan sus vidas.
Así, si se pone el énfasis en la acción práctica se aprecian apreciar más las prácticas de
terapia familiar y las de grupo, ya que con esto se introduce directamente el discurso
individual en el dominio público, haciendo evidentes sus consecuencias pragmáticas.
También pueden ser muy exitosas las terapias que utilizan el role-playing como
técnica terapéutica.
Si están bien dirigidas el cliente aprende a expresarse mejor socialmente; si no lo
están, incorpora acciones ajenas a su vocabulario y a sus relaciones. En fin, una gran
oportunidad para el futuro desarrollo de la profesión está en las consecuencias
pragmáticas de la conversación terapéutica.
Básicamente nos dice que el construccionismo plantea que todos los tipos de
conocimiento pueden ser vistos como versiones consensuadas de realidad, producto de
la interacción y negociación interpersonal, en donde el significado no sería un
"producto de la mente", sino que sería creado y sólo posible en el contexto del discurso
que lo sustenta (Gergen, 1985).
En otras palabras, el construccionismo plantea que el nivel en donde el significado es
generado y actualizado es externo al individuo, perteneciendo a la dimensión
interpersonal - social. Es debido a esta noción de locus de significado externo que en la
psicoterapia construccionista las problemáticas del paciente son referidas de manera
externa al dominio inmediato de su funcionamiento individual, y explicados como
producto de una dinámica dolorosa, un impasse, entre la narrativa que define al
paciente y el discurso más general en el que se desenvuelve.
De este punto de vista, el self es una construcción en el diálogo (Fishbane, 2001), un
producto del diálogo entre el individuo, él mismo y los otros.
Según Kenneth Gergen, no existe un self que pueda ser medido o experimentado por
los otros (Gergen, 1985; Madigan, 1996; Fishbane, 2001), sino que surge del diálogo
entre los individuos y las instituciones que crean.
Gergen llama a este concepto postmoderno del sí mismo el "self relacional": una
intersección vacía cuyos límites difunden mucho más allá de la corporalidad del
individuo.
Dado que el self es dialógico, estaría narrativamente fraccionado, es decir, compuesto
por múltiples "voces" muchas veces contradictorias, que, si bien no tendrían una
integración centralizada, sí estarían ordenadas jerárquicamente (Hermans, 1996;
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