Resumen Capítulo 2 Consejeria Pastoral
Resumen Capítulo 2 Consejeria Pastoral
Resumen Capítulo 2 Consejeria Pastoral
b. Cada persona es un ser único. En un sentido, todas las personas tienen rasgos en común y por
lo tanto pueden ser estudiadas. Pero cada persona es algo diferente, y para entenderla cabalmente
es necesario conocer sus capacidades especiales, su fondo y sus experiencias
c. Todo proceder o conducta humana tiene un propósito o meta. Los móviles del proceder son
múltiples, complejos y relacionados los unos con los otros. Hay conducta motivada
inconscientemente, otra motivada por'experiencias pasadas, y otra por la esperanza del futuro.
Entenderemos a la persona en la medida en que entendamos sus móviles y metas.
d. Los sentimientos nos dan indicios en cuanto a los problemas humanos y a la naturaleza e
intensidad de las necesidades. No todas las personas sienten lo mismo acerca de la misma
experiencia. Algunas se conforman, otras reaccionan negativamente, etc.
e. La vida y la personalidad de una persona constan de todos sus componentes. No se puede
separar ni aislar una experiencia o una parte de su vida, de las otras áreas de su experiencia. Lo
que experimenta sicológicamente, le afecta físicamente.
f. Cada persona es una parte de su medio ambiente. Su condición económica y cultural, las
costumbres y normas de su cultura así como sus compañeros, todo esto afecta sus actitudes y su
proceder.
g. La vida de una persona consta de progresivas etapas de desarrollo. Todas las etapas (tales
como la niñez y la adolescencia) tienen sus caracteristicas de desarrollo.
h. El concepto que una persona tenga de sí misma es importantísimo en cuanto a adaptarse a su
situación y a otras personas, y para mantener la salud mental. Si su concepto de sí misma es
realista y sano, estará libre de mucha tensión y frustración. Pero si tiene un concepto deficiente de
sí misma, se sentirá inadecuada, inútil, y probablemente llevará una carga de culpa.
i. Puesto que la mayor parte de la conducta y de las actitudes se aprenden, también se pueden
«desaprender», es decir, es posible el reaprendizaje de las actitudes y del proceder en una
persona.
j. El verdadero amor tiene poder transformador. La necesidad más básica de la humanidad es
amar y ser amado.
Metas al asesorar:
Las metas al asesorar varían según la necesidad de la persona que busca ayuda. Lo que es una
meta para un caso, tal vez no sea la meta para otro. También el grado de éxito que se obtenga en
alcanzar las metas depende en gran medida de la naturaleza y complejidad del problema, del
grado de motivación del asesorado, y de la habilidad, preparación y experiencia del pastor.
Algunas de las metas son:
a. Disminuir las emociones destructivas, tales como ansiedad, hostilidad, enojo o angustia, de
modo que la persona pueda dirigir su energía hacia la solución del problema en vez de malgastarla
para alimentar la emoción.
b. Hacer que el asesorado vea con objetividad su problema y utilice sus propias fuerzas juntamente
con los recursos espirituales que Dios le da para enfrentarse con el problema.
c. Lograr que la persona se entienda a sí misma de manera creciente y se valore. El asesorado
debe darse cuenta de sus propios móviles, de sus puntos fuertes y débiles, y luego aceptar su
situación sin orgullo ni autoconmiseración.
d. Desarrollaren el asesorado la disposición de aceptar responsabilidades sin excusas ni quejas.
e. Mejorar las relaciones interpersonales del asesorado enseñándole a enfrentarse a su culpa, a
dominar su hostilidad, a perdonar y aceptar las faltas de otros. Ha de aprender a amar ya ser
amado, ya llevarse bien con los demás.
f. Ayudar a la persona a cambiar su actitud o su norma de valores, y luego a cambiar su conducta.
Sin embargo, el asesoramiento pastoral no procura lograr el cambio radical que intenta la
sicoterapia.
g. Apoyar al asesorado en momentos de crisis o de angustia. Cuando en la familia hay una
desgracia, una enfermedad grave o el fallecimiento de un ser amado, puede ser que se necesite el
apoyo del pastor.
h. Ayudar al asesorado a utilizar sus recursos interiores y a echar mano de los de Dios, en los
momentos de crisis. No debe acostumbrarse a depender del pastor. Tiene que aprender a vivir su
propia vida. Es contraproducente que el pastor tome las decisiones y proteja innecesariamente al
asesorado.
i. Desarrollar en el asesorado la perspectiva realista de la vida para que se dé cuenta de que todo
el mundo tiene problemas, ansiedades y desilusiones. Son cosas de la vida y uno no debe ser
abrumado por ellas.
j. Desarrollar en la persona una creciente confianza en Dios y en sí misma para enfrentar el futuro.
k. Ayudar a la persona en sus problemas espirituales, tales como dudas en cuanto a la solicitud
divina o la eficacia de la oración, y enseñarle la manera en que Dios obra. En casos de tratar con
personas inconversas, llevarlas a una experiencia de salvación.
La madurez:
Muchos problemas sociales y sicológicos resultan de la falta de madurez de carácter. Se nota que
esta falta contribuye en gran parte a las tensiones matrimoniales.
Tener madurez de carácter y personalidad es gozar de una buena salud mental. La edad madura
no siempre equivale a la madurez sicológica.
Hay pastores que llevan muchos años predicando, pero siguen mostrando rasgos de inmadurez.
Para lograr el verdadero crecimiento espiritual y sicológico, hay que hacer el esfuerzo de pasar por
un proceso lento y difícil para subsanar los problemas del carácter. Eliminar una deficiencia de
madurez es superarse.
Indicios de la falta de madurez.
1) Un carácter explosivo. El inmaduro tiene dificultad en dominar las emociones. Se enfada
fácilmente y hasta por motivos insignificantes. Es intolerante en cuanto a las pequfrñas molestias.
Demanda una, atención inmediata a sus dificultades, sin importarle los problemas que ello podría
ocasionar a los demás.
2) Autoconmiseración. Aquel que se queja porque «nadie me quiere» o porque «yo sufro más de
la cuenta», revela que no sabe enfrentarse a la realidad. Se cree merecedor de mejor suerte.
Diríge toda su atención a sí mismo y a sus problemas. Se vuelve deprimido y pesimista.
3) Necesidad constante de consuelo. Hay quienes tienen que correr a alguna persona para
encontrar alivio. Se acostumbran a esperar que alguien les aplique un poco de ungüento en sus
heridas y les asegure con tonos dulces que todo va a salir bien. Hasta que no oyen tales frases, no
pueden desempeñar sus responsabilidades.
b. Indicios de una verdadera madurez. Los ministros evangélicos tenemos la necesidad de crecer,
de alcanzar más madurez, de ser ejemplo para los demás. Hemos dado un vistazo a algunas
indicaciones de la falta de crecimiento para saber si padecemos de alguna.
1) La autosuficiencia. El niño debe aprender a hacer sus tareas sin que sus padres le acosen y le
tengan que recordar veinte veces que tiene que sentarse a preparar sus estudios. Se supone que
la esposa del ministro va a hacerle frente a la necesidad de organizar sus actividades domésticas
sin que otro le tenga que indicar cómo hacerlo, el ministro maduro sabe encontrar su suficiencia y
su propia fe en Dios, sin esperar que los demás le resuelvan sus problemas ni que el Concilio le
supla lo que necesita.
El buen pastor procura inculcar la autosuficiencia en sus propios hijos. No les prestará ayuda
innecesaria en el desempeño de sus labores cotidianas, aunque tampoco los hará sentirse
desamparados cuando verdaderamente necesitan una orientación.
El pastor tendrá la misma visión para con los creyentes ,que él orienta. Buscará cultivar en ellos la
capacidad de dirigirse a Dios por su propia cuenta y de resolver sus problemas, sin depender
siempre del apoyo moral y espiritual de los demás.
2) Llevarse bien con sus semejantes. Quien pelea siempre con todo el mundo, muestra una seria
falta de madurez. El hombre de buena salud mental sabe adaptarse a la sociedad, a la cultura y al
ambiente en que Dios lo coloca para llevar a cabo su misión. Sin hacerse esclavo de las
costumbres de la sociedad, sabe restringirse en el ejercicio de sus propios derechos para promover
una armonía entre el grupo.
En el hogar, pensará en el bienestar de la esposa antes que en su propia comodidad. Sacrificará
sus propios derechos legítimos si así los hijos reciben algún beneficio. No hay lugar para el
egoísmo en la vida del ministro maduro.
3) El autodominio. El hombre maduro sabe gobernarse en todo tiempo, aun cuando las emociones
se alteren. Mantiene un equilibrio ante el éxito lo mismo que ante el peligro o el fracaso. Nunca da
rienda suelta a sus impulsos. El gobierno de la lengua es una hermosa evidencia de la madurez de
una persona. «No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio
propio» (2 Timoteo 1:7).
4) La aceptación del sufrimiento. La vida abarca muchos sufrimientos y por ellos tiene que pasar el
ministro. Algunos obreros del Señor dan la impresión de que no saben esto. No pueden resistir
dolores físicos ni morales. Pero el que ha alcanzado un grado de madurez, soporta el sufrimiento
con valor, resignación y esperanza.
5) Una perspectiva de largo alcance. La persona madura no se impacienta al ver que no ha
alcanzado todavia sus objetivos. No se incomoda al sufrir reveses momentáneos. Está bien
dispuesta a esperar mucho tiempo su merecida recompensa.
6) Interés en el bienestar de los demás. El ministro que tiene madurez se alegra sinceramente con
el éxito de otros. En vez de monopolizar una conversación hablando de sí, escucha con atención lo
que le sucede a otra persona. Se interesa en la vida de los demás con toda sinceridad.
La ética al asesorar:
El pastor-consejero es responsable por lo que hace, primero ante Dios, luego ante el asesorado y
finalmente ante la sociedad en que vive. Debe pensar siempre en el bien del aconsejado. Por
ejemplo, procurará que el asesorado no se dañe a sí mismo ni dañe a otros. Si la persona quiere
suicidarse, el asesor hará todo lo posible para impedir que lo haga. Algunos principios de la ética
que debe regir en el ministerio son:
a. Guardar confidencias. Lo que el asesorado le revela al pastor debe ser considerado
inviolable y no debe ser divulgado a nadie sin el permiso de la persona. El pastor no debe
contarle a un asesorado los problemas de otro ni debe usar sus experiencias habidas en
su función de consejero como ilustraciones en sus sermones.
c. No usar al asesorado para satisfacer sus propios deseos. La curiosidad del consejero, sus
necesidades sexuales y el deseo de que otras personas dependan de él, son motivos
inconscientes en algunos consejeros.
d. d. No esconder sus convicciones cristianas. La fe o creencias del asesor deben influir
sobre todo lo que piense y haga, incluso en el aconsejar. Más vale ser fiel a Dios
f. f. Reconocer sus propias limitaciones. Ningún asesor puede ayudar a todos. Hay cosas
muy difíciles, y a pesar de hacer lo posible puede ser que no dé ningún resultado. En
algunos casos es mejor que el pastor no asesorar