Obtencion de Fuente de Prueba Ilicita. Jequier
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RESUMEN: Este trabajo indaga sobre la fuente y los medios de prueba y la situación en
materia de prueba ilícita en el derecho español, abarcando aspectos como la obtención
directa e indirecta de la prueba ilícita, efectos procesales, análisis de jurisprudencia, doc-
trina del fruto del árbol prohibido. Como también desarrolla el tema en el derecho
chileno, centrándose en la obtención de la prueba ilícita, su exclusión como prueba de
fuente ilícita, sanción al ejercicio ilegítimo del derecho a la prueba, derechos fundamenta-
les que pueden verse afectados por la actividad de obtención de prueba ilícita en la
legislación nacional. En el mismo sentido trata además del reconocimiento explícito de
que ha sido objeto la fuente ilícita en el actual código procesal penal chileno y de ausencia
de norma expresa en el código de procedimiento civil.
Palabras claves: derecho procesal penal, medios de prueba, prueba ilícita, doctrina del
fruto del árbol prohibido, prueba ilícita en la ley 19.968, prueba ilícita en el código de
procedimiento civil.
ABSTRACT: This paper deals about the source and types of evidence, and the situation of
illegal evidence in Spanish law, including aspects such as direct and indirect gathering of
illegal evidence, procedural effects, jurisprudence analysis, fruit of the poisonous tree
doctrine. The paper also describes the topic in Chilean law, focusing of the gathering and
exclusion of illegal evidence, sanction to the illegal exercise of evidence law, fundamental
rights that may be affected when gathering illegal evidence in national law. Finally, it
discusses about the explicit treatment of illegal evidence in Chilean criminal procedural
code, and the absence of specific norms in the civil procedure code.
Key words: Criminal procedure law, types of evidence, illegal evidence, tree poisoned fruit
doctrine, illegal evidence in Law Nº 19.968, illegal evidence in code of civil procedure.
I. INTRODUCCIÓN
El presente trabajo de investigación comprende un análisis comparativo de las
regulaciones normativas que presenta en la actualidad la figura de la obtención ilícita de
la fuente de la prueba en el proceso civil, tanto en el ordenamiento jurídico español
como en el chileno, y la evolución jurisprudencial que tal instituto procesal ha tenido en
* El presente trabajo fue realizado como parte del curso sobre “Proceso Civil: Principios, nuevas tecnolo-
gías y retos en la era de la globalización”, dirigido por el Prof. Dr. Juan Montero Aroca y la Prof. Dra.
Carolina Sanchis Crespo, en el marco del Programa de Doctorado “derecho, empresa y justicia” de la
Universitat de Valencia (España), durante el primer semestre de 2007.
** Profesor de Derecho Comercial y Derecho Económico de la Universidad Católica del Norte (Chile).
Magíster en Derecho por la P. Universidad Católica de Chile. Abogado. Correo electrónico: ejequier@ucn. cl
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1 S ENTIS MELENDO (1978) pp. 151, 153 y 158; citado por SANCHIS CRESPO (1999) p. 68.
2 CAROCCA PÉREZ (S/D).
3 M ONTERO A ROCA (1998) pp. 72 y 73, mencionado también por S ANCHIS CRESPO (1999) pág. 70.
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ca, en el caso Wilkes v. Word, de 1763, y Entick v. Carrington, de 1765. Al respecto, F IDALGO G ALLARDO
(2003) pp. 88-94.
8 E SPARZA L EIBAR (1996) p. 111.
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se dejó en claro en el caso Wong Sun v. United States9. Sin embargo, y considerando que
la Cuarta Enmienda no se ocupa de la actividad de los particulares, la exclusión comen-
tada no puede ser aplicada a aquellos casos en que la administración no ha participado
en la obtención de las pruebas, aun cuando después haga uso de ellas10. Por otra parte,
cabe agregar que la exclusión tampoco será aplicable a los casos de “descubrimiento
inevitable” de la prueba, lo que ocurre cuando su obtención, aun cuanto resulte de una
actividad ilegal de la policía, constituiría sin embargo una consecuencia necesaria e
inevitable del procedimiento de investigación en cuanto tal11.
Por último, la regla solamente es aplicable al proceso penal, no siéndolo en cam-
bio en los procesos civiles o administrativos de deportación, ni en procedimientos san-
cionatorios civiles en materia de impuestos12. Otro autor agrega también los casos de
Juicios del Jurado y las vistas para la revocación de la libertad condicional13.
En España, por su parte, el primer reconocimiento legislativo sobre la obtención
ilícita de la fuente de prueba y sus consecuencias en el proceso viene dado por el artículo
11.1 de la Ley Orgánica del Poder Judicial –LOPJ–, de 1985, en el que se contiene la
regla general sobre esta materia al señalar:
“El ejercicio de las acciones y la oposición, en todo tipo de procesos, respetará las reglas
de la buena fe”14.
“No surtirán efecto, en ninguna clase de procesos, los medios de prueba obtenidos,
directa o indirectamente, de modo contrario a la ética o al Derecho”15.
Esta enmienda, si bien no fue aprobada por la Comisión de Justicia, sí lo fue por
el Pleno del Congreso de los Diputados, con lo cual se incorporó al Proyecto de LOPJ el
texto recién transcrito. Posteriormente, por último, el Grupo Parlamentario Socialista en
el Senado introdujo la enmienda Nº 374, proponiendo otra redacción al art. 11.1 LOPJ,
diferente de la aprobada en la Cámara baja:
“No surtirán efecto las pruebas obtenidas, directa o indirectamente, violentando los
derechos o libertades fundamentales”.
Fue esta última la redacción definitiva que se dio al art. 11.1 LOPJ, al ser
aprobada la enmienda antes mencionada y que se fundaba, concretamente, en que
“…la referencia a las pruebas se acomoda a lo declarado por el Tribunal Constitucional en
Sentencia dictada en el Recurso 114/84” 16. Dicha sentencia, que se analizará más ade-
lante, marcó sin duda un hito en el planteamiento y análisis constitucional del con-
flicto que genera la obtención de la fuente de la prueba con infracción de derechos
fundamentales, pronunciándose explícitamente sobre la preeminencia que el ordena-
miento jurídico le confiere al sistema de derechos fundamentales que estructura la
convivencia social, por sobre la obtención a ultranza de la verdad formal que surge del
proceso. Más aún, al tiempo de dictarse esta sentencia no existía en el derecho español
ninguna fuente legal ni jurisprudencial que pudiese servir de antecedente para fundar
el razonamiento contenido en la misma, lo que llevó al TC a recurrir incluso a fuentes
extranjeras y a figuras como la exclusionary rule del Derecho estadounidense, ya men-
cionada17.
Tal fue la importancia de la STC 114/1984, por último, que su doctrina no solo
sirvió de base para la redacción final del art. 11.1 LOPJ. Su influencia en el ordena-
miento jurídico español, en efecto, se plasmó también en otras leyes que se han ocupado
en el último tiempo de esta figura, entre las que se cuentan las siguientes:
por la Corte Suprema de los Estados Unidos respecto de la “evidence wrongfully obtained” y de la
“exclusionary rule”, en cuya virtud, en términos generales, no puede admitirse judicialmente el material
probatorio obtenido con violación de la IV Enmienda a la Constitución. Así, en United States V. Janis
(1976) la Corte declaró que “… la regla por la que se excluye la prueba obtenida en violación de la IV
Enmienda tiende a garantizar los derechos generalmente reconocidos en dicha enmienda a través de un
efecto disuasorio (de la violación misma) y no tanto como expresión de un derecho constitucional subjeti-
vo de la parte agraviada…”.
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18 Esta ley fue derogada por la Ley 60/2003 de 23 de diciembre, sobre arbitraje.
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Pero no solo constituye esta norma una novedad importante para la legislación
procesal civil española, sino que también lo es a la luz del derecho comparado en esta
materia. En efecto:
a) En Estados Unidos, según ya se dijo, no existe ninguna norma de tal calibre,
por lo que son los propios tribunales los que aplican la doctrina de la exlusionary rule,
explicada supra, con las limitaciones ya apuntadas.
b) Entre los llamados sistemas continentales latinos (España, Francia, Portugal e
Italia), solo en España existe regulación de la obtención ilícita de la fuente de prueba en
el proceso civil. En Italia se hace lo mismo, pero solo respecto del proceso penal (art.
191 Codice di Procedura Italiano)20. En Portugal es la propia Constitución la que prohí-
be la práctica de prueba obtenida ilícitamente (art. 32. 6)21, y también lo hace el Código
de Processo Penal en su art. 126 22. Finalmente, en Francia no se ha legislado sobre esta
19 LEY DE ENJUICIAMIENTO CIVIL Y REFORMA DE LA LEY O RGÁNICA DEL PODER JUDICIAL (1998) p. 165.
20 “Art. 191 (Prove illegittimamente acquisite):
1. Le prove acquisite in violazione dei divieti stabiliti dalla legge non possono essere utilizzate.
2. L’inutilizzabilità è rilevabile anche di ufficio in ogni stato e grado del procedimento”.
21 “Art. 32. 6: Serán nulas todas las pruebas obtenidas mediante tortura, coacción, atentado a la integridad
1 - São nulas, não podendo ser utilizadas, as provas obtidas mediante tortura, coacção ou, em geral, ofensa
da integridade física ou moral das pessoas.
2 - São ofensivas da integridade física ou moral das pessoas as provas obtidas, mesmo que com consenti-
mento delas, mediante:
a) Perturbação da liberdade de vontade ou de decisão através de maus tratos, ofensas corporais, adminis-
tração de meios de qualquer natureza, hipnose ou utilização de meios cruéis ou enganosos;
b) Perturbação, por qualquer meio, da capacidade de memória ou de avaliação;
c) Utilização da força, fora dos casos e dos limites permitidos pela lei;
d) Ameaça com medida legalmente inadmissível e, bem assim, com denegação ou condicionamento da
obtenção de benefício legalmente previsto;
e) “Promessa de vantagem legalmente inadmissível”.
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2.1.5. Obtención indirecta de la prueba ilícita; los “frutos del árbol envenenado”
Hasta ahora hemos tratado la obtención ilícita de la fuente de prueba de manera
directa, pero los artículos 11.1 LOPJ y 287 LEC regulan también la obtención ilícita
indirecta, recogiendo así la doctrina anglosajona conocida como “frutos del árbol enve-
nenado” (fruit of the poisonous tree doctrine).
Se trata de una teoría recogida por primera vez en España en la STC 86/1995, de
6 de junio, y consiste –como señala Fidalgo25– en que “si ha de evitarse todo efecto en el
proceso de los materiales probatorios o informaciones que han sido obtenidos de modo
irregular, igualmente deberá proscribirse la admisión de informaciones o materiales ob-
tenidos gracias a la previa irregularidad acaecida”.
Según esto entonces, la inadmisibilidad de la que venimos hablando abarca tanto
las fuentes obtenidas directamente con infracción de un derecho fundamental, como
indirectamente.
b) Análisis de la sentencia
De entrada, es menester apuntar que algún autor ha comentado que la sentencia
que estamos citando es resultado de una larga “travesía del desierto”30; pero ni mucho
menos se puede compartir esa opinión. Como hemos observado, en efecto, la exclusiona-
ry rule aparece en Estados Unidos ciento veinte años después de que se promulgara la
Constitución Federal y la Bill of Rights31; y en España, sin embargo, la declaración ilícita
de una fuente de prueba obtenida violentando derechos y libertades fundamentales
aparece solo 6 años después de la promulgación de la Constitución de 1978.
Hay que decir, sin embargo, que antes de esta sentencia se dictaron los AATC
173/1984 de 21 de marzo y 289/1984 de 16 de mayo, en los que se rechazó la tesis
recogida luego por aquella (esto es, que se infringiera el derecho a un proceso con todas
las garantías –art. 24.2 CE– cuando una fuente de prueba era adquirida violentando los
derechos constitucionales). Así, en el Fundamento Jurídico 4 del ATC 173/1984 se dijo:
31La Constitución de los Estados Unidos de América fue adoptada en su forma original el 17 de septiem-
bre de 1787 y la Enmiendas I a X, que integran la originaria Bill of Rights, datan del 15 de diciembre de
1791.
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proceso penal que dio lugar a los dos recursos de amparo inadmitidos en los Autos
precitados (“caso RUMASA”34), adoptándose por lo mismo –dice– una decisión que debe
insertarse en el especial contexto político en el que se dictaron estos pronunciamientos.
Pues bien, y como hemos dicho ya varias veces, al momento de dictar esta senten-
cia no existía ninguna norma legal que hablara de la obtención ilícita de la fuente de
prueba. Por ello, la pregunta que nos tenemos que hacer ahora es: ¿en qué se apoyó
entonces el Tribunal Constitucional para adoptar esta histórica decisión? Revisemos este
importante aspecto por separado:
a) En el primer F. J. se dice que el recurso de amparo se funda en que se habría
admitido en juicio una prueba ilícita, pues para obtenerla se habrían infringido derechos
fundamentales (en concreto el contemplado en el art. 18.3 CE).
Al respecto, la sentencia parte aclarando que la justificación y el sentido institu-
cional del recurso de amparo consiste “en la depuración de las actuaciones de estos órganos
[jurisdiccionales] que ‘de modo inmediato y directo’ (art. 44. 1. b LOTC) hayan incurrido
en dichas vulneraciones, no siendo este proceso constitucional instrumento apto para revisar
genéricamente lo resuelto por la justicia ordinaria”. La infracción supuesta del art. 18.3 CE
–continúa el fallo– no podría imputarse sin embargo a la actuación del tribunal, sino a
actos extraprocesales. Por lo mismo, y no existiendo infracción directa alguna en el acto
de admitir una prueba en juicio, por el medio de prueba idóneo establecido para ello en
la ley, el TC parte declarando que el razonamiento del recurrente no puede compartirse.
b) Pese a lo anterior, en el F. J. 2º se afirma que efectivamente “no existe un derecho
fundamental autónomo a la no recepción jurisdiccional de las pruebas de posible origen
antijurídico”. A continuación sin embargo (y de aquí el mérito de la sentencia, como
tributaria del sistema de protección de derechos fundamentales que consagra la Carta
Magna), se aclara que lo anterior no obsta a que en determinados casos puedan inadmi-
tirse pruebas en el proceso, si estas provienen de la infracción de un derecho fundamen-
tal. Por la trascendencia de este razonamiento, preferimos citar aquí las palabras del TC:
“En el caso aquí planteado, lo que en realidad reprocha el actor a las actuaciones
judiciales es haber decidido a partir de una prueba ilícitamente obtenida. Haya
ocurrido así o no, lo cierto es que no existe un derecho fundamental autónomo a la no
34 RUMASA (Ruiz Mateos Sociedad Anónima) fue un holding de empresas españolas expropiado por el
gobierno español del PSOE el 23 de febrero de 1983, en virtud del Decreto-Ley 2/1983. El Consejo de
Ministros del Gobierno de España decretó la expropiación forzosa del holding al amparo de las previsiones
contenidas en los artículos 33. 3 y 128. 2 de la Constitución española, aduciendo como razones para ello
las siguientes:
– La reiterada falta de auditorías externas a los bancos del grupo como de sus sociedades más importan-
tes (desde el año 1978).
– La permanente obstrucción a la actividad inspectora del Banco de España.
– Los desproporcionados riesgos asumidos por los bancos que financiaban internamente al grupo con
respecto de la solvencia del grupo.
– La desatención a las múltiples advertencias de las autoridades monetarias a RUMASA, recomendando
una política más prudente de inversiones y una desconcentración de riesgos.
– La arriesgada espiral de adquisiciones e inversiones del grupo.
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35 Según Fidalgo, la cita es errónea por cuanto, al dictarse esta sentencia, la regla de exclusión se encontra-
ba ya en desuso por la jurisprudencia mayoritaria. Por ello, la sentencia mencionada no refleja según este
autor “el proceso de declive y contestación en que se encontraba la exclusionary rule ya en el momento de
ser dictada, después de haber pasado su momento de mayor extensión y vitalidad a principios de los años
sesenta”, FIDALGO GALLARDO (2003) p. 27.
36 F. J. 2 STC 114/1984 de 26 de noviembre.
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los derechos fundamentales del recurrente a un proceso con todas las garantías (art.
24.2 de la Constitución) y, en relación con ello, al derecho a la igualdad de las partes
en el proceso (art. 14 de la Constitución)”.
“Por lo general, los países de “common law” hacen prevalecer el interés público en la
obtención de la verdad procesal sobre la posible causa ilícita de la prueba, con la
muy notable excepción del Derecho norteamericano, en el que se rechaza la prueba
ilegalmente obtenida, si bien solo cuando la actuación irregular y contraria a un
derecho constitucional se realizó por un agente público. Una solución parcialmente
análoga ha prevalecido en el Derecho francés, en el que al menos parte de la
jurisprudencia se inclina a considerar como “nula” toda prueba obtenida mediante
registro ilegítimo de conversaciones telefónicas (así, en este sentido, Sentencia del
Tribunal de Casación de 18 de marzo de 1955). En el ordenamiento italiano, el
debate doctrinal acerca de la procedencia de las pruebas ilegalmente obtenidas ha
quedado parcialmente zanjado –por lo que se refiere a las pruebas específicamente
“inconstitucionales”– en la Sentencia núm. 34, de 1973, de la Corte Constitucio-
nal, y en la Ley núm. 98/1974, por la que se reformó el Código de Procedimiento
Penal en el sentido establecido en la citada decisión jurisdiccional. La Sentencia de
la Corte declaró que “… el principio enunciado en el apartado primero de la norma
constitucional (art. 15: libertad y secreto de las comunicaciones) quedaría grave-
mente comprometido si, por parte del interesado, pudieran valer como indicios o
pruebas interceptaciones telefónicas obtenidas ilegalmente, sin previa resolución ju-
dicial motivada”.
3.1.2. La doctrina de los frutos del árbol envenenado en la jurisprudencia del TC.
Por las especiales características, alcances y manifestaciones jurisprudenciales que
ha tenido en España la denominada “doctrina del árbol envenenado”, originada también
en la jurisprudencia de la Suprema Corte de los Estados Unidos de Norteamérica, hemos
preferido abordar el análisis de las sentencias del TC en forma separada.
Al respecto, se ha dicho ya que la doctrina de los frutos del árbol envenenado se
inaugura en el Derecho español con la STC 86/1995 de 6 de junio38. Sin embargo, nos
detendremos únicamente aquí en el análisis de la STC 81/1998, de 2 de abril, por
reflejarse en ella un sustancial cambio en la doctrina del TC sobre esta materia, innovan-
do por ende respecto de la que venía sosteniendo en fallos anteriores39.
En esta sentencia, que también trata de la eficacia refleja de la prueba ilícita, el
TC no centra ya su argumentación en la existencia de una “conexión causal” entre la
prueba ilícita y la que surge indirectamente de ella, a que se refirió en las sentencias
anteriores, sino que requiere ahora la concurrencia de una “conexión de antijuridicidad”.
37 Otras sentencias sobre prueba de fuente ilícita que pueden consultarse son: STC 384/1993 de 21 de
cia de una conexión causal entre los resultados probatorios, para que se dé una ineficacia refleja de la
prueba ilícita. Dice al respecto la sentencia:
“El derecho al secreto de las comunicaciones solo puede ser limitado mediante una resolución judicial
suficientemente motivada. La existencia de un mandamiento judicial autorizando la intervención, junto
con la estricta observancia del principio de proporcionalidad en la ejecución de esta diligencia de investiga-
ción, constituyen exigencias constitucionalmente inexcusables que afectan al núcleo esencial del derecho al
secreto de las comunicaciones, de tal modo que la ausencia de autorización judicial o la falta de motivación
determinan, irremediablemente, la lesión del derecho constitucional y, por lo tanto, la prohibición de
valoración de cualquier elemento probatorio que pretenda deducirse del contenido de las conversaciones
intervenidas, no solo del resultado mismo de la intervención, sino de cualquier otra prueba derivada de la
observación telefónica, siempre que exista una conexión causal entre ambos resultados probatorios. Así,
hemos tenido ocasión de declarar que “una vez establecido que la intervención del teléfono vulneró su
derecho al secreto de las comunicaciones, reconocido en el art. 18. 3 C. E., hemos de concluir que todo
elemento probatorio que pretendiera deducirse del contenido de las conversaciones intervenidas no debió
ser objeto de valoración probatoria.
En el presente caso, en contra de lo que sostiene el Ministerio Público y la propia resolución impugnada, existe
una relación de causalidad entre la ocupación de la droga y el resultado de la observación telefónica ilícita”
(STC 85/1994, fundamento jurídico 4)”.
39 Sobre la doctrina del TC, hasta la sentencia 81/1998, pueden consultarse: STC 85/1994 de 14 de
marzo, que sirvió de antecedente de la STC 86/1995; STC 138/2001 de 18 de junio; STC 167/2002 de
18 de agosto. En cuanto a la jurisprudencia del Tribunal Supremo, pueden consultarse la STS de 24 de
octubre de 2003 y la STS de 15 de junio de 2004. Sobre la jurisprudencia de las Audiencias Provinciales,
por último, pueden consultarse las siguientes sentencias: SAP de Pontevedra, de 18 de noviembre de 2002;
SAP de Santander de 22 de junio de 2005; SAP de Madrid de 12 de julio de 2005; SAP de Santander de 4
de abril de 2006.
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A modo de síntesis, el TC aclara aquí que las pruebas cuestionadas desde una
perspectiva constitucional no resultan por sí mismas contrarias al derecho fundamental
que se dice infringido (en el caso examinado por la sentencia, el derecho al secreto de las
comunicaciones telefónicas) ni, por lo mismo, al derecho a un proceso con todas las
garantías. Será entonces el origen inconstitucional de esa prueba –o la que de ella se
derive– la que determine entonces su exclusión; pero si las pruebas de que se trata no
guardan relación con el hecho que se dice constitutivo de esa infracción del derecho
fundamental o, en palabras del propio TC, “si tuviesen una causa real diferente y total-
mente ajena al mismo”, nada podría objetarse en cuanto a su validez en el proceso.
En este último sentido, y tras reiterar su doctrina general en cuanto a que “todo
elemento probatorio que pretenda deducirse a partir de un hecho vulnerador del derecho
fundamental al secreto de las comunicaciones telefónicas se halla incurso en la prohibición de
valoración ex art. 24.2 C. E.”, el TC advierte sin embargo que los derechos fundamenta-
les no tiene carácter ilimitado ni absoluto, recordando que, por lo mismo y en circuns-
tancias especiales, ha aceptado pruebas que si bien venían vinculadas a los hechos consti-
tutivos de la infracción del derecho fundamental (por derivar del conocimiento
adquirido a partir de tal vulneración), eran no obstante jurídicamente independientes de
él. En palabras del propio tribunal (F. J. 4º), en consecuencia, el problema que aquí se
plantea consiste en definir “la ratio de la interdicción de la valoración de las pruebas
obtenidas a través del conocimiento derivado de otra realizada vulnerando el derecho (fun-
damental) …, para poder establecer si estamos ante un supuesto en que debe aplicarse la
regla general …, extendiendo, en consecuencia, la prohibición de valoración a las pruebas
derivadas o reflejas; o, por el contrario, nos hallamos ante alguna de las hipótesis que
permiten excepcionarla” (el paréntesis es nuestro).
En síntesis, el TC concluye que las pruebas reflejas a que nos referimos aquí son
intrínsecamente legítimas en su lectura constitucional. Por lo mismo, para concluir lo
contrario (esto es, que la exclusión probatoria se extiende también a ellas), “habrá de
precisarse que se hallan vinculadas a las que vulneraron el derecho fundamental sustantivo de
modo directo, esto es, habrá que establecer un nexo entre unas y otras que permita afirmar que
la ilegitimidad constitucional de las primeras se extiende también a las segundas (conexión de
antijuridicidad)”40. Por tanto, según este fallo habrá que tener en cuenta dos cuestiones
para excluir o no las pruebas derivadas de otras pruebas constitucionalmente ilícitas:
40 Precisando los criterios que deben seguirse para determinar la concurrencia o no de esta “conexión de
antijuridicidad”, la sentencia señala en su F. J. 4°: “Para tratar de determinar si esa conexión de antijuridici-
dad existe o no, hemos de analizar, en primer término la índole y características de la vulneración del derecho al
secreto de las comunicaciones materializadas en la prueba originaria, así como su resultado, con el fin de
determinar si, desde un punto de vista interno, su inconstitucionalidad se transmite o no a la prueba obtenida
por derivación de aquella; pero también hemos de considerar, desde una perspectiva que pudiéramos denominar
externa, las necesidades esenciales de tutela que la realidad y efectividad del derecho al secreto de las comunica-
ciones exige. Estas dos perspectivas son complementarias, pues solo si la prueba refleja resulta jurídicamente
ajena a la vulneración del derecho y la prohibición de valorarla no viene exigida por las necesidades esenciales de
tutela del mismo cabrá entender que su efectiva apreciación es constitucionalmente legítima, al no incidir
negativamente sobre ninguno de los aspectos que configuran el contenido del derecho fundamental sustantivo
(STC 11/1981, fundamento jurídico 8).
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41 MONTERO A ROCA (1998) pp. 72 y 73, mencionado también por S ANCHIS CRESPO (1999) pág. 70.
42 MARTÍNEZ G ARCÍA (2005) p. 501.
43 GARBERÍ LLOBREGAT y BUITRÓN R AMÍREZ (2004) p. 128.
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Esa evolución, plasmada hoy en normas legales expresas de la LOPJ y la nueva LEC, ya
citadas, constituyen sin duda una valiosa herramienta procesal que se orienta, de manera
directa, a poner de relieve el respeto y preeminencia de los derechos fundamentales que
puedan verse afectados y puestos en juego ante la actividad probatoria de los operadores
procesales.
En lo que constituye entonces una clara opción jurídico-valórica, que informa
actualmente y por lo demás a la mayoría de los ordenamientos jurídicos comparados, se
privilegia de este modo la observancia y el resguardo de los derechos considerados por la
sociedad como esenciales e inherentes a la persona humana, frente a la obtención a
ultranza de la verdad como fin y propósito único del proceso.
Nos proponemos revisar sucintamente a continuación, por la indudable relevan-
cia que representa el tema bajo análisis, el estado actual de la normativa constitucional
y procesal chilena sobre este aspecto, con el solo propósito de formular algunas obser-
vaciones al respecto y presentar en torno a ellas las conclusiones que puedan ser
pertinentes.
2.1. Derechos fundamentales que pueden verse afectados por la actividad de obtención
de la fuente de prueba
No pretendemos en este parágrafo abarcar todas las posibilidades de infracción de
derechos fundamentales que pueden presentarse en la actividad de pesquisa de la fuente
de prueba (o “heurística”, según se ha denominado a esta actividad por alguna doctrina),
como el derecho a la vida y a la integridad física y psíquica consagrado en el artíclo 19
Nº 1; a la libertad de conciencia contemplado en el artículo 19 Nº 6; o el derecho a la
libertad personal y seguridad individual del artículo 19 Nº 7, entre otros (sin perjuicio
de aquellos reconocidos en los Tratados sobre Derechos Humanos ratificados por Chile,
en virtud del artículo 5° de la Constitución). Simplemente, nos proponemos mencionar
aquellos derechos que, por su propia naturaleza, pueden aparecer como más vulnerables
ante la actividad probatoria de las partes en conflicto en un proceso civil, particularmen-
te en la tarea extraprocesal o de búsqueda de las fuentes para su ulterior introducción al
juicio, por los medios de prueba legal.
Hacemos presente lo anterior por cuanto, según se dijo antes, el origen y desarro-
llo de la figura de la prueba ilícita surgió en el marco del proceso penal norteamericano
y, más concretamente, como creación jurisprudencial tendiente a controlar los excesos e
imperfecciones de un sistema procesal en donde la instrucción se encuentra entregada al
Ministerio Público y también a la policía. Por lo mismo, la finalidad con que se diseñó y
desarrolló esta construcción jurisprudencial consistió precisamente, en tal escenario, en
restringir o al menos delimitar las facultades del Ministerio Público y en particular de la
policía en sus actividades de pesquisa, considerando que en el proceso penal, en efecto,
el imputado o acusado asume muchas veces la calidad de objeto de la prueba que deben
procurarse los órganos de instrucción. Por ello, y como señala la doctrina48, es en el
proceso penal en donde la prueba ilícita adquiere toda su significación, pues en la tarea
de búsqueda de la verdad material y de existencia del delito por los órganos de instruc-
ción –y en último término por el Estado– pueden fácilmente violentarse derechos esen-
ciales del acusado, como ocurriría con una declaración obtenida mediante coerción o
derechamente con tortura; con la intercepción de conversaciones telefónicas no autoriza-
das en forma legal; con los registros o intervenciones corporales realizadas indebidamen-
te, etc.
En el proceso civil en cambio, inspirado en el principio dispositivo y de oportuni-
dad, son las partes las encargadas de obtener las fuentes y aportar los elementos de
prueba al proceso, en la medida que resulten esenciales y pertinentes. Por lo mismo, la
condición de igualdad procesal que existe necesariamente entre los litigantes determina
que, en esta clase de conflictos, los derechos fundamentales que pueden verse afectados
por la actividad probatoria de los mismos se sitúen comúnmente en la esfera de la
intimidad y dignidad, en sus manifestaciones constitucionales de protección de la vida
privada e inviolabilidad del domicilio, más que en el ámbito de posibles atentados a la
integridad física y psíquica de las personas (como podría ocurrir con la actividad de los
órganos de instrucción en el proceso penal). Lo anterior no implica sin embargo, en
modo alguno, excluir esta última posibilidad de infracción en el proceso civil (como
sería el caso de un testigo que deponga bajo coacción de alguna de las partes); lejos de
eso, lo que decimos es simplemente que tales atentados pueden ser comparativamente de
menor ocurrencia que en el proceso penal, al no existir todo un aparato estatal que
ejerza de manera privativa el ius puniendi, teniendo muchas veces –según se dijo– al
propio imputado como objeto de prueba.
Dicho lo anterior, el derecho a la intimidad y el honor se encuentran consagrados
en la Constitución de 1980, como derechos fundamentales, en el artículo 19 N° 4 y N°
5 de la Carta Política. Señala al respecto la Carta Política:
realizadas en contravención de los derechos fundamentales del ciudadano no pueden servir de presupuesto ni de
fundamento para actos procesales a instancia de aquel a quien se deban tales actuaciones constitucionalmente
ilegítimas”.
56 Según este autor, las razones que se han dado en la doctrina comparada para aceptar y consagrar
normativamente esta figura son básicamente las siguientes: a) El proceso debe resolver los conflictos “de
acuerdo al ordenamiento jurídico”, única forma de resguardar el debido proceso. b) Al aceptarse la prueba
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JEQUIER LEHUEDÉ , Eduardo “La obtención ilícita de la fuente de la prueba en el proceso civil…”
“Art. 295. Libertad de prueba. Todos los hechos y circunstancias pertinentes para la
adecuada solución del caso sometido a enjuiciamiento podrán ser probados por cual-
quier medio producido e incorporado en conformidad a la ley”.
“Artículo 276. - Exclusión de pruebas para el juicio oral. El juez de garantía, luego de
examinar las pruebas ofrecidas y escuchar a los intervinientes que hubieren compareci-
de fuente ilícita se estaría infringiendo, como contrapartida, el principio de la probidad o lealtad procesal;
c) Como principio de Derecho de general aplicación, los actos ilícitos no pueden beneficiar a su autor, que
es precisamente lo que ocurriría de aceptarse la prueba de fuente ilícita. d) Recogiendo los postulados de la
doctrina norteamericana, se debe negar valor a esta clase de prueba como “efecto disuasorio” frente a
aquellos que pudiesen verse estimulados a procurársela por cualquier vía ilegítima. Agreguemos nosotros
que también el Tribunal Supremo español –TS– se ha pronunciado sobre este efecto disuasorio, en senten-
cia del 29 de marzo de 1990: Dijo allí el TS: “…ante el carácter fundamental que se concede a tales derechos,
cuya protección adquiere, incluso, un rango de carácter internacional por el deber contraído por algunos
Estados, como España, por convenios pactados con otros, en aras de conseguir el imprescindible efecto disuasorio
en sus posibles infractores, a fin de que una violación de este tenor pueda en definitiva prevenirse, e impone la
necesidad de estimar radicalmente nula la prueba así obtenida y, por tanto, sin eficacia alguna en el proceso”. e)
Si las normas de derecho sustantivo sancionan generalmente con la nulidad el acto material de obtención
de esa clase de prueba, “no se divisa por qué no debería extenderse la sanción a la utilización procesal de
tales medios”. f ) Permitirle a las partes procurarse la fuente de la prueba por cualquier vía, implicaría
reconocer implícitamente una forma de autotutela. g) La obtención del elemento probatorio mediante la
infracción de derechos fundamentales, para luego presentarlas en juicio por los medios de prueba reconoci-
dos en la ley, importa un acto en fraude de la misma que debe sancionarse. CAROCCA, op. cit.
57 Así lo señaló el TC español en la sentencia 114/1984, de 29 de noviembre, en su Fundamento Segundo.
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J EQUIER L EHUEDÉ, Eduardo “La obtención ilícita de la fuente de la prueba en el proceso civil…”
“… el derecho solo se explica y justifica en función del bien común y dignidad del
hombre, asumiendo en nuestra cultura cristiana occidental la exigencia de dotarnos de
un régimen de gobierno que se ajuste a lo que genéricamente denominamos un Estado
democrático de Derecho, expresión que comprende un estatuto político institucional
caracterizado por un recíproco control de los órganos que ejercen el poder, control que
adicionalmente se verifica comprobando la concordancia del actuar con la normativa
jurídica predeterminada. La investigación, juzgamiento y sanción de los delitos, repre-
senta una tarea insoslayable de los Estados y que, por siglos, la historia del proceso
penal, instrumento a través del cual se lleva a cabo esta función estatal, ha oscilado
entre lo que con cierta simpleza de análisis se ha denominado garantismo y eficacia,
encrucijada que enfrenta la búsqueda de la verdad como mecanismo de defensa social,
y la observancia, atención y cuidado de los derechos y garantías constitucionales”58.
“…siendo declarada ilegal una detención, toda la prueba obtenida en razón de dicho
acto es ilícita, por obtenerse con inobservancia de garantías constitucionales, debiendo
quedar excluida del juicio oral, corriendo igual destino los elementos probatorios que
se hayan obtenido en forma derivada…”.
“CUARTO. …las excepciones a que alude la norma (se refiere al art. 19 Nº 5 recién
citado) solo pueden encontrar su legitimación en leyes sustantivas expresas, predispuestas
por el legislador para casos especiales y que deben cumplirse con las formalidades que las
mismas establecen. Es el caso de las normas del párrafo 3º del Título I del Libro II del
Código Procesal Penal en cuanto en la etapa de investigación permite la entrada y
registro en lugares cerrados con autorización de juez competente contenida en una orden
formal, en horas determinadas, dejándose constancia escrita y circunstanciada de lo
actuado por el ente investigador, obligando a la custodia y sello de los objetos y documen-
tos que se incauten, con entrega de recibo detallado al propietario o encargado del lugar.
…Así las cosas, las piezas signadas con las letras C. y D. del fundamento tercero, en
cuanto sirvieron a los jueces de medios probatorios para dar por acreditado en autos la
comisión del delito de almacenamiento malicioso de material pornográfico infantil como
también la participación de autor del mismo del recurrente (considerando undécimo), en
circunstancias que debieron ser excluidas por haberse obtenido con inobservancia de
garantías fundamentales, como lo declara el artículo 276 en su inciso 3º del Código
Procesal Penal, transformándola en prueba ilícita. En este caso, y en otro sentido, al
negar los sentenciadores lugar a la incidencia que al respecto promovió en el juicio oral
la defensa (fundamento decimosexto), infringieron también el principio del debido pro-
ceso contemplado en el inciso 5º del Nº 3 del artículo 19 de la Constitución Política de
la República, ya que al permitir la incorporación y ponderación de prueba ilícita en el
proceso lo despojaron de legitimidad” (el paréntesis es propio)59.
“SEXTO. Que el recurso en esta parte mira más allá aún. Partiendo de la base de la
ilicitud de la prueba inicial, siguiendo la doctrina de los “frutos del árbol envenena-
do” acuñada por los fallos de los tribunales Norteamericanos, pretende que se le dé el
mismo trato a la prueba obtenida posteriormente por la policía investigadora del
delito que hasta ahora se ha hecho caudal. Sin embargo, estos sentenciadores no
concuerdan en ello. En efecto, como ya se ha dejado establecido, el resto de los elemen-
tos probatorios fueron logrados cuando el hecho ya se había válidamente judicializado,
cuando se encontrada controlada la actividad policial por un Juez de Garantía compe-
tente, y obrando además premunidos de las órdenes e instrumentos legales correspon-
dientes. En tal caso no se divisa la derivación directa de este actuar con la anterior,
por ende, no puede ser esta una razón más para considerar conculcadas garantías
constitucionales y legales del imputado”.
En otros términos, el fallo citado reitera aquí la tesis sustentada por el TC español
en su sentencia 81/1998, de 2 de abril, antes comentada, en el sentido de incorporar
como requisito del examen de exclusión la necesaria relación de antijuridicidad a que
dicha sentencia se refería, y no simplemente la relación de causalidad a que apuntaba su
anterior doctrina.
Por otra parte, y en lo que concierne a la oportunidad procesal idónea para excluir
la prueba de fuente ilícita, la CS ha aclarado también que junto con la facultad que el
art. 276 CPP le confiere al Juez de Garantía en la audiencia de preparación de Juicio
Oral, debe considerarse también la facultad de los jueces del juicio oral para ponderar la
prueba y, por ende, para excluir la obtenida con infracción de garantías fundamentales:
15. - Que, así las cosas, la pretensión del recurrente en cuanto se ha vulnerado a su
respecto la garantía del debido proceso como consecuencia de la “exclusión de su
prueba” por ilícita, amén de ser equívoca, ya que el tribunal luego de recibirla
durante el curso de la audiencia, la valoró en la etapa procesal correspondiente y
conforme a los razonamientos que se consignan en el mismo, procedió a restarle
mérito o valor probatorio, situación que como se dijo, satisface las exigencias de
fundamentación del fallo y no puede ser considerada como lo pretende el recurrente,
un acto de exclusión de la misma, correspondiendo por el contrario y precisamente, a
aquel proceso intelectual razonado y lógico, que conforme con las disposiciones lega-
les aplicables, han hecho los sentenciadores, sin que la distinta apreciación del
órgano persecutor, pueda significar o importar la configuración del vicio que sirve
de sustento al recurso intentado por esta causal” 60.
Artículo 9º. - Autorización judicial previa. Toda actuación del procedimiento que
privare al imputado o a un tercero del ejercicio de los derechos que la Constitución
asegura, o lo restringiere o perturbare, requerirá de autorización judicial previa.
En consecuencia, cuando una diligencia de investigación pudiere producir alguno de
tales efectos, el fiscal deberá solicitar previamente autorización al juez de garantía.
Tratándose de casos urgentes, en que la inmediata autorización u orden judicial sea
indispensable para el éxito de la diligencia, podrá ser solicitada y otorgada por cual-
quier medio idóneo al efecto, tales como teléfono, fax, correo electrónico u otro, sin
perjuicio de la constancia posterior, en el registro correspondiente. No obstante lo
anterior, en caso de una detención se deberá entregar por el funcionario policial que la
practique una constancia de aquella, con indicación del tribunal que la expidió, del
delito que le sirve de fundamento y de la hora en que se emitió”.
“Artículo 28. - Libertad de prueba. Todos los hechos que resulten pertinentes para la
adecuada resolución del conflicto familiar sometido al conocimiento del juez podrán
ser probados por cualquier medio producido en conformidad a la ley”.
Sin embargo, junto con consagrar la libertad de prueba y de medios la ley incor-
pora también una importante innovación en esta materia, lo que demuestra nuevamente
Por lo anterior, entonces, en el proceso civil el juez no solo tendrá que admitir,
recibir y ponderar la prueba proporcionada por las partes; antes que eso y si así se
acredita en el juicio por vía incidental, estará además obligado a rechazar y considerar
como nula toda aquella que se haya obtenido con infracción de derechos fundamentales.
Más aún, deberá rechazar incluso su práctica misma, de manera de evitar toda posible
contaminación o injerencia de esa prueba ilícita en el proceso de formación del conven-
cimiento jurisdiccional respecto el fondo de la cuestión controvertida.
Consideramos necesaria sin embargo la pronta consagración y regulación explí-
cita de este instituto en la legislación procesal civil, como ha ocurrido ya, según
vimos, en el procedimiento penal y de familia. En este sentido, el actual anteproyecto
de Código Procesal Civil 63, preparado por el Departamento de Derecho Procesal de la
Facultad de Derecho de la Universidad de Chile y entregado recientemente al Ministe-
rio de Justicia para su estudio, representa un esfuerzo mancomunado que sin duda
debe aplaudirse, pues, en lo que aquí concierne, constituye sin duda un avance desde
que se reconoce explícitamente la exclusión de la prueba de fuente ilícita en el proceso
civil (artículo 267 N° 7 y artículo 282 del anteproyecto, respectivamente). Sin embar-
go, sus normas –que son muy similares en este aspecto a las que se contienen en la Ley
N° 19.968, ya citadas–, presentan el mismo vacío que apuntábamos antes, en el
sentido de no contener regulación alguna sobre la oportunidad en que se debe plan-
tear y la forma en que se debe tramitar el reclamo de exclusión, como sí lo hace en la
LEC española el artículo 287 y que, como sabemos, faculta además al juez para
proceder de oficio en estos casos. Esperamos por lo mismo que en su proceso de
revisión y estudio se salven las omisiones indicadas, de manera de prevenir las dificul-
tades que sin duda surgirán en caso contrario. No parece necesario ni conveniente, en
fin, repetir el error de limitarse a consagrar legalmente la exclusión de la prueba de
fuente ilícita como sanción en el proceso civil, sin complementar al mismo tiempo tal
declaración con un vehículo procesal que sirva de cause idóneo para arribar a la
decisión jurisdiccional que habrá de excluir –o no– la prueba de fuente cuestionada.
Fue esta precisamente la situación por la que debió transitar ya el ordenamiento
jurídico español, desde la dictación del art. 11.1 LOPJ ya mencionado (en el año
1985) hasta la regulación del procedimiento contemplado en el art. 287 LEC (en el
año 2000) para permitir la efectiva aplicación de la norma precitada.
Por último, hemos visto cómo en España, antes incluso de incorporarse en su
ordenamiento positivo los artículos 11.1 de la LOPJ y 287 de la LEC, respectivamente,
el problema de la prueba de fuente ilícita ya había sido abordado y resuelto por el TC, a
través del recurso de amparo contemplado en el artículo 53 N° 2, en relación con el
artículo 161.1 b), de la Constitución española de 1978. En Chile, por su parte, el
artículo 20 de la Carta Política concede el recurso o acción de protección constitucional
para ante la Corte de Apelaciones respectiva, ante toda privación, perturbación o amena-
za de la garantía constitucional del artículo 19 N° 3 inciso 5°, entre otras, proveniente
de un acto u omisión ilegal y arbitrario. Por lo anterior, nos parece que encontrándose la
V. CONCLUSIONES
1. Tanto el ordenamiento constitucional español como el chileno reconocen lo
que en doctrina se ha denominado “el derecho a la prueba”. Sin embargo, el Estado de
Derecho impone la aplicación proporcional y armónica de los diversos derechos funda-
mentales que la Constitución asegura a las personas, por lo que en caso de conflicto
entre la obtención de la verdad y el respeto de los derechos fundamentales en el tránsito
de la actividad probatoria, deberá darse preeminencia a estos últimos y restarle todo
valor a las fuentes obtenidas con infracción de los mismos.
2. En el ordenamiento jurídico español se han incorporado dos normas –arts.
11.1 LOPJ y 287 LEC–, originados sin duda en la labor jurisprudencial que en materia
de obtención ilícita de la fuente de prueba ha realizado el Tribunal Constitucional.
Lo anterior, sin embargo, ha sido posible a la luz del art. 24 de la Constitución
española, que consagra el derecho a la tutela judicial efectiva, el derecho a un proceso
con todas las garantías y a que no se produzca indefensión. La referida Carta Magna, en
efecto, faculta el acceso directo de los justiciables ante el Tribunal Constitucional a
través del recurso de amparo (art. 53.2 CE y arts. 41 y ss. LOTC), lo que ha permitido
corregir situaciones como la obtención ilícita de la fuente de prueba.
En Chile, en cambio, no existen mecanismos jurisdiccionales que permitan a las
partes recurrir directamente ante el Tribunal Constitucional ante la violación de dere-
chos fundamentales, encontrándose reservado el conocimiento de tales asuntos, vía ac-
ción o recurso de protección constitucional (art. 20 de la Constitución Política de
1980), a los tribunales ordinarios (Cortes de Apelaciones en primera instancia y Corte
Suprema en sede de apelación).
Por otra parte, el recurso de inaplicabilidad por inconstitucionalidad contemplado
en el artículo 93 N° 6 de la Carta Política, del que sí conoce el Tribunal Constitucional,
no resulta idóneo para reclamar contra la obtención ilícita de la fuente de la prueba,
pues su finalidad consiste exclusivamente en la declaración de inaplicabilidad de una ley
vigente en una cuestión pendiente ante un tribunal ordinario o especial.
En consecuencia, en Chile la vía para solicitar el amparo de los derechos constitu-
cionales es eminentemente ordinaria, por lo que una vez que se llega a la última instan-
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