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abc

Borrador para
un abecedario
del desacato

Vir Cano
Cano, Vir
Borrador para un abecedario del desacato / Vir Cano;
ilustrado por Lucila Adano. - 1a ed. - Ciudad Autónoma
de Buenos Aires: Madreselva, 2021.
96 p.: il. ; 11 x 17 cm.

ISBN 978-987-3861-51-2

1. Ensayo Filosófico. 2. Literatura Argentina. I. Adano,

Borrador para
Lucila, ilus. II. Título. CDD 199.82

un abecedario
del desacato
Borrador para un abecedario del desacato

Vir Cano

Madreselva editorial, Buenos Aires, julio 2021

www.editorialmadreselva.com.ar

Diseño integral: Kodama Leandra • @mundokodama

Esta edición se realiza bajo una licencia Creative Vir Cano


Commons Atribución-No comercial 2.5 Argentina. Por lo tanto,

la reproducción del contenido de este libro, total o parcial,

por los medios que la imaginación y la técnica permitan sin fines

de lucro y mencionando la fuente está alentada por los editores.

Hecho el depósito que marca la ley 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina


A Ángeles Queipo,
por toda esta vida-muerte
de amorosa y desacatada
amistad.
Presentación

El 20 de marzo de 2020 se decretó el ASPO (aisla- labras, la imaginación y las figuras, en un momen-
miento social, preventivo y obligatorio) en Argen- to de suspensión de muchas de nuestras certezas
tina, y a mí me agarró en casa, con un trabajo que y prácticas habituales. Cuando podía, yo escribía
se virtualizaría de la noche a la mañana, y que me una entrada del borrador, y luego hacíamos juntxs
permitiría seguir pagando las cuentas. Soy inves- un video de no más de 60 segundos para IG que
tigadorx del CONICET y profesora de universida- nos embarcaba en ediciones de textos, pruebas de
des nacionales. De ahí sale mayormente mi salario, vestuarios, memorización, luz, cámara y acción.
ese que seguí cobrando, y con el que tuve la posi- Trabajo en equipo mediante, grabamos varias en-
bilidad de “aislarme”, acompañadx en esos días de tradas de no-definiciones, y este abecedario se fue
desconcierto y temor por Berni, que se había que- escribiendo con paso lento, desparejo, a su propio
dado sin laburo de la noche a la mañana porque contra-tiempo. Gracias Bernardita Epelbaum, por
se cerraron las salas de teatros independientes, pasar conmigo esos primeros tiempos turbulen-
y las de ensayo, y los centros culturales que eran tos, por acompañarme en el lavado con lavandi-
su mundo (de repente suspendido). Decidimos na de las compras y en los juegos, por el capricho
pasar lo que anunciaban eran 15 días en mi casa, amoroso y por ese contacto que sabe ser cuerpo,
para ver si podíamos resistir a la pandemia con un escritura y mirada cómplice.
poco de piel, romance y contención amorosa. Este
abecedario surgió como un juego entre las dos, un Del otro lado de alguna pantalla, en esa cercanía
poco para pasar el tiempo, otro para atizar las pa- amorosa que hemos re-construido y re-inventa-

6 7
do tantas veces y en la que las palabras y los bo- cenas, vinos, charlas, complicidades y escrituras
rradores han sabido ser puente y cobijo, Catalina compartidas. Y como si este texto no estuviera ya
Trebisacce leía las entradas que le iba mandando, inundado de afectos, de esos que son sostén y po-
y transformaba este texto con sus lecturas agu- sibilidad, hacia el final del proceso, Julieta Massa-
das y sus apreciaciones siempre filosas. Al ratito cese me hace una lectura enriquecedora con sus
de empezar a sacar los videítos por IG, mi queri- ojos lúcidos de rara avis, y Luli Adano, ilustradora
da Madreselva, esta vez a través de los mensaji- a la que admiro hace mucho, acepta la propuesta
tos de wapps de Leo, me ofrecía la oportunidad de sumar sus dibujos a este borrador para un abe-
de hacer del Borrador para un abecedario del cedario, allí donde las letras me han dejado sin
desacato un proyecto editorial. Y yo sonreí en un palabras. Luli hace de las tres letras en busca de
momento donde no abundaban las alegrías. Gra- una no-definición perdida, la posibilidad de un
cias por el sostén de todos estos años, por mos- mundillo, el murmullo de-formado de un otro-
trarme otras maneras de pensar y practicar la lugar-otro-tiempo, la convivencia, como dice ella,
producción de conocimiento, la intervención en de la incomodidad y la ternura. Fueron también
el campo contra/cultural, la circulación de las la incomodidad y la ternura compartidas y entre-
palabras y los sentidos. lazadas las que movieron los trazos de este texto.

Ya hacia el final, y con el manuscrito en mano, se


sumaría Janna Tegeler, que aceptaba la invita-
ción a escribir un epílogo, unas notas como dice
ella, que se anudan a este borrador y lo continúan,
lo laceran, y lo comparten. Con vos, amiga amora, Vir Cano, 18 de febrero de 2021.

8 9
Des-intrucciones
para escribir
este borrador

Escribir un borrador como quien sabe que sólo a ellos, darles un rodeo, merodearlos, degustarlos,
se puede decir en la precariedad de lo que está en experimentarlos. Escribir un borrador para un
des-obra, de lo que no es definitivo, de lo que no abecedario del desacato, como quien se arriesga
tiene certeza ni pretende tenerla. Escribir como a la apuesta de hablar, de decir, de dejarse tomar
quien ensaya, prueba, y por eso se expone al error, por las palabras, allí donde ellas son refugio y
a la equivocación, al borrón (sin cuenta nueva). trinchera, terreno y delirio, placer y peligro.
Escribir un borrador, como lo hicieron Wittig y
Zeig, para atizar nuevos significados en palabras
viejas, e incluso para intentar “desmontar la len-
gua del mandato [y] criar la lengua del desacato”,
como nos invita val flores. Escribir un abecedario,
para jugar con las letras y las acciones, para deli-
near algunos de nuestros gestos insumisos. Esbo-
zar un abecedario del desacato, plagado de verbos
que no se pretenden definir ni delimitar, y que
bien podrían haber sido otros, para aproximarnos

10 11
El desafío parece ser éste: hacer del amor, no

a
una tecnología de disciplinamiento y segrega-
ción, sino “el motor del cambio”, como escribió
Lohana Berkins en una de las cartas de amor
más bellas de nuestra literatura insumisa. Amar,
para practicar otras maneras del erotismo, del
cuidado, del tejido de redes, de la vida en común,
por fuera de las lógicas familiares y nucleares
que cercenan nuestras potencias afectivas y
políticas. Amar como un modo de interrumpir

amar
la pedagogía hetero-cis-capitalista, como una
manera de desmontar su educación sentimental
y sus sutiles técnicas de aislamiento. Amar más
allá de la lógica del contrato matrimonial y fami-
liarista, tratando de escapar de los pobres libre-
tos culturales asignados a cada une de nosotres.
Amar como lo hacen las amantes de Wittig y Zeig,
fugando de los contratos sociales aprendidos.
Amar de modos distintos a como lo dictan la mo-
ral, las costumbres o las instituciones, como nos
seducía Foucault, para así ampliar los matices y
los territorios de la amorosidad.

15
Una estrategia de interrupción, un plan de acción
coordinado, que hace del desistir orquestado un

b
acto colectivo de resistencia. Boicotear como una
manera de protestar, de complotar contra el sis-
tema, el patrón, la empresa o las condiciones que
oprimen, de oponerse a lo que se considera injus-
to. Boicotear como lo hicieron los granjeros irlan-
deses, durante la guerra agraria de mediados del
SXIX, que se rehusaron a cosechar, a vender pro-
ductos e incluso a entregarle la correspondencia

boicotear
a Charles Boycott, el administrador de las fincas
de un terrateniente que aún en período de ham-
bruna se negaba a bajar los arrendamientos de las
tierras. Boicotear como una manera de detener
abruptamente el actual estado de cosas, como un
arma de declinación de la explotación, como una
técnica para no seguir sosteniendo lo que no se
puede ni se quiere aguantar más. Boicotear, una
y otra vez, para encontrarse con quienes ya no
quieren más y se juntan para decir basta.

17
He allí una apuesta y un afecto radical: una ac-
ción que sólo se puede hacer con lxs otrxs; ya sea

c
porque nos dejamos conmover, y por tanto somos
movidos por y con esxs que nos interpelan, nos
tocan, nos llaman, e incluso nos irrumpen; o bien
porque somos capaces de movilizar a aquellxs
con lxs que estamos inextricablemente unidxs,
sean anónimos o cercanos. Conmoverse como un
gesto radical de ruptura de la inmunidad, de la
cerrazón anestésica a la que nos somete la peda-

conmover
gogía sentimental neo-ego-liberal, como un ejer-
cicio afectivo de libertad. Conmovernos como un
modo de transformarnos ahí donde es posible la
conmoción, el temblor, el abismo del yo. Conmo-
vernos como un acto que nos arroja fuera de no-
sotrxs mismxs, y nos recuerda nuestra siempre
a la vez mortífera y salvífica condición extática,
abierta, expuesta, nuestro ser-en-común.

19
Una tesitura del pensamiento, un acto de liber-
tad y humildad intelectual: una manera de bai-

d
lar entre palabras, conceptos, ideas y ficciones.
Dudar como quien sabe que no hay certezas ni
verdades últimas, como quien gusta más de las
preguntas incómodas que de las respuestas de-
finitivas. Dudar como una manera de habitar
la cavilación reflexiva, la insurrección vacilan-
te, la rumiación de las ideas, el desconcierto de
la razón. Dudar como un modo de cuestionar
lo-ya-pensado, lo-ya-sentido, lo-ya-aprendido,

dudar lo ya-hecho-cuerpo. Dudar, también, para ha-


bitar esos gradientes del afecto que nos hacen
temblar, e incluso tambalear. Dudar de lo que
nos dijeron y de nuestras propias afirmaciones,
de nuestros sentimientos, de nuestros sueños y
de nuestros anhelos. Dudar como una manera de
vivir el pensamiento y la acción, allí donde ellos
nos arroja al riesgo de un discurrir diferente, a la
fragilidad de lo incierto y a la ligereza de lo que se
sabe siempre precario, demasiado precario.

21
La propuesta sería esta: hacer del ensayo un modo

e
de vida, de la tentativa un hábito, de la errancia
un camino. Ensayar como quien disfruta del pa-
seo más que del destino, como los gatxs que hacen
del merodeo en las terrazas su mundo. Ensayar
como quien prueba cosas nuevas y se atreve a
transformarse a sí mismx, un poco a tientas, un
poco por curiosidad, un poco por necesidad de
mutar la piel y de no quedarse aferradx demasia-
do tiempo a nada. Ensayar, no como quien va a es-

ensayar
trenar una obra, sino como quien hace de la vida
un teatro itinerante. Ensayar, para ensanchar
nuestras posibilidades, para ampliar nuestros
movimientos, para practicar nuestros oficios y
destrezas. Ensayar, a puro error, a puro despar-
pajo, a puro deambular, como un antídoto contra
la inmovilidad mortífera de lo que se entrega a la
permanencia y se rehúsa al cambio, como el re-
medio frente tanta monotonía.

23
Una potencia del pensamiento, un rincón del de-
seo, con suerte, un desacato de la imaginación, e

f
incluso, una disposición para la acción; en cual-
quier caso, la esquirla intrépida de un otro-mun-
do. Fantasear, como una manera de desafiar los
límites de lo aprendido, como un ejercicio de in-
sumisión imaginativa, como un modo de expan-
dir el umbral viscoso de lo que puede ser y puede
no ser al mismo tiempo. Fantasear como quien
disfruta de una de las tesituras más maravillosas

fantasear
de las artes de lo improbable, como una forma de
hundir los dedos en los labios siempre abiertos de
lo im-posible. Fantasear como quienes fabulan
las nuevas arquitecturas de lo factible, como un
modo de cartografiar territorios apenas explo-
rados para la acción, el deseo, el dolor y el placer,
como una forma de recuperar la fuerza que anida
en el juego cuando éste desafía los límites de lo
real. Fantasear con otres, en manada, en soledad,
cuando se puede, cuando se lo necesita, cuando se
lo desea, cuando es un exceso, y también cuando
parece que es lo único que nos queda. Fantasear,

25
con la ligereza conmovedora de esos remolinos
que no necesitan tocar la tierra para remover los
suelos. Fantasear, como quienes están dispues-
txs a arriesgar un mundo y se entregan por ello
a la posibilidad de ya no ser quienes eran, aunque
sea por un rato, aunque más no sea para rozar los
bordes de otras geografías, de otros afectos, de
otros paisajes, de otras vidas.

26
Un capricho de la atención, el despliegue de lo

g
irregular, (im)pura voluntad de margen: quizás
una de las más prolíferas y fugitivas artes del
merodeo. Garabatear, como un modo de escribir
y de borronear a la vez, como una manera de en-
trenar el gusto obsceno por todo lo que está fuera
del marco. Garabatear como un intento de cobrar
formas poco comprensibles, de fantasear lengua-
jes ilegibles y de ensayar visiones inacabadas. Ga-
rabatear en las servilletas, en los cuadernos, en

garabatear
los formularios, en las paredes de los baños, y en
cada uno de los des/bordes del mundo. Garaba-
tear con lápiz y papel en mano, derramando gli-
tter en el torso de les amigues, con la punta de los
dedos en las pieles de las amantes, o con un latiga-
zo en algún paredón yermo de nuestra a veces tan
estrecha imaginación. Garabatear los papeles, los
cuerpos, los afectos, los pensamientos, las imáge-
nes y las palabras. Garabatearlo todo, para dejar
que el trazo precario y la imagen inquieta des-ar-
men nuestros sentidos y maneras de ver el mundo.

29
Una de las prácticas de la declinación que más nos
han enseñado a temer, incluso una de las desvia-
das artes del fracaso reivindicadas por Jack Hal-

h
berstam. Huir, como una estrategia de supervi-
vencia, pero también como un acto de insumisión.
Huir como quien fuga de un lugar asignado, como
una manera de no dar en la talla o de no acatar
los ideales, las aspiraciones y los mandatos que
nos dañan. Huir, porque a veces no queremos ni
podemos volver a casa. Huir tantas veces como
lo necesitemos, como podamos, como nos salga.

huir
Huir para no quedar atrapades, para no ser parte
de los espectáculos que ya no nos divierten, o para
abandonar el juego que se supone deberíamos es-
tar intentando ganar. Huir, no por pura cobardía,
aunque quizás con temor, pero fundamentalmen-
te con justas y vitales razones, como esas fugiti-
vas del desierto que se rehusaron a hablar la len-
gua del mandato. Huir, para hacer de la herida un
campo de experimentación, de la falla una posibi-
lidad, del desvío un acto de resistencia. Huir, por-
que a veces, como susurran las hojarascas de Susy
Shock, “no queremos más ser esta humanidad”.

31
Fuerza corrosiva del mal-estar, insumo filoso de
nuestras estéticas del desagrado: su belicosidad

i
sutil la convierte en una efectiva tecnología de
la interrupción. Incomodar, como una manera
de expresar nuestro disgusto e inconformidad,
como una forma de interpelar o incluso de boico-
tear una situación. Incomodar, como lo venimos
haciendo en cada fiesta familiar, en nuestros tra-
bajos, en las calles y en las plazas. Incomodar con
nuestras palabras, con nuestros cuerpos, con

incomodar
nuestros gestos, con nuestra ternura, con nues-
tros gritos y con nuestros silencios. Incomodar
como lo aprendimos de la belleza furiosa de las
travas que le provocan tortícolis a las señoras y
señores de recoleta, con la insolencia de los be-
sos tortilleros en una estación de tren. Incomo-
dar para importunar al status quo, para detener
la máquina del disciplinamiento, para inducir un
pequeño temblor. Incomodar, cada vez que sea
necesario; pero también, incomodarse. Incomo-
darse frente a los espectáculos tristes de nuestra
cruenta humanidad, y también allí donde sabe-

33
mos que algo tenemos que pensar, que transfor-
mar, e incluso que desterrar de nosotres mismes.
Incomodarnos con nuestras propias miopías,
torpezas e imposibilidades. Incomodar-nos para
no acostumbrarnos ni relajarnos frente a tanta
injusticia, para habitar esa tesitura áspera que
nos impulsa a hacer otras-cosas, a pensar otros
pensamientos, a sentir otras desmesuras. Inco-
modarnos, porque ¿quién puede estar cómodx
en este mundo?

34
Incentivada, codificada, capitalizada y roman-

j
tizada en la infancia, es sin embargo una de las
prácticas que nos enseñan a perder y a cercenar:
constituye, por eso mismo, un arte que no debe-
ríamos abandonar jamás. Jugar como un modo
de experimentar con la asistencia de la imagina-
ción, como una manera de garabatear en los már-
genes de lo que somos, como una forma de habitar
la soledad y el encuentro con les otres. Jugar para
con-movernos aunque sea por un instante, para

jugar
probar los papeles que no nos permiten los des-
gastados libretos culturales, para intentar rasgar
los tejidos de lo im-posible. Jugar como los cacho-
rros cuando se entrenan en nuevos movimientos,
como les pibis que se entregan a las fantasías que
sólo nacen en un escondite secreto compartido,
o con la maestría de lxs viejxs que dominan con
picardía el tablero de cemento de la plaza. Jugar
como un modo de pasar el tiempo, pero también
de encontrar un destiempo en el propio tiem-
po. Jugar en los umbrales de las superficies y las
profundidades, allí donde lo precario inventa un

37
mundo, y los mundos proliferan con la fugacidad
y la contundencia huracana de lo que no pretende
durar para siempre. Jugar, para ver si allí, en el
contratiempo de lo lúdico, somos capaces de fan-
tasear, sentir y practicar otros juegos, incluso de
habitar “la posibilidad de inventar otras reglas”,
como invita Moyi Schwartzer; porque en este
mundo, a veces, lo más difícil y liberador es dejar,
como dicen les pibis de Fútbol militante, “que
otros jueguen lo normal”.

38 39
Un movimiento radical, una peligrosa posibili-
dad, un riesgo que a veces tenemos que tomar.

l
Lacerar, como una manera de cultivar el arte del
desgarro y de practicar la virtud de la mutilación.
Lacerar como el animal que ejecuta el corte que
le dará de comer y provoca así la herida que lo
mantiene atado a la vida. Lacerar con los dien-
tes ensangrentados, con las manos entumecidas
de tanto apretar, con las puntas filosas de nues-
tros pensamientos, o con los bordes rasposos de

lacerar
nuestras lenguas malditas. Lacerar, para hacer
del tajo una potencia nutricia y de la pérdida un
movimiento vital. Lacerar lo que sea necesario;
porque, por mucho que nos engañemos, no es po-
sible separar la vida de la muerte, ni del dolor, ni
de la crueldad que se infringe en el cuerpo propio
y en el ajeno. Lacerar los tejidos del mundo para
rasgar los límites de lo que somos y hundir, con
belleza depredadora, nuestras garras en la carne
de lo im-posible.

41
Una posibilidad radical, destino común de todos

m
los vivientes, sella entre nos-otrxs un pacto de
finitud ineludible. Morir, porque no hay trans-
formación, ni acontecimiento, ni interrupción
que no lleve consigo un pequeño o un gran due-
lo, a veces incluso una herida irreparable. Morir,
como un modo de practicar el extraño arte de la
pérdida, del corte y de la corrosión; como una
forma de experimentar la incompletitud, de sen-
tir el desmembramiento de lo siempre ya-sido,

morir
de oler la porosidad propia y ajena. Morir, como
la afirmación de nuestra más expuesta fragilidad,
recordatorio de esa vulnerabilidad que no se nos
quita y que nos arroja a las manos a veces gen-
tiles y otras veces despiadadas de les otres. Mo-
rir, como una certeza, como una im-posiblidad,
como un riesgo; con el corazón desgarrado, con
el cuerpo dolorido, con miedo, con indiferencia,
con deseo, e incluso con el peculiar placer que
anida en esas pequeñas muertes que atestiguan
un despliegue de fuerzas. Morir, porque como
dice Nancy, “aislar la muerte de la vida, no dejar-

43
las entrelazarse íntimamente, cada una intrusa
en el corazón de la otra: he aquí lo que nunca hay
que hacer”. Morir, porque no hay ser que pueda
escapar al límite de sí mismo y porque no sere-
mos capaces de re-aprender a vivir-con-otrxs,
humanos y no humanos, si no reinventamos las
maneras de perecer-en-común. Morir, como una
de las más importantes prácticas del acompaña-
miento y la desposesión, como la huella perma-
nente de la comunidad de lxs precarixs, de lxs
que saben que están de paso y por eso mismo en-
sayan maneras de con-vivir y de morir-con.

44
Una de las más antiguas y veneradas artes de lo

n
im-posible, para decirlo con Adrienne Rich; es
quizás también uno de los más peligrosos y ne-
cesarios ejercicios del desacato: no hay palabra
que esté a salvo, ni relato que no arriesgue un
mundo. Narrar, para contar nuestras historias,
para recordar nuestras experiencias, para archi-
var nuestras cartografías. Narrar, también, para
fabular otras maneras de ser-con, para ampliar
nuestros horizontes de i/legibilidad, para dis-

narrar
putar los regímenes de silenciamiento y las po-
líticas del nombre im-propio a los que somos so-
metidxs. Narrar porque, como dice val flores, “el
lenguaje es un estratégico campo de batalla, un
sitio de pugnas” al que no podemos ni queremos
renunciar. Narrar entonces para no ser borrados,
ni silenciadas, ni negades; pero también, para ser
malinterpretadxs, incomprendidos, escurridi-
zas e incluso invisibles. Narrar, no como quienes
creen haber encontrado “la verdad”, sino como
quienes disputan los saberes instituidos y ponen
a rodar sus conocimientos insurrectos. Narrar,

47
una y otra vez, en variopintos estilos, para inco-
modar la lengua del presente y para socavar las
políticas genocidas del “buen decir”. Narrar, con
suerte, para regar los brotes de sentidos en los
que cobijar nuestras existencias, para darle lu-
gar a nuestros contratiempos, para inscribir los
fugaces tartamudeos de otros mundos.

48
Técnica milenaria e interespecie de sustracción y

o
atesoramiento; constituye a un tiempo una estra-
tegia de guerrilla, un artilugio de supervivencia y
una de las artes de la desaparición más denosta-
das por los saberes “ilustrados” y sus sueños de
mirada omnisciente. Ocultar, como una táctica
de interrupción de los regímenes luminosos de
hiper-visibilidad y auto-revelación que sostienen
los actuales sistemas de auto-control y de segu-
ridad, como una manera de resistir al espíritu

ocultar
de transparencia y disponibilidad que domina
nuestros tiempos, como una forma de escapar a
“la soledad de la luz” contra la cual nos alertaba
Derrida. Ocultar, para afirmar las potencias de lo
invisible, de lo que no se deja ver, de lo ignorado,
de lo que pasa desapercibido, pero no por eso deja
de estar allí, para quienes tienen olfato afilado y
despiertos los sentidos. Ocultar, para experimen-
tar el placer del escondite, de lo que no está allí
a la mano de todxs ni de cualquiera; para entre-
nar también la magia de los enclaves soterrados.
Ocultar, no como quien encubre un daño o una

51
vergüenza, sino como quien hace del secreto una
estrategia de cuidado, como el perro que atesora
el alimento que ha enterrado y que mantiene así
a resguardo. Ocultar, para hacer de lo incógnito
el campo donde desplegar nuestros ensayos de
otras lenguas, de otros tactos, de otros nudos.

52
Potencia del tacto, técnica de reconocimiento y

p
sabiduría de entre-pieles: encuentra en la versa-
tilidad de los movimientos de las manos su ins-
piración, su aspiración, su principio de acción y
de ruina. Palpar, como una forma de conocer el
mundo, de leer con los dedos, de acercarnos a lxs
otrxs, y a nosotrxs mismxs. Palpar un territorio,
una piel, una posibilidad, una situación, otras
veces, un peligro, una pérdida o una emboscada.
Palpar con los dedos apenas apoyados, con las

palpar
manos presionando el plexo, con las uñas afila-
das de los animales de presa, con el roce involun-
tario del codo en una pared fría, y con el borde
rasposo de nuestras más in-mundas fantasías.
Palpar como lo hacen lxs que se entregan a las
fiestas del placer, como las bandadas de pájaros
que anticipan las tormentas, o como la carpin-
tera que comprueba su pericia rozando la ma-
dera recién cepillada. Palpar como una manera
de hacer de la piel y el contacto un saber, una
apuesta de vida, una potencia indeclinable. Pal-
par, con destreza felina y con paciencia vegetal,

55
todos esos terrenos afectivos, esas tesituras del
ser-con, y esos matices del con-tacto que habitan
nuestros contra-tiempos y que rozan los cabellos
de mundos más amables.

56
Fuerza de la voluntad, apetencia de algunos vi-

q
vientes, representa una inclinación ineludible
cuya ambivalencia la convierte, como muchas de
las prácticas del desacato, en un inevitable y peli-
groso tal vez. Querer como una forma de iniciar
un movimiento, incluso de propiciar un comien-
zo. Querer con desesperación, con ligereza, con
cariño, con apego, con sed, con frescura, con y sin
inocencia, o con la necesidad de lo que urge. Que-
rer como quienes aceptan una invitación, como

querer
les que se apasionan con una lucha, como aque-
llos que aceptan un desafío, como a les que les
urge un otro-mundo. Querer como una conexión
con lo/s otro/s, y entonces, querer-nos, un poco
más, un poco mejor, un poco más seguido. Que-
rer-nos para conmovernxs los unos a los otros,
para tender los puentes que anuden los pliegues
porosos de nuestros mundos. Querer-nos, así,
entre nos-otrxs, en la ruptura de lo mismo, en la
apertura de lo que está más allá de cualquier sí
mismo o cerrazón.

59
Insumo feroz de las des-memorias; esta capaci-

r
dad anímica de selección, conservación y trans-
formación del pasado constituye una pieza clave
en el inventario de nuestras técnicas del des-
acato. Recordar, como una manera de suturar y
reparar el tejido siempre abierto del transcurrir,
como un modo de recuperación creativa de lo-
que-ha-sido y aún así no-cesa-de-ser. Recordar
lo perdido, lo conseguido, lo soñado, y también
lo que nunca fue. Recordar a quienes estuvieron,

recordar
a les que son-junto-a-nosotrxs y a les que están
por venir. Recordar con las tripas, con el olfato,
con la imaginación, con los dedos, con los tex-
tos y con los relatos. Recordar lo lindo, lo ácido,
lo amargo, lo ingrato, lo grande, lo pequeño y lo
incierto. Recordar, sí, pero no como lo opuesto
al olvido, sino como una manera de dejar ir y de
retener a la vez, como un proceso de digestión
del éxtasis que liga precaria e inexorablemente
lo-sido, con el presente, la pérdida y el porvenir.
Recordar, para volver a pasar por la mente y por
el cuerpo lo que permanece en el modo de una

61
ausencia, de una evocación o incluso de una visi-
tación. Recordar, con insistencia, para hacer de
la memoria común, sitio de reparación y de en-
cuentro colectivo.

62
Alquimia del desconcierto, táctica de distracción,
o estancia del ánimo: tiene la virtud de ligar el

s
afecto al movimiento, el presente al orden de lo in-
calculable, la potencia de conmoción al no-saber.
Sorprender, como una forma de forzar lo inespe-
rado, como una manera de interrumpir la monoto-
nía de lo disponible y de hacer de la desorientación
nuestra aliada. Sorprender con nuestras voces,
con nuestras ausencias, con nuestros rostros y con
nuestros destiempos. Sorprender, para escabullir-

sorprender
nos por las pendientes de montañas invisibles y
para introducir las dosis necesarias de asombro y
confusión. Sorprender, porque todavía podemos, y
por eso mismo, sorprender-nos, incluso en ocasio-
nes maravillarnos. Sorprender-nos entonces para
alojar lo imprevisible, para captar eso que escapa a
los maquínicos algoritmos y a nuestras humanas
predicciones, para dar lugar a lo que puede ser de
otra manera Sorprender-nos, porque sin esta tesi-
tura temblorosa del ánimo, no seremos capaces de
desconocernos, de desarmarnos, de descentrar-
nos, de desviarnos.

65
Un pequeño derrumbe, un delicado estreme-

t
cimiento, una estrepitosa oscilación; quizás el
riesgo de todo movimiento. Temblar, como una
forma de sacudirnos la carne, la mente y los
deseos, como una manera de hacer tambalear
el cuerpo, el centro y el pensamiento. Temblar,
como quien intenta inducir, o al menos acompa-
ñar, la vacilación de lo im-posible. Temblar, para
no quedarse aferrado a un único suelo, a un úni-
co ser, o a una única creencia; para conmover eso

temblar
que creíamos nuestros fundamentos. Temblar
para dudar, para recalcular, para equivocarnos,
para dejar que resuene lo que está más allá de no-
sotrxs mismxs. Temblar para sacudir el tablero
y experimentar eso que, dice Mónica Cragnolini,
“acerca a la posibilidad, al ‘todavía’, al ‘áún no’, al
‘quizás’”. Temblar porque no hay un tal-vez-otro-
mundo sin el titubeo trémulo que nos expone a
la corrosión, a la pérdida, al desconcierto, y a la
puesta en jaque del sí mismo.

67
Conjuro biopolítico contra la segregación y la

u
vulnerabilidad, estrategia de acción concertada
y necesidad de todo lo viviente: constituye una
de las más importantes fuerzas creativas y des-
tituyentes. Unir como una forma de conectar
materiales, de ligar voluntades y de actuar en
conjunto. Unir, como una manera de propiciar
el juego de las diferencias y las afinidades, de las
distancias y de las cercanías, de las coyunturas y
las complicidades. Unir, entonces, no como quien

unir
borra, desconoce o rehuye a los antagonismos y
asperezas, sino como quien hace de ellas el mo-
tor del des-encuentro, la ocasión de una reunión,
la posibilidad de compartir alegrías y tristezas.
Unir para articular, para anudar fuerzas, pasio-
nes, ideas y movimiento. Unir, con la pericia de
quien hace de la maraña un tejido, de las made-
ras un instrumento, de las injusticias un anta-
gonismo. Unir con las manos, con el pensamien-
to, con las canciones, con los encuentros, en los
fanzines, en las marchas, en los festivales. Unir-
nos, para marcar los desacuerdos, para mostrar

69
los disensos, para resistir a los mandatos y para
combatir la sobredosis de soledad y aislamiento
al que somos sometidxs. Unir-nos, para enchas-
trarnos lxs sueños, para contagiarnos las poten-
cias, para compartir los cobijos, para celebrar
nuestras fiestas.

70
A veces un infierno, a veces un remanso, en oca-
siones un abismo, en otras un letargo; a como dé

v
lugar, el embrollo en el que estamos inmersos, el
desafío al que no podemos renunciar. Vivir como
un problema, como advierte Haraway, como el
conflicto en el que debemos permanecer, como
una inquietud común, en el mejor de los casos,
una pre/ocupación colectiva. Vivir, como un des-
tino al que estamos arrojadxs, pero también como
una posibilidad, como una práctica, como un arte,

vivir
como un aprendizaje. Vivir con y gracias a otres;
y también vivir junto-a, antes-que y después-de
otros tiempos, otros mundos, otros seres. Vivir
con intensidad, con pereza, con apatía, con ternu-
ra, con crueldad, con ahínco, con ligereza, con tem-
or, o con sosiego. Vivir, con todo lo que ello implica,
pérdida, gasto, monotonía, sobresalto, cambio, ri-
queza, ausencia, distracción, placer, falta y exceso.
Vivir, allí donde lo invivible se combate con más
vida, con otras vidas, con otras maneras de habitar
la vida-muerte-en-común, el viscoso umbral que
nos pone a les unes en contacto con lo/s otro/s.

73
75
Arte de la improductividad, necesidad de todo
lo viviente, estado compartido por todos reinos

y
de lo animado y lo inerte; es una de las prácticas
del desacato más subestimadas. Yacer, como una
manera de estar en el mundo, con la entrega de las
piedras, con la contundencia de los muertos, con
la calma de quienes disfrutan las siestas, con la
sabiduría de los animales que reposan debajo de
la sombra más generosa del verano. Yacer, como
una forma de interrumpir el imperativo de hiper-

yacer
productividad, como un modo de recuperar las
fuerzas, y también como una posibilidad de dis-
frute. Yacer, boca arriba, boca abajo, o de costado,
con las brazos cruzados, de cara al cielo, y con los
ojos bien cerrados. Yacer, para deternos, para de-
morarnos, para reparar, para simplemente estar.
Yacer, para recordar la potencia de lo quieto, de la
pausa, de lo lento, de la detención, y de la inacción.

77
Una provocación, acaso una invitación, quizás el
más difícil de los retos: aprender a desplazarse sin

z
la inocencia de lo recto ni la comodidad de los ca-
minos ya trazados. Zigzaguear, como una manera
de deambular con los movimientos, de recorrer
un territorio, incluso de ocupar el tiempo. Zigza-
guear con la punta de la fantasía, con el rodeo de
la duda, con el contorneo del cuerpo, o con la sen-
sibilidad de la hierba que se cuela entre las grietas.
Zigzaguear como una forma de reivindicar el des-

zigzaguear
vío, la curva, la casualidad, el temblor, las vueltas.
Zigzaguear, con la fluidez corrosiva del agua, con
la tranquilidad de los perros de pueblo, con la in-
teligencia danzante de la piel de las serpientes, o
con la entrega jovial del repasador que serpentea
atado a la soga de una terraza. Zigzaguear, delica-
da y abruptamente, porque no hay desacato sin
rodeos, sin desvíos, sin delirios; porque es en esos
pliegues que anudan un movimiento con un terri-
torio, un contacto con una posibilidad, una fuga
con una potencia, donde descansan nuestros con-
tra-tiempos y complotan nuestros corrimientos.

79
6 notas para un epílogo I. Palimpsesto
Janna Tegeler Un método antiguo de economía de materiales:
usar una piedra suave para borrar, raspando en el
pergamino, la escritura anterior e imprimir allí
Vir me pidió escribir este epílogo y decidí hacerlo nuevas narraciones. Pero el texto anterior nunca
a modo de notas, retomando algo que ellx trabaja desaparece del todo, se trasluce, se asoma, palpi-
insistentemente en este borrador, pero que tam- ta en la superficie. Insumisa, la lengua de Vir se
bién está presente en sus clases, en las juntadas convierte en piedra, se convierte en herramienta
con lxs amigxs y en nuestras cenas (esos momentos y se frota contra las definiciones de los dicciona-
que son cobijo y alivio para mí): pensar (desde) lo rios para borronearlas y atizar en esas palabras
precario, lo provisorio, lo fragmentario y lo frágil nuevos significados. Vir expone que, como en un
permite develar otras resonancias afectivas, otras palimpsesto, al hablar, al escribir, al narrar, hay
vías de sentido. borrón pero no hay cuenta nueva y que en ese ges-
to se juega la disputa por los sentidos que subyace
En estas 6 notas intento evocar algunos de los ecos a toda escritura, a toda enunciación.
que, tras leer las entradas, persisten con sus soni-
dos en mi cabeza.

80 81
II. Las garras poéticas/La sas, acompañadas y alegres. Narrar la muerte, el

poética de las garras boicot, el temblor, para así lacerar el imaginario


angosto y agobiante de nuestro presente.

Los cuerpos disidentes conocen el poder de las


palabras, los cortes profundos que causan, las
marcas ardientes que dejan, el sabor amargo que III. El burro
genera en la boca esa sensación de que tantas ve-
ces no hablan nuestro(s) idioma(s). Entonces, afi- Con las orejas tiradas hacia atrás y el cuello firme,
lar las garras poéticas para tajear las definiciones resistiendo al tirón de la soga, el burro frena su
estrechas, abrirles los costados y allí encontrar la marcha, interrumpe la tarea que le asignan, tal
potencia nutritiva de los significados que brotan vez por eso la lengua capitalista le atribuye tan-
de esas heridas. Lacerar para narrar. Lacerar la tas connotaciones negativas. Pero Vir reivindica
superficie pulida e inmune de los diccionarios este gesto iracundo y testarudo. Trabaja con las
para narrar un (posible) mundo insurrecto. Por- palabras como si enterrara un par de pezuñas
que un diccionario abierto, con las entrañas afue- con determinación y enojo en la arena de los sen-
ra, permite decir el glitter en la espalda de lxs tidos establecidos y limitantes, para resistirlos.
amigxs, la tortícolis de las señoras y señores de En las montañas de tierra que se arman entre las
recoleta, el silencio incómodo de las fiestas fami- uñas clavadas en el piso, se imprime una terca
liares. Pero también narrar para lacerar. Narrar cartografía del desacato.
a Susy Shock, a Lohana Berkins, a Wittig y Zeig.
Narrar nuestras huidas descolocantes y doloro-

82 83
IV. La escritura V. El alivio
(con)movida
Recorrí este borrador como un perro recién libe-
rado del collar recorre el pasto. Su propuesta fi-
Vir no define, no circunscribe, no delimita, no losa y amorosa, belicosa y suave desató corridas
detiene los verbos: traza zigzagueantes y oscilan- descoordinadas. Ensimismada en el movimiento,
tes caminos para ellos, desde los cuales explorar en lo vertiginoso del ahora, me revolqué en esta
las múltiples aristas de sus significados. Profun- posible otra vida que late en la constelación de
damente vital y afectada, su lengua se alimenta las entradas, en su lenguaje híbrido, lúdico y en-
de risas, de proyectos colectivos, de charlas, de sayístico. Pero su minuciosidad y sus detalles me
debates y de lágrimas y gritos compartidos. Es llamaron, me pidieron que tomara aire, que vol-
ella misma una puesta en ejercicio de las técni- viera una y otra vez sobre lo ya leído para mordis-
cas del desacato. Duda y hace dudar, conmueve quear, saborear y disfrutar cada trazo inesperado
y se conmueve, incomoda y se incomoda, huye que dibuja, cada deslizamiento que fantasea. En
de la tranquilidad anestesiante de lo seguro y lo el pasto de sentidos nuevos que creó Vir, la resis-
ya-resuelto. Se aloja en la arena movediza de un tencia se convierte en aliento, la terquedad posi-
reflexionar que habita las ambivalencias y escapa bilita la alegría, la agitación de las corridas por
del pensamiento dicotómico. Hace de la inestabi- ese laberinto poético- filosófico cede de repente
lidad y el movimiento su morada. su lugar a un respirar hondo y ahí es cuando apa-
rece el alivio. Un alivio profundo que nace de la
posibilidad de reubicarnos, de corrernos, de rela-
tarnos en otros términos y con otras genealogías.

84 85
VI. Continuar el relato
La inquietud de las palabras, su insistencia en
el movimiento y la tormenta de voces que rabia
en cada una de ellas, hacen del gesto de Vir un
punto de partida. La red semántica y afectiva
del borrador nos pide expandirla, ampliarla, re-
tomarla para darle lugar a las entradas que se
disparan en estos juegos, en estas disputas. Las
siguientes líneas quedan a la espera de otras po-
tencias del desacato.

86 87
Superficie textual
(apenas algunos de los pliegues textuales Donna Haraway, Seguir con el problema.
más explícitos) Generar parentesco en el Chthuluceno,
España, Consonni, 2019.
Lohana Berkins, “Mensaje de despedida”,
El tribuno, 5 febrero de 2016. Jean Luc Nancy, El intruso, Buenos Aires,
Amorrortu, 2006.
Mónica B. Cragnolini, Derrida, un pensador
del resto, Buenos Aires, La cebra, 2007. Adriene Rich, Artes de lo posible. España,
Horas y horas, 2007.
Jack Derrida, La escritura y la diferencia,
Barcelona, Anthropos, 1989. Moyi Schwartzer, Que otros jueguen lo normal.
Archivos de militancias y deporte desde una
val flores, Desmontar la lengua del mandato, perspectiva transmasculina, Buenos Aires,
Criar la lengua del desacato, Santiago Puntos suspensivos, 2020.
de Chile, CUDS-Editorial Mantis, 2014.
Susy Shock, Hojarascas, Buenos Aires,
val flores, Interruqciones. Ensayos de poética acti- Muchas nueces, 2017.
vista, Neuquén, La Mondonga Dark, 2013.
Monique Wittig y Sande Zeig, Borrador para
Jack Halberstam, El arte queer del fracaso, Bar- un diccionario de las amantes, Barcelona,
celona/Madrid, Egales,2018. Lumen, 1981.

88 89
Lucila Adano Vir Cano
Ilustradora, feminista, tatuadorx. Dibuja, pinta, Es filósofx, docente, activista lesbiana y feminis-
escribe y hace dirección de arte. Desde que co- ta. Ha publicado en esta editorial el libro Ética
menzó a ilustrar, en el 2014, ha colaborado para tortillera (2015) y la compilación colectiva Nadie
diversas editoriales (Página 12, SOY, Planeta, viene sin un mundo (2018). También es autorx de
Muchas Nueces, Maten al Mensajero, Ubu), y de Dar (el) duelo (Galerna, 2021), Nietzsche (Galerna,
publicaciones y proyectos independientes. Si se 2015), y co-autorx junto a Judith Butler y Laura
tiene que definir, se define en movimiento. Fernández Cordero de Vidas en lucha. Conversa-
ciones (Katz, 2018).

Janna Tegeler
Vive desde hace 12 años en Buenos Aires. Estudió
Letras en la Facultad de Filosofía y Letras de la
UBA. Entre otras cosas es docente, feminista y
lesbiana. Traduce, saca fotos y a veces también
las borda.

90 91
Índice

Presentación............................................................. 6
Des-instrucciones para escribir este borrador.. 10
Diccionario.............................................................. 14
Epílogo por Janna Tegeler .................................. 80
Superficie textual.................................................. 88
Biografías ............................................................... 90
Se terminó de imprimir
en junio de 2021.

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