Grupo y Liderazgo Mod 1
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Las disciplinas relacionadas con la salud de los seres humanos han sido durante mucho tiempo pensadas a
través del diagnóstico, el tratamiento de la enfermedad y las deficiencias, es decir, se buscaba “arreglar”
aquello que “no funcionaba” o “funcionaba mal”. Con el avance de la ciencia, y con algunas respuestas en
relación con la enfermedad, se puso en relieve que se había relegado, justamente, la salud, las fortalezas,
los recursos positivos y saludables del ser humano. En este contexto, surge la psicología positiva de cara a la
potencialidad, plenitud y felicidad del ser humano.
Antecedentes y surgimiento
La mirada sobre el ser humano es tan compleja y dinámica como el propio ser humano. Por ello, ha ido
modificándose a lo largo de la historia. Por momentos, la visión ontológica sobre el hombre ha sido
negativa, pero en otros momentos ha sido positiva. Es así que se puede encontrar estas ambivalencias,
tendencias y contrapuntos en el pensamiento judeocristiano predominante en el Medioevo, el anarquismo
del siglo XIX y tantos otros desarrollos como en ideas de pensadores como Protágoras, Sócrates, Platón,
Hobbes, Locke, Kant, Schopenhaouer, Nietzsche, Spinoza, por mencionar algunos.
“Cuanto más conozco a los hombres más quiero a mi perro” (Diógenes, siglo IV a. C.)
Aun siendo una disciplina joven, la psicología ha tenido también, a su modo, diferentes enfoques hacia su
objeto de estudio. En sus inicios, la psicología se ha desarrollado sobre el modelo de enfermedad del
hombre. Es decir que la disciplina se ha enfocado principalmente en los problemas de los seres humanos,
en sus deficiencias y dificultades, en los trastornos. Solo recientemente ha cobrado relevancia y popularidad
el estudio y abordaje de los recursos saludables y las potencialidades de las personas con miras al desarrollo
de sus cualidades positivas (Seligman y Csikszentmihalyi, 2000).
El discurso inaugural del Dr. Martin Seligman en la conferencia de la American Psychological Association en
1998 fue, para muchos, la entrada y el despegue de la psicología positiva a la disciplina. Sin embargo, los
desarrollos en relación con aspectos positivos del pensamiento, emociones y comportamiento pueden
rastrearse hasta los inicios de la disciplina psicológica.
Esto se puede reconocer en temas clásicos como el apego, las conductas prosociales, los valores humanos y
la creatividad, entre otros (Castro-Solano, 2010). Más específicamente, en los inicios del siglo XX se
encuentran los trabajos de investigadores como William James, sobre la relevancia de las experiencias
subjetivas positivas (Froh, 2004); y los estudios de Terman, Watson y Jung, sobre la felicidad marital, la
parentalidad efectiva y el significado de la vida, respectivamente (Seligman y Csikszentmihalyi, 2000).
Sin embargo, el interés por el fortalecimiento de la salud y el desarrollo pleno de las personas se vio
desplazado en gran parte por el contexto sociopolítico y económico global, especialmente por las
consecuencias relacionadas con las guerras. En la segunda mitad del siglo XX, el interés general se tornó
hacia el desarrollo productivo y tecnológico, la calidad de vida, el bienestar, la comunión entre los pueblos y
las metas de desarrollo colectivo. Este cambio de orientación impregnó todos los campos académicos,
incluso la salud. Lo cual se expone claramente en la definición de salud adoptada en la constitución de la
Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1946: “la salud es un estado de completo bienestar físico,
mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades” (OMS, 2021).
Sin embargo, aún se debía lidiar con las consecuencias en la salud propias de las guerras. Por lo que el
interés académico y las fuentes de inversión estuvieron mayormente dirigidos al tratamiento de trastornos,
la recuperación y rehabilitación de las personas y las sociedades.
Carla comenzó tratamiento psicológico y con el correr de las semanas su estado anímico ha ido mejorando.
Sus pensamientos son más realistas y positivos, ahora piensa más en sus propios deseos. Comenzó a hacer
actividad física, se levanta temprano y disfruta nuevamente el tiempo en familia. ¡Una historia de éxito!
Este movimiento ha contado con exponentes de gran impacto en la psicología. El principal referente es
Maslow, quien, por ejemplo, enfatizó sobre la importancia del estudio de la salud, la creatividad y la
autorrealización, entre otras cosas (Moss, 2015). Inclusive, el término de psicología positiva se encuentra
por primera vez en uno de sus libros (Maslow, 1954). Por su parte, Carl Rogers dedicó sus esfuerzos a
identificar las condiciones para el crecimiento y funcionamiento óptimo de las personas, además propició
un encuadre detallado para el trabajo con los pacientes. Como ellos, Frederick Perls, Jourard y muchos otros
fueron consolidando este movimiento (Moss, 2015).
Es fácil identificar raíces del enfoque de la psicología positiva en la psicología humanista, sin embargo, la
primera se diferencia en algunos aspectos. Si bien la corriente humanista cuenta con desarrollos científicos
de metodología cualitativa como cuantitativa y ha tenido gran impacto clínico, su desarrollo y
reconocimiento en el ámbito académico ha sido considerablemente menor (Castro-Solano, 2010; Forh,
2004).
Por su parte, la psicología positiva surge principalmente apoyada en los desarrollos y métodos empírico-
cuantitativos. Es así que existe un especial énfasis no solo en el abordaje de objetos de estudio positivos,
sino además en el desarrollo de teorías, instrumentos de evaluación e intervenciones sustentados
rigurosamente en la evidencia empírica.
En cierto sentido, la psicología positiva surge en el momento en el que el estudio del psiquismo se ha
consolidado como una disciplina de rigurosidad científica y gran potencialidad como estrategia para la salud
mental. Sin embargo, una vez que los trastornos psicológicos fueron comprendidos y tratados con
significativo (aunque no total) éxito, quedó en evidencia que la ausencia de sufrimiento no resulta suficiente
para la salud psíquica, es decir, el bienestar psicológico es un fenómeno diferente (Castro-Solano, 2010).
Carla volvió a pedir una cita con el mismo psicoterapeuta, dos años después. El profesional estaba confundido
mientras la escuchaba; ella le comentaba que estaba bien, no había vuelto a sentirse “tan mal”. Entonces,
¿para qué habrá pedido la consulta? “Ya sé que está todo bien, pero mi vida es gris. Todo es monótono,
quiero que cambie, quiero hacer cosas para mí como aprendí años atrás. Pero no sé qué quiero hacer ni cómo
descubrirlo”, manifestaba Carla.
El psicoterapeuta, basándose en la psicología positiva y sus estrategias, ayudó a Carla en pocas semanas a
descubrir sus fortalezas personales, explorar nuevas aficiones e intereses y aumentar sus experiencias
positivas como el disfrute.
En la última sesión, Carla le comenta a su terapeuta que se tiene que ir puntual ese día, porque quiere llegar a
tiempo a la reunión barrial, ya que “las chicas” le avisaron que llegaron las lentejuelas para continuar la
confección de los trajes de la murga. Resulta que Carla descubrió que disfruta especialmente el diseño y
confección de indumentaria, pero además la motiva saber que es para “los chicos del barrio”.
Es en este sentido que la psicología positiva emerge no como una corriente o teoría diferente del psiquismo,
sino como una mirada complementaria y que, inclusive, va más allá del campo de la psicología en sí, por lo
que también influye en la visión que se tiene sobre las personas en todos sus aspectos y ámbitos de
desarrollo.
Unidad 2: Desarrollos más significativos de la disciplina
La psicología positiva ha puesto en relieve los aspectos más positivos de las personas, con la posibilidad,
incluso, de potenciarlos. Es decir que no solo se interesa por el análisis, sino también por la generación y
consolidación de las fortalezas y los recursos positivos en las personas. En esta lectura, se presentan algunas
de las líneas de aplicación en auge de la psicología positiva de las últimas décadas. Entre ellas, se
encuentran sus aplicaciones en la salud física y mental, la educación y el trabajo.
La psicología positiva se plantea como “el estudio científico de las posibilidades de un desarrollo humano
óptimo” (Casullo, 2008, p. 9). Sus pilares básicos giran en torno al estudio y abordaje de las emociones
positivas, los rasgos positivos y las instituciones positivas (Castro-Solano, 2010). A estos pilares se suma,
posteriormente, y debido a diversas investigaciones, el estudio de los vínculos positivos (Seligman, 2009
citado en Lupano-Perugini y Castro-Solano, 2010).
Por lo tanto, la psicología positiva es un amplio campo de fenómenos saludables. Entre ellos, se destaca el
estudio e intervención del bienestar, el compromiso, las emociones positivas, el perdón, la esperanza, la
espiritualidad, el altruismo, el optimismo, la tolerancia, el flow, entre muchos otros.
Los fenómenos comprendidos en la psicología positiva son numerosos, por lo tanto, el listado expuesto es
ejemplificador y no exhaustivo.
El humor, como otras variables de la psicología positiva, cobra relevancia en su aplicación en diferentes
ámbitos concretos del desarrollo humano, como la psicología clínica, la prevención, la salud, la educación, el
trabajo, entre muchos otros.
Una de las aplicaciones más prometedoras de estos conocimientos es el campo de la prevención en salud
mental. La investigación ha puesto de relieve aquellas variables que actúan como protectoras ante las
psicopatologías. Se destacan, así, factores claves como el optimismo, las habilidades sociales, la honestidad,
la perseverancia, la resiliencia y el coraje. En este sentido, si se desea mejorar la salud mental de nuestras
comunidades, se debe comprender cómo actúan estos factores y de qué forma podemos incrementarlos.
Relacionado con el área de la prevención, pero también en la asistencia, se encuentra la línea de trabajo de
la psicología positiva en la salud física. En este aspecto, los desarrollos son especialmente prometedores, ya
que se enfocan en identificar y potenciar aquellos recursos positivos que impactan favorablemente tanto en
la prevención como en la recuperación de enfermedades.
Es el caso del optimismo sobre el futuro que, por ejemplo, se asocia a una mejor calidad de vida y mayor
sobrevida en enfermedades como el VIH y el cáncer. Esto es fácil de visualizar, ya que una persona que, aún
con un diagnóstico con gran connotación negativa, puede sostener una visión positiva acerca de su futuro y
se imagina que superará la adversidad, estará mejor predispuesta para llevar a cabo el tratamiento y se
esforzará para seguir las indicaciones terapéuticas, obteniendo así mejores resultados.
Además, se cuenta con evidencia de que las intervenciones basadas en la psicología positiva benefician la
consolidación de hábitos saludables relacionados con la longevidad y el estilo de vida saludable y reduce el
riesgo de enfermar.
La educación positiva plantea que las habilidades para el bienestar deben ser enseñadas a la par de los
contenidos formales, ya que las primeras ejercen un impacto positivo en el aprendizaje de los segundos. En
otras palabras, se busca propiciar no solo el conocimiento de lo exterior, sino también el conocimiento de sí
mismo en la formación de personas como un todo.
¿Y el humor en la educación? ¿Acaso humor y educación son conceptos que se contradicen? El humor como
herramienta pedagógica, sin dudas, confrontaría con las estructuras convencionales sobre las que se
asientan las instituciones educativas, según la cual el docente “brinda” los conocimientos y los alumnos son
los receptores, con claros roles asimétricos y un esquema predeterminado. Por el contrario, según Toledo y
García-Aparicio (2010), una pedagogía del humor requeriría que la palabra circule en el espacio áulico, y
que haya lugar para lo espontáneo, incongruente e inesperado en un clima positivo entre las personas. Esto
no solo repercutiría, según los autores, en el bienestar de los alumnos, sino también en la motivación,
participación y atención en clase.
Otro ámbito de aplicación de gran importancia es el que se desarrolla principalmente en esta materia: los
aportes de la psicología positiva en el trabajo y las organizaciones. En esta área, se trabaja sobre la
maximización de las virtudes y potencialidades de las organizaciones, favoreciendo el bienestar y capital
psicológico de los trabajadores.
¿Será que también en el trabajo el humor puede ser una estrategia de valor? En un ambiente de trabajo
saludable se darían las condiciones básicas para que el humor, la espontaneidad y la risa tengan lugar. Sin
embargo, no todos los ambientes laborales cuentan con estas características. El trabajo puede ser un
espacio de desarrollo personal y profesional, donde poner en práctica las fortalezas, descubrir y cultivar
habilidades, consolidar vínculos saludables y participar de equipos de trabajo productivos… Pero también
esto puede no estar ocurriendo. ¿Y si fuera posible favorecer el humor y la espontaneidad en los equipos de
trabajo? ¿Crees que sería un lugar atractivo en el cual quisieras trabajar?
La felicidad
Cada uno, a su manera, busca la felicidad. Puede que sea de forma ineficaz, de forma patológica o
simplemente de forma fantaseada, pero el ser humano desea ese estado de plenitud asociado con la idea
subjetiva de la felicidad. ¿Quién diría que no quiere ser feliz?
El interés por la felicidad no es algo nuevo. Sin embargo, este tema ha sido abordado como un tema de
índole filosófico antes que un objeto de estudio científico. En la antigüedad, ya Aristóteles, Ciserón y Séneca
se preguntaron por este tema. Mucho más cercano a nuestro tiempo, en el siglo XX, la cuestión despertó el
interés de la sociología ligado al nivel de calidad de vida de las sociedades (Castro-Solano, 2010). Más tarde,
Erich Fromm, Carl Rogers y Abraham Maslow, por mencionar algunos psicólogos humanistas del siglo XX,
también hicieron hincapié en el desarrollo de las cualidades positivas y el sentido de la vida en las personas.
La novedad que aporta la psicología positiva es la aplicación del método científico al estudio de la felicidad.
Esto implica, en primer lugar, la adopción de una definición tanto conceptual como operacional que permita
el desarrollo de teorías que intenten comprenderla e instrumentos que puedan medir la felicidad para
corroborar o descartar las mencionadas teorías.
En el ámbito de la psicología positiva se ha optado por utilizar el término “bienestar” en lugar de otros. Sin
embargo, este término aún genera controversias por su solapamiento con otros conceptos como calidad de
vida y felicidad. La ausencia de una teoría unificada y el énfasis sobre diferentes aspectos en diversas
microteorías aumentan su complejidad. Sin embargo, en esta lectura se intentará repasar los conceptos más
significativos en el desarrollo del bienestar psicológico.
Por otro lado, el bienestar eudaimónico derivaría de diferentes fuentes. En esta perspectiva lo que hace que
una persona tenga mayor bienestar es su significado de la vida y la práctica de actividades virtuosas. Es
decir, los afectos positivos y negativos tendrían un lugar secundario a otros factores de mayor importancia
como el significado vital, los proyectos de vida, la calidad de los vínculos e inclusive el estado de flow
(Castro-Solano, 2010).
En la actualidad, se entiende que el bienestar es la resultante de una dinámica compleja entre diferentes
variables. El bienestar estaría compuesto por tres elementos, a saber, afecto positivo, afecto negativo y un
aspecto cognitivo, que aporta un sentido de satisfacción con estabilidad a lo largo del tiempo. Es importante
destacar que la evidencia científica apunta a que las emociones positivas y negativas, así como el bienestar
y el malestar, no forman parte de un mismo continuo, sino que más bien ambas son dimensiones diferentes
e independientes entre sí a largo plazo (Castro-Solano, 2010; Medrano, 2020; Vázquez y Hervás, 2009).
También se encuentran diversas propuestas explicativas del fenómeno. De ellas se destacan los modelos
propuestos por Jahoda, Deci y Ryan, Carol Ryff, y más recientemente se encuentra la propuesta teórica de
Keyes (citados en Vázquez y Hervás, 2009) y el modelo PERMA propuesto por Seligman (2011). La secuencia
mencionada permite observar cómo se han ido perfeccionando algunos conceptos y desarrollos previos,
que junto con la evidencia empírica, fueron especificando y consolidando ciertos aspectos relacionados al
bienestar.
El modelo de Jahoda (1958) propone ciertos criterios mediante los cuales caracterizar la salud mental
positiva. Desde esta perspectiva, la salud mental positiva estaría determinada por las actitudes hacia uno
mismo; desarrollo y autoactualización; integración; autonomía; percepción de la realidad y control
ambiental. Si bien esta propuesta se apoya mayormente en racionalizaciones e hipótesis teóricas, es
interesante destacar que incluye a su vez las variables que compondrían cada uno de esos criterios,
alentando su investigación (Vázquez y Hervás, 2009).
Por su parte, Deci y Ryan (2001) desarrollaron teoría de la autodeterminación apoyada en la evidencia
científica disponible al momento. Para estos autores, el bienestar se define como la experiencia y el
funcionamiento psicológico óptimo. Este estado se conseguiría mediante la satisfacción de necesidades
psicológicas básicas de vinculación, autonomía y competencia y un sistema de metas internamente
congruentes y coherentes con los valores e intereses del individuo. Estudios posteriores apoyaron estas
hipótesis, ya que la satisfacción de estas necesidades, su equilibrio y un conjunto de metas congruentes en
las personas se han asociado, en diversas investigaciones, con mayores niveles de bienestar (Vázquez y
Hervás, 2009).
A su vez, el modelo de bienestar psicológico fue elaborado por Ryff con base en una revisión de los
desarrollos previos en la temática, incluyendo los mencionados entre otros. La autora presenta seis
dimensiones, consideradas como índices, de la salud mental y diferencia en ellas el funcionamiento óptimo
del funcionamiento deficitario. Las dimensiones son control ambiental, crecimiento personal, propósito de
vida, autonomía, autoaceptación y relaciones positivas con otros (Vázquez y Hervás, 2009).
Posteriormente, Keyes propone un nuevo modelo de bienestar y salud mental. Este modelo retoma gran
parte del trabajo de Ryff, pero incluye otras áreas del bienestar en un intento de integración de los
componentes hedónicos, eudaimónicos y social. De esta forma, la salud mental positiva estaría conformada,
según Keyes, por el bienestar emocional, el bienestar psicológico, y el bienestar social. Es decir, en este
modelo las emociones positivas son puestas en relieve, junto con las dimensiones del modelo de Ryff, y en
conjunción con un funcionamiento social y comunitario enriquecedor y satisfactorio (Vázquez y Hervás,
2009).
Recientemente, Seligman (2011) propuso su modelo PERMA para el estudio, evaluación e intervención de
este fenómeno. En esta perspectiva se plantean cinco elementos que permiten incrementar el bienestar
subjetivo: emociones positivas (positive emotion), compromiso (engagement), relaciones (relationships),
sentido (meaning) y sensación de logro (accomplishment). Estas variables, advierte el autor, son claves en el
bienestar subjetivo, pero no son exhaustivas, es decir, se entiende que existen otros factores que también
influirán como por ejemplo la vitalidad y la salud (Seligman, 2018).
¿En qué momento de tu vida fuiste más feliz? Seguramente, habrás pensado en tu infancia. Video
Las emociones positivas constituyen el componente hedónico en este modelo. El placer, el confort y la
felicidad, entre otras emociones positivas, no son vistos simplemente como un marcador sino, inclusive,
como favorecedoras del bienestar subjetivo.
En el video puedes apreciar la relevancia de las emociones positivas en los protagonistas, manifestado
especialmente por el énfasis en el disfrute y el divertimento.
El compromiso subjetivo es un estado de conexión profunda a una determinada actividad o causa. Cuando
este compromiso alcanza su estado óptimo ocurre una inmersión subjetiva, un alto grado de concentración
hacia una tarea intrínsecamente motivadora. Esto fue definido por Csikszentmihalyi como estado de flow.
Las características del flow son intensidad de la concentración en lo que se está haciendo en un
determinado momento, satisfacción por la actividad en sí misma, fusión con la acción que se está
realizando, disminución de la conciencia de uno mismo como actor social, una sensación de control de las
propias acciones, siendo especialmente percibida la distorsión de la experiencia temporal (Nakamura y
Csikszentmihalyi, 2014). En palabras simples “el tiempo pasa volando cuando hago lo que me gusta”.
La gran mayoría de las personas puede recordar cómo el tiempo pasaba volando cuando jugaba con sus
amigos. “¿Ya nos vamos? ¡Pero estamos jugando mamá!”. ¿Cómo podría existir algo más importante?
El peso de las relaciones en el bienestar de las personas resulta más claro y de la misma forma
incuestionable. En esta variable se incluye la sensación de pertenencia a una comunidad, la percepción de
ser apreciado por los seres queridos y contar con lazos sociales satisfactorios.
Para los niños esto es muy claro. En el video se observa que una de las cosas que más se menciona y valora
por los niños es la amistad, la familia, el compartir, el estar con otros.
El sentido refiere a la percepción de tener un propósito, una orientación en la vida que vaya más allá de la
propia persona. En ocasiones el sentido puede tener una clara referencia al bienestar de otras personas, a
ayudar a otros, el servicio comunitario sería el ejemplo clásico. Sin embargo, no es necesario que este
sentido pertenezca a este orden. El cuidado de la familia, la contribución al medioambiente, al
conocimiento científico, tener un buen servicio para los clientes, e infinitas variantes se pueden encontrar
en este nivel. Lo importante no son las consecuencias externas sino el valor personal de este sentido.
En los niños el sentido de la vida tiene un valor muy profundo, aunque la mirada adulta tienda a
subestimarlo. En el video se escucha claramente en las alusiones a sus sueños, deseos y planes con relación
al futuro: “ayudar a mi familia”, “cuidar la soberanía del Estado”, “ser veterinaria”, etc.
Por último, la sensación de logro implica el reconocimiento, tanto interno como externo, del acercamiento a
las metas personales, la superación de obstáculos o la obtención de resultados altos. Esta variable si bien
puede ser valorada de forma concreta también puede ser muy variable, ya que las metas personales
pueden ser de muy variada índole, inclusive el logro por la sensación de logro en sí misma.
¿Puedes reconocer este último factor al escuchar a los niños del video? Algunas de las alusiones a la
sensación de logro se encuentran también en las referencias a su futuro, especialmente con relación a la
finalización de sus estudios.
Unidad 4: Introducción a la Psicología organizacional positiva (POP)
El trabajo puede ser un lugar de crecimiento de las personas, fortalecimiento de lazos sociales y de valores
de la ciudadanía. Aunque todos conocen ejemplos de trabajadores que padecen la jornada laboral, que
ruegan por no “tener que” asistir a eventos extralaborales de la empresa donde trabajan, o inclusive a las
reuniones de equipo. Entonces, ¿de qué depende el bienestar en el trabajo? ¿Cómo se puede favorecer el
desarrollo de organizaciones saludables? Con relación a estas preguntas, entre otras, se establece la
psicología organizacional positiva (POP).
El hombre, en su esencia, es un ser social. Esto implica no solo que necesita establecer lazos con otros para
sobrevivir, sino que el hombre es hombre por su relación con otros, es decir, se constituye como persona en
su interrelación con otras personas.
Es así que el abordaje de la salud y el bienestar de las personas debe incluir, necesariamente, los aspectos
que hacen que las comunidades e instituciones sean positivas y saludables. En la sociedad posmoderna una
gran parte de las relaciones sociales ocurren en el marco de las actividades laborales.
De esta manera, una de las líneas de trabajo más importantes en psicología positiva es la salud positiva de
trabajadores y organizaciones. Este campo de aplicación de la psicología positiva incluye la psicología de la
salud ocupacional, la psicología ocupacional positiva y la psicología organizacional positiva. Si bien todos
estos desarrollos redundan en aportes significativos y en muchos casos convergentes, la presente lectura y
las siguientes se enfocarán especialmente en la última.
Se entiende, por tanto, que su función es la de estudiar, comprender y potenciar el funcionamiento óptimo,
el bienestar psicosocial y la calidad de vida en el trabajo.
En otras palabras, la POP intenta identificar cuáles son las variables que favorecen un funcionamiento
organizacional positivo y pleno, tanto a nivel individual como a nivel intersubjetivo, grupal, institucional y
social (Salanova et al., 2016). Las organizaciones positivas son las que promueven a los sujetos a una mejor
ciudadanía, a la tolerancia, la responsabilidad y a las buenas prácticas laborales, entre otras cosas, todo lo
cual implica un cambio de perspectiva en tanto de los académicos como de los empresarios.
En este sentido, se promueve la idea de que las organizaciones y el ámbito laboral son el ámbito
privilegiado para desarrollar y potenciar el crecimiento y bienestar de los trabajadores en tanto ciudadanos,
no solo para aumentar la salud y competitividad de las empresas sino, además, para ser promotoras del
bienestar en las sociedades.
Se han fijado ciertos criterios para la distinción de los temas que integran el campo de la POP. Estos son:
estar relacionados específicamente con el comportamiento laboral;
ser cualidades o aspectos positivos;
regirse por el método científico (incluirse en una teoría, basarse en la evidencia empírica y ser
medible);
estar relacionado con un buen rendimiento laboral; y
que sea plausible de ser mejorado o desarrollado.
Este último criterio hace hincapié en el estudio de rasgos, cualidades, comportamientos y todo aquello que
pueda ser susceptible al cambio, en detrimento de aquellas variables que no pueden ser modificadas. Al
considerar el artículo de revisión sobre la felicidad es posible visibilizar estos criterios:
Basados en estos criterios se encuentran diversos desarrollos. Así se destaca el estudio de la identificación
con la empresa, la justicia organizacional, el comportamiento de ciudadanía organizacional, la confianza en
la empresa, el compromiso organizacional, la satisfacción laboral y el capital psicológico. Se encuentran
también los desarrollos sobre satisfacción y motivación laboral, engagement, relaciones entre los ámbitos
trabajo-familia, bienestar en el trabajo, liderazgo, entre otros (Salanova, Martínez y Llorens, 2014). De esta
forma, la lista de temas sigue creciendo a medida que la investigación también lo hace.
Es posible encauzar esta gran vertiente de estudios y prácticas de la POP en tres ejes principales: la
investigación, la práctica profesional basada en evidencia y la formación de alto nivel (Salanova et al., 2019).
De la misma manera que la psicología positiva en general hace hincapié en la evidencia empírica como base
de su crecimiento, la POP también hace hincapié en la investigación. En este sentido, se propone la
validación de teorías y conceptualizaciones de las variables positivas, por lo que resulta necesaria la
delimitación conceptual, el análisis de consecuencias y la diferenciación del nivel de análisis, ya sea
individual, grupal, organizacional o multinivel. Este eje de trabajo también implica la creación y validación
de instrumentos de medida fiables; clasificación de fortalezas en todos los niveles de análisis; creación de
un marco teórico positivo integral; consideración de la implicancia de variables sociodemográficas como el
género y la diversidad generacional; como así también la comprobación de resultados de los programas o
intervenciones positivas en sus distintos niveles de análisis (Salanova et al., 2019).
En cuanto a la práctica profesional, se debe aclarar que este no es un eje contrario al anterior sino
resultante de la misma. Es decir, que la práctica profesional como reto fundamental de la POP implica como
paso previo la investigación con tal fin. En este conjunto de desafíos se encontrará el diagnóstico y la
intervención para el desarrollo de las fortalezas en los tres niveles. También se destaca aquí el desarrollo de
los programas de promoción de la salud en el ámbito laboral y el trabajo de distintas instituciones y centros
académicos con servicios para la generación de organizaciones saludables y productivas. Otra línea de
trabajo importante para la práctica profesional es la creación de redes interdisciplinares, inclusive a nivel
internacional, para una comprensión integral de los fenómenos (Salanova et al., 2019).
Para el favorecimiento de los ejes anteriores, tanto de la investigación como de la práctica fundamentada en
la evidencia, es requerimiento que se cuente con formación de alto nivel y calidad en POP. En este punto,
las universidades del mundo son los centros preferenciales mediante la inclusión de estas temáticas en el
currículo de las carreras de grado como de niveles superiores. Para este cometido la creación de programas
de calidad es clave para sentar las bases de la POP en los perfiles profesionales (Salanova et al., 2019).
Los ejes fundamentales de la POP también se pueden identificar en el artículo de revisión. Es así que el
estudio y la investigación de la felicidad en el trabajo han dado lugar a aproximaciones teóricas,
operacionales, de evaluación y prácticas. Lo que ha llevado a que no solo las empresas, sino universidades,
centros de investigación y organismos internacionales han incorporado la felicidad en el trabajo dentro de
sus agendas.
Es así que en esta materia recorrerás los fundamentos, conceptos, evidencias y algunas herramientas
relacionadas con la comprensión y el fortalecimiento de las organizaciones saludables para el beneficio no
solo de las empresas sino especialmente de los trabajadores y la ciudadanía en su conjunto.