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Introducción al MBATD

3. DUELO Y MINDFULNESS

Estimados estudiantes:

Antes de adentrarnos en cómo el mindfulness nos ayuda a transitar más consciente y


armoniosamente nuestros duelos, vamos a realizar un pequeño repaso a la noción de
duelo, mente de duelo y sus distintas etapas o fases.

“Toda curación implica la muerte y transformación de parte de la


persona. Para vivir debemos estar dispuestos a morir”
Mehl L.E.

3.1. ¿Qué es el Duelo?

Etimológicamente duelo proviene del latín dolus que significa dolor, y duellum que
significa combate, desafío. También tenemos la palabra luto que proviene de lugere
que significa llorar. Estas dos expresiones en español suelen emplearse como
sinónimas.

En inglés, sin embargo, duelo (grief) hace referencia a los sentimientos subjetivos que
provoca la muerte de un ser querido; y luto (mourning) se refiere a la expresión social,
prácticas y rituales posteriores a la pérdida.

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Veamos algunas definiciones de duelo:

Freud: “Reacción a la pérdida de un ser amado, o de una abstracción equivalente.”

Bowlby: “Todos aquellos procesos psicológicos, conscientes e inconscientes, que la


pérdida de una persona amada pone en marcha, cualquiera que sea el resultado.”

Worden: “Proceso de adaptación a una pérdida que implica cuatro tareas básicas:

1. Aceptar la realidad de la pérdida.


2. Trabajar el dolor y las emociones de la pérdida.
3. Adaptarse a un medio en el que el fallecido está ausente.
4. Recolocar emocionalmente al fallecido y seguir viviendo.”

Tizón: “El conjunto de procesos psicológicos y psicosociales que siguen a la pérdida


de una persona con la que el sujeto en duelo, el deudo estaba psicosocialmente
vinculado.”

El duelo en su totalidad nos abre la posibilidad de ampliar necesariamente el nivel de


consciencia, a través de cambios neuronales, corporales, emocionales, mentales,
sociales y espirituales.

3.2. ¿Qué es la Mente de Duelo?

La Mente de Duelo, se refiere precisamente a la reorganización mental que tras el


shock inicial de la muerte de la persona querida, nos hará ver el mundo de forma
diferente. Añoramos volver a ser los mismos que antes, pero nos guste o no, la
realidad exterior idealizada cambia y hace cambiar nuestro cerebro con las
nuevas experiencias, creando nuevas conexiones neuronales y desconectando las que
ya no sirven, aunque siempre estarán ahí y seguro acabarán respondiendo ante ciertos
estímulos. Ya hemos visto los cambios que se producen en le cerebro al aplicar
técnicas de meditación al estudiar el punto 2.

Jung decía que el duelo era una experiencia humana muy uniforme en cuanto a
emociones y comportamientos y que estaría influida por temas arquetípicos
comunes a la experiencia de toda la humanidad.

Estas fuerzas arquetípicas están por una parte en nuestros genes y por otra en el
inconsciente colectivo de la humanidad, vinculado a esa parte transpersonal de la
consciencia, que nos interconecta a través del subconsciente.

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La suma de emociones muy violentas, acompañadas de todos los efectos psicofísicos e
interpretaciones personales que surgen de la perdida de confianza tanto exterior
como interior del deudo, hace que por un fenómeno de repetición y de rumiación
inconsciente, hacen surgir pensamientos, asociaciones y afectos que toman forma y
darán lugar a sentimientos, conductas, actitudes y creencias propias del deudo y su
vivencia actual.

En ese periodo de transformación mental, la vivencia subjetiva del tiempo por


parte del doliente, se ve alterada.

El deudo vive una detención del “tiempo interior”, junto con una aceleración del
exterior. La angustia vital y el dolor, producen la sensación de que el tiempo se ha
detenido en el peor momento; las horas pasan, los días se suceden, pero no existe
sensación de cambio.

Afectivamente, la mente del doliente se siente en una permanente sensación de dolor


que es la tónica predominante, que se alterna con momentos de tristeza por el
pasado perdido, angustia por las sensaciones desencadenadas en el presente y
desesperanza por un incierto futuro.

Como veremos el mindfulness, nos ayuda a reconectar con cada instante de nuestra
vida de manera más consciente y ecuánime, centrarnos en el aquí y ahora y gestionar
mejor la angustia, el dolor, la tristeza y la desesperanza, las emociones en general y los
estados rumiativos que generan “envenenamiento mental”.

Cuando la persona es capaz de crear una nueva estructura mental, de derribar los
muros que ha construido entorno a su personalidad doliente, que le da una visión
nueva para enfrentarse a la vida con nuevas habilidades o habilidades que habían
permanecido silentes, con nuevos vínculos afectivos o vínculos descuidados por el
dolor y con una autoestima fortalecida por la experiencia superada, podemos decir
que la mente de duelo empieza a disolverse.

3.3. Las Etapas del Duelo

Ya sabemos que para completar el proceso del duelo, y restablecer la armonía


perdida, hay ciertas tareas por las que tenemos que pasar.

George Engel, hace una analogía entre el dolor producido por la perdida de un ser
amado y el dolor ante una gran herida a nivel fisiológico.

Cuando sufrimos una herida profunda, pasamos por tres fases en el proceso de
curación, perfectamente extrapolables al duelo:
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La Fase del Dolor inicial, que si es muy intenso, el organismo insensibiliza el área o
desconecta todo el cuerpo mediante el desmayo.
La Fase de Cura, en la que cerramos la herida y la desinfectamos diariamente con
el consecuente dolor, necesario para controlar las posibles infecciones.
La Fase de Cicatrización, dónde la herida necesita su tiempo para cerrarse bien.
El dolor ya no está, pero la cicatriz y el recuerdo de lo ocurrido nos acompañaran
toda la vida, pero también nos acompañará lo aprendido de la experiencia y su valor.

El duelo es un proceso y no un estado, y hay que realizar ese esfuerzo o “trabajo de


duelo” como decía Freud.

Kubler-Ross habla de “estadios del duelo”, y esta orientada más hacia el duelo
de pacientes terminales. Estos estadios no siempre se suceden de una manera
ordenada y secuencial, y tampoco se producen en su totalidad en todos los casos. A
menudo las personas presentan comportamientos de una misma fase, transitan de una
a otra reiteradamente o eluden pasar por alguna de ellas.

Bowlby habla de las “Fases del duelo”. Según Bowlby, los mecanismos para
afrontar las separaciones en la primera infancia (que conllevan ansiedad de
separación) serían esencialmente los mismos que son observados cuando un niño
mayor o un adulto pierde a un ser querido.

Parkes, habla también de fases del duelo como Bowlby. Comenta que las personas
fluctuarán entre las fases en lugar de seguir una secuencia fija. Por lo tanto, toda la
experiencia de los comienzos de duelo puede ser pensada como dolor agudo, que
abarca las fases de embotamiento, añoranza/búsqueda y desorganización /
desesperanza.

Worden habla de las “Tareas del duelo”, incide en la idea de tareas que hay que
realizar para un sano trabajo de duelo. Considera que son las siguientes: aceptar la
realidad de la muerte, experimentar el dolor de la pérdida, adaptarse a su medio (en
el que ahora falta el ser querido), y retirar la energía emocional desde la persona que
falta, reinvirtiéndolas en otras relaciones.

"En ninguna otra situación como el duelo, el dolor producido es


TOTAL: Es un dolor biológico (Duele el cuerpo), psicológico (Duele la
personalidad), social (Duele la sociedad y su forma de ser), familiar (Nos
duele el dolor de otros) y espiritual (Duele el alma). En la pérdida de un
ser querido duele el pasado, el presente y especialmente el futuro.
Toda la vida, en su conjunto, duele”
J. Montoya Carrasquilla (1998)

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Recordemos la evolución de las propuestas para las etapas del duelo:

Etapas del Duelo Normal

Analogía con
A. Se produce la herida B. Se sutura la herida C. Cicatriza la herida
herida física

Lindemann (1944) 1. Conmoción / Incredulidad 2. Dolor agudo 3.Resolución

2. Rabia
3. Resignación
Kübler-Ross (1969) 1. Negación 5. Aceptación
4. Depresión

2. Anhelo
4. Reorganización/
Bowlby (1969) 1. Aturdimiento, Protesta 3. Desorganización /
Separación
Desesperación

2. Languidez / Búsqueda 4. Recuperación/


Parkes (1972) 1. Alarma / Aturdimiento
3. Depresión Reorganización

2. Trabajar las
1. Aceptar la realidad de la emociones y el dolor 4. Situar de nuevo al
Worden (1991)
pérdida 3. Adaptarse al medio fallecido y seguir
sin la pérdida

Neimeyer (2002) 1. Evitación 2. Asimilación 3. Acomodación

2. Negación / Evitación 4. Crecimiento /


A. Payás (2010) 1. Aturdimiento / Choque
3. Conexión / Integración Transformación

3.4. Mindfulness en las etapas del duelo

Ya hemos dejado claro al principio de este módulo que en el acompañamiento


transpersonal en duelo, el mindfulness no se utiliza como terapia, sino como una
herramienta para poder navegar por las diferentes fases del duelo con mayor
estabilidad, con el rumbo que fijamos cuando le ofrecemos al doliente la información
y explicación de qué es el duelo y a qué situaciones se puede enfrentar.

Esta labor de educación y normalización del duelo cara al doliente, se complementa


con los conocimientos académicos del acompañante, la tranquilidad que brota de su
toma de consciencia personal y de la intuición que unifica todo esto.

En la primera etapa del duelo (A), el mindfulness no se utiliza, por la sencilla razón
que el deudo está todavía en shock. Lo que si nos servirán son las técnicas de
relajación y primeros auxilios psicológicos que veremos en el módulo 3 de Qi Gong y
nuestra serenidad, presencia y paz fruto de nuestra práctica diaria de meditación.

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En el módulo de Espiritualidad y Duelo, veremos cómo la Inteligencia Espiritual da
coherencia al cerebro más racional y al más emocional, aportando un sentimiento de
unidad y de claridad en nuestras vivencias.

Sabemos que el duelo es un proceso dinámico en el tiempo y que cada doliente lo


afronta desde sus recursos internos y externos, para elaborar el impacto que ha tenido
en él su pérdida y cómo se podrá adaptar a esa nueva situación vital.

El programa de 12 semanas de Mindfulness, nos acerca paulatinamente a desarrollar


una serie de habilidades para manejar mejor las reacciones emocionales del duelo,
que en cada doliente se manifiestan de una manera.

“Cierra tus ojos y verás claramente…


Cesa de escuchar y oirás la verdad…
Permanece en silencio y tu corazón cantará…
No anheles el contacto y encontrarás unión…
Permanece quieto y te mecerá la marea del universo…
Relájate y no necesitaras ninguna fuerza…
Se paciente y alcanzarás todas las cosas…
Se humilde y permanecerás entero.”

Lao Tzú

En las tareas de duelo B y C del esquema, sí que podemos introducir las habilidades
del mindfulness, independientemente de si es un duelo normal o complicado, ya que
el objetivo de la atención plena ya hemos dicho que es encontrar mayor lucidez y
reducir el sufrimiento en el momento presente, para con el tiempo aprender a
responder conscientemente a los altibajos de la vida, en lugar de reaccionar con
hábitos inconscientes y dañinos.

La atención plena ayuda a mitigar el dolor ayudándonos a recuperarnos de los efectos


estresantes de la pérdida. También ofrece un refugio seguro cuando nos enfrentamos
a los pensamientos automáticos que tanto nos desgastan. Un elemento clave de la
atención plena es la compasión, que comienza por nosotros mismos.

El Mindfulness nos ayuda a mejorar la percepción de nuestra realidad, que


normalmente la vemos distorsionada por nuestros filtros mentales condicionados y
que durante el duelo se refuerza por los estados rumiativos.

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Lao Zhú decía: Si estás deprimido es porque vives en el PASADO. Si estás ansioso es
porque vives en el FUTURO. Si estás en paz es que vives en el PRESENTE.

El deudo no tiene tiempo de permanecer en el presente, se aferra a los recuerdos


traumáticos del deceso y proyecta su miedo al futuro en forma de montaña rusa
emocional en los primeros momentos.

La frustración, la ira, el llanto, el desespero, el insomnio, la irritación, el miedo y la


culpa se mezclan en una especie de botiquín de emergencias psicológico que la
naturaleza protectora que habita en nuestro cerebro utiliza para la gradual toma de
consciencia del doliente de su situación real.

La ansiedad, el estrés y los síntomas depresivos van apareciendo a medida que la


angustia deja paso al dolor emocional.

Asistimos a un verdadera tempestad marina, con olas enormes que nos zarandean de
aquí para ya… Las olas son nuestros pensamientos, el mar nuestra consciencia. ¿Qué
hacer ante esta situación? Bucear para encontrar la tranquilidad de las profundidades.

Eso es lo que hace la práctica del mindfulness, entrar en estados más profundos de
consciencia, desde los que seguir observando las olas que por pequeñas que sean,
nunca dejan de existir, y así desde esa calma, poder actuar con más libertad y
coherencia. Las olas-pensamientos están pero ya no nos arrastran…

Hablando del mar, me viene a la memoria un cuento de Anthony de Mello:

⏤ Usted perdone ⏤ le dijo un pez al otro ⏤ Es usted más viejo y con más
experiencia que yo y probablemente podrá ayudarme.
⏤ Dígame ⏤ dijo el pez anciano y sabio.
⏤ ¿Dónde puedo encontrar eso que llaman Océano? He estado buscándolo por
todas partes, sin obtener resultado ⏤ preguntó el pececillo.
⏤ El Océano ⏤ respondió el viejo pez ⏤ es donde estás ahora mismo. Esto es el
Océano.
⏤ ¿Esto? Pero si esto no es más que agua… Lo que yo busco es el Océano ⏤ replicó
el joven pez, totalmente decepcionado, mientras se marchaba nadando a buscar en
otra parte.
Y mientras se marchaba el viejo pez le gritó: ⏤Deja de buscar pequeño pez, no hay
nada que buscar, sólo abre los ojos y mira, porque así no podrás dejar de verlo…

Las personas siempre buscamos la paz como sinónimo de felicidad, que más allá de
ser un sentimiento, es un estado de consciencia.

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Buscamos la Paz como el pececillo buscaba el Océano… Y la tenemos delante de
nosotros, pero la mente, el ego que hemos formado con el tiempo se ha olvidado que
nacemos con ella y la busca siempre fuera…

Con el dolor del duelo, la realidad se desenfoca aún más, las gafas se tintan de matices
oscuros y repetitivos que deforman toda nuestra realidad virtual, es como un virus
que entra en el ordenador mental… El antivirus es precisamente la práctica del
mindfulness junto con el amor que nos damos, recibimos de familiares, amigos,
desconocidos y terapeutas… El amor ayuda a cicatrizar, la atención plena ayuda a
despertar y limpiar nuestras gafas.

Como ya hemos comentado con el mindfulness experimentamos una consciencia


elevada del momento presente, libre de juicios, de reactividad y de identificación con
la experiencia. Pero ¿Esto cómo se traduce en el día a día del doliente?

Ya sabemos que en el duelo se producen una serie de síntomas, durante las diferentes
etapas:

• Cognitivos: Incredulidad, Confusión, Preocupación, Sentir la presencia y


Alucinaciones Visuales o de algún otro sentido entre otras.

• Emocionales: Tristeza, Enfado, Culpa, Remordimiento, Ansiedad, Soledad,


Fatiga, Apatía, Desamparo, Shock, Anhelo, Insensibilidad, Alivio o
Emancipación, etc.

• Conductuales: Trastornos del sueño, trastornos de la alimentación,


conducta distraída, aislamiento social, soñar con lo perdido, conducta de
evitación, buscar al fallecido, llamar al fallecido en voz alta, suspirar,
hiperactividad, agitación, volver a sitios comunes, atesorar objetos de la
persona fallecida, llorar, etc.

• Orgánicos: Opresión en el pecho, vacío de estómago, opresión en la


garganta, hipersensibilidad al ruido, sensación de despersonalización, falta de
aire, debilidad muscular, falta de energía, sequedad de boca, etc.

Todos estos síntomas están interrelacionados, pero hay una relación directa entre
sensaciones físicas y pensamientos, ya que desde pequeños cada recuerdo importante
queda reflejado en una parte del cuerpo.

Así cada vez que reaccionamos negativamente a una sensación física, reforzamos la
percepción de que algo nos amenaza y se desencadenan recuerdos que activan

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emociones. Con el mindfulness logramos no reaccionar ante la consecuencia de
nuestros pensamientos en le cuerpo; no nos aferramos a las agradables ni evitamos las
desagradables.

Por eso todos los sistemas de mindfulness utilizan al cuerpo como ancla de la
consciencia. La exploración del cuerpo, tomar consciencia de él, produce
neuroplasticidad en zonas del cortex que están asociadas a la consciencia de uno
mismo y la autorregulación de las emociones, lo que nos aporta mayor ecuanimidad a
la hora de percibir las sensaciones físicas que cada vez son más sutiles y nos ayudan a
darnos cuenta antes del malestar que generan.

Las cuatro primeras semanas del MBATD las dedicamos a este templo del alma que
es el cuerpo, integrando la naturaleza, el cuerpo, la respiración y la mente.

Observar el fluir de la conciencia mediante la práctica de mindfulness disminuye las


características de reacción simpática del Sistema Nervioso Central permitiendo
controlar las situaciones, contrariamente a la reactividad sin control que provoca
revivir una experiencia pasada vivida con estrés. La práctica de mindfulness ayuda a
trabajar con todo el espectro de emociones y estados de conciencia de nuestra
experiencia humana.

En esta aventura del mindfulness y duelo, también aprenderemos la importancia de


ser amables con nosotros mismos y cómo podemos beneficiarnos abrazando nuestro
dolor emocional, justo lo contrario de lo que normalmente el doliente hace.

¿Por qué abrazar el dolor? Normalmente todo conflicto entre cómo son las cosas y
cómo nos gustaría que fueran , causa dolor e insatisfacción. Cuando las cosas se
amoldan a nuestros deseos, nos acercamos a ese estado de equilibrio tan frágil
llamado felicidad, que normalmente depende de cosas externas y siempre
cambiantes.

Veamos lo que nos dice Christopher K. Germer sobre el dolor:

“Hay una fórmula simple que capta nuestra respuesta instintiva al dolor:

Dolor × Resistencia = Sufrimiento

«Dolor» hace referencia a la incomodidad inevitable que acontece en nuestras vidas,


como un accidente, una enfermedad o la muerte de algún ser querido.

«Resistencia» se refiere a cualquier esfuerzo por protegerse del dolor, como tensar
el cuerpo o dar vueltas sin cesar al modo de lograr que el dolor desaparezca.

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«Sufrimiento» es lo que resulta cuando nos resistimos al dolor. El sufrimiento es la
tensión física y emocional que añadimos a nuestro dolor, capa sobre capa.

El dolor es inevitable; el sufrimiento es opcional.”

La respuesta a la pregunta de porqué abrazar el dolor es: para dejar de sufrir.

Para dejar de sufrir con habilidades mindfulness, tenemos que ver que al igual que el
duelo, la atención plena es un proceso y como tal hay que desarrollarlo y trabajarlo en
el tiempo.

Veremos que abrazar el dolor se produce por etapas que van desde la resistencia
inicial, seguida de cierto interés, luego aparece la tolerancia a cierto umbral de dolor,
seguimos permitiendo que los sentimientos dolorosos vengan y vayan, para terminar
abrazando el dolor y ver el valor oculto de la aceptación, que es abrirnos
conscientemente a las sensaciones y sentimientos que sucede dentro de nosotros en
este momento tal como son, dándoles espacio sin resistencia. Aceptar veremos que no
es lo mismo que resignación, pues no renunciamos a cambiar las cosas en un futuro
sino a simplemente verlas en el presente, con claridad y ecuanimidad, para poder
tomar la mejor decisión.

Otro tema que trataremos en profundidad es la autocompasión, que es simplemente


darnos a nosotros la misma amabilidad que ofreceríamos a los otros. Es una forma de
aceptación de nuestra situación ante el dolor. Como dicen los budistas, es amor
incondicional hacia uno mismo y los demás.

Está comprobado que el ser humano empieza a aceptar una situación, después de
abandonar la lucha por sentirse mejor. Con el duelo pasa lo mismo, cuando todo lo
que intentamos por no sentir tanto dolor falla, nuestra mente después de tanto
agotamiento, se da por vencida y es cuando por ese hueco la consciencia del alma
puede asomarse.

Pasamos entonces del trabajo mental al trabajo del corazón, que no requiere
esfuerzos y al dejar de querer sentirnos mejor, de ese vacío surge la necesidad de
cuidar de nosotros mismos, porque estamos sufriendo, es decir la sanadora
autocompasión.

A mi modo de ver, la autocompasión por una parte es aprender a querernos, a


amarnos tal y como somos, con su sanador efecto, pero por otra es abrirnos a un
amor más espiritual, que nos llena desde ese vacío, desde la profundidad del ser…

Einstein decía que no podemos superar una crisis desde el mismo nivel de consciencia
que se creo. En el duelo es lo mismo, esa transformación interna, profunda y

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liberadora, nos hace despertar a lo real, a lo importante y a encontrar un sentido de la
vida acorde a nuestro nuevo nivel de consciencia.

En el duelo el Dolor y el Amor van de la mano. Sin amor no hay duelo. El dolor va
de la mano de la impermanencia propia de la vida y el Amor de lo eterno de la
misma. Si miramos hacia atrás en nuestras vidas, vemos que nuestro crecimiento
como personas esta lleno de pérdidas y que el amor siempre ha estado de una u otra
manera presente en su sanación.

La oscuridad no tiene entidad propia, es sólo falta de luz. La lucidez que proviene de
la práctica del mindfulness, disipa poco a poco las sombras que todos tenemos,
aceptamos su esencia, que no era hacernos sufrir sino hacernos tomar consciencia de
nuestra naturaleza espiritual, o simplemente ser más conscientes de nuestro eterno
observador.

A partir de la quinta semana del MBATD tratamos ya los temas de las emociones, la
bondad amorosa, la compasión y autocompasión y el perdón transpersonal.

Ahora veamos en qué nos puede ayudar el mindfulness ante algunos de los síntomas
habituales del duelo:

Menor estrés psicológico:


Con la práctica del mindfulness se aprecian niveles menores de estrés psicológico,
incluyendo menor ansiedad, depresión, ira y preocupación, tan habituales en el duelo.
La meditación mindfulness puede cambiar las formas de pensamiento que producen
estrés psicológico mejorando el bienestar mental y emocional. Las rumiaciones que la
muerte de la persona fallecida producen sin casi cesar, y que generan sentimientos
difíciles de soportar, son paulatinamente identificadas, aceptadas, observadas y
trascendidas.

Con la atención plena, podemos comprender mejor los patrones del pensamiento del
doliente, desarrollar nuestra inteligencia emocional, espiritual y fomentar la calidad
de vida. El Mindfulness reduce la reactividad, ayudándonos desprendemos de hábitos
inútiles y tomar decisiones sabias.

Menor estrés, ansiedad y depresión:


Se observa que la práctica diaria de la meditación comporta sentirse menos estresado,
ansioso y deprimido y al mismo tiempo más dichoso, inspirado agradecido,
esperanzado y satisfecho con sus vidas También ayuda a disminuir la sensación de
soledad.

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Mayor sentido del bienestar

El Mindfulness conduce al aumento de la actividad y crecimiento de las redes


neuronales asociadas con la autorregulación, el bienestar y un enfoque comprometido
con el mundo. Esto lleva a una menor actividad en áreas del cerebro asociadas con la
angustia y la reactividad frente al estrés, así como los patrones que buscan evitar.

La simple capacidad de estar momentáneamente centrado y atento al presente está


asociado con una mayor sentido de bienestar y nos ayuda a dormir mejor.

El Mindfulness ayuda a tener una mayor capacidad de regular el sentido de bienestar


en virtud de una mayor conciencia de las emociones, un mayor entendimiento y
aceptación y la habilidad de corregir o reparar estados de ánimo desagradables . La
capacidad de regular con habilidad el estado emocional interno se traduce en una
buena salud mental en el largo plazo.

Reduce la rumiación mental


Se reduce la aparición constante de pensamientos sobre un tema o problemática,
donde antes no podíamos evitar que aparecieran.

Mayor concentración:
El Mindfulness aumenta la capacidad de sostener la atención en una sola tarea y
ayuda a suprimir la información que nos distrae. En el proceso de duelo, esta mayor
capacidad de concentración nos ayuda a realizar las tareas diarias que solemos
realizar en piloto automático, con la consecuente rumiación.

Menor reactividad emocional:


La meditación también activa las estructuras prefrontales del cerebro, asociada con
respuestas adaptativas a situaciones estresantes o negativas, facilitando la modulación
y equilibrio emocional. La activación de esa región se corresponde también con una
recuperación más veloz después de un acontecimiento doloroso, lo que sugiere una
mayor capacidad para responder en situaciones conflictivas.

Mejora las relaciones interpersonales:


La práctica del Mindfulness nos ayuda a protegernos frente a los efectos del estrés
producido por conflictos en las relaciones y que en el duelo suelen surgir con
amistades o familiares por falta de comunicación o prejuicios.
La capacidad de una persona de estar consciente ayuda a las relaciones, respondiendo
mejor al estrés familiar y aumentando la capacidad de comunicar sus propias
emociones de manera coherente, más empática conduciendo a relaciones más fluidas.

Las personas más conscientes también se sienten más conectadas con los demás y más
dispuesta a contar sus sentimientos sin proteger su vulnerabilidad.

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Mayor flexibilidad cognitiva:
La flexibilidad cognitiva es la capacidad de cambiar la manera en que se ve un
problema sin quedarse apegado a aprendizajes previos. La práctica de mindfulness
desarrolla la capacidad de la autoobservación, lo que desvincula neurológicamente los
patrones automáticos que fueron creados por aprendizajes previos y permite el
ingreso de información del momento presente de una nueva manera.

Para terminar, comentaros que hay dos formas de practicar mindfulness


complementarias y no excluyentes entre sí:

Mindfulness formal: Son los ejercicios diarios que necesitan tiempo, una base
teórica y la práctica cotidiana para alcanzar estados de meditación profundos, una
mayor comprensión de nuestro mundo interior y las habilidades necesaria para
cambiar nuestra forma de reaccionar ante las circunstancias.

Mindfulness informal: Son pequeños momentos mindful, fáciles de practicar,


que se puede llevar a cabo en cualquier lugar y circunstancia. Consiste en tomar
conciencia del momento presente que se está viviendo. Por ejemplo, al ducharnos por
la mañana, nos centramos en las sensaciones sin etiquetarlas, en vez de estar
pensando en lo que haré luego, en que llego tarde, en asuntos pendientes, etc…
Simplemente disfrutar del ahora, sin querer controlar lo que sucede. Es interesante
sobre todo al principio, etiquetar mentalmente las sensaciones y emociones. Si pienso,
me digo a mi mismo “estoy pensando” y sigo con lo que estaba haciendo. Si me
siento triste, me digo a mi mismo “estoy experimentando tristeza”. Una vez
identificada y nombrada la emoción o el pensamiento, simplemente dejamos que se
diluya sin reaccionar a él, quedando la mente libre para seguir viviendo más
momentos conscientes.

Al final de este primer módulo se os enviará la bibliografía y trabajos científicos que


avalan lo dicho en este PDF de manera general, así como los test más habituales para
los dolientes que quieren empezar a practicar mindfulness.

Recibid un fraternal saludo y nuestros mejores deseos de paz y felicidad.

El Equipo de Tomar Consciencia.

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