Duelo y Mindfulness PDF Free
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3. DUELO Y MINDFULNESS
Estimados estudiantes:
Etimológicamente duelo proviene del latín dolus que significa dolor, y duellum que
significa combate, desafío. También tenemos la palabra luto que proviene de lugere
que significa llorar. Estas dos expresiones en español suelen emplearse como
sinónimas.
En inglés, sin embargo, duelo (grief) hace referencia a los sentimientos subjetivos que
provoca la muerte de un ser querido; y luto (mourning) se refiere a la expresión social,
prácticas y rituales posteriores a la pérdida.
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Veamos algunas definiciones de duelo:
Worden: “Proceso de adaptación a una pérdida que implica cuatro tareas básicas:
Jung decía que el duelo era una experiencia humana muy uniforme en cuanto a
emociones y comportamientos y que estaría influida por temas arquetípicos
comunes a la experiencia de toda la humanidad.
Estas fuerzas arquetípicas están por una parte en nuestros genes y por otra en el
inconsciente colectivo de la humanidad, vinculado a esa parte transpersonal de la
consciencia, que nos interconecta a través del subconsciente.
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La suma de emociones muy violentas, acompañadas de todos los efectos psicofísicos e
interpretaciones personales que surgen de la perdida de confianza tanto exterior
como interior del deudo, hace que por un fenómeno de repetición y de rumiación
inconsciente, hacen surgir pensamientos, asociaciones y afectos que toman forma y
darán lugar a sentimientos, conductas, actitudes y creencias propias del deudo y su
vivencia actual.
El deudo vive una detención del “tiempo interior”, junto con una aceleración del
exterior. La angustia vital y el dolor, producen la sensación de que el tiempo se ha
detenido en el peor momento; las horas pasan, los días se suceden, pero no existe
sensación de cambio.
Como veremos el mindfulness, nos ayuda a reconectar con cada instante de nuestra
vida de manera más consciente y ecuánime, centrarnos en el aquí y ahora y gestionar
mejor la angustia, el dolor, la tristeza y la desesperanza, las emociones en general y los
estados rumiativos que generan “envenenamiento mental”.
Cuando la persona es capaz de crear una nueva estructura mental, de derribar los
muros que ha construido entorno a su personalidad doliente, que le da una visión
nueva para enfrentarse a la vida con nuevas habilidades o habilidades que habían
permanecido silentes, con nuevos vínculos afectivos o vínculos descuidados por el
dolor y con una autoestima fortalecida por la experiencia superada, podemos decir
que la mente de duelo empieza a disolverse.
George Engel, hace una analogía entre el dolor producido por la perdida de un ser
amado y el dolor ante una gran herida a nivel fisiológico.
Cuando sufrimos una herida profunda, pasamos por tres fases en el proceso de
curación, perfectamente extrapolables al duelo:
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La Fase del Dolor inicial, que si es muy intenso, el organismo insensibiliza el área o
desconecta todo el cuerpo mediante el desmayo.
La Fase de Cura, en la que cerramos la herida y la desinfectamos diariamente con
el consecuente dolor, necesario para controlar las posibles infecciones.
La Fase de Cicatrización, dónde la herida necesita su tiempo para cerrarse bien.
El dolor ya no está, pero la cicatriz y el recuerdo de lo ocurrido nos acompañaran
toda la vida, pero también nos acompañará lo aprendido de la experiencia y su valor.
Kubler-Ross habla de “estadios del duelo”, y esta orientada más hacia el duelo
de pacientes terminales. Estos estadios no siempre se suceden de una manera
ordenada y secuencial, y tampoco se producen en su totalidad en todos los casos. A
menudo las personas presentan comportamientos de una misma fase, transitan de una
a otra reiteradamente o eluden pasar por alguna de ellas.
Bowlby habla de las “Fases del duelo”. Según Bowlby, los mecanismos para
afrontar las separaciones en la primera infancia (que conllevan ansiedad de
separación) serían esencialmente los mismos que son observados cuando un niño
mayor o un adulto pierde a un ser querido.
Parkes, habla también de fases del duelo como Bowlby. Comenta que las personas
fluctuarán entre las fases en lugar de seguir una secuencia fija. Por lo tanto, toda la
experiencia de los comienzos de duelo puede ser pensada como dolor agudo, que
abarca las fases de embotamiento, añoranza/búsqueda y desorganización /
desesperanza.
Worden habla de las “Tareas del duelo”, incide en la idea de tareas que hay que
realizar para un sano trabajo de duelo. Considera que son las siguientes: aceptar la
realidad de la muerte, experimentar el dolor de la pérdida, adaptarse a su medio (en
el que ahora falta el ser querido), y retirar la energía emocional desde la persona que
falta, reinvirtiéndolas en otras relaciones.
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Recordemos la evolución de las propuestas para las etapas del duelo:
Analogía con
A. Se produce la herida B. Se sutura la herida C. Cicatriza la herida
herida física
2. Rabia
3. Resignación
Kübler-Ross (1969) 1. Negación 5. Aceptación
4. Depresión
2. Anhelo
4. Reorganización/
Bowlby (1969) 1. Aturdimiento, Protesta 3. Desorganización /
Separación
Desesperación
2. Trabajar las
1. Aceptar la realidad de la emociones y el dolor 4. Situar de nuevo al
Worden (1991)
pérdida 3. Adaptarse al medio fallecido y seguir
sin la pérdida
En la primera etapa del duelo (A), el mindfulness no se utiliza, por la sencilla razón
que el deudo está todavía en shock. Lo que si nos servirán son las técnicas de
relajación y primeros auxilios psicológicos que veremos en el módulo 3 de Qi Gong y
nuestra serenidad, presencia y paz fruto de nuestra práctica diaria de meditación.
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En el módulo de Espiritualidad y Duelo, veremos cómo la Inteligencia Espiritual da
coherencia al cerebro más racional y al más emocional, aportando un sentimiento de
unidad y de claridad en nuestras vivencias.
Lao Tzú
En las tareas de duelo B y C del esquema, sí que podemos introducir las habilidades
del mindfulness, independientemente de si es un duelo normal o complicado, ya que
el objetivo de la atención plena ya hemos dicho que es encontrar mayor lucidez y
reducir el sufrimiento en el momento presente, para con el tiempo aprender a
responder conscientemente a los altibajos de la vida, en lugar de reaccionar con
hábitos inconscientes y dañinos.
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Lao Zhú decía: Si estás deprimido es porque vives en el PASADO. Si estás ansioso es
porque vives en el FUTURO. Si estás en paz es que vives en el PRESENTE.
Asistimos a un verdadera tempestad marina, con olas enormes que nos zarandean de
aquí para ya… Las olas son nuestros pensamientos, el mar nuestra consciencia. ¿Qué
hacer ante esta situación? Bucear para encontrar la tranquilidad de las profundidades.
Eso es lo que hace la práctica del mindfulness, entrar en estados más profundos de
consciencia, desde los que seguir observando las olas que por pequeñas que sean,
nunca dejan de existir, y así desde esa calma, poder actuar con más libertad y
coherencia. Las olas-pensamientos están pero ya no nos arrastran…
⏤ Usted perdone ⏤ le dijo un pez al otro ⏤ Es usted más viejo y con más
experiencia que yo y probablemente podrá ayudarme.
⏤ Dígame ⏤ dijo el pez anciano y sabio.
⏤ ¿Dónde puedo encontrar eso que llaman Océano? He estado buscándolo por
todas partes, sin obtener resultado ⏤ preguntó el pececillo.
⏤ El Océano ⏤ respondió el viejo pez ⏤ es donde estás ahora mismo. Esto es el
Océano.
⏤ ¿Esto? Pero si esto no es más que agua… Lo que yo busco es el Océano ⏤ replicó
el joven pez, totalmente decepcionado, mientras se marchaba nadando a buscar en
otra parte.
Y mientras se marchaba el viejo pez le gritó: ⏤Deja de buscar pequeño pez, no hay
nada que buscar, sólo abre los ojos y mira, porque así no podrás dejar de verlo…
Las personas siempre buscamos la paz como sinónimo de felicidad, que más allá de
ser un sentimiento, es un estado de consciencia.
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Buscamos la Paz como el pececillo buscaba el Océano… Y la tenemos delante de
nosotros, pero la mente, el ego que hemos formado con el tiempo se ha olvidado que
nacemos con ella y la busca siempre fuera…
Con el dolor del duelo, la realidad se desenfoca aún más, las gafas se tintan de matices
oscuros y repetitivos que deforman toda nuestra realidad virtual, es como un virus
que entra en el ordenador mental… El antivirus es precisamente la práctica del
mindfulness junto con el amor que nos damos, recibimos de familiares, amigos,
desconocidos y terapeutas… El amor ayuda a cicatrizar, la atención plena ayuda a
despertar y limpiar nuestras gafas.
Ya sabemos que en el duelo se producen una serie de síntomas, durante las diferentes
etapas:
Todos estos síntomas están interrelacionados, pero hay una relación directa entre
sensaciones físicas y pensamientos, ya que desde pequeños cada recuerdo importante
queda reflejado en una parte del cuerpo.
Así cada vez que reaccionamos negativamente a una sensación física, reforzamos la
percepción de que algo nos amenaza y se desencadenan recuerdos que activan
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emociones. Con el mindfulness logramos no reaccionar ante la consecuencia de
nuestros pensamientos en le cuerpo; no nos aferramos a las agradables ni evitamos las
desagradables.
Por eso todos los sistemas de mindfulness utilizan al cuerpo como ancla de la
consciencia. La exploración del cuerpo, tomar consciencia de él, produce
neuroplasticidad en zonas del cortex que están asociadas a la consciencia de uno
mismo y la autorregulación de las emociones, lo que nos aporta mayor ecuanimidad a
la hora de percibir las sensaciones físicas que cada vez son más sutiles y nos ayudan a
darnos cuenta antes del malestar que generan.
Las cuatro primeras semanas del MBATD las dedicamos a este templo del alma que
es el cuerpo, integrando la naturaleza, el cuerpo, la respiración y la mente.
¿Por qué abrazar el dolor? Normalmente todo conflicto entre cómo son las cosas y
cómo nos gustaría que fueran , causa dolor e insatisfacción. Cuando las cosas se
amoldan a nuestros deseos, nos acercamos a ese estado de equilibrio tan frágil
llamado felicidad, que normalmente depende de cosas externas y siempre
cambiantes.
“Hay una fórmula simple que capta nuestra respuesta instintiva al dolor:
«Resistencia» se refiere a cualquier esfuerzo por protegerse del dolor, como tensar
el cuerpo o dar vueltas sin cesar al modo de lograr que el dolor desaparezca.
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«Sufrimiento» es lo que resulta cuando nos resistimos al dolor. El sufrimiento es la
tensión física y emocional que añadimos a nuestro dolor, capa sobre capa.
Para dejar de sufrir con habilidades mindfulness, tenemos que ver que al igual que el
duelo, la atención plena es un proceso y como tal hay que desarrollarlo y trabajarlo en
el tiempo.
Veremos que abrazar el dolor se produce por etapas que van desde la resistencia
inicial, seguida de cierto interés, luego aparece la tolerancia a cierto umbral de dolor,
seguimos permitiendo que los sentimientos dolorosos vengan y vayan, para terminar
abrazando el dolor y ver el valor oculto de la aceptación, que es abrirnos
conscientemente a las sensaciones y sentimientos que sucede dentro de nosotros en
este momento tal como son, dándoles espacio sin resistencia. Aceptar veremos que no
es lo mismo que resignación, pues no renunciamos a cambiar las cosas en un futuro
sino a simplemente verlas en el presente, con claridad y ecuanimidad, para poder
tomar la mejor decisión.
Está comprobado que el ser humano empieza a aceptar una situación, después de
abandonar la lucha por sentirse mejor. Con el duelo pasa lo mismo, cuando todo lo
que intentamos por no sentir tanto dolor falla, nuestra mente después de tanto
agotamiento, se da por vencida y es cuando por ese hueco la consciencia del alma
puede asomarse.
Pasamos entonces del trabajo mental al trabajo del corazón, que no requiere
esfuerzos y al dejar de querer sentirnos mejor, de ese vacío surge la necesidad de
cuidar de nosotros mismos, porque estamos sufriendo, es decir la sanadora
autocompasión.
Einstein decía que no podemos superar una crisis desde el mismo nivel de consciencia
que se creo. En el duelo es lo mismo, esa transformación interna, profunda y
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liberadora, nos hace despertar a lo real, a lo importante y a encontrar un sentido de la
vida acorde a nuestro nuevo nivel de consciencia.
En el duelo el Dolor y el Amor van de la mano. Sin amor no hay duelo. El dolor va
de la mano de la impermanencia propia de la vida y el Amor de lo eterno de la
misma. Si miramos hacia atrás en nuestras vidas, vemos que nuestro crecimiento
como personas esta lleno de pérdidas y que el amor siempre ha estado de una u otra
manera presente en su sanación.
La oscuridad no tiene entidad propia, es sólo falta de luz. La lucidez que proviene de
la práctica del mindfulness, disipa poco a poco las sombras que todos tenemos,
aceptamos su esencia, que no era hacernos sufrir sino hacernos tomar consciencia de
nuestra naturaleza espiritual, o simplemente ser más conscientes de nuestro eterno
observador.
A partir de la quinta semana del MBATD tratamos ya los temas de las emociones, la
bondad amorosa, la compasión y autocompasión y el perdón transpersonal.
Ahora veamos en qué nos puede ayudar el mindfulness ante algunos de los síntomas
habituales del duelo:
Con la atención plena, podemos comprender mejor los patrones del pensamiento del
doliente, desarrollar nuestra inteligencia emocional, espiritual y fomentar la calidad
de vida. El Mindfulness reduce la reactividad, ayudándonos desprendemos de hábitos
inútiles y tomar decisiones sabias.
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Mayor sentido del bienestar
Mayor concentración:
El Mindfulness aumenta la capacidad de sostener la atención en una sola tarea y
ayuda a suprimir la información que nos distrae. En el proceso de duelo, esta mayor
capacidad de concentración nos ayuda a realizar las tareas diarias que solemos
realizar en piloto automático, con la consecuente rumiación.
Las personas más conscientes también se sienten más conectadas con los demás y más
dispuesta a contar sus sentimientos sin proteger su vulnerabilidad.
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Mayor flexibilidad cognitiva:
La flexibilidad cognitiva es la capacidad de cambiar la manera en que se ve un
problema sin quedarse apegado a aprendizajes previos. La práctica de mindfulness
desarrolla la capacidad de la autoobservación, lo que desvincula neurológicamente los
patrones automáticos que fueron creados por aprendizajes previos y permite el
ingreso de información del momento presente de una nueva manera.
Mindfulness formal: Son los ejercicios diarios que necesitan tiempo, una base
teórica y la práctica cotidiana para alcanzar estados de meditación profundos, una
mayor comprensión de nuestro mundo interior y las habilidades necesaria para
cambiar nuestra forma de reaccionar ante las circunstancias.
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