Alicia Moreau de Justo

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

TRABAJO DE INVESTIGACIÓN

TEMA: MUJERES IMPORTANTES DE LA HISTORIA:


 ALICIA MOREAU DE JUSTO

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………………....5

CAPÍTULO I
VIDA Y OBRA…………………………………………………………………………...….6

CAPÍTULO II
BIOLOGÍA, PSICOLOGÍA Y MUJER………………………………………………..…..9

CAPÍTULO III
RELACIÓN ENTRE LA EDUCACIÓN DE LA MUJER Y LA OBTENCIÓN DE SUS
DERECHOS POLÍTICOS
EL PROYECTO EDUCATIVO DE LA GENERACIÓN DEL ´80………………………11
LA EDUCACIÓN FORMAL Y POPULAR……………………………………………..…14
LA EDUCACIÓN DE LA MUJER………………………………………………………….18

CAPÍTULO IV
EL PENSAMIENTO DE ALICIA SOBRE LOS DERECHOS POLÍTICOS
FEMENINOS………………………………………………………………………………...20

CAPÍTULO V

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

ALICIA, EVITA Y UNA LARGA LUCHA POR EL SUFRAGIO


FEMENINO…………………………………………………………………………………..23

CAPÍTULO VI
LA CIUDADANÍA FEMENINA Y UNA REIVINDICACIÓN
CONFLICTIVA………………………………………………………………………………26

CONCLUSIÓN……………………………………………………………………………….28

BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………………………...29

ANEXO………………………………………………………………………………………..30

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

ALICIA MOREAU DE JUSTO

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

INTRODUCCIÓN

Este trabajo de investigación se basa, en el análisis de la vida y obra de ALICIA


MOREAU DE JUSTO; una mujer revolucionaria, feminista, sindicalista, higienista y
humanista.
Lo que buscamos a través de este trabajo, es dar a conocer (a lo largo de los capítulos
desarrollados) a una gran heroína de la historia argentina, que nunca nos habían
mencionado en ningún ámbito.
Este análisis, puede organizarse en torno a tres ejes que, a grandes rasgos, los
agruparemos en los abordajes biográficos, los que se centran en su acción dentro del
socialismo y los que avanzan sobre sus posturas feministas/sufragistas.
Con respecto a los aportes sobre su biografía, De ellos es posible rescatar, en ese
sentido, la influencia que ejerció su padre, Armand, un ex integrante del movimiento de
la Comuna de París de 1871, en su formación intelectual además de acompañarla en
emprendimientos como la Sociedad Luz y el Ateneo Popular.
Los trabajos sobre sus posturas socialistas mencionan que el Partido Socialista tuvo
tempranamente un programa que incluía la igualdad de los sexos y, por lo tanto,
abogaba por los derechos políticos femeninos.
En tercer lugar, los análisis sobre el feminismo/sufragista en la Argentina han sido
realizados por distintas autoras. No hubo una sola mirada entre las primeras feministas
sobre el lugar que debían ocupar los derechos políticos femeninos en sus agendas.

Alicia, fue una de las primeras mujeres en romper la estructura patriarcal al ingresar a
la Universidad de Buenos Aires en 1907 en una época en que la sociedad veía con
rechazo que ellas estudiasen una carrera universitaria.
Se involucró en la Salud Colectiva desde sus incursiones, con obreros y con mujeres,
comprometida siempre con una perspectiva solidaria y social. Promoviendo la
organización, por ejemplo, con su participación en la constitución de la Asociación
Internacional de Mujeres Médicas allá por 1919.
Fue también una de las pioneras en la lucha por el voto femenino, más de una década
antes de su aprobación en 1947. Y cofundadora de la Asamblea Permanente por los
Derechos Humanos junto con el obispo Jaime de Nevares, Susana Pérez Gallart y
Alfredo Bravo, entre otros.

Alicia Moreau de Justo fue, sin dudas, uno de los personajes más interesantes de la
historia argentina política y sanitaria contemporánea y auténticamente Labradora de la
Salud Popular.

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

CAPÍTULO I
VIDA Y OBRA

Alicia Moreau nació el 11 de octubre de 1885 en la ciudad de Londres, hacia donde


sus padres, Armand Moreau y Marie Denanpont, habían emigrado tras ser expulsados
de Francia por su participación en la insurrección de la Comuna de París del año 71.
Cinco años después, como tantos inmigrantes de todo el mundo, arribó con su familia
a la ciudad de Buenos Aires y se instaló en el barrio de Floresta: “Cuando llegué al
país, no caminaba; como digo siempre, tuve mucho gusto de aprender a caminar
sobre esta tierra de la que nunca me separé”.
Su padre instala junto con un amigo encuadernador una librería en la calle Esmeralda
en el año 1896 y gracias a ese negocio familiar, Alicia tiene acceso desde temprana
edad al mundo de los libros. De hecho, Armand le leía la Historia de la Revolución
Francesa y los textos de Darwin. Por esos años se funda en Argentina el Partido
Socialista de la mano de Juan B. Justo, al que se afilia Moreau y cría bajo sus
preceptos a sus tres hijos.
A principios del siglo XX, Alicia ingresa al magisterio en la Escuela Normal N° 1 para
formarse como maestra, una salida habitual para las mujeres que querían trabajar, y
llega a ser alumna de Hipólito Yrigoyen, titular de la materia Lógica y Moral, quien
reconoce sus capacidades y mantiene con la adolescente frecuentes debates. Como
estudiante realiza tareas ligadas a la expansión de la educación entre los más
humildes junto a Fenia Chertkoff, cuñada de Juan B. Justo, y una de las fundadoras
del Centro Socialista Femenino, un ámbito de divulgación de los saberes filosóficos y
sociológicos de la época. Desde allí promueve la creación de jardines maternales, la
fundación de bibliotecas populares y brega por la Educación Laica y el sufragio
femenino.
En 1906, con solo 21 años, participa del Primer Congreso Internacional de
Librepensamiento donde presenta un documento llamado “Educación y
Revolución”, dedicado a los conceptos educativos usados durante la
Revolución Francesa, sorprendiendo por la calidad de su exposición. Por esos
años redacta notas para publicaciones estudiantiles, toma un curso sobre psicología
con Horacio Piñero (introductor de la psicología experimental en la Argentina) y forma
parte del Primer Laboratorio de esa especialidad en la Facultad de Filosofía y Letras
de la Universidad de Buenos Aires. Al año siguiente, invitada por el socialista Ángel M.
Giménez y atraída por los principios anticlericales, positivistas y evolucionistas,
participa de los cursos de la Sociedad Luz de Barracas, una asociación aún vigente,
que promovía la ciencia, la educación técnica, las expresiones artísticas y la lectura:
“En donde el obrero podría, con los escasos conocimientos de la escuela primaria y
los que la observación y experimentación de la vida diaria le hubieran suministrado,
llegar a la preparación amplia y perfecta que la mentalidad nueva requiere”. Allí realiza
sus primeras tareas en la difusión de la higiene social y la prevención sanitaria e
ingresa en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires en 1907,
en la que solo se inscribieron seis mujeres, siguiendo los pasos de Cecilia
Grierson, primera médica del país.
Al mismo ritmo que el de su vocación por los estudios, se desarrolla en la política
participando de la Huelga de los Inquilinos en 1907 e impulsa la “marcha de las
escobas”, una procesión de amas de casa que luchaban por sus derechos en los
barrios pobres de la ciudad de Buenos Aires. También comienza a publicar sus

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

primeros artículos periodísticos relacionados con la educación en La Revista Socialista


Internacional, fundada y dirigida por Enrique del Valle Iberlucea, periodista y primer
senador socialista de América.
En 1910, año del Centenario, crea la institución Ateneo Popular, de características
similares a la Sociedad Luz, además de integrar el directorio de la revista socialista
Humanidad Nueva, junto al mencionado Iberlucea y a Fernando Andreis. Entre otros
artículos trascendentes, escribió “Feminismo e Intelectualismo”, “La Escuela
Laica”, “La Moral de la Naturaleza” y “El feminismo en la evolución social”.
Obtiene el título de médica con diploma de honor en el año 1914 con su tesis sobre la
función endócrina del ovario. Realiza su residencia en el Hospital de Clínicas, en la
sala de Ginecología en el sexto año y en la de Clínica del mismo establecimiento,
durante el séptimo y último. En su paso por el hospital pudo interiorizarse sobre la
dura realidad sanitaria de las mujeres argentinas. Un año más tarde,
desempeñándose como ginecóloga, instala un consultorio en la calle Esmeralda
al 900 y se dedica especialmente a la atención de mujeres pobres y meretrices.
Interesada siempre en la educación, lleva adelante un método educativo nuevo,
basado en la pedagogía de la italiana María Montessori, que coloca al educando
como centro del proceso de aprendizaje y al educador como coordinador y
observador del mismo. Al mismo tiempo se desempeña como profesora de la
Universidad Nacional de La Plata que dirigía Joaquín V. González. En 1919 participa
del Congreso Internacional de Médicas en Estados Unidos, donde polemiza con una
delegada norteamericana acerca del rol de la mujer frente al trabajo y la maternidad:
“La mujer puede trabajar en la industria pero nadie puede obligarla a dejar de ser
madre para ser carne de fábrica. Debemos lograr madres inteligentes y no esclavas
ignorantes sometidas a la voluntad del hombre”. Durante el mismo viaje participó del
Congreso Internacional de Obreras celebrado en Washington, donde se relacionó
con el movimiento por el sufragio femenino norteamericano.
A su regreso funda la Unión Feminista Nacional de la cual participó Alfonsina Storni.
Como en Buenos Aires no consigue pasajes hasta Estados Unidos, debe cruzar parte
de la Cordillera de los Andes a lomo de mula, para luego embarcarse en Santiago con
destino a Washington: “Recuerdo que hace algunos años tuve que hacer un viaje por
la cordillera, y tuve que hacerlo en una caravana porque los caminos estaban
interrumpidos por las nevadas. El animal que me servía como medio de transporte, la
mula, metía las patas en la nieve y caminaba con mucha dificultad. Ahí comprendí
verdaderamente la hazaña del cruce de los Andes por San Martín”. A su regreso al
país cierra la revista Humanidad Nueva y lanza una nueva, Nuestra Causa, verdadero
órgano de difusión de las ideas de la Unión Feminista Nacional.
Un año después se afilia al Partido Socialista, donde militaría toda su vida, y cuatro
años más tarde se casa a la edad de 37 años con su gran referente político, Juan
Bautista Justo, con el que tiene tres hijos: Juan, Luis y Alicia.
Políticamente apoya las ideas republicanas en España y a los aliados durante la
Segunda Guerra Mundial. Mientras que en nuestro país, forma parte de la Unión
Democrática -junto a comunistas, demócratas progresistas y conservadores- que
pierde las elecciones de 1946 contra la fórmula Perón-Quijano, comicios en los que el
Socialismo no obtiene ninguna banca. Desde entonces se anota en la oposición al
peronismo acusándolo de antidemocrático y autoritario, lo que le valen
persecuciones personales, a los locales socialistas y a sus bibliotecas.

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

En 1947, viaja a Europa para participar de las Primeras Conferencias Internacionales


de Mujeres por la Paz, mientras que en Argentina se sanciona la ley que permite el
sufragio femenino. Un derecho por el que mucho había luchado, pero que ella percibe
como una maniobra política más que como una conquista social.
En las elecciones del año 1952, cuando las mujeres votaban por primera vez, el
Partido Socialista presenta entre sus candidatas a diputadas a Alicia M. de Justo. Dos
días antes de las elecciones, un candidato socialista es detenido por desacato.
También fueron encarcelados Palacios y Repetto entre otros. Alicia debió ocultarse
perdiendo la oportunidad de votar y cumplir con este anhelado logro feminista.
Un año antes, en 1951, había estado presa por apoyar la huelga ferroviaria que
dejó 150 detenidos en Villa Devoto. Alicia tuvo que pasar a la clandestinidad
desde donde formó un comité de apoyo a los presos ferroviarios.
Tras el derrocamiento de Perón en 1955, se instaura la llamada Revolución
Libertadora, encabezada por Pedro Eugenio Aramburu. Moreau de Justo fue una de
los cuatro representantes del socialismo y la única mujer que integró la Junta
Consultiva Nacional, cuyo objetivo era sentar las bases electorales y constitucionales
que desde entonces regiría el país, entre ellas la proscripción del peronismo.
En 1958, tras el retorno de la democracia y la llegada de las elecciones, se ahondan
las diferencias en el seno del Socialismo y tras la renuncia de Américo Ghioldi a la
presidencia del partido, Alicia asume su lugar. De esta manera, la doctora Moreau de
Justo y Alfredo Palacios forman el Partido Socialista Argentino (PSA), mientras que
Ghioldi y Repetto arman el Partido Socialista Democrático (PSD).
Tras la muerte de Alfredo Palacios en 1965, Alicia Moreau de Justo asume la
Secretaría General del PSA. En 1975, Año Internacional de la Mujer, Alicia cumplía 90
años y se llevan a cabo diversos homenajes en reconocimiento de su trayectoria.
Durante los actos, varios dirigentes socialistas toman la palabra, entre los que se
destaca Américo Ghioldi, quien a pesar de la ruptura política le tenía gran respeto. Ese
mismo año, Moreau participa también de la fundación de la Asamblea Permanente por
los Derechos Humanos (APDH).
Durante la última dictadura militar, entre los años 76 y 83, acompañaba a las Madres
de Plaza de Mayo en sus famosas rondas frente a la Casa de Gobierno (“lo más
importante es el ejemplo que le han dado a la mujer, el ejemplo de mujeres valientes”);
firmaba solicitudes denunciando las desapariciones y presentaba peticiones de libertad
a la Junta Militar y a los jueces exigiendo la aparición con vida de los detenidos.
En 1984 es elegida la Mujer del Año por la Cámara de Diputados de la Nación y
la Universidad de Buenos Aires le entrega un reconocimiento como “Médica del
Siglo”. Un año después, la declaran presidenta honoraria de las Primeras Jornadas
de Mujeres Socialistas y es designada Ciudadana ilustre de la Ciudad de Buenos
Aires por la Legislatura Porteña.
En 1985, al cumplirse 100 años de su nacimiento, participó del homenaje que se
le rindió en la sede de la mutual Unione e Benevolenza, del que participó todo el arco
político y social de la Argentina. Fue en esa oportunidad cuando dio su último
discurso público, especialmente dirigido a los jóvenes y a las mujeres.
En 1986, sufrió una hemiplejia y fue ingresada en el Sanatorio Antártida. Su estado de
salud se agravó con el transcurso de los días y falleció mientras dormía, el 12 de mayo
de ese año. Sus restos fueron velados en el Salón de los Pasos Perdidos del
Congreso de la Nación, al que concurrió el por entonces presidente Raúl Alfonsín y
luego cremados en el Cementerio de la Chacarita.

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

CAPÍTULO II
Biología, psicología y mujer

En este apartado nos enfocaremos en sus escritos de tipo médico-psicológicos en los


que una Alicia joven, enérgica y aguda, aborda muchas y disímiles temáticas propias,
además, de un momento formativo. Los escritos incluyen temas darwinianos y de la
evolución en general, educación y temáticas ginecológicas, entre otros aspectos.
Las primeras obras de Moreau se encuentran en relación con la psicología.
Un primer trabajo fue compilado por 29 la cátedra de Horacio G. Piñero (1869-1919),
destacado médico psiquiatra argentino, una obra que contenía los estudios realizados
en el marco del laboratorio de Psicofisiología. Alicia se basó en una entrevista que
había realizado a una interna del Hospicio Nacional de Alienadas. En ella sigue con
rigurosidad la metodología de indagación vigente –propia del método psiquiátrico– en
la cual aguza la sospecha de que la paciente miente y que, parte de la cura, está en
reconocer sus contradicciones. Al contrario de las tipologías del campo psiquiátrico de
la época que establecen correlaciones físico-mentales, el informe de Alicia ofrece un
registro detallado en el que afirma que esa patología mental diagnosticada no se
corresponde con ninguna evidencia física e, incluso, hace hincapié en que la
formación general de la paciente no ha sido afectada y es locuaz, con buena dicción y
cierta cultura general. A tal punto, señala, que podría dudarse de que la enferma lo es
(Moreau, s/d a).
A este primer trabajo, sucedió otro en coautoría con un compañero de estudios, Pedro
Fernández, en el año 1905 (Moreau y Fernández, 1910). Esta investigación de tipo
psicométrica, rama propia de la psicología experimental impulsada por Víctor
Mercante, se refería a un grupo de escolares organizados por edad y por sexo
(Ascolani, 2008). Según afirman, ante un excitante, la capacidad asociativa e
interpretativa de los escolares era mayor que con dos. Si bien utilizaban el método
psicométrico, Moreau y Fernández creían que con éste no se obtenían conclusiones
sobre desarrollo intelectual infantil y, a priori, sostenían que el comportamiento del
sujeto o la manera de contestar eran también relevantes y que los resultados de su
experimentación debían situarse en ese marco más amplio. En un artículo de 1906, a
instancias de su experiencia en la cátedra de Piñero, la autora defendía la psicología
experimental como una vertiente que no anteponía teorías previas sino que se rendía
ante los hechos.
Según Moreau, esta rama no se ocupaba ya de buscar la psiquis en los primeros
fenómenos biológicos siguiendo su derrotero a lo largo de la evolución, sino que
buscaba “el despertar de los fenómenos psíquicos en ese compendio de la evolución
de las especies que era el niño”. Señalaba la necesidad de que la pedagogía ingresara
decididamente al universo de las disciplinas experimentales pues consideraba que, al
ser la educación una de las influencias primordiales sobre la modelación del individuo,
era perentorio que aplicara un método científico. Concluía con una esperanza y una
certeza a partir de ello: a futuro, “ya no se inculcarán en el niño desde muy pequeño,
esas fórmulas, esas sentencias en las cuales debe creer por sólo la autoridad del 30
que lo dice y se le acostumbrará en la familia y en la escuela a observar y razonar, se
formarán en él hábitos intelectuales más positivos que lo alejarán de la palabrería
hueca y sentenciosa. Imbuida de expectativa en la cientificidad futura de la pedagogía,
apostó fuertemente al papel del medio sobre cualquier herencia biológica. Estas ideas
las desarrolló en la Revista Socialista Internacional que analizaremos en el siguiente

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

apartado. Como mencionan sus biógrafas (Cichero, 1994 y Henault, 1983), Alicia
Moreau de Justo fue lectora de Charles Darwin y Herbert Spencer, obras de lectura
habitual en la época, que además recibió de su padre y algunos docentes de la
Escuela Normal. La influencia de esos autores, como indica Álvaro Girón (2005),
requiere precisiones geográficas, temporales y culturales, su recepción y apropiación
pues, en muchos casos, más que frente a adopciones irrestrictas, nos encontramos,
más bien, con aceptaciones de la idea general de evolución antes que de las teorías y
mecanismos que involucraban esas posiciones.
En 1915, adhirió a la idea de que hasta los organismos denominados inferiores tenían
inteligencia en tanto eran capaces de adaptar su conducta a fin de sobrevivir o mejorar
sus condiciones de vida. Junto con él, también concibió que con sensibilidad, deseo y
frustración se avanzaba en el orden de la naturaleza desde los protozoos hasta los
seres humanos. Sin embargo, no apostaba a una psicología antropomórfica lineal que
era una visión simplificada de la teoría de Darwin. Luego, según la autora, sobrevino
una reacción a esta postura y fue una visión antagónica de aquella que concibió todo
de manera mecánica y que mostraba al individuo obrando bajo las fuerzas externas de
la naturaleza independientemente de la fisiología. Censuraba, así, ambas posturas
extremas y, aunque asumía las ideas evolucionistas, lo hacía con menos ahínco en los
giros biologicistas comúnmente asociados a ellas. Esa idea se visibilizó, también, en la
Conferencia “La pretendida degeneración de las razas” dictada en la Universidad
Nacional de La Plata en 1907 y publicada en 1909. Es una interesante interpretación
sobre el concepto de raza y las potencialidades de desenvolvimiento de los seres
humanos en un medio propicio y con las herramientas educacionales adecuadas. En
este texto, impugnó “el dogma prejuicioso de la pureza, la desigualdad y la supremacía
raciales. Siguiendo la tesis de Jean Finot, pensador francés que discutía las teorías
racistas, Alicia utilizó el concepto para dar cuenta de aspectos culturales más que de
los biológicos.

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

CAPÍTULO III
RELACIÓN ENTRE LA EDUCACIÓN DE LA MUJER Y LA OBTENCIÓN DE SUS
DERECHOS POLÍTICOS

El proyecto educativo de la Generación del ‘80

En el territorio argentino convivían varones y mujeres poseedores de distintas


culturas: criollos, indígenas e inmigrantes. Rita Segato (1998) considera que
generalmente se piensa que la nación es una entidad en permanente tensión con su
diversidad interna, pero éste no es el caso argentino ya que el Estado fue una eficaz
máquina para poner fin a la diferencia. Todas las personas que pertenecían a una
etnia derrotada, tal es el caso de los indígenas, o de un pueblo inmigrante, españoles
e italianos por ejemplo, fueron obligadas a desplazarse de su etnia de origen para
ejercer entonces una ciudadanía plena. El Estado consideró negativa o directamente
invisibilizó toda diferencia o particularidad y constituyó una formación de diversidad
sustentada en el presupuesto de homogeneidad.
La nación debía ser una unidad étnica y la educación constituyó uno de los caminos
para lograrla. El proyecto educativo persiguió un objetivo de socialización política con
la intención de formar al ciudadano y edificar una nueva sociedad civil.
Cuando hablamos de ciudadano nos referimos a un varón blanco y heterosexual. Y si
educar al varón era ante todo formar al ciudadano, educar a la mujer era construir a la
madre/esposa del ciudadano.
Durante la presidencia de Julio A. Roca, en 1884, se sancionó la Ley de Educación
Nacional, conocida como Ley 1420, que estableció la educación primaria gratuita,
obligatoria y laica para ambos sexos y sus resultados comenzaron a percibirse en las
primeras décadas del siglo XX, especialmente en la ciudad de Buenos Aires. Según
Lucía Lionetti esta ley, fue el sustento legal que permitió a las autoridades nacionales
tener injerencia directa sobre la escolarización primaria en los territorios de
administración nacional, e indirecta en las escuelas provinciales y particulares‖ pues
permitió que el Estado controlara los establecimientos educativos provinciales a través
de inspectores nacionales. Al mismo tiempo, el gobierno designó maestros normales
nacionales para que llevaran a cabo la adecuación de los planes de estudio
provinciales a las necesidades del gobierno nacional. La citada autora concluye
diciendo que con esta ley comenzó el proceso de centralización del sistema educativo
argentino que dejó poca autonomía a las escuelas provinciales y a la enseñanza
particular. En cuanto a los contenidos que debían ser impartidos por la escuela, la Ley
1420, en su artículo 6º, disponía no sólo las asignaturas que debían recibir tanto los
niños como las niñas sino también aquellas que eran propias para cada sexo.
En el primero de los casos consideramos necesario destacar el carácter
nacionalizador dado a la educación al establecerse el estudio de la Constitución
Nacional y de la historia y la geografía de nuestro país, limitándose a algunas nociones
la enseñanza de la historia y la geografía generales. Los textos escolares también
estuvieron encuadrados en este proceso pues eran transmisores de los valores que
las autoridades pensaban que debían adquirir los futuros ciudadanos. El Estado
ejerció una supervisión sobre ellos.
Con respecto a las materias propias para cada sexo disponía que para las niñas será
obligatorio, además, el conocimiento de labores de manos y nociones de economía

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

doméstica. Para los varones el conocimiento de los ejercicios y evoluciones militares


más sencillos; y en las campañas, nociones de agricultura y ganadería. Esta autora
agrega que, así, la reproducción de la división sexual del trabajo fue asegurada desde
el mismo currículum.
Nos parece importante dedicar un párrafo a la enseñanza obligatoria para las niñas de
la Economía Doméstica pues fue uno de los factores, según Marcela Nari (1995), que
impulsó un nuevo modelo de ama de casa comprometida emocional e intelectualmente
con sus tareas desde fines del siglo XIX.
Las autoridades educativas pretendieron impulsar dos valores a través de esta
ciencia: el ahorro y el aseo. Para tal fin, se crearon escuelas y dictaron cursos, la
mayoría de estas creaciones estuvieron a cargo de las mujeres de la alta sociedad y la
Iglesia, pero también estuvieron presentes las socialistas, las feministas y las
universitarias que consideraron la instrucción doméstica de la mujer en su sentido
liberador. La labor educativa a nivel primario en nuestro país, a diferencia del resto de
América Latina, Estados Unidos y Europa, excepto España, estuvo fundamentalmente
a cargo de la mujer, figura pedagógica central ya que las autoridades educativas
hablaron de la madre educadora. La feminización de la docencia primaria se produjo
rápidamente hacia fines del siglo XIX y la primera década del siguiente. Graciela
Morgade (1997) comenta que, entre 1874 y 1921, se graduaron 2626 maestras y 504
maestros, mientras que las primeras accedieron al título de profesoras en menor
proporción. A pesar de esta superioridad numérica, fueron muy pocas las que
ingresaron a la élite de normalistas referentes del movimiento pedagógico argentino y
burócratas de peso dentro del sistema educativo. Su acción se centró
fundamentalmente en el aula o en la institución escolar. La feminización del magisterio
se debió a la conjunción de varios factores que involucraban tanto a las mujeres como
a los varones. Por un lado, el Estado argentino impulsó la educación de aquéllas para
que ejercieran como maestras pues, según Morgade (1997), ellas podrían
naturalmente satisfacer el proyecto político global –homogeneizar y moralizar a la
sociedad, por ser educadoras naturales y resultaban trabajadoras baratas en un
contexto altamente deficitario para la economía de la educación pública. Con respecto
al primero de los puntos nombrados, la mujer era la primera educadora de la familia y
por lo tanto era la más indicada para transmitir los hábitos y los valores que constituían
el ideal de la moral pública. La maestra ocupaba en el ámbito escolar el lugar que la
madre tenía en el hogar. En cuanto al segundo de los puntos mencionados, era una
trabajadora barata, pues siempre fue considerada dependiente económicamente del
varón, hecho que esgrimía el Estado para pagar salarios menores que los que
realmente correspondían. Precisamente, estas precarias condiciones laborales
desencadenaron en más de un conflicto gremial como el que se produjo en Mendoza
en 1919. Sin embargo, la mujer vio en el magisterio un camino para acceder a un
trabajo mejor y a una mayor educación y así mejorar su condición social.
Por otro lado, la docencia resultaba un trabajo poco atractivo para los varones pues
no era bien pago, el mercado laboral les ofrecía carreras y salarios más interesantes,
no se trabajaba en las mejores condiciones ya que no había estabilidad laboral, por
ejemplo, y algunos de ellos reconocían que carecían de un real conocimiento del
mundo infantil sobre el que debían trabajar cosa que no ocurría con las mujeres. Por lo
expuesto, el magisterio no tuvo el mismo valor para las mujeres que para los varones.
Al mismo tiempo que se pensaba que la maestra era la persona indicada para llevar a
cabo la enseñanza de niños y niñas, se percibió la necesidad de la presencia del

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

maestro para la formación de los niños que comenzaban a definir sus primeros rasgos
de virilidad.
A pesar de los esfuerzos realizados, la incorporación de varones a la docencia no tuvo
los resultados esperados. La Escuela Normal, formadora de docentes, era el eje
vertebrador del proyecto educativo apropiándonos de palabras de Morgade. Algunas
nacieron como escuelas mixtas, otras exclusivamente para señoritas y también las
hubo sólo para varones. Es muy difícil determinar con precisión el origen social de las
primeras normalistas. Morgade (1997) sostiene que mujeres pertenecientes a los
sectores sociales en ascenso y algunas de la élite pensaron que la Escuela Normal
constituía tanto una opción de estudios secundarios como un camino para ingresar al
mundo del trabajo. Pero, también, señala que las fuentes hablan repetidamente
también de mujeres que provienen de sectores de bajos recursos.
Por su parte, Cristina Yannoulas, citada por Lionetti (2007), señala que existen
referencias de la época que hablan de la presencia de niñas de la élite en las escuelas
normales argentinas, excepto la que funcionaba en la ciudad de Buenos Aires pues
concurrían a escuelas privadas. Lionetti (2007) sugiere que la composición fue mucho
más heterogénea que la señalada en algunos trabajos. A pesar de las esperanzas del
Estado en que los/as egresados/as mejorarían el nivel primario, las críticas a este nivel
permiten entrever una escuela memorística, repetitiva, exageradamente reglamentada
y rígida. Así es, el/la docente era un/a mero/a transmisor/a de conocimientos que el/la
alumno/a debía memorizar y repetir. Asimismo, su práctica en todas sus dimensiones
estaba exhaustivamente pautada desde la puntualidad y la asistencia regular a clase
hasta el pleno cumplimiento con el plan de estudios y el uso exclusivo de los textos
escolares autorizados, por ejemplo.
No todas las docentes aceptaron pasivamente este modelo educativo impuesto
por el Estado pues las hubo quienes lo criticaron duramente. Un claro ejemplo
de este último grupo fue Alicia Moreau.

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

La educación formal y la educación popular

La educación ocupó un lugar central en el ideario de Alicia Moreau y si bien ha sido


mencionada su etapa como docente y algunos de sus trabajos hacen referencia al
tema, nos interesa analizar algunos aspectos menos escrutados y desarrollados, como
los vinculados con la coeducación. Moreau consideraba que los estudiantes serían los
forjadores de un futuro mejor.
Asimismo, sus ideas educativas también están volcadas en Humanidad Nueva,
sucesora de la anterior y órgano de expresión del Ateneo Popular, pero en esta revista
escribió también sobre feminismo y, en menor medida, sobre el sufragio femenino. Se
ocupó no sólo de la educación formal sino también de la enseñanza popular que tuvo
un lugar muy importante en su vida en el período tratado. Alicia Moreau fue muy crítica
del modelo educativo de la Generación del ‘80 que impuso, según su mirada, una
escuela uniforme, impositiva y autoritaria. Uniforme pues es un solo molde deben
caber los temperamentos distintos, las mentalidades más opuestase impositiva y
autoritaria ya que el primer deber que inculcaba era la obediencia, la sumisión. La
escuela era la escuela del Estado y, por lo tanto, no podía oponerse a los principios
que éste sustentaba. Decía sobre esta institución que debía aplacar el sentimiento de
rebeldía, hacer encontrar bueno lo injusto, y justificar las desigualdades sociales.
Tenía como misión preparar al niño para aceptar la organización vigente que permitía
la vida del Estado. Por esto los contenidos a impartir, que eran recibidos pasivamente
por el alumno, fueron seleccionados teniendo en cuenta el perfil de aquél que aspiraba
a formar en lugar de tener en cuenta sus intereses.
Asimismo, Alicia consideraba que la enseñanza era dogmática y ese nuevo dogma no
es el dogma religioso, sino el patriótico, memorística, puramente verbal y formulista.
En este modelo educativo sólo sobrevivían los niños con personalidades fuertes e
impedía el desarrollo de las capacidades de los que no tenían este tipo de
personalidad que se limitaban a memorizar y repetir lo que se les solicitaba. Por
último, hacia 1910, Moreau reprochaba una actitud pasiva al cuerpo docente frente a
las disposiciones educativas emanadas del Estado, por ejemplo decía que con una
docilidad deplorable, sin murmurar, el maestro se ajusta a los cambios de programa,
adoptando sin vacilar los métodos a veces más opuestos. Pero sería otra su opinión
sobre el magisterio en 1914 pues consideraba positiva la actitud que habían adoptado
los/as docentes que se habían unido, habían hecho oír sus reclamos y habían tomado
conciencia de su fuerza dejando atrás la pasividad de la que hablamos. Si bien Alicia
criticó el modelo educativo imperante, compartió con los hombres del ‘80 la
importancia de la educación como espacio de civilización, como formadora de
ciudadanos, y también la laicidad de la enseñanza. Alicia no se limitó a la crítica sino
también propuso un proyecto basado en la coeducación y una educación racional y
laica. Al igual que otras mujeres, como Juana Manso, una de las principales voces en
defensa temprana de la coeducación sexual, la educadora tucumana Francisca
Jacques, la pedagoga porteña Raquel Camaña y las integrantes de la Liga Nacional
de Mujeres Librepensadoras con Julieta Lanteri al frente, entre otras, era una firme
sostenedora de la coeducación, es decir, varones y mujeres debían compartir no sólo
el aula sino también los contenidos impartidos. En su opinión, nadie debería
sorprenderse por este principio pues no había algo más ilógico o artificial que no se
hubiese aplicado hasta ese momento. Cuando hablaba de los buenos resultados de la
coeducación tenía presente la experiencia llevada a cabo por Sebastián Faure,

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

escritor, político y filósofo francés socialista devenido en anarquista, que fundó, en


1904, una escuela libertaria en Rambouillet, en medio de bosques y praderas a la que
dio el nombre de La Ruche (La Colmena). En esta escuela, decía Moreau, se pudieron
comprobar los cambios importantes operados tanto en los varones como en las
mujeres. Los primeros, al estar en contacto con las niñas, perdían un poco de su
brutalidad y violencia y se producían modificaciones positivas tanto en sus gestos y
lenguajes como en la voz. También, era positivos los cambios en las niñas tales como
la pérdida de su timidez, la mayor seguridad en sus gestos, la aceptación de otro tipo
de expresión, más exacta y necesaria, entre otros.
Alicia defendió una educación racional acorde con el pensamiento feminista
que consideraba que constituía una herramienta importante para alcanzar la
liberación femenina.
La enseñanza racionalista, según la mirada de Moreau, se basaba tanto en el
conocimiento científico de lo que es la personalidad humana, de su evolución como en
el desarrollo de la observación y de la razón, de lo que ha de dar mayor conciencia al
individuo y permitirle que se diferencie del resto, pudiendo en medio de la corriente
que arrastra la humanidad entera sentirse a sí misma, ser alguien. La persona no
debía ser considerada aisladamente sino como parte integrante de la sociedad. La
educación racionalista buscaba la formación de una personalidad intensa y original,
haciendo que el individuo sea él mismo y no una caricatura más ó menos desastrosa
de la imagen oficial impuesta como ideal a la escuela.
Nos interesa destacar tres aspectos de este tipo de educación.
 En primer lugar, la importancia que asigna al estudio de la naturaleza, el gran
y fecundo campo de acción apropiándonos de palabras de la pensadora. Para
su aprendizaje, el alumno debería estar en contacto con ella, es decir, con los
animales, las plantas, etc. Así, el camino a seguir para alcanzar el
conocimiento sería partir del hecho concreto y llegar al principio general que los
dominaba mediante la observación y la razón. Sostenía que el hecho se
mantenía siempre igual, mientras que lo que cambiaba era nuestra
interpretación a medida que la ciencia evolucionaba. La educación racionalista
debía inculcar en el niño que la verdad estaba en el hecho concreto, en la
realidad.
 En segundo lugar, afirmaba que el niño tenía la capacidad de preguntar, se
interesaba por el por qué de las cosas y de los hechos ya que tenía una gran
curiosidad. La educación racionalista desarrollaba aún más estas capacidades
debido a que el maestro debía responder sus preguntas de tal manera que lo
incentivara a continuar investigando, es decir qué había detrás de su realidad.
La observación directa en su búsqueda de conocimiento no sería posible si no
era acompañada por fotos, visitas a exposiciones y museos. Alcanzado este
grado de desarrollo mental, la adquisición de los medios de estudio tales como
la lectura y la escritura, se haría con mayor rapidez y facilidad.
 Por último, Moreau consideraba que el alumno que había alcanzado un
determinado grado en su evolución mental debía emprender el estudio de la
historia de la humanidad. El niño no sólo aprendería lo que había costado cada
conquista sino también de los errores cometidos y de los males sufridos que
harían crecer en él la solidaridad y la necesidad de construir una sociedad más
justa.
La enseñanza racionalista requería una escuela nueva para llevarla a cabo.

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

Para concretar este tipo de institución era necesario que todos, el pensador, el
maestro, la familia y la sociedad, no sólo comprendieran la necesidad de este cambio
y buscaran los medios para alcanzarlo sino también debían cooperar para que ello
fuera posible. Agrega que el constructor de esta nueva escuela era el/la maestro/a
pues era él/ella quien ponía en práctica las ideas del pensador.
La implementación de la educación racionalista, pensaba Moreau, tendría la oposición
en vastos sectores de la población, entre los que se encontraban las personas que
comulgaban con distintas religiones, los hombres que querían que nada cambiara,
entre otros. Su visión educativa estaba lejos del pensamiento de la mayor parte de la
sociedad argentina de comienzos del siglo XX. Alicia Moreau tuvo una posición
marcadamente anticlerical acorde con el ateísmo que le transmitió su padre.
Consideraba que, en una época en la que reinaba la libre discusión, la Iglesia
representaba un poder secular que manifestaba la suma de ideas más arcaicas,
más dogmáticas, más impenetrables, más imperiosas, más absurdas que
hallamos en el bagaje de la actual humanidad. Acorde con estos principios defendió
la laicidad de la enseñanza. Una escuela laica, decía, significaba no sólo que no se
hablara de Dios sino que tenía que estar impregnada del método científico, construido
sobre él, vivificada por él. Asimismo, respondió con firmeza a aquellos que pensaban
que este tipo de escuela no podía formar valores en un niño al decir que la ciencia ha
mejorado sin cesar la vida humana, que hace más fácil, más productivo su trabajo, que
da los medios de aliviar el sufrimiento y agregaba que mostraba al niño la necesidad
del esfuerzo común para saltar los obstáculos también comunes; la solidaridad
afloraría al sentir los lazos que unían a los hombres. Si bien Alicia y el Estado
argentino apoyaban la enseñanza laica, lo hacían, como hemos visto, desde dos
modelos educativos diferentes.
Por último, Alicia Moreau fue docente.
Llevó a cabo una importante tarea tanto en la educación formal como en la enseñanza
popular, iniciando su actividad en esta última. La enseñanza popular iba tomando
fuerzas debido a que el Estado argentino no podía incluir a toda la población en su
sistema educativo.
La escuela pública, especialmente el nivel primario, acogió sólo a un grupo de la
población, quedando marginados gran parte de los sectores populares, conformado
por nativos e inmigrantes, debido a la conjunción de distintos factores. Por un lado, no
podían concurrir a la escuela primaria pues habían superado la edad de la escolaridad
de este nivel y no había una educación formal para adultos en esos años. Por otro
lado, estaba presente la deserción escolar debido al temprano ingreso de algunos
niños al mercado laboral. Así, el espacio vacío que dejaba el Estado fue ocupado y
completado paulatinamente por la enseñanza popular conformada por las escuelas y
los cursos de sindicatos, los centros socialistas y anarquistas, los recreos infantiles, las
sociedades y las fraternidades, los periódicos y las revistas político-ideológicas.
Alicia Moreau estaba convencida de la importancia que tenía este tipo de educación
no sólo como formación intelectual del obrero sino también como un medio para
adquirir conocimientos que le permitirían mejorar su calidad de vida. Los que cooperan
en el movimiento de transformación social no deben dar todo su esfuerzo a la lucha
política, tan a menuda fecunda en falsas ilusiones, madre de tantas bajas ambiciones;
no debe alejarse un momento de su espíritu este concepto de que la obra fundamental
a realizarse es la educación de los hombres, su elevación moral, la posibilidad de
percibir un ideal de mejoramiento de la vida justa y noblemente comprendida‖.

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

Desarrolló su actividad docente en la Sociedad Luz, primero, y en el Ateneo


Popular, poco más tarde, donde dictó cursos y conferencias abordando distintos
temas: enfermedades infecciosas, sífilis, alcoholismo y aquellos que tenían
como objetivo poner fin a la indiferencia cívica. Años más tarde, relataría sobre un
tema abordado en la Sociedad Luz: Me animé a hablar de sífilis porque no tenía el
prejuicio del sexo. Era una enfermedad que atacaba al hombre y a la mujer. La
enseñanza que yo saqué de eso fue el contacto con esa masa de obreros, obreros
semianalfabetos que me escuchaban respetuosamente.
No dudó en tratar aquellos temas que producían escozor en la sociedad de la época,
sobre todo si era una mujer los que los exponía.
En cuanto a la educación formal, ejerció la docencia en el Colegio Nacional,
dependiente de la Universidad Nacional de La Plata, gracias a la gestión de Enrique
del Valle Iberlucea que era Secretario de esta última institución durante la presidencia
de Joaquín V. González. Asimismo, según cuenta Cecilia Lérici, ejerció por Barracas y
también fue una de las fundadoras de la Escuela Normal de Lomas de Zamora, allá
por 1916. Se debe haber jubilado, entre el 35 y el 40. En el dictado de sus clases se
destacó por la soltura de su estilo, el empleo de un lenguaje claro y sencillo para
que todos pudieran comprenderla, aun cuando abordara temas difíciles y la
persuasión `misionera´ de su escritura, siempre al servicio de la causa social.

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La educación de la mujer

La sociedad argentina de los inicios del siglo XX mantenía valores patriarcales.


El discurso de la élite proponía una sociedad que, siguiendo a Carole Pateman
(1996), comprendía dos esferas: la pública y la privada. La primera era el espacio de
los varones que como jefes de familia representaban ante el Estado y la Ley a las
mujeres y a sus hijos. La participación en este espacio no les impedía estar presentes
en la esfera privada que era el ámbito natural de las mujeres. Esta antinomia
público/privado está presente desde los orígenes del patriarcado. Los roles de cada
uno de ellos estaban bien marcados: el varón era el proveedor mientras que la mujer,
las paridora y cuidadora del futuro ciudadano. La mujer argentina era asimilada a un
menor de edad y aún estaba en peores condiciones que éste pues, según el Código
Civil de 1869, estaba sometida legalmente al marido y dependía de su voluntad
mientras que los niños tenían una mayor protección de sus bienes según el derecho.
La intervención en los asuntos públicos estaba reservada al varón. Su situación civil y
política comenzaba a discutirse en el seno de la sociedad. Este debate no parecía,
según los contemporáneos, afectar a la mujer obrera sino a la profesional, que
continuaba incorporándose al mercado laboral, ya no sólo eran las maestras y las
escritoras sino también las médicas, las enfermeras, las empleadas, etc. El número de
obreras y empleadas de servicios iba incrementándose.
La discusión sobre la situación laboral femenina versaba sobre si podría cumplir los
roles que le habían asignado: la reproducción y la crianza de los hijos.
La educación de la mujer también generó discusiones. Frente a la opinión de
muchos que pensaban que ésta podría significar un peligro de desexualización o
de algunos de sus defensores contraatacaban el argumento sosteniendo que,
lejos de degenerar a la mujer, la educación la prepararía para ser más mujer.
Entre estos últimos se encontraba Alicia Moreau que sostenía que la educación
recibida por la mujer era deficiente y por ese motivo no podía desarrollarse personal y
profesionalmente e incluso, cuestionaba que le permitiera cumplir el objetivo que el
Estado tenía para ella: el rol de madre.
Dora Barrancos afirma que las ideas de Moreau estaban sustentadas por el feminismo
maternal. Tal lo que se deduce, continúa diciendo, de su defensa de la ocupación de
los espacios concernientes al interés público, a la necesidad de que las mujeres se
afianzaran en el campo intelectual y político mientras se tornaban más aptas para la
consecución de la integración familiar y el cuidado de la descendencia. Creía que la
transformación de las mujeres en seres autónomos y actuantes, con dignidad social,
no debería descuidar y menos romper la célula familiar, indispensable para anidar una
buena sociedad.
Moreau, dice Valobra (2012), no cuestionaba la maternidad de la mujer sino la idea de
que su tarea era solamente la crianza de sus hijos. Debía ser ante todo su primera
educadora, la que forme su espíritu y sus sentimientos, la que los acompañe durante
los primeros años de su vida mental y la que aún después los guía y aconseja. La
realidad que la rodeaba demostraba que muy pocas cumplían acabadamente esta
tarea, el resto se ocupaba sólo de la crianza pues no estaba preparada para educar a
sus hijos. Para lograr este objetivo se requería, por un lado, que recibiera una
adecuada educación, es decir una educación basada en la observación, la
experimentación, el razonamiento. La laicidad también debía estar presente. Por otro
lado, no bastaba que solo cumpliera todo el ciclo primario que, como hemos visto, era

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

obligatorio tanto para los varones como para las mujeres. Pensaba que las mujeres
debían acceder al nivel secundario pues en él puede recibir los conocimientos que le
harán más llevadera la tarea del hogar; es el liceo el que puede darle esa preparación
para ser madre.
Por último, Alicia Moreau defendió la intelectualidad de la mujer y su acceso a los
estudios superiores en Feminismo é Intelectualismo, artículo aparecido en Humanidad
Nueva en 1910, a raíz de la conmoción que provocó la entrega del Premio Nobel de
Literatura a la escritora sueca Selma Lagerlof en 1909. Alicia consideraba que este
premio constituía un avance en la lucha por la emancipación femenina. Abogaba por la
igualdad intelectual de los géneros. Reconocía que muy pocas mujeres habían
alcanzado un lugar importante en el mundo científico y atribuía este hecho a que no se
le habían abierto las puertas al cultivo de la inteligencia.
Moreau refuta a aquellos que se oponían a que la mujer accediera a estudios
superiores ya que pensaban que la alejaría del hogar diciendo que nada impedía
a las profesionales formar un hogar y ser madres ninguna ley natural ni social
las condena irremisiblemente al ejercicio de la profesión, que pueden muy bien
abandonar, si lo juzgan conveniente, y siempre puede serles de gran utilidad,
asegurándoles una vida honrada e independiente, si las circunstancias de la
vida lo exigen.

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

CAPÍTULO IV
El pensamiento de Alicia sobre los derechos políticos femeninos

El derecho de la mujer a votar, al igual que su educación, también generó distintas


posiciones en la sociedad en el período tratado. La élite gobernante no estaba
dispuesta a otorgárselo; prueba de lo dicho es la sanción de la Ley Sáenz Peña, en
1912, de la que nos ocuparemos más adelante. Esta posición era apoyada por gran
parte de la población, que no sólo pertenecían a los sectores liberales sino a otros que
no podríamos calificar de reaccionarios. Su oposición se basaba en distintos
argumentos:
 la política era una actividad viril decía el diputado Guasch Leguizamón, la
utilidad de la mujer en la sociedad no dependía de su participación política, la
mujer carecía de educación sana y dominio emocional suficiente para votar.
Los pocos varones que apoyaban el voto femenino pensaban que había que
modificar la situación política de la mujer para lograr la reforma social.
 La Iglesia Católica que mantenía su poder, a pesar del proceso de
secularización que se estaba llevando a cabo, se oponía a la ciudadanía
femenina. Sostenía que la participación de la mujer en la vida política la alejaría
del hogar, descuidando sus deberes más importantes. Asimismo, podrían
generarse discusiones entre los cónyuges si tenían distintos puntos de vista.
Frente a esta postura, encontramos partidos políticos y movimientos que planteaban
la igualdad de los sexos.
Los inmigrantes trajeron desde el Viejo Continente las ideas socialistas y anarquistas,
que se contraponían, de diferentes maneras, al sistema capitalista, en la última parte
del siglo XIX. Poco tiempo después, las ideas feministas arribaron a nuestro país. El
Partido Socialista, como veremos, fue la primera fuerza política en contemplar la
ciudadanía de la mujer en su programa.
Por su parte, algunas voces libertarias lucharon por la reivindicación de los derechos
femeninos, pero no para propiciarles derechos en el sentido jurídico del término, pues
esto hubiera contradicho sus principios, sino para animar a las mujeres a sacudir el
yugo patriarcal representado por el padre, el marido, el patrón o el cura.
Además, se encontraban las feministas. No todas tenían como prioridad en sus
agendas los derechos políticos femeninos, que constituyeron una reivindicación
conflictiva en su seno.
En cuanto al Partido Radical, si bien en su plataforma no figuraban, en el período
tratado, los derechos políticos femeninos, las mujeres tuvieron su espacio en él.
Varones del partido se interesaron por los derechos políticos femeninos, tal es el caso
de Rogelio Araya, diputado por la provincia de Santa Fe.
Nos parece oportuno marcar la diferencia entre sufragio y ciudadanía.
Por sufragio, entendemos la capacidad de la persona de elegir a su/s representante/s
a través del voto mientras que la ciudadanía política implica la participación de una
persona en la vida política tanto en su condición de ser elegida para ocupar un cargo
en el gobierno como en su condición de elegir a aquél o aquellos que aspira/n a
desempeñarse en uno de los organismos del Estado.
En 1911, Alicia Moreau expuso su posición sobre el voto de la mujer en el artículo El
sufragio femenino, publicado en Humanidad Nueva. Este artículo es particularmente
relevante puesto que, dado su intrincada argumentación, puede haber sido
interpretado como un apoyo taxativo al sufragio por etapas y excluyente del sufragio

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

universal, tal como lo han hecho Barrancos y Valobra y, en realidad, no sería ese su
objetivo.
En nuestro país, el peligro del sufragio sería por bastante tiempo un mito pues Alicia
considera que la ineptitud y la ignorancia estaban presentes en gran parte de las
mujeres. Por otro lado, estaba a favor del voto por etapas. Sin embargo, es importante
consignar que estas afirmaciones fueron más erráticas y la cohesión entre ellas hizo
que se consideraran posiciones en Moreau que no expresó estrictamente por una
estructura narrativa del texto también errático.
En efecto, Moreau da rodeos en su consideración en este punto. Pero, sin negar el
sufragio universal, tuvo en cuenta las controversias que generaba este tema en la
sociedad argentina. Así es, no excluía la posibilidad de otorgar la ciudadanía plena a la
mujer, sin pasar por distintos niveles jurisdiccionales consecutivos para su
efectivización.
Alicia consultó a Fernand Mazarde, colaborador de la revista Les Documents du
Progrés, a hombres públicos franceses: políticos, historiadores, escritores y sociólogos
sobre los derechos políticos femeninos. La mayoría respondió afirmativamente que las
mujeres no sólo podían votar sino también que podían ser electas.
Moreau se detiene en la opinión de Charles Dumas, diputado socialista francés, que
probablemente había tenido presente a las mujeres obreras que trabajaban a la par
que el hombre y no a las elegantes damas a la hora de elaborar sus ideas. El político
francés decía: Si se teme el uso que las mujeres hagan del derecho del sufragio,
bastaría con llevarlas hasta él gradualmente. Pero Dumas aclaraba que los casos de
Finlandia y Australia mostraban que no había que temer pues las mujeres que habían
obtenido el voto nunca habían sido un instrumento de regresión.
¿No son acaso las sociedades llegadas a su más alto grado de desarrollo las que más
han elevado á la mujer? Alicia, concluía.
Al traer la voz de Dumas, es decir, al desplegar lo que Fairclough llama la
intertextualidad, es que descubrimos la estrategia discursiva de Alicia.
Ella proponía la misma estrategia: pronunciarse por el voto por etapas frente a los
sectores conservadores que no estaban dispuestos a otorgar estos derechos a la
mujer. Pero no excluía de su pensamiento una ciudadanía plena; aunque, por otro
lado, no expresó esto abiertamente.
Con esta posición, Alicia se diferenciaba de otras referentes del feminismo/sufragista
que tenían una postura taxativa sobre este punto, tal es el caso de Julieta Lanteri que
abogaba por una ciudadanía plena abiertamente en sus alocuciones y de Sara Justo,
que defendía el voto por etapas.
Desde los inicios de la década de 1910, comenzó a percibirse en cierto sector de la
sociedad argentina una menor resistencia a otorgar el voto femenino.
En 1914, estalló la Primera Guerra Mundial que produjo importantes consecuencias en
el papel de la mujer en la sociedad no sólo en los países involucrados en la contienda
sino también en la periferia. Dora Barrancos afirma que la guerra trastocó en alguna
medida los presupuestos patriarcales, fue forzoso que las mujeres desarrollaran
labores y tareas reservadas hasta entonces a los varones‖ (Barrancos, 2008).
En efecto, las mujeres ocuparon puestos de trabajo, aun en la industria pesada, que
los varones debieron abandonar para ir al frente de batalla. La citada historiadora
continúa diciendo que, una vez terminada la contienda, las mujeres fueron desalojadas
de los trabajos, pero cambiaron algunas circunstancias. Una de ellas fue el

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

aceleramiento del proceso de otorgarles los derechos políticos, tal es el caso de


Inglaterra.
Alicia Moreau marcó la influencia que tuvo la Gran Guerra en el pensamiento
argentino, poco propenso a los idealismos, al decir que fue el unánime sentimiento de
admiración que despertó la actitud de la mujer durante la guerra, la afirmación de su
capacidad y la convicción que nació, aun en las poco claro videntes, de que una de las
consecuencias generales de esta guerra sería, más o menos rápidamente, la
emancipación femenina.
En nuestro país, se intensificaron los reclamos por la equidad de los sexos en los
planos civil y político. Esta cuestión llegó, incluso, a los sectores más conservadores:
un ejemplo de ello resulta ser la Liga de Amparo Jurídico a la Mujer liderada por María
Luisa Álvarez de Toledo.
Hacia 1918, se produjo la reorganización de asociaciones feministas y sufragistas y la
aparición de nuevas. Alicia Moreau, Julieta Lanteri y Elvira Rawson -las representantes
más conspicuas de los alineamientos pro sufragio- fueron las impulsoras de las
asociaciones más importantes: la Unión Feminista Nacional, el Partido Feminista
Nacional y la Asociación Pro Derechos de la Mujer, respectivamente.
Alicia Moreau creó la Unión Feminista Nacional, en abril de 1918, sobre la base del
núcleo reunido por Julia García Games, destacada feminista sufragista. Dice Edit Gallo
que el objetivo de lograr la emancipación civil y política de las argentinas fue una meta
que involucró a cada una de sus integrantes. Su órgano de expresión fue la revista
Nuestra Causa, publicada entre 1919 y 1921.
En enero de 1920, Elvira Rawson fundó la Asociación Pro Derechos de la Mujer con
el objetivo de lograr la igualdad entre ambos sexos. Dora Barrancos (2002) resalta dos
características de esta agrupación. Por un lado, varones y mujeres formaron parte de
ella, tal vez por iniciativa de Elvira. Por otro lado, sus integrantes pertenecían a
distintas vertientes políticas e ideológicas. Todos sus integrantes estaban de acuerdo
en que la mujer obtuviera los derechos civiles, pero no sucedía lo mismo con los
derechos políticos.
Elvira Rawson expuso su posición en una conferencia sobre la Importancia Social de
la Mujer, en el ateneo Hispano Argentino el 6 de septiembre de 1919. Comenzó su
charla solicitando los derechos civiles y políticos para la mujer. Era consciente que no
era una tarea fácil llevarla a cabo debido a la oposición de una parte importante de la
sociedad de entonces. No sólo habló de la igualdad presente en algunos países y del
papel que tuvo la mujer en la Primera Guerra Mundial sino que refutó argumentos
esgrimidos por los opositores. A modo de ejemplo, respondió al temor de algunos
sobre si la mujer sería capaz de hacer un buen uso de sus derechos, diciendo que los
varones, capaces o no, gozaban de los mismos. Asimismo dijo que el varón no
encontraría una rival en su esposa, que continuaría desempeñando sus deberes en su
hogar. Por último, sostenía que si bien la mujer no hacía el servicio militar daba a luz a
los futuros soldados de la patria. A continuación, expuso sobre varios temas, incluido -
para qué y por qué la mujer quiere votar-.
Por último, Julieta Lanteri, uno de los seres más incisivos en materia de reclamos de
igualdad entre los sexos, impulsó la creación del Partido Feminista Nacional, en 1919,
para que la mujer forme parte del gobierno de la Nación tanto en calidad de electora
como de elegible. Que para esto se encuentre en la misma condición del varón del que
todavía no es igual.

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

CAPÍTULO V
Alicia, Evita y la larga lucha por el sufragio femenino

La lucha de las mujeres por la igualdad cívica ante los hombres y por su derecho a
votar comienza desde principios del siglo veinte. Ya en 1905 la Dra. Elvira Rawson de
Dellepiane fundó el Centro Feminista y en 1907 se conformó la Comisión Pro Sufragio
Femenino.
Un impulso importante lo dio la realización en Argentina del Primer Congreso
Femenino Internacional en mayo de 1910 que buscó establecer lazos de unión entre
todas las mujeres del mundo y modificar prejuicios tratando de mejorar la situación
social de las mujeres. Del mismo participaron algunas celebridades de la época como
María Curie y fue presidido por Cecilia Grierson y Julieta Lantieri, la primera mujer en
votar en el país en ocasión de unas elecciones municipales en 1911.
La lucha de los sexos, la mujer obrera, la prostitución, derechos políticos y civiles
femeninos, la mujer en la medicina, entre otros, fueron los temas discutidos en ese
congreso que redoblaron los esfuerzos de las mujeres para lograr la sanción de
muchas e importantes leyes de reconocimiento de sus derechos, de protección del
trabajo femenino, como así también para la defensa de la madre soltera. Y,
naturalmente, para luchar por la expansión del derecho al voto de las mujeres.
Alicia Moreau de Justo se pliega a esa lucha desde muy joven y en el año 1921 funda
la Unión Feminista Nacional (UFN) con el objetivo de unificar las distintas
organizaciones feministas que existían en ese momento (Centro Socialista Femenino,
Agrupación Socialista Femenina y el Consejo Nacional de Mujeres). Esta entidad
publicó mensualmente la revista Nuestra Causa, que difundía sus ideas, y comenzó a
organizar movilizaciones activas de mujeres durante los actos electorales, así como
peticiones masivas dirigidas a los diputados y senadores. Junto a Alicia, se
destacaban entre otras activas socialistas, mujeres como Julia García Games, Clotide
Rossi, Elsa Bachofen y Berta Gerchunoff. Militantes feministas que la prensa
denominaba “Damas rojas”. Entre 1920 y 1921, Moreau de Justo elaboró un
documento que juntó más de 7.000 firmas en defensa del proyecto de ley sobre
emancipación civil de la mujer y pasó dos meses en Estados Unidos como delegada
argentina en el Congreso Internacional de Obreras y en el Congreso de Médicas.
En 1926, finalmente, se obtiene la Ley de Derechos Civiles de la Mujer que instauraba
que los derechos entre hombres y mujeres debían ser equiparados: la mujer mayor de
edad, cualquiera fuera su estado, pasó a tener plena capacidad civil; la madre natural
obtuvo la patria potestad sobre sus hijos, con la misma amplitud de derechos y
facultades que la legítima y los bienes propios de la mujer y los bienes gananciales
que ella adquiriera no debían responder por las deudas del marido.
La lucha por el sufragio femenino En el año 1912 se aprueba la ley Sáenz Peña que
propicia el sufragio universal y obligatorio pero exclusivamente para los hombres,
dejando a las mujeres en un rol de inferioridad cívica.
Pero la exclusión de las mujeres en el sufragio universal no impidió que en 1920 se
organizara un simulacro de voto femenino para los comicios municipales realizados
ese año. Se presentaron como candidatas Alicia Moreau de Justo por el Partido
Socialista, Elvira Rawson de Dellepiane por un sector de la U.C.R. Unión Cívica
Radical y Julieta Lanteri por el Partido Feminista Nacional. Votaron más de 4.000
porteñas y Alicia Moreau de Justo y Julieta Lanteri (que solventó campañas electorales
con su propio dinero hasta casi arruinarse) obtuvieron la mayor cantidad de sufragios.

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

Estos simulacros se realizaron con el objetivo de crear conciencia en la opinión


pública, ya que ciertos sectores se resistían a otorgar el voto femenino por considerar
que las mujeres no estaban capacitadas para ello, casi como si fueran menores de
edad.
La lucha llevada adelante por las mujeres tiene un primer logro en 1931 en la Cámara
de Diputados, cuando el legislador socialista Mario Bravo presenta un proyecto de ley,
impulsado también por radicales y socialdemócratas, que obtiene media sanción. Pero
no logra el tratamiento en la Cámara de Senadores que la pasa a carpeta. “Nosotras,
las mujeres socialistas nos habíamos agrupado y presentábamos peticiones y
organizábamos actos y conferencias. Veíamos el gran interés de las mujeres. Pero
llega la media ley al Senado y allí, donde predomina el conservadorismo, fue
boicoteada y enviada a una carpeta. Alfredo Palacios reprodujo el proyecto tiempo
después y también fue a parar al mismo sitio. De manera que nosotras, que podríamos
haber tenido el voto como primer país en América Latina, tuvimos que ver a las
uruguayas conquistarlo en el año 1936, a pesar de no haber tenido un movimiento
feminista tan activo como el nuestro”, analizó Alicia Moreau de Justo años después en
su libro La mujer en la democracia, en el que analizó las vicisitudes recorridas por la
mujer argentina hasta lograr el sufragio. Tras las elecciones de 1946, el Partido
Socialista se quedó sin representación parlamentaria y debió apelar a una estrategia
de oposición basada en actos públicos y opinión crítica desde su legendario periódico
La Vanguardia. Por su parte, Moreau, quien integraba el Comité Ejecutivo desde la
década del 30, se lanzó a una campaña de educación ciudadana e invitó a las mujeres
a “crear a la sufragante” con conciencia: “El voto femenino implica mayores
responsabilidades cívicas. Las mujeres no podrán lavarse las manos y decir yo no
voté, yo no sé nada, yo no tengo nada que ver”. De esta manera, las militantes
comenzaron a trabajar activamente para educar a las futuras ciudadanas, llevando
adelante campañas de distinto alcance que incluían envíos por correo de artículos,
charlas y conferencias. Actividades que muchas veces debieron hacerse de forma
semiclandestina. El 4 de junio de 1946, el Presidente de la Nación, general Juan
Domingo Perón, en su primer mensaje a la Asamblea Legislativa se pronunció a favor
del voto femenino. Unos meses después, incluyó un proyecto de ley en el Primer Plan
Quinquenal, que en su artículo 1° decía: “Toda mujer argentina, nativa o naturalizada,
tiene derecho, a partir de los 18 años de edad, de elegir y ser elegida… “.
Finalmente, al año siguiente, el Congreso de la Nación sancionó la Ley N° 13.010 que
Perón firmó en un acto público en Plaza de Mayo, y, simbólicamente, se la entregó a
Evita quien ante una plaza llena manifestó: “Mujeres de mi patria: recibo en este
instante, de manos del gobierno de la Nación, la ley que consagra nuestros derechos
cívicos. Y la recibo ante vosotras con la certeza de que lo hago en nombre y
representación de todas las mujeres argentinas, sintiendo jubilosamente que me
tiemblan las manos al contacto de la ley que proclama la victoria. Aquí está, hermanas
mías, resumida en la letra apretada de unos pocos artículos, una larga historia de
luchas, tropiezos y esperanzas… Esto traduce la victoria de la mujer sobre las
incomprensiones, las negaciones y los intereses creados…”.
Cuando en 1949 se aprueba la nueva Constitución y se establece la igualdad de
derechos entre hombres y mujeres y su responsabilidad compartida, Moreau ve
consagradas parte de sus luchas de las últimas cuatro décadas que encontraban un
respaldo legal.

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

Al respecto, la dirigente socialista expresó que “El voto femenino no se materializó


hasta que el peronismo comprendió todo el valor político que podía tener esa fuerza y
un senador presentó el proyecto. Como tenían mayoría fue aprobado. Por otro lado
¿quién se iba a oponer? […] [Eva Perón] lo recibió hecho. Nunca se había ocupado
del problema, que yo sepa. Era una mujer muy rebelde. Ella quería salir de su medio,
que fue lo que hizo finalmente. Después, cuando se dedicó a aliviar la situación de los
trabajadores, expresaba también el mismo sentimiento de rebeldía de las que querían
el sufragio”.
Por fin, el 11 de noviembre de 1951 se realiza la primera elección en la que las
mujeres pudieron votar y presentarse como candidatas. Con su incorporación, el
padrón electoral argentino llegó a duplicarse.
En esos comicios el Partido Justicialista ganó bancas de diputadas, senadoras y
concejalas, mientras que los Partidos Demócrata, Conservador y Radical no llevaron
mujeres a sus listas.
Moreau fue elegida junto a otras mujeres para integrar la lista de candidatos a
diputados nacionales socialistas. Sin embargo, fue detenida por el gobierno peronista
y aunque luego fue liberada no pudo emitir su primer voto. Justo ella que tanto había
bregado por el sufragio femenino.

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

CAPÍTULO VI
La ciudadanía femenina, una reivindicación conflictiva

El sufragio y la ciudadanía de la mujer fue una reivindicación conflictiva tanto en el


seno del feminismo inicial como en el Partido Socialista.
Las circunstancias que hicieron posible la construcción del puente entre feminismo y
sufragismo, siguiendo a Lavrin (2005), fueron los movimientos sufragistas de Europa y
Estados Unidos después de la Primera Guerra Mundial, episodio en el que las mujeres
tuvieron un rol importante como hemos dicho, el populismo naciente y democratización
electoral en el Cono Sur. En nuestro país, las mujeres y las organizaciones feministas
de Buenos Aires comenzaron a reestudiar su situación, hecho que fue favorecido por
la llegada al poder de Hipólito Yrigoyen, en 1916, que puso fin al régimen oligárquico.
En 1918 y 1919, 43 surgieron, como hemos dicho, las tres agrupaciones pro derechos
femeninos más importantes: la Unión Feminista Nacional, el Partido Feminista
Nacional y la Asociación Pro Derechos de la Mujer, liderados por Alicia Moreau, Julieta
Lanteri y Elvira Rawson respectivamente.
Estas tres mujeres tenían en común ser médicas, egresadas de la Facultad de
Medicina de la Universidad Nacional de Buenos Aires, ejercer la docencia en el nivel
medio pues aspirar a un cargo universitario estaba vedado para las mujeres en esos
años, poseer una fuerte personalidad, luchar no sólo por la igualdad de los sexos sino
también por los problemas sociales que afectaban especialmente a los sectores bajos
de la población, el alcoholismo, las enfermedades venéreas, la prostitución, por
ejemplo. La niñez también estuvo entre sus preocupaciones. A Alicia y a Julieta las
unía también una posición marcadamente anticlerical y, en los primeros años se la
actuación pública de la primera, el Librepensamiento. Una diferencia importante entre
ellas es el estilo que dieron a su lucha. El feminismo de Julieta fue el más radicalizado
pues no se conformó con luchar por los derechos políticos a través de su intervención
en instituciones, congresos, publicaciones, entre otras, tal como lo hicieron Alicia y
Elvira, sino que se propuso participar en los actos electorales desde comienzos de la
segunda década del siglo XX. Tras una lucha tenaz logró votar en las elecciones
celebradas en la ciudad de Buenos Aires para la renovación del Concejo Deliberante,
el 26 de noviembre de 1911. Este hecho permitió que Julieta mejorara las armas en la
lucha por la ciudadanía plena. Su estilo tan personalista le valió el cuestionamiento de
Moreau que, años después, diría: Yo no puedo decir que nos haya gustado entonces.
Su lucha tenía un carácter demasiado personal. No era un grupo, no era una
circunstancia que sobrepasara al individuo. Era Ella. Eso, que se le había reprochado
a muchos hombres, daba una apariencia demasiado personal a su esfuerzo. Julieta
comenzaba dándole ese carácter, fue el error que cometió. Era una mujer sencilla y
sincera, convencida de lo que quería, que no vaciló ante las dificultades, pero no dio el
triunfo como hubiéramos querido.
Las tensiones tampoco estuvieron ausentes entre las feministas socialistas en estos
tiempos a pesar que tenían un mismo objetivo: el sufragio femenino. Se diferenciaban
por el tipo de voto que debía tener la mujer: voto universal o calificado. Por este
motivo, en los años ‘20 se distanciaron ideológicamente, no políticamente, Alicia
Moreau y Sara Justo. La primera se pronunció públicamente por el voto universal
mientras que Sara mantenía su idea gradualista del sufragio. Si bien no podemos de
reconocer la importancia de la lucha de estas mujeres a pesar de las diferencias que

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

las separaran hubo que esperar más de 25 años para que gozaran de la plena
ciudadanía.

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

CONCLUSIÓN

Finalizando el trabajo de investigación, pudimos darnos cuenta que Alicia


Moreau De Justo fue una mujer excepcional.
Dueña de un intelecto brillante y de un espíritu inquebrantable, fue el símbolo
de la lucha de las mujeres por la igualdad. Además, bregó incansablemente por
la paz, ensombrecida por conflictos bélicos que costaron millones de vidas.
Entre democracias y dictaduras, transcurrió la historia argentina del siglo XX; la
época más oscura: la dictadura militar de 1976 a 1983. Alicia estuvo totalmente
integrada a los acontecimientos, luchadora incansable, enérgica y decidida,
madre de tres hijos, educadora. Supo combinar muy bien sus actividades con
empeño y valentía.
Luchó incansablemente por las mujeres del pasado, del presente y del futuro.
En gran parte, es gracias a su lucha junto a otras mujeres, que hoy la mujer es
socialmente valorada.
Contribuyó de gran manera en la política, educación y salud. Siempre
pensando en la mujer, tan desvalorizada social y humanamente en ese
momento.
Actualmente a nadie sorprende que muchas mujeres ocupen espacios
relevantes en la política, (una de ellas, fue nada más y nada menos que
Presidenta de la Nación hace unos años atrás, por ejemplo). Y esto es así,
porque encontraron un camino hecho a pulmón por aquellas mujeres que un
siglo atrás se atrevieron a desafiar las reglas de juego impuestas por los
hombres. Y Alicia, fue la mejor de aquellas heroínas.

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

BIBLIOGRAFÍA

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WIKIPEDIA

IMÁGENES DE INTERNET

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

ANEXO
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ALICIA MOREAU DE JUSTO

Su pensamiento vivo
Dedicada a la militancia política durante siete décadas, integrante de los
movimientos feministas que nacieron con el siglo, a los 88 años evoca sus
luchas al lado de quien fuera, además de su compañero, el máximo exponente
del socialismo criollo. Alicia Moreau de Justo ocupa, en Vicente López, un
modesto departamento en un sexto piso, cuyo mayor atractivo reside en que
desde allí es posible avizorar por la ventana la línea del río lejano y los yates y
barquitos que parecen de juguete, comunicando al ambiente una paz acorde
con el avellanado, sereno rostro de la dueña de casa.

En ese entorno el diálogo resulta fácil.

Doctora Justo, usted nació en Londres, circunstancia que muy poca


gente sabe..., ¿cómo fue?
Mi nacimiento es un poco difícil de explicar, por supuesto. Pero yo llegué aquí
en brazos de mi madre... Todavía no sabía caminar. De manera que, si la frase
no es demasiado literaria, aprendí a caminar sobre la tierra argentina.

¿Qué recuerdos tiene en estos momentos de Juan B. Justo?


Conocí a mi esposo cuando entré al movimiento socialista, hace muchos
años... Alrededor de 1906 ó 1908. Yo había ingresado al partido por la vía de la
cultura popular. En los centros socialistas se organizaban siempre cursos y
conferencias. Yo estaba estudiando medicina, y un día fui invitada por Ángel
Giménez a trabajar con él, cosa que acepté. Así conocí a mi esposo.

¿Pero tuvo usted lo que puede llamarse un noviazgo normal?


Yo no sé lo que usted entiende por noviazgo normal. Si es recibir a un señor
que le trae un ramo de flores o que le manda una caja de bombones..., no...,
nada de eso. Nuestra relación se hizo a través de la difusión de los problemas
políticos. Tengo una cantidad de libros que él me enviaba, libros suyos, con
dedicatorias muy afectuosas, cuando no pensábamos de ninguna manera
llegar al matrimonio. Fue una larga, muy larga amistad.

El doctor Juan B. Justo fue médico. Usted recibió el diploma de doctora


en medicina, inclusive con diploma de honor. Ambos fueron médicos
expectables. Esta vocación común, ¿tuvo algo que ver en la unión de
ustedes?
Es muy posible. Creó una similitud espiritual. De todos modos, no hay
comparación posible entre la carrera de Justo y la mía. La mía no tuvo ninguna
importancia. La de él, sí. Fue una carrera que se inició brillantemente. Y hay
una característica que quiero destacar, porque mucha gente no comprende
estas cosas, algo alejadas en el tiempo. Fue un hombre que estudió tan

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

brillantemente que obtuvo una medalla de oro. Casi inmediatamente de


recibido fue a Suiza, Austria y Alemania. Lo atraía la cirugía. Volvió de allí con
una formación médica muy sólida y con conocimientos que él aplicó de
inmediato.

Sobre el feminismo

Usted tuvo también actuación al frente de ligas feministas.


Podría decirle que ése fue mi debut en la actividad social. Tomé parte en 1906
en un congreso internacional de libre pensamiento, que reunió a hombres de
muy distintos orígenes: españoles, italianos, franceses... El alma de ese
congreso, los que lo organizaron, fueron los masones, la rama más liberal de la
masonería. Yo quería asistir a ese congreso, y fui a visitar al secretario general
de la comisión organizadora, que me dijo que para poder asistir a él debía
presentar un trabajo, cosa que no era verdad. Pero él quería buscar,
naturalmente, colaboradores. Y yo, con el entusiasmo de los primeros años
hice un trabajo justamente sobre educación. Eso me relacionó con mucha
gente, entre otros, con Agustín Álvarez, Del Valle Iberlucea, Ángel Giménez...

Con respecto al feminismo, ¿ha cambiado su posición en los últimos


años? ¿Qué opina actualmente de ese movimiento?
El feminismo de entonces no tiene casi nada que ver con el feminismo actual.
Antes resultaba una cosa muy fácil de delimitar. Se procuraba que la mujer
adquiriera derechos políticos y civiles iguales a los del hombre. Era algo que se
enunciaba en diez palabras. Esto ha tomado hoy otro aspecto, porque las
mujeres ahora votan en el mundo entero. Para mí, que he visto desarrollarse el
movimiento, ha sido una gran experiencia.

¿Pero usted cree que la mujer tiene actualmente los mismos derechos
cívicos y políticos que el hombre en la Argentina?
Teóricamente, sí.

¿Y prácticamente?
Prácticamente, se oponen a eso muchas costumbres. La costumbre puede
tanto como la ley en la conducta de los individuos, y a veces puede más. Pero
evidentemente las mujeres votan ahora. Y tenemos una vicepresidenta, y hay
en las Cámaras muchas representantes femeninas, cosa que en la época en
que yo empecé a militar era una cosa impensable... Sobre el socialismo Para
algunos, la base teórica del socialismo es el marxismoleninismo, no el
marxismo químicamente puro.

¿Está usted de acuerdo con esa definición?

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

No. No creo que el socialismo sea el marxismo, ni el leninismo, ni el stalinismo,


ni ninguna de las doctrinas que se puedan unir al nombre de una persona. El
socialismo es, para mí, uno de los procesos de la civilización humana. Apareció
antes de Marx, naturalmente con otras formas. Y yo creo que si Marx viviera
ahora, con ese inmenso talento que tenía, con el conocimiento de la realidad...
él no volvería a decir todas las cosas que dijo entonces. Reconocería, por
supuesto, que el factor económico es el factor básico en la trasformación
humana; eso lo sabemos y se dice hace mucho tiempo: primero comer, primero
vivir y después filosofar.

¿Y en qué estaría equivocado Marx? ¿En qué reconocería él que habría


estado equivocado?
En el predominio del factor económico. Es importantísimo, es innegable, pero
el hombre tiene más de una zona. No es la gástrica la que domina. En la
inmensa mayoría de los hombres, sí, hay que reconocerlo. Pero hay
excepciones... Hay excepciones. Y Marx era una de esas excepciones. Es la
demostración más acabada de esa excepción. Porque él, hijo de la burguesía,
casado con una mujer también de la burguesía, vivió en la miseria, expatriado,
luchando por sus ideas contra viento y marea.

Sobre la Argentina de los años setenta ¿Cómo ve usted al país? La pregunta


tiene dos facetas: ¿cómo ve al país en lo político, lo económico, lo social?, y
luego, en lo cotidiano, lo menudo... Empecemos por la primera. Usted me hace
una pregunta que trasformaría mis 88 años en la cima del Everest... Es muy
difícil saber lo que pasa en un país. Si usted me preguntara qué es lo que pasa
en Buenos Aires, tal vez... ¿Cuál es su opinión, concretamente? Es como si me
encontrara frente a varios caminos... No sé realmente cuál tomar... En fin. Pero
sí sé que estamos todos dentro de un proceso de profunda trasformación. He
visto tantas trasformaciones a lo largo de mi vida, he visto tantos fracasos y tan
pocos aciertos, que realmente en estos momentos no sabría decirle. Yo veo
una enorme fuerza, que es la fuerza obrera. No estoy segura que su
organización sea lo más inteligente, lo más acertado, pero es una enorme
fuerza que por otra parte es una de las enormes fuerzas del mundo moderno.
Tiene un peso que no tenía hace veinte años. Antes se iba a fórmulas
pequeñas (8 horas, salario mínimo). Ahora usted ve que el movimiento obrero
sale de estos moldes y se echa sobre la política, lo que le da un sentido
distinto. Hay en nuestro país otro fenómeno interesante, la juventud. Nunca he
visto una juventud más incorporada a la vida colectiva que la nuestra. No digo
que esté acertada.

¿Acaso lo está la adultez o la vejez?


Pero no hay duda que está tomando un interés en la vida política como hace
mucho tiempo que no se veía. Ese sería el aspecto positivo.
Pero ¿cuál sería el aspecto negativo de nuestro país?

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

La violencia. No creo en el valor de la violencia.

¿Cómo ve usted el porvenir inmediato de la Argentina?


Como una época de mucha lucha. Creo que la aspiración al entendimiento
común, a la colaboración, es una aspiración loable pero que no se va a dar.
Nosotros acabamos de ver en Chile la coexistencia de una parte de la
población que quiere una trasformación tremenda, y por otro lado subsistiendo
una parte de la población que acaba por vencer porque tiene el fusil. ¿Por qué
no vamos a pensar que nosotros tenemos también esa contextura social? ¿No
lo hemos visto actuar en Paraguay, no lo vemos en Bolivia, en Brasil? ¿Por qué
nos vamos a creer tan afortunados que podamos entendernos?

Sobre los malos resultados del Socialismo en las elecciones de 1973.

Evidentemente a mí me sorprendió también. Creía que los votos iban a


dividirse más, y tal vez el triunfo del peronismo no hubiese sido tan grande si
los otros partidos hubieran comprendido la importancia real del movimiento
peronista, sus raíces populares tan profundas y se hubiesen unido. En cambio,
se dividieron en sucesivas alianzas que no tenían mucho sentido y que
presentaban una cantidad de programas que parecían uno copia del otro... Y
no hubo polarización. La polarización la hizo la masa votante. Después de
haber estado tantos años en un partido que tiene más de tres cuartos de siglo,
y que fue el que lanzó en este país la idea de las reivindicaciones obreras,
partido que dio las primeras leyes obreras, que tuvo el primer diputado
socialista en toda América, después de haber trabajado más de 50 años en un
partido así, evidentemente yo tenía que estar profundamente desilusionada
acerca de la penetración de las ideas socialistas en la masa popular. Porque a
pesar de lo que pasa en el mundo entero, el socialismo no es mesiánico. El
socialismo está ligado profundamente al sentido de la evolución humana, y la
evolución humana se hace de generación en generación, de siglo en siglo. En
ningún hombre vive a través del tiempo. De manera que quedan, sí, grandes
nombres, que son etapas de ese proceso, pero juntar las dos cosas (el proceso
político, social, económico y científico, juntar eso a la existencia de un hombre)
es, desde el punto de vista socialista, un error. Porque los hombres pasan y el
proceso queda. Esa idea no está arraigada en la masa popular, y usted ve
aparecer el maoísmo, el stalinismo, el hitlerismo, el mussolinismo, el
franquismo. Los hombres todavía no han evolucionado del todo. La base de
todo es la cultura popular. Esa cultura popular es muy lenta. Yo no echo la
culpa a nadie: comprendo que estamos dentro del devenir histórico. ¿Nos
conducirá a la democracia? Esa es una de las dudas que tengo…

Sobre la vejez y el pesimismo

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

¿Por qué insiste en llamarse vieja, si lo que importa es la juventud


cerebral? Bueno, porque soy vieja. ¿O cree usted que con 88 años cumplidos
una es joven?

Fíjese que hay muchísimos ejemplos, como el de Churchill y tantos otros,


que se consideraban jóvenes mentalmente...
Bueno, serían muy indulgentes con ellos mismos.

Gandhi decía que iba a vivir ciento veinte años. Ocurrió que lo mataron,
pero si no hubiera sido por esa circunstancia, es muy probable que
efectivamente llegara a esa edad.
Sí, pero yo no tomo leche de cabra.

Tras la sonrisa y la ironía, la reflexión personal, tal vez amarga:


Se puede sentir hastío de vivir...

Usted es pesimista.
Soy pesimista, desde cierto punto de vista, porque la hora mundial está en el
pesimismo. Lo ve usted en todas partes. Fíjese usted en la actitud de la
juventud mundial. ¿No es una actitud de lucha?

Sí, pero a través de la historia la lucha ha existido siempre. Inclusive la


violencia, a través de miles de años también ha existido. La violencia
cotidiana, en muchas épocas, países e imperios era algo mucho más
ostensible que la que se ve ahora en grandes ciudades como Nueva York
o Buenos Aires.
No digo lo contrario, pero si usted le hubiera preguntado a uno de aquellos que
vivía entonces cómo veía las cosas, ¿qué habría contestado?

Pienso que hubiera sido pesimista.


La vejez la vuelve a uno pesimista, y sin embargo, en esencia, yo creo ser
optimista, porque tengo fe en el porvenir del hombre.

(Entrevista de Armando Alonso Piñeiro para la Revista Siete Días


Ilustrados. 04/03/1974)

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

SUS FRASES
"Estoy absolutamente convencida de que es posible hacer
transformaciones revolucionarias pacíficamente. Pienso
que las grandes revoluciones son las que se hacen a nivel
intelectual"
...
“Las armas a las cuales se refiere Marx, en sentido
metafórico, no son precisamente martillos para romper
las máquinas, dinamita para hacer saltar las fábricas…
Arma, en esta lucha es el libro que ilustró a la burguesía
en su conflicto con el feudalismo e ilustra hoy al
proletariado en su acción contra la burguesía.”
...
“Recuerden... Que los verdaderos derechos
se deben conquistar, que es necesario vencer a
los conservadores, rutinarios retrógrados, los
temerosos de lo nuevo, los amantes del pasado,
que es necesario vencer el temor de los políticos que
ven con recelo esa incógnita que encierra el voto
femenino (y tal vez sea éste el mayor obstáculo)”.
“Quien se arma se prepara para la guerra: despierta temor
en los vecinos, que a la vez se arman, y en un juego de
acciones y reacciones, unas abiertas, otras ocultas, se
conduce a los pueblos al desastre. Por eso la gente más
esclarecida y consciente quiere la diplomacia abierta,
libertad de información y de publicación, supresión de
barreras económicas artificiales. Todo lo demás son
palabras, palabras, palabras”.
...
“Recuerden las mujeres que dispersas las
fuerzas se debilitan y que para conseguir el
bien común necesario es sacudir la apatía y
elevarse por encima del bienestar del momento
presente”.
...
“Me hubiera gustado ver que en este siglo que he
vivido no existieran niños ni ancianos desvalidos”.

“(...) Pero el destino no está cerrado. Tenemos que


acompañarlo al ritmo de los más jóvenes. Nada es
imposible, joven. Nada es imposible”.
...

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

“(...) Que la humanidad deje de estar dominada por el


deseo de alcanzar ganancias inútiles. Que se renueve entre
los pueblos el sentimiento internacional de la solidaridad”.
...
“La democracia es, así ha sido definida hace bastante
tiempo, el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el
pueblo, es decir, que el pueblo no sea un instrumento
para dar a otros las leyes que necesitan para hacer lo que
quieran con el país”.
...
“Bueno, todo el mundo desea ser más capaz de lo que es,
encontrar circunstancias que le permitan desarrollar esa
capacidad, pero las circunstancias dependen de los de
afuera, no de uno; y entonces se puede o no se puede, y yo
he hecho lo que he podido”.
“Siempre creí que este país merecía ser distinto. Que un día
íbamos a unirnos todos y el destino cambiaría. Recuerdo
los barrios obreros de esta ciudad cuando llegábamos con
las banderas rojas, y la gente se iba reuniendo y se iban
logrando cosas. Cuando el Partido Socialista era una parte
linda de la vida. Cuando las mujeres nos juntamos por
primera vez y empezamos a pelear por nosotras...”.
...
“Somos una fuerza, organizada en la Argentina, con el
objeto de llevar la humanidad hacia una forma de vivir
más justa, más inteligente, más libre. Queremos desterrar
la miseria física y espiritual, substituir el imperio de la
fuerza bruta por el imperio del derecho; queremos borrar
la crueldad ancestral, los odios raciales y nacionales para
reemplazarlos por la bondad y la tolerancia, que son la
base moral de la cooperación y del entendimiento dentro y
por encima de las fronteras, y todo ello, porque creemos en
la perfectibilidad del hombre”.
...

“(...) La situación ha cambiado. A mi edad, las cosas se


miran de otra manera: sin posiciones sectarias. ¿Qué mejor
unidad que la de los viejos camaradas? Pero el destino no
está cerrado. Tenemos que acompañarlo al ritmo de los
más jóvenes. Nada es imposible”.
...
“A mi edad las cosas se miran de otra manera: sin
posiciones sectarias. Muchas veces me he preguntado
qué clase de fanatismo -si así cabe llamarlo- nos conducía

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

a los socialistas a pelearnos, a dividirnos muchas veces


por minucias. Es que en nuestro partido las ideas son
muy importantes, y a menudo la defensa ardiente de
una posición conducía a una ruptura. Eso ha sido algo
lamentable, y ha debilitado muchas veces al partido
hasta el punto de que otros asumieran parcialmente, y
realizaran, puntos de nuestro programa”.
...
“Yo no fui nada. Fui una luchadora contra molinos de
viento. Por eso no quiero homenajes. Lo único que me
interesa es que quienes me conocieron me recuerden como
me vieron o se imaginen que fui.”
...
“Soy muy analítica y a veces despiadada conmigo misma,
por eso todas estas manifestaciones de afecto por mis
años no hacen más que agudizar mis dudas: ¿qué merezco
yo de todo esto? Apenas miro para atrás advierto la gran
distancia que existe entre lo que yo hubiera deseado hacer
y lo poco que llegué a concretar”.
...
[¿Qué le gustaría que le escribieran algún día como
epitafio?] “Aquí yace una gran luchadora contra molinos
de viento”

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

Sus pasos

juventud

Sus escrituras.

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

su lucha
constante por los derechos de las mujeres.

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ALICIA MOREAU DE JUSTO

41
ALICIA MOREAU DE JUSTO

Logro del sufragio femenino

42
ALICIA MOREAU DE JUSTO

junto a Alfredo palacios

Junto a Ricardo Alfonsín, presidente en ese


entonces.

43
ALICIA MOREAU DE JUSTO

Junto a Jorge luis Borges

44
ALICIA MOREAU DE JUSTO

Sus últimos retratos


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ALICIA MOREAU DE JUSTO

Alicia, 1885-1986…

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