Alicia Moreau de Justo
Alicia Moreau de Justo
Alicia Moreau de Justo
TRABAJO DE INVESTIGACIÓN
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………………....5
CAPÍTULO I
VIDA Y OBRA…………………………………………………………………………...….6
CAPÍTULO II
BIOLOGÍA, PSICOLOGÍA Y MUJER………………………………………………..…..9
CAPÍTULO III
RELACIÓN ENTRE LA EDUCACIÓN DE LA MUJER Y LA OBTENCIÓN DE SUS
DERECHOS POLÍTICOS
EL PROYECTO EDUCATIVO DE LA GENERACIÓN DEL ´80………………………11
LA EDUCACIÓN FORMAL Y POPULAR……………………………………………..…14
LA EDUCACIÓN DE LA MUJER………………………………………………………….18
CAPÍTULO IV
EL PENSAMIENTO DE ALICIA SOBRE LOS DERECHOS POLÍTICOS
FEMENINOS………………………………………………………………………………...20
CAPÍTULO V
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CAPÍTULO VI
LA CIUDADANÍA FEMENINA Y UNA REIVINDICACIÓN
CONFLICTIVA………………………………………………………………………………26
CONCLUSIÓN……………………………………………………………………………….28
BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………………………...29
ANEXO………………………………………………………………………………………..30
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INTRODUCCIÓN
Alicia, fue una de las primeras mujeres en romper la estructura patriarcal al ingresar a
la Universidad de Buenos Aires en 1907 en una época en que la sociedad veía con
rechazo que ellas estudiasen una carrera universitaria.
Se involucró en la Salud Colectiva desde sus incursiones, con obreros y con mujeres,
comprometida siempre con una perspectiva solidaria y social. Promoviendo la
organización, por ejemplo, con su participación en la constitución de la Asociación
Internacional de Mujeres Médicas allá por 1919.
Fue también una de las pioneras en la lucha por el voto femenino, más de una década
antes de su aprobación en 1947. Y cofundadora de la Asamblea Permanente por los
Derechos Humanos junto con el obispo Jaime de Nevares, Susana Pérez Gallart y
Alfredo Bravo, entre otros.
Alicia Moreau de Justo fue, sin dudas, uno de los personajes más interesantes de la
historia argentina política y sanitaria contemporánea y auténticamente Labradora de la
Salud Popular.
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CAPÍTULO I
VIDA Y OBRA
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CAPÍTULO II
Biología, psicología y mujer
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apartado. Como mencionan sus biógrafas (Cichero, 1994 y Henault, 1983), Alicia
Moreau de Justo fue lectora de Charles Darwin y Herbert Spencer, obras de lectura
habitual en la época, que además recibió de su padre y algunos docentes de la
Escuela Normal. La influencia de esos autores, como indica Álvaro Girón (2005),
requiere precisiones geográficas, temporales y culturales, su recepción y apropiación
pues, en muchos casos, más que frente a adopciones irrestrictas, nos encontramos,
más bien, con aceptaciones de la idea general de evolución antes que de las teorías y
mecanismos que involucraban esas posiciones.
En 1915, adhirió a la idea de que hasta los organismos denominados inferiores tenían
inteligencia en tanto eran capaces de adaptar su conducta a fin de sobrevivir o mejorar
sus condiciones de vida. Junto con él, también concibió que con sensibilidad, deseo y
frustración se avanzaba en el orden de la naturaleza desde los protozoos hasta los
seres humanos. Sin embargo, no apostaba a una psicología antropomórfica lineal que
era una visión simplificada de la teoría de Darwin. Luego, según la autora, sobrevino
una reacción a esta postura y fue una visión antagónica de aquella que concibió todo
de manera mecánica y que mostraba al individuo obrando bajo las fuerzas externas de
la naturaleza independientemente de la fisiología. Censuraba, así, ambas posturas
extremas y, aunque asumía las ideas evolucionistas, lo hacía con menos ahínco en los
giros biologicistas comúnmente asociados a ellas. Esa idea se visibilizó, también, en la
Conferencia “La pretendida degeneración de las razas” dictada en la Universidad
Nacional de La Plata en 1907 y publicada en 1909. Es una interesante interpretación
sobre el concepto de raza y las potencialidades de desenvolvimiento de los seres
humanos en un medio propicio y con las herramientas educacionales adecuadas. En
este texto, impugnó “el dogma prejuicioso de la pureza, la desigualdad y la supremacía
raciales. Siguiendo la tesis de Jean Finot, pensador francés que discutía las teorías
racistas, Alicia utilizó el concepto para dar cuenta de aspectos culturales más que de
los biológicos.
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CAPÍTULO III
RELACIÓN ENTRE LA EDUCACIÓN DE LA MUJER Y LA OBTENCIÓN DE SUS
DERECHOS POLÍTICOS
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maestro para la formación de los niños que comenzaban a definir sus primeros rasgos
de virilidad.
A pesar de los esfuerzos realizados, la incorporación de varones a la docencia no tuvo
los resultados esperados. La Escuela Normal, formadora de docentes, era el eje
vertebrador del proyecto educativo apropiándonos de palabras de Morgade. Algunas
nacieron como escuelas mixtas, otras exclusivamente para señoritas y también las
hubo sólo para varones. Es muy difícil determinar con precisión el origen social de las
primeras normalistas. Morgade (1997) sostiene que mujeres pertenecientes a los
sectores sociales en ascenso y algunas de la élite pensaron que la Escuela Normal
constituía tanto una opción de estudios secundarios como un camino para ingresar al
mundo del trabajo. Pero, también, señala que las fuentes hablan repetidamente
también de mujeres que provienen de sectores de bajos recursos.
Por su parte, Cristina Yannoulas, citada por Lionetti (2007), señala que existen
referencias de la época que hablan de la presencia de niñas de la élite en las escuelas
normales argentinas, excepto la que funcionaba en la ciudad de Buenos Aires pues
concurrían a escuelas privadas. Lionetti (2007) sugiere que la composición fue mucho
más heterogénea que la señalada en algunos trabajos. A pesar de las esperanzas del
Estado en que los/as egresados/as mejorarían el nivel primario, las críticas a este nivel
permiten entrever una escuela memorística, repetitiva, exageradamente reglamentada
y rígida. Así es, el/la docente era un/a mero/a transmisor/a de conocimientos que el/la
alumno/a debía memorizar y repetir. Asimismo, su práctica en todas sus dimensiones
estaba exhaustivamente pautada desde la puntualidad y la asistencia regular a clase
hasta el pleno cumplimiento con el plan de estudios y el uso exclusivo de los textos
escolares autorizados, por ejemplo.
No todas las docentes aceptaron pasivamente este modelo educativo impuesto
por el Estado pues las hubo quienes lo criticaron duramente. Un claro ejemplo
de este último grupo fue Alicia Moreau.
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Para concretar este tipo de institución era necesario que todos, el pensador, el
maestro, la familia y la sociedad, no sólo comprendieran la necesidad de este cambio
y buscaran los medios para alcanzarlo sino también debían cooperar para que ello
fuera posible. Agrega que el constructor de esta nueva escuela era el/la maestro/a
pues era él/ella quien ponía en práctica las ideas del pensador.
La implementación de la educación racionalista, pensaba Moreau, tendría la oposición
en vastos sectores de la población, entre los que se encontraban las personas que
comulgaban con distintas religiones, los hombres que querían que nada cambiara,
entre otros. Su visión educativa estaba lejos del pensamiento de la mayor parte de la
sociedad argentina de comienzos del siglo XX. Alicia Moreau tuvo una posición
marcadamente anticlerical acorde con el ateísmo que le transmitió su padre.
Consideraba que, en una época en la que reinaba la libre discusión, la Iglesia
representaba un poder secular que manifestaba la suma de ideas más arcaicas,
más dogmáticas, más impenetrables, más imperiosas, más absurdas que
hallamos en el bagaje de la actual humanidad. Acorde con estos principios defendió
la laicidad de la enseñanza. Una escuela laica, decía, significaba no sólo que no se
hablara de Dios sino que tenía que estar impregnada del método científico, construido
sobre él, vivificada por él. Asimismo, respondió con firmeza a aquellos que pensaban
que este tipo de escuela no podía formar valores en un niño al decir que la ciencia ha
mejorado sin cesar la vida humana, que hace más fácil, más productivo su trabajo, que
da los medios de aliviar el sufrimiento y agregaba que mostraba al niño la necesidad
del esfuerzo común para saltar los obstáculos también comunes; la solidaridad
afloraría al sentir los lazos que unían a los hombres. Si bien Alicia y el Estado
argentino apoyaban la enseñanza laica, lo hacían, como hemos visto, desde dos
modelos educativos diferentes.
Por último, Alicia Moreau fue docente.
Llevó a cabo una importante tarea tanto en la educación formal como en la enseñanza
popular, iniciando su actividad en esta última. La enseñanza popular iba tomando
fuerzas debido a que el Estado argentino no podía incluir a toda la población en su
sistema educativo.
La escuela pública, especialmente el nivel primario, acogió sólo a un grupo de la
población, quedando marginados gran parte de los sectores populares, conformado
por nativos e inmigrantes, debido a la conjunción de distintos factores. Por un lado, no
podían concurrir a la escuela primaria pues habían superado la edad de la escolaridad
de este nivel y no había una educación formal para adultos en esos años. Por otro
lado, estaba presente la deserción escolar debido al temprano ingreso de algunos
niños al mercado laboral. Así, el espacio vacío que dejaba el Estado fue ocupado y
completado paulatinamente por la enseñanza popular conformada por las escuelas y
los cursos de sindicatos, los centros socialistas y anarquistas, los recreos infantiles, las
sociedades y las fraternidades, los periódicos y las revistas político-ideológicas.
Alicia Moreau estaba convencida de la importancia que tenía este tipo de educación
no sólo como formación intelectual del obrero sino también como un medio para
adquirir conocimientos que le permitirían mejorar su calidad de vida. Los que cooperan
en el movimiento de transformación social no deben dar todo su esfuerzo a la lucha
política, tan a menuda fecunda en falsas ilusiones, madre de tantas bajas ambiciones;
no debe alejarse un momento de su espíritu este concepto de que la obra fundamental
a realizarse es la educación de los hombres, su elevación moral, la posibilidad de
percibir un ideal de mejoramiento de la vida justa y noblemente comprendida‖.
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La educación de la mujer
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obligatorio tanto para los varones como para las mujeres. Pensaba que las mujeres
debían acceder al nivel secundario pues en él puede recibir los conocimientos que le
harán más llevadera la tarea del hogar; es el liceo el que puede darle esa preparación
para ser madre.
Por último, Alicia Moreau defendió la intelectualidad de la mujer y su acceso a los
estudios superiores en Feminismo é Intelectualismo, artículo aparecido en Humanidad
Nueva en 1910, a raíz de la conmoción que provocó la entrega del Premio Nobel de
Literatura a la escritora sueca Selma Lagerlof en 1909. Alicia consideraba que este
premio constituía un avance en la lucha por la emancipación femenina. Abogaba por la
igualdad intelectual de los géneros. Reconocía que muy pocas mujeres habían
alcanzado un lugar importante en el mundo científico y atribuía este hecho a que no se
le habían abierto las puertas al cultivo de la inteligencia.
Moreau refuta a aquellos que se oponían a que la mujer accediera a estudios
superiores ya que pensaban que la alejaría del hogar diciendo que nada impedía
a las profesionales formar un hogar y ser madres ninguna ley natural ni social
las condena irremisiblemente al ejercicio de la profesión, que pueden muy bien
abandonar, si lo juzgan conveniente, y siempre puede serles de gran utilidad,
asegurándoles una vida honrada e independiente, si las circunstancias de la
vida lo exigen.
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CAPÍTULO IV
El pensamiento de Alicia sobre los derechos políticos femeninos
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universal, tal como lo han hecho Barrancos y Valobra y, en realidad, no sería ese su
objetivo.
En nuestro país, el peligro del sufragio sería por bastante tiempo un mito pues Alicia
considera que la ineptitud y la ignorancia estaban presentes en gran parte de las
mujeres. Por otro lado, estaba a favor del voto por etapas. Sin embargo, es importante
consignar que estas afirmaciones fueron más erráticas y la cohesión entre ellas hizo
que se consideraran posiciones en Moreau que no expresó estrictamente por una
estructura narrativa del texto también errático.
En efecto, Moreau da rodeos en su consideración en este punto. Pero, sin negar el
sufragio universal, tuvo en cuenta las controversias que generaba este tema en la
sociedad argentina. Así es, no excluía la posibilidad de otorgar la ciudadanía plena a la
mujer, sin pasar por distintos niveles jurisdiccionales consecutivos para su
efectivización.
Alicia consultó a Fernand Mazarde, colaborador de la revista Les Documents du
Progrés, a hombres públicos franceses: políticos, historiadores, escritores y sociólogos
sobre los derechos políticos femeninos. La mayoría respondió afirmativamente que las
mujeres no sólo podían votar sino también que podían ser electas.
Moreau se detiene en la opinión de Charles Dumas, diputado socialista francés, que
probablemente había tenido presente a las mujeres obreras que trabajaban a la par
que el hombre y no a las elegantes damas a la hora de elaborar sus ideas. El político
francés decía: Si se teme el uso que las mujeres hagan del derecho del sufragio,
bastaría con llevarlas hasta él gradualmente. Pero Dumas aclaraba que los casos de
Finlandia y Australia mostraban que no había que temer pues las mujeres que habían
obtenido el voto nunca habían sido un instrumento de regresión.
¿No son acaso las sociedades llegadas a su más alto grado de desarrollo las que más
han elevado á la mujer? Alicia, concluía.
Al traer la voz de Dumas, es decir, al desplegar lo que Fairclough llama la
intertextualidad, es que descubrimos la estrategia discursiva de Alicia.
Ella proponía la misma estrategia: pronunciarse por el voto por etapas frente a los
sectores conservadores que no estaban dispuestos a otorgar estos derechos a la
mujer. Pero no excluía de su pensamiento una ciudadanía plena; aunque, por otro
lado, no expresó esto abiertamente.
Con esta posición, Alicia se diferenciaba de otras referentes del feminismo/sufragista
que tenían una postura taxativa sobre este punto, tal es el caso de Julieta Lanteri que
abogaba por una ciudadanía plena abiertamente en sus alocuciones y de Sara Justo,
que defendía el voto por etapas.
Desde los inicios de la década de 1910, comenzó a percibirse en cierto sector de la
sociedad argentina una menor resistencia a otorgar el voto femenino.
En 1914, estalló la Primera Guerra Mundial que produjo importantes consecuencias en
el papel de la mujer en la sociedad no sólo en los países involucrados en la contienda
sino también en la periferia. Dora Barrancos afirma que la guerra trastocó en alguna
medida los presupuestos patriarcales, fue forzoso que las mujeres desarrollaran
labores y tareas reservadas hasta entonces a los varones‖ (Barrancos, 2008).
En efecto, las mujeres ocuparon puestos de trabajo, aun en la industria pesada, que
los varones debieron abandonar para ir al frente de batalla. La citada historiadora
continúa diciendo que, una vez terminada la contienda, las mujeres fueron desalojadas
de los trabajos, pero cambiaron algunas circunstancias. Una de ellas fue el
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CAPÍTULO V
Alicia, Evita y la larga lucha por el sufragio femenino
La lucha de las mujeres por la igualdad cívica ante los hombres y por su derecho a
votar comienza desde principios del siglo veinte. Ya en 1905 la Dra. Elvira Rawson de
Dellepiane fundó el Centro Feminista y en 1907 se conformó la Comisión Pro Sufragio
Femenino.
Un impulso importante lo dio la realización en Argentina del Primer Congreso
Femenino Internacional en mayo de 1910 que buscó establecer lazos de unión entre
todas las mujeres del mundo y modificar prejuicios tratando de mejorar la situación
social de las mujeres. Del mismo participaron algunas celebridades de la época como
María Curie y fue presidido por Cecilia Grierson y Julieta Lantieri, la primera mujer en
votar en el país en ocasión de unas elecciones municipales en 1911.
La lucha de los sexos, la mujer obrera, la prostitución, derechos políticos y civiles
femeninos, la mujer en la medicina, entre otros, fueron los temas discutidos en ese
congreso que redoblaron los esfuerzos de las mujeres para lograr la sanción de
muchas e importantes leyes de reconocimiento de sus derechos, de protección del
trabajo femenino, como así también para la defensa de la madre soltera. Y,
naturalmente, para luchar por la expansión del derecho al voto de las mujeres.
Alicia Moreau de Justo se pliega a esa lucha desde muy joven y en el año 1921 funda
la Unión Feminista Nacional (UFN) con el objetivo de unificar las distintas
organizaciones feministas que existían en ese momento (Centro Socialista Femenino,
Agrupación Socialista Femenina y el Consejo Nacional de Mujeres). Esta entidad
publicó mensualmente la revista Nuestra Causa, que difundía sus ideas, y comenzó a
organizar movilizaciones activas de mujeres durante los actos electorales, así como
peticiones masivas dirigidas a los diputados y senadores. Junto a Alicia, se
destacaban entre otras activas socialistas, mujeres como Julia García Games, Clotide
Rossi, Elsa Bachofen y Berta Gerchunoff. Militantes feministas que la prensa
denominaba “Damas rojas”. Entre 1920 y 1921, Moreau de Justo elaboró un
documento que juntó más de 7.000 firmas en defensa del proyecto de ley sobre
emancipación civil de la mujer y pasó dos meses en Estados Unidos como delegada
argentina en el Congreso Internacional de Obreras y en el Congreso de Médicas.
En 1926, finalmente, se obtiene la Ley de Derechos Civiles de la Mujer que instauraba
que los derechos entre hombres y mujeres debían ser equiparados: la mujer mayor de
edad, cualquiera fuera su estado, pasó a tener plena capacidad civil; la madre natural
obtuvo la patria potestad sobre sus hijos, con la misma amplitud de derechos y
facultades que la legítima y los bienes propios de la mujer y los bienes gananciales
que ella adquiriera no debían responder por las deudas del marido.
La lucha por el sufragio femenino En el año 1912 se aprueba la ley Sáenz Peña que
propicia el sufragio universal y obligatorio pero exclusivamente para los hombres,
dejando a las mujeres en un rol de inferioridad cívica.
Pero la exclusión de las mujeres en el sufragio universal no impidió que en 1920 se
organizara un simulacro de voto femenino para los comicios municipales realizados
ese año. Se presentaron como candidatas Alicia Moreau de Justo por el Partido
Socialista, Elvira Rawson de Dellepiane por un sector de la U.C.R. Unión Cívica
Radical y Julieta Lanteri por el Partido Feminista Nacional. Votaron más de 4.000
porteñas y Alicia Moreau de Justo y Julieta Lanteri (que solventó campañas electorales
con su propio dinero hasta casi arruinarse) obtuvieron la mayor cantidad de sufragios.
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CAPÍTULO VI
La ciudadanía femenina, una reivindicación conflictiva
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las separaran hubo que esperar más de 25 años para que gozaran de la plena
ciudadanía.
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CONCLUSIÓN
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BIBLIOGRAFÍA
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WIKIPEDIA
IMÁGENES DE INTERNET
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ANEXO
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ALICIA MOREAU DE JUSTO
Su pensamiento vivo
Dedicada a la militancia política durante siete décadas, integrante de los
movimientos feministas que nacieron con el siglo, a los 88 años evoca sus
luchas al lado de quien fuera, además de su compañero, el máximo exponente
del socialismo criollo. Alicia Moreau de Justo ocupa, en Vicente López, un
modesto departamento en un sexto piso, cuyo mayor atractivo reside en que
desde allí es posible avizorar por la ventana la línea del río lejano y los yates y
barquitos que parecen de juguete, comunicando al ambiente una paz acorde
con el avellanado, sereno rostro de la dueña de casa.
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Sobre el feminismo
¿Pero usted cree que la mujer tiene actualmente los mismos derechos
cívicos y políticos que el hombre en la Argentina?
Teóricamente, sí.
¿Y prácticamente?
Prácticamente, se oponen a eso muchas costumbres. La costumbre puede
tanto como la ley en la conducta de los individuos, y a veces puede más. Pero
evidentemente las mujeres votan ahora. Y tenemos una vicepresidenta, y hay
en las Cámaras muchas representantes femeninas, cosa que en la época en
que yo empecé a militar era una cosa impensable... Sobre el socialismo Para
algunos, la base teórica del socialismo es el marxismoleninismo, no el
marxismo químicamente puro.
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Gandhi decía que iba a vivir ciento veinte años. Ocurrió que lo mataron,
pero si no hubiera sido por esa circunstancia, es muy probable que
efectivamente llegara a esa edad.
Sí, pero yo no tomo leche de cabra.
Usted es pesimista.
Soy pesimista, desde cierto punto de vista, porque la hora mundial está en el
pesimismo. Lo ve usted en todas partes. Fíjese usted en la actitud de la
juventud mundial. ¿No es una actitud de lucha?
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SUS FRASES
"Estoy absolutamente convencida de que es posible hacer
transformaciones revolucionarias pacíficamente. Pienso
que las grandes revoluciones son las que se hacen a nivel
intelectual"
...
“Las armas a las cuales se refiere Marx, en sentido
metafórico, no son precisamente martillos para romper
las máquinas, dinamita para hacer saltar las fábricas…
Arma, en esta lucha es el libro que ilustró a la burguesía
en su conflicto con el feudalismo e ilustra hoy al
proletariado en su acción contra la burguesía.”
...
“Recuerden... Que los verdaderos derechos
se deben conquistar, que es necesario vencer a
los conservadores, rutinarios retrógrados, los
temerosos de lo nuevo, los amantes del pasado,
que es necesario vencer el temor de los políticos que
ven con recelo esa incógnita que encierra el voto
femenino (y tal vez sea éste el mayor obstáculo)”.
“Quien se arma se prepara para la guerra: despierta temor
en los vecinos, que a la vez se arman, y en un juego de
acciones y reacciones, unas abiertas, otras ocultas, se
conduce a los pueblos al desastre. Por eso la gente más
esclarecida y consciente quiere la diplomacia abierta,
libertad de información y de publicación, supresión de
barreras económicas artificiales. Todo lo demás son
palabras, palabras, palabras”.
...
“Recuerden las mujeres que dispersas las
fuerzas se debilitan y que para conseguir el
bien común necesario es sacudir la apatía y
elevarse por encima del bienestar del momento
presente”.
...
“Me hubiera gustado ver que en este siglo que he
vivido no existieran niños ni ancianos desvalidos”.
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Sus pasos
juventud
Sus escrituras.
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su lucha
constante por los derechos de las mujeres.
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Alicia, 1885-1986…
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