Narra la historia de María Sarmiento de los Cobos, III duquesa de Sessa, de Baena y condesa de Cabra, que no tuvo hijos con el nieto del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, y fue maltratada por su familia cuando este falleció. Le sobreviviría 28 años, en los que se dedicó a la caridad desde su palacio en Granada, convertido después en el convento de la Piedad.
Narra la historia de María Sarmiento de los Cobos, III duquesa de Sessa, de Baena y condesa de Cabra, que no tuvo hijos con el nieto del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, y fue maltratada por su familia cuando este falleció. Le sobreviviría 28 años, en los que se dedicó a la caridad desde su palacio en Granada, convertido después en el convento de la Piedad.
Título original
MARÍA SARMIENTO DUQUESA DE SESSA, BAENA Y CONDESA DE CABRA
Narra la historia de María Sarmiento de los Cobos, III duquesa de Sessa, de Baena y condesa de Cabra, que no tuvo hijos con el nieto del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, y fue maltratada por su familia cuando este falleció. Le sobreviviría 28 años, en los que se dedicó a la caridad desde su palacio en Granada, convertido después en el convento de la Piedad.
Narra la historia de María Sarmiento de los Cobos, III duquesa de Sessa, de Baena y condesa de Cabra, que no tuvo hijos con el nieto del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, y fue maltratada por su familia cuando este falleció. Le sobreviviría 28 años, en los que se dedicó a la caridad desde su palacio en Granada, convertido después en el convento de la Piedad.
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DUQUESA DE BAENA, Y CONDESA DE CABRA
MARÍA SARMIENTO DE LOS COBOS Y MENDOZA
Duquesa de Sessa, duquesa de Baeza y condesa de Cabra
Lorenzo Sarmiento de Dueñas
En la portada María Sarmiento de los Cobos, duquesa de Sessa, duquesa de
Baena y condesa de Cabra. Abajo, el escudo de los Sarmiento, con sus trece roeles, el de Mendoza, y los atributos de Francisco de los Cobos a la izquierda. ESCUDOS DE LOS COBOS, SARMIENTO Y MENDOZA. A SU LADO EL DE LOS DUQUES DE SESSA Y BAENA. ABAJO, EL DE CONDES DE CABRA. Que María se hiciera llamar desde niña María Sarmiento, cuando su padre era Francisco de los Cobos y Molina y su madre María de Mendoza y Sarmiento, solo puede deberse a un capricho personal, a pesar de que su madre tuviera que anteponer el apellido Sarmiento al de Mendoza los últimos años de su larga vida para acceder al título de condesa de Ribadavia, dadas las obligaciones que impuso Bernardino Sarmiento y Zuñiga, primer Conde, para poder hacerse con su mayorazgo de propiedades, títulos y rentas. Pero en la Edad Media era normal que uno pudiera utilizar los apellidos de sus antepasados a su gusto y orden, anteponiendo los de los abuelos a los de los padres, como de hecho sucedió en muchas ocasiones. La mayor parte de las veces se hacía cuando un apellido era más prestigioso que otros y, en el caso de Sarmiento, se remonta a los años 1100 de la Alta Edad Media. Tampoco el de Mendoza se quedaba atrás, siendo otro de los grandes linajes castellanos. Sin embargo, el título de conde de Ribadavia era muy prestigioso al ser concedido por actos de armas, cuando se lo otorgaron los Reyes Católicos a Bernardino Sarmiento y Zúñiga, dado su valor y esfuerzo en la toma de Granada, a la que dedicó diez años de su vida. O en Lerena, en la que se hizo prisionero a Boabdil el Chico, en la que también estuvo involucrado el conde de Santa Marta de Ortigueira, conde de Ribadavia, Adelanto Mayor de Galicia y del Consejo de los Reyes Católicos. Hasta el extremo de que es uno de los firmantes junto a su primo Diego Sarmiento de Villandrando, conde de Salinas, de las Capitulaciones de Granada. Por su participación en la batalla de Lucena de 1483 los Reyes le autorizaron a incluir la figua de Boabdil encadenado en su escudo, como también hicieron los Fernandez de Córdoba. Sin embargo es injusto que los Fernández de Córdoba toleraran que María Sarmiento se convirtiera en un personaje invisible de esta familia, tras su boda con el nieto del Gran Capitán, llamado también Gonzalo Fernández de Córdoba. La boda la preparó Francisco de los Cobos, uno de los hombres más poderosos del reinado de Carlos; era su secretario personal, por lo que el Emperador colmó a su yerno con los más altos honores y destinos. Gonzalo pasó gran parte de su vida en Italia, mientras María residía en Baena administrando el patrimonio familiar. Al no tener hijos, y dejar el Duque todos sus bienes a su esposa, se enfrentó con sus hermanas y otros familiares, que hicieron la vida imposible a su viuda, que se conformó con la gran fortuna y dote recibida de sus padres, y entregó todos los bienes de su marido a su hermana, tras un largo pleito con su cuñada Francisca, que se negaba, incluso, a darle lo suyo, pero que acabó ganando. A partir de estos hechos, María Sarmiento se separó de los Fernández de Córdoba y se fue a vivir, primero con su madre a Valladolid; tras su muerte, se trasladó a un palacio que mandó edificar, que hoy es el convento de la Piedad de Granada, donde se dedicó hasta 1604, fecha de su muerte, a obras de caridad. Era tal la confianza que Gonzalo tuvo en su esposa María, que le hizo un poder para administar todo su patrimonio. Unos años antes de la muerte de su marido, María tuvo que solicitar la tasación de los bienes dejados por su padre Francisco de los Cobos, tras discutir la cuantía tanto con su hermano Diego como con su madre María, con la que, a pesar de llevarse bien, siempre protegió a su hijo varón, que se llevó obras de arte del palacio de sus padres en Valladolid sin su permiso. El hecho de que María viviese en Andalucía, tampoco ayudó al entendimiento con su madre, que seguía obsesionada con concluir las mega obras de su esposo en Úbeda, Sabiote y Canena. Los inmensos gastos que tuvo que soportar María Sarmiento y Mendoza, VII condesa de Ribadavia, por ser la anfitriona preferida del emperador Carlos en su palacio de Valladolid, le obligaba a grandes desembolsos de dinero, a pesar de las dádivas que tuvo el Monarca con su marido Francisco de los Cobos. La mayor perjudicada de todo esto fue su hija la duquesa de Sessa, Baena y condesa de Cabra. Por lo que a María Sarmiento le tocó luchar tanto con su familia como con la de su esposo, tras su muerte. En este texto de Luis Astrana Marín, se resumen muy bien algunos de los acontecimientos más importantes de la vida del III duque de Sessa, duque de Baena y conde de Cabra, referenciando cómo sus inmensos territorios y su control casi le llevan a la ruina. Por lo que el Rey le otorgó un sueldo para que pudiera atender sus compromisos que, principalmente, gastaba en una corte inmensa a su alrededor, a la que había que pagar cada mes. Así como enviar dinero a su mujer María Sarmiento para el mantenimiento de sus propiedades españolas en Baena y Cabra. Retrato del III duque de Sessa, cuando residía en Nápoles como Virrey. Su escudo en la catedral de Gante, y el único escudo que existe -al menos yo no he podido encontrar otros- de la inclusión de los trece roles de los Sarmiento en uno de los Fernández de Córdoba. El castillo de Sabiote en Jaen, con uno de los muchos escudos situados en sus fachadas, pertenecientes a De los Cobos, Mendoza y Sarmiento. Abajo, el de Canena, también propiedad de la familia De los Cobos, Mendoza y Sarmiento. En estos cuatro palacios vivió María Sarmiento de los Cobos hasta su boda con el tercer duque de Sessa. Arriba la casa principal de los Sarmiento Mendoza, Zúñiga y Pimentel desde Bernardino Sarmiento, primer conde de Ribadavia, segundo de Santa Marta de Ortigueira, Adelantado Mayor del Galicia y del Consejo de los Reyes Católicos. Abajo, el palacio situado enfrente del anterior, edificado por Francisco de los Cobos y María de Mendoza y Sarmiento, nieta de Bernardino, donde nació la futura duquesa de Sessa y Baena. En ambos podemos ver los escudos familiares; arriba Sarmiento y Mendoza. En el de abajo, De los Cobos, Sarmiento y Mendoza. Por eso, decir que María se beneficiaba de la boda con Gonzalo Fernández de Córdoba, es mucho decir, pues su padre, Francisco de los Cobos, secretario del Emperador, era uno de los hombres más ricos de España, sumado a que su madre era una Sarmiento, descendientes de los Condes de Castilla, con una antigüedad que se remonta al año 1000 de nuestra era. Casada con un Mendoza, condesa de Ribadavia, tenedora del mayorazgo dejado por Bernardino Sarmiento y Zúñiga. Por ello, el mal trato que le dispensaron los Fernández de Córdoba tras la muerte de su marido es injustificable, pues solo pasaba por las enormes ambiciones de su hermana Francisca Fernández de Córdoba, que gastaba lo que tenía y lo que no. SESSA Adria y Terranova, dos ducados italianos concedidos al Gran Capitán, aunque su nieto Gonzalo y su mujer María Sarmiento no los utilizaban en sus documentos oficiales. Seis años antes del final de su vida en 1604, María Sarmiento, VII condesa de Ribadavia dejó como heredero del mayorazgo a su hijo Diego de los Cobos y Mendoza, que no pudo ser conde de Ribadavia por incompatibildad con su título de marqués de Camarasa. Muy mayor, casó con su pariente Leonor Sarmiento, VI condesa que, tras su muerte, su madre sería la VII Condesa. Después, la sucesión siguió de forma ordenada con su hijo Álvaro de los Cobos y Mendoza, que tuvo que hacerse llamar Sarmiento de primer apellido por disposición del Mayorazgo constituido por Bernardino Sarmiento y Zúñiga, I conde de Ribadavia, II de Santa Marta de Ortigueira, Adelantado Mayor de Galicia, y del Consejo de los Reyes Católicos. MARÍA MENDOZA Y SARMIENTO
Los padres de María Sarmiento, duquesa de Sessa, Baena y condesa de Cabra.
Francisco de los Cobos y Molina y María Mendoza y Sarmiento. Abajo, su hermano Diego, que usó el apellido de su padre. A su lado uno de los muchos escudos que hay en el castillo de Sabiote, en el que puede leerse en su parte izquierda De los Cobos Molina en su parte izquierda. Arriba a la derecha, Mendoza, primer apellido de su madre; abajo Sarmiento con sus trece roles, segundo de su madre. El gran Capitán era segundo hijo del noble Pedro Fernández de Aguilar, V señor de Aguilar de la Frontera y de Priego de Córdoba, y de Elvira Herrera y Enríquez. Se crió en Córdoba. Siendo muy joven, trabajó como paje del príncipe Alfonso de Castilla, hermano de Isabel la Católica. Tras la muerte del infante, pasó al servicio de la Reina. Se casó dos veces, una muy joven de la que no tuvo descendencia; la segunda con la dama de la Reina María Manrique de Lara y Castilla, hija de Pedro Manrique de Lara y Mendoza y de la infanta Leonor de Castilla. Con ella tuvo dos hijas: Beatriz y Elvira, siendo esta última su heredera como duquesa de Sessa y otros muchos títulos italianos. Elvira se casó con Luis Fernández de Córdoba, pariente, y tuvieron tres hijos, Gonzalo, Fancisca, María y Beatriz. Hay muchos retratos de Gozalo Fernández de Córdoba, pero estos son los más fiables, pues proceden de su época en Italia como Virrey de Nápoles. El de más abajo está certificado por el museo del Prado, que es su propietario. En la página siguiente podemos ver el castillo en Montilla donde nació: la placa conmemorativa de su quinientos aniversario, y una composición digital de cómo pudo ser el edificio en el siglo XVI. Fernando el Católico lo mandó derribar por la traición de su tío Aguilar. La historiadora de la universidad de Granada, Nuria Martínez Jiménez, hace este resumen de las muchas actividades que tuvo doña María de Manrique de Lara, madre del Gran Capitán. Su nieta Gonzalo fue otro gran guerrero pero, al contrario que su abuelo, le gustaba el lujo y la pompa, por lo que las rentas que recibía de sus bastos dominios, tanto españoles como italianos, no le alcanzaban para pagar los gastos de su Casa. Murió en 1578, a los 54 años de edad. En ese tiempo María Sarmiento tenía cincuenta, pero viviría veintiocho años más, hasta su muerte en Granada en 1604, tras fundar el convento de la Piedad, donde residía y donde falleció. Sus restos fueron enterrados junto a su marido en el monasterio de San Jerónimo. María Sarmiento siempre utilizó nuestro apellido de forma voluntaria, sin estar sometida a ello por ninguna condición impuesta por herencia o mayorazgo; este le correspondió a su hermano Diego, que nunca disfrutó del título de conde de Ribadavia, ya que los titulares eran sus primos. El que le llegase a su madre fue por casualidad, larga de contar. Sin embargo, María Sarmiento no dejó descendencia de su matrimonio con el nieto del Gran Capitán. Por ello, es una figura desdibujada en la historia y el tiempo, que solo corrigió la ciudad de Granada otorgándole una calle, en la que se conserva el convento que ella mandó construir, y donde se alojó los últimos años de su vida. María Sarmiento casó en 1539 con 14 años. Su esposo, III duque de Sessa, tenía 18 años. Ella siempre firmó como María Sarmiento: Este prestigioso historiador ha dedicado muchos de sus trabajos a la familia de los Cobos y Sarmiento, descendientes de esa rama. Sus trabajos nos arrojan mucha luz sobre el comportamiento de esta distinguida familia que, dos siglos después, fueron absorbidos por los inconstantes y poco de fiar duques de Medinaceli, que taparon a todos aquellos que no constituían la rama principal de su linaje. Lo que ha terminado en una lucha de clanes por hacerse con lo poco que lograron conservar de un extenso patrimonio, que no fueran unos títulos obsoletos que, en realidad, no les pertenecen a ninguno de ellos. Ver el lamentable estado de los restos mortales de sus antepasados en la destartalada iglesia de Medinaceli, dice mucho de todos ellos. Resumen muy acertado de la vida de Gonzalo Fernández de Córdoba, III duque de Sessa, primer duque de Baena, conde de Cabra, y otros títulos menores. Abajo, el unico escudo de los Fernández de Córdoba en el que incluyen los trece roeles de los Sarmiento, armas de la III duquesa de Sessa. Retazos de la vida de los III duques de Sessa, duques de Baena y condes de Cabra, escritos por el historiador andaluz Manuel Orcas Gálvez, que resume datos poco concidos de un personaje singular, que siguió la estela de armas de su abuelo el Gran Capitán, siendo esposo fiel y cariñoso con su mujer, María Sarmiento, con la que siempre se comportó bien, hasta el extremo de dejarle la administración de sus bienes y su legado testamentario, algo que irritó a su hermana Francisca, que no paró hasta que María devolvió la administración de los pocos bienes que le quedaban a los III duques de Sessa, tras la muerte de su esposo y no tener herederos. Su cuñada se encargó de que fuera olvidada y excluida de la familia Fernández de Córdoba. En este castillo palacio pasó la mayor parte de su vida de casada María Sarmiento, llevando las finanzas de los ducados, ya que su esposo estuvo siempre en Italia. Tras la muerte de su marido, marchó a Valladolid a cuidar de su madre María de Mendoza y Sarmiento y, tras su muerte, fue a Granada donde murió en 1604 en el convento de la Piedad, que ella edificó. El arquitecto José Manuel López Osorio ha realizado una sorprendente rehabilitación del castillo de Baena, repleta de originalidad, llevando este tipo de trabajos a una nueva dimensión estética. Los juegos de luces que puedes disfrutar en su interior es sorprendente y nos conducen a la época que queramos. Abajo, renuncia de María Sarmiento al patrimonio de su difunto esposo En este documento María y Gonzalo piden que se haga inventario de los bienes de Francisco de los Cobos, tras su muerte. Otros documentos de los III duques de Sessa y Baena, tras una azarosa vida económica, repleta de demandas por los excesivos gastos del duque como Virrey de Nápoles. Registro en los archivos españoles de la petición de inventario por parte de los III duques de Sessa tras la muerte de Francisco de los Cobos. Arriba a la izquierda el escudo original de los Fernández de Córdoba. A su lado el que utilizaba el Gran Capitán en su correspondencia. Abajo, el escudo del ducado de Baena. Y, el útimo, el de los condes de Cabra. San Juan de Dios, el generoso religioso patrono de los hospitales, fue amigo de la duquesa de Sessa, al que dio todo el dinero que pudo, sobre todo después de quedar viuda e irse a vivir a Granada, cuando tuvo que abandonar el legado de su marido. Allí fundó el convento de la Piedad, donde se recluyó hasta el final de sus días. Algunos de los textos que escribió el Santo a la Duquesa. Original de una de las cartas Otra misiva en la que nombra a su tío el Obispo de Ávila y Palencia, Álvaro Mendoza y Sarmiento Monasterio de San Jerónimo de Granada, panteón de los Fernández de Córdoba En esta iglesia de Baena asistía María Sarmiento a misa con mucha frecuencia, y fue el lugar en el que conoció al que después sería Santo, Juan de Dios, que fundaría la orden hospitalaria de San Juan de Dios. Nacido en Casarrubios del Monte, fue pastor y soldado antes de convertirse en clérigo. Pero los potugueses siguen manifestando que nació en Vilar de Frades, en Portugal. Lo cierto es que fue un hombre que dedicó su vida a hacer el bien, cosa que compartió con la duquesa de Sessa, tras quedar viuda. La cartas que hemos podido leer anteriormente así lo acreditan. En esta iglesia todavía quedan algunos enterramientos de los condes de Cabra; sobre todo de los primeros, a pesar de estar en otra jurisdicción. Un acertado resumen de la parte final de la vida María Sarmiento. El interior del convento de la Piedad de Granada conserva algunas partes de cómo fue el palacio en el que vivió la III duquesa de Sessa. En él se guardan recuerdos de su vida. El palacio de Cabra tiene mucha historia: en él nació el que sería el primer Rey Trastamara, Enrique II, pues su madre Leonor de Guzmán pasaba allí largos periodos de tiempo. Hoy es un colegio. En 1750 murió Francisco Fernández de Córdoba X duque de Sessa. Al no tener hijo varón el título fue a parar a su hija Francisca Fernández de Córdoba, que casó con Ventura Osorio de Moscoso, un tipo del mundo de los borbones en tiempo de Carlos IV, un mal rey que mató más de mil ciervos y venados de forma compulsiva, que dejó el gobierno en manos del sibilino Godoy y otorgó 200 títulos nobiliarios sin valor alguno. A partir de ahí, la grandeza de los herederos del Gran Capitán se perdió para siempre, y todos sus títulos quedaron en manos de arribistas, que se han prolongado en el tiempo hasta nuestros días como ejemplo de la lamentable historia de la nobleza española que no ganó sus títulos, y los utilizaron solo para sentirse por encima de los demás, como si un papel les diera algo más. Una tragedia que la Segunda República corrigió, eliminando los títulos nobiliarios, pero que, el dictador Franco devolvió para pagar la ayuda de los que le ayudaron en su golpe de estado. Un error todavía no corregido, ni siquiera por estos últimos gobiernos tan de izquierdas, que presumen de ello, pero que no hacen nada para eliminarlos, no sea que les quiten el lugar privilegiado que ostentan, a modo de modernos títulos nobiliarios, basados en el odio a las tradiciones, a la monarquía y a cuanto representa el honor y el sacrificio. Eso sí, todo a cuenta del contribuyente.