Cuadernillo 6to Año - Lengua y Literatura
Cuadernillo 6to Año - Lengua y Literatura
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“Dr.Nicolás Avellaneda”
LENGUA Y LITERATURA
6TO AÑO - 2024
Profesor/a:...................................................................
Alumno/a:.....................................................................
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¿Qué es la escritura académica?
1. INTRODUCCIÓN
Se entiende por escritura académica todas las producciones orales y escritas que se realizan
en el ámbito académico, tanto por los alumnos (trabajos, exposiciones, tesis, exámenes, etc.), como
por los profesionales de la educación (manuales, ensayos, artículos, monografías, etc.). Estas
producciones tienen fundamentalmente dos ámbitos de circulación, uno es el de la ciencia
especializada, en el que especialistas se dirigen a otros especialistas. El otro es el discurso entre
especialista / no especialista, cuando el profesor se dirige a un público no especialista o cuando el
estudiante se enfrenta al reto de construir un texto académico. Es este último caso el que nos
interesa tratar y para el que intentaremos dar unas pautas generales que hagan asequible la
construcción de un texto académico a estudiantes no universitarios, en nuestro caso nos fijamos en
una tesina.
En este apartado intentamos dar algunas sugerencias sobre cómo realizar un trabajo
académico. Si la producción de un texto se compone de tres fases: planificación, textualización y
corrección, en este trabajo haremos hincapié en dos aspectos que a veces se dejan un poco de lado:
la planificación del trabajo y la textualización de las fuentes.
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Resumiendo todo lo anteriormente dicho, la planificación es una fase de preescritura en la
que se debe generar el contenido del tema que se va a desarrollar, estructurar la organización global
de la composición, estudiar las necesidades del lector y las del tema. Para ello podemos usar las
estrategias que se describen a continuación.
A partir de la organización de tus ideas, escribe un primer borrador sin perder de vista la
estructura del texto que quieres elaborar.
Lee el borrador en voz alta, con sentido crítico y observa si las ideas se expresan con
claridad.
Un escritor competente debe saber qué géneros exige la situación comunicativa en la que se
encuentra inmerso, así como cuáles son las convenciones sociales y lingüísticas asociadas a este
tipo de trabajo.
Recuerda que son rasgos del estilo académico la precisión, la claridad y la objetividad.
Desde el punto vista del léxico, es conveniente usar términos precisos y tener en cuenta que cada
disciplina científica cuenta con una terminología o lenguaje especializado cuyo conocimiento y uso
permitirá al escritor evitar la ambigüedad natural de la lengua estándar.
La información que proporcionas no depende de los sentimientos y emociones del escritor /
investigador, sino que se deriva de los datos de la realidad misma y, por lo tanto, esta es la impresión
que conviene transmitir.
Muchos lectores simplemente pueden reconocer los caracteres, las palabras y las oraciones
que componen un texto, pero sin poder inferir una o varias ideas centrales de lo que está
comunicando un autor. Los buenos lectores «capturan el significado de un texto, independientemente
de la forma sintáctica que tengan las oraciones, y son capaces de tender puentes entre la idea
presentada en una frase con otra presentada de manera subsecuente o antecedente» (Dalurzo y
González 2005:103). Es decir, que los lectores competentes se valen de una serie de estrategias
para lograr sin dificultades y con eficiencia entender un texto. Para ello, realizan primero una lectura
objetiva del mismo, para obtener la información que necesitan. Luego desarrollan una comprensión
semántica del mismo, captando su mensaje, para así elaborar una interpretación global del texto.
Pasan así a la fase de la lectura subjetiva, en la que se reflexiona y se valora el contenido del texto y
la forma del mismo. Es importante aprender a diferenciar el vocabulario prototípico y desarrollar la
competencia léxica. Esto no se refiere solo a la interpretación de la palabra sino también a aspectos
como la competencia semántica.
Las relaciones que hay entre lectura y vocabulario son ambivalentes porque el vocabulario se
incrementa con la lectura, pero para comprender lo que se lee es necesario reconocer el significado
de las palabras de un texto.
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En resumen, se trata de desarrollar la capacidad de identificar las ideas principales de un
texto para posteriormente realizar un resumen del mismo.
4.1 Resumir
El resumen es una exposición objetiva y breve de las ideas que se exponen en el texto (Caro
y González 2012). Para hacer un buen resumen, lo mejor es realizar un esquema de las ideas
principales y secundarias del texto, escribiendo frases cortas que enlacen las ideas entre sí. Se
puede usar el modelo de esquema decimal (Caro y González 2012:37) que permite matizar tanto la
estructura jerárquica como el análisis interpretativo de los contenidos intencionales.
Después de haber puesto el contenido en un esquema, será más fácil redactar el resumen
final, recogiendo la síntesis del contenido global del texto sin detalles innecesarios.
Nunca hay que copiar textualmente la información sin citar el autor. Si esto no se hace, se
está cometiendo un plagio académico. Utilizar la información de otros autores es normal, porque el
conocimiento nuevo se construye a partir del conocimiento que ya existe. Citar a otro autor puede dar
validez a tu escrito reafirmando lo que se ha dicho, o también puede introducir algo nuevo sobre lo
cual se puede debatir. En resumen, para evitar el plagio hay que saber buscar la información.
Podemos usar las fuentes adecuadamente de dos maneras. Una es la cita textual, de las que no hay
que abusar en un escrito y además deben ser breves e ir entre comillas. Al final se pone entre
paréntesis el apellido del autor(es), el año de la publicación y el número de página de donde proviene
la cita. De esa manera se señala que son palabras de otro y al mismo tiempo se ubica al lector en la
fuente que se ha usado para futuras consultas. Después de la cita, se suele hacer un comentario
sobre la misma para integrar mejor en el texto.
Adaptado de httpshttps://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/publicaciones_centros
Actividad.
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Las normas APA
El estilo APA proporciona una estandarización para una comunicación académica efectiva
porque ayuda a los escritores a presentar sus ideas de manera clara, precisa e inclusiva.
Un trabajo académico que tenga uniformidad y consistencia permite a los lectores enfocarse
en las ideas presentadas. Piensa que, como lector, es mucho más fácil encontrar una información en
un documento que estés acostumbrado a la formatación (estructura, márgenes, fuentes, etc.) que en
un documento dónde tengas que entender la estructura del trabajo.
En resumen, los autores se concentran en proveer la información esencial y los lectores no
sufren distracciones y tienen acceso fácil a profundizar (buscando referencias) en el tema que
quieran.
¡Si! ¡Y no! ¡Depende! Aunque se podría usar en cualquier trabajo académico, el Estilo APA
es más relevante para el área de psicología, negocios, comunicaciones, enfermería y campos
relacionados. Existen otros modelos de estilos y entre los más destacados están el Estilo Chicago,
las Normas ICONTEC y las Normas Vancouver.
Actividad.
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procedimientos de citación directa, parafraseadas, citas con más de un autor, referencias
bibliográficas, títulos y subtítulos.
4- Realiza la portada para un trabajo de la materia siguiendo los criterios de las normas APA.
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¿CÓMO REDACTAR UN INFORME TÉCNICO?
Etapa I. Preparación
Etapa II. Ordenación del material
Etapa III. Redacción
Etapa IV. Revisión
ETAPA I. PREPARACIÓN
Hay diez puntos que facilitarán la redacción concisa, lógica y ordenada del informe.
1. Escribir una frase breve y directa que exprese el propósito que se fije. Esto servirá
para comprobar si ha comprendido la tarea a ejecutar.
2. Analizar todos los hechos e ideas recogidos. Eliminar todo material superfluo o
que no contribuya.
3. Analizar detenidamente la subdivisión del material para modificarla si es
necesario.
4. Se debe decidir el orden en que se presentarán los diferentes grupos de material.
Estos grupos constituirán las secciones o capítulos del informe.
5. Ordenar el material que integra cada sección de manera que el lector pueda
seguirlo fácilmente. La lectura debe llevar al lector gradualmente de lo conocido a lo nuevo.
6. Cerciorarse de que las conclusiones o recomendaciones se ajusten a los hechos.
7. Analizar rigurosamente el título del informe y el de cada uno de los capítulos. El
título debe identificar el tema y no sólo describirlo.
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8. Se debe considerar la posibilidad de utilizar ilustraciones para completar o
reemplazar partes del texto. Un gráfico bien presentado es a menudo, más eficaz que toda
una página escrita.
9. Considerar la conveniencia de poner notas al pie de página. Las notas pueden
emplearse en los casos siguientes:
-Para indicar la fuente de las citas o referencias mencionadas en el texto.
-Para indicar el nombre de autoridades en la materia o fuentes de información
complementarias.
-Para explicar puntos del texto que puedan resultar oscuros para ciertos lectores.
10. Examinar si es posible sacar algunos detalles concretos del cuerpo del texto y ponerlos
en apéndices.
1. Estilo. Se debe decidir el tono que se le dará al texto. Los informes comerciales,
científicos y técnicos requieren generalmente una exposición equilibrada, clara y de tipo
comercial. A veces, se justifica un estilo audaz o polémico.
2. Ordenación. Al redactar un informe, se debe tener en cuenta que el orden
alfabético o numérico de los párrafos o puntos de cada sección facilita la tarea del lector.
3. Ilustraciones. Al redactar el texto, se debe ir pensando en las ilustraciones; así
finalmente se logrará una buena coordinación entre lo escrito y las figuras.
4. Introducción. El informe necesita una introducción, que pueda redactarse en
último término. La introducción es la parte dedicada a la presentación general del material.
La introducción debe contener: - El nombre y cargo del destinatario del informe. - La fecha
del informe. - El propósito del informe. - Antecedentes del tema. - El enunciado completo o
resumido de los resultados obtenidos, de sus conclusiones o recomendaciones. - La lista de
capítulos por orden de secuencia. - Definiciones de los términos y de los vocablos
empleados en un sentido específico, entre otros.
5. Secciones y apéndices. Las secciones podrán contener algunos o todos los
elementos siguientes:
- Un enunciado de los hechos recogidos, con indicación de su fuente.
- Un análisis de dichos hechos.
- La presentación de las conclusiones o recomendaciones que surgen de dichos
hechos.
- Una descripción del procedimiento seguido en las investigaciones o experimentos.
- Mención o resumen del contenido de un apéndice.
6. Conclusión. La conclusión puede contener algunos o todos los puntos siguientes:
- Un resumen de los argumentos expuestos en los capítulos o secciones del informe.
- Un resumen de las conclusiones o deducciones. - Recomendaciones resultantes.
- Un enunciado claro de la acción que deberá seguirse en función de las
recomendaciones presentadas.
- Un párrafo que destaque la importancia del tema.
- Otras consideraciones de carácter más general, que si bien no correspondan al
tema específico del informe, puedan estar relacionadas con el mismo. Existe una
relación de dependencia directa entre Introducción y Conclusión.
7. Lista de referencias. Si el texto del informe contiene numerosas referencias a
otras publicaciones o documentos, es útil preparar un apéndice bibliográfico por separado.
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8. Índice. Hay lectores que prefieren conocer los títulos de las secciones del informe sin
tener que leer el documento en su totalidad. En consecuencia, habrá que preparar un
índice. Para preparar el índice es conveniente:
- Copiar los títulos y subtítulos enumerados.
- Indicar la relación existente entre los títulos y los subtítulos por medio de una
presentación adecuada de la página.
- Cuando sea necesario, agregar listas de tablas e ilustraciones.
ETAPA IV. REVISIÓN. Una vez terminado el borrador, es conveniente hacer una
crítica objetiva del informe, como si se tratara de un trabajo ajeno.
1. Hacer un rápido examen global del informe. ¿Se destaca claramente la estructura
del informe?
2. Comparar entre sí, títulos, índice, introducción y conclusión. Ver si se ha
enunciado claramente el tema, propósito y plan del informe en la introducción.
3. Examinar el texto detalladamente. Hacer una evaluación autocrítica de toda la
información, especialmente si se cree que algo pudiera estar fuera de contexto.
4. Leer el texto en voz alta o preferentemente a otra persona. ¿Es fácil su lectura?
¿Tiene un estilo Fluido?
5. Controlar las ilustraciones. ¿Transmiten el mensaje claramente?
6. Si es posible, se debe someter el borrador del informe al juicio de una persona
calificada para que haga una crítica constructiva.
Actividad.
1-Teniendo en cuenta la lectura del texto “¿Cómo redactar un informe técnico?” realiza una
síntesis del mismo.
2-¿Qué etapa de la redacción de un informe técnico considerás que debés mejorar?
3- En relación a la etapa de revisión ¿la tenés en cuenta si realizas un trabajo práctico?
¿Cómo?.
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HABILIDADES BLANDAS Y DURAS: ¿DE QUÉ SE TRATA CADA UNA?
Cuando hablamos de habilidades blandas y duras hay que tener en cuenta que son muy
diferentes entre sí. En lo que respecta a las habilidades duras, se trata de cualidades profesionales
relacionadas a los conocimientos técnicos y académicos que hacen a la persona un profesional
formado.Veamos algunas características de las habilidades duras:
Las habilidades blandas y duras tienen algunas diferencias. Contrario a las habilidades duras, que
están ligadas a la formación profesional y conocimientos teóricos, las habilidades blandas consisten
en la capacidad de tener buena comunicación con el resto de los integrantes del lugar de trabajo,
organizarse, tener empatía, resolver conflictos, trabajar en equipo, etc.
Ahora veamos algunas características de las habilidades blandas:
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El curriculum vitae
Se sugiere un tipo de letra discreta que mantenga uniformidad en todo el desarrollo del
currículum, y de tamaño 10 u 11. Antes de imprimirlo se sugiere una revisión minuciosa del mismo.Un
currículum con errores es algo que distrae y da una mala imagen.A veces se presentan situaciones
delicadas de ser señaladas en el currículum, sobre las cuales se debe tener claridad para poder
decirlas y aclararlas en la entrevista.
● Modelo europeo: es aquel que se organiza por secciones, tales como: Datos Personales,
Estudios, Antecedentes Laborales, entre otros.
● Modelo americano: se desarrolla un encabezado sintético con datos personales, breve
descripción de los estudios más relevantes y trabajos, empezando siempre por el último.
En el final se suele poner información adicional como hobbies, deporte, etc. Otra
característica es que toda esta información se presenta en una sola hoja y de buen papel
cuidando la presentación.
● Currículum cronológico La presentación de la información debe poseer un organizador
que guíe al otro, y el tiempo puede ser uno y muy importante. Por esto el currículum
cronológico puede ser Ascendente: comienza describiendo desde el primer trabajo hasta
el actual.
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● Descendente: comienza por el trabajo actual al inicial. En este aspecto se sugiere el
currículum cronológico descendente dado que es más relevante en la carrera laboral su
desarrollo actual y de esta manera la persona que lo tiene que leer ve esta información
en primera instancia.
● Currículum funcional: Se hace referencia a los trabajos desempeñados sin mencionar los
lugares de trabajo sino sólo lo que se hizo en ellos.Este modelo no es el más
aconsejable porque genera desconfianza que alguien cuente que hizo sin decir adonde.
● Currículum combinado: Mezcla del cronológico y del funcional. Se pone un listado de
empresas o instituciones para las cuales trabajó y por separado un detalle de lo actuado
funcionalmente.
Carta de presentación
Una carta es efectiva cuando quien la lee desea luego detenerse en su Currículum Vitae.
Para ello, es importante en primer lugar, estudiar cuidadosamente la búsqueda publicada por el
empleador.
• La carta debe estar organizada en no más de 3 o 4 párrafos e impresa en una única carilla
de papel A4 (esta página debe coincidir con la calidad y el formato del CV que se adjunta).
• La carta no debe ser una repetición del CV
• De no existir pedido expreso de que sea manuscrita, la carta será tipeada.
• La tipografía a utilizar es la Times New Roman, tamaño 12, cuerpo de texto justificado.
• Si es manuscrita debe estar en cursiva, no en mayúscula
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• Deben conjugarse los verbos en tiempo presente y primera persona
• Prestar atención a los errores de ortografía o de tipeo. • Debe mandar siempre una original,
no fotocopias.
• En caso de que el envío se realice por medio de correo electrónico, la carta se pega en el
cuerpo del e-mail y se adjunta el archivo con el CV.
• Datos personales:
Nombre, apellidos, domicilio, teléfono de contacto (para que no se extravíe, en caso de que
la carta sea separada del CV).
• Párrafo de inicio: En este primer párrafo, el remitente hace saber la fuente de información,
periodística o no, por medio de la cual se anoticio de la oferta laboral. Se redacta en primera persona.
• Párrafo final: El objetivo de la carta es el de integrar el proceso de selección, por eso este
punto debe destacarse. Por ello, en este tercer y último párrafo se deja en claro, la predisposición a
ser contactado (o se pone a disposición para ser convocado a una entrevista personal) en función de
ampliar la información comunicada en la carta de presentación y en el CV.
• Saludo de despedida: La frase de cierre debe ser breve y correcta. (Ejemplo: “A la espera
de sus noticias, lo saludo atentamente” o “Saludo Atte.”).
• Firma: El autógrafo debe estar centrado en el texto, al igual que el resto del contenido.
Por último, es esencial que personalice cada carta que envía. Si bien puede manejarse con
una carta modelo que modificará según las búsquedas a las que se postule, tendrá que evitar que su
carta parezca genérica porque, de seguro, será desechada sin más. Dado este primer paso deberá
prepararse para afrontar la prueba de fuego: la entrevista cara a cara con el selector de personal.
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Modelo de Carta para contestar un Aviso Clasificado
De mi mayor consideración:
Tengo el agrado de dirigirme a Uds., con el objeto de hacerles llegar mis antecedentes
personales y profesionales en relación a la solicitud de “Gerente” para un country; publicado en el
diario (nombre del diario) el día (xx de mes de año).
Me encuentro interesado en el puesto a cubrir, ya que considero que el trabajo a realizar
requiere un tipo de conocimiento y experiencia para el que me encuentro altamente capacitado en lo
profesional. Al respecto acredito 30 años en el desempeño de funciones de este tipo en el área
logística, en la Armada Argentina, donde desarrollé actividades de administración de personal,
mantenimiento preventivo, control de gestión y de calidad; implementando un programa de
diagramación, análisis y ejecución de tareas. Asimismo debí realizar gestiones de compras, control
de stock y atención a proveedores.
Deseo destacar que mis habilidades comunicativas, la innata facilidad para las relaciones
interpersonales y una amplia experiencia en la toma de decisiones constituyen características
personales que me han ayudado a dar rápida y efectiva viabilidad y concreción a las acciones que he
emprendido en este rubro.
En lo referente a la remuneración pretendida, considero que la misma se ajusta a las
vigentes en el mercado laboral actual, variando eventualmente según las particularidades de las
responsabilidades a asumir.
Adjunto mi Currículum Vitae, esperando poder concretar una entrevista a fin de ampliar todo
otro detalle que sea de vuestro interés.
Saludo a ustedes con mi mayor consideración
FIRMA
Actividad.
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La Exposición Oral
La presentación oral es la exposición clara y estructurada de ideas acerca de un tema
determinado con la finalidad de informar y/o convencer a un público específico, a partir de un
esquema previo o guión. Es una práctica de gran importancia en diversos ámbitos. En el ámbito
académico está presente en las explicaciones que los profesores dan en clase o en los trabajos que
los alumnos comunican a sus compañeros y a sus profesores.
Es muy importante cuidar el lenguaje corporal . La posición del cuerpo y la expresión facial
han de ser lo más distendidas posibles. Debemos controlar nuestros gestos, evitando la gesticulación
excesiva aunque debemos remarcar con ademanes oportunos aquello que estamos diciendo. La
mirada es un elemento fundamental, ya que hay que mantener el contacto visual con el auditorio,
dirigiéndose al conjunto y no a una persona concreta.
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Lenguaje corporal
El orador o conferenciante no solo interviene con la palabra; todo su ser físico y psicológico
está implicado en el acto de la comunicación; habla con todo su cuerpo. Y esto por una razón muy
simple sobre la que no suele prestarse atención: el orador no solo habla, actúa, es escuchado, pero
también es visto. Un orador sin gestos, por buenas que sean sus ideas y la claridad y profundidad de
su pensamiento, es como una obra de arte inconclusa. Todo buen orador refuerza su mensaje con
los gestos, ya que el gesto es un vehículo comunicativo primordial, dependiente o independiente del
lenguaje oral, simultáneo, alternativo o conjugado con él. No se puede estar movilizado como
estatua, si además de transmitir ideas se quiere mover la voluntad de los oyentes (Ander-Egg y
Aguilar Idáñez, 2006, p. 165)
Los gestos
Todos los seres humanos poseemos no solo un lenguaje hablado, sino también otro de
naturaleza no verbal, cuyas formas de expresión son emitidas por medio del cuerpo humano. Esto
significa, visto el hecho desde el auditorio, que las personas no solo escuchan lo que alguien dice,
sino que escuchan a la persona que lo dice. De ahí lo referente a los gestos o, dicho en sentido más
amplio, todo lo referente al lenguaje somático. Para comprender el significado del lenguaje somático
o de expresión de lo corporal, debemos tener en cuenta los diversos aspectos a través de los cuales
se manifiesta:
El gesto, o movimiento del cuerpo en general, que puede actuar dependiente o independiente de la
palabra, y de manera simultánea o alternada con ella. La mímica en cuanto movimiento de los
músculos faciales, especialmente, los labios, las cejas y la boca; el rostro como espejo del
pensamiento también es parte del lenguaje somático. Las posturas como posición significativa del
cuerpo en general, que se conserva durante un cierto tiempo. La fisonomía o expresión de la cara;
esta posición marcada, fija y significativa de los músculos faciales es la dimensión estática de la
mímica (pp. 162-163).
● El físico del orador: Cada uno tiene el físico con que vino al mundo; podemos
mejorarlo, pero no cambiarlo. Con el paso del tiempo, el físico adquiere también
determinadas características. Lo que importa, como dice Mario Benedetti, es asumir
la identidad de nuestro cuerpo, “es tener conciencia de ser bajo o alto, gordo o flaco,
calvo o peludo, fuerte o débil. Es un modo elemental, de asunción, pero tal vez sea
una condición sine qua non para asumirse como ser humano”. Así asumidos,
tenemos que saber que nuestro cuerpo comunica, y a través de él también nos
comunicamos cuando hablamos en público. Lo que puede recomendarse en este
aspecto es que cuando hablemos en público debemos evitar dos cosas: no
impresionar desagradablemente ni llamar demasiado la atención por el atractivo
físico. Esto último a veces se logra con el arreglo y la vestimenta. Hay que procurar
que el físico sea agradable/simpático. Para ello, hay que presentarse con
simplicidad, libre de tensiones y ostentaciones, pero con dignidad y seguridad. Si se
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es apuesto tanto mejor, pero no alardee de su físico; si se es de baja estatura, no se
achique psicológicamente: demuestra aplomo y dominio de sí mismo, y la altura no
va a influir (Ander-Egg y Aguilar Idáñez, 2006, pp. 168-169).
● La vestimenta: No hay una vestimenta para hablar en público, como existen
vestimentas apropiadas para una fiesta, para practicar determinados deportes. Sin
embargo, la vestimenta juega un papel importante en el acto de la comunicación. […]
No hay que pensar que, si uno se disfraza de albañil o de mecánico, tendrá éxito
cuando habla ante un auditorio de gente del pueblo, tampoco creer que el éxito se
asegura porque se ha puesto ropas excéntricas (un chaleco rojo o una corbata
insólita). Hay que ser siempre natural, auténtico, sin afectación. Vestir con
simplicidad y con toda sencillez. Y… asegúrate antes de hablar de que estás
presentable: que no estás desgarbado, que tienes los botones abrochados, que la
ropa no tiene agujeros, que el cuello está en su lugar, que los cordones de los
zapatos no están desatados, que tienes la cara y las manos limpias (Ander-Egg y
Aguilar Idáñez, 2006, pp. 169-170).
● El rostro y los gestos faciales: Cuando se trata de una conferencia o discurso
donde el auditorio puede ver el rostro del conferenciante, puede decirse que la gente
está oyendo el rostro y la palabra. El movimiento de los músculos faciales,
expresando alegría y otras emociones, tiene un efecto comunicativo y contagioso.
[…] Sin embargo, hemos de advertir que los movimientos significativos de la cara
solo adquieren importancia en la comunicación a corta distancia. […] Cuando se está
hablando, el rostro debe adaptarse a las palabras de tal modo que en las
expresiones faciales se lean los sentimientos, como si el rostro fuese un libro abierto.
Si algo ha de recomendarse a un conferenciante u orador, es que su cara sea
expresiva. No hay que tener un rostro de madera o mármol, que transmite frialdad y
lejanía. Tampoco el rostro debe contorsionarse como una escultura de gelatina
haciendo muecas permanentemente. Para mayor claridad en lo que se dice y como
exigencia de una adecuada vocalización, es bueno abrir la boca, pero no abrirla tanto
como para evocar una caverna. Tampoco hay que torcerla, porque es desagradable.
Respecto a los labios, hay que estar atento para no morderlos o lamerlos (Ander-Egg
y Aguilar Idáñez, 2006, pp. 170-171).
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Es necesario saber sonreír y, cuando se dicen cosas graciosas, expresarlo en el rostro, ya que la risa
y la sonrisa son comunicativas. Y, cuando se dicen [cosas que no son graciosas], hay que saber
ponerse grave, endurecer los músculos faciales, afirmar con la expresión una negativa o una
voluntad, pero sin llegar a la exageración que, al hacer ridícula la expresión, le hace perder
significado (Ander-Egg y Aguilar Idáñez, 2006, pp. 171-172).
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Si unas personas hablan entre sí y no se miran, la comunicación y las relaciones quedan
afectadas. Esto no solo es válido para las relaciones interpersonales, en donde el hecho es más
evidente, también tiene gran importancia en un discurso público: el orador habla a un auditorio y tiene
que mirarlo. Cuando más profunda y personal es una comunicación, más intenso es el contacto
visual. En una conferencia, también es necesario mirar al público, ya que la falta de contacto visual
“desconecta” al orador del público y al público del orador. Por ello, un orador o conferenciante que no
mira al auditorio nunca logra una buena comunicación. Cuando los ojos vagan por la ventana, las
paredes o el techo, o no los levanta de sus papeles, el intercambio comunicativo sufre un serio
deterioro, pues se prescinde de ese vehículo que es la mirada. En esos casos, el auditorio siente
lejano al conferenciante (Ander-Egg y Aguilar Idáñez, 2006, p. 172).
¿Pero en qué consiste el saber mirar? Simplemente, en mirar a las personas del auditorio,
mirar sus rostros más que sus ojos o, mejor, mirar como rozando por encima de las cabezas del
público, procurando que la mirada alcance a todo el auditorio. Para ello, no hay que mirar al fondo del
salón o a los oyentes de primera fila. Según sea la forma de la sala y la disposición del auditorio, hay
que tomar a algunas personas como referencia, y desde allí hacer que la vista cubra a todos,
mirando con sencillez y normalidad. Solo mirando al auditorio se puede observar qué efecto produce
lo que se dice, captar la intensidad de la atención y, a veces, también su calidad (Ander-Egg y Aguilar
Idáñez, 2006, p. 173).
Los ademanes […] deben ser espontáneos y naturales. El buen ademán surge, de una
manera casi imperceptible, como expresión de un estado interno. De ahí que todo cuanto aquí se
dice sobre los ademanes no debe atentar contra la espontaneidad, ni contra la naturalidad, que son
también exigencias de una correcta expresión hablada. Las palabras deben ser acompañadas con el
gesto que mejor expresa los sentimientos y emociones; los ademanes no deben ser artificiales ni
mecánicos. Los ademanes, en última instancia, son individuales y expresan la propia personalidad.
Su uso correcto depende en buena medida de las costumbres, ya que la gesticulación también se
diferencia de cultura a cultura. De ahí algunas recomendaciones prácticas que pueden ser útiles, se
trata de lo que debe evitarse en el uso de los ademanes. Ante todo, hay que evitar los gestos y
actividades sin sentido y objetivo, como movimientos de brazo o de cabeza que no se corresponden
con lo que se está diciendo. Nada de ademanes angulosos, que harían con tus brazos gestos
simétricos o de armonía geométrica; esto resultaría chocante. Tampoco hay que hacer ademanes
demasiados rápidos ni demasiado multiplicados, ni gesticulando exageradamente; parecerían
simiescos.
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No hagas ademanes imprudentes: no vuelques la jarra o el vaso de agua en un movimiento
de elocuencia, ni metas el dedo dentro del ojo de la señora o el señor que está en la primera fila o a
tu lado. No realices ademanes demasiados nerviosos; el nerviosismo es comunicativo y se transmite
al auditorio. Nada de ademanes estereotipados, repetidos incansablemente a lo largo del discurso;
eso cansa y fastidia. Si tienes la costumbre de hacer ciertos movimientos mientras hablan, como
jugar con un lápiz, entretenerse con los botones de la chaqueta, o cualquier otro tipo de movimientos
inconsciente e irrelevante, procura vigilarlos, pues distraen al público. Y… No olvidar que la mitad del
poder expresivo está en las manos; las manos hablan, ellas son importantes transmisoras de
mensaje (Ander-Egg y Aguilar Idáñez, 2006, pp. 176-177)
La postura
Significa que el cuerpo está centrado, derecho; que el peso del cuerpo no se fue hacia un costado u
otro y que no esté apoyado en una pierna. El cuerpo en el eje da una sensación de seguridad,
manejo y autoridad. Ander Egg y Agilar Idáñez (2006) explican que los oradores inexpertos se
balancean, se apoyan alternativamente en un pie y luego en el otro, en forma interminable y
constante. También suelen oscilar de atrás hacia delante, poniéndose en puntas de pie.
El orador debe estar derecho, con la cabeza mirando hacia delante y con el pecho orientado al
público.
Muletillas corporales
Son movimiento de manos, zapatos u ojos. También, son consideradas muletillas corporales
el tocarse la cara, pelo o anillo. Estas no aportan nada al discurso, son a repetición y distraen la
atención del público. En este sentido, frente a un público, es importante cuidar los tics nerviosos
musculares. Por ejemplo, evitar comerse las uñas, rascarse la cabeza, tocarse la cara, oreja o nariz,
tocarse la corbata, etc
Paul Ekman es un psicólogo que ha sido pionero dentro del estudio de las emociones, y la
relación de este con las expresiones faciales. Siendo Ekman un docente de psicología en el
departamento de Psiquiatría de la Universidad de California de la Escuela de Medicina en San
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Francisco, Estados Unidos, se ha catalogado como un gran experto dentro de las expresiones y la
psicología de la emoción. Según Ekman y Oster, los etólogos humanos proporcionaron los primeros
catálogos detallados que describen la conducta facial en situaciones naturales. Por lo que sostienen
la universalidad de las emociones al tener una base biológica y que se representa en la
comunicación muscular del rostro. Entre las expresiones que él clasificó como universales se
encuentran aquellas que expresan la ira, la repugnancia, el miedo, la alegría, la tristeza y la sorpresa.
En cuanto al desprecio, o desdén, es menos claro, aunque hay evidencia preliminar en el sentido de
que esta emoción y su expresión pueden reconocerse universalmente. Acorde con las
investigaciones, Ekman clasificó las emociones básicas estudiando cada parte del rostro con las que
se ejecutaba cada emoción, por lo que dentro de estas existían combinaciones para poder tener una
lista de más de 3000 expresiones que el ser humano puede dar inconscientemente al momento de
expresar o tratar de ocultar alguna expresión. Esto último es sumamente difícil, le resulta complicado
al ser humano poder ocultar las emociones, que son externalizadas por los músculos de la cara que
se fijan por menos de una fracción de segundo mostrando instantáneamente una emoción en una
expresión, a esto Ekman los denominó microexpresiones.
Microexpresiones
Ekman explica que las microexpresiones son muy difíciles de percibir, pero que con
entrenamiento se las puede distinguir fácilmente. Es por esto que, si una persona está tratando de
eliminar cualquier signo de la emoción, eso puede también dar como resultado una microexpresión,
en la que la expresión se muestra muy brevemente, típicamente por solo un quinto de segundo o
menos. Las microexpresiones ocurren cuando una persona trata conscientemente de ocultar todos
los signos de cómo se siente; es decir, que la persona sabe cómo se siente, pero no quiere que
ninguna otra persona lo sepa. Así también, las microexpresiones pueden ocurrir cuando la inhibición
de la expresión ocurre fuera de la conciencia, cuando la persona no sabe conscientemente cómo se
siente. Las microexpresiones pueden ser expresiones completas muy breves o pueden ser
expresiones breves parciales y / o leves. La combinación de todo tres-micro (muy breve), parcial
(solo registrado en un área) y leve (no mucha contracción muscular) son los más difíciles de
reconocer; pero con el sistema que Ekman inventó se puede dar entrenamiento personalizado para
poder reconocer este tipo de expresiones. El software de entrenamiento puede modificarse en la
velocidad en la que el ejemplo de expresión facial emocional puede cambiar de neutro a una
emoción, desde un segundo hasta una velocidad de 0.05 microsegundos. Debido a este
impresionante estudio, Ekman creó un sistema en el que muestra cómo estas expresiones se
manifiestan en el rostro. Lo denominó Sistema de Codificación de Acción Facial, que con su nombre
original en inglés se denomina Facial Action Coding System (FACS). Este sistema sirve para dar una
gran clasificación a lo que se refiere con las expresiones faciales en las personas (Mallitasig Arellano,
2018, https://bit.ly/35auF6L).
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Actividad.
1-Realiza un mapa conceptual que tenga como concepto central la expresión oral y sus
características.
2-¿Qué elementos forman el lenguaje corporal?,¿por qué debemos tener cuidado y atención de
nuestro cuerpo cuando hablamos?
3- Elabora un mapa conceptual sobre el lenguaje corporal.
4-En relación a la expresión oral y el lenguaje corporal, ¿qué tendrías en cuenta para futuras
exposiciones orales o entrevistas laborales? ¿Por qué?
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LITERATURA
CUENTOS
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El nuevo boom latinoamericano: las escritoras marcan el
rumbo.
Cuando en 2017, la escritora argentina Samanta Schweblin por su obra Distancia de rescate
se transformó en finalista del Booker Prize internacional, uno de los premios anglosajones más
importantes, puso en el centro de la escena a la literatura latinoamericana. Desde ese entonces, con
mayor énfasis medios como The New York Times o The Guardian centraron su mirada en diferentes
autoras. Este año, el prestigioso galardón tiene en sus filas a la también argentina Mariana Enríquez
(al cierre de esta edición se desconocía el dictamen) por el libro de cuentos Los peligros de fumar en
la cama. Estos merecidos reconocimientos trazó un paralelismo con el ya conocido boom
latinoamericano, que surgió entre los años 1960 y 1970, por su repercusión en el mercado
internacional, a la vez que generó una revisión de las voces femeninas que no entraron en aquel
selecto club y hoy se debate la etiqueta de nuevo boom latinoamericano femenino. La mexicana
Fernanda Melchor, autora de la celebrada Temporada de huracanes no sabe si es un boom como tal,
pero cree definitivamente que hoy en día existe un enorme interés por las voces femeninas, por las
historias contadas por mujeres, “un interés que yo calificaría de voraz –describe−. Las editoriales
quieren publicar mujeres, y los lectores quieren leerlas. Hay un interés genuino de acercamiento
hacia estas voces. Pero no sé si realmente podemos hablar de un boom femenino, porque ello
implicaría comparar la situación actual con un fenómeno literario ocurrido hace más de medio siglo.
Si tomamos en cuenta que en la actualidad asistimos a una conjunción espectacular de escritoras
provenientes de diferentes países y generaciones, produciendo obras de calidad notable y con
repercusión internacional, sí, podríamos decir que se trata de un fenómeno similar. Pero también hay
varias diferencias: las escritoras actuales, por ejemplo, no sólo privilegian la novela como vehículo
expresivo: hay también cuentistas, ensayistas, cronistas. Y si bien sí hay una cierta conjunción
política que deriva hacia el feminismo y la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, no hay
como tal una unidad de miradas políticas y estéticas como sí la había en los años sesenta entre los
señores del boom”.
Adaptado de https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/el-nuevo-boom-latinoamericano-las-escritoras-marcan-el-rumbo-nid12062021/
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Un hombre sin suerte
Samanta Schweblin
El día que cumplí ocho años, mi hermana –que no soportaba que dejaran de
mirarla un solo segundo–, se tomó de un saque una taza entera de lavandina. Abi tenía
tres años. Primero sonrió, quizá por el mismo asco, después arrugó la cara en un
asustado gesto de dolor. Cuando mamá vio la taza vacía colgando de la mano de Abi se
–Abi-mi-dios –eso fue todo lo que dijo mamá–. Abi-mi-dios –y todavía tardó unos
La sacudió por los hombros, pero Abi no respondió. Le gritó, pero Abi tampoco
respondió. Corrió hasta el teléfono y llamó a papá, y cuando volvió corriendo Abi todavía
seguía de pie, con la taza colgándole de la mano. Mamá le sacó la taza y la tiró en la
pileta. Abrió la heladera, sacó la leche y la sirvió en un vaso. Se quedó mirando el vaso,
luego a Abi, luego el vaso, y finalmente tiró también el vaso a la pileta. Papá, que
trabajaba muy cerca de casa, llegó casi de inmediato, pero todavía le dio tiempo a mamá
a hacer todo el show del vaso de leche una vez más, antes de que él empezara a tocar
la bocina y a gritar.
Cuando me asomé al living vi que la puerta de entrada, la reja y las puertas del
coche ya estaban abiertas. Papá volvió a tocar bocina y mamá pasó como un rayo
cargando a Abi contra su pecho. Sonaron más bocinas y mamá, que ya estaba sentada
en el auto, empezó a llorar. Papá tuvo que gritarme dos veces para que yo entendiera
Hicimos las diez primeras cuadras en menos tiempo de lo que me llevó cerrar la
puerta del coche y ponerme el cinturón. Pero cuando llegamos a la avenida el tráfico
estaba prácticamente parado. Papá tocaba bocina y gritaba ¡Voy al hospital! ¡Voy al
hospital! Los coches que nos rodeaban maniobraban un rato y milagrosamente lograban
dejarnos pasar, pero entonces, un par de autos más adelante, todo empezaba de nuevo.
Papá frenó detrás de otro coche, dejó de tocar bocina y se golpeó la cabeza contra el
volante. Nunca lo vi hacer una cosa así. Hubo un momento de silencio y entonces se
incorporó y me miró por el espejo retrovisor. Se dio vuelta y me dijo:
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–Sacate la bombacha.
Tenía puesto mi Jumper del colegio. Todas mis bombachas eran blancas pero eso
era algo en lo que yo no estaba pensando en ese momento y no podía entender el
pedido de papá. Apoyé las manos sobre el asiento para sostenerme mejor. Miré a mamá
y entonces ella gritó:
bocina y sacó afuera mi bombacha. La levantó bien alto mientras gritaba y tocaba
bocina, y toda la avenida se dio vuelta para mirarla. La bombacha era chica, pero
también era muy blanca. Una cuadra más atrás una ambulancia encendió las sirenas,
nos alcanzó rápidamente y nos escoltó, pero papá siguió sacudiendo la bombacha hasta
–Quedate acá –me dijo papá, y me señaló unas sillas naranjas al otro lado del
pasillo.
cuánto, pero fue un buen rato. Junté las rodillas, bien pegadas, y pensé en todo lo que
había pasado en tan pocos minutos, y en la posibilidad de que alguno de los chicos del
jumper se estiró y mi cola tocó parte del plástico de la silla. A veces la enfermera entraba
o salía del consultorio y se escuchaba a mis padres discutir y, una vez que me estiré un
poquito, llegué a ver a Abi moverse inquieta en una de las camillas, y supe que al menos
ese día no iba a morirse. Y todavía esperé un rato más. Entonces un hombre vino y se
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Pensé en decir muy bien, que es lo que siempre contesta mamá si alguien le
pregunta, aunque acabe de decir que la estamos volviendo loca.
–Bien –dije.
No sabía que estaba sentada en una sala de espera y me di cuenta de que era
una gran contradicción. El abrió un pequeño bolso que tenía sobre las rodillas. Revolvió
–No.
Sacó del bolso una revista y se puso a llenar un crucigrama. La puerta del
consultorio volvió a abrirse y escuché a papá decir “no voy acceder a semejante
estupidez”. Me acuerdo porque ése es el punto final de papá para casi cualquier
discusión, pero el hombre no pareció escucharlos.
“Es mi cumpleaños” repetí para mí misma, “¿qué debería hacer?”. El dejó el lápiz
marcando un casillero y me miró con sorpresa. Asentí sin mirarlo, consciente de tener
otra vez su atención.
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–Pero... –dijo y cerró la revista–, es que a veces me cuesta mucho entender a las
Era un hombre observador. Me enderecé otra vez en mi asiento y vi que, aun así,
apenas le llegaba a los hombros. El sonrió y yo me acomodé el pelo. Y entonces dije:
No sé por qué lo dije. Es que era mi cumpleaños y yo estaba sin bombacha, y era
algo en lo que no podía dejar de pensar. El todavía estaba mirándome. Quizá se había
asustado, u ofendido, y me di cuenta de que, aunque no era mi intención, había algo
grosero en lo que acababa de decir.
Asentí.
El se quedó un momento sin decir nada. Luego miró hacia los ventanales que
daban al estacionamiento.
–¿Dónde?
dios y la virgen María, que no diga nada de la bombacha”, pero no lo dijo: abrió la puerta,
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–Mi dios y la virgen María –dijo él cuando se volvió para ver si lo seguía y me vio
–No digas “mi dios y la virgen María” –dije, porque eso era algo de mamá, y no me
gustó cómo lo dijo él.
shopping bastante feo, no creo que mamá lo conociera. Caminamos hasta el fondo,
hacia una gran tienda de ropa, una realmente gigante que tampoco creo que mamá
conociera. Antes de entrar él dijo “no te pierdas” y me dio la mano, que era fría pero muy
suave. Saludó a las cajeras con el mismo gesto que hizo a las asistentes a la salida del
hospital, pero no vi que nadie le respondiera. Avanzamos entre los pasillos de ropa.
–Esas no –dijo él–, acá –y me llevó un poco más allá, a una sección de
bombachas más pequeñas–. Mira todas las bombachas que hay. ¿Cuál será la elegida
my lady?
Miré un poco. Casi todas eran rosas o blancas. Señalé una blanca, una de las
pocas que había sin moño.
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–¿Sos el dueño de la tienda?
–No. Es tu cumpleaños.
Sonreí.
–No digas “Ok Darling” –dijo él– que me pongo quisquilloso –y me imitó
Me hizo reír. Y cuando terminó de hacerse el gracioso dejó frente a mí sus dos
puños cerrados y así se quedó hasta que entendí y toqué el derecho. Lo abrió y estaba
vacío.
Toqué el otro. Tardé en entender que era una bombacha porque nunca había visto
una negra. Y era para chicas, porque tenía corazones blancos, tan chiquitos que
parecían lunares, y la cara de Kitty al frente, en donde suele estar ese moño que ni a
mamá ni a mí nos gusta.
Apoyé la bombacha en mi pecho. El me dio otra vez la mano y fuimos hasta los
probadores femeninos, que parecían estar vacíos. Nos asomamos. El dijo que no sabía
si podría entrar. Que tendría que hacerlo sola. Me di cuenta de que era lógico porque, a
no ser que sea alguien muy conocido, no está bien que te vean en bombacha. Pero me
daba miedo entrar sola al probador, entrar sola o algo peor: salir y no encontrar a nadie.
–¿Por qué?
El se agachó. Así quedaba casi a mi altura, quizá yo unos centímetros más alta.
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–Una mujer que me odia dijo que la próxima vez que yo diga mi nombre me voy a
morir.
Pensé que podía ser otra broma, pero lo dijo todo muy serio.
–Podrías escribírmelo.
–¿Escribirlo?
–Pero no estamos seguros. ¿Y si para esa mujer escribir es también decir? ¿Si
con decir ella se refirió a dar a entender, a informar mi nombre del modo que sea?
–La gente no confía en mí y soy el hombre con menos suerte del mundo.
Miramos juntos la bombacha, en mis manos. Pensé en que mis padres podrían
estar terminando.
Y quizá si lo hice a propósito, pero así lo sentí en ese momento: los ojos se me
llenaron de lágrimas. Entonces él me abrazó, fue un movimiento muy rápido, cruzó sus
brazos a mis espaldas y me apretó tan fuerte que mi cara quedó un momento hundida
en su pecho. Después me soltó, sacó su revista y su lápiz, escribió algo en el margen
derecho de la tapa, lo arrancó y lo dobló tres veces antes de dármelo.
Dejé pasar cuatro vestidores vacíos, siguiendo el pasillo, y antes de juntar valor y
meterme en el quinto guardé el papel en el bolsillo de mi jumper, me volví para verlo y
nos sonreímos.
Me probé la bombacha. Era perfecta. Me levanté el jumper para ver bien cómo me
quedaba. Era tan pero tan perfecta. Me quedaba increíblemente bien, papá nunca me la
tanta vergüenza que mis compañeros la vieran. Mirá qué bombacha tiene esta piba,
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pensarían, qué bombacha tan perfecta. Me di cuenta de que ya no podía sacármela. Y
me di cuenta de algo más, y es que la prenda no tenía alarma. Tenía una pequeña
marquita en el lugar donde suelen ir las alarmas, pero no tenía ninguna alarma. Me
Cuando salí del probador él no estaba donde nos habíamos despedido, pero sí un
poco más allá, junto a los trajes de baño. Me miró, y cuando vio que no tenía la
bombacha a la vista me guiñó un ojo y fui yo la que lo tomé de la mano. Esta vez me
sostuvo más fuerte, a mí me pareció bien y caminamos hacia la salida. Confiaba en que
él sabía lo que hacía. En que un hombre ojeado y con la peor suerte del mundo sabía
cómo hacer esas cosas. Cruzamos la línea de cajas por la entrada principal. Uno de los
guardias de seguridad nos miró acomodándose el cinto. Para él mi hombre sin nombre
sería papá, y me sentí orgullosa. Pasamos los sensores de la salida, hacia el shopping, y
sola, en medio del estacionamiento. Y vi a mamá más cerca, de este lado de la avenida,
mirando hacia todos lados. Papá también venía hacia acá desde el estacionamiento.
Seguía a paso rápido al policía que antes miraba su coche y en cambio ahora señalaba
hacia nosotros. Pasó todo muy rápido. Cuando papá nos vio gritó mi nombre y unos
segundos después el policía y dos más que no sé de dónde salieron ya estaban sobre
nosotros. El me soltó pero dejé unos segundos mi mano suspendida hacia él. Lo
solo movimiento: fue algo tan brusco y grosero, delante de todos, que yo tuve que dar
unos pasos hacia atrás para no caerme. El me miró, yo lo miré. Cuando mamá vio la
bombacha negra gritó “hijo de puta, hijo de puta”, y papá se tiró sobre él y trató de
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Conti. Participó en las antologías publicadas por la Editorial Siruela, “Cuentos
Argentinos” (España, 2004); la Editorial Norma, “La joven guardia” (Argentina, 2005) y
“Una terraza propia” (Argentina, 2006); y varias antologías de centros culturales como el
General San Martín y el Ricardo Rojas. Algunos de sus cuentos ya se encuentran
traducidos al inglés, el francés, el alemán y el sueco. Su segundo libro de cuentos,
Pájaros en la boca (2009), obtuvo el Premio Casa de las Américas 2008. En 2010
publicó "La pesada valija de Benavides" en la editorial uruguaya La Propia Cartonera y
fue elegida por la revista británica Granta como una de los 22 mejores escritores en
español menor de 35 años. En el año 2012 ganó el Premio Juan Rulfo1 por el cuento “Un
hombre sin suerte”, en el que narra un encuentro entre una niña y un desconocido. En
2014 obtuvo el Premio Konex - Diploma al Mérito por su trayectoria como cuentista
durante el período 2009-2013.
Actividad.
“En “Un hombre sin suerte”, los miedos están en la mente de los lectores. No podemos saber
las intenciones reales del extraño que se va a pasear con la niña. Yo simplemente me limito
a dibujar los actos, las escenas, sin emitir ningún tipo de juicio. Parto de situaciones que
demuestran hasta qué punto los adultos estamos entrenados para ser mal pensantes, para
cumplir en todo momento el pacto de la normalidad.”
6. ¿Cuáles son los elementos presentes que nos hacen pensar que las intenciones del hombre no
son buenas o que la niña está en peligro? Fundamenta.
7. ¿Crees que la protagonista estuvo realmente en peligro?
8. ¿Por qué piensas que quiso proteger al hombre hacia el final? ¿Te parece que hizo bien?
9. ¿Este cuento es realista? ¿Por qué? Fundamenta tu respuesta extrayendo ejemplos del relato.
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El carrito
Mariana Enríquez
Juancho estaba borracho esa tarde, y se paseaba por la vereda bravucón, aunque ya nadie
en el barrio se sentía amenazado, o siquiera inquieto, por su presencia intoxicada. A mitad de
cuadra, Horacio lavaba el auto como todos los domingos, en shorts y chancletas, la panza tensa y
prominente, el pelo en pecho canoso, la radio con el partido. En la esquina, los gallegos del bazar
tomaban mate con la pava en el piso, entre las dos sillas reclinables que habían sacado afuera,
porque el sol estaba lindo. Enfrente, los hijos de Coca tomaban cerveza en el umbral, y un grupo de
chicas recién bañadas y demasiado maquilladas charlaban paradas en la puerta del garaje de
Valeria. Mi papá había intentado, más temprano, decir buenas tardes y darles charla a los vecinos,
pero volvió adentro como siempre, cabizbajo, apenas contrariado, porque era buena gente pero no
tenía conversación, cada tarde de domingo decía lo mismo.
Mi mamá espiaba por la ventana. Se aburría con la tele dominguera, pero no tenía ganas de
salir. Miraba por las rendijas de las persianas entreabiertas, y de vez en cuando nos pedía un té, o
una galletita, o una aspirina. Mi hermano y yo solíamos quedarnos los domingos en casa; a veces, a
la noche, nos dábamos una vuelta por el centro, si papá nos prestaba el auto.
Mamá lo vio primero. Venía de la esquina de Tuyutí, por el medio de la calle, con un carro de
supermercado muy cargado, y todavía más borracho que Juancho, pero se las arreglaba para
empujar la basura acumulada, botellas, cartones, guías telefónicas. Se detuvo frente al auto de
Horacio, tambaleándose. Hacía calor esa tarde, pero el hombre llevaba un pullover viejo, verdoso.
Debía tener unos sesenta años. Dejó el carrito junto al cordón, se acercó al coche y, justo del lado
que le quedaba mejor a mi mamá para verlo, se bajó los pantalones.
Ella nos llamó a lo gritos. Nos acercamos y espiamos por las rendijas de las persianas los
tres, mi hermano, papá y yo. El hombre, que no llevaba calzoncillos bajo un mugriento pantalón de
vestir, cagó en la vereda, mierda floja, casi diarreica, y mucha cantidad; el olor nos llegó, apestaba
tanto a mierda como a alcohol.
Pobre hombre, dijo mi mamá. Qué miseria, a lo que puede llegar uno, dijo mi papá.
Horacio estaba estupefacto, pero se veía que empezaba a calentarse, porque se le enrojeció
el cuello. Pero antes de que pudiera reaccionar, Juancho cruzó la calle, corriendo, y empujó al
hombre, que todavía no había tenido tiempo de levantarse, ni de subirse los pantalones. El viejo cayó
sobre su propia mierda, que le embadurnó el pullover, y la mano derecha. Sólo murmuró un ay.
–¡Negro de mierda! –le gritó Juancho–. Villero y la concha de tu madre, ¡no vas a venir a
cagarnos en el barrio, negro zarpado!
Lo pateó en el suelo. El también se manchó de mierda los pies, llevaba ojotas.
–Te levantás, conchisumadre, te levantás y le baldeás la vereda al Horacio, acá no se jode,
volvé a la villa, hijo de una remil puta.
Y lo siguió pateando, en el pecho, en la espalda. El hombre no podía levantarse; parecía no
entender lo que estaba pasando. De pronto se puso a llorar.
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No es para tanto, dijo mi papá. Cómo va a humillar así al pobre desgraciado, dijo mi mamá, y
se paró, y enfiló hacia la puerta. Nosotros la seguimos. Cuando mamá llegó a la vereda, Juancho
había levantado al hombre, que lloriqueaba y pedía perdón, y trataba de ponerle entre las manos la
manguera con la que Horacio había estado lavando el auto, para que limpiara su propia mierda. La
cuadra apestaba. Nadie se atrevía a acercarse. Horacio dijo “Juancho, dejá”, pero en voz baja.
Mi mamá intervino. Todos la respetaban, especialmente Juancho, porque ella solía darle
unas monedas para vino cuando le pedía; los demás la trataban con deferencia porque mamá era
kinesióloga, pero todos pensaban que era médica, y la llamaban doctora.
–Dejalo en paz. Que se vaya y listo. Nosotros limpiamos. Está borracho, no sabe lo que
hace, no tenés por qué pegarle.
El viejo miró a mamá, y ella le dijo: “Señor, pida disculpas y vaya”. El murmuró algo, soltó la
manguera y, todavía con los pantalones bajos, quiso arrastrar el carrito.
–Acá la doctora te perdona la vida, negro culeado, pero el carro no te lo llevás. La mugre la
pagás, zarpado del orto, en el barrio no se jode.
Mamá intentó disuadir a Juancho, pero él estaba borracho, y furioso, y gritaba como un
justiciero, y en los ojos no le quedaba nada blanco, negro y rojo, como los colores del short que
llevaba puesto. Se puso adelante del carro y no dejó que el hombre lo pusiera a andar. Yo tuve miedo
de que empezara otra pelea –otra golpiza de Juancho, en realidad– pero el hombre pareció
despertarse. Se subió el cierre de los pantalones –no tenían botón– y se fue caminando por el medio
de la calle otra vez, hacia Catamarca; todos los miraron irse, los gallegos murmurando qué
barbaridad, los hijos de Coca a las risotadas, las chicas en la puerta del garaje de Valeria riéndose
nerviosas algunas, otras cabizbajas, como avergonzadas. Horacio puteaba en voz baja. Juancho
sacó una botella del carrito y se la revoleó al hombre, pero le pasó muy lejos y se estrelló contra el
asfalto. El hombre, sobresaltado por el ruido, se dio vuelta y gritó algo, ininteligible. No supimos si
hablaba otro idioma (pero ¿cuál?) o si sencillamente no podía articular por la borrachera. Pero antes
de salir corriendo en zigzag, huyendo de Juancho que lo persiguió a los gritos, miró a mi mamá con
toda lucidez y asintió, dos veces. Dijo algo más, girando los ojos, abarcando toda la cuadra y más.
Después desapareció por la esquina. Juancho, demasiado en pedo, no lo siguió. Nomás siguió
gritando, un rato largo.
Entramos a casa. Los vecinos seguirían hablando del tema toda la tarde, y la semana.
Horacio usó la manguera, puro rezongo y negros de mierda, negros de mierda.
Este barrio no da para más, dijo mi mamá, y cerró la persiana.
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olor. Algo más apestaba entre las porquerías, probablemente comida pudriéndose, pero el asco
impedía que alguien lo limpiara. Bastaba con pasarle lejos, caminar bien cerca de las casas y no
mirarlo. En el barrio siempre había olores feos, del limo que se juntaba junto a los cordones de la
vereda, verdoso, y del Riachuelo, cuando soplaba cierto viento, especialmente al atardecer.
Unos quince días después de la llegada del carrito, comenzó. A lo mejor había empezado
antes, pero hizo falta la acumulación de desgracias para que el barrio sintiera que la secuencia era
extraña. El primero fue Horacio. Tenía una rotisería en el centro, le iba bien. Una noche, cuando
estaba haciendo la caja, entraron a robarle y se llevaron todo. Cosas de suburbio. Pero esa misma
noche, cuando fue al cajero automático a sacar plata, después de la denuncia –inútil, como en la
mayoría de los robos, entre otras cosas porque los chorros entraron encapuchados– descubrió que
no tenía un peso en la cuenta. Llamó al banco, hizo escándalos, pateó puertas, quiso acogotar a un
empleado y llegó hasta el gerente de la sucursal, y después de la red bancaria. Pero no hubo caso: el
dinero no estaba, alguien lo había sacado, y Horacio, de la noche a la mañana, estaba en la ruina.
Vendió el auto. Le dieron menos de lo que esperaba.
Los dos hijos de la Coca perdieron el trabajo que tenían en el taller mecánico de la avenida.
Sin aviso; el dueño ni les dio explicaciones. Lo cagaron a puteadas, y él los echó a patadas. A la
Coca, encima, no le salía la pensión. Los hijos buscaron trabajo una semana, y después se
dedicaron a gastar los ahorros en cerveza. La Coca se metió en la cama, diciendo que se quería
morir. Ya no les daban fiado en ningún lado. Ni para el colectivo tenían.
Los gallegos tuvieron que cerrar el bazar. Porque no se trataba nada más que de los hijos de
la Coca, o de Horacio; cada vecino, de golpe, en cuestión de días, perdió todo. La mercadería del
kiosco desapareció misteriosamente. Al remisero le robaron el auto. El marido y único sostén de
Mari, albañil, se cayó de un andamio y murió. Las chicas tuvieron que dejar los colegios privados
porque los padres no podían pagarlos: el padre dentista ya no tenía clientela, la modista tampoco, al
carnicero un cortocircuito le quemó todas las heladeras.
En dos meses, ya nadie tenía teléfono en el barrio, por falta de pago. En tres meses, tuvieron
que colgarse de los cables de luz porque no podían pagar la electricidad. Los hijos de la Coca
salieron a afanar y a uno de ellos, el más inexperto, lo agarró la policía. El otro no volvió una noche; a
lo mejor lo habían matado. El remisero se aventuró, caminando, hasta el otro lado de la avenida. Allá,
dijo, estaba todo lo más bien. Hasta tres meses después de que comenzara, los negocios del otro
lado de la avenida fiaban. Pero eventualmente dejaron de hacerlo.
Horacio puso la casa en venta.
Todos cerraban con candados viejos, porque no había plata para alarmas ni para cerraduras
más eficientes; empezaron a faltar cosas de las casas, televisores y radios y equipos de música y
computadoras, y se veía a algunos vecinos cargando electrodomésticos entre dos o tres, en changos
de hacer compras, o sólo con la fuerza de los brazos. Llevaban todo a las casas de remate y usados
del otro lado de la avenida. Pero otros vecinos se organizaron y, cuando intentaban tirarles la puerta
abajo, blandían tramontinas o revólveres, si tenían. Cholo, el verdulero de la vuelta, le partió la
cabeza al remisero con el fierro que usaba para hacer el asado. Al principio, un grupo de mujeres se
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organizaron para repartir la comida que quedaba en los freezers; pero cuando se enteraron de que
algunas mentían y se guardaban víveres, la buena voluntad se fue al carajo.
La Coca se comió a su gato y después se suicidó. Hubo que ir a la sede de la obra social de
la avenida para que se llevaran el cuerpo y lo enterraran gratis. Algún empleado de ahí quiso
averiguar más, le contaron, y llegó la televisión con las cámaras para registrar la mala suerte
localizada que sumía a tres manzanas del barrio en la miseria. Sobre todo querían saber por qué los
vecinos de más lejos, los que vivían a cuatro cuadras, por ejemplo, no eran solidarios. Horacio les
habló un rato, pero a los diez minutos sacó un cuchillo del pantalón, se lo puso en el cuello al
movilero, y se quedó con la cámara y los equipos, y se hubiera quedado con la camioneta si los
periodistas no hubieran escapado aterrorizados.
Vinieron asistentes sociales y repartieron comida, pero sólo desataron más guerras. A los
cinco meses, ni la policía entraba, y los que todavía iban a mirar televisión en los aparatos exhibidos
en las casas de electrodomésticos de la avenida decían que en los noticieros no se hablaba de otra
cosa. Pero pronto quedaron aislados, porque los de la avenida los echaban si los reconocían.
Quedaron, digo, porque nosotros sí teníamos tele, y electricidad, y gas, y teléfono.
Decíamos que no, y vivíamos tan encerrados como los demás; si nos cruzábamos con alguien,
mentíamos: nos comimos al perro, nos comimos las plantas, a Diego –mi hermano– le fiaron en un
negocio de acá a veinte cuadras. Mi mamá se las arreglaba para ir a trabajar, saltando por los techos
(no era tan difícil en un barrio donde todas las casas eran bajas). Mi papá podía sacar la plata de la
jubilación por cajero automático, y los servicios los pagábamos online, porque todavía teníamos
Internet. No nos saquearon; el respeto a la doctora, a lo mejor, o muy buenas actuaciones de nuestra
parte.
Fue Juancho el que, después de robar alcohol de un maxikiosco lejano, mientras tomaba el
vino en botella sentado en la vereda, empezó a gritar y putear. “Es el carrito de mierda, el carrito del
villero.” Horas gritó, horas caminó por la calle, golpeó puertas y ventanas, “es el carrito, es culpa del
viejo, hay que ir a buscarlo, vamos, cagones de mierda, nos hizo una macumba”. A Juancho se le
notaba el hambre más que a los demás, porque nunca había tenido nada, y vivía de las monedas
que recolectaba cada día, tocando timbre (siempre le daban, por miedo o compasión, vaya a saber).
Esa misma noche le pegó fuego al carro, y los vecinos miraron las llamas por la ventana. Tenía algo
de razón Juancho. Todos habían pensado que era el carrito. Algo de ahí adentro. Algo contagioso
que había traído de la villa.
Esa misma noche, mi papá nos juntó en el comedor, para charlar. Dijo que nos teníamos que
ir. Que se iban a dar cuenta de que nosotros estábamos inmunizados. Que Mari, la vecina de al lado,
algo sospechaba, porque era bastante difícil ocultar el olor de la comida, aunque cocinábamos
cuidando de que no saliera el humo o el aroma por debajo de la puerta, con burletes. Que se nos iba
a terminar la suerte, que se pudría todo. Mamá estaba de acuerdo. Decía que la habían visto
saltando el techo de atrás. No podía asegurarlo, pero había sentido las miradas. Diego también.
Contó que una tarde, cuando levantó las persianas, había visto a algunos vecinos salir corriendo,
pero que otros lo habían mirado, desafiantes; malos, ya locos. Casi nadie nos veía, por el encierro,
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pero para seguir disimulando íbamos a tener que salir pronto. Y no estábamos flacos ni demacrados.
Estábamos asustados, pero el miedo no se parece a la desesperación.
Escuchamos el plan de papá, que no parecía muy sensato. Mamá contó el suyo, un poco
mejor, pero nada del otro mundo. Aceptamos el de Diego: mi hermano siempre podía pensar con
más sencillez y más frialdad.
Nos fuimos a la cama, pero ninguno pudo dormir. Después de dar muchas vueltas, toqué la
puerta de la habitación de mi hermano. Lo encontré sentado en el piso. Estaba muy pálido, todos
estábamos así, por falta de sol. Le pregunté si pensaba que Juancho tenía razón. Dijo que sí con la
cabeza.
–Mamá nos salvó. ¿Viste cómo la miró el hombre, antes de irse? Nos salvó.
–Hasta ahora –dije yo.
–Hasta ahora –dijo él.
Esa noche, olimos carne quemada. Mamá estaba en la cocina; nos acercamos para retarla,
se había vuelto loca, hacer un bife a la parrilla a esa hora, se iban a dar cuenta. Pero mamá temblaba
al lado de la mesada.
–Esa no es carne común –dijo. Abrimos apenas la persiana y, miramos para arriba. Vimos
que el humo llegaba de la terraza de enfrente. Y era negro, y no olía como ningún otro humo
conocido.
–Qué viejo villero hijo de puta –dijo mamá, y se puso a llorar.
Actividad.
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