Natural 26
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Natural 26
LECCIÓN XXVI.
EL IUSNATURALISMO ESCOLASTICO.
Es el más destacado y conocido pensador medieval. Su figura será tan importante en el campo
de la filosofía en general como en el iusnaturalista, ya que será el 1º que articule una doctrina
completa sobre la ley Natural.
Con él llega a su apogeo la Escolástica, una folosófia iniciadad en el siglo XII y que en el
siguiente entrará en una etapa de decadencia.
Dentro de este pensamineto, las aportaciones de Santo Tomás son de gran importancia y
extensión, que han dado lugar una dirección propia y personal denominado Tomismo, y que se
emplara numerosas veces para designar a la escolastica.
1. Concepto.
Santo Tomás conserva la estructura trimembre de la doctrina de la ley que estableció San
Agustín, y partirá como él del concepto de ley eterna en el que recoge la noción agustiniana,
asignando a dicha ley la función gobernadora del orden universal.
Para llegar ( Santo Tomás) a este argumento de concepto de Ley natural será basicamente la
misma linea argumental que la de San Agustín.
La Ley eterna, principio ordenador, afectará a todas la criatruras, aunque de manera diferente.
Mientras los seres no humanos cumplen la ley eterna de un modo rigurosamente necesario, el
hombre por virtud de su racionalidad y libertad, lejos de tener ante la ley eterna una actitud pasiva
que Santo Tomás denominó participatio, ya que el hombre conoce y participa activamentede la
ley eterna, participación que constituye precisamente la Ley Natural.
2. Contenido.
En el 1º aspecto Santo Tomás llega a la determinación de los preceptos de dicha ley a partir de
la naturaleza humana, en que se descubre la tendencias básicas en la que deben adecuarse los
mandatos y prohibiciones de la ley natural.
Para determinar las normas de la ley natural no habrá sino considerar estas tendencias
fundamentales y deducir de cada una de ellas los precptos correspondientes. Son las siguientes:
A. Tendencia a la conservación del propio ser, que el hombre comparte con todas las criaturas.
En esta inclinación se deduce que pertenecen a la ley natural todos los precptos que contribuyen a
conserva la vida del hombre y a evitar sus obstáculos.
Junto al contenido cuantitativo de la ley natural aparece el del carácter que tienen sus preceptos.
Hay que partir de la distinción entre el entendimiento especulativo y el entendimiento práctico.( el
entendimiento especulativo busca la verdad por sí misma con una finalidad puramente teórica,
mientras que el práctico busca la verdad para aplicarla a las acciones humanas, con una intención
pragmática.)
La razón podrá aplicarse a los últimos preceptos naturales obtenidos para extraer de los
mismos nuevas conclusiones sucesivas, estas constituiran derecho positivo, cuyos preceptos se
orientarán dependiendo de las demandas de las diferentes sociedades humanas, razón por lo
que los diversos ordenamientos jurídicos, aún siendo conclusiones próximas de los precptos
naturales, tengan distintos contenidos materiales.
Santo Tomás define la ley natural como la participación de la ley eterna en la criatura racional.
Esta es una para todos los hombres, por lo que también habrá una ley natural. Tal ley es la misma
en todo tiempo y en todo lugar. Estos dos aspectos-el espacial y el temporal- da origen a dos
propiedades en las que se especifica la nota de la unidad; la univesalidad, o uninidad en el
espacio, y la inmutabilidad o unidad en el tiempo.
Para tratar la universalidad, Santo Tomás utiliza la distinción entre preceptos primario y
secundarios, por razón del grado de su veracidad y evidencia.
La inmutablidad hace referencia a la unidad de la ley natural en el tiempo. Para dar respuesta
al problema que se plantea de que si la ley natural puede o no cambiar en algunos de sus
preceptos, Santo Tomás considera dos posibles formas de mutación: por adición-añadiendo a la
ley natural algún nuevo precepto- y por sustracción-dejando de ser de ley natural que antes lo era-.
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En 1209 San Francisco de Asís funda su orden, y aspira a inculcar a sus discípulos una
religiosidad centrada en la sencillez y en la pobreza obviando la dimensión intelectual.
Por diferentes motivos los franciscanos acabaron dedicarse al estudio y a la enseñanza en las
Universidades de Oxford y París, en la que en esta última también profesaban los dominicos,
manifestandose una rivalidad creciente que llevó a los franciscanos a posiciones contrarias a las
tesis tomistas.
Unos y otros cimentaron sus folosofías sobre puntos de partida diferentes:
- El tomismo se basa en Aristóteles.
- El franciscanismo opta por la tradición platónico-agusiniana.
En la posición intelectualista, las normas responden a una estructura ética previa -advertida
en las conductas- que reconocen y a la que se ajustan y atemperan. Por el contrario,
partiendo de la postura voluntarista, la función del derecho no sólo es la de crear un orden
jurídico, sino además la de instaurar un orden ético, ya que, al mandar o prohibir las
conductas, las erige, respectivamente, en buenas y malas.
Los intelectualistas consideran que la norma es, ante todo racional y que pretender
fundamentarla en la voluntad de quien la dicta (crítica al voluntarismo) es abrir la puerta a
toda suerte de arbitrariedades. En una palabra, para los intelectualistas, el voluntarismo
conduce inevitablemente a la tiranía.
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Por su parte, los defensores del voluntarismo arguyen que lo que realmente caracteriza a la
norma es el mandato o imperium que en ella se contiene; pero siendo el imperare, un acto
propio de la voluntad es evidente la primacía de ésta en la construcción de la ley. Un
precepto puramente racional (crítica del intelectualismo) deja de ser precepto al carecer de
imperium, para convertirse en una mera elaboración intelectual incapaz de vincular las
voluntades de los súbditos. Desde el punto de vista voluntarista, el intelectualismo
desemboca en la anarquía.
SUAREZ, postulaba una solución intermedia ( raciovoluntarista) pues según él la ley debe
proceder de la voluntad del legislador; pero al propio tiempo, esta voluntad quiere lo que el
entendimiento ha juzgado respecto de la bondad o malicia de los actos.
Para ESCOTO todo el mundo moral -que constituye el contenido del derecho natural y está
expresado en el Decálogo- es como es, pero pudo ser de otro modo si así lo hubiese querido
Dios. La voluntad de Dios es, por consiguiente, la única causa determinante de los
preceptos naturales. En otras palabras: que la bondad o malicia de un acto no es algo
intrínseco a él, sino un carácter adventicio que proviene de que haya sido ordenada o
prohibida por Dios la conducta de que se trate.
Sin embargo, ESCOTO limita el contingentismo moral a la llamada «segunda tabla» del
Decálogo, esto es, los preceptos que regulan las relaciones del hombre con el prójimo, no
extendiéndolo, en cambio, a la «primera tabla» o preceptos que ordenan la relación del
hombre con Dios, los tres primeros mandamientos, los cuales entiende que nunca podrían
haber sido diferentes de como son, puesto que siendo Dios el sumo Bien, jamás pudo
ordenar el odio hacia Sí mismo; únicamente en cuanto al tercer mandamiento cree que
acaso le pueda afectar el contingentismo.
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Para ESCOTO toda la ley natural se reduce a pura voluntad; mas como el voluntarismo lo
aplica a toda ley, su posición queda abierta al positivismo jurídico, al no reconocer en la ley
ninguna inmutabilidad ni más fuerza que la que le puede venir de la pura voluntad del
legislador. En cuanto al derecho natural, su ámbito resulta enormemente restringido, pues
estrictamente hablando sólo es derecho natural el contenido de la primera tabla, pudiendo
afirmarse que los preceptos de la segunda constituyen un derecho natural únicamente en
sentido amplio.
Mucho más avanzado que ESCOTO, más radicalmente adversario del tomismo y más
incisivo en sus escritos y su actividad fue GUILLERMO DE OCKHAM (1295/1300-1349/50),
también británico y franciscano.
Aunque coincide con ESCOTO en no pocos puntos, OCKHAM somete a revisión el sistema
escotista, completando un camino que aquél inició, pero que acaso no se atrevió a proseguir
y llevar hasta sus últimas formulaciones. En líneas generales, puede afirmarse que la
audacia ockhamista realiza lo que no osó hacer la prudencia escotista. Parte, como
ESCOTO, de una posición radicalmente voluntarista: Dios puede hacer lo que quiera, pues
sería contradictorio con su propia esencia suponer que la voluntad divina está sujeta a
condicionamiento previo alguno. El contingentismo físico es en él extremo; toda
naturaleza es contingente, todo ser ha podido tener una estructura absolutamente distinta de
la que posee.
Y tras esto, el contingentismo moral, pero mucho más acusado que en ESCOTO, puesto
que se extiende también a los preceptos de la primera tabla del Decálogo. Las
consecuencias de este radicalismo tienen que proyectarse necesariamente sobre el derecho
natural. Ni siquiera deja OCKHAM subsistente aquella mínima representación del derecho
natural que en ESCOTO (con el sentido que se señaló) significaban los preceptos de la
primera tabla, pasando en bloque todo el contenido iusnaturalista a la inestable región de lo
contingente. El espíritu que inspira a OCKHAM, revolucionario y demoledor del pensamiento
anterior, se manifiesta también en su nominalismo.