Natural 26

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LECCIÓN XXVI.

EL IUSNATURALISMO ESCOLASTICO.

I. Santo Tomás de Aquino. ( 1225 -1274 )

Es el más destacado y conocido pensador medieval. Su figura será tan importante en el campo
de la filosofía en general como en el iusnaturalista, ya que será el 1º que articule una doctrina
completa sobre la ley Natural.

Con él llega a su apogeo la Escolástica, una folosófia iniciadad en el siglo XII y que en el
siguiente entrará en una etapa de decadencia.
Dentro de este pensamineto, las aportaciones de Santo Tomás son de gran importancia y
extensión, que han dado lugar una dirección propia y personal denominado Tomismo, y que se
emplara numerosas veces para designar a la escolastica.

La filosofía escolástica supondrá la parte filosófica más importante de la Edad Media.

II. Conceto y contenido de la Ley Natural.

1. Concepto.

Santo Tomás conserva la estructura trimembre de la doctrina de la ley que estableció San
Agustín, y partirá como él del concepto de ley eterna en el que recoge la noción agustiniana,
asignando a dicha ley la función gobernadora del orden universal.
Para llegar ( Santo Tomás) a este argumento de concepto de Ley natural será basicamente la
misma linea argumental que la de San Agustín.

La Ley eterna, principio ordenador, afectará a todas la criatruras, aunque de manera diferente.
Mientras los seres no humanos cumplen la ley eterna de un modo rigurosamente necesario, el
hombre por virtud de su racionalidad y libertad, lejos de tener ante la ley eterna una actitud pasiva
que Santo Tomás denominó participatio, ya que el hombre conoce y participa activamentede la
ley eterna, participación que constituye precisamente la Ley Natural.

2. Contenido.

El contenido de la ley natural en la construcción tomista puede contemplarse desde un doble


punto de vista: el cuantitativo ( mayor o menor número de preceptos que comprende) y el
cualitativo ( Carácter de esos preceptos).

En el 1º aspecto Santo Tomás llega a la determinación de los preceptos de dicha ley a partir de
la naturaleza humana, en que se descubre la tendencias básicas en la que deben adecuarse los
mandatos y prohibiciones de la ley natural.
Para determinar las normas de la ley natural no habrá sino considerar estas tendencias
fundamentales y deducir de cada una de ellas los precptos correspondientes. Son las siguientes:
A. Tendencia a la conservación del propio ser, que el hombre comparte con todas las criaturas.
En esta inclinación se deduce que pertenecen a la ley natural todos los precptos que contribuyen a
conserva la vida del hombre y a evitar sus obstáculos.

B. Tendencia a la conservación de la especie. De esta inclinación se deducen todos los


preceptos relativoa a la procreación y a las relaciones familiares.
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C. Tendencia a conocer la verdad y a vivir en sociedad. De esta inclinación se desprenden todos


lo preceptos relativos a la perfección intelectual del hombre y a sus relaciones dentro del ámbito de
la comunidad.

3. Carácter de los preceptos de la ley natural.

Junto al contenido cuantitativo de la ley natural aparece el del carácter que tienen sus preceptos.
Hay que partir de la distinción entre el entendimiento especulativo y el entendimiento práctico.( el
entendimiento especulativo busca la verdad por sí misma con una finalidad puramente teórica,
mientras que el práctico busca la verdad para aplicarla a las acciones humanas, con una intención
pragmática.)

Tanto en el orden especulativo como en el práctico, la razón opera de la misma manera:


apoyandose en el principio respectivo, extrae de él unas conclusiones inmediatas y de ellas le
sirven para obtener otras nuevas y así sucesivamente, siempre en un sentido descente. en cada
escalón de conclusiones debe atenderse a la veracidad y a la evidencia..
En el proceso deductivo del entendimiento especulativo, la verdad contenida en el principio de
contradicción se va transmitiendo a las sucesivas conclusiones obtenidas, la verdad se mantiene
siempre. Al contrario la evidencia va disminuyendo en los sucesivos momentos del proceso
alejandose paulativamente del proceso supremo.
En la actuación del entendimiento práctico es menor la evidencia de las conclusiones extraídas
sucesivamente, pudiendo fallar la veracidad de la conclusión obtenida en algún grado del proceso.
Opera de de modo menos rígido y de manera más flexible que el especulativo.
La ley natural pertenece al orden práctico, en cuyo contenido habrá que distinguir:
- Unos preceptos primarios. Conclusiones obtenidas a partir del principio supremo que son
evidentes y verdaderos..
-Unos preceptos secundarios. Extraídos de los anteriores, puede fallar su veracidad y evidencia
al estar muy próximo a la fuente originaria.

-Supuesto terciarios. Obtenidos a partir de los secundarios, su evidencia y veracidad son


minimas. Las conclusiones obtenidas exigen una mayor complejidad racional.

La razón podrá aplicarse a los últimos preceptos naturales obtenidos para extraer de los
mismos nuevas conclusiones sucesivas, estas constituiran derecho positivo, cuyos preceptos se
orientarán dependiendo de las demandas de las diferentes sociedades humanas, razón por lo
que los diversos ordenamientos jurídicos, aún siendo conclusiones próximas de los precptos
naturales, tengan distintos contenidos materiales.

III. Univesalidad e inmutabilidad de la Ley Natural.

Santo Tomás define la ley natural como la participación de la ley eterna en la criatura racional.
Esta es una para todos los hombres, por lo que también habrá una ley natural. Tal ley es la misma
en todo tiempo y en todo lugar. Estos dos aspectos-el espacial y el temporal- da origen a dos
propiedades en las que se especifica la nota de la unidad; la univesalidad, o uninidad en el
espacio, y la inmutabilidad o unidad en el tiempo.

Para tratar la universalidad, Santo Tomás utiliza la distinción entre preceptos primario y
secundarios, por razón del grado de su veracidad y evidencia.
La inmutablidad hace referencia a la unidad de la ley natural en el tiempo. Para dar respuesta
al problema que se plantea de que si la ley natural puede o no cambiar en algunos de sus
preceptos, Santo Tomás considera dos posibles formas de mutación: por adición-añadiendo a la
ley natural algún nuevo precepto- y por sustracción-dejando de ser de ley natural que antes lo era-.
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IV. La escolástica Franciscana

En 1209 San Francisco de Asís funda su orden, y aspira a inculcar a sus discípulos una
religiosidad centrada en la sencillez y en la pobreza obviando la dimensión intelectual.
Por diferentes motivos los franciscanos acabaron dedicarse al estudio y a la enseñanza en las
Universidades de Oxford y París, en la que en esta última también profesaban los dominicos,
manifestandose una rivalidad creciente que llevó a los franciscanos a posiciones contrarias a las
tesis tomistas.
Unos y otros cimentaron sus folosofías sobre puntos de partida diferentes:
- El tomismo se basa en Aristóteles.
- El franciscanismo opta por la tradición platónico-agusiniana.

Esta diferente inspiración llevará a ámbas a conclusiones muy distintas, especialmente en el


problema del intelectualismo o voluntarismo de la ley.

V. INTELECTUALISMO O VOLUNTARISMO EN LA LEY.


Intelectualismo y voluntarismo son posturas que han aparecido alternativamente en las
diversas ramas de la filosofía; no son, pues, actitudes privativas de la filosofía jurídica. En
términos generales, entiéndase por intelectualismo la doctrina que considera que el
entendimiento ostenta en la actividad humana (y, en su caso, divina) una preeminencia
sobre cualquier otra potencia y, singularmente, sobre la voluntad; el voluntarismo, al
contrario, afirma el primado de la voluntad sobre las demás facultades y, específicamente,
sobre el entendimiento.
Trasladando el tema a la ley, el problema se plantea en estos términos: cuando el legislador
crea la norma, mandando determinados actos y prohibiendo otros, ¿dicta sus disposiciones
porque conoce la bondad y malicia respectiva de unos y otros actos, prescribiendo en
consecuencia los primeros y prohibiendo los segundos? (tesis intelectualista) ¿O bien los
mandatos y prohibiciones los dicta libérrimamente, según su voluntad, como quiere la teoría
voluntarista, resultando entonces que los actos son buenos o malos según que,
respectivamente, hayan sido mandados o prohibidos?
La primera de estas posiciones se expresaría sintéticamente en que lo que se manda, se
manda porque es bueno y lo que se prohíbe, se veda porque es malo; lo cual implica que la
bondad o maldad son cualidades objetivas que los actos poseen en sí mismos. La actitud
voluntarista, por el contrario, queda encerrada en esta fórmula: un acto resulta ser bueno
porque está mandado y malo, en cambio, cuando se prohíbe; ello equivale a afirmar que los
actos no son en sí buenos ni malos, sino que tales cualidades les advienen por el simple
hecho de ser, respectivamente, imperados o prohibidos por la ley.

La posición intelectualista conduce al resultado de que el legislador, al elaborar la norma, ve


su actividad condicionada, predeterminada por la índole de las conductas, pues
necesariamente -si ha de obrar con honestidad- habrá de prescribir las que sean buenas y
prohibir las contrarias. Desde la perspectiva voluntarista, el grado de libertad del legislador
aumenta notablemente ya que su función legislativa no está coartada por el carácter ético de
las conductas sobre las que opera, ya que tal condición ética es en principio indiferente.

En la posición intelectualista, las normas responden a una estructura ética previa -advertida
en las conductas- que reconocen y a la que se ajustan y atemperan. Por el contrario,
partiendo de la postura voluntarista, la función del derecho no sólo es la de crear un orden
jurídico, sino además la de instaurar un orden ético, ya que, al mandar o prohibir las
conductas, las erige, respectivamente, en buenas y malas.

Los intelectualistas consideran que la norma es, ante todo racional y que pretender
fundamentarla en la voluntad de quien la dicta (crítica al voluntarismo) es abrir la puerta a
toda suerte de arbitrariedades. En una palabra, para los intelectualistas, el voluntarismo
conduce inevitablemente a la tiranía.
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Por su parte, los defensores del voluntarismo arguyen que lo que realmente caracteriza a la
norma es el mandato o imperium que en ella se contiene; pero siendo el imperare, un acto
propio de la voluntad es evidente la primacía de ésta en la construcción de la ley. Un
precepto puramente racional (crítica del intelectualismo) deja de ser precepto al carecer de
imperium, para convertirse en una mera elaboración intelectual incapaz de vincular las
voluntades de los súbditos. Desde el punto de vista voluntarista, el intelectualismo
desemboca en la anarquía.

SUAREZ, postulaba una solución intermedia ( raciovoluntarista) pues según él la ley debe
proceder de la voluntad del legislador; pero al propio tiempo, esta voluntad quiere lo que el
entendimiento ha juzgado respecto de la bondad o malicia de los actos.

VI. DUNS ESCOTO

El primero de los dos más destacados representantes de la corriente franciscana es JUAN


DUNS ESCOTO (1265/6-1308), conocido por ese sobrenombre por el lugar de su
nacimiento, Escocia.

Escoto es el primer franciscano claramente opuesto al TOMISMO (SAN BUENAVENTURA


había llegado a la discrepancia, pero no a la contradicción) y acaso donde con mayor
notoriedad se aprecia esa ruptura es en la postura voluntarista que adopta. SANTO TOMÁS
había considerado que en la actividad humana corresponde el primado a la razón, la cual
gobierna a las demás potencias, y muy singularmente a la voluntad, de modo que toda
moción volitiva debe ir precedida y determinada por un conocimiento anterior. ESCOTO
juzga esta tesis peligrosa para alcanzar la perfección cristiana, pues se corre el riesgo de
que el hombre, buscando sólo un conocimiento de Dios, descuide el amor: es el amor a Dios
y no su contemplación intelectual lo que justificará al hombre. Pero el amor es un acto de
voluntad que debe primar sobre la potencia intelectiva (voluntarismo).

ESCOTO parte de la doctrina denominada contingentismo físico. El primado de la


voluntad sobre la inteligencia no solamente lo establece respecto del hombre, sino también
cuando se trata de Dios. La actividad divina tiene igualmente como causa inmediata Su
voluntad y no Su razón; o, dicho de otro modo, Dios al crear las naturalezas no las quiso
crear como son porque las mismas sean racionales, sino que son racionales porque quiso
crearlas así. Por consiguiente, lo que hoy llamamos necesario fue contingente -es decir,
pudo no ser, o ser de otra manera- en el momento de la creación.

Si hemos expuesto brevemente el contingentismo físico es porque constituye un


precedente de la tesis también escotista del contingentismo moral.

Para ESCOTO todo el mundo moral -que constituye el contenido del derecho natural y está
expresado en el Decálogo- es como es, pero pudo ser de otro modo si así lo hubiese querido
Dios. La voluntad de Dios es, por consiguiente, la única causa determinante de los
preceptos naturales. En otras palabras: que la bondad o malicia de un acto no es algo
intrínseco a él, sino un carácter adventicio que proviene de que haya sido ordenada o
prohibida por Dios la conducta de que se trate.

Sin embargo, ESCOTO limita el contingentismo moral a la llamada «segunda tabla» del
Decálogo, esto es, los preceptos que regulan las relaciones del hombre con el prójimo, no
extendiéndolo, en cambio, a la «primera tabla» o preceptos que ordenan la relación del
hombre con Dios, los tres primeros mandamientos, los cuales entiende que nunca podrían
haber sido diferentes de como son, puesto que siendo Dios el sumo Bien, jamás pudo
ordenar el odio hacia Sí mismo; únicamente en cuanto al tercer mandamiento cree que
acaso le pueda afectar el contingentismo.
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Para ESCOTO toda la ley natural se reduce a pura voluntad; mas como el voluntarismo lo
aplica a toda ley, su posición queda abierta al positivismo jurídico, al no reconocer en la ley
ninguna inmutabilidad ni más fuerza que la que le puede venir de la pura voluntad del
legislador. En cuanto al derecho natural, su ámbito resulta enormemente restringido, pues
estrictamente hablando sólo es derecho natural el contenido de la primera tabla, pudiendo
afirmarse que los preceptos de la segunda constituyen un derecho natural únicamente en
sentido amplio.

VII. GUILLERMO DE OCKHAM Y EL TRÁNSITO A LA MODERNIDAD

Mucho más avanzado que ESCOTO, más radicalmente adversario del tomismo y más
incisivo en sus escritos y su actividad fue GUILLERMO DE OCKHAM (1295/1300-1349/50),
también británico y franciscano.

Aunque coincide con ESCOTO en no pocos puntos, OCKHAM somete a revisión el sistema
escotista, completando un camino que aquél inició, pero que acaso no se atrevió a proseguir
y llevar hasta sus últimas formulaciones. En líneas generales, puede afirmarse que la
audacia ockhamista realiza lo que no osó hacer la prudencia escotista. Parte, como
ESCOTO, de una posición radicalmente voluntarista: Dios puede hacer lo que quiera, pues
sería contradictorio con su propia esencia suponer que la voluntad divina está sujeta a
condicionamiento previo alguno. El contingentismo físico es en él extremo; toda
naturaleza es contingente, todo ser ha podido tener una estructura absolutamente distinta de
la que posee.

Y tras esto, el contingentismo moral, pero mucho más acusado que en ESCOTO, puesto
que se extiende también a los preceptos de la primera tabla del Decálogo. Las
consecuencias de este radicalismo tienen que proyectarse necesariamente sobre el derecho
natural. Ni siquiera deja OCKHAM subsistente aquella mínima representación del derecho
natural que en ESCOTO (con el sentido que se señaló) significaban los preceptos de la
primera tabla, pasando en bloque todo el contenido iusnaturalista a la inestable región de lo
contingente. El espíritu que inspira a OCKHAM, revolucionario y demoledor del pensamiento
anterior, se manifiesta también en su nominalismo.

En cuanto a la separación entre filosofía y teología, OCKHAM va igualmente bastante más


allá que ESCOTO, que la había iniciado. De Dios no podemos tener un conocimiento
directo, como lo tenemos de las realidades singulares, por lo que hemos de conformamos
con lo que se contiene en la Revelación y nos enseña la fe; la teología no es, pues, ciencia
racional ya que las verdades de fe no pueden conocerse de modo intelectivo.

Voluntarismo, nominalismo, separación de filosofía y teología. No puede negarse que


OCKHAM ha realizado una auténtica revolución filosófica que no dejará de influir en el futuro
inmediato. No sólo acaba con él la filosofía medieval, sino que también se inicia la via
modernorum. Por lo que se refiere al terreno jurídico, su voluntarismo anuncia las
posiciones positivistas posteriores, así como ciertas tesis del iusnaturalismo racionalista, de
las que más adelante nos ocuparemos. Y también el pensamiento protestante será
tributario, en buena medida, de las doctrinas de OCKHAM.

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