Andreas Schedler Traduc

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2 Ciencia Política Trimestral

formación6 ; la erosión de actitudes ciudadanas, como la confianza en el gobierno,7 la


confianza en las instituciones públicas8 y la confianza entre los ciudadanos,9 la satisfacción
democrática,10 el apoyo democrático,11 la legitimidad de las elecciones12 y la legitimidad
democrática13 ; y la tolerancia y el apoyo a la violencia política14 y otras formas de
comportamiento antidemocrático.15 En consonancia con las múltiples patologías que se ha
encontrado que genera, la literatura comparada ha identificado la polarización política como
una fuerza impulsora de los procesos contemporáneos de
“retroceso democrático”. 16 Los observadores políticos coinciden en ver la polarización
política como un fenómeno preocupante que debería captar nuestra mayor atención, y la
ciencia política comparada ha estado reflejando estas preocupaciones. Por ejemplo, el término
“polarización” aparece 210 veces en las escasas 60 páginas del Informe sobre la Democracia
2022 del Instituto Varieties of Democracy sobre la “naturaleza cambiante” de la
“autocratización”.17 El número de publicaciones sobre la polarización política se ha disparado.
Más de la mitad de todos los artículos de revistas (373 de 704) que se han publicado sobre
el tema desde 1975 aparecieron en los últimos cinco años (desde 2018).18 En general, el
concepto se ha vuelto “central para gran parte de lo que constituye el mundo académico”.
estudio de la política.”19 Si bien su naturaleza, sus tendencias empíricas, sus causas y sus
consecuencias aún están sujetas a debate, el concepto parece estar capturando el espíritu democrático atorm

6
Andrés Reiljan, “'Miedo y asco entre líneas partidistas' (también) en Europa: polarización afectiva en
European Party Systems”, European Journal of Political Research 59 (julio de 2020): 376–96, en 379–380.
7
Fiorina y Abrams, “Polarización política”, 582.
8
McCoy, Rahman y Somer, “Polarización”, 18.
9
Reiljan, “'Miedo y asco'”, 377.
10
Shanto Iyengar, Gaurav Sood e Yphtach Lelkes, “Afecto, no ideología: una perspectiva de identidad social sobre la
polarización”, Public Opinion Quarterly 76 (noviembre de 2012): 405–31, en 428.
11
McCoy, Rahman y Somer, “Polarización”, 18.
12
Shanto Iyengar, Yphtach Lelkes, Matthew Levendusky, Neil Malhotra y Sean J. Westwood, “The Origins and Consequences
of Affective Polarization in the United States”, Annual Review of Political Science 22 (2019): 129–46, en 143.

13
Iyengar, Sood y Lelkes, “Afecto, no ideología”, 428.
14
Joan­Maria Esteban y Debraj Ray, “On the Measurement of Polarization”, Econometrica: Journal of the Econometric Society
62 (julio de 1994): 819–51, en 820; Iyengar, Sood y Lelkes, “Afecto, no ideología”,
428; M. Anne Pitcher, “Elecciones en Mozambique de 2019: polarización perniciosa, declive democrático y autoritarismo en ascenso”,
African Affairs 119 (julio de 2020): 468–86, en 471; y Juan Russo, “Polarización, radicalización y populismo: definiciones e hipótesis”,
Politikon: The IAPSS Journal of Political Science 48 (marzo de 2021): 7–25, en 10.

15
Ekim Arbatli y Dina Rosenberg, “Unidos estamos, divididos gobernamos: cómo la polarización política erosiona la democracia”,
democratización 28, no. 2 (2021): 285–307, en 285, 288 y 297; Larry Diamond, “Regresión democrática en perspectiva comparada:
alcance, métodos y causas”, democratización 28, no. 1 (2021): 22­42; Mason, Acuerdo incivil; McCoy, Rahman y Somer, “Polarización”;
y Matthew H. Graham y Milan W. Svolik, “¿Democracia en Estados Unidos? Partidismo, polarización y robustez del apoyo a la
democracia en los Estados Unidos”, American Political Science Review 114 (mayo de 2020): 392–409.

Nancy Bermeo, “Sobre el retroceso democrático”, Journal of Democracy 27 (enero de 2016): 5–19. Entre muchos otros,
dieciséis

véase Arbatli y Rosenberg, “United We Stand”; Stephen Haggard y Robert Kaufman, Backsliding: Democratic Regress in the
Contemporary World (Cambridge, Reino Unido: Cambridge University Press, 2021); Jennifer McCoy, “Hyper­Polarization and the
Security of Democracy”, en Manual sobre democracia y seguridad, eds. Steven Wilson y Nicholas Seltzer (Edward Elgar Publishing,
2023), 165–87; McCoy, Rahman y Somer, “Polarización”; y Kenneth M. Roberts, “Populismo y polarización en perspectiva comparada:
dimensiones constitutivas, espaciales e institucionales”, Gobierno y oposición 57 (octubre de 2022): 1–23, en 8.

17
Instituto Variedades de la Democracia, Informe sobre la democracia 2022: ¿La autocratización está cambiando la naturaleza?
(Gotemburgo: Universidad de Gotemburgo, 2022).
18
Clarivate Web of Science (https://www.webofscience.com). Término de búsqueda: Polarización (Título del artículo).
Campo Sustantivo: Ciencias Políticas. Tipo de documento: Artículo. Período: Todos los años (1975 al presente). Fecha de búsqueda:
25 de febrero de 2023.
19
Elizabeth R. Nugent, “La psicología de la represión y la polarización”, World Politics 72 (abril de 2020): 291–334, en 291.
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Repensar la polarización política 3

Sin embargo, sorprendentemente, dentro de estos intensos debates sobre la polarización


política, hay poco consenso sobre su significado. Muy por el contrario, en la ciencia política
han surgido islas conceptuales en las que significados incongruentes de polarización conducen
a una coexistencia incómoda. La investigación analítica de clusters sobre configuraciones
actitudinales está separada de los estudios analíticos de conflictos sobre la contienda pública.
Las concepciones de polarización “afectiva” e “ideológica” compiten entre sí. Proliferan
subtipos de polarización beneficiosa versus dañina sin explicación de su contenido o límites.
Al mismo tiempo, los vínculos analíticos entre las concepciones de polarización y su
relevancia causal para la política democrática siguen siendo difíciles de alcanzar. Finalmente,
la literatura sobre polarización tiende a basarse en nociones expansivas de conflicto
intensificado que carecen de un núcleo semántico distintivo, mientras tiende a pasar por alto
una dimensión que podría constituir dicho núcleo: las disputas sobre violaciones de las normas democráticas
Hasta hace poco, los estudios sobre la polarización en Estados Unidos evolucionaron en
un aislamiento bastante espléndido de “literaturas similares en política comparada”. 20 En
este artículo, me esfuerzo por integrar los debates estadounidenses y comparativos. Mis
ambiciones son en parte diagnósticas (evaluar el uso del concepto), en parte legislativas o
terapéuticas (es decir, modificarlo).21 En esencia, persigo dos objetivos conceptuales.
Primero, me esfuerzo por reconstruir la noción de polarización política de una manera que
una las islas de debate existentes y las haga inteligibles como partes complementarias de un
mapa conceptual más amplio. Este ejercicio topográfico requiere reconocer la distinción entre
enfoques estructurales (análisis de conglomerados) y relacionales (análisis de conflictos),
aclarar la estructura de la polarización política como un macrofenómeno (en el nivel de las
entidades políticas democráticas más que en los ámbitos políticos) y explicar la naturaleza de
los conflictos ideológicos y la distancia social como fuentes complementarias de polarización.
En segundo lugar, me esfuerzo por reconstruir el núcleo distintivo de la polarización
política de una manera que sea analíticamente útil (porque nos permite distinguir la
polarización de otras formas de conflicto democrático), empíricamente plausible (porque
identifica características destacadas de casos empíricos de polarización). ), normativamente
apropiado (porque evita patologizar la política democrática ordinaria), teóricamente
fundamentado (porque se basa en teorías establecidas de equilibrios democráticos) y
causalmente relevante (porque contiene elementos básicos para desarrollar y probar
hipótesis causales sobre la dinámica del régimen democrático). . Aunque inspirada en la
concepción autorizada de polarización ofrecida por el politólogo italiano Giovanni Sartori
hace medio siglo, mi propuesta reconstructiva la adapta a las circunstancias contemporáneas.
Los debates actuales están en gran medida desconectados de los anteriores. En la obra
de Giovanni Sartori, la principal inspiración de los debates sobre la polarización política antes
del cambio de siglo, su criterio definitorio era la presencia de partidos antidemocráticos.22
Este criterio fue persuasivo en tiempos de claridad ideológica, cuando los enemigos de las
democracias estaban en el aire. abiertamente y se declararon como tales. Se ha vuelto
inaplicable en los tiempos actuales de ambigüedad autoritaria, cuando los actores
antidemocráticos disimulan y se declaran defensores de la democracia liberal. Sin embargo,
podemos ajustarlo a las circunstancias históricas cambiantes. Como sostengo, la contemporánea

20
Iyengar et al., “Los orígenes y las consecuencias”, 142.
21
Sobre la “legislación conceptual”, véase Giovanni Sartori, “Guidelines for Concept Analysis”, en Social
Science Concepts: A Systematic Analysis, ed. Giovanni Sartori (Beverly Hills: Sage, 1984), 15–85, 54, 62–63.
Sobre la “terapia lingüística”, véase Umberto Eco, “Introduction: The Meaning of The Meaning of Meaning”, en
Charles Kay Ogden e Ivor Armstrong Richards, The Meaning of Meaning ( San Diego: Harvest/HBJ, 1989, orig.
1923). , v­xi.
22
Giovanni Sartori, Partidos y sistemas de partidos: un marco para el análisis (Colchester: ECPR Press,
2005, orig. 1976), cap. VI.1.
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4 Ciencia Política Trimestral

Los procesos de polarización no están impulsados por la presencia de enemigos


autoproclamados de la democracia sino por temores de enemigos percibidos de la
democracia. No implican ataques ideológicos al centro democrático por parte de partidos
extremistas, sino más bien disputas sobre los compromisos democráticos de los principales
actores políticos de todo el espectro ideológico. Más que una ausencia de un consenso
democrático básico, implican una ruptura de la “confianza democrática básica”. 23 El
resultado es similar: a medida que las reglas básicas de la resolución democrática de disputas
se vuelven inciertas, la democracia se desvía de su equilibrio y deja de ser “la única solución”. juego en la ciu

Análisis de conglomerados
A principios del siglo XIX, el término “polarización” había adquirido diversos significados en
las ciencias naturales, describiendo (a los ojos del científico social) movimientos bastante
exóticos e incomprensibles de fenómenos físicos como la luz, el calor, los electrodos, y
azúcar sin refinar.25 La primera entrada figurativa registrada de la palabra en el ámbito de la
política se remonta a 1862, cuando un observador angustiado de la política británica se quejó
de “esa miserable polarización de todo nuestro pensamiento nacional... en las dos corrientes
antagónicas de intereses comunes”. Whiggismo y conservadorismo común”. 26 Como ilustra
la cita, desde el principio, la noción de polarización política ha servido para expresar
preocupaciones sobre una mayor confrontación entre campos políticos arraigados.

Cuando, más de un siglo después, en su análisis del “pluralismo polarizado”,27 Sartori


ofreció el primer tratamiento sistemático de la polarización política en política comparada,
pudo aprovechar esta comprensión básica de la polarización política en el lenguaje ordinario,
es decir, su asociación con conflictos de alta intensidad. Como él mismo afirmó, la
polarización se definió por el “conflicto real” sobre los “fundamentos” de la política.28 En
trabajos comparativos posteriores, los autores comúnmente han preservado el anclaje
semántico de la polarización política en el conflicto político. Al tratarlo como “un [término]
general para indicar una sensación de profunda tensión política entre rivales”,29 lo han
asociado con una fuerte oposición y una dura confrontación.30 Para indicar su naturaleza
conflictiva, han empleado expresiones como “intergrupo dinámica del conflicto”,31
“antagonismo intergrupal”,32 “hostilidad intergrupal”33 y “la escalada de políticas divisivas”.34
23
Andreas Schedler, “Basic Democratic Trust”, Budapest: CEU Democracy Institute, DI Working Paper 1
(enero de 2023), https://democracyinstitute.ceu.edu/working­papers.
24
Adam Przeworski, Democracia y mercado: reformas políticas y económicas en Europa del Este y
América Latina (Cambridge, Reino Unido: Cambridge University Press, 1991), 26.
25
Consulte “Polarizar” y “Polarización”, Oxford English Dictionary (www.oed.com).
26
“Polarización” (Sección II.5), Diccionario de ingles Oxford (www.oed.com).
27
Sartori, Partidos y sistemas de partidos, cap. VI.1.
28
Sartori, Partidos y sistemas de partidos, 14.
29
Matthew Whiting y Stefan Bauchowitz, “El mito del poder compartido y la polarización: evidencia de
Irlanda del Norte”, Political Studies 70 (febrero de 2022): 81–109, en 82.
30
Las excepciones son, por ejemplo, Nugent, “La psicología de la represión”; y Frederic Gonthier y Tristan Guerra, “How
Party Polarization Shapes the Structuring of Policy Preferences in Europe”, Party Politics 29 (marzo de 2023): 384–93.

31
Esteban y Ray, “Sobre la medición de la polarización”, 820.
32
Sigifredo Laengle, Gino Loyola y David Tobón­Orozco, “Negociación bajo polarización: el caso de
the Colombian Armed Conflict”, Journal of Peace Research 57 (julio de 2020): 551–563, en 552.
33
Reiljan, “'Miedo y asco'”, 377.
34
Thomas Carothers y Andreas E. Feldmann, “The Intensification of Divisive Politics”, en Divisive Politics and Democratic
Dangers in Latin America, eds. Thomas Carothers y Andreas E. Feldmann (Washington, DC: Carnegie Endowment for
International Peace, 2021), 2.
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Repensar la polarización política 5

Así, ayer como hoy, el concepto de polarización política viene describiendo una forma
de conflicto. En su definición más abstracta y elemental, un “conflicto” es un “choque” o un
“desacuerdo activo” entre partes opuestas.35 A diferencia del consenso político, es más
que una mera distinción, pero menos que una guerra.
La polarización no es una forma de conflicto violento sino conflicto político (aunque a
menudo enciende temores de violencia). En contraste, la literatura dominante sobre la
polarización política que ha surgido de la ciencia política estadounidense se ha alejado de
estas profundas tradiciones del uso ordinario del lenguaje. Ha liberado el concepto de su
asociación con el conflicto político. Prestando poca atención a las dinámicas de confrontación
colectiva, ha estudiado configuraciones agregadas de atributos individuales.
Fue mucho después del tratado de Giovanni Sartori sobre la polarización política (y sin
mucha referencia al mismo) que los estudiantes de política estadounidense reintrodujeron
el concepto en la ciencia política. Lo hicieron en medio de preocupaciones por el creciente
calor retórico, la dureza y la incivilidad del debate político tras la “campaña de agitación” de
1994 del republicano Newt Gingrich.36 Desde entonces, la polarización ha sido el espectro
proverbial que acecha a Estados Unidos. Los acontecimientos posteriores no hicieron nada
para ahuyentarlo. Por el contrario, se ha hecho más grande y más aterrador con el ascenso
del Tea Party, el obstruccionismo republicano intransigente bajo el presidente Obama y la
presidencia polémica de Donald Trump, que culminó con su negativa a admitir la derrota en
las elecciones de 2020 y el asalto al Congreso del 6 de enero de 2021. .
El surgimiento de la polarización partidista en Estados Unidos iba en contra de todo lo
que creíamos saber sobre los partidos políticos estadounidenses a mediados del siglo XX.
Se suponía que eran coaliciones políticas amplias cuyas ideologías y posiciones políticas
diferían casi tanto dentro de ellas como entre ellas.37 Así, cuando el Partido Republicano
comenzó a reemplazar el pluralismo, la moderación y el compromiso por la determinación
disciplinada de “oponerse, obstruir, desacreditar”, , y anulando”38 todo lo que había al otro
lado del pasillo político, los politólogos se propusieron examinar las bases estructurales de
esta “retórica incendiaria” “sobrecalentada”39. ¿Estaba anclada en diferencias políticas
genuinas entre los partidos políticos? ¿La distribución de las preferencias políticas coincidió
con la polarización del discurso político? ¿Se estaban volviendo las preferencias políticas
de las élites partidistas o de los ciudadanos partidistas más similares dentro de los partidos
(homogeneidad interna) y más diferentes entre los partidos (heterogeneidad externa)?40

35
Las citas provienen de las entradas sobre "Conflicto" en The Free Dictionary (https://www.thefreedictionary.com/
conflicto) y el Diccionario Cambridge (https://dictionary.cambridge.org/dictionary/english/conflict).
36
Thomas E. Mann y Norman J. Ornstein, Es incluso peor de lo que parece: cómo el sistema constitucional
estadounidense chocó con la nueva política del extremismo (Nueva York: Basic Books, 2012), libro electrónico
Mobilereference, cap. 2.
37
Para obtener resúmenes, consulte Ezra Klein, Why We're Polarized (Nueva York: Avid Reader Press, 2020), cap. 1;
Fiorina y Abrams, “Polarización política”; y McCoy, “Hiperpolarización”, 3–4.
38
Mann y Ornstein, Es aún peor, L. 267.
39
Mann y Ornstein, Es aún peor, L. 354, 1160.
40
Para obtener resúmenes, véase Alan I. Abramowitz, “The Polarized American Electorate: The Rise of Partisan­
Ideological Consisency and Its Consequences”, Political Science Quarterly 137 (invierno de 2022), 645–74; y McCarty,
Polarización. Para aplicaciones fuera de los Estados Unidos, consulte Zack P. Grant, “Crisis y convergencia: cómo la
combinación de una economía débil y la despolarización ideológica de los partidos tradicionales impulsa el apoyo
antisistema”, Comparative Political Studies 54 (junio de 2021) : 1256– 91; Juan Rodríguez­Teruel, “Polarización y
realineamiento electoral: el caso de los partidos de derecha en España”, Sociedad y política del sur de Europa 25, no. 3–4
(2020): 381–410; Paula Surridge, “La elección de Gran Bretaña: polarización o cohesión”, Political Quarterly 92 (enero­
marzo de 2021): 119­24; y Whiting y Bauchowitz, "El mito del poder compartido". Para un análisis de las medidas de
polarización estructural en el estudio de la desigualdad social, véase Esteban y Ray, “On the Measurement of Polarization”;
y Joan­Maria Esteban y Ray Debraj, “Comparing Polarization Measures”, en Oxford Handbook of Economics of Peace and
Conflict, eds. Michelle R. Garfinkel y Stergios Skaperdas (Oxford: Oxford University Press, 2012), 127–51.
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6 Ciencia Política Trimestral

Al centrarse en patrones agregados de posiciones políticas individuales, la literatura de


ciencia política sobre la polarización ideológica en Estados Unidos ha cortado en gran
medida la asociación entre polarización y conflicto. Ha adoptado lo que podríamos llamar
una perspectiva estructural o analítica de grupos sobre la polarización en lugar de una
perspectiva relacional o analítica de conflictos. En lugar de estudiar la evolución del
conflicto entre partidos políticos, los politólogos han estudiado la evolución espacial de
las preferencias políticas entre sus líderes y seguidores. En lugar de examinar las
relaciones conflictivas entre actores colectivos, se han examinado grupos emergentes de
actitudes individuales. Sin duda, los patrones de actitud son una parte importante de la
estructura general del conflicto grupal. Forman bases latentes de conflicto colectivo que
pueden traducirse o no en conflicto manifiesto. Sin embargo, el conflicto en sí permanece
fuera del campo de visión. Lo mismo se aplica al debate sobre la clasificación (cambios
en la afiliación partidista más que en la opinión), que es una variación del mismo tema de
diferenciación partidista.41
La perspectiva analítica de clusters sobre la polarización política se ha convertido en el
enfoque dominante en la ciencia política. Entre los veinte artículos de ciencias políticas
en inglés sobre polarización más citados (según el Social Science Citation Index),42
dieciséis adoptan esa visión, y diez de ellos cubren los Estados Unidos (ver Apéndice en
línea). Al definir la polarización como la presencia de diferencias estructurales entre
grupos, todos estudian la distribución de atributos subjetivos u objetivos de los miembros
individuales del grupo a lo largo de tres dimensiones: homogeneidad intragrupal,
heterogeneidad intergrupal y distancia intergrupal. La mayoría de los estudios analíticos
de conglomerados sobre la polarización en los Estados Unidos dentro de este grupo
principal de artículos influyentes examinan la estructura de las actitudes políticas entre
las elites,43 los ciudadanos,44 o ambas.45 Dos artículos analizan las divisiones partidistas
entre los lectores de blogs46 y entre las noticias de Internet.
sitios.47 Los estudios de polarización analíticos de conglomerados tienden a ser
altamente selectivos en su alcance empírico. Su enfoque en posiciones políticas implica
el descuido de otras fuentes de conflicto polarizador, y su enfoque en las actitudes
ciudadanas implica el descuido del conflicto abierto en la esfera pública. Por supuesto,
mapear patrones de distribución de atributos individuales produce ideas valiosas sobre
las estructuras objetivas de la heterogeneidad social. Para comprender la dinámica de los
conflictos polarizadores en la esfera pública, necesitamos comprender su resonancia entre los ciudadan

41
Véase, por ejemplo, Fiorina y Abrams, “Political Polarization”; y Mason, Acuerdo incivil, cap. 5.
42
Clarivate Web of Science (https://www.webofscience.com). Término de búsqueda: polarización (Título del artículo).
Campo sustantivo: ciencias políticas. Tipo de documento: artículo. Período: todos los años (1975 al presente). Fecha de búsqueda: 6
de mayo de 2021. Número de resultados: 555.
43
Marc J. Hetherington, “El resurgimiento del partidismo masivo: el papel de la polarización de las élites”, American Political
Science Review 95 (septiembre de 2001): 619–31; Poole y Rosenthal, “La polarización de la política estadounidense”; y Matthew S.
Levendusky, “Señales más claras, votantes más consistentes: un beneficio de la polarización de élite”, Political Behavior 32 (marzo de
2010): 111–31.
44
Alan I. Abramowitz y Kyle L. Saunders, "¿Es la polarización un mito?" Journal of Politics 70 (abril de 2008): 542–55; Morris P.
Fiorina, Samuel A. Abrams y Jeremy C. Pope, “Polarización en el público estadounidense: conceptos erróneos y lecturas erróneas”,
Journal of Politics 70 (abril de 2008): 556–60; Geoffrey C. Layman y Thomas M. Carsey, “Party Polarization and 'Conflict Extension' in
the American Electorate”, American Journal of Political Science 46 (octubre de 2002): 786–802; y Markus Prior, “Media and Political
Polarization”, Annual Review of Political Science 16 (2013): 101–27.

45
James N. Druckman, Erik Peterson y Rune Slothuus, “Cómo la polarización partidista de élite afecta la formación de la opinión
pública”, American Political Science Review 107 (febrero de 2013): 57–79.
46
Eric Lawrence, John Sides y Henry Farrell, “¿Autosegregación o deliberación? Lectores de blogs,
Participación y polarización en la política estadounidense”, Perspectives on Politics 8 (marzo de 2010): 141–57.
47
Matthew A. Baum y Tim Groeling, "Los nuevos medios y la polarización del discurso político estadounidense",
Comunicación Política 25, núm. 4 (2008): 345–65.
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Repensar la polarización política 7

por más o menos. Sin embargo, dada su disociación de las interpretaciones ordinarias de la
polarización como un intenso “conflicto intergrupal”,48 los estudiosos del análisis de clusters
pueden reconsiderar su elección de terminología. Si desean seguir utilizando el lenguaje de
“polarización” en el estudio de grupos actitudinales, a gran distancia causal de los conflictos
polarizadores, pueden señalar el carácter distintivo de su perspectiva refiriéndose a la polarización
“estructural” o “actitudinal”.

Análisis de conflictos
Incluso si, tanto en el lenguaje ordinario como en el lenguaje especializado de la ciencia política
comparada, la noción de polarización política comúnmente conlleva fuertes connotaciones de
conflicto colectivo, la naturaleza del conflicto parece bastante nebulosa. ¿De qué tipo de conflicto
estamos hablando exactamente?

La naturaleza pública del conflicto


En el amplio árbol conceptual del conflicto, la polarización política se ubica en una rama muy
específica (ver figura 1). El concepto no describe conflictos subjetivos que se desarrollan dentro
de la mente de los individuos ni conflictos privados que se desarrollan fuera del ámbito político.
Como nos dice su adjetivo definitorio, se refiere a conflictos políticos: disputas sobre la definición
y decisión de asuntos colectivos. Más concretamente, se refiere a los conflictos políticos dentro
de las naciones, lo que excluye los conflictos internacionales (aunque no los enfrentamientos
internos por las relaciones internacionales). Habitualmente podríamos afirmar, por ejemplo, que
Gran Bretaña estaba polarizada respecto al Brexit, pero no que el Reino Unido y la Unión Europea
estaban polarizados respecto al Brexit. Además, cuando hablamos de polarización política, nos
referimos a conflictos arraigados, no a desacuerdos fugaces, y a conflictos no violentos, no a
confrontaciones armadas (aunque los conflictos polarizadores a menudo evocan amenazas de
violencia).
Estamos hablando también de conflictos públicos, no estructurales ni latentes. Dada la primacía
que la literatura estadounidense sobre polarización ha otorgado al estudio de la opinión pública,
la naturaleza pública de la polarización puede no ser evidente. Sin embargo, cuando a los
observadores políticos les preocupa la polarización política, normalmente les preocupa la forma
en que los actores políticos contendientes (incluidos los ciudadanos) se comportan en público:
cómo se hablan entre sí, o dejan de hablarse, o empiezan a gritarse. entre sí. Aunque los
conflictos polarizadores a menudo expresan divisiones sociales profundamente arraigadas
(conflictos estructurales) o tensiones ocultas (conflictos latentes) entre grupos sociales, se
desarrollan en la esfera pública (los estudios de casos de polarización de países tienden a
transmitir una buena idea de esos conflictos públicos que desgarran sus fronteras). entidades políticas aparte).49
48
McCoy, Rahman y Somer, "Polarización".
49
Véase, por ejemplo, Aries A. Arugay y Dan Slater, “Polarization Without Poles: Machiavellian Conflicts
and the Filipinas' Lost Decade of Democracy, 2000­2010”, The ANNALS of the American Academy of Political
and Social Science 681 (enero de 2019). : 122–36; Adrienne LeBas y Ngonidzashe Munemo, “Elite Conflict,
Compromise, and Enduring Authoritarism: Polarization in Zimbabwe, 1980­2008”, The ANNALS of the American
Academy of Political and Social Science 681 (enero de 2019): 209–26; María Pilar García­Guadilla y Ana
Mallen, “Polarización, democracia participativa y erosión democrática en el socialismo del siglo XXI en
Venezuela”, The ANNALS of the American Academy of Political and Social Science 681 (enero de 2019): 62–
77; Murat Somer, “Turquía: La pendiente resbaladiza de la polarización reformista a la revolucionaria y la
ruptura democrática”, The ANNALS of the American Academy of Political and Social Science 681 (enero de
2019): 42–61; y Yannis Stavrakakis, “Paradojas de la polarización: la división inherente de la democracia y el
desafío (anti)populista”, American Behavioral Scientist 62 (enero de 2018): 43–58. Para un estudio inicial de la
retórica polarizadora, véase Richard D. Raum y James S. Measell, “Wallace and His Ways: A Study of the
Rhetorical Genre of Polarization”, Communication Studies 25, no. 1 (1974): 28–35.
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8 Ciencia Política Trimestral

Figura 1. Polarización como conflicto (tipo ideal)


Fuente: Elaboración del autor.

La macroestructura del conflicto


Nada de lo anterior define todavía la polarización política, porque los conflictos públicos en la
política interna son omnipresentes en las democracias. Sin embargo, antes de especificar más
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Repensar la polarización política 9

Para analizar el dominio empírico de la polarización bajando “la escalera de la generalidad”,50


necesitamos aclarar nuestro nivel de análisis. Si la polarización política es un atributo de las
comunidades políticas (más que una característica de conversaciones discretas), puede aplicarse
ya sea a nivel subnacional a los campos políticos o a las comunidades locales, o a nivel nacional a la
ciudadanía democrática en su conjunto. En el estudio comparado de la política, tendemos a adoptar
la última perspectiva. De acuerdo con nuestras tradiciones macroanalíticas, nuestra investigación
sobre la polarización política generalmente se refiere a la polarización de países, entidades políticas
o regímenes enteros. Desde esa perspectiva, la noción de polarización política comúnmente describe
un conflicto colectivo al más alto nivel: una brecha que divide a toda la comunidad política, la nación.
En términos típicos ideales, esto implica cuatro cosas.

En primer lugar, estamos hablando de conflictos extraordinarios, más que de las disputas ordinarias
de la competencia democrática (un tema que abordaré más adelante). En segundo lugar, estamos
hablando de conflictos que no están contenidos dentro de ciertos campos políticos, esferas
institucionales o espacios subnacionales, sino que mantienen en sus garras a todo el sistema político.
Cuando grupos sociales específicos, como estudiantes, mineros o trabajadores de la salud, sacan
sus quejas a las calles, o cuando las confrontaciones políticas sacuden a ciertas regiones o
localidades, no describiríamos el sistema político democrático en general como polarizado a menos
que estos conflictos tengan resonancia a nivel nacional.
En tercer lugar, estamos hablando de conflictos bipolares entre dos campos dominantes, lo que
excluye la competencia “multipolar” dentro de un campo fragmentado de actores, así como el conflicto
asimétrico entre los actores principales y pequeños grupos de rivales (por ejemplo, insurgentes,
movimientos de protesta, grupos antipolíticos). partidos del establishment).
En la explicación de Sartori, los sistemas de partidos polarizados tenían una estructura tripartita en la
que la existencia de extremos políticos en los polos exteriores del espectro ideológico iba de la mano
con la “ocupación física” del centro político. En un círculo vicioso, el extremismo creó incentivos para
el centrismo, y la institucionalización del centro fortaleció los impulsos centrífugos de los actores
extremos.51 La mayoría de los procesos contemporáneos de polarización, por el contrario, no se
alimentan de la presencia de un centro fuerte sino de su debilidad. . En lugar de enfrentarse al centro
político, los bandos contendientes lo limpian y lo convierten en un espacio vacío.52

Finalmente, en su extremo, la polarización significa el fin de los conflictos superpuestos. Dos


partidos bien pueden competir en múltiples dimensiones y en los sistemas democráticos bipartidistas
suelen hacerlo. Pero no en condiciones polarizadas prototípicas. En un gran proceso de realineamiento
político, la polarización crea una línea divisoria entre ellos que reorganiza, subordina o reemplaza
todas las demás divisiones políticas. A su sombra, “la multiplicidad normal de diferencias en una
sociedad [se alinea] a lo largo de una sola dimensión y la gente [concibe] la política y la sociedad en
términos de 'Nosotros' versus 'Ellos'”53.

Los protagonistas del conflicto El


conflicto social es un término relacional. Denota una categoría amplia y abstracta de relaciones (no
armoniosas) entre actores. Lo mismo ocurre con la polarización. Sin embargo, mientras

50
Sartori, Partidos y sistemas de partidos.
51
Sartori, Partidos y sistemas de partidos, 217–21.
52
Por ejemplo, Carothers y Feldmann, “The Intensification of Divisive Politics”, 1; Fiorina y Abrams, “Polarización política”,
566; McCoy, Rahman y Somer, “Polarización”, 23, 27; Roberts, “Populismo y polarización”, 4; y Stavrakakis, “Paradojas de la
polarización”, 44.
53
McCoy, Rahman y Somer, “Polarización”, 16.
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10 Ciencia Política Trimestral

Algunos tipos de conflicto se definen por la naturaleza de las partes involucradas (como en
los conflictos matrimoniales o laborales), la naturaleza de los actores polarizadores es más
bien abierta (y sujeta a confusión). Aunque la literatura comúnmente se refiere a estos
campos antagónicos como “grupos sociales”,54 no son, por supuesto, grupos en el sentido
sociológico clásico de pequeñas reuniones cara a cara, de “un número de personas [que]
están juntos o en el mismo lugar.”55
Aunque resulte tentador concebirlos como tales, tampoco son “actores colectivos”56 .
Sus infraestructuras organizativas y sus correspondientes capacidades de acción colectiva
varían ampliamente. En algunos casos, como en Estados Unidos, ambos bandos están
formados por partidos de larga data y sus líderes, miembros y simpatizantes. Los casos
más personalizados, como el México de Andrés Manuel López Obrador o el Brasil de Jair
Bolsonaro, tienden a ser estructuralmente asimétricos.
Aquí, un líder polarizador y su partido personal se enfrentan a un campo fragmentado de
organizaciones políticas y sociales tagonistas.
Si no parece adecuado concebir los dos polos de los conflictos políticos polarizadores
como grupos sociales o actores colectivos, podemos pensar en ellos como Benedict
Anderson pensaba en las naciones, como “comunidades políticas imaginadas”. 57 A
diferencia de las naciones, campos políticos opuestos No pueden imaginarse libres y
soberanos porque están atrapados en un conflicto dentro de un sistema político determinado.
Aún así, parecen imaginarse a sí mismos, al igual que las naciones, como comunidades
limitadas de iguales. En aras de la precisión, podríamos considerar la calidad imaginada de
sus protagonistas como un rasgo estructural de la polarización política. Al no ser grupos ni
organizaciones, sus antagonistas son construcciones simbólicas, lo que explica su apertura.
Pueden concebirse a sí mismos como naciones o personas, como grupos religiosos o
étnicos, o como seguidores de partidos, líderes o ideologías políticas.

Conflicto extraordinario Del


análisis anterior podemos derivar una definición formal de polarización política como una
división de la política nacional en dos comunidades imaginadas opuestas. Creo que tal
definición capta el género de la polarización, la categoría general de conflicto a la que
pertenece: los conflictos políticos bipolares a nivel nacional. Sin embargo, no identifica sus
rasgos distintivos dentro de esa familia. La pregunta es: ¿el concepto de polarización
política denota conflictos de cierta intensidad o de cierta calidad? Es una proposición bien
establecida en la teoría democrática que la democracia requiere un conflicto moderado: ni
demasiado poco ni demasiado. Presupone conflicto, pero también necesita contenerlo.
Como lo expresó Seymour Martin Lipset: “Una democracia estable requiere una tensión
relativamente moderada entre las fuerzas políticas en pugna”. 58 Esto implica tres amplias
posibilidades:

• Conflicto superficial: Competencia democrática sin distinciones programáticas


significativas entre los partidos contendientes (elecciones sin elección).
54
Mason, Acuerdo incivil.
55
“Grupo”, diccionario Merriam­Webster (https://www.merriam­webster.com/dictionary/group).
56
James S. Coleman, Fundamentos de la teoría social (Cambridge, MA: Belknap, 1990).
57
Benedict Anderson, Comunidades imaginadas: reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo
(Londres y Nueva York: Verso, 1983).
58
Seymour Martin Lipset, Hombre político: las bases sociales de la política (Baltimore y Londres: Johns Hopkins
University Press, 1981, orig. 1959), 78–79.
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Repensar la polarización política 11

• Conflicto ordinario: el choque normal de ideas e intereses entre políticos


adversarios (competencia democrática genuina).
• Conflicto excesivo: una escalada extraordinaria de la confrontación política que amenaza
con abrumar los procedimientos democráticos de solución de conflictos.

¿Dónde deberíamos situar los conflictos polarizados? En la literatura, la respuesta no es


ni consensuada ni clara. Como se señaló anteriormente, cuando los politólogos
estadounidenses comenzaron a rastrear la polarización de las actitudes políticas entre las
elites y los ciudadanos, su punto de referencia inicial fue un sistema de amplia convergencia
ideológica entre dos partidos dominantes. Dado este punto de partida, adoptaron una noción
muy vaga que equiparaba la polarización partidista con la distinción ideológica. Concibieron
la polarización como el proceso que ha estado transformando dos partidos ping
ideológicamente superpuestos con opiniones políticas inconsistentes en grupos acotados
con ideologías consistentes. En lugar de una distribución normal de posiciones ideológicas
en torno al centro, se ha producido una distribución bimodal. La diversidad programática y
la confusión dentro de los partidos dieron paso a la claridad y uniformidad programáticas.
Para los estudiosos estadounidenses de la polarización ideológica, la divergencia ideológica
constituye el rasgo definitorio de la polarización. En la medida en que los partidos políticos
son consistentes programáticamente y difieren entre sí, cuentan
como polarizados.59 Desde el punto de vista de la teoría democrática, no está claro por
qué deberíamos considerar la mera agrupación de posiciones ideológicas como indicativa
de polarización. Si los partidos políticos en Estados Unidos se han vuelto más distintos y
consistentes ideológicamente, podemos celebrar su nueva claridad programática. Podemos
acoger con agrado el surgimiento de diferencias significativas entre partidos como un
ingrediente esencial del pluralismo democrático.60 Sin embargo, ¿por qué deberíamos
describir el carácter distintivo ideológico de los partidos políticos como un estado de polarización partidista?
A diferencia de su concepción analítica de conglomerados en la ciencia política
estadounidense, fuera de la academia y en el estudio comparativo de la política fuera de
Estados Unidos, la noción de polarización política comúnmente denota relaciones de
conflicto intenso, no meras divergencias o desacuerdos. Sin embargo, el nivel de intensidad
que demarca la presencia de polarización en la perspectiva analítica de conflictos sigue sin
estar claro. ¿Hablamos de conflictos de alta intensidad dentro de la competencia
democrática normal? ¿O hablamos de confrontaciones extraordinarias que transgreden los
límites de los conflictos democráticos ordinarios?
A menudo es lo último. A menudo, los estudiosos de la polarización política se centran
explícitamente en los niveles más altos de discordia. Pretenden capturar relaciones de
conflicto “extraordinario”, “excesivo” o “patológico”, en lugar de conflicto democrático
“normal” (aunque acalorado). E invocan la idea de equilibrios democráticos en peligro.
Advierten que la escalada de conflictos puede sacar a la democracia de su “delicado
equilibrio”61 entre conflictividad y moderación. Conciben la polarización como una situación
de conflicto extremo que pone en riesgo las prácticas e instituciones democráticas.
59
Para muchos otros, véase McCarty, Polarization.
60
Véase, por ejemplo, Russell J. Dalton, “The Quantity and the Quality of Party Systems: Party System Polarization,
Its Measurement, and Its Consequences”, Comparative Political Studies 41 (julio de 2008): 899–920, en 916–917;
Hetherington, “El resurgimiento del partidismo masivo”, 629; Levendusky, “Señales más claras”, 111, 125; McCoy,
“Hiperpolarización”; Reiljan, “'Miedo y asco'”, 377; y Roberts, “Populismo y polarización”, 17.

61
Stavrakakis, “Paradojas de la polarización”, 48.
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12 Ciencia Política Trimestral

de resolución de conflictos, ya que empuja la competencia democrática normal hacia “una espiral
descendente de ira y división”. 62 La literatura ha tratado
de cerrar la brecha entre los académicos que usan el término polarización para describir niveles
saludables o normales de conflicto democrático. y aquellos que lo utilizan para describir niveles
patológicos o excesivos de conflicto, distinguiendo dos amplios subtipos de polarización bajo diferentes
etiquetas: “normal” versus “grave”, “beneficiosa” versus “perniciosa”,63 “legítima” versus “peligrosa”, “
“benigno” versus “maligno”64 o polarización “circunstancial” versus “profunda”.65

Estas distinciones plantean varias preguntas. Uno se refiere al alcance empírico del concepto de
polarización. ¿Tiene sentido concebirlo como un término general para cualquier tipo de conflicto
político? Normativamente, una concepción tan amplia corre el riesgo de patologizar los conflictos
democráticos ordinarios como casos preocupantes de polarización. Conceptualmente, se corre el
riesgo de hacer que el concepto sea superfluo. ¿Por qué deberíamos usarlo si no describe un fenómeno
distintivo? Sin duda, como lo ilustran los debates contemporáneos sobre temas como la inmigración,
el aborto y la crisis climática, los enfrentamientos sobre la definición y solución de problemas colectivos
pueden ser muy intensos en la política democrática. Sin embargo, redescribir las relaciones de
confrontación entre contendientes políticos que son intrínsecas a la democracia liberal como ejemplos
de polarización política va en contra de las demandas metodológicas de “diferenciación conceptual”.
66 Si cualquier desacuerdo político consistente entre actores colectivos (incluso si es intenso y
apasionado) denota polarización , entonces toda democracia funcional debe considerarse polarizada.
Es difícil ver cómo el concepto puede seguir siendo significativo a menos que preservemos no sólo su
anclaje en el conflicto político sino su asociación con un conflicto excesivo.

Por supuesto, un análisis conceptual como éste carece de los “poderes legislativos” necesarios para
impedir que los académicos vuelvan a concebir el pluralismo democrático saludable como “polarización”.
Aún así, la carga de la justificación recae en ellos.
Ahora bien, si concebimos la polarización como una especie de conflicto extraordinario, necesitamos
aclarar su relación con el conflicto ordinario. Una pregunta inicial es: ¿deberíamos considerar el espacio
entre los dos conceptos como un continuo sin fisuras? ¿Es una mera cuestión de grado o existe un
umbral cualitativo que separa las dos categorías? La respuesta tiene dos caras. Por un lado, la idea
misma de conflicto extraordinario, excesivo o patológico vive de la intuición de que designa un mundo
de política democrática cualitativamente diferente. Las intuiciones causales bifurcadas que los autores
han estado incorporando en sus distinciones conceptuales reflejan ese pensamiento categórico.
Cuando etiquetan los conflictos ordinarios como benignos o beneficiosos y los extraordinarios como
malignos o perniciosos, sus supuestos causales implícitos apuntan a categorías contrastantes de
conflicto democrático.

Por otro lado, incluso si la polarización política puede no ser una mera cuestión de grado, es
evidente que se produce en grados. Como macrofenómeno, la polarización de la política nacional es
el resultado agregado de innumerables acciones realizadas por innumerables actores que pueden
estar polarizando o despolarizando. Además, al igual que otros “conceptos de

62
Thomas Carothers y Andrew O'Donohue, “Introducción”, en Democracias divididas: el desafío global de la
polarización política, eds. Thomas Carothers y Andrew O'Donohue (Washington, DC: Brookings Institution, 2019),
1.
63
McCoy, Rahman y Somer, “Polarización”, 18.
64
Stavrakakis, “Paradojas de la polarización”, 45, 47.
Russo, "Polarización, radicalización y populismo".
sesenta y cinco

66
David Collier y Steven Levitsky, “Democracia con adjetivos: innovación conceptual en comparación
Research”, World Politics 49 (abril de 1997): 430–51.
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Repensar la polarización política 13

movimiento”67 (por ejemplo, su contraparte, la consolidación democrática), la polarización


política puede referirse a un proceso o a su resultado final. Puede indicar una condición
sistémica, el movimiento hacia ella o un progreso interno (una mayor polarización dentro
de un entorno polarizado). Sin embargo, si realmente podemos trazar una distinción
categórica entre conflictos democráticos ordinarios y extraordinarios, ¿cuál constituye su
criterio definitorio? Si existe, en efecto, un umbral cualitativo que separa los entornos no
polarizados de los polarizados, ¿dónde se encuentra? El clásico análisis de la polarización
de Giovanni Sartor señala el camino hacia una posible respuesta.

El núcleo vacío Sartori


concebía el pluralismo polarizado como un síndrome complejo que incluía la presencia
de un centro político fuerte (“la ocupación física del centro”) y la competencia centrífuga
de los extremos a ambos lados del mismo (“oposición bilateral”).68 Sin embargo, en el
núcleo de su definición estaba “la presencia de partidos antisistema relevantes” como su
“primer rasgo distintivo”. 69 Tales partidos, sostuvo Sartori, abrazan una “ideología
extraña” que rechaza “los valores del orden político” y lidera cuestionar “la legitimidad del
régimen”. Situados a la “máxima distancia ideológica” del centro político, no se oponen
“al gobierno sino al propio sistema de gobierno”. En lugar de una “oposición sobre
cuestiones”, presentan una “oposición de principios”. 70 Aunque no discutió la naturaleza
cuantitativa versus cualitativa de la polarización, pareció suponer un salto cualitativo una
vez que el conflicto político cruzó ciertos umbrales de intensidad. La polarización política,
estipuló, implica el más alto grado de conflicto ideológico, el cual, a su vez, implica un
tipo distinto de conflicto: desafíos ideológicos directos al sistema democrático.

Los conceptos están anclados en sus contextos. Son hijos de su época.


En un escrito de mediados de la década de 1970, Sartori identificó seis ejemplos empíricos
de pluralismo polarizado en la historia de la democracia. En orden de “cercanía al tipo
“puro”71, estos fueron la Alemania de Weimar, la Italia de la posguerra y la Cuarta
República Francesa (como casos prototípicos), así como Chile (1945­1973), Finlandia
( 1945­1975) y España (1931­1936) (como casos más idiosincrásicos).72 El concepto de
Sartori arroja una aguda luz analítica sobre estos casos históricos. Capta su estructura
básica de conflicto: ataques poderosos y basados en principios al centro democrático
desde ambos lados del espectro político. Es decir, captura la estructura del conflicto que
definió la era de competencia sistémica entre el fascismo, el comunismo y la democracia,
“la era de los extremos”73 desde 1917 hasta 1989.
A pesar de los esfuerzos retóricos ocasionales por revivir el espíritu de confrontación
existencial entre grandes diseños ideológicos, esta era ya pasó. Algunos pueden decir
67
Reinhart Koselleck, Futuro pasado: sobre la semántica de los tiempos históricos (Frankfurt am Main:
Suhrkamp, 1979).
68
Sartori, Parties and Party Systems, 119 (todas las referencias a las páginas corresponden a la reedición de 2005, sin énfasis).
69
Sartori, Partidos y sistemas de partidos, 117.
70
Sartori, Parties and Party Systems, 118. Sobre las ambigüedades del concepto de “partidos antisistema”, véase Giovanni
Capoccia, “Anti­System Parties: A Conceptual Reassessment”, Journal of Theoretical Politics 14 (enero de 2002): 9– 35.

71
Sartori, Partidos y sistemas de partidos, 137.
72
Sartori, Partidos y sistemas de partidos, cap. VI. 2.
73
Eric J. Hobsbawm, La era de los extremos: una historia del mundo, 1914­1991 (Nueva York: Pantheon, 1994).
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14 Ciencia Política Trimestral

nunca existió. Incluso en la Europa de entreguerras, los antidemócratas reclamaron la


etiqueta democrática para sus proyectos dictatoriales,74 y durante la Guerra Fría, incluso
los partidos comunistas respetuosos de la ley a menudo se vieron proscritos en nombre
de la autodefensa democrática (como el Partido Comunista de Alemania en 1956). ). E
incluso en el mundo de certezas clasificatorias de Sartori, hubo una gran excepción, el
elefante en la sala del pluralismo polarizado: el Partido Comunista Italiano. Al clasificarlo
como “partido antisistema”,75 Sartori descartó su adopción tanto práctica como
programática de la democracia y legitimó su continua exclusión del gobierno nacional.
Claramente, al analizar su propio país, Sartori no se basó en declaraciones ideológicas
oficiales sino que ejerció su juicio político. En cualquier caso, hoy, en la era de la
democracia (e incluso en la era de su “crisis global”), las ideologías autoritarias abiertas se
han vuelto raras. Con la excepción del islamismo, el neonazismo y el Partido Comunista
Chino, los actores políticos contemporáneos profesan al menos de labios para afuera los
valores democráticos liberales. Incluso los fascistas, como Vladimir Putin, hablan el
lenguaje del antifascismo.76
La desarticulación de ideologías autoritarias no hace nada menos que destruir el
significado histórico de la polarización política. Ha vaciado su núcleo definitorio. Si, no
obstante, la noción ha resurgido, ¿qué ha reemplazado al conflicto sistémico abierto para
definir su naturaleza? ¿Cómo lo han trasladado los académicos de un mundo de grandes
confrontaciones entre ideologías políticas incompatibles a un mundo de convergencia
retórica entre autoproclamados demócratas?
A pesar de los debates contemporáneos sobre el ascenso global del iliberalismo y el
autoritarismo populista,77 los estudiosos de la polarización han buscado respuestas fuera
del criterio de Sartori de contención democrática en dos dimensiones no procesales del
conflicto político. Los estudiosos de la polarización ideológica se han centrado en la
distancia política entre campos políticos que abrazan ideas, intereses y valores opuestos.
Los estudiosos de la polarización afectiva se han centrado en la distancia emocional entre
los campos políticos que se ven unos a otros como jugadores de poder amorales.
Dentro de ambas escuelas de pensamiento, no hay acuerdo sobre la intensidad del
conflicto que marca la polarización. Sin embargo, dentro de ambos hay voces que asocian
la polarización con la presencia de percepciones de amenaza existencial que conducen a
un tipo específico de transgresión de las normas democráticas: el tratamiento de los
adversarios como enemigos políticos (intolerancia). Considero que éste es un criterio
persuasivo de polarización, aunque no el único. Después de revisar los debates sobre la
polarización que se han llevado a cabo en torno a estas dos dimensiones de ideología y
afecto, introduzco una tercera dimensión democrática que ha sido descuidada en la
literatura: la ruptura de la confianza democrática básica.

Polarización social
Cuando los grupos sociales se enfrentan entre sí en conflicto, es poco probable que lo
hagan con el corazón y la mente abiertos. En lugar de mirarnos unos a otros con emociones
74
Véase Jan­Werner Müller, Contesting Democracy: Political Ideas in Twentieth­Century Europe (New Haven y Londres: Yale
University Press, 2011).
75
Sartori, Partidos y sistemas de partidos, 16.
76
Timothy Snyder, “Deberíamos decirlo. Russia Is Fascist”, New York Times, 19 de mayo de 2022, consultado el 23 de mayo.
Febrero de 2023, https://www.nytimes.com/2022/05/19/opinion/russia­fascism­ukraine­putin.html.
77
Véase, por ejemplo, András Sajó, Renáta Uitz y Stephen Holmes, eds., Routledge Handbook of Illiberalism (Nueva York y
Londres: Routledge, 2021); y Nadia Urbinati, Yo, el pueblo: cómo el populismo transforma la democracia (Cambridge, MA: Harvard
University Press, 2019).
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Repensar la polarización política 15

neutralidad y equidad argumentativa, serán propensos a desarrollar actitudes negativas entre


sí: emociones negativas (antipatía) así como percepciones negativas (prejuicio). Los estudiosos
de la polarización social o afectiva destacan estas actitudes negativas entre las partes en
conflicto.
En el lado emocional, describen la polarización partidista como una relación de intensa
antipatía mutua. Por lo general, se basan en medidas de frialdad emocional y usan términos
como “disgusto”, “animosidad”, “hostilidad”, “odio” y “desprecio” para transmitir la intensidad de
los sentimientos negativos entre adversarios políticos.78 En el lado cognitivo , describen
patrones de prejuicio entre partidarios que combinan “evaluaciones positivas del endogrupo”
con “evaluaciones hostiles de exogrupos”. 79 Estos últimos suelen aparecer como portadores
“hipócritas, egoístas y de mente cerrada” de opiniones políticas extremas. 80 Como dijo Liliana
Mason En él, bajo el hechizo de la polarización social, “nuestros conflictos giran en gran
medida sobre quiénes pensamos que somos”81 y también, se podría agregar, sobre quiénes
pensamos que “ellos” son. Las prácticas sociales de creación de fronteras, como la segregación
residencial, la segregación comunicativa y la disminución de las tasas de matrimonios mixtos,
tienden a ampliar y endurecer la distancia tanto cognitiva como emocional entre los dos
campos.82
Aunque sólo cuatro de los veinte artículos de ciencia política más citados sobre polarización
enumerados en la Tabla A en el apéndice (ver materiales complementarios online) examinan
su dimensión emocional (todos con un enfoque en la polarización partidista entre los ciudadanos
estadounidenses), el estudio de la polarización política afectiva se ha expandido enormemente
en los últimos años.83 Arroja luz sobre aspectos centrales de las experiencias subjetivas de
polarización política de los ciudadanos. Aún así, creo que exige dos aclaraciones. En primer
lugar, su enfoque en las emociones tiende a oscurecer los orígenes de las emociones. Aunque
“ha habido poca o ninguna investigación que identifique los mecanismos subyacentes a la
polarización afectiva”,84 las emociones y las percepciones probablemente se refuerzan entre
sí. En lugar de ser aleatorias o irracionales, las emociones compartidas que sustentan la
polarización afectiva probablemente se basen en razones compartidas. Es bastante plausible
que sean “emociones evaluativas” que surgen de creencias sobre el “comportamiento o
carácter” (positivo o negativo) de los actores sociales.85 Los prejuicios mutuos entre grupos
alimentan sus
antipatías mutuas.86 En segundo lugar, dentro de la literatura sobre temas afectivos Debido
a esta polarización, el tratamiento del prejuicio grupal tiende a mezclar dos dominios de
evaluación: fallas cognitivas de los adversarios (como la estupidez, la ignorancia y la
incompetencia) y fallas morales (como la deshonestidad, la crueldad y el egoísmo). Los prejuicios sociales son

78
Véase, por ejemplo, Reiljan, “'Fear and Loathing'”; Laengle, Loyola y Tobón­Orozco, “Negociación bajo
Polarización”, 1–2; y McCoy, Rahman y Somer, “Polarización”, 19.
79
Iyengar y Westwood, “Miedo y asco”, 690.
80
Iyengar et al., “The Origins and Consequences”, 130, 134. Véase también la Tabla A. (ver materiales complementarios
en línea) en el Apéndice en línea (columna “Percepción de los adversarios”).
81
Mason, Acuerdo incivil, 4.
82
Véase, por ejemplo, Anna Braun, “La mayoría de los demócratas que están buscando una relación no considerarían salir con
un votante de Trump”, Pew Research Center (24 de abril de 2020), consultado el 26 de febrero de 2023 , https://www.pewresearch.org/
fact­tank/2020/04/24/la mayoría de los demócratas­que­están­buscando­una­relación­no­ considerarían­salir­con­un­votante­de­
trump/.
83
Iyengar et al., “The Origins and Consequences”, ofrecen una visión general del debate estadounidense.
84
Iyengar et al., “Los orígenes y las consecuencias”, 141.
85
Jon Elster, Explicando el comportamiento social: más aspectos prácticos para las ciencias sociales, rev. ed. (Cambridge,
Reino Unido: Cambridge University Press, 2015), 142.
86
Sobre el “fundamento racional” de la polarización afectiva, véase también Abramowitz, “The Polarized American Electorate”,
672.
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dieciséis
Ciencia Política Trimestral

Cuando los grupos desarrollan opiniones negativas sobre otros colectivos, pueden acusarlos
de muchas faltas. Es posible que cuestionen su capacidad para comprender la palabra y
formular y aplicar políticas eficaces. Estas críticas cognitivo­instrumentales, que presuponen
buena fe y admiten medidas correctivas, son el pan de cada día de la competencia democrática.
Desde una perspectiva democrática, es más preocupante cuando las comunidades imaginadas
consideran a los demás como amorales, dividiendo la palabra en gente buena (“nosotros”) y
gente mala (“ellos”). Es probable que estas divisiones morales sean fundamentales para la
polarización social. En lugar de ser meros correlatos de las emociones, es probable que los
juicios morales definan la calidad y la intensidad de emociones como la ira y la indignación
(que responden a experiencias de injusticia). Lo más probable es que sea la división moral del
mundo político en buenos y malos (“polarización moral”) la que engendra su división emocional
en personas agradables y desagradables (“polarización afectiva”).87

Identidad e ideología Si la
polarización política prospera en “una visión maniquea, de 'nosotros contra ellos' del mundo
político”,88 con todas las antipatías y prejuicios que la acompañan, ¿cuáles son las cuestiones
sustantivas que generan divisiones morales y emocionales tan profundas? seguros en la
comunidad política? Las opiniones de los académicos están divididas. Algunos piensan que
estos antagonismos colectivos tienden a estar anclados en “divisiones profundas y de larga
data”89. Otros piensan que son potencialmente infundados.
Por un lado, desde las reflexiones históricas de Sartori sobre el pluralismo polarizado, los
estudiosos de la polarización ideológica han visto la polarización política como una expresión
de intensos conflictos sobre ideas, intereses o valores (divisiones sociales). Surge cuando los
actores políticos abandonan el término medio político y abrazan el “extremismo político”. 90
La correspondiente “distancia ideológica” entre ellos convierte la política democrática en “un
campo de batalla entre bloques rivales, cada uno de los cuales representa una amenaza
existencial para el otro”. 91 En Desde este punto de vista, la polarización política es una
consecuencia de la polaridad política, es decir, la divergencia extrema de las posiciones políticas.92
Por otro lado, los estudiosos de la polarización social o afectiva sostienen que la
polarización puede desarrollarse sin ningún motivo sustancial de conflicto. Puede surgir de la
lógica pura de la competencia entre grupos sociales que pueden no diferir sustancialmente
en sus intereses o ideologías. Tomando sus intuiciones teóricas de la teoría de la identidad
social desarrollada por Mustafer Sherif, Henri Tajfel y otros, 93
87
Sobre la moralización política polarizadora, véase Kristin N. Garrett y Alexa Bankert, “The Moral Roots of Partisan
Division: How Moral Conviction Heightens Affective Polarization”, British Journal of Political Science 50 (abril de 2020): 621–
40; y Wolfgang Merkel, “Nuevas crisis: ciencia, moralidad y democracia en el siglo XXI ”, Filozofija i društvo 33, no. 1 (2022):
265–77.
88
Iyengar, Sood y Lelkes, “Afecto, no ideología”, 421.
89
Murat Somer y Jennifer L. McCoy, “Transformations Through Polarizations and Global Threats to Democracy”, The
ANNALS of the American Academy of Political and Social Science 681 (enero de 2019): 8–22, en 15.

90
Graham y Svolik, “¿Democracia en Estados Unidos?”, 392.
91
Murat Somer, Jennifer L. McCoy y Russell E. Luke, “Polarización perniciosa, autocratización y
Estrategias de oposición”, democratización 28, no. 5 (2021): 929–48, en 3.
92
Véase también Nancy Bermeo, Ordinary People in Extraordinary Times: The Citizenry and the Breakdown of
Democracy (Princeton y Oxford: Princeton University Press, 2004); y Eric Groenendyk, Michael W. Sances y Kirill Zhirkov,
“Intraparty Polarization in American Politics”, Journal of Politics 82 (octubre de 2020): 1616–20.

93
Véase, por ejemplo, Henri Tajfel, “Experiments in Intergroup Discrimination”, Scientific American 223 (noviembre de
1970): 96–103; Henri Tajfel, Michael G. Billig, Robert P. Bundy y Claude Flament, “Social Categorization and Intergroup
Behaviour”, European Journal of Social Psychology 1 (abril­junio de 1971): 149–78; y Muzafer Sherif, “Experiments in Group
Conflict”, Scientific American 195 (noviembre de 1956): 54–59.
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Repensar la polarización política 17

Esta escuela de pensamiento concibe el acto mismo de categorización social como el acto
original y generativo de polarización. Traza un límite entre los individuos y el resto sigue. Una
vez que se logra la “identificación y diferenciación grupal”,94 la dinámica de polarización que
se refuerza a sí misma sigue su curso.95 En esta perspectiva, la polarización política aparece
no principalmente como un fenómeno político sino sociopsicológico. Más que una
confrontación de ideas o intereses, es un “choque de identidades”96 que activa “tendencias
humanas primarias hacia el aislamiento y la comparación grupal”.97 Debido a que su fuerza
primaria es psicológica, la polarización afectiva no necesita una divergencia genuina de
intereses o intereses. ideas para prosperar. El desprecio mutuo entre los dos grupos es
endógeno a su lucha competitiva. Al igual que los aficionados al deporte, animan a su propio
equipo y quieren verlo victorioso, mientras que desprecian al otro y lo quieren derrotado. No
necesitan agravios ni ideologías para alimentar sus pasiones.

Ambas dimensiones de la polarización social –la polarización moral entre actores en


conflicto así como su consiguiente polarización afectiva– parecen estar fuertemente
correlacionadas con la polarización política. La teoría de la identidad social parece estar bien
equipada para explicar su fuerza centrífuga, pero está menos claro que pueda explicar sus
orígenes. Las principales objeciones contra la designación de distinciones de grupo como
motores primarios de la polarización son tres. Una es la variación empírica: sólo unas pocas
de las innumerables distinciones colectivas en las democracias liberales se traducen en
conflictos polarizadores. Otra es la superposición conceptual: la mera polarización emocional
sin contenido político es insuficiente para identificar casos de polarización política; de lo
contrario, tendríamos que hablar de polarización política siempre que grupos sociales, como
los aficionados al deporte, se detesten entre sí, incluso si nada los divide en términos políticos.
Una tercera objeción es la despolitización: incluso si las fuentes de hostilidad y prejuicio no
son ideológicas, pueden ser políticas más que psicológicas.
Quizás, al analizar los desacuerdos políticos, hemos estado mirando al lugar equivocado. Las
disputas sobre compromisos democráticos pueden ser más destacadas que las disputas
sobre ideología (como describiré más adelante).
En general, las investigaciones existentes sobre el papel de las ideologías y las emociones
en la polarización política nos han obligado a reconocer que la relación entre la distancia
emocional e ideológica es contingente. La animosidad partidista y el desacuerdo político son
dos dimensiones independientes que pueden o no estar relacionadas. Uno puede prescindir
del otro.98 Los adversarios políticos pueden verse unos a otros con intensa hostilidad incluso
si comparten visiones políticas similares del mundo. Por el contrario, pueden tener visiones
del mundo incompatibles, pero aún así verlas con respeto genuino.99 Aunque la literatura
estadounidense ha enfatizado la “débil asociación entre polarización ideológica y afectiva”,100
el grado en que la hostilidad partidista deriva

94
Nugent, "La psicología de la represión".
95
Entre otros, véase Nicholas Dias e Yphtach Lelkes, “The Nature of Affective Polarization: Disentangling Policy
Disagreement From Partisan Identity”, American Journal of Political Science 66 (julio de 2022): 775–90; Iyengar et al., “Los
orígenes y consecuencias”; Iyengar y Westwood, “Miedo y asco”; Mason, Acuerdo incivil; Klein, Por qué estamos polarizados.

96
Mason, Acuerdo incivil, 8.
97
Mason, Acuerdo incivil, 11.
98
Véase también Roberts, “Populismo y polarización”, 5–7.
99
Roberts, “Populismo y polarización”, 19.
100
Iyengar, Sood y Lelkes, “Affect, Not Ideology”, 424. Para una evaluación divergente, véase Abramowitz,
"El electorado estadounidense polarizado".
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18 Ciencia Política Trimestral

de divergencias políticas genuinas parece ser altamente “variable”101 en otras democracias


polarizadas.102
En cuanto a la cualidad distintiva y extraordinaria de los conflictos polarizadores, los debates
sobre la polarización tanto ideológica como afectiva conducen a la misma conclusión. En sí
mismos, los desacuerdos políticos, así como los sentimientos de antipatía, son ingredientes
comunes de la competencia democrática. Sin embargo, lo son bajo una condición crucial:
siempre y cuando se mantengan dentro de los límites de la tolerancia democrática.

Intolerancia política
Dado que los partidos autoidentificados como antidemocráticos han desaparecido o se han
vuelto marginales en la mayoría de las democracias después del final de la Guerra Fría, los
autores contemporáneos generalmente no siguen a Sartori e incluyen, o incluso consideran,
su presencia como un atributo definitorio de la polarización política. Sin embargo, a menudo
describen un tipo específico de transgresión de las normas democráticas como un elemento
intrínseco de polarización que explica sus consecuencias perniciosas: la “intolerancia”.
En los conflictos democráticos, “el oponente no debe ser considerado como un enemigo que
debe ser destruido, sino como un adversario cuya existencia es legítima y debe ser tolerada”.
104 Los actores intolerantes rompen esta norma democrática de reconocimiento mutuo. Al
negarse a reconocer a sus adversarios como participantes legítimos en la arena democrática,
los tratan como enemigos que no merecen la misma posición política. Ver a los demás como
enemigos políticos no implica necesariamente un deseo de aniquilación física en el espíritu de
Carl Schmitt,105 ni siquiera una determinación de expulsarlos del debate y la competencia
políticos. Sin embargo, como mínimo, implica la idea de que representan algún tipo de amenaza
existencial y, por lo tanto, pierden su derecho a un trato justo y a una protección democrática
igualitaria.

La propagación de la intolerancia política ha sido un tema recurrente en los estudios sobre


la polarización política. Según una observación común, en ambientes polarizados, los
sentimientos hostiles a menudo se traducen en prácticas hostiles entre los actores políticos
que comienzan a “resignificar a los adversarios políticos como enemigos que deben ser
erradicados mediante un gobierno autoritario”. 106 Abandonando los valores democráticos de
pluralismo y respeto mutuo, se involucran en “la deslegitimación de los oponentes políticos”,107
“la difamación de los oponentes políticos”108 o “la demonización y deshumanización de los
oponentes legítimos”.109 En esencia, estas observaciones sobre la cualidad tóxica de la
polarización que convierte la política en un “existencialismo” lucha”110 capturan la
transformación de la competencia limitada en confrontación ilimitada. En términos de Chantal Mouffe,
101
McCoy, Rahman y Somer, “Polarización”, 17.
102
Véase también Dias y Lelkes, “The Nature of Affective Polarization”; Nugent, “La psicología de
Represión"; y Roberts, "Populismo y polarización".
103
Mason, Acuerdo incivil, 6.
104
Chantal Mouffe, The Return of the Political (Londres y Nueva York: Verso, 2005, orig. 1999),
105
Carl Schmitt, El concepto de lo político (Múnich y Leipzig: Duncker & Humblot, 1932).
106
Stavrakakis, “Paradojas de la polarización”, 49.
107
Carothers y Feldmann, “La intensificación de la política divisoria”, 1.
108
McCoy, Rahman y Somer, “Polarización”, 35.
109
Stavrakakis, “Paradoxes of Polarization”, 45. Véase también, entre muchos otros, Arbatli y Rosenberg,
“United we Stand”, 298; Garrett y Bankert, “The Moral Roots”, 637; McCoy, Rahman y Somer, “Polarización”, 19;
Roberts, “Populismo y polarización”, 17; Somer, McCoy y Luke, “Pernicious Polarization”, pág. 10.

110
McCoy, Rahman y Somer, “Polarización”, 21.
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Repensar la polarización política 19

Describen el paso del conflicto “agonístico” al “antagonista”111 en el que los oponentes se convierten
en enemigos “que deben ser derrotados a toda costa”. 112 Podría decirse que esta transición no es
sólo una característica “ubicua”113 sino una característica definitoria de la polarización política.
Como han señalado numerosos autores (más o menos indirectamente), los enfrentamientos de gran
intensidad y en los que hay mucho en juego no son polarizadores en sí mismos, sino que sólo lo son
cuando las partes en conflicto comienzan a violar los principios de tolerancia democrática.114
Marcar la transición de lo ordinario a lo extraordinario En los conflictos, la intolerancia política empuja
a los actores a la polarización.
Los conceptos a menudo se basan en supuestos causales o “modelos causales”. 115 Al
previsualizar toda la arquitectura conceptual de la polarización política que me esfuerzo por
reconstruir, la figura 2 ilustra mis intuiciones causales sobre las dimensiones ideológicas y sociales
de la polarización política. Dentro de la dimensión ideológica, la figura indica sus dos partes
componentes: conflictos materiales sobre intereses y conflictos normativos sobre valores.
Dentro de la dimensión social, la flecha causal descendente que va del rechazo moral al emocional
indica el estatus derivado que le atribuyo a este último, mientras que las dos flechas horizontales
representan la polarización moral en sí misma como endógena a las percepciones de amenaza, ya
sea ideológicas o democráticas. Las flechas hacia arriba que conectan ambas dimensiones con la
intolerancia política indican el inicio de la polarización: la transición de los conflictos democráticos
ordinarios a la lógica extraordinaria del conflicto desatado. Como violación de las normas democráticas,
la intolerancia política forma parte de la tercera y olvidada dimensión democrática de la polarización.
Sin embargo, las disputas sobre las transgresiones de las normas democráticas van mucho más allá
de las “luchas por el reconocimiento”116 entre adversarios políticos.

La dimensión democrática Cuando los

ciudadanos perciben a sus adversarios políticos como enemigos o fuentes de amenaza existencial,
pueden estar preocupados por cuestiones de política o por normas democráticas.
Es posible que tengan “temores sustanciales” acerca de las políticas públicas que amenazan sus
intereses vitales o sus valores fundamentales. O pueden tener “temores procesales” acerca de actos
o actores políticos que amenazan los cimientos de la coexistencia democrática.117 Al enmarcar el
debate sobre la naturaleza de la polarización como bidimensional, con la divergencia ideológica y la
antipatía social compitiendo por la primacía, la alfabetización actual La actual tendencia sobre la
polarización ha tendido a excluir esta tercera dimensión, la democrática: el temor de que los propios
cimientos de la coexistencia democrática, las reglas básicas de una resolución democrática abierta y
justa de los conflictos, se vean amenazados por adversarios políticos.
Según una famosa metáfora, “la democracia se consolida cuando, en determinadas condiciones
políticas y económicas, un sistema particular de instituciones se convierte en el único juego posible”.

111
Mouffe, El retorno de lo político.
112
Abramowitz, “El electorado estadounidense polarizado”, 671.
113
Jennifer McCoy y Murat Somer, “Hacia una teoría de la polarización perniciosa y cómo daña las democracias:
evidencia comparativa y posibles remedios”, The ANNALS of the American Academy of Political and Social Science 681
(noviembre de 2019): 234–271, en 259.
114
Véase, por ejemplo, Diamond, “Democratic Regression”; Iyengar et al., "Los orígenes y las consecuencias",
136; McCoy y Somer, “Hacia una teoría de la polarización perniciosa”, 258; y Simon Schama, “Onward Christian Soldiers”,
The Guardian (5 de noviembre de 2004), consultado el 26 de febrero de 2023, https://www.theguardian. com/world/2004/
nov/05/usa.uselections2004.
115
Gary Goertz, Conceptos de ciencias sociales: una guía del usuario (Princeton y Oxford: Princeton University Press,
2006).
116
Axel Honneth, Lucha por el reconocimiento: sobre la gramática moral de los conflictos sociales (Frankfurt am Main:
Suhrkamp, 1992).
117
Sobre estas dos dimensiones, véase Schedler, “Basic Democratic Trust”.
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20 Ciencia Política Trimestral

Figura 2. La estructura causal de la polarización política


Fuente: Elaboración del autor.

en la ciudad, cuando nadie puede imaginarse actuando fuera de las instituciones democráticas”.
118 En situaciones tan felices, “todos los actores del sistema político [se han] acostumbrado al
hecho de que el conflicto político se resolverá de acuerdo con las normas establecidas”. 119 Para
Sartori, el pluralismo polarizado era un sistema en el que las reglas democráticas básicas estaban
bajo ataque abierto por enemigos autoproclamados de la democracia en ambos extremos del
espectro político. Su sola presencia impidió la consolidación de un consenso democrático procesal.

En los procesos contemporáneos de polarización, por el contrario, la fuerza vinculante de las


normas e instituciones democráticas establecidas no es cuestionada por los enemigos declarados
de la democracia, sino por los sospechosos. El sello distintivo de estos procesos no es la
competencia ideológica sino la ruptura de la “confianza democrática básica”, es decir, la confianza
que los actores políticos tienen en el respeto universal de las normas democráticas básicas por
parte de todos los actores.120 Los procesos de polarización se desencadenan cuando dicha
confianza se erosiona y Los actores políticos comienzan a dudar de los compromisos democráticos
de sus contendientes. Llegan a su culminación cuando éste se derrumba, y los actores acaban percibiendo cada uno

118
Przeworski, Democracia y mercado, 26.
119
Juan J. Linz y Alfred Stepan, Problemas de la transición y consolidación democrática: Europa del sur, América del Sur y la
Europa poscomunista (Baltimore y Londres: Johns Hopkins University Press, 1996), 5.
120
Véase Schedler, “Confianza democrática básica”.
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Repensar la polarización política 21

otros como un peligro claro y presente para la democracia. Si la escalada de los conflictos ideológicos
y sociales puede llevar a los adversarios a describirse unos a otros como enemigos políticos, la
escalada de la desconfianza democrática puede llevarlos a describirse unos a otros como enemigos
democráticos.
En democracia, la “categoría del 'enemigo' no desaparece sino que es desplazada; sigue siendo
pertinente con respecto a aquellos que no aceptan las 'reglas del juego' democráticas y que, por lo
tanto, se excluyen de la comunidad política”. 121 En la era contemporánea de ambigüedad
democrática, no podemos identificar a esos enemigos democráticos sobre la base de su autoproclamado
rechazo ideológico a la democracia liberal. Más bien, necesitamos hacer inferencias indirectas de lo
que dicen y hacen. La Figura 2 ilustra dos justificaciones alternativas (fuera del ámbito de la enemistad
democrática abierta) para tales juicios: manifestaciones de tolerancia política (impulsadas por
percepciones de amenaza ideológica o moral) y denuncias públicas de otras formas de violación de
normas democráticas (percepciones de amenaza democrática). . Los fundamentos empíricos de tales
inferencias pueden ser firmes o endebles, y sus fundamentos teóricos pueden ser de sentido común o
idiosincrásicos. Podrán formularse de buena o de mala fe. En todo caso, estarán obligados a ser
impugnados por el imputado.

En consecuencia, en el paso histórico de enemigos democráticos autodeclarados a enemigos


democráticos designados, el conocimiento común sobre la agenda antidemocrática de los actores
extremos ha dado paso a disputas colectivas sobre el cumplimiento de las normas democráticas por
parte de los actores de la corriente principal. La disputa sobre los ideales democráticos ha sido
sustituida por la disputa sobre los compromisos democráticos. El resultado, sin embargo, es similar:
profundas ansiedades sobre la fuerza vinculante de las normas democráticas básicas. Ya sea a
través de la presencia sensata de actores autoproclamados antidemocráticos o de la presencia
polémica de actores sospechosos de ser antidemocráticos, la política polarizada significa el fin de la
consolidación democrática. Implica que la democracia ha dejado de ser el único juego disponible.
En los contextos polarizados actuales, estos temores democráticos tienden a afectar a ambos lados
de la división política. Para los demócratas liberales, tanto dentro como fuera del mundo académico, a
menudo parece evidente quiénes son “los enemigos de la democracia”: las “listas popu autoritarias”.
122 Sin embargo, en la mayoría de los casos, incluso si nosotros (“ nosotros los académicos” o
“nosotros los liberales”) tienden a pasarlo por alto o descartarlo, las acusaciones de comportamiento
antidemocrático no son unilaterales sino recíprocas. En el discurso de los presuntos autoritarios, los
roles democráticos suelen estar invertidos: son ellos quienes defienden la democracia contra sus
enemigos. En consecuencia, ambos bandos tienden a verse y describirse mutuamente como enemigos
de la democracia (mientras ambos rechazan estas acusaciones y se presentan como mejores
demócratas). Ambos participan en la enemografía democrática (la percepción “a nuestros ojos” de los
adversarios como enemigos democráticos) así como en la enemografía democrática (la descripción o
“dibujo” de los adversarios como enemigos democráticos). Y aunque, por supuesto, no debemos
tomar tales creencias o representaciones al pie de la letra, debemos estar preparados para ver incluso
afirmaciones débiles o infundadas resonar entre audiencias receptivas.

Esta dinámica recíproca se desarrolló de manera paradigmática en Estados Unidos después de las
elecciones presidenciales de 2020. Después de haber pasado sus cuatro años en el cargo retratando
a los demócratas como enemigos de la democracia,123 Donald Trump intensificó sus acusaciones
hasta convertirlas en una campaña fraudulenta generalizada sobre un fraude electoral generalizado que

121
Mouffe, El regreso de lo político, 14­15.
122
Pippa Norris y Ronald Inglehart, Reacción cultural: Trump, Brexit y populismo autoritario
(Cambridge, Reino Unido: Cambridge University Press, 2019).
123
Para obtener una documentación amplia, consulte el Archivo de Twitter de Trump (https://www.thetrumparchive.com/).
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22 Ciencia Política Trimestral

persuadió a alrededor de un tercio del electorado de que los demócratas le habían robado
las elecciones.124 Hoy en día, partes significativas de ambos partidos ven al otro como
una amenaza existencial a la
democracia.125 Las acusaciones recíprocas de enemistad democrática no son de
ninguna manera exclusivas de Estados Unidos. . Para citar sólo algunos ejemplos recientes
de América Latina: con su nostalgia por el gobierno militar y el constante empoderamiento
de los militares durante su mandato,126 el presidente brasileño Jair Bolsonaro se había
ganado una sólida reputación como figura autoritaria. Sin embargo, hacia el final de su
mandato, él mismo acusó a la izquierda de planear impedir su reelección mediante un
fraude electoral,127 lo que impulsó a sus seguidores a asaltar la sede del poder federal en
Brasilia el 8 de enero de 2022, sólo unos días después de su debidamente su sucesor electo
había asumido el cargo.128 En México, los opositores del presidente Andrés Manuel López
Obrador lo ven como un populista intolerante y autoritario que se esfuerza por concentrar el
poder y subordinar a la Corte Suprema, las autoridades electorales, los medios de
comunicación y la sociedad civil. Él, a su vez, los denuncia como golpistas corruptos que
aspiran a restaurar el antiguo régimen autoritario.129 En la crisis postelectoral de Bolivia de
2019 que puso fin a la presidencia de Evo Morales, protestas y contraprotestas masivas, a
veces con enfrentamientos mortales, fueron impulsadas por narrativas contrapuestas de
manipulación de votos. versus golpismo.130 En las elecciones presidenciales de 2021 en
Perú, los dos principales candidatos intercambiaron dramáticas acusaciones de autoritarismo
y, tan pronto como llegaron los resultados ajustados, eligieron fraude oral.131 El autogolpe
fallido del presidente Pedro Castillo en A finales de 2022 reavivaron
las acusaciones mutuas de comportamiento autocrático de manera dramática.132 En
contextos de polarización, es fácil observar acusaciones mutuas de autoritarismo entre
actores políticos (aunque a veces también unilaterales). ¿Es posible encontrar contraejemplos de conflictos
¿Existe algún agente destacado de polarización cuyos compromisos democráticos fueran
indiscutibles? ¿Y hay alguien que no cuestionaría los compromisos democráticos de sus
adversarios? ¿Hemos visto alguna vez un cisne negro de polarización entre actores políticos
que se reconocen mutuamente como demócratas dignos de confianza? El

124
Robert Griffin y Mayesha Quasem, “Crisis de confianza: cómo las elecciones de 2020 fueron diferentes”,
junio de 2021, consultado el 22 de febrero de 2023, https://www.voterstudygroup.org/publication/crisis­of­confidence;
y Nathaniel Persily y Charles Stewart III, “The Miracle and Tragedy of the 2020 US Election”, Journal of Democracy
32 (abril de 2021): 159–78.
125
Jennifer Agiesta y Ariel Edwards­Levy, “CNN Poll: Most Americans Feel Democracy Is Under Attack in the
US”, CNN, 15 de septiembre de 2021, consultado el 23 de febrero de 2023, https://edition.cnn.com/2021/09/15 /
politics/ cnn­poll­most­americans­democracy­under­attack/.
126
Karabekir Akkoyunlu y José Antonio Lima, “Brazil's Stealth Military Intervention”, Journal of Politics in Latin
America 14 (abril de 2022): 31–54. Tom Phillips, “Lula lanza campaña para recuperar la presidencia brasileña de
Bolsonaro”, Guardian (7 de mayo de 2022), consultado el 26 de febrero de 2023 , https://www.theguardian.com/
world/2022/may/07/lula­launches­campaign ­reclamar­la­presidencia­brasileña­a­bolsanaro.
127
Naira Galarraga Gortázar, “Bolsonaro Agita el Fantasma del Fraude en las Próximas Elecciones con Videos
Viejos y Teorías Desmentidas,” El País (30 July 2021), accessed 26 February 2023, https://elpais.com/ internacional/
2021­07­30/bolsonaro­agita­el­fantasma­del­fraude­en­las­proximas­elecciones­con­videos­viejos­y teorias­
desmentidas.html.
128
Jack Nicas, “¿Qué impulsó un ataque masivo a la capital de Brasil? Mass Delusion”, New York Times (9 de
enero de 2023), consultado el 28 de febrero de 2023, https://www.nytimes.com/2023/01/09/world/americas/brazil­
riots bolsonaro­conspiracy­theories.html.
129
Alejandro Monsiváis­Carrillo, “¿Ganadores felices, partisanos doloridos? Confianza política, partidismo y
asalto populista a la integridad electoral en México”, Journal of Politics in Latin America 15 (abril de 2023): 72–95.
130
Fabrice Lehoucq, “Bolivia's Citizen Revolt”, Journal of Democracy 31 (julio de 2020): 130–44.
131
Paula Muñoz, “Peru Goes Populist”, Journal of Democracy 32 (julio de 2021): 48–62.
132
See, for instance, Inés Santaeulalia, “Los Rostros de las Protestas en Perú: ‘Estaremos Aquí Hasta la Batalla
Final,’” El País (18 December 2022), accessed 26 February 2023, https://elpais.com/internacional/ 2022­12­18/los­
rostros­de­las­protestas­en­peru­estaremos­aqui­hasta­la­batalla­final.html.
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Repensar la polarización política 23

La respuesta, creo, es negativa. Al parecer, los casos genuinos de polarización, en los que
“campos políticos enemigos… se oponen radicalmente entre sí”133 casi siempre involucran
controversias públicas sobre los compromisos democráticos de los actores.
Entre los veinte artículos sobre polarización más citados (en la Tabla A; ver materiales
complementarios en línea), sólo uno hace una referencia sustancial a la “desconfianza mutua”
entre actores que se perciben mutuamente como una “amenaza existencial”. 134 Fuera de los
veinte primeros, la idea de que los campos polarizados son “mutuamente desconfiados” 135 es
más común.136 La idea precisa Sin embargo, los ámbitos de miedo y desconfianza mutuos
tienden a seguir sin estar claros. ¿Qué es lo que los bandos políticos se temen unos a otros?
Pocos autores han reconocido la omnipresencia de la desconfianza democrática básica en
contextos de polarización.
En sus estudios de caso del sudeste asiático, Slater y Arugay observan que los procesos de
polarización están impulsados por controversias sobre el abuso de poder por parte de figuras
polarizadoras, con acusaciones recíprocas de transgresión de las normas democráticas.137 En
su análisis de la polarización en Turquía bajo Erdoğan, Laebens y Öztürk enfatiza la reciprocidad
de las percepciones de amenazas tanto económicas como democráticas: “los partidarios del
partido gobernante tienen casi la misma probabilidad que los partidarios del partido de oposición
de percibir a otros partidos como una amenaza para sus derechos y su bienestar”. 138 En su
discusión conceptual sobre el populismo y la polarización, Roberts describe la captura partidista
de las instituciones democráticas y la consiguiente contestación sobre su naturaleza democrática
como un subtipo de política polarizada que denomina “polarización institucional”. 139
Finalmente, en su trabajo comparativo sobre la polarización, McCoy y Somer encuentran que
los actores polarizadores a menudo activan profundamente “ divisiones formativas” sobre la
identidad nacional y persiguen proyectos “transformadores” de exclusión o inclusión democrática
contra una oposición intensa.140 Debido a que estos conflictos tocan los fundamentos mismos
del sistema de gobierno democrático, implican evaluaciones contradictorias sobre la naturaleza
y los portadores del progreso y el retroceso democráticos. 141 Sin embargo, en general, tales
referencias a percepciones recíprocas de amenazas democráticas son excepcionales y tienden
a carecer de una elaboración sistemática. Aunque abundan las acusaciones mutuas de
comportamiento antidemocrático entre los protagonistas de la política polarizadora, han recibido
escasa atención en la literatura sobre polarización.

Conclusión
Reunamos los puntos principales de nuestra incursión en el terreno inhóspito de la polarización
política. Es bastante sencillo comprender la política.
133
Arbatli y Rosenberg, “United We Stand”, 288–89.
134
Iyengar et al., “Los orígenes y las consecuencias”, 136, 141.
135
McCoy y Somer, "Hacia una teoría de la polarización perniciosa", 234.
136
Véase, por ejemplo, Abramowitz, “The Polarized American Electorate”, pp. 647–48; Carothers y Feldmann,
“La intensificación de la política divisoria”, 1; García y Mallen, “Polarización”, 63; McCoy, “Hiperpolarización”, 6;
Reiljan, “'Miedo y asco'”, 377; Murat Somer, “Viejas y nuevas polarizaciones y democratizaciones fallidas en
Turquía”, en The Oxford Handbook of Turkish Politics, ed. Güneş Murat Tezcür (Oxford, Reino Unido: Oxford
University Press, 2020), 4.
137
Dan Slater y Aries A. Arugay, “Polarizing Figures: Executive Power and Institutional Conflict in Asian
Democracies”, American Behavioral Scientist 62 (enero de 2018): 92–106, en 93.
138
Melis G. Laebens y Aykut Öztürk, “Partidismo y autocratización: polarización, asimetría de poder e
identidades sociales partidistas en Turquía”, Comparative Political Studies 54 (febrero de 2021): 245–279, en 247.
139
Roberts, "Populismo y polarización", 18­19.
140
Somer y McCoy, “Transformaciones mediante polarizaciones”, 15­17.
141
Somer y McCoy, “Transformaciones mediante polarizaciones”, 11.
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24 Ciencia Política Trimestral

polarización como una forma de conflicto público (en lugar de una mera agrupación de disposiciones
ideológicas) y establecer su carácter genérico como una confrontación política arraigada en el nivel
más alto de la política entre comunidades imaginadas cuyo antagonismo tiende a absorber, dominar
o desplazar. otras escisiones. Esta determinación formal, ideal­típica, de la estructura de la
macropolarización nos permite desaconsejar, en nombre de la validez conceptual, usos del término
que lo equiparan con una mera diferenciación programática entre partidos. Sin embargo, no resuelve
la tarea más controvertida de identificar, en nombre de la diferenciación conceptual, los rasgos
definitorios que distinguen la polarización de las formas “normales” de competencia bipartidista. Ha
habido poca claridad o consenso sobre los criterios que convierten un conflicto democrático
ordinario en una situación extraordinaria de polarización.

La literatura ha destacado dos fuentes de conflicto que podrían empujar a un sistema político
democrático de una competencia saludable a una competencia patológica: la distancia ideológica y
afectiva entre los campos políticos. Sin duda, ambos son enormemente importantes en las políticas
polarizadas. Puede ser algo así como “una ley de hierro de polarización” que crea profundas
divisiones emocionales entre las partes en conflicto. Estos no tienen por qué derivar de desacuerdos
sustanciales, pero a menudo van de la mano de choques discordantes sobre políticas públicas. Sin
embargo, tanto la discordia ideológica como la aversión afectiva son ingredientes estándar de una
competencia democrática vibrante. De acuerdo con intuiciones arraigadas en la literatura, he
sugerido que se convierten en conflictos extraordinarios y polarizadores cuando dan lugar a la
intolerancia política, es decir, cuando los contendientes políticos pasan del agonismo regido por
reglas entre adversarios al antagonismo ilimitado entre enemigos.

Cuando los actores, impulsados por el fervor ideológico o la indignación moral, retiran el
reconocimiento democrático a sus adversarios, es probable que sus enemigos designados se den
cuenta. Tratados como enemigos políticos, tienen motivos para ver a sus adversarios como
enemigos democráticos. Pero rara vez es ésta la única razón para hacerlo. En contextos
polarizadores, es poco probable que la intolerancia política sea la única transgresión de las normas
democráticas básicas. Dada la naturaleza autorreforzante de las percepciones del enemigo, es
probable que se acumulen los agravios democráticos. Las afirmaciones y contrademandas de
violaciones de las normas democráticas tienden a endurecerse en narrativas en las que ambas
partes se describen mutuamente como amenazas existenciales a la democracia.
He propuesto concebir tales disputas sobre compromisos democráticos y la destrucción
concomitante de la confianza democrática básica como la tercera dimensión de la polarización.
Volver a incluir esta dimensión democrática en el debate sitúa las incertidumbres procesales en el
centro de los conflictos polarizadores. Como implica, el temor principal que atenaza a los
participantes en una política polarizada puede no provenir de amenazas percibidas contra su
bienestar económico, seguridad física, identidad grupal, visiones del mundo, formas de vida o
convicciones morales. Más bien, puede surgir de amenazas percibidas contra el orden democrático.
En lugar de temer la pérdida de beneficios materiales o la destrucción de valores morales, pueden
temer la subversión de la democracia. Las implicaciones institucionales de tales temores son
dramáticas.
En esencia, significan el fin de la consolidación democrática. Cuando los contendientes políticos
llegan a verse unos a otros como enemigos de la democracia, la democracia mira al abismo. La
noción de que puede constituir “el único juego disponible” se vuelve ingenua, un eco nostálgico de
un pasado lejano. Una vez que ya no se puede confiar en que sus participantes sigan sus reglas
fundamentales, el juego comienza a disolverse, y la ciudad también.
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Repensar la polarización política 25

Material complementario
Material complementario está disponible en Political Science Quarterly en línea.

Agradecimientos
Agradezco a Ana Arjona, Albena Azmanova, Samuel Bagg, Rochana Bajpai, Udit
Bhatia, Zsolt Boda, András Bozóki, László Bruszt, Giovanni Capoccia, Christopher
Claassen, Michael Coppedge, Kent Eaton, Zsolt Enyedi, Erin Jenne, János Kis,
Dimitry Kochenov, Andrea Krizsán, Jan Kubik, Melis Laebens, Claudia Landwehr,
Levente Littvay, Bálint Madlovics, Bálint Magyar, Sebastián Mazzuca, Jennifer
McCoy, Trevor Ngwane, Vera Messing, Gerardo Munck, Silvia Otero, Thami
Pogrebinschi, Murat Somer, Eniola Soyemi , András Szalai, Gábor Tóka y los
revisores anónimos de Political Science Quarterly por sus valiosos comentarios
a versiones anteriores de este artículo.

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