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LÓGOI Revista de Filosofía Nº 18. Semestre julio-diciembre 2010 pp.

11-18

Los argumentos de Wittgenstein en contra del


escepticismo. Algunas consecuencias

Dinu Garber*
Posgrado de Filosofía - Profesor Emérito
Universidad Simón Bolívar
dgarber@usb.ve

RESUMEN:
En el artículo se indaga en qué medida Sobre la Certeza permite
dilucidar por qué la posición escéptica lleva al sinsentido. Tanto el
escéptico, como Moore que lo enfrenta, pasan por alto el hecho de
que certeza y conocimiento, lejos de ser grados de lo mismo, per-
tenecen a “categorías diferentes”. Esta distinción permite aclarar
el papel preponderante de las certezas, no solo como fundamento
del juego epistémico, sino de la Weltbild y el papel de la filosofía
en lo que respecta a su descripción y comprensión.

Palabras clave: Wittgenstein, escepticismo, certeza, pintura del


mundo.

Wittgenstein`s Arguments against Skepticism. Some


Consequences
ABSTRACT:
The article explores the extent to which On Certainty allows to
explain why the skeptical position leads to nonsense. Both the
skeptic, and Moore, who faces him, overlook the fact that cer-
tainty and knowledge, far from being degrees of the same, belong
to “different categories”. This distinction helps clarify the role of
certainty, not only as the basis of the epistemic game, but the
Weltbild and the role of philosophy in regard to their description
and understanding.

Key words: Wittgenstein; skepticism; certainty; world-picture.

* Licenciado en Filosofía, Universidad Católica Andrés Bello, Caracas. Doctor en Filosofía,


Universidad Complutense, Madrid. Especialización (Postdoctorado) en Filosofía Moderna,
Universität Salzburg, Salzburgo. Doctor en Filosofía, Universidad Complutense, Madrid.

Recibido: 23-11-2009 / Aprobado: 24-03-2010


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Los argumentos de Wittgenstein en contra del escepticismo. Algunas consecuencias

Aparentemente fue durante su visita a Norman Malcolm en Ithaca


que Wittgenstein comienza a interesarse por las llamadas “verda-
des del sentido común” que Moore trata en los artículos “Defensa
del sentido común” y “Prueba de un mundo exterior”1. La cuestión
aflora cuando Malcolm pide su opinión sobre un escrito que publicó
en Mind2, donde le achaca a Moore el mal uso de expresiones como
“yo sé…”, “sé con certeza”, o “tengo una evidencia concluyente de
que…”. La reflexión acerca del uso de “yo sé” ocupó buena parte de la
atención Wittgenstein durante el último año y medio de su vida y su
resultado, incompleto debido a la muerte de su autor, se publicó al-
gunos años después con el título Über Gewissheit (Sobre la Certeza).3

No conocemos en detalle cuál fue la opinión de Wittgenstein acer-


ca de los señalamientos de Malcolm, aunque es patente que muchas
de las secciones de Sobre la Certeza muestran que los compartía;
pero no lo es menos que lo expuesto por Wittgenstein va mucho más
allá de lo abordado por su antiguo alumno que, en verdad, no añade
mucho en esta materia a lo establecido en las Investigaciones Filo-
sóficas en lo referente a las deformaciones que ocurren cuando la
reflexión filosófica no atiende suficientemente al uso común y coti-
diano del lenguaje.

De cualquier manera, pienso que son particularmente sugerentes


los planteamientos de Wittgenstein en relación al valor de la discu-
sión de Moore con el escepticismo sobre expresiones como “sé que
esto es una mano” cuando la levanta frente a sus ojos, o cuando afir-
ma que sabe que es un hombre, o que sabe que la Tierra ha existido
mucho antes de su nacimiento, y otras similares, si bien advierte que
si bien su certeza es total al respecto, no sabe, o no siempre sabe, por
qué o cómo lo sabe.

1 En T. Baldwin (ed.): G. E. Moore: Selected Writings, Oxford, Blackwell, 1993, pp. 106-33 y
147-70, respectivamente. Es de notar que Rush Rhees, señala que el interés de Wittgenstein
no tuvo que ver directamente con Moore, y que se remonta a la década de los treinta. Cf. D.
Z. Phillips (ed.), R. Rhees, There – Like our Life. Oxford, Blackwell, 2003, pp. vii-viii.
2 Cf. Norman Malcolm: “More”s Use of “Know””, Mind, 62, pp. 241-7, Oxford, Oxford University
3UHVV
3 G. E. M. Anscombe y G. H. von Wright (eds.), L. Wittgenstein. Über Gewissheit. Oxford,
Blakwell, 1969.Edición bilingüe alemán-inglés. Traducción al inglés G. E. M. Anscombe y
D. Paul. Hay una edición bilingüe alemán-castellano, Sobre la certidumbre, Caracas, Nuevo
Tiempo, 1972. Traducción: María Victoria Suarez. En lo que sigue, citaré según esta edición,
que abreviaré como SC, seguido del número de párrafo. Puesto que la traducción sigue muy
la versión inglesa, descuidando frecuentemente el original alemán, me he permitido hacer
modificaciones cuando lo he considerado conveniente.

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La estrategia de Moore es más sofisticada e incisiva de lo que


parece una vez que se cae en cuenta que las referidas expresiones,
como tantas otras que menciona en sus artículos, remiten a la exis-
tencia externa de cosas materiales, o a hechos empíricos justifica-
bles o comprobables preferentemente mediante evidencias sensoria-
les, o a cuestiones transmitidas y aprendidas que remiten a vivencias
o experiencias de otros, como es el caso, por ejemplo, de los hechos
que exponen los libros de historia. Moore sabe, como lo señala ex-
plícitamente, que no refuta al escéptico; pero sabe también, y aquí
está el meollo de la cuestión, que este vive parasitariamente de los
argumentos de su adversario —análogamente a como el judoca usa
la fuerza de su contrincante para evitarla o para usarla en su pro-
vecho—; de modo que al no justificar las razones o motivaciones de
sus certezas evita proporcionar al escéptico nuevas premisas que le
permitan construir una nueva refutación, lo que para Moore es sufi-
ciente, ya que considera que es todo lo que cabe, y puede hacerse en
el enfrentamiento con al escepticismo.

Wittgenstein, no obstante, considera que esto es poco convincen-


te, insuficiente y escasamente significativo, pues “… del enunciado
[Äuserung] “yo sé…” no se sigue que él lo sepa”. (SC, 13), y es así por-
que “yo sé…”, supone y exige un uso especializado, que nada tiene
que ver con las virtudes de quien lo proclama. En efecto, si de saber
se trata, la confiabilidad, por ejemplo, del que dice que sabe no es lo
que importa. La regla del juego epistémico dicta que hay que propor-
cionar razones adecuadas y suficientes4, aun cuando sean parciales
o transitorias, acerca de lo que se afirma que se sabe. Precisamente
esto es lo que diferencia a la certeza del conocimiento, y alrededor
de cien secciones de Sobre la certeza destacan e insisten en ello, a
saber: que quien afirma que sabe ha de justificarlo o, en palabras del
filósofo, es muss erwiesen werden, dass er”s weiss —“debe demos-
trarse que él lo sabe”— (SC, 14). A la certeza, en cambio, basta asu-
mirla y sostenerse en ella; es el ámbito donde lo admitido se afirma
como lo que “así debe ser” —so muss es sein— (por ejemplo, SC, 92,
176). Lo que viene a significar que las certezas no se admiten porque
sean convincentes, o siquiera obvias en sí mismas. Más bien es lo

4 Cfr. SC, 21: “Y cualquiera que conozca el juego de lenguaje debe comprender esto: una
convicción de un hombre digno de confianza de que sabe no puede ayudar al respecto en
nada”. También SC. 22: “Sería raro si tuviéramos que creer a la persona digna de confianza
que dice “no puedo estar equivocado””.

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Los argumentos de Wittgenstein en contra del escepticismo. Algunas consecuencias

contrario lo que cabe al respecto: parecen obvias porque de antema-


no se aprenden y se asumen como lo “que debe ser”— .

Esta distinción hace ver que Moore tiene razón cuando dice que no
puede dejar de asumir y admitir las verdades del sentido común (SC,
674), y también la tiene cuando afirma que no sabe cómo justificar
su veracidad, de la manera como lo haría, por ejemplo, un astrónomo
cuando demuestra la existencia de algún planeta desconocido (SC,
 3HURVHHTXLYRFD\FRQHOORFRPHWHXQHUURUFRQFHSWXDOJUDYH
según Wittgenstein, cuando las caracteriza como verdades; es decir,
cuando equipara el caso de la verdad o no de la existencia de tal o
cual astro con la existencia, en condiciones normales, de la propia
mano levantada ante los ojos. El error se produce porque implícita-
mente admite que las certezas se expresan mediante proposiciones,
cuando de hecho esto solo puede admitirse en el caso del conoci-
miento, que es precisamente lo que valoramos en términos de verdad
o falsedad. Las certezas involucran la creencia, y su admisión, lejos
de ser una cuestión de verdad o falsedad, supone la referida postura
del “así debe ser”, y por esto involucra, para decirlo con Wittgenstein,
una especie de conversión6: aquella que lleva a ver las cosas a la luz
de lo que se asume que no puede ser de otra manera; es decir, la que
propicia una manera de ver y estar en el mundo.

 Cfr. SC, 47: “Así es como se calcula. Calcular es esto.”; SC, 128: “Desde niño aprendí a juzgar.
Esto es juzgar.”; SC, 144: “El niño aprende a creer en una multitud de cosas. Esto es, aprende a
actuar de acuerdo a estas creencias. Poco a poco se constituye un sistema de lo que es creído,
y en este sistema algunas cosas se mantienen inquebrantablemente firmes…. Aquello que se
afirma se hace, no porque sea intrínsecamente obvio o convincente; más bien está sostenido
por lo que yace en su entorno.” 7DPELpQ6&>(VQRWDEOHODVHPHMDQ]D
de la función de las certezas en referencia a los juegos de lenguaje, y lo que Remarks on the
Foundations of Mathematics ,DFHUFDGHODLQIHUHQFLDOyJLFD´ « WKHUHDVRQZK\>ORJLFDO
inferences] are not brought in question is not that they “certainly correspond to the truth”
—or something of the sort. No, it is just this that is called “thinking”, “speaking”, “inferring”,
arguing”. There is not any question at all here of some correspondence between what is
said and reality; rather is logic antecedent to any such correspondence; in the same sense,
that is, as that in which the establishment of a method measurement is antecedent to the
correctness of a statement of length.”].
6 Cfr. SC, 92: “(…) podemos preguntar: ¿Puede tener alguien fundamentos eficaces para creer
que la tierra ha existido solo durante un corto tiempo, digamos, desde su propio nacimiento?
Supóngase que siempre se le ha dicho eso, —¿tendría una razón valedera para dudarlo?—
Los hombres han creído que podían hacer llover; ¿por qué no podría ser educado un rey en
la creencia de que el mundo comenzó con él? Y si Moore y este rey hubieran de encontrarse
y discutir, ¿podría Moore realmente demostrar que su creencia es la correcta? No digo que
Moore no pudiera convertir al rey a su punto de vista, pero se trataría de una conversión de
una índole peculiar; el rey sería conducido a contemplar el mundo de una manera diferente.
Recuerda: a veces se está convencido de la corrección de una perspectiva por su simplicidad o
simetría, es decir, son las que nos llevan a este punto de vista. Entonces se dice simplemente
“Así debe ser”” (Cursivas de Wittgenstein).

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Con esto Wittgenstein se desliga de una tradición —a la que cier-


tamente el escepticismo y Moore pertenecen— que se remonta a Pla-
tón. Me refiero a la pretensión de alcanzar un conocimiento, una
ciencia, que tuviera el carácter de la certeza, valga decir, uno que
fuese absolutamente inmune a la duda y, por ende, inmutable en
cada caso. El planteamiento de Wittgenstein desarticula tal víncu-
lo: la certeza deja de concebirse como el grado superior del conocer
y hacia donde este debe aspirar, pues, para Wittgenstein, certeza y
FRQRFLPLHQWR SHUWHQHFHQ D ´FDWHJRUtDV GLIHUHQWHVµ 6&    OR
que involucra, entre otras cosas, que las certezas no forman parte
del juego de lenguaje epistémico, cuyos protagonistas son fundamen-
talmente la duda y su superación —el cuestionamiento justificado
y la respuesta fundamentada— (SC, 97; 200). Pero como las certe-
]DV QR VH H[SUHVDQ HQ SURSRVLFLRQHV 6&    QR UHTXLHUHQ
ni pueden, ser valoradas en términos de verdad o falsedad: ellas
—y las expresiones lingüísticas en que se expresan— se admiten,
sin más. Se comprende entonces la razón del mal uso de “yo sé…”
por parte de Moore cuando se refiere a lo que llama “verdades” del
“sentido común”. Ellas son, en rigor, certezas que, por serlo, no pue-
den ser justificadas epistémicamente: simplemente, ellas no tienen
ni requieren tal justificación. En su caso cualquier evidencia que se
traiga a colación no tendrá más peso que la aseveración misma que
la expresa7. Por otra parte —Wittgenstein no deja de reconocerlo— es
esta carencia de fundamento epistémico de las certezas donde yace
nuestra dificultad de comprender y concebir su función8: es el lastre
que deja en nosotros los dos milenios y medio de quehacer filosófico.

Con esto se resuelve en buena parte, y hasta donde cabe hacerlo,


la discusión con el escéptico. Sucede que Wittgenstein lo elimina
como contrincante —y me parece que al hacerlo no se aleja, si bien
por otros medios, de la intención de Moore al respecto. El escéptico
entiende el conocimiento a la manera cartesiana, es decir como algo
indudable, pero sucede que no es esto lo que muestra el uso común
de “yo sé…” y cómo normalmente procede el juego del conocimiento.
Este no admite lo que hacen al unísono Moore y el escéptico, a saber,
tratar epistémicamente lo que no lo es, de modo que nada hay que
discutir acerca del asunto.

7 Cfr 6&  ´4XH \R WHQJR GRV PDQRV HQ FLUFXQVWDQFLDV QRUPDOHV HV WDQ FLHUWR FRPR
cualquier cosa que pudiera proporcionar como evidencia de ello. Por esto, no estoy en
condiciones de considerar la visión de mi mano como una evidencia a su favor”.
8 Cfr. SC, 166 “La dificultad consiste en comprender la falta de fundamento de nuestras
creencias”.

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Lo referido hasta ahora aclara, me parece, sobre lo que señalan


las Investigaciones, toda vez que permite entender, ahora explícita-
mente, por qué la duda escéptica pierde sentido en el ámbito del juego
epistémico: si la regla que lo guía exige responder justificadamente a
una duda, y el escéptico, como sabemos, no le satisface ninguna res-
puesta, entonces lo que pretende es un saber cuyas propiedades no
se corresponden con saber alguno. Y puesto que pretende lo imposi-
ble, al menos en términos humanos, entonces lo que pretende carece
simplemente de sentido. Me parece también que este aporte de Sobre
la certeza disipa el tufillo de dogmatismo que despiden las Investiga-
ciones —en tanto postula, sin más, que las restricciones o limitacio-
nes de la práctica lingüística ordinaria en un momento determinado
representan los límites de lo inteligible en general— uno que, hay
que decirlo, se hace bastante pronunciado en algunos importantes
seguidores de Wittgenstein como Malcolm o Stanley Cavell9.

Pero Sobre la certeza no se contenta con refutar al escéptico, o


precisar el uso correcto o incorrecto de algunos términos o expresio-
nes epistémicos. Permite vislumbrar también el papel determinante
que desempeñan las certezas en la relación hombre-mundo, y por
ello mismo, el de la filosofía misma.

En las secciones 121 y siguientes de Investigaciones filosóficas,


donde Wittgenstein medita acerca del valor y papel de la filosofía,
señala, entre otras cosas, la necesidad de la visión sinóptica, que la
filosofía ha de dejar todo como está, que no es de su incumbencia
y capacidad resolver nada, y que ha de ocuparse de lo que está a
la vista, pues ha de importarle “lo que es posible antes de todos los
nuevos descubrimientos” (IF, 126)10, que “los aspectos de de las co-
sas más importantes para nosotros están ocultos por su simplicidad
y continuidad” (IF, 129), y que si no reparamos en ello es porque lo
“tenemos ante los ojos”, como sucede con todo lo que es cercano y
cotidiano (Ibid.). Algunos de estos señalamientos forman parte de la
metodología wittgensteiniana, que no pocos, empezando por el pro-
pio filósofo, han calificado como “terapéutica”. Esto es admisible y
sin duda correcto. Pero no es del todo satisfactorio, o al menos a mí

9 Véase al respecto la interesante discusión en Reid Buchanan: “The Tensión in Wittgenstein”s


Diagnosis of Scepticism”, Dialectica%HUQSSHVSHFLDOPHQWHSS
214.
10 Ludwig Wittgenstein: Investigaciones Filosóficas (Edición bilingüe alemán-castellano),
traducción Alfonso García Suárez y Ulises Moulines, Barcelona, Editorial Crítica, S. A.,
1988, p. 130: ““Philosophie” könte man auch das nennen was vor allen neuen Entdeckungen
und Erfindungen möglich ist” ( Énfasis de Wittgenstein).

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no me lo parece, en lo que respecta a la finalidad y quehacer de la


filosofía. Pues, ¿qué es lo que está ante los ojos y de lo que la filosofía
ha de ocuparse de lo que es posible “antes” —resaltado— de los nue-
YRVGHVFXEULPLHQWRV"¢4XpHVORTXHKHPRVGHYHUSHURTXHSRUTXH
de alguna manera deslumbra, impide verlo? ¿Cuáles han de ser los
posibles objetos de la visión sinóptica, y por qué? Estas preguntas,
entre otras muchas, no me parece que se responden con claridad
suficiente en Investigaciones. Pero sí, complementando a estas, en
Sobre la Certeza.

Efectivamente, si, como se afirma, por ejemplo, en las secciones


6&RHQ6&ODVFHUWH]DVVHFDOLILFDQFRPR´RUDFLRQHVJUD-
maticales”, o se consideran como “instrucciones” de uso de las pala-
bras (SC, 36), o que se asemejan a, o funcionan como, los conceptos
lógicos o reglas de verificación (SC, 98; SC, 212)11, entonces, ellas se
conciben como el marco a partir del cual se establece lo verdadero y
ORIDOVR 6&HWF RPiVGLUHFWDPHQWHFRPRHO
telón de fondo del conocimiento, o lo que posibilita la verificación sin
que, a su vez, lo requiera12, dado que sin “un sistema de certezas” no
KD\GXGDHLQYHVWLJDFLyQSRVLEOHV 6&
etc.). Se trata, por extraño que parezca, de una forma de fundaciona-
lismo13, pero una que no se asemeja a ninguna de las tradicionales.
Deja de ser la “raíz” oculta que nutre al “árbol de la ciencia” carte-
siano para transformarse en lo que no solo se encuentra a la vista
de todos, con tal de saber verlo, sino que se constituye en un “marco
de referencia”, previo a todo juego de lenguaje y, por ello mismo, en
el que proporciona sentido a la actividad humana en general, y de la
epistémica en particular14. Sin embargo, hay que insistir en ello, ese
marco, precisamente por serlo, no es parte del juego sino su funda-
mento externo. Tal marco es la imagen de mundo en cada momen-
to: la que en cada caso hemos heredado y aprendido16, y gracias a la

11 9pDVHODQRWD
12 Cfr. SC, 163: “(…) siempre que verificamos/probamos [prüfen] algo estamos presuponiendo
algo que no está verificado/probado.”
13 Discuto y defiendo la idea de tal fundacionalismo wittgensteiniano en “Reflexión en torno
a Sobre la certeza GH :LWWJHQVWHLQ IXQGDFLRQDOLVPR FRQRFLPLHQWR \ FHUWH]Dµ SS 
HVSHFLDOPHQWHSS\VVRevista de filosofía0DUDFDLER/8=  SS\VV
14 4XHFRPRORKDQKHFKRQRWDUPXFKRVUHFXHUGDVLELHQOHMDQDPHQWHODILORVRItDFUtWLFDGH
Kant.
 Cfr. OC. 88: “Es posible, por ejemplo, que toda nuestra investigación se establezca de modo
de exceptuar en algún momento de la duda a ciertas aseveraciones cuando se formulan. Se
encuentran al margen del camino que recorre la investigación”.
16 Cfr6&´3HUR\RQRWHQJRPLLPDJHQGHPXQGR Wltbild) porque me cerciorara de su
corrección; ni la asumo porque esté convencido de su corrección. No: es el telón de fondo

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cual una mera multitud de individuos se convierte en una comuni-


dad orgánica inmersa en la cultura que ella misma genera17. Es por
esto que Wittgenstein señala que asumir el sistema de certezas es el
equivalente a una conversión, aquella que hace ver, como le sucede a
todo converso, el mundo de la manera específica en que lo promueve
dicha “conversión” (SC, 92).

Ahora bien, si en todo momento el sistema de certezas —“lo que es


ILUPHSDUDPt\PXFKRVRWURVµ 6& ³VHFRQVWLWX\HHQ
la condición de posibilidad del juego de lenguaje en general, entonces
el saber, la ciencia, lo bueno y lo malo, lo bello, lo correcto, lo justo,
lo valioso y lo despreciable, y pare de contar, se preestablecen o se
hacen posibles desde el marco de las certezas asumidas y comparti-
das— la imagen de mundo de mundo que ellas configuran—, enton-
ces nuestro actuar, saber y sentir encuentran en él su fundamento.

Pero no se trata de un marco fijo desde y para siempre —que es lo


que distancia a este sistema de certezas de la creencia o fe religiosas,
que ciertamente son parte de él. Creo que Wittgenstein sugiere (SC,
94-99), que este sistema de certezas debe concebirse en el tiempo y
en una relación osmótica, si cabe decirlo, con los juegos de lenguaje:
en tanto que los saberes, acciones y sentires fundados en nuestras
creencias cambian y se transforman en los respectivos juegos, termi-
nan a su vez, paulatina y continuamente, afectando al sistema que
los posibilita. En tal sentido, construimos y modificamos nuestro
mundo sin cesar, y a medida que lo hacemos, nos recreamos como
seres humanos en tanto que creamos mundo. Describir y reflexionar
sobre tal proceso es, si entiendo bien a Wittgenstein, el oficio de la
filosofía en cada momento. Pero esto supone o, mejor, exige, que la
filosofía se convierta en un trajinar siempre nuevo, algo irrepetible
e inexorablemente sujeta a su tiempo y momento histórico. Un que-
hacer que se constituye a partir de un continuo comenzar de nuevo
requerido por una realidad variante que no es otra que el mundo
mismo en que nos encontramos y transformamos.

heredado/ sobrevenido [überkommene] desde el cual distingo entre lo verdadero y lo falso”.


“Las expresiones [Sätze) que describen esta imagen de mundo podrían integrar una especie
de mitología. Y su papel es como el de las reglas de un juego; y el juego puede ser aprendido
en su pura práctica, sin aprender explícitamente regla alguna.” SC, 344: “Mi vida consiste
en estar satisfecho con admitir muchas cosas”.
17 Cfr. SC, 298: “‘Estamos completamente seguros de ello’ no significa solamente que cada
persona singular está segura de lo mismo, sino que pertenece a una comunidad vinculada
por la ciencia y la educación”.

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