El Origen de La Propiedad

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Revista Mad.

Revista del Magíster en


Análisis Sistémico Aplicado a la Sociedad
E-ISSN: 0718-0527
revistamad.uchile@googlemail.com
Facultad de Ciencias Sociales
Chile

Luhmann, Niklas
El origen de la propiedad y su legitimación: Un recuento histórico
Revista Mad. Revista del Magíster en Análisis Sistémico Aplicado a la Sociedad, núm. 33,
2015, pp. 1-17
Facultad de Ciencias Sociales
Santiago de Chile, Chile

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REVISTA MAD - UNIVERSIDAD DE CHILE, N° 33 (2015), pp. 1-17

El origen de la propiedad y su legitimación: Un recuento


histórico
The Origin of the Property and its Legitimation: A Historical Overview

Niklas Luhmann
Facultad de Sociología, Universidad de Bielefeld, Alemania

RESUMEN
En este artículo Niklas Luhmann propone describir la propiedad considerando la forma de operar de la
sociedad funcionalmente diferenciada. Descripción que se confronta con aquellas semánticas que
explicaron el problema de la propiedad como un fenómeno político, jurídico, o producto de la ideología
burguesa. Para Luhmann, la propiedad es el aspecto constitutivo del sistema de la economía, que ha de
entenderse como un sistema funcionalmente diferenciado, clausurado autopoiéticamente, orientado por
su propio código y programas. Precisamente, tal autonomía posibilita que la propiedad llegue a
concebirse también como un concepto jurídico o que constituya una motivación para la toma de
decisiones políticas. Desde esta perspectiva, el problema de la propiedad no puede continuar fungiendo
como fundamento explicativo de la sociedad, sino que por el contrario, la propiedad ha de entenderse
en el marco de una teoría general de los sistemas sociales.

PALABRAS CLAVE: Sistema social; Semántica; Propiedad; Economía; Derecho

ABSTRACT
In this paper Niklas Luhmann propounds to describe the property in consideration of the operation
form of the functional differentiation society. Description than debates with those semantics that
explained the property problem as a political or legal problem, or as a bourgeoisie ideology product.
According to Luhmann, the property is the basal attribute of the economy system, that is a functional
differentiation system, oriented by its own code and programs. Precisely, this autonomy make possible
the property as a legal concept, or as a politic decisions motivation. In this approach, the property
problem can no longer be a explanatory basis of the society, but, the property must be understood
within the scope of a Social Systems’ General Theory.

KEYWORDS: Social system; Semantics; Property; Economy; Law

I*

Debemos partir del hecho de que la sociedad moderna no ha encontrado


todavía una teoría adecuada de sí misma. Descripciones como sociedad
capitalista, industrial o postindustrial, civilización tecno–científica, post-
*
Traducción de Raúl Zamorano Farías, Giancarlo Corsi y Rogelio Salgado. Título original: Der Ursprung
des Eigentums und seine Legitimation. In: W. Krawietz et al (Hrsg.), Technischer Imperativ und
Legitimationskrise des Rechts, Rechtstheorie Beiheft 11, Berlin, 1991. Resúmenes y palabras claves
añadidos por los traductores.

REVISTA MAD – UNIVERSIDAD DE CHILE


Revista del Magíster en Análisis Sistémico Aplicado a la Sociedad
Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Antropología
Universidad de Chile
ISSN 0718-0527
www.revistamad.uchile.cl
NIKLAS LUHMANN

moderna, etcétera, se multiplican. Esto implica que la comprensión de


muchas de nuestras interpretaciones históricas se impongan a convenien-
cia mas que no puedan ser verificadas, porque a tal fin sería necesaria una
teoría que no tenemos.
En esta situación, los trabajos hacia una teoría de la sociedad mo-
derna tienen prioridad sobre cualquier otra empresa sociológica. Pero
también es útil –y esta es una tarea más delimitada– tomar en considera-
ción el contexto histórico que ha dado y da todavía forma a la compren-
sión de muchas instituciones. La cuestión de la propiedad, y especialmen-
te la cuestión de la propiedad privada, es particularmente importante so-
bre todo porque en referencia a ella en el siglo XIX se han articulado ideo-
logías todavía citadas a finales del XX. Los varios sistemas que tratan la
propiedad llevan a diferencias y a tensiones de relevancia mundial, a la
desconfianza y al peligro de guerras, como es el posible seguir temiendo.
Por tanto no es cosa de poca importancia buscar entender que no solo una
guerra sería insensata, sino también sus motivos.
Mi tesis de partida es que en el siglo XVII inician a mostrarse los
primeros tratados de una percepción de las relaciones modernas y que en
la segunda mitad del XVIII se impone la idea que la Europa moderna se
distingue de cualquier otra sociedad en la comparación sea histórica, sea
regional. La semántica, con la cual es elaborada esta idea, y las palabras
clave abarcan desde la idea de Estado constitucional hasta el amor román-
tico, desde la pedagogía de la formación a la positividad del derecho, des-
de la física newtoniana a la libre economía de mercado; esta semántica,
sin embargo, puede tener solo un significado transitorio. Ella describe la
sociedad moderna en una fase de transición hacia un futuro abierto, inde-
terminado, que se perfila como positivo. Dado que el hombre así se consi-
dera, es constructor de su mismo futuro, las cosas solo pueden ir mejor, si
se opera en modo correcto. Si se consideran las consecuencias de las es-
tructuras de la sociedad moderna, por ejemplo aquellas de la industrializa-
ción, la mirada se hace repentinamente profunda; pero al inicio solo sobre
la base de problemas relativamente concretos y cercanos a la cotidianidad.
Es hora de sustituir esta semántica transitoria, desearía decir esta
semántica del Medioevo moderno. Pero antes de proceder debemos cono-
cerla mejor. No vivimos en absoluto en una época postmoderna. La fuerza
arrastrante de las condiciones estructurales que caracterizan la sociedad
moderna continúa operando sin interrupción y de modo casi ciego, sea lo
que sea que piensen los intelectuales. Pero ella ha conducido al sistema de
la sociedad a una situación muy distinta de aquello que se esperaba como

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EL ORIGEN DE LA PROPIEDAD Y SU LEGITIMACIÓN: UN RECUENTO HISTÓRICO

progreso. Por esto, la distancia que hemos alcanzado al final de este siglo
nos permite observar retrospectivamente aquella semántica transitoria –
dando un vistazo sea al tardío derecho natural y al iluminismo de la razón,
sea al choque ideológico del siglo XIX, que se había alcanzado entre otras
cosas a través del problema de la propiedad.
En el pasaje de una sociedad diferenciada primariamente en sentido
estratificado según las clases y secundariamente según centro/periferia
(ciudad/campo) a una sociedad funcionalmente diferenciada, no se podía
ver hacia donde se estaba yendo. El presente no ofrecía suficientes puntos
de referencia para reconocer el futuro. Era necesario por el contrario ate-
nerse a condiciones por así decir manifiestas. Así se explica por ejemplo la
sorprendente confianza en la moral que en torno al siglo XVIII regresa a
Europa después de un siglo y medio de escepticismo y de tentativas para
evitar conflictos. Algo similar se puede decir para el significado paradig-
mático de la matemática y de las leyes naturales, para la interpretación de
la naturaleza del hombre como razón. A esto nos podíamos atener de
frente a los cambios de la estructura de la sociedad o al menos se podía
creer y esperar que esto bastase. Mi tesis es que precisamente este contex-
to ha dado a la cuestión de la propiedad su significado para la definición y
la justificación de la sociedad civilizada, como se dice ahora.

II

Si se observan las teorías de la propiedad desarrolladas en el siglo XVII y


en el temprano XVIII, es fácil ver que la máxima forma de la vida humana,
la sociedad política o la sociedad civil, es entendida como una sociedad de
propietarios. Es entonces una sociedad que no incluye a cualquiera (si no
indirectamente mediante la dependencia doméstica): no se es miembro de
esta sociedad simplemente en cuanto seres humanos, sino solo bajo con-
diciones particulares, de las cuales derivan derechos y deberes. Esto vale
en ambos casos, sea que se piense la sociedad como fundada sobre el con-
trato, sea que se utilice la metáfora del organismo. Tampoco conceptos
como populus, people, peuple, en su uso lingüístico referido a la sociedad,
indican a cualquiera, sino solo a aquellos que portan en la sociedad sus in-
tereses particulares y en este modo participan de los derechos y de los de-
beres. Para quien no es autónomo el sistema social competente es la casa,
no la sociedad civil, y aquí se trata de economía, no de política.
Empero esta semántica tradicional veteroeuropea, no se puede dejar
de ver que el poder político en el sistema que ahora es indicado como Es-

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NIKLAS LUHMANN

tado, por cuanto aun en un sentido vago, no es simplemente una deriva-


ción de la propiedad. La propiedad de la casa del señor es diferenciada en
sentido sea contable, sea jurídico, del poder del señorío. En un modo
igualmente claro, en la praxis de los “estados soberanos”, en el curso del
siglo XVII se impone también el hecho de que la propiedad de la tierra en
cuanto tal no implica todavía poder sobre quien la habita, pero cada sen-
tencia y cada cuestión administrativa –también esto es ahora por primera
vez claramente diferenciado– debe ser reconducida al estado y practicada
como poder delegado según disposiciones que el poder central puede
emanar y cambiar. Una vieja distinción, aquella entre dominium e impe-
rium, adquiere así un peso nuevo y sirve ahora para encauzar ulteriores
diferenciaciones estructurales entre economía y política.
Un debate entre teoría política y teoría de la propiedad muestra muy
pronto que ya en el siglo XV, si no antes, ambas representaciones de la so-
ciedad emprenden caminos diversos. La cuestión de la fundación es pues-
ta como cuestión del origen, y una vez puesta de ese modo, no puede dár-
sele una respuesta unitaria. En el curso del siglo XV, en la época de la con-
traposición con las teorías del Movimiento Conciliar y de las doctrinas
tardo medievales de la soberanía popular, para el poder político (imperium,
potestas) es desarrollada una aproximación jerárquica. Orden y jerarquía.
Pero la jerarquía es algo más que una mera subdivisión en rango y grado y
también, al menos en el entendimiento europeo, algo más que una mera
diferenciación de la sociedad. La jerarquía funda el poder político, sea en
la iglesia, sea en los estados territoriales que se están desarrollando. El
principio de la jerarquía se funde entonces con el principio monárquico. El
orden es por tanto fundado desde lo alto, es por así decir constituido a
partir del vértice y los defensores extremos de esta teoría declaran también
que la jerarquía fundaría la sociedad y no la sociedad la jerarquía.
Aunque teorías del género son desarrolladas para fundar y reforzar
la posición del papa en la iglesia, terminan por ser rápidamente generali-
zadas al poder monárquico en cuanto tal y transferidas sobre el estado te-
rritorial. Los sistemas políticos europeos, también en las repúblicas citadi-
nas italianas, tienden a la monarquía. No podemos profundizar aquí las
teorías relativas a estos desarrollos; para nuestro tema es decisivo solo el
hecho de que ellas constriñen a separar política y economía. La aproxima-
ción jerárquica puede ser ciertamente trasladada desde la iglesia al estado,
pero no es adecuada para representar las relaciones de propiedad. Si la
teoría política hace derivar del vértice el imperium o la potestas del poder
político (y entonces quita vigor a las teorías basadas sobre el contrato y

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EL ORIGEN DE LA PROPIEDAD Y SU LEGITIMACIÓN: UN RECUENTO HISTÓRICO

sobre la delegación), ella lleva inevitablemente a un cisma semántico por-


que la posesión y la disposición sobre la propiedad no pueden ser funda-
das en este modo. En la teoría de la propiedad es necesario entonces bus-
car otras fundaciones, según otro modo de “origen” de la propiedad, y la
respuesta se encuentra en la doctrina de una propiedad común originaria,
pero luego disuelta por motivos racionales.
Relativamente separada de la teoría política de la propiedad, tam-
bién la doctrina jurídica de la propiedad introduce innovaciones, la más
importante de las cuales es tal vez aquella que, a partir de Bartolo, pone
en evidencia el momento de la facultad de disponer de ella. En este modo
la doctrina de la propiedad puede ser adaptada a la economía monetaria,
pero por otra parte esto conlleva problemas de justificación, porque si en
el pensamiento antiguo el gusto por la propiedad (fruitio) parecía bastar
para legitimar la propiedad, el derecho a la disposición inserta en la insti-
tución un momento de negativa, un momento de incerteza, de riesgo.
¿Cómo se puede justificar la propiedad con base en el hecho de que se
puede disponer a placer o aún más que se la pueda ceder a placer?
No obstante la centralidad de esta pregunta, la literatura del periodo
aquí considerado, entre los siglos XVII y XVIII, no ve en esto el verdadero
problema. Ella lo remueve sustituyéndolo con otro y precisamente con la
cuestión del origen y de la subdivisión de la propiedad. La necesidad de
la disponibilidad económica es tan obvia que es disuelta dentro del con-
cepto de propiedad. Instalando la cuestión de la fundación de la propie-
dad se formulan otros problemas.
Para los juristas es importante antes que nada solo la prueba de que
la propiedad haya sido heredada legalmente. Esto puede tener lugar solo
en modo que no perjudique derechos de otros. Normalmente se hereda
legalmente la propiedad con el traspaso de otro propietario. Pero así la
cuestión de la herencia legal solamente se desplaza. Para aclarar el origen
de la propiedad no es suficiente. Por esto basándose sobre fuentes bíblicas
y de otra proveniencia, se parte de una propiedad originaria común que
en un cierto momento ha sido dividida mediante un contrato o tácitamen-
te. Se completa también pensando en la posibilidad de acceder a bienes
carentes de dominio como forma de apropiación primaria. Como sea, la
legitimación de la propiedad no es derivada de las modalidades de utiliza-
ción de la sociedad del tiempo, sino es reconducida a la transformación de
un estado originario. Esta transformación es pensada como transforma-
ción legal, y de esto depende el argumento. El originario estado de natu-
raleza era legal, su transformación era legal, así como lo es la diferencia

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NIKLAS LUHMANN

entre razón y daño o entre legal e ilegal que deriva y que se articula ba-
sándose sobre la propiedad individual. Puedo excluir a otros de mi pro-
piedad de manera legal y si ellos no están de acuerdo entonces están en la
ilegalidad.
¡Curioso! La diferencia entre legal e ilegal es a su vez legal. Se pue-
den legalmente empujar otros a la ilegalidad. Desde cualquier punto de
vista debe haber sido un embrollo lógico pero la problemática relativa-
mente concreta de la propiedad y del retorno a su necesidad y a su utili-
dad social esconden el problema.
El esfuerzo hecho delata un cierto malestar con las soluciones. Un
contrato tácito bastaría para disolver la propiedad común –como si una
mera participación en la vida social significase resignarse a la división de
la propiedad, con el mismo significado de un acuerdo contractual. Pufen-
dorf, refiriéndose a Grozio, propone considerar la originaria propiedad
común como una communitas solo negativa, en la cual ninguno podría ex-
cluir a otros de algo, pero ninguno podría heredar derechos contra otros –
entonces como un estado societario sin diferencia entre legal e ilegal. Esto,
en el siglo XVIII, deviene doctrina dominante y documenta aquellos que
se quiere mostrar: que es posible heredar propiedad sin ilícito. Para el de-
recho natural alemán-latino es además indicativo el hecho de que el dere-
cho es construido a partir del deber (officium, obligatio). Esto permite una
combinación con el utilitarismo del siglo XVIII. La propiedad conlleva el
deber (si bien solo como obligación natural) de actuar en modo útil en la
sociedad. El viejo doble significado del latín abuti como consumo y abuso
es disuelto. Contra el consumo racional de propiedad no se puede objetar
nada, naturalmente, pero se puede contra el abuso, contra el derroche
inútil o también contra la no utilización para aumentar el bienestar.
Me detengo aquí con estos retornos a los problemas conceptuales
de la construcción jurídica. Lo que es interesante sociológicamente es el
hecho de que aquí, con todo el refinamiento propio de la competencia
profesional, se elabora una respuesta a un problema estructural de la so-
ciedad. Si Marx hubiese vivido cien años antes, habría escrito una crítica
del derecho natural político.
Y en lugar de ello se lee en Rousseau, en el famoso inicio de la se-
gunda parte del discurso sobre la desigualdad: Le premier qui avant encols
un terrain, s’avisa de dire, ceci est à moi, et trouva des gens assés simple pour le
croire fut le vrai fondateur de la société civile. El fundamento de la propiedad
es la estupidez de aquellos que la aceptan. Y un poco más tarde Linguet y

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EL ORIGEN DE LA PROPIEDAD Y SU LEGITIMACIÓN: UN RECUENTO HISTÓRICO

otros dirán: el fundamento de la propiedad es la violencia de la apropia-


ción.
Ahora, esto no es mejor que la doctrina imperante, es solo darle la
vuelta. La teoría burguesa se presenta muy pronto de forma doble: Chris-
tian Wolff y Rousseau, Pothier y Linguet, Ricardo y Marx. Pero hoy debe-
mos preguntarnos, y con esto regreso al inicio de mi exposición, si esta
aproximación de la teoría burguesa sea suficiente. ¿Se debe, se puede de-
cidir al interior de esta aproximación para la variante positiva o para la ne-
gativa? Pero si la sociedad es la unidad de ambas, ¿no es en cambio perti-
nente repensar en nuevo modo toda la problemática?

III

Las teorías de la propiedad vistas hasta ahora se leen como si se tratase de


propiedad de la tierra o de bienes inmuebles. También los ejemplos que se
encuentran en la literatura de la época muestran que se entendía esto. ¿Se
puede cercar un terreno que no pertenece a ninguno (o a todos) y decla-
rarlo propiedad privada? ¿Se puede considerar un pavorreal, que pasea en
un campo, como bien sin dominio y apropiárselo? ¿Pero es posible que
los juristas no se hayan percatado de que vivimos desde hace tiempo en
una economía determinada por el dinero, que incluso la propiedad de la
tierra se puede comprar y que por dinero se puede trabajar o hacer traba-
jar a cambio de una compensación? Ciertamente, por esto el derecho re-
gula el comercio y el arrendamiento, el alquiler y las relaciones de trabajo
dependiente; pero que el dinero amenace el sentido de la propiedad, la
vuelva mercancía, determine su valor, no parece afectar al concepto y las
teorías de la propiedad. El dinero es tratado como una cosa entre otras,
para la cual valen las reglas de la propiedad de bienes inmuebles. Si la di-
ferenciación societaria es concebida y justificada como diferenciación de la
propiedad, el dinero es una cosa entre otras. Es interesante que el concep-
to de riqueza se encuentra casi siempre al plural: riquezas, richesse, riches,
y claramente se piensa en bellos vestidos y palacios, buena comida y bue-
nas ganancias. Y solo esta referencia parece dar a la cuestión de la propie-
dad aquella evidencia, aquella manejabilidad, aquella tangibilidad que
ofrece un asidero suficiente en una sociedad que cambia rápidamente, no
por último por vía de los efectos de la economía monetaria, y evoluciona
hacia formas todavía desconocidas.
Existe, sin embargo, una excepción importante, cuyos efectos se
prolongan todavía por cerca de un siglo y en efecto se expresaran plena-

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NIKLAS LUHMANN

mente solo en las teorías socialistas de las primeras décadas del siglo XIX.
Pienso en la teoría de la propiedad de los Two Treatises of Government de
John Locke (1690).
También aquí la justificación de la propiedad no se basa sobre el di-
nero, sino sobre la producción de bienes mediante el trabajo. La inocencia
con la cual todo comienza, se coloca aquí en el derecho indiscutible a la
actividad corporal, al aumento del propio bienestar, a la producción de co-
sas útiles. Casi todo valor surge del trabajo y ¿quién quisiese dudar que el
resultado del trabajo corresponde a quién lo ha generado? Si se lo quiere
arrebatar, se da lugar a un ilícito. También aquí, entonces, el derecho na-
tural y libre de ilegalidad produce la diferencia entre legal e ilegal. Tam-
bién aquí un relato casi mitológico. También aquí la referencia a la teolo-
gía es precisamente a través del arquetipo del Dios “workmanship”. La
propiedad común permanece presupuesta como el ámbito del cual el tra-
bajo puede extraer su propio material. Si no basta, se lo puede comprar. El
acento, sin embargo, no es puesto sobre esto, sino sobre la creación de va-
lor mediante trabajo. No se trata simplemente de la división de una canti-
dad de bienes ya constantemente dada, sino de formas de participación en
el aumento del bienestar.
Todo esto puede ser formulado antes que nada sin referirse al dine-
ro. La idea de un aumento en línea de principio ilimitado del bienestar
puede darse sin embargo solo en una economía de mercado. Y entonces
se pueden hacer trabajar a otros pagándoles y absorber la utilidad exce-
dente del salario. Es luego cuestión de cálculo racional si es mejor produ-
cir todo solo o si sea mejor someterse a las condiciones de la división del
trabajo si se compra la utilidad del trabajo de otros. Llegamos a Adam
Smith y David Ricardo. En lugar de la inocencia del procedimiento que
genera diferencias queda la racionalidad en el tratar la diferenciación so-
cietaria. El mismo Locke, si se puede decir así, ve que llega la infelicidad:
“Find out something that hath the use and value of money amongst his neigh-
bours, you shall see the same man will begin presently to enlarge his posses-
sions”, se lee en el Treatise (Libro II, par. 49).* Pero dado que esto funciona
con el dinero, está justificado por el consenso. El dinero puede circular so-
lo sobre la base del consenso y la circulación queda en lugar del reclamo a
un pactum explícito o tácito. Se notan enormes diferencias entre ricos y
pobres y se las registra. La teoría las registra y tal vez las estigmatiza. Pero
no persigue la intención de trasladar a la ilegalidad aquello que más tarde

*
En inglés en el original (NdT).

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EL ORIGEN DE LA PROPIEDAD Y SU LEGITIMACIÓN: UN RECUENTO HISTÓRICO

se habría llamado “commercial society” y luego sociedad capitalista. Ella


se limita a adecuar la teoría del origen sin ilegalidad en un modo que pue-
da resultar evidente también dadas las condiciones de la economía mone-
taria.

IV

Retrospectivamente, en esta doctrina de la propiedad sorprende sobre to-


do el hecho de que se trabaja con la distinción entre estado de naturaleza
y estado civilizado, esto es con una distinción entre pasado y presente.
Falta un concepto para el futuro. El futuro no permanece indeterminado
pero es insertado en el presente mediante esperanzas de progreso y sobre
todo, desde el siglo XVIII, mediante la expectativa de un bienestar crecien-
te. Su punto de anclaje en el presente está en la idea de utilidad. Las cues-
tiones jurídicas terminan siempre más bajo la prospectiva de cuál solución
prometa la mayor utilidad posible y la misma moral “eudemonística”
permite toda acción que no perjudique a ninguno. Aquello que está per-
mitido y aquello que está prohibido no derivan de una descripción de la
sociedad. Más bien la sociedad es vista como resultado de la investigación
de la utilidad. La idea de un orden estratificado jerárquico sobrevive aún y
en cuanto teoría de la sociedad no es sustituido todavía. Es impulsada por
la dinámica de la investigación de las utilidades, en parte por la praxis de-
cretista de los Estados, en parte por la liberalización de la maximización
individual de las utilidades. Se ve claramente: en una sociedad aún tardo-
medieval se está preparando una nueva.
En muchos aspectos la distinción entre estado de naturaleza y esta-
do civilizado toma el lugar de una teoría de la sociedad. Esto es evidente
en el hecho de que ella no es entendida como una descripción solo histó-
rica. A menudo la confrontación entre estado de naturaleza y estado civili-
zado justifica la sociedad moderna y esto de nuevo por cuanto refiere a las
utilidades. El estado civilizado permite una explotación mejor de los recur-
sos y permite una “vida mejor” (concebida no ya en el sentido aristotélico,
sino neoeconómico). En el curso del siglo XVIII, sobre todo a partir de
Hume, avanza ciertamente una historización que busca rastrear el estado
de naturaleza en los salvajes entonces vivientes o en las fuentes históricas.
No apenas sucede esto, la distinción pierde su función de justificación.
Deviene nostálgica y la descripción del estado civilizado se vuelve así am-
bivalente. Se considera indispensable aquello que se ha obtenido y al
mismo tiempo se reclama aquello que se ha perdido. También en este

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NIKLAS LUHMANN

sentido la teoría burguesa muestra ya, en sus inicios, una doble valoración
de la modernidad –pero tal vez solo porque la sociedad moderna no pue-
de ser descrita en modo adecuado y entonces la descripción es sustituida
por una valoración completa, es decir, positiva y negativa.
Un segundo cambio se dirige más allá de la discusión jurídica del
concepto de propiedad, pero tiene efectos sobre ella. La propiedad había
sido una justificación de la sociedad política, dado que ésta era constituida
por economías domésticas. Desde el siglo XVII se abre camino el concepto
de economía política (que en la antigüedad no era utilizado). Al mismo
tiempo, siempre al inicio del siglo XVII, se desarrolla una teoría económica
que va más allá de las doctrinas relativas a la economía doméstica, la cual
investiga dependencias nacionales e internacionales. Desde la segunda
mitad del siglo XVIII esta nueva teoría económica asume la función de
teoría de la sociedad, como si la sociedad humana fuese primariamente, si
no exclusivamente, una empresa económica. La sociedad, según esta con-
cepción, regula la satisfacción de las necesidades humanas y a tal fin in-
troduce la división del trabajo y la propiedad. En este modo la discusión
jurídica sobre el concepto de propiedad es imprevistamente descargada
del peso de justificar la sociedad de los propietarios. En Adam Smith este
lugar lo toma la teoría de la commercial society que se distingue del estado
de naturaleza por la división del trabajo. Las formas jurídicas de la propie-
dad pueden solamente ser dejadas a la comparación estoica y se vuelve
evidente que la economía basada sobre la división del trabajo no es la eje-
cución de una ley de naturaleza (con sanción mediante ilícito), sino que
las instituciones de la propiedad deben ser adaptadas a las exigencias de la
división del trabajo (con sanción mediante insuficiente explotación de las
posibilidades económicas).
De este modo, el derecho natural es relevado de la tarea de ofrecer
una teoría normativa de la sociedad. La propiedad puede ser entonces
concebida como institución juspositivista. Libertad y limitación de las fa-
cultades dispositivas de los propietarios devienen el instrumental técnico-
jurídico con el cual el derecho se adecua a las exigencias de la sociedad; y
“exigencias de la sociedad” significa ahora: exigencias económicas. A un
Hegel esto puede no bastar. A un Marx esto basta.

Hasta aquí el concepto de propiedad ha permanecido como un concepto


central de la teoría de la sociedad –sea políticamente con referencia a la

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EL ORIGEN DE LA PROPIEDAD Y SU LEGITIMACIÓN: UN RECUENTO HISTÓRICO

propiedad de la tierra; sea jusnaturalísticamente y jurídicamente referencia


a la exclusividad de las facultades dispositivas; sea, en fin, económicamen-
te con referencia a la mejor institución posible de crecimiento económico.
Proporcionalmente a la realidad de la sociedad moderna, estas teorías han
resultado poco convincentes. Hoy, retrospectivamente, se pueden com-
prender como semánticas de transición, pero no nos dicen nada sobre la
realidad de la sociedad moderna.
La afirmación de la teoría burguesa del siglo XVIII, según la cual la
Europa moderna tendría más ventajas y más desventajas que otras socie-
dades, es tan poco manejable cuanto una pieza de pan con mantequilla
por ambos lados. En comparación, la disolución de este problema en con-
troversias ideológicas es ciertamente un progreso: se puede estar de
acuerdo sobre la necesidad de cambiar la sociedad actual, pero discrepar
sobre el camino hacia el futuro. Para unos, los sucesos obtenidos hasta
ahora de la sociedad de los propietarios privados permiten tener esperan-
zas. Su receta es: avanzar con siempre nuevas posibilidades científicas o
técnicas. Para los otros, existe necesidad de una revolución para llevar esta
sociedad a la propiedad común, regresando entonces a la ambivalencia de
una communitas sea positiva, sea negativa, en todo caso natural y sin dere-
cho.
Las posibilidades de construir una teoría de la sociedad a partir de la
propiedad parecen así estar al máximo. En todo caso, sobre este plano no
han surgido ideas nuevas desde hace más de cien años. Ninguna duda,
naturalmente, de que el modo en el cual se regula la utilización de la pro-
piedad tiene un significado considerable y precisamente tanto para el sis-
tema de la economía cuanto para el político. Si la propiedad de los medios
de producción es estatalizada, el sistema político es responsabilizado en
medida sin precedentes (cargándolo con dimensiones del todo nuevas de
responsabilidad política) y hasta ahora no existen ejemplos de que esta
responsabilidad en la forma de un sistema pluripartidista se pueda combi-
nar con la posibilidad de un cambio de gobierno mediante elecciones polí-
ticas: también las tentativas de los países del este de reformar la economía
mostrando que la economía mantiene la propia dinámica igualmente en
estas condiciones y que no puede ser concebida como resultado maleable
de las decisiones políticas. No apenas es sustituida una economía moneta-
ria y hasta que ella existe, la economía depende de motivos para ganar y
gastar dinero y estos motivos no se pueden crear o sustituir con el derecho
o con apelaciones políticas. Una economía monetaria puede dar motivos
al propio movimiento solo por sí misma y la cuestión es solamente: si y

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NIKLAS LUHMANN

cuánto la propiedad de medios materiales o monetarios sea indispensable


a tal fin.
En el contexto de esta relación no se trata, sin embargo, de cuestio-
nes de teoría económica. Mi tesis es que ni la teoría jurídica de la propie-
dad, ni la económica ofrecen un concepto suficiente de sociedad moderna.
La propiedad tiene la ventaja de la evidencia, ventaja que aconsejó, en el
pasaje a formaciones societarias todavía desconocidas, confiarse a ella. La
propiedad y sus efectos consiguientes como riqueza y pobreza o también
trabajo y desocupación, se pueden observar bien. Referirse a ellos es in-
discutiblemente evidente. También su condicionamiento y su relevancia
son indiscutibles. Pero como teoría de la sociedad esta focalización no
basta, porque existen indiscutiblemente muchas otras circunstancias so-
cietarias que a partir de ahí o se pueden entender o de cualquier forma no
de modo suficiente.
La unilateralidad de una descripción de la sociedad que tiene de
fondo la cuestión de la propiedad no puede ser superada confiándose en
otras características de este género. En cambio, no basta hablar de propie-
dad, de civilización técnico-científica o bien, como hace hoy día Anthony
Giddens, de política ordenada por Estados territoriales. Se podría referir
también a la educación extrafamiliar desplazada a las escuelas y universi-
dades, con efectos presumiblemente enormes sobre las condiciones psí-
quicas con las cuales debe hacer cuentas una sociedad. En esto Parsons ha
visto una tercera revolución, junto a la política y la industrial. Pero todas
estas descripciones tienen un error común. Captan correctamente un ca-
rácter pero luego lo extienden hasta constituirlo en caracterización prima-
ria o únicamente determinante de la sociedad moderna.
¿Cómo se pueden corregir estas unilateralidades? Ciertamente no
denegando su significado. Se trata indiscutiblemente de caracteres me-
diante los cuales la sociedad moderna se distingue de formaciones socie-
tarias más antiguas pero a una teoría de la sociedad es necesario pedirle
que pueda explicar cómo y porqué en los más diversos ámbitos de la so-
ciedad se llega a estas peculiaridades que caracterizan la modernidad. Esto
no se puede hacer continuando (o negándose a hacerlo) los discursos filo-
sóficos–literarios que a partir del iluminismo han acompañado y comen-
tado el desarrollo de la sociedad moderna –en parte con entusiasmo enfá-
tico, en parte con repugnancia, luego otra vez repitiéndolos o resignándo-
se. Más bien tenemos necesidad de una teoría más abstracta que median-
te una solubilidad y capacidad recombinatoria que supere todas las expe-
riencias, sea aplicable a la formación de la propiedad, dadas las condicio-

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EL ORIGEN DE LA PROPIEDAD Y SU LEGITIMACIÓN: UN RECUENTO HISTÓRICO

nes capitalistas y a la política ordenada por estados regionales, a la educa-


ción organizada en las clases escolares y a la investigación científica.
Si a la base de esto se coloca una conceptualización teórico-
sistémica, se pueden concebir todas las características descritas como con-
secuencia de una autonomía de los sistemas societarios de función extre-
madamente elevada. Esto no debe significar que todo el actuar tiene lugar
en un y solo en un sistema de función, pero la dinámica de la sociedad
moderna es producida en estos sistemas. Instituciones más antiguas y
multifuncionales, sobre todo las economías domésticas familiares como
formas de vida normales y como forma de inclusión de los individuos en
la sociedad son disueltas o reducidas a funciones propias. Así también una
moral referida a esto pierde la propia plausibilidad. Y si la propiedad ha
sido el concepto jurídico para la unidad de tales economías domésticas, así
también la propiedad pierde su función central para la sociedad. Deviene
inadecuado pensar que la sociedad consiste en propietarios que deben
administrar ordenadamente sus economías domésticas, y correspondien-
temente también las instituciones de la sociedad a ellas ordenadas, como
el comercio con mayor o menor excedente o las corporaciones como la
iglesia, monasterios, universidades, mutualidades y gremios, se liberan de
su anclaje en la sociedad. La sociedad compleja es ahora un sistema dife-
renciado funcionalmente y todo aquello que no se puede ordenar a este
principio primario se puede explicar solo a partir de esto.
Una teoría de la sociedad de este tipo deberá sobre todo concentrar-
se en desarrollar la dinámica propia de los sistemas de función. La socie-
dad misma no puede ser concebida ni como si fuese una corporación ca-
paz de regulación, ni como una masa caótica de acciones singulares. No se
puede guiar políticamente, dado que la política misma es solo un sistema
de función entre otros y, si se puede decir así, puede hacer solo política.
Puede ser conocida científicamente, pero también esto significa que se la
puede conocer solo científicamente, es decir, solo con la ayuda de cons-
trucciones (teorías) propias del sistema de la ciencia. Dado que cada plani-
ficación, cada regulación y cada conocimiento de la sociedad debe cum-
plirse en la sociedad y dado que operaciones de este tipo al mismo tiempo
son eficaces y pueden ser observadas en la sociedad, la unidad del sistema
se sustrae sea a la regulación, sea a la observación. La unidad del sistema
es el operar de la reproducción autopoiética y su elaboración continua
puede ser descrita solo como evolución.

13
NIKLAS LUHMANN

VI

Tal programa teórico no puede ser desarrollado aquí, ni siquiera puede ser
presentado en modo adecuado. Debo entonces contentarme con bosque-
jar algunas consecuencias, estimulado por el tema “propiedad”.
Si se considera la sociedad como sistema diferenciado, es necesario
sobre todo tener distintos planos de observación. Ya no se pueden orde-
nar sin más instituciones sociales, como por ejemplo la propiedad, a la so-
ciedad compleja, sino es necesario sobre todo entender qué sistema es
primariamente pertinente. Para la sociedad moderna esto significa pre-
guntarse qué sistema de función determina las formas que asume la pro-
piedad, qué valor tiene en cada ocasión y sobre todo a partir de qué es in-
fluenciada y cambiada.
No se puede discutir el hecho de que aquí se deba referir a la eco-
nomía. Naturalmente la propiedad es y permanece también como un con-
cepto jurídico. Todo cambio de propiedad es al mismo tiempo transacción
económica y jurídica. Para el derecho, sin embargo, la propiedad es un
sector regulativo entre muchos otros, mientras para la economía es el có-
digo central. Esto es: el derecho decide con base en el código legal/no-
legal sobre innumerables cuestiones, entre las cuales están aquellas con-
cernientes a la propiedad. La economía no podría en cambio ni siquiera
diferenciarse, no podría devenir un sistema de función de la sociedad, si
no existiese la propiedad. Porque para toda transacción de la economía es
presupuesto que se pueda establecer quién disponga de qué cosa. Dicho
de modo diverso: en el sistema del derecho, la propiedad es componente
de determinados programas que permiten establecer quién, en caso de
disputa, tiene razón y quien está equivocado – quién está en lo legal y
quién está en lo ilegal. En el sistema de la economía la propiedad es com-
ponente del código binario, el único que puede diferenciar el sistema.
Aquí se trata de la división de la facultad dispositiva, de tener o no tener.
Si no se pudiese distinguir entre tener y no tener no existiría economía al-
guna. Así como no existiría derecho alguno si no se pudiese distinguir en-
tre legal e ilegal. Todos los programas de la economía, programas de pro-
ducción, de inversión, de presupuesto (budget) de propietarios privados o
estatales presuponen el código del sistema. Pueden ser hechos posibles
solo mediante formación de propiedad. Esto vale sea en las economías
privadas capitalistas, sea en las estatales capitalistas. Al interior de este es-
quema, pero solo en su interior, ciertamente luego pueden existir enormes
diferencias, por ejemplo sobre la base de diversas medidas de la estatali-

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EL ORIGEN DE LA PROPIEDAD Y SU LEGITIMACIÓN: UN RECUENTO HISTÓRICO

zación de los medios de producción, sobre la base de diversas conforma-


ciones del sistema bancario o sobre la base de diversas formas de entrela-
zamiento y concentración privado-capitalistas. Pero estas son y permane-
cen diferencias secundarias, y precisamente en un doble sentido: (1) éstas
no caracterizan diversos tipos de sociedad, sino por así decir diversos ex-
perimentos sociales al interior de una sociedad mundial compleja; y (2)
estas no caracterizan siquiera diferentes sistemas de función de la econo-
mía, sino solo diversas formas de conexión entre código y programas al
interior de un operante sistema de función mundial (de la sociedad mun-
dial) de la economía.
A diferencia de otras representaciones de la semántica histórica de
la propiedad, este esbozo basado sobre una teoría de la diferenciación es
elaborado con dos distinciones, es decir (1) con la distinción entre diversos
sistemas de función, sobre todo sistema de la economía y sistema del de-
recho, y (2) con la distinción entre codificación binaria y programación.
Con la ayuda de estas herramientas de orientación, la propiedad es por así
decir destronada semánticamente. Tal maniobra teórica puede natural-
mente ser vista y liquidada como semántica política, sino como una “ideo-
logía” tardo-burguesa particularmente refinada. Todas las descripciones
de la sociedad pueden ser observadas y descritas en la sociedad y la com-
plejidad de la sociedad moderna consiste no por último en el hecho de
que ella puede preparar más descripciones de sí misma que no pueden ser
integradas. Los temas, los objetos, las cosas, han perdido su inamovible
fijación del ser y ningún observador puede pretender la autoridad de una
descripción única y correcta.
En esta situación, en las controversias se puede dejar si valorarla po-
sitivamente como pluralismo o si confiarse del todo al vértigo de la arbi-
trariedad postmoderna. No apenas existe un sistema diferenciado para la
investigación científica en ello surgen sin embargo criterios específicos
(referidos a programas propios = teorías) para la preferencia de descrip-
ciones. Uno de estos criterios es la consistencia y la complejidad cognitiva
de una propuesta teórica. Si se parte de este criterio, la propuesta de con-
cebir la propiedad como código del sistema de la economía y a partir de
aquí estudiar la semántica tradicional de la propiedad así como las abs-
tracciones jurídicas que de allí son derivadas y en fin las diferentes formas
de la conexión entre codificación y programación, tiene algo que ofrecer.

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NIKLAS LUHMANN

Permítanme brevemente resumir en forma de tesis:

1. El concepto de propiedad indica una hecho relativamente evidente.


Esto explica su prominencia histórica en una sociedad de transición,
que pasa a nuevas formas de diferenciación del sistema, que no las
puede todavía reconocer y describir y que en cambio debía atenerse
a transformaciones ya visibles y a esperanzas de progreso.
2. El derecho sigue la diferenciación creciente, la movilidad y la com-
plejidad de la economía mediante abstracciones del concepto de
propiedad, liberalizando la disponibilidad contractual y separando
imperium (político) de dominium (económico). Se ve en varias oca-
siones (y precisamente ya en la ética económica de la teología tar-
do-escolástica en los instrumentos regulativos mercantiles) que la
economía no se puede regular jurídicamente, sino que debe regular-
se por sí misma en su propia dinámica. El derecho alista a tal fin so-
lo conceptos globales, limitaciones de la disponibilidad y cláusulas
de abuso, pero naturalmente no puede decidir que sería contrario a
la ley si la economía no prospera.
3. Las consecuencias para una teoría sociológica (relativa a una teoría
de la sociedad) de la economía no pueden ser ignoradas. Cierto es
que la economía debe ser concebida a partir de su dinámica operati-
va y no a partir de la materia que ella elabora ni a partir del actuar
humano individual. Mi impresión, además, es que las ciencias eco-
nómicas mismas no están suficientemente preparadas para esto en
la conceptualización del mercado ni en la conceptualización del di-
nero. La conceptualización aquí propuesta debería llevar a concebir
la economía como un sistema de función autoreproducido y opera-
tivamente cerrado (autopoiético), que en dadas condiciones socioes-
tructurales favorables surge y evoluciona si se puede distinguir entre
tener-propiedad/no-tenerla y si este código regula las transacciones.
Si es así, deben surgir cuestiones estructurales sobre la relación en-
tre codificación y programación; y el problema será entonces aquél
de responder a estas preguntas en un modo que sea compatible con
la economía de mercado.
4. El objetivo de toda esta empresa teórica es sin embargo una des-
cripción adecuada de la sociedad moderna y la cuestión, si y para
quién una tal descripción sea aceptable, va mucho más allá de aque-
llo que se puede aducir como argumentos estrictamente científicos.
RM

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EL ORIGEN DE LA PROPIEDAD Y SU LEGITIMACIÓN: UN RECUENTO HISTÓRICO

SOBRE EL AUTOR
Niklas Luhmann (1927-1998) es considerado uno de los sociólogos más importantes
del último siglo. Su mayor aporte radica en la profundización de la teoría de sistemas
en el ámbito de la sociología y el desarrollo de una teoría de la sociedad de
pretensiones universalistas. Desarrolló gran parte de su carrera en la universidad de
Bielefeld, Alemania, desde 1968 hasta su retiro en 1993, siendo el primer profesor que
tuvo dicha universidad. Falleció el 6 de Noviembre de 1998. Niklas Luhmann escribió
durante su vida más de cincuenta libros y cientos de artículos, por lo que es muy difícil
una visión sucinta de su obra. Sin embargo podemos destacar entre sus últimos libros
traducidos al español: La sociedad de la sociedad (Herder- Universidad
Iberoamericana, 2007), Organización y decisión (Herder-Universidad Iberoamericana,
2010), El amor (Prometeo Libros, 2012) y Sociología política (Trotta, 2014).

CONTACTO
(Para consultas sobre su vida y obra)
Universität Bielefeld
Fakultät für Soziologie
Postfach 10 01 31
33501, Bielefeld
Deutschland

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Recibido: julio 2015
Aceptado: agosto 2015

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