Una Mirada Mítica

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Los relatos míticos fueron los primeros intentos por entender el mundo, la base de las

creencias y explicaciones surgidas de la necesidad de poner un orden entre tanta


incertidumbre. Gracias a ellos, los hombres podían mirar las estrellas y ver en esa gran
confusión de luces, la lucha entre un imponente guerrero y un animal monstruoso, la silueta
de un poderoso dios que contempla su creación desde lo alto.
El origen del mundo es, al mismo tiempo, el origen de nuestra literatura. Esa
incertidumbre del desconocimiento fue el primer motor de la imaginación y de los relatos. Si
en el comienzo, la imaginación estaba destinada a poner orden en el caos, para nosotros,
inmersos en un mundo lleno de aparentes explicaciones, la imaginación viene a darnos un
respiro y a descubrirnos un mundo en el que sea posible despertar nuestra incertidumbre
perdida y abrir caminos desconocidos por los cuales transitar sin la presión del sentido
absoluto. La literatura busca así, una novedad en lo gastado y conocido de las palabras,
que ponga en juego la imaginación sin destruirla con certezas.
El mito, una puerta de entrada a los orígenes y a la condición humana
¿Qué son los mitos? ¿Qué intentan explicar? ¿Por qué siguen vigentes?
Los mitos son historias sagradas que se refieren a la creación del mundo, a los dioses que
los originaron y al nacimiento del primer hombre.
La palabra “mito” deriva del griego mythos, que significa “palabra” o “historia” y la
mitología es una alternativa de explicación que recurre a la metáfora como herramienta
creativa. Muchos pueblos, como los griegos, explicaban los fenómenos de la naturaleza
y los sentimientos humanos en clave mitológica e interpretaban la realidad por medio de
la fantasía, ya que no lograban entenderla racionalmente.
Frente a esto creaban una divinidad adecuada a cada situación física o anímica. Si un
rayo surcaba el cielo, los antiguos griegos, que nada sabían de la electricidad, no podían
justificar el fenómeno científicamente, entonces el rayo se convertía en una flecha lanzada
por Zeus para aniquilar o advertir cuando surgían conflictos. Si se enfurecía el mar,
atribuían la tempestad al tridente de Poseidón.
Crearon los dioses a su imagen y semejanza, inventaron una morada poblada por
divinidades concebidas según la medida humana (antropomorfismo), con el rostro, los
afectos y los defectos propios de los hombres y además, le atribuyeron todo cuánto
anhelaban tener: sabiduría, belleza, inmortalidad, la facultad de manifestarse dónde y
cuándo quisiera y una rapidez supersónica para movilizarse.
Los griegos enriquecieron el mito con nuevos detalles inventados por la fantasía de los
poetas. Por esto es dificultoso dar una versión única de cada relato. Estos se adaptan y se
transforman de acuerdo a quién los cuenta y al contexto en el que son transmitidos.
Los mitos de los orígenes
Todos los pueblos del mundo han tratado de responder a las preguntas sobre la creación
del universo ¿cómo se formaron el cielo y la tierra? ¿De dónde surgió el hombre con su
cuerpo y alma? ¿Qué hay más allá de la muerte? A estos y otros interrogantes, han
respondido, de manera semejante, las distintas civilizaciones.
Los mitos de creación, denominados cosmogonías, son una forma de conocimiento,
diferente de la ciencia y la filosofía. Hay en estos mitos una verdad producto de la fe, pues
tienen un valor religioso. El mito de los orígenes, para cada cultura, es historia verdadera,
porque es sagrada.
Leamos el siguiente texto
El mito olímpico de la creación
En el principio de todas las cosas, la Madre Tierra surgió del Caos y dio a luz a su hijo
Urano mientras dormía. Contemplándola tiernamente desde las montañas, él le dejó caer
sobre ella una fértil lluvia que penetró en sus hendiduras secretas, y le hizo producir hierba,
flores y árboles, con las bestias y las aves propias para cada planta. Esta misma lluvia hizo
fluir los ríos y así se crearon los lagos y los mares.
Sus primeros hijos de forma semihumana fueron los gigantes de cien manos llamados
Briareo, Giges y Coto. Después aparecieron los tres Cíclopes, salvajes de un solo ojo,
constructores de gigantescos muros y maestros herreros, con cuyos hijos se encontró
Ulises en Sicilia. Se llamaban Brontes, Estéropes y Arges, y sus espíritus han habitado el
volcán Etna desde que Apolo los mató.
Actividad: Busca mitos de otras culturas, referidos a la creación del mundo.
Expresiones literarias en América Latina
A finales del Siglo XV existían en América, culturas en diversos grados de desarrollo,
desde las más rudimentarias hasta las más adelantadas como las de México y Perú. No
todas las culturas estaban en su mayor esplendor a la llegada de los españoles pero, el
común denominador era la existencia cierta de una literatura particular, algunas de aquellas
manifestaciones, preservadas por los conquistadores europeos, han llegado hasta nosotros
como prueba del alto desarrollo cultural alcanzado por esos pueblos.
En las altas civilizaciones que habitaron América Central, se dieron tres formas sucesivas
de escritura: pictográfica (representación mediante dibujos), ideográfica (sistema de glifos
que simbolizaban ideas, según los colores) y la fonética (representación de sonidos
mediante signos gráficos)
La avidez de conocimiento que caracterizó al hombre renacentista despertó el interés, por
cuanto de nuevo ofrecían estas tierras. Algunos misioneros se encargaron de preservar el
legado literario indígena. Aprendidas las lenguas nativas, la misma tarea evangelizadora
les permitió conocer las manifestaciones literarias autóctonas y preservarlas en códices
que incluían composiciones líricas, cantos épicos y también, textos narrativos. La prosa
didáctico-religiosa de los libros del Chilam- Balam, redactada entre los siglos XVI a XIX,
después de la conquista, recopilaba mitos, costumbres y tradiciones de la civilización maya.

El libro sagrado de los mayas-quichés


Los misioneros españoles que tuvieron a su cargo la instrucción religiosa de los
habitantes del Nuevo continente también les enseñaron a hablar y a leer en lengua
castellana. Algunos aprendieron a escribir con el alfabeto latino y así transcribieron los
textos indígenas. De ese modo se conservaron las narraciones que se habían transmitido
en forma oral, de generación en generación.
El Popol Vuh o Libro del Consejo o de la comunidad (popol- significa comunidad,
reunión, casa común y vuh- papel, libro) contiene las creencias quichés respecto del origen
y formación del mundo y del hombre sobre la tierra, también la historia del pueblo quiché,
conquistas y poderío. Fue recopilado en lengua quiché, en una época imprecisa, por un
indígena de Santo Tomás en Chichicastenango que conocía las antiguas tradiciones de
Guatemala. El compilador, según manifiesta en el prólogo, escribió después de la conquista,
bajo influencia del cristianismo.
A principios del siglo XVIII, el fraile Francisco Ximénez tomó contacto con este manuscrito
y se dedicó a estudiarlo y traducirlo al español. Para garantizar la fidelidad de su relato,
transcribió también, a su lado, el documento indígena. El manuscrito del Padre Ximénez se
conserva en la actualidad en la Biblioteca Newberry de Chicago.
En el Popol Vuh se distinguen tres partes. La primera es una descripción de la creación y
origen del hombre; la segunda se refiere a las aventuras de los jóvenes semidioses
Hunahpú e Ixbalanqué y de sus ancestros sacrificados por los genios del mal en el reino de
Xibalbá. La tercera parte cuenta el origen de los pueblos indígenas de Guatemala, sus
migraciones y distribución en el territorio antes de la conquista española.
(Lectura de fragmentos pertenecientes al Popol Vuh)
La poesía náhuatl
Los nahuas (aztecas), cuyos ancestros fueron los mexicas, constituían un grupo de pueblos
de Mesoamérica que tenían en común la lengua náhuatl. Dejaron testimonios de su cultura
en monumentos, pinturas, piezas de orfebrería, cerámica, códices y documentos.
No es verdad que vivimos
No es verdad que vivimos,
No es verdad que duramos
en la tierra.
¡Yo tengo que dejar las bellas flores,
tengo que ir en busca del sitio del misterio!
Pero por breve tiempo,
hagamos nuestros los hermosos cantos.
Anónimo
¡Oh flores que portamos…!
¡Oh flores que portamos,
oh cantos que llevamos,
nos vamos al reino del misterio!
¡Al menos por un día
estemos juntos, amigos míos!
¡Debemos dejar nuestros cantos:
y con todo la tierra seguirá permanente!
Amigos míos, gocemos, gocemos, amigos.
Anónimo
Responde: ¿Qué tienen en común ambos poemas? ¿Qué experiencias vitales rescatan los
poetas? ¿A qué se referirá la expresión “nos vamos al reino del misterio”?

Descubrimiento y Conquista. Encuentro de dos mundos

La crónica de indias: puerta de las letras hispanoamericanas

La literatura latinoamericana nace en el momento en que España entra en contacto con el


continente americano y esa realidad se comunica al mundo europeo que la recibe con
avidez.
Cristóbal Colón fue quien la inaugura con su Diario a bordo y con su famosa Carta del
Descubrimiento escrita en el regreso de su Primer viaje, en 1493. La necesidad de dar a
conocer América a Europa y de difundir los fervores de la insólita aventura hicieron
reverdecer un viejo género medieval: la crónica. Sus cultores, los cronistas de indias,
llenaron con sus variadas y amenas producciones el primer capítulo de nuestras letras.
De igual modo, los navegantes que partieron después de él, recibieron instrucciones
precisas de relatar ritos y costumbres de sus gentes, características del paisaje, clima,
descripción de fauna y flora, recursos y riquezas. Todo ello obedecía a una necesidad
política de la Corona.
Actividad: Averigua qué fue la crónica de Indias y cuál era su función.

Lee el cuento del escritor guatemalteco Augusto Monterroso (1921-2003).

El eclipse

Cuando Fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La
selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia
topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna
esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el
convento de los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia
para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.

Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se


disponían a sacrificarlo ante un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que
descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.

Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó
algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.

Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal
y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse
total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus
opresores y salvar la vida.
-Si me matáis- les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.

Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos.


Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.

Dos horas después el corazón de Fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre


vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado),
mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una,
las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de
la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de
Aristóteles.

Augusto Monterroso, en El eclipse y otros cuentos, Alianza Editorial, Madrid, 1995.

Actividades pos lectura:

1) ¿Qué culturas se enfrentan en esta obra?


2) ¿Por qué cree el fraile que puede engañar a los aborígenes? ¿Qué actitud asume?
3) ¿En quién se basa Bartolomé Arrazola para enunciar el eclipse? ¿Por qué?
4) La elipsis es una figura literaria que consiste en omitir información para acelerar el
desarrollo de la historia narrada; ¿qué hechos te parece que se han omitido?
5) ¿Qué mensaje intenta dejar Monterroso con este relato?

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