Monografia Del Positivismo
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Monografía
El derecho positivo y aspectos fundamentales
del pensamiento político Hobbesiano
INTEGRANTES:
Usca Cutire Luz Alejandra
Tello Chaves Sebastian
Cahuana Huanaco Lía Angely Imasumac
Machacca Tunquipa Javier Mateo
Mendoza Sullca Mary Isabel
DEDICATORIA: A mi docente que me esta acompañando
en este camino de aprendizajes
INDICE
PORTADA
DEDICATORIA
INDICE
INTRODUCCION
Capitulo I
1.1 Introducción del positivismo
1.2 Introducción al naturalismo
Capitulo II
2.1 Aspectos fundamentales
del pensamiento político Hobbesiano
Capitulo III
3.1 Diferencias entre iusnaturalismo e
iuspositivismo
Capitulo IV
4.1 El iuspositivismo e iusnaturalismo según autores
CONCLUSIONES
REFERENCIAS
INTRODUCCIÓN
El positivismo jurídico es un pensamiento
filosófico y jurídico que dice que el derecho se origina
y proviene únicamente de fuentes escritas, como leyes
y reglamentos promulgados por autoridades
competentes, sin recurrir a principios éticos, morales o
naturales. Esta escuela de pensamiento ha sido una de las más
influyentes en la teoría jurídica moderna y ha provocado
profundos debates sobre la naturaleza y los fundamentos
del derecho.
Por eso dice Hobbes que el estado de naturaleza no es una etapa pasada,
sino un riesgo (siempre presente) en todo orden civil. Para ejemplificarlo,
nuestro autor menciona “las comarcas de América”, las guerras
interestatales (donde no existe un poder coactivo supranacional) y las
guerras civiles, en las cuales la sociedad se escinde en partes antagónicas.
Pero en todos los casos, lo que caracteriza al estado de naturaleza es que
se trata de una situación “en la cual cada hombre es enemigo de los
demás” (Hobbes, 1992: 101). Dicho de otro modo, hay una guerra (o una
amenaza de guerra) de todos contra todos. Y esto no sólo repercute
negativamente en el desarrollo de cualquier sociedad, sino que en
palabras del propio Hobbes imposibilita, incluso, la existencia de toda
sociedad.
La muerte, dice Hobbes, es el peor de los males, por eso los hombres le
temen más que a cualquier otra cosa. Los hombres desean poseer y gozar
de las cosas necesarias para una vida confortable no sólo por un instante;
por lo contrario, desean “asegurar para siempre la vía del deseo futuro”
(Hobbes, 1992: 104). Tienen la esperanza de obtenerlas por medio del
trabajo, pero, reconocen que, en el estado de naturaleza, nada les
garantiza poder gozar de ellas. Aunque no estén en una guerra efectiva,
esa situación de permanente inseguridad y desconfianza constituye un
estado de guerra, pues en cualquier momento una discrepancia puede
convertirse en una lucha violenta que, al carecer de jueces o árbitros,
termine en la muerte.
Las leyes de naturaleza tienen como finalidad prohibir a los hombres todo
aquello que puede destruir sus vidas o privarles de los medios para
conservarla. Ciertamente estas leyes limitan el derecho natural, pero,
como el bien más preciado por los hombres es la vida, y en el estado de
naturaleza ésta se encuentra en permanente riesgo, los hombres,
haciendo uso de su razón, necesariamente concluirán que, para
preservarla, lo mejor que pueden hacer es actuar conforme a esas leyes
de naturaleza, buscar la paz.
Por ello, la única forma de asegurar que también esta segunda ley se
cumpla es garantizando el cumplimiento de una tercera ley: que todos se
comprometan a respetar los pactos. De nada sirve que todos se
comprometan a no hacer a los demás lo que no quieren que les hagan a
ellos mismos si, después, no lo cumplen. Por eso es indispensable que
también se respete esta tercera ley.
Sin embargo, Hobbes tiene claro que los pactos que no descansan en la
espada son meras palabras. Si todos los hombres, guiados por su razón,
actuaran siempre conforme a las leyes de naturaleza, seguramente
vivirían de manera armónica y no requerirían un poder común. Pero lo
cierto es que, a menudo, los hombres se guían más por sus pasiones que
por su razón y por ello, las leyes naturales no siempre son respetadas. Esto
lleva a Hobbes a considerar que, “no obstante las leyes naturales [...] si no
se ha instituido un poder o [éste] no es suficientemente grande para
[guardar] nuestra seguridad, cada hombre fiará tan sólo y podrá hacerlo
legalmente sobre su propia fuerza y maña para protegerse contra los
demás hombres” (Hobbes, 1992: 137-138). Las leyes de naturaleza no son
suficientes para garantizar la seguridad (la vida). Además, si alguien optara
por comportarse siempre de acuerdo con las leyes de naturaleza, sería sin
duda el más perjudicado, pues nada garantiza que los demás sigan su
ejemplo y, en cambio, hay muchas posibilidades de que los otros
aprovechen esta situación en perjuicio del que sí sigue estas leyes. Por ello
los hombres necesariamente deben hacer un pacto que les permita
instituir un poder común, capaz de obligar a todos a obedecer las leyes
(ahora civiles) que contribuyan a resguardar la vida de todos los asociados.
El pacto estatal
En el capítulo XVII del Leviatán, Hobbes señala que el único camino para
evitar las injurias ajenas es instituir un poder común. Para ello es
necesario establecer un pacto por medio del cual todos se comprometan
entre sí a transferir su poder y su fortaleza a un tercero, un hombre o una
asamblea de hombres, que les represente de manera tal que todos sus
actos y designios sean asumidos, por cada uno, como propios. Este pacto
no es un pacto bilateral entre el pueblo y el soberano, como lo sería un
estricto pacto de sumisión (pactum subiectionis); pero tampoco es
exactamente un pacto de asociación (pactum societatis). Se trata más bien
de un pacto multilateral que entraña tanto el pacto de asociación como el
pacto de sumisión: los contratantes (los individuos singulares) se
comprometen recíprocamente (pactum societatis) a someterse a un
tercero (no contratante) de manera permanente con el fin de que este
tercero resguarde sus vidas (pactum subiectionis). Al resultado de este
pacto, mediante el cual una multitud se une en una persona artificial,
Hobbes le llama Estado.
Por ello quien se queja de una injuria de parte del soberano, en última
instancia se queja de algo de lo que él mismo es autor; cosa que en su
opinión es totalmente absurda.
El poder del soberano no está sujeto a la voluntad de los contratantes
porque su poder no es resultado de un acuerdo gobernantes-gobernados
(entre partes susceptibles de romper un contrato), sino que es resultado
de un pacto dado entre los individuos libres e iguales que transfirieron su
poder a un tercero. Por ello Hobbes sostiene que el pacto es irrevocable.
Porque incluso si estos individuos, unánimemente, quisieran ponerse de
acuerdo otra vez para revocar el mandato a ese tercero, necesitarían
además el consenso de ese tercero al que también involucra el contrato.