Sistemas Productivos
Sistemas Productivos
Sistemas Productivos
PRODUCTIVE SYSTEMS
REC
n.34
Frank Wilkinson2
Journal of Critical Economics
Segundo Semestre 2022
En los últimos años está teniendo lugar entre una porción creciente de economistas una reafirmación,
cada vez más dogmática, de los efectos benéficos de la mano invisible de las fuerzas del mercado y de
los efectos perniciosos que tienen los controles institucionales y la acción del gobierno sobre el bienestar.
Estos argumentos no se basan en un análisis detallado del funcionamiento de las economías reales sino
que se plantean en abstracto, mediante un razonamiento apriorístico de cómo deberían funcionar. Se
presupone que las fuerzas socio-políticas o bien no afectan a los resultados del mercado o bien distorsionan
el funcionamiento del mismo, en cuyo caso deben cambiarse para hacerlas compatibles con las previsiones
de la teoría económica. El fallo de este enfoque es que impide comprender el papel central que juegan
las instituciones en el desarrollo económico y la relación inseparable que existe entre las fuerzas sociales,
políticas y económicas en el funcionamiento de la economía.
1
Este artículo fue publicado originalmente en la revista Cambridge Journal of Economics 1983, 7, 413-429. Para esta edición en
castellano la traducción es de Albert Recio y Josep Banyuls.
2
Universidad de Cambridge. La investigación sobre la cual se desarrolla este artículo fue llevada a cabo por el Grupo de Estudios
del Trabajo en la Universidad de Cambridge, Departamento de Economía Aplicada y fue financiado por el Social Science Research
Council. Estoy particularmente en deuda con mis colegas Roger Tarling y Jill Rubery. Me gustaría también darle las gracias a
Kathrin Peters por sus continuos ánimos y sus comentarios críticos, a Sebastiano Brusco y Michael Anyadike-Danes por sus
múltiples sugerencias que me han ayudado considerablemente y a los editores de CJE por su asistencia preparando la versión
final del texto.
Journal of Critical Economics, issue 33, first semester 2022, ISSN 2013-5254
Sistemas productivos.
Frank Wilkinson
en Marshall y han mantenido su influencia en la obra de Galbraith y otros (Ekelund y Herbert, 1975).
Asimismo, existe una rica tradición continental, de la que la escuela francesa de la regulación constituye un
notable ejemplo actual, que trata de explicar el proceso de desarrollo económico incorporando elementos
institucionales en un esquema analítico basado en el marxismo3. Este artículo se sitúa en el espíritu de esta
tradición, y está escrito con el convencimiento de que es oportuno restablecer el debate en un momento
en el que los problemas económicos son agudos y cuando los principales consejos de los economistas
ortodoxos son una llamada a la inactividad del gobierno en todos los terrenos, con la excepción de aquellas
políticas tendentes a permitir que el mercado funcione más "perfectamente".
La proposición central de este artículo es que las fuerzas económicas, sociales y políticas se combinan
determinando el modo en el que se desarrollan las economías y que el resultado de ello es un proceso
dinámico desequilibrado, que sólo puede ser descubierto a partir del análisis empírico. Esto no supone
defender que no existe lugar para el pensamiento abstracto, sino argumentar que no hay, ni puede haber,
sistemas universales, predeterminados, "verdaderos", hacia el que tienden en todo momento las fuerzas
económicas subyacentes. Tampoco consideramos que la investigación empírica pueda realizarse en el
vacío: una base teórica y analítica constituye una guía esencial para la investigación. Pero es necesario
señalar que el abandono de la teorización económica convencional requiere sacrificar el formalismo de sus
modelos y la seguridad de sus conclusiones. Lo que aquí proponemos como alternativa son orientaciones
abiertas, formuladas con el propósito de mejorar nuestros conocimientos sobre el funcionamiento real
de los sistemas económicos. Este esquema de análisis se ha desarrollado a partir de la investigación
empírica e histórica y de largas discusiones con otras personas interesadas en investigaciones similares.
Un elemento central de esta metodología es que el propio esquema debe ser puesto a prueba, y modificado
cuando sea necesario, a la luz de los resultados empíricos.
El artículo se divide en cuatro partes. La primera presenta la teoría ortodoxa y evalúa críticamente cómo
esta considera a las fuerzas políticas y sociales. La segunda sugiere un posible marco de análisis que
incorpora estas fuerzas. La tercera confronta brevemente este esquema con la evidencia empírica de
algunos cambios recientes en el funcionamiento de las economías reales. En la sección final se aplica el
esquema propuesto al objeto central de la economía: la creación y la distribución de la riqueza.
Los economistas ortodoxos habitualmente insisten en que su "ciencia" es apolítica: están solo
interesados en lo que ellos denominan análisis positivo del proceso de creación y distribución de riqueza, y
dejan para otros la realización de valoraciones políticas. Pero, en la medida que proponen recomendaciones
prácticas basadas en su propia teoría, adoptan necesariamente, de forma implícita, un papel activo
sobre la naturaleza y los efectos de la organización social y política. La tesis central de este artículo es
que la imposibilidad, de la mayoría de economistas teóricos, de ofrecer una interpretación realista del
funcionamiento del sistema económico, radica en su ausencia de definición de la organización social y
política y de su incapacidad para incorporarla a la modelización económica. En esta sección se revisa
la forma como varias escuelas de pensamiento económico eluden la incorporación de las fuerzas socio-
políticas en sus modelos.
3
Véase, por ejemplo, Boyer (1979).
Journal of Critical Economics, issue 33, first semester 2022, ISSN 2013-5254
Sistemas productivos.
Frank Wilkinson
eficiente y permitir, con ello, la optimización del bienestar social. Individualmente, empresas, trabajadores
y consumidores actúan racionalmente en busca de su propio interés, y se supone que nadie tiene un
peso relativo tan grande que pueda influir en el resultado del mercado, por lo que se considera que este
opera de forma impersonal en la determinación de los términos de intercambio de factores productivos
y mercancías. La tecnología y las preferencias, las cuales constituyen los elementos básicos del proceso
de decisión racional, se suponen de tal forma que existen alternativas intercambiables entre sí, de forma
que cada individuo o agente necesita obtener un aumento más que proporcional de una alternativa para
compensar la pérdida de una unidad de la otra.
La intervención sobre el mercado, tanto de agentes privados como del gobierno, da lugar a imperfecciones
que conducen a un funcionamiento sub-óptimo, excepto en el caso de que existan rendimientos crecientes
que crean monopolios naturales, o cuando aparecen importantes economías o deseconomías externas. En
estos casos se acepta la intervención, justificada por ejemplo por las teorías de la "competencia imperfecta"
y del "second best". A pesar de que los economistas neoclásicos reconocen que el mundo real no se
adecúa perfectamente a su concepción, creen que debe transformarse en esta dirección. Su habilidad en
incorporar las "imperfecciones" como casos "especiales" tiene el efecto paradójico de reforzar sus propios
dogmas. Pero son, precisamente, estos dogmas y su incompatibilidad con, por ejemplo, los rendimientos
crecientes y la existencia de relaciones de poder lo que hace a la teoría neoclásica completamente incapaz
de analizar el mundo real5.
El marco analítico desarrollado por Keynes y sus seguidores permite justificar la intervención gubernamental
y tiene, por tanto, importantes implicaciones para la organización política y social. Pero, al poner el énfasis
en el equilibrio no inflacionario de pleno empleo en un sistema capitalista, así como el evidente fracaso
de las políticas keynesianas para ofrecer soluciones fáciles a los problemas macroeconómicos, en especial
la inflación, el enfoque keynesiano ha tendido a juzgar, de forma creciente, a las fuerzas sociopolíticas
4
Los oferentes de capital deciden lo que quieren ganar en términos de niveles intertemporales de consumo y lo que les corresponde
en términos de productividad del capital.
5
Sólo están dispuestos a aceptarlo sus más honestos representantes (Hahn, 1982, es un caso notable). Otros optan por realizar
un análisis "vigoroso" de las teorías alternativas y argumentan que, por mucho que las instituciones oscurezcan su actuación, las
fuerzas de mercado siempre acaban por brillar (por ejemplo, Cain, 1976).
6
Véase, Keynes (1940).
Journal of Critical Economics, issue 33, first semester 2022, ISSN 2013-5254
Sistemas productivos.
Frank Wilkinson
en términos de su propia teoría.7 Por ejemplo, la creencia que la distribución de la renta es el resultado
exclusivo de las fuerzas macroeconómicas afecta a la visión que se tiene del comportamiento sindical en
las negociaciones salariales. Se considera la inflación cómo el resultado de la mala actitud sindical para
aceptar la realidad de la distribución de la renta, lo que conduce a proponer como remedio o la reforma de
los sindicatos o el control de su papel en la determinación de los salarios.
Mientras que el reconocimiento del papel específico que juegan los elementos institucionales en la
conformación de los sistemas económicos constituyó un elemento importante de la revolución keynesiana,
en su evolución posterior el keynesianismo ha regresado a posiciones pre-keynesianas que configuran
instituciones socio-políticas "ideales" en términos de los postulados derivados de su propia teoría económica.
Esta forma de proceder conduce al importante corolario de que las intervenciones de política económica
están condenadas al fracaso debido, básicamente, a las imperfecciones institucionales.
Tanto Keynes como los macroeconomistas keynesianos se han concentrado en el estudio de los grandes
agregados y tienen poco, o nada, que decir sobre la organización de la producción. Sin embargo, al margen
de la revolución keynesiana (o quizás, de forma más precisa, en paralelo a ella) se han desarrollado en
Cambridge (Reino Unido) críticas esenciales a los fundamentos microeconómicos de la teoría neoclásica,
enfatizando que los bienes de producción no son escasos, sino producidos, con lo cual, la atención se centra
en la oferta. Se demostró que el valor del capital no es independiente de la tasa de ganancia, por lo que,
con una tecnología dada, la distribución de la renta debe conocerse con anterioridad para determinar la
estructura de los precios relativos (Sraffa,1960). Pero el proceso de producción se representa como una
combinación física de inputs materiales, la distribución de la renta es exógena y la dinámica de creación
de riqueza no constituye un objeto central de investigación. No se ha realizado ningún intento efectivo de
incorporar las fuerzas sociales y políticas al análisis alternativo de la producción y el valor. Por tanto, esta
formulación tiene muchos de los defectos de la teoría convencional y, por ello, no es muy útil para analizar
los actuales sistemas económicos.
7
Sin lugar a dudas, Kalecki debe ser excluido de esta crítica. No sólo fue el introductor de teorías alternativas de la distribución que
incorporan estructuras sociopolíticas reales, sino que anticipó los problemas políticos del pleno empleo en un sistema capitalista
(Kalecki, 1971).
Journal of Critical Economics, issue 33, first semester 2022, ISSN 2013-5254
Sistemas productivos.
Frank Wilkinson
La tendencia de los economistas de toda índole a formular nociones ideales –e idealizadas- de cómo
funcionan en abstracto las economías, teorizando a priori y tratando, a partir de aquí, de derivar criterios
para juzgar el mundo real puede ayudarnos a explicar porqué los economistas adoptan, a menudo,
posiciones atrincheradas y mutuamente excluyentes. Unos pocos ejemplos pueden servir para ilustrar
este punto. Para los monetaristas y los economistas de la oferta la intervención estatal es, en general,
perniciosa; para los keynesianos es esencial para mantener el crecimiento del empleo; para los marxistas
es un reflejo de la correlación de fuerzas entre clases sociales o, en casos extremos, un simple reflejo de
la dominación capitalista. El control del mercado por las grandes empresas provoca pérdidas de bienestar
según la teoría neoclásica, pero, por el contrario, es el motor del crecimiento para los economistas
schumpeterianos y marxistas. Para los economistas neoclásicos la acción del mercado libre coordina las
acciones sociales asegurando la eficiencia de la producción y el consumo; en la teoría marxista empresarios
y trabajadores tienen un acceso desigual a los medios de producción y subsistencia, permitiendo el "libre
mercado" a los capitalistas maximizar sus beneficios sobre la base de su fuerza relativa y a expensas de
los trabajadores, los cuales, debido a la competencia existente entre ellos, no tienen capacidad de resistir.
La educación se presenta en el esquema neoclásico como un medio de mejorar el trabajo a través de
inversiones en capital humano, mientras que para los marxistas constituye un medio para acomodar a
los individuos a su situación económica, clasificar a los aspirantes a la obtención de rentas y establecer
expectativas socialmente aceptables de renta y estatus (Bowles y Gintis, 1976). Un cuarto, y significativo,
ejemplo lo constituye la contradictoria función asignada al progreso técnico por economistas de distintas
tendencias. El progreso técnico es habitualmente ignorado por los economistas neoclásicos cuya principal
preocupación la constituye el equilibrio estático, mientras que para otros constituye el principal vehículo
de creación de riqueza y la fuerza directriz del sistema (Schumpeter, 1947). Para muchos marxistas es, en
primer lugar, un método para socavar el poder obrero del proceso de producción y para expulsar de sus
empleos a las personas. De esta forma el cambio técnico es compatible con un rápido progreso económico
y/o un elevado desempleo.
Parte del problema estriba en que los fenómenos económicos tienen efectos diversos. Por ejemplo, ciertas
estructuras de mercado pueden, a la vez, aumentar la eficiencia económica y actuar como importantes
mecanismos de explotación. Las relaciones económicas están configuradas por fuerzas sociales que no
pueden separarse. El "libre" mercado y el "libre" comercio no son estados "naturales"; han sido creados
por acciones humanas y guiados por leyes y pautas institucionales8. Sin lugar a dudas, la formación de
un mercado "libre", en el que los agentes se relacionaran sin impedimentos legales, podría cambiar las
cosas, pero no puede establecerse por un razonamiento a priori en qué sentido lo harían. Requeriría una
investigación empírica precisa, tanto de aspectos técnicos y económicos como de instituciones sociales y
políticas, incluyendo en ellas la procedencia de las presiones que tratan de establecer este mercado "libre".
8
Para una presentación convincente de este argumento List (1885), especialmente el capítulo XI. El brillante ataque de List a la
aplicación general del libre comercio más allá de un mundo ideal aún no ha sido refutada.
Journal of Critical Economics, issue 33, first semester 2022, ISSN 2013-5254
Sistemas productivos.
Frank Wilkinson
Tal investigación requeriría un marco conceptual que si bien para los economistas debe centrarse en los
fenómenos económicos -en especial, la creación y distribución de riqueza- debe, asimismo, reconocer
el papel de las fuerzas sociales y políticas en la determinación de los resultados económicos. La sección
siguiente trata de establecer una base para dicho esquema conceptual mediante el examen del modo como
operan los sistemas productivos.
SISTEMAS PRODUCTIVOS
Existen sistemas productivos allí donde las fuerzas productivas se combinan en el proceso de
producción. Las partes constituyentes de las fuerzas productivas son la fuerza de trabajo, los medios
de producción, los métodos mediante los cuales se organiza la producción, la estructura de la propiedad
y control del sistema productivo y el contexto social y político en el que dicho proceso tiene lugar. Es
importante señalar que estos elementos son producidos, en lugar de simples precondiciones existentes del
proceso productivo, lo que vale tanto para el marco socio-político como para los medios de producción. Es
más, aunque conviene considerar a cada uno de ellos por separado, en la práctica se apoyan mutuamente
y se interrelacionan dinámicamente.
En la organización y estructura de las relaciones de producción existen dos elementos diferentes: intereses
mutuos y relaciones de poder. Por ejemplo el trabajo y los medios de producción son mutuamente
dependientes: el uno no funciona sin los otros. Sin embargo, el grado de dependencia entre trabajo y
capital es diferente. En un sistema capitalista, el trabajador está separado, en gran medida, de los medios
de producción y subsistencia con excepción de la venta de su fuerza de trabajo. Por el contrario, el capital
controla los medios de producción y tiene recursos suficientes para garantizar su subsistencia sin producir
durante un tiempo considerable. A pesar de que trabajo y capital son complementarios en la producción, el
trabajo depende de una forma mucho más inmediata de esta relación que el capital, y esta diferencia es un
determinante importante del poder relativo de cada uno. El hecho de que exista un número relativamente
pequeño de empresarios les facilita la posibilidad de elegir entre un amplio potencial de asalariados y
el llegar a acuerdos para fijar entre ellos los términos y condiciones de empleo. De esta forma, a pesar
de que trabajo y capital son complementarios en la producción (de tal forma que su estatus relativo es
indeterminado) en otros aspectos el trabajo está en una situación de inferioridad. La relación trabajo-
capital no puede considerarse un caso especial: productores y consumidores de materias primas, bienes
intermedios y productos finales también tienen intereses mutuos, aunque cada parte puede estar peor o
mejor situada para explotar esta dependencia. Generalizando, las fuerzas que examinamos están basadas
en la complementariedad pero los términos se fijan por la correlación de fuerzas. Con esta perspectiva
vamos a examinar las partes constituyentes de los sistemas productivos.
Fuerza de trabajo
La fuerza de trabajo tal como llega al proceso productivo es, en sí misma, el resultado final de un proceso
de producción y reproducción social que determina su cantidad, calidad y la posibilidad de que pueda ser
utilizada productivamente. Dado un volumen de población, el número de personas disponibles para el
empleo y las horas que vayan a trabajar dependen de la existencia de formas alternativas de subsistencia
y de la organización social. Por ejemplo, en Reino Unido el trabajo se separó en una época temprana de
formas de subsistencia distintas al empleo asalariado mientras que en otras naciones industrializadas
europeas la fuerza de trabajo potencial mantuvo sustanciales raigambres agrarias hasta tiempos muy
recientes -un factor que ha incidido en las pautas de industrialización y en las formas de organización del
trabajo en estos países (Lorenz, 1982).
La aparición de los sistemas de seguridad social ha tenido, asimismo, una influencia importante sobre la
oferta de trabajo, sobre su producción, disponibilidad para el trabajo y precio de oferta (Picchio, 1981;
Craig et al.,1982). La tasa de participación es, además, función del tipo de organización familiar, del nivel
Journal of Critical Economics, issue 33, first semester 2022, ISSN 2013-5254
Sistemas productivos.
Frank Wilkinson
de ingresos familiares, de actitudes sociales y del marco legal. (incluyendo la regulación del trabajo de
mujeres y niños). La calidad de la oferta de trabajo depende de sus cualidades innatas, de la educación
y el aprendizaje y del nivel de vida. La educación y el aprendizaje tienen la doble función de mejorar la
cualificación y de garantizar el uso efectivo de la fuerza de trabajo, al habituar a los trabajadores a la
disciplina laboral.
El nivel de vida conlleva, a su vez, importantes consecuencias tanto por sus efectos sobre la producción de
fuerza de trabajo como por constituir el principal determinante del nivel y estructura de la demanda final de
consumo. Depende en parte del salario real y en parte del trabajo doméstico, cuyo nivel y distribución entre
los miembros de la familia depende del reparto de poder en su interior y en el propio mercado de trabajo
(Humphries, 1979; Craig et al., 1982)9. La composición de la cesta de bienes y servicios que constituyen
el nivel de vida se configura por fuerzas económicas, sociales y políticas. Lo que se considera un nivel
de vida adecuado varía con el tiempo, a medida que aumenta el salario real, crecen las aspiraciones, se
desarrollan nuevos bienes y se difunde el consumo. Los productores de bienes de consumo son soberanos
a la hora de decidir qué van a producir y para utilizar cuantiosos recursos para conformar los gustos de los
consumidores. Pero, al mismo tiempo, el nivel de vida establecido en términos cualitativos y cuantitativos
condiciona a los productores, al fijar pautas de demanda a las que deben responder. La producción de
la fuerza de trabajo, y el nivel de vida del cual depende, y que constituye el principal determinante del
consumo final, son, por tanto, el resultado de una compleja interacción de fuerzas económicas, sociales y
políticas.
Medios de producción
A pesar de que los medios de producción incluyen materias primas, bienes intermedios y maquinaria,
nuestra atención se centrará en esta última10. La tecnología incorporada a las máquinas es, esencialmente,
un fenómeno económico y social que refleja cosas tales como el nivel, estructura y estabilidad de la
demanda, la propiedad y el control de los recursos productivos y la disponibilidad, calidad y docilidad de
los distintos tipos de trabajadores. Obviamente, el desarrollo tecnológico utiliza "principios científicos e
ingenieriles", pero estos difícilmente pueden considerarse determinados exógenamente: la investigación
no tiene lugar en el vacío, los científicos están motivados por cuestiones prácticas y tratan de solucionarlas
en un determinado contexto social. La ingeniería, la aplicación práctica de los principios científicos, está aún
más condicionada por el ambiente del sistema productivo en el que se desarrolla. Por ejemplo, una fuente
importante de cambio tecnológico lo constituye el aprendizaje en la producción (learning by doing), el cual,
por definición, está limitado por el conjunto de condiciones técnicas, económicas y sociales en las que se
desarrolla la actividad. Además, en la medida en que en un determinado momento la tecnología de un
sistema productivo está en gran medida dada por el equipo de maquinaria existente, siendo relativamente
reducida la proporción de equipos que incorporan la tecnología más moderna, la sustitución paulatina de
las máquinas viejas requerirá que se "acoplen" las nuevas, lo que restringe la posibilidad de realizar un
cambio radical respecto a los métodos existentes de organización de la producción.
9
La existencia de seguridad social no siempre, ni habitualmente, se traduce en una reducción de la oferta de trabajo o en un
aumento de su precio de oferta. La influencia de los subsidios sociales depende de su nivel en relación a la renta familiar habitual
y de las normas de administración de los mismos (Craig et al., 1982).
10
Aunque en gran parte también es aplicable a los productos intermedios.
Journal of Critical Economics, issue 33, first semester 2022, ISSN 2013-5254
Sistemas productivos.
Frank Wilkinson
cuestión esencialmente técnica11, el "uso eficiente del trabajo" es una cuestión diferente. Las cualificaciones
y el esfuerzo no pueden separarse del trabajador, el cual decide si, y cómo, van a utilizarse, dependiendo
de actitudes moldeadas por la educación, socialización, tradición y otras fuerzas sociales. Por tanto, las
relaciones de producción, entendidas como la descripción de la organización de las unidades productivas
no constituyen una simple cuestión técnica: incluye, también, el ejercicio del poder, un elemento que
también influye en la estructuración de las unidades productivas. Por ejemplo, el tamaño de la planta
más eficiente, en términos de producto por unidad de input compuesto de fuerza de trabajo y medios de
producción, puede estar determinado por factores técnicos tales como economías de escala y ventajas de
la integración vertical. Pero la concentración de medios de producción en una sola planta depende también
de otras ventajas y desventajas de índole no técnica. Una planta mayor, por una parte, aumenta el grado
de control y favorece un uso más eficaz de maquinaria y fuerza de trabajo (Marglin, 1974) mientras que,
por otra parte, aumenta la capacidad de organización obrera.
Relaciones de mercado
Cuando una empresa posee varias unidades productivas puede suponerse que los términos de intercambio
entre sus plantas constituyen una simple cuestión de contabilidad interna. Pero el coste de producción de
una planta individual refleja tanto el poder relativo de la empresa como el de cada una de sus unidades
productivas entre sí, incluyendo el de los oferentes de fuerzas productivas en cada factoría. Por lo que
la distribución del poder dentro y entre distintas plantas influye sobre los términos de intercambio entre
ellas. Las diferencias en la determinación de los términos de intercambio entre unidades de producción
independientes o de propiedad común es, por tanto, más un problema de grado que cualitativo y el concepto
de relaciones de mercado puede utilizarse para describir ambos tipos de relaciones.12 Evidentemente, la
propiedad común hace posible arreglos de precios internos en el grupo de empresas, maximizando las
ventajas en el mercado de todo el grupo. Una empresa multinacional, por ejemplo, puede proveerse de
mecanismos con los cuales aumentar los beneficios donde se puedan realizar más fácilmente, al tiempo
que un conglomerado de empresas de un mismo grupo puede cambiar las relaciones de mercado entre
estas y sus competidores.
11
A pesar que a menudo se observa que el producto de las mismas máquinas manejadas por distintos operarios con un nivel de
esfuerzo aparentemente similar puede variar, lo que sugiere la existencia de una cierta complementariedad entre máquinas y
trabajadores, por lo que incluso a este nivel el funcionamiento eficiente es en parte una cuestión social.
12
Los economistas laborales utilizan la distinción entre mercado" interno" y "externo" para diferenciar la fuerza de trabajo actual
y potencial de la empresa.
Journal of Critical Economics, issue 33, first semester 2022, ISSN 2013-5254
Sistemas productivos.
Frank Wilkinson
Como se ha destacado anteriormente, las relaciones que estamos estudiando se basan en el interés mutuo,
pero sus términos se fijan por relaciones de poder. Estos dos elementos se hacen claramente visibles
cuando se examina el contexto social y político en el que operan los sistemas productivos. Sindicatos y
organizaciones patronales, el Estado, organismos internacionales y otras instituciones alientan intereses
colectivos y reflejan relaciones de poder entre individuos y entre colectivos sectoriales, clases, regiones,
naciones y otras agrupaciones. Así, la organización de sindicatos y organizaciones patronales se sustenta
en objetivos compartidos, pero su organización interna es un reflejo de la correlación de fuerzas entre
distintos intereses fragmentados. En sus negociaciones, sindicatos y patronales, tratan de regular, a
menudo conjuntamente, niveles retributivos y condiciones de trabajo, y de desarrollar procedimientos
para resolver disputas. En parte esto se debe al interés mutuo en la prosperidad de la empresa y el sector
y en la continuidad de la actividad productiva. Pero el resultado de las negociaciones refleja, asimismo, la
correlación de fuerzas entre ambas organizaciones, y la que existe en el interior de las mismas.
La actividad del Estado también puede interpretarse de diversas formas. La provisión de educación,
sanidad, subsidios sociales, ley y orden y la regulación de sindicatos y empresas puede entenderse como
una acción promotora del interés colectivo mediante la promoción de la eficiencia y la moderación del
efecto destructivo de intereses corporativos. Alternativamente, la actividad estatal puede considerarse un
servicio a los intereses del capital o del trabajo. En favor del capital suministra servicios que los capitalistas
serían incapaces de proveer individualmente y palía los efectos erosivos de la competencia capitalista
sobre, por ejemplo, la reserva de fuerza de trabajo. En favor del trabajo, la provisión de servicios sociales
alivia la pobreza, la enfermedad y la ignorancia y, con ello, mejora su fuerza colectiva. Hay pocas dudas
sobre la existencia de este conjunto de elementos en la estructura del poder estatal, y en la formulación
y gestión de sus políticas, lo que se manifiesta en el contexto legal y en la forma de intervención estatal
entre las fracciones de clase y los grupos de interés.
Si bien es posible escribir cientos de páginas sobre relaciones de producción, relaciones de mercado
y contextos socio-políticos para todos los sistemas productivos concebibles, esto no significa que pueda
elegirse entre sistemas diferentes, ya que cada sistema es el resultado único de su propia historia. El
proceso de transformación de un determinado sistema conlleva una compleja interrelación de fuerzas
técnicas, económicas, sociales y políticas que actúan en un tiempo histórico concreto. Las cuestiones
interesantes no son, por tanto, la elección entre técnicas o la obtención del equilibrio sino las condiciones
que conducen a la formación de distintos sistemas productivos y los términos bajo los que estos coexisten.
El concepto de sistema productivo que hemos definido anteriormente es de aplicación general y suministra
claves analíticas básicas a cualquier nivel -la familia, las unidades productivas, la empresa, los distritos
industriales, las ramas de producción, las regiones, las economías nacionales o el mundo. Los límites
Journal of Critical Economics, issue 33, first semester 2022, ISSN 2013-5254
Sistemas productivos.
Frank Wilkinson
pueden definirse en función del problema a estudiar. Las relaciones entre y dentro de sistemas productivos
son de complementariedad y competitividad, para obtener una mayor porción del producto obtenido por el
esfuerzo conjunto. Estos objetivos son prefigurados por la organización de la producción, la estructura de
los mercados y la superestructura sociopolítica que influye tanto en la producción como en el mercado; cada
uno de estos elementos juega el doble papel de alentar la complementariedad y regular la competencia.
Relaciones de producción, relaciones de mercado y contexto social y político determinan las relaciones
entre y dentro los sistemas productivos, pero la importancia de cada uno de ellos depende del grado de
desagregación. En las unidades de producción, la estructura interna está principalmente determinada por
las relaciones de producción (que a su vez son influidas por normas y leyes determinadas por el contexto
institucional), y por las relaciones entre unidades productivas dependientes de las relaciones de mercado
(internas y externas) y de la superestructura sociopolítica. Las relaciones en y entre economías están
reguladas por mercados y por la superestructura sociopolítica internacional.13 El resto de esta sección se
dedica a explorar estas relaciones en y entre sistemas productivos.
Los costes de producción de un sistema productivo están determinados por los costes laborales y de los
medios de producción, la eficacia de la gestión en la extracción de fuerza de trabajo y en la eficiente gestión
del sistema, y por las normas y leyes que condicionan su funcionamiento y que determinan el grado de
participación del sistema productivo en la provisión social. Estas últimas incluyen las normas referentes a
sindicatos y organizaciones patronales y a los convenios colectivos. Las leyes influyen sobre las condiciones
de trabajo (especialmente en temas de seguridad e higiene), las condiciones de empleo de grupos específicos
de trabajadores (en especial mujeres y niños) y afectan directamente a los costes mediante la fijación de
contribuciones a la seguridad social y otras obligaciones. Un sistema productivo puede obtener ventajas
competitivas frente a sus rivales por medio de reducciones en el coste de los inputs, malas condiciones
de trabajo, intensificando el trabajo y reduciendo provisiones sociales. Pero también por medio de una
tecnología superior y un funcionamiento más eficiente.14 Por tanto, los costes unitarios reflejan tanto los
elementos sociopolíticos como técnico-económicos que influyen en la organización productiva.
Los términos de intercambio entre distintos sistemas productivos están asimismo determinados por un
complejo entramado de factores que diferencian oferta y demanda, y que conceden ventajas a una u otra
parte. Familias y grupos sociales -sistemas de producción de fuerza de trabajo- se diferencian por niveles
de ingresos, recursos acumulados, socialización, educación e información, lo que conduce a propiciar
una amplia variedad de cualificaciones y aptitudes de la fuerza de trabajo. En muchos casos, esto viene
reforzado por el control ejercido sobre la oferta de fuerza de trabajo por asociaciones profesionales y
sindicatos que fijan barreras de acceso a ciertas ocupaciones, y también, en determinados casos, por las
discriminaciones en razón de sexo, raza y edad. Estas se ven agravadas por los sistemas de contratación
que convierten las ventajas de sexo, raza, familia o clase en señales que actúan de filtros entre empleados
y potenciales empleadores. De esta forma la organización de la producción de la fuerza de trabajo da lugar
a una amplia diferenciación de cualificaciones y características laborales de otro tipo entre individuos y
grupos sociales, totalmente independientes de sus dotaciones iniciales. Por esta razón trabajadores con
un potencial parecido acaban obteniendo un diferente nivel de cualificaciones y otros, con cualificación
y habilidad parecidas, estarán disponibles a precios muy diferentes. Esta fragmentación de base, viene
amplificada por las diferencia en los sistemas regionales y nacionales de educación y aprendizaje, así como
por pautas sociales tales como las actitudes frente al trabajo de mujeres y niños.
13
En el caso de empresas multinacionales, las transacciones entre factorías ubicadas en distintos países son "internas" para la
propia empresa y "externas" para el sistema productivo nacional
14
Evidentemente, tomando en consideración que las malas condiciones de trabajo, su alta intensidad y la escasa provisión de
prestaciones sociales pueden afectar negativamente a la calidad y eficiencia de la producción de fuerza de trabajo.
Journal of Critical Economics, issue 33, first semester 2022, ISSN 2013-5254
Sistemas productivos.
Frank Wilkinson
La estructuración de los sistemas productivos en los mercados de factores y productos, se apoya en las
relaciones entre ellos. La existencia de segmentos de trabajadores desaventajados constituye la base
para la supervivencia de empresas marginales en el mercado de productos. Incluso las empresas mejor
situadas, obtienen flexibilidad adicional excluyendo de la contratación colectiva a determinados niveles
ocupacionales. Es muy usual, por ejemplo, excluir las tareas de limpieza, comedor y trabajo administrativo
poco cualificado de los convenios de empresa, o subcontratar estas actividades de forma que son peor
pagadas y se realizan en peores condiciones. Es significativo que estos empleos tienden a cubrirse con
mujeres, minorías raciales u otros grupos "socialmente marginados". De forma similar, en la próspera
región de Emilia, en el Norte de Italia, donde los salarios son altos, las empresas de confección subcontratan
parte de la producción a regiones vecinas, menos prósperas y con salarios inferiores (Solinas, 1982). La
habilidad para aprovecharse de los segmentos de bajos salarios permite fijar los términos de intercambio
a favor de sistemas productivos particulares, entre cuyos beneficiarios se incluyen trabajadores con fuerte
poder negociador.
El análisis anterior puede generalizarse a todos los sistemas productivos, incluyendo a las economías
nacionales. A nivel internacional las diferencias de costes de producción debidas a diferencias en los
sistemas socio-políticos, al marco legal y a las formas de protección legal suelen ser muy superiores a
los de una economía individual. La ausencia de cualquier modo eficaz de imponer las "reglas del juego"
en el comercio y las finanzas internacionales significa que los términos de intercambio entre estados
nacionales están claramente determinados por el poder económico y militar. Por medio de manipulaciones
institucionales, las economías avanzadas pueden mantener la supremacía económica sin necesidad de
intervención directa gracia a, por ejemplo, tasas de intercambio favorables y una gama de controles a la
importación y subvenciones a la exportación. Al mismo tiempo, países políticamente poderosos (lo que
en general va asociado al poder económico) tienen la capacidad de imponer a su favor condiciones de
intercambio y financiación manipulando, directa o indirectamente, los organismos internacionales de los
que dependen los países pobres (Robinson, 1966).
Fluctuación y cambio
Hasta el momento nos hemos centrado en el análisis estático, pero la relevancia de incorporar los elementos
socio-políticos crece cuando se examinan los procesos de inicio y respuesta al cambio de los sistemas
productivos. Las transformaciones recientes de las economías avanzadas aportan evidencia al respecto,
con la importancia creciente de la pequeña empresa, la relocalización regional y nacional de actividades
industriales y los cambios en la estructura del empleo que suponen un aumento de la precarización, con el
crecimiento del empleo a tiempo parcial, el trabajo a domicilio y la subcontratación laboral.
Los efectos acumulativos de los cambios en las pautas de consumo permiten explicar las transformaciones
en las formas de comercio detallista y sus repercusiones en la organización de la producción. La preferencia
por una forma de vestir más informal y variable anima el desarrollo de las "boutiques" y el crecimiento
Journal of Critical Economics, issue 33, first semester 2022, ISSN 2013-5254
Sistemas productivos.
Frank Wilkinson
de cadenas de tiendas de este tipo, aumentando la competencia con las grandes cadenas de sastrería
que están integradas con las fábricas de producción a gran escala. Debido a ello la producción de trajes
y prendas de vestir a gran escala se colapsa y se sustituye por el crecimiento de pequeñas empresas de
confección, trabajo a domicilio y un rápido incremento de las importaciones. De forma similar, la pérdida de
popularidad del pan industrial en beneficio de los productos más tradicionales, ha provocado el declive de
la producción en masa, la reaparición de los panaderos tradicionales y la innovación de las "cruasanterías"
y panaderías en los supermercados.
El progreso técnico también debe considerarse un factor importante. En las artes gráficas, los avances
en la foto reproducción, composición y fabricación de planchas han tenido un peso importante en la
desintegración vertical del sector. Hay bastante evidencia, especialmente en Reino Unido, de que una parte
del sector se está reorganizando con base en la industria rural a domicilio. Cada fase sucesiva del proceso
productivo -por ejemplo, diseño, composición, fabricación de planchas, impresión y encuadernación-
puede realizarse por productores especializados, mientras que el proceso final puede estar coordinado
por el cliente final o por un contratista que no tiene que estar implicado directamente en ninguna fase de
producción. Pero, ni en el caso de las artes gráficas, la experiencia deja de ser ambigua: los avances en la
fotocomposición y fabricación de planchas favorecen la producción en gran escala, y en estas y en otras
fases del sector hay indicios de que crecen empresas especializadas de tamaño medio. La misma dualidad
es visible en la industria del calzado; se han desarrollado máquinas de pequeño tamaño que pueden
funcionar a domicilio, lo que ha permitido externalizar varias fases del proceso de confección, mientras que
en algún caso -máquinas automáticas para coser la parte superior del calzado- las nuevas tecnologías solo
son viables para series largas.
En el comercio detallista, las nuevas formas de venta han tenido un profundo impacto. El crecimiento
de los supermercados de autoservicio, con el soporte de la informática y las nuevas tecnologías de la
comunicación, ha limitado, en muchos sectores, el papel de las tiendas tradicionales a la prestación de
servicios especiales, tales como la apertura en horas tardías y días festivos. El crecimiento de grandes
empresas ha afectado, además, al equilibrio entre fabricantes y comerciantes, reforzado por el crecimiento
de las "marcas blancas" que permiten al comerciante cambiar más fácilmente de suministrador.
Las nuevas formas de comercialización también han tenido un gran impacto sobre la fuerza de trabajo.
La publicidad masiva, que habitúa a los consumidores a identificar la "calidad" con determinadas marcas,
y el autoservicio, que permite al consumidor un examen más detallado de los productos, han reducido
el volumen de la plantilla de vendedores y aumentado el peso del personal de almacenaje y de caja. El
aumento del tamaño de los almacenes facilita un mayor ajuste de la fuerza de trabajo a los vaivenes del
"tráfico" de clientes y ha conducido a un rápido crecimiento del empleo a tiempo parcial. Al mismo tiempo,
la necesidad de gestión de estas grandes empresas provoca el aumento del número de administradores.
Por esta razón, la fuerza de trabajo se ha dividido, de forma creciente, en dos segmentos: uno de gestores
bien pagados, habitualmente de sexo masculino, y otro caracterizado por empleos poco cualificados, con
bajos salarios, con contratos a tiempo parcial y habitualmente feminizados (Bluestone y Stevenson, 1981).
La incertidumbre es otro factor importante de transformación de los sistemas productivos. Las empresas tratan
de reducir los costes fijos mediante la subcontratación de parte del proceso productivo y la transformación
de las formas de contratación laboral, aumentando la contratación precaria. La subcontratación toma la
forma de empleo externo o de pequeñas empresas contratadas para realizar las tareas de mantenimiento,
transporte, limpieza y comedor. En varios subsectores de la industria mecánica, artes gráficas y confección,
el proceso ha sido, a un nivel significativo, verticalmente desintegrado. Este proceso no se ha limitado a los
sectores que tienen fases fácilmente separables del proceso productivo. En Japón, las grandes acerías, las
más modernas e integradas del mundo, mantienen más del cincuenta por ciento de su fuerza de trabajo
en subcontratas.
Journal of Critical Economics, issue 33, first semester 2022, ISSN 2013-5254
Sistemas productivos.
Frank Wilkinson
Estos efectos son acumulativos y tienen repercusiones en las organizaciones sociales y políticas. La
continuada reestructuración de los sistemas productivos, y la mayor incertidumbre que ello conlleva, ha
provocado cambios en la correlación de fuerzas entre capital y trabajo y en el contexto institucional y
legal. Por ejemplo, se ha reducido el poder de las organizaciones obreras en EE.UU., Reino Unido e Italia,
con la pérdida del control sindical sobre el ritmo de trabajo, el deterioro de las condiciones laborales, la
reducción de la seguridad del empleo y el recorte de los salarios reales. En Alemania Federal, las empresas
han cambiado sus políticas de empleo en el sentido de aumentar la selectividad para acceder a un empleo
estable. Ello se ha producido mediante un aumento de las cualificaciones (que no se corresponde con
ningún cambio real observado en el contenido del trabajo) que ha beneficiado a los trabajadores alemanes
de sexo masculino, y ha aumentado la marginación de mujeres, inmigrantes, jóvenes, trabajadores de edad
avanzada y minusválidos. En Francia, los cambios legislativos han ampliado las posibilidades de empleo
temporal y han reducido la seguridad del empleo. En Reino Unido y EE.UU., las políticas monetaristas,
el elevado desempleo, la baja seguridad de los puestos de trabajo, la restrictiva política de subsidios
sociales15 y los cambios legislativos han debilitado seriamente a los sindicatos y su capacidad organizativa
(Wilkinson, 1981).
Por tanto, podemos considerar que los sistemas productivos son modificados por fuerzas tales como el
cambio en la estructura de la demanda, condiciones económicas, tecnología, correlación de fuerza entre
capital y trabajo y políticas públicas. Estas fuerzas económicas, sociales y políticas se interrelacionan y
transforman las relaciones de mercado y las relaciones de producción. Lo que debe tenerse en cuenta
es el tipo de precondiciones que posibilitan estos cambios, y el ajuste subsiguiente que se produce en
el contexto sociopolítico. La precondición más importante es la preexistencia de un sector "secundario"
en el que el trabajo es barato y el trabajador dócil y fácilmente explotable. Este sector se encuentra
entre los grupos marginados de las áreas urbanas, en las zonas rurales de los países industrializados y
en el tercer mundo. En Japón, el sector secundario es muy grande y está cuidadosamente organizado
por las grandes empresas, con objeto de asegurarse una alta flexibilidad (Morishima, 1982). En todas
partes, la movilización del "trabajo secundario" ha ido en aumento, a medida que las grandes empresas
reubicaban sus plantas para eludir el control sindical, y a medida que la competitividad de las empresas
localizadas en la periferia crecía aprovechándose de la presión salarial y política de los trabajadores del
centro. Los beneficios que obtiene el capital de la reubicación no son sólo por los costes laborales, incluyen
también una reducción de los costosos controles laborales sobre el empleo, menores contribuciones a la
seguridad social, menores impuestos y mayores posibilidades de eludir las leyes establecidas. La existencia
de un poder de negociación diferencial entre los distintos sistemas productivos, que puede ser perseguido
intencionadamente y utilizado por el capital, genera una dinámica que es independiente del desarrollo
económico, técnico, social y político, incluso puede ser un factor detonante de estos cambios.
Las fuerzas dinámicas que acabamos de destacar pueden inducir cambios que afecten a los sistemas
productivos de una sola vez, o iniciar procesos con efectos acumulativos. Esto último puede ilustrarse con
la comparación entre un sistema productivo exitoso y uno fracasado. Un sistema exitoso es aquel que tiene
ventajas en los planos económico, tecnológico, productivo y social. Esto no quiere decir que sea superior en
cada uno de estos campos sino que, en conjunto, está en una fuerte posición competitiva. Supone estar en
primera línea del progreso técnico, utilizando eficazmente su fuerza de trabajo y gozando de una estructura
de dirección e industrial capaz de reducir continuamente los costes de producción. Los problemas internos
que surgen pueden ser resueltos mediante el recurso de la estructura sociopolítica, por medio de unas
relaciones favorables de intercambio basadas en el dominio de los mercados de productos y factores, y
por el aumento de la riqueza derivado del crecimiento de la productividad y el éxito competitivo. Estas
condiciones favorables pueden generar la aparición de un círculo virtuoso en el que la interrelación de los
15
A pesar de que el gasto agregado puede haber crecido debido al incremento del paro.
Journal of Critical Economics, issue 33, first semester 2022, ISSN 2013-5254
Sistemas productivos.
Frank Wilkinson
En un sistema fallido, el ritmo de cambio técnico es lento, su fuerza de trabajo es utilizada de forma
ineficiente y la estructura industrial refleja el fracaso competitivo. El atraso en la creación de riqueza y su
cuota declinante de la riqueza global intensifican las luchas por cuestiones distributivas, las cuales pueden
agravarse por la quiebra en el control de la producción, por fallos de mercado y por la incapacidad del
sistema sociopolítico para resolver estas dificultades. En este ambiente hostil, el sistema experimentará
presiones muy fuertes y la crisis resultante puede ser incapaz de resolver la situación de atraso. Por el
contrario, las luchas por la distribución y el control pueden generar una mayor inflexibilidad del sistema y
precipitar su declive. El Reino Unido actual es un buen ejemplo de un sistema nacional obsoleto.
Lo que puede deducirse de este breve esbozo es la existencia de un proceso dialéctico en el que se
interrelacionan de forma dinámica técnicas de producción y elementos económicos, políticos y sociales.
Cambios en las técnicas, en los productos y en la correlación de fuerzas entre capital y trabajo, y entre sus
diversas fracciones, provocan la destrucción o el cambio radical de los sistemas productivos y la aparición
de nuevas variantes. Los cambios en el equilibrio de fuerzas en el interior de los sistemas productivos, y
entre ellos, se interrelacionan con el contexto sociopolítico propiciando un proceso de cambios mutuos.
Esta perspectiva sugiere la existencia de un proceso económico radicalmente diferente al "equilibrio" de
la teoría ortodoxa, en la cual las relaciones de poder y las otras imperfecciones conducen a la economía
a un determinado nivel de "desequilibrio" que, conceptualmente, se considera medible. Esto implica la
existencia de un proceso sin equilibrio, en el cual sobrevive el mejor situado (y mejor organizado). Pero
este enfoque tan simplista ignora el proceso por el cual los sistemas productivos crean su propio ambiente
y cómo se transforman bajo el impacto de innovaciones técnicas y organizativas.
No puede decirse que tal proceso tienda a un óptimo o, incluso, a ninguna parte, debido a que los resultados
no pueden predecirse con certeza ni existe ningún nivel de referencia fácilmente observable. Lo más que
puede decirse es que algunos sistemas productivos son relativamente exitosos y otros no. Pero, si no
existe un óptimo ¿existe alguna forma de evaluar el éxito o el progreso económico? En esta sección final
trataremos de examinar el papel de los sistemas productivos en la producción y distribución de riqueza, los
dos objetivos centrales de la economía.
La riqueza tiene dos componentes materiales: bienes materiales y calidad de vida. Esta última incluye la
autosatisfacción en el trabajo, el número de horas de trabajo y ocio, las condiciones de vida y trabajo y
el ambiente general. La creación de riqueza depende de la colaboración en y entre sistemas productivos
y su crecimiento depende de una mejor utilización de la fuerza de trabajo, de la aplicación de los mejores
principios científicos e ingenieriles, de avances en la organización laboral e industrial, y del desarrollo
de sistemas sociopolíticos adecuados. Existen, sin embargo, dificultades para decidir qué constituye un
aumento de riqueza; un aumento de la producción de bienes materiales puede estar acompañado de una
disminución en la calidad de vida si, por ejemplo, empeoran las condiciones laborales y el medio ambiente
se ve seriamente afectado.
El segundo gran problema a estudiar es el análisis de cómo y cuáles son los efectos de la distribución de
la riqueza entre agentes rivales, cuestión difícilmente separable de la primera. La producción continuada
de riqueza requiere la reproducción del sistema productivo, y la importancia relativa de sus distintos
componentes determina su cuota mínima de riqueza. Pero la cuestión no puede reducirse al análisis input-
output; la obtención de riqueza es el motivo que lleva a emprender la producción y la retención de las
fuerzas productivas (o sea el cese parcial o total de la producción) constituye una estrategia relevante
Journal of Critical Economics, issue 33, first semester 2022, ISSN 2013-5254
Sistemas productivos.
Frank Wilkinson
para influir sobre la distribución. Además, el desarrollo de los sistemas productivos, con el objeto de
variar la composición de la riqueza y aumentar su flujo requiere inversiones. Lo que implica que la riqueza
(dotaciones) va a ser asignada a estos objetivos productivos en función de las motivaciones que tengan los
que controlan el excedente. En un sistema capitalista, en el que existe una separación entre la propiedad
de los medios de producción y el trabajo, la creación y expansión de riqueza depende de la rentabilidad. Lo
que concentra la riqueza en manos de los propietarios y controladores de los medios de producción y les
dota de incentivos para utilizarlos. Pero, a pesar de que la alienación del trabajo con respecto a los medios
de producción subordina el trabajo al capital, debido al control social que este tiene sobre el excedente, la
habilidad individual y colectiva de los trabajadores para influir sobre el precio del trabajo y resistirse a la
extracción de la fuerza de trabajo, obliga al capital a adoptar estrategias para asegurar su rentabilidad. El
ejercicio del poder, necesario para asegurar el excedente, puede ir en detrimento de la producción material,
tanto por la aparición de conflictos que impiden el funcionamiento regular del sistema productivo como por
los efectos de la coerción que pueden expresarse en términos de reducción de la calidad de vida laboral,
empeoramiento del ambiente y las condiciones de trabajo. Ello indica que el ejercicio del poder, funcional
para el mantenimiento de una determinada pauta distributiva, puede ser dañino para la producción global
de riqueza.
Estas conclusiones son también aplicables a las relaciones entre sistemas productivos. La riqueza de
cualquier sistema productivo está dada por la cantidad de producto físico multiplicada por el valor añadido
por unidad de producto. Este último está determinado por la eficiencia de la producción y por la relación
de intercambio con otros sistemas productivos, siendo ambos función del grado de control que se tiene del
mercado. La relación entre distribución de riqueza entre sistemas productivos y creación global de riqueza
depende, al igual que a nivel interno, de las motivaciones de aquellos que controlan los sistemas hacia los
que fluye el excedente: en función de que sea consumido, utilizado para reforzar el control del mercado o
empleado productivamente, dependerá que una determinada distribución mejore o no la producción. En la
medida que la riqueza se concentre en aquellos que la utilizan de forma más productiva la competencia o,
de forma más precisa, el ejercicio del poder, mejorará la producción de riqueza. En la medida que el control
de la riqueza sea utilizado para asegurar la persistencia de una particular pauta distributiva, su asignación
puede frenar el proceso de producción.
Cabe destacar, por último, que la economía, tal como se define convencionalmente, al visualizar el proceso
económico como equilibrado y al excluir, efectivamente, los procesos sociales y políticos, suministra pocas
guías, si es que alguna, para evaluar si una determinada pauta distributiva sirve para acelerar o retardar
la creación de riqueza. Por poner un ejemplo, determinar si el intercambio ilimitado entre economías
nacionales, avanzadas y retrasadas, mejora el nivel de bienestar total depende de cómo se distribuyen
costes y beneficios y si el balance lo realizan ganadores o perdedores16. Los ganadores pueden considerarlo
tranquilizante, al sumar los beneficios del crecimiento de la producción y deducirles el coste de la reducción
de la producción de los perdedores, y considerar que ellos actúan en beneficio de todos. Pero, por parte de
los perdedores, la aceptación de esta aritmética constituye un acto de supremo altruismo. Ni tampoco hay
que esperar que se tranquilicen cuando los economistas les digan que su aceptación supondrá participar en
los beneficios, cuando toda la evidencia va en la dirección opuesta.17 El progreso económico y la distribución
"eficiente" de la renta constituyen una cuestión política, porque los objetivos son de tipo político y social
16
La teoría convencional del intercambio niega que el juego pueda tener perdedores si tiene lugar según las reglas. Pero se
sustenta en el heroico, e injustificado, supuesto de que los equipos están dotados por igual (véase List 1885, cap. XI).
17
A este nivel, los luditas constituyen el grupo de resistentes más calumniado. Ante la evidencia de que el telar y otras máquinas
estaban destruyendo su forma de vida, sin que se les ofrecieran alternativas, los luditas no tenían otra opción que resistirse a la
introducción de nuevos equipos. La acusación de que se habían opuesto al progreso era, poco más o menos, una expresión del
interés propio de los ganadores, y de los economistas a su servicio, para tener una justificación lógica y moral al ascenso de los
que, directa o indirectamente, se beneficiaban con los nuevos métodos.
Journal of Critical Economics, issue 33, first semester 2022, ISSN 2013-5254
Sistemas productivos.
Frank Wilkinson
y no meramente económicos, en el limitado sentido habitual del término. Una función tradicional de los
economistas ha consistido en suministrar justificaciones a respuestas políticas y al evidente ejercicio del
poder que ello supone: pero esto es otra historia.
BIBLIOGRAFÍA
Boyer, R. (1979). Wage formation in Historical Perspective: The French Experience. Cambridge Journal of
Economics, v 3, nº 2 June, 99-118.
Bluestone, B. y Stevenson M.H. (1981). Industrial transformation and the evolution of dual labour markets:
the case of retail trade in the U.S. en: F.WILKINSON (ed.) The Dynamics of Labour Market Segmentation.
London: Academic Press.
Bowles, S. y Gintis, H. (1976). Schooling in Capitalist America: Education, Reform and the Contradictions
of Economic Life. New York: Basic Books.
Brusco, S. (1981). Labour market structure, company policies and technological progress. En: Proceedings
of the 1st Community Symposium in Social Sciences. Comission of European Communities.
Cain, G.G. (1976). The challenge of segmented labour market theories to orthodox theory: a survey.
Journal of Economic Literature, 14, December, 1215-1257.
Cecco, M. de (1979). Origins of the postwar payments system. Cambridge Journal of Economics, vol 3 nº
1 March, 49-61.
Craig G., Rubery, J., Tarling R. y Wilkinson, F. (1982). Labour Market Structure, Industrial Organisations
and Low Pay. Cambridge: CUP.
Ekelund R.B. y Herbert F.H (1975). A History of Economic Theory and Method. New York: McGraw-Hill.
Forthergill S. y Gudgin, G. (1979). The job generation process in Britain. Research Series 32, Centre of
Environmental Studies.
Gordon D.M., Edwards, R. y Reich, M. (1982). Segmented Work, Divided Workers. Cambridge: CUP.
Gudgin, G., Brunskill, I. y Forthergill, S. (1980). New Manufacturing Firms in regional employment growth.
Research Series 39, Centre of Environmental Studies.
HahnF, (1982). Reflections on the invisible Hand. Lloyd Bank Review, 144, April, 1-21.
Humphries, J. (1977). Class struggle and the persistence of working class family. Cambridge Journal of
Economics, 1 (3), September, 241-258.
Kaldor, N. (1955). Alternative Theories of Distribution. Review of Economic Studies, 23, 83-100.
Kalecki, M. (1971). The determinations of Profits and Political Aspects of Full Employment. En: Selected
Essays on the Dynamics of Capitalist Economy 1933-1970. Cambridge: CUP.
Keynes, J.M. (1940). How to pay for the War. London: Macmillan.
Lorenz, E.H. (1982) The Labour Process and Industrial Relations in the British and French Shipbuilding from
1870 to 1970. Cambridge University PhD (no publicada).
Marglin, S.A. (1974). What do Bosses do? En: GORZ (ed.) (1978). The Division of Labour: The Labour
Process and Class Struggle in Modern Capitalism. Sussex: Harvester Press.
Journal of Critical Economics, issue 33, first semester 2022, ISSN 2013-5254
Sistemas productivos.
Frank Wilkinson
Massey, D. y Meegan, R.A. (1979). The geography of industrial reorganisation: the spatial effect of the
restructuring of electrical engineering sector under the Industrial Reorganisation Corporation. Progress in
Planning, 10 (3), 159-237.
Picchio, A. (1981). Social Reproduction and the basic structure of Labour Markets. En: Wilkinson, F.(ed.)
The Dynamics of Labor Market Segmentation. London: Academic Press.
Robinson, J. y Wilkinson, F. (1983). Ideology and logic. International Congress on Keynes. Milano.
Schumpeter, J.A. (1942). Capitalism, Socialism and Democracy. London: Allen and Unwin.
Solinas, G. (1982). Labour market segmentation and workers' careers: the case of Italian Knitwear.
Cambridge Journal of Economics, 6 (4), December, 331-352.
Tarling, R. y Wilkinson, F. (1977). The Social Contract: Postwar Incomes Policies and their Inflationary
Impact. Cambridge Journal of Economics, 1 (4), December, 395-414.
Tarlinig, R. y Wilkinson, F. (1982). The Movement of Real Wages and the Development of Collective
Bargaining in the U.K. Contributions to Political Economy, 1 (1), 1-23.
Wilkinson, F. (1981). Scale of Production, Technical Change and Employment. Proceedings of the 1st
Community Symposium in Social Sciences.
Wilkinson, F. (ed.) (1981). The Dynamics of Labor Market Segmentation. London: Academic Press.
Journal of Critical Economics, issue 33, first semester 2022, ISSN 2013-5254