Mas Alla Colonialismo 367 386

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 20

Hacia un nuevo internacionalismo

ecoterritorial
Breno Bringel y Sabrina Fernandes

Introducción

El llamamiento internacionalista ha resonado en todos los movi-


mientos sociales y organizaciones de trabajadorxs desde que se hizo
más evidente el nexo global de las crisis y la interconexión de las
experiencias bajo la colonización y el capitalismo. El movimiento
anticapitalista y obrero tiene una larga historia de organización in-
ternacionalista, quizás más conocida en el pasado por la formación,
disolución y re-formación de varias Internacionales comunistas.
Después y más allá de las Cuatro Internacionales, los internaciona-
lismos (en plural) se han hecho mucho más complejos en las últimas
décadas. La emergencia de redes y coaliciones transnacionales (mu-
chas de ellas centrales en la agenda de defensa de derechos), la cons-
trucción de espacios globales de convergencia (como el Foro Social
Mundial), la formación del movimiento por la justicia global (con
múltiples expresiones de la lucha contra la globalización capitalista)
o la internacionalización de movimientos territorializados, como los
indígenas y campesinos (Vía Campesina es un caso bien conocido)

367
Breno Bringel y Sabrina Fernandes

son solo algunos ejemplos de la diversidad de articulaciones interna-


cionalistas recientes.
El agravamiento de la crisis ecológica global en el siglo XXI exige
una articulación internacionalista que ponga a la Naturaleza en el
centro y establezca que ningún movimiento popular y anticapitalis-
ta puede triunfar y sobrevivir en una sociedad alternativa sin asegu-
rar las condiciones ecológicas para la vida, y en particular, una vida
digna. Este internacionalismo necesita criticar las asimetrías globa-
les y adoptar una postura antimperialista, desafiando los lazos entre
la división internacional del trabajo, el colonialismo verde y el impe-
rialismo ecológico en su sed de recursos y la continua generación de
zonas de sacrificio. Mientras que el imperialismo ecológico saquea la
Naturaleza en recursos que son continuamente alimentados desde
territorios periféricos hacia los centros industriales del capitalismo,
el colonialismo verde se asocia a las viejas prácticas de apropiación
y desposesión adoptan ahora una fachada “verde” al hacerse con el
control de elementos clave de la transición ecológica como los mi-
nerales para las baterías de los vehículos eléctricos o las hectáreas
de bosque para los créditos de carbono. Estos procesos agravan la
deuda ecológica y las asimetrías Norte-Sur relacionadas con ella, que
deben abordarse sin descuidar la importancia de las alianzas entre el
Sur global y el Norte. En lugar de centrarnos únicamente en el cam-
bio desde arriba o en las campañas, necesitamos un enfoque ecote-
rritorial de los internacionalismos contemporáneos. Esto no niega la
necesidad de luchar en los distintos niveles estatales, pero subraya
la necesidad de articular mejor los conflictos territoriales entre las
distintas regiones y continentes para evitar tanto los enfoques loca-
listas como los únicamente macro de las múltiples crisis de nuestro
tiempo.
En este capítulo se analiza la crisis ecológica contemporánea y
se ofrece una breve panorámica de las importantes transforma-
ciones de los internacionalismos y las luchas por la justicia global
en las tres últimas décadas, llamando la atención sobre la crecien-
te articulación entre los conflictos climáticos y territoriales. Como
368
Hacia un nuevo internacionalismo ecoterritorial

resultado, se proponen tanto un diagnóstico como una brújula de


navegación para las luchas ecosociales transformadoras en el mun-
do contemporáneo.

Policrisis, colonialismo verde y nuevos conflictos


ecoterritoriales

Nuestro tiempo presenta múltiples crisis que impactan diversas par-


tes del globo de manera diferente. Sin embargo, las capas de análisis
y las causas profundas varían en función de los intereses directos en
juego. Desde la perspectiva de la transición justa, el cambio climático
no es una crisis más, sino una emergencia que se suma a la gravedad
en grado y escala de los demás retos. Forma parte de la policrisis a la
que nos enfrentamos, que no es simplemente la suma y combinación
de múltiples crisis, sino la aparición de un fenómeno generalizado
que resulta de las tensiones, ambigüedades y contradicciones de las
crisis en su contribución a los riesgos sistémicos. Scott Janzwood y
Thomas Homer-Dixon sostienen que, en una policrisis, una “alinea-
ción temporal de los riesgos sistémicos” puede producir un “fallo sin-
crónico de los sistemas interconectados” (Janzwood y Homer-Dixon,
2022).
Esto es de especial interés para quienes trabajan en transiciones
socioecológicas debido a las desigualdades que rodean a los riesgos
sistémicos una vez que consideramos la historia, los medios y los fi-
nes. Las relaciones coloniales del pasado y del presente han creado
un escenario en el que se espera que las comunidades y las naciones
gestionen los impactos del cambio climático y tomen las medidas ne-
cesarias para mitigarlo y adaptarse a él, pero existen conflictos sobre
los recursos necesarios para la transición y hacia qué exactamente
transitará la sociedad. Una sociedad libre de crisis ecológicas no tie-
ne el mismo aspecto para todas las personas, ya que los proyectos
políticos y sus objetivos finales reflejan las perspectivas dominantes
sobre el modo de vida. Hay una gran diferencia entre un proyecto de
369
Breno Bringel y Sabrina Fernandes

transición ecológica que exige alejarse del actual modelo extractivis-


ta y otro que predica una sociedad verde y sostenible en una parte
del mundo a costa de zonas de sacrificio en otros lugares.
Dado que el cambio climático crea un riesgo sistémico que altera
y amplifica otros riesgos sistémicos a varias escalas, es necesaria una
transición, aunque signifique cosas diferentes para los distintos ac-
tores. Hoy en día, la idea de una transición justa, antes vinculada a la
garantía del empleo y a la corrección de las asimetrías en términos
de quién causó la crisis y quién sufre sus peores consecuencias, ha
sido lentamente apropiada por las empresas, que la han diluido en
esquemas de precios a medida que se hacen cada vez más presen-
tes en los espacios oficiales de negociación sobre el clima. En lugar
de abandonar la noción de transición justa, necesitamos definir
los criterios de este marco, recuperar sus raíces en la organización
laboral y la justicia medioambiental, y situarlo dentro de los múlti-
ples estratos de toma de decisiones y acuerdos políticos, desde una
pequeña comunidad hasta las fronteras nacionales y los acuerdos
internacionales. La transición justa debe crear patrones sistémicos
de resiliencia que aborden las preocupaciones políticas, económicas,
sociales y ecológicas, reconociendo que los diferentes actores de la
policrisis pueden colaborar, pero también competir por los recursos
y la prioridad.
El reto que plantea la nueva fase de extractivismo asociada a las
economías verdes de transición ayuda a ilustrarlo (ver el artículo de
Kristina Dietz en este libro). El extractivismo verde es el nombre que
reciben las nuevas empresas extractivas que perturban los ecosis-
temas y las comunidades con el fin de proporcionar recursos a las
empresas y los países para las políticas de mitigación y adaptación
al cambio climático. Como vimos en el capítulo de Svampa en este
libro, una de sus caras más visibles es la batalla por el litio y su va-
lor en los proyectos de transición energética y la electrificación del
transporte. La Agencia Internacional de la Energía ya predice una es-
casez de litio para 2025, dadas sus estimaciones sobre cuántos vehí-
culos eléctricos deberían circular para sustituir a los convencionales
370
Hacia un nuevo internacionalismo ecoterritorial

y reducir las emisiones del transporte por carretera a objetivos de


cero neto (Agencia Internacional de la Energía, 2022; S&P Global,
2019). El problema es que la solución presentada a una crisis —la
electrificación de los vehículos como respuesta a las emisiones del
transporte— exacerba las pautas tradicionales del imperialismo
ecológico y su intercambio ecológicamente desigual, aumenta la
presión político-económica sobre las economías dependientes, y tiñe
de verde la creación de nuevas zonas de sacrificio en áreas de gran
interés extractivista para nuevas prácticas coloniales verdes. Las so-
ciedades más prósperas y los intereses corporativos que las dominan
prefieren normalizar más extractivismo en nombre de la sustitución
tecnológica en lugar de reestructurar la demanda y la producción
de forma que se asegure un horizonte de transiciones múltiples —a
nivel energético, lejos del cambio climático y hacia una sociedad eco-
lógica poscapitalista— con transformaciones ecosociales en casa y
también en lugares más vulnerables y empobrecidos.
El extractivismo verde no aborda la causa de fondo porque aísla
la necesidad de descarbonización —una exigencia primordial para
la transición energética y climática— del metabolismo de la Natu-
raleza. Una simple sustitución del actual modo de vida hegemóni-
co, intensivo en consumo, por una alternativa libre de carbono es
materialmente imposible, dados los recursos finitos, pero también
ecológica y socialmente indeseable, dados los impactos sobre los
ecosistemas, las comunidades y los territorios. En otras palabras, el
extractivismo verde normaliza este modo de vida imperial (Brand y
Wissen, 2021), entendido como un proceso de hegemonía y subjetiva-
ción que promueve prácticas de producción y consumo incompati-
bles con el metabolismo de la Naturaleza para determinados grupos
minoritarios y lugares a costa de otros. Es el tipo de respuesta a la
crisis climática que deja al capitalismo sin cuestionar y contribuye a
un problema de bucles de retroalimentación y propósitos cruzados
(Tooze, 2022), donde una falsa solución exacerba los riesgos sistémi-
cos que las soluciones supuestamente deben abordar.

371
Breno Bringel y Sabrina Fernandes

El mantenimiento y la creación de nuevas zonas de sacrificio se


suman al grueso de los conflictos territoriales que ya se están agra-
vando debido a las tensiones geopolíticas y las guerras, los efectos
a corto y largo plazo de los fenómenos meteorológicos extremos y
la pérdida de hábitats y medios de subsistencia, que están vincula-
dos a una crisis migratoria y de refugiados de mayor envergadura.
Es difícil definir qué constituye un migrante / refugiado climático,
especialmente en el contexto de la policrisis, ya que las decisiones
de movilidad no pueden reducirse a un único factor (Baldwin et al.,
2019). Las sequías, los huracanes, las inundaciones, las olas de calor
y la subida del nivel del mar afectarán a las personas de forma dife-
rente según su clase, raza, sexo, ubicación, etcétera. Un concepto de
justicia migratoria que incluya tanto el derecho a marcharse como el
derecho a quedarse, ayuda a poner de relieve los patrones cambian-
tes y los problemas de acceso a los recursos, las fronteras cerradas
y la creciente securitización de la migración en el contexto del An-
tropoceno. Una vez más, los riesgos sistémicos se agravan cuando la
movilidad está ligada al capital, que determina la dirección, la segu-
ridad y los medios de subsistencia, ya que los territorios se ven gra-
vemente afectados por el cambio climático. También significa que el
internacionalismo sigue siendo necesario hoy en día para vincular
las ganancias y las pérdidas a los territorios que se enfrentan a prác-
ticas neocoloniales.
Además, las tendencias autoritarias señalan los riesgos asociados
a la violencia y a las reivindicaciones territoriales basadas en diversas
justificaciones. Mientras que las prácticas coloniales tradicionales de
desposesión se han topado con una resistencia a largo plazo, inclui-
das las que se oponen al capital fósil y sus prácticas extractivistas in-
dustriales, también está surgiendo la amenaza del ecofascismo para
dotar al autoritarismo de una “justificación verde”. El ecofascismo
normaliza las desigualdades sociales y económicas y penaliza a pue-
blos empobrecidos y racializados para asegurar territorios y fronteras
estatales a quienes se consideran los administradores adecuados de
los ecosistemas. También encuentra apoyo en el extractivismo verde,
372
Hacia un nuevo internacionalismo ecoterritorial

asegurando que las zonas de sacrificio permanezcan alejadas de los


territorios reclamados por la extrema derecha, manteniendo el capi-
talismo como sistema económico, buscando una versión verde de un
modo de vida imperial y reproduciendo las desigualdades y la segre-
gación globales. La realidad de las múltiples amenazas y adiciones a
los riesgos sistémicos exige, por tanto, una cuidadosa consideración
del papel del internacionalismo de izquierdas a la hora de abordar las
crisis desde múltiples polos y escalas.

Del “otro mundo es posible” al “otro fin del mundo es posible”

Tras la caída del Muro de Berlín, la praxis internacionalista se rees-


tructuró profundamente debido a la reconfiguración de los actores
sociales y a los cambios societales y geopolíticos que condujeron a
una globalización sin precedentes de procesos, estructuras y flujos.
En este nuevo escenario, el estado-nación se descentró como referen-
cia hegemónica para las protestas y la articulación de los actores so-
ciales, y las interacciones entre escalas se volvieron más dinámicas.
Desde entonces, asistimos a una “progresiva desnacionalización del
internacionalismo” (Bringel, 2015). Si a mediados del siglo XX, el in-
ternacionalismo se articulaba en torno a la solidaridad con proyec-
tos revolucionarios en diferentes estados (Cuba en América Latina,
Vietnam en Asia, o los diversos estados africanos durante la desco-
lonización), a finales del siglo XX, comenzó a construirse en torno
a experiencias territorializadas y movimientos sociales concretos,
como en el caso del Ejército Zapatista de Liberación Nacional [EZLN]
en Chiapas o el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra
[MST] en Brasil.
La praxis internacionalista también se hizo más fluida, inclu-
yendo las organizaciones internacionales y sus miembros, así como
las oleadas de levantamientos y la organización de calendarios de
movilización y espacios de convergencia. Los momentos que conec-
tan crisis en diferentes regiones del mundo tienden a desencadenar
373
Breno Bringel y Sabrina Fernandes

estas oleadas, como pudo ser el caso de Mayo del 68 y el movimien-


to contra la guerra de aquella época. La trayectoria de estas olas en
las dos primeras décadas del siglo XXI ayuda a identificar cambios
temáticos en la forma en que las personas y los movimientos conver-
gen internacionalmente, y a mostrar cómo la naturaleza transversal
de la crisis ecológica añade amenazas e intensifica las preocupacio-
nes, configurando así el enfoque de las naciones y los territorios y la
cuestión de las alternativas. Hemos identificado tres momentos prin-
cipales en este nuevo siglo que coinciden con coyunturas críticas en
las que se han producido simultáneamente crisis globales y nuevos
horizontes para la acción internacionalista.

Luchas por otros mundos posibles

El primer momento coincide con el comienzo del nuevo milenio y


está marcado por dos acontecimientos críticos ocurridos en 2001.
Por un lado, los atentados del 11-S en Estados Unidos y la posterior
guerra de Afganistán provocaron un recrudecimiento de la securi-
tización y militarización globales. Por otro lado, ese mismo año se
celebró en Porto Alegre la primera edición del Foro Social Mundial
[FSM] con el objetivo de crear un espacio de confluencia para discu-
tir y profundizar propuestas, intercambiar experiencias y articular
movimientos sociales y diferentes redes contra el neoliberalismo y
el imperialismo.
El FSM fue la parte propositiva esencial del movimiento alterglo-
balización, que organizó protestas contra los principales símbolos
de la globalización neoliberal desde principios de los años noven-
ta. Para ello, creó mecanismos de coordinación internacionalista
como la Acción Global de los Pueblos y consolidó marcos interpre-
tativos globales, identificando enemigos comunes para las luchas
en todos los continentes (empresas transnacionales, organizaciones
internacionales, agencias multilaterales, etcétera). El movimiento
alterglobalización ha llevado a cabo diferentes tipos de acciones:
contracumbres contra las instituciones financieras internacionales,
374
Hacia un nuevo internacionalismo ecoterritorial

cumbres paralelas a las oficiales (en algunos casos, desafiando las


agendas oficiales; en otros, construyendo agendas propias), y espa-
cios de convergencia para protestas y propuestas globales. Además,
consolidó una cultura alter-activista (Juris y Pleyers, 2009), crítica
con el poder capitalista y el crecimiento económico, con prácticas
horizontales que recogen el legado de los movimientos posteriores
a 1968 y se inspiran en los zapatistas. Los participantes fueron cons-
cientes de la importancia de combinar la acción individual con la
crítica sistémica y la acción local con la intervención global.
El movimiento socioambiental se integró activamente en el
movimiento alterglobalización y contribuyó a su éxito. La justicia
medioambiental se integró gradualmente en el movimiento por la
justicia global. Las demandas de cancelación de la deuda externa, el
reconocimiento de la deuda ecológica del Norte y la lucha contra el
libre comercio fueron de la mano de las críticas al desarrollo, euro-
centrismo, colonialismo y patriarcado. Al mismo tiempo, el protago-
nismo de los movimientos indígenas, campesinos y de base permitió
nuevas formulaciones de alternativas basadas en conflictos territo-
riales, como la soberanía alimentaria y la justicia hídrica.
La temática y regionalización del FSM lo extendió a muchas re-
giones del mundo y le permitió adaptarse a ámbitos de actuación
más específicos, como la educación, la migración y muchos otros. Al
final, sin embargo, se hicieron visibles los principales signos del de-
bilitamiento del movimiento. Su prueba de fuego fue la crisis econó-
mica y financiera de 2008, cuando, tras haber puesto de manifiesto
la globalización capitalista y sus consecuencias sociales, económicas
y medioambientales, el movimiento no supo articular una respuesta
global cuando apareció una nueva coyuntura crítica.
Aunque la crisis de 2007/2008 se presentó inicialmente como una
crisis de las hipotecas subprime, su alcance se amplió rápidamente a
una crisis más amplia del sistema financiero mundial, articulada con
varias otras crisis, especialmente las relacionadas con la alimenta-
ción y el medioambiente. A pesar del diagnóstico de una crisis multi-
dimensional y sistémica, la mayoría de las luchas sociales dedicaron
375
Breno Bringel y Sabrina Fernandes

sus energías a afrontar, de forma más reactiva, las consecuencias


inmediatas, como las medidas de austeridad, en sus propios países.
El declive de la acción unificada a escala internacional contra las es-
tructuras globales y la reapropiación política y discursiva de muchas
de las reivindicaciones del movimiento alterglobalización por parte
de las fuerzas hegemónicas dieron lugar entonces a un nuevo ciclo
de movilizaciones en todo el mundo a partir de 2010: las protestas de
la indignación.

Protestas en las plazas de todo el mundo

Aunque este nuevo ciclo tuvo un alcance mundial, sus movilizacio-


nes se produjeron a escala nacional, creando conexiones fluidas
entre las luchas en una especie de “internacionalismo de resonan-
cias” (Gerbaudo, 2013). La lucha por la democracia, la justicia social
y la dignidad fueron puntos comunes que adquirieron significados
diversos y reivindicaciones específicas en distintos casos, como la
Primavera Árabe, el Movimiento de los Indignados u Occupy Wall
Street (Glasius y Pleyers, 2013). Estos “movimientos de las plazas”
se articularon internacionalmente, pero de forma diferente al mo-
vimiento alterglobalización. Gracias a las nuevas posibilidades tec-
nológicas de Facebook, Twitter y otros medios sociales digitales, sus
repertorios, mensajes, visiones del mundo y reivindicaciones viaja-
ron de forma mucho más rápida y viral por todo el mundo, redefi-
niéndose y adaptándose con una facilidad asombrosa. Sin embargo,
no se construyeron espacios transnacionales permanentes que per-
mitieran una comprensión más profunda de las luchas, subjetivida-
des y realidades de otros lugares. Se convocaron jornadas de acción
globales, pero su difusión internacional se produjo mediante la mo-
vilización de nodos locales sin una sólida articulación internacional.
El rechazo a los sistemas políticos hegemónicos, a los partidos po-
líticos tradicionales y a las formas convencionales de organización
política fue transversal a todas las expresiones de este ciclo global de
indignación. Más que una crítica al capitalismo per se, el punto de
376
Hacia un nuevo internacionalismo ecoterritorial

consenso fue el hartazgo de la política tradicional. Sin embargo, la


ventana de oportunidad abierta por estas protestas no condujo ne-
cesariamente a la democratización de las sociedades y los sistemas
políticos. Por el contrario, el capitalismo se hizo más autoritario y las
fuerzas de extrema derecha proliferaron, incluso construyendo sus
articulaciones internacionales, en lo que Juan José Tamayo denomi-
na una “internacional del odio” (Tamayo, 2020). Las desigualdades
aumentaron, al igual que la división Norte-Sur. Muchas fuerzas so-
ciales y políticas se convirtieron en rehenes de políticas miopes que
les impedían mirar más allá de sus ombligos y de polarizaciones po-
líticas que reducían la complejidad del mundo.
Mientras tanto, en la segunda mitad de la década de 2010 aumen-
taron las huelgas climáticas. El activismo juvenil empezó a llamar la
atención de los medios de comunicación sobre la emergencia climá-
tica, especialmente en el Norte global. Al mismo tiempo, los defenso-
res de la tierra en el Sur global ganaron protagonismo al combinar
la resistencia inmediata con el cuidado cotidiano de nuestra “casa
común”.

La pandemia y la emergencia de un nuevo momento mundial para las


luchas internacionalistas

A pesar de las numerosas advertencias sobre los riesgos sistémicos,


pocos imaginaban que un virus paralizaría el mundo en 2020. La pan-
demia de COVID-19 llegó en un momento histórico de agotamiento
de los recursos naturales y de emergencia climática y medioambien-
tal, cuando el capitalismo estaba en su momento más depredador.
Fue una época de retrocesos para la democracia y los derechos hu-
manos, de desconfianza y rechazo hacia los políticos. Los servicios
públicos habían sido desmantelados por décadas de neoliberalismo
que había penetrado mucho más allá de la economía en las subjeti-
vidades individuales y colectivas. Mientras tanto, la digitalización de
la sociedad había permitido un mayor flujo de información sobre la
pandemia. Sin embargo, esto fue acompañado, antes y después de
377
Breno Bringel y Sabrina Fernandes

la pandemia, por un proceso de creciente individualización, la difu-


sión de noticias falsas y el aumento de la vigilancia y el control social
basado en los datos compartidos y la propiedad corporativa de las
herramientas digitales. Así pues, la pandemia del coronavirus abre
una tercera coyuntura crítica que nos sitúa en un escenario de lu-
chas futuras aún en evolución (Bringel y Pleyers, 2021).
Tres proyectos diferentes compiten actualmente por el rumbo del
mundo pospandémico. El primero es el del business as usual, centrado
en el crecimiento del PIB, el desarrollismo depredador y la búsqueda
de nuevos nichos de mercado para sacar a las economías de la crisis,
incluyendo políticas de ajuste que, una vez más, exigen sacrificios de
la mayoría para maximizar los beneficios de unos pocos. En segundo
lugar, el capitalismo verde suele asociarse a estrategias hegemónicas
de modernización ecológica (lideradas por las empresas y la mayoría
de los estados), principalmente relacionadas con lo que se entiende
como la transición energética (el cambio a las energías renovables
y a las infraestructuras necesarias), con el sector privado como mo-
tor. Y, por último, los cambios de paradigma hacia una nueva matriz
ambiental y socioeconómica, propuestos por diversos actores, des-
de comunidades científicas y movimientos religiosos progresistas
hasta actores de base y muchos sectores anticapitalistas que ven en
el decrecimiento, el buen vivir, el ecosocialismo y medidas más dis-
ruptivas la única alternativa posible al capitalismo neoliberal. Estos
proyectos parecen abrir tres escenarios posibles, que no se dan de
un modo “puro” y pueden entrelazarse de múltiples maneras, aun-
que todos tienen su propia lógica: la recuperación de la cara más
agresiva del crecimiento económico; la adaptación del capitalismo
a un modelo más “limpio” para algunas partes del mundo, aunque
socialmente desigual y todavía basado en relaciones depredadoras
con la Naturaleza, especialmente en el Sur geopolítico; o una trans-
formación ecosocial hacia un nuevo modelo, que implica múltiples
transiciones para construir cambios radicales en la matriz ecológica,
social y económica, así como en las relaciones internacionales (Brin-
gel, 2020).
378
Hacia un nuevo internacionalismo ecoterritorial

Por tanto, una nueva ola de internacionalismo para nuestro mo-


mento histórico debe ser un internacionalismo que articule y pro-
mueva globalmente transiciones justas como elemento agregador
que permita la denuncia del capitalismo verde y la construcción
de horizontes radicales de transformación. Debemos partir de las
lecciones de anteriores intentos de cambio social, sin dejar de re-
conocer la diversidad de iniciativas territorializadas existentes que
ya están sembrando en su vida cotidiana las semillas de un mundo
mejor. “Otros mundos posibles” que, hoy por hoy, ya no comparten
el optimismo característico del movimiento alterglobalización, sino
que están marcados por una clara conciencia de finitud. Por ello, pa-
samos de “otro mundo es posible” a “otro fin del mundo es posible”,
lo que significa vivir más cerca de la tierra y abordar territorialmen-
te las diferentes caras y temporalidades del colapso. Al mismo tiem-
po, necesitamos construir horizontes globales de transformación
común, basados en la justicia ecológica y en la necesidad concreta de
las personas. Esto es lo que llamamos internacionalismo ecoterritorial.

Hacia un internacionalismo ecoterritorial

El internacionalismo ecoterritorial es una práctica social y una for-


ma de articulación transnacional entre experiencias vinculadas por
el impacto de los conflictos socioambientales y por la construcción
de alternativas territoriales concretas de transiciones justas en dife-
rentes ámbitos, como la energía (energías comunitarias, descentra-
lizadas y democráticas), la alimentación (agroecología y soberanía
alimentaria), la producción (control obrero de los centros de produc-
ción) y el consumo (deslocalización y economía solidaria), el cuidado
de la vida o las infraestructuras y la movilidad colectiva (vivienda
digna y eficiente, y formas sostenibles de moverse, vivir y socializar
en la ciudad). Son experiencias localizadas, pero no estrictamente lo-
cales porque han adquirido lo que Doreen Massey ha denominado
un “sentido global del lugar” (Massey, 1991). Como ha argumentado
379
Breno Bringel y Sabrina Fernandes

Martín Arboleda, por ejemplo, las luchas territoriales contra la ex-


tracción contribuyen a mostrar que, si bien la experiencia bajo el
capital es fragmentada, los efectos de determinadas prácticas pro-
ductivas dan lugar a experiencias de clase simultáneas que revelan
la interconexión de lo que se produce, cómo, para qué, dónde y para
quién (Arboleda, 2020).
Se trata de un nuevo tipo de internacionalismo emergente que ar-
ticula la transversalidad de la cuestión ambiental con lo que Svampa
denominó el giro ecoterritorial de las luchas sociales (Svampa, 2019).
Debe recuperar varios legados de las experiencias internacionalis-
tas antes mencionadas y articular otros horizontes de transforma-
ción ecosocial. Por ejemplo, el movimiento alterglobalización nos ha
enseñado cómo organizar acciones globales fuertes y coordinadas,
pero con autonomía territorial. Denunciar a los principales actores
capitalistas y la estructura global (y no solo los impactos de sus ac-
ciones) es algo a salvar. Por otro lado, el movimiento de las plazas,
a pesar de sus muchas contradicciones, nos ha mostrado la impor-
tancia de ampliar el espacio de lucha a sectores de la población que
no suelen movilizarse. También nos ha enseñado lecciones positivas
sobre la digitalización (con múltiples posibilidades de formación y
difusión), aunque al final se apoyó demasiado en las redes digitales
corporativas en lugar de crear sus propias redes de comunicación,
algo que ha caracterizado la dinámica de contrainformación de los
movimientos sociales por la justicia global desde los zapatistas.
En términos de espacialidades, el internacionalismo ecoterri-
torial presupone una crítica a una concepción antropocéntrica de
la escala que, aunque dinámica, suele limitarse a escalas formales
entendidas como niveles de acción (local, regional, nacional e inter-
nacional). Como alternativa, ha surgido una política relacional y bio-
céntrica de la escala, que considera el cuerpo como la primera escala
política en sus múltiples relaciones con los territorios (Ulloa, 2021).
La Naturaleza aparece como un elemento fundamental de esta nueva
política de escalas, ya que la articulación entre luchas y experiencias
de transiciones justas puede desplazarse de lo “local” o lo “nacional”
380
Hacia un nuevo internacionalismo ecoterritorial

para situarse, por ejemplo, a nivel de una biorregión o una cuenca


hidrográfica específica. En esta perspectiva, los ríos, los bosques y los
biomas son esenciales para la construcción de resistencias y alterna-
tivas más amplias (Escobar, 2008).
El internacionalismo ecoterritorial puede construirse de dife-
rentes maneras. En algunos casos, puede surgir de redes formales o
informales ya existentes que reúnen a comunidades y organizacio-
nes de la primera línea de la resistencia que luchan actualmente por
construir transiciones verdaderamente justas en sus comunidades.
Es el caso, por ejemplo, de la Alianza por la Justicia Climática-Comu-
nidades Unidas por una Transición Justa, que reúne a más de ochen-
ta organizaciones de distintas regiones de Estados Unidos. Aunque
se trata de una plataforma nacional, reconoce que las transiciones
justas no pueden construirse solo en un lugar o país. Existe, por tan-
to, una predisposición a participar en iniciativas internacionalistas
más amplias basadas en luchas territorializadas. En otros casos, ya
se han constituido o se están constituyendo colectivos y plataformas
regionales e internacionalistas. En América Latina, por ejemplo, el
Pacto Ecosocial e Intercultural del Sur es una iniciativa reciente que
busca dar visibilidad a experiencias de transformación socioecológi-
ca en la región, y construir propuestas, nuevos imaginarios políticos
y puentes con experiencias del Norte y de otras partes del Sur global.
Una iniciativa que integre luchas y proyectos de transición en Amé-
rica Latina es importante porque, en términos de economía política,
la región es blanco de actividades extractivistas que crean zonas de
sacrificio para extraer materiales y producir bienes para mantener
el modo de vida imperial en otros lugares. Una perspectiva regional
internacionalista se refuerza contra las nuevas perspectivas colonia-
les verdes que se están importando a la región, por ejemplo sobre
quién tiene derecho a explotar y exportar la mayor cantidad de litio
almacenado en Chile, Argentina, Bolivia (y más recientemente Perú),
necesario para la transición energética global, denunciando cómo,
en realidad, la carrera por el litio no sigue actualmente los mar-
cos de justicia global en torno a la democracia energética, sino que
381
Breno Bringel y Sabrina Fernandes

alimenta la transición energética del Norte global y sus demandas


intensivas de energía (Pacto Ecosocial e Intercultural del Sur, 2023).
Cambiando de escala, el Tejido Global de Alternativas, como red glo-
bal de redes, pretende tender puentes entre alternativas de todo el
mundo y promover nuevos espacios de colaboración, intercambio y
confluencia. Lo distintivo de estos espacios es que apuestan por cons-
truir alternativas al desarrollo y transformaciones sistémicas radi-
cales —o transformaciones ecosociales— como horizonte. A corto
plazo, sin embargo, el paradigma de las Transiciones Justas emerge
como un marco agregador de políticas urgentemente necesarias que
afrontan las contradicciones del cambio de rumbo al tiempo que
articulan iniciativas concretas que ya prefiguran el mundo que nos
gustaría tener.
La importancia de articular internacionalmente las experiencias
de transiciones justas en diferentes partes del mundo es construir
una plataforma común de luchas, señalando acciones comunes
(como caravanas, marchas, ocupaciones, interrupciones de infraes-
tructuras y acciones globales) y diferentes horizontes de transforma-
ción ecosocial. Sin embargo, también es crucial identificar enemigos
comunes y compartir retos y buenas prácticas respetando la diver-
sidad y las especificidades contextuales. Proteger el marco de una
transición justa del capitalismo verde es también un reto urgente.
Los cambios y las oportunidades también incluyen compartir lo que
ha funcionado y lo que no; identificar nuevas formas y sinergias
para construir comunidades resilientes que resistan al capitalismo
y empiecen a avanzar hacia horizontes poscapitalistas; trabajar en
formas comunes de presión y defensa de los derechos; crear concep-
tos y banderas políticas comunes, y planificar la producción más allá
de las fronteras. Este último punto contrarresta los actuales modelos
globales de producción dictados por la balanza comercial, la ventaja
comparativa, las empresas multinacionales y los acuerdos de libre
comercio, y en su lugar trabaja por una asignación planificada de los
recursos en función de las necesidades más importantes para una
buena vida.
382
Hacia un nuevo internacionalismo ecoterritorial

Si el anticolonialismo y el antimperialismo fueron un vector his-


tórico del internacionalismo, esto sigue siendo válido, aunque carga-
do de nuevos significados. La lucha contra el imperialismo ecológico
y el colonialismo verde, expresado materialmente en el extractivis-
mo verde, es ahora una cuestión clave. Debe ir acompañada de la
descolonización y despatriarcalización de las relaciones y subjetivi-
dades cotidianas. Las posturas antimperialistas derivadas de viejas
nociones de soberanía nacional, como en el caso de los países del Sur
global que defienden su derecho a explotar su propio petróleo y gas,
se basan en una comprensión de la soberanía ya obsoleta (Fernan-
des, 2023). El antimperialismo en la policrisis requiere la soberanía
ecológica como principio, que exige autonomía, cooperación, solida-
ridad y acción política más allá de las fronteras.
Por lo tanto, un nuevo internacionalismo ecoterritorial es esen-
cial para construir un terreno común y una nueva síntesis hacia un
horizonte de transformación ecosocial, agregando y articulando lu-
chas contra el capitalismo verde y en torno a transiciones justas, por
muy plurales que sean. En la práctica, los movimientos aquí y allá ya
se están articulando entre sí en llamamientos a la cooperación y a
la solidaridad, pero el internacionalismo ecoterritorial aún necesita
estructurarse y ampliarse para fortalecer un movimiento de movi-
mientos global, interseccional y descentralizado que podría reunir
a actores y movimientos que trabajan en transformaciones en torno
a la vivienda, la alimentación, las relaciones sociedad-Naturaleza, la
energía, la cultura, lo étnico-racial y los movimientos de clase de una
manera inédita.

383
Breno Bringel y Sabrina Fernandes

Bibliografía

Agencia Internacional de la Energía (Marzo de 2022). The role of


critical minerals in clean energy transitions. World Energy Out-
look Special Report. https://iea.blob.core.windows.net/assets/
ffd2a83b-8c30-4e9d-980a-52b6d9a86fdc/TheRoleofCriticalMine-
ralsinCleanEnergyTransitions.pdf

Arboleda, Martín. (2020). Planetary Mine: Territories of Extraction


under Late Capitalism. London: Verso Books.

Baldwin, Andrew; Fröhlich, Christiane y Rothe, Delf. (2019). From


climate migration to Anthropocene mobilities: shifting the deba-
te. Mobilities, 14 (3), 293.

Brand, Ulrich y Wissen, Markus. (2021). The imperial mode of li-


ving: Everyday life and the ecological crisis of capitalism. London:
Verso Books.

Bringel, Breno. (2015). Social movements and contemporary mo-


dernity: internationalism and patterns of global contestation. En
Breno Bringel y José Mauricio Domingues (eds.), Global Modernity
and Social Contestation (pp. 122-138). London: Sage.

Bringel, Breno. (2020). COVID-19 and the new global chaos. Inter-
face: A Journal for and about social movements, 12 (1), 392-399.

Bringel, Breno y Pleyers, Geoffrey (eds.). (2021). Social Movements


and Politics during Covid-19. Bristol: Bristol University Press.

Escobar, Arturo. (2008). Territories of difference: place, movements,


life, redes. Durham: Duke University Press.

Fernandes, Sabrina. (2023). Sovereignty and the Polycrisis. En


The War in Ukraine and the Question of Internationalism. Lon-
don: Alameda Institute. https://alameda.institute/2023/04/30/
xi-sovereignty-and-the-polycrisis/

384
Hacia un nuevo internacionalismo ecoterritorial

Gerbaudo, Paolo. (2013). Protest Diffusion and Cultural Resonan-


ce in the 2011 Protest Wave. The International Spectator, 48 (4),
86-111.

Glasius, Marlies y Pleyers, Geoffrey. (2013). The global moment


of 2011: democracy, social justice and dignity. Development and
Change, 44 (3), 547-567.

Janzwood, Scott y Homer-Dixon, Thomas (16 de septiembre de


2022). What Is a Global Polycrisis? Cascade Institute, 5. https://cas-
cadeinstitute.org/technical-paper/what-is-a-global-polycrisis/

Juris, Jeffrey y Pleyers, Geoffrey. (2009). Alter-activism: emerging


cultures of participation among young global justice activists.
Journal of Youth Studies, 12, 57-75.

Massey, Doreen. (1991). A Global Sense of Place. Marxism Today,


24-29.

Pacto Ecosocial e Intercultural del Sur. (2023). Manifiesto por


una Transición Energética Justa y Popular de los Pueblos del Sur.
https://pactoecosocialdelsur.com/manifiesto-de-los-pueblos-del-
sur-por-una-transicion-energetica-justa-y-popular-2/

S&P Global (24 de octubre de 2019). Lithium supply is set to


triple by 2025. Will it be enough? https://www.spglobal.com/
e n / r e s e a r c h - i n s i g h t s / a r t i c l e s / l i t h i u m - s u p p ly- i s - s e t -
to-triple-by-2025-will-it-be-enough

Svampa, Maristella. (2019). Neo-extractivism in Latin America.


Cambridge: Cambridge University Press.

Tamayo, Juan José. (2020). La internacional del odio. Barcelona:


Icaria.

385
Breno Bringel y Sabrina Fernandes

Tooze, Adam (29 de octubre de 2022). Chartbook #165: Polycrisis


- Thinking on the Tightrope. Chartbook. https://adamtooze.subs-
tack.com/p/chartbook-165-polycrisis-thinking

Ulloa, Astrid. (2021). Repolitizar la vida, defender los cuerpos-te-


rritorios y colectivizar las acciones desde los feminismos indíge-
nas. Ecología Política, 61, 38-48.

386

También podría gustarte