No. 3 RETIRO ABRIL 2024

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ASOCIACIÓN DE LAICOS BETHLEMITAS


JUNTA COORDINADORA GENERAL

PROVINCIA SAN MIGUEL ARCÁNGEL

RETIRO – ABRIL 2024

“Vivencia y Oración del Santo Hno. Pedro en la Pascua”

OBJETIVO:
“Vivir las bienaventuranzas en el Tiempo de Pascua de este año 2024, nos mostrará
el camino a la felicidad a un gozo profundo del alma para hacer personas alegres,
que viven en Dios y por Dios; así como lo hizo nuestro Fundador el Santo Hno.
Pedro de San José Betancur, el cual experimentó la Pasión del Señor y la alegría de
su Resurrección”.

Ambientación:
 Imagen del Santo Hno. Pedro
 Cirio Pascual
 Canasta para víveres

Indicación inicial:
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La persona encargada de desarrollar el retiro, debe organizar una Hora Santa ante el
Santísimo Sacramento, a imitación del Santo Hermano Pedro que lo realizaba con
mucha devoción y fervor.
Meditamos: “Himno al Santo Hermano Pedro”.

“HIMNO AL STO. HERMANO PEDRO”


Como Pedro que sobre las aguas, caminó y es la roca
inmortal, también tú a Guatemala llegaste como el
hombre que fue caridad.
1. Con los pobres, los niños y enfermos tú cumpliste el
precepto de Dios, pues viviste en un acto continuo de
su inmenso y dulcísimo amor.
2. Sin su amor nunca diste tu un paso, que no fuera en
servicio de aquel, que nos pide el amor de las almas, y
entregarnos por todos como él.
3. Fuiste hermanos de todos los pobres y el que el pan
multiplica te dio, el poder de que el trigo abundara para
darnos sustento y amor. Entre el coro de niños te
evoco entonando tus coplas de luz, lo que hacemos
por ellos lo hacemos como tú por tu amigo Jesús.
4. De la Virgen la casa está llena, de sus cantos, sus
gritos, su amor, de dulcísima Madre es el que hace que
en ti y ellos florezca el de Dios. Por eso estuviste
dispuesto a sanar al enfermo también, y al migrante y
al convaleciente, entregarte por Dios para el bien.

LECTURA BÍBLICA
ESCUCHEMOS AL SEÑOR QUE NOS HABLA
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Mateo 5: 1 al 12

“LAS BIENAVENTURANZAS”
Cuando vio a las multitudes, subió a la ladera de una montaña y se sentó. Sus
discípulos se le acercaron, tomó él la palabra y comenzó a enseñarles diciendo:
“Dichosos los pobres en espíritu,
porque el reino de los cielos les pertenece.
Dichosos los que sufren,
porque serán consolados.
Dichosos los humildes,
porque recibirán la tierra como herencia.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia,
porque serán saciados.
Dichosos los compasivos,
porque serán tratados con compasión.
Dichosos los de corazón limpio,
porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz,
porque serán llamados hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia,
porque el reino de los cielos les pertenece.
Dichosos serán ustedes cuando por mi causa la gente los insulte, los persiga y levante
contra ustedes toda clase de calumnias.
Alégrense y llénense de júbilo, porque les espera una gran recompensa en el cielo. Así
también persiguieron a los profetas que los precedieron a ustedes”.
Palabra del Señor.

PRIMERA REFLEXIÓN
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Vivimos inmersos en una cultura, que nos induce a la mediocridad y la superficialidad.


Un mundo que no siempre invita a superarse, a crecer, a perfeccionarse. ¿Hemos de
vivir siempre así? Dios ha puesto en el corazón del ser humano el anhelo de la
superación, de vida siempre buena, de felicidad, para colmarlo en abundancia.
Precisamente, las bienaventuranzas siempre cumplen con este anhelo, porque recogen
y perfeccionan las promesas de Dios desde el Antiguo Testamento, ordenándolas al
Reino de los Cielos.

Las bienaventuranzas conforman el centro de la predicación de Jesús y están dirigidas


a perfeccionar la práctica de los mandamientos, con un amor radical que lleva al Ser
Humano a responderle a Dios en grados de perfección, de acuerdo con la generosidad
de cada uno. Están en la línea del llamado de Jesús: sean buenos del todo, como es
bueno el Padre del Cielo (Mateo 5: 48). Busquen primer el Reino de Dios y su justicia.
(Mateo 6:36).

Las bienaventuranzas son reglas de oro que llegan hasta el fondo del corazón e invitan
a vivir el amor a plenitud, con la entrega suprema de la que éste es capaz. Con esta
invitación, Jesús lanza un reto al corazón de sus discípulos, para que luchen por
aproximar al mundo su verdadera meta.
Por eso vale la pena adentrarse en estos postulados de Jesús que nos mostrarán con
claridad una senda para buscar la perfección cristiana; vale decir, la santidad.

Meditamos:
Definitivamente traemos a nuestra memoria la caridad del Santo Hermano Pedro, que
no le daba reposo. Su esperanza y su fe lo mantenían en vigilia, el oído atento al dolor.
Y Pedro se levantaba de su rincón, buscaba al enfermo, al hambriento, al desnudo y al
desencaminado y lo tomaba como hermano.

Pedro, un hombre sin techo y sin pan, daba de comer al hambriento, de beber al
sediento, vestía al desnudo. Acudía al rico, al poderoso, al que tiene, y, acercándole la
Llama de su Caridad, derretía el egoísmo y hacía deslumbrar la escondida generosidad
de aquellos hombres. Este nuevo Hermano de todos, el Hermano Pedro, con su
caridad sacaba de los hombres lo mejor, los movía al bien, los empujaba a la
misericordia y a la piedad.

INDICACIONES:
Hacemos grupos pequeños para meditar cada una de las bienaventuranzas y
procedemos a desarrollar las siguientes dinámicas:
1. ¿Cómo sigo el ejemplo del Santo Hno. Pedro que vivió las bienaventuranzas con
amor, caridad olvidándose de sí?
2. Escribo una oración pidiéndole al Señor me conceda la gracia de vivir las
bienaventuranzas.
3. ¿Cuál bienaventuranza elijo vivir en este Tiempo de Pascua?
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SEGUNDA REFLEXIÓN

“El gusto por la oración del Santo Hermano Pedro”


Pedro de Betancurt se distinguió precisamente por practicar la misericordia con espíritu
humilde y vida austera. Sentía en su corazón de servidor la amonestación del Apóstol
Pablo: "Todo cuanto hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los
hombres" (Col 3, 23). Por eso fue verdaderamente hermano de todo el que vive en el
infortunio y se entregó con ternura e inmenso amor a su salvación. Así se pone de
manifiesto en los acontecimientos de su vida, como su dedicación a los enfermos en el
pequeño hospital de Nuestra Señora de Belén, cuna de la Orden Bethlemita.

Pedro es también hoy un apremiante llamado a vivir la oración siendo misericordiosos


en la sociedad actual, sobre todo cuando son tantos los que esperan una mano tendida
que los socorra. Pensemos en los niños y jóvenes sin hogar o sin educación; en las
mujeres abandonadas con muchas necesidades que remediar; en la multitud de
marginados en las ciudades; en las víctimas de organizaciones del crimen organizado,
de la prostitución o la droga; en los enfermos desatendidos o en los ancianos que viven
en soledad.

El Hermano Pedro "es una herencia que no se ha de perder y que se ha de transmitir


para un perenne deber de gratitud y un renovado propósito de imitación" (Novo
millennio ineunte, 7). Esta herencia ha de suscitar en los laicos betlemitas y en todos
los ciudadanos el deseo de transformar la comunidad humana en una gran familia,
donde las relaciones sociales, políticas y económicas sean dignas del hombre, y se
promueva la dignidad de la persona con el reconocimiento efectivo de sus derechos
inalienables.

El Hno. Pedro fue de una fe sincera y de una relación profunda con Cristo. Fe en la que
se reconocía humilde siervo de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

El Hno. Pedro se distinguió por vivir la comunión continua con Dios Padre, a través de
la oración y la perseverancia para hacer el bien a todos, aún a costa de las mayores
dificultades, incomprensiones y contrariedades. Como Cristo su Maestro vivió la
esperanza en Dios que es propia de los que depositan en el Padre el destino de su vida
y el sentido de sus acciones.

Hizo del encuentro con los pobres un lugar de encuentro con Cristo. Fue un adelantado
de la caridad prodigada a manos llenas. Imitando a Jesucristo que pasó haciendo el
bien, también el Santo Hno. Pedro tuvo compasión de los abandonados y cumplió con
prontitud y dedicación, incurriendo en grandes negaciones de su persona, el
mandamiento del amor al prójimo.

A imitación de Cristo, quiere andar en la presencia de Dios, conformarse con su


voluntad y vivir en comunión con Él. La humidad y la pobreza, considerada por San
Francisco de Asís, virtudes reales, porque resplandecieron en Cristo en la cuna de
Belén y en la Cátedra de la Cruz, son también las virtudes que acompañaban al Santo
Hno. Pedro.
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Fue un hombre abierto al espíritu, que conducía sus pasos, sus gestos, sus palabras;
era el Espíritu quien precedía sus tiempos largos ante el Santísimo Sacramento, de
donde sacaba la fuerza y las convicciones para salir a la calle, para encontrar la
imagen de Dios derrotada, herida y humillada, ante la que nunca se resignó, sino que
quiso responder con plenitud y corazón misericordioso. Lo que Dios le daba lo
compartía con los pobres.

Dejar un espacio en silencio y reflexión. Resaltar aquellas palabras o frases que te


llamaron más atención de la vida de oración del Santo Hermano Pedro e iniciar un
diálogo con los hermanos laicos participantes.

Para finalizar hacemos la oración de la siguiente manera:

Leemos personalmente la súplica, en Asamblea la proclamamos y finalmente


cantamos.

Quién me diera, Señor, que como


Pedro, Que mi oración como la suya fuera,
de Belén y la Cruz me enamora, Transparente, filial y abandonada,
que en humildad marchara por la vida, Y que mi hospitalidad a todos diera
y a servir al hermano me entregara. En actitud de paz iluminada.

Que un corazón sencillo cual de niño, Que en amor y ternura a la Señora,


a su luz y a su ejemplo me formara mi vida cual la suya yo entregara
y cual la florecita campesina, y de su protección siempre segura
silenciosa y oculta perfumara. a la muerte serena caminara.

https://youtu.be/VZMdSkuPJco

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