Beatriz Patti Seminario Fundacion Bs As
Beatriz Patti Seminario Fundacion Bs As
Beatriz Patti Seminario Fundacion Bs As
N° 71
Octubre de 1996
BUENOS AIRES, LA CIUDAD DE LA ETAPA INICIAL
(1580-1680)
Beatriz Patti
La ciudad en suspenso
1
Silvio ZAVALA. Orígenes de la colonización en el Río de la Plata. México.
Ed. El Colegio Nacional. 1978, p. 550.
1
No sólo parece no haber decaído en ningún momento el
interés por reponer un emplazamiento urbano en el área más
austral de la cuenca del Plata, antes todavía, documentos de
1548, ciertamente en un lapso muy cercano al desmantelamiento
que llevara a cabo Alonso de Cabrera, mantienen vigentes
funciones que potencialmente debían implementarse en el
contexto del asiento que acababa de darse por levantado, y que
según el documento conservaba el desempeño de “puerto de carga
y descarga de las naos que fuesen a la dicha provincia”2. Así,
en dos Reales Cédulas emitidas en relación a personas
diferentes se prorroga por un año más la “(...) merced de un
regimiento del pueblo de los Buenos Aires con que dentro de
cierto término (...)” se le indica al interesado su obligación
de presentarse “(...) con la provisión del dicho regimiento en
el Cabildo del dicho pueblo”3. Como se nota, se hacía caso
omiso de los sucesos acontecidos poco tiempo atrás.
2
Los documentos que se citan corresponden al Archivo de fuentes inéditas
(microfilms) en guarda en el Instituto de Investigaciones de Historia del
Derecho de Buenos Aires, pertenecientes al Archivo General de Indias. Son
ellos:
1548 agosto 18 Valladolid R. C. a Francisco de Escovar, estante en la
provincia del Río de la Plata. Prórroga, por otro año, el término
establecido para hacerse cargo de un regimiento del pueblo que se hiciere
en el paraje de Buenos Aires para puerto. (Fs. 247/247 Vta.)
1548 noviembre 28 Valladolid
R. C. a Pedro Muñoz. Prórroga por un año más el término establecido para
hacerse cargo de un regimiento del pueblo de los Buenos Aires. (Fs. 258)
3
Ibídem.
2
En los años siguientes esa situación de latencia estuvo
poblada de voces, cuyas argumentaciones resultaban
convergentes en un panorama del que se esforzaban por
demostrar sus bondades:
4
“Relación de Jaime Rasquín, sobre los lugares y pueblos que convenía
poblar, indicando algunas producciones de la tierra”. En: COMISION OFICIAL
DEL IV CENTENARIO DE LA PRIMERA FUNDACIÓN DE BUENOS AIRES 1536-1936.
Documentos históricos y geográficos relativos a la conquista y colonización
rioplatense. Buenos Aires. 1941. Volumen 1, p. 56.
5
ARCHIVO GENERAL DE INDIAS (en adelante AGI).
“Carta del licenciado Matienzo, Oidor de la audiencia de Charcas, a S. M.
describiendo los territorios de aquel distrito, y los cuatro puertos que
pudieran utilizarse para ponerse en comunicación más directa con España. La
Plata, Charcas. 2 de enero de 1566”. 74-4-1.0. Biblioteca Nacional de
Buenos Aires. Tomo 96.
3
“(...) (sería) de utilidad tan grande (...) que se
pueble y sustente aquel puerto de Buenos aires. Hasta la
ciudad de la nueva Córdoba 80 leguas y de allí a Santiago,
cabeza de la gobernación de Tucumán, 70 leguas y de allí a la
ciudad de Chuquisaca y cerro de Potosí menos de 200 leguas
(...) y a otros muchos pueblos del Perú se puede ir desde el
puerto de Buenos Aires por muy buenos caminos, así para
carretas como para arrías para llevar las mercaderías de un
pueblo a otro con facilidad (...) hay muy gran aparejo de
dehesas fértiles y abundosas de todo (...)” [Carta al Rey de
Hernando de Montalvo desde Asunción, noviembre de 1579]6.
6
AGI. “Carta del tesorero del Río de la Plata, Hernando de Montalvo, al
Rey; dando cuenta de los sucesos ocurridos en aquella Gobernación. Asunción,
15 de noviembre de 1579”. 74.4.1.0. Biblioteca Nacional de Buenos Aires.
Tomo 116.
4
corriente que, si bien ahora se percibía la conveniencia de
aplicarlo en el Nuevo Mundo, venía imponiéndose en suelo
hispano a través de los años de la Reconquista. Se asentaba en
una estrategia de categorización urbana, que consistía en
asignarle a las ciudades la misión de cumplir el papel “de
guía, signo y foco de difusión de la fe”, y de constituirse en
centros de organización del territorio circundante7. De esta
manera, “(...) a ambos lados del Atlántico, la conciencia de
control territorial, y la del área de influencia ideológico-
religiosa se (basaban) en un mismo modelo de estructura
jerarquizada, fundamentada en un sistema de enclaves urbanos”8.
Por otra parte, para Matienzo el perfil del habitante que
habría de constituirse en colono también tenía su importancia
y era imprescindible poner atención al seleccionarlo. En otro
texto al mencionado anteriormente, después de señalar el
número de hombres que sería conveniente llevar de España,
indica que “(...) estos han de ser los más de ellos
ciudadanos, mercaderes y labradores, y pocos caballeros porque
estos ordinariamente no se quieren aplicar a tratos ni a
labranzas sino andarse holgando, jugando y paseando, y
haciendo otras cosas de poco provecho en mucho daño e
inquietud de los que están sosegados y pacíficos, y piensan
que es poco todo el Perú para ellos, y aunque son menester
algunos así para sustentar la tierra que poblaren como para
tener los cargos de justicia y otras cosas semejantes a estas,
han de ser pocos y muy conocidos.”9.
Sus asiduas exposiciones dirigidas a la autoridad real, a
lo largo del período que permaneció en el cargo, no parecen
haber sido meras opiniones de un funcionario, sino las
reflexiones de una figura gravitante, puesto que el propio
Matienzo presentó a Juan Ortiz de Zárate ante la Corona para
7
Santiago QUESADA. La idea de ciudad en la cultura hispana de la Edad
Moderna. Barcelona. Universidad de Barcelona, Publicaciones. 1992, p. 45.
8
Ibídem, p. 220.
9
Juan de MATIENZO. Gobierno del Perú. Buenos Aires. 1910, p. 187. (obra
escrita a fines del siglo XVI).
5
llevar adelante esa empresa. Y efectivamente, fue éste el
adelantado con quién Felipe II tomó en Madrid la capitulación
por la que se le encargaba que “fundara pueblo en la entrada
del río, en el puerto que llaman de San Gabriel o Buenos
Aires”10.
El poblado duradero que iba a originarse a partir de la formal
fundación de Buenos Aires en manos de Juan de Garay en 1580,
traía implícito características marcadamente diferentes de lo
que había sido el primer asiento. Se trataba de dos tiempos El
episodio de 1536 (un punto aislado en la inmensidad del
territorio) se había enmarcado en la etapa de conquista.
Conformando uno de sus centros, obedecía “al criterio de
establecer un polo que actuara como intermediario entre la
ruta marítima y el supuesto foco de riqueza (...) que, se
aseguraba, existía en el corazón del territorio. (...) es
decir, iba a constituir la boca de salida de los metales y las
piedras preciosas que se hallaran”11, y su abandono se enlaza
íntimamente a la insatisfacción de aquellas expectativas.
10
Anales de la Biblioteca. Buenos Aires. 1915. Tomo X, p. 68
11
Beatriz PATTI. “ La instalación de Pedro de Mendoza en el Río de la Plata
en 1536: crítica de sus fuentes”. Instituto de Arte Americano e
Investigaciones Estéticas. Crítica No 44. Buenos Aires, noviembre de 1993,
p. 11.
6
La ciudad física
12
Se trata del “Título Siete” de la Recopilación de leyes de los Reynos de
las Indias, compilada bajo el reinado de Felipe II en 1573, compuesta por
el conjunto de órdenes, cédulas y provisiones reales dictadas para
organizar el Nuevo Mundo, y estructura y dar contenido formal a las
acciones en él.
13
Como toda fundación de ciudades involucró en un sólo acto a la ciudad
misma, en tanto “(...) el espacio destinado a la población urbana y a la
vecindad de sus casas, y también a grandes extensiones de tierra que se
daban en el momento primario como término y jurisdicción del núcleo, (...)
repartiendo y adjudicando no sólo las tierras y riquezas de la 'planta' o
'traza', sino también las 'chacras', 'estancias' y demás, en grandes
extensiones”. Cfr. Amílcar RAZORI. Historia de la ciudad argentina. Buenos
Aires. López. 1945. Vol. 1, p.486.
14
“Traslado de los autos proveídos por el General Juan de Garay, fundador
de Buenos Aires, sobre el orden que había de guardarse en el repartimiento
a sus pobladores, de tierras, solares, estancias”. En: (Enrique PEÑA).
Documentos y Planos relativos al período edilicio colonial de la Ciudad de
7
anotado respecto del orden que había de guardarse en el
reparto.
8
contemplando el plano y el Acta de repartimiento. En un
terreno irregular, rodeado de barrancas, depresiones, y
atravesado por zanjones, que rebasaban asiduamente en su
capacidad a causa de las propias de la región tan sólo un
asentamiento portuario reducido a un puñado de chozas,
desparramadas entre el enorme río al este y la inmensa llanura
pampeana en todo en todo el perímetro. Sin servicio de indios,
el escaso número de habitantes, que representaban los 66
pobladores iniciales, apenas podía ocupar y trabajar sectores
muy limitados y dispersos del territorio otorgado, hecho que
da lugar a suponer la lentitud con que se iba plasmando la
proyectada traza en la meseta natural y lo vagamente dibujada
que iba apareciendo en el terreno.
18
Respecto de la existencia de población autóctona, de Paula señala a los
guaraníes del sur, quienes “(...) conservaban sus hábitos sedentarios y su
economía basada en la pesca, el cultivo de la tierra y la caza (...)”,
precisando que “la fundación de Buenos Aires (...) se realizó en el enclave
guaraní de la pampa ondulada”, al parecer, en inmediaciones de sus
asentamientos. Esto revela la presencia en el entorno de características
culturales que potencialmente podrían haber ejercido algún aporte. No
obstante, su conocimiento constituye un vacío todavía a investigar. Cfr.
Alberto DE PAULA. “La comarca bonaerense y su proceso urbano (1580-1779)”.
Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas. Crítica No 43.
Buenos Aires, p. 5.
19
Fue situación corriente que el proceso de colonización sustituyera
“(...) lo indígena por centros de poder religiosos o civiles. Así se ubicó
por ejemplo en México la catedral sobre la zona religiosa azteca”. Cfr.
Santiago QUESADA. Óp. Cit. nota 7, p. 48.
9
Ahora bien, cómo abordar el conocimiento de todo ese
proceso; en base a qué elementos desentrañar el sucesivo
accionar que fue produciendo la construcción urbana. La
información concreta que dé cuenta de la evolución material de
la ciudad a lo largo de su primer siglo es algo menos que
escasa.
10
posesión del medio se fue desarrollando con la espontaneidad
que permitían los recursos humanos y materiales disponibles. Y
fue modificándose el ordenamiento geométrico, y extendiéndose
la asignación de sectores en las orientaciones de más fácil
disponibilidad cuando el requerimiento lo hizo oportuno. Ya en
1602 el Cabildo amplió la traza de la ciudad hacia el sur
“(...) desde la quebradita que esta de la otra banda de las
casas que fueron de Francisco Muños Bejarano, difunto, hacia
el Riachuelo de los Navíos (...)”, absorbiendo una parte del
ejido para uso urbano, que dividió en solares y entregó a los
vecinos, señalándose en ese reparto una cuadra de terreno
sobre la barranca para la aduana20.
20
ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN (en adelante AGN). Acuerdos del Extinguido
Cabildo de Buenos Aires. Buenos Aires. 1907. Serie II. Tomo VIII, 1741 a
1746. Libro XXV, p. 241.
11
esto hay muchos por edificar”21.
12
tampoco fue una tarea fácil, sino una cuestión a la que había
que dedicarle esfuerzos y el desenvolvimiento de los trabajos
oportunos para evitar que se esfumara de la realidad.
24
AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1907. Tomo I. Cabildo del 9 de octubre de
1606, p. 232.
25
AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1907. Tomo I. Cabildo del 19 de octubre
de 1060, pp. 234 y 235.
13
chacra (...) “del poblador contiguo26.
26
Ibídem.
27
AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1907. Tomo II. Cabildo del 6 de diciembre
de 1608, p. 106.
14
llevar (...) como en sus conciencias les pareciere conveniente
(...)”28.
28
AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1907. Tomo II. Cabildo del 8 de diciembre
de 1608, pp. 108 y 109.
29
AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1907. Tomo II. Cabildo del 16 de
diciembre de 1608, p. 110.
30
Ibídem, p. 116.
31
Ibídem, pp. 116 a 119.
32
Se recuerda en la sesión del Cabildo del 13 de septiembre de 1610, p.
293. Cfr. AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1907. Tomo II.
33
AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1907. Tomo II. Cabildo del 28 de julio de
1608, p. 72.
15
argumentaciones semejantes también allí surgió una realidad de
interferencias recíprocas en posesiones ajenas “(...) por no
saber cada uno lo que le pertenece”, que el Cabildo se vio
obligado a resolver, tratando de hallar en “el libro viejo” el
rumbo y las medidas que le había dado el fundador34.
34
AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1907. Tomo II Cabildo del 2 de abril de
1612. Y Mensura del 4 de abril de 1612, pp. 422-423.
35
Cfr. AGN. Acuerdos..., Op. Cit. nota 23, p. 75.
16
una porción de edificios de varios vecinos”36.
36
Bando No 23. “Los dueños de los terrenos y casas frente al Río ante el
Cabildo. Sobre la restitución del despojo, y formación de camino. [12 de
mayo de 1787]”. En: Documentos para la Historia Argentina. Administración
Edilicia de la Ciudad de Buenos Aires (1772-1805). Buenos Aires. 1918. Tomo
IX, p. 183-184.
37
Bando No 20. “Representación de algunos vecinos del Barrio de San Nicolás
sobre que se les prorrateen las creces y menguas de las calles en que
moran. [noviembre de 1784]”. En: Documentos para la ..., Op. Cit. nota 36,
p. 180-181.
38
Ibídem, p. 179.
17
pertenencia privada de cada poblador. Apenas unos años después
de la fundación se reconocía como hecho corriente el de tomar
y meter en sitios particulares las calles de la ciudad39. La
situación trató de delimitarse con normas que la tuvieran bajo
control, indicándose que “(...) conviene que para que no haya
pleitos y no se ocupen las calles con edificios de tapias sino
que queden exentos conforme a la traza (...) (se) nombren dos
personas que sean alarife veedores y medidores que ningún
vecino no sea osado a tapiar su sitio sin que los así
40
nombrados lo vayan a medir (...)” . No obstante, frente al
común del vecindario las condiciones aparecían más sencillas
de manejar que ante el poder eclesiástico instalado en la
ciudad, que podía echar mano a la atemorización con amenaza de
excomuniones para avanzar en sus aspiraciones de apropiación41.
39
“Petición del Procurador de la Ciudad Miguel Navarro, del 9 de abril de
1589”. AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1907. Tomo I p. 14.
40
AGN. Acuerdos..., Op. Cit. nota 23, p. 75.
41
El dictamen de la Audiencia que emite la Real Provisión del 15 de
diciembre de 1590 denuncia tal estado de cosas en la ciudad. Cfr. AGN.
Época colonial. Reales Cédulas y Provisiones 1517-1662. Buenos Aires. 1911.
Tomo I, p. 29.
42
Ibídem.
18
presentación formal del caso ante la Audiencia de Charcas. Y
fue la emisión de una Real Provisión ordenando la suspensión
de las obras del convento, con fecha del 15 de diciembre de
1590, lo que impidió que la Orden consumara su objetivo, y se
apropiara de un total de cuatro cuadras tomando también la
franja correspondiente hasta la lengua del agua43.
43
Ibídem.
44
Los Bandos de Buen Gobierno, publicados a fines del siglo XVIII, ponen de
relieve el estado maniobrable en que se hallaba esta cuestión hasta la
fecha. La cita del texto corresponde al No 9. “Bando mandando abrir calles
entre las quintas, de veinte varas de cerco a cerco. [23 de mayo de 1796]”.
En: Documentos para la..., Op. Cit. nota 36, p. 46. Este Bando reitera
observaciones efectuadas ya en el No 1: “Bando publicado en 21 de Mayo de
1772, para el aseo, limpieza y policía de la Ciudad de Buenos Aires”,
principalmente en la p. 11, recopilado en la obra indicada.
45
Cfr. AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1908. Tomo III. Cabildo del 11 de
agosto de 1614, p. 101.
AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1908. Tomo III. Cabildo de 21 de octubre de
1614, p. 109.
46
En las sesiones del Cabildo se acordaban con regularidad las inspecciones
para determinar tanto el estado de las calles urbanas, como las salidas de
19
El puerto de Buenos Aires, instalado sobre la boca
del Riachuelo, generó un foco de atracción en relación a la
ciudad misma, y en función de ello, lo inicialmente proyectado
y el proceso concreto que siguieron los hechos también aquí
encontraron un punto de confrontación. La inclinación a
polarizar la materialización urbana hacia el sur de la plaza
mayor” tendió a desvirtuar la traza simétrica con que nació la
ciudad, y produjo una reorganización de los sitios concedidos
por el fundador, alterando la concreción de algunas de las
funciones en los espacios por él asignados. La situación quedó
claramente explicada cuando se trató en el Cabildo la
conveniencia de llevar a cabo la fundación del hospital,
previsto en el repartimiento de solares urbanos y largamente
pospuesto. Al exponer “(...) algunas dificultades que se han
ofrecido para que el Hospital e Iglesia de San Martín se hagan
en la cuadra más arriba del Monasterio de Nuestra Señora de la
Merced señalada para ello por el fundador”, se argumentó que
no era “(...) parte cómoda por estar fuera de donde es el
comercio y (es allí) donde se han de pedir y recoger las
limosnas y (...) que sería más útil hacerle en el camino que
va al Riachuelo, donde esté más cerca del comercio”,
puntualizando además la oportunidad de esa ubicación, por ser
“(...) el paso por donde entran en la ciudad la gente que
viene por el mar y por donde vienen la mayor parte de los
pobres enfermos”. Tales razones fueron encontradas suficientes
para llevar a cabo una permuta de solares, y obtener un predio
adecuado, sobre la calle que unía con el puerto “(...) en la
mano izquierda como se va de la ciudad”47.
Comprender el modo en que se fue conformando la
20
estructura edilicia de la ciudad, y en esa trama, los centros
que sostenían el desenvolvimiento de las distintas funciones
de la vida pública, implica ir descubriendo el proceso
material que fue modelando y construyendo el nuevo paisaje en
el que tenían lugar los actos cotidianos. Aunque, la
concatenación de hechos que permitan hilar ese proceso se ve
restringida por una fuerte limitación, relativa a la
singularidad de los contenidos existentes. El documento deja
testimonio del conflicto48. Los aspectos que inquietaban, que
agitaban los intereses y ponían en riesgo la satisfacción de
las necesidades son los elementos que emergen en las fuentes,
nunca el discurrir normal de la ejecución de las obras. Esto
parece tener su lógica, y es que lo obvio, lo esperable que se
realizaba llanamente sin ofrecer resistencias no necesitaba
ser plasmado, y probablemente hasta pasaba inadvertido. En
este contexto, el construir ciudad es un acontecimiento del
que el escrito da cuenta a través de la exposición de
problemas relativos a aspectos específicos y fragmentarios, en
donde se hace forzoso practicar una lectura lateral para ir
dando forma al objetivo buscado.
48
Prácticamente la totalidad de documentos y escritos contenidos en las
compilaciones que respaldan la presente investigación, y sobre las que se
hace referencia a lo largo del trabajo y en sus respectivas notas, guardan
la característica señalada.
21
una situación generalizada que sus hombres se perfilaran como
“(...) imágenes locales del poder, la vana-gloria y los
negocios”. En este contexto, “los cabildos indianos del XVII
(...) limitaron la “ciudad” a un problema de abastos, ornatos
simbólicos, deslindes y precios de solares, viaje de aguas y
poco más (...)”, y si se agregaba el hecho de que la ciudad
era pequeña “en un lugar más o menos perdido, olvidado hasta
de la Hacienda Real”, como sin duda era el caso de Buenos
Aires, “hablar de urbanismo en esa realidad” era, según su
análisis, por completo superfluo49.
49
Pedro VIVES AZANCOT. “Iberoamérica y sus ciudades en los siglos XVII y
XVIII”. En: La Ciudad Iberoamericana. Buenos Aires 12 -14 de noviembre de
1985. Madrid MOPU. 1986, p. 310.
50
“Bando (NO 1) publicado en 21 de Mayo de 1772, para el ..., Op. Cit. nota
44, p. 10.
22
Aunque también las maneras de acercarse al medio y la forma en
que los pobladores ejercían su apropiación sobre él, jugaban
una parte decisiva en la permanencia de tales condiciones. La
calle, antes que el espacio de todos, parece haber sido la
franja hacia donde se extendía la búsqueda de satisfacción de
las necesidades privadas. La irregularidad del trazado, fruto
en gran medida de la pobreza de instrumentos con que
demarcarlo y sostenerlo, se veía incrementada por la modalidad
constructiva que en muchos casos se adoptó. Cuya irrupción
condujo al Cabildo a intervenir y a determinar que “(...) las
casas que caen a las calles y tienen las tijeras que salen muy
afuera, y son bajas las paredes, lo cual es de mucho perjuicio
para la gente que anda a caballo y las carretas, (...) se
pregone en la Plaza Pública (...), que todas las tijeras que
caen a la calle se corten y queden de media vara no Más, y los
que de aquí en adelante edificaren ha de estar de tres tapias
a la calle, y con la dicha vara las tijeras (...)”51.
51
AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1907. Tomo II. Cabildo del 27 de julio de
1609, p. 187.
52
AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1914. Tomo XI. Cabildo del 23 de agosto
de 1656, p. 26.
23
estableciendo la prohibición de usar la de aquellas que
quedaran amojonadas53.
Resulta evidente que las conductas individuales deliberadas
podían limitarse siempre que se adoptaran las medidas
apropiadas, y al parecer el Cabildo estaba decidido a ejercer
su autoridad para lograrlo. No obstante, existían otros hechos
perturbadores que se mostraban más renuentes al hallazgo de
soluciones adecuadas. Desde que aparecieron en escena, las
carretas y su tráfico significaron para el ámbito urbano,
además de una imprescindible presencia por lo que
representaban en cuanto a abastecimiento y a comunicación con
la región, un elemento más de alteración para el perfil de la
ciudad. Actuaron como constantes depredadoras de la vía
pública por donde circulaban, generaban huellas donde había
regularidad, ahondaban los desniveles y las condiciones de
deterioro, y obligaban a la infructuosa reparación una y otra
vez. Tan conflictivo como involuntario fue un fenómeno difícil
de superar. Recién a fines del siglo XVIII empezó a discutirse
en firme la búsqueda una solución más radical, obligándolas a
hacer un camino de circunvalación alrededor del área urbana
más consolidada54. Hasta entonces, de tiempo en tiempo el
Cabildo comisionaba al Fiel Ejecutor para que acudiera a
“(...) apremiar a los vecinos, que cada uno haga aderezar y
limpiar lo que le tocare, y que se pongan en las travesías de
las calles principales palos para que no pasen las carretas”55,
tratando así de reducir los daños producidos y de detener su
continuidad.
53
AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1911. Tomo VII. Cabildo del 12 de marzo
de 1629, p. 54.
54
Cfr. Bando No 16. “El Cabildo en vista de la imposibilidad del empedrado
de las calles, propone los medios para conservación de las mismas. [ 2 de
septiembre de 1783]”.
Bando No 19. “Expediente sobre el trazado, construcción e higiene de las
calles de la ciudad de Buenos Aires, iniciado por un oficio del Virrey J.
J. de Vertí, dirigido al Cabildo de esta ciudad. [16 de agosto de 1783 - 1
de mayo de 1785]”. En: Documentos para la Historia..., Op. Cit. nota 36,
pp. 65-69 y 83-85, respectivamente.
55
AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1908. Tomo IV. Cabildo del 26 de
septiembre de 1616, p. 371.
24
El clima edilicio que respiraba Buenos Aires estuvo
fuertemente condicionado por los materiales de edificación,
las modalidades constructivas que se implementaban, y las
cualidades de perdurabilidad y obsolescencia a las que esos
materiales estaban sujetos.
56
AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1908. Tomo IV. Cabildo del 21 de enero de
1616, p. 305.
57
“Información levantada en Buenos Aires por el Procurador Johan Díaz de
Ojeda entre los moradores”. En: (Roberto LEVILLIER). Correspondencia de la
Ciudad de Buenos Aires con los Reyes de España. Buenos Aires.
Municipalidad. 1915. Tomo 1, pp. 179-181.
25
edificios son de paja y tan fácil la madera (de deteriorarse),
porque las aguas son gran causa de su ruina, cada dos años han
menester hacerlas de nuevo (...)”58. Aunque no todas las veces
el remedio por todos reconocido fue tan sencillo de
implementar. La reedificación periódica llegó a constituirse
en una pesada preocupación sobre la insuficiencia crónica de
los recursos comunales de la ciudad. En alguna de sus etapas,
el nivel crítico alcanzado condujo al Procurador General a
solicitar a los capitulares, frente al estado ruinoso de las
casas del Cabildo y cárcel, “(...) se venda un pedazo de solar
del Cabildo que esta caído por no haber con que repararlo y
edificarlo (...)”59.
58
“Carta al Rey, del 5 de junio de 1608”. En “Cartas y Memoriales de
Hernandarias de Saavedra. Informes del primer gobernador criollo del Río de
la Plata, al Rey y al Consejo de Indias”. En: Revista de la Biblioteca
Nacional. Buenos Aires, abril-junio de 1937. No 2. Tomo 1, p. 390.
59
AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1911. Tomo VII. Cabildo del 22 de mayo de
1634, p. 401.
60
AGI. “Carta de Diego Rodríguez de Valdés y de la Banda. 1599 mayo 20. Al
Rey de España”. ACH, Legajo 112. Museo Etnográfico Juan B. Ambrosetti.
Facultad de Filosofía y Letras. Buenos Aires, p. 8 [foja 16 del original].
26
cercado con una tapia de tierra de poco más de una vara de
alto y peinada la barranca sobre que estaban las tapias muchas
de las cuales estaban caídas y se iban cayendo, y con los
primeros aguaceros se cayó todo un lienzo para cuyo remedio
(...) personas de experiencia dijeron convenir volverse a
hacer de nuevo las dichas tapias y todo fortalecerlo con una
barbacana de tierra por fuera hacia el río (...)”61.
La descripción que refería al Rey en 1599 el reciente
gobernador Diego Rodríguez Valdez y de la Banda, en su
evaluación de las existencias; y en segunda instancia, el
testimonio que en 1619 transmitía al mismo interlocutor el
gobernador Diego de Góngora, muestran desalentadoras
semejanzas pese al tiempo transcurrido entre ambas. Y resultan
muy sugerentes de la imagen característica con que se
perpetuaría, por largas décadas, en la memoria de quienes
estuvieron en presencia de ese fuerte que, coincidentemente
para muchos, de él sólo conservaba el nombre62, cuya artillería
pasaba más tiempo “(...) en el suelo (...) (y) desparramada
por la campaña”63, que en la ubicación correcta. Un sinfín de
derrumbes y reconstrucciones constituyó el estado habitual de
ese edificio, que, prácticamente en todo el siglo XVII, no
logró superar la condición de “(...) ser de flaco material e
irregular fundamento”64, como se lo describía todavía en 1678,
61
AGI. “Testimonio sobre las tapias y aderezo del fuerte en Buenos Aires.
27 de julio de 1619. (en) Diez cartas del Gobernado] Diego de Góngora”.
20.VII. Biblioteca Nacional de Buenos Aires. Tomo 204.
62
Cfr. AGI. “Carta al Rey de los oficiales del Río de la Plata Buenos
Aires, 15 de mayo de 1610”. 15.V. Biblioteca Nacional de Buenos Aires. Tomo
191.
“Carta al Rey del Obispo del Paraguay Tomás de Torres. Buenos Aires, 4
de mayo de 1521”. 4. V. Biblioteca Nacional de Buenos Aires. Tomo 208.
AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1911. Tomo IX. Cabildo del 8 de agosto de
1641,-p. 170.
63
Cfr. AGI. “Cinco cartas del Gobernador Marín Negrón. Buenos Aires, 30 de
abril de 1610”. 30.IV. Biblioteca Nacional de Buenos Aires. Tomo 1919.
[Carta No 3].
AGN. Acuerdos ..., Buenos Aires. 1907. Tomo II. Cabildo del 1 de marzo
de 1610, p. 238.
“Memorial” adjunto a la “Carta al Rey, del 28 de julio de 1615”. En “Cartas
y Memoriales de....”, Op. Cit. nota 58. Octubre-diciembre de 1937. No 4.
Tomo 1. p. 770.
64
“Respuesta del Rey al Maestro de Campo Joseph de Garro. Madrid, 26 de
27
y estuvo privado de los elementos distintivos que lo
convirtieran en lo que se esperaba que fuera: la protección de
la ciudad ante la posible incursión de corsarios.
28
En Buenos Aires las cosas fueron más lejos aún, ya que
estas guardias en concreto tuvieron una impronta sumamente
débil la amenaza potencial de enemigos extranjeros mantuvo
desde siempre una zozobra latente entre los pobladores y dio a
la ciudad cierto carácter de cuartel encubierto, puesto que,
para sustentar la vecindad no sólo estaban obligados a poblar
y edificar las tierras concedidas, sino además sostener una
actitud vigilante y la disposición de acudir con armas y
67
caballos toda vez que fuera requerida su intervención .
67
Reiteradamente los documentos dejan constancia de estos hechos, como
parte ordinaria de la vida en la ciudad. Cfr. “Memorial” adjunto a la
“Carta al Rey, del 5 de mayo de 1607”. En “Cartas y Memoriales de ..., Op.
Cit. nota 58. Enero-marzo de 1937. No 1. Tomo 1, p. 146.
68
Cfr. AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1911. Tomo IX. Cabildo del 8 de
agosto de 1641, p. 171. Expresiones de este tipo se suceden en
documentación escrita de todo el período, ya se trate de discusiones
internas de la ciudad, como de cartas, memoriales y peticiones diversas
efectuadas ante la autoridad metropolitana.
69
El asunto de la defensa y su instrumentación material fue un tema que
siempre parecía estar empezando. En cada documento la solución señalada
emerge sin mencionar la presencia de experiencias existentes donde lo nuevo
pueda respaldarse.
Cfr. “Memorial” adjunto a la “Carta al Rey, del 5 de mayo de 1607”. En
“Cartas y Memoriales de...”, Op. Cit. nota 58. Enero-febrero de 1937. No 1.
Tomo 1, p. 146.
“Memorial del Procurador General del Cabildo de Buenos Aires, Antonio de
León al Rey, en que se exponen todos los servicios prestados por la Ciudad
desde su fundación. Buenos Aires, 1629”. En: (Roberto LEVILLIER). -
29
La fiebre defensora desatada en las últimas décadas del
XVII, que incluyó la construcción ya mencionada de una
fortaleza: con todos sus tributos, derivó en una planificación
de protección abarcadora también del área de influencia de
Buenos Aires, y significó para la ciudad por primera y única
vez la perspectiva de verse rodeada de murallas. Sin embargo,
la comprensión de que “(...) así lo que cae sobre la barranca
como de la parte de tierra tenía por impracticable el poderse
fortificar ni circunvalarla en la forma que estaba sin
cortarla por las dos puntas de sur y norte, y derribar las
casas y parte de oficinas y tapias de los conventos que caen
sobre la barranca, y que quedarían fuera muchas viviendas con
inconveniente de las muralla (...)”, arrojada por el análisis
técnico. Y el cálculo de que “(...) costaría más la
satisfacción que debía darse a las casas y conventos que se
derribasen, doblado lo que podía costar una nueva
fortificación (...)”70, parecen haber sido razón suficiente
para desestimar esa posibilidad, desviando la atención una vez
más hacia la consolidación de puestos de guardia puntuales.
30
Las ciudades creaban y sostenían sus tierras de labor a la
medida de sus necesidades, mientras que “(...) hasta bien
entrado el siglo XVIII, incluso las grandes aglomeraciones
conservaban actividades rurales. Albergaban pastores,
labradores, viñateros (hasta en París), y poseían dentro y
fuera de sus murallas, un cinturón de huertos y vergeles
(...)”72, y “(...) al llegar el momento de la recolección,
artesanos y gentes de todos los oficio abandonaban sus
ocupaciones habituales y sus casas para ir a trabajar en los
campos. Así ocurría en el Flandes industrioso y superpoblado
del siglo XVI, y en Inglaterra en vísperas de la
(industrialización) (...)”73. Y en esta compleja trama de
vínculos, en la que la fertilidad de la campaña implicaba la
segura abundancia de la ciudad, ésta asumía “(...) una función
rectora significativa y, por tanto, tomaba a su cargo y
privilegio la organización jurídica de su extensión rural, de
la mano precisamente de las élites urbanas que vivían en la
ciudad, que cumplían su función rectora en ella y que, en todo
caso, tenían o disfrutaban de posesiones y villas campestres
en el entorno”74.
72
Fernand Braudel. Civilización material, economía y capitalismo. Siglos
XV-XVIII. Madrid. Alianza. 1984. Tomo I (Las estructuras de lo cotidiano),
p. 425.
73
Ibídem, p. 426.
74
Santiago QUESADA. Op. Cit. nota 7, p. 71. Quesada agrega que “de manera
semejante ocurría en Indias, donde Vetancourt (en Teatro Mexicano.
Descripción breve de los sucesos, ejemplos históricos y religiosos del
Nuevo Mundo de las Indias de 1698), describe los caseríos del entorno de
México como un aspecto más del señorío de la ciudad:
“ todo lo más de la comarca en cinco leguas en contorno esta poblado de
huertas, jardines y olivares con casas de campo y los ricos de la Ciudad
han edificado para su recreo (...) paraíso occidental donde se compiten con
gastos excesivos los dueños de las huertas a cual más curiosa (...)” [p.
77].
31
notar que, como producto específico de un proceso de
colonización dirigido, esta articulación campo-ciudad poseía
un factor agregado a los rasgos que era corriente hallar en
enclaves urbanos de emergencia espontánea. La Legislación de
Indias que, evidentemente se recostaba sobre la experiencia de
antecedentes concretos, apuntaba asimismo a la conformación de
un tipo de ciudad asentada en los aspectos ideales de un
entorno favorable. Así, Buenos Aires en su fundación se vio
obligada a responder a condiciones que venían imbricadas en la
misma letra de la ley que normaba la creación de ciudades en
el Nuevo Mundo, en donde “el ámbito de la comarca era uno de
los referentes básicos en el ordenamiento territorial
indiano”75, y obedecía (como todo emplazamiento ex novo) los
preceptos que ordenaban se procurara “(...) tener el agua
cerca (...), y los materiales necesarios para edificios,
tierras de labor, cultura y pasto (...)”76, y aquellos que
señalaban la conveniencia de que “(...) el terreno y la
cercanía que se ha de poblar, se elija en todo lo posible el
más fértil, abundante de pastos, leña, madera, metales
77
(...)” . Además, la forma en que debían repartirse las
propiedades, otorgando a cada beneficiario de manera conjunta
tierras urbanas, y rurales - designadas de manera distintiva
para uso agrícola y ganadero -, acentuaba una modalidad
agrourbana peculiar, y es de prever que generara una corriente
fluida de interconexión entre las diferentes funciones que de
hecho se encontraban en manos del mismo hacedor.
75
Cfr. Alberto de PAULA. Op. Cit. nota 18, p. 1. Esta investigación estudia
con minuciosidad los aspectos relativos al desarrollo específico del
hinterland circundante a la ciudad.
76
Ley I. Título Siete. Recopilación... Op. Cit. nota 66, p.19.
77
Ley III. Ordenanza III. Título Siete. Recopilación... Op.Cit nota 66. p.
20.
32
no sólo su concreción sería gravosa para la hacienda real,
sino que al señalar que “(...) ni convendría, por el consumo
de los bastimentos, porque dentro de ella no tienen ninguno y
al paso que los necesitan los van trayendo de sus chacras para
su gasto ordinario (...)”78, reconoce el impacto negativo que
su construcción ejercía sobre la relación de la ciudad con sus
tierras rurales, y en particular, sobre el vínculo de los
vecinos con sus propias finca. Sin embargo, la riqueza de
posibilidades que, en principio, surge del tipo de
repartimiento colonial, en Buenos Aires estaba lejos de
verificarse todas las veces. La escasez permanente de servicio
de indios que efectuaran las necesarias labranzas ponía al
poblador de recursos más bajos ante el impedimento de
sustentar todos los sitios concedidos, y en no pocas ocasiones
se daba el caso de que el vecino optaba por poblar la
propiedad rural y con ello asegurarse la subsistencia de él y
su familia, dejando un vacío en la ciudad79.
78
(Enrique PEÑA). Documentos y Planos relativos..., Op. Cit. nota 14, p.
186.
79
La situación de hallarse poblando la propiedad rural era esgrimida en
recurrentes ocasiones por los vecinos, como la razón por la que se
declinaba la aceptación del desempeño de un cargo adjudicado por el cuerpo
capitular, que lo obligaría a sostener una presencia activa en la ciudad.
33
por mucho tiempo”80, no difiere mayormente de la prohibición a
la que debió recurrirse, todavía en 1746, en Venecia a la cría
de cerdos en la ciudad y en los monasterios81, por supuesto
salvando la enorme distancia que separaba a Buenos Aires de
cualquier ciudad europea, aún de la más pequeña.
80
Cfr. AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1911. Tomo IX. Cabildo del 10 de
diciembre de 1641, p. 221.
81
Fernand BRAUDEL. Op. Cit. nota 72, p. 425.
82
Primeras crónicas de Buenos Aires. Las dos memorias de los hermanos
Massiac (1660-1662)”. En: Historia No 1. Año 1. Buenos Aires, agosto -
octubre de 1955, p. 121.
83
“Relación de los viajes de Monsieur Acarete du Biscay al Río de la
Plata”. En: La Revista de Buenos Aires No 49. Año V. Tomo XIII. Buenos
Aires, mayo de 1867, p. 18.
34
presentarían por entonces las ciudades europeas.
La ciudad inmaterial
84
Documentos para la Historia..., Op. Cit. nota 36, p. CXVIII.
85
“Información levantada por un vecino de Buenos Aires entre los
habitantes, para exponer el estado de miseria de la ciudad al Rey. Buenos
Aires, mayo de 1599”. En: (Roberto LEVILLIER). Correspondencia..., Op. Cit.
nota 57, p. 437.
35
principio del proceso de germinación, que iba a derivar en la
materialidad prevista y deseada, y que de manera transitoria,
muy posiblemente, se componía de una estructura de precarias
tiendas, ranchos y enramadas donde pudieran recogerse, como
proveía para el caso la Legislación de Indias86. Mientras
tanto, en un medio físico fuertemente natural el tejido urbano
se construía con las accione: y con el comportamiento. Así, la
ciudad empezó a existir antes de la ciudad, e invisible aún,
era creada, recreada y sostenida a diario por medio de las
formalidades, la ritualidad y las ceremonias que, plenas de
sentidos específicos, diseñaban la vida urbana y se
proyectaban sobre el espacio. Es significativo que, cuando en
el paisaje casi ningún hecho urbano daba todavía muestras de
su existencia, los objetos para el culto poseían un valor
francamente relevante, por ejemplo. Los ornamentos para
ambientar la liturgia en el momento de la misa eran reclamados
y ubicados en igualdad de necesidad que los que sustentaban lo
más elemental de la subsistencia. En tal sentido, se hacía
constar en una información de 1599 que “(...) para el servicio
del culto divino (...) no hay vino, ni cera ni aceite para
alumbrar el santísimo sacramento, ni tafetán ni otra seda ni
Holanda ni otro lienzo para poder hacer lo necesario para el
servicio de los altares (...)”87. Por otra parte, es factible
suponer que el ejercicio de las rutinas urbanas en el tiempo
debió haberse prolongado lo suficiente hasta que comenzó a
ensamblarse paulatinamente con la ciudad concreta, hallando de
manera progresiva elementos que daban cuenta de su presencia.
86
Ley XVI. Título Siete. Recopilación..., Op. Cit. nota 66, p. 22-23.
87
“Información levantada...”, Op. Cit. nota 85, p. 438.
36
índole cortesana, junto a algunas tradiciones recreadas en el
seno de lo popular se constituían en acciones configuradoras
de la ciudad incorpórea.
88
Los distintos aspectos de la formalidad habían sido “(...) claramente
expresados en las instrucciones de Velásquez a Cortés del 23 de octubre de
1518 (...). Años más tarde las Ordenanzas de Población de Felipe II dieron
fuerza legal al acto (...). (Aunque) las disposiciones no determinan la
forma de 'la solemnidad y autos necesarios”, dejando por tanto a
descubridores y pobladores en libertad de fijar los actos solemnes a
realizarse (...)”. Cfr. Francisco DOMINGUEZ COMPAÑY. Política de
Poblamiento de España en América. La Fundación de ciudades: Madrid.
Instituto de Administración Local. 1984, pp. 33-35.
89
Ibídem, p. 33.
90
Por su contenido, esta obra parece conformar un verdadero manual para
fundadores de ciudades en el Nuevo Mundo. Publicada en Madrid en 1599, en
ella orienta los preparativos del escenario, guía paso a paso los actos que
deberán desarrollarse, e indica las expresiones verbales y gestuales
apropiadas a adoptar en cada instancia de la ceremonia. Cfr. Bernardo de
VARGAS MACHUCA. Milicia y Descripción de las Indias. Madrid. 1892. Tomo 1 ,
pp. 18-28.
37
importancia, ya que con ello quedaba constituido el Cabildo,
al que Juan de Garay le otorgó “(...) entero poder (...) en
nombre de su Real majestad para que (sus miembros) usen sus
oficios conforme a las leyes y pragmáticas (...)” del Rey91,
dando así inicio al régimen jurídico local, otras condiciones
de carácter emblemático acabaron de configurar la
formalización de la nueva ciudad. Los símbolos exteriores del
poder espiritual y temporal tuvieron acordado su lugar. El
primero en la “(...) advocación de la Santísima Trinidad la
cual ha de ser Iglesia mayor y parroquial (...)”92 y el segundo
en los actos que Vargas Machuca define como ceremonias de
protestación, reto y posesión; que, por una parte, Garay
ejecutó alzando y enarbolando en el sitio asignado a la plaza
“(...) un palo y madero por Rollo público y consagil para que
sirva de árbol de justicia (...)”, en representación de la
justicia real. Y por otra, dio cumplimiento a la toma de
posesión, y “(...) en nombre de su majestad (...) echó mano a
su espada y cortó hiervas y tiró cuchilladas (...)” en un
cierto radio en torno al grupo, dejando constancia ante los
otros, convertidos así en testigos, sobre el motivo de su
accionar93.
Manifestaciones de autoridad local y demostraciones de
sumisión, presentes en este modo de iniciación representado en
el Acta, perduraron y se extendieron hacia aspectos diversos
de la cotidianeidad, en donde deberes y derechos que se
adquirían de forma pública comportaban una ineludible
formalización.
91
“Acta de Fundación de la Ciudad de Buenos Aires”. En: (Enrique PEÑA).
Documentos y Planos..., Op. Cit. nota 14, p. 4.
92
Ibídem.
93
Ibídem, pp 6-7.
38
trono en ese momento, y era resguardado, por lapsos anuales,
por quien detentaba el cargo, designado por el Cabildo, de
Alferez Real de la ciudad. El procedimiento de entrega y
devolución del estandarte era una ceremonia que llevaba a cabo
el mismo gobernador, tomando juramento a su nuevo depositario,
quien adquiría el compromiso de “(...) que tendría aquel
estandarte en nombre de Su Magestad y le defendería y haría
todo aquello que los servidores y vasallos de sus señores son
obligados (...)”94.
94
AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1907. Tomo I. “Entrega bajo juramento del
Estandarte Real al Alferez de la Ciudad Francisco Bernal en 11 de noviembre
de 1589”, pp 52-53.
95
AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1907. Tomo I. Cabildo del 1 de enero de
1606, P. 174. El cuerpo capitular quedaba conformado por Alcaldes de primer
y segundo voto, Regidores, Alcaldes de la Santa Hermandad, Alferez Real,
Procurador General, más el cargo del Fiel Ejecutor cuya frecuencia de
traspaso era de cuatro meses.
96
“Acta de Fundación de la Ciudad de Buenos Aires”. En: (Enrique PEÑA).
Documentos y Planos..., Op. Cit. nota 14, p. 7.
39
en los hechos ejercía su rol tomando a su cargo globalmente la
defensa de todo derecho que resultaba amenazado. Unas veces
eran los derechos de la ciudad, otras los derechos del
Cabildo, otras, los derechos de los vecinos aún en contra del
mismo Cabildo o en contra de la autoridad política97. Y si bien
estaba restringido en su capacidad para tomar decisiones por
sí mismo, sus atribuciones le otorgaban una amplia facultad
para dirimir conflictos y hacerse escuchar en el ámbito que
correspondía.
40
poco tiempo podía pasar a ocupar otro cargo de igual o
distinta jerarquía, o bien, un espacio del común, y el lugar
que había dejado vacante podía ahora ser ejercido también por
alguien que salía del común, con la sola condición de
pertenecer al mismo nivel de poblador99.
Mucho se ha insistido sobre la situación de aislamiento que
sufrió Buenos Aires en esta etapa de su desenvolvimiento
colonial, acentuándose en particular la pobreza de recursos
materiales con que construir la ciudad misma y las formas
urbanas de vida. Rasgos destacados de este proceso, como el
riguroso acatamiento de Hernandarias a las órdenes dadas por
la Corona sobre la prohibición del funcionamiento portuario,
la estricta vigilancia para impedir el ingreso de extranjeros
que debía efectuar la autoridad local y de las que dan cuenta
muchas de las sesiones del Cabildo, la imposición de aduanas
secas primero en Córdoba en 1622 y en Jujuy en 1685 , y,
observaciones que reiteraban las carencias de las-más
elementales-medicinas para curar enfermos, las que indicaban
que hasta faltaba jabón para lavar la ropa por largas etapas,
tienden a modelar esa imagen100.
99
Es frecuente verificar La sucesiva rotación de un grupo de nombres a lo
largo del tiempo en las designaciones de los cargos del Cabildo. Algún
ejemplo puede ser ilustrativo al respecto, como lo es el caso del vecino
fundador Antón Higueras de Santana. En cierto momento puede hallárselo
cumpliendo la función de Alferez Real, con el honor de recibir en guarda el
Estandarte Real
[Cabildo del 10 de noviembre de 1605, p. 164]. Casi un año después, a
partir del proceso de mensuras a que fueron sometidas las tierras de la
ciudad y su hinterland y en el que participaba de manera activa, se lo
encuentra en la dificultosa posición de haberse convertido sin buscarlo en
invasor de tierras rurales ajenas, por errores en la demarcación [Cabildo
del 19 de octubre de 1606, p. 236]. En otra instancia, aparece siendo
apremiado por el Fiel Ejecutor de turno - cargo que él mismo ocupara en
variados momentos , para que cumpliera con su compromiso de mantener en
buen estado el matadero de la ciudad, como permisionario que era [Cabildo
del 22 de septiembre de 1614, p. 102].
100
En especial, la línea de trabajos que se han abocado al estudio de la
vida económica de Buenos Aires muestran la faceta de su estado mísero y su
condición de rincón incomunicado en la parte más austral del territorio
poblado, sólo franqueada por las escasas permisiones y la trasgresión que
provocaba el contrabando, focalizándose en sus consecuencias sociales y
económicas.
Cfr. Raúl MOLINA. “Una historia desconocida sobre los navíos de registro
arribados a Buenos Aires en el siglo XVII”. En: Historia No 16. Buenos
41
Sin embargo, y aunque no puede negarse que las cuestiones
acotadas conlleven su porción de verdad, es posible suponer
que Buenos Aires estaba en realidad bastante menos aislada que
lo que se empeñan en mostrar el sin número de lamentaciones
qué al respecto proporcionan muchos de los documentos del
período en especial los que abogan por una mayor flexibilidad
comercial para la ciudad. Ciertos indicios así permiten
vislumbrarlo.
42
Poco puede extrañar entonces que, con el ingreso reiterado de
mercaderías de esta índole, a mediados del XVII Acarete du
Biscay haya encontrado que esas construcciones de adobe que
cíclicamente había que reconstruir, si se trataba de “las
casas de los habitantes de primera clase (...)”, presentaban
ciertos rasgos de refinamiento, “(...) adornadas con
colgaduras, cuadros, y otros ornamentos y muebles decentes, y
(...) (con servicio) en vajilla de plata (...)”102, irradiando
su influencia sobre los modos de vida en el común de la
población.
102
“Relación de los viajes...”, Op. Cit. nota 83, p. 18.
103
Con un enfoque eminentemente social y político, José Antonio Maravall
desenvuelve con agudeza este proceso centrado en España en su obra La
cultura del Barroco. Barcelona. Ariel. 1983, 2o ed. Desde su punto de vista
“(...) estudiar el Barroco es situarse, por de pronto, ante una sociedad
sometida al absolutismo monárquico y sacudida por apetencias de libertad:
como resultado, (nos ubicamos) ante una sociedad dramática, contorsionada,
gesticulante, tanto de parte de los que se integran en el sistema cultural
que se les ofrece, como de parte de quienes incurren en formas de
desviación, muy variadas y de muy diferente intensidad. (...) Barroco es
pues un concepto histórico, (...). Como época de contrastes interesantes y
quizás tantas veces de mal gusto (se caracteriza) por individualismo y
tradicionalismo, autoridad inquisitiva y sacudidas de libertad, mística y
sensualismo, teología y superstición, guerra y comercio, geometría y
capricho (...)” pp. 11-46.
43
transformación de ciertas ceremonias públicas, así como hallar
elementos en el universo de lo cotidiano que parecen emerger
de sus características.
104
AGN. Acuerdos..., “Entrega..., Op. Cit. nota 94, p. 53.
105
AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1907. Tomo I. Cabildo del 10 de
noviembre de 1605, p. 162-164.
44
el dicho Estandarte. Seguidamente, “(...) el dicho Cabildo y
acompañamiento han de ir por el Estandarte a casa del Alferez
Real que le tiene y hubiere de entregar, y traerle a las
dichas casas del Cabildo (llevándolo) la Justicia Mayor (...)
entre los dos Alcaldes Ordinarios (...)”. Llegados al lugar,
el Alferez Real saliente debía ponerlo en manos del
Gobernador, quién lo daría a su nuevo depositario tomando el
juramento de fidelidad acostumbrado. La escena siguiente se
desenvolvía en la iglesia, donde ingresaba el Gobernador
llevando “a su mano derecha” al Alferez electo, el que debía
ser ubicado en “(...) una silla con una alfombra y cojín en
medio de la capilla mayor en medio del Gobernador y Justicia
Mayor, el rostro a el altar mayor, y después de haber hecho
oración llegara el alcalde más antiguo acompañado de dos
regidores, los más antiguos, y le tomara el dicho Alcalde el
Estandarte y le pondrá a la mano derecha del Evangelio(...)”.
Acabado esto, “(...) en la misma forma y con el mismo
acompañamiento se le devolverá, y al tomarlo y devolverlo a de
estar siempre el Cabildo en pie y destocados, y lo mismo el
dicho Alferez, y salidos en la misma forma de la Iglesia se
pondrán a caballo, tomando al Alferez Real el Estandarte el
Alcalde al subir a caballo, y los dos regidores dichos, el uno
el estribo y el otro la rienda, y en sus puestos dichos, se
dará una vuelta al lugar pasando por la ermita del patrón
(...)”. El regreso implicaba desandar los pasos dados al
comienzo. Se conducía al Alferez Real con el Estandarte a su
casa, luego el Cabildo en cuerpo y el acompañamiento llevaba a
la suya al Gobernador. El segundo día la reunión del conjunto
que se efectuaba nuevamente a través de una rigurosa
organización tenía por objetivo, misa mediante, un nuevo
ritual en la iglesia. Allí, en el momento de decir el
Evangelio “(...) el dicho Alcalde volverá a dar el Estandarte
al dicho Alferez Real. Los dos Regidores se quedarán con las
puntas en las manos hasta que acabe el Evangelio, volviendo el
45
dicho Alcalde a tomarle y ponerlo en el altar (...)”. Luego de
unos complicados pasos entre unos y otros frente al altar, y
“(...) acabada la misa se volverá el dicho Alferez a su casa y
el Gobernador a la suya en la forma que el día anterior
(...)”106.
106
AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1907. Tomo II. Cabildo del 9 de
noviembre de 1610, pp. 304-306.
107
Cfr. José Antonio Maravall. Op. Cit. nota 103, p. 132. En este tiempo la
cuestión del dominio real adquiere un lugar central y, paralelamente, una
perspectiva diferente: “En el Barroco no se quería sólo acallar, sino que
se pretendía atraer. (el poder absoluto del soberano) se mantiene en el
XVII sobre el fondo movedizo-de la opinión. De ahí el valor de la
persuasión y de los medios que la promueven” (p. 167).
46
elementos y aspectos que complejizan la ceremonia estaban
guiados sólo por la aspiración de otorgarle un refinamiento
estético tendiente a “(...) procurar conmover e impresionar
(...) acudiendo a una intervención eficaz sobre el resorte de
las pasiones (...)”108, acabando aquí como un fin en sí mismo,
o en realidad, la movilización de sentimientos constituía un
medid dirigido a lograr en los súbditos de la ciudad indiana
un creciente involucramiento y compromiso con el significado
de la ceremonia y, por extensión, fomentar del sentimiento de
pertenencia al Imperio hispánico.
108
Ibidem, p. 170.
109
Fray Bernabé COBO. Historia de la Fundación de Lima [c.1536j. Citado en
José Luis Romero. Latinoamérica. Las ciudades y las ideas. Buenos Aires.
Siglo XXI, p. 87. Romero señala, al tratar la noción de Hidalguía que se
extiende en la América hispana, “(...) la conquista constituyó en Indias
desde un comienzo sociedades urbanas homólogas a las metropolitanas de su
tiempo, ignorando o descartando la primera etapa del proceso de desarrollo
urbano que era inseparable de la constitución del mundo mercantil y de las
actividades de la incipiente burguesía que se formó bajo su estimulo. El
mundo mercantil prosperaba, pero las ciudades hidalgas de Indias fingían
(...) ignorarlo. (...). Así quedó implantada en las ciudades hispánicas y
lusitanas una sociedad barroca de Indias, como una imagen especular de las
de España y Portugal, alterada por el color cobrizo de las clases no
privilegiadas” (p. 85).
110
“Relación de los viajes Op. Cit. nota 83, p. 18.
47
dominados por el afán de ostentación.
111
José Antonio Maravall. Op. Cit. nota 103, p. 251.
112
AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1907. Tomo II. Cabildo del 6 de abril de
1610, pp. 243-244.
113
AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1908. Tomo III. Cabildo del 26 de marzo
de 1616, p. 323.
48
prácticas rutinarias y de las obligaciones habituales que
sostenían la supervivencia, y al aglutinar en torno suyo al
conjunto de los pobladores, impregnaron de dinámica urbana a
la cotidianeidad de la ciudad en formación.
114
Cfr. AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1908. Tomo III. Cabildo del 23 de
octubre de 1617, p. 467.
AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1908. Tomo IV. Cabildo del 22 de octubre de
1618, pp. 76-77.
AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1908. Tomo VI. Cabildo del 7 de mayo
de 1627, p. 317.
AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1909. Tomo VII. Cabildo del 23 de
julio de 1642, p. 290.
AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1914. Tomo XIV. Cabildo del 24 de noviembre
de 1674.
49
mosquetería y otros instrumentos de pólvora, (...) el clamor
de cama s y trompetas (...)”, el que la estuviera “muy bien
aderezada” (...)”, la incorporación en medió del altar mayor
dé una imagen “(...) que pegaba devoción a todos los que le
miraban”, por ejemplo: adquiría relevante importancia115.
Asimismo, si bien la solemnidad, la observancia del debido
decoro, el apego a un orden riguroso, estaban siempre
presentes y proporcionaban la estructura dentro de la cual
debía desenvolverse la sucesión de escenas, y otorgaban un
cierto clima para el desarrollo, en el caso de los
acontecimientos festivos, el meticuloso pautado de su programa
incorporaba alguna porción de flexibilidad donde tenían cabida
las actividades lúdicas. Juegos cañas, fiestas de toros116,
corridas de patos, conformaban la parte popular de la
severidad y el júbilo predeterminado.
115
La fiesta de Corpus Christi de 1609 parece haber tenido un despliegue
espléndido, si se lo compara con la situación material de la ciudad y el
reducido número de habitantes con que contaba. La descripción efectuada por
el jesuita Diego de Torres (que se cita en el texto) abarca un desarrollo
de varios días consecutivos, incluye las demostraciones que era tradición
en toda Hispanoamérica y muestra la imagen de un ámbito urbano convertido
en un extendido recinto para la liturgia y los juegos populares. Cfr.
“Residencia de Buenos Aires”. En: Documentos para la Historia Argentina.
Cartas Anuas. Buenos Aires. 1927. Tomo XIX, pp. 51-55.
116
Maravall señala que “el tremendismo, la violencia, la crueldad, que con
tanta frecuencia se manifiestan en las obras de arte del Barroco, vienen de
la raíz de la concepción pesimista del hombre y del mundo (en este período)
(...). El gusto por la truculencia sangrienta se observa en muchas obras
francesas, italianas, españolas (...). (En este contexto) las fiestas y
diversiones daban ocasión para aplicaciones de un sistema equivalente de
acción configuradora de la mentalidad (...). Por ejemplo, los toros, como
fiesta, daban ocasión también a poner de manifiesto sentimientos de
violencia sangrienta”. Cfr. José Antonio Maravall. Op. Cit. nota 103, p.
335-337.
50
referencia histórica y simbólica (...)”117 específicamente se
trataba de festividades religiosas, el decorado urbano
concentraba “(...) la costumbre de levantar costosos altares
callejeros para asombrar a las gentes”118, que, si cumplían su
objetivo, lograban producir el clima ilusorio que se
orientaban a buscar. Y en la ciudad de la Colonia usualmente
estas ocasiones conducían, a convertirla “(...) por entero en
una vasta catedral”119.
117
Santiago QUESADA. Op. Cit. nota 7, p. 144.
118
José Antonio Maravail. Op. Cit. nota 103, p. 489. Gabriel GUARDA. “La
liturgia, una de las claves del barroco americano”. En: El Barroco en
Hispanoamérica. Manifestaciones y significación. Santiago. Ed. Bravo Lira.
1981.
119
Cfr. AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1907. Tomo II. Cabildo del 29 de
mayo de 1610, p. 257-258.
120
AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1908, Tomo IV. Cabildo del 5 de octubre
de 1620, p. 432.
AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1908. Tomo III. Cabildo del 27 de
octubre de 1614, pp. 110-111.
AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1909. Tomo VII. Cabildo del 1 de septiembre
de 1631.
51
contexto singular de Buenos Aires haber cobrado un significado
adicional, generando un nexo entre la aldea sumergida en sus
condiciones reales de existencia y las características
distintivas de su destino de ciudad. Al incorporar elementos
que el uso corriente los aplicaba específicamente en paisajes
urbanos, se convertían éstos en indicadores de ese estado de
cosas, y su proyección en el espacio podía crear la
configuración propicia que irradiara rasgos de modos urbanos
de vida en los habitantes. Se comprende que lo efímero
construía con sus elementos un paisaje urbano aparente, y sin
embargo, suministraba una fuerte presencia cultural que,
aunque se esfumará al finalizar la fiesta, quedaba plasmado en
la experiencia de participantes y testigos. Como en aquella
celebración de Corpus en 1609, en que, más allá de los
decorados en el ámbito público que se confeccionó, se halló
pequeña la iglesia para la necesidad, y “(...) se le añadió
otra muy capaz, de velas de navíos y de dentro muy bien
colgado (...)”121, conformando quizás la primera expresión de
arquitectura efímera de la que ha quedado testimonio.
121
“Residencia de Buenos Aires”. Op. Cit. nota 115, p. 53.
122
AGN. Acuerdos..., Buenos Aires. 1917. Tomo XV. Cabildo del 6 de junio de
1680, p. 402.
52
brillo semejante en todas las ocasiones, persistió en este
acontecimiento como en otros la inclinación por aplicar cierto
embellecimiento que denotara la circunstancia excepcional que
estaba transitándose. De esta manera, la acción configuradora
de una expresión cultural, evidenciada en la animación ritual
y festiva, acompañaba y subrayaba el aspecto concreto de la
ciudad y llegaba en algunos casos a delinear lo tangible allí
donde todavía estaba por crearse. El gusto por las
recreaciones efímeras tuvo una extendida continuidad, y su
proliferación, complejidad y riqueza se acentuó
progresivamente a medida que la evolución edilicia fue tomando
cuerpo y el paisaje iba adquiriendo un perfil decididamente
urbano.
53