Reformas Borbónicas
Reformas Borbónicas
Reformas Borbónicas
A principios del siglo XVIII, tras el fin de la guerra de sucesión con la firma del tratado de
Utrecht, asume el trono español Felipe V de la dinastía Borbón. Por dicho tratado Inglaterra
va obtener el comercio de negros en las colonias. Con la llegada de esta nueva dinastía se
producirán cambios que modificarán todos los aspectos coloniales cuyos orígenes se basan en
la ilustración, pero adaptando los ideales a los beneficios de la corona. Se intentará
administrar el territorio de manera tal que permita a España proteger su supremacía ante la
colonia, debido a las amenazas por parte de los intereses de sus rivales europeos,
principalmente Inglaterra. Sin embargo, la península debía hacer frente a diversas
problemáticas producto de las limitaciones de su propia mentalidad.
Con la creación del Virreinato del Río de la Plata, se dividieron las regiones, pero estas
estarían conectadas económicamente entre sí. Así mismo dentro de los virreinatos se dio
origen a las intendencias, constituida por peninsulares, las cuales unificaban el poder político,
financiero y militar, tenían el deber de generar industria (solo la que beneficie a la corona),
fomentar la agricultura y el comercio.
Dejando atrás el pacto colonial, en 1778 el rey Carlos III promulgó el reglamento de libre
comercio, el cual implicaba cierta “flexibilización” en el monopolio comercial. A partir de
ese momento se toma en cuenta a las colonias como un nuevo mercado de consumo y no solo
como productora de metálico. La corona estimulaba aquellos sectores de la economía indiana
que eran capaces de contribuir y fortalecer el comercio y las manufacturas peninsulares, pero
se debía impedir el desarrollo de todo aquello que pudiese competir con las producciones
metropolitanas (vid, olivo, cáñamo, lino) como así todo intento de industrialización en las
colonias.
A partir de este hecho Buenos Aires podrá hacer valer su ventaja competitiva frente a Lima
debido a la apertura del puerto de dicha ciudad para el comercio colonial, dado que este
permitía una mejor vía de acceso y contaba con una posición estratégica. Ya que la
subordinación del Río de la Plata a Lima significaba un entorpecimiento en el comercio,
aumentando el precio de los productos de manera desmedida, en parte por la dificultad de su
traslado. También se verán modificadas económicamente ciertas zonas del virreinato. Poco
tiempo antes se había empezado a generar, más que nada en la zona del litoral del Río de la
Plata, el desarrollo de la producción ganadera, favorecido por la abundancia de tierras fértiles
de la región pampeana, cuyas condiciones naturales permitían el crecimiento de ganado
cimarrón prácticamente sin costo. Por otro lado, la demanda de productos de índole ganadera
se había incrementado en Europa.
Este auge lo podríamos atribuir a las facilidades, tanto prácticas como económicas, que esta
actividad requería: la cría y matanza del ganado no requería de elementos técnicos avanzados
o complejos, la mano de obra para la producción pecuaria demandada era muy baja, no se
necesitaban muchos hombres para llevarla a cabo, en comparación del desarrollo agrícola que
sí requería de grandes masas de agricultores (con las cuales no se contaban). Tiempo después
se comenzó a producir sebo y grasa mediante el procedimiento de hervir la carne, y con la
aparición del saladero, el aprovechamiento fue mayor. También explotaron en estas zonas el
ganado equino, las mulas que se criaban, más que nada en Santa Fe, eran destinadas a las
minas de Potosí.
Por otro lado, en contraposición a este ascenso del litoral y Bs As podemos encontrar a la
decadencia de las economías de las ciudades del interior producto de este libre comercio, ya
que no podían competir con los productos que ingresaban.
Por el puerto de Buenos Aires tenían salida la mayor parte de la producción del virreinato
entre las que predominaban las originadas de la ganadería del litoral. Esta ciudad comenzará
a crecer rápidamente gracias a las ganancias del puerto, su población aumenta de manera
constante debido en parte por la llegada de nuevos peninsulares, y por otro lado por las
migraciones de numerosas masas de individuos provenientes del interior del territorio.
“…El ascenso de la ciudad es rápido, no solo crece su población, también su aspecto se
transforma desde aldea de casas de barro hasta una réplica ultramarina de una ciudad
andaluza…”. Tulio Halperin Donghi, Historia contemporánea de América latina, pág. 40.
En el siglo XVIII esta ciudad, a través de un continuo proceso de cambio, pasa de ser un
lugar caracterizado por una carente pulcritud, foco de enfermedades a causa de estar en una
zona portuaria y sobre todo a una muy precaria higiene, a tener un rol totalmente activo,
comienza a crear hospitales, alumbrado, una guardia, entre otras. La ciudad se perfeccionó.
Estamos en presencia de lo que Romero nos dirá, una ciudad criolla (una temática que
retomaré más adelante).
Ahora el tema en el que creo conveniente explayarme es cómo estaban conformadas
socialmente las ciudades del Virreinato del Rio de la Plata a finales de este siglo.
El régimen de castas, es decir la mezcla étnica que se produjo en el territorio, estaba sometida
a la legislación indiana que establecía los deberes y derechos de cada una de ellas. Por
supuesto, por encima de la pirámide social se encontraban los blancos o españoles. Este
régimen va a reafirmarse aún más durante el siglo XVIII ya que el rechazo étnico permitía a
la minoría blanca consolidar su dominio, la segregación racial regia en las escuelas,
corporaciones, milicias, cultos religiosos y casi todos los aspectos de la vida colonial.
Como ya nombramos eran los peninsulares la clase privilegiada, poseedora de todos los
cargos administrativos y la única casta que tenía permitido el ejercicio del comercio exterior.
Seguido a esta clase encontramos a los criollos, hijos de dichos peninsulares nacidos en
tierras americanas, formaban parte de una aristocracia de gran dominio económico, pero no
tenían permitido acceder a cargos políticos ni ejercer el comercio. Los mestizos son el grupo
étnico mayoritario, no tenían derecho de acceder a nada, podían ser curas o en el caso de
ingresar al ejército soldados rasos. De todas formas, era considerado blanco. Estaban
generalmente destinados a la incorporación de tareas productivas como mano de obra. Eran
excluidos por no ser totalmente blancos y no eran aceptados por las comunidades indígenas
por no ser totalmente indio. Perseguido muchas veces por la ley ya que los trataban de
“vagos”, se vieron favorecidos por las grandes extensiones rurales donde las autoridades no
estaban presentes.
Por último, encontramos las clases más explotadas los indígenas y mulatos. La clase nativa
dentro del virreinato del Rio De la Plata (y fuera) es la que peor va a pasarla. Se genera una
destrucción paulatina del núcleo familiar indígena, como también de su cultura. En las minas
son esclavizados, obligados a pagar tributos sobreviviendo a partir de las miserias que le
permitía el blanco. Muchas veces debido a los indignantes maltratos se generaron revueltas,
pero serán repelidas gracias a la unión de las clases más altas (criollos aliados a peninsulares
por miedo a poder más derechos) y a la falta de recursos de los sublevados.
En el caso de los mulatos o negros, en este territorio eran más “cuidados” puesto que su valor
era elevado. Van a ser más requeridos en los sistemas de producción económica que se basan
en la agricultura.
“…el conjunto fue, pues una sociedad barroca, escindida en privilegiados y no privilegiados,
en gente que llevaba un estilo de vida noble y gente que no lo llevaba, en la que los últimos
arrastraban su inferioridad y su miseria y los primeros ostentaban su distinción y su
arrogancia…”. José Luis Romero, Latinoamérica: las ciudades y las ideas. Pág. 74.
El autor citado nos permite vislumbrar la existencia de dos ciudades distintas dentro de esta
sociedad. Tenemos por un lado las ciudades hidalgas, caracterizadas por su rigidez social,
querían conservar a toda costa ese estatus quo que los mantenía en la cúspide por lo que se
alejaban a toda costa de las ideas de la ilustración. Está constituida por peninsulares que no
podían acceder a riquezas en su patria. En algunas zonas van a conformar una especie de
señorío. “… de estos troncos nacieron vástagos criollos que debieron soportar la
subestimación de los peninsulares…” José Luis Romero, Latinoamérica: las ciudades y las
ideas. En contraposición a estas ciudades encontramos a aquellas que autor denomina
criollas, como se expresa en la frase los hijos de aquellos peninsulares son los que van a ser
segregados por los mismos puesto que su condición de criollo despojado de los privilegios de
sus padres y sometidos al patronazgo. Muchos de estos, más que nada en las zonas de
comercio (como Buenos Aires por el puerto) comienzan a ser receptores de aquellos ideales
provenientes de Europa y de la misma América tras la revolución francesa y la independencia
de las 13 colonias. Partidarios del libre comercio. Se conforma una burguesía criolla y se
comienza a generar en esta clase un sentimiento de incipiente patriotismo debido a que la
exclusión de su propia familia no los hace sentir parte de la península, por lo que ya la
mentalidad de estos criollos se comienza a diferenciar de la de sus progenitores. No pretende
ganar una fortuna para disfrutarla en España, pretenden imponer un sistema económico que
se ajuste a su mentalidad, surgiendo de esta manera las ideas independentistas, la idea de
quitarse de encima el imperio español que los limita.
A través de las ciudades criollas surgirán nuevas ideas sociales y culturales que irán dejando
atrás a las añejas ciudades hidalgas.