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Los "patricios" son la trasmutaclOn
americana de los "hidalgos" ibricos: como
sus progenitores, son y se sienten "hijos de algo" y de "alguien". Linaje y patrimo- nio, -este ltimo en su dimensin dominial de "seoro"- constituyen las dos coorde- nadas esenciales de su ser y de su circuns- tancia en el mundo. Pero a diferencia de sus ancestros pe- ninsulares, su condicin "hidalga" les viene de s mismos: es en el marco de las ciuda- des coloniales y de sus jurisdicciones que, por ser vecinos fundadores o colonos ave- cindados, adquieren ese carcter. Cuando se afirman los sillares humanos de la funda- cin hispnica del Reino de Indias, del seno de los vecindarios emergen los miembros de un estamento superior -la "gente prin- cipal"- que, en la sociedad de su tiempo, conforman las estructuras econmicas, los usos y costumbres y la mentalidad de lo que, en los virreinatos ricos, habra de lla- marse "el noble indiano" y en las tierras llanas y pastoriles adquieren la conciencia de su principala en el ltimo cuarto del Siglo XVIII, y se autodefinen como "patricios". El Real de San Felipe y Santiago, sur- gido, por las exigencias de la estrategia de- fensiva de las provincias del Plata, como atalaya militar sobre el Estuario, alcanzar, en los ltimos aos de su carc- ter definitivo y plaza mercantil de prilm(:tnnmLa.l111pl()rtal1cia. Jos Claudio Williman (h) Los patricios Sil 110 OS 0- lal le- 1S- le- ne la- se .a- 10 os il- '0, os lo .a- as de lo " , . lr- le- 10 ', .c- za Los primeros de la ciudad, de humildsimo origen, soldados de fortuna, labriegos y "pecheros", ha- bran de obtener, por imperio de la Ordenanza de Zabala, de rigurosa aplicacin de las Leyes de Indias, un solar en la planta urbana que trazara MilIn, una tierra de labran- to o chacra en las costas del Miguelete o del Carrasco y una "suerte de estancia" para la cra de ganados, en la campaa de la jurisdiccin montevideana. Y conjuntamen- te con estas mercedes patrimonales, por su condicin de fundadores, adquiran, simultneamente, el derecho de an- teponer a sus nombres, hasta ahora plebeyos, el calificativo honorfico de "don". Esta "gente principal" alcanza a definir su fisonoma propia hacia el 1800, cuando la prosperidad e importancia de la ciudad-puerto los hace identificarse en las actas de los acuerdos capitulares o de las juntas gremiales de ha- cendados y comerciantes, en la prolija connotacin de los escribanos, como "vecinos feudatarios y del Comercio de esta plaza". Muchos de ellos son, adems, letrados que, en las Universidades espaolas, algunas veces, ms corriente- mente en las aulas cordobesas, han vestido la toga docto- ral, agregando a la prosapia de sus linajes las luces de la Ilustracin. Esta es, en verdad, la primera generacin que asume, conscientemente, la condicin de "patricia". Pero errara el intrprete que, sugestionado por el vocablo, cre- yera ver en ellos una diferenciacin de casta, opuesta y distinta al coloreado mundo de la "plebe" americana, en falsa identificacin con la aplicada a las "gens" fundado- ras de la antigua Roma. Cierto es que, como los viejos troncos latinos, estas primeras estirpes del estamento su- perior de la sociedad criolla del perodo hispnico, son tambin fundadoras de una "patria" naciente; pero a di- ferencia de sus homnimas de la antigedad clsica, no tienen una procedencia distinta y ajena al entorno tnico y humano de su tiempo. Se autodefinen como en oposicin a lo espaol europeo, contra quien va car- gndose la animosidad creciente de quienes cada vez ms. aspiran a ser seores de su destino poltico como lo son de la riqueza y del rango. Con el andar del tiempo la de- nominacin se nutrir de historicidad y sern as, propia- mente "patricios", los fundadores de los Estados emergen- tes de la gran crisis de la monarqua nacional hispano- americana. Por lo dems su condicin de clase "principal", de arraigo histrico y fundacional, la coloc en la situacin lgica y necesaria de tener que realizar las tareas tambin "principales" de una sociedad pequea en dimensin de- mogrfica pero, al filo del 1800 y, superada la simplicidad primitiva de la comunidad de colonos, compleja en la im- prescindible multiplicidad de funciones pblicas y priva c das vinculadas a un proceso de cambios sociales y micos que acenta su insercin en el imperial britnico. Casa de los Mitre en Colonia. La austeridad espaola se prolonga en la clase patricia a lo largo del siglo XIX " ... es casi imposible -anota Carlos Real de Aza- individualizar sectores ntidos de comerciantes, letrados, estancieros, militares y lo comn es una multiplicidad de .quehaceres que enlaza todos los sectores a travs de las figuras representativas. Difcilmente puede sostenerse, frente a ella, que el patriciado sea un puro rtulo que oculta clases y subclases dismiles; por el contrario, esas clases y subclases tienden a aparecrsenos poderosamente integradas en ese conjunto patricio ms amplio". Administran a travs de sus capataces y apoderados sus establecimientos de campo, heredados algunos de sus mayores y adquiridos Otros por nuevas mercedes de las instituciones espaolas o por compra a antiguos propie- tarios y poseedores, o por simple posesin de hecho. Se interesan por la cosa pblica realizando tareas polticas, administrativas y diplomticas, tareas que se prolongarn a travs de la "Patria Vieja" al nuevo Estado indepen- diente cuya organizacin encararn con excluyente respon- sabilidad. Cumplen con honor estamental, en todo mo- mento, sus obligaciones militares, juntos, cuando el patri- ciado estuvo de acuerdo en alguna tarea histrica que los comprometi globalmente, o enfrentados entre s, cuando los aires de fronda tan propios de su clase, los dividi y lanz los unos contra los otros, abrazando banderas con- tradictorias, o expresando tan slo la oposicin, trasunto de viejos conflictos personales; para algunos, la vocacin militar les vena de lejos, y por generaciones, como en el caso de los Artigas, constitua casi un destino de familia, desde aquel momento en que don Juan Antonio Artigas, colono del Real de Montevideo, constituido el primer Ca- - bildo, es nombrado Alcalde de la Santa Hermandad. La preparacin intelectual en muchos, letrados algunos, los destin al ejercicio de las profesiones liberales, el perio- dismo, las letras y an las ciencias. Imbricada con todas estas tareas, la actividad econmica aparece en unos y predomina en otros miembros del patriciado, alternando con tareas polticas, administrativas, diplomticas, milita- res, cumplidas no siempre con satisfaccin personal, pero s, la ms de las veces, como una verdadera obligacin de clase. En el trasfondo, quedar siempre la actividad gana- dera vinculada a un sistema de dominio de la tierra que le permiti monopolizar toda la extensin disponible en la jurisdiccin. "Fuera de tres hacendados (Juan Antonio Haedo, Fernando Martnez y Mara Gabriela de Alzaybar) --citado por Brito Stiffano- son bien conocidos por su grande extensin las Estancias de Don Juan Francisco Gar- ca de Ziga, las de Dn. Manuel Durn, las de Dn. Jos Joaqun de Viana, las de los Olimares, y otras muchas que tienen abarcada casi toda la jurisdiccin del Gobierno de Montevideo, a reserva de unos COrtos retazos en que estn acomodados los pobres". Pero conjunra, alternada o sepa- radamente de la actividad ganadera, el patriciado fue tam- bin comerciante -barraquero, exportador e importador- e industrial, bajo la incipiente forma del saladero. Todo ello comportaba para muchos una forma clara de integra- cin vertical, donde el proceso productivo se iniciaba en los establecimientos de campo y, pasando por las adecua-' das etapas de procesamiento, acopio, y traslados, culminaba en la exportacin a travs del puerto de Montevideo, al que confluan sus propios servicios de financiamiento. El rgimen con que Espaa gobernara los dominios americanos configuraba un Estado de clase. la Monarqua absoluta haba creado para regir las Indias la administra- cin en manos, prcticamente exclusivas, de espaoles pe- ninsulares. Frente a la clase gobernante vendra a erguirse el patriciado criollo, que sintindose igual en la condicin tnica de blanco y de sbditO libre del mismo Rey, "en- vidia al espaol y lo odia, --dice Stewart Vargas- por- que el criollo era el hijo de la tierra que enfrenta al fo- rastero que viene tarde, para hacer fortuna, trepando sobre el edificio social elevado por el esfuerzo heroico de sus antepasados; que se siente desplazado por un advenedizo del ocio honroso de los cargos; y que reconocindose par del espaol, tiene que avenirse a padecer las actitudes de superioridad de ste, en mritO a que sabe que en Espaa se menosprecia la sangre criolla, ya que para el conceptO espaol tiene precedencia indiscutible la sangre que pro- viene del genuino solar de la raza". La crisis provocada por la invasin napolenica de la Pennsula, en el orden institucional hispano-americano, ofreci al patriciado criollo la oportunidad de concretar, en la subrogacin de virreyes y capitanes generales, su ambicin postergada de alcanzar el poder. Pero su actitud poltica no consisti en recusar la monarqua ni el Estado de clase, sino simplemente SUStltull" a los "chapetOnes" en el Gobierno de la tierra propia. En la pennsula el jun- tismo ser fundamentalmente liberal y nacionalista; en Amrica, es defensor de la Monarqua legtima y es en su nombre que los criollos aspiran a sustituir a los espa- oles en el gobierno del Estado de clase. En el Ro de la Plata sus patriciados pronto advir- tieron, sin embargo, que el Estado de clase en la forma pura tradicional era imposible porque la raza blanca do- minaba en la poblacin casi en forma exclusiva. En M- xico o Per les hubiera sido posible mantener el Estado de clase frente al indio y al negro y las innmeras castas, por ser ellos una minora dominante enfrentada a millones de individuos de razas desde antiguo sometidas: pero en el Ro de la Plata tOda posibilidad en este sentido que- daba descartada. Creyeron entonces que les sera posible solucionar la dificultad revistiendo el Estado de clase "con el ropaje de una modernidad adaptada a las circunstancias polticas de la Revolucin -anota Stewart Vargas- en el que se aprovechaba y respetaba -hasta donde fuera posible- las nuevas ideas polticas". Es decir, asumir como clase "superior" la direccin del Estado con carc:er excuyente; pero hacer extensivos a los dems individuos de la comunidad -sus dependientes- los derechos civiles promulgados por la filosofa del Siglo. En la Banda Oriental del Ro de la Plata el pronun- ciamiento del patriciado porteo en Mayo de 1810, habra de enfrentarse, en un primer momento, con la decidida actitud de los jerarcas polticos y militares de Montevideo, plaza fuerte y apostadero naval, acompaados, en esta ins- tancia, por una porcin distinguida de su vecindario "principal". -hacendados, saladeristas, comerciantes y na- vieros- en su mayor parte espaoles europeos, recelosos de la toma del poder por sus tradicionales rivales y com- petidores. Pero a partir de 1811, la colisin de intereses del patriciado criollo terrateniente con las autoridades regen tistas de Montevideo, los decidi a tOmar la lnea del "juntismo" bonaerense y prestigiar la gesta del artiguismo. Poco a poco, sin embargo, y a medida que el Jefe de los Orientales fue radicalizando su programa en materia pol- tica y econmica, inclinndose, "peligrosamente", en favor de "los ms infelices", prominentes figuras del patriciado oriental que haban actuado, incluso, en el crculo ntimo de su consejo y en los cargos de direccin de la Provincia, le fueron abandonando. La administracin, con aire de "restauracin" del orden civil y del bienestar econmico, que caracterizar al perodo cisplatino, conformara, en los hechos, una ex- periencia aleccionante para el sentimiento y los intereses del patriciado oriental. Para hombres como Toms Garca de Ziga, Juan Jos Durn, Jernimo Po Bianqui o Francisco Llamb, la prudente poltica del "pacificador" Lecor, no slo era garanta del orden, sino que, adems, otOrgaba debido amparo a la "legitimidad" de la propie- dad de la tierra y sus ganados, a los conmovidos patricios. En este resorte del "status" patricio en que se afirmaba la dimensin patrimonial de su seoro, haba radicado la desinteligencia fundamental con la poltica de Artigas, que al poner en cuestin los fundamentos de la propiedad te- rrateniente, y al limitar la oportunidad de ganancias por la regulacin del trfico mercantil, haba herido la estruc- tura y el esquema intelectual del patriciado. Ahora el r- gimen cisplatino volva las cosas a sus cauces debidos; y de ah la satisfecha adhesin de quienes se decan los "pacficos habitantes de este suelo". Pero para algunos de entre. ellos, ms .lcida pe- netracin en la realidad de su tieII:ll?()iiydotados. de. una cultura intelectual ms amplia, corn?t'licols. se abra la posibilidad de ordenar, nes institucionales e ideolgicos i deL rnund? deJlaRestau- racin europea, el destino del ser el canon del proyecto poltico que recopocera eneIJ;alen- tosO letrado criollo a su ms tituir, con Montevideo y su territorio,. un Estado, de estatuto jurdico-poltico propio, dentro> deJa plural mo- narqua de Portugal, Brasil y Algarbes; o, disuelta la unidad luso-brasilea a partir deI Grito de. Ipirang, por la constitucin de un "Gran Ducado". con .la autonoma correspondiente a uno de los Estados integrantes del nuevo Imperio americano. Verificada la Cruzada Libertadora, una porcin sig- nificativa de hombres representativos de la clase "principal" apoy decididamente la emptesa de los Treinta y Tres Orientales, perdida ya la confianza en el regimen cispla- tino y agraviados en sus intereses por las extracciones de ganado que beneficiaban a los saladeros competidores del Ro Grande y por la creciente participacin de brasileos en las adjudicaciones de tierras realizadas ahora por 66 Jos Artigas, patricio por su origen social; caudillo popular al servicio de los "ms infelices" por su sensibilidad personal y por sus convicciones politicas. i i J Lecor. .. Es este sector el protagonista de los aeros de reasuncin de la soberana oriental estampados en las Le- yes Fundamentales del 25 de Agosto de 1825; y es tam- bin el que retoma la direccin de los negocios pblicos, mientras Lavalleja y Rivera prosiguen por diversos ca- minos la lucha emancipadora; y desde el "ministerio" aspiran a consagrar la unidad rioplatense bajo la gida rivadaviana, reconociendo como Carta Magna la Constitu- cin unitaria de 1826. La rplica de los pueblos orientales, burlados en su representacin y en su vocacin histrica por la obsecuencia de estos hombres, estara entonces in- terpretada por Laval!eja, al reasumir el mando supremo en junio de 1827, acatando el pronunciamiento de las asambleas cvico-militares celebradas en esos momentos. Muchos arras hombres, sin embargo -y por cierto algunos de notable jerarqua intelectual- no creyeron en la solucin "orientalista" de Laval!eja y sus cruzados. Les resultaba muy sospechosa la procedencia del movimiento al que era notorio apoyaban los prohombres del patriciado terrateniente de la Provincia de Buenos Aires y muchos integrantes del crculo del gobierno porteo; la experien- cia de muchos de estos defensores patricios del rgimen cisplatino, en la poltica de la Revolucin rioplatense y en el manejo de los negocios, les permita calibrar, en todos sus alcances, las posibles consecuencias de una "uni- dad" del Plata bajo la hegemona portea, en desmedro de la privilegiada situacin que les otorgaba el dominio desde Montevideo, de un trfico mercantil, activo e inde- pendiente, con el mercado prximo del Brasil y de sus centros financieros de Ro de Janeiro, vinculados ya a la rbita britnica. La Convencin Preliminar d'e Paz de 1828, con la ereccin del Estado Oriental -separado y distinto del Imperio y de la Confederacin Argentina- sobre la base de un puerto libre y un territorio neutralizado, permitira ahora a los sectores disidentes del patriciado, el reencuentro en una nueva unanimidad. La Asamblea General Constituyente y Legislativa del Estado sera, entonces, el mbito de encuentro y de de- bates de todos los que, de un modo u otro, haban vivido la cruda experiencia de las luchas por la Emancipacin, desde la particular condicin de su grupo, en las delibe- raciones de las asambleas, en los despachos ministeriales, o ms simplemente en los cargos de ayuntamiento o de- fendiendo, del turbin de los sucesos, sus patrimonios y negocios. .. Muy escasa era la representacin de los que haban compartido los sacrificios de las duras jornadas de campamento de la "Patria Vieja": Lzaro Gadea y Manuel Barreiro, eran quiz sus nicos y solitarios exponentes. La reconciliacin de los "compadres" LavalIeja y Rivera, otor- gara al abrazo de los patricios, la reconfortante aquies- cencia de los representantes de la "plebe" criolla conmo- vida en sus ms caras afecciones orientales por la esperanza de una patria libre y soberana ... Analizando el significado y alcance de la actitud del patriciado oriental, en aquella instancia decisiva, ha dicho con acierto Guillermo Stewart Vargas: "La matriz del Estado de clase de la Colonia haba sido hecha aicos por la Revolucin. Poco a poco se su- Para hombres como Toms Garcia de Ziga, Juan Jos Durn, Nicols Herrera y Jos Ellauri, integrantes del "club del Barn" la prudente politica del "pacificador" Lecor no slo era garant", de orden, sino' que, adems, otorgaba debido amparo a la "legiti- midad" de la propiedad de la tierra y sus ganados, a los conmo- vidos patricios, 67 r - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - ~ ~ ~ ~ = = = = = = = = = = = ~ ~ ~ = = - = ~ " - - ~ ~ - " ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ - - - - - - - - - - primi lo que Espaa haba estatalmente edificado. En la misma medida que se avanzaba hacia la Independencia, desaparecan las instituciones espaolas. El nuevo espritu las recusaba como si fueran smbolos de ominoso vasa- lIaje. Precisamente, por todo esto, al patriciado se le haca cada da ms difcil satisfacer su aspiracin de ocupar e! lugar y grado que los "chapetones" ocuparan en la Co- lonia. Conjuntamente con stos la Revolucin haba su- primido los alvolos estatales en los que los "chapetones" haban estado alojados; y por tanto, e! patriciado se en- contraba desorientado y perplejo al comprobar que la forma misma de! Estado de clase era lo que haba des- aparecido". "La matriz del Estado liberal burgus tampoco ofreca muchas posibilidades para poder ser usada por nuestros mayores. Se la conoca en teora; y se careca totalmente de la ms elemental experiencia para fundir real y posi- tivamente la forma. Constitua una novedad demasiado reciente. Tena mucho de novelera". "Era evidente, ade- ms, que en el Ro de la Plata faltaban las 'premisas que en Europa haban hecho viable el Estado liberal burgus: una fuerte y asentada burguesa y un general respeto de las instituciones, de las leyes y el Derecho". "Recordemos tambin que e! patriciado experiment otra desagradahle sorpresa. La Revolucin haba desqui- ciado completamente los marcos tradicionales de la so- ciedad, y al desquiciarlos apareci menos dominante la situacin que como clase tena dsde la Colonia el patri- ciado. Antao, psicolgicamnte haba asumido, con la conformidad de todos, la tcita representacin de los crio- lIos frente a los "chapetones"; hogao, no nicamente no se recordaban sus servicios, sino que e! patriciado se haba tenido que confundir con las masas para salir adelante con la Revolucin; y al triunfar sta, fue imposible intentar volver a la estratificacin social de la Colonia". De ah que e! texto constitucional de 1830, elaborado segn e! modelo argentino unitario de 1826, y a travs de ste, en reflejo de los ms prestigiosos de la poca, disee una forma de Estado que "se configura como una clara y abstracta estructuracin racional, ubicua e intem- poral, como un buen traje de excelente pao francs y de ltima moda; pero no se aspiraba a que se lograra la or- gnica adaptacin que tiene la epidermis en e! cuerpo hu- mano, sino que, antes, por el contrario, con enternecedor optimismo, se crea que el cuerpo poltico natural de la Repblica se. adaptara y conformara, por si solo, me- diante e! simple transcurso del tiempo en la forma dada en la Constitucin", Dueos, al fin, del poder poltico y de la jerarqua social en la Repblica por elIos mismos constituida, los patricios de 1830 se enfrentaban a los tiempos por venir ... Estilo y modas de la mujer patricia; educadas en la holgura de su clase y sin renunciar a las respomabilidades de esposas y de madres. estaban siempre dispuestas como Bemardina Fragoso de Rivera y Ana Afonterroso de Laval1eja a correr los riesgos de la intriga y de la lucha politicas 68 , l??nerse en marcha los rganos previstos en la de 1830, los hombres representativos del pa- trICIado orIental ocupan las bancas legislativas desde las cua!es y por vOto deba surgir el titular del Poder Eje- CUtlvo: el prImer Presidente de la Repblica. El mbito de la Asamblea era el marco jurdico ex- presamente reservado por las normas constitucionales al patriciado como clase: en efecto, para ser se requera una renta anual de tres mil pesos y para ser Se- e diez mil. Pero adems -y por si este canon cenSItarIO no bastara para impedir el acceso a la Legislatura de los hombres del "comn"- tampoco eran admitidos a sus bancas los militares. Esta precaucin, revestida de una exterIoridad "civilista", cara al sentimiento liberal, Impli- caba, en el fondo, un impedimento para el acceso y re- presentacin de la "plebe" criolla articulada en los cuadros del Ejrcito, a travs de sus Jefes y Oficiales ms presti- giosos. Con estas exclusiones quedaba delineado el perfil institucional de la Repblica a imagen y semejanza de la clase constituyente: el Estado era el patriciado; el patriciado era el Estado. Pero el aparato racional de las instituciones chocara con la realidad histrica: los legisladores-electores, repre- sentantes de la "gente principal" de la sociedad civil, prc- ticamente dueos de las tierras de produccin y de los medios de intercambio, no agotaban en s mismos la tota- lidad de la comunidad oriental. De ah la principal dificultad para dar vigencia efectiva al Estado patricio. Hubieron de valerse, entonces, para articular el aparato racional de la Constitucin a la sociedad real, de la mediacin de los representantes espontneos de sta, los caudillos. Esta estrategia se aplicara al ocupar Fructuoso Ri- vera la Presidencia de la Repblica para la que fuera eleCto mayoritariamente, interpretada por los clebres "cinco hermanos": Lucas Jos Obes Nicols Herrera Jos Ellauri, Julin Alvarez y Juan Gelly, as de: nominados popularmente por estar los cuatro ltimos ca- sados con hermanas del primero. El esquema era, pues, un Presidente que presida; un "ministerio" patricio para gobernar. Sin embargo, la intriga patricia habra de fracasar ante el sentido del poder y la versatilidad temperamental del Caudillo-Presidente. Este, que rpidamente comprendi el juego poltico de sus ministros y asesores patricios, aband?n Montevideo, sede de las autoridades legales, para Instalar una singular "capital" de hecho en el Du- razno, donde en medio de sus conmilitantes y soldados, tena la cotidiana oportunidad de acercarse a los hombres y mujeres del pueblo, compartiendo sus inquietudes y es- peranzas y recibiendo, en la ofrenda sencilla y cordial del el afecto y la estimacin de "comadres" y "ahija- dos ... El Presidente, pues, lejos de interpretar el papel de Jefe del Estado, centro ordenador de la administracin, que soaban regir los hombres de la "clase principal", era una entidad autrquica, que al actuar por s, sin otro l- mite que su voluntad, haca irrelevante el aparato cons- titucional y fundaba, en un temible prestigio personal, la vigencia de la autoridad. La reaccin de los despechados patricios no se hizo esperar: rodeando a Lavalleja y a los Jefes de extraccin social urbana, recurrieron al pronunciamiento militar con- tra Rivera, reclamando el cese de este irregular "cesarismo" y la plena vigencia de la Constitucin, que otorgaba, na- turalmente, a las Cmaras legislativas la representacin directa de la soberana y la regulacin del poder mediante la sancin de las leyes. Pero los movimientos revolucio- narios que tenan en Lavalleja su Jefe ostensible, no slo fracasaron militarmente sino que, adems, al perturbar la vida econmica del pas y al permitir la actividad en sus filas de elementos polticos del federalismo porteo y del republicanismo riograndense, que ponan en entredicho la existencia independiente del Estado oriental, perdieron tambin la bandera de la legalidad y de la defensa de las instituciones, que pas a simbolizarse en el Presidente Fructuoso Rivera, expresin del caudillismo populIsta, tuvo comu tal, y rompiendo con la visin limitada de su clase, el sentido de la integracin regional ms all del Uruguay y. del Cuareim. 69 Rivera y su Gobierno. Esro explica que luego del primer pronunciamiento lavallejisra, el elemento docroral y ms conservador del parriciado le resrara su apoyo adhiriendo y sosteniendo a una Adminisrracin que, como la de Ri- vera, no interpretaba, sin embargo, su concepto de la fun- cin politica y del orden social. AJ concluir el periodo constitucional de la primera Presidencia, rodas las expeCtarivas de la "clase principal' y de! propio Rivera coincidan en sealar a Manuel Oribe como el hombre indicado para ocupar la jefarura del Es- rada y del Gobierno. Esta unanimidad, que se reflej,ua en la propia eleccin por la Asamblea Legislariva, reco naca, desde luego, un distinto fundamento en la intencir del parriciado y del Caudillo. Oribe haba asumido, a los ojos del desconfiado sectOr de la "clase principal" de su tiempo, el carcter de un sostenedor del orden de las ins- tiruClones y de las leyes, frente a las perturbaciones origi- [udas por e! lavallejismo, tanto, en el aspecto interno. como, asimismo, en el fundamental aspectO externo, de defensa de la independencia y soberana del Esrado, frente a las intromisiones de las fuerzas polricas argentinas y brasileas. C o m o Ministro de Guerra del President::: Rivera haba investido, para el Caudillo, la funcin de severo ejecuror de las medidas militares contra los insu- rreCtOS y haba presrigiado, con su devocin al principio de autoridad, la penurbada imagen de aquella primera administracin. En e! desempeo de la Presidencia, el nuevo gober- 70 nante habra de otorgar e! anhelado soporte de Derecho vigente a la contradicroria estructura poltica de la Re- pblica, formalmente constituida por un texto liberal bur- gus sobrepuesro a un pas sin burguesa. Oribe, al recoger la unanimidad patricia le dio a esta "clase principal"' la oportunidad de cumplir el papel detern:iname del destino poltico de la comunidad que, en Europa, la bur- guesa. EstO sera reconocido diecisis aos ms tarde de: la cada de Oribe: por un conspicuo miembro del patri- ciado, de enrgica oposicin a su poltica: /\ndrs Lamas Esre en carta a 1felchor Pacheco y Obe:s, expresaba: vio Ud., no roc Ud. como toqu con el alma de:spe- dazada, roda lo que habamos en la sustirucn de la ,'\dministracin de Oribe)" En efectO: Oribe era un Presidente: que presida. que ejecutaba las leyes con pumual esas que: sancionaban las Cmaras parricias. Era el intrprete fiel del espritu de una legalidad " la que someta su agente del Poder Pblico. no emronizaba en su autoridad de tal. ninguna otra dimensin de que el circuns- cripw por las normas; ceido en su conduCta por una tica [[ascendente y de aCtitudes austeras. haca del cum- plimiemo fiel del Derecho un imperativo de: conciencia. Pero, adems, para el semimiemo de las clases populares, este gobername -severo en su empaque y alejado del coloquio directo de los fogones- por su tenaz neutralismo treme a los convulsionados acomecim ientos e imereses de los Estados vecinos. asuma el significado de un campen Oculta bajo los techos de la ciudad transcurre la t'ida intima de de la Independencia oriental; y por su ordenada gestin administrativa, el de un garante de la paz civil y de la [ranquilidad de los hogares. Pero poco habra de durar la paz y la tranquilidad de la Administracin del Presidente Oribe. El estallido de la guerra civil, provocado por el alzamiento revolucio nario de Rivera, obligara al Presidente a asumir la di reccin de la guerra abandonando la directa gestin de gobierno. Idntica circunstancia, pero an ms grave, se producira con el segundo alzamiento riverista, esta vez en comixtin con fuerzas polticas extraas. La heterog- nea alianza de Rivera con el Gobierno de Corrientes, los revolucionarios "farrapos" de Rio Grande, el .Almirame de la flota de guerra francesa y el grupo de imeleCLualts poneos unitarios exilados compona un frente que arras- [raba, ms all de! terriwrio dtl Estado OrientaL los al- cances de la insurreccin. En estas circunstancias 1 se pro- ducira la defeccin dtl pa[riciado reSptCLO del Presideme Oribe. , En efecto: al perturbarse el orden adrninistrativo y de la finanzas del Estado, con sus graves consecuencia's sobre la economa rural V del comercio. la clase perdi su conficl11za en el Jeft dtl Estado Oriemal; y sin darla emeramemt a! caudillo Rivera. cuya vocacin po pulachera" y "hbws desordenados" le enajenaban simpa tas entre la gentt "de pro', se rt[rajo sobre s misma buscando eludir los compromisos polticos de la hora. Pero algunos de entre ellos, ms conscientes de los flesgos que ho.gares patricios. Las azoteas constituyen el espacio de relacin vecinal. deba afrontar la endeble Repblica y mmbin mas com- prometidos con las funciones gubernatlvas, sintiendo va- cilar en sus nimos la idea de la existencia misma del Esrado Oriental, como entidad independiente, llegaron a propiciar -corno Francisco Joaquin Muoz- la tesis de que el pas no tena ms salvacin que convenirse en Pro[eCLorado britnico con el EstatutO de las Islas Jni- cas ... Oribe quedaba as, en medo de los acomecimientos. librado a sus nicas fuerzas como jefe militar y como expresin del sentimiento de independencia oriental. En l la concepcin de la Patria, como hemos dicho, se iden- tificaba con el concepto del Estado y la soberana, atributo esencial de ste, era la vigencia de la ley soore un espacio [('rrimrial propio y definido. En aquella hora, Oribe y slo l quedaba erguido en el cumplimiento de su debtr como coloso custodio de un ordel "legal" idemificado con la existencia misma de la Patria, , , El triunfo fue, sin embargo, para Rivera. Pero COD el caudillo de nuevo en el poder no se restauraban las formas del Estado. Rivera era el intrprere de una dis- tima concepcin de la sociedad polrica, que poco o nada ttna que ver con la instirucionalidad de los textos lega les, En l hallaban expresin las fuerzas anmicas, casi insrintivas, del entorno social de sus huestes: la "plebe' americana, paisanos, gauchos e indios y sus rsticos co- mandantes, para quienes la Patria, vivida a caballo, no tena otra trama que la de los vnculos de la "her- 71 El patriciado escindido. Dos proyectos distintos para un Uruguay cuestionado: en la Defensa, Joaqun Surez y .Manuel Herrera y Obes; en el Cerrito, Manuel Oribe J' Carlos Vil/ademoros. mandad" criolla configurantes de la comunidad, y los horizontes de la pradera ... La circunstancia del sitio de Montevideo, en 1843, por las fuerzas "blancas" de Oribe y sus auxiliadores ar- gentinos "federales", determinara la configuracin de dos mbitos caractersticos y distintivos de la sociabilidad oriental de la poca: la "Defensa" y el "campo sitiador" del Cerrito. "Pero el Sitio Grande constituye el hecho decisivo en el destino de Montevideo --dice con acierto Stewart Vargas-o La pennsula se transmut en isla y la ciudad se afirm en su condicin de puerto. La numerossima poblacin europea que durante los primeros aos continu creciendo, arrincon y ahog al sector rioplatense de la poblacin de Montevideo porque la una y el otro tenan que convivir en la estrecha rea que permita el cerco del asedio". El grupo patricio intelectual que haba lle- gado rodeando a Rivera alentaba la idea de que la Ciudad los reciba por lo que ellos en s mismos representaban; y como eran O se sentan poetas y pensadores, soaban con fundar "una repblica para su uso, en el reino ne- buloso de los versos y los conceptos", creyendo, sincera- mente, que la "poltica consiste en el ideal escribir, leer y hablar, y no en el acto y la decisin"; pero como quien realmente haba tomado posesin de Montevideo era Ri- vera a cuya zaga venan aquellos y junto con ellos el resto del grupo, integrado por los unitarios argentinos, aque- jados de la misma visin "intelectual" no les qued ms remedio a los unos y a los otros que reducir sus aspira- ciones en el mejor "aprovechamiento" del Caudillo para la obtencin de sus propsitos. Pero esta pretensin del sector patricio radicado en la ciudad prontO se enfrentara con la verstil conducra de Rivera y era inevitable que as fuera: mientras que para el ncleo "doctoral" la visin de la "Patria" continuaba identificada con las formas de un Estado ideal, de fundamento ideolgico liberal y ajeno al drama americano, ahora totalmente desqiciadas, para el Caudillo, la Patria, como se dijo, era la dimensin es- piritual de sus montoneras gauchas, fundamento vital de una Repblica trashumante, sin OtrO linde que el de la comunidad de lengua, usos, costumbres y tradiciones del criollismo. Intil ser, en consecuencia, que el ncleo doctoral se empeara en levantar frente al Poder, de tremenda vi- gencia personal, del Caudillo la sombra de las institucio- nes, -Cmaras Legislativas y Ministerios-, cuyos escaos y sillones continuaban ocupando; y ms an, se hara irre- levante este propsito cuando agotado el mandato de la Legislatura se crearon la Asamblea de Notables y el Con- sejo de Estado, que no slo eran ya la sombra de una sombra institucional, sino que asuman ms que el carc- ter de un rgano pblico el de crculos privados de inte- reses e ideas. En el pice de esta crisis el intento de Ri- vera de hallar una solucin "criolla" al pleito blico en forma directa y personal con Oribe, encuentra en la lcida perspectiva del Canciller Manuel Herrera y abes -hijo de Nicols Herrera, el "Maquiavelo" de su tiempo-- la enrgica respuesta de su destierro y eliminacin del es- cenario poltico. Esta medida audaz, implicaba nada menos 72 bierno de la Defensa con el Imperio del Brasil por inter- medio del Dr. Andrs Lamas, inclinaban la suerte econ- mica y las decisiones polticas del Estado Oriental al pas del Norte, en un estatuto que remedaba la primera Cisplatina. El propio Andrs Lamas habra de formular los prin- cipios de la nueva poltica, en su clebre manifiesto de 1855. En l, anatematizaba las divisas y los caudillos: "Qu representan esas divisas blancas y esas divisas co- loradas?" se pregunta. "Representan las desgracias del pas, las ruinas que nos cercan, la miseria y el luto de las familias, la vergenza de haber andado pordioseando en dos hemisferios, la necesidad de las intervenciones extran- jeras, el descrdito del pas, la bancarrota en todas sus ms amargas humillaciones, odios, pasiones, miserias persona- les". "Tan mala es una de esas divisas como la otra; y trapo sangriento por trapo sangriento, cada uno se que- dara con el que tiene para que la opinin no lo marcase como trnsfuga". "Los hombres que cien esas divisas, los hombres de nuestros campos, no son ms que pedazos de carne destinados a nutrir esos buitres que llamamos cau- dillos". Y luego concretaba su idea de un nuevo partidp que agrupase a todos los "hombres buenos" cualquiera que fuera su pasado: "No hay fusin prctica sin la crea- cin de un partido, ni partido que pueda operar una fu sin sin emprender una obra que satisfaga las necesidades colectivas". Y seguidamente explicaba el programa que deba desarrollar ese partido: cumplimiento estricto de la Constitucin; alianza con el Imperio del Brasil, "genuina y dignamente entendida", mientras que con relacin a la Argentina la Repblica deba "dejar de ser un satlite su- jeto a todas sus perturbaciones"; y luego explicitaba varias reformas administrativas, econmicas, militar.s y culturales. La influencia del documento de Lamas fue muy gran- de en el mbito patricio oriental, que, por entonces, en- contraba al Gobierno ejercido nada menos que por Ve- nancio Flores --desaparecidos ya Rivera y Lavalleja, por su muerte, y alejado del pas, Manuel Oribe- y que or- ganiz, bajo la direccin de Jos Mara Muoz, exaltado, "fusionista", un movimiento armado, con el apoyo del tambin "principista" Coronel Lorenzo Batlle y de los efectivos del ejrcito imperial, acantonados en la Rep- blica, que haban sido llamados por Flores en apoyo del "gobierno legal" y que ahora se volvan contra ste, en una intervencin movida por el inters del Imperio, que basculara alternativamente largo tiempo entre los bandos en pugna ... El patriciado "doctoral", con hombres de las tradicio- nes colorada y blanca, afirmaba as en este propsito, en el mismo acto de la ms directa enajenacin del a los designios del Imperio, su intencin cional", extraando de la vida pblica las tivas expresiones del alma nativa y a "naturales", los caudillos. Pero eran en su aberracin: impedidos de asentar tucional abstracto de la consenso popular cuyas tradiciones nicos, los <;!ludillos, repudiaban, no asentarlas sobre el amparo que el ejercIcIo de un acto "personal", que derogaba en los hechos, a la vez, el sortilegio mesinico del caudillo y la ingenua devocin de los patricios a las formas insti- tucionales, y eriga en la Ciudad -por primera y nica vez en la historia' del patriciado oriental- la comprome- tida y riesgosa actitud de la Dictadura. En el campo sitiador habran de reencontrarse con Oribe significativas figuras del patriciado oriental. El Mi- nistro Carlos G. VilIademoros era el prototipo del antiguo estilo, de frrea sujecin al principio de autoridad al modo espaol; Juan Francisco Gir, rivadaviano de 1827; Bernardo P. Berro, principista y puritano; los doctores Francisco Solano de Antua y Eduardo Acevedo, este l- timo doctorado en Buenos Aires eran, en vez, un gtupO que por su formacin y temperamento se encontraban muy cerca del unitarismo. A diferencia de sus coetneos de 'la Ciudad, espiritualistas eclcticos y dados a las "no- vedades" ideolgicas de la "civilizacin" europea impor- tada, estos patricios del Cerrito participaban de una comn adhesin a los principios tradicionales y a la visin del Mundo y de la vida propia del catolicismo que profesaban, sin que taltaran entre ellos esprituS de dIstInta forma- cin, como Gir y Berro, educados en los Estados Unidos de. Amrica. En el transcurso de los acontecimientos, estos hombres, para quienes la "legalidad" de Oribe era el fun- damento que daba quicio a su concepcin racional del Estado, habran de irse separando poco a poco del go- bernante del Cerrito por su creciente personalismo -que asuma los rasgos de una dictadura- y por la persistencia de su alianza con el particular "federalismo" de Rosas. De ah que al concluirse la Guerra Grande les fuera natural y espontneo el gesto de reconciliacin con sus homnimos de clase de la Ciudad, rubricada en la Paz del 8 de Octubre de 1851. La poltica de olvido del pasado y de reconciliacin establecida en la Paz, propici una nueva unanimidad pa tricia. Pero las difciles condiciones resultantes de la Gue- rra Grande, con una economa desquiciada y con un marco social en el que las clases dependientes haban va- riado por efecto de la guerra y de la inmigracin, haca particularmente difcil la tarea de restaurar el Estado dentro de las normas constitucionales de 1830. Conscien- tes de la dificultad y de su menor peso especfico en la comunidad, el patriciado formul, entonces, una nueva co- existencia que dio en llamarse "poltica de fusin". Sus rasgos dominantes eran el olvido de las divisas blanca y colorada y el exclusivismo "doctoral" en la direccin po- ltica. Por lo dems, era tambin distinta la situacin inter- nacional relativa de la Repblica con sus limtrofes. Los tratados, suscritos el 12 de Octubre de 1851 por el Go- una provocacin, determinando un nuevo pronunciamiento de Muoz para derrocar el Gobierno provisorio de don Manuel Basilio Bustamante. El motn fue vencido y la actitud de Muoz, reprobada hasta por sus propios corre- ligionarios de la Unin Liberal, que se disolvi. El pas real volva a desvanecer, persistente en sus expresiones polticas propias, el artificioso aparato "principista" de los patricios ... Durante el mandato de Pereira tendra lugar una nue- va revolucin del elemento "principista", esta vez orien- tada por los "conservadores", de Gmez, que desde Buenos Aires, donde haba sido nuevamente desterrado, la impul- sara desde la prensa y que, dirigida por el General Csar Daz, invadi la Repblica a principios de 1858, siendo derrotada y vencida en el Paso de Quinteros, sobre el Ro Negro. La tremenda justicia aplicada a los vencidos, por el General Anacleto Medina, por disposicin del Gobier- no, de acuerdo con las viejas Ordenanzas militares espa- olas todava en vigencia, habra de repercutir hondamente en el seno de la sociedad oriental, fijndose en la memoria de las familias de tradicin colorada como un agravio irre- parable, errnea e injustamente atribuido al Partido Blan- co, por ser de esta tradicin algunos miembros del gabi- nete fusionista del Presidente Pereira. Expresin poltica del fusionismo doctoral sera la "Unin Liberal", cuyo programa recoga las ideas en boga en el mundo europeo de la poca, signadas por una inge- nua fe en el progreso material y en la vigencia de la "libertad" como fin y fundamento de la actividad poltica y econmica. Pero haciendo frente al "fusionismo", apa- reca Juan Carlos Gmez, por entonces exilado en Buenos Aires, que haba fundado en tiempos de Gir, el "partido conservador", como ala "principista" del Partido Colorado, por entender que la tarea de los hombres ilustrados era iluminar las tradiciones polticas y no negarlas y supri- mirlas. Tampoco comparta el Dr. Gmez la alianza con el Imperio, del que era decidido opositor; pero igualmente escptico que sus adversarios respecto de la viabilidad del Uruguay por s mismo, propiciaba una anexin de la Re- pblica al "Estado de Buenos Aires", por entonces escin- dido de la Confederacin Algentina. Pero adems, Flores, desplazado del poder por los "fusionistas" busc el entendimiento con Manuel Oribe, ya de regreso en el pas. "El pacto de la Unin", fue as la respuesta de los caudillos al paCto de los doctores; su programa, sin embargo, con ligeras variantes refleja el mismo esquema ideolgico que el de la Unin Liberal. Pero -variante sealada- en el documento se manifiesta la solemne voluntad de los Caudillos de renunciar a toda aspiracin presidencial, "para evitar a sus conciudadanos Otro rasgo da la incertidumbre vivida por los hombres todo motivo de desinteligencia" y se proclama la candida- representativos del patriciado oriental de la poca, sera tura de don Gabriel Antonio Pereira. El severo golpe in- la ansiosa bsqueda del estatuto de "neutralidad" para el fligido a los "doctores" por el acuerdo de los Caudillos Estado Oriental, inspirada en el deseo de salvaguardar su y la candidatura de Pereira, fue recibido por stos como existencia poltica de la inexorable conmixtin de intereses Julio H ~ r r e r a y Obes y su "c.0lectividad" patricia inaugurando la "belle poque" mo11tevideana. Los abora "gentilesbombres" constituyen la etapa fmal de un grtlpo soctal que a lo largo del sido se ba venido alejando del arraigo que originariamente les concedi legitimidad. de la regin americana en que se hallaba inserto. El Tra- tado del 2 de enero de 1859 SUSCrItO por Lamas con el Imperio, declaraba y garanta al Estado Oriental como absoluta y perfectamente neutro entre ambos limtrofes, no pudiendo incorporarse, refundirse o confederarse con ninguno de ellos ninguna otra nacin, ni colocarse bajo la soberana o protectorado de ninguna. En marzo de 1860, Berro, era electo para ocupar la Presidencia de la Repblica. Profundamente imbuido de este concepto de la "neutralidad" del pas --que, en rea- lidad, importaba una clara disminucin de la soberana nacional y la confirmacin de la dolorosa dependencia americana a las potencias dominantes de la poca- Berro procurara eludir toda posible conmixtin de las disputas de entonces entre la Provincia de Buenos Aires y la Con- federacin Argentina, justificando su poltica en el Men- saje elevado a la Asamblea General el 15 de febrero de 1862; "Casi todas nuestras luchas domsticas, si no en su origen, en su prosecucin, se han ligado ms o menos con las contiendas internas de la Repblica Argentina ha- cindose as ms duraderas y desastrosas, y concluyendo a veces por figurar apenas el inters Oriental dominado y absorbido por el Argentino. Preciso era romper resuelta- mente con esa tradicin funesta; preciso era que la Rep- blica se recogiese a llevar una vida propia, a separar sus cosas de las cosas extraas; a nacionalizar, digamos as, su existencia y sus destinos". Y congruente con su excptica conviccin respecto de la existencia no garantida por el extranjero del Uruguay, era, asimismo, su conviccin res- pecto de la accin anarquizante y perturbadora de los Par- tidos Polticos como entidades permanentes: el decreto del 16 de julio de 1860 prohiba el uso de las divisas, expre- sndose en los respectivos "considerandos" que "un hom- bre que saliera a la calle pblica levantando la bandera blanca o la bandera colorada y evocando los viejos odios y rencores sera considerado como un perturbador del socie- go pblico, puesto inmediatamente en prisin y sometido a los jueces competentes". Aislado de la opinin pblica, por su concepcin in- dividualista del poder y su repudio a las tradiciones popu- lares, enfrentado a las autoridades eclesisticas por su frrea defensa del Patronato, Berro vera levantarse contra l al caudillo Flores, ahora protegido de Mitre y del Imperio, en abril de 1863. Procur entonces el Presidente obtener el concurso del Paraguay para la defensa comn contra la intervencin del Imperio y del mitrismo, en una poltica que el Canciller Juan Jos de Herrera definira como la del "equilibrio platense". Pero era tarde; la obstinada rei- teracin del patriciado en consolidar la vida poltica de la Repblica mediante la asociacin del pas a una u orra nacin limtrofe o mediante su "neutralizacin" garantida por las grandes Potencias, haba cerrado el camino para una poltica de autntica concordia americana; y por lo dems, el gobernante paraguayo, Francisco Solano Lpez, vacilaba en romper la poltica tradicional de su pas, de "neutralidad" y cuidadoso apartamiento de toda interfe- rencia en los conflictos platenses, confiando, con ingenui- dad, en las garantas que le daban Mitre y el Emperador ... 75 Flores, que contara para su triunfo con el decidido apoyo del Imperio del Brasil y del rnitrismo, debi, a su vez, retribuir a sus poderosos aliados participando en la sangrienta guerra contra el Paraguay. En 1870, sobre las trgicas ruinas de Humait, quedara consagrada la defi- nitiva segregacin de los pases del Plata. El Estado Oriental alcanzaba as, por la "balcaniza- cin" del Ro de la Plata impuesta por el inters conju- gado del Imperio Britnico y los patricios dependientes, la extraa "independencia insular" instiruida en la Paz de 1828 y en la formal estrucrura de la Carta de 1830. La obcecacin del patriciado oriental por un Uruguay a solas con su destino, encontraba ahora, paradojalmente, su inesperado logro; pero no como triunfo de sus proyectos ni del proceso interno del pas, sino como efecto de su segregacin regional americana, que desde entonces con- dicionara desde el exterior todo su fururo. En aquellos "tiempos revueltos", signados por los acontecimientos de la Cruzada de Flores y la Guerra del Paraguay, emerge una nueva generacin del patriciado oriental: los "principistas" o "girondinos", como gustaron denominarse. "Ms que una escuela -expresa Arruro Ardan- lo que se llam el principismo fue un tempera- mento fundado en la afirmacin dogmtica del liberalismo constirucionalista y en la rigidez absoluta de la moral c- vica, sobre un fundamento espirirualista". La Presidencia de Jos E. Ellauri y sus CIharas die- ron expresin poltica al "principismo" a travs de sus nuevas agrupaciones del "Partido Radical" organizado ya desde 1871 por Carlos Mara Ramrez; del "Partido Na- cional", bajo la inspiracin de Agustn de Vedia; y del "Club Libertad", integrado por Jos Pedro Ramrez y los elementos colorados liberales de "El Siglo". Eran "las fa- mosas Cmaras del 73 -dice Zum Felde-- donde toman asiento las personalidades civiles, viejas y jvenes, de ms alcurnia, culrura y elocuencia de los partidos. Gonzalo y Jos Pedro Ramrez, Juan P. Castro, Eduardo y Alejandro Chucarro, Garzn, Villalba, Joaqlin Requena, Agustn de Vedia, Angel Floro Costa, Juan Jos de Herrera, Vzquez Sagastume, Julio Herrera y abes, Pedro Bustamante, Ca- ravia, Lerena. del Castillo, Castellanos, Magarios Cervan- tes: la flor y nata del doctorado nacional est en el Go- bierno". "Nunca se ha visto un conjunto de hombres ms cultOs y ms intiles. Su inutilidad les viene de su desconocimiento de la realidad del pas y de su falta de sentido positivo; son frutOs de aula, de gabinete forense, de literarura parlamentaria europea, de tratados en varios tOmos; son cerebros abstractos, formados en el teorismo de las doctrinas constitucionales y en la retrica constitu- cional de los girondinos. Y, girondinos gustan de lla- marse a s mismos y de que se les llame". Pero desde la poca de sus mayores, el Pas t.ambin haba ido cambiando sus realidades sociales y econmicas. Hacia 1860 el proceso de inmigracin haba determinado el surgimiento de una nueva clase urbana, en cuyas manos haba venido a concentrarse, a raz de los grandes benefi- cios obtenidos con el aprovisionamiento de los ejrcitos aliados que destruan el Paraguay, la mayor parte del ca- pital mercantil e inmobiliario. Flix Buxareo, Jaime Cibils y Puig, Jos de Buschenthal, Pablo Duplessis, Pedro Saenz de Zumarn, Toms Tomkinson, Ireneo Evangelista de Sousa, Barn de Mau, Samuel Fisher Lafone, sern lbs re- presentantes ms eximios de esta nueva clase. En el me- dio rural las cosas ocurriran del mismo modo an cuando la cristalizacin del nuevo grupo ser algo ms tarda: En este sectOr, al que proporcion base econmica la cra de ovino, jugaron tambin un papel determinante los em- presarios extranjeros: Daniel Cash, Alejandro Stirling, Roberto Young, Eduardo Mac Eachen, Juan Mac Coll, Juan Jackson. La crisis que por entOnces afectara a los centros del capitalismo europeo (1869-75) fue el otro gran im- pulso que afianz a este nuevo grupo. "La crisis actu como incitacin para el cambio -como expresan Barrn y Nahum- colocando sobre el tapete la necesidad vital de una transformacin para evitar, no solo la repeticin de fenmenos similares, sino incluso la propia desaparicin del pas, por no adaptacin al mundo de la ?ferta De esta coyuntura nacera el rgano que lmpulsana todas las transformaciones: la "Asociacin Ru- ral" fundada por Domingo Ordoana, Juan Andrs G- mez y Otros el 3 de octubre de 1871. El instrumento del cambio sera el Ejrcito. Ampliado en sus cuadros por las recientes campaas militares de la Guerra del Paraguay y la Revolucin de Timoteo Aparicio, haba adquirido un tono profesional y formado un Estado Mayor homogneo y coherente, integrado por Jefes y Oficiales procedentes de los estratos medios urbanos y ru- rales ms modestos. Y al mismo tiempo que las fuerzas de lnea vigorizaban su cohesin interna y ampliaban sus dis- positivos, el patriciado, intelectual y civilista, perda los antiguos hbitos milicianos de sus mayores, rehuyendo prestar servicio en las "Guardias Nacionales", pagando "personeros" para cumplirlo en su nombre ... A este cuadro de la situacin interna se agregaran las crecientes "exigencias del capitalismo britnico que re- La visita del Presidente argentino Julio A. Roca al Presidente Cuestas de/initit!amente. por el nuevo estilo de la burguesa ascendente. quera -dinamizado por la crisis- ms y mejores cueros y carnes y necesitaba ms y ms permeables mercados para sus industrias", anota Vivian Tras. El sncope poltico del patriciado era, pues, inevitable frente a la crisis y a la repentina presencia en la escena pblica de los nuevos grupos de la naciente burguesa urbana y rural y del Ejrcito. El Coronel Lorenzo Latorre -intrprete de la nueva situacin- al asumir el poder declaraba que si no haca "un gobierno ilustrado har, y lo garante, un gobierno honrado... ". Esta apelacin a la honradez, y el inocultable sarcasmo a la "ilustracin" pa- tricia, eran trminos reveladores del slido apoyo que ha- bra de encontrar el gobernante en la nueva clase, cuya virtud esencial era exaltada como definicin de conducta poltica, en oposicin al espritu y al estilo del patriciado. Latorre, verdadero "Luis XI de bota de potro" al decir inspirado de Melin Lafinur, consagrara, con su enrgica gestin, la unidad y cohesin interna del "Estado nacio- nal" uruguayo. El segundo gobernante militar, Mximo Santos, acen- tuara en medio del optimismo de una prosperidad cre- ciente la influencia de los cuadros del Ejrcito en la Administracin y al proclamarse "Gran Jefe Civil del (1899), recrea un mundo casi farltasmal, qle a poco ser sustituido, Jos Batl/e y Ordez y Luis Alberto de Herrera, rompiendo COl1 el patriciado, se trammutan en los tribul10s populares de l1uestro siglo XX. El voto ocupa el lugar de las lanzas. Partido Colorado" asumira un definido carcter partidario, de resonancias populistas. Durante su administracin, al- gunas figuras del patriciado actuaran en las carteras mi- nisteriales; pero el mbito donde por entonces prevalecera su accin habra de ser el de las letras, el periodismo y las ctedras universitarias. Pero en este plano intelectual los patricios del "prin- cipismo" -la "generacin del 80", como ha dado en lla- mrsela- habra de cumplir una tarea de primordial importancia: echar las bases de la aura-conciencia hist- rica del Uruguay. "Es que ahora el patriciado necesita una tradicin histrica propia --dicen Reyes Abadie y Methol- necesita que todos los acontecimientos anterio- res estn ordenados coherentemente hacia un fin inmanente que es el Estado nacional uruguayo independiente". "Artigas, a quien el patriciado montevideano nunca sinti como su expresin especfica, es reivindicado por Ramrez y Zorrilla como el Patriarca de la Nacionalidad. Era el nico mito posible para trascender la 'divisin interior de blancos y\colorados, el nico denominador comn para unificu: la . conciencia del pas". "La sociedad uruguaya buscaba, ms all de sus cismas, de sus conflictos, con unanimidad,(una fuente comn, un> mito en el sentido de Sorel,una pica, una leyenda patria. Coincida pues as la. afirmacin de una aura-con- ciencia histrica "nacional" del-. Uruguay <con la etapa en que, por la accin. del "militarismo", se estructuraba en los hechos el Estado y su aparato jurdico institucional, dentro de la relacin de dependencia de una economa agro-ex- portadora que volcaba ms del setenta por ciento de su produccin exportable al mercado imperial britnico, a travs de su metrpoli y de sus sub-agencias de entonces: Argentina, Brasil y Blgica. A travs de la conciliacin de noviembre de 1886, el patriciado alcanzara de nuevo el Poder. El primer Minis- terio "civilista" de Santos se integr con los ms destacados prohombres del "Partido Constitucional": Jos Pedro Ra- mrez, Juan Carlos Blanco, Aureliano Rodrguez Larreta y Antonio Mara Marques. Los "constitucionalistas" --que haban creado su partido hacia 1881, en un nuevo intento de superacin de los bandos tradicionales, renunciaran a poco de asumir la presidencia Mximo Tajes, siendo sus- tituidos por Duvimioso Terra, Domingo Mendilaharsu y Julio Herrera y abes. . El 1 ~ de marzo de 1890 Julio Herrera y abes era electo Presidente de la Repblica, ante una Asamblea Le:. gislativa que integraba su ilustre padre el ex-Canciller de la Defensa don Manuel Herrera y abes, que recibira su juramento constitucional... El antiguo principista, pres- tigiado por su hbil gestin en la Cartera de Gobierno del Ministerio de Tajes, llegaba al Poder erigido ahora en Jefe Civil del tradicionalismo colorado. "Quizs el adarme de excepticismo que pesaba sobre la sangre de los He- rrera" --dicen, en feliz expresin, Pivel Devoto y Ranieri BIBLIOGRAFIA C,;rIII!a; Bernardina Fragoso de Rivera, Presidenta de la Sociedad Filantr- pica de Damas Orientales durante la Guerra Grande y Juan l\Eguel Maninez, fundador de la Asociacin Rural (1872) Y Presidente del Banco Comercial, en varios perodos del siglo XIX. REYES ABADIE. \X/ashingro:L - "Curso de Historia Econmica Nacio 11(;/ y American:.;", (l\Iomevideo, 1952) . METHOL FERRE, A:beno. - "Orib" y el Est"do ',cion"I", artculo en el Suplemento histrico de Homenaje a Oribe de 'El Deba,e", 12 de noviembre de 1957. STEWART VARGAS, Guillermo. - "Oribe y SIl slgni/ieMin frenle " ROMS y RiI..,,,". (Buenos Aires, 1958). REAL DE AZUA, Carlos. - "El Patrie;';do Urttg,,,yo". (Montevideo, 1961). P1VEL DEVOTO, Juan E. y RAN1ERI de P1VEL, Alcira. - "Hislori" de /,; RepJiblie" Oriem,,1 del Urttgllay". 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TRIAS, Vivin. - "El Imperialismo en el Rio de L; P I ( 1 1 t 1 u ~ Buenos Aires; 1960. patriciado del LOS PATRICIOS agona Este grupo singular, que hunde sus races en la pro- pia fundacin hispnica de la sociedad oriental; que protagoniza el drama de la Emancipacin; que, simult- neamente, vincul el Uruguay al mundo moderno y "consolid la balcanizacin"; que se debati, a lo largo del siglo XIX, ensayando "con la mayor brevedad todos los caminos histricos hasta el colmo" ---como expresa Methol Ferr-, que parece haber "acogido en un instante todas sus fatalidades, apurndolas"; que, pertinaz en sus convicciones y obstinado en sus programas, busc construir, sin percibir su alienacin histrica, el Uruguay indepen- diente; fue devorado por l tiempo y las circunstancias que le hicieron desaparecer como clase dirigente. Hubo de vivir escindido con la realidad americana de su pueblo y de su tierra. Escptico y pesimista respecto de la capacidad creadora de 1& "plebe" criolla para asumir la realizacin de su propio destino, busc en los mejores modelos de la "civilizacin" las recetas jurdicas y polticas capaces de redimirla de su "barbarie". luch a brazo par- tido para imponer las instituciones del orden legal a la sociedad, spera y cerril, encarnada en los caudillos, pero no por simple orgullo de casta, sino por su romntica fe en la vigencia y eficacia de los "principios" ideolgicos, para conformar la realidad. Esa fue su grandeza y su mi- sena. Empero, en las personalidades vigorosas de los tribu- nos populares de nuestro Siglo XX -Jos Batlle y Or- dez y Luis Alberto de Herrera- las viejas estirpes fun- dacionales alcanzaran, en trasmutacin redentora, ms all de su tiempo, vigencia y rectora histricas. La de Pivel- le condujeron, fiel en esto tambin a su sen- tido de clase, a no creer en la capacidad de las masas po- pulares para decidir por s mismas respecto de los destinos polticos del Pas y a formular su concepto de la "in- fluencia directriz". En ejercicio de la misma, el Presidente se movi para constituir un elenco de gobernantes y le- gisladores reclutados, ms que por su color poltico, por su condicin patricia y dotes de cultura y seoro, que se denominara la "colectividad". Julio Herrera y abes, por lo dems, quizs el ms distinguido representante de los ltimos gentileshombres del patriciado oriental, fue, sin embargo, el primero que tuVO la posibilidad de ejercer el poder dentro de las nor- mas de la Constitucin de 1830. De ah que su sistema poltico fuera denominado, con acierto, el "presidencialis- mo". "Es un sistema poltico de rigurosa concentracin, dice Zum Felde. En el centro el Presidente, rodeado de un ncleo de doctores y personajes solemnes, gozando de altas prebendas y canongas, pero atenidos a l y que son sus altos agentes en las Cmaras, los Ministerios y la Ad- ministracin; luego, los grandes tentculos policiales y burocrticos, extendindose a todos los Departamentos; en tercer lugar, toda la caterva de marcianos", comisarios y empleados pblicos. El caudillaje est abatido o al servicio del Gobierno; el Ejrcito es un rgano presidencial. A la dictadura del Caudillo se ha sustituido la dictadura del Presidente", "Pero la ciudad -insiste Zum Felde- no ha podido dominar al territorio sin apropiarse algunos de sus ele- mentos, asimilndolos a s misma, y por lo tanto partici- pando de sus caracteres. la ciudad domina polticamente a la campaa, porque ha hecho suyos ciertos caracteres esencialmente criollos y rurales, y en este sentido, la cam- paa sigue influyendo poderosamente sobre la capital y determinando su poltica, El elemento principal que el Presidencialismo urbano y doctoril de Herrera ha debido apropiarse es el ttadicionalismo partidario: pone la ban- dera colorada al tope", Necesita de ello para propiciarse el sentimiento de la masa rural y de la clase popular de Montevideo, Esta actitud le da al Dr. Herrera ciertos con- tornos de caudillo. Domina al territorio con sus propias armas, pero por ello mismo est obligado a llevarlas. El Doctor Herrera, el principista Herrera, el intelectual He- rrera, se acaudilla", se agaucha" para poder dominar. No otra cosa significa la banderita al tope. El herrerismo pre- sidencial es el candombe" legalizado y con guante lila". El exclusivismo de crculo y de bandera de Herrera y abes habran de enfrentarlo a una creciente oposicin. Pero fue, SObretodo, la crisis internacional, con la conse- cuente cada del Banco Nacional", que puso al desnudo las contradicciones sociales pre-existentes: las clases po- pulares, la pequea burguesa y los pequeos propietarios rurales sufrieron el peor golpt: y sus antagonismos con la oligarqua patricia afloraron al primer plano. A travs del perodo de su sucesor, Juan Idiarte Borda, llegara la hora final de "los ltimos gentileshombres", El entronque de la nueva burguesa con los antiguos linajes; la presencia de nuevos tribunos de la "plebe" urbana; y la ltima revo- lucin del "pas criollo", interpretada por Aparicio Sara- via, marcaron su agona. l