La Historia Detrás Del Mito de Las Brontë

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La historia detrás del mito de las Brontë

Laura Ramos publica una biografía de Charlotte, Emily, Anne y Branwell en la que desmonta
algunos de los mitos de esta familia de genios
7 noviembre, 2019

Marta Ailouti

En 1847, cuando Emily Brontë publicó por primera vez su única


novela, Cumbres borrascosas, la crítica se escandalizó por aquella
historia que firmaba como Ellis Bell. “Los críticos de la época se
horrorizaron –explica la periodista y escritora argentina, Laura
Ramos-. Es –argumentaron- un libro pornógrafo, violento,
grosero, vulgar y monstruoso”. En septiembre de 1848 su
hermano Branwell murió. Poco después, en diciembre de aquel
mismo año, la propia Emily y más tarde, en mayo de 1849, Anne,
siguieron su trágico destino. Solo Charlotte consiguió sobrevivir a
todos los hermanos Brontë algunos años más. Ella fue la artífice de
un mito que, moldeado por su amiga y biógrafa Elizabeth Gaskell,
ha perdurado hasta hoy. La imagen de “tres pobres niñas
ignorantes que nunca conocieron el mundo, que fueron vírgenes y
que escribieron sus obras inspiradas bajo los influjos de esa
sociedad tan ruda en la que vivían, aisladas, en los páramos de
Yorkshire, al norte de Inglaterra”.
No fue del todo así. Diez años le ha llevado a Laura
Ramos deconstruir este mito que, cuenta, la propia Charlotte
decidió crear “por una decisión política familiar” para
“salvaguardar el buen nombre de las hermanas y para
pedirle al público que perdonara Cumbre Borrascosas y la
genialidad mortuoria e infernal de la novela”. Con más de noventa
notas bibliográficas y una extensa documentación, Infernales. La
hermandad Brontë (Taurus) es la biografía no autorizada de
Charlotte, Emily, Anne y su único hermano varón, Branwell. Un
viaje narrativa a través de aquel universo tan particular y genial
que los hermanos crearon durante su infancia en la casa parroquial
de Haworth, donde componían versos, cuentos y piezas de teatro
por los que desfilaban “reinos y batallas, crímenes, parentescos
dudosos y amores prohibidos”.
Con una educación de idas y venidas, en parte autodidacta, los
Brontë son retratados aquí como una peculiar familia con unas
gigantescas inquietudes intelectuales. “Los cuatro eran fanáticos
de Lord Byron –explica su autora-. Eran hijos de un párroco pero
tenían un nivel de lectura impresionante porque ya desde la
infancia leían el periódico más moderno, osado y culto de
la época, que era el Blackwood y a autores de la más alta
literatura como Wordsworth, Byron, Thomas de Quincey…”.

Patrick Brontë, un padre de familia con claroscuros

Huérfanas de madre, su padre, Patrick Brontë era un inmigrante


pobre irlandés que había logrado por sus propios medios formarse
en una universidad como Cambridge. Sacerdote anglicano,
“también había sido un joven sensible que amaba la
poesía. Él mismo escribía, tenía varios libros publicados,
muy malos, pero le atraía la literatura”. Retratado como un
hombre excéntrico, frío, distante con sus hijas y cruel, según ha
pasado a la historia, Ramos matiza su imagen en su libro. “Gaskell
decidió sacrificarlo a él en favor de su plan político de mejorar la
imagen de las hermanas. Su biografía fue el molde en el que se
inspiraron el resto de biografías que se escribieron después y todas
reprodujeron aquella imagen. Pero el padre, como todas las
personas, tenía muchas facetas”. Preocupado por el porvenir de
todas sus hijas, particularmente después de la muerte de su madre,
el sacerdote les procuró siempre una educación que fuera a ser para
ellas beneficiosa en caso de que él también faltara. Era la Inglaterra
del siglo XIX y las alternativas, escasas. Los únicos oficios a los que
una mujer formada podía aspirar eran al de institutriz o dama de
compañía.
"Patrick Brontë, el padre, había sido un joven sensible
que amaba la poesía. Él mismo escribía y se preocupó
de educar a todos sus hijos"
“Él enseñó a todos sus hijos, no solamente al hijo varón,
el latín. Y, de alguna manera, hubo un acuerdo político entre el
padre y la tía Elizabeth Branwell, que se trasladó a vivir con ellos,
en sacar a las niñas mayores de la rectoría”. Las cuatro –María,
Elizabeth, Charlotte y Emily- fueron enviadas entonces al colegio
de caridad, Cowan Bridge, que la propia Charlotte retrataría
en Jane Eyre años después. “Una vez que se publicó la novela –
explica Ramos-, empezaron a llegar cartas de antiguas alumnas que
acreditan la verdad del maltrato que recibían allí. El padre era un
protestante, era un pastor austero que proclamaba para sí mismo
una austeridad. A él no le parecía mal aquello, lo que no pudo ver
fue la crueldad y el abandono de las niñas”.
Como es conocido, fruto de su estancia en aquel internado, las dos
hermanas mayores, María y Elizabeth, murieron de tuberculosis.
“María les leía desde muy pequeña a los hermanos las historias de
los diarios, donde se contaban las victorias del duque de
Wellington sobre Napoleón Bonaparte. Y ella fue la fuente de
inspiración de toda la poética de los hermanos
después”. Tras la tragedia, las niñas volvieron a su hogar, en la
rectoría, donde pasaron cuatro o cinco años corriendo por los
páramos y alimentando aquel universo particular entre los mundos
fantásticos de Angria y Gondal. Después, a sus 14 años, Charlotte
fue de nuevo enviada a una escuela.
“Ella llegó entre el resto de niñas de familias burguesas de la época
y cuenta una de sus amigas que la vio bajar del coche y le pareció
una pequeña viejita, por la ropa completamente anticuada que
usaba. Todas las niñas del colegio estaban completamente
asombradas ante este personaje. Se reían de ella, se reían de
todo su aspecto y de su manera de hablar con aquel acento irlandés
pero pronto quedaron deslumbradas porque conocía a cada poeta o
escritor que se nombraba y sabía de memoria sus poemas.”.
Laura Ramos describe a la mayor de las Brontë como alguien
“físicamente extraña”. “Medía 1,40 y tenía la cabeza
desproporcionada con respecto al cuerpo. La señora Gaskell, su
amiga, decía que nunca se la podría considerar deforme. Con lo
cual ya estaba diciendo elegantemente que lo era un poco. El editor
del que se enamoró y que la invitó a viajar a Escocia dijo después
que no había estado enamorado de ella. Yo no lo creo, yo creo que
sí lo estuvo. Él estaba fascinado porque esta niña fue con su postizo
barato a una fiesta de Thackeray, que era el escritor más famoso de
la época, y ella, que era digna y honesta, criticó sus libros. Esta
pequeña mujer, que le llegaba a él al codo, lo retó con el
dedo en alto y el gigante, el gran escritor, temblaba ante
sus palabras”.
La temperamental Emily Brontë
Pero de todos los Brontë, si alguien era profundamente
temperamental era Emily Brontë. “Ella era cruel –señala
Ramos-. La familia entera era toda muy excéntrica. Una de las
amigas de Charlotte que fue a visitarla a Haworth en una ocasión
contó que en algún momento Emily empezó a jugar con unos
cangrejos que había encontrado, los martirizó y empezó a hablarles
de la dinámica del fuerte y del débil en el mundo del arte. La joven
quedó aterrada”.
"Emily Brontë tradujo a Homero y a Horacio del latín.
Además sabemos que traducía alemán y que lo
estudiaba mientras amasaba el pan en la cocina"
Profundamente inteligente, Emily conocía todos los mitos griegos.
“Tradujo a Homero y a Horacio del latín. Además sabemos que
traducía alemán y que lo estudiaba mientras amasaba el pan en la
cocina”. Pero no es este el único pasaje que recrea el fuerte y frío
carácter de la autora de Cumbres borrascosas. Entre los
documentos que se encontraron después a la escritora argentina le
llamó la atención un dibujo que retrataba a un hombre levantando
del suelo a un niño por el pelo con una mano mientras con la otra
lo azotaba. Al lado otro hombre golpeaba a otro en una fila de
cadáveres. En el mismo papel vemos además cómo Medea mata a
sus hijos y cómo otro personaje mitológico come carne humana.
“Osea Emily era Heathcliff. Ella misma castigó a su perro hasta
sacarle sangre una vez”, describe.
Su hermana Anne, en cambio, era todo lo contrario. “Ella era
exquisita, un personaje adorable, dulcísima, que escribió un libro
que la propia Charlotte censuró”. Autora de Agnes Grey, donde
contaba la vida de una institutriz, su segunda novela es
considerada el primer libro feminista en la
historia. Titulado, La inquilina de Wildfell Hall, cuenta la historia
de una mujer que abandona a un hombre con su hijo. “Algo inédito
en esa época. Ella lo mantiene sola con su trabajo, pintando
pequeños retratos y miniaturas y lo peor de todo, lo más blasfemo,
es que es feliz”.
Branwell, el gran olvidado
Pero, ¿y qué pasó con Branwell? Durante el primer esbozo
realizado por Charlotte, la mayor de los Brontë omitió la figura de
su hermano. “Lo omite porque era alcohólico, opiómano, y
lujurioso. Además, acababa de tener un amor adúltero
muy escandaloso y eso no le convenía”. Pero Elizabeth Gaskell sí
lo menciona en su publicación. Branwell, que llevó hasta el final la
imagen de poeta maldito y de ideal romántico, acabó
autodestruyéndose en su propia espiral, tristemente olvidado por la
historia. Para su biógrafa, el varón de los Brontë era “un gran
talento destruido por una mujer malvada”, su amante. “Así lo
plantea ella. Y así se siguió reproduciendo biografía tras biografía.
Planteándolo como una gran promesa destruida por las drogas y el
alcohol. No fue así. Él era un genio que escribía con la mano
derecha en griego y con la izquierda en latín. Era un niño prodigio
evidentemente”.
"Branwell era un genio que escribía con la mano
derecha en griego y con la izquierda en latín"
Artista frustrado, Branwell vivió sus años felices en un estudio que
le puso su padre. Fue allí donde se hace “amigo de un grupo de
escritores, poetas, escultores y pintores, y vive la vida romántica
que añoraba. Ser como Byron. Él lo era a un modo provinciano. Lo
era. Pero en algún momento el padre ya no pudo pagarle más y
tuvo que volver. Entonces empezó a tener empleos provisorios en
los que empezó a fracasar porque él siempre aspiraba a lo
máximo”.

Mientras tanto, sus hermanas fueron


prosperando. “Comprenden que no quieren trabajar de
gobernantas y que la única posibilidad es la literatura”.
Cuando la tía Elizabeth Branwell muere y les deja una pequeña
herencia, ellas lo invierten para publicar sus poemas pero deciden
no incluir los de su hermano, “que eran mucho mejores que los de
Charlotte y que los de Anne, aunque no que lo de Emily que es un
genio de la poesía”. Solo venden dos ejemplares. Esta es la primera
exclusión de Branwell, al que le ocultan estas ediciones. “Él fue
quien las incentivó para escribir novelas porque la poesía no vendía
pero no le invitaron a participar. Según lo que dijo Charlotte nunca
se enteró de aquello pero hay pruebas, que yo pongo en el libro,
que implicarían que tuvo que haberse enterado y que
aparentemente él interceptó correspondencia y abrió sobres de los
editores y los leyó. Es curioso porque en Haworth todavía hoy a
quien dice que fue él el que escribió Cumbres borrascosas”.

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