Para Qué Sirven Las Evaluaciones PISA
Para Qué Sirven Las Evaluaciones PISA
Para Qué Sirven Las Evaluaciones PISA
“PISA carece
completamente de
valor como guía
para mejorar la
enseñanza a nivel
de escuelas y de
países, y por tanto
de utilidad para los
docentes y para los
políticos”. Así de
contundente se
muestra Carabaña,
ante la
constatación de
que las pruebas de
este examen miden
capacidades muy
generales.
Capacidades que
dependen de la experiencia acumulada en toda la vida del alumnado, desde su
nacimiento. Por lo que, como incluso reconoce PISA en sus propias textos “si un país
puntúa más que otro no se puede inferir que sus escuelas sean más efectivas,
pues el aprendizaje comienza antes de la escuela y tiene lugar en una diversidad
de contextos institucionales y extraescolares”.
De ahí la inadmisible pretensión de la OCDE que busca utilizar PISA para “llevar las
políticas educativas en una dirección determinada”. No sólo porque las capacidades
que mide PISA dependen poco o nada de las escuelas, sino porque ni siquiera
dependen de los cambios pedagógicos y políticos que PISA propone. “Este fallo fatal
inutiliza completamente a PISA para su objetivo principal, ayudar a la mejora de las
escuelas y los sistemas educativos”, afirma este especialista. “No se trata de un fallo
secundario o accidental, sino de un fallo esencia, fatal, que convierte PISA primero en
un fracaso y, con el tiempo, en un fraude”.
Entonces por qué se sigue utilizando y dando publicidad. El éxito mediático y político
de PISA se debe a que los resultados se publican en forma de ranking o clasificación
mundial y un sector de políticos los utilizan para justificar sus reformas y atacar las de
sus contrarios.
Un total de 83 grandes expertos internacionales en educación enviaron una carta
al director del programa PISA, expresando su preocupación por la cada vez mayor
influencia que empieza a tener en las prácticas educativas en muchos países. Como
resultado de PISA, los países están reformando sus sistemas educativos,
buscando soluciones a corto plazo, con la esperanza de mejorar en el ranking, pese a
que la investigación muestra que los cambios duraderos en las prácticas
educativas necesitan décadas. Además, explican, al centrarse en un reducido
conjunto de aspectos susceptibles de ser “medidos”, PISA distrae la atención de los
objetivos educativos menos susceptibles o imposibles de ser medidos, tales como el
desarrollo físico, moral, cívico o artístico, reduciendo peligrosamente de este modo
nuestra imaginación colectiva en torno a lo que es o debería ser la educación.
Otro de los aspectos críticos que apuntan estos expertos es que, en tanto que
la OCDE es un organismo económico -a diferencia de la UNESCO o UNICEF-, está
naturalmente sesgada a favor del papel económico de las escuelas. Pero preparar a
los estudiantes para el empleo no es la única -ni siquiera la más importante- meta de
la educación pública. Señalan también que la OCDE se ha aliado para ello
con compañías multinacionales con fines de lucro listas para obtener beneficios
financieros de los problemas -reales o percibidos- que muestre PISA.
Sus críticos se preguntan por qué una empresa privada y con ánimo de lucro tiene
tanta influencia en el sistema educativo público. Diane Ravitch, profesora de
Educación de la Universidad de Nueva York, considera que estamos ante “la irrupción
de big data [grandes datos] en las escuelas”. Es una fórmula empresarial para
desarrollar apps, vender datos de estudiantes y hacer dinero, afirma. De hecho, el
capital riesgo ya se ha fijado en este mercado y está entrando a manos llenas en
compañías digitales de creación y evaluación de exámenes.