Leyenda Negra Por Olmedo
Leyenda Negra Por Olmedo
Leyenda Negra Por Olmedo
Basta un poco de curiosidad para indagar quiénes eran estos señores y la “leyenda dorada”
se viene al piso, quedando al descubierto el nexo de intereses imperialistas que los unía a la
Compañía del Ferrocarril de Panamá, a la Compañía Nueva del Canal (francesa) y a lo que
se jugaban en el Tratado Herrán-Hay. Todos ellos, incluyendo Arango y Amador Guerrero,
laboraban para dicha transnacional y tenían como su jefe y cerebro de la conspiración a
William N. Cromwell.
La leyenda dorada también “olvida” mencionar que Teodoro Roosevelt ordenó el arribo a
Panamá de hasta diez acorazados: Nashville, Dixie, Atlanta, Maine, Mayflower, Praire,
Boston,Marblehead, Concord y Wyoming. Ver la obra de McCullough (El cruce entre dos
mares) o la novela de Jorge Thomas (Con ardientes fulgores de gloria).
Les recomiendo a ambos leer las Memorias de Don Tomás Arias (1977, pág. 27) donde dice:
“Conservo en mi poder, inéditas y originales, las cuentas presentadas a la Junta de Gobierno
para su aprobación y finiquito por valor de DOSCIENTOS OCHENTA Y CINCO MIL
OCHOCIENTOS UN BALBOAS TREINTA Y TRES CENTAVOS ($ 285.801.33) por el señor
Eduardo Isaza, quien desempeñó el cargo de Intendente General del Ejército durante el
período de transición, en las cuales consta, por medio de recibos auténticos, las varias
erogaciones que hubo necesidad de hacer para pagar servicios prestados por algunas
personas que tomaron parte en el movimiento separatista”.
Como dicen los juristas: a confesión de parte, relevo de pruebas. Obsérvese que se habla de
“algunas personas”, sin restringirla a los miembros del ejército de Huertas. A los soldados y
oficiales se le pagó una suma inferior a ésta (ver obra de Ismael Ortega), lo que indica que
hubo civiles que también cobraron. A lo cual podemos agregar el análisis de las
incongruencias presupuestarias de los primeros meses de la nueva república, realizado por
Ovidio Díaz en las páginas 228-229 de su libro. Si esto no basta, leáse las Memorias de
Esteban Huertas donde acusa a Amador de intentar sobornarlo.
4. “No hay evidencias de un negociado con las acciones del Canal francés”. Tanto Julio
Linares, como el historiador Fernando Aparicio (En defensa del 3 de noviembre, inédito) se
empeñan en negar que hubo un negociado dirigido por Cromwell y un grupo de
norteamericanos que compraron en secreto gran parte de las acciones de la Compañía
Nueva del Canal, invirtiendo 3.5 millones de dólares, y obteniendo 40 millones de su
gobierno. Según ellos, carecen de crédito las evidencias presentadas en 1912-13 ante el
Congreso norteamericano (compiladas en The Story of Panama) por estar basadas en los
intentos difamatorios del periodista Henry Hall, y en el alegato del propio Cromwell ante una
corte francesa para cobrar sus honorarios por los servicios prestados a la Cía. Nueva del
Canal.
El problema que tienen Linares y Aparicio es que, como se puede ver en el libro de Ovidio
Díaz (copias fotostáticas), es que no estamos sólo ante la palabra de Hall, sino que existe
evidencia documental de puño y letra de Cromwell, tanto del Memorándum de Entendimiento
entre los especuladores de Wall Street (firmado el 25 de mayo de 1900), como un Estado de
Cuentas presentado por Isaac Seligman.
Además, constituye una evidencia circunstancial la propia secuencia de los hechos: el papel
protagónico de Cromwell, la Cía. del Ferrocarril y sus empleados; así como el apuro ilógico
de Teodoro Roosevelt de pagar 40 millones a la empresa “francesa” que se hubiera ahorrado
de esperar uno meses a que vencieran sus derechos, como sugirió el Congreso colombiano;
así como la obstinación de la “Cía. Nueva” en no pagar a Colombia ni un centavo de
compensación como establecía el Acuerdo Salgar-Wyse.
5. “Cromwell no intervino porque dejó plantado a Amador”. Este es otro mito sobre el que se
han gastado muchas páginas. Los hechos: junto a Amador viajó José G. Duque quien, a
través de La Estrella de Panamá fue el mayor defensor del Tratado Herrán-Hay. Duque fue
atendido primero por Cromwell, el cual le consiguió una cita inmediata con el Secretario de
Estado, John Hay; pero, tan pronto salió de la reunión fue a visitar a su amigo Tomás Herrán,
embajador colombiano, y le contó la trama separatista y la presencia de Amador en Nueva
York. ¿Por qué lo hizo? Tal vez como un doble juego, por si algo fallaba.
La visita de Duque a Herrán motivó que este último dirigiera una fuerte carta a Cromwell
advirtiéndole que los intereses que representaba en Panamá estaban en peligro si se
involucraba en promover la separación. Ello motivó al abogado a distanciarse de Amador, e
hizo llamar a su socio Bunau Varilla para tratar con el panameño. Aparentemente no se
molestó en explicárselo. Que Cromwell siguió moviendo los hilos de las marionetas detrás
del escenario queda probado por la participación de los directivos de la Cía del Ferrocarril en
los hechos (Beers, Shaler, Prescott).
6.“Todas las independencias han recibido apoyo extranjero”. Sí, pero hay independencias e
“independencias”. Una cosa es cuando una nación en proceso de conformación forja
soberanamente una política de alianzas internacionales para respaldarse, como Washington
con Francia o Bolívar con Inglaterra. Otra muy distinta es cuando una potencia desgaja un
pedazo de la nación que desea debilitar en función de sus intereses propios. Todos sabemos
que Martí luchó por la independencia de Cuba, pero fue derrotado, y que la Guerra de 1898
contra España por parte de EE. UU. no era en apoyo de la emancipación cubana, sino para
arrebatarle la isla al decadente imperio español poniéndola bajo su dominación.
El mapa del mundo del siglo XX es incomprensible si no se establece que muchos países y
fronteras nacionales fueron moldeados por las potencias capitalistas a su criterio, no
atendiendo a razones nacionales o históricas de los pueblos. Si no se entiende esto, no se
explican las guerras nacionales que siguen asolando al mundo: Yugoslavia, Ruanda,
Palestina, etc. Muchos países fueron creados artificialmente por motivos geopolíticos: Taiwán
frente a China; el fracaso del Congreso Anfictiónico de 1826 por mano norteamericana; el
fraccionamiento de Centroamérica en cinco pequeñas repúblicas bananeras. La separación
de Panamá de Colombia se produce en este escenario. En la obra de Terán se prueba cómo
las resoluciones de la Junta Provisional emanaban primero de Bunau Varilla.
7. “Panamá es una nación diferenciada de Colombia que intentó repetidas veces separarse”.
Hay quienes pretenden que Panamá es una nación desde hace 500 años (En los quinientos
años de la Nación panameña de Fermín Azcárate, Ricardo Ríos también). Este absurdo sólo
es posible si se ignora qué es una nación y no se le diferencia del concepto de estado. El
historiador F. Aparicio tiene este problema pues, además de deformar nuestro planteamiento,
termina señalando que Nueva Granada o Colombia fracasó como nación porque fracasaron
sus regímenes políticos, el liberal radical (1863-85) y el de la Regeneración (1885-1903).
Si entendemos por nación una comunidad cultural que se identifica con un pasado común, la
lengua, la religión, etc., hasta el siglo XIX fuimos parte de la nación hispana. En este sentido,
constituían y aún es así, naciones diferentes las culturas indígenas no asimiladas por la
cultura española. La ruptura definitiva de Hispanoamérica no quedó completamente
planteada hasta que el liberalismo español se negó, en las Cortes de Cádiz, a una reforma
política que diera plena igualdad a los nacidos allende el mar. Cada una de las repúblicas
hispanoamericanas son fragmentos de una gran nación que no llegó a constituirse por la
intervención de ingleses y norteamericanos, y el egoísmo de las oligarquías regionales.
Los llamados intentos separatistas de Panamá de Colombia a lo largo del siglo XIX ameritan
un estudio particular, que en parte hemos hecho en Estado, nación y clases sociales en
Panamá (Ed. Portobelo), porque nuestros historiadores han descontextualizado los hechos,
después de 1903, para ponerlos como supuestos prolegómenos del 3 de noviembre. La
mayoría de las llamadas “actas separatistas” no expresaban otra cosa que conflictos políticos
entre liberales y conservadores, federalistas y centralistas, comerciantes librecambistas y
artesanos proteccionistas, y no un conflicto nación oprimida versus nación opresora.
La historia como ciencia, y no como mero relato subjetivo, tiene como fundamento los
hechos, el acontecimiento (como diría Braudel). Y, como toda ciencia requiere que la
interpretación de los hechos esté verificada por los datos empíricos que, en este caso, se
materializan en los documentos y testimonios. Como decimos en la introducción de nuestro
libro, todas las afirmaciones que allí hacemos están fundamentadas en documentación
debidamente refrendada por historiadores cuya seriedad y prestigio no admiten duda:
McCullough, Duval, Lemaitre, Gasteazoro y otros, incluidos defensores de la leyenda dorada.
Rebatirnos requiere rebatirlos a ellos, y con documentos.
Que no estamos ante una visión “fundamentalista” o “ideológica” lo prueba que en torno a
estos hechos hay unanimidad entre personas de diversas posiciones políticas y sociales:
desde historiadores como los citados, que no tienen nada de “comunistas”, hasta el
conservador Oscar Terán, el banquero Ovidio Díaz o el trotskista Olmedo Beluche.
9. “Todos los panameños anhelaban la separación”. Este mito tan repetido sólo se explica
por la ignorancia. Algunos haciendo un despliegue imaginativo, sin fundamento documental,
aseveran que el apoyo masivo al liberalismo istmeño en la Guerra de los Mil Días expresaba
el respaldo al separatismo, Todavía nadie ha mostrado alguna proclama liberal en este
sentido. Por el contrario, como probamos en La verdadera historia…, Belisario Porras sí
escribió contra el Tratado Herrán-Hay y contra la separación de Colombia en mayo de 1903
(La venta del Istmo), y Victoriano Lorenzo ante el pelotón de fusilamiento rogó por la “unidad
de todos los colombianos”, según Jorge Conte Porras.
10. “Gracias a los próceres somos independientes”. El acontecimiento también puede ser
evaluado retrospectivamente por sus consecuencias históricas. ¿Cuál es el legado del 3 de
noviembre de 1903? ¿Un país independiente? No. Los próceres no nos legaron, ni siquiera,
una “independencia mediatizada”, como insisten sus defensores, sino un “protectorado”, es
decir una colonia controlada en todos los sentidos por Estados Unidos. Quien lo dude, que
repase el Tratado Hay-Bunau Varilla, refrendado por ellos, y el artículo 136 de la Constitución
de 1904.
¿Carecemos de pasado heroico y orgullo nacional? No. Pero el heroísmo y lo poco que
tenemos de “independencia” no lo obtuvimos de los gestores del 3 de noviembre, sino de los
verdaderos próceres que dieron su lucha, su sangre y su vida: los soldados de Coto de 1921,
los trabajadores del Movimiento Inquilinario de 1925, la juventud de 1947, de 1958
y 59, y sobre todo los Mártires de 1964. A ellos debemos homenajear.