Psicoligía Del Trabajo Social

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SELECCIÓN DE LECTURAS

PSICOLOGÍA PARA EL
TRABAJO SOCIAL

Compilador: Dr. Omar Torres Rodríguez

1
“Los hombres necesitan quien les mueva a menudo la
compasión en el pecho, y las lágrimas en los ojos, y les
haga el supremo bien de sentirse generosos: que por
maravillosa compensación de la naturaleza aquel que
se da, crece”
José Martí

2
INDICE

Introducción 4

Algunos fundamentos teóricos metodológicos de la Psicología 5

La personalidad: su formación y desarrollo. 20

Los grupos: espacios de expresión y subjetivación de valores 24

Conozcamos elementos de la personalidad necesarios para el trabajo social. 28

La atención a las personas que requieren de un tratamiento especial. 41

Autovaloración, autoestima y salud. 46

¿Podemos modificar actitudes? 55

Los grupos: Espacios de expresión y subjetivación de valores. 58

Un acercamiento psicológico a la familia: Su papel en la formación de valores. 66


Sentido psicológico de comunidad y participación comunitaria. Puntos de apoyo en el
76
contexto actual.
La conducta desviada. Apuntes necesarios para su estudio.
86
La conducta desviada en la vida cotidiana.
92
La educación como estrategia para el trabajo social.
99
Los valores en la juventud.
106
Los valores en la educación del presente y del futuro.
122
Apuntes necesarios sobre los valores
130
Sobre Educación Moral.
137

3
INTRODUCCIÓN

La presente Selección de Lecturas para el trabajo Social está dirigida a los


jóvenes que se formarán como trabajadores sociales de manera intensiva.
El texto está compuesto por artículos que fueron escritos por algunos de los
profesores que junto a otro nutrido grupo de colegas comparten la honrosa y
digna encomienda de contribuir a tu formación.
A cada uno de los que tuvimos la inmensa responsabilidad de llenar de
contenido estas páginas, nos animó más que el mero discurso teórico y su
posible impacto en el tratamiento conceptual, metodológico o práctico de la
disciplina que representamos, el hecho de que te pudiera ser de alguna
utilidad, no sólo durante el proceso de tu formación en la escuela, sino para
llevar a cabo la difícil, pero humana y noble tarea que se te confía como
trabajador social.
En el presente libro se abordan diferentes temas con los que nos proponemos
ampliar tus conocimientos psicológicos, por la connotación que tienen los
mismos para poder enfrentar desde una nueva perspectiva los nuevos retos del
trabajo social. Entre los contenidos tratados aparecen los siguientes: problemas
teóricos y metodológicos de la Psicología, los valores y otros aspectos
vinculados al proceso de formación y desarrollo de la personalidad,
resaltándose el papel que juegan los diferentes agentes de socialización en
dicho proceso; los grupos como espacios mediadores entre la sociedad y el
individuo; la educación como espacio de configuración de valores; educación
moral y aspectos vinculados con la labor del trabajador social como educador
de valores en la familia y en la comunidad.
Recuerda, un compendio de lecturas puede convertirse en el instrumento que
posibilita canalizar algún propósito bien intencionado; pero no todo depende del
material en cuestión, sino que depende mucho de la virtud de quien lo usa para
nutrirse de él y en cambio enriquecerlo con el altruismo de su obra. Es eso lo
que esperamos de ti, que agigantes el contenido de este material con el
engrandecimiento de tu obra social.

Dr. Omar Torres Rodríguez


Compilador

4
Algunos fundamentos teóricos metodológicos de la Psicología.

Dr. Omar Torres Rodríguez

“¡El que tiene imaginación, con qué facilidad saca de la nada un mundo!”.
Gustavo Adolfo Bécquer.

La Psicología y su objeto de estudio.

La Psicología como otras ciencias, surge ante la apremiante necesidad de


conocer y poder explicar desde una perspectiva científica el llamado mundo
espiritual del hombre, es decir, sus imágenes, sus sensaciones, sus
pensamientos, su voluntad, sus estados de ánimo, sus emociones y sus
sentimientos, entre otros.

A todos estos ¨fenómenos¨ que forman parte del mundo interno, espiritual o
subjetivo del hombre se les denomina PSÍQUICOS (el término ¨psiquis¨ del
griego ¨psiké¨ quiere decir alma). Todos ellos se manifiestan en forma ideal. Es
evidente, que la percepción que cualquiera de nosotros puede tener de una
computadora es algo totalmente diferente de la computadora real, del objeto
concreto que está sobre el escritorio; igualmente sucede con el recuerdo, por
ejemplo, el recuerdo de alguien que presenció las muestras de alegría y el
apoyo demostrado por los venezolanos cuando el regreso de Hugo Chávez al
Palacio de Mira flores el día trece de abril del 2002, es diferente de lo que
aconteció realmente en ese momento.

Dada la característica ideal que poseen los fenómenos psíquicos sólo podemos
identificarlos a través del comportamiento del sujeto. Por ejemplo, la imagen
que tú puedas tener de algo, ya sea un objeto o un hecho, a otros les resulta
imposible verla, tocarla o medirla como pudiera hacer un cirujano u otro
especialista con cualquiera de tus órganos internos, esto mismo sucede con tus
sentimientos o emociones, solamente es posible conocer la existencia de un
profundo sentimiento de amor de una persona hacia otra, por las acciones de
afecto que esta persona muestre.

Los fenómenos psíquicos han recibido varios nombres a través de la historia,


entre ellos, el de alma, espíritu, mente, conciencia, etc. En Psicología es
conveniente llamarlos SUBJETIVIDAD para referirnos a que ésta es una
propiedad de los seres humanos, la de poder tener un reflejo de la realidad.

5
Ahora bien, el reflejo es una propiedad esencial de toda la materia. En los
diferentes fenómenos y objetos se reflejan las influencias de aquello que tiene
alguna incidencia en ellos. Piensa en lo siguiente, ¿qué sucede a un objeto que
está cercano a otro que se está quemando?, de hecho llegarás a la conclusión
de que en el primero aumenta la temperatura porque éste refleja el calor
producido por el segundo. Algo parecido pasa en nosotros cuando al recordar
la imagen de un ser querido nos representamos toda una serie de
características propias de esa persona.

Existen diferentes tipos de reflejos, los reflejos físicos, los reflejos químicos y
los reflejos psíquicos; pero estos últimos (los reflejos psíquicos) son una forma
superior de reflejo, que se determina por la relación que se establece entre las
condiciones externas (objetivas) y las condiciones internas del sujeto. Esto
quiere decir, que lo psíquico está determinado por la relación activa que se
establece entre el sujeto y el medio. En el hombre, por ejemplo, la relación
activa que se establece con el medio social es lo que, fundamentalmente,
determina el surgimiento del nivel psicológico humano, es decir, la formación
de ideas, conceptos, emociones, sentimientos, etc.

Es conveniente aclarar que el reflejo psíquico no existió siempre, éste aparece


en determinado momento del desarrollo de los seres vivos siguiendo una línea
ascendente de evolución hasta culminar con la conciencia, que es considerada
como la forma superior de reflejo psíquico, que sólo existe en los humanos y se
crea y desarrolla de acuerdo a las influencias educativas y la actividad social
que el sujeto realiza.

Si tenemos en cuenta que la Psicología, estudia el mundo interno, subjetivo e


ideal del sujeto, o sea, los llamados fenómenos psíquicos y que éstos
constituyen el reflejo subjetivo del mundo objetivo en el sujeto, entonces, el
OBJETO DE ESTUDIO de la Psicología es la SUBJETIVIDAD.
Ahora bien, la subjetividad se manifiesta al nivel de la vivencia personal, o sea,
de cada persona. Pero hay situaciones en que la subjetividad trasciende lo
personal, lo individual y se manifiesta a nivel del hecho colectivo, por ejemplo,
cuando compartimos la vida en grupo, donde existe una meta común para
todos sus miembros, todo ello genera una subjetividad colectiva. También te
habrás dado cuenta, como en tú vida cotidiana te ocurren cosas e incluso
actúas, sin que medie en nada tú conciencia, o sea, actúas a un nivel
inconsciente. Todos estos niveles en los que se manifiesta la subjetividad
constituyen el objeto de estudio de la Psicología.

Los determinantes del objeto de estudio de la Psicología.

Ahora que ya conoces que el objeto de estudio de la Psicología es la


subjetividad, o sea, ese mundo psicológico, interno, conformado por los
llamados fenómenos psíquicos, seguramente te preguntarás ¿y qué hace
posible que exista y se conforme esa subjetividad de la que somos portadores
cada uno de nosotros? Esta interrogante ha sido respondida desde diferentes
enfoques psicológicos, pero el que resulta más acertado desde una posición
verdaderamente científica, es el que considera la subjetividad como
plurideterminada, o sea, que en su determinación influyen múltiples factores:

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Lo biológico: Se requiere de un sistema nervioso que posea las
características anatomo-fisiológicas del cerebro humano, esta es una condición
interna básica, sin la cual es imposible asimilar y asumir los comportamientos
humanos. Las manifestaciones externas del individuo dependen del nivel de
reflejo que éste tiene de la realidad y ello está en correspondencia con el tipo
de organización y el funcionamiento de su sistema nervioso.

Lo psicológico: Las influencias que el individuo recibe del medio no pasan a él


de manera directa y absoluta, sino, que éste las asimila a partir de sus
necesidades y motivos que lo regulan en su intercambio con el medio, como
puedes apreciar, es aquí donde entran a jugar su papel los componentes
psicológicos, evidenciándose así la autodeterminación del sujeto.

Lo histórico-cultural (social): Es a través de la interacción social que nos


apropiamos de la cultura y de las tradiciones que nos han legado nuestros
antecesores, en fin, aprendemos y adquirimos los comportamientos
típicamente humanos. Las condiciones de vida y educación son las que
garantizan que las potencialidades del individuo maduren y se conviertan en
capacidades actuantes. El ambiente (familiar, escolar, laboral, comunitario,
etc.) en el que se desarrolla el individuo incide de manera notable en la
formación de su personalidad.

Como puedes apreciar, en la determinación de la subjetividad intervienen


diferentes factores, pero, sin restar importancia a los demás, consideramos que
lo histórico-cultural (social) tiene un papel decisivo.

El siguiente ejemplo puede ser bastante ilustrativo y te ayudará a comprender


mejor lo antes planteado:

Este hecho, ocurrió en la India, a principios del pasado siglo, resulta que un
misionero tuvo noticias de que entre una manada de lobos se movían dos
sujetos que al parecer tenían figura humana. Se puso al acecho y,
efectivamente, para sorpresa de todos, se trataba de una niña de
aproximadamente 8 años, a la cual se le llamó Kamala, y un varón de algo más
de 1 año, a quien se le dio el nombre de Amala.

El misionero y su esposa rescataron a estos niños, que han pasado a la historia


con el nombre de “los niños-lobos”. Se dedicaron a estudiarlos y anotaron
cuidadosamente todas sus reacciones. Con afecto y paciencia intentaron
educarlos como seres normales.

Los niños fueron abandonados cuando eran muy pequeños, tal vez recién
nacidos. Crecieron en medio de la manada de lobos y fueron aprendiendo con
ella.

Kamala, a pesar de su edad, no hablaba; solamente emitía aullidos durante las


noches. Caminaba en cuatro patas, sus extremidades eran muy fuertes y
recubiertas de callosidades, como resultado de la forma de andar. Su rostro se
había deformado por el desarrollo de las mandíbulas y de los dientes por el

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hábito de comer carne como los lobos; no sonreía ni le gustaba estar entre las
personas. Rechazaba la luz del sol, por lo cual permanecía arrinconada
durante el día, hasta el anochecer en que salía y, con sus aullidos, llamaba a
los lobos, con los que convivió siempre y a los que no temía. Por el contrario, la
presencia de un niño le provocaba mucho miedo y lo mordía si se acercaba.
Ni el frío ni el calor parecían afectarle, no toleraba ropas ni zapatos, y dormía
desnuda y sin cubrirse, aunque hubiera frío.

Al principio, solamente se relacionaba con Amala; dormían entrelazados como


los cachorros. Durante el día se aislaban, porque ambos tenían una marcada
tendencia a la soledad.

El ¨hermanito¨ falleció un año después; Kamala reaccionó de forma singular, lo


tocaba y trataba de abrirle los ojos. Al final, después de varios intentos y sin
lograr resultado alguno, dos gruesas lágrimas cayeron de sus ojos. Fue la
primera vez que se le vio llorar.

La esposa del misionero se dedicó a enseñarla y educarla como a una


persona. Con mucha paciencia y amor logró, después de casi tres años, que
adoptara la posición erecta, pero cuando estaba en apuros volvía a caminar en
cuatro patas. Llegó a hablar, aunque su vocabulario nunca fue mayor de 50
palabras.

Adquirió algunos hábitos de alimentación; logró el control de sus esfínteres y


llegó a relacionarse con esta mujer que todos los días hacía algo para
ayudarla.
A pesar de los esfuerzos realizados, Kamala murió muy joven, 8 años después
de estar con su nueva familia.

¿Qué explicación científica se le pudiera dar a este hecho?

Este ejemplo nos demuestra, que si bien es necesario poseer un cerebro


humano para adquirir los modos de conducta que son propios de la especie
humana, ello no es suficiente, pues se requiere vivir en comunidad con otros
seres humanos para apropiarnos de la cultura que nos identifica como tal.

Cuando los humanos nacemos, una parte considerable de nuestro cerebro está
sin desarrollar; sin embargo, sí posee grandes potencialidades, las cuales le
permiten poder asimilar todo aquello que le transmiten las condiciones de vida
y educación. Por el contrario, los animales al nacer las estructuras del cerebro
ya están terminadas. La conducta animal se transmite por herencia, la
conducta humana no.

Las cualidades y los comportamientos típicos del ser humano se adquieren y


transmiten por medio de la herencia social. La experiencia del hombre es la
experiencia histórica y social asimilada y construida por él.

Tareas de la Psicología.

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Son varias las tareas que debe acometer la Psicología para dar respuesta
desde una perspectiva científica a las exigencias que la sociedad le plantea.

1. Una de las tareas de la Psicología se relaciona con el estudio de la


subjetividad en sus diferentes manifestaciones; y las condiciones en las que
transcurren los procesos orientados a su formación y desarrollo; individual,
grupal y social.

2. Otra tarea es, contribuir a la introducción de los conocimientos científicos de


la Psicología en la práctica de los diferentes tipos de actividad de las personas
(escolar, laboral, comunitaria, entre otras).

3. Estudiar los mecanismos fisiológicos que constituyen la base de la


subjetividad, pues sin el conocimiento de los mecanismos de la actividad
nerviosa superior es imposible comprender de forma correcta la subjetividad
humana y dominar los medios prácticos de su formación y desarrollo.
Cómo puedes apreciar, sólo hacemos referencia a cuestiones relacionadas con
algunas de las tareas de la Psicología. Sin embargo ella debe dar respuesta a
importantes problemas de índole teórico-metodológico y práctico. A unos,
desde la investigación científica y a otros, desde el desempeño profesional del
psicólogo.

La Psicología como otras ciencias tiene el propósito de transformar y mejorar la


calidad de vida de las personas, o sea, ayudar a su crecimiento y desarrollo
personal y social, de ahí su significación práctica.

Para ti, que te formas como trabajador social, conocer alguna de las tareas de
la Psicología es importante, porque te permite proyectar acciones que desde el
trabajo social se entroncan con los nobles propósitos de esta ciencia.
Las tareas que resuelve la Psicología conllevaron al surgimiento y desarrollo de
las llamadas disciplinas psicológicas particulares, algunas de ellas son:

La Psicología Clínica. Se encarga del estudio y el tratamiento de las


alteraciones y trastornos psicológicos de las personas.

La Psicología Deportiva. Se ocupa del análisis de las particularidades


psicológicas de la actividad deportiva, de los diferentes deportes y
competencias, el estudio de los procesos de percepción, atención,
pensamiento, de los procesos emocionales y acciones volitivas en relación con
las tareas del entrenamiento deportivo y la enseñanza de los ejercicios físicos y
el significado del deporte en el proceso de formación de los rasgos morales y
volitivos de la personalidad del hombre.

La Psicología Educativa. Se ocupa de estudiar lo relacionado con los procesos


de enseñanza-aprendizaje y la educación de la personalidad de los alumnos.
Lo relacionado con los procesos de asimilación de los conocimientos y la
formación de hábitos y habilidades a través de la enseñanza, así como lo
referido al grupo escolar, su dinámica e influencia educativa.

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Psicología Especial. Se ocupa del tratamiento de niños con retraso mental y
otras desviaciones, se lleva a cabo en escuelas e instituciones para estos fines.

Psicología del Arte. Estudia las particularidades psicológicas de la actividad


creadora en los diferentes tipos de arte (literatura, música, escultura, pintura,
etc.), la apreciación de las obras de arte y las influencias de éstas sobre el
desarrollo de la personalidad.

Psicología Organizacional. Se encarga del estudio de las particularidades


psicológicas de la actividad laboral, la organización del puesto de trabajo, la
planificación, la satisfacción y la motivación laboral, entre otros.

En todas estas ramas de la Psicología y en otras que no hemos mencionado,


está presente el trabajo profesional de los psicólogos, o sea, constituyen éstas
sus áreas de actuación. En cada una de dichas áreas y como parte de su
desempeño, el psicólogo lleva a cabo diferentes acciones profesionales, las
cuales son necesarias que conozcas, para que puedas en un momento
determinado, sugerir el uso de sus servicios a la población que así lo requiera o
apoyarte en él para el trabajo social que realizas, el psicólogo y tú pueden ser
magníficos colaboradores uno del otro, así pueden realizar investigaciones o
poner en práctica proyectos de trabajo social, entre otras tareas.
Las acciones profesionales del psicólogo se concretan en: a) prevención, b)
diagnóstico, c) orientación y; d) intervención.

Métodos de la Psicología.

Los métodos son el conjunto de procedimientos utilizados por las diferentes


ciencias para investigar su objeto, es a través de los métodos que se recopila
la información y se obtienen los datos sobre el objeto de estudio.

La Psicología dispone de un arsenal de métodos para investigar sobre su


objeto, debemos aclarar, que estos métodos no son privativos de la Psicología,
sino que ellos son utilizados también por otras ciencias.

No es nuestro propósito hacer un análisis detallado de todos y cada uno de


estos métodos, sino referirnos de manera general a algunos de ellos y detallar
más en aquellos casos, en que consideramos que te pueden ser de alguna
utilidad práctica para tú desempeño como trabajador social.

La Observación Científica

Este método por lo general sirve de base a los restantes. Entre las
características fundamentales de la observación científica están las siguientes:

a) Es el registro de los fenómenos que se estudian basándose en el


conocimiento sensorial de los mismos, o sea, lo que vemos y
escuchamos (expresiones verbales, movimientos expresivos, relaciones
con el grupo, comportamientos asumidos, actitudes, etc.).
b) Estos fenómenos se estudian en su proceder natural, es decir, el
investigador no interfiere o provoca lo que debe acontecer, debe esperar

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a que la situación se produzca. Esto quiere decir, que si nos interesa
observar por ejemplo, los niveles de participación de las personas en las
tareas comunitarias, debemos hacerlo en situaciones naturales, tales
como, reuniones de la junta de vecinos, labores comunitarias que han
sido convocadas, etc., las cuales transcurren sin control del investigador;
éste sólo observa y registra lo que le interesa, lo que le resulta
significativo. Aunque esto es relativo, porque en ocasiones el
observador ejerce cierto control sobre la situación en que ocurre el
fenómeno que se desea estudiar, por ejemplo, se crean situaciones en
las que los sujetos tengan que asumir en dramatizaciones u otras
simulaciones, comportamientos similares a los de la vida real. Es
importante destacar también, que la observación debe ser encubierta, de
manera tal, que los sujetos no se percaten de que son observados, para
no alterar el comportamiento normal de los mismos.
c) El registro del fenómeno que se observa debe ser orientado, organizado
y sistemático, ya que la observación siempre está relacionada con la
comprobación de una hipótesis o la solución de un problema. Cuando
nos referimos a que el registro debe ser orientado, organizado y
sistemático, quiere decir, que los aspectos a observar deben estar bien
definidos para que las anotaciones que se hagan sean lo más precisas
posibles, o sea, que el investigador debe tener claridad de lo que se
propone observar, de manera tal, que le permita registrar lo más
significativo e interesante de lo que sucede. Mientras más definidos
estén los aspectos que se quieren observar, más precisas serán las
anotaciones que se realicen. Además, para que las observaciones sean
confiables deben ser sistemáticas, repetidas, acumulativas, no basta con
los resultados obtenidos en una sola observación. Suele ocurrir que las
personas en un determinado momento asumen comportamientos o
actitudes que no son las habituales, las cotidianas; y si nos dejamos
llevar por esa sola ocurrencia, hacemos una valoración inadecuada de
esas personas.
d) Otra característica importante de la observación es la objetividad en la
toma de los datos. El observador no debe parcializarse en sus
descripciones, por ejemplo, relatar hechos llamativos y desatender otros.
Debe registrarlo todo con la mayor fidelidad posible, sin confundir las
descripciones o anotaciones con los comentarios o interpretaciones. Es
preciso tener en cuenta, que la observación es, lo que vemos y
escuchamos y la interpretación es, lo que pensamos sobre aquello que
registramos.

La observación científica se divide en diferentes tipos (la siguiente clasificación


es según el esquema de Horst-Berguer, tomado de Gato, I. y Muñoz, M.).

La observación propia: También se le conoce con los nombres de auto-


observación e introspección. Aquí el sujeto se observa a sí mismo, o sea, la
realiza el propio sujeto de la observación a partir de una guía elaborada para
estos fines.

La observación ajena: En este caso es el investigador el que realiza la


observación.

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La observación incluida o participante: El observador funciona como un
miembro más del grupo, participa en las tareas relacionadas con las conductas
que se propone observar.

La observación no incluida o no participante: El investigador observa desde


afuera, no realiza ninguna de las tareas del grupo, aunque le interesa
observarlas.

La observación abierta: En este caso el observador le comunica a los sujetos


que van a ser observados, o sea, ellos están conscientes de que son objeto de
observación.

La observación encubierta: Los sujetos no conocen que están siendo


observados.

La observación estructurada o estandarizada: Previo a la recogida de


información se elabora un sistema de categorías y sobre la base de las mismas
se van registrando las conductas observadas.

La observación no estructurada o no estandarizada: Los datos de la


observación se recogen a partir de una guía o esquema general, o sea, en este
caso el investigador sólo dispone de un conjunto de aspectos generales sobre
los cuales va a centrar su interés.

El experimento

El experimento es otro de los métodos que utiliza la Psicología, éste se


distingue de la observación porque aquí el investigador provoca el fenómeno
que desea estudiar.
Existen dos tipos fundamentales de experimentos: experimentos de laboratorio
y experimentos naturales.

El experimento de laboratorio: Se estudian los fenómenos de modo aislado,


en condiciones artificiales, no semejantes a las condiciones naturales.

El experimento natural: Este tipo de experimento se acerca bastante a las


condiciones en que normalmente ocurre el fenómeno que se investiga.
Una forma del experimento natural es el llamado experimento formativo.
Consiste en que a través del propio proceso de experimentación que se lleva a
cabo, se forman o se enseñan las cualidades o procesos que se investigan.

Para su realización se procede de dos maneras diferentes;

A) Se seleccionan dos grupos con características similares, a uno de ellos,


se le considera como el grupo control y al otro como el grupo
experimental. El grupo control no se somete al experimento. Los
resultados que se obtienen en el grupo donde se aplica el experimento
(grupo experimental) se comparan con el comportamiento de esta
misma situación en el grupo control.

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B) Se selecciona un grupo y antes de aplicarle el experimento se realiza un
estudio sobre el estado en que se encuentra la cualidad o proceso que
se quiere investigar, este mismo estudio se hace después de concluir la
aplicación del experimento. Ambos resultados, el del estudio inicial y el
final se comparan para determinar la efectividad o no de lo que se puso
en práctica de manera experimental.

Es necesario aclarar, que el hecho de no someter el grupo control a las


influencias de lo que se propone introducir como parte del experimento, no
significa en modo alguno, exclusión de este segmento de la población, téngase
en cuenta que esto se hace con fines investigativos, cuyo objetivo es
comprobar la efectividad en la práctica de aquello que es objeto de
experimentación, para después generalizarlo a otros contextos en caso de que
sea efectivo.

La observación y la experimentación son los métodos fundamentales de la


Psicología como ciencia. Existen otros a los que se les considera como
métodos auxiliares, entre ellos tenemos los siguientes:

Análisis de los productos de la actividad

En este caso, más que la observación de la actividad del sujeto, lo que nos
interesa son los resultados, o sea, los productos logrados por él en el
transcurso de una actividad concreta. Se hacen a veces siguiendo las
orientaciones del investigador y otras a partir de una idea propia del sujeto.
Estos pueden ser dibujos, cuentos, construcciones, composiciones artísticas,
confección de objetos y otros, que son construidos o confeccionados por las
personas.

A través del análisis de los productos de la actividad se puede obtener


información sobre diferentes aspectos de la personalidad: sus intereses e
inclinaciones, laboriosidad, dominio de habilidades, nivel intelectual y de
creación, entre otros.

Los trabajos que son presentados a los concursos que convocan las
organizaciones sociales y otras instituciones de la comunidad o fuera de ella,
pudieran ser analizados y tomarse en cuenta como parte de los resultados de
alguna investigación que se esté llevando a cabo dentro de esa comunidad, o
se pudiera también, promover la participación en un determinado concurso
para obtener información sobre algo que nos proponemos investigar.

Los tests

Son pruebas que consisten en un sistema de tareas, preguntas, etc.,


seleccionadas, que aplica el psicólogo para evaluar a los sujetos en aspectos
como: cualidades de personalidad, habilidades, intereses, atención, memoria,
nivel de desarrollo intelectual, etc., a partir de normas establecidas
previamente.

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En dependencia del área que se pretende evaluar, existen diferentes tipos de
tests, entre ellos: los tests intelectuales, los tests para investigar rasgos del
carácter, etc., éstos pueden aplicarse de diferentes maneras, en forma de
cuestionarios, juegos de construcción, solución de problemas y otros.

La aplicación de los tests y sobre todo, su interpretación, requieren de una


adecuada preparación, es por ello, que sólo deben ser utilizados por los
especialistas.
Si como trabajador social detectas en alguna persona la presencia de una
problemática que pudiera estar relacionada con la competencia profesional del
psicólogo, debes convencerla y propiciar que la misma acuda a recibir sus
servicios.

Los cuestionarios

El cuestionario consiste en un conjunto de preguntas (impresas y que son


elaboradas previo a su aplicación) respecto a una o más variables a medir. El
cuestionario nos posibilita conocer las opiniones, los criterios, las valoraciones
y otros hechos a partir de las respuestas emitidas.

De acuerdo al procedimiento que se utiliza para su administración o aplicación,


los cuestionarios se clasifican en diferentes tipos:

A. Cuestionario Auto administrado: En este caso, el cuestionario se proporciona


directamente a los respondientes. No existen intermediarios, las respuestas las
marcan ellos. Para su realización el investigador debe ir hasta el lugar donde
las personas realizan sus actividades habituales. Por ejemplo, si los
respondientes fueran una muestra de estudiantes de la Universidad
Bolivariana de Maracaibo, se acudiría a ellos y se les entregarían los
cuestionarios. En este caso, los estudiantes se auto administrarían el
cuestionario, (leerían las instrucciones y responderían el formulario de
preguntas).

B. Cuestionario auto administrado y enviado por correo postal, electrónico o


servicio de mensajería: como su nombre lo indica, en este caso se adopta el
procedimiento de enviar el formulario de preguntas a los que van a ser
encuestados a través del correo u otros medios. Los respondientes contestan
directamente el cuestionario, ellos marcan o anotan las respuestas, no hay
intermediario. Pero en este caso, no sucede como en el anterior, pues aquí los
cuestionarios no se entregan directamente a los respondientes, o sea en
¨manos propias¨. Te habrás percatado que en este tipo de procedimiento no
hay retroalimentación inmediata, por tanto si los sujetos tienen alguna duda no
se les puede aclarar en el momento.

En estos dos primeros tipos de cuestionario (en el que no existe intermediario y


es el propio sujeto el que se auto administra el cuestionario) es necesario que
tengas en cuenta, que existen personas para las cuales esta modalidad es
inapropiada, entre ellas, personas analfabetas o que tienen dificultades para la
lectura o niños que todavía no leen de forma adecuada. En tal caso, si se

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considera que la información de estas personas es muy necesaria se puede
acudir a otras vías para obtener la misma.
C. Cuestionario por entrevista grupal: En este caso un entrevistador aplica el
cuestionario a los respondientes (entrevistados). El entrevistador en la medida
que va haciendo las preguntas debe ir anotando las respuestas. Las
instrucciones son para el entrevistador. Por lo general, participan varios
entrevistadores, quienes deberán estar capacitados en el arte de entrevistar y
conocer a fondo el cuestionario, en ningún caso deben influir en las respuestas.

D. Cuestionario por entrevista telefónica: Esta forma es similar a la anterior,


sólo que la entrevista no es ¨cara a cara¨ sino a través del teléfono. La
entrevista se hace a través del teléfono.

E. Cuestionario grupal: Se le aplica a un determinado grupo, con el que se


debe acordar previamente el lugar y la hora. Se responde en presencia del
investigador quien da las instrucciones y hace las aclaraciones que son
necesarias y los recoge una vez concluidos.

Algunas recomendaciones para la administración del cuestionario, en


dependencia del contexto

Cuando se trata de personas analfabetas, con niveles educativos bajos o niños


que apenas comienzan a leer o no dominan la lectura, la forma más
conveniente de administración de un cuestionario es por medio de la entrevista.

Con aquellos trabajadores de niveles de lectura básica sería efectivo utilizar


entrevistas o cuestionarios autos administrados sencillos que se apliquen en
grupos con la asesoría de investigadores, entrevistadores o supervisores
capacitados.

En ciertos casos, al tratarse de ejecutivos u otras personas muy ocupadas que


les resulta
Difícil dedicar más de 20 minutos a un mismo asunto se pueden usar
cuestionarios auto administrados o entrevistas telefónicos. Con estudiantes
suelen funcionar los cuestionarios autos administrados.

Con independencia de la forma de administración que se utilice, siempre debe


haber uno o varios supervisores que verifiquen que los cuestionarios se están
aplicando correctamente. En aquellos casos en que el cuestionario es aplicado
de forma masiva suele denominarse ENCUESTA.

Si se utiliza la entrevista telefónica es necesario tomar en cuenta el horario que


sea más efectivo para constatar con las personas que deseamos entrevistar.
No debe durar mucho tiempo.

En el caso que el cuestionario sea enviado por correo o es auto administrado


directamente, las orientaciones deben ser muy precisas, claras y completas. Se
deben brindar instrucciones que motiven al respondiente para que continúe
respondiendo el cuestionario, por ejemplo, le indicamos ¨sólo unas preguntas
más¨ o ¨finalmente quisiera que…¨

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Cuando se trata de una entrevista personal, es importante tener en cuenta el
lugar donde se realizará la misma, pues las respuestas a veces están
condicionadas por el sitio donde se realizan las preguntas. Éstas requieren de
una atmósfera apropiada, el entrevistador debe ser amable y hacer todo lo
posible por generar confianza en el entrevistado. Es indispensable que la
persona entrevistada se concentre en la pregunta y que esté lo más relajada
posible, sin grandes tensiones o preocupaciones. Al finalizar la entrevista, el
entrevistador o los entrevistadores deben hacer un informe donde se detallen
aspectos como: si el sujeto se mostró sincero, dispuesto a cooperar, el tiempo
que duró la entrevista, el lugar o las condiciones donde se realizó la misma,
etc.

Las preguntas de los cuestionarios pueden agruparse en diferentes tipos:

Según el grado de libertad de las respuestas:

Preguntas abiertas: Dan completa libertad al respondiente para que se


exprese, éste puede exponer todo lo que cree y siente respecto a lo que se le
pregunta, no delimitan de antemano las alternativas de respuesta, por lo cual el
número de categorías de respuesta es muy elevado; en teoría es infinito.

Preguntas cerradas: Al contrario de las preguntas abiertas, en éstas se limita


las posibilidades de respuesta, ya que contienen categorías o alternativas de
respuesta que han sido delimitadas. Es decir, se presentan a los sujetos las
opciones de respuesta y ellos deben circunscribirse a las mismas. Las
preguntas cerradas pueden ser: dicotómicas, cuando sólo admiten dos
alternativas de respuestas, o politómicas cuando se admiten más de dos
alternativas de respuestas. Vamos a ejemplificar ambos casos.

¿Qué resulta más conveniente usar preguntas cerradas o abiertas?

Es preciso tomar en cuenta que cada cuestionario obedece a diferentes


necesidades y problemas de investigación, esto conlleva a que en cada caso
específico el tipo de preguntas sea diferente, depende en cierta medida del
objetivo que se propone el investigador. En ocasiones se incluyen en el
cuestionario sólo preguntas cerradas, otras veces sólo preguntas abiertas y en
ciertos casos los dos tipos de preguntas, todas ellas tienen sus ventajas y sus
desventajas.

La decisión de elegir un tipo u otro de preguntas para el cuestionario depende


de ciertos factores como son: el grado en que se puedan anticipar las posibles
respuestas, los tiempos de que se disponga para codificar y; si se quiere una
respuesta más precisa o profundizar en un determinado aspecto.

Algo de suma importancia y que debes considerar siempre a la hora de


elaborar un cuestionario es, que analices variable por variable, qué tipo de
pregunta o preguntas pueden ser más confiables y válidas para medir cada una

16
de ellas, de acuerdo con la situación del estudio que te propones realizar
(planteamiento del problema, características de la muestra, etc.).

Según la función que realiza la pregunta en el cuestionario:

Preguntas de filtro: Tienen el propósito de indagar si el respondiente conoce o


no sobre la materia sobre la que se quiere recoger su opinión o criterio.

Preguntas de contenido: Son todas aquellas que están relacionadas


directamente con los indicadores que se manejan en la hipótesis de la
investigación o también, las que se orientan a obtener información
complementaria o datos sobre el respondiente y que son de interés para el
investigador.

Preguntas de control: Están dirigidas a comprobar la veracidad de las


respuestas que dan los respondientes sobre alguna pregunta del cuestionario.
Para ello, se hace una pregunta sobre algún tema y posteriormente se le
pregunta sobre eso mismo pero cambiando la forma de preguntar. Después se
comparan las respuestas emitidas entre sí y se puede comprobar la veracidad
o no del respondiente al responder la pregunta formulada.

Según el contenido o la naturaleza de lo preguntado:

Preguntas subjetivas: Están dirigidas a obtener información sobre aspectos


subjetivos de la persona, (necesidades, motivos, intereses, aspiraciones,
niveles de satisfacción, etc.).

Preguntas objetivas: A través de las mismas se buscan datos o información


que son independientes de la subjetividad del sujeto, o sea, no tienen nada que
ver con la voluntad, los puntos de vista, motivos o intereses de los sujetos.

Exigencias básicas para el diseño de un cuestionario

1. Debes partir de la hipótesis, y dentro de ella, de los indicadores de cada


variable. Una vez que tienes seleccionados los indicadores, éstos se traducen
en preguntas específicas para el cuestionario.

2. Se debe establecer la demanda de cooperación. ¿Qué es la demanda de


cooperación? Esta, no es más que la solicitud que hace el investigador a los
encuestados para que se dispongan a brindar la cooperación necesaria al
aportar los datos que se le solicitan. La demanda puede adoptar diferentes
modalidades o formas; a) puede ser como especie de una carta que se les
envía a las personas antes de aplicarle el cuestionario, b) puede hacerla el
encuestador en el momento que se presenta, previo al inicio de la aplicación
del cuestionario y c) puede aparecer plasmada en la primera hoja del
cuestionario.
En todos los casos, en la demanda de cooperación se debe explicar el valor
que tiene la información que se le pide, el uso confidencial de la misma por
parte del investigador y finalmente se le agradece por la información que nos
pueda brindar y el tiempo dedicado para responder el cuestionario.

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3. Las preguntas deben ser claras y precisas, o sea, la terminología utilizada
debe ser comprensible para los respondientes a los que se les aplica el
cuestionario, no se deben plantear dos preguntas en una, la pregunta nunca
debe formularse en forma negativa. Algunos ejemplos al respecto, ¿ve usted
televisión? Es una pregunta confusa pues no delimita cada que tiempo, sería
mucho mejor especificar: ¿acostumbra usted a ver televisión diariamente? o
¿cuántos días durante la última semana vio televisión? Y después preguntar
otros datos como, los horarios, canales y contenidos de los programas. La
pregunta ¿acostumbra usted ver televisión y escuchar radio diariamente?
expresa dos aspectos y puede llevar a confusión. Es mejor dividirla en dos
preguntas, una relacionada con la radio y otra con la televisión

4. las preguntas formuladas no deben exigir mucho esfuerzo de la memoria, en


caso de que esto sea imprescindible, debe ser el mínimo necesario.

5. Las preguntas no deben ser tendenciosas, o sea, no deben concebirse de


forma tal que lleven al sujeto a responder de una manera determinada (inducir
la respuesta) o que lo predispongan o incomoden ante la pregunta que se le
formula. Por ejemplo, ¿considera usted a Rafael Miranda el mejor candidato
para dirigir nuestra brigada?, es una pregunta tendenciosa, induce la
respuesta. Igual ocurre con la pregunta ¿los estudiantes venezolanos son muy
aplicados? Sería conveniente en su lugar preguntar, ¿qué tan aplicados
considera usted, en general, a los estudiantes venezolanos. Respecto a las
preguntas que tienden a incomodar al respondiente, se puede ilustrar mediante
los siguientes ejemplos, ¿acostumbra a consumir algún tipo de droga? Esta
pregunta tiende a provocar rechazo. Es conveniente preguntar, ¿algunos de
sus amigos acostumbran a consumir algún tipo de drogas? Y después utilizar
preguntas sutiles que indirectamente nos permitan conocer si la persona
acostumbra a consumir drogas.

6. Siempre que resulte necesario tratar aspectos controvertidos o


embarazosos, las preguntas deben elaborarse de forma tal que no constituyan
un conflicto para la persona.

7. Al final se debe incluir una pregunta que recoja la impresión del interrogado
respecto al cuestionario.

¿Cómo deben ser las primeras preguntas de un cuestionario?

Es preciso, en la mayor parte de los casos iniciar con preguntas neutrales o


fáciles de contestar, para que el respondiente vaya adentrándose en la
situación. No es recomendable comenzar con preguntas difíciles o muy
directas. Imagina que el cuestionario esté enfocado a obtener opiniones sobre
el aborto y que la pregunta inicial sea la siguiente. ¿Está de acuerdo conque se
legalice el aborto en este país? Como es lógico, tal procedimiento está llamado
al fracaso.

Es aconsejable comenzar con preguntas demográficas sobre el estado civil,


sexo, edad, ocupación, nivel de ingresos, nivel educativo, religión, etc.

18
Tener en cuenta a la hora de construir un cuestionario, cuáles son las
preguntas ideales para iniciar el mismo, es de crucial importancia para el éxito
del mismo.

En este último acápite del texto, hemos hecho referencia a un conjunto de


métodos que son utilizados por la Psicología. Algunos de ellos pueden ser
también utilizados por ti para el conocimiento más preciso de la realidad que te
propones investigar. Ahora bien, te sugerimos, que antes de su utilización
práctica te cerciores de que dispones de la claridad necesaria, tanto para la
aplicación de los mismos, como para la recogida o recopilación de la
información y la interpretación de los datos obtenidos.

Es preciso que consideres además, el nivel de pertinencia y validez del


instrumento seleccionado o confeccionado por ti. Para ello puedes apoyarte en
los diferentes especialistas que existen dentro de la comunidad o próximo a
ella. Busca el apoyo necesario en cada caso, pide colaboración.

Recuerda siempre que el trabajo interdisciplinario es muy importante, sobre


todo, en el abordaje de los fenómenos sociales. En el caso particular del
trabajo social esta particularidad se acrecienta a partir de la misión que tiene el
mismo en las circunstancias actuales y además, por los propios procedimientos
metodológicos a través de los cuales, se identifican o abordan las
problemáticas existentes en la comunidad o en cualquier otro contexto donde
éste se realice.

Bibliografía:

Colectivo de Autores.: Psicología General 1. Editorial Pueblo y Educación,


Ciudad de la Habana, 1979.

Colectivo de Autores.: Psicología (lte) Editorial Planeta, Moscú, 1990.

Corral, R.: La Psicología: ciencia y profesión. En Castellanos, R. (comp.),


Psicología. Selección de Textos. Editorial Félix Varela, La Habana, 2003.

Fernández, L.: Determinantes en el origen y formación de la personalidad. En


Castellanos, R. (comp.), Psicología. Selección de Textos. Editorial Félix Varela,
La Habana, 2003.

Gato, I. y Muñoz, M.: Métodos y técnicas de la investigación social. En Urrutia,


L. (comp.), Sociología y Trabajo Social Aplicado. Selección de lecturas.
Editorial Félix Varela, La Habana, 2003.

González, F. Psicología.: Principios y categorías. Editorial Pueblo y Educación.


Ciudad de La Habana, 1989.

Thorndike, R.L. y Hagen, E.: Tests y técnicas de medición en psicología y


educación. Editorial Trillas, México, DF., 1980.

19
La personalidad: su formación y desarrollo.

Lic. Ayelexi Calcines Rodríguez

“Yo no quiero más que una mano una mano herida, si es posible yo no
quiero más que una mano aunque pase mil noches sin lecho”.
Federico García Lorca

En el tema que se desarrolla a continuación, podrás profundizar en el hombre


como centro u objeto de estudio de esta ciencia que apoya en gran medida la
labor de los trabajadores sociales. Algo fundamental, que ha de tenerse en
cuenta en este sentido, es la existencia de múltiples diferencias que se ponen
de manifiesto entre una persona y otra; lo que implica que el trabajo a realizar
en la sociedad ha de estar basado en las individualidades; para que realmente
responda a las necesidades de cada una de las personas hacia las que este
vaya dirigido.
Para lograr esto es importante conocer cómo surge la individualidad.

La relación individuo–sociedad y su influencia en el desarrollo de las


características personales del hombre
El hombre de una manera u otra está en constante relación con el medio social
que lo rodea: los compañeros de clase, de trabajo, los vecinos de la comunidad
en la que se vive, etc. En fin, con todas aquellas personas con las cuales
comparte momentos de su vida diaria.
Mucho de estas relaciones, queda en nosotros, lo que se convierte en parte
esencial de nuestras maneras de comportarnos con respecto a los demás,
aunque siempre se mantiene presente un componente individual, que se refleja
en cómo percibimos la realidad, cómo la comprendemos, la enfrentamos y
aprendemos de ella. En fin, existe una estrecha relación entre el individuo y la
sociedad, la que se convierte en el espacio, a partir del cual, el individuo
asimila conocimientos, formas de comportamiento, etc.; los que adecua a su
propia singularidad y luego las refleja en sus sucesivas interacciones con el
medio que lo rodea.
Esta particularidad de los seres humanos surge de varios elementos que, al
organizarse, conforman lo que en Psicología se denomina como subjetividad,
entendiéndose esta como la experiencia propia, exclusiva, que cada sujeto
vivencia; y que, al ser tan rica y compleja, es difícil de expresarse claramente
en el lenguaje. Se puede decir entonces que la realidad que nos rodea, existe
en nosotros a manera de imágenes y sentimientos, siempre marcados por un
sello distintivo que es único en cada cual.

20
Un ejemplo claro de esto se refleja en cómo las personas entienden o asumen
una misma experiencia; y lo que para algunos representa una experiencia
traumática y angustiante, para otros no es más que una salida lógica y reflexiva
de una situación que ha de resolverse de la mejor manera posible. Situaciones
de este tipo se evidencian ante un divorcio, un cambio de escuela, de hogar,
etc.
De manera general estamos hablando de varios componentes importantes, que
al relacionarse e influirse entre sí, hacen que el hombre se distinga como un
ser social: lo biológico, lo social y lo psicológico. Son tres factores que forman
parte del proceso de surgimiento y desarrollo de estas cualidades que hacen
singular a cada sujeto, siendo cada uno tan importante y necesario como el
otro.
¿Cómo se refleja cada uno de estos factores?
El factor biológico está en cada uno de nosotros desde el momento mismo de
la concepción y se hace palpable cuando se perciben en el recién nacido una
serie de funciones biológicas primarias o instintivas. De ellas, una de las más
importantes es la que está asociada con el papel del cerebro, como
posibilitador del desarrollo de procesos psíquicos en el hombre. Si bien es
importante que este órgano esté sano y en condiciones de desarrollarse, es
indispensable además que exista una interacción del individuo con la sociedad,
que contribuya a este desarrollo.
Deben estar presentes en el contexto que rodea al recién nacido, una serie de
estímulos sociales que paulatinamente permitan la inserción de este en el
mundo de las relaciones sociales. Adquiere, de esta manera, un carácter
trascendental el medio socio-cultural o el factor social que rodea al niño e
influye en este, al convertirse en el espacio donde se depositan los
conocimientos y afectos necesarios para el crecimiento de un individuo que
comienza a vivir en sociedad.
Es precisamente en el seno de la familia como institución social, donde el niño
recibirá los primeros estímulos sociales y los primeros patrones de
comportamiento, lo que definirá en gran medida su manera de pensar, de ver la
vida, así como su comportamiento futuro; todo esto reflejado en las
características que lo distinguirán como individuo.
Es importante señalar, que estas características no aparecen de una sola vez
ni con la complejidad que llegan a alcanzar en determinadas edades, sino que
van surgiendo en la medida en que los estímulos sociales se complejizan en el
sistema de relaciones sociales en el que cada sujeto esté insertado. La
expresión de estas características no es lineal ni absoluta, pues el niño tiene
necesidades y motivos que median el aprendizaje social. Es así, que aparece
el factor psicológico, para conformar junto a lo biológico y lo social, la tríada
que hace posible que aparezca un sistema complejo y organizado de
subjetividad que en Psicología se denomina personalidad.
Estas necesidades y motivos responden a los elementos psicológicos menos
complejos de la Personalidad, que se organizan en niveles sucesivos
cualitativamente superiores (ideales, concepción del mundo, proyectos de vida,
etc.) para materializarse luego, de alguna manera, en el comportamiento. En
esta organización, también se pone de manifiesto el carácter individual de cada

21
ser humano, pues existen tantas formas de organización de estos contenidos
como sujetos haya. Incluso en una misma persona, esto varía según la
situación social en la que esté insertado y las experiencias por las que haya
pasado.
Es importante entender, que la aparición de la personalidad no depende de uno
de estos factores por separado; sino que es el resultado de una mutua
influencia entre ellos.
Por ejemplo, asumir lo biológico como factor exclusivo determinante, eximiría a
lo social y a lo psicológico de sus funciones y efectos en el proceso; y además
nos alejaría de una concepción que incluya la posibilidad de cambio, de
corrección y desarrollo en el mismo. No quedaría nada por hacer en función del
mejoramiento humano, nos estancaría en el viejo proverbio: lo que nace torcido
así se queda; y por tanto se haría innecesaria la tarea de aquellos que trabajan
en función del cambio social y se convierten así en mediadores de la
transformación social: educadores, trabajadores sociales, médicos, etc.
El hombre no sería un ser social si no asimilara, de las relaciones sociales en
las que se inserta, los elementos suficientes para contribuir decisivamente en
la conformación de su propio yo, es decir, de su personalidad.
Esta afirmación introduce una visión, de un proceso de desarrollo lleno de
responsabilidades para todos los que de una manera u otra constituyen fuentes
de interacción y de experiencia acumulada: familiares, profesores, vecinos;
responsables todos, de la educación de los que comienzan a formarse como
sujetos sociales.
Aparece así una dimensión histórica que ha de tenerse en cuenta al reflexionar
sobre el surgimiento y el desarrollo de la personalidad en el hombre. En este
proceso cada sujeto es protagonista de su historia de vida, la que se irá
construyendo en la medida en que se vaya insertando en la sociedad; esta
asimilación de experiencia estará mediatizada por el tipo de estructura social,
por la idiosincrasia de esta así como por el momento histórico concreto que se
está viviendo.
Esto es fácil de entender cuando, por ejemplo, se ve en cada producción del
hombre (el arte en general, estereotipos, valores, etc.), el reflejo del momento
histórico que está teniendo lugar, siendo diferente entre países e incluso dentro
de un mismo país. Un reflejo de ello es la variedad de cultura y el lenguaje, así
como el contenido del arte. La expresión del sentir del hombre después de los
mayores conflictos de la humanidad así como de los mayores adelantos de la
ciencia y la técnica, se ven expresados en la pintura, la música, la escultura,
etc.; como ejemplos palpables de lo antes mencionado.
Por otra parte no se pueden obviar aquellas funciones que han ido apareciendo
como resultado de la interacción entre lo biológico y lo social, pues estas irán
condicionando las futuras interacciones entre esos dos factores. Es decir, las
formaciones psicológicas que van apareciendo, se convierten en un elemento
mediador constante, de la relación individuo-sociedad.
De esta manera, una situación social no será nunca igual para una misma
persona en diferentes momentos de su vida, así como una misma situación no
tendrá el mismo significado para varias personas que la vivencien, pues

22
dependerá de la forma individual en que perciben la vida, de su idiosincrasia,
las experiencias que hayan vivido, etc.

Ahora bien, ¿cuándo se puede hablar de que aparece concretamente la


personalidad?
Se habla del surgimiento de la personalidad cuando el niño comienza a
diferenciarse de los demás, aparece la utilización de pronombres personales
(tú, yo, etc.) en su vocabulario, defiende su espacio, se comporta con rebeldía,
quiere hacer las cosas independientemente, etc.
Estos comportamientos que demuestran la existencia de la personalidad, son el
resultado de la organización e interacción de procesos psicológicos más
simples que van ganando en complejidad con cada interacción individuo-
sociedad; para seguir transformándose en la medida en que aumentan las
interrelaciones sociales. Es decir, no se nace con personalidad, sino que esta
se adquiere y se va transformando a partir de los vínculos sociales que se van
estableciendo.
Este proceso de transformación es constante, pues de cada situación que el
niño vivencia aprende algo. El hombre sólo deja de aprender y de incorporar la
realidad a su vida, cuando deja de existir.
A pesar de esto, el niño, el joven o el adulto se caracterizarán por tener
determinados componentes que no variarán en ese proceso constante de
cambio o transformación; y es por ello que podemos hablar de personas que se
distinguen por ser optimistas, pesimistas, extrovertidas o introvertidas, etc. A
esta estabilidad se le conoce como identidad personal y siempre acompaña al
sujeto en cada una de las relaciones que establece.
Es importante también señalar que, dada la complejidad de la naturaleza de
estos componentes que conforman la personalidad (lo subjetivo), se hace difícil
que esta se exprese linealmente en el comportamiento del hombre; pues no
todo lo que se dice o se hace es sinónimo de lo que se piensa o se siente. Por
tanto, hay que tener presente que es difícil estudiar al hombre en este sentido,
sin tener en cuenta el contexto social al que pertenece, su historia de vida,
cómo se ha educado en su familia, en la escuela a la que ha ido o la
comunidad a la que pertenece, todos determinados por una cultura y un
momento histórico.
Son la familia, la escuela y la comunidad algunos de los agentes
socializadores que más determinan el desarrollo de la personalidad, por estar
precisamente insertados en la dimensión de la relación con los otros, en
edades tempranas y durante mayor cantidad de tiempo; y los que se encargan
de manera general de que se sienten las bases para la convivencia por el papel
educativo que tienen en sí mismos.
La familia se convierte, desde el inicio, en un sistema de referencia por
excelencia, pues es allí donde el niño recibe las primeras impresiones de cómo
es la vida social e incorpora además, los elementos que de una forma u otra lo
marcarán en su vida afectiva y en su relación con los demás. Se aprenden en
la familia, patrones de comportamiento, valores, maneras de enfrentarse a la
vida. En sentido general, el espacio que brinda el sistema familiar, se convierte

23
en un modelo de referencia primario que inicia al hombre en la realidad social y
lo educa para la vida cotidiana, siempre a partir del método que se emplee para
tal educación.
Por su parte, la escuela, es el lugar en el que encuentran los conocimientos
aprendidos con la familia y los que intencionalmente serán enseñados en ella
como institución. Entonces, a los valores familiares se sumarán otros de
carácter social que irán en dirección de una formación integral con una mezcla
de teoría y práctica que será imprescindible para el futuro del niño; pero
además aparecen nociones de disciplina y nuevas exigencias que permitirán el
desarrollo progresivo del psiquismo y su expresión en la subjetividad.
Complementa a estos dos agentes eminentemente educativos, el papel que
jugará la comunidad en el proceso de aprendizaje social de los sujetos, pues
se convierte en un escenario en el que se incorporan nuevas experiencias de
convivencia y además se refleja lo ya aprendido en ambos espacios. Es allí
donde surgen sentimientos de identificación con el barrio y las raíces del lugar
en el que hemos nacido o estamos viviendo.
¿Qué es entonces la personalidad?
En fin, la personalidad es el resultado de la conjugación de varios factores
importantes que son determinantes de un proceso sano y potenciador de
desarrollo personal, siempre que se vinculen óptimamente, en cada sujeto, sus
propias necesidades, capacidades y las demandas que plantea el medio social
que lo rodea.
Este desarrollo ha de ser entendido como un proceso dinámico que se
complejiza, en la medida en que se hacen complejos los vínculos que el
hombre establece con la realidad social con la que interactúa; por lo que es
sumamente importante concebir en este, una naturaleza generadora de
constantes cambios, así como un papel activo, por parte del propio sujeto, en
su crecimiento personal. De manera tal que el desarrollo de la personalidad no
se vea sólo desde las exigencias sociales que el medio le plantea a cada
individuo, sino también desde la propia capacidad de este de movilizar sus
recursos personales ante tales exigencias.
Esto implica que hay que tener en cuenta la relación que se establece entre las
características que particularizan el medio social que rodea a cada individuo así
como las características personales de este, para poder relacionarse e
interactuar socialmente de la manera que más ayude al desarrollo personal; y
entender que las habilidades que cada individuo va adquiriendo, para enfrentar
la realidad que lo rodea, no son un resultado directo de las cualidades de su
desarrollo personal, sino que responden a una posición eminentemente activa
del sujeto hacia las experiencias que haya tenido concretamente. Así, cada
persona organiza sus actividades y su comunicación con los demás,
promoviendo por sí mismo su propio desarrollo.
Este proceso de crecimiento personal puede expresarse positivamente o no, en
función de que permita o no un desenvolvimiento óptimo de la personalidad,
como máxima expresión de todos los cambios cualitativos que tienen lugar en
el mismo.
Algo que no puede quedar sin resaltarse es, que el aprendizaje social en que el
hombre se ve insertado, desde que nace, no responde sólo a elementos del

24
conocimiento sino que, además, está imprescindiblemente relacionado a los
afectos y emociones que se desprenden de lo que significan para el hombre
esos conocimientos que adquiere así como al impacto que puedan tener en
este. Esto es lo que se conoce en la psicología como la unidad existente
entre lo cognitivo (relativo al conocimiento) y lo afectivo (relativo a los
afectos, emociones). En este sentido se habla de un equilibrio entre ambos
componentes para que la personalidad, a su vez, pueda ser equilibrada y
realmente responda a un proceso sano de crecimiento personal.
Sin ser absolutos y acotando que no existe un concepto totalmente acabado de
personalidad, podríamos definir esta categoría psicológica como:
El sistema en el cual se organiza más complejamente la subjetividad y que, al
tener en su base una vinculación especial entre lo cognitivo y lo afectivo,
permite la regulación y la autorregulación del hombre como ser social.

¿Cómo puede estudiarse, o mejor aún comprenderse, la personalidad?


Retomando la afirmación acerca de lo difícil que se torna el análisis de la
personalidad, a partir de la complejidad que la caracteriza, debe enfatizarse en
la necesidad del uso de los métodos empleados en la psicología y que ya han
sido dados a conocer en el tema anterior.
Sólo haciendo un uso correcto de estos y teniendo siempre presente la
individualidad de cada sujeto, podrá ser posible que se conozca y se
comprenda la personalidad de los hombres en su desempeño cotidiano.
Teniendo en cuenta todo lo antes mencionado, se puede afirmar que es de
gran importancia que cada trabajador social conozca y entienda cómo tiene
lugar el proceso de formación y desarrollo de la personalidad, para que le sea
más fácil entender a cada individuo con el que habrá de trabajar y así poder
asumir, con cada uno, las acciones profesionales que sean necesarias; en
función de sus características propias, las que se ponen de manifiesto en las
diferentes etapas por las que transcurre el surgimiento y el desarrollo de la
personalidad de estos. Sólo así, el trabajador social podrá cumplir con la
función que tiene dentro de la sociedad, como transformador y orientador de
los hombres que la componen.
Ahora pensemos que estamos insertados en una comunidad, ¿cuándo
sabemos que estamos en presencia de una personalidad sana, desarrollada?,
¿cuándo en presencia de una personalidad, cuyo proceso de formación y
desarrollo, ha estado mediado por situaciones que le han impreso un viraje
contrario a la potenciación de sus recursos?
Es imprescindible conocer esto, pues sólo así, las acciones del trabajador
social tendrán el matiz requerido para que sean efectivas y promotoras de
cambio y crecimiento.
Analicemos entonces, brevemente, cuándo podemos hablar de una
personalidad sana, madura, desarrollada.
En función del desarrollo, la personalidad madura es vista como un conjunto de
elementos de la subjetividad individual que permiten, al sujeto:
 Enfrentar la realidad de manera constructiva,

25
 Enfrentar las situaciones problémicas de manera activa, reflexiva y
abiertamente,
 Enfrentar las contradicciones, con espíritu de buscar el crecimiento y el
auto desarrollo,
 Desarrollar una capacidad genuina de tomar decisiones, que optimicen la
interacción con las situaciones reales del medio en el que esté insertado,
 Mantener una posición eminentemente activa, en cada interrelación que
tenga con la realidad,
 Tener una percepción de sí mismo, acorde a sus condiciones y
capacidades reales.
 Tolerar las frustraciones y la crítica de los demás.
 Reestructurar decisiones a partir de situaciones impredecibles, de una
manera analítica y abierta a la experiencia.
Estos y otros elementos, son imprescindibles para hablar de una personalidad
desarrollada; pero más allá de esto, lo realmente importante es la autogestión
del cambio, del aprendizaje, partiendo de un análisis y una disposición
consciente, por parte del propio sujeto. Es decir, es el propio individuo quien
debe y puede impregnar su crecimiento personal de una búsqueda consciente
de espacios y situaciones generadoras de desarrollo.
Es imposible asumir la maduración de la personalidad, sin tener en cuenta la
responsabilidad, y el protagonismo de cada sujeto en este proceso, por lo que
este elemento es fundamental para valorar la potenciación de las habilidades,
las capacidades y actitudes en el hombre, que lo hagan cualitativamente
superior.
También es necesario, asumir este fenómeno desde una visión, en la que se
tenga en cuenta la presencia de los contenidos personales y la implicación
afectiva de de cada individuo, en cada interacción social en la que este
participe.
No se puede hablar entonces, de una personalidad en desarrollo o
desarrollada si no se evidencia una relación estrecha entre las acciones que el
sujeto realiza y los motivos, necesidades e intereses que estén detrás de
estas; principalmente si se tiene en cuenta, que cada meta que el hombre se
traza o cada acción que realiza en sus interrelaciones sociales, deben
responder a una conjugación de metas o deseos personales que conforman su
proyecto de vida y que parten de sus aspiraciones, como manera de autor
realizarse como ser humano.
A su vez, la presencia de un proyecto de vida o la objetivación de los deseos y
motivos personales, en un sistema de aspiraciones llevadas al accionar diario
de los sujetos, no garantiza que sea posible el crecimiento personal objetivo,
sino que es sumamente necesario además, que esta puesta en práctica o
búsqueda de satisfacción del hombre, responda a un análisis objetivo,
reflexivo, que le permita al individuo una realización de las acciones que se
propone, que sea afín con sus verdaderas posibilidades de desarrollarlo en el
medio en el que se lo propone.

26
Quiere esto decir, que también hay que analizar las posibilidades y exigencias
que plantea el medio social, como entorno real en el que han de materializarse
estas aspiraciones y metas propuestas.
Por otra parte, este proceso no es tan simple; pues se necesita de una
conjugación especial de las oportunidades que el medio social expone y de un
análisis exhaustivo de las fortalezas personales, hablando en términos de los
recursos propios que cada sujeto ha aprendido o desarrollado autónomamente
desde las relaciones sociales en las que se haya insertado.
Siempre que encontremos sujetos insertados en una dinámica personal que se
oriente en este sentido, podemos asumir que están favorablemente
condicionados para acercarse a la maduración de su personalidad, lo que nos
ubica ante un hombre con plenas facultades, para enfrentar la realidad que lo
rodea de manera lógica, crítica y con mayores posibilidades de
autocrecimiento.
En otro sentido, encontramos a aquellas personas con posiciones pasivas, sin
protagonismo en su accionar diario y que asumen la realidad social desde una
perspectiva estereotipada sin tener en cuenta la posibilidad de otras
alternativas. Esto genera en gran medida, intolerancia a las frustraciones y a la
crítica, así como al cambio del medio que lo rodea. De esta manera las
valoraciones y autovaloraciones, se caracterizan por ser impersonales y
responden a la media social. Todo esto provoca un estancamiento en el
desarrollo, una estática en la evolución de la subjetividad, lo que a su vez va
relegando al hombre a espacios rutinarios en los que se hace muy difícil la
autogestión del aprendizaje y la satisfacción personal.
Nos queda claro así, que el desarrollo es un proceso dinámico, en constante
movimiento, con la presencia constante de contradicciones que, de ser bien
enfrentadas, proporcionan saltos cualitativos en la personalidad del hombre.
Pensemos entonces en una vida abierta a la experiencia y al cambio, como la
única manera de ser los propios constructores de nuestra historia. Vivamos
nuestra vida siempre pensando que puede ser, si lo deseamos, mucho mejor y
más satisfactoria.

BIBLIOGRAFÍA
ALLPORT, G: La personalidad. Su configuración y desarrollo. Instituto Cubano
del Libro, Ciudad de la Habana, 1971.
GONZÁLEZ, F: Psicología de la personalidad. Editorial Pueblo y Educación,
Ciudad de la Habana, 1985.
GONZÁLEZ, F: Psicología. Principios y Categorías. Editorial pueblo y
Educación, Ciudad de la Habana, 1985.
CRUZ, L: Selección de lecturas de Psicología del Desarrollo, Editorial Varona,
Ciudad de la Habana, 2002.

27
Conozcamos elementos de la personalidad necesarios para el trabajo
social.

Lic. Daymí Rodríguez López.

“...Me sentía triste porque no tenía zapatos, hasta que vi a un hombre que
no tenía pies....”
Anónimo.

¿Por qué no todas las personas se comportan de la misma manera? ¿Por qué
ni siquiera un mismo sujeto reacciona similarmente en circunstancias
diferentes? ¿Por qué seres humanos con enfermedades iguales suelen
comportarse tan antagónicamente?

Estas y muchas otras interrogantes suelen presentarse frecuentemente en


nosotros cuando nuestras profesiones y/u oficios están dirigidas a satisfacer al
ser humano, cuando el producto de nuestro trabajo es precisamente el
bienestar psicosocial del otro.

Cada persona es portadora de una subjetividad individual, por ello es que todos
tenemos concepciones diferentes sobre el amor, la vida, la salud, la felicidad o
la muerte.

La realidad existe independientemente de la voluntad del hombre, pero esa


realidad no significa lo mismo para todos, no es vivenciada de la misma
manera por los sujetos.

Los sujetos tenemos percepciones y vivencias diferentes de la realidad que


conforman la subjetividad. La subjetividad está condicionada por el modo en
que cada uno de nosotros interactuamos y nos relacionamos con la realidad
objetiva, lo cual posibilita que construyamos nuestras propias representaciones
sobre los fenómenos, objetos y personas.

Aparece así la subjetividad, como “experiencia interior, propia, vivida dentro de


sí, de cada cual, muy personal y exclusiva. Difícil de transmitir con toda
exactitud a través del lenguaje (...)” (Fernández, L.2003, p. 7) y del
comportamiento. Es decir, la realidad existe para nosotros como subjetividad.

Desde el mismo momento del nacimiento comienza el proceso de construcción


y desarrollo de la subjetividad individual. El hombre, como ser social, a través
del proceso de socialización va incorporando activamente la experiencia y la
realidad objetiva exterior. Esta apropiación es posible gracias a la existencia de
una serie de procesos psicológicos que unidos a la conciencia permiten ese
reflejo activo y mediatizado del entorno.

28
El reflejo que cada sujeto tiene de su entorno se expresa en formaciones
psicológicas articuladas entre sí, que se van integrando progresivamente con
mayor precisión y exactitud, y es alrededor de los tres años de edad
aproximadamente que, con la crisis de identidad que se produce en este
período evolutivo en la que el niño toma conciencia de su existencia como un
ser independiente que hablamos de personalidad. Es la personalidad la
categoría psicológica individual designada para definir el nivel de mayor
integración de la subjetividad a escala individual.

Ahora bien, qué es la personalidad y qué características presenta, veamos


algunas de las más relevantes a tener en cuenta para el trabajo social.

1. La personalidad es una realidad subjetiva que no se expresa linealmente en


el comportamiento, solamente vemos la conducta. Es el comportamiento
una expresión de la personalidad pero no es la personalidad en sí. Por
ejemplo, una persona que esté padeciendo de alguna enfermedad puede
mostrarse irritada, de mal humor, angustiada y ansiosa, y sin embargo, no
suele ser de esta manera, y por el contrario, puede permanecer tranquila y
serena, y estar experimentando gran angustia, miedo e inseguridad, pero
presenta otros recursos personológicos que le ayuden a controlar su
comportamiento.

2. Esta realidad subjetiva supone un reflejo activo y mediatizado de la realidad.


El sujeto no reproduce mecánicamente la realidad, sino que la procesa, la
mediatiza y la devuelve activamente. Para cada uno de nosotros la realidad
tiene una significación diferente, tal y como decíamos anteriormente, el
proceso de construcción de la realidad en el sujeto tiene como intermediario
el propio sujeto activo que se hace dueño de esa realidad.

3. La personalidad es sistema integrado por diferentes subsistemas que


presentan diferente grado de complejidad y se encuentran en constante
interacción entre sí. La personalidad no es la suma aislada de todos sus
elementos, cada una de sus formaciones no cobran sentido sino es en
virtud del subsistema que integre. Por ejemplo, podemos estar tratando con
una persona tímida e introvertida y sin embargo el calor humano que
respira, la confianza que le ofrecemos, así como los afectos que siente
hacen que no se exprese de esa manera, sino que se comporte de manera
desinhibida y extrovertida.

4. La personalidad es dinámica, procesal y en movilidad. Los contenidos


personológicos de la personalidad se encuentran en constante activación y
desactivación de acuerdo al subsistema de integración personológica que
esté interviniendo, es por ello que nos podemos comportar de diferentes
formas en diferentes circunstancias y contextos. No son las mismas
cualidades de la personalidad las que se demandan en un hospital que la
casa, en nuestro país que en otro, cuando estamos saludables que cuando
estamos enfermos. No se trata de poseer varias personalidades, como a
veces escuchamos en el lenguaje coloquial de la calle, sino que nuestra
personalidad posee una movilidad tal que nos permite interactuar
eficazmente en los diferentes ámbitos y niveles de nuestra vida cotidiana.

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5. Es estable pero no estática. La personalidad caracteriza de modo
relativamente estable al sujeto, esta estabilidad suele ser cada vez mayor
en la medida en que nos acercamos a la adultez, es por ello que es más
fácil modificar actitudes en los niños que en las personas de más edad, no
obstante, esa estabilidad no quiere decir estaticidad, pues el proceso de
construcción y desarrollo de la personalidad culmina con la muerte del
individuo, de ahí que constantemente se estén incorporando elementos
nuevos que pueden conducir transformaciones personológicas. Esto está
muy relacionado con la siguiente característica:

6. Es una entidad abierta en intercambio constante con el medio ambiente,


con el exterior. Es el proceso de socialización el proceso de incorporación y
construcción de la experiencia, y este comienza, como ya se dijo, con el
nacimiento y culmina con la muerte, de ahí que:

7. La personalidad está en constante cambio y desarrollo. Nunca se termina


de formar la personalidad, constantemente se está intercambiando
informaciones y afectos que posibilita que el sujeto cambie y se desarrolle,
esto lo debemos tener bien presente, siempre que trabajaremos con
personas sensibles al cambio, a la transformación, y cualquier esfuerzo
realizado en este sentido puede lograr resultados satisfactorios.

8. Es única e irrepetible. La personalidad posee cualidades singulares en cada


uno de los sujetos, que lo hacen exclusivo. Cada persona posee una
historia individual específica que está formada en condiciones de vida
diferentes para cada uno de los sujetos. Independientemente de que existan
similitudes entre personas nunca dos personas serán iguales pues existen
múltiples factores que lo permiten, esto lo debemos tener en cuenta a la
hora de trabajar con las personas, que todas son diferentes y por ello no
debemos asumir patrones de comparación ni pretender que dos personas
lleven a cabo los mismos comportamientos.

9. La personalidad supone la formación de una identidad personológica que


tipifica a la persona. Se trata de una noción de sí mismo, un
autoconocimiento que se enriquece durante toda la vida. Es debido a esta
identidad que a veces, predecimos cómo se comportará una persona, pues
podemos saber no sólo quiénes somos, sino también cómo somos.

10. La personalidad es plurideterminada. El proceso de formación y desarrollo


de la personalidad está determinado por diversos factores que intervienen
simultáneamente, a pesar que en determinadas circunstancias se observa
más la influencia de uno de ellos. Al respecto, la doctora Lourdes
Fernández refiere que los seres humanos formamos parte de una
naturaleza y existimos, en nuestra esencia, en una relación entre lo natural,
lo psicológico y lo sociocultural en historicidad, y entender esta relación
resulta vital para comprender el origen y formación de la personalidad.

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Al hablar de los determinantes de la personalidad nos referimos al
determinante biológico, dado por aquellas cualidades innatas de la persona,
por todo lo que adquiere a través de los mecanismos de la herencia, el
temperamento, las cualidades del sistema nervioso central, las particularidades
anatomofisiológicas del ser humano, la existencia de un cerebro, sin el cual no
es posible hablar de personalidad, entre otras. Estas condiciones biológicas
son necesarias pero no suficientes, pues hasta ellas mismas requieren de la
interacción con la sociedad para que se potencien, maduren y desarrollen, de
ahí que también encontremos el determinante social, que está dado por toda la
influencia del medio exterior a través de los procesos de comunicación y de la
actividad. Lo social contiene en sí mismo lo histórico y lo individual pues existe
una historia de vida del propio sujeto, de la sociedad y de los grupos en que
nos insertamos. El determinante social tampoco actúa esculpiendo o
moldeando directamente a la personalidad, sino que es mediatizado. Lo social
no influye de la misma manera en momentos diferentes, ni en lugares
diferentes ni en personas diferentes, de ahí que esta relación del sujeto con lo
social resulte atravesada por las características culturales e históricas del lugar,
entonces no podemos hablar de lo social sin ver lo histórico – cultural.

Decíamos que este determinante estaba mediatizado por otros factores,


viendo entonces el determinante psicológico, dado por la propia capacidad de
autodeterminación del sujeto, se trata de su momento activo, el cual con sus
propios recursos personológicos organiza, dirige, controla y regula su
comportamiento.

11. Por último, la personalidad tiene la función de regular y autorregular el


comportamiento. La personalidad orienta, dirige y controla el
comportamiento.

Hasta aquí hemos podido dar respuesta a algunas de las interrogantes


realizadas al comenzar, analicemos a continuación otros aspectos relacionados
con los elementos que subyacen al comportamiento de las personas, para ello
hablaremos brevemente de la estructura de la personalidad.

Elementos que integran la personalidad.

La personalidad tiene en su base a los procesos cognitivos, que no son más


que aquellos que te permiten conocer el mundo exterior, por ejemplo, la
percepción, la atención, la memoria, la atención, etcétera. Y a los procesos
afectivos que son aquellos que expresan cuánto y cómo nos afecta lo que
conocemos y se expresa en sentimientos, emociones y afectos. Estos procesos
no funcionan de manera aislada, sino que íntegramente, pero en diferentes
momentos y etapas del desarrollo se observa la presencia de uno más que otro
en el comportamiento. Por ejemplo, a veces cuando un niño pequeño tiene un
dolor llora desesperadamente, y ese llanto, que es una manifestación afectiva
nos está diciendo que algo le sucede a ese niño, mientras que un adulto, tal
vez con el mismo dolor, en vez de llorar lo que hace es decirnos precisamente
que tiene gran dolor. Otras veces entramos en grandes contradicciones ya que
deseamos hacer algo y en cambio sabemos que no es lo que debemos hacer,
sin embargo decidimos hacerle caso a nuestros sentimientos.

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Si analizamos estos ejemplos podemos percatarnos que al nivel de estos
procesos afectivos y cognitivos también se produce una regulación del
comportamiento.

Estas dos aristas, si bien poseen sus especificidades ambas se integran


sucesivamente de modos cada vez más complejos a lo largo del desarrollo
potenciando la función reguladora. La unidad de los procesos cognitivos y
afectivos se expresan, o toman cuerpo a través de los sentidos psicológicos,
los cuales se construyen a lo largo de todo el desarrollo a partir de una
creciente unidad de dichos procesos. Es entonces la personalidad una
configuración de sentidos psicológicos.

Los sentidos psicológicos son entonces aquellos elementos que son reflejados
desde el punto de vista cognitivo y que tienen significación para el sujeto. No
todo nos gusta, nos interesa, nos preocupa, es decir no todo tiene sentido
psicológico para nosotros, incluso a veces una misma cosa tiene sentido
psicológico en un momento determinado y no en otro. Por ejemplo, una
enfermedad que nos podría resultar indiferente en un momento de la vida, en
otro gana gran interés porque o la poseemos, o la posee alguien a quien
amamos y queremos, entonces la estudiamos, nos preocupamos por conocerla
y combatirla.

Los sentidos psicológicos se expresan en unidades psicológicas primarias y en


formaciones motivacionales.

Como su nombre lo indica las unidades psicológicas primarias son aquellos


contenidos básicos de la personalidad que originan una entidad nueva,
diferente e irreductible en cada sujeto, de ahí el carácter único e irrepetible de
la personalidad.

Estas unidades psicológicas primarias no funcionan de manera aislada, sino se


integran entre sí existiendo gran dependencia funcional entre ellas y entre
estas y el sistema personológico en su totalidad. Dentro de las unidades
psicológicas primarias encontramos las necesidades, los motivos, los intereses,
los hábitos, los rasgos del carácter, etcétera.

Dentro de los contenidos de mayor importancia para el estudio del


comportamiento humano se encuentran las necesidades y los motivos.

Según Fernando González Rey, 1989, las necesidades pueden ser definidas
como cualidades estables de la personalidad, de contenido emocional, que
constituyen el motor impulsor del comportamiento humano, orientando al sujeto
en una dirección estable, en forma de relación con objetos y otras personas,
garantizando la expresión activa y creativa de la personalidad.

Detrás de todo comportamiento existe una o varias necesidades. Existen


necesidades inferiores o primarias y necesidades superiores. Las inferiores
tienen que ver con la subsistencia de del organismo y una vez satisfechas
desaparecen, ejemplo, si una persona tiene hambre y come el hambre

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desaparece. Sería bueno destacar que estas necesidades inferiores que
existen tanto en los animales como en el hombre no adquieren la misma
connotación en ambos, en caso de este último, hasta estas necesidades son
condicionadas socialmente, si el hombre tiene hambre no va a comer cualquier
alimento que se encuentre delante, debe ser uno que esté en condiciones
adecuadas, e incluso muchas veces debe ser hasta de su gusto, mientras que
el animal suele comer cualquier cosa y a veces hasta alimentos echados a
perder. Es decir, generalmente las necesidades primarias del hombre se
satisfacen de manera tal que son reguladas a escala personológica.

Por otra parte, las necesidades psicológicas o superiores son demandas del
sujeto que pueden expresarse en términos de carencia o de deseo e impulsan
al individuo hacia la satisfacción de las mismas. Estas necesidades son
estables, insaciables, autopropulsadas, ellas mismas una vez satisfechas
conducen a otras necesidades, de ahí que los sujetos siempre estemos en la
búsqueda de algo. Estas necesidades tienen un condicionamiento social muy
fuerte y necesitan de la comunicación y del intercambio con el otro para
expresarse y ser satisfechas. Su función básica es garantizar el desarrollo y
equilibrio de la personalidad.

Solamente partiendo de las necesidades reales de las personas es que


podemos lograr el bienestar absoluto de las mismas, así como cualquier
posibilidad de transformación y cambio debe basarse en las demandas reales
de las personas y no en lo que deseamos cambiar o transformar.

Existen múltiples necesidades, podemos mencionar por ejemplo las


necesidades de salud, de bienestar integral, de alivio de un dolor, de
reconocimiento, de afecto, de intercambio social, de nuevas impresiones, en
fin existen tantas necesidades como sujetos haya. Ahora bien, las necesidades
se satisfacen en un espacio psicológico que denominamos motivo.

Los motivos son contenidos de la personalidad, la forma que la personalidad


asume y procesa sus necesidades. El motivo es un espacio subjetivo y no
siempre es consciente, además poseen multiexpresión, se expresan en la
conducta, en las valoraciones, en los afectos.

Los motivos le ofrecen sentido y dirección a la personalidad, en tanto orientan


la conducta del sujeto en aras de satisfacer sus necesidades, hay motivos que
tienen un alto sentido personal para la persona, y están cargados de profundos
sentimientos y afectos, estos motivos se convierten en motores importantes de
la personalidad y se expresan tanto en el comportamiento como en la
subjetividad. Por ejemplo, un motivo de gran sentido personal para una
persona enferma puede ser el personal médico que la atiende, y en este
sentido la persona desarrollará profundos sentimientos de amor, cariño,
amistad, respecto, admiración, agradecimiento, etcétera, que no sólo mostrará
en sus comportamientos diarios para con esas personas, sino también formará
parte de las características de su subjetividad.

Al igual que las necesidades, los motivos se estructuran en una jerarquía,


entiéndanse una pirámide donde en la cima se encuentren aquellos motivos

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fundamentales para el sujeto. Aquellos que se encuentran en el nivel superior
de la jerarquía se denominan tendencias orientadoras, y están integradas
generalmente por motivos conscientes que impulsan al sujeto hacia los
objetivos principales de su vida. Las tendencias orientadoras, no sólo orientan
al comportamiento al presente, sino también hacia el futuro, y se caracterizan
por profundas reflexiones, comprometiendo el punto de vista del sujeto.
(González, Rey, F. 1985).

No todos los motivos superiores forman parte de tendencias orientadoras de la


personalidad, aquellos motivos que no determinan sentido de vida futura para
el sujeto no integran su tendencia orientadora, así por ejemplo, una operación
puede ser un motivo superior, sin embargo la misma puede formar parte de
tendencia orientadora en una persona que demande de ella cada cierto tiempo
y que luego de la misma tenga que introducir cambios nuevos y necesarios a
su sistema de vida, pues determina metas y aspiraciones futuras de la misma,
en cambio para aquella persona que se opera para obtener una cura inmediata,
está satisfaciendo sólo una necesidad de salud más.

Hasta aquí podemos observar la relación que existe entre el motivo y la


necesidad, es este último el espacio psicológico que permite la satisfacción de
la necesidad, ahora bien, una misma necesidad se puede satisfacer a través de
diferentes motivos, y, en un mismo motivo podemos canalizar varias
necesidades. Veamos un ejemplo, a través de ese personal médico del que
hablábamos, el paciente puede satisfacer necesidades de integridad física, de
salud y bienestar personal, pero también necesidades de afecto, de
reconocimiento, de relaciones impersonales, de aceptación, entre otras, y estas
necesidades las puede satisfacer a partir de otros motivos, como un esposo, un
amigo, un familiar, etcétera.

Como mencionamos, dentro de las otras unidades psicológicas primarias se


encuentran los intereses que tienen que ver con la selectividad del
comportamiento del individuo, con la obtención de información sobre alguna
esfera de la vida. Los intereses orientan, inclinan, dirigen a la persona hacia
algo que lo atrae. Intereses hacia una persona, hacia una enfermedad, hacia
un tratamiento, hacia un libro; los hábitos, referidos a automatismos que se
insertan en nuestros estilos de vida. Son costumbres que tenemos que suelen
ser poco variables, por ejemplo, leer para dormir, asearnos al despertar, rezar a
determinadas horas; también se encuentran los rasgos del carácter y las
actitudes. Los rasgos del carácter son aquellos contenidos puntuales de la
personalidad que tipifican nuestros comportamientos, se observan en el
proceso de interacción del individuo con los objetos y las personas y presentan
naturaleza conductual. Son tendencias de gran amplitud que pueden variar
ante diversas circunstancias, una persona puede ser sociable en determinado
momento y en otro puede no serlo, lo cual no implica que sea poco sociable.
Tenemos entre otros rasgos del carácter la amabilidad, la introversión,
extroversión, la timidez, la seguridad o inseguridad, la honestidad; y por último
las actitudes que son la forma concreta y estable en que el sujeto se manifiesta
o se expresa hacia objetos, situaciones y personas e se expresan en
valoraciones, emociones y comportamientos. Podemos hablar de una actitud
hacia el trabajo, hacia un tratamiento, hacia un grupo de personas.

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Todos estos elementos aislados no ofrecen información por sí solos, sino que
se integran y articulan alcanzando el carácter movilizador de la personalidad,
apareciendo así las formaciones motivacionales.

Las formaciones motivacionales son configuraciones subjetivas de la


personalidad donde se organizan y expresan los contenidos psicológicos de la
vida. Se trata de sistemas reguladores que articulan a las unidades
psicológicas primarias. Aquí encontramos a los ideales, la concepción del
mundo, el proyecto de vida, las intenciones profesionales y la autovaloración.
Las formaciones motivacionales no se encuentran presentes de la misma
manera desde las primeras etapas del desarrollo, sino que se van configurando
y ganando objetividad, organización e intensidad en la regulación del
comportamiento con el pasar del tiempo, hacia la adultez. Existen formaciones
que son adquisiciones importantes de determinados períodos del desarrollo,
como la concepción del mundo, típica de la edad juvenil, o el proyecto de vida y
las intenciones profesionales. Otras, como la autovaloración que aunque se
encuentra presente desde estadios tempranos del desarrollo, no es hasta la
juventud donde viene a alcanzar objetividad, estabilidad y articulación, así
como va a servir de sustento al sentido de la vida.

Son precisamente los sentidos psicológicos los que se van a articular formando
configuraciones psicológicas que constituyen la célula funcional de la
personalidad que interviene en la regulación y autorregulación del
comportamiento. En la medida en que aumente la complejidad e integración de
la personalidad el sujeto se convierte más activo en dicha regulación, y de esta
manera aumenta su capacidad de autodeterminación y de compromiso con sus
acciones y decisiones, su capacidad de reestructuración, es decir la posibilidad
de cambiar contenidos psicológicos y buscar nuevas estrategias
comportamentales, su flexibilidad, su capacidad de tolerancia y su seguridad.
Sujetos con estas características pueden enfrentar satisfactoriamente cualquier
problema e imprevisto que se presente en el presente y desarrollar
conscientemente un sistema de aspiraciones orientado hacia el futuro, pues
presentan mejores recursos para afrontar y solucionar sus conflictos, así como
lo nuevo.

Por el contrario el poco desarrollo de la personalidad se observa en la


intolerancia ante criterios contrarios, la rigidez del comportamiento, la
inseguridad, la insuficiente capacidad reflexiva, la incapacidad de enfrentar lo
nuevo. Generalmente, se trata en este caso, de sujetos pasivos que
reproducen la realidad y no la construyen activamente, sujetos que están muy
orientados hacia el pasado y el presente y les cuesta orientar y proyectar su
comportamiento hacia el futuro ya que cuentan con pocos recursos
personológicos para ello.

Muchas veces no se observa tan definidamente estos dos extremos, sino que
todos estos elementos coexisten simultáneamente o se alternan, recordemos
que dichos elementos se encuentran en movilidad, incluso en diferentes
esferas de nuestras vidas suelen presentarse indistintamente.

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Existen diversos momentos de la vida que exigen de nosotros comportamientos
seguros, tolerantes, disciplinados y optimistas, pero no todas las personas
contamos con los mismos recursos personológicos para enfrentarlos de la
misma manera, por eso tal vez mientras que un paciente que ha sufrido un
accidente que le ha proporcionado un gran vuelco a su vida continúe hacia
delante y lo enfrente con gran valor, decisión y coraje, haya otro, con el mismo
problema atravesando gran ansiedad y depresión, incluso, sin deseos de vivir.
Es por ello, que es de suma importancia conocer cómo funciona nuestra
personalidad.

El desarrollo de los recursos psicológicos del sujeto se encuentra relacionado


también a un sentido definido de la propia identidad, es decir, a la
autovaloración que presente el sujeto.

Personalidad y autovaloración.

Señala el psicólogo soviético Rubinstein que el estudio psicológico de la


personalidad no culmina con el análisis de sus propiedades psíquicas, sino con
el estudio de la conciencia de sí mismo, según este autor la autovaloración del
sujeto constituye un elemento activo que mediatiza la expresión de las
principales necesidades y motivos de la personalidad.

Es la autovaloración el concepto profundo y generalizado que construye el


sujeto de sí mismo a partir de una profunda valoración de sí, de sus principales
necesidades y motivos. Este concepto no sólo tiene función subjetiva-
valorativa, (valoración del sujeto de sí mismo) sino también reguladora y auto
educativa, en la medida en que lo impulsa a actuar en correspondencia con la
percepción que tiene sobre su propia persona y con lo que considera
adecuado.

Mientras más profundo es el autoconocimiento que tiene la persona de sí


mismo será mayor la capacidad crítica del mismo y las posibilidades de
transformación. Sujetos con una autovaloración estructurada, flexible e íntegra
tienen mayor capacidad de tolerancia y posibilidad de resolver conflictos y de
tomar decisiones autónomas, así como más seguridad, confianza en sí mismo
y una adecuada autoestima, en cambio aquellas personas con autovaloración
empobrecidas y desestructuradas, suelen ser rígidas, inseguros, poco
tolerantes, toman decisiones guiados por los otros o por afectos, pensando
después de haber actuado y con una autoestima inadecuada, ya sea porque se
encuentre muy disminuida o aumentada.

Independientemente de los recursos personológicos con que cuenten las


personas, y que ya hemos hablado, existen acontecimientos normativos o no,
que se presentan en la vida y que rompen el equilibrio de la personalidad y
adentran a los sujetos en profundas crisis, muchas veces dichas circunstancias
repercuten en la autovaloración y autoestima de las personas haciéndolos más
vulnerables.

No hablemos exclusivamente de la presencia de enfermedades y de accidentes


que pueden cambiar la forma de vida de las personas pues se daña su imagen,

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sus órganos vitales, sus costumbres, etcétera y conllevan a grandes períodos
de rehabilitación y de auto aceptación; hablemos primero brevemente de
algunas manifestaciones psicológicas típicas de etapas del desarrollo que
marcan alteraciones importantes en la autovaloración y en las características
de la personalidad, que no deben pasar por alto al relacionarnos con los
sujetos para comprender sus comportamientos.

Mientras que en los primeros años de vida básicamente la regulación del


comportamiento se produce al nivel de los procesos afectivos pues no existe
una madurez suficiente de los cognitivos y no ha surgido aún la autoconciencia,
ya alrededor de los tres años de edad se produce lo que muchos autores
conocen como la primera crisis de la personalidad o crisis de identidad que
tiene como saldo positivo el surgimiento de la autoconciencia y de la identidad,
pues como ya dijimos, el niño se percata de que existe como un ser
independiente y a partir de este momento él exige ser tratado de modo
diferente, incluso, es típico de esta crisis manifestaciones como la rebeldía, el
negativismo, el egoísmo, las perretas, el uso exagerado de pronombres
posesivos, la necesidad imperiosa de ser el centro en los grupos de adultos y
llamar la atención, lo cual no significa que se estén moldeando en él rasgos de
una personalidad desviada, como muchos suelen pensar, sino que necesita por
una parte, ser tratado como un niño mayor con el cual el adulto puede contar y
por otra más independencia. Si bien el niño pequeño no comprende mucho
cuando le explicamos las razones respecto a por qué debe tomar un
medicamento, o hacer reposo, o por qué debe ponerse una inyección, o por
qué a él le pudiera suceder uno u otro accidente si realiza determinado
comportamiento ya que todavía no tiene definido ese “yo” y debemos entonces
ser más afectivos que racionales en la interacción con ellos, ya el niño de tres
años de edad posee recursos para comprender estos argumentos, y se vuelven
más vulnerables a las malas formas, al regaño, al maltrato, en fin a la violencia,
por supuesto, no quiere decir que los niños pequeños no sean sensibles a ello.
A partir de este momento progresivamente el niño va a ir comprendiendo cada
vez con mayor profundidad los argumentos racionales y la mentira, el engaño,
la dependencia y la violencia, entre otros, pueden ir cavando profundos
abismos en su autovaloración, por ello, es necesario relaciones cordiales,
respetuosas y basadas en la verdad.

A finales de los diez u once años de edad aproximadamente, comienza la


etapa de la adolescencia que trae consigo profundas transformaciones. El
desarrollo desigual de los adolescentes y la valoración social tienden a influir
considerablemente en su autovaloración y autoestima, veamos ejemplos.

Todos conocemos que durante este período se producen las llamadas


transformaciones puberales que se dan en cuatro direcciones básicamente, en
las medidas antropométricas, en los procesos fisiológicos, en los endocrinos y
en la madurez sexual. Estos cambios aunque son vivenciados de modo
diferente por los adolescentes, tienden a influir en la autovaloración e identidad
personal del adolescente, ocupando un lugar central la valoración personal y
social sobre su imagen corporal.

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Por ejemplo los adolescentes que presentan retraso en el desarrollo
antropométrico, en la maduración sexual, o que presentan acné juvenil suelen
ser muchachos tímidos, inseguros, introvertidos, con una baja autoestima y que
se subvaloran, o por el contrario, son muy agresivos y rebeldes, similarmente
ocurre con la obesidad o con aquellos que son extremadamente delgados.
Muchas veces las causas de estas consecuencias son precisamente el rechazo
y la falta de aceptación del grupo de coetáneos y/o adultos, cuyas valoraciones
sociales resultan significativas para el adolescente.

Los cambios fisiológicos que se producen en esta edad también pueden traer
consigo torpezas en el adolescente y fatigas, siendo muchas veces valorados
negativamente por los adultos provocando gran irritabilidad y excitabilidad
emocional dañando, de esta manera, su autoestima.

Por el contrario aquellos adolescentes con características atléticas, o con un


adecuado desarrollo sexual tienden a convertirse en el centro de los grupos y
ser muy aceptados socialmente, lo cual eleva considerablemente su
autoestima. Este otro extremo puede ser también perjudicial porque se
fomentan adolescentes con autovaloraciones inadecuadas por sobre valoración
y que pueden llegar a ser egoístas y superficiales.

Podemos concluir hasta aquí que en esta etapa resulta de vital importancia la
valoración social que tienen los otros y para ello contar con una apariencia
personal y corporal adecuada resulta de gran significación, por ello cualquier
alteración en este sentido puede originar alteraciones importantes en la
autoestima y en la autovaloración. Debemos comprender que es esta etapa
especialmente susceptible ante los daños y consecuencias de enfermedades y
accidentes, pues los adolescentes cuentan con escasos recursos personales
para enfrentarlos, por ser esta época tan convulsa.

Para culminar con esta etapa del ciclo vital comentaremos que aquí se produce
una de las grandes crisis del desarrollo que trae consigo manifestaciones
comportamentales rebeldes, agresivas, prepotentes y excéntricas. Esta crisis
está plurideterminada y dentro de uno de sus determinantes se encuentra la
necesidad de autonomía, de independencia y de ser tratados como adultos. El
adolescente exige y necesita que se cuente con él y que se valoren sus puntos
de vistas y sentimientos.

Por último reflexionaremos acerca de algunos elementos relacionados con la


ancianidad, tercera edad o adultez mayor. En la actualidad existen muchos
prejuicios que impiden un acercamiento adecuado a esta etapa del desarrollo y
es válido señalar que los adultos mayores continúan siendo sujetos activos, y
en muchas ocasiones hasta desarrollan muchas actividades en la casa, en la
comunidad y en el centro laboral (aunque esta etapa trae consigo la jubilación
muchos continúan vinculados a los centros de trabajo de procedencia).

Muchas personas afirman que la vejez es sinónimo de envejecimiento, pero si


bien esta etapa muestra evidencias de dicho proceso, que comienza desde el
nacimiento, como por ejemplo dificultades en los sistemas sensorio motrices, la
psicología prefiere abordarla como un período más del desarrollo donde los

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individuos se encuentran en proceso de elaboración de cambios y surgimiento
de nuevas formaciones psicológicas.

En la adultez media, alcanza gran desarrollo la autoconciencia reflexiva como


uno forma auténtica de la identidad y el autoconocimiento, y envejecer para el
adulto significa no sólo cambiar físicamente y perder la capacidad reproductiva,
sino ganar en recursos que le permitan enfrentar esta etapa con madurez.

Es difícil asumir la ancianidad y la formación de la identidad de verse como


viejo, en este momento se suele afectar la autoestima y la autovaloración, pues
como ya se dijo, la existencia de múltiples prejuicios y estereotipos en la
sociedad dañan la interacción y el crecimiento personal del adulto mayor,
además en este momento de la vida la muerte es algo inminente, de ahí la gran
necesidad de trascender y de dejar un legado en el otro, el viejo ya sabe que
está llegando al final de sus días como ser viviente y esto exige de gran apoyo
y comprensión pues puede generar profunda ansiedad y depresión.

Esta etapa ni es la mejor edad, como algunos refieren pues se cuentan con
gran experiencia, ni es la peor, pues tampoco ser viejo significa ser inútil,
caduco, feo e inactivo, por lo tanto, no podemos convertirnos en bastones de
los ancianos, sino que mediante la comunicación con ellos debemos potenciar
su desarrollo.

¿Cómo contribuir a un mejor desarrollo de la personalidad?

Si bien la psicología no puede ofrecer recetas para el tratamiento de las


personas, por tratarse de sujetos activos portadores de subjetividad y de
individualidades únicas e irrepetibles, con historias de vida individuales y
diferentes que los acreditan como protagonistas exclusivos de su desarrollo y
hacedores de su propia experiencia, existe un grupo de ideas que debemos
tener presentes para potenciar el crecimiento personal de los individuos.

Sea cual fuese la etapa del ciclo vital en que se encuentre el ser humano
debemos convertirnos en mediadores de su desarrollo, ser capaces de
impulsarlos hacia estadíos superiores y proporcionarles las herramientas que
les permitan enfrentar por sí solos sus conflictos y superarlos. Sentimientos y
comportamientos como la lástima, la compasión, la mentira y el dolor no
ayudan a las personas con necesidades de orientación y de apoyo social, sino
que los conducen a un mundo de fantasías y de engaños donde las principales
víctimas son precisamente ellas mismas.

Los prejuicios y los estereotipos sociales también dificultan relaciones


desarrolladoras, por lo que debemos cumplir tres pilares básicos, formulados
por el psicólogo C. Rogers y que resultan de suma importancia en la
interacción con los seres humanos, ellos son:

- La aceptación, ser capaces de aceptar al otro tal y como sea, con sus
virtudes y defectos. Significa la tolerancia y la madurez para comprender y
entender que las personas son de determinadas maneras y no como
quisiéramos que fuesen.

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- La empatía que supone la capacidad de ponernos en el lugar del otro, de
ver el asunto desde su punto de vista, lo cual no implica aceptar esta otra
visión, sino entenderla, y por último:

- La congruencia, ser coherentes con lo que hacemos, decimos y pensamos.

Por último, considero que resulta importante conocer que cualquier consejo que
demos que no sea consultado con un especialista puede lacerar
profundamente a las personas. A veces, nos vestimos de orientadores y
consejeros psicológicos con el sano objetivo de ayudar al otro y hacemos todo
lo contrario, pues cualquier opinión emitida en un momento trascendental para
un sujeto puede ser vital en sus decisiones, y si no estamos preparados para
ello, las consecuencias quizás no sean las deseadas, además, hay que tener
claro que nadie está facultado para decirle al otro lo que tiene que hacer, sino
que debemos posibilitarles los recursos que les permitan a cada cual decidir
por sí solos, sólo de esta manera logramos su desarrollo personológico.

Bibliografía.

Fernández, L. La personalidad. Algunos presupuestos para su estudio, en:


Psicología. Selección de textos, Editorial Félix Varela, La Habana, 2003.

González, F. Mitjans, A. Motivación moral en adolescentes y jóvenes, Editorial


Pueblo y Educación, Ciudad de la Habana, 1985.

González, F. Psicología. Principios y categorías. Editorial Pueblo y Educación,


Ciudad de la Habana, 1989.

Orosa, T. La tercera edad y la familia: Una mirada desde el adulto mayor,


Editorial Félix Varela, La Habana, 2000.

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La atención a personas que requieren de un tratamiento especial.

Lic. Lissette Díaz Torres

“El camino no es el de rehuir el dolor y la pena sino el de enfrentarse a


las dificultades y vencerlas”.
Rafael Ramos-Galván

El hombre ha mostrado un especial interés por la salud desde las primeras


comunidades hasta nuestros días. La salud ha sido un fenómeno que resulta
motivo de preocupación y para lograr su obtención, mantenimiento y cuidado,
especialistas en el tema y personas comunes, dedican grandes esfuerzos a
velar por el bienestar general de los seres humanos.

Ante el gran reto de la definición de salud, nos encontramos frente a una


polémica desatada por la aparición de múltiples enfoques durante los diferentes
momentos históricos. La salud ha sido abordada desde diversas disciplinas
científicas, y la han concebido desde el espectro biologicista, hasta los que
ubican la salud como una realidad social, como un concepto social mediado por
la formación económica social, por factores sociodemográficos, ecológicos,
psicológicos, etc.

Una de las definiciones más aceptadas es la expuesta por la OMS en su Carta


Magna o Carta Constitucional (1946) que la definió como: El estado de
completo bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de
afecciones o enfermedades. A pesar de ser una de las más aceptadas y
utilizadas, ha resultado muy polémica, pues en torno a ella, varios autores se
han pronunciado indicando que la salud no se puede ver como algo estático y
que no siempre es sinónimo de bienestar.

La salud es vista hoy desde una perspectiva muy diferente, y se identifica como
una dimensión social; de manera que no puede desentenderse del contexto
social en que se disfruta. Por tanto, el nivel de salud que las personas tienen,
abarca tanto el buen funcionamiento biológico como el social y psicológico y así
en todas las actividades donde el hombre se expresa como tal.

Finalmente, desde nuestra concepción, coincidimos con Salleras en concebir la


salud como el logro del más alto nivel de bienestar físico, mental, social y de
capacidad de funcionamiento que permitan los factores sociales en los que vive
inmerso el individuo y la colectividad (Salleras, L., 1985)

Es precisamente este tema de la salud humana el que nos interesa abordar


desde la Psicología, en tanto tenemos una labor fundamental por ser el hombre
nuestro principal motivo de estudio. Compartimos con otras disciplinas el gran

41
reto de velar por la salud humana y hacemos extensiva la participación a todas
aquellas personas que por alguna razón lo asuman como una labor. Estamos
hablando de acciones diversas que nos ponen en contacto directo con
individuos y grupos humanos concretos.

Al cumplir con funciones como la prevención y la promoción, nuestra relación


con la salud humana pasa por el vínculo inmediato con personas en cualquier
punto del proceso salud-enfermedad.

En el caso del concepto de enfermedad, ni siquiera se dispone de una


definición comúnmente aceptada. La representación popular cae en entender la
enfermedad como un estado o situación en el cual la persona se encuentra
limitada para la realización de sus actividades habituales a causa de las
molestias que sufre.

Es evidente que en esta concepción popular de enfermedad, históricamente


arraigada, ocurre algo común con el tema salud. Evidentemente se resume no
solo una reflexión sobre el cuerpo, sino también sobre la “disposición” del
sujeto para hacer sus cosas.

A pesar de lo polémico que han resultado las definiciones de salud y


enfermedad, queda claro que deben ser comprendidas en una
“contextualización” ecológica donde aparezcan reconocidas junto a las
circunstancias biológicas y naturales, las de carácter económico y social. Esto
facilita la idea de que existe un continuo desde la salud a la enfermedad en el
que pueden reconocerse muchos puntos intermedios en la medida en que
podamos tener la capacidad de identificar la situación del sujeto en el marco de
sus relaciones.

La salud y la enfermedad no son polos opuestos sino que deben verse como
unidad dialéctica, así como lo esclarece la idea de que un sujeto sano puede
presentar tendencia a la enfermedad y un sujeto enfermo puede presentar
tendencia al reestablecimiento o mejoría.

Pese a los esfuerzos que pueda realizar un sistema preventivo de salud, el polo
enfermedad tiene aún cierto nivel de prevalencia. El diagnóstico, el tratamiento
y la rehabilitación forman parte de las funciones encaminadas a la atención del
factor enfermedad. El personal directamente vinculado con estas funciones, es
el personal médico; sin embargo no podemos excluir la labor de profesionales
como el psicólogo, el sociólogo, el trabajador social, entre otros y además,
aquellas personas que deban atender a un sujeto enfermo o con discapacidad.
De manera general nos referimos a todos los que de una forma u otra realizan
labores sociales y en el caso específico que nos ocupa, la labor de atender a
sujetos que requieren de un tratamiento especial por sus condiciones de salud.
Por tanto, consideramos de vital importancia la preparación de este personal en
aras de lograr un óptimo trabajo y a ellos, se dedica este artículo.

Es importante conocer que existe la posibilidad de enfrentarse no sólo a


personas con patologías médicas (tumores malignos, dificultades en los
sistemas: respiratorio, endocrino, inmunológico, reproductivo, circulatorio,

42
nervioso; problemas ortopédicos, visuales, dermatológicos, entre otros), sino
que presenten alguna discapacidad ya sea visual, auditiva, motora o mental.
Estas no son personas necesariamente enfermas, sino que presentan
características especiales que requieren de una atención diferenciada. Por
tanto, pueden enfrentarse a dos grandes grupos de personas: aquellas que
tienen una enfermedad que se espera aliviar o eliminar, y otras que poseen
alguna discapacidad con esperanzas también de atenuar el malestar que le
causa su condición.

Pensemos ahora cómo actuar ante personas que se encuentran en situaciones


como las anteriormente descritas. Es vital que comprendan que nuestro
proceder tiene un impacto en la subjetividad de la persona atendida ya que
puede influir en su equilibrio físico, mental y social.

En primer lugar es imprescindible que conozcan al sujeto en cuestión, su


necesidad primaria y preocupación principal. No se trata de preguntarle
directamente, sino de apoyarse en la observación o en la información que
puede proporcionarle el personal encargado. Incluso, si es preciso, utilizar
documentos que brinden información así como la historia clínica o planilla
donde se recojan datos personales. De esta forma podrán conocer con quién o
quiénes están tratando. Deben ser cuidadosos ya que se encontrarán con
personalidades distintas que pueden desarrollar disímiles estados emocionales
y comportarse de manera diferente. Pueden hallar personas preocupadas,
ansiosas, deprimidas, desequilibradas emocionalmente, desesperadas,
inseguras, desmotivadas, suspicaces, entre otras. Por tanto, la relación que se
establezca con ellas, estará influida por sus características especiales.

El deseo que impulsa el comportamiento de las personas enfermas, por lo


general, es recuperar el estado de salud “normal” o lo más cercano a la
normalidad. Esta “normalidad” es subjetiva y su significado dependerá de la
elaboración personal de cada individuo. Lo que para unos es normal, para otros
puede que no. Por esto insistimos en tratar a las personas teniendo en cuenta
sus particularidades.

No obstante, el comportamiento a asumir debe de ser común para todas estos


sujetos y será favorecedor mientras sigan la línea del respeto, el humanismo, la
seriedad, la constancia, la discreción, la sencillez, la tolerancia, la sensibilidad,
la solidaridad, la responsabilidad y todos aquellos valores y principios morales
que deben conducirlos a un correcto proceder.

En el diario actuar de las personas enfermas o con características especiales,


está la búsqueda constante del equilibrio físico y mental, y en ello juega un
papel trascendental el contexto social que lo rodea. El apoyo psicológico que
pueden brindarle se traduce en algunos elementos a tener en cuenta:

.La empatía (capacidad de ponerse en el lugar del otro) debe caracterizar la


relación de comunicación. Cuando le demostramos a las personas que somos
capaces de entender lo que sienten, su preocupación, malestar o dolor,
favorecemos su estado emocional ya que para ellas el apoyo que le brindemos
resulta de vital importancia.

43
.Debemos mostrar respeto, de manera que los sujetos sientan que son
importantes para la sociedad y que igualmente son valorados por los demás.
Una persona enferma o con discapacidad, puede tener dañada su auto imagen
y autoestima en lo cual podemos influir positivamente.

.Es esencial que las personas enfermas o con discapacidad sientan que no
dejan de ser semejantes a los demás por sus condiciones de salud. Nuestro
mejor apoyo será tratarlas como personas comunes y nunca con “lástima”. No
obstante, no podemos olvidar que se trata de personas con dificultades reales
que requieren de un cuidado y una atención diferenciada.

.Sería valioso transmitirles siempre optimismo y mucha seguridad para así


fomentar en el individuo una postura activa ante el restablecimiento, mejoría u
optimización de la salud. El sujeto enfermo se siente débil, impotente,
vulnerable y sobre todo siente miedo.

Resulta muy necesario, concientizar al individuo de la responsabilidad que


tiene ante su enfermedad o discapacidad. Es válido estimular una actitud activa
que los convoque como principales protagonistas de su mejoría o cura.

Es importante además promover en los sujetos, estilos positivos de


afrontamiento a la enfermedad. Se espera que el individuo evalué la nueva
situación que se le presenta y encuentre soluciones prácticas para seguir
viviendo.

Estas son algunas ideas que pueden favorecer la relación entre las personas
que realizan alguna labor social los y sujetos que necesitan de atención
especial por condiciones limitantes de salud.

Solo nos queda exhortarlos a seguir esforzándose por ser excepcionales en las
labores sociales que lleven a cabo; y tengan presente que las mejores
soluciones siempre las hallaremos enfrentándonos a la realidad y no
precisamente rehuyendo al dolor o la pena.

44
Bibliografía:

Barriga, S. y León, J.M. (1993): “Psicología de la Salud”, Ed. Eudema, S.A.


Sevilla.

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Knapp, E. y col. (s/f): “Representación social de la salud humana”, Artículo en


formato electrónico. Facultad de Psicología, Universidad de la Habana, Cuba.

Morales, F. (1998): “Psicología de la Salud. Conceptos básicos y proyecciones


de trabajo”, Ed. Científico Técnica. Cuba

Mayo, I. (2004): “La categoría estilo de vida y su importancia para la psicología


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Salleras, L. (1985): “Educación Sanitaria: Principios, Métodos y Aplicaciones”,


Ed. Díaz Santos. Madrid.

García, P. y Martínez, F.R. (2004): “Reacciones psicológicas en pacientes


somáticos. Conducta de enfermedad”, en

http://www.sepsiquiatria.org/sepsiquiatria/html/informacion_sociedad/manual/
a7n2.htm

45
Autovaloración, autoestima y salud.

Lic. Yaima Del Cristo Sánchez.

El peor de los males que le puede suceder al hombre es que llegue a


pensar mal de sí mismo.
Goethe.

Se establece entre nuestras características y condiciones biológicas, la


influencia del medio social en el que nos hemos desarrollado a lo largo de la
vida y nuestras particularidades psicológicas, pues no todos percibimos y
aceptamos la vida de la misma manera.

Con frecuencia escuchamos la popular frase que dice: ”Cada persona es un


mundo”, y como casi siempre la sabiduría popular no se equivoca, esta frase
se ha comprobado también científicamente, desde la Psicología, pues cada ser
humano posee una particular jerarquía de necesidades y motivos, rasgos
propios de su carácter, intereses, hábitos, actitudes, ideales, proyectos de vida
y concepciones del mundo, entre otras formaciones psicológicas que se van
conformando de manera particular, constituyendo así la estructura de su
personalidad.

La aparición de las formaciones psicológicas particulares en cada individuo,


depende de la influencia social que este recibe en los diferentes grupos de los
que va formando parte a lo largo de su vida, como son: El grupo familiar, el
escolar, el laboral, los grupos de amigos, las instituciones y organizaciones
sociales de manera general, entre otros. Pero también depende de los
procesos externos e internos de auto referencia, los cuales se sintetizan en la
autovaloración, otra de las formaciones psicológicas de la personalidad, una
de las que se llega a formar más tardíamente y por tanto una de las más
complejas a la hora de abordar su estudio.

La personalidad es un interesante sistema subjetivo en el que todas sus


formaciones se encuentran dialécticamente relacionadas, por lo que
cometeríamos un grave error si intentásemos estudiar alguna de ellas sin tener
en cuenta las demás.

Si resulta difícil estudiar y comprender la personalidad, no menos difícil resulta


explicarla. Aún así nos atreveremos a comentar sobre algunos aspectos
referidos a la autovaloración, no porque sea esta la formación psicológica más
importante de la Personalidad ni mucho menos, sino porque, al profundizar en
su estudio, notamos algo sumamente interesante, y es que la imagen que el
hombre va formando sobre sí mismo a lo largo de su vida, repercute

46
trascendentalmente en la construcción de otras formaciones psicológicas,
caracterizando así los procesos de regulación y autorregulación del
comportamiento en cada caso.

Resulta realmente importante, cuando se trata de estudiar la autovaloración,


esclarecer determinados conceptos imprescindibles para su análisis y
comprensión, como la autoconciencia, la identidad personal, el
autoconocimiento y la autoestima, contenidos psicológicos que forman parte de
la autovaloración, por lo que si no partimos de ellos estudiarla se convertiría en
un asunto mucho más complejo.

El ser humano se va identificando consigo mismo desde que va suponiendo


una imagen de su propio cuerpo como punto de referencia y este proceso de
identificación corporal comienza a tener lugar entre los dos y los tres años de
edad, cuando el niño comienza a explorar su cuerpo y a llamar cada parte por
su nombre, teniendo lugar no sólo un proceso de autoconciencia corporal, sino
de autoconciencia de manera general al arribar a los tres años, es en este
período del desarrollo cuando ya logra delimitarse a sí mismo, tomando
conciencia de su existencia como ser único e independiente de la realidad que
lo rodea. Por tal motivo, aunque realicemos enormes esfuerzos por recordar
sucesos de nuestra vida que se remontan al período de la lactancia y el primer
año de vida, no logramos conseguirlo, pues aun no habíamos tenido plena
conciencia de nuestra existencia.

La identidad personal nos remite a la idea de auto diferenciación. Es la idea y


el sentimiento de la existencia propia, de sí. Es la percepción de uno mismo
como único y diferente. Es el proceso de individuación que se va gestando
desde edades tempranas, de delimitación individual, de identificación con una
realidad corporal y subjetiva que es única (L. Fernández, 1999). Esta identidad
personal se va complejizando en la medida en que la personalidad se
enriquece con nuevos elementos, es por eso que además de identificarse con
un cuerpo, el ser humano mientras transita por el proceso de auto
diferenciación, llega a percatarse de que existe otro sexo, cuyas características
biológicas son diferentes, por lo que comienza a formarse un sentimiento de
pertenencia a un género, construido históricamente por la sociedad, y el cual
implica determinados comportamientos con los que se irá identificando.

En la conformación de la identidad personal no queda contenida solamente la


identidad genérica, sino también la identidad familiar, cultural, laboral, entre
otras que el individuo va integrando a la personalidad de manera particular,
bajo las influencias sociales que recibe a lo largo de la vida. La historia de su
país, de sus raíces familiares y culturales, e incluso, la historia de su nombre
propio, son elementos que van matizando el sentimiento de identidad personal
de cada individuo, en tanto se sienta identificado consciente e
inconscientemente con la información que va ir incorporando a su
Personalidad.

Mientras va teniendo lugar el fenómeno de la autoconciencia y la conformación


de la identidad personal, estamos inmersos en todo un proceso de
autoconocimiento. Según la Dra. Lourdes Fernández Riuz, no solamente

47
adquirimos conciencia de nuestra propia existencia, ni nos identificamos con un
modo de ser y existir individual, sino que nos vamos conociendo
progresivamente. Conocemos como somos corporalmente, para ello
exploramos nuestro cuerpo, tenemos un conocimiento de cuáles son las partes
y formas del mismo. Conocemos también paulatinamente nuestra subjetividad,
cómo somos psicológicamente, que nos gusta o no, qué nos motiva, cuáles son
nuestras características. (L. Fernández, 1999).

Pero no sólo son importantes, la formación de la autoconciencia, la identidad


personal y el autoconocimiento en su relación dialéctica, para la construcción
de la autovaloración. Existe una dimensión cognitiva, afectiva y global en este
proceso de auto referencia que es la autoestima, la cual se refiere a cuánto
nos estimamos, amamos, ponderamos, respetamos y aceptamos a nosotros
mismos, de la cual depende en gran medida la manera en que se manifiestan
las demás formaciones psicológicas.

La autovaloración es entonces, una configuración de la Personalidad, que


integra de modo articulado un concepto de sí mismo por parte del sujeto, en el
que aparecen cualidades, capacidades, intereses y motivos, de manera
precisa, generalizada y con relativa estabilidad y dinamismo, comprometido en
la realización de las aspiraciones más significativas del sujeto en las diferentes
esferas de su vida. Puede incluir contenidos que se poseen, otros deseables y
otros inexistentes que constituyen un resultado de las reflexiones, valoraciones
y vivencias del sujeto sobre sí mismo y sobre los contenidos esenciales de su
propia Personalidad (F. González, 1989).

El concepto que el individuo elabore sobre sí mismo, influirá en gran medida en


la configuración de las otras formaciones psicológicas de su Personalidad y le
permitirá afrontar los retos de la vida de determinada manera.

La autovaloración puede tener ciertos grados de desarrollo en cada individuo


de acuerdo con sus características psicológicas individuales, en función de la
manera en que se percibe a sí mismo física y subjetivamente, de acuerdo con
las cualidades, aptitudes y capacidades que cree poseer, con qué sexo,
género, familia y cultura se siente identificado, hasta que punto se conoce, y
cuánto se estima. Estas características, sin lugar a dudas adquieren matices
particulares, a partir de las percepciones individuales del sujeto, pero se
encuentran también determinadas por las condiciones de vida y educación en
las que se haya formado su personalidad. Por tanto, la influencia social no
puede ser obviada cuando a la personalidad nos referimos.

Así la autovaloración puede ser estructurada, adecuada y efectiva, cuando el


sujeto tiene un profundo conocimiento y conformidad consigo mismo,
reconociendo y aceptando sus cualidades y defectos, creando una clara
definición de su identidad personal, manteniendo coherencia entre lo que
desea, lo que hace para lograrlo y el reconocimiento de hasta que punto puede
llegar, aceptando así elementos contradictorios, sin que se destruya la
estabilidad de su autovaloración. Esto se expresa a través de ricas, variadas,
coherentes y profundas reflexiones del sujeto sobre sí mismo y en la posibilidad

48
que este posea de prever adecuadamente los niveles de realización que puede
alcanzar.

En ocasiones, nos podemos encontrar ante individuos cuya autovaloración es


inestructurada, no adecuada y formal, en este caso existe pobreza en el
conocimiento del sujeto sobre sí mismo, porque se conoce insuficiente o
distorsionadamente, cuando no se siente a gusto con sus características físicas
o subjetivas, manifestando reconocimiento y aceptación de sus virtudes y
defectos y por consiguiente poca tolerancia ante elementos contradictorios,
todo lo cual se expresa a través de reflexiones ambiguas, inespecificidad en
cuanto a la previsión de los niveles de realización que puede alcanzar y una
constante inseguridad del sujeto sobre diferentes situaciones de su vida, que
puede expresarse en algunos casos como sobre valoración y en otros como
subvaloración.

Los sujetos que se sobre valoran se adjudican cualidades, aptitudes y actitudes


que realmente no poseen, minimizando sus defectos y alardeando de niveles
de alcance que se encuentran por encima de sus posibilidades reales de
realización, tratando así de enmascarar la verdadera inseguridad que
inconscientemente poseen. Esto se debe no sólo a las características
psicológicas particulares de este tipo de sujetos, sino a la manera en que el
medio social ha ido alimentando esta inadecuada autovaloración a lo largo de
su historia de vida, pues la aprobación externa del comportamiento va
favoreciendo su establecimiento internamente, por la gratificación que produce.
Estos sujetos se muestran intolerantes ante cualquier elemento valorativo
disonante con la imagen que de sí mismos han elaborado, son además
autoritarios, prejuiciosos, exigentes consigo mismos y con los demás,
competitivos y poco afectivos y empáticos, por lo que requieren de ayuda
especializada.

La subvaloración, se expresa a través de un fuerte sentimiento de inseguridad


del cual el individuo si es consciente, asociado a un pobre y distorsionado
conocimiento sobre sí mismo, a una identidad imprecisa y a una baja
autoestima, no considerándose capaz de enfrentar determinadas situaciones
de la vida, puesto que no confía en sí mismo. Esto genera comportamientos
excesivamente dependientes de la valoración social, con tendencia a actuar a
partir de lo que los demás opinan al respecto. Son personas temerosas,
desconfiadas, susceptibles, por lo que demandan afecto constantemente,
experimentando fuertes vivencias de celos y posesividad. Son muy proclives a
la desilusión y por tanto al reforzamiento de sus comportamientos, por lo que
también requieren de ayuda especializada.

Los sujetos que se subvaloran al no poder amarse a sí mismos de modo


productivo, se tornan egocéntricos, intentan centrar la atención hacia sí
mismos, por ello se tornan egoístas, demandantes afectivos, culpógenos, como
si la razón de los males que le rodean, fuesen causados por sí mismos a
veces, hasta lo extremo y absurdo. Otras veces se muestran con excesiva
generosidad y sumisión como la vía para ganar la aceptación de los demás
hasta el extremo de la indignidad. Son sujetos con gran intolerancia al error y
que anticipan el fracaso, por lo cual evitan los riesgos y desafíos y poseen

49
especial dificultad para la comunicación abierta, auténtica y empática
(Fernández, 1999).

En el caso de los individuos que se subvaloran, el medio social juega también


un papel fundamental en cuanto a la influencia que ejerce sobre ellos,
reforzando tales comportamientos. La falta de estimulación y la crítica
constantes, tienden a generar inseguridad, desconfianza y rechazo del sujeto
hacia sí mismo y hacia el medio social que lo rodea, sintiéndose más animado
solamente cuando se le brinda lo contrario.

Por esto, desde nuestra posición profesional debemos sentirnos en el


compromiso de comprender y colaborarle al individuo que exhiba una conducta
que denote la presencia de una inadecuada autovaloración, y no sentirnos con
el derecho de juzgarlo como podría hacerlo cualquier persona que desconozca
la esencia de esta problemática.

¿Cómo la autoestima positiva contribuye al restablecimiento de una


persona enferma?

Indudablemente, quien no sienta plena confianza y seguridad en sí mismo,


lleva a cuesta una enorme cruz que resulta un impedimento para alcanzar
pleno bienestar en todos los sentidos. Al referirnos al término “bienestar”
estamos haciendo alusión tanto al bienestar físico como al mental, es decir a la
salud del cuerpo y del alma, ambas muy relacionadas.

No es menos cierto que gozar de buena salud física permite al individuo


enfrentar mejor los retos de la vida, puesto que sus cualidades físicas
funcionan adecuadamente y puede sentirse menos limitado, aunque no sucede
así en todos los casos.

No siempre la salud física es un indicador de completo bienestar, y en este


sentido no nos referimos solamente a la no presencia de psicopatologías, sino
a algo más amplio y de mayor importancia que es la falta de bienestar
psicológico general del individuo, que atañe a la manera en que se organice y
se manifieste su subjetividad.

Una de las cuestiones fundamentales para desarrollar una subjetividad sana es


precisamente, poseer una adecuada autovaloración, que a su vez requiere e
implica la presencia de una autoestima positiva. Es sumamente importante que
cada persona sea capaz de reconocer cuáles son sus defectos y cuales son
sus virtudes, para qué actividades se encuentra mejor preparado, cuáles son
sus alcances y limitaciones, en fin, que se auto conozca y estime
adecuadamente.

No sólo se siente enferma una persona que presenta algún padecimiento físico,
pues mucho más lamentable resulta que, siendo sano físicamente, los
malestares del individuo sean subjetivos y con escasas posibilidades de
solución para él, ya que las repercusiones pueden ser muy lamentables,
desencadenando padecimientos más objetivos y visibles como las
somatizaciones.

50
No todos los que no se sienten competentes en la realización de una tarea en
particular, como pilotear un avión, diseñar un programa de ordenador o llevar
adelante un negocio, sufren necesariamente una impresión de baja autoestima.
Pero una persona físicamente sana, que se sienta inadecuada para afrontar los
desafíos normales de la vida, como ganar su propio sustento, padece de
escasa autoestima. Tampoco podemos afirmar que carezca de una adecuada
autoestima el individuo que se siente desmerecedor de algún premio u honor
especial, como el Premio Novel o el reconocimiento universal, por haber
grabado una sencilla canción romántica. En cambio, aquel que no se siente
merecedor de felicidad, que no se siente digno de ninguna alegría o
recompensa en la vida, sin duda tiene falta de autoestima (N. Brandem, 1999).

En la medida en que nos auto estimemos positivamente podremos sentir mayor


bienestar en todos los sentidos. Si me quiero y me respeto a mí mismo,
reconociéndome como un ser humano portador de cualidades y defecto, con
posibilidad de cometer errores y también de rectificarlos y con la seguridad de
que soy útil e importante para muchas personas, nada constituirá un obstáculo
para obtener logros y éxitos en diferentes esferas de la vida y sentirnos
plenamente realizados.

Sentir seguridad en sí mismo es la mayor fortaleza que un ser humano posee.


La mente regula todos los procesos del organismo, incluyendo las emociones,
no olvidemos que cogniciones y afectos son una unidad y como tal funcionan,
expresándose así a través de la Personalidad. Por tanto, mientras más
positivos, alentadores y sanos sean los pensamientos y representaciones
mentales de un individuo, más enriquecedoras serán sus emociones, afectos y
sentimientos, influyendo positivamente en sí mismo, proporcionándole un gran
bienestar de manera general.

Los factores psicológicos influyen en el proceso salud – enfermedad, tanto en


enfermedades crónicas no transmisibles como en las infecto contagiosas,
según se ha comprobado científicamente, estos factores tienen un contacto con
el germen que acelera el proceso patológico.

Si una persona físicamente enferma se deja arrastrar a su suerte, pensando


que no puede ayudarse a sí misma, fomentando pensamientos y sentimientos
negativos al respecto, no contribuye a su restablecimiento y curación, sino que
por el contrario, incrementa sus malestares y afectaciones. Aún cuando no
existan posibilidades de cura, si el enfermo logra enfrentar su situación desde
una posición positivista, puede disminuir la gravedad de sus padecimientos y
sentirse mejor dentro de lo posible. Ante enfermedades físicamente dolorosas
puede disminuirse el efecto del dolor siempre que el enfermo confíe en sí
mismo y se sienta capaz de dominar su organismo, pues el dolor es también
considerado una dimensión psicológica, ya que nunca se ha podido medir o
cuantificar.

Por tales motivos, si una persona logra auto valorarse adecuadamente y elevar
su autoestima positivamente, puede enfrentar estados patológicos de una
manera más favorable, garantizando así mayor bienestar, disfrutando de su

51
vida de la mejor manera posible. Pero no todo aquel que no haya logrado
aceptables niveles de autoestima y autovaloración está completamente
perdido, pues existe ayuda especializada para mejorar en este sentido.

¿Cómo generar autoestima positiva?

Es importante que los diferentes agentes de socialización constituyan valiosos


formadores de la adecuada autovaloración de los individuos, comenzando por
supuesto por la familia, que es el grupo primario de todo individuo y por tanto
juega un papel fundamental en la formación de su personalidad.

De manera preventiva debemos tener en cuenta lo siguiente: Desde que el niño


comienza a socializarse, relacionándose con el adulto a través del sistema de
actividades y de comunicación, imprescindibles para su desarrollo, este adulto
debe recompensar con elogios sus logros y señalar sus dificultades
constructivamente para no dañar su autoestima y potenciar el desarrollo de una
adecuada autovaloración. Esta es una premisa básica que debe mantenerse en
las diferentes etapas de su desarrollo y ser tomada en cuenta no sólo por la
familia sino por cualquier persona que se considere un educador dentro de la
sociedad, en el sentido más amplio de este vocablo, como es el caso de los
maestros y auxiliares escolares, los dirigentes de las diferentes organizaciones
e instituciones, y la sociedad en general, pues vivimos en un constante
intercambio de subjetivaciones.

El proceso de socialización no siempre se lleva a cabo de la manera más


favorable, y por tanto la autovaloración y la autoestima pueden constituirse de
manera perjudicial para el sujeto, obstaculizando el desarrollo de sus
potencialidades y creándole dificultades al enfrentarse a diferentes situaciones
de su vida. Para explorar en este sentido, podemos aplicarle un auto dibujo
bajo la siguiente consigna: “Represéntese a sí mismo a través de un símbolo”.
Podemos además aplicarle una composición que lleve por título: “Mis
principales defectos y virtudes”, procediendo posteriormente a realizar un
análisis de contenido cuyo resultado final será el diagnóstico del grado de
autovaloración y autoestima que posea el paciente.

Por tal motivo, ante un paciente que presente una autovaloración inadecuada y
por consiguiente una autoestima igualmente inadecuada, lo primero es
ayudarlo a que reconozca cuál es su dificultad y a que se haga consciente y
por tanto partícipe de su situación real.

En el caso de que el paciente se sobre valore, podemos ponerle actividades


sumamente difíciles para que de esta manera reconozca que no siempre podrá
hacerlo con éxito y que es importante que se acepte tal y cual es. El
tratamiento será siempre transmitiéndole un mensaje de adecuación, en tanto
no todos somos capaces de realizar cualquier actividad, obteniendo mucho
éxito, pues unos estamos capacitados para realizar algunas actividades con
mucha calidad, pero para otras no lo estamos.

52
En el caso de que el individuo se subvalore, es importante también que realice
determinadas actividades y que se le elogien sus logros y se le aliente ante las
dificultades, exponiéndole que sí puede lograrlo con un poco más de esfuerzo,
que todos podemos al menos intentarlo, que siempre somos buenos y útiles
para algo y que debemos tener confianza en nosotros mismos.

Estas son algunas frases para elevar la autoestima:

 Soy mi mejor amigo y me trato bien en todos los aspectos.


 Soy una persona útil e importante.
 Solamente digo cosas positivas acerca de mi persona.
 Tengo una relación de triunfador conmigo mismo.
 Soy una persona independiente y me siento segura de mí misma.
 Más allá de mis virtudes y mis logros soy una persona valiosa y la gente
me ama.
 Merezco cosas buenas en la vida.
 La gente se siente bien cuando comparte conmigo porque poseo
energía positiva.
 Irradio entusiasmo y alegría y sonrío con frecuencia.
 Disfruto todo lo que hago y vivo confiado de que puedo alcanzar todo lo
que me propongo en la vida.

A estas se pueden sumar muchas otras frases portadoras de mensajes de este


tipo, que el paciente debe repetir e ir sintiendo como suyas, poniéndolas en
práctica. En la medida en que el individuo logre auto valorarse adecuadamente
y elevar su autoestima, sentirá que se conoce mejor a sí mismo y se sentirá
una persona más independiente y confiada en sus posibilidades reales.

Teniendo en cuenta que nos estamos preparando en aras de contribuir a la


favorable recuperación de pacientes con diferentes patologías, un paso
fundamental es, lograr que psicológicamente el paciente se sienta capaz de
enfrentar su enfermedad y de combatirla con “Mente positiva”. El negativismo
hacia uno mismo empeora cualquier situación.

Siempre que la persona se sienta segura de sí misma puede asimilar la


realidad con mayor responsabilidad y madurez. El sujeto enfermo necesita
conocer las implicaciones de su enfermedad, debe ser capaz de
responsabilizarse con el cumplimiento de su tratamiento, habilitándose en
conductas de auto cuidado y también entrenándose en habilidades de
afrontamiento y manejo del estrés, factor causante de muchos padecimientos.

La salud forma parte de la cultura universal, por tanto es una cultura a través
de la cual se instalan hábitos y creencias de generación en generación que
llevan los matices de cada sociedad, por lo que al enfrentarnos a un plan de
salud que ofrece servicios a personas que provienen de otras culturas, es
fundamental que tengamos en cuenta las concepciones y costumbres del
paciente y que nos apoyemos en esta información para lograr así un mayor
acercamiento y colaboración.

53
La responsabilidad de la salud de las personas, se le adjudica en muchas
ocasiones, a las instituciones de salud, y no se ve el otro polo que es la
responsabilidad individual. Es importante que el paciente potencie su
autoestima y que llegue a sentirse el principal responsable y partícipe de la
generación y el mantenimiento de su bienestar físico y psicológico.

La interdisciplinariedad es también fundamental para el logro de nuestro


principal objetivo que es contribuir al restablecimiento del paciente. Es por eso
que técnicos de la salud, médicos de diferentes especialidades, enfermeras,
psicólogos, psiquiatras, odontólogos y de manera general todo el personal
implicado con esta tarea, deben intercambiar sus experiencias y criterios,
colaborándose y apoyándose en todos los sentidos, pues el trabajo de unos,
sería imposible sin el conocimiento y la complementación de los otros.

Potenciemos la autoestima de nuestros pacientes y lograremos los mejores


resultados, tengamos siempre presente la máxima de Goethe con que damos
comienzo a este artículo: “El peor de los males que le puede suceder al hombre
es que llegue a pensar mal de sí mismo”. Por tanto, el primer paso para lograr
la curación, es quererse a sí mismo y desearse lo mejor.

Bibliografía:

Brandem, N: “La autoestima en la vida humana” (fragmentos. Impresión ligera);


artículo: El respeto hacia uno mismo.

Castellanos, Roxanne (2003): Psicología. Selección de textos. Editorial Félix


Varela, La Habana, Cuba.

Domínguez, L: “¿Yo, si mismo o autovaloración?”. (Artículo no editado).

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Gonzáles, F (1985): “Psicología de la Personalidad”. Editorial Pueblo y


Educación, Ciudad de La Habana, Cuba.

Gonzáles, F (1985): “Psicología. Principios y categorías”. Editorial Pueblo y


Educación, Ciudad de La Habana, Cuba.

Maquines, I: “Autoestima fuerza integradora”. (Artículo impreso). Congruencia.


Centro de servicios de desarrollo humano.

54
¿Podemos modificar actitudes?

Lic. Daymí Rodríguez López.

“...Detrás de la apariencia más dura... puede esconderse un corazón


tierno y bueno”.
An
ónimo

Usualmente consideramos las actitudes como construcciones hipotéticas, es


decir una realidad que existe que no es observable y que supone inferencias.
Las actitudes suponen comportamientos, afectos y cogniciones específicas que
no siempre están en correspondencia, por ejemplo, yo puedo saber que el
alcohol al igual que la droga es muy dañina y sin embargo me gusta ingerir
estas sustancias y de hecho las consumo, teniendo una actitud positiva hacia
las mismas. Se trata de procesos psicológicos que intervienen en la regulación
del comportamiento humano pero no aisladamente sino en relación con otros
procesos.

Hasta aquí pudiéramos destacar algunos aspectos importantes que debemos


saber de las actitudes:

 Su carácter de tendencia o disposición, supone que el sujeto tienda a


reaccionar de determinada manera, incluyendo sentimientos y
cogniciones específicas. Por ejemplo si yo tengo una actitud positiva
hacia la Revolución, tiendo a comportarme coherentemente con las
tareas de la misma.

 Su carácter aprendido o adquirido mediante la experiencia, nuestras


actitudes están muy comprometidas con nuestro aprendizaje, con todo lo
que recibimos a través de los diferentes agentes de socialización, por
tanto se forman y modifican a lo largo de la vida.

 Su influencia en el comportamiento de las personas, ya dijimos que este


proceso psicológico en relación con otros interviene en la regulación, el
control y en la orientación del comportamiento.

 Toda actitud tiene un objeto actitudinal, es decir, un objeto, persona o


cosa hacia la que va dirigida nuestra actitud.

Componentes de las actitudes:

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Las actitudes tienen tres componentes básicos: el afectivo, el cognoscitivo y el
conductual.

Componente afectivo: Se trata de los sentimientos, afectos y emociones que


genera el objeto actitudinal. Es el aspecto central de la actitud pues está
relacionado con la evaluación de dicho objeto actitudinal.

Componente cognoscitivo: Se trata del conocimiento que tenemos respecto al


objeto actitudinal. Aquí debiera tenerse en cuenta la cantidad de conocimientos
que tenemos de algo, la integración de esos conocimientos y la especificidad o
generalidad de ese conocimiento, si es respecto a un solo objeto actitudinal o
respecto a toda una serie de objetos actitudinales. Por ejemplo, yo puedo tener
muy poca información respecto a algo pero tener una actitud negativa hacia
eso. Tal vez yo tenga una actitud positiva hacia los perros en general, pero
hacia un perro en específico yo tengo una actitud negativa, porque sé que es
agresivo, porque conozco que haya mordido a alguien, porque sé que me ladra
cada vez que me ve, etc.

Componente conductual: Se refiere a los comportamientos que tendemos a


asumir respecto al objeto actitudinal, ya sea a favor o en contra.

¿Podemos modificar nuestras actitudes?

Antes de entrar a abordar este tema es conveniente precisar que el


componente conductual es sólo uno de los tres componentes que integran la
actitud, por tanto no necesariamente debe estar en correspondencia con la
actitud, es decir, a veces tenemos comportamientos que no se corresponden
con nuestras actitudes, aunque por tendencia natural el ser humano actúa en
correspondencia con su actitud porque es la manera de sentirse bien consigo
mismo y ser coherente con su forma de pensar. Por ejemplo, en ocasiones
tenemos el deber de ser generosos, amables y afectuosos con determinadas
personas aún cuando tenemos una actitud negativa hacia las mismas

Generalmente cuando actuamos en contra de nuestras actitudes nos produce


malestar y por ende, tratamos de eliminarlo de alguna manera, una de ellas es
tratar de modificar nuestra actitud para ser coherente con lo que hicimos, por
ejemplo, si yo tengo una actitud negativa hacia el cigarro pero fumo, entonces
yo puedo reducir la incomodidad que me produce los hechos de tener una
actitud negativa hacia el cigarro, saber que me hace daño y fumar cambiando
mi actitud hacia dicho cigarro.

Otra manera es adicionando elementos cognitivos a favor de lo que hicimos


para así que estos nuevos elementos sobrepasen a lo que antes teníamos. Es
decir, sabía que el cigarro daña la salud, sin embargo ahora puedo pensar que
me da placer, que me calma la ansiedad, que me relaja y me seda, de esta
manera tengo más elementos a favor de la conducta asumida y se reduce el
malestar.

Hasta aquí podemos resumir cómo podemos lograr el cambio de actitud:


adicionar elementos cognitivos a favor de la actitud que deseamos que asuma

56
una persona respecto a determinado objeto actitudinal. Por tal motivo, la
persuasión puede ser un elemento en que nos podemos apoyar para modificar
actitudes. Debemos ser cuidadosos en aspectos como la confiabilidad de la
información, su variedad (se deben ofrecer elementos positivos y negativos con
relación al objeto actitudinal, aunque los positivos deben ser superiores), la
confiabilidad de la persona que emite el mensaje, la distancia entre la posición
del comunicador y la del sujeto, es decir el comunicador debe darle libertad al
individuo para que este deduzca sus propias conclusiones, por supuesto debe
ser libertad con límites y estos límites varían en función de las características
de los receptores. No cuenta con los mismos recursos personológicos un
profesional que una persona que tiene un bajo nivel intelectual.

Otras formas de modificar actitudes son la presión y la recompensa moderada,


de acuerdo con varios experimentos la presión y la recompensa deben ser
mínimas necesarias para lograr la actitud deseada porque si estas resultan
muy elevadas por sí solas justifican el comportamiento que asumo y reducen el
malestar. Veamos un ejemplo, si yo tengo una actitud negativa hacia la mentira
y alguien me ofrece una suma de dinero elevada para que mienta, la suma de
dinero en sí justifica mi comportamiento y reduce el malestar que me pudiera
originar actuar en contra con mis principios, sin embargo, si la suma es mínima,
yo tengo que modificar la actitud hacia la mentira para reducir mi malestar, y
ese sería nuestro verdadero objetivo, que las personas asuman actitudes a
favor de los comportamientos que deseamos conquistar, por eso, si queremos
que las personas tengan una actitud positiva hacia algo podemos, ejercer una
presión o recompensa mínima necesaria, (la recompensa no sólo tiene que ser
monetaria, también puede ser moral), u ofrecer suficientes elementos a favor
del cambio anhelado.

Después de este sencillo análisis usted puede concluir por sí solo si puede o no
modificar una actitud en una persona y cuál es la mejor forma de hacerlo. No
olvide tener en cuanta las características personológicas de las personas y su
verdadero propósito, recuerde que no es lo mismo modificar comportamientos
que actitudes, es mucho más fácil lograr que una persona tenga un
comportamiento en determinado sentido que lograr un cambio de actitud. Por
último tenga en cuenta que las actitudes pueden ser respecto a personas,
objetos o situaciones.

Bibliografía:
Colectivo de autores, Dinámica de grupo: su facilitación, Editorial pueblo y
educación, La Habana, 2002.
Fuentes, M. El grupo y su estudio en Psicología Social, Ediciones ENPES, La
Habana, 1992.

57
Los grupos: espacios de expresión y subjetivación de valores.
Lic. Yezenia Ramayo Cano
Lic. Aída Torralba Fernández
Lic. Oscar Ulloa Guerra
Lic. Lisandra León Naud

“…los valores… se encuentran condicionados social e históricamente y


se expresan en la sociedad, en los grupos y en los individuos… no se trata de
un fenómeno monolítico u homogéneo, sino diverso, heterogéneo,
contradictorio,
como contradictoria es la propia realidad de la cual son reflejo.”
Luis López Bombino

Desde que nacemos estamos formando parte de un grupo, y en nuestro andar


por la vida vamos continuamente dejando de formar parte de unos e
insertándonos en otros. En temas anteriores has podido ver cómo los grupos,
de una forma u otra, reflejan el contexto social en el que surgen y van
influyendo en el desarrollo de nuestra personalidad, dejando huellas o
contenidos que incorporamos en nuestra personalidad y que se manifiestan en
nuestras formas de sentir, pensar y actuar.
El proceso a través del cual van quedando estas huellas o contenidos (valores,
normas, conocimientos, concepciones, hábitos, costumbres, tradiciones, y otros
aspectos de la cultura social), como viste anteriormente, es conocido como
proceso de socialización. La socialización brinda la posibilidad de integrarse
a la vida en sociedad y establecer los vínculos necesarios para ello, siendo el
grupo un espacio donde por excelencia ocurre este proceso que dura toda la
vida. Ahora bien, recuerda que no somos sujetos pasivos que solamente
estamos recepcionando información, poseemos un carácter activo que permite
enriquecer y transformar los contenidos de las informaciones que recibimos del
medio social. Por tanto, los grupos constituyen un espacio de intermediación
entre el individuo y la sociedad.

 ¿Qué es un grupo?
Trazando las primeras líneas de este tema nos pareció sugerente preguntar a
varios estudiantes lo que ellos consideraban un grupo. Compartiremos contigo
las ideas más comunes se convirtieron en base de análisis para nuestras
futuras reflexiones.
Sus respuestas fueron: “un grupo es un conjunto de personas donde todos
tienen un fin común”, “compañeros que se unen”, “los que coinciden por

58
Internet para chatear”, “personas que se juntan para hablar”, “personas
organizadas”, “personas reunidas tratando temas diversos”.
Como puedes ver, los entrevistados solamente tienen en cuenta para calificar
un grupo la presencia de un conjunto de personas con cercanía física y algún
elemento afín. Por este camino pudiéramos pensar que un grupo es, por
ejemplo, los viajeros que están esperando su turno para abordar el metro,
estudiantes que de repente coinciden en la cola de un comedor o las personas
que asisten a una conferencia. En estas situaciones sociales puedes ver que
hay elementos en común, pero los lazos y las relaciones que se establecen son
más bien cortos, transitorios y superficiales; por lo que resulta imposible
comparar su intensidad con grupos como nuestra familia, un grupo musical, el
grupo gestor de una comunidad, un grupo escolar, una brigada de Luchadores
Sociales, un grupo de amigos, un equipo de béisbol o un grupo de
investigación científica.
Por lo tanto, cuando hablamos de un grupo en términos propiamente
psicológicos nos referimos a un conjunto de personas (más de dos), que se
unen de forma relativamente estable para la realización de una actividad
conjunta que sólo es posible con una comunicación directa y permanente.
Ahora te proponemos, teniendo en cuenta que tu labor como trabajador social
va a estar asociada generalmente a grupos, comentar algunos de los
elementos que consideramos más relevantes para su estudio.
Todo grupo se constituye con un fin específico que abarca una serie de
actividades necesarias para su materialización y que exigen la acción colectiva.
Si analizamos un grupo docente estudiantil de futuros trabajadores sociales
distinguiremos enseguida la actividad común por la cual se unieron y se
mantienen unidos: adquirir conocimientos que contribuyan a su formación
integral para incorporarse a esta labor. Es a partir de la actividad en común que
surgirán en este grupo objetivos, intereses, actitudes y valores compartidos
entre sus miembros, por lo tanto, la voluntad y los esfuerzos grupales irán por
este camino, fortaleciendo todo lo que contribuya a este logro y enfrentando o
dejando a un lado aquello que pueda entorpecerlo.
Al identificar un grupo, es primordial analizar inicialmente la actividad común
que lo sustenta y las características en las que esta actividad se desarrolla.
Muchas veces nos encontramos en presencia de grupos en los que su
actividad común no tributa al desarrollo de la sociedad ni al crecimiento
personal de sus miembros y deviene en compromiso la acción social para
contribuir a reestructurar o modificar la actividad común y sus contenidos. En
este caso, pudiéramos mencionar integrantes de un grupo que se dedican a
asaltar o de un grupo que organiza acciones terroristas.
Retornemos al grupo docente estudiantil, para la organización y realización de
la actividad común, ustedes lo están vivenciando, es imprescindible mantener
una comunicación directa y permanente entre los miembros del grupo. Es
por ello que cuando los integrantes del grupo asumen actitudes que no
favorecen una buena comunicación surgen conflictos intragrupales que pueden
limitar el cumplimiento de la meta común además de crear un clima tenso que
atente contra la unidad.

59
Si nos proponemos lograr y mantener una buena comunicación debemos tener
en cuenta usar un tono de voz adecuado y agradable, saber ponernos en el
lugar del otro cuando la situación lo requiera, ser tolerantes con los juicios
emitidos por los demás, no ofender a los otros, hacer los señalamientos en
positivo, ser congruentes y coherentes en nuestro pensar, sentir y actuar en las
relaciones que establecemos.
Cada grupo posee una organización determinada, es decir, una estructura
más o menos evidente dentro de la cual cada integrante ocupa una posición
(status), que abarca un conjunto de deberes, derechos, expectativas y
obligaciones. En el grupo docente estudiantil del que hablamos es posible
identificar en su estructura funcional o formal al delegado, los activistas y los
restantes miembros del grupo. Sin el conocimiento y aceptación de esta
estructura sería más difícil lograr los objetivos grupales o aspiraciones como
alcanzar la categoría de destacado. No obstante, en un grupo, seguro te has
percatado, existen miembros que ocupan otras posiciones no tan formales,
aunque sí habituales. Por ejemplo: la persona que generalmente hace reír al
grupo (el chistoso), quien siempre llama a la reflexión, la cordura y la tolerancia
(el reflexivo), el que está dispuesto a ayudar en cualquier momento (el
colaborador), o el que acostumbra a ver muchas dificultades para lograr algo
(el pesimista). Es así como cada miembro del grupo, según la posición que
ocupa, el estilo con que asume esta posición y lo que se espera de él,
desempeña un rol determinado. O sea, desempeña un conjunto de acciones
(roles) en correspondencia con la posición que ocupa.
A medida que transcurre el tiempo de interacción entre los miembros de un
grupo va surgiendo un componente de carácter psicológico más allá de la
voluntad de cada miembro. La dinámica interna en la que lo individual y lo
grupal se conjugan da lugar a que emerja la cohesión grupal, entendida como
una singular expresión de la integración afectiva que ha sido capaz de lograr la
membresía (Fuentes, Mara), condicionada por la conducta y las actitudes de
cada miembro dentro del grupo, la intensidad de las relaciones que establecen,
la forma en que se implica en las tareas, el sentido de pertenencia, la armonía,
las valoraciones recíprocas que se van construyendo, la confianza, el
cumplimiento de las metas grupales y la construcción de la unidad como valor
primordial.
Un alto nivel de cohesión permite que el camino hacia el cumplimiento de las
metas grupales encuentre menos obstáculos e implica una elevada
identificación e interrelación entre los intereses colectivos y los personales. En
estas condiciones, el grupo se convierte en un espacio de realización personal
y de satisfacción de necesidades comunes, ubicándose en un nivel superior de
desarrollo grupal.
Como has podido ver, en los marcos de un grupo surge un sistema interno de
relaciones interpersonales donde el comportamiento y la proyección de cada
miembro afectan la cohesión grupal. En este proceso ocupan una posición
angular los valores que se definen y comparten grupalmente ya que ellos
actúan como elemento regulador del comportamiento en las actividades
grupales y las relaciones interpersonales.
En todos los grupos se va conformando un sistema de valores que garantiza la
permanencia, estabilidad y el funcionamiento grupal. En un grupo que contenga

60
el valor cooperación como elemento de la cultura y este haya sido
personalizado por cada uno de sus miembros, de seguro encontraremos
mejores condiciones para que las actividades grupales sean realizadas
eficazmente.
Ahora bien, en el contexto grupal puede ser que “existan” valores que sólo son
expresados en el discurso y no se reflejan en el actuar de sus miembros. O
puede ser también que sólo se evidencien y manifiesten ante determinada
presión que puede ser ejercida externa o internamente. ¿Cómo entender estas
situaciones?
Los valores dentro de un grupo pueden catalogarse como no
personalizados (formales) y valores personalizados, considerando la
existencia de los primeros cuando se produce una formalización de los
valores que conduce a la separación entre su expresión conductual y su
configuración subjetiva. Los valores formales resultan fuentes de
comportamiento sólo en situaciones y atmósferas donde su potencial
normativo es dominante, y no moviliza el comportamiento individual,
fuera de este tipo de coyuntura. Se expresan por tanto, sólo ante
condiciones externas de presión social, nunca por la autodeterminación.
Cada grupo establece de forma más o menos evidente mecanismos que
regulen y orienten el actuar de cada uno de los integrantes y que garantizan la
perdurabilidad y legitimidad de los valores grupales. Nos referimos a las
normas grupales.
Las normas grupales son ideas que pueden expresarse en forma de juicios,
los cuales especifican lo que los miembros del grupo en determinada
circunstancia debieran hacer, deben hacer o se espera que hagan. (Homans,
G.). Las normas son ideas, exigencias que establecen pautas de
comportamiento, no constituyen la conducta misma sino como la gente piensa
que debería ser la conducta.
Como pudiste ver en temas anteriores, existe una estrecha relación entre el
individuo, el grupo y la sociedad. Por tanto, en los contenidos de las normas
que emergen en los espacios grupales están reflejadas, en cierta medida, las
normas sociales. Cuando utilizamos el término de normas sociales nos
estamos refiriendo a aquellas que forman parte de la cultura social y que han
sido el resultado del desarrollo histórico, son heredadas de generaciones
precedentes que a su vez las retomaron de otras, pero que se van renovando,
enriqueciendo y transformando en cada época adecuándose a las exigencias
de cada momento.
Las normas se caracterizan por ser relativas, pues lo que para un grupo
constituye una norma para otros no, la relatividad está en dependencia del
contexto, o sea del momento histórico o la idiosincrasia del lugar donde se vive
o se esté. Lo podemos analizar en nuestra cotidianidad, por ejemplo, en un
grupo de personas católicas el hecho de que alguien practique un aborto como
método de control de la natalidad es censurado y en otros grupos quizás el
mismo hecho tenga otra connotación u otra percepción. Incluso, en un mismo
lugar, en momentos históricos diferentes, normas iguales pueden ser
percibidas como contradictorias. Lo anterior se evidencia si nos detenemos a
analizar como hace un siglo atrás en muchas familias latinoamericanas, si la
mujer no llegaba virgen al matrimonio era muestra de inmoralidad; sin

61
embargo, en la actualidad, las prácticas sexuales prematrimoniales son más
comunes y mucho menos censuradas.
Las normas también pueden manifestarse de forma explícita o implícita. ¿A
qué nos referimos en este caso? Se considera que una norma es explícita
cuando surge a partir de la discusión y el acuerdo de todos, o aparece reflejada
en documentos reglamentarios del grupo (códigos, reglamentos, lineamientos,
leyes). En cambio, en muchas ocasiones encontramos conductas que
responden a normas internas que no han sido declaradas abiertamente y se
asumen como pautas de comportamiento. Por eso vemos que en un salón de
clases los puestos escogidos por los estudiantes son respetados por el resto
sin necesidad de que esta norma sea declarada en los días sucesivos.
Por último, resulta necesario indicar que las normas se tornan absolutas para el
grupo que las establece, incluso aunque esta no haya quedado explícitamente
declarada, no es cuestionada por ningún miembro y es asumida con
naturalidad hasta en los casos donde las normas grupales no se ajustan o no
se corresponden con los más altos valores y principios de la sociedad.

 Algunas clasificaciones de grupo


Hasta el momento te hemos presentado diversos elementos que caracterizan a
los grupos, ellos también sirven de base para poder establecer criterios de
clasificación que constituyen pilares para su análisis. Te presentamos las
clasificaciones que pudieran ser más útiles para tu desempeño como trabajador
social.
En primer lugar haremos mención a los grupos formales e informales, los
cuales responden en cada caso a un modo o forma de organización particular.
Los grupos formales son aquellos que la sociedad organiza para cumplir
determinadas funciones dentro de la misma, su origen y composición están
preestablecidos por las disposiciones de una institución o entidad. Se
caracterizan por tener funciones, métodos, tareas definidas, una estructura
jerárquica explícita y un conjunto de normas escritas que disponen los
derechos y obligaciones de sus integrantes. Constituyen grupos formales el
equipo de trabajo de un centro de investigación, un equipo de fútbol, los
miembros de un salón de clases.
Los grupos informales son aquellos que se forman de manera espontánea a
partir de los intereses y necesidades de sus miembros sobre la base de la
simpatía y la amistad personal, la comunidad de intereses, costumbres,
aficiones o rasgos comunes del carácter. Se consideran grupos informales: un
grupo de amigos que seleccionamos para compartir habitualmente porque en
ese espacio nos sentimos bien, ya sean compañeros de trabajo, de estudio,
vecinos u otros. Como recordarás, en la adolescencia, cuando los sentimientos
de amistad adquieren otras particularidades y la opinión social del grupo tiene
un gran peso, las personas se integran más ampliamente a grupos informales
buscando aceptación y bienestar emocional.
Es interesante destacar que los grupos informales en ocasiones se formalizan
con el tiempo, muchas organizaciones formales de hoy en día tuvieron inicios

62
informalmente como pequeñas agrupaciones de personas que se reunían para
luchar contra enfermedades, discriminaciones o daños al medio ambiente.
También los grupos formales suelen incluir en sí varios subgrupos informales.
En los grupos docentes, formalmente constituidos por personas de diferentes
estados, edades y procedencias sociales, coexisten subgrupos de estudiantes
que se reúnen espontáneamente para determinadas actividades del tiempo
libre. Se puede apreciar cuando en las actividades recreativas bailables tienden
a reunirse para compartir pequeños grupos de muchachos del mismo grupo
docente estudiantil.
Por lo que hemos examinado hasta el momento te podrás dar cuenta de la
relevancia que adquieren para el sujeto los diversos grupos de los que forma
parte. Ellos constituyen un espacio ínter subjetivo que influye en nuestro
comportamiento y genera determinados sentimientos, vivencias, estados de
ánimo y niveles de satisfacción de necesidades. Lo anterior permite
adentrarnos en la clasificación de grupos de pertenencia y grupos de
referencia. Los primeros son aquellos a los cuales pertenecemos y donde
somos reconocidos por otros como uno más de sus miembros. Pudiéramos
citar en este caso a nuestra familia, nuestro grupo docente estudiantil o nuestro
grupo de amigos. Existen también los llamados grupos de referencia,
considerados así cuando en la propia dinámica interna de un grupo el sujeto se
identifica con determinados elementos (normas, valores, hábitos, costumbres),
que se ajustan, se corresponden con sus aspiraciones o concepciones. Por eso
podemos considerar desde varias aristas la relación pertenencia-referencia:
-Nuestro grupo de referencia no coincide con nuestro grupo de pertenencia.
(Formo parte de un grupo docente estudiantil pero me siento más identificado
con otro grupo).
-El grupo de referencia es uno al que pertenecimos en un momento anterior de
la vida. (Al llegar al bachiller me integré a un equipo de baloncesto pero me
identifico más con el que jugaba en la secundaria)
-Nuestro grupo de pertenencia es nuestro grupo de referencia. (Encuentro que
el grupo al que pertenezco se ajusta y se corresponde a mis aspiraciones y
deseos).
Ahora bien, si estamos aspirando a potenciar el desarrollo grupal en los
espacios a los que pertenecemos, debemos ir más allá del reconocimiento de
un grupo de referencia con el cual nos identificamos. Cuando somos capaces
de analizar y reflexionar en torno a los aspectos de un grupo referencial y nos
convertimos en portadores y transmisores de estos elementos de cambio
estamos realmente contribuyendo al alcance de niveles superiores de
desarrollo grupal.
Parafraseando a Mara Fuentes, el desarrollo grupal es un proceso natural que
se refleja en las potencialidades concretas que adquiera este para la
realización exitosa de su actividad conjunta como en sus posibilidades de
ejercer influencia en la formación y desarrollo de la personalidad de sus
miembros. Será necesario entonces que el grupo adquiera cualidades socio
psicológicas que le permitan funcionar de manera diferente como estructura
social en un contexto determinado.

63
 Las relaciones interpersonales en los grupos
Coincidimos en las ideas iniciales de este tema en que la actividad conjunta
que sustenta la existencia de un grupo sólo es posible a partir de la
comunicación directa y permanente de sus miembros. Seguro has podido
vivenciar que esta comunicación se manifiesta a partir de las relaciones
interpersonales y que no en pocas ocasiones aparecen conflictos por las
diferencias en los valores, creencias, actitudes y comportamientos.
Las relaciones interpersonales constituyen los vínculos e interacciones que
surgen y se desarrollan sobre una base emocional (sentimientos, emociones y
afectos), generados por los participantes y por las particularidades de la
actividad conjunta en la que los sujetos se encuentran implicados. (Zaldívar,
2003). Entre más potenciadora de vivencias positivas sea esta relación más
fácil resultará realizar las actividades de conjunto. Por eso consideramos de
suma importancia mostrarte algunos de los elementos que influyen en el
contenido y calidad de las relaciones interpersonales.
A lo largo de la vida se configura un elemento subjetivo que se refiere a las
valoraciones y opiniones que un sujeto tiene sobre sí mismo, constituye, en
pocas palabras, una auto imagen, una auto percepción, el cómo me veo y me
valoro. Esta auto imagen de la que hablamos es reconocida también como el
concepto de sí mismo y contiene una estrecha relación con las expectativas
que los demás han tenido sobre nosotros en los grupos por los que hemos
transitado. Por ejemplo, si desde muy pequeños no nos tienen en cuenta, no
hemos sido aceptados, estimulados y respetados, es probable que vayamos
incorporando estas valoraciones a nuestra auto imagen o concepto de sí
mismo y posteriormente las reflejemos en nuestras relaciones, nos veamos
incapaces, con poca seguridad de poder enfrentar y vencer los retos del futuro.
En el curso del que formas parte, en ocasiones nos hemos encontrado
estudiantes que llegan con muchos temores de ser aceptados en su grupo
docente estudiantil porque no se perciben importantes para el resto de sus
compañeros lo que hace que él mismo límite sus relaciones interpersonales.
Por tanto, la forma en que nos vemos influye en cómo interpretamos y
respondemos ante los hechos cotidianos, y por ende, determina también la
forma en que establecemos nuestros vínculos interpersonales.
Ahora bien, no sólo el concepto de sí mismo influye en las relaciones
interpersonales, en los vínculos que establecemos tienen un gran peso la
percepción que tenemos de los demás. Veamos algunos contenidos que
conforman la percepción que vamos configurando o construyendo sobre los
otros.
La forma en que nos relacionamos con las personas que comparten con
nosotros en un grupo no pocas veces está sustentada en ideas
preconcebidas, o sea, juicios y valoraciones premeditadas que elaboramos
sobre los otros, generalmente alejadas de la realidad. De seguro ocurrió que en
los momentos iniciales de tu grupo algunos elaboraron criterios premeditados,
a veces errados, sobre algún compañero y con el tiempo se dieron cuenta de
que se habían adelantado en su percepción inicial.
También los prejuicios, considerados como creencias que nos hacen
considerar a determinadas personas como portadoras de características
negativas, influyen en nuestras relaciones interpersonales. Los prejuicios

64
determinan nuestra actitud y comportamiento hacia los otros y pueden
llevarnos a crear situaciones discriminatorias en los grupos. (Prejuicios raciales,
étnicos, genéricos, políticos, sexuales).
Es interesante analizar cómo las atribuciones o la explicación que damos de un
resultado personal o grupal determinan nuestros vínculos o relaciones
interpersonales. Nos estamos refiriendo al utilizar el término atribuciones a la
percepción que tenemos de las causas que provocaron determinado hecho o
comportamiento. Las atribuciones pueden manifestarse de formas diversas. En
algunas situaciones, si nuestra autoestima o valoración personal se ve
comprometida ante la evaluación del grupo en el desempeño de una tarea o
misión, le atribuimos las causas del fracaso a factores externos (no aparecieron
los materiales, el profesor no califica de forma adecuada, el horario no permite
hacer nada más). Muy por el contrario ocurre si tenemos que evaluar el
comportamiento de otra persona, entonces nos encontramos que asociamos
las causas a características personológicas, habilidades o conocimientos.
(Tiene muy poca experiencia, su nivel cultural no le permite entender).
Propiciar la reflexión colectiva sobre estas situaciones que pueden presentarse
en un grupo en las relaciones interpersonales contribuirá sin dudas a
perfeccionar los estilos y contenidos de los vínculos que se establecen en las
actividades conjuntas para el crecimiento y desarrollo grupal.

BIBLIOGRAFÍA:
FUENTES ÁVILA, MARA: “¿Por qué el grupo en la Psicología Social?”, en
Selección de lecturas sobre Psicología Social y Comunitaria, compilación de
Norma Vasallo y Lourdes Ibarra.

HOMANS, G: “Grupos Humanos”, en Selección de lecturas de Psicología


Social, tomo II, compilación de Julio César Casales, editorial ENPES.
WHITTAKER, JAMES: “La Psicología social en el mundo de hoy”, editorial
Trillas, EE.UU., 1990.
ZALDÍVAR PÉREZ, DIONISIO: “Las relaciones interpersonales”, en Psicología.
Selección de textos, compilación de Roxanne Castellanos Cabrera, editorial
Félix Varela, La Habana, Cuba. 2003.

65
Un acercamiento psicológico a la familia: su papel en la formación de
valores.
Lic. Yaima Del Cristo Sánchez
Lic. Klency González Hernández
Lic. Lissette Díaz Torres

“Las cualidades de los padres quedan inscritas en el espíritu de los hijos,


igual que los de un niño en las alas de una fugitiva mariposa”.
José Martí.

En el tema anterior estuvimos abordando los grupos humanos, el desarrollo de


los mismos y su importancia en el proceso de socialización. En este momento
te proponemos adentrarnos en el estudio de uno de eso grupos; la familia, la
cual ha sido considerada a lo largo de la historia como la unidad básica de la
sociedad. La familia ha sido analizada desde diferentes ámbitos, y desde las
ciencias sociales se han abarcado un sinnúmero de temas relacionados con
este importante grupo humano.
Comencemos recordando que el ser humano deviene en Personalidad inmerso
en un proceso de socialización a través del cual va interiorizando normas,
hábitos, costumbres y pautas de comportamiento, en el que se va apropiando
de estos elementos, creando los vínculos relacionales necesarios para
integrarse a la vida social. Este aprendizaje se realiza bajo la influencia de los
llamados Agentes de Socialización que ya conoces.
La familia es uno de los agentes de socialización más importantes, el primer
grupo en el que nos insertamos desde que nacemos, al que pertenecemos
invariablemente; del que recibimos un nombre que contiene ciertas
significaciones que nos marcan a lo largo de la vida, en el que aprendemos
nuestras primeras palabras, damos los primeros pasos e intercambiamos
afectos y conocimientos. Por todas estas razones la familia ha sido
considerada un grupo primario y de pertenencia. Es además el primer grupo de
referencia, donde se encuentran esas primeras personas con las que nos
relacionamos y que representan los modelos que cada individuo imita en
edades tempranas de su desarrollo, ya sea de manera consciente o
inconsciente.
La Psicología ha profundizado en el estudio de la familia por la colosal
importancia que este agente de socialización tiene en la formación y desarrollo
de la Personalidad de cada individuo. El trabajador social debe apropiarse
también de estos conocimientos para desarrollar con mayor éxito su labor.

66
Se hace difícil plantear una definición de familia, según la doctora Patricia Arés
(1990) la familia desde el punto de vista genérico no existe, lo que se puede
estudiar son formas variadas y cambiantes de relaciones interpersonales,
criterio que se ratifica cuando conocemos la diversidad y complejidad familiar
que se presenta en la actualidad.
Detengámonos y analicemos la siguiente definición de Familia:
La familia es la unión legal entre un hombre y una mujer que se unen en un
proyecto para toda la vida, con el objetivo de procrear, educar a los hijos y
satisfacer necesidades comunes de amor y compañía.
Como te habrás dado cuenta esta definición era fácilmente aplicable a la familia
de décadas anteriores, intenta en este momento aplicarla a tu propia familia o a
las que te encuentras más cercano. Seguramente se te hace difícil encontrar
alguna en la que esta definición se cumpla a cabalidad, pues en la actualidad
las uniones pueden no ser legales, los que se unen pueden ser del mismo
sexo, y en algunos casos el proyecto no es para toda la vida, pues las
separaciones y divorcios son muy frecuentes e incluso la intención de unirse en
ocasiones no cumple con lo que en la definición se plantea.
Estos cambios experimentados por la familia no sólo se manifiestan en Cuba y
otros países de Latinoamérica, sino en diversas latitudes del mundo, pues la
Familia a pesar de tener sus características propias, forma parte de la sociedad
y está en constante intercambio dialéctico con ella, de ahí que los cambios
macro sociales hayan influido en las transformaciones al interno de la familia y
viceversa.
La principal causa de estos cambios ha sido la salida de la mujer al mercado
del trabajo, y el aumento de sus posibilidades de superación, ofreciéndole el
derecho a su realización personal al margen de la maternidad. Esto ha incidido
en que disminuya el número de hijos, y en la utilización de métodos
anticonceptivos para lograr una mejor planificación familiar. Los conflictos entre
hombre y mujer en cuanto a las formas tradicionales de asumir los roles
sexuales y parentales se fueron agudizando y con ello el incremento del índice
de divorcios y separaciones dando lugar a los segundos y terceros matrimonios
y a una mayor cantidad de hombres y mujeres viviendo solos con sus hijos.
También los adelantos tecnológicos y el encarecimiento de la vida fueron
transformando la dinámica interna de la familia. En la actualidad las personas
pasan gran parte del tiempo dedicados al trabajo y a través del teléfono o
Internet se comunican más rápido sin necesidad de verse personalmente,
sobre todo en los llamados países del primer mundo.
Estas son algunas de las causas que han ido provocando concretas
transformaciones al interno de la familia y en la manera en que a nivel
individual se van comprendiendo estos vínculos humanos. Es por eso que la
Psicología ofrece una definición más abierta que pueda ser aplicable a la
disimilitud de familias que hoy nos encontramos y es esta la que te ofrecemos
a continuación:
Unión de personas que comparten un proyecto vital de existencia en común
que se quiere duradero, en el que se generan fuertes sentimientos de
pertenencia a dicho grupo y se establecen relaciones de intimidad, reciprocidad
y dependencia. Ares. P (2002).

67
 ¿Cómo clasificar a la familia actual?
De la misma manera en que se hace difícil definir a la familia por la complejidad
y diversidad en que se nos presenta en la actualidad, se hace también difícil
clasificarla. Es por eso que nos apoyamos en diferentes criterios que no son
privativos de la Psicología, pero que nos hacen posible ofrecer una mirada más
amplia en este sentido:
1. De acuerdo con el momento de referencia:
 Familia de origen: Es aquella de la que provenimos (padres, abuelos,
tíos, primos, hermanos).
 Familia Propia: Es la que se va formando desde que nos unimos con otra
persona (esposo(a), hijos, nietos, bisnietos).
Recuerda al utilizar este criterio tomar como punto de referencia a un sujeto en
particular, pues para un hijo la familia es de origen, mientras que para un padre
de esta misma familia, sería propia.
2. De acuerdo con la ideología que prevalece:
a. Patriarcal: En la que el criterio del hombre-padre es el determinante, sin
tener en cuenta otras opiniones.
b. Matriarcal: En la que el criterio de la mujer-madre es el que domina.
c. Democrática: Todos los criterios y opiniones se llevan a consenso entre
los miembros de la familia sin que prevalezca uno por encima de otro.
3.De acuerdo con su estructura, es decir teniendo en cuenta las personas que
la componen:
d. Nuclear: Constituida por los padres, casados o no, y su descendencia.
e. Monoparental: Un solo padre con sus hijos.
f. Reensamblada o pluriparental: Constituida por una pareja de
segundas nupcias que aportan hijos de matrimonios anteriores en situación o
no de convivencia con estos. Cuando la nueva pareja tiene hijos en común
suele llamársele reconstituida.
g. Binuclear: Pareja estable sin hijos.
h. Extensa: Constituida por más de dos generaciones con relaciones
directas de consanguinidad (Por ejemplo: padres, hijos, nietos, biznietos).
i. Extensa compuesta o extendida: Cuando conviven más de dos
generaciones de personas que no proceden de las líneas directas de
consanguinidad, ni sus descendientes o cónyuges sino personas sin grado
cercano de parentesco y consanguinidad ( Por ejemplo padres, hijos, nietos,
conviviendo además con sobrinos o tíos lejanos, esposo(a) de algún hijo,
amigos, entre otros)
j. Hogar sin núcleo: Hermanos que viven solos sin padres.
2. De acuerdo con la orientación sexual de los padres:
 Familias heterosexuales: Se unen personas de sexos
opuestos.

68
 Familias homosexuales: Se unen personas del mismo
sexo.
Aun cuando nos resulte alejado de nuestra cotidianidad y sea percibido por
algunas personas como inadecuado, existen familias compuestas por parejas
del mismo sexo, sobre todo en los llamados países del primer mundo, donde se
perciben con mayor naturalidad. Ya sabes que es imposible que personas del
mismo sexo puedan reproducirse a través de relaciones sexuales, en el caso
de las parejas donde ambas son mujeres una de ellas se somete a la
inseminación artificial y en el caso de las parejas donde ambos son hombres
recurren a la adopción para formar su propia familia. En estos casos, por lo
general, la realización de las tareas del hogar, el sustento económico de la
familia, así como la educación de los hijos y otras actividades, son asumidas
por ambas personas, por ejemplo los dos padres o las dos madres pueden
indistintamente ocuparse de las actividades escolares del niño, asearlo,
alimentarlo, cocinar, lavar, fregar, conseguir los alimentos, trabajar fuera de la
casa para conseguir dinero, entre otras.
Debes tomar en cuenta que para clasificar a una familia puedes hacerlo
atendiendo a todos o algunos de estos criterios, por lo pudieras encontrar, por
ejemplo, una familia: Propia, heterosexual, democrática y nuclear, sin que la
utilización de uno de los criterios antagonice con los demás. Desde cada uno
de ellos se ofrece una información importante sobre la familia, lo cual posibilita
que podamos ofrecerle la ayuda más adecuada en caso de que lo necesite.

 Una mirada diferente a las crisis familiares.


La familia además de los cambios que ha experimentado, como consecuencia
de las influencias sociales, también experimenta cambios y transformaciones
que la sumergen en momentos de crisis, de los que debe adquirir experiencias
que le permitan reajustarse y continuar su funcionamiento con nuevas
estrategias.
Algunos de estos cambios se dan de manera natural, ya que la familia transita
por diferentes momentos necesarios para su existencia, como el nacimiento de
un nuevo miembro, la salida de los hijos cuando alcanzan la mayoría de edad,
el inicio de un niño en la escuela, la llegada de uno de sus miembros a la etapa
de la adolescencia, la muerte de algún anciano, entre otros eventos, que
aunque generan angustias, malestares, ansiedades y otros sentimientos
negativos, debido al proceso de adaptación por el que necesariamente deben
transitar sus miembros, para que la dinámica familiar sea reajustada, son
acontecimientos de alguna manera esperados, por lo que ante tales situaciones
el reestablecimiento se produce generalmente con mayor rapidez.
Pero en ocasiones los cambios son inesperados y la familia requiere de un
tiempo mayor para recuperarse y de estrategias de reajuste más complejas y
difíciles de asumir. Esto sucede por ejemplo cuando se espera un hijo y no
nace, o cuando nace con discapacidad, por la muerte de un miembro a
destiempo por causa de accidentes o enfermedades sin cura, por la pérdida de
capacidades físicas y mentales de alguno de sus miembros de manera súbita,
entre otras. Estos eventos no esperados y por tanto percibidos como atípicos o
fuera de lo común, ponen a la familia en situaciones que resultan más

69
complejas y difíciles de superar , las cuales requieren de un esfuerzo superior
en cada uno de sus miembros, necesitando en ocasiones de ayuda
especializada para que la familia pueda reajustarse nuevamente.
Si la familia no logra superar estos sucesos que transitoriamente desestabilizan
sus dinámicas internas, y resolver situaciones conflictivas o contradictorias que
en ocasiones se presentan, no se producen entonces los aprendizajes
vivénciales necesarios para que cada uno de sus miembros desarrolle
estrategias de afrontamiento positivas ante situaciones nuevas, diferentes y
crezca como persona. Debes tener presente que lo importante no es evitar que
sucedan dichos eventos sino que la familia como grupo logre continuar su
funcionamiento reajustándose de manera favorable.
Seguramente llegan a tu mente ejemplos de familias en las que has podido
percibir algunas de estas situaciones e incluso de tu propia familia. Ahora que
ya posees estos conocimientos, puedes desde el rol que desempeñas como
trabajador social contribuir en alguna medida con tu orientación o auxiliándote
de la colaboración de otros profesionales especializados en estos temas, a que
la familia se restablezca de manera más rápida y adecuada, cuando se
encuentra atravesando por alguna de estas situaciones.

 Funciones y funcionamiento familiar.


La familia cumple también con determinadas funciones que le confieren una
mayor importancia en la formación y desarrollo de la Personalidad de cada
individuo. Es necesario que las conozcas para que puedas identificar cuando
no se cumplan adecuadamente, dónde están las dificultades y como puedes
colaborar.
 Función Biológica: Desde la familia se reproduce la especie humana a
través de relaciones sexuales y de procreación.
 Función Económica: La familia es la encargada del mantenimiento de
sus integrantes a través de actividades de abastecimiento y consumo y la
realización de tareas domésticas.
 Función Afectivo-Educativa: Es un espacio de comunicación en el que
se intercambian afectos, se brinda protección, se forman hábitos, valores,
normas, y se aprehenden costumbres, tradiciones culturales y pautas de
comportamiento que van contribuyendo a la formación y educación de cada
individuo.
Aunque enunciemos las funciones de manera separada, es muy difícil desligar
unas de otras. La función afectivo educativa esta implícita en el resto, siendo
esta la más importante en tanto la familia como grupo humano propicia el
intercambio de afectos, enseñanzas, aprendizajes y conocimientos.
La función biológica está sustentada generalmente en una relación afectiva, en
la que se intercambian emociones, afectos, sentimientos y opiniones para
llegar entonces a la procreación y la reproducción de las fuerzas. La función
económica también está mediada por acciones educativas y culturales, que se
expresan a través de hábitos, costumbres y tradiciones, que van marcando los
estilos de vida de cada familia. Del mismo modo, en la manera en que dentro
de la familia se lleven a cabo las acciones educativas están presentes

70
elementos biológicos y económicos que parten de la subjetividad individual y
familiar y determinan su funcionamiento de manera particular.
Es por eso que no funcionará igual aquella familia en la que se eduque
enseñando a expresar afectos positivos, distribuyendo las tareas y
responsabilidades económicas de manera equitativa, y brindando apoyo y
colaboración mutua entre sus miembros, que aquella en que no se propicie el
aprendizaje de afectos positivos que medien la relación biológica, en que no se
distribuyan las responsabilidades económicas de manera justa, sobrexigiendo
en algunas ocasiones o desamparando a alguno de sus miembros cuando aun
necesita apoyo, entre otras.
Es preciso entonces que puedas determinar de acuerdo con la manera en que
se cumplan estas funciones y se desarrollen las dinámicas familiares, cuando
estas en presencia de una familias funcional, disfuncional o multiproblemas.
Comencemos por definir que es una familia FUNCIONAL: Es aquella cuyas
dinámicas internas favorecen el desarrollo sano y el crecimiento personal de
cada uno de sus miembros.
A continuación aparecen algunos indicadores más importantes, que nos
permiten conocer cuando una familia es funcional:
 Ambiente familiar organizado y cuidado independientemente de las
posibilidades materiales de la familia.
 Jerarquías claras entre padres e hijos y entre generaciones.
 Roles genéricos flexibles.
 Capacidad de expresar afectos positivos.
 Posibilidad de expresar criterios negativos sin carácter violento ni
destructivo.
 Respeto y comprensión por los problemas de los otros miembros de la
familia.
 Sentimientos de pertenencia e identidad familiar en cada uno de sus
miembros.
 Capacidad para solucionar los conflictos sin la participación de otras
personas.
 Posibilidad de reajustarse ante los cambios.
 Defensa de los intereses familiares por encima de los individuales.
Pero, también existen familias cuyas dinámicas internas no favorecen el
desarrollo sano y el crecimiento personal de cada uno de sus miembros, por lo
que este tipo de familia es considerada DISFUNCIONAL. A continuación te
ofrecemos algunos de los indicadores en los que como trabajador social
puedes apoyarte para definirla.
 Límites difusos.
 Dificultades para expresar los afectos de manera positiva, predominando los
mensajes negativos.
 Expresión de criterios negativos de manera violenta e irrespetuosa.

71
 Poca empatía ante los problemas de los demás.
 Ausencia de sentimientos de pertenencia e identidad familiar.
 Amenazas continuas de separación.
 Fuerte resistencia ante los cambios.
 Defensa de los intereses individuales por encima de los familiares.
 Precisan de ayuda para solucionar sus conflictos.

Por último haremos referencia a las FAMILIAS MULTIPROBLEMAS: Estas


son también familias disfuncionales, la diferencia radica en que, además de
presentar dificultades en sus dinámicas internas, se encuentran dañadas las
relaciones que establecen con el medio social que las rodea. En este caso,
además de elementos que indican disfuncionalidad puedes encontrarte algunos
de los siguientes indicadores.
 Malas relaciones vecinales.
 Conflictos judiciales y policiales.
 Absentismo escolar de los hijos.
 Deudas.
 Carencia de hábitos de higiene y salud.
 Actividades laborales de tipo marginal como: mendicidad, venta de drogas,
prostitución, entre otras.
 Graves problemas de relación intrafamiliar como gritos, incestos, historias
de abandono, peleas que llegan a la agresión física, entre otras.
Es importante que tengas presente que, las familias denominadas
multiproblemas son también disfuncionales, mientras que las familias que
presentan disfuncionalidad no tienen que ser necesariamente familias
multiproblemas.
Como trabajador social debes realizar un análisis cualitativo para determinar si
el funcionamiento de una familia es adecuado o no, y sustentar este
planteamiento sobre la base da algunos de los indicadores que acabas de
conocer. Esto quiere decir que para diagnosticar el funcionamiento familiar no
podemos hacerlo sobre la base de la cantidad de indicadores que podamos
identificar, sino por la manera en que estos influyan en sus dinámicas de
manera general. Realizar este diagnóstico no es un fin sino un medio para
realizar determinadas tareas a través de las cuales puedas colaborar en la
solución de las dificultades que no permitan un adecuado funcionamiento
familiar.

 Educando desde la familia.


Como pudiste apreciar, la familia debe cumplir con funciones que son
relevantes en el proceso de socialización de un individuo. Dentro de
estas, aparece la educación y formación integral de los hijos por parte de
sus padres y/o demás familiares integrantes de ese grupo primario. En

72
este proceso, son utilizados algunos métodos educativos por medio de
los cuales la familia intercambia valores, conocimientos, modos de
relacionarse y pautas de comportamiento que forman parte de la
socialización.
Existen diferentes métodos educativos que la familia utiliza aunque sus
miembros no siempre sean conscientes de ello y estos varían en dependencia
del contexto y la dinámica familiar. Dichos métodos son utilizados también por
otros agentes de socialización como la escuela, el grupo informal, el centro de
trabajo, la comunidad y otras instituciones o grupos en los cuales se inserta el
individuo a lo largo de la vida.
Cuando hablamos de métodos educativos en la familia debes imaginarlo en
función de dos roles fundamentales: educador y educado. El rol de educador
pueden asumirlo todas aquellas personas que estén comprometidas con la
formación de uno o varios miembros, este rol puede ser desempeñado por
ejemplo por los padres, tíos, abuelos u otros familiares. Mientras que el rol de
educado es desempeñado por aquellos miembros que necesitan apropiarse de
todas las influencias educativas que se intercambian en ese proceso.
Aquí te presentamos algunos de los métodos educativos que se utilizan de
manera más frecuente en el ámbito familiar.
 Impositivo o autoritario: Este método se centra en que a través de la
fuerza física o moral, el educado asuma el comportamiento que se le exige, sin
recibir una explicación coherente por parte de los educadores del por qué debe
conducirse así. En ocasiones no se valoran las posibilidades reales que posee
el educado para asumir determinados comportamientos. Por ejemplo una
madre que le ordena a su hija de 7 años que limpie la casa sin tomar en cuenta
que físicamente no está aun preparada para realizar esta labor y no admite que
esta se niegue amenazándola con pegarle y castigarla si no lo hace.
 Permisivo: No existe autoridad para establecer límites que determinen
una forma adecuada de actuar. Por lo general se plantea cómo debe ser el
comportamiento correcto pero no se controla su cumplimiento, aún cuando se
expliquen las razones por las que el educado debe conducirse de esa manera.
Por ejemplo se le dice a un adolescente de 14 años que no puede llegar
pasada las 12 de la noche a su casa por los peligros a los que puede estar
expuesto a esa hora fuera de la casa, este llega a la 1:30 y sus padres no dicen
nada aun cuando se sigue repitiendo, por lo que se va perdiendo el respeto
hacia los padres.
 Inconsistente: Utilización de los métodos anteriores en diferentes
momentos y en una misma circunstancia generando incertidumbre en el
comportamiento del educado, quien se comporta igualmente de manera
inconsistente. El educador no es sistemático en el control del cumplimiento de
lo que se exige. No resulta apropiada la utilización de este método en ningún
momento. Por ejemplo en una ocasión se regaña al niño porque está jugando
con los adornos de la casa sin explicarle por que no debe hacerlo aun cuando
tiene 5 años y puede comprender por qué y en otra se le permite que lo haga
sin llamarle la atención.
 Negligente: Los educadores se muestran despreocupados con relación al
comportamiento de los educados, lo que se expresa en una ausencia total de

73
exigencias con relación a su conducta. Por ejemplo, los padres no se
preocupan por las notas que obtiene su hijo en la escuela, ni conocen los
amigos con los que se relaciona porque están todo el tiempo ocupados en su
trabajo y por tanto no le exigen nada.
 Racional o persuasivo: Se utilizan argumentos lógicos y convincentes
para explicar la necesidad de un comportamiento que se exige al educado en
un momento determinado, además de brindarle la posibilidad de participar en la
decisión. Por ejemplo, los padres se sientan con sus hijos adolescentes y le
explican la necesidad de que colaboren con las actividades del hogar porque la
realización de las mismas favorece a todos los miembros de la familia por igual,
negociando con ellos los horarios para realizarlas y distribuyéndolas de manera
equitativa.
Como te habrás dado cuenta este último resulta ser el método más adecuado
para el desarrollo de la personalidad en condiciones normales, ya que en
condiciones críticas o de emergencia, el impositivo puede ser el adecuado
aunque esto siempre estará en dependencia de las particularidades de la
familia, de la situación en particular y del conocimiento que poseen los
educadores acerca de las características personológicas de los educados. Por
ejemplo, a un niño de 2 años que quiere jugar con un vaso de cristal que puede
herirlo si se rompe nos desgastaríamos explicándole por que no debe hacerlo
ya que no cuenta con los recursos necesarios para comprendernos debido a su
edad, por lo que lo más prudente en este caso es no permitírselo corrigiendo
su conducta impositivamente.

 ¿Como puede el trabajador social ayudar a la familia?


Has sido convocado como trabajador social a desempeñar un rol esencial
en la transformación de la actual sociedad. Realizarás una labor
impregnada de gran sensibilidad y humanismo. La Psicología te ofrece
herramientas de mucha utilidad para que puedas desarrollar con mayor
calidad esta necesaria tarea.
Acércate a la familia respetando sus hábitos y costumbres, ofrécete como
colaborador en la solución de sus dificultades, nunca considerando que posees
el conocimiento absoluto para esto, sino propiciando la reflexión, potenciando
el surgimiento de cambios y buscando alternativas que provengan de la propia
familia. Recuerda siempre que son sus miembros los que poseen mayores
conocimientos acerca de los sucesos que tienen lugar dentro de ella y los
principales protagonistas de las transformaciones que se puedan producir.
Puedes ofrecer ayuda a la Familia no solo trabajando directamente con ella
sino desde espacios como la comunidad, la escuela, el centro laboral. También
a partir del trabajo con algunos sectores de la población como los niños,
adolescentes, jóvenes, ancianos, o realizando escuelas de padre, actividades
instructivas, recreativas y sociales de manera general.
Como trabajador social y con las estrategias y herramientas de las que te
apropiaste en el aprendizaje del conocimiento, puedes en primer lugar prevenir,
es decir tratar de evitar que aparezcan situaciones desfavorables, a partir de la
identificación de factores de riesgo. En ese sentido trabajarías con los sectores
poblacionales más vulnerables al problema en cuestión.

74
También puedes utilizar técnicas como la observación, los cuestionarios, las
entrevistas, que te permiten obtener la mayor información posible acerca del
funcionamiento familiar. De esta manera puedes realizar un diagnóstico acerca
de la situación actual de la familia, auxiliándote de los indicadores que ya
conoces.
Hay momentos en los que como trabajador social puedes realizar algunas
acciones de orientación guiando a las personas a encontrar la vía más
adecuada para solucionar determinada situación. Al orientar estas ofreciendo
información que probablemente las personas no conocen y con esto previenes
y contribuyes a potenciar los recursos que la familia necesita para superar sus
crisis y mejorar las relaciones entre sus miembros. En algunos casos la
orientación estaría en indicarles a dónde dirigirse en caso de que necesiten de
ayuda especializada.
Auxíliate de otros profesionales que desde su saber científico pueden colaborar
en la solución de las posibles situaciones que se pueden presentar, porque sin
el trabajo multidisciplinario, se dificultará esta labor, recuerda que en la unidad
esta la fuerza.

BIBLIOGRAFÍA:
Arés Muzio, Patricia: Mi Familia es así. Editorial de Ciencias Sociales. La
Habana, Cuba. 1990
Arés Muzio, Patricia: Psicología de la familia. Una aproximación a su estudio.
Editorial Félix Varela, La Habana, Cuba. 2002.
Arés Muzio, Patricia: En: ¿En que tiempo puede cambiarse la mente de un
niño? La Habana, Cuba. 1999
Castellanos Cabrera, Roxanne (Comp.): Psicología. Selección de textos.
Editorial Félix Varela La Habana, Cuba. 2003.
García Morey, Aurora: La identidad personal y social en el niño. En: ¿En que
tiempo puede cambiarse la mente de un niño? La Habana, Cuba. 1999
Gutiérrez Baró, Elsa: Mensajes a los padres.2003. Editorial Científico-Técnica,
La Habana, Cuba.
Martínez Gómez, Cristóbal: Salud Familiar. Quebecor World Bogotá. S.A.
Colombia. 2001
Segarte, Ana Luisa: ¿Cómo ayudar al niño a crecer? En: ¿En que tiempo
puede cambiarse la mente de un niño? La Habana, Cuba. 1999

75
Sentido psicológico de comunidad y participación comunitaria. Puntos de
apoyo en el contexto actual.
Lic. Liset Álvarez Ledesma.

“...La humanidad es como es, no se trata de cambiarla, sino de conocerla”


La Bruyére.

Con el presente material nos proponemos abordar un conjunto de ideas


teóricas vinculadas al tema de las políticas interculturales y su vínculo con la
participación comunitaria. Como profesional latinoamericana, la situación
sociopolítica que vive hoy nuestro continente me ha sugerido la urgente
necesidad de contribuir al desarrollo social de nuestra región, lo que implica
una obligada reflexión desde las ciencias sociales respecto a los más
acuciantes problemas que nos azotan y también un compromiso profesional en
función de concretar acciones de cambio orientados al rescate de nuestra
identidad y autodeterminación legítimas.
Desde mi comprensión, la integración latinoamericana transita por diversas
fases. Una etapa trascendental es la integración comunitaria al interno de cada
uno de nuestros países. La coexistencia temporal estable de individuos en una
misma localidad geográfica, impone a las relaciones humanas generar un
código elemental que funcione como patrón, como modelo, con el propósito de
regular la convivencia. Necesariamente este código o patrón de normas
requiere ser intercultural, integracionista, que quiere decir lo suficientemente
flexible como para que todos podamos compartirlo y responder a él sin que
esto constituya un elemento ansiógeno altamente rechazado y promotor de
contradicciones.
Podemos suponer entonces, que la cultura comunitaria, vista como patrón de
normas de convivencia y coexistencia, se construye, nutre y enriquece con la
participación comunitaria que a su vez, requiere de políticas flexibles,
integradoras de la diversidad cultural en cada región. También necesita grupos
humanos con competencias culturales y verdaderamente auto estimados
capaces de defender su identidad propia. Cualquier otra alternativa, será el
resultado de una imposición de los más fuertes sobre los más débiles que se
destruirá con la propia historia de contradicciones.
Considero que este es un problema compartido absolutamente por todo el
territorio latinoamericano, pues existe una clara y dañina tendencia
etnocentrista a “erigir los valores y las costumbres del grupo en que uno ha
nacido y ha sido educado como normas infalibles de juicios y valoración de
conductas de cualquier otro grupo cultural. En consecuencia, cualquier

76
valoración o forma de vida distinta será despreciada y condenada como
incivilizada”. (Miranda, Jorge, 2001, pp. 223).
Con las ideas fundamentales que guían mis reflexiones me propongo abordar
cómo en el contexto comunitario se identifican elementos estructurales y
funcionales muy valiosos para el diagnóstico científico del problema de la
integración intercultural así como para la intervención social orientada a su
potenciación. Nos referiremos de forma especial a dos conceptos neurales
vinculados con lo anterior: el sentido psicológico de comunidad y la
participación social comunitaria.

Inserción social del hombre en la sociedad. Individuo, comunidad y


sociedad.
Para hablar de la relación entre políticas interculturales integracionistas y
participación comunitaria, es imprescindible referirnos primeramente al
insustituible papel mediador del espacio comunitario entre el individuo y la
sociedad. El concepto hombre, como ser social en su esencia, remite
necesariamente a pensar en la compleja y dialéctica ínter influencia entre el
individuo y la sociedad que lo trasciende.
El ser humano es un “producto” activo de las contradictorias e históricas
interacciones entre civilizaciones, etnias, razas, clases, en busca de la
subsistencia. La necesidad de subsistencia expresada en el afán del hombre
por no morir, facilitó que las potencialidades biológicas de la especie humana
se desarrollaran a través de la actividad conjunta y la comunicación con otros
de su misma especie.
La existencia en comunidad emergió entonces como una nueva necesidad de
los hombres, pues esta se validó como la única alternativa posible para
garantizar la producción material y los bienes requeridos para vivir. La aparición
del lenguaje como instrumento comunicativo para el trabajo colectivo, propició
que la coexistencia no sólo tuviera valor material en sí, sino que además la vida
en comunidad comenzó a reportar al hombre significaciones, símbolos,
sentidos que constituyen el núcleo dinámico y móvil de las raíces de la cultura
contemporánea. De tal modo, hablar de sociedades obliga a referirnos a los
individuos y comunidades que la integran y la construyen; así como hablar de
individuos es posible sólo si retomamos la comunidad y la sociedad que los
trasciende y determina.
La inserción social del hombre es principio y fin de los actuales conflictos
sociales que viven hoy nuestras regiones. Integrarse a la dinámica del ámbito
comunitario y del ámbito social general para aportar y recibir desde nuestras
identidades y patrones culturales, constituye una necesidad superior del ser
humano una y otra vez amenazada por modelos poderosos expansivos
adueñados de la producción material y simbólico-cultural. Una especie está en
peligro de extinción: el hombre. La lucha contra la marginación, la alienación y
el desarraigo cultural están en el mismo centro de los debates económicos,
sociales, políticos y científicos de hoy.
La comunidad juega un papel mediador en la integración del individuo a su
sociedad. En el espacio comunitario los sujetos interactúan de forma estable y
sistemática generando una única e irrepetible identidad compartida que forma

77
parte activa de la red social; y a su vez la comunidad constituye un canal que
nutre dicha identidad absorbiendo de la sociedad que la engloba normas,
valores y tradiciones que trasmite a sus miembros. Es en la comunidad donde
se hacen más tangibles y concretos para el hombre sus vínculos sociales y
donde la sociedad encuentra los recursos más diversos para influir sobre los
hombres. (Fig. 1).

INTERACCIÓN COMUNIDAD INTERACCI ÓN SOCIEDAD


INDIVIDUO

Fig. 1. Mediación comunitaria entre el individuo y la sociedad.

Quiere decir que es importante que el desarrollo de la sociedad “involucre las


aspiraciones de los grupos sociales locales; por otro lado, los sujetos sociales
son aquellos quienes tienen la capacidad de construir y transformar proyectos
de pequeña y gran escala, como por ejemplo las concepciones de nación,
región, ciudad, la idea de futuro y progreso, todas ellas son proyectos sociales”.
(Campillo, 1999, citado por López, Raúl, 1999, pp. 56). La identidad cultural
comunitaria es una configuración socio psicológica muy valiosa tanto para los
individuos como para la sociedad; incluso, las diferencias evidentes en el
progreso y el desarrollo de las comunidades en la sociedad contemporánea
están estrechamente vinculadas con las diferencias culturales entre las
comunidades. (López, Estrada,1999).
Llegado a este punto en mi análisis, necesariamente tengo que plantear que
en América Latina las comunidades discriminadas, irreconocidas, utilizadas,
marginadas y empobrecidas por la influencia globalizadora necesitan para
subsistir un fortalecimiento urgente de sus competencias culturales e
identitarias que los hagan autosuficientes, auto independientes, autoestimados,
verdaderamente preparados para la relación intercultural y no para la
subordinación cultural. Esto significa la necesidad de cambiar la forma en que
los individuos y las comunidades marginadas “perciben sus propias
potencialidades y capacidades, habitualmente autodegradadas a causa de las
relaciones sociales imperantes y excluyentes”. (Mariñez, Freddy, 1999, pp. 79).
Las comunidades excluidas sistemáticamente del desarrollo económico corren
un riesgo permanente: desaparecer como cultura. Por ello estamos de acuerdo
en afirmar que Latinoamérica y su diversidad comunitaria requieren
reconceptualizar los recursos con los que cuentan devenidos del acervo del
saber práctico validado durante años y generado por las propias comunidades.
Nos referimos a recursos no convencionales como la conciencia social, la
cultura organizativa, la capacidad de gestión, la creatividad popular, la energía
solidaria y el entrenamiento ofrecido por instituciones de apoyo.(Mariñez,
Freddy, 1999) Esta perspectiva permitiría el desarrollo de los cuatro capitales
en la creación de riqueza en el ámbito comunitario (Ekins,1992, referido por
Mariñez, Freddy, 1999) :

78
a. Capital ambiental: redefinición del ambiente físico y ecológico, servicios
ambientales directos y absorción de desechos.
b. Capital humano: poder del trabajo como saber, motivación y habilidades.
c. Capital producido físicamente: contribución económica a la creación de
riquezas y cantidad de los bienes no monetarios y servicio producida.
d. Capital social u organizacional: rol que juegan las instituciones en la
producción de riquezas.
Es probable que una conclusión sea útil para las comunidades
latinoamericanas y es que una comunidad desarrollada desde sus
competencias culturales e identitarias, es siempre una entidad psicosocial
preparada para integrarse a la sociedad, para no perder sus valores propios y
para defender sus fortalezas.
El concepto Sentido Psicológico de Comunidad y la cultura comunitaria.
Sin pretensiones de reducir el análisis a lo que puede ser considerado uno
de los factores determinantes de esta compleja realidad, quiero continuar mis
planteamientos acercándome al problema desde la perspectiva de la Psicología
Social Comunitaria.
El modelo globalizador que caracteriza las relaciones económicas actuales, ha
promovido progresivamente la aniquilación de las culturas tradicionales,
centenarias y arraigadas, por una tecnocultura esterilizante y arrasadoras de lo
más auténtico de nuestra historia. Como ya expresamos anteriormente,
nuestras comunidades empobrecidas necesitan defenderse y prepararse para
la interrelación cultural con el desarrollo de recursos no convencionales; es
decir, aquellos que, a diferencia de los convencionales, se pierden sólo en la
medida en que no se usan. (Max-Neef, 1986, referido por Mariñez, Freddy,
1999). En mi consideración, en el mismo centro del desarrollo de los recursos
no convencionales está el fortalecimiento del sentido psicológico de
comunidad.
Si retomamos algunos presupuestos teóricos de La Psicología Comunitaria,
decimos que la comunidad está definida estructuralmente por cinco
componentes a los que de algún modo hemos hecho referencia en nuestros
planteamientos (Sánchez, Alipio, 1991):
a) Localidad geográfica (vecindad).
b) Estabilidad temporal (duración).
c) Estructura y sistemas sociales.
d) Instalaciones, servicios y recursos materiales.
e) Componente psicológico (sentido psicológico de comunidad).
Considero que resulta de especial interés que profundicemos en la
comprensión de cuán importante resulta el último de los elementos señalados
para la potenciación y el empoderamiento de nuestras culturas. El componente
psicológico es esencial para que la comunidad tenga una verdadera dinámica
propia y que logre interactuar con el medio ambiente exterior sin que esto
constituya un elemento de permanente carácter estresante o ansiógeno que
ponga en peligro su existencia. También permite a la comunidad auto

79
desarrollarse, lo que implica que sus miembros satisfagan sus necesidades y
experimenten ese crecimiento cultural desde su vivencia personal y desde la
vivencia colectiva. Este componente psicológico queda atrapado en el
concepto sentido psicológico de comunidad.
Esta es una categoría psicológica que se nutrió de algunas ideas de la
Sociología. Aparece en 1974 y desde entonces es considerada la célula básica
para la construcción y la sistematización de la Psicología Comunitaria como
disciplina científica y para el estudio y la intervención en las comunidades.
Puedo plantear sin temor a equivocaciones, que el reto más importante que
tenemos hoy los profesionales de la Psicología Comunitaria es la
reconstrucción y la recuperación del sentido psicológico de comunidad en
nuestra región, que ha sido paulatinamente debilitado por la disolución de las
redes y sistemas de apoyo, de integración y de interdependencia propio del
subdesarrollo y la marginación a la que nos hemos visto expuestos durante
cientos de años.
Con esto queremos decir que se hace urgente recuperar y reconstruir “el
sentimiento de que uno es parte de una red de relaciones de apoyo mutuo en
que se podría confiar y como resultado del cual no experimenta sentimientos
permanentes de soledad que lo impulsan a actuar o a adoptar un estilo de vida
que enmascara la ansiedad y predispone a una angustia posterior más
destructiva”. “El sentimiento de que uno pertenece a, y forma parte significativa
de, una colectividad mayor...; de que, aunque pueda haber conflicto entre las
necesidades del individuo y la colectividad..., ese debe ser resuelto de forma
que no se destruya el sentido psicológico de comunidad”.(Sarason, 1974,
citado por Sánchez, Alipio, 1991, pp. 44).
Hablar de sentido psicológico de comunidad (o identificación comunitaria) es
reconocer que lo social esta constituyendo una parte esencial de lo individual
aunque sea diverso, y que a su vez lo individual enriquece y entronca con lo
social que es compartido. El concepto representa el punto de encuentro o nexo
de unión entre lo individual y lo colectivo o social. (Fig. 2).

INDIVIDUO COMUNIDAD SOCIEDAD

LO SENTIDO
INDIVIDUA PSICOLÓGICO DE LO SOCIAL
L COMUNIDAD

Fig. 2. Lo individual y lo social en el sentido psicológico de comunidad.

Veamos que no nos estamos refiriendo a una cuestión cuantitativa de suma de


personas, cantidad de intercambios, expansión geográfica de la comunidad;
sino que estamos hablando de una apertura cualitativa, de una posibilidad y

80
una oportunidad reales de permeabilizar las fronteras del mundo privado e
íntimo para construir con otros una mutualidad, una interdependencia, una
pertenencia dialógica donde los hombres son valorados por lo que son ante lo
colectivo y no por lo que hacen. Precisamente la cuestión más grave en la
actualidad es que los sistemas económicos, políticos y sociales globalizadores
vigentes, han desintegrado los sistemas comunitarios imponiendo modelos
extranjeros que nada tienen que ver con nuestras historias, nuestra cultura,
nuestras tradiciones. Es evidente que es la ley del más fuerte, donde el crudo
mensaje es: no importan tus valores, no importa quién eres, no importa tu
cultura, sólo trata de subsistir y compite aunque te sientas solo y alienado.
Felizmente, en nuestro continente latinoamericano los poderosos son una
minoría destinada a estar desunidos porque eso es lo que hace la riqueza
material: desunir, desintegrar. El afán de riqueza económica se quiere para sí y
no para compartir; eso lo saben bien los poderosos y también lo sabemos los
desposeídos. Somos los humildes una mayoría; los que compartimos
espiritualidad, intereses, conflictos, metas, problemas, necesidades, cultura,
tradiciones, desafíos, que a diferencia de la riqueza monetaria cobran más
valor y fuerza mientras más unidos estemos.
No obstante, considero que primero nuestras culturas comunitarias deben
cohesionarse más a lo interno para luego poder abrirse al intercambio con otras
identidades con las que tenemos más cualidades en común que diferencias.
Indiscutiblemente, hay hechos que nos facilitan el logro de una interculturalidad
desarrolladora, pues en nuestras comunidades y también en nuestra región
podemos identificar una historia común, hemos compartido experiencias
comunes, se han desarrollado a través de la historia relaciones emocionales
fuertes entre hombres y mujeres de nuestros pueblos y tenemos una identidad
y un destino comunes.
Creo que en este sentido tenemos que promover fuerzas en cuatro direcciones
fundamentales que consoliden el sentido psicológico de comunidad al interno
de nuestras comunidades y nos faciliten la integración con otras comunidades
sensibles a nuestra cultura latinoamericana. Estas direcciones son: (Sánchez,
Alipio, 1991):
a) Percepción de similitud de cada individuo con otras personas.
b) Interdependencia mutua entre dichos individuos.
c) Voluntad de mantener esa interdependencia, dando o haciendo
por otros lo que uno espera de ellos (reciprocidad conductual basada en
las experiencias interactivas).
d) Sentimiento de formar parte de una estructura social mayor
estable y fiable (sentido de pertenencia o integración social).
Consolidar el sentido psicológico de comunidad al interno de nuestras
comunidades, fortalecerá y enriquecerá nuestras tradiciones y valores propios,
lo que es esencial para poder intercambiar con otras culturas sin que ello
constituya una permanente amenaza para nuestra identidad latinoamericana.
La participación social comunitaria y el sentido psicológico de
comunidad: de uno al otro en la construcción intercultural.

81
A lo largo de mis planteamientos he defendido explícitamente la necesidad de
desarrollar la dinámica y la vida propia de la comunidad como espacio
auténtico mediador entre el individuo y la sociedad; pero lo primero es que esta
dinámica propia exista realmente devenida en cultura irrepetible, en sentido de
pertenencia comunitaria de cada uno de sus miembros.
En el contexto comunitario acontecen procesos o funciones que nos indican
cómo la comunidad está protagonizando su mediación en la inserción social del
hombre. Para que hablemos de una comunidad viva generadora de su propia
identidad cultural, la misma debe ejercer una influencia directa sobre la
actividad habitual de sus miembros promovida precisamente por la estabilidad
de la convivencia territorial de estos. Podemos mencionar cinco funciones
relevantes vigentes para la disciplina Psicología Comunitaria (Warren, 1972,
referido por Sánchez, Alipio, 1991):
a) Producción, distribución y consumo de bienes y servicios
deseables y precisos en la localidad como parte de la vida diaria.
b) Socialización y transmisión de valores, conocimientos, pautas de
conducta de la sociedad y la propia comunidad a los individuos.
c) Control social o presión social por que los miembros cumplan las
expectativas sociales de conducta normativas.
d) Apoyo mutuo ofrecido por instituciones comunitarias formales o
no institucionales.
e) Participación social comunitaria a través de los mecanismos
existentes.
La calidad con que la comunidad lleve a cabo estas funciones garantizará la
satisfacción de las necesidades de sus miembros y por consiguiente la
consolidación del sentido psicológico de comunidad y sus tradiciones y el
desarrollo comunitario integral con el aumento de la autonomía y la emergencia
de servicios comunitarios. Al mismo tiempo, estas funciones sólo se efectuarán
satisfactoriamente si existe una verdadera integración e identificación
psicológica y cultural entre sus miembros, lo que fortalecerá además la
autonomía real y las áreas de servicios comunitarios (Fig. 3).

SENTIDO FUNCIONES RELEVANTES


PSICOLÓGICO DE LA COMUNIDAD
DE
COMUNIDAD

SERVICIOS
AUTONOMÍ COMUNITARIO
S
AAAA

Fig. 3. Relación entre el sentido de identificación psicológica y las funciones


relevantes de la comunidad.

82
En mi consideración, una de las funciones relevantes de la comunidad juega un
papel trascendental y medular en la potenciación del desarrollo comunitario y la
posibilidad concreta de apertura hacia el diálogo intercultural. Esta función es la
participación social comunitaria que en relación con el sentido psicológico de
comunidad, conforman la célula estructural y funcional de la comunidad.
La participación social comunitaria constituye “una acción intrínseca a la
naturaleza del hombre y de la misma comunidad, producto de sus sentimientos
de cooperación, solidaridad y deseo constante de crecimiento y
desarrollo.”(Galeana, Silvia y Sainz, José Luis, 2001, pp. 137).
Podemos definirla como “un proceso de manifestación, cooperación y
movilización de diversos grupos o la población de una comunidad, que se
integran para enfrentar problemas y gestionar requerimientos que permitan dar
respuesta a sus necesidades y demandas. Esta acción requiere de los
individuos un sentido de responsabilidad, que propicie la defensa de sus
derechos y la capacidad de decidir sobre su propio destino”. (Galeana, Silvia y
Sainz, José Luis, 2001, pp. 140).
De ahí podemos deducir que sin la participación comunitaria no podrían
efectuarse ninguna de las restantes funciones que vitalizan al espacio
comunitario como mediador, por lo que tampoco podríamos hablar de una
comunidad real en su sentido psicosocial. En esta dirección tenemos que decir
que el sentido psicológico de comunidad constituye un catalizador por
excelencia de la participación comunitaria y simultáneamente la participación
contribuye a la consolidación del sentido de identidad. (Fig. 4).

PRODUCCIÓN, SOCIALIZACIÓN CONTROL SOCIAL APOYO SOCIAL MUTUO


DISTRIBUCIÓN Y
CONSUMO

PARTICIPACIÓN SOCIAL SENTIDO PSICOLÓGICO DE


COMUNITARIA COMUNIDAD

Fig. 4. La participación social comunitaria y el sentido psicológico de


comunidad: célula estructural y funcional de la comunidad.
Esta concepción no podría ser reducida jamás a la imposición unilateral, al
autoritarismo vertical, al paternalismo, al intervensionismo. Tampoco
obviamente podríamos asociarla a la convocatoria de la población para que se

83
incorpore a actividades aisladas con clara intención individualista. El valor ético,
teórico, metodológico y práctico con el que abordamos la participación
comunitaria, nos obliga a asumir que la esencia de ésta es el compromiso y la
identificación con un fin social orientados a la integración cultural y al beneficio
colectivo.
Para consolidar el sentido psicológico de comunidad y la participación
comunitaria, los individuos tienen que emerger como verdaderos sujetos
activos. Es por eso que el primero de los retos está en la necesidad de
socializar la educación, es decir, la necesidad de enseñar a los hombres a
pensarse a sí mismos y al mundo que les rodea, piedra angular para
desarrollar en nuestras comunidades los recursos humanos con una
perspectiva política, social, cultural y ecológica. Otras metas para nuestra
región son el desarrollo del liderazgo y de las estructuras sociales organizativas
en nuestras comunidades, que permitan gestar y ejecutar organizadamente y
desde abajo los recursos comunitarios. (Galeana, Silvia y Sainz, José Luis,
2001).
Las competencias que tenemos la responsabilidad de promover en nuestras
comunidades los científicos sociales comprometidos con nuestras
problemáticas, pueden agruparse en dos grupos con igual trascendencia:
a) Competencias psicosociales al interno de las comunidades.
b) Competencias contextuales de las comunidades.

En el grupo a) podemos referirnos a propiciar:


 la consolidación del sentido psicológico de comunidad;
 actitudes de auto dirección y autogestión a través de la
consolidación de estructuras democráticas comunitarias;
 la percepción del empowerment y el control en la comunidad.

En el grupo b) podemos referirnos a propiciar:


 la apertura de espacios comunitarios para la planeación, la toma de
decisiones y la ejecución de acciones;
 acciones que respondan a la vida cotidiana de la comunidad, a sus
problemáticas, recursos y potencialidades sociales, culturales y materiales;
 programas flexibles ajustados a los miembros de la comunidad y no
viceversa.

Quizás un planteamiento puede ser profundamente valioso para comprender


las ideas que he expuesto a lo largo de esta ponencia:
“En cultura, lo que se conoce se comprende; lo que se comprende
se acepta; lo que se acepta, distingue; lo que distingue cohesiona,
lo que cohesiona se valora; lo que se valora engrandece, lo que
engrandece da identidad; lo que da identidad hace crear, el que

84
crea promueve; el que promueve se compromete”. (Miranda, Jorge,
2001, pp. 230).
Aún muchos desafíos implica para nuestra región la promoción de políticas
participativas y, más que eso, el fomento de una cultura verdaderamente
participativa y de intercambio; donde las comunidades hagan valer sus
tradiciones y sus conocimientos comunes, con el derecho de protagonizar la
construcción de su propio destino común, su espacio, su entorno, su vida
cotidiana, sobre la base de la justicia social que se encuentra en el saber
colectivo que brota de las comunidades. No renunciemos al derecho histórico
de construir juntos el camino de nuestro desarrollo cultural.

BIBLIOGRAFÍA.
López, Raúl Eduardo, (1999) La política social municipal y el desarrollo
comunitario. Ribeiro,
Manuel y López, Raúl Eduardo (1999) (Ed), Políticas sociales sectoriales:
tendencias actuales (tomo II), Imprenta Universitaria de La Universidad
Autónoma de Nuevo León, Monterrey, México, pp. 47- 64.
Mariñez, Freddy Ramón, (1999) Lo comunitario y la creación de riqueza en el
desarrollo. Ribeiro, Manuel y López, Raúl Eduardo (Ed), Políticas sociales
sectoriales: tendencias actuales (tomo II), Imprenta Universitaria de La
Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, México, pp. 65- 88.
Miranda. Jorge, (2001) Los factores culturales en el desarrollo comunitario.
Arteaga, Carlos (Ed), Desarrollo comunitario, Editores Buena Onda, S.A.,
México, pp. 218- 240.
Sánchez, Alipio, (1991) Psicología Comunitaria, bases conceptuales y
operativas. Métodos de intervención. Promociones y Publicaciones
Universitarias, S.A., Barcelona, España.
Galeana, Silvia y Sainz José Luis, (2001) Estrategias de participación social
para el desarrollo comunitario. Arteaga, Carlos (Ed), Desarrollo comunitario,
Editores Buena Onda, S.A., México, pp. 137- 148.

85
La conducta desviada. Apuntes necesarios para su estudio.

Lic. Yaima Rivera Duboué

No basta con tener grandes cualidades, es preciso saber emplearlas bien.


La
Rochefoucauld.

Toda sociedad para su armónica existencia, necesita de determinado


ordenamiento que oriente las formas de conducta de las personas en su vida
cotidiana. Esto supone la coordinación del comportamiento de los individuos y
un orden de las relaciones entre los mismos y este orden lo establecen las
normas sociales.

Las normas sociales representan la exigencia a seguir determinados


parámetros de comportamiento y orientan a los individuos a mantener la
conducta que se espera de ellos. Estas normas sociales se transmiten de
generación en generación, lo cual no quiere decir que se mantengan intactas y
que no sean renovadas y enriquecidas a través del tiempo. Esto quiere decir
que algunas normas, con el paso del tiempo van dejando de serlo, pues caduca
su efectividad para el ordenamiento social y otras, que muestran su eficiencia
se van transmitiendo, no sin dejar de sufrir variaciones que responden a las
exigencias de determinada época. Pensemos rápidamente en el modo de vida
de nuestros padres, abuelos o bisabuelos y nos daremos cuenta de que la
forma de comportamiento aceptado no ha sido igual en ninguno de los casos.

Las normas sociales son a la vez, aunque parezca contradictorio, absolutas y


relativas. Esto significa que las normas tienen un carácter absoluto para los
grupos que las han asumido como tales y relativo porque no tienen que serlo
necesariamente para todos los grupos. Ellas tienen sentido pleno solo en el
contexto en el que se producen y por tanto lo que significa violación en un
grupo o sociedad no puede ser considerado de igual manera en todos los
casos.

Existen normas que son explícitamente declaradas e incluso escritas como las
leyes y otras que regulan nuestro comportamiento sin que apenas nos demos
cuenta y estas son las llamadas implícitas.

¿Qué sería entonces la conducta desviada?. Pues aquella conducta violadora


de las normas socialmente aceptadas. No todas las normas sociales tienen el
mismo alcance por lo que no toda conducta desviada tiene el mismo impacto
en el funcionamiento de la sociedad. Pensemos en que no es igual violar una
norma de convivencia elemental como puede ser escuchar música alta en la
noche y molestar al vecino, que robar o asesinar a una persona.

86
Estas normas sociales, al igual que costumbres, tradiciones, se van
transmitiendo como decíamos, pero ¿cómo llamamos a este proceso de
asimilación por parte del individuo de toda esta influencia social?, pues proceso
de Socialización.

En el estudio del origen y desarrollo de la personalidad, se pueden verificar


determinantes esenciales, uno de ellos tiene que ver con la influencia social, es
decir con toda la historia que antecede al individuo, la cultura de la sociedad en
la que vive y los grupos en los cuales se inserta o con los que de alguna
manera se relaciona. El proceso de Socialización consiste en la apropiación por
parte del individuo de toda la experiencia social, lo cual le proporciona la
posibilidad de integrarse a la vida en sociedad. Este proceso se da
precisamente como resultado de las interacciones que se producen entre las
personas.

"En la interacción con los otros el hombre asimila y se apropia de la cultura


humana y de toda la experiencia acumulada en el devenir histórico de la
humanidad y se expresa en todo el sistema de conocimientos, el lenguaje, las
normas, las costumbres y las tradiciones". (Vasallo, N., 2001).

El ser humano nace y es en la interacción social que desarrolla las


particularidades que lo distinguen como tal. Es así como el hombre vive
relacionándose con diversos grupos que ejercen determinada influencia sobre
él, influencia que es mediatizada por las propias peculiaridades psicológicas
que caracterizan a dicho individuo. El grupo es el mediador principal en la
relación del hombre con la sociedad y dentro de él se dan procesos que lo
hacen un espacio social único e irrepetible y que participan en la modificación
de o aparición de nuevas concepciones, valoraciones y actitudes.

El proceso de socialización transcurre a lo largo de toda la vida y se caracteriza


por ser de carácter bidireccional, es decir, por un lado tenemos toda la
influencia que ejercen los grupos y por otro, la recepción activa que realiza el
individuo. Esta afirmación nos remite al papel activo de la personalidad como
principal filtro que media la relación de los sujetos con su entorno. La
socialización, entonces se da mediante diferentes agentes socializadores como
la familia, la escuela, el grupo informal, el centro laboral, la comunidad que son
los más tradicionales y también los medios de comunicación, aunque como
plantea la Dra. Norma Vasallo, este último con un carácter más impersonal.

Para el estudio de dichos agentes de socialización se han definido algunos


indicadores que nos permiten valorar su influencia en la formación y desarrollo
de la personalidad del individuo. A continuación mencionaremos estos
indicadores y explicaremos brevemente en qué consisten.

En el caso de la familia se han definido: la comunicación, la estructura, el clima


socio psicológico, los métodos educativos y los indicadores de desajuste social.
La comunicación es un proceso de trascendental importancia que se da en
toda relación, ella debe cumplir funciones como la función informativa que se
refiere a al transmisión-recepción de información; una reguladora que tiene que
ver con la regulación del comportamiento que a través de ella se da y una

87
afectiva, que tiene que ver con la expresión de afectos y sentimientos.

La estructura de la familia es otro elemento a tener en cuenta para el análisis


de su función socializadora. Desde este punto de vista la familia puede tener
diversas clasificaciones, pero lo que nos interesa es cómo se conjugan las
diferentes influencias que pueden ejercer los miembros de este grupo especial
y cómo es elaborada la ausencia física o simbólica de alguno de ellos, en
especial de alguno de los padres. El clima socio psicológico, nos habla del
ambiente en el que se desarrollan las relaciones a lo interno del seno familiar.

"El clima socio psicológico en un grupo se forma a partir de las experiencias de


sus miembros, las percepciones que tienen de los otros, de sentimientos,
valoraciones y opiniones que emergen ante determinadas circunstancias en el
medio circundante. En su conjunto expresan un estado de ánimo del grupo
relacionado con las expectativas que tienen del desempeño de los roles de sus
miembros y del grupo en su conjunto”. (Vasallo, N., 2001).

Los métodos educativos tienen que ver con la forma en que se ejerce la
autoridad sobre el sujeto y son reconocidos varios tipos: impositivo, que
describe un procedimiento autoritario para que el otro asuma el
comportamiento exigido, sin tener en cuenta sus posibilidades reales y los
argumentos que justifican dicha solicitud; el permisivo, que es la ausencia total
de autoridad para contener el comportamiento del individuo; el inconsistente,
que sería el uso de los dos anteriores en diferentes momentos pero ante un
mismo hecho, lo cual no permite que realmente se interioricen las normas
sociales; el racional, que usa argumentos racionales que justifican la exigencia
y que tienen en cuenta al individuo como personalidad por lo que posibilita su
participación en la toma de decisiones, y el negligente que se caracteriza por la
falta de preocupación de los otros por el comportamiento de los sujetos.

Por último, los indicadores de desajuste social nos hablan de conductas que
manifiestan alguna inadaptación social por parte del individuo y que dentro del
grupo en cuestión pueden convertirse en conductas a imitar, además de que
pueden lograr la pérdida de autoridad y el alejamiento de los miembros, en este
caso, del hogar. Algunos de estos indicadores son por ejemplo: el alcoholismo,
la drogadicción, la conducta sexual desorganizada, los antecedentes penales,
entre otros.

La escuela es otro de los agentes de socialización y los principales indicadores


que se tienen en cuenta para su estudio son, la comunicación, en este caso
con el maestro, principal figura de esta institución y los métodos educativos
empleados por estos.

El papel del maestro es esencial y su rol no se limita a la transmisión de


conocimientos sino que debe encargarse de la formación integral de la
personalidad del individuo en aras de lograr niveles superiores de desarrollo
psicosocial. La escuela puede también, suplir en alguna medida deficiencias de
la influencia educativa de otros agentes.

La comunicación, en este caso, sirve de vehículo para la construcción de

88
conocimientos y permite el intercambio afectivo que condiciona de alguna
manera la efectividad de las intenciones socializadoras del maestro.

En cuanto a los métodos educativos, cabe señalar que aquí al igual que en la
familia, se deben tener en cuenta las peculiaridades individuales y las
posibilidades reales de los estudiantes.

Los grupos informales son aquellos que no son definidos de forma institucional,
sino que se forman sobre la base de afinidades e intereses comunes de las
personas y la coincidencia de necesidades.

En toda sociedad, el valor socializador de estos grupos, tiene que ver con la
coincidencia o no de las necesidades de sus miembros con las metas de los
grupos formales con los cuales se relacionan. En el grupo informal, los
miembros encuentran contención y vivencias similares a las suyas, por lo que
en general, la reacción ante las conductas que en el grupo se producen es
tolerante. Los indicadores que permiten valorar la influencia de los grupos
informales son: la actividad que los sustenta, las particularidades de sus
miembros, los indicadores de desajuste social y la significación del grupo para
el individuo.

El tipo de actividad influye en el proceso de socialización, comparemos un


grupo que se reúne para estudiar y compartir experiencias de aprendizaje con
uno que se reúne para hablar y reírse de sus compañeros de estudio ¿en cual
de los dos casos el impacto socializador dejará un saldo más positivo?.
Evidentemente en el primero.

Claro está, que todos los procesos grupales están mediatizados por las
particularidades de sus miembros y estas repercutirán en toda la dinámica que
se desarrolla a partir de las relaciones interpersonales de los integrantes del
grupo.

Los indicadores de desajuste social, ya los vimos cuando hablamos de la


familia, en este caso, hay que señalar que en estos grupos los
comportamientos de los individuos encuentran por lo general tolerancia, luego
se hace necesario el seguimiento de este espacio de interacción.

El indicador significación del grupo para el individuo tiene que ver con las
expectativas que tienen los miembros de lo que para ellos puede representar
desde el punto de vista afectivo y moral.

El centro laboral es otro de los agentes de socialización que hemos incluido en


nuestro análisis y los indicadores para el estudio de la influencia del mismo
son, la comunicación y los métodos educativos.

A través de la comunicación el individuo tendrá acceso a conocimientos


necesarios para realizar su trabajo y para la valoración social del mismo; así
como, una comunicación adecuada posibilitará un clima laboral favorable para
el bienestar de los trabajadores.

89
Los métodos educativos en todo centro laboral deben promover la formación de
la disciplina laboral e intereses laborales positivos.

No es casual que sea la comunidad el último agente en comentar. Resulta que


esta representa un agente, podemos decir, sui géneris, pues ella contiene en sí
misma al resto de los agentes ya mencionados.

La influencia de la comunidad no viene dada solamente por el hecho de


compartir un espacio físico sino que tiene que ver con los lazos comunes que
devienen en un afecto espontáneo que identifica a los sujetos con su
comunidad. Los indicadores para el estudio de este agente ya los hemos
mencionados a lo largo del análisis hecho con los agentes de socialización ya
vistos, ellos son: la comunicación con las organizaciones, los métodos
educativos, los indicadores de desajuste social y el clima socio psicológico.

Mediante la comunicación con las organizaciones que garantizan el desarrollo


de la vida comunitaria, se hace posible el logro de una convivencia a tono con
los intereses de cada uno de los que viven en determinada comunidad.

Los métodos educativos, ya mencionados con anterioridad, deben estar


encaminados, en este espacio, a formar sujetos cada vez más críticos y
preparados para la vida en sociedad. Los indicadores de desajuste social,
representan un peligro para el buen desempeño de la función educativa en la
comunidad y por esta razón se hace necesario su atención por parte de cada
uno de los agentes que componen la comunidad.

Por último, el clima socio psicológico, guarda una relación lineal con la eficacia
de esta función socializadora que tiene la comunidad y con el ambiente en el
cual se desarrollen las relaciones a lo interno de este espacio, en aras del
bienestar de los individuos.

¿De qué nos sirve todo esto que hasta aquí hemos visto? Debemos entender
que no todas las personas o grupos con los que entramos en contacto respetan
las normas socialmente aceptadas. En nuestra vida cotidiana, en nuestro
quehacer diario, ya sea personal o laboral, afrontamos diversidad de
situaciones e interactuamos también con diversidad de personas y muchas
veces pensamos que la forma en que vemos la vida es la misma según la cual
la ven los demás. Nos pasamos horas analizando lo inaceptable de
determinados comportamientos y quizás no hemos pensado en la relatividad de
lo que es aceptado o no. Cuando hablamos del cumplimiento de normas
legales, es posible que la discusión sea un poco más llana pues muchos
estaremos de acuerdo, sin embargo cuando analizamos otro tipo de normas
sociales la cosa se complica un poco.

Es entonces cuando se pone a prueba nuestra capacidad de ser empáticos y


cuando el conocimiento de la historia de socialización del individuo puede
ayudar a comprender por qué se asume la conducta desviada como una
alternativa eficiente ante una situación determinada.

90
Existen situaciones en las que las personas somos más susceptibles a violar
las normas socialmente aceptadas. Tal es el caso de cuando se está bajo los
efectos de las drogas, incluyendo el alcohol y también por qué no, cuando nos
encontramos bajo una presión que provoca malestar psicológico, tal como
pudiera suceder con las personas enfermas.

Todos los que de una forma u otra, estamos vinculados al trabajo directo con
las personas, debemos tener en cuenta todas estas ideas para comprender el
comportamiento de esos individuos y para buscar alternativas de solución a los
problemas que se puedan presentar. El camino es largo, pero se puede
transitar, hagámoslo.

Bibliografía.

Vasallo, N. La conducta desviada. Un enfoque psicosocial para su estudio.


Editorial Félix Varela, La Habana, 2001.

91
La conducta desviada en la vida cotidiana.

Lic. Yaima del Cristo Sánchez


Lic. Yaima Palacios Verona

“Nada se ha hecho con solo anhelar y esperar, hay que actuar de otra
manera”.
Ma
x Weber.

El día a día nos invita a vivir eso a lo que todos llamamos: la cotidianidad, que
no es más que el conjunto de sucesos en que cada ser humano se encuentra
inmerso diariamente y que van enriqueciendo sus vivencias personales. Para
muchos y especialmente para la Psicología, cotidianidad o vida cotidiana, es
hoy un término abarcador si lo abordamos como el espacio inmediato donde el
hombre en interacción con la sociedad construye la realidad social al mismo
tiempo que su subjetividad.

Para el pensamiento griego clásico e incluso para el cristianismo, lo cotidiano


queda relegado a un plano inferior; mientras que para los primeros era lo
referido al ámbito de lo doméstico privado, para los últimos estaba asociado al
ámbito del pecado, a la existencia carnal del hombre, aunque también se
consideraba el ámbito donde los hombres podían realizar buenas acciones y
merecer el amor divino. Las afirmaciones anteriores limitan el análisis de la
cotidianidad hasta el punto de no verlo como ese actuar diario que podemos,
en la mayoría de los casos, describirlo como declamamos una poesía que nos
aprendimos previamente de memoria.

Lo cotidiano no es más que aquello que hacemos diariamente, que puede ser
diferente y a la vez muy similar entre las personas. Es la vida misma, las
actividades y relaciones que se establecen, lo que se vivencia en el día a día y
que se le presenta al individuo como algo dado, como lo que debe ser
(levantarse temprano para ir al trabajo o la escuela, asearse, desayunar, etc.) y
que por la frecuencia con que se repite cada día llega a ser para cada uno:
obvio, natural.

En nuestra vida cotidiana aparecen retos que pueden convertirse en


verdaderos desafíos, pero si aprendemos a afrontarlos y superarlos,
disfrutaremos la posibilidad de crecer internamente. También se nos presentan
situaciones que pueden resultar conflictivas, así como oportunidades,
aventuras, vicisitudes, odios, afectos, en fin, diferentes situaciones que no son
más que parte de la propia vida y del quehacer diario, en los diferentes ámbitos
en que nos desarrollamos, como la Familia, la escuela, el trabajo, los grupos de
amigos, el barrio, la pareja entre otros. Estas situaciones son consideradas

92
como los elementos no cotidianos que hacen que la vida cotidiana entre en
crisis y que tenga que ser reorganizada por el individuo para el
reestablecimiento del equilibrio necesario para adaptarse al cambio. La
situación de enfermedad propia o de algún familiar o amigo cercano es un
ejemplo ilustrativo de lo que mencionamos anteriormente.

A cada individuo le corresponde, ya bien por el “destino” o por azares de la


naturaleza, vivir en determinada época y período de tiempo, en determinado
país, en una región específica de este, con una familia determinada y por tanto,
conocer a diferentes personas y experimentar ciertas vivencias que resultan
únicas e irrepetibles, pues nunca las combinaciones que dan lugar a una vida
son iguales a las que dan lugar a otra.

Cada sociedad, de acuerdo con las características de sus condiciones


generales, ha pautado ciertas maneras de concebir la cotidianidad y de eso
también depende la cotidianidad de cada sujeto de manera particular; por
ejemplo: Las relaciones sexuales fuera del matrimonio eran concebidas como
un enorme pecado hasta mediados del pasado siglo, en la actualidad ya no se
concibe de la misma manera, las condiciones de vida han cambiado y con ello
la mentalidad de las personas, lo cual marca indudablemente la cotidianidad de
los jóvenes en ambas épocas.

Acercándonos entonces a una definición más teórica de lo que es la vida


cotidiana, tenemos que:
“ Vida cotidiana es la expresión inmediata en un tiempo, ritmo y espacio
concretos, del conjunto de actividades y relaciones sociales que, mediadas por
la subjetividad, regulan la vida de las personas, en una formación económico-
social determinada, es decir, en un contexto histórico social concreto” (C.
Martín, 2000)… es el sistema integrado por el conjunto de actividades vitales
que deben repetirse diariamente para la satisfacción de necesidades
biológicas, psicológicas y sociales de la vida humana (Martín, Perera y Díaz,
1996). Por tanto, la vida cotidiana es un sistema y está colmado de aquellas
relaciones que establecemos en las actividades que realizamos
cotidianamente, que dependen además del marco socio histórico y económico
en el que estemos insertados y que le permiten al individuo adaptarse e
interactuar con la sociedad en la que vive.

Es evidente que sin el ir y venir de los seres humanos la cotidianidad fuera otra,
por lo que nos estamos refiriendo a nuestra cotidianidad, a la cotidianidad que
se puede estudiar desde la Psicología, teniendo en cuenta que el objeto de
estudio de esta ciencia es, la subjetividad humana.

Accedemos a la subjetividad a través de los diferentes comportamientos, tanto


explícitos como implícitos que cada ser humano manifiesta y el conjunto de
esos comportamientos constituye la Conducta.

Etimológicamente, la palabra conducta es latina y significa conducida y guiada,


es decir que todas las manifestaciones comprendidas en el término de
conducta son acciones conducidas o guiadas por algo que está fuera de las
mismas: por la mente. De esta manera, el estudio de la conducta considerada

93
así, se asienta sobre un dualismo o dicotomía cuerpo – mente, sobre la
tradición del más puro idealismo, en el que la mente tiene existencia de suyo y
es el punto de origen de todas las manifestaciones corporales; según esta
perspectiva, el cuerpo es solamente un instrumento o un vehículo del que se
vale la mente (Alma) para manifestarse (M. Calviño, 2002).

Watson incluyó en la conducta todos los fenómenos visibles, objetivamente


comprobables o factibles de ser sometidos a registro y verificación y que son
siempre respuestas o reacciones del organismo a los estímulos que sobre él
actúan y según Bleger, la conducta son las manifestaciones del ser humano,
cualesquiera sean sus características de presentación.

Así el término de conducta se ha convertido en la actualidad, en el patrimonio


común de psicólogos, sociólogos, antropólogos, sin que por este solo empleo
se esté filiado a la escuela del behaviorismo; inclusive se ha convertido en un
término que tiene las ventajas de no pertenecer ya a ninguna escuela en
especial y de ser lo suficientemente neutral como para constituir o formar parte
del lenguaje común a investigadores de distintas disciplinas, campos o
escuelas.

Conociendo de antemano estos planteamientos, podemos aventurarnos a


afirmar que los fenómenos psíquicos y mentales son los que originan la
conducta, y la conducta es el referente primario para realizar cualquier estudio
social. Lo que sucede es que al ser humano siempre le ha resultado más
importante analizar su realidad que realizar un análisis de sí mismo, es por eso
que las ciencias exactas se desarrollaron muchísimo antes que las ciencias
humanas, aún siendo el hombre el primer responsable de su realidad, por lo
que supuestamente el estudio debió partir de la introspección y el análisis
sobre sí mismo.

Algo similar sucede cuando tratamos de mirar críticamente nuestra vida


cotidiana. En ocasiones tendemos a pensar que con sólo modificar la visión de
la realidad que nos rodea o cambiar nuestro entorno físico y social estamos
solucionando conflictos y modificando la cotidianidad. Pero no nos percatamos
de que el cambio tiene que partir de nosotros mismos, porque para cambiar lo
externo necesitamos primeramente flexibilizarnos y modificarnos internamente,
por tanto el cambio tiene que partir de modificaciones conductuales.

Según Piaget, lo interno fue anteriormente externo, por lo que partiendo de este
sabio planteamiento, no podríamos decir que la conducta del individuo ya venía
plagada a su ser desde que este se formó, sino que para que esta conducta
pudiera manifestarse devino necesariamente de las influencias externas. De
ahí que desde las diferentes disciplinas que estudian al ser humano con una
mirada filosóficamente subjetiva, encontramos que se le concede un
determinante papel en la conformación de la conducta a los diferentes agentes
de socialización, como son la familia, la escuela, el centro laboral, la
comunidad, los grupos de amigos, las diferentes instituciones y organizaciones
sociales con las que el individuo interactúa a lo largo de su vida, e incluso los
medios masivos de comunicación por la fuerte influencia que pueden ejercer en
las personas.

94
Por tanto si quisiéramos modificar conductas tendríamos necesariamente que
apoyarnos en los agentes de socialización, pero para modificar algo es
importante poner en práctica la criticidad y el cuestionamiento acerca del
fenómeno en cuestión, y en este caso sería insuficiente cuestionarnos la
conducta independiente al proceso de socialización, por lo que llegaríamos
entonces a la necesidad de realizar un cuestionamiento de la cotidianidad.

Según la socióloga argentina Mónica Sorín: El análisis de la vida cotidiana


requiere imprescindiblemente indagar lo esencial que subyace en lo
fenoménico. Ello es particularmente así en este terreno, porque lo cotidiano
tiene la característica de parecer obvio, natural, “auto evidente”. El hecho de
que se repita, de que se presente a diario, le da justamente ese carácter.
Revelándose entonces la reiteración como esencia de la estructura básica de
la vida cotidiana.

Aunque consideramos que existe la posibilidad de que la reiteración se dé, no


damos fe de su necesidad, pues la repetición de lo cotidiano puede llevar a: la
rutina, a crearse la monotonía e incluso a provocar al nivel psicológico un
fenómeno de acostumbramiento y naturalización que especialistas en el tema
han llamado: la familiaridad acrítica. Incluso esa familiaridad provoca la
sensación de que no existe otra forma de vida que la que uno tiene. Así en la
sociedad “es obvio” que existan personas que manifiesten conductas no
acordes con las pautas y normas establecidas socialmente, porque esas
personas son “desnaturalizadas y antisociales”, cuando realmente no es así.

Este fenómeno se da en muchas ocasiones por un hecho que resulta casi


ineludible para el individuo y es que al nacer e insertarse en los diferentes
grupos, se encuentra con una realidad cotidiana ya construida, objetivada e
impregnada de sentidos que hace suya en y durante su proceso de
socialización. En el mismo, el individuo elabora esquemas referenciales que
utiliza para su actuar diario y que le permite orientarse, comportarse,
conducirse de manera adaptada en su cotidianidad y a su vez contribuye a la
construcción de la sociedad.

Por esta razón construir la sociedad que deseamos y nos proponemos, impone
una crítica a la vida cotidiana, entendida la crítica como análisis objetivo,
científico y comprometido de la realidad. Desde la Psicología Social esta crítica
implica vivenciar la realidad, tomando posteriormente una distancia reflexiva, y
apoyados en un marco teórico determinado, analizar que aspectos de nuestra
vida cotidiana favorecen u obstaculizan la formación del tipo de hombre que
necesitamos para garantizar nuestra continuidad y desarrollo. Sería romper con
la familiaridad acrítica y a su vez una manera objetiva y científica de estudiar la
posibilidad de hacer la vida diferente aunque se tenga que realizar las mismas
actividades, de cuestionarse por qué siempre se hace lo mismo y de la misma
manera.

También debemos analizar o por lo menos mencionar, lo no cotidiano, que


aunque no haya sido abordado de manera explícita en la definición, nos hace
pensar esos eventos que implican la ruptura de lo ordinario, lo que requiere de

95
ajustes y reestructuración de la cotidianidad para mantener el dinamismo y el
equilibrio del sistema. Así pues, si fuésemos a realizar un análisis crítico de la
desviación de la conducta tenemos que partir de la comprensión y el estudio de
este fenómeno, permitiéndonos así la posibilidad de no enfocarlo solamente
desde la obviedad y la naturalidad.

Criticar la vida cotidiana implica también cuestionarnos porqué algunas


personas manifiestan conductas desviadas y no dejarlo pasar como algo
natural. “Desde un enfoque psicosocial la vida cotidiana implica un sistema, en
cuya dinámica coexisten relaciones dialécticas entre el sujeto social (sociedad,
instituciones, grupos) y el sujeto individual (persona concreta). En la
cotidianidad se determina, reproduce y/o modifica el sistema de necesidades
del hombre y el tipo de relaciones que se establece con esas necesidades, con
las metas sociales e individuales, y con las formas o vías disponibles para su
satisfacción” (Perera, 1999, p 1)

El problema de la conducta desviada se ha estudiado a lo largo de la historia


poniendo énfasis en dos ideas que aunque aparentan ser dicotómicas, en
realidad no lo son. Algunos estudiosos de este fenómeno han enfatizado en la
cuestión de la conducta delictiva propiamente dicha, considerando
manifestantes de conducta desviada a aquellos sujetos transgresores de la ley,
mientras que otros han enfatizado en la inadaptación del hombre a situaciones
conflictivas. Existen otros que integran las dos concepciones anteriores, con los
cuales coincidimos, pues la gama de conductas desviadas a considerar va,
desde el vecino que nos molesta con la basura que echa por la ventana, hasta
el sujeto que roba o asalta a otra persona, pasando por los que producen
escándalos o crean desórdenes en diferentes lugares (N. Vasallo, 1995). Esta
concepción ha sido asumida, a partir de considerar, que son las normas
sociales las que permiten la organización armónica de la vida social, tanto en el
macro como en el micro medio.

En la relación con el medio social, el individuo se encuentra inmerso en


diferentes grupos sociales (Familia, Escuela, Centro de Trabajo, Comunidad,
Grupo Informal, etc.) y es precisamente en esta interacción donde la persona
interioriza los valores, las normas sociales, aquellas conductas socialmente
aceptadas que le posibilitan integrarse a la vida social. Por tanto son
elementos esenciales en la socialización del individuo todos los grupos ya
mencionados, los que contribuyen a su vez a la formación de su personalidad y
que tienen una gran influencia en la desviación de la conducta al igual que esta
última categoría mencionada.

Al hacer una crítica de la conducta desviada a partir de la crítica a la vida


cotidiana se impone el análisis del macro y micro medio social, su influencia en
la formación de la personalidad del individuo y la situación vital concreta en la
que se encuentre cada vez que se de este tipo de conducta. Todo es
observable y analizable alrededor de una conducta desviada, desde la
comunidad y más específicamente el barrio en que ha vivido o vive hasta las
amistades y las personas con las que le ha tocado vivir, los principios morales y
valores que regulan su actuar diario, e incluso el momento y la situación en que
se encontraba en el momento de la trasgresión de la norma. Si el sujeto

96
trasgresor de la ley o manifestante de una conducta desviada, lograse romper
entonces con su familiaridad acrítica, percibiría su realidad de otra manera y
podría cambiar su conducta desviada, hacia una manifestación positiva de
esta.

Podemos contribuir al cambio conductual de un individuo que manifieste alguna


conducta desviada, adoptando una posición activa ante esta situación, no
dejándonos llevar por el acostumbramiento ante lo cotidiano, potenciando la
criticidad ante este fenómeno y buscando alternativas de solución al mismo.
En nuestro país se está llevando a cabo en la actualidad todo un plan de
inserción social para los adolescentes y jóvenes que constituyen el sector de la
población más proclive a manifestar este tipo de conductas. Se ofrecen
incontables posibilidades de estudio y empleo, haciendo que todos se sientan
integrados y comprometidos con la sociedad y a la vez tengan ocupado el
tiempo en actividades de utilidad no sólo social sino también individual.

Este es un ejemplo de cómo podemos ayudar a esos individuos a reestructurar


su vida, desde una mirada diferente y rompiendo con lo rutinario. Estamos
seguros de que las personas que se comportan manifestando conductas que
van en contra de lo socialmente establecido es porque no han tenido a lo largo
de su vida una adecuada orientación y educación al respecto. A veces la
estructura social de determinado lugar tiende a marginar en lugar de integrar a
las personas, es por eso que en muchas ocasiones se manifiestan en contra de
todo al no sentirse incluidos.

Debemos tener en cuenta que tendremos frente individuos de diferentes


sociedades, por lo que debemos conocer como funciona esa sociedad, para
adoptar una posición constructivamente crítica en ese sentido y lograr que el
individuo se sienta útil para algo y parte de la sociedad, que no sienta que es
tan diferente y que por eso no ha logrado insertarse. Si logramos que el
individuo aprenda a ser crítico de su propia cotidianidad y de sí mismo, como el
principal responsable de su conducta, estaremos brindándole ayuda no sólo a
él mismo sino a la sociedad en general. Y estaríamos en alguna medida
contribuyendo al sueño eterno de construir una sociedad mejor.

Bibliografía:
Castellanos, R.: “Psicología. Selección de textos” Editorial Félix Varela. La
Habana. 2003.

Martín, C y Colaboradores: “La vida cotidiana en Cuba. Una mirada


Psicosocial”. Revista Temas No. 7: 92-98. 1996

Perera, M.: “Vida Cotidiana y Crisis: Reflexiones desde la realidad cubana de


los 90”. Artículo en soporte magnético. 1999

Vasallo, N.: “La Conducta Desviada. Un Enfoque Psicosocial para su Estudio”.


Tesis en opción al grado de Doctor en Ciencia Psicológicas. Facultad de
Psicología. Universidad de la Habana. 1994

97
Calviño, M.: “Análisis Dinámico del comportamiento”. Editorial Félix Varela. La
Habana. Cuba. 2002

Sorín, M.: “Cultura y Vida Cotidiana” Artículo en soporte magnético (SAE).

Quiroga, Ana P.: “La Psicología Social como crítica de la vida cotidiana”.
Ediciones 5 Florida. Buenos Aires de Argentina. 1988

98
La educación como estrategia para el trabajo social.
Dr. Omar Torres Rodríguez
Ms. C. Ana María González Pérez del Villar

“La educación es el único medio capaz de ir creando en el hombre desde


que empieza a tener uso de razón, una conducta social, una conducta
moral, la educación es lo único capaz de hacer que los hombres sean
mejores, es lo único capaz de hacer que los
hombres puedan variar una inclinación del mal hacia el bien”
Fidel Castro.

El avance científico y tecnológico que se ha producido, sobre todo, a finales del


pasado siglo y los inicios del actual, no sólo ha traído consigo bienestar y
progreso para la humanidad, sino también graves problemas, sobre todo, para
los países más pobres: drogadicción, SIDA, hambruna, desestabilización
económica y una desmesurada desigualdad social. Esto ha generado la
existencia de dos tipos de sociedades perfectamente diferenciadas, por un
lado, una minoría que detenta el poder económico, político y social y por el
otro, una gran población que vive en condiciones de pobreza y marginación.
La precaria situación existente ha sido planteada con fuerza por los
representantes de los diferentes países en múltiples eventos regionales e
internacionales, en los que se ha hecho énfasis, en la urgente necesidad de
reconocer, que las mayorías son las que menos tienen y que por tanto, los
gobiernos progresistas de estos países deben implementar proyectos que
permitan sacar a estos grupos de la marginalidad económica, política, social y
cultural en que viven. Esto no resulta fácil, si tenemos en cuenta que tal rezago
se ha venido acumulando por siglos, tan es así, que hay grupos que muy bien
pueden hablar de quinientos años de opresión, pero como muy bien ha
planteado Fidel y lo han reiterado Chávez y otras grandes personalidades, UN
MUNDO MEJOR ES POSIBLE.
Tales problemáticas exigen de respuestas viables y efectivas por parte de las
diferentes entidades políticas, estatales, científicas y sociales de los
respectivos países. Pero lo que sucede, en su mayoría es, que dichas
entidades no han tomado con seriedad el asunto y han utilizado como única vía
alternativa el accionar del trabajador social para atenuar en lo posible la
situación existente. En muchos de los casos, por no decir en todos, el trabajo
social ha estado en función del socorro o de la prestación de alguna asistencia
económica, de salud u otra. Este proceder no es el más pertinente, pues
cuando cesa la asistencia por muy bien intencionada que ésta sea, el problema
reaparece y en muchas ocasiones con mayor agudeza. Pero bien, nuestro
propósito no es enjuiciar ni el trabajo social ni a quienes hasta el momento lo
han desempeñado, pues seguros estamos, que en la mayor parte de los casos
lo han hecho con las más nobles y humanas intenciones. De lo que se trata es
de redimensionar desde una nueva perspectiva la problemática en cuestión.

99
Nos preguntamos entonces, ¿cómo lograr un trabajo social despojado de esa
connotación asistencialista a la que nos referimos con anterioridad, y que
además, conduzca a mejorar la situación existente?
La interrogante antes planteada nos puede conducir a reflexiones muy diversas
sobre la problemática en cuestión, sin embargo, todas de alguna manera van a
converger casi seguro en un punto común, el cual está dirigido a dignificar el
impacto del trabajo social en las personas, tanto de aquellas que lo reciben
como de los que de alguna manera prestan este servicio. Es en este sentido
que consideramos conveniente, pero además necesario, asumir la educación
como principio básico del trabajo social, o sea, concebir la educación como el
fundamento teórico, metodológico y práctico del mismo; y además, que las
diferentes estrategias orientadas en esta dirección, actúen desde las múltiples
perspectivas de la educación en el contexto de la personalidad. Sobre todo, si
tomamos en cuenta que muchos de estos problemas si bien se acrecientan por
determinadas carencias materiales, no se reducen a tales causas y ni siquiera
su aparente solución pudiera evitarlos o resolverlos en todos los casos
mediante los procedimientos tradicionales.
Durante el curso y en particular en los contenidos de Psicología se han tratado
algunos aspectos relacionados con la socialización, lo que seguramente te
habrá permitido llegar a la conclusión, de que la misma se refiere al conjunto
de procesos sociales gracias a los cuales la persona se apropia y reproduce un
determinado sistema de conocimientos, normas y valores que le permiten
actuar como miembro pleno de la sociedad. Ahora bien, es necesario que
tengas en cuenta además, que la socialización no incluye sólo aquellas
influencias conscientes, controlables, dirigidas a una finalidad, sino incluye
también, aquellos procesos espontáneos, no dirigidos que de alguna manera
influyen en la configuración personológica del sujeto, lo que está en
correspondencia con el carácter activo, dinámico y autodeterminado de éste.
No obstante, se considera a la educación como el principio rector y
determinante de la socialización. Ésta no se puede dejar a merced de las
influencias espontáneas, de los aprendizajes incidentales u ocasionales, es
preciso guiar y orientar de manera intencionada hacia el logro de un propósito
personal y social, por lo que no se puede desconocer entonces, el decisivo
papel que juega la educación en la formación y el desarrollo de la personalidad.
Concebir la educación como estrategia en función del trabajo social nos
convoca a modificar nuestras maneras de pensar, de sentir y de actuar en
torno al asunto. Habrá por tanto, que variar la concepción del trabajo social, lo
que incluye, los escenarios y protagonistas de éste, incluso habrá que pensar,
en el propio concepto de beneficiario, pues llevar a cabo esta tarea desde la
posición o el rol del educador va a lograr nuevos y mayores impactos.
Algunas precisiones relacionadas con la educación y otros términos
afines.
Educación en el sentido amplio del término: se entiende como el conjunto
de influencias que ejerce toda la sociedad sobre el individuo. Esto significa
entonces, que la persona se educa durante toda la vida, o sea, mientras existe
como tal es susceptible a recibir las influencias de la sociedad en que vive.

100
La educación es un fenómeno social históricamente condicionado y con un
marcado carácter clasista. Es mediante ésta que se garantiza la transmisión de
la experiencia de una generación a otra.
La educación es un proceso inherente a la sociedad desde el surgimiento de
ésta y resulta a su vez esencial para su desarrollo sucesivo, a tal extremo que
sin educación no se concibe progreso histórico-social alguno.
En el sentido estrecho del término: el concepto educación se caracteriza
por el trabajo programado, organizado y planificado que realizan las diferentes
instituciones educativas, orientado a la formación de cualidades de la
personalidad: convicciones, actitudes, rasgos morales y del carácter, ideales y
gustos estéticos, así como modos de comportamientos del individuo como
miembro de la sociedad.
La enseñanza: El núcleo de la educación lo constituye la enseñanza como
proceso a través del cual se transmiten los conocimientos y valores culturales
acumulados por las generaciones anteriores. Éste se enfoca a la asimilación de
los conocimientos y la instrucción un tanto especializada y más o menos
formalizada de acuerdo a los métodos o procedimientos utilizados. Pero,
incluye también una instrucción más amplia por sus finalidades que está
encaminada al desarrollo de hábitos, habilidades y capacidades, contribuyendo
de esta manera de forma significativa a la educación de los estudiantes.
Como puedes apreciar, la enseñanza es el proceso de organización de la
actividad cognoscitiva. Dicho proceso es bilateral porque, por un lado incluye
la actividad del que aprende (sujeto del aprendizaje) y por el otro, la dirección
del que enseña (maestro, profesor, coordinador, mediador, etc.).
Instrucción: Se expresa a través de ésta, el resultado de la asimilación de
conocimientos, hábitos y habilidades; se caracteriza, además, por el nivel de
desarrollo intelectual o creativo alcanzado por la persona. La instrucción
presupone determinado nivel de preparación por parte de los individuos para su
participación en una u otra esfera de la actividad social.
Todos estos procesos están relacionados entre sí, sin embargo éstos no son
idénticos, y pueden llevarse a cabo con la ayuda de diferentes instituciones
sociales (escuela, medios de información masiva, instituciones culturales,
recreativas, deportivas etc.).
Si tomamos en cuenta que la enseñanza y en especial la instrucción se asocian
en lo fundamental con la transmisión de información intelectual o habilidades y
hábitos prácticos, entonces esto quiere decir, que la palabra educación se usa
también en un sentido estrecho para designar el sistema de influencias
emocionales que forman el mundo moral, ético, o sea, el mundo de valores
orientador de la personalidad.
La educación y sus nuevos retos.
La educación en los momentos actuales tiene ante sí nuevos retos, pues hoy
más que nunca la educación debe ser ante todo la educación de la
independencia, de la iniciativa creadora, de la responsabilidad social, de la
solidaridad y del humanismo, inseparables unas de otras. En resumen, la
educación debe preparar al individuo para la vida, o sea, para la toma de

101
decisiones, la autogestión, el afrontamiento de conflictos y sobre todo, para su
desempeño eficiente y altruista como miembro de la sociedad.
En Cuba abogamos hoy como una importante garantía para asegurar el
mañana por una cultura general e integral de la que deben ser depositarias las
presentes y; sobre todo, las futuras generaciones, estamos conscientes que
ello sólo será posible a través de la educación
Una creciente demanda de la sociedad a la educación en la actualidad es la
formación y el desarrollo de la personalidad en toda su plenitud e integridad
como garantía para el desempeño eficiente de sus diferentes roles sociales.
Téngase en cuenta, que la educación sirve a fines sociales y no sólo a fines
individuales.
Pudiera parecer paradójico, pero para hablar de la educación y sus retos
actuales hay que remitirse necesariamente a algunos de los términos de
antaño. Te invitamos a reflexionar, sobre el contenido que encierran en la
actualidad algunos de ellos:
Alfabetización. Hoy ya no se trata sólo de saber leer y escribir en el idioma
natal. Ello implica también, poder comunicarnos en otros idiomas, tener ciertos
conocimientos de las matemáticas, saber trabajar con una computadora,
conocer el lenguaje de la programación, navegar en INTERNET, tener una idea
general sobre las ciencias, en fin, poseer una cultura general integral.
Ética. Es la educación del ser humano para la vida en sociedad. Se trata de los
problemas relacionados con la concepción del mundo, de los modos de
comportamiento, la capacidad de orientarse en la sociedad, el dominio de uno
mismo, la autodeterminación. Abarca además, el conocimiento de las leyes y
las normas sociales, de los derechos y obligaciones del ciudadano. Se incluyen
también aquí los problemas de la familia y la instrucción social (dónde acudir en
un momento determinado, cómo dirigirse en la sociedad para resolver los
problemas vitales, etc.).
Estética. Se refiere al dominio de la literatura, la música, el canto, la gráfica, la
pintura y la danza, es decir, la esfera estética, sin la cual la educación de la
persona no sería plena.
Cultura física. Se entiende que una persona armónicamente desarrollada debe
ser sana, dominar su cuerpo, saber que ocurre en su organismo, saber prestar
primeros auxilios a sí mismo y a otros.
El logro de tales propósitos sólo es posible, si en realidad la educación se
convierte en una tarea de todos los agentes socializadores implicados: la
familia, la escuela, los centros laborales, los propios sujetos del proceso
educativo y en general, de todos los grupos sociales.
La educación y el modo de actuación del trabajador social.
El modo de actuación de cualquier profesional depende de diversos factores:
sistema de conocimientos, capacidades, habilidades, sentimientos, emociones,
estados de ánimo, nivel de compromiso, tenacidad, consagración y
autodeterminación del sujeto entre otros. Como puedes apreciar existe una
estrecha relación entre el modo de actuación y la personalidad del individuo.

102
El hecho de que abordemos lo relacionado con el modo de actuación del
trabajador social en este tema, no te debe llevar a pensar que es la Psicología
quien define el mismo, ella, junto a las diferentes asignaturas del Plan de
Estudio y el resto de las actividades que forman parte del proceso docente
educativo diseñado para tú formación, contribuye a lograr el nivel de
efectividad que puede alcanzar éste, pero, en última instancia depende de la
autodeterminación de cada uno de ustedes, definir el alcance de su modo de
actuación.
El modo de actuación del trabajador social se puede definir como:
Activista político. Debe ser el principal guía y esclarecedor de su comunidad,
caracterizarse por su identificación y compromiso con la revolución y el partido,
siendo un fiel defensor y salvaguarda de sus logros. Conocer al mismo tiempo
la realidad por la que atraviesa el país y dominar los argumentos acerca de las
medidas y política que asume el gobierno.
Activista social. Debe ser capaz de detectar problemas sociales, determinar sus
causas y proponer alternativas de solución contribuyendo así a la prevención y
el mejoramiento de la calidad de vida de los que le rodean.
Educador. Debe contribuir a la formación y desarrollo de sentimientos,
cualidades, valores y actitudes que favorezcan el desarrollo personal, la
convivencia y el bienestar social. Ejercer importantes influencias educativas en
las personas, en la familia y en la comunidad, a través de su ejemplo personal.
Líder. Debe ejercer influencia, atraer, movilizar y arrastrar con iniciativas y
creatividad a las masas para que alcancen las metas que se han propuesto, así
como conducir con éxito grupos formales e informales, propiciando la toma de
conciencia, el compromiso y la unidad entre todos.
Como invariantes del modo de actuación del trabajador social se precisan sus
diferentes acciones profesionales:
A) Prevención. Como su nombre lo indica se trata de prevenir y; prevenir es
ante todo, evitar que algo suceda, o al menos, disminuir sus consecuencias.
Como trabajador social tú puedes realizar diferentes acciones encaminadas a
la prevención. A partir del conocimiento de las problemáticas más acuciantes y
tomando en cuenta, los grupos de riesgo y los sectores más vulnerables de la
población, puedes diseñar de conjunto con otras instituciones y siempre con la
participación de la comunidad o entidad donde te propones actuar, diferentes
estrategias para estos fines, pueden ser talleres, charlas, conferencias, etc. La
prevención también se puede hacer de persona a persona. Para ello puedes
valerte del diálogo educativo u otras vías para lograr la persuasión y el
convencimiento.
B) Identificación o Diagnóstico. El proceso de identificación o diagnóstico,
te permite evaluar el contexto en el que te desempeñas, de manera que podrás
tener un conocimiento mucho más amplio de las problemáticas o debilidades
del mismo, las necesidades existentes, las cuestiones que pueden constituir
barreras u obstáculos dentro de éste, así como los lados fuertes o
potencialidades allí existentes y que pueden ser aprovechados para introducir
los cambios para lograr su perfeccionamiento. Para llevar a cabo el proceso de
identificación o diagnóstico te puedes apoyar en algunos de los métodos que

103
ya conoces. En este sentido podrás conocer más cuando trates más adelante
los contenidos sobre la Psicología comunitaria.
C) Orientación. La orientación, desde tú competencia como trabajador
social se inserta de alguna manera al trabajo preventivo que debes realizar
dentro de la comunidad, sobre todo, en aquellas familias que requieren de
cierta atención para mejorar su funcionamiento.
D) Intervención. Implica diseñar acciones dirigidas a la solución de los
problemas y necesidades sociales de su entorno y lograr los cambios
deseados.
Tanto el modo de actuación del trabajador social como las acciones en las que
éste se concretiza se fortalecen y perfeccionan a través del trabajo
interdisciplinario. El trabajo social requiere de estrategias orientadas a cambiar
las maneras de pensar, sentir y actuar de las personas; y ello sólo es posible,
cuando se asume desde la perspectiva que logra implicar a los diversos
factores que lo pueden hacer posible.
La educación como estrategia para llevar a cabo el trabajo social no puede
desconocer la realidad del contexto en el que se van a realizar las acciones
educativas. Para ello, el trabajador social ha de ir al encuentro de lo que ya
viven y hacen las personas con las que se propone actuar.
En la educación como ya hemos planteado intervienen diversos factores.
También habrás podido notar que la propia amplitud del término (sentido
amplio y sentido estrecho) presupone que todo el sistema de influencias
educativas no sólo tiene lugar en las instituciones creadas de manera oficial
para estos fines, sino, que en la dinámica y los espacios en que transcurre la
vida cotidiana de las personas, éstas pueden ser objeto y sujeto de las más
diversas influencias educativas. Esto depende en gran medida de las
circunstancias concurrentes, y entre ellas, de la finalidad o el propósito explícito
o implícito de las entidades o personas.
Es a partir de esta consideración que proponemos asumir la educación como
parte de la estrategia para llevar a cabo el trabajo social. La educación a la que
nos referimos no es portadora de soluciones mágicas, de ideas y experiencias
extrañas al mundo popular; su misión no es venir desde fuera a proporcionar
aquello de lo cual supuestamente carecen las personas necesitadas, y que
supuestamente poseen los trabajadores sociales. Su principal tarea y propósito
es facilitar aquello en que se encuentran ya empeñados, activados y
movilizados esos mismos sectores de la población. En resumen, se trata de
facilitar la solución de la problemática existente, contribuyendo a hacer más
eficientes las iniciativas y experiencias en tal sentido.

Bibliografía:
Colectivo de Autores.: Pedagogía. Editorial Pueblo y Educación, Ciudad de La
Habana, 1984.
Colectivo de Autores.: La educación y la enseñanza: una mirada al futuro.
Editorial Progreso, Moscú, s.a.e.

104
Enríquez, G. A.: Enseñar, aprender y planear: una interacción necesaria. En
Siglo XXl perspectivas de la educación desde América Latina. Revista
cuatrimestral. Año 2. No. 5. Septiembre-diciembre, 1996. México.
Petrovski, A.: Psicología Evolutiva y Pedagógica. Editorial Progreso, Moscú,
1985.
Razeto, L.: Educar para la subsistencia y la solidaridad. En Desafío Escolar.
Revista Iberoamericana de Pedagogía. Año 2. 1ª. Edición Especial. Febrero,
1998. I. C. C. P. La Habana, Cuba.

105
Los valores en la juventud.
Lic. Ricardo Giniebra Urra

“No hay perfección sin esfuerzo; solo pueden mirar al sol de frente los
que osan clavar su pupila sin temer a la ceguera. Los corazones
menguados no cosechan rosas en su huerto, por temor a las espinas; los
virtuosos saben que es necesario exponerse a ellas para escoger las
flores mejor perfumadas”
José Ingenieros.

¿Por qué es importante estudiar los valores en la edad juvenil?


Hablar de valores hoy día resulta común pero difícil, sobre todo, porque se trata
de un tópico que despierta debates y controversias, que se mueven desde el
ámbito más popular llegando, por supuesto, hasta el académico y científico.
Más polémico resulta aún hablar del tema considerando sus manifestaciones
en la juventud. Dado el nivel de implicación y protagonismo que le toca
desempeñar a este sector de la población a nivel social, los jóvenes son objeto
de evaluación constante por los demás miembros de la sociedad. Alrededor de
ellos se construyen representaciones sociales y expectativas con respecto a
sus desempeños, que son punto de partida para la polémica y la crítica, cuando
los comportamientos que exhiben, no se corresponden con lo que de ellos se
espera.
En otro sentido, las propias representaciones que tienen los jóvenes sobre ellos
mismos han sufrido variaciones y se abren espacios donde se cuestionan qué
cualidades deben poseer, cuáles son los fenómenos de la realidad social que
deben ser considerados valiosos y cuáles no. Estas transformaciones se
producen en el contexto de cambio acelerado que vive la humanidad, y ante la
amenaza de fenómenos negativos como la proclamación del fin de la ética, el
escepticismo, la ocurrencia de guerras imperialistas, el irrespeto a la soberanía
de los pueblos, la despreocupación creciente por el cuidado del medio
ambiente, la desideologización de la ciencia, entre otras cuestiones, que ponen
en peligro la capacidad del hombre para conducirse hacia fines que promuevan
el desarrollo de la humanidad.
Lo anterior demanda la puesta en práctica de una labor educativa que coloque
al joven en el centro de la transformación creadora, que estimule la reflexión
personalizada constante y la flexibilidad necesarias para adaptarse a los
nuevos cambios, teniendo como brújula aquellos valores que generan
desarrollo, no solo desde el punto de vista individual sino también social.
En el ámbito científico los valores han sido abordados por diversas corrientes
pertenecientes a la axiología como parte de la ética, siendo esta la rama de la
filosofía consagrada al estudio de los mismos. También la Sociología, la
Psicología y la Pedagogía, le han dado tratamiento a esta categoría,
acercándose en ambos casos a una definición, desde su objeto de estudio, del
fenómeno en cuestión.

106
Las distintas definiciones aportadas contribuyen a enriquecer el conocimiento
que se tiene de los valores en sentido general, pues desde ellas, se abordan
diferentes aristas de un mismo fenómeno, que solo puede ser comprendido
desde una mirada integradora que contemple la diversidad de enfoques y
alternativas metodológicas existentes.

El enfoque filosófico de los valores. Algunas precisiones importantes


Aunque en tiempos de Sócrates, Platón y Aristóteles ya se hablaba en filosofía
de valores, reconociendo la verdad, la justicia y el amor como valores
necesarios para vivir honestamente como personas, no es hasta mediados del
siglo XIX, que el estudio de los valores pasa a ocupar un lugar propio e
independiente dentro de esta rama del saber, lo cual se ve finalmente
favorecido con el surgimiento de la axiología a inicios del siglo XX.
Una mirada a la diversidad de enfoques existentes en este plano del análisis
científico permite concluir que las respectivas posiciones, a menudo
contrapuestas, giran alrededor de temas esenciales, entre los que se
encuentran fuertes discusiones acerca del carácter subjetivo u objetivo de los
valores y su posibilidad o no de someterse a análisis científico, el origen social
o trascendente de estos, así como el carácter universal e inmutable o histórico
concreto y dinámico de los mismos. Sobre estos aspectos volveremos en
detalle cuando hagamos referencia a sus implicaciones para la ciencia
psicológica.

Estudio de los valores desde el enfoque sociológico


La sociología ha abordado el tema conceptualmente haciendo referencia a los
términos de valor, de orientación de valor u orientación valorativa,
indistintamente.
Según José Ramón Fabelo, valor es todo objeto, idea, concepción que tiene
una significación socialmente positiva para un sujeto o grupo y sociedad
determinada, cuya concreción represente un progreso social. (Citado por
Molina, M. y Rodríguez, R. T., 1998:65).
Otros autores definen la categoría planteando que: “valor es el significado
social que se le atribuye a objetos y fenómenos de la realidad en una sociedad
dada, en el proceso de la actividad práctica en sus relaciones sociales
concretas.” (Domínguez, M. I y Ferrer, M. E., 1996: 7)
Las definiciones anteriores ponen énfasis en la significación social positiva que
todo objeto, fenómeno, cualidad, idea, comportamiento, etc., debe poseer para
poder ser considerado un “valor” y su estrecha conexión con el progreso
social, es decir con el desarrollo hacia formas superiores de funcionamiento a
nivel social. Esta característica es distintiva de los valores por lo que no tendría
sentido referirse a ellos, sin tener en cuenta que siempre indican la connotación
positiva de su significación.
La idea anterior queda claramente expresada por Nancy Chacón Arteaga
cuando refiriéndose a la categoría valor moral señala que este “refleja la
significación social positiva, en contraposición al mal, de un fenómeno (hecho,

107
acto de conducta, actitud) que con un carácter valorativo – normativo, a nivel
de la conciencia moral (social – individual) y en forma de principios, normas,
representaciones morales, etc., orientan la actitud y conducta del hombre hacia
el Progreso Moral, a la elevación del humanismo y al perfeccionamiento
humano.” (2000:12)
En estos conceptos se destaca un elemento que a nuestro juicio resulta de
suma importancia y es precisamente, el de considerar, la actividad como
espacio donde se produce la atribución de significados desde el punto de vista
personal. Habría que agregar la importancia de la comunicación como
herramienta que permite la transmisión de la experiencia (portadora de valores)
y la calidad de la interacción en el marco de las relaciones interpersonales,
erigiéndose estos elementos como auténticas vías para la educación y
formación de valores.
Los valores desempeñan una función de orientación en tanto “contenidos
sociales que son ponderados, defendidos, apreciados, deseados, buscados,
considerados importantes por toda la sociedad, una parte de esta o por grupos
de individuos y que de hecho operan como reguladores del comportamiento del
sujeto en la esfera de actuación en cuestión”. Bombino, L., (s/f).
Como puede apreciarse desde la óptica sociológica las apreciaciones que se
realizan acerca del tema tienen lugar, a partir del análisis de las condiciones
sociales en que surgen y se desarrollan los valores, donde desempañan un
importante rol las distintas instancias socializadoras que comprenden la familia,
la escuela, las organizaciones políticas, culturales, los grupos informales y
colectivos laborales, los medios de difusión masiva, entre otros.
“La socialización es entendida como el proceso a través del cual se desarrollan
los rasgos individuales en conformidad con las pautas sociales (ideales y
valores) dominantes, como proceso socio psicológico que posibilita se forme la
personalidad bajo el influjo de instituciones educativas.” (Colectivo de autores,
2001: 22).
Quisiéramos resaltar una vez más, el papel significativo que juegan en el
proceso de adquisición de valores las diferentes instancias socializadoras; pues
en nuestro criterio el proceso de adquisición y desarrollo de valores morales
por parte del individuo, ocurre a través de aprendizajes significativos que
acontecen en el marco de los distintos grupos de pertenencia, por los cuales el
individuo transcurre a lo largo de la vida. La familia como grupo primario, la
escuela como secundario y así sucesivamente el grupo laboral, etc.
Resaltando el carácter complejo de la categoría valor J. R. Fabelo (1995)
señala la posibilidad de estudiarlo en, al menos, tres planos de análisis
posibles.
El primer plano de análisis es considerar los valores como parte constitutiva de
la realidad social, en el marco de una relación significativa entre los procesos y
acontecimientos de la vida social y las necesidades e intereses de la sociedad
en su conjunto.
El segundo plano de análisis se refiere a la forma en que esa significación
social, que constituye el valor objetivo, es reflejado en la conciencia individual o
colectiva. De aquí se deriva la conformación por parte de cada sujeto de un
sistema subjetivo de valores que es propio, lo cual se produce como resultado

108
de un proceso de valoración activa de los sucesos y fenómenos de la realidad
social.
Esta vertiente de análisis representa, a nuestro juicio, un punto de intersección
importante de la tendencia sociológica con la Psicología, pues esta última trata
de explicar cómo se produce el proceso de subjetivación del valor, así como las
regularidades que tienen lugar al participar estas formaciones en la regulación
presente y futura del comportamiento humano.
El tercer y último plano de análisis descrito por Fabelo, hace mención a la
necesidad de que la sociedad se organice y funcione en la órbita de un sistema
de valores instituido y reconocido oficialmente, el cual puede corresponderse
en mayor o menor medida con el sistema objetivo de valores existentes. De
estos valores instituidos emanan la política interna y externa, las normas
jurídicas, el derecho, la educación formal, etc.
Al igual que los psicólogos, también los sociólogos señalan la importancia de
estudiar los valores en la edad juvenil. Al respecto N. Chacón (Citada en
Colectivo de autores, 2000) plantea que esa generación juega un importante
papel en la movilidad social al ser esta una etapa que marca la transición del
individuo hacia su incorporación en la actividad productiva y social, y desde el
punto de vista de las implicaciones psicológicas, en la edad juvenil, se produce
el desarrollo de la autodeterminación moral.
Creemos que cualquier aproximación que se haga al tema de los valores en la
edad juvenil, debe tomar al joven, al ser humano, como referencia obligada,
entendido como sujeto insertado en el contexto histórico social actual. De ello
se derivan un conjunto de consideraciones importantes que es necesario
resaltar para entender cómo la dinámica de las relaciones sociales complejas,
en la cual se desempeñan los jóvenes de hoy, constituyen determinantes de la
manera en que regulan sus comportamientos en el plano moral.
Como bien se ha planteado: “La moral es un reflejo de las condiciones
materiales en que viven los hombres”. (Chacón, N., 2000: 11). En este sentido,
este reflejo que se construye a nivel social, está determinado en primera
instancia por los cambios económicos que caracterizan cada época concreta.
Es en este elemento particular donde descansa la determinación objetiva de
los valores. Los jóvenes como sujetos activos reflejan en sus orientaciones
valorativas, aquellos aspectos de la realidad considerados significativos,
partiendo de su pertenencia a determinada clase o sector social, donde se
insertan en una determinada forma de producción de bienes materiales que
determina su supervivencia.

La comprensión de los valores desde la Psicología


La psicología como ciencia también intenta explicar aspectos relacionados con
la regulación moral de la personalidad de los jóvenes y la manera en que los
valores se constituyen y participan en la regulación comportamental. En este
sentido, existen importantes aportes de las diferentes escuelas psicológicas
necesarias de considerar en cualquier abordaje que se realice sobre este
fenómeno, que como hecho ocurre al nivel de la subjetividad, ya sea individual
o de los grupos humanos.

109
El Enfoque Psicoanalítico
Un ejemplo de lo anterior lo constituye el enfoque psicoanalítico encabezado
por Sigmund Freud (1971), quien plantea la existencia de tres instancias
fundamentales en la estructura de la personalidad. En opinión de Freud las
normas y los valores sociales se interiorizan (introyectan), a partir de un
mecanismo de defensa del yo, o principio de la realidad, que es la
identificación, lo que posibilita la formación de una instancia de la estructura de
la personalidad llamada Súper – yo. Esta última instancia tiene una función
conciliadora o de control que regula los impulsos (necesidades) que emanan
del ello (principio del placer) y cuya satisfacción debe realizarse de acuerdo a
las exigencias sociales; es decir, de acuerdo a aquellas normas aceptadas
socialmente, por lo que los valores cumplen básicamente para esta teoría una
función de regulación de la conducta social.
“La formación de valores entonces se reduce a un proceso de interiorización de
normas y exigencias sociales que pasan a formar parte de la personalidad, que
en última instancia, está determinado por la fuerza de los instintos que marcan
todo el curso y el ritmo del desarrollo, todo lo cual ocurre fundamentalmente,
en los 6 primeros años de vida.” (Colectivo de autores, 2001: 30).
Lo anterior nos conduce a pensar que esta teoría concibe el desarrollo moral
desde un punto de vista espontáneo, innatista, obviando el papel determinante
que juegan el sistema de relaciones en las cuales el sujeto está inmerso, no
solo como limitantes o coactantes de su expresión, sino como espacio donde
se producen nuevos aprendizajes, nuevas construcciones de sentidos. Es por
ello, que consideramos esta posición como una concepción teórica estática, al
tratar de interpretar todos los fenómenos subjetivos y objetivos de una forma
especulativa, sobre la base de necesidades y deseos reprimidos por el propio
hombre, que encuentran “freno” en lo social.
A pesar de las limitaciones anteriores del psicoanálisis con relación a la
concepción moral y la formación de valores, es válido decir, que en esta
corriente se destaca el papel que juega el modelo adulto en el mecanismo de
identificación, así como la importancia de la vida afectiva en el desarrollo de
una personalidad sana.
El Enfoque Conductista
Los teóricos del enfoque conductista y neoconductista hacen referencia al
desarrollo moral de la personalidad, considerando como objetivo central de sus
análisis la conducta; es decir, lo observable y comparable.
De este modo la formación de valores es concebida como un proceso de
aprendizaje de conductas sucesivas a partir de los mecanismos de imitación
social, de recompensa y castigo, entre otros, que actúan como reforzadores de
dichas conductas. De esta manera se obvia la mediatización de los procesos
psicológicos internos del individuo en el proceso de adquisición de los valores.
El papel que juegan los estímulos externos en el aprendizaje de conductas
resulta valioso para el desarrollo de comportamientos en el individuo, solo que
esto se produce con gran fuerza, en lo fundamental, en los primeros años de la
vida. En nuestra opinión, no se debe absolutizar el papel que desempeñan
estos mecanismos en la vida del sujeto, pues pasan a ser una vía secundaria
en momentos posteriores del desarrollo, donde por consiguiente cambian las

110
condiciones internas y externas, presentándose nuevas necesidades en el
individuo.
Este enfoque reduce extraordinariamente el concepto de valor, que si bien
tiene su expresión en el comportamiento y se forma a partir del mismo
(acciones externas), constituye sólo un indicador necesario pero no suficiente
de la presencia de valores morales”. (Colectivo de autores, 2001: 43).
El Enfoque Cognitivo
Otro enfoque importante dentro de la psicología lo constituye el cognitivismo
cuyos principales representantes en relación con el tema son J. Piaget (1932),
L. Kohlberg (1971), entre otros.
Estos autores elaboraron una teoría acerca del desarrollo moral, teniendo como
base las tesis planteadas por J. Dewey con relación al desarrollo del niño y el
papel de la educación. La posición que representan es la llamada tendencia
cognitiva – evolutiva, la cual ha tenido desde su formulación gran repercusión
en la investigación psicológica y en la práctica profesional.
En particular Piaget habla de un proceso de interiorización (de lo externo a lo
interno) de los valores, lo cual ocurre del plano de las acciones externas al
plano mental. El concepto de autonomía moral planteado por este autor, sirve
de base para explicar la naturaleza de las normas y valores, así como su
origen.
Según Piaget, el sujeto en la ontogénesis transita por varios niveles que tienen
que ver con la regulación moral del comportamiento. De un primer nivel en que
el sujeto no tiene sentido de obligación a las reglas y normas sociales (nivel
premoral), se pasa a otro donde esta regulación se lleva a cabo por la
necesidad de obedecer a las normas y condiciones que son impuestas
socialmente, donde tiene gran importancia la relación de obligación respecto a
la autoridad (nivel heterónomo o moral heterónoma), llegando a un tercer nivel
(autónomo) donde la regulación moral del comportamiento se produce por
convicción interna y por el hecho de comprender lo necesario de cumplir con
las normas sociales.
En opinión de este autor lo que garantiza el tránsito de un nivel de regulación
inicial a los subsiguientes lo constituye precisamente el desarrollo de un
pensamiento lógico, lo cual posibilita que el sujeto abandone sus posiciones
egocéntricas y se proyecte en el sentido de la cooperación con respecto al otro,
que viene dado por convicción interna y no como resultado de la coerción u
otros mecanismos de presión externa.
Por su parte Kohlberg reelabora el concepto de “autonomía moral” planteado
por J. Piaget bajo el nombre de “moral de los principios auto aceptados”. Con
este concepto también se intenta explicar la naturaleza de las normas y
valores, así como su origen.
Le es propio a este autor una descripción más detallada que la realizada por
Piaget acerca de los niveles de regulación moral. En este sentido se destacan
tres niveles (preconvencional, convencional, y posconvencional) que incluyen a
su vez 6 estadíos del desarrollo del juicio moral.
Kohlberg incorpora a su concepción factores de tipo afectivos, motivacionales y
auto valorativos, pero no logra dar una explicación clara y precisa de cómo se

111
produce la integración de estos componentes con los cognoscitivos en el
proceso de regulación moral.
Al igual que Piaget y Kohlberg otros autores, no ya pertenecientes al
cognitivismo como L. S. Vigotsky señalan la importancia del desarrollo
intelectual para que se produzca un logro por parte del sujeto de un
determinado nivel de desarrollo moral, llegando a la autonomía como forma
superior. Específicamente los trabajos de Kohlberg confirman esta relación y
además dejan claro que el nivel autónomo se logra en la edad juvenil. (Kon, I.
S., 1990).
La descripción de los niveles formulada por estos autores, considerando la
manifestación del nivel autónomo como regularidad en la etapa de la juventud,
se encuentra en relación con la tendencia que se produce en el joven al
abandono de posiciones relativistas respecto a ciertos valores, las cuales
existían con anterioridad, por no encontrarse formado un sistema sólido que los
sostuviera, llegando en esta etapa a orientarse, el sujeto, en el sentido de la
búsqueda incansable de su propia moral. El conocimiento de estos niveles y
regularidades está considerado como un aporte metodológico de este enfoque
para estudiar los valores y desarrollar estrategias para su formación.
No obstante sus valiosos aportes, esta concepción deviene en un enfoque que
absolutiza el papel de lo cognitivo en el proceso de regulación moral,
reduciendo todo el funcionamiento del individuo en esta área, al desarrollo
intelectual.
Coincidimos con I. S. Kon (1990: 150) cuando plantea que “el desarrollo
intelectual es una condición necesaria aunque no suficiente para el desarrollo
moral” (...). La conducta del individuo depende no solo de cómo este
comprende el problema que tiene ante sí, sino también de la preparación
psicológica para cualquier acción. La formación de las instancias morales
internas y del “yo moral”, con el que el individuo relaciona sus motivos y
conducta, es el resultado de la ampliación conjunta del grupo de acciones y de
la responsabilidad, del desarrollo del intelecto, de las emociones y la voluntad,
que ocurre durante la actividad práctica del individuo”.
A su vez concebir el desarrollo moral supeditándolo al desarrollo del intelecto y
por ende a la posibilidad mayor o menor de que los contenidos morales regulen
la conducta desde lo externo, conlleva a analizar los valores en la personalidad
del individuo sin tener en cuenta el contenido del valor. En nuestro criterio, los
juicios de valor no pueden hacerse corresponder según su calidad sólo con
formas más o menos desarrolladas del pensamiento u otros procesos de orden
cognitivo, sino que en ello juegan un papel imprescindible aquellas nociones o
ideas referidas al significado propio del valor, el cual adquiere un sentido al
integrarse a la personalidad, determinando la toma de decisiones ante
situaciones conflictivas donde se imponga la elección de una alternativa de
actuación.
Los contenidos auto valorativos tienen existencia objetiva en la realidad social,
de ahí que la subjetivación de los mismos se produce en una compleja
interacción sujeto – sociedad donde ambos se determinan mutuamente.
“Esta concepción unilateraliza la expresión subjetiva del valor, como algo que
se forma independientemente y ajeno a las condiciones sociales, por lo que

112
constituye un enfoque ahistórico sobre el desarrollo moral de la personalidad”.
(Colectivo de autores, 2000: 35)
Dentro del enfoque cognitivo encontramos además la tendencia socio cognitiva
cuyos postulados resultan de interés para una concepción del desarrollo moral
en el ser humano.
Como enfoque, esta tendencia parte de las ideas fundamentales de Piaget y
los aportes de J. Bruner y La Psicología Cognitiva Contemporánea. La pieza
clave en la comprensión de su esencia es la consideración del conocimiento y
las formaciones cognitivas como resultado de un activo proceso de
construcción personal. Con una posición en la que se hiperboliza el papel
activo del sujeto - no siempre bien considerado en “las psicologías” – esta
corriente de pensamiento conduce al relativismo moral, pues valioso sería lo
que cada sujeto definiera desde el punto de vista personal como resultado de
su construcción cognitiva personal, alejándose según este criterio de lo
consensuado o valorado como socialmente positivo.
El Enfoque Humanista
La Psicología humanista es un enfoque dentro de nuestra ciencia que brinda un
marco teórico interesante para una interpretación de los valores desde sus
postulados esenciales.
Para los teóricos de la llamada “Tercera Fuerza” en Psicología, la personalidad
es resultante de formas integradas de regulación psicológica. Autores como A.
Maslow ponen particular énfasis en la autorrealización personal, como proceso
en el cual se devela el verdadero “yo” del individuo, es decir su potencial
latente.
Resulta interesante destacar que en la comprensión de persona autorrealizada,
este autor destaca que el logro de esta cualidad se alcanza cuando el individuo
logra ver la vida de forma objetiva y clara, cuando existe pericia para juzgar a
los otros de modo preciso, cuando aparece la capacidad de detectar verdades,
cuando existe creatividad, espontaneidad, la capacidad de exponerse al error,
flexibilidad y capacidad de cambiar ante situaciones imprevistas.
La idea anterior nos conduce a concebir al joven en el camino de la
autorrealización, es decir, en dirección a expresar y desarrollar sus
potencialidades internas, materializándolas en planes y objetivos concretos en
un plazo mediato, en la medida en que logra realizar juicios valorativos acerca
de aquellos fenómenos y aspectos de la realidad que resultan significativos
para su existencia y de los cuales depende su desarrollo, no solo en el
presente sino también para el futuro. De esta forma los valores, desde su
integración en la concepción del mundo del joven, participan de forma activa en
el complejo proceso de autorrealización y autodeterminación de la
personalidad.
G. Allport (1965) en su concepción de personalidad madura supone a un
sujeto con un elevado nivel de organización interna, con una imagen
desarrollada de sí mismo y capaz de funcionar de manera autónoma en la
regulación del comportamiento, con un nivel de responsabilidad en la
regulación y riqueza motivacional autónoma.

113
Otras características, según su posición, resultan importantes para lograr la
madurez personológica, como son la existencia de una filosofía unificadora de
la vida, donde se incluyen en esta formación, el sentido de la vida y la
orientación de los valores.
Esta es la manera en que Allport rescata la importancia de los valores en la
regulación del comportamiento y en la comprensión de un sujeto, que con
tendencia a desarrollarse y transitar hacia la madurez, funciona según la
orientación y el contenido de los mismos.
Por su parte C. Rogers, concibe al sujeto como un sistema organizado que
percibe la realidad. Según su concepción, el individuo vive en un mundo
subjetivo personal de experiencias continuamente cambiantes, el cual incluye
todo lo que se experimenta a lo largo de la historia de vida personal.
La Psicología humanista en sentido general manifiesta especial interés en la
formación de un sujeto, donde se ponga de manifiesto, la relación entre el
desarrollo de los procesos intelectuales y el desarrollo de valores humanos,
que permitan el surgimiento de relaciones humanas satisfactorias y
propiciadoras de desarrollo personal.
Rogers (1982) propone, en concordancia con lo anterior, algunas
características a formar en las personas para el logro de tales fines. Entre ellas
podemos citar la autenticidad y la auto expresión, relacionadas con la
disposición a expresarse tal cual uno es, sin rasgos defensivos, manifestando
capacidad de auto aceptar los errores y deficiencias personales; para lo cual
considera que se debe estimular el tratar de ser auténtico y coherente en la
expresión personal; lo cual supone la existencia de concordancia entre lo que
se experimenta, o sea aquello de lo que se es consciente y lo que se comunica.
En nuestra opinión, esta idea resulta esencial en la consideración de aquellos
factores que posibilitan una subjetivación activa de los valores, en particular en
la edad juvenil, pues los espacios de comunicación de los jóvenes en las
distintas esferas de realización personal (familia, escuela, trabajo, tiempo libre),
no siempre estimulan la puesta en práctica de dichos comportamientos.
Si pensamos en la realidad concreta de muchos de los jóvenes que se
encuentran formando parte de la nuestras sociedades actuales, habría que
decir que la autorrealización de los mismos, así como el planteamiento de
objetivos y planes futuros sólidos, que estén en consonancia con los principales
proyectos del sistema social al que pertenezcan deviniendo como resultado de
la orientación hacia valores socialmente positivos; solo es posible si los
espacios de reflexión formalmente e informalmente creados, posibilitan que se
produzca una comunicación abierta y franca, donde la propia interacción sujeto
– sujeto sea fuente de apropiación personal de lo socialmente significativo y
que a su vez podamos garantizar que la asunción de proyectos y la
consecución de los planes, se realice sobre la base de un profundo sentido
personal en relación con los mismos.
La comunicación deviene un elemento central para el desarrollo de los valores,
comprendiéndola no en su función informativa, como orientación o transmisión
de información, sino como diálogo, como proceso contradictorio dentro del que
cada uno de los participantes se encuentra con los demás a través de su

114
verdad, de su comprensión personal del tema compartido, mediante la cual
influye sobre los otros y resulta influido por ellos. (González, F., 1998: 7)
De igual forma, las condiciones, exigencias o características de las actividades,
tanto formales como informales, en las cuales participa el joven, son
determinantes en la forma en que se produce la interiorización de los valores.
De ahí la importancia de organizar actividades en espacios dentro de la
sociedad, cuyos contenidos enriquezcan el desarrollo personal. Es
imprescindible que los jóvenes participen no solo como ejecutores de dichas
actividades, sino también como planificadores activos de las mismas, de forma
tal, que estas se realicen de acuerdo a sus intereses.
En sentido general, puede decirse que la posición humanista nos aporta
elementos que permiten comprender al joven como un sujeto con tendencia a
la autorrealización de sus potencialidades y capacidades, tanto intelectuales
como éticas y humanas. En particular, los valores participan como elementos
reguladores de la actuación personal y la manera de apropiarse de ellos
dependerá, en gran medida, de las condiciones de actividad y comunicación
por las cuales haya transitado el sujeto en su historia personal de vida, con la
consiguiente posibilidad de ser reajustadas, en la medida de lo posible, con
fines educativos a través de la socialización, así como también de la propia
posición activa del sujeto que los asume, en un proceso complejo de
construcción de su propia subjetividad.
Hasta aquí hemos analizado un conjunto de enfoques relevantes dentro de la
Psicología de orientación no marxista, que como hemos visto, a pesar de existir
limitaciones en uno u otro caso, permiten ser tomados como marco de
referencia para explicar la problemática de los valores y sus particularidades en
el abordaje de la edad juvenil.
En sentido general, puede decirse que las diferentes posiciones analizadas
representan con relación al tema, intentos de abordajes, donde como
generalidad, se toma en cuenta un aspecto o componente psicológico aislado
que permite dar explicación al problema de la comprensión de los valores en la
subjetividad. En otros casos, se pretenden realizar intentos de integraciones,
donde no se dejan claras las relaciones que se ponen de manifiesto entre los
distintos componentes en su conjunto.

Interpretación de los valores desde el Enfoque Histórico-Cultural


Este enfoque representa un momento del conocimiento científico
cualitativamente superior en la comprensión del tema de los valores y su
integración al sistema de la personalidad como participantes activos en la
regulación comportamental.
Pone énfasis en la determinación histórico social del desarrollo humano,
estableciendo una serie de principios que permiten explicar de manera
acertada la relación existente entre lo interno y lo externo, lo subjetivo y lo
objetivo, la relación entre cognición y afecto entre otros.
El hombre es concebido como productor de valores en tanto crea la riqueza
material y espiritual, que a su vez se constituye en fuente de su desarrollo.
(Colectivo de autores, 2001). Esta idea nos conduce a comprender que en el

115
proceso de la actividad el hombre, no solo crea valores (bienes) de tipo
material, sino que en la ejecución de la misma se transforma a sí mismo,
convirtiéndose en creador de valores espirituales de orden ético, morales,
cívicos, religiosos y de otras denominaciones.
L. S. Vigotsky, creador del enfoque histórico-cultural, explica la génesis de las
funciones psíquicas superiores, en particular la conciencia. Al formular la ley
genética del desarrollo señala: “cualquier función psicológica superior en el
proceso de desarrollo (...) se manifiesta dos veces, en primer lugar, como
función de la conducta colectiva (...); luego como una capacidad interior de la
actividad del proceso psicológico en el sentido estricto y exacto de la palabra”
(Vigotsky, 1989:109).
Esta ley constituye un valioso instrumento para comprender a cabalidad cómo
se produce la relación de lo externo y lo interno, así como la relación entre lo
objetivo y lo subjetivo en el proceso de subjetivación de los valores, problema
ampliamente discutido en el marco de la psicología contemporánea.
Una de las consecuencias que se deriva del planteamiento de este postulado
se refiere a que lo que se constituye en el individuo como subjetividad, es decir,
lo psíquico, es consecuencia de la acción social del sujeto en el contexto de las
relaciones interpersonales (Arias, G., 1999). De ahí que podamos plantear que
los valores como formaciones psicológicas surgen y se desarrollan sobre la
base de la interacción con los otros, en el proceso de socialización del
individuo durante su historia de vida.
Ningún ser humano que se desarrolle de manera aislada, puede apropiarse de
la experiencia histórico social, ni de los valores que ha desarrollado la
humanidad, con la consiguiente desorientación e incertidumbre en el mundo del
cual forma parte, lo cual anularía su expresión integral como persona. Por otra
parte, resulta imprescindible dirigir nuestra mirada a la forma en que la
interacción social se produce, pues su calidad, así como su contenido,
determinan qué valores se expresan en la relación específica, susceptibles de
ser interiorizados por el sujeto particular, lo cual puede corresponderse o no
con aquellos valores que deseamos formar.
He aquí la importancia que adquiere la forma en que se planifican las
actividades promotoras de desarrollo personal, de lo cual se había hablado
anteriormente. Debemos agregar que las mismas, deben ser variadas en
cuanto a contenido de forma tal que satisfagan una buena parte de los
intereses y necesidades de nuestros jóvenes.
La segunda implicación de la ley genética del desarrollo consiste en que los
procesos psicológicos ya formados o en proceso de formación ejercen una
influencia en la manera en que se constituye la subjetividad, lo que queda
expresado en el fragmento “luego, como una función individual de la conducta
(...) en el sentido estricto de la palabra”. (Arias, G., 1999)
La incorporación de los valores a la subjetividad individual se produce entonces
en un activo proceso de interacción, donde el joven incorpora aquellos valores
objetivos que forman parte de la realidad social, de forma tal que su historia,
sus formaciones psicológicas, los valores ya formados o incorporados
determinan la manera en que nuevos valores se interiorizan y se construyen
subjetivamente desde el punto de vista personal. En otras palabras lo

116
psicológico, previamente formado, determina cada nueva adquisición que se
realiza del medio externo.
“La individualización de los valores no es un acto mecánico o derivado de una
aspiración voluntarista sino que esto pasa por un largo proceso de construcción
individual en la propia y cada vez más compleja interacción que el sujeto va
estableciendo con la realidad”. (Bombino, s/f).
En este marco específico se explica la relación entre lo objetivo y lo subjetivo.
Aquellos hechos, fenómenos, cualidades o contenidos que pertenecen a la
realidad natural y social tienen existencia objetiva, pues existen con
independencia del sujeto que valora. En otro sentido la existencia subjetiva del
valor se refiere a la vivencia interna del sujeto que da cuenta del significado
que dichos aspectos de la realidad social tienen para él. Sin embargo, al
analizar la subjetivación del valor como proceso, o el reflejo valorativo de la
realidad como prefieren llamar otros, esto solo es comprensible si se tiene en
cuenta lo objetivo y subjetivo en su relación dialéctica, pues ambos momentos
se determinan mutuamente, lo cual caracteriza la propia naturaleza de los
valores. He aquí los argumentos que avalan la tesis del carácter relacional de
los valores.
“Para Vigotsky al interiorizarse las normas se produce el desarrollo de
formaciones psicológicas estrechamente vinculadas entre sí y a todo el sistema
de la conciencia, que orienta y regula la conducta del individuo, lo cual ocurre a
partir de etapas iniciales del desarrollo (tres – cuatro años) y que culmina en
sus aspectos fundamentales en el periodo juvenil. Esta concepción sistémica
de la conciencia, como nivel superior de integración de lo psicológico y sus
funciones, sienta las bases de una explicación cualitativamente diferente
acerca de la naturaleza de los valores morales y las regularidades de su
formación. (Colectivo de autores, 2001: 40).
Es por ello que “los valores son considerados formaciones psicológicas
complejas donde intervienen una serie de procesos psicológicos que se
integran estructural y funcionalmente”. (Colectivo de autores, 2001:40).
Los valores se integran a la personalidad producto de la subjetivación, como
motivos que pueden tener una menor o mayor fuerza en la regulación del
comportamiento. Son motivos cuyo contenido está referido a aspectos de la
realidad que son socialmente significativos o dicho en otras palabras,
considerados importantes por la sociedad, en tanto promueven el desarrollo
social.
La integración de los valores al sistema de la personalidad se produce con
arreglo al principio de la unidad entre lo cognitivo y lo afectivo, del cual nos
habla precisamente Vigotsky, es decir que solo la comprensión de esta unidad
nos permite acercarnos al proceso de configuración de los valores en la
personalidad como organización sistémica.
Como bien afirma González, F. (1998: 5): “Como todo motivo los valores
descansan en una configuración de elementos dinámicos diversos, construidos
a través del compromiso emocional y la expresión de necesidades diferentes,
estructuradas en la historia individual de cada sujeto”.
En este sentido para que un valor se integre al sistema personológico y
comience a regular la actuación del sujeto de manera efectiva, es necesario

117
que este último no solo tenga un conocimiento del valor en cuestión, sino
también que el mismo adquiera un sentido personal para dicho sujeto, aspectos
que revelan la gran complejidad de los valores y la necesidad de estudiarlos
desde la actividad humana.
Para el sujeto los valores son contenidos portadores de un sentido subjetivo, de
lo que se deriva su componente emocional, que los define como motivos de la
expresión individual. (González F., 1998: 5) De esta manera, los valores se
encuentran estrechamente vinculados al sistema de necesidades del individuo,
las cuales se forman y varían a lo largo de su desarrollo individual, por lo que el
valor, al igual que las necesidades, sufre variaciones en cuanto a su contenido
y a su fuerza dinámica, en correspondencia con los cambios relativamente
estables que tienen lugar en la personalidad.
Un determinado valor como motivo, no existe, para todos los individuos, sino
que durante el proceso de socialización, los sujetos se apropian de manera
individualizada de los valores de acuerdo con su elección consciente, lo cual
garantiza que estos sean incorporados de manera activa, como resultado de un
complejo proceso de construcción personal de la propia individualidad.
En otro sentido, un mismo valor se manifiesta con diferente fuerza reguladora
en cada individuo, existiendo niveles de desarrollo que transitan desde los
niveles superiores donde la personalización del valor se hace más evidente
(autonomía moral), expresándose una auténtica autodeterminación de la
personalidad del joven en la regulación de su comportamiento, transitando por
estadíos intermedios de regulación hasta llegar a otros donde la regulación se
produce de manera formal y muchas veces por presión externa.
En este sentido, según los propósitos de este trabajo, nos interesa apreciar no
específicamente los niveles de desarrollo en que se manifiestan distintos
valores asociados al desempeño profesional, pero sí en qué medida están
presentes con más o menos eficacia reguladora al integrarse como contenidos
de la proyección hacia el futuro en la esfera de la profesión.
Bozhovich (1976, citada por Colectivo de autores, 2001: 47) “Concibe el logro
de la autonomía moral como un proceso complejo y paulatino, que no es
privativo de etapas tardías del desarrollo como consideran la mayoría de los
enfoques antes expuestos, sino que aparece de forma incipiente ya desde
edades tempranas del desarrollo, alcanzando su nivel superior de expresión a
finales de la edad juvenil”.
Al insertarse en el sistema de la personalidad, los valores, como formaciones
psicológicas se encuentran en estrecha relación con otras instancias de la
misma, lo cual puede producirse gracias al carácter holístico del sistema
personológico. De esta manera se encuentran formando parte de otras
formaciones psicológicas más complejas como son la concepción del mundo,
los ideales, la autovaloración, y por supuesto la proyección futura, entre otras.
La concepción del mundo surge como neoformación en la edad juvenil. La
nueva situación social de desarrollo a la que arriba el joven, los cambios que se
producen en la esfera intelectual, producto de la acumulación de una gran
cantidad de conocimientos acerca del mundo, sus leyes y el devenir histórico
de la humanidad, unido al surgimiento de un pensamiento teórico abstracto que
tiende a consolidarse en la edad; propician que surja esta concepción que no

118
solo es científica, sino también moral en tanto contempla, además del
conocimiento de la realidad, un conjunto de convicciones que expresan una
actitud y un compromiso del joven ante ella, lo cual sitúa a los valores como
uno de los elementos más activos de esta formación. (Bombino, s/f).
Laura Domínguez enfatiza en particular este aspecto cuando dice: “Es
necesario apuntar que la concepción del mundo no es solamente la forma más
o menos exacta en que el individuo se representa al mundo a través de
conceptos y juicios, sino además, la manera en que se orienta hacia la
realidad, su actitud u orientación valorativa hacia lo que le rodea”. (s/f).
De acuerdo con lo anterior los valores formando parte de la concepción del
mundo constituyen potentes reguladores del comportamiento individual,
encontrándose detrás de cada acto cotidiano en que el joven tenga que tomar
decisiones y asumir posturas ante los sucesos en los cuales participa, ya sea
voluntaria o involuntariamente. La formación de la concepción del mundo como
una nueva estructura, unida a la consolidación de la autonomía moral en la
edad juvenil, hace de esta etapa un periodo sumamente sensible para estudiar
los valores y su eficacia reguladora, en su integración a otras formaciones
psicológicas complejas como la proyección futura del joven en la esfera
profesional.
Los valores se encuentran en estrecha relación con los ideales, en tanto
modelo o representación de cualidades generalizadas en el joven de aquello
que desea ser y sobre lo cual se proyecta en el futuro, empleando para ello las
más diversas potencialidades según sea el grado de movilización que dichos
contenidos socialmente significativos le impriman como personalidad.
La autovaloración como formación psicológica compleja de la personalidad
integra en sí valores relacionados con aquellas cualidades que el sujeto cree
poseer y que compromete en la realización de las más diversas empresas de
su vida, que en el caso de la edad juvenil tiende a alcanzar un mayor grado de
estructuración y estabilidad. Teniendo como base la conciencia de sí, y de los
otros, el joven se realiza cuestionamientos acerca de cuáles son sus
cualidades morales propias y las compromete con las posibilidades reales de
consecución de sus planes en un plazo; que puede ir de lo inmediato a lo más
lejano en el tiempo, teniendo una posición activa hacia el mundo y hacia sí
mismo como personalidad.
Producto de los cuestionamientos de orden moral que señalábamos
anteriormente, determinado por la necesidad del joven de poseer una sólida
imagen de sí mismo, que garantice su autodeterminación en las nuevas
condiciones que afronta, es que los valores devienen en elementos
constitutivos de la identidad personal y contribuyen a elevar los sentimientos de
autoestima que favorecen el equilibrio de la personalidad, abriendo vías para la
auto educación y la realización de los proyectos personales.
En este sentido, la inserción del joven en espacios donde se promueva la
reflexión consciente fortalece el sentido de la identidad personal del cual
forman parte los valores pues “por muy rica y compleja que sea la idea que los
individuos tienen de sí mismos en relación al mundo físico o social que los
rodea, algunos aspectos de esta idea son aportados por la pertenencia a
ciertos grupos o categorías sociales.” (Tajfel, H., citado por De la Torre, C.,
2001: 86).

119
Entre el sentido de la identidad, los valores y la formación de planes o
proyectos de vida existe una estrecha relación que se manifiesta a la hora de
concretar las principales aspiraciones vinculadas con el futuro, entre ellas las
relacionadas con la profesión, la familia, la actividad sociopolítica, entre otras
esferas que adquieren importante significación en la edad.
Después de haber realizado un recorrido por distintas posiciones teóricas
desde diferentes ramas del saber y de haber profundizado desde las
posiciones esenciales que ofrece la Psicología en la comprensión de los
valores en la juventud, valdría la pena preguntarnos: ¿Cómo entonces
desarrollar un trabajo en nuestras sociedades que conlleve al fortalecimiento de
valores y al surgimiento de otros nuevos que contribuyan al desarrollo de la
personalidad de nuestros jóvenes y por tanto al desarrollo social?
Te exhortamos a la búsqueda de alternativas, convencidos de que las
ideas que aquí ofrecemos servirán para iniciar la polémica y la discusión.
Luchemos porque la juventud sea mejor cada día, a partir del cultivo y
renovación de sus valores.

BIBLIOGRAFÍA
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Educación. La Habana.

121
Los valores en la educación del presente y del futuro.
Lic. Ricardo Giniebra Urra

“...el mundo de la vida es el lugar trascendental donde se encuentran


el hablante y el oyente, donde de modo recíproco reclaman que sus
posiciones encajan en el mundo... y donde pueden criticar o confirmar la
validez de las pretensiones, poner en orden sus discrepancias y llegar a
acuerdos”.
Junger Habermas.

Numerosos estudiantes de trabajo social, interesados en la aplicación de los


conocimientos de la psicología como ciencia, nos han manifestado la
necesidad de utilizar lo aprendido, para promover la formación de valores en la
sociedad.
Algunos nos han comentado la necesidad de desarrollar este proceso de forma
planificada desde los primeros años de la vida, ampliando las posibilidades de
formación de los individuos en el camino de convertirse en ciudadanos
comprometidos con su sociedad y su tiempo.
Tales inquietudes científicas han surgido como resultado de nuestras
discusiones en torno a las problemáticas sociales. Intentamos proporcionar con
este trabajo, reflexiones fundamentadas en torno a la necesaria tarea de formar
valores en la sociedad y de cuánto puede hacer el trabajador social para
cumplir con su rol de educador en este sentido, sea el contexto de trabajo la
comunidad, la familia, la escuela, los centros laborales u otros espacios donde
se justifica su actuación.
Te invitamos entonces a una reflexión conjunta, con el objetivo de estimularte
en la búsqueda de nuevos caminos para desarrollar el proceso de formación de
valores.
La formación de valores no es una actividad ajena a las prácticas que como
trabajador social te corresponderá frecuentemente realizar, lo que sucede es
que si no conoces en qué consiste y cómo implementarla, posiblemente te
sientas incapaz de realizarla y estarás, de esta manera, limitándote en toda la
influencia positiva que como profesional puedas realizar.

Acerca del concepto de valor


Resulta difícil, por su complejidad, establecer un concepto de valor; sin
embargo, tal precisión se hace imprescindible para la reflexión que nos ocupa.
Por ello te proponemos que nuestro acercamiento a la definición se produzca
de manera progresiva; a través del análisis de cuestiones generales que
resultan de vital comprensión. Por supuesto, formularemos, casi al final de este

122
epígrafe, un concepto de valor, con la aspiración de que lo analices y
construyas tu propia concepción.
Los valores se estudian desde ramas de la Filosofía como la Ética (incluye la
Axiología) y la Estética, también por la Sociología, La Economía, la Pedagogía,
el Derecho y la Psicología. Cada una investiga diferentes dimensiones del tema
que, si bien ofrecen razones para comprenderlo, no han permitido, hasta el
momento, una visión integrada e interdisciplinaria en su tratamiento científico.
Nuestro interés particular es abordar la visión que ofrece la Psicología para el
análisis de los valores; aunque, en algunos momentos, esta se imbrique con
apreciaciones provenientes de los puntos de vista de otras ramas de la
Filosofía o la ciencia, con las cuales la Psicología dialoga, para dar explicación
a los fenómenos que investiga.
Dentro de la propia ciencia psicológica, existen diferentes corrientes de
pensamiento, tales como: el psicoanálisis, el humanismo, el conductismo, el
cognitivismo, entre otros; que ofrecen elementos importantes para la
comprensión de los valores.
Nosotros consideramos como alternativa más coherente, la noción de valor
construida desde el Enfoque Histórico-Cultural, donde se aprecia el valor como
parte de la subjetividad del individuo, resultante de su inserción en una cultura
y en sus relaciones sociales.
En toda sociedad existen ideas, fenómenos u objetos que resultan valiosos y
decisivos por su utilidad para el desarrollo social y el progreso. (Fabelo, J. R.,
1989)
Por ejemplo, se considera que la solidaridad, la justicia social, la igualdad, entre
otros contenidos, resultan elementos impulsores hacia el progreso social. Ellos
se convierten en valiosos y adquieren objetivamente un orden, que se
determina a partir de la relevancia de cada uno para el desarrollo social en
cada contexto específico.
A su vez, cada sujeto define lo que considera valioso desde el punto de vista
personal y estructura dinámicamente, su propia escala subjetiva de valores.
Por lo tanto, los valores debemos analizarlos en su naturaleza objetivo-
subjetiva. Objetivamente existen como fenómenos en la sociedad impulsándola
al desarrollo. Por otro lado, somos los seres humanos los que atribuimos
significados a esos fenómenos de la sociedad, considerándolos preferidos,
deseados o valiosos y en ese proceso se manifiesta la naturaleza subjetiva del
valor. (González V., 1999)
Los valores que define cada sujeto pueden o no corresponderse, con aquellos
contenidos valiosos comprometidos con el desarrollo de la estructura social.
Para la sociedad en un momento determinado, puede resultar decisivo que los
individuos sean revolucionarios, comprometidos o patriotas. Sin embargo,
pueden existir sujetos cuyos valores prioritarios no se correspondan con
aquellas ideas que garantizan el mayor avance de la sociedad hacia niveles de
desarrollo.
Si los individuos, por el contrario, ponderan valores que se encuentran en
correspondencia con las necesidades sociales cuya satisfacción conduce al

123
desarrollo, sus esfuerzos individuales producirán un beneficio para la calidad
de vida y el bienestar de los seres humanos de la sociedad.
Encontramos también personas que orientan su comportamiento a partir de
antivalores como el individualismo, el egoísmo, la deshonestidad, la
irresponsabilidad y otros que, aunque pareciera que son funcionales para
resolver determinados problemas cotidianos, a largo plazo tienen un costo
negativo para el ser humano.
El hecho de que un individuo pertenezca a una sociedad, no implica una
determinación lineal de su conciencia individual, de la que forman parte sus
valores.
Por muy rica que sea la influencia social sobre la subjetividad, esta no se
conforma de manera lineal y directa. El sujeto psicológico “filtra” la influencia de
acuerdo con sus intereses, necesidades y motivaciones.
Los valores son ideas y representaciones de la realidad construidas a partir de
un complejo proceso de elaboración personal, donde se manifiesta el carácter
activo del sujeto con sus potencialidades y recursos en desarrollo.
Cada individuo define sus propios valores, en relación con su historia, sus
intereses y sus capacidades, enmarcados en una personalidad que es única e
irrepetible. Por ejemplo, la noción que tenemos de la solidaridad, dependerá de
nuestros aprendizajes en familia, en la escuela, con nuestros amigos, en pareja
y de cuánto hayamos redefinido ese concepto en función de nuestros proyectos
de vida, donde se conjugan nuestras necesidades, intereses y capacidades.
En nuestra sociedad podemos encontrar personas que compartan
determinados valores, sin embargo, su contenido y nivel de importancia en la
personalidad será diferente.
Por ejemplo, el concepto de sacrificio, puede en un joven estar relacionado
con la necesidad de esforzarse para obtener buenos resultados docentes,
mientras que en otro, puede asociarse al esfuerzo por contribuir al desarrollo
de su país, participando en los programas políticos y sociales de avanzada. En
ambos casos se aprecian interpretaciones diferentes del valor sacrificio.
Las significaciones atribuidas a los valores dependen de la posición social del
sujeto que los evalúa y del contexto histórico concreto en que se encuentra
inmerso. (Fabelo, R., 2003)
Los valores, al formar parte de la subjetividad, orientan y regulan el
comportamiento. Como contenidos deseados, preferidos y apreciados, se
convierten en motivos de actuación para el sujeto. Esto implica que para
entender las conductas de los seres humanos en la vida cotidiana debemos
tener en cuenta qué fenómenos o hechos son valorados por estos; cuáles son
los valores que integran su mundo interno y qué significado le atribuyen.
La expresión de los valores en la conducta está mediatizada por los
indicadores funcionales de la personalidad (activismo-pasividad, flexibilidad-
rigidez, perseverancia-inconstancia, perspectiva mediata-inmediata).
(González, F., referido por González, V., 1999)
Por ejemplo, un sujeto activo ante una situación de vulnerabilidad para el
consumo de las drogas, probablemente desarrolle iniciativas, estrategias y

124
acciones demostrando “responsabilidad” y convencimiento propio para evitar el
consumo. Un sujeto pasivo en la expresión de su “responsabilidad”, tendrá
dificultades para generar alternativas y por tanto se mostrará más vulnerable a
esta práctica dañina para su salud.
Las personas perseverantes que manifiesten como valor el “amor a la familia”,
probablemente contribuirán sistemáticamente con su conducta a la creación de
climas socio psicológicos que contribuyan al desarrollo de los miembros del
grupo familiar. En cambio, las que manifiesten inconstancia no podrán lograr
propósitos como los anteriores ante la imposibilidad de sobreponerse a los
obstáculos de la vida cotidiana. El nivel de desarrollo alcanzado por la
personalidad del sujeto determina el modo de funcionamiento particular que
adquieren sus valores.
Desde nuestro punto de vista el valor es un motivo de la personalidad, cuyo
contenido se corresponde con significados socialmente valiosos, construido de
forma individualizada por el sujeto, en su historia de interacción con la
sociedad, que se convierte en importante regulador del comportamiento.
Es necesario precisar qué se entiende por educación para la subjetivación de
valores, pues desde el lenguaje común o cotidiano, identificamos formar
valores con inculcar, transmitir, crear, depositar y otros términos que encierran
creencias, muchas veces erróneas, de lo que este proceso significa.
Cuando hablamos de formación de valores surgen inmediatamente numerosas
interrogantes: ¿Es este un proceso, que debe acontecer sólo en los primeros
años de la vida? ¿Corresponde sólo a la escuela la tarea de preparar
moralmente al individuo para la vida o en ello participan otras instancias de la
sociedad? ¿Cuáles serán los desafíos del trabajador social ante esta realidad?
Te invito a que pensemos de manera conjunta en estos y otros tópicos.

Educar para la subjetivación de valores


Si partimos del planteamiento anterior, estamos aceptando que mediante la
acción educativa, podemos propiciar la incorporación de valores en los seres
humanos. Pero pensemos cuántas veces escuchamos creencias acerca de que
las personas son buenas o malas por naturaleza, que son de determinada
forma porque nacieron así o porque lo heredaron de sus padres y en definitiva
no podrán cambiar su perspectiva en la vida.
La creencia común es considerar que el ser humano tiene conductas buenas o
malas, por razones biológicas, por la herencia u otros factores a los cuales
responden los planteamientos anteriores. Si así fuera, cómo se explicarían los
cambios progresivos en las valoraciones que hacemos de los fenómenos
sociales, a partir de nuestra interacción en la escuela, con nuestro grupo de
estudio o en el hogar bajo la influencia que ejercen sobre nosotros nuestros
padres u otros familiares.
Para ilustrar lo anterior podríamos pensar, por ejemplo, en un joven que
después de haber sido poco solidario por mucho tiempo, se encuentra en una
situación escolar donde necesita de la colaboración entre sus compañeros para
realizar un proyecto de investigación y producto de ello, comienza poco a poco
a incorporar la solidaridad como un valor importante de su personalidad.

125
Esto indica que producto de las influencias recibidas en la interacción con el
medio social, el joven comienza a sentir la necesidad de comportarse de
manera solidaria, es decir, el valor solidaridad se ha convertido en motivo de
su actuación. Aquí se aprecia la importancia del determinante histórico cultural
sobre la personalidad.
Los valores pueden subjetivarse a través de la educación porque ellos forman
parte del mundo subjetivo de los individuos, existen como ideas,
representaciones de la realidad y se forman a partir de las influencias sociales
que se reciben a lo largo de la vida.
Significa, lo anterior, que es posible crear contextos de influencia en las
comunidades, familias, escuelas y en la sociedad en sentido general; para
propiciar la incorporación de valores en los individuos y lograr un compromiso
con objetivos que beneficien el desarrollo de la sociedad.
Esta tarea requiere de gran organización. Por ello, el trabajador social deberá
representar un importante papel, como orientador y coordinador del
aprendizaje, concibiendo cuidadosamente las actividades e imponiéndose el
reto de lograr que sus intervenciones propicien un crecimiento integral de los
sujetos con los que trabaja.
Resumiendo, entenderemos la educación que promueve la subjetivación de
valores como: el proceso intencional, sistémico y contradictorio de creación e
intercambio de significados y sentidos, que potencia el desarrollo axiológico de
los individuos, expresándose en contribuciones al desarrollo humano.
Queremos destacar que todo proceso educativo es intencional pues persigue la
formación de un hombre en correspondencia con el modelo de personalidad al
que se aspire.
La educación que propicia el aprendizaje de valores, tiene un carácter
sistémico porque en ella deben participar simultáneamente, en un verdadero
sistema integrado, todos los agentes de socialización.
Mediante el intercambio y la creación de nuevas de experiencias, creencias y
opiniones es probable, más no predecible (carácter contradictorio) que se
produzca la apropiación de los valores deseados y que se desencadenen
comportamientos con repercusiones en el bienestar humano. En medio de este
proceso pueden presentarse contradicciones entre el ser y el deber ser.
El trabajador social como orientador del aprendizaje de valores
Favorecer el aprendizaje de valores es una tarea trascendental dentro del
trabajo social en la comunidad o en otros contextos, y en los momentos
actuales debe convertirse en un indicador importantísimo de la efectividad de la
labor social.
Debemos tener presente que a través de la acción educativa o socializadora se
entretejen en el individuo, simultáneamente, múltiples influencias recibidas a
través de vías institucionalizadas (escuela, centros laborales, organizaciones
políticas) y no institucionalizadas (familia, comunidad, grupos informales) cada
una con características específicas; las cuales permiten la asimilación por parte
de este, de un conjunto de normas, principios y valores que posibilitan su
integración a la sociedad.

126
No debe verse sólo a la familia y a la escuela como únicos contextos
responsables de la formación de valores en los ciudadanos, si bien la vida en
sociedad transcurre en mayor medida en el seno de estos agentes. La acción
conjunta de todos los espacios de socialización en un verdadero sistema, es
condición necesaria para la formación moral del ciudadano.
Para que las acciones educativas que se lleven a cabo a través de los agentes
socializadores sean efectivas y se logre la implicación de los sujetos en el
proceso, es necesario que se correspondan con sus necesidades, intereses y
motivaciones.
Los trabajadores sociales, como representantes de instituciones que existen en
el ámbito social, tienen la gran responsabilidad de adecuar las normas e
indicaciones derivadas de los programas de estas organizaciones, a las
particularidades de las comunidades.
En la organización de las influencias educativas es necesario tener en cuenta
factores tales como el nivel educacional de las personas, la raza, el sexo, la
edad en que se encuentran, nivel de preferencias, intereses generales,
actitudes, entre otros. A partir de ellos, lograremos motivar a los sujetos, en la
medida en que las actividades se correspondan con sus características.
De lo contrario las actividades podrán resultar admirables por su riqueza y
contenido, pero lo más probable es que se obtengan bajos niveles de
participación en las intervenciones.
Numerosos autores han señalado, como requisito indispensable, la necesidad
de que los sujetos vivencien sus valores para que se incorporen a la
personalidad. Esto implica que las situaciones de aprendizaje estimulen la
elaboración activa por parte del sujeto de sus emociones y vivencias, con
respecto a la realidad. (Colectivo de autores, 2001)
Los trabajadores sociales, trabajando con empeño, deben proponerse
organizar proyectos grupales donde los propios sujetos a partir de sus
vivencias personales, justifiquen o encuentren razones para desarrollar
comportamientos en determinada dirección, incentivando el carácter activo de
la persona en la definición de su proyección social.
La experiencia práctica nos dice que no basta con charlas informativas desde
posiciones tradicionales, encaminadas a recordarle a las personas la
importancia de ciertos comportamientos, para que de esa manera comiencen a
comportarse según se espera.
Podemos informarle a un sujeto la importancia por ejemplo de ser responsable,
enfatizando la repercusión positiva que eso puede tener para su desarrollo
personal. Sin embargo, el solo acto de informarle probablemente no garantice
que se comience a comportar responsablemente ante sus tareas.
Es más efectiva para el aprendizaje de la responsabilidad, una situación
práctica vivencial donde el sujeto descubra de manera reflexiva la importancia
de actuar con sentido del deber y asumir una postura activa, en la consecución
de sus metas, pongamos por caso, tener un desempeño exitoso en las tareas
que le han asignado en la organización a la que pertenece.

127
La propia búsqueda reflexiva de una estrategia de solución por parte del sujeto
ante las exigencias de la actividad y las vivencias que esto provoca, garantiza
con mayor eficacia la subjetivación del valor responsabilidad.
El cumplimiento de esta condición facilitará que los valores se asuman de
manera personalizada, se incorporen de modo estable a la personalidad y
como consecuencia, el sujeto no se comporte de manera formal, sino
comprometido con sus convicciones.
Es precisamente en las vivencias donde se unen, en el mundo subjetivo del
individuo, las reflexiones y emociones que la realidad estimula, hecho esencial
para incorporar valores a la personalidad con cierta estabilidad en la regulación
de la conducta.
Las prácticas comunicativas que se desarrollan durante las actividades resultan
un factor esencial. Las personas en el proceso de definición de sus valores,
necesitan cuestionarse la realidad.
No hay aprendizaje significativo de valores sin una reflexión abierta, activa y
flexible donde la persona pueda expresar libremente lo que piensa y siente de
acuerdo con sus necesidades e intereses, donde pueda entrar en divergencia
con otros que no piensan igual a él, para que, del diálogo enriquecido, resulte
la verdad como criterio construido. (Giniebra, R., 2002)
Las reflexiones, dudas, cuestionamientos, desacuerdos son momentos
imprescindibles para todo tipo de aprendizaje y en particular para el de los
valores. Más que evitar la aparición de la duda ante si algo es valioso o no,
debemos estimularla, para que el aprendizaje no resulte mecánico, ni repetitivo.
Así se garantizará la implicación de los sujetos y, como consecuencia, que los
valores se asuman y comiencen a regular el comportamiento de manera
autónoma.
Cuando se asumen de manera acrítica, no reflexiva, el sujeto se comportará en
correspondencia con ellos sólo ante situaciones de exigencia o presión social,
pero nunca de manera autodeterminada, autorregulada, por convicción interna.
Los trabajadores sociales para la consecución de tales objetivos deberán crear
un clima de participación democrática sustentado en principios como la
aceptación, la empatía, la confianza y el respeto mutuo de criterios, actuando a
través de la condición ganada como modelos educativos a seguir.
De gran utilidad resulta la aplicación en situaciones grupales de métodos
participativos con carácter vivencial (juegos de roles, solución de dilemas
morales, técnicas psicodramáticas, discusiones grupales, cine-debates, u
otras), para lograr estimular el carácter activo del sujeto. Acercándose, en lo
posible, a situaciones de la vida cotidiana real y aprovechando las
potencialidades del grupo, permitirán potenciar la reflexión personalizada, la
autocrítica, la perseverancia, la posibilidad de defender y comprometerse
abiertamente con ciertos principios y de rectificar errores.
La comunicación del trabajador social con los sujetos a los que se destina su
trabajo debe ser concebida como proceso dialógico y participativo, en el que
todos asumen condición de educadores y educandos. Implica que se produzca
un verdadero intercambio que posibilite la construcción conjunta del
conocimiento.

128
La formación de valores resulta una tarea interesante y a la vez compleja, que
implica romper con creencias y estereotipos asumidos a lo largo de nuestra
historia personal como sujetos. Exige de preparación profesional, tanto en el
dominio de aspectos teóricos (concepto de valor, concepción de proceso
educativo, comunicación educativa, dinámica grupal, concepción de la
personalidad humana) como de habilidades profesionales (manejo de grupos,
empatía, tolerancia, aceptación, actitud crítico-reflexiva).
Estas exigencias no serán difíciles de incorporar a tu preparación si comienzas
a trabajar desde ahora para vencerlas y te inclinas a seguir buscando
alternativas que este texto por sus propósitos no podría exhaustivamente
sugerirte.
Eso sí, implica tener ética profesional, así como la intención de potenciar el
desarrollo de los que te rodean. Parte de la comprensión de la responsabilidad
que tenemos ante la humanidad y ante nuestro destino como especie humana.
Suponiendo que hacia este fin se acercan tus intenciones te exhortamos a
encontrar en los valores las brújulas que orienten nuestro destino y ayudemos
con nuestra contribución, a que los demás también lo logren. El desafío está
planteado, tú puedes vencerlo.
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129
APUNTES NECESARIOS SOBRE LOS VALORES
Lic. Oscar Ulloa Guerra
Lic. Yezenia Ramayo Cano
Lic. Damiana Perera Calzadilla

“…las aspiraciones, motivaciones, preocupaciones, perspectivas


y valores del hombre...no se pueden dejar de abordar cuando
se estudia el factor humano como parte sustancial del entorno…”
Mirta Yordi

De forma general, el estudio de los valores se ha desarrollado en tres planos: el


filosófico, el sociológico y el psicológico; y ha sido y es del interés de los
investigadores de las ciencias sociales.
Ciencias como la Psicología, que tiene en las formas psicológicas de la
conciencia social e individual un ángulo de extraordinaria importancia de su
objeto de estudio, han contribuido a descubrir diversos elementos relacionados
con esta importante categoría.
Sin embargo, consideramos que es tarea esencial de la Psicología, como
ciencia que estudia los procesos psíquicos del hombre en su interacción con el
medio, descifrar las interrogantes que existen en torno a la configuración y
regulación de los contenidos valorativos en los sujetos (individual, grupal y
social). Por eso, dentro de las posibles aristas de profundización de la temática,
el tema que “debe desarrollar la Psicología se relaciona con la organización y
función de los valores, tanto dentro de la subjetividad individual, como de la
social. En esta dirección resulta de particular importancia el proceso de
configuración del sentido subjetivo de los contenidos definidos como valores”
(González, F., 1998, 4)
Es por ello que entendemos la importancia del abordaje teórico de los valores
desde su conceptualización, configuración y función, tanto al nivel individual
como social.

Para una conceptualización necesaria


El concepto está relacionado con el planteamiento primario de un bien
genérico, contrapuesto al mal, que al ser llevado a una expresión concreta
menos ambigua asume la acepción de valor o valedero de la voz griega axios,
de ahí que la axiología empezara a ser comprendida como la doctrina de los
valores y lo axiológico como lo relativo a los valores.
El tema aparece reflejado en la literatura científica a través de una
extraordinaria variedad de definiciones, desde diferentes posiciones teóricas y
epistemológicas.
El diccionario de Sociología de la Academia de Ciencias de la antigua URSS
agrupa los valores sociales en dos sentidos, amplios y estrechos. En el sentido

130
amplio los define como la significación de los objetos y fenómenos de la
realidad, desde el punto de vista de su correspondencia con las necesidades
de la sociedad y de diferentes grupos. En sentido estrecho como los
imperativos y las exigencias éticas y morales elaboradas por la cultura humana
y que son producto de la conciencia social, que poseen un condicionamiento
objetivo por los portadores económicos de la actividad humana.
O sea, observamos una distinción en la definición de la categoría valor en dos
sentidos que están basados, fundamentalmente, en los criterios de objetividad
y subjetividad, que nos llevan hacia una interpretación materialista dialéctica de
los mismos.
De igual forma, Diego González Serra distingue el valor objetivo del valor
subjetivo. “Por valor objetivo entendemos aquella propiedad de los objetos
materiales y de la conciencia social que por afectar positiva o negativamente
las necesidades del sujeto (individuo, grupo, sociedad) engendran en este una
orientación afectivo motivacional de aproximación o evitación respecto a la
misma. Por valor subjetivo entendemos el reflejo cognoscitivo (en
percepciones, representaciones, conceptos y proyectos) del valor objetivo en la
personalidad o en la psicología social del grupo como una orientación afectivo
motivacional” (González, D., 2000, 307).
Sin entrar en contradicción con estos postulados, otros autores ofrecen
elementos que aportan a la definición de la categoría valores, como el Dr. José
R. Fabelo, que conceptualiza los valores como la “significación socialmente
positiva que adquieren estos objetos al ser incluidos en el proceso de actividad
práctica, no de cualquier hombre, sino de todos en conjunto. No depende de
los gustos o inclinaciones, sino de la necesidad objetiva del desarrollo social.
También pueden verse como la determinación funcional de los objetos y
fenómenos de la realidad consistente en su capacidad (o su posibilidad) de
satisfacer determinadas necesidades humanas y de servir a su actividad
práctica” (1995, 38).
EL l Dr. Fernando González Rey, los define como “el resultado de una
experiencia individual, a partir de las situaciones y contradicciones que la
persona presenta en el proceso de socialización, del que se derivan
necesidades que se convierten en valores a través de las formas individuales
en que son asumidas y desarrolladas dentro del propio proceso” (1998, 4)
Por lo tanto, los objetos, procesos, y fenómenos adquieren un determinado
valor y(o) significación social, grupal o individual, en el proceso de interrelación
con la realidad objetiva, dependiendo del nivel de satisfacción y gratificación de
las necesidades y garantizando (los valores) su adaptabilidad al actuar como
reguladores del comportamiento. “Los valores constituyen contenidos sociales,
que son ponderados, defendidos, apreciados, deseados, buscados,
considerados como importantes para toda la sociedad, una parte de esta o
grupos de individuos y que de hecho operan como reguladores del
comportamiento del sujeto en la esfera de actuación en cuestión.” (Bombino, L.,
1999).
La Dra. María Julia Jiménez Fiol, también, al definir los valores como
“cualidades normativas asimiladas por los individuos incorporadas de manera
consciente a su subjetividad, para desde ellas ser capaces de tomar decisiones
en la realización de sus actos y emitir juicios de valor acerca de las relaciones

131
en que se desenvuelven.” (2000, 107), resalta la importancia de los valores
como determinantes en la actuación y asunción de criterios en los sujetos.
Desde un enfoque holístico, la Dra. Clara Suárez Rodríguez, plantea una
concepción de los valores que se sustenta en la relación dialéctica de lo
general representado por los valores humanos universales. Concepción, que
desde nuestra posición teórica, nos parece que aúna los elementos que en lo
conceptual plantean diversos autores.
“Los valores constituyen niveles de concreción de los principios, traducidos y
expresados en la significación socialmente positiva y de sentido, que para los
sujetos individuales y colectivos adquieren los hechos y fenómenos, procesos y
acontecimientos, de acuerdo al conocimiento que de ellos tengan estos sujetos,
la asunción de sus contenidos, las motivaciones y aspiraciones que se creen,
los comportamientos que se generen al actuar como reguladores” (2000).
Realizando un análisis de estos conceptos hemos asumido como preceptos los
siguientes criterios:
 Los valores son objetivos y tienen significado para el sujeto, lo cual se
expresa en el plano subjetivo: poseen un condicionamiento objetivo y una
acción determinante sobre la vida política, jurídica y social en general.
 Operan en sistema, lo cual significa que existe una interacción entre ellos
de conexión, de completamiento desde el punto de vista de las reflexiones y de
las manifestaciones prácticas, aunque en un momento determinado uno
predomine sobre los demás, debido a su independencia relativa.
 Están estructurados jerárquicamente, conformando una escala con
determinado grado de significación, tanto para las personas como para la
sociedad, en ocasiones coincidentes, y en otras oportunidades no, generando
contradicciones que se solucionan de alguna manera con significación positiva
o negativa para el sujeto.
 Tienen un sentido histórico en tanto son expresión de una época histórica,
pero algunos son universales.
 No se heredan de una persona a otra, pero sí se trasmiten y son de
apropiación por parte del sujeto en dependencia de la significación de ese valor
para él.

Configuración de los valores en la subjetividad individual y social


Para un análisis integral de la categoría valores en las Ciencias Sociales, y
específicamente desde la Psicología, consideramos de vital importancia dirigir
la atención hacia los procesos de surgimiento, organización y función
reguladora de los valores en la subjetividad individual y social.
Varios autores consideran que los valores son adquiridos en el proceso de
socialización. De acuerdo con esto, Escames (1986) plantea que la persona
está en un constante hacerse a partir de sus propios actos, es decir, su
indeterminación psicobiológica originaria va concretándose en una forma de ser
y de actuar cada vez más definitiva, en la interacción dinámica con la realidad
física y sociocultural con la que vive, con el contexto en que se desarrolla. Este
contexto juega un papel activo sobre el sujeto provocando en él determinados

132
comportamientos y modificaciones de valores personales que, a su vez, a
través de la conducta de la persona, pueden producir cambios en su entorno.
Coincidimos en que es precisamente en el proceso de producción o creación
de los valores materiales y espirituales donde el sujeto actualiza y adjudica en
forma objetiva determinados conocimientos que él posee y de los cuales
depende en gran medida el nivel de significación de los objetos creados.
“No es menos cierto que los valores en su conjunto se encuentran
condicionados social e históricamente y se expresan en la sociedad, en los
grupos y en los individuos. De modo que no se trata de un fenómeno monolítico
u homogéneo, sino diverso, heterogéneo, contradictorio, como contradictoria es
la propia realidad de la cual son reflejo.” (Bombino, L., 1998)
José Ramón Fabelo Corso en su libro, Práctica, Conocimiento y Valoración,
hace un análisis exhaustivo de los mismos y plantea que estos no surgen
estrictamente en la relación gnoseológica del sujeto con el objeto, ni siquiera en
la propia relación valorativa por medio de la cual el hombre juzga acerca de la
significación que para él posee el objeto (esto no quiere decir que no puedan
participar en dichas relaciones), sino en la relación práctica entre ellos. Ellos
existen como tales, no porque sean objetos del reflejo cognoscitivo o valorativo,
sino porque son producto de la actividad práctica de los hombres, estos se
reflejan en la conciencia de las personas en forma de valoraciones.
De igual modo, Diego González Serra plantea que es necesario tener en
cuenta que el valor surge y existe sólo en la interacción sujeto-objeto, pues el
valor objetivo debe su aparición a la presencia de un sujeto (individual o
colectivo) que se orienta hacia él y a su vez el valor subjetivo surge en virtud
del reflejo del objeto externo (o sea del valor objetivo) así el valor objetivo y el
subjetivo se engendran recíprocamente en la interacción sujeto-objeto.
De ahí que consideremos que los valores están determinados socialmente y
son productos del proceso de socialización, por lo que cada sociedad expresa
un conjunto de valores que responden a su organización político social y a las
formas ideológicas en que estas se representan. No son abstracciones, surgen
en la actividad transformadora del hombre, en la práctica social, que determina
la posibilidad de la valoración de la realidad como parte de la cultura en su más
amplio concepto, por lo tanto, un sistema de valores es resultado de los
cambios en la cultura, en la sociedad y en la experiencia personal. “Los valores
sociales no son un conjunto homogéneo e indiferenciado, sino un nuevo nivel
cualitativo de organización de los valores individuales, altamente diferenciados
y personalizados. Los valores representan verdaderas construcciones del
sujeto a nivel individual, y su constitución pasa por diversas etapas. Los
elementos dinámicos configuradores de un valor concreto son resultantes de
complejas interacciones del sujeto con su medio, las que no siempre están bajo
su capacidad consciente de construcción.” (González, F., 1998, 7)
Por tanto, es en el proceso de socialización donde el sujeto, al relacionarse con
otras personas en su entorno, va interiorizando y organizando su propia escala
de valores, fruto de estas interacciones y del aprendizaje social.
Ahora bien, ¿cómo se organizan los valores en la subjetividad individual y
social en este proceso de socialización?

133
El valor se incorpora a la subjetividad individual en un largo proceso activo de
desarrollo de sentimientos que adquieren los diversos contenidos en el sujeto,
en función de su historia, de sus recursos psicológicos y del contexto
sociocultural en que vive. “Cuando hablamos de la subjetivación individual del
valor, estamos mencionando la integración a la personalidad del sujeto de
cierto contenido valorado socialmente. Un contenido que se convierte en
sentimiento personal y actúa en el sistema personológico de regulación
comportamental en forma de auténticas configuraciones motivacionales. Todos
los valores de la sociedad se van a asumir de modo personal y diferenciado,
pues quien asume el valor es un sujeto complejo, portador de una personalidad
que posee determinados recursos individuales y subjetivos, con determinadas
potencialidades para darle un sentido al elemento valorativo externo que él
incorpora.” (Bombino, L., 1998).
En otras palabras, lo cognitivo y lo afectivo alcanzan una unidad indisoluble en
el proceso de configuración de los valores. Son los procesos afectivos los que
signalizan los objetos, procesos y fenómenos de la realidad objetiva,
garantizando que estos se estructuren en la subjetividad individual como
valores personalizados que movilicen el comportamiento.
“La configuración subjetiva de los valores se caracteriza por la integración de lo
cognitivo y lo afectivo, unidad que se expresa en la articulación de los
elementos dinámicos diversos que se estructuran en su conformación mientras
que su expresión intencional se produce a través de las representaciones
conscientes que el sujeto construye sobre ellos.
Ningún contenido que no provoque emociones, que no estimule nuestra
identidad, que no mueva fibras afectivas, puede considerarse un valor, porque
este se instaura a nivel psicológico de dos formas: los valores formales, que
regulan el comportamiento del hombre ante situaciones de presión o control
externo, y creo que no son lo que debemos formar; y los valores
personalizados, expresión legítima y auténtica del sujeto que lo asume, y que
son en mi opinión, los valores que debemos fomentar en toda la sociedad…”
(González F., 1998, 7).
Este es el criterio de referencia que muchos autores utilizan para clasificar los
valores. El Dr. Fernando González Rey plantea que los valores pueden
catalogarse como no personalizados o formales y valores personalizados,
considerando la existencia de los primeros cuando se produce una
formalización de los valores que conduce a la separación entre su expresión
conductual y su configuración subjetiva. Los valores formales resultan fuentes
de comportamiento sólo en situaciones y atmósferas donde su potencial
normativo es dominante, y no moviliza el comportamiento individual, fuera de
este tipo de coyuntura. Se expresan por tanto, sólo ante condiciones externas
de presión social, nunca por la autodeterminación.
Es por ello que siguiendo esta dirección y desde el punto de vista del grado de
autonomía, se considere que los valores pueden manifestarse como
compartidos y distanciados.
“A partir de la dinámica que se establece entre los valores personales y de la
organización se puede encontrar la existencia de valores compartidos y
distanciados. Se entiende por valor compartido aquel que la organización
propicia y los trabajadores asumen con elevada importancia. Cuando existen

134
diferencias entre la significación que le otorga la organización y la que le
atribuyen sus miembros se denominan valores distanciados.” (Parera, I., 1999)
De ahí que entendamos que los valores sociales se desarrollan en consonancia
con los valores individuales, pues cualquier valor social declarado que no se
exprese de forma individualizada deja de existir en sí mismo y se transforma en
algo añadido que carece de sentido para el comportamiento.
No es posible perder de vista, por un lado, que cuando el valor trasciende el
sistema de necesidades de los individuos, de los grupos, de las clases
sociales, deja de operar y por ende pierde eficacia reguladora y, por otro, que
un mismo valor puede actuar de diferentes formas y grados de expresión, para
diferentes individuos. La valoración se establece sobre la base de los propios
intereses y necesidades de las personas que valoran o del grupo social al cual
pertenecen. El individuo, hablando con propiedad, no puede emitir una
valoración basada en las necesidades e intereses de otras personas o de otro
grupo social. Como escribiera V. I. Lenin “no se puede estudiar el verdadero
estado de las cosas sin enjuiciarlas, sin valorarlas”
El valor se configura a través de la persona concreta que lo forma y desarrolla,
es decir, la persona acrecienta el valor a través de su historia personal, a través
de su experiencia y algo que es clave, a través de su propio lenguaje. “La
personalización o la individualización de los valores no es un acto mecánico, o
derivado de una aspiración voluntarista, sino un proceso prolongado de
construcción, de configuración individual en la propia y cada vez más compleja
interacción que el individuo va estableciendo con la realidad” (Bombino, L.,
1999).
Es precisamente por esto que Fernando González Rey plantea que lo valores
no se fijan por un proceso de comprensión, sino que son el resultado del
proceso de interacción del sujeto con el medio, del que surgen necesidades
que se convierten en valores a través de las formas individuales en que estas
se expresan y desarrollan. “...En un individuo bien integrado, los valores se
convierten en necesidades individuales, pero necesidades vivas, en
permanente movimiento e interacción con todas las fuerzas motivacionales de
la personalidad, dentro de cuyo sistema crecen y se modifican.” (1998)
Compartimos la idea de que el componente emocional de los valores los define
como contenidos portadores de un sentido subjetivo y motivos de la expresión
individual. Según Fernando, entonces, como todo motivo, descansan en una
configuración de elementos dinámicos diversos, constituidos a través del
compromiso emocional y la expresión de necesidades diferentes, estructuradas
en la esfera individual del sujeto.
Los valores, en la personalidad, forman un sistema donde sus contenidos
configuracionales se integran en otros cada vez más complejos que aumentan
el potencial regulador de cada valor concreto, desempeñando funciones tan
importantes como la normativa y la motivacional.
Sin dudas, los valores desempeñan una esencial función como orientadores y
reguladores por excelencia de la acción humana y asumimos que la
personalidad es un sistema de formaciones psicológicas de distintos grados de
complejidad y constituye el nivel regulador supremo de la actividad individual.
Por ende, las formaciones motivacionales, donde se integran las necesidades y

135
los motivos, estimulan, orientan y regulan la actividad humana. “...los valores
son todos los motivos que se constituyen y se configuran en el proceso de
socialización del hombre...son asimilaciones subjetivas de significaciones
sociales, o sea, significados interiorizados con sentido personal y, por ello,
ligados a la conciencia “(González, F., 1998, 6).

BIBIOGRAFÍA
DAVIS, KEITH. (1985) “Comportamiento Organizacional”. EE.UU.
GONZÁLEZ REY, FERNANDO Y MITJANS ALBERTINA.(1989) “La
personalidad, su educación y desarrollo” Ed. Pueblo y Educación, La Habana,
Cuba.
GONZÁLEZ REY, FERNANDO. (1998) “Los valores y su significación en el
desarrollo de la persona” Rev. Temas, No. 15. Julio-Septiembre, pp. 4-9.
GONZÁLEZ SERRA, DIEGO JORGE (2000) “Los valores y su formación: una
interpretación psicológica” Rev. Cubana de Psicología, Vol. 17, No. 3., p.307-
311.
FABELO, JOSÉ R. (1995) “La formación de valores en las nuevas
generaciones en la Cuba actual” Rev. Bimestral Cubana de la SEAP, julio-dic.,
pp. 37-48
JIMÉNEZ FIOL, MA. JULIA Y DORIS CAMERÓN PÉREZ. (2000) “Valores
morales, contenidos, esencia y transmisión”. Rev. Repertorio americano, Nueva
Época, Nos. 9-10, Enero-Diciembre.
LENIN, V. I. (1958) “Obras escogidas”, en 12 tomos, de. Cit., t. v. p. 17
LÓPEZ BOMBINO, LUIS Y LOURDES FERNÁNDEZ RIUS. “¿Educamos la
moral de modo adecuado?” En proceso de Edición, La Habana, 1998
MARTÍNEZ, A. “Los valores y los principios cooperativos”. REVESCO (61),
1995.
MARX, CARLOS. “El Capital”. T-I. Edit. De Ciencias Sociales. La Habana/1984.
p. 281
PARERA, I. Y A.L. GONZÁLEZ. “Valores organizacionales: una experiencia”.
Rev. Transporte, desarrollo y medio ambiente. Vol. 19. No. 3. , 1999.
SUÁREZ RODRÍGUEZ, CLARA O. “La formación de valores en los estudiantes
universitarios”. Centro de Estudios de Educación Superior “Manuel F. Gran”.
Univ. de Oriente. 2000
Véase Diccionario de Sociología, Edit. Política, 1998, en ruso.

136
SOBRE EDUCACIÓN MORAL
Dr. Omar Torres Rodríguez
“La verdadera fuente de
los derechos es el deber”
Gandhi

Para que la educación sea plena e integral debe abarcar las diferentes facetas
de la personalidad; y entre ellas, la esfera moral. La educación moral es
considerada como el eje fundamental en el sistema del desarrollo multilateral
de la personalidad, formando así, parte del sistema de valores de la misma.
La educación moral, es considerada como un componente básico de cualquier
proceso que esté orientado al crecimiento y al desarrollo personal. Para ello,
es necesario lograr en dicho proceso la formación de las cualidades y los
modos de actuación del sujeto en concordancia con los principios éticos de la
sociedad.
La educación moral abarca la conducta de la persona, sus hábitos, sus
actitudes y sentimientos ante la vida, la sociedad, la naturaleza, el trabajo, el
estudio, el arte y ante la actividad creadora propia y de los otros.
Ahora bien, ¿qué es la moral? “La moral es una categoría de la conciencia
social que representa un conjunto de principios, exigencias, normas y reglas
que regulan la conducta del hombre en todas las esferas de su vida social. En
la moral se reflejan las normas de conducta de las personas, normas que se
han formado dentro de la sociedad, las cuales están consolidadas en los
conceptos tales como el bien, el honor, la conciencia y la justicia. Todos estos
conceptos morales tienen un carácter valorativo”. 1
El contenido de la moral incluye determinadas orientaciones valorativas,
normas, motivos de conducta, formas de comunicación interpersonal y, a su
vez, ofrece su fundamentación. La moral no sólo nos dice cómo es necesario
actuar, sino que trata de explicar por qué es necesario actuar de una forma y
no de otra.
La formación de la moral del individuo sólo resulta posible mediante un sistema
coherente en el que concurran todos los agentes socializadores que intervienen
en ella, o sea, la familia, las instituciones educativas, culturales, deportivas y
laborales, entre otras. La educación de los principios éticos, así como la
formación de cualidades y formas correctas de actuación, sólo pueden ser
posibles si el individuo recibe de todos ellos un conjunto de influencias
educativas favorables.
La familia, como muchas veces se ha planteado, es considerada como la célula
fundamental de la sociedad, en su seno el niño adquiere las primeras vivencias
éticas relacionadas con los hábitos, las costumbres y los modos de actuar.
La escuela, por su parte, dirige y desarrolla la educación ética a través del
proceso docente educativo que se lleva a cabo en la misma.

1
Baranov, S.P., Bolotina, L.R. y Slastoni, V.A.: Pedagogía. P. 248.

137
El medio circundante en el que el sujeto interactúa abarca la naturaleza, el
trabajo, las relaciones sociales, las diferentes instituciones, el arte propiamente
dicho en sus diferentes manifestaciones y todo el conjunto de actividades que
constituyen la vida social del país.
Elevar el nivel de conocimientos, la conversión de los principios ideo-políticos y
morales, cualquiera que éstos sean, en convicciones personales y hábitos de
conducta, y la educación de los sentimientos y la responsabilidad ante la
sociedad, no constituyen un proceso en que sus resultados sean inmediatos.
La educación moral se logra mediante un trabajo sistemático y constante; ella
está fundamentada en la práctica histórico-social, relacionada íntimamente con
la ideología y en consonancia con los intereses de la clase en el poder, por lo
que tiene carácter clasista.

Contenido y tareas de la educación moral


El contenido fundamental de la educación moral de la personalidad comprende
la formación en ésta de cualidades morales como la honestidad, la modestia y
la sencillez, el colectivismo, el humanismo y el patriotismo, entre otras. En fin,
el objetivo final y la tarea de la educación moral consiste en formar en el
individuo una posición activa ante la vida.
Las cualidades morales de la personalidad se van formando en el proceso de la
actividad en grupo. La enorme fuerza que ejerce la actividad grupal influye de
manera significativa sobre los modos de pensar, sentir y actuar del individuo y
educa en él las mejores cualidades morales.
Entre las tareas de la educación moral se encuentran la formación de
verdaderas convicciones revolucionarias y humanistas, el desarrollo de
sentimientos patrióticos e internacionalistas, la educación de una actitud
consciente ante las tareas de estudio, de trabajo y en las genuinas y
auténticas tradiciones del pueblo.

La formación de las convicciones revolucionarias y humanistas


Para la formación de las convicciones nos puede servir de base la concepción
dialéctico-materialista del mundo. En las convicciones se reflejan las relaciones
del hombre y la sociedad, las personas y los problemas sociales; ellas
determinan y orientan la conciencia y la conducta de la personalidad.
Las convicciones son importantes elementos de la conciencia individual, en las
que se unen el convencimiento, la conciencia del deber y el sentimiento de
responsabilidad. Ellas constituyen un sistema de necesidades del ser humano
que se han hecho conscientes, que lo inclinan a actuar de acuerdo con sus
principios, con su ideología. Las convicciones verdaderamente humanas,
tienen como requerimiento esencial, anteponer el servicio al pueblo y la
fidelidad a los ideales más nobles de la humanidad.

La educación de una actitud consciente ante las tareas y las tradiciones


del pueblo

138
La educación de una actitud consciente ante las tareas, implica la formación de
hábitos, la educación de la voluntad; y sobre todo, el sentido de la
responsabilidad, hace al individuo tenaz, despierta la iniciativa, estimula el
espíritu creador, acrecienta la confianza en las fuerzas de sí mismo, en fin,
hace que la persona se sienta útil y valiosa. Todo ello, debe inspirarse y
apoyarse, en las tradiciones del pueblo y en el legado de sus mejores hijos.

El desarrollo de sentimientos patrióticos e internacionalistas


En la educación moral el desarrollo de sentimientos patrióticos e
internacionalistas ocupa un importante lugar, ahora bien, ello no se logra de
forma aislada, sino, dentro de la unidad orgánica del desarrollo político-
ideológico, ético y moral de las personas. La orientación político-ideológica
penetra todos los aspectos de la educación moral.
Tanto la escuela como la familia deben educar en la fidelidad a la patria, en los
sentimientos de dignidad, respeto y amistad hacia otras naciones.
Hoy por hoy, en las condiciones de lucha de un mundo hegemónico y unipolar
que nos pretende imponer a sus antojos nuestros modos de vida, el desarrollo
de sentimientos patrióticos e internacionalistas deviene como una de las
prioridades básicas en la formación de las actuales generaciones, pues a
través de ella se propicia en las personas la formación de elevados
sentimientos y la motivación por comportamientos altruistas, nobles y
generosos.

Desarrollo de las cualidades morales


Para la ejecución exitosa de las tareas de la educación moral antes
mencionadas, se hace necesario, desarrollar en las personas cualidades
morales como la veracidad, la humildad, la modestia, la sencillez, la honradez y
el decoro, el colectivismo y las formas de comportamiento social.
La veracidad es una cualidad que debe caracterizar a las personas de bien.
Decir la verdad y defenderla por encima de todo es un factor determinante para
la formación de una personalidad comprometida y madura. El ejemplo personal
de los que tienen la misión de educar es un método eficaz en este sentido.
Si de cualidades morales se trata, no debemos olvidar la humildad, la modestia
y la sencillez, ellas constituyen atributos personales de reconocida valía. Tal es
así, que al respecto José Martí expresó: “Las cosas buenas se deben hacer sin
llamar al universo para que lo vean a uno pasar. Se es bueno porque sí; y
porque allá dentro se siente como un gusto cuando se ha hecho un bien, o se
ha dicho algo útil a los demás”. 2
Otras de las cualidades morales a las que queremos hacer referencia son la
honestidad y el decoro, a ellas también se refirió José Martí cuando expresó:
“…un hombre que oculta lo que piensa, o no se atreve a decir lo que piensa, no
es un hombre honrado. Un hombre que obedece a un mal gobierno, sin trabajar
para que el gobierno sea bueno, no es un hombre honrado”.3

2
Martí, José: Obras Completas, t. XVlll, p. 455.
3
Martí, José: Obras Completas, t. XVlll, p. 304.

139
Sobre el decoro Martí expresó: “En el mundo ha de haber cierta cantidad de
decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres
sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí, el decoro de muchos hombres.
Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los
pueblos su libertad (…) En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo
entero, va la dignidad humana”4.

Fundamentos psicológicos y pedagógicos de la educación moral


La educación moral presupone la asimilación consecuente por parte del sujeto
de normas morales, de principios e ideales morales. El nivel más alto del
resultado de la formación moral de la personalidad, se expresa en su
capacidad, no para orientarse hacia exigencias externas, sino hacia normas de
conducta internas que se corresponden con las normas de la moral social. A
partir de lo antes expuesto, se puede plantear entonces, que la persona
moralmente educada, es aquella en la que se han llegado a formar
determinados motivos morales con un alto grado de estabilidad (motivos
estables) que la estimulan a mantener una conducta acorde a las normas y
valores de la sociedad.
Es importante tener en cuenta, que el sólo hecho de conocer o recordar los
principios morales, no vasta para transformarlos en acciones, o sea, en la
conducta correspondiente que debe asumir al individuo en un momento
determinado.
La educación moral debe abarcar aspectos tales como: la formación de la
conciencia moral, la educación de los sentimientos morales, hábitos y
costumbres de educación moral.
Para el proceso de formación moral es necesario realizar un trabajo especial
que esté encaminado a que las personas asimilen las normas y los principios
morales. Es difícil comportarse correctamente si no se sabe cómo hay que
actuar en uno u otro caso. Sólo la asimilación consciente de los conocimientos
morales ayuda a los individuos a comprender lo que es bueno y lo que es malo
en las acciones de las personas que los rodean. Durante el proceso de
formación, primero el individuo adquiere los conocimientos morales en forma
de nociones y de conceptos, y éstos actúan en calidad de base para formar los
puntos de vista y las convicciones morales.
Los conceptos morales reflejan el carácter de las actitudes de la persona hacia
la patria, el estudio o el trabajo, las personas, y hacia sí mismo. Para asimilar
un concepto moral se requiere de un determinado cúmulo de conocimientos,
los cuales el individuo adquiere a través del currículo escolar o fuera de éste.
Ahora bien, téngase en cuenta que la conducta correcta no está solamente
determinada por los conocimientos que el individuo posee sobre las normas
morales. Los conocimientos morales no garantizan la conducta moral de éste.
La tarea de la educación radica en el hecho de que la persona llegue a
concienciar las normas morales, las acepte y se guíe por ellas en la vida
cotidiana. La conducta, en correspondencia con los conceptos morales,
caracteriza, por convencimiento interno, a la persona moralmente educada, y
pone de manifiesto la formación en ella, de las convicciones morales.
4
Martí, José: Obras Completas, t. XVlll, p. 305.

140
Los conceptos morales se convierten en convicciones personales, cuando se
fusionan con otros aspectos de la conciencia, con los sentimientos, con la
voluntad. De convicciones sólo podemos hablar en caso de que la conciencia
moral motive una actividad determinada y estimule al individuo a actuar en
correspondencia con los conceptos morales asimilados.
La formación de la conciencia moral de las personas, de sus juicios,
valoraciones y conceptos morales, siempre está vinculada con vivencias
emocionales, y tiene un cierto colorido emocional. Los sentimientos morales y
la vivencia de las personas, en cuanto a lo que ellos asimilan, es una de las
más importantes condiciones para la formación de las convicciones morales y
un estímulo de toda actividad. En tal sentido V. G. Belinski, señalaba que sin
los sentimientos, las ideas son frías; brillan, pero no calientan; están privadas
de vitalidad y energía, no son capaces de pasar a una acción.
Los sentimientos morales son la actitud emocional hacia la sociedad, hacia las
personas, hacia sí mismo. Éstos se forman y se desarrollan durante el proceso
de comunicación y las relaciones interpersonales. Los sentimientos están
estrechamente relacionados con los conocimientos y las convicciones morales.
Al respecto N.A. Dobroliubov subrayaba que la convicción y el conocimiento
sólo pueden considerarse verdaderos cuando se han fusionado con el
sentimiento y la voluntad de la persona.
La educación de los sentimientos morales no es un proceso aislado, estos
sentimientos surgen y se desarrollan sobre la base de las necesidades del
individuo, de sus conocimientos y de sus vivencias.
El trabajo en grupo es una vía importante en la formación de los sentimientos
morales. Los sentimientos de bondad, atención y amor a las personas se
forman de manera más exitosa en aquellos grupos donde hay una actividad
interesante y rica en contenido, donde cada miembro del grupo experimenta un
estado de ánimo alegre, o sea, existe una atmósfera emocional positiva.
Para conseguir tales fines, se recomienda crear espacios simulados o reales,
donde las personas tengan la oportunidad de realizar acciones para ayudar a
los otros, que partan de sus impulsos internos, y que experimenten con ello, un
profundo sentimiento de satisfacción.
La educación de la moral, requiere de la unidad entre la conciencia moral y la
conducta, es decir, la unidad de la palabra y la acción. Esta unidad no surge
por sí misma, requiere de un profundo y sistemático trabajo educativo.
La acción moral de las personas consta de acciones en las que se pone de
manifiesto la esencia moral del hombre. Las acciones expresan el nivel de
cultural moral de las personas y están siempre vinculadas con su conciencia.
Las acciones se manifiestan y se educan en la actividad, en la comunicación
entre las personas. La conducta moral se forma a partir de este sistema de
acciones.
La base de la conducta moral son los motivos. Diferentes motivos pueden ser
los incentivos de la conducta moral: egoístas, individualistas o colectivistas.
A la conducta moral no la caracteriza una acción, sino por un conjunto de
costumbres morales. Éstas junto con las convicciones y los sentimientos
morales conforman un sistema de reguladores internos de la conducta.

141
La educación de costumbres correctas es un proceso más complejo que la
formación de la conciencia moral. La costumbre moral es la capacidad y la
habilidad para realizar una acción, que no es sólo no controlada, sino que ésta
es realizada debido a la necesidad que se ha formado en el individuo de esta
acción.
Las costumbres morales se forman y se consolidan en la actividad, sobre todo,
en aquellas actividades que implican el mantenimiento sistemático de
relaciones interpersonales, donde media y se estimula un comportamiento
moral adecuado.
Las costumbres morales pueden ser positivas y negativas, simples y
complejas.
La educación de la conducta moral de las personas, que se expresa en las
actuaciones y costumbres morales, está estrechamente vinculada con la
formación de las convicciones y de los sentimientos morales.

BIBLIOGRAFÍA

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