RSOC011 01 La Contemporaneidad en Debate CAVALLERI BASTA
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RESUMEN
1. Introducción:
En la actualidad, dentro de las Ciencias Sociales se están poniendo en marcha
diversos debates que apuntan a revisar y conceptualizar la contemporaneidad. La entrada al
siglo XXI trajo aparejada tanto en Argentina como en la región latinoamericana cambios
respecto de la conformación de las relaciones Estado-sociedad civil, lo que queda
explicitado en políticas económicas, sociales y culturales fundamentalmente.
Estos cambios respecto de lo que fue la avanzada neoliberal de las últimas tres
décadas del siglo XX, impulsan la necesidad de buscar desde diversas matrices teórico-
metodológicas la reflexión sobre la realidad social, el sujeto y el Estado. De este modo se
desarrollan propuestas desde categorías de análisis que asumen direccionalidades diversas a
las posibles explicaciones y argumentaciones sobre los múltiples fenómenos que se
expresan en la cotidianeidad.
La extensión de este escrito nos lleva a tener que sintetizar las discusiones y
posiciones en torno al populismo que según Roberts, se plantean a partir de la atención
selectiva que se da a algunos de los múltiples componentes y también por las
particularidades nacionales o regionales, lo que permite identificar cuatro perspectivas
principales en la literatura latinoamericana. Estas perspectivas son:
1) Histórico/sociológica: pone el énfasis en las coaliciones sociopolíticas
policlasistas que surgen durante las etapas tempranas de la industrialización en
Latinoamérica.
2) Económica: restringe la concepción de populismo a indisciplina fiscal y a
políticas expansionistas o redistributivas que se generan en respuesta a demandas
de consumo de las masas.
3) Ideológica: vincula el populismo con un discurso ideológico que articula una
contradicción entre “pueblo” y “bloque de poder”.
4) Política: asocia el populismo con un patrón de movilización verticalista
llevado a cabo por líderes personalistas y que subordina u omite otros mecanismos
institucionales de mediación política.
“Si se las considera por separado, cada perspectiva está limitada ya sea por una
tendencia estática a vincular el concepto de populismo a una etapa determinada de la
historia, negando de esta forma sus propiedades dinámicas y de adaptación, o por una
tendencia reduccionista a transformar un fenómeno complejo y multidimensional en uno
unidimensional” (Roberts, K. en Mackinnon, M. M. y Petrone, M. A.; 2011: 377-378)
El populismo como fenómeno político ha sido criticado y condenado tanto por las
izquierdas como por las derechas. Los conservadores han acusado a los populistas de ser
“agitadores demagógicos que impulsaban expectativas excesivas en las masas, fomentaban
la inflación, ahuyentaban los capitales nacionales y extranjeros y ponían en peligro la
estabilidad política”. [Los sectores de izquierda han calificado a los populistas de]
“charlatanes que embaucaban a las masas, llevándolas a apoyar reformas paliativas que
sutilmente preservaban las jerarquías existentes del poder y el privilegio” (Drake en
Mackinnon y Petrone; 2011: 12)
La revisión de literatura que analiza algunas experiencias históricas de fines del
Siglo XX e inicios del XXI remite a la noción de neopopulismo. Autores como Roberts,
Lazarte y Zermeño estudian distintos países latinoamericanos desde la década del 80 en
adelante y reconocen –junto con la implementación de programas de clara orientación
neoliberal- la existencia de modificaciones en las formas de representación política, en los
partidos políticos de masas preexistentes, en la cultura política. Estos cambios se expresan
particularmente en los distintos países latinoamericanos, por ejemplo en las relaciones
líder-masa, en liderazgos con fuerte apoyo social vinculado con el debilitamiento del
Vilas sostiene que las experiencias que se vienen desarrollando en países como
Bolivia, Venezuela, Ecuador y en cierto modo también en nuestro país, expresarían cierto
giro en la política latinoamericana que presentaría algunas reminiscencias de temas del
populismo del siglo XX, como el estímulo a la organización y movilización social, la
nacionalización de empresas y recursos estratégicos, la ampliación de las regulaciones e
intervenciones estatales, la vinculación entre partidos políticos y organizaciones sociales,
más márgenes de autonomía en política exterior, un discurso que resalta la soberanía
popular como garante de la soberanía nacional.
En este contexto reconoce la existencia de gobiernos en la región que surgieron
luego de crisis profundas generadas por múltiples factores, especialmente los relacionados
con los resultados de las políticas implementadas desde mediados de los años 80, las que
siguieron los lineamientos del neoliberalismo. Las secuelas negativas sobre el trabajo y el
mercado de trabajo, el deterioro y privatización de algunos servicios públicos, la retracción
en derechos sociales conquistados, entre otras políticas regresivas, provocaron el
incremento de la desigualdad social en un contexto de crecimiento económico. En este
escenario -sumamente conflictivo- los sistemas políticos también se vieron afectados: los
gobiernos que ejecutaron el programa neoliberal cayeron como consecuencia de los
estallidos sociales, tuvieron que culminar sus mandatos antes del tiempo previsto
constitucionalmente o perdieron en las siguientes elecciones. Junto con esto se generó
también una división, debilitamiento o retrocesos electorales significativos de los partidos
políticos que convalidaron las políticas neoliberales y contribuyeron –desde diferentes
instituciones del Estado- a su concreción. Los hechos de corrupción oficial que se
conocieron en este período exacerbaron un clima social y político de extrema tensión. Estos
procesos provocaron una valoración negativa de la política –no de la democracia- y de los
políticos. Es en el marco de estas profundas crisis que Vilas reconoce que se produce la
recomposición de las funciones estatales, recuperando capacidades regulatorias y de
intervención, y emergen variantes de democracia insurgente sobre las que se asientan
“populismos radicales”. Más que discutir la radicalidad de estas experiencias –cuestión
que el autor califica como difícil y trivial-, le interesa señalar que “estos `populismos
radicales´ surgidos de las competencias electorales en esos escenarios llaman la atención
no tanto por los estilos de hacer política de sus principales dirigentes, que ya hemos visto
son frecuentes en una variedad amplia de gobiernos y sistemas políticos, como por las
decisiones que toman y, en consecuencia, por la construcción de los apoyos y
antagonismos que hacen posible la toma de ciertas decisiones.” (Vilas, 2009: S/d)
Con la pretensión de identificar similitudes más que diferencias, Vilas caracteriza a
estos regímenes políticos como democracias de transformación, en las que se articulan un
conjunto de variables y procedimientos ligados con “la participación ciudadana en la
elección y renovación de los cargos políticos, a la conceptualización misma de la
población como pueblo de ciudadanos, a la vigencia efectiva de derechos y deberes
garantizados por el control de los medios de coacción por un Estado legitimado por el
origen del poder que él institucionaliza en la expresión libre de la voluntad ciudadana, y a
reelecciones ilimitadas como forma de dar continuidad a un programa que existe ante todo
en el dirigente y en estructuras informales de poder”. (Vilas, 2009: S/d)
Otro aspecto que caracteriza al populismo radical está vinculado con los
mecanismos regionales de integración, los que se ven reactivados a través de diferentes
modalidades, entre ellas, los acuerdos que se establecen en materia de cooperación
energética o productiva, la coordinación de acciones de política exterior, la participación
conjunta en la resolución de crisis políticas en algunos de los países de la región. La
revalorización de lo regional contribuye a potenciar el éxito de las estrategias nacionales,
ampliando también los márgenes de acción a nivel internacional.
Finalmente, Vilas da cuenta de una relación tensa y ambigua entre populismos –
también los populismos radicales- y democracia representativa. Sostiene que los
populismos radicales son producto de crisis de la democracia representativa pero al mismo
tiempo ésta les permite llegar al gobierno; participan de la dinámica de partidos pero la
incorporan a una matriz formal e informal de articulación con organizaciones sociales que
adquieren un significativo protagonismo público, reivindican y ejercen autonomía respecto
del poder político en varias cuestiones. Asimismo las elecciones les permiten ratificar
liderazgos que ya existen en los hechos, “sumando a la legitimidad sustantiva del demos la
legitimidad legal de las instituciones” (Vilas, 2009: S/d)
En cuanto a las tensiones aludidas éstas no incluyen solo a los gobiernos y sus
dirigentes, a sus organizaciones sociales y políticas y cómo observan los procedimientos
institucionales. Involucra también a las fuerzas de la oposición. “Perdida o reducida su
gravitación institucional por efecto del ejercicio mismo de la democracia representativa,
sin fuerzas para competir por mayorías parlamentarias o para disputar los cargos del
ejecutivo, los grupos negativamente afectados por las transformaciones en curso ponen el
acento en el despliegue de poderes fácticos: el golpe de estado, la desestabilización
económica, la manipulación informativa. Las organizaciones que expresan intereses
corporativos y las cadenas de multimedios desempeñan el papel que en escenarios más
convencionales correspondía a los partidos políticos conservadores”. (Vilas, 2009: S/d)
En cuanto a los análisis respecto del Estado, Vilas (2011) cuestiona –por considerar
engañosa- la idea de un “regreso del Estado”, al entender que contribuye a la “imagen de
una especie de marcha hacia atrás después de una década o más de supuesta ausencia,
algo así como la pretensión de regresar al pasado inmediatamente anterior a la
entronización del neoliberalismo…” (13). El autor sostiene que si bien el Estado en la
actualidad realiza intervenciones directas, regula y reorienta procesos de acumulación y
distribución de excedentes, este no es el Estado “populista” o desarrollista de la segunda
mitad del siglo XX. Si bien existen estrategias y políticas que pueden tener algunas
similitudes con las del capitalismo de aquel tiempo, la actual orientación del Estado se
apoya en varias de las sustanciales transformaciones generadas en la “década neoliberal”.
Vilas analiza estos escenarios institucionales y procesos como post-neoliberales o que se
producen “después del neoliberalismo”. Con estas expresiones, sostiene que no es una
cuestión eminentemente cronológica, sino que remite a cómo se configuran los escenarios
políticos y a cómo se posicionan y construyen identidad sus principales actores, algunos de
los cuales retienen poder adquirido/consolidado en el contexto del neoliberalismo.
Asimismo manifiesta que la estructura financiera internacional permanece “prácticamente
intacta”, consigue recomponerse pese a las agudas crisis y “acota los márgenes de acción
autónoma de los proyectos de reforma”. (14)
Sin lugar a dudas el contenido de este apartado puede ser ampliado y profundizado,
y es parte, como se decía, de la tarea que se está realizando. De todos modos esta primera
presentación del tema, enmarcada en el tratamiento de las categorías desplegadas
anteriormente, habilita para plantear ciertas conclusiones provisorias.
3. A modo de cierre
Para ir concluyendo este escrito, en primer lugar se dirá que particularmente la
actualidad Argentina moviliza a distintos sectores posicionados desde diferentes lugares a
pensar sobre ella. Cuestiones tales como las discusiones en torno al papel del Estado –la
centralidad, el retorno-, la revalorización de la política y la proximidad de los sucesivos
gobiernos desde 2003 en adelante con –por ejemplo- organizaciones sociales y el
reconocimiento de la juventud como actor político, discursos que expresan posiciones anti-
élites, políticas sociales y económicas que dicen promover la integración e inclusión, son
algunos de los aspectos que, tal como se dijo, propician debates y reflexiones en las
Ciencias Sociales.
Es innegable que el crecimiento económico iniciado desde el 2003 hasta 2008, y en
un segundo momento y con menor fuerza hasta el 2011 para Argentina (Féliz, López;
2012), fue acompañado por cambios en el Estado respecto de su intervención en las
dimensiones económica y social. Sin embargo, si partimos por considerar -siguiendo los
postulados de Marx- que economía funda sociedad, y que “el desarrollo del modo de
producción capitalista ha estructurado la modernidad occidental, poniendo como piedra
fundamental la renovación constante de las fuerzas productivas, siempre que permita la
reproducción ampliada del capital. El análisis histórico no ha dejado de constatar esta
afirmación, realizada por Marx (1867) hace casi 150 años. En las últimas décadas, la
mutación de las condiciones de existencia del capitalismo muestra un nivel acelerado de
este proceso plurisecular” (Fernández Soto, Tripiana; 2009:121), ¿es posible pensar en este
proceso como un salto cualitativo al neoliberalismo? Las políticas sociales, ¿se alejan del
criterio de “carencia” para cumplimentar con los requisitos de accesibilidad universal de los
derechos sociales? Por ende, ¿la relación Estado-sociedad civil se apartó del énfasis en la
libertad negativa propia del neoliberalismo cuando el proceso económico continúa
sustentándose y a la vez profundizando la acumulación por desposesión?
Frente a este contexto, es posible preguntarnos si los análisis que apuntan a concebir
este momento del capitalismo como neodesarrollismo, pueden dar cuenta de la complejidad
que supone este proceso de rupturas y continuidades con el neoliberalismo. El fuerte énfasis
en los aspectos económicos, abren una nueva forma de pensar los cambios ocurridos en los
procesos tanto de producción, consumo, como de distribución y apropiación. Y al mismo
tiempo proponen para el análisis sobre el discurso hegemónico que avala esta nueva lógica
de acumulación, la heterodoxia en sus fundamentos, acercándose a una idea de reedición
del populismo, estrategia de dominación que no implica transformaciones sustanciales en la
organización estructural de las relaciones sociales, sino su conservación capitalista. Y en
este punto es donde podemos pensar que reducen ciertos aspectos sobre esta última
categoría para explicar continuidades y rupturas de las políticas sociales y laborales
respecto del neoliberalismo: reconocen que existen cambios en particular sobre la
intervención del Estado respecto de lo social, pero con restricciones propias de las
estrategias económicas que aseguren la rentabilidad por sobre procesos de redistribución
progresivos.
Probablemente la noción de posneoliberalismo, con la pretensión de dar cuenta de lo
acontecido a inicios del siglo XXI, particularmente la agudización de la crisis y los cambios
que imperiosamente se encaminaron en vistas a la recomposición de cierta legitimidad
social, colocan en un segundo plano el tratamiento de las tensiones y contradicciones
constitutivas de ese momento.
Esta noción enfatiza en el tratamiento del Estado y sus reconfiguraciones en el
marco de sus relaciones con distintos actores políticos, reconociendo sí que algunos
sectores hegemónicos hacia fines del siglo XX mantienen/consolidan su poder. En este
sentido, es posible sostener que estos análisis apuntan a centralizar sus reflexiones en torno
a la integralidad de la acción del Estado, el que apela a una nueva racionalidad tanto en el
plano técnico-operativo de las distintas políticas, como en el plano político específicamente
al propiciar la participación e inclusión de los sujetos en tanto actores políticos en diversos
ámbitos de la vida cotidiana.
Esta forma de gestión -considerada como novedosa por quienes siguen esta línea-,
se contrapone a las tendencias neoliberales, propiciando así afirmaciones en relación al
cambio de paradigma en torno a la racionalidad que funda un dominio legítimo cercana al
reconocimiento de lo “popular” como fundamento central. A partir de estos aspectos,
podemos sugerir que esta tendencia parece aproximarse a un enfoque racional-weberiano,
lo que dejaría un tanto de lado el estudio respecto de las transformaciones en el patrón de
acumulación capitalista en estas primeras décadas del siglo XXI, sobre lo que realizan un
particular énfasis los neodesarrollistas.
Por su parte, también podemos decir que la categoría de populismo es abordada
desde variadas perspectivas las que enfatizan diversos aspectos: históricos, la
multidimensionalidad política, económica, social; la lógica política, la especificidad en la
construcción de identidad política, las rupturas con el socialismo.
Referencias bibliográficas: