Pregunta 1
Pregunta 1
Pregunta 1
Remedios Varo nació en 1908 en Anglés, España. En Madrid se convierte en una de las
primeras alumnas recibida en la famosa Academia de San Fernando. Su admiración se inclinó
hacia las obras de El Bosco, El Greco y Goya.
En 1930 había contraído matrimonio con un compañero de la Academia,
Gerardo Lizárraga, pero esta unión termina en 1935, cuando conoce al
poeta Benjamín Peret. En 1936, participa con Maruja Mallo en la exposición
Logicofobista de Barcelona. En 1941 deben partir hacia México, donde el
grupo se enriquece con Gerardo Lizarraga, Octavio Paz, Kati y José Horna,
Leonora Carrington y otros. Allí encuentra la tranquilidad necesaria para
desarrollar su obra, dando rienda suelta a su pensamiento mágico.
Sin abandonar del todo la figuración, sus obras muestran etéreos
personajes donde el dramatismo marca los perfiles intangibles de una
ficción casi real.
Dueña de un personal trazo en el dibujo, línea y color conforman un mundo interior, con una
delicada mutación de las formas. Sus personajes parecen regidos por leyes extravagantes,
donde levitan respondiendo a fenómenos insólitos de transmutación. Experta en el dibujo y la
pintura, Remedios Varo se constituyó en un miembro indiscutido dentro del movimiento
surrealista. Murió en México en 1963.
Respecto a la obra de Remedios Varo podríamos decir que está llena de referencias de todo lo
vivido, toda su obra evoca un mundo imaginario en el que se mezcla lo místico y lo mágico con lo
científico. Una obra fantástica llena de simbología y libertad que encaja perfectamente con la
forma de vida de la artista.
CREACION DE LAS AVES: Esta pintura de 1957 es una de las obras cumbres de Remedios Varo,
pues en ella explora su mundo de fantasía al máximo, entremezclado con las influencias
surrealistas que tuvo en sus años en París (1937-1940).
Por su parte, desde su cuello, cuelga un aparato con el que le entrega su marca a cada una de sus
invenciones. A medida que los pájaros cobran vida, echan a volar. Tal como una obra terminada,
que se liberta al mundo, encuentra su público y es interpretada por cada espectador de manera
distinta.
RUPTURA: Remedios Varo estudió en la Escuela de Artes y Oficios, en la Escuela de Bellas Artes de
Madrid y en la Academia de San Fernando en Barcelona, donde obtuvo un título de maestra en
dibujo. Además, su padre era ingeniero hidráulico y la introdujo desde pequeña en el dibujo
técnico, que luego profundizó en estos cursos.
De esta manera, en este cuadro de 1953 se puede apreciar una composición muy equilibrada, en
que todos los puntos de fuga convergen en la puerta. Aun así, el centro de atención es la
misteriosa figura que desciende las escaleras. Aunque baja por el lado derecho, su sombra genera
un contrapeso que otorga armonía a la imagen.
En el fondo, se observa un edificio por cuyas ventanas aparece el mismo rostro de la protagonista
y desde la puerta vuelan papeles. Aunque es una escena simple, tiene muchos símbolos que se
pueden prestar a diversas interpretaciones.
Una de las más difundidas tiene un correlato autobiográfico. Muchos afirman que el ser andrógino
es la representación de la pintora que abandona su pasado para dar paso a una mujer nueva. Por
eso, su rostro se repite en las ventanas, porque corresponde a cada versión de sí misma que dejó
atrás, para así llegar a ser una artista con una mirada particular.
Por otro lado, los colores son muy importantes en esta pintura, los tonos rojizos sugieren que es la
hora del atardecer. Es decir, un día que está por concluir. Si se relaciona con el título de la obra,
"La ruptura", entendemos que hace alusión a un ciclo que se cierra para dar paso a otro.
CIENCIA INUTIL O EL ALQUIMISTA: En este cuadro de 1955 representa a una mujer que trabaja en
el proceso de la creación. Con la ayuda de un aparato, transforma el agua de lluvia en un líquido
que luego embotella.
LES FEUILLES MORTES: En 1956, Remedios Varo realizó esta pintura que tituló en francés y
significa "las hojas muertas". Muestra a una mujer que enrolla un hilo que proviene de un pasaje
que sale del pecho de una figura inclinada junto a ella. De esta sombra también salen dos pájaros,
uno blanco y el otro rojo.
Lo primero que llama la atención es que es de sus pocas obras en las que no se ven personajes
humanos o antropomorfos. Esta vez decide hacer un homenaje a un clásico del arte: la naturaleza
muerta o bodegón, que fueron muy populares durante el siglo XVI. Este tipo de pinturas servía
para mostrar el dominio técnico del artista en relación a la luz, la composición y la capacidad de
crear un retrato fiel de la realidad.
Frente a lo estático que resultaban estos cuadros, Varo decidió llenarlo de movimiento y
dinamismo. Es interesante fijarse en el título, ya que escogió el gerundio resucitando, forma verbal
que alude a un tiempo dinámico, es una acción que está ocurriendo.
HACIA LA TORRE:
Así, en 1960 decidió realizar un tríptico de grandes proporciones para contar una historia unitaria.
A pesar de sus intenciones, hoy cada parte se considera un cuadro autónomo.
En este primer fragmento, hace referencia a su infancia en escuelas católicas en su España natal.
El ambiente es oscuro y sombrío, con neblina y árboles estériles. Las chicas están vestidas y
peinadas de forma idéntica. Son escoltadas por un hombre y una monja. Todo el ambiente remite
a tonalidades grises y a la homogeneidad, por lo que se da entender que existe una educación
muy rigurosa y controlada.
La artista se retrata a sí misma al centro. Mientras el resto de las niñas avanzan de forma
autónoma y con la vista perdida, ella observa de manera suspicaz hacia la derecha. De hecho, es la
única que tiene una mirada expresiva en toda la escena.
El estilo de la pintura, con tonalidades oscuras, figuras alargadas y un fondo más bien plano,
recuerda a los cuadros de comienzos del renacimiento, como los de Giotto. Sin embargo, existen
ciertos detalles fantásticos, como las bicicletas que parecen hechas de hilo y salen desde las
mismas ropas de los personajes.
Además, el guía se muestra como un ser particular, ya que en su ropa surgen alas desde las que
salen y entran pájaros. De esta manera, si se observa cada detalle, podría parecer la ilustración de
un cuento de hadas.
En 1961, Remedios Varo realizó la segunda parte del tríptico que había comenzado el año anterior.
Aquí continúa la historia de las muchachas, que ahora se encuentran trabajando en una torre
aislada. Literalmente, están bordando la tierra, tal como dice el título.
Al centro, hay un ser mágico que les proporciona el hilo para lograr su tarea. De este modo,
introduce su afición hacia la alquimia, al mostrar cómo la realidad tiene la capacidad de
transformarse.
LA HUIDA
Con esta imagen completó el tríptico en 1961. Tal como en la primera parte, continúa con el tema
autobiográfico, pues se puede ver a la misma muchacha que observaba con astucia, huyendo
junto a su amante. Se la muestra en una pose activa y con el cabello suelto. Al fin logró liberarse
de aquel ambiente represivo y embarcarse en una nueva aventura.
En octubre de 1941, Remedios Varo y Benjamin Peret, huyeron de Francia debido a la ocupación
nazi. Hicieron un largo viaje que los llevó a Marsella, Casablanca y, finalmente, a México. Esto
periplo se refleja con esta pareja enfrentándose al peligro con entereza y confianza en el futuro.
Las figuras alargadas y las tonalidades recuerdan a los cuadros de El Greco. Aun así, se puede ver la
inserción de su estilo, ya que los personajes parecieran levitar en un mar de nubes sobre una barca
de características etéreas.
LA LLAMADA
Este cuadro de 1961 es uno de los que mejor describe la creación de un universo fantástico en el
que se encuentra presente lo místico. El título hace referencia a "la llamada" espiritual que acerca
a la protagonista hacia su destino. Así, el foco de la pintura es una mujer "iluminada" que en sus
manos y cuello carga objetos de origen alquímico.
Su cabello es uno de los elementos compositivos más importantes, porque es el que se eleva y la
conecta con la energía universal. Además, hace alusión a la libertad que asume frente al mundo,
pues lo suelta y le permite existir a su antojo.
El camino que recorre se encuentra lleno de figuras que parecen cobrar vida desde las paredes.
Todos los rostros hacen alusión a las facciones de la propia artista, con una nariz alargada y ojos
grandes.
FENOMENO
En 1962 pintó este cuadro en el que alude a un proceso de desdoblamiento. Una mujer mira por la
ventana y, sorprendida, descubre que el hombre ha quedado atrapado en el pavimento y es su
sombra la que avanza por la calle. Se cree que quien observa es la propia artista, que solía
representarse en sus cuadros.
La influencia del mundo del inconsciente fue muy importante para los surrealistas y forma parte
del imaginario de la pintora. Por eso, en esta obra se refiere a uno de los grandes temas del arte y
la literatura: el otro yo.
LEONORA CARRINGTON
Superada esta etapa, en 1941 se casa con el diplomático y amigo de Picasso, Renato Leduc, y
viajan rumbo a Nueva York. Se mudan a México, donde se separa de Leduc. Allí conoce a
Remedios Varo y declara que en ella encuentra su alma gemela.
Su obra escrita superó a sus pinturas, pero, de todos modos, ésta sirvió
para mostrar un estilo delicado y onírico, propio del movimiento que,
aunque esporádicamente, integró.
El tiempo transcurrido desde aquellos revolucionarios años, contribuyó a
que los nombres y la obra de estas mujeres no trascendieran en la forma en
que lo hicieron sus pares varones. No por eso el valor de su producción es
menor. Por el contrario, el mundo femenino, sus sentimientos, deseos,
frustraciones, marcados por años en que se las consideró como verdaderas
transgresoras, fueron el sustrato innegable de una producción artística que
tuvo que luchar para sobrevivir a los grandes nombres de un verdadero
cambio que ha dejado huellas imborrables en el concepto del arte.
En 1938 pintó este retrato de sí misma, tomando el estilo de los surrealistas. Debido a esto, el
cuadro está lleno de símbolos. En primera instancia, se muestra en una pose más bien masculina,
con las piernas abiertas y con ropas en las que no se distinguen sus formas. Parece una figura
andrógina, a excepción de los zapatos de tacón y el pelo suelto, que se puede entender como
su rebeldía frente a las normas.
Frente a ella, se encuentra una hiena lactante, que demuestra su visión hacia la maternidad
tradicional. Con su mano derecha apunta al animal, levantando los dedos índice y meñique. Esta
señal hace referencia a un signo de maldición, demostrando que condena ese encasillamiento.
Se encuentra vestida con ropa de montar, actividad que practicaba en su infancia y hay dos
caballos en escena. El primero es de juguete y se encuentra en la pared tras ella. Simboliza lo que
su familia esperaba que fuese: un ejemplar ordenado y sin vida.
Este cuadro de 1938 es uno de los más destacados de su producción temprana. De hecho, se
cuenta que la famosa mecenas y coleccionista de arte, Peggy Guggenheim, se fascinó con él.
La escena muestra una comida que representa a la clase privilegiada a la que ella pertenecía. Es
una crítica hacia un modo de vida que no toma consciencia sobre las necesidades de los demás.
Allí sólo prevalece el lujo, la glotonería, el exceso y el placer.
En la mesa se pueden observar animales exóticos a los que sólo ellos pueden acceder. Resulta
interesante la figura de un niño recién nacido entre el festín. Una de las mujeres, distraída, le
clava un tenedor y lo deja sangrando, frente a lo que nadie parece percatarse. Esto puede
interpretarse como el sacrificio que hace la aristocracia de sus propios hijos, a los que somete a
las exigencias de la sociedad, con tal de pertenecer a aquel ambiente. Se piensa que fue un
mensaje directo a su padre, que nunca la apoyó en sus deseos de independencia.
Lo representa como un ser mágico, mitad hombre y mitad animal, pues se puede apreciar una
cola. Camina tranquilamente sobre el hielo y en su mano carga una especie de lámpara verde
dentro de la que se encuentra un pequeño caballo. Esta imagen se ha entendido como la propia
artista, encerrada en el mundo y la influencia de aquel hombre.
Atrás se puede ver un caballo blanco petrificado, que parece ser parte del paisaje de hielo. Este
será un símbolo bastante frecuente en su obra y representa el deseo de libertad. Hace referencia
a Épona, diosa celta de la fertilidad y la naturaleza, que se convirtió en su imagen protectora.
En 1939, Carrington escribió un cuento llamado "La dama oval" que narra la historia de Lucrecia,
una joven que se encuentra en una batalla entre su deseo de independencia y un padre que quiere
someterla. Así, retomó lo autobiográfico en este cuadro en que representa a la misma Lucrecia del
cuento. La muestra atrapada en un círculo del que no puede salir y amortajada en una tela blanca
y negra, que puede interpretarse como la lucha entre el querer y el deber ser.
Se encuentran presentes algunos símbolos como el caballo blanco, que esta vez se encuentra
atado, pues la protagonista ve imposibilitada su liberación. También se puede ver una perra
lactante, que vuelve a remitir al deseo del padre de que se convirtiera en esposa y madre.
Finalmente, al fondo, se pueden ver campos ingleses que hacen un guiño a su país natal.
LA GIGANTANA
A partir de "La giganta" (1947), se puede apreciar de manera plena el estilo que caracterizó a
Leonora Carrington. Si bien, aún se encuentran rasgos del surrealismo con el que se formó, hay
una estética que la define particularmente. Se distingue un tipo de pintura que evoca a épocas
anteriores, con el uso de tonalidades más oscuras y técnicas que recuerdan al arte del
renacimiento.
Abajo puede verse, en perspectiva, a los diminutos seres humanos que realizan sus actividades y le
rinden culto a esta madre tierra que es la engendradora del universo.