Stranger at The Hell Gate - Ash Krafton

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 83

Capítulo 1: Ángeles

Capítulo 2: Demonios
Capítulo 3: Ángeles
Capítulo 4: Demonios
Capítulo 5: Ángeles
Capítulo 6: Demonios
Capítulo 7: Ángeles
Capítulo 8: Demonios
Capítulo 9: Ángeles
Capítulo 10: Demonios
Capítulo 11: Ángeles
Capítulo 12: Demonios
Capítulo 13: Ángeles
Capítulo 14: Demonios
Capítulo 15: Demonios
Capítulo 16: Demonios
Capítulo 17: Demonios
Capítulo 18: Demonios
Capítulo 19: Demonios
Jagger Sintallon , un guerrero medio demonio, ha dedicado su
existencia a luchar contra los demonios que entran al mundo a través de las
puertas del Infierno. Un solitario de ideales conflictivos, él ofrece protección
a una problemática mujer pero sabe que él es demasiado rudo, demasiado
peligroso, y demasiado arrogante para su delicada naturaleza.

Dedicada a la Voluntad Divina, Sonya Camael , una Serafín, está


determinada a saber por qué es arrastrada al umbral de Jagger y la razón
detrás de su misión. Ella necesita la ayuda del demonio pero teme que se
haga matar antes de que lo descubra y el mundo caiga bajo el dominio del
Infierno.

Sonya enfrenta grave peligro con la maldad acosándola a cada paso, y a


Jagger no debería importarle, pero él cae en la cuenta de que le importa más
de lo que le gustaría admitir. Sonya sabe que Jagger no puede ganar esta
guerra solo, ¿pero su divina intervención significará su inminente final? ¿O
será solo la combinación junta del Infierno y el Paraíso capaz de arreglar el
mundo una vez más?
Ángeles
La noche nunca venía sin un premio en esta ciudad. Como muchas otras
en este mundo, la ciudad era un conglomerado de concreto y cromo, sus
suburbios girando desde su centro como los brazos de una gran galaxia. Los
humanos se agrupaban, amontonando vivienda sobre vivienda,
construyendo sus agujas en intentos admirables por pinchar los cielos. Con
el tiempo, el corazón de la ciudad se tornaría tan espeso que la luz del sol no
podría penetrar sus profundidades. El día y la noche serían eternamente
cubiertos con una manta de luz eléctrica. La gente se movía en masas,
atrapada en un flujo de vida común y anodina.

Más lejos del centro de la ciudad, la arquitectura se afinaba, la


población se afinaba. Aquí, la luz del sol alcanzaba la tierra, bañando el paso
más lento de seres vivientes menos apresurados en un brillo cálido. Durante
el día, las calles eran tocadas por la gracia de la luz, cada día despejado como
una bendición.

Por la noche... esa bendición era olvidada.

Una mujer en pantalones de viaje y una media capa se apresuraba por


las calles llenas de basura. Pronto, el sol se pondría y la noche comenzaría su
caótico reinado. Ella no quería pasar otra noche escondiéndose en una
iglesia. No quería pasar otra noche buscando una iglesia en la que ocultarse.

La puesta de sol pintaba los edificios con un desesperado baño de


hosco anaranjado, haciendo poco por suavizar la aspereza de la piedra
desgastada. La luz creaba largas sombras, sombras que ella juraba que se
movía mientras caminaba a trompicones por las calles desiertas.

Ella se cubrió la boca y la nariz contra la esencia de humo y sulfuro, tan


espeso en el aire que lo podía saborear. La mujer sabía muy bien que había
cosas oscuras que se mantenían en las sombras, esperando que muriera la
luz del sol. Esas cosas oscuras estaban hambrientas del momento en que las
sombras tragarían la ciudad, dándoles vía libre.

Cuidadosa de mantenerse en el centro de la calle aún iluminada por la


luz del sol, se movió rápida y determinadamente por la ciudad, susurrando
una rápida plegaria de gracias cuando avistó su destino. Una señal verde de
neón sobre el porche parpadeaba a la vida, brillando entre las crecientes
sombras:

INTERVENCIONES DEMONÍACAS.

Para cuando subió los escalones, la luz se había rendido al condenable


atardecer. Ella cerró más apretadamente su media capa a su alrededor y se
estremeció.

No es un buen presagio, reflexionó ella. No estaba en su naturaleza ser


supersticiosa pero no pudo reprimir el estremecimiento.

No era el edificio más lindo de la ciudad. Tal vez fuera el menos


invitador. Algo sobre una puerta de piedra acogiendo extraños símbolos
haría que una persona se pensara dos veces antes de golpear.

O tal vez eran las profundas marcas de garras que la marcaban.


También podría ser eso.

Cuando la puerta fue abierta de golpe por un hombre de cabello


plateado que usaba poco más que un par de pantalones y un par de botas de
cuero, Sonya casi se volvió y corrió escalones abajo. Finas líneas de cicatrices
puntuaban su cuerpo como un rocío de telarañas y una tira de cuero negro
cruzaba su pecho, aludiendo un arma en su espalda. Pero eso no era lo que la
había asustado.

Era la vacuidad de su mirada. Tenía los ojos más fríos que había visto
nunca. Esos ojos le dijeron que las cicatrices y las armas eran cosas de todos
los días.

El hombre le echo una mirada rápida de arriba a abajo antes de cruzar


los brazos, llenando la puerta.

—Creo que tiene la dirección equivocada, señorita.

Todo en él gritaba corre. Le tomó mucho esfuerzo no escuchar sus


señales no verbales. Ella tragó y plantó los pies.

—No... estoy bastante segura de que éste es el lugar correcto.


Él hizo una mueca arrogante que le mostró los dientes y se apoyó
contra la puerta. Su barbilla se elevó.

—¿A quién está buscando?

—A ti —Ella se estiró por una tela colgada de su cinturón y sacó un


cristal envuelto en alambre. Un brillo dorado pulsaba dentro como un suave
latido—. Definitivamente a ti.

Sus cejas bajaron pero su expresión no cambió.

—¿Qué diablos es esa cosa?

—Una brújula —El brillante cristal generó calor así como luz,
calentando el alambre hasta el punto de la incomodidad. Ella le dio vueltas
en su palma antes de que pudiera quemarle la mano.

—No luce como una brújula que yo haya visto.

Deslizándolo dentro de la bolsa, ella se encogió de hombros.

—No creo que den estas en un campamento de niños exploradores.

—No soy un niño explorador.

—No. No lo eres —Ella se lamió los labios y se abrazó a sí misma—.


Eres un demonio.

Él torció un brazo detrás de él. El metal raspó contra el duro cuero, era
sonido de una espada deslizándose libre de su funda. Su brazo realizó un
apretado arco sobre su cabeza, arma en mano.

—Relájate —Ella levantó las manos y retrocedió de la espada que


señalaba a su pecho—. No necesitas eso.

—Mire, señorita. Cualquiera que venga aquí gritando cosas como esas
me pone un poco tenso.

Ella ladeó la cabeza y levantó la mirada hacia él.

—¿Luzco como una amenaza?

Él bajó la espada pero no la apartó.

—Cosas malas vienen en empaques bonitos.

—No soy una amenaza.


—¿Entonces qué quiere? Estoy en el reloj, Señorita. Si busca contratar
un cazador, entonces debe hablar con mi agente —Él miró por encima de su
hombro, volviéndose lo suficiente como para que ella pudiera ver alrededor
de él. Un hombre en el lado más lejano del cuarto parecía estar hablando al
teléfono.

—No... no lo sé —dijo ella—. Todo lo que sabía era que tenía que
encontrarte.

—¿Y esa bola de disco?

—Es como te encontré. Solo la sangre de Tallon puede despertarla.

La máscara arrogante se deslizó, y él se apartó de la puerta, señalando


con un pulgar por sobre su hombro.

—Mejor que entres.

Ella hizo un amplio rodeo alrededor de él tanto como lo permitió la


puerta. Él se inclinó hacia afuera, mirando con fuerza a las calles empapadas
en atardecer, en ambas direcciones, antes de cerrar la puerta y deslizar el
cerrojo.
Demonios
Él se estiró y deslizó el cerrojo superior como medida de seguridad,
antes de volverse para ver a la chica parada en el centro de su oficina.
Cuando fuera que alguien golpeara en su puerta a esta hora de la noche,
usualmente significaba trabajo. O una pelea, como buscaban usualmente los
trabajos de él.

—Hey, Enzo. Tenemos una invitada.

—¿Cliente? —gritó el hombre desde un cuarto lateral. Él colgó el


teléfono cuando la chica entró y se deslizó por la esquina de un armario
almacén. Su interrogante fue seguido por el golpe de un cajón de
expedientes del gabinete. Un segundo sonido siguió: el quedo snick de un
arma siendo amartillada.

Ese Enzo, siempre cuidando mi espalda. Como si yo necesitara ayuda con


esto. En voz alta, él dijo:

—Que me aspen si lo sé.

Jagger era un cazador demonio. Tendía a haber un montón de peligro


en la ocupación y nunca faltaba trabajo. Especialmente cuando un tipo vivía
tan cerca de una puerta del infierno.

Luego de nuevo, Jagger siempre parecía vivir cerca de una puerta del
infierno. Cuando se movían, él se movía.

Chicas tímidas con grandes ojos azules nunca golpeaban en su puerta


después del atardecer. Usualmente nunca tocaban antes del atardecer,
tampoco, al menos no desde que ese idiota con dientes de conejo tomó el
trabajo de entrega de pizza.

Tú crees que consiguieron una cosita zorruna para entregar, sabes.


Mejorar el negocio. Hablando de eso... —¿Tienes hambre?
—Um, sí —Ella se quedó con las manos guardadas, los dedos enlazados
con firmeza, mirando alrededor con ojos abiertos de par en par.

—Podría comerme cualquier cosa.

Jagger supuso que si él estuviera viendo su oficina por primera vez, él


también miraría. Una miríada de cabezas colgaba de las paredes, rostros
congelados en expresión grotesca. Los demonios, incluso los trofeos, eran
feos. Ah, bueno. Hogar dulce infierno.

—¿Supongo que no tienes una cocina? —Ella parecía haberse


recuperado del shock inicial de la decoración—. Puedo cocinar.

—Nah, sin cocina. Solo comidas sobre ruedas —Él abrió una caja de
pizza en el escritorio y sacó un trozo. Cuando vio la pizza, sonrió. Era como
el sol subiendo sobre el horizonte después de una noche realmente mala.

Acercándose al escritorio con pequeños pasos inseguros, ella alzó un


trozo entre sus dedos y lo miró por un momento antes de dar un bocado. Sus
ojos medio cerrados en éxtasis, mirando cada pulgada de su expresión.

—Oh. Esto… —Ella masticó, tragó, y niveló una mirada de conocimiento


hacia él—. Esto está bueno.

Él se sentía castigado y alabado. Rara combinación, considerando que


él nunca había sentido ninguna de las dos antes. Seguro, era una buena
pizza. Pero él nunca había conocido a nadie que le gustara de la forma en
que le gustaba a él.

—Hey, Enzo —gritó él por encima de su hombro—. Creo que encontré


a mi alma gemela.
Ángeles

—Comienza por el principio —Jagger soltó su arnés y se quitó la vaina


con un encogimiento, tirándolo al piso.

La espada era inmensa, al menos de cuatro pulgadas de ancho con una


empuñadura de dos manos. Las runas que marcaban el cuero eran arcaicas
pero familiares. Decían protección en una dirección y maldición en la otra.

Sonya sabía que el encantamiento estaba en quien sostenía la espada y


en quien se encontraba con el acero desnudo. Ella sabía que ningún hombre
ordinario podría cargar esas runas y mantener su salud. Ese tipo de dualidad
destrozarían incluso al alma más fuerte. Con el arnés quitado, él se estiró y
se frotó el hombro, atrayendo su atención a una cicatriz con forma de hoz
sobre la piel junto a su corazón. A diferencia de sus otras cicatrices, ésta era
una cresta profunda, casi una marca a fuego. Había una historia en esa
cicatriz.

Ella apartó la mirada de ella.

—No conozco el principio; todo lo que puedo hacer es empezar por


cuando recuperé la conciencia. Eso fue hace tres días.

La comida rápida había hecho mucho por suavizar el cansancio del


viaje y ahora ella descansaba más o menos confortablemente en un sillón en
la esquina de la oficina. Ella se apartó su cabello polvoriento de la frente
antes de retorcerlo en un apretado moño tras su nuca.

Es más que una oficina, conjeturó ella, espiando la almohada en el suelo


junto al sofá. El hecho de que él le permitiera descansar en su espacio
personal decía mucho de su voluntad de escuchar. Ella esperaba algo mucho
peor cuando profirió el nombre Tallon.

Enzo, el hombre que se había estado ocultando detrás de una puerta


cuando ella llegó, ahora ocupaba el escritorio, garabateando notas. Él era un
hombre tranquilo con ojos rápidos que parecían captarlo todo de una vez. La
integridad brillaba en él como luz de luna.

También lo hacía la suspicacia. No podía culparlo. Él trabajaba para un


demonio—y ella era todo lo contrario.

Jagger arrastró una silla e inhaló profundamente.

—¿Cómo sabes sobre mi padre?

—Ellos me dijeron su nombre.

—¿Quién te lo dijo?

—Figuras en ropas oscuras. Capuchas, como las que usan los monjes en
Parador. —Ella se encogió de hombros—. No era mi lugar preguntar.

—No conseguiste un nombre, ¿verdad?

—De hecho —dijo ella, golpeando su labio—. Sí me dijeron un nombre.


Eranil. Dijeron que tú conocías ese nombre.

Su tono era pesado.

—¿Estabas con él?

—Lo siento —Ella bajó la mirada—. No lo sé. Era solo un nombre. Debí
estarlo.

Él se mantuvo en silencio, los ojos impasibles.

Desorientada por su imperturbable reacción, ella inhaló


profundamente.

—Así que. Ellos me dieron esta piedra y señalaron el camino. Fui


enviada con las ropas en mi espalda, una cartera de terciopelo que nunca se
queda sin dinero, y esta brújula. «Encuentra al hijo de Tallon», dijeron ellos.
«Él destrabará la puerta». —Ella se rió—. Y supongo que lo has hecho.

—Sí. Realmente necesito encontrar un nuevo mayordomo. Enzo —


Jagger le dedicó una severa mirada a su compañero antes de continuar—.
Así que, ¿habitúas tomar misiones de completos extraños?

—¿Qué tengo que perder? Todo lo que sabía con certeza era quién era
yo. Ellos dijeron que tú eras... como yo.
Jagger se echó hacia adelante en la silla. Su espeso cabello plateado se
deslizó sobre sus ojos, ocultándolos.

—Un mestizo.

Ella frunció el ceño.

—No suenas feliz por ello.

—Es difícil estar feliz cuando te toca lo peor de los dos mundos —
Cuando él levantó la cabeza, su máscara estaba de nuevo en su lugar—. Así
que soy como tú, huh. ¿Tu papi también es un demonio?

—No exactamente. Él era humano. Mi madre es ligeramente más


etérea.

Él le frunció el ceño.

—¿Etérea? Graciosa palabra para un demonio.

—Pero completamente apropiada para un Serafín.

—Oh, mierda —Jagger se puso rígido, cada músculo pareciendo


apretarse y prepararse.

Lucha o huida. Sonya sospechaba que esta era la primera vez que había
una probabilidad igual de cualquiera de ellos. Ella se estiró y palmeó su
brazo.

—De ninguna manera. Estoy en paz con ello..

—Si estás en paz con ser uno de... ellos —Ella notó que ni siquiera
podía decir la palabra Serafín. Era gracioso como aún se mantenían las
reglas míticas—. ¿Por qué viniste buscándome?

—Dijeron que eras el único que podría detener el dolor.

—Dolor —Él soltó una risa sardónica. Había tanto en ese sonido—. No
lo detengo. Lo causo.

—Lo sé —Ella bajó la mirada—. Lo vi en mis sueños.

—¿Soñaste sobre mí?

Ella asintió, sus mejillas calentándose.

—Sí.
—Entonces sabes lo que hago —Él cruzó los brazos y bajó la barbilla.

—Sin lugar a dudas —Ella alzó las cejas—. O eres abnegado, o


imprudente.

—¿No estás asustada? ¿Y si me pongo como la mierda contigo y te


desgarro?

Sonya se mordió el labio. Ella lo había visto sostener un arma, así que
no era una oponente física para él. Incluso si llamaba a su fuerza Serafín, tal
vez tuviera ventaja para huir, pero eso era todo. Sus poderes no estaban
orientados hacia la batalla, o siquiera hacia la defensa. Ella era una sanadora.
Los sanadores eran terribles luchadores.

Y aún así... su instinto la mantuvo sentada. La mantuvo confiada. Había


algo en él en lo que ella confiaba, a pesar de su nefasta herencia.

—No lo harás.

—¿Cómo lo sabes?

—Mírame —Luego de un momento, ella se aclaró la garganta—. Un


poco más arriba, por favor. Mírame a los ojos.

Cuando los ojos de Jagger se fijaron en los de ella, ella se echó sobre él,
buscando los secretos de su alma.

Él se balanceó en su asiento, la mandíbula tensa, los labios moviéndose


pero sin que emergiera ningún sonido. Luego de un momento de contacto,
Sonya cortó la conexión y se apartó de su esencia. No lo quemaría vivo. No
sería educado, no después de lo hospitalario que él había sido.

—Tú... ¿qué...? —Jagger apretó los ojos y sacudió la cabeza como si


tuviera agua en las orejas—. ¿Oíste algo?

Sonya sabía que él no recordaría el toque serafínsico, pero ella nunca


olvidaría cómo se sintió mirar en dentro de él. Verlo, ver lo que él no podía
ver, o no quería. Ahora lo conocía. Requirió toda su fuerza para no estirarse
hacia él.

—Solo tú puedes ayudarme. Confío en ti.

Jagger colgó la cabeza y gruñó.

—¿Cómo es que consigo meterme en estos problemas?


Ella sonrió, clara y soleada, y, con un toque mental, lo envalentonó a
dejar de lado lo que ella acababa de hacerle.

—Tal vez solo eres afortunado.

Mientras él se ponía de pie, ella se permitió una mirada velada,


asegurándose de que él no la notara. Tal vez ambos lo somos.
Demonios
Él le armó una cama en el sofá usando ropa de cama del viejo
apartamento de arriba. Él no subía a menudo, excepto en las ocasiones en
que algo entraba queriéndole matar y él corría escaleras arriba. No era como
si Jagger necesitara un hogar. Ni siquiera tenía una vida real.

Había llegado una llamada una vez hubo oscurecido completamente,


una llamada que pagaría bien. El agente miró a Jagger y eventualmente
declinó el trabajo. Enzo se fue poco después, advirtiéndole a Jagger que se
quedara dentro y le echara un ojo a la chica. Era un mal pueblo para estar
hospedando a un ángel.

Como si necesitara que se lo recordaran. Jagger tenía un trabajo más


grande entre manos. Demonios, él los entendía. Ángeles... eso era muy
diferente.

Por primera vez en—¿cuánto?—Jagger pasó la noche jugando video


juegos, asesinando demonios imaginarios en lugar de los reales que
pululaban por el mundo, buscando la ruina de las almas y el final de su
cautiverio en el infierno.

Lucifer quería gobernar esta dimensión. No había forma de que Jagger


le dejara tomarla sin una pelea. Era una lucha malvada, una que se sentía
como un juego de nunca acabar o un tira y afloja. Todo el desastre sería
mucho más fácil si Lucifer peleara sus propias batallas. Pero, no. Él reclutaba
la ayuda de un hombre que era equivalente a Jagger en casi todos los
aspectos.

Acheron.

Acheron no era un Capitán del Infierno ordinario, no por un gran


trecho. El problema era que, Acheron—como Jagger—había nacido humano.
Ese pedazo de mortalidad le daba un anclaje permanente en este plano. Le
daba a su maestro una ventaja permanente.
El capitán tenía verdadera habilidad para abrir puertas del infierno.
Portales al infierno. Aquello les permitían a los demonios entrar y salir a
placer.

Ahí era donde entraba Jagger. Así como Acheron estaba dedicado a
traer a sus imbéciles compañeros a través de la puerta del infierno, Jagger
estaba igualmente determinado a enviarlos de vuelta. O a destruirlos.
Cualquiera de los dos estaba bien. Cada vez que un demonio se liberaba, una
llamada de un ciudadano aterrorizado llegaba y Jagger iría, espada en mano.
Los demonios, especialmente los de castas bajas, podían ser más que
molestos—algunos de ellos causaban daño físico realmente serio.

Los peores trabajos, sin embargo, venían cuando Acheron decidía


mover su orgulloso trasero para unirse a la refriega. Acheron igualaba a
Jagger, estocada por estocada, golpe por golpe. A veces, era para distraer a
Jagger de los otros demonios. Otras veces, era como si sintiera practicar
boxeo con alguien que realmente podía pelear. Jagger suponía que Acheron
también se aburría.

De vez en cuando, sin embargo, parecía como si Acheron quisiera hacer


más que solo combatir. Quería muerto a Jagger. En momentos como ese,
Jagger podía ver la frustración a través de la apariencia fría y arrogante de
Acheron.

Que imbécil.

Acheron y Jagger estaban en disputas constantes. Tan rápido como


Jagger cerraba un portal, Acheron abriría otro, y empezaba todo de nuevo.
En tanto hubiese humanos alrededor, dispuestos a pagar por exorcismos y
exterminaciones de demonios, Jagger seguiría haciendo dinero.

Así que, sí. El negocio era realmente bueno para un cazador de su


habilidad. Que dolor en el trasero que era eso.

La mujer se estiró en el sofá, rodando y haciendo un quedo sonido en lo


profundo de su garganta. Él pausó el juego, conteniendo el aliento, hasta
estar seguro de que ella se asentaba de nuevo.

Ella hizo una curva delicada bajo la manta azul, su rubio cabello
brillando en la luz inestable de la pantalla del televisor. Sería una larga
noche.
Jagger contuvo una maldición cuando las palabras FINAL DEL JUEGO
parpadearon en la pantalla. Todo en su vida parecía ser un juego, una
constante contienda entre él y Acheron. Solo terminaría cuando uno de ellos
estuviese muerto.

Jagger tenía planes definitivos para eso. Todo lo que necesitaba era un
fugaz segundo de ventaja. Era difícil saltar sobre alguien que se movía como
tu reflejo en el espejo.

Él casi dejó caer el control del video juego con disgusto. Matar
demonios virtuales era definitivamente más agravante, especialmente
cuando no podías gritarle al juego por hacer trampas.

A veces, una espada era mucho más fácil.


Ángeles
Tres días. —Sonya se inclinó sobre la barandilla. Ella encontraba a las
alturas emocionantes e ilimatadas y estaba agradecida con Jagger por
mostrarle el techo—. Caminé en su mayor parte, sobre todo. Viajé cuando
pude. No dormí. Me detuve lo suficiente para comer.

—No podría decir eso. Te despachaste ese pastel lo suficientemente


rápido.

—¿Qué puedo decir? Me gustan las anchoas —Ella le sonrió por sobre
el hombro donde él se reclinaba en una tumbona maltratada.

Él le dio sombra a sus ojos con el brazo doblado. Que piel tan blanca. Él
no salía mucho al sol, ¿verdad?

Sonya estiró una mano, sintiendo una alta brisa pasar por entre sus
dedos, recordando.

—A veces estoy en una calle y no sé como he llegado ahí. Como si


acabase de salir de un ofuscamiento. Tengo tan pocos recuerdos del último
par de años; lo poco que tengo sigue dando vueltas y vueltas.

—Pensé que tu raza pasaba la eternidad viviendo en una nube feliz en


algún lugar.

Ella colocó una juguetona mirada severa hacia él.

—En realidad, mi hogar era un poco eso cuando era joven.


Honestamente, había planeado seguir los pasos de mi madre como sanadora.
Incluso tenía mi elección de templos en mi top tres. —Ella se volvió y colocó
los codos en la baranda, apoyándose en ellos—. Entonces, algo pasó. Yo fui...
reclutada, supongo, a pesar de que nunca supe exactamente para qué —
Sonya se encogió de hombros—. Soy un Serafín. Somos obedientes a Su
Voluntad, sin preguntas. No necesitamos preguntar. Yo solo fui, y—bueno, lo
siguiente que sé es que esos monjes estaban allí, diciéndome que confiara en
mis instintos. Y esos sueños—supongo que estaba caminando dormida. Esta
piedra me guió. Siempre que me preguntaba si estaba en la dirección
correcta, ésta parpadeaba, y de alguna forma yo lo sabía.

—¿Hay algo detrás de ti?

—Si lo hay, no lo sé.

Jagger se retorció para sentarse derecho y se encorvó, los codos en las


rodillas, por un momento antes de levantarse y arrastrar la tumbona al lado
sombrío del cuarto.

Ella no lo culpaba. La ropa de cuero atrapaba el calor y, hasta ahora, era


todo lo que le había visto usar. Debía de estar cocinándose.

—¿Hay alguna clase de amenaza si fallas? —preguntó Jagger.

—Quieres decir, ¿como que el mundo caiga bajo la dominación del


Infierno? Así es como se siente. Pero, había algo en mi cabeza guiándome.
Diciéndome que te encontrara antes de que sea demasiado tarde.

Ella se volvió hacia la arrebatadora expansión de la cuidad detrás de


ella por algunos momentos.

—Pensé que te había encontrado ayer. La piedra se puso realmente


brillante y caliente. Aún no era el crepúsculo, y yo estaba tan cansada. Al
principio, estaba aliviada —Su expresión, más fácil de ver ahora que él no
estaba ocultando el rostro bajo su brazo, no delataba nada. Ella no esperaba
que lo hiciera—. Pero entonces, tuve un muy mal presentimiento. Lo que
fuera que estuviese allá fuera no debía encontrarme. Así que, me oculté.
Alguna vieja iglesia, creo, por como se sintió. Cuando el sol se elevó, la roca
se aquietó y entonces corrí.

—¿Dónde estabas?

—La primera persona que vi después de eso hablaba Jontu.

Jagger se mordió el labio inferior.

—Dijiste que la roca responde a la sangre de Tallon.

Ella asintió. —Mmm

—¿Algo más?
—No, si ellos me dijeron la verdad. Esa fue la primera vez que se
iluminó.

—El pueblo más cercano que aún usa Jontu está a ocho días de camino.
¿Estás segura...?

—Las señalizaciones viales estaban en Jontu.

—Bueno, eso lo aclara todo. Ningún otro pueblo es lo suficientemente


tonto como para usar esa lengua si tienen elección —Él cruzó los brazos y
echó la cabeza hacia atrás, mirándola con ojos entrecerrados—. Ocho días de
camino. ¿Y eso fue ayer? ¿Cómo...?

Ella negó con la cabeza. En este punto, no le importaba cómo había


viajado. Magia o maldición, ella había soportado ese tipo de cosas toda su
vida.

—Más importante: ¿quién?

Él no replicó. En su lugar se frotó la boca y miró más allá de ella, sin


parpadear.

Eso le hizo preguntarse si había algo detrás de ella y sintió la urgencia


de ocultarse. Luego de un momento, ella cayó en la cuenta de que él estaba
mirando más a los interiores que a los exteriores detrás de ella.

—¿Hola?

—¿Hmmm? —Jagger parpadeó.

—Pensé que no me estabas prestando atención.

—Estoy bien. Sólo pensaba.

Ella se apoyó contra la barandilla y cruzó los brazos, abrazándose las


costillas.

—¿Qué estabas haciendo ayer?

Jagger negó con la cabeza y frunció el ceño.

—No era yo, si eso es lo que estás pensando.

—¿Entonces quién?

Jagger suspiró y reclinó la cabeza contra el marco de la silla, lo


suficientemente fuerte como para hacerla estremecerse.
—Mi hermano.

Su boca jadeo un momento antes de que ella pudiera recuperar su voz.

—¿Tienes un hermano?

—Es un imbécil. No confío en él, y no le sigo el rastro.

Definitivamente no son buenas noticias, pensó ella. Ellos no me


advirtieron de otro hijo. Suavizando su expresión, ella asintió.

—Explica un montón de mierda —Él se puso de pie y se apartó el


flequillo húmedo de la frente—. Vamos adentro. Este calor se siente
demasiado como el borde del Infierno para mí.
Demonios
Usualmente, él pasaba esta parte del día durmiendo por falta de algo
mejor que hacer. Aunque su cuerpo no necesitaba dormir—y a pesar de que
nunca descansaba fácilmente—dormir vencía a tener un trabajo regular
diurno.

—Dijiste que yo podría "calmar tu dolor". ¿Qué tipo de dolor?

Ella abrió la puerta de acero con un suave tirón que lo sorprendió. Él


nunca dudó de la fuerza Serafínica. Era solo raro verla trabajar en una chica
delgada. Sin volverse, ella comenzó a bajar las escaleras.

—¿Alguna vez has sido cazado?

—No puedo decir que lo haya sido.

—Bueno, lo más cerca que puedo estar de describir el dolor sería decir
que es la misma sensación que sentiría un fantasma cuando es arrancado de
un cuerpo. Algo falta y hay un lugar vacío y una oportunidad muy fuerte de
que lo siguiente que venga a llenarlo sea muy, muy malo.

—¿Y te sientes mucho así?

Ella se detuvo sobre sus pasos pero no lo miró.

—Todo el tiempo.

—No sé cómo alguien como yo podría solucionar eso. No soy una buena
persona.

Volviéndose, ella lo miró. La luz entrando por la puerta hacía que su


clara piel brillara.

—¿Por qué dices eso?


—Yo asesino. No lo pienso dos veces. No me siento mal, y duermo muy
bien. Bueno, tal vez no duermo. Pero sabes lo que quiero decir.

—¿A quién, exactamente, matas?

Él se encogió de hombros.

—Chicos malos.

Ella sonrió, ese mareante brillo que lo mareó un poco.

—Así que eres un chico malo por defecto.

—Sigue diciéndote eso.

—No soy la que necesita ser convencida.

Su pesada mirada lo hizo sentir incómodo. No era la clase de mirada a


la que estaba acostumbrado a recibir. La suavidad de ésta frotó los duros
bordes de su espacio personal. Jagger se movió hacia ella para seguir
bajando las escaleras, solo que ella no dejó de mirarlo. Él definitivamente no
estaba acostumbrado a esa clase de escrutinio.

—Cierto, cierto —Enzo miró a Jagger y garabateó un par de notas—. Te


llamaré.

Jagger ni siquiera apartó la mirada de la pantalla de televisión.

—Deja que Lonis lo tome.

Enzo golpeó su anotador en la mesa.

—Han preguntado por ti.

—Y yo estoy contratado.

—¿Llamas a esto contratado? —El agente fue pisando fuerte hacia la


pantalla y la señaló—. ¿Otra noche de videojuegos?

—No puedo evitar que esa chica Lydia siga arruinando mis misiones.
Ese narcótico entra justo en mi línea de fuego cada vez.

—No has tomado un trabajo desde que ella llegó.

—Necesitaba algo de R y R.

Enzo suspiró.
—No confío en ella.

—Ella es una divinidad, Enzo. ¿Qué hay para no confiar? —Jagger


intentó con fuerza mantener una expresión seria pero no pudo evitar
sonreír. Enfermo sentido del humor pero, hey. Una risa es una risa.

Enzo no se estaba riendo.

—¿Más que en un natural aborrecimiento por los demonios, sin


mencionar nombres?

—¿Ves? Yo también tengo un odio natural por los demonios. Somos


como guisantes en una vaina.

—Mmmm —Enzo se golpeó la boca con un dedo delgado—. Y ella aún


está aquí... ¿por qué?

Jagger se encogió de hombros.

—Ella tiene algún tipo de misión.

—No es tu problema.

—Tal vez lo sea. Dijo que tenía órdenes de encontrarme. Que soy parte
de lo que sea que tenga que hacer.

—Gran cosa, Jag. Ella está de su lado. Tiene un montón de gente que
puede ayudarla. En caso de que lo hayas olvidado, estás en un equipo
realmente pequeño.

—¿Y? No juego bien con otros.

—Ellos no necesitan jugar contigo. Todo lo que necesitan hacer es


enviar una legión o dos para ayudar con esas puertas del infierno.

—No vamos a empezar esto de nuevo. Si quisieran ayudar, lo harían. Yo


quiero ayudarla, así que lo hago.

—Sabes, eso es lo que no entiendo. Tú trabajas por dinero, no por


caridad.

—Sí. Ese es el verdadero dolor en el trasero, ciertamente —Jagger


pausó el juego y dejó el control en su regazo, alcanzando su rostro con
ambas palmas—. Como que le debo ésta.

—¿La conoces? Pensé que dijiste...


—No a ella. Nunca le he visto antes. Pero ella dijo un nombre. Y ese
tipo... bueno, a él, lo conocía.

—¿Y le debes un favor? —La voz de Enzo era dura con la duda. Jagger
no podía culparlo.

—Le debo mi vida —Jagger agarró el control—. Él me crió.

—Oh. ¿Ese es el tipo? Pero ella dijo monjes. Tú creciste en un culto.

Jagger sonrió.

—¿No es todo monasterio como un culto?

—Por una vez, Jag —Enzo sonaba impaciente. De nuevo—. Me gustaría


obtener toda la verdad de ti. Solo una vez.

Enzo suspiró y se levantó para agarrar un libro de cubierta de cuero de


su mochila. Él pasó las páginas antes de encontrar la que quería

—¿Tuviste la oportunidad de mirar ese cristal?

—Nah —Jagger de pronto le pegó al control del juego—. ¡Vamos—


vamos—vamos—vamos—no! ¡Rayos! ¿Cómo llamas a eso? Lo golpeé ocho
veces, ¡pero no cayó! ¡Qué basura!

—¿El cristal, Jag?

—Sí, ¿qué hay con él? Ella lo lleva dentro de su camisa. Es aterrador
cómo se enciende cuando entro al cuarto.

—¿Sabes si podemos duplicarlo? Vendría bien en esos trabajos en los


que desapareces durante días.

—Solo si estoy inconsciente. U obligado. O teletransportado. Pero más


allá de eso, ¿cómo puedes quejarte? Siempre llamo si voy a llegar tarde —
Jagger se paró para estirarse, dejando caer el mando en un silla.

—Como sea, ella sería útil.

—¿Útil, cómo?

—No soy el único con la sangre de Tallon.

—Bueno, no estoy sorprendido. Los Arcademonios realmente


esparcieron su impía avena por ahí —La voz de Enzo estaba coloreada con
disgusto.
Él es solo humano, se recordó Jagger a sí mismo. A veces se le olvidaba
que Jagger no lo era. Luego de nuevo, Jagger había trabajado muy duro para
mantener controlada su sangre demoníaca, prefiriendo mantener su
impresión humana.

—Eso es cierto. Pero estoy pensando en una avena en particular.

—¿Acheron?

Jagger asintió, recordando la expresión atormentada que puso Sonya


cuando él dijo que tenía un hermano.

—Ella dijo que tuvo un parpadeo cerca de Jontu hacía como tres días.

Enzo retrocedió, sus ojos desenfocados y cayendo en el silencio.

—¿Crees que puedas llevártela de exploración?

—Es demasiada responsabilidad. Pero tal vez podamos tomar prestado


ese cristal suyo.

—No tú. ¿Cuál sería el punto?

—Duh. Ionis, tal vez. Él es el único que ha visto a Acheron alguna vez.

—Uh, él es tu gemelo, Jagger.

Jagger apretó la mandíbula y habló entre los dientes, las palabras en un


siseo.

—¿Cuántas veces tengo que recordártelo? Él no luce para nada como


yo.

—En tanto insistas en eso, no me preocuparé por ti —El teléfono sonó


y Enzo se volvió hacia el escritorio—. Es cuando te detengas que significará
que estamos en problemas.
Ángeles
En el fin de semana, el agente finalmente hizo que Jagger tomara un
trabajo. Sonya sospechó que su ofrecimiento por pagar la cena tenía algo que
ver con su súbito cambio de idea. A pesar de que él solo se había ido tres
horas a lo sumo, ella pasó cada minuto preocupada, esperando que
regresara. Caer en la cuenta de que no temía por sí misma solo hizo peor la
ansiedad.

Si algo le pasaba a Jagger, ella nunca sabría la razón por la que había
sido enviada a buscarlo.

Para pasar el tiempo, ella fue escaleras arriba y limpió el apartamento,


quitando telarañas y frotando la espesa capa de polvo de cada superficie. El
trabajo ocupó sus manos y calmó su mente—ella nunca había sido de las que
se sentaban ociosamente cuando había una tarea a mano.

No había muchos muebles en el apartamento; solo quedaban una cama


y un pesado armario. Tal vez todo lo que podía ser cargado y vendido lo
había sido. O destruido. Había muchos fragmentos de madera allí arriba.

Dentro del armario, ella encontró sábanas extra. Su seco olor


polvoriento le dijo que de aquí habían salido sus sábanas actuales. Después
de sacudir las sábanas para limpiarlas, ella las puso en la cama y entreabrió
una ventana para dejar que el cuarto respirara.

Ella supervisó su trabajo. Seguramente a él no le importaría que ella se


quedara allí arriba. Probablemente querría su sofá de vuelta.

Para cuando terminó, ella oyó sus pasos de botas en el umbral. Casi
saltó por las escaleras para bajar. Sonya se detuvo en el umbral.

—Estás de vuelta.

—Aún estás viva —Él la miró—. Eso es bueno.


Ella se sentó en el sofá y lo miró sacar su espada y colocarla en el
escritorio. Con un rodamiento de hombros, él se quitó su chaqueta con un
encogimiento, revelando el desgastado arnés de cuero que usaba sobre su
pecho desnudo.

Cuando volvió a tirar su chaqueta sobre el escritorio, la luz se deslizó


sobre su piel, revelando cada cicatriz e imperfección. Ella no pudo ignorar
esas marcas. Su madre había sido una sanadora, y ella era la hija de su
madre.

Jagger cayó en el sillón junto a ella y se inclinó para soltar las tiras de
sus botas. Una hendidura larga y delgada se arqueó sobre su hombro de la
espada. Sin pensar, ella la trazó con un dedo dubitativo.

Él se estremeció bajo su toque, pero no se apartó.

—Estas cicatrices son como un mapa de rutas —susurró ella—. ¿En


cuántos lugares terribles has estado?

Él se enderezó, pero no la miró.

—En todos ellos.

La oscuridad en su voz era fría y profunda. Le recordó a la forma en que


un niño lloraría por ayuda. No estaba acostumbrada a oírlo usar tal tono.

—¿Y fuiste solo?

—Cada paso del camino —Jagger se puso de pie y fue hacia el escritorio
donde aún yacían sus armas.

Él liberó cada arma de su funda, abrió la cámara, y sacó las balas en un


cáliz de latón—. Mi línea de trabajo no maneja tarifas de grupo.

Ella se quedó en el sofá y lo miró a través de sus ojos de Serafín. Su


espalda estaba rayada con una miríada de líneas plateadas, cada marca y
herida brillando. El brillo iba de pálido rosa a profundo rojo dependiendo
del grado de frescura. Ella nunca había visto tanto daño en un único ser vivo.

—Pero... ¿tú no trabajas todo el tiempo, verdad?

—El día que el Infierno se tome un día libre, yo también lo haré.

—Es una manera difícil de vivir.


—Es una vida dura. ¿Y qué? Cada uno tiene una cruz que cargar. Yo solo
tiendo a matar mucho con la mía.

Su blasfemia casual provocó un desacuerdo dentro de ella pero no lo


dejó mostrar. Sabía que él no tenía intención de insultarla.

—Date la vuelta, ¿por favor?

Él giró la cabeza.

—¿Por qué?

—Quiero verte —Ella se puso de pie y se compuso, fija la percepción de


Serafín—. Por favor.

Jagger colgó la cabeza, luciendo muy impaciente. Con un bufido


exasperado, se dio la vuelta en el lugar, sus botas resonando. Gesto
arrogante, la cabeza hacia atrás, y sus ojos retándola a decir algo. Pero estas
cosas solo las registró parcialmente porque cuando él se volvió a encararla,
la parte superior de su cuerpo completa—pecho, rostro, brazos—brilló con
las marcas de pasados insultos y heridas. Y la forma de hoz quemada en la
piel sobre su corazón...

Ella se estremeció, enferma por verlo de esta forma. La sangre de su


madre sollozó ante la idea de la clase de agonía que él debió haber
soportado para estar allí de pie ahora, tan marcado y herido. Cubriéndose
los ojos, ella apartó la percepción de Serafín y luchó contra las lágrimas.

—Hey —Él estuvo frente a ella en unos instantes, apartando sus manos
e inclinándose para ver su rostro puesto hacia abajo—. Hey, ¿qué ocurre?

—Tú. Has pasado por tanto. Solo mírate.

—Prefiero no hacerlo. No soy un tipo bonito.

—Jagger. Esas cicatrices. Tienes incontables heridas. No puedo ver ni


una parte de ti que no esté herida —Ella levantó los ojos, las lágrimas
acumulándose en sus pestañas inferiores—. Déjame ayudarte.

—¿Qué eres, una cirujana plástica?

Ella tragó y recompuso parte de su compostura.

—Mejor.

Él pareció alarmado y retrocedió sobre sus talones.


—No querrás decir...

—Sí, lo hago —Ella sostuvo sus manos y le impidió apartarse. Esto se


sentía correcto, esta decisión. Tenía que ser parte de su misión. Su sangre de
Serafín rogaba por una oportunidad de hacer un buen trabajo. Se estiraba
dentro de ella, acelerando su pulso.

—Puedo arreglar algunas de estas.

Sus ojos se movieron.

—Ah, no creo que sea una buena idea, muñeca. Nuestras especies no se
mezclan bien.

—Oh —Ella lo miró, la insertes jugando en sus ojos abiertos de par en


par. Por primera vez, ella dudó de sí misma. ¿Qué le pasaría a un demonio
una vez expuesto a su divinidad?—. No pensé en eso.

Él se soltó de su agarre.

—Sí, bueno. Ese es mi trabajo. Pensar siempre un paso por delante.

Jagger se movió y caminó hacia el escritorio, abriendo su chaqueta y


sacando los viales de agua bendita de dentro de los bolsillos. El agua estaba
fresca, brillando con calidez perlada. Divinidad diluida.

Ella notó que él no tenía reparos sobre manejar agua bendita y lo tomó
como una buena señal. Sin una palabra, ella caminó detrás de él, deslizó las
manos por su pecho, y presionó un beso contra el hombro de la espada
herido.

Su esencia tintineó en su piel, fluyendo por el borde de la cicatriz en


una oleada de calor. Jagger gritó y arqueó la espalda pero ella lo sujetó con
rapidez. La cicatriz brilló, se suavizó y se desvaneció, hasta que solo quedó
piel perfecta. Solo una vez que se hubo completado la sanación, lo dejó ir.

Jagger se acostó pesadamente en el escritorio, las palmas sudorosas y la


cabeza baja. Su respiración era dificultosa.

¿Ella había hecho más daño? Su corazón se estremeció. Ella nunca


quiso hacer eso.

Él se movió y se sentó contra el escritorio, sosteniéndose al borde como


si temiese que fuese a colapsar. Sus ojos estaban abiertos de par en par, las
pupilas hinchándose hasta que sus iris quedaron reducidos a finos anillos.
—¿Qué me has hecho?

—Curé esa herida en tú... —Ella tragó con fuerza—. Era tan terrible, no
pude evitarlo... por favor, no quise hacerte daño.

—Tú... no lo hiciste —Él levantó el brazo y volteó el hombro, arqueando


la espalda y estirando el brazo frente a él—. Solía trabarse en este punto.
¿Qué tan profunda fue esa cosa?

Él se estiró detrás de su espalda por su espada, alzándola en un arco


sobre su cabeza para deslizarla en la funda a su espalda. Él movió las
muñecas, ladeó el cuello, luego se estiró para liberar la espada.

Y sonrió.

Lo repitió dos veces más, enfundando el arma y sacándola de nuevo,


antes de colocarla de nuevo sobre el escritorio.

—Wow. No había sido capaz de hacer eso desde que cerré el portal de
Arthers. No está mal, muñeca. Para nada mal.

—Entonces... —Ella lo miró, viéndolo quitarse el arnés con un


encogimiento—. ¿No te hizo daño?

—Oh, dolió bien. Esa mierda pica. Pero, ¿sabes? al final fue un poco... —
Él se frotó la boca y desenfocó la mirada—. Un fresco brillo, como pimienta.

—Creo que duele más o menos, dependiendo de la severidad. Había un


músculo desgarrado debajo. Pero ésta... —Ella se acercó e indicó una fina
línea en su brazo pero no lo tocó—. Esto solo está en la superficie —Ella
ladeó la cabeza—. No tomaría mucho.

—¿No vas a besarme de nuevo, verdad?

—Oh —Ella se mordió el labio inferior—. Es como aprendí a sanar. Mi


madre, ella besaba una rodilla raspada o un dedo raspado. Sabes, hacer que
el "boo—boo" se vaya. Su sanación siempre estaba conectada al profundo
amor que sentía por mí. Yo nunca...

—¿Nunca intentaste solo mover un dedo mágico?

—Nunca intenté sanar a nadie antes. A un extraño, quiero decir.


Supongo que solo reaccioné.

Jagger la consideró por un momento.


—He pasado por cosas peores —Él se encogió de hombros y levantó el
brazo—. Juego.

Ella acunó su antebrazo, inclinándose para presionar un beso en la


cicatriz. Se calentó como un sonrojo bajo sus labios.

Apartándose, ella inspeccionó la piel. La cicatriz se había desvanecido.

—Eso hizo cosquillas —dijo él.

Algo en sus ojos la hizo estremecerse en su contacto. Había algo no


dicho en su mirada. Él se aclaró la garganta como para hablar...

Un sonido de estallido sonó en el porche, un estruendo que hizo


temblar el suelo. La mirada de Sonya voló a la puerta.

La cerradura traqueteó y la puerta se abrió con fuerza, golpeándose


contra la pared. El umbral estaba lleno con una montaña de carne y cuero.
Era el hombre más grande que Sonya hubiese visto.

Ella se apartó sin pensar.

Él levantó su brazo para escudarse parcialmente, riéndose.

—Ionis, trae tu trasero aquí. La estás asustando.

Sonya se mantuvo detrás de Jagger, mirando al hombre llamado Ionis.


Era enorme. Y humano. Ella parpadeó, la boca abierta. No pensaba que los
humanos creciesen tan grandes.

Ionis cerró la puerta con una risa profunda.

—Lo siento, señorita. No sabía que hubiese nadie aquí —Él se inclinó
profundamente ante ella—. Soy Ionis, hijo de Berkhall. A su servicio.

—Mi compañero —Jagger se rascó la cabeza—. Lo siento, Sunny, yo...

Ella se encogió de hombros. No había sentido en volver a donde lo


habían dejado. No enfrente de otra persona.

—Tienen negocios. Les daré privacidad —Sonya se volvió hacia Ionis—


. El placer es mío, señor.

Ella se retiró a la apagada quietud del apartamento de arriba, el tacto


de la piel de Jagger en sus labios cosquilleando en su memoria.
Demonios
—No se está poniendo nada mejor allá abajo —Ionis deslizó una
inmensa hacha fuera de la funda de su cadera y la apoyó contra el escritorio.
Volviéndose hacia un pequeño refrigerador en la pared, abrió la puerta y
rebuscó entre el hielo para sacar una botella de cerveza—. Esa puerta del
infierno se pone más caliente cada semana.

—¿Hmmm? —Jagger había estado mirando hacia la puerta del


apartamento, perdido en sus pensamientos. Él negó con la cabeza para
aclararla, frotándose el brazo—. Es por él.

Ionis suspiró.

—¿Así que está cerca?

—Tiene que ser. Vi esto antes, en Anthers. Acheron y la puerta se


alimentaban el uno al otro. Él descubrió como canalizar la energía.

—Mira, Jag —Ionis abrió la cerveza y la vació en tres grandes tragos—.


Sé que no quieres oírlo, pero no tenemos opción. Tenemos que alcanzarlo y
derribarlo.

Jagger se sentó en la silla del escritorio, balanceándose en sus patas


traseras.

—Tiene que haber otra forma.

—No la hay, y lo sabes.

El rostro de Jagger se tornó ilegible, vacío de toda expresión.

—Él es mi hermano.

—Y él intentó matarte, más de una vez. Tú mismo lo dijiste—se está


poniendo tan fuerte como lo era en Anthers. Casi te venció en Anthers.
—Eso fue pura suerte. Él no puede vencerme. Estamos igualados.

—Sí, pero él tiene ayuda del otro lado... —Ionis cruzó los brazos—. Ese
portal era lo suficientemente estable como para permitir el paso a un nivel
bastante alto de demonios. Esos de tercera casta tomaron todo lo que
teníamos.

—Y lo conseguimos, compañero. Tienes que estar orgulloso de eso.

—¿Te estás volviendo arrogante, Jag? No creo que necesite recordarte


quién es de primera casta. Una vez que él pase, se acabó.

Jagger se frotó los ojos. Toda esta charla sobre Lucifer le hacía doler la
cabeza.

—Él no pasará. Anthers no se repetirá aquí. Sólo necesito tiempo para


que se me ocurra algún plan.

—Tengo uno. Matar a Acheron.

—Escucha. No voy a matarlo, ¿está bien? No puedo.

—Él no es como tú, hombre. Tú no puedes esperar...

Jagger se puso de pie, la silla cayendo detrás de él y cayendo contra la


pared.

—No lo hago. ¿Está bien? Es solo que no puedo matarlo. Él refleja todo
lo que hago. ¿Cuántas veces he ido contra él? Ni siquiera puedo contar todas
las veces. No puedes entender. Es la maldita sangre de mi padre. Lo
reconoce. Está jodido, lo sé. Y eso me vuelve loco —Jagger dio vueltas al
escritorio y se paró pecho contra pecho con Ionis—. Sé que él tiene que
morir. Todo lo que ha hecho—estas malditas puertas del infierno. —Él se
detuvo, cerrando los puños. Su odio por Acheron iba mucho más profundo
que las puertas del infierno. Iba todo el camino derecho a los recuerdos más
tempranos de Jagger—. Sé que solo se terminará cuando él esté muerto.
Pero no puedes derrotarlo. Y yo tampoco puedo hacerlo. Todo lo que puedo
hacer es evitar que salte sobre mí.

—Tiene que haber algo que podamos hacer. Si el consigue algo como en
Anthers, hará permanente esa puerta.

Jagger extendió los brazos.

—¿Entonces qué crees que deberíamos hacer? ¿Rogar por un milagro?


Un crujido en el escalón detrás de la puerta cerrada captó su atención.
Fue lo suficientemente leve como para que Jagger estuviese seguro que Ionis
no lo había oído. ¿Cuánto había escuchado ella?

Él se frotó la boca. No importaba lo que ella supiera. Probablemente


estaba acostumbrada a su sarcasmo para entonces. Los medio demonios no
estaban precisamente altos en la lista de receptores de milagros. Él solo
tenía lo que se hubiese ganado, por lo que hubiese luchado. Era la única
devolución que había esperado siempre.

Jagger le dio la espalda al escritorio donde yacían sus armas y no habló


más. Ionis, acostumbrado a los hábitos de Jagger, simplemente reunió su
equipo y aceitó su armadura. Agarró otra cerveza antes de marcharse para
casa, dejando a Jagger solo en la oficina.

El sonido de pasos y de distante canto sobre su cabeza le hizo levantar


la mirada. No exactamente solo, pensó él.

Nunca había habido pasos sobre su cabeza por el tiempo en que él se


había estado quedando en este edificio. Era raro. Casi inquietante. Y aún así...
reconfortante. Jagger se desnudó hasta los pantalones y cayó en el sofá, un
brazo arqueado detrás de su cabeza. Un cosquilleo en el antebrazo le hizo
inspeccionar la piel. Esa cicatriz se había ido definitivamente. Bajando el
brazo al rostro, él inhaló la esencia de ella, persistente por su toque.

Jagger miró hacia el techo mucho después de que cesaran los sonidos.
Ángeles
Sonya se quedó acostada despierta mucho después de que se elevara el
sol, pensamientos agolpándose en su cabeza. No podía dormir por todo el
ruido que estaba haciendo su cerebro. Se sentía culpable por haber espiado
a los hombres después de que ella los dejara. Sólo había tenido la intención
de esperar por otra oportunidad de hablar con Jagger. Sin embargo, la
conversación había tomado un tono sombrío, dejando poca oportunidad a
recrear un intercambio íntimo. ¿Era ésta la razón por la que había sido
enviada a encontrar a Jagger? Ella estaba más que familiarizada con las
puertas del infierno—su especie había estado luchando para cerrarlas
durante milenios—pero esta era la primera vez que encontraba a un no-
divino luchando contra ellas.

Un hombre tan complejo, murmuró ella. Jagger tenía más en su


naturaleza que sangre de demonio. Su espada era doble naturaleza. Su
cuerpo era de doble naturaleza. Tal vez... ¿su alma también tenía doble
naturaleza?

Y él tenía un alma, estaba segura de ello. Ella había visto dentro de ella
y la había visto de primera mano.

Así que Sonya se quedó acostada bajo las mantas, sintiendo cambiar el
aire con la llegada del amanecer, escuchando desvanecerse los sonidos de la
noche con el amanecer. Un demonio que lucha contra las fuerzas de Lucifer.

¿Un rebelde? No, él no podía ser tan superficial. Algo más lo llevaba a
luchar contra su hermano, algo más fuerte que el Lucero del Alba mismo. Las
rebeliones contra Lucifer nunca duraban mucho. Él era la fuente de poder de
todo demonio. Las rebeliones fallaban porque Lucifer simplemente tomaba
de nuevo su poder de los demonios rebeldes.

Después de todo, Lucifer era el último rebelde. Su orgullo no le


permitiría a nadie eclipsar su oscura luz.
La pregunta era: ¿Jagger tenía ese mismo peligroso orgullo?

Ella apretó los ojos con fuerza y susurró una plegaria. Todo ángel sabía
que el orgullo venía antes de una caída.

En los días que siguieron, Sonya cayó en una rutina. Meditaba y rezaba
cuando Jagger salía a trabajar, buscando profundamente en ella alguna clase
de pista. Ella había sido criada para sanar, para nutrir. ¿Qué podía hacer ella
para cerrar una puerta del infierno? ¿Y si la puerta del infierno era solo
secundaria a su misión?

Ahora, no era la desesperada urgencia dentro de ella lo que la guiaba;


fue el cansancio que vio en la expresión de Jagger cuando pensó que ella no
estaba mirando. Jagger no se daba cuenta de lo mucho que ella podía ver.
Jagger tampoco se daba cuenta de lo mucho que se estaba acercando
Acheron a su oficina—y a ella.

Sonya comenzó a salir de la oficina para ir a caminar, usualmente


cuando llegaba Enzo. Ella lo ponía incómodo, lo sabía; los signos humanos de
sospecha y ansiedad eran simples de detectar. Ritmo cardíaco, temperatura
de la piel, transpiración—señales obvias de que a él no le agradaba cuando
ella andaba por alrededor.

Enzo nunca era rudo con ella... pero ella no quería provocarlo tampoco.
Jagger lo valoraba. Ella pensó que era mejor si evitaba al agente y lo dejaba
concentrarse en su trabajo.

Salir de noche no era la idea más atractiva pero Sonya había sido criada
en una cultura del sacrificio. Era lo correcto. Aún así, siempre dudaba en el
pórtico, insegura de si se aventuraría a salir.

Cada vez, la vibra de alivio de Enzo la hacía salir del porche y a la


condenable noche, poniendo toda su fe en el Único al que servía.

Esta ciudad era basta, extendiéndose durante millas en cualquier


dirección. La oficina de Jagger estaba situada en un viejo vecindario en uno
de los suburbios. Una vez, ésta había sido un área hermosa—la arquitectura
era espléndida, aunque no bien conservada, y un parque sobrecrecido yacía
cuatro manzanas al este.

Ella no tuvo que aventurarse lejos para descubrir dónde estaba la


puerta del infierno. No pudo acercarse mucho a ella—ningún Serafín no
entrenado lo haría, no sin una armadura y una legión detrás de él—pero ella
podía sentirla, olerla, oírla en el viento.

Un viejo granero se encontraba situado en la frontera más lejana de la


ciudad, en un barrio ahora desierto de los humanos que se habían cansado
de los eventos sobrenaturales que plagaban el abandonado parque
industrial. El aire que rodeaba el área era estancado, espeso, lento, llevando
a una sensación de claustrofobia.

La puerta del infierno tenía que ser parte de la razón por la que ella
había sido llevada a Jagger. A pesar de que Jagger lo desaprobaría, tenía que
acercarse. Sus instintos le decían que una respuesta yacía cerca.

Ella no podía permitir que el miedo la detuviera. Ya había llegado


demasiado lejos.

Una tarde, llegó tan lejos como lo estaba la barrera externa, una
estructura como una burbuja que ella sintió más que vio. Era una película
tenaz que olía como basura cocida y restos humanos. Sonya se cubrió la
nariz ante el repulsivo hedor y se apartó pero antes de que pudiera girarse y
alejarse apresuradamente, el cristal se estremeció y creció en brillo.

Sonya se detuvo y miró alrededor.

—¿Jagger? ¿Eres tú?

Ella miró a través de la oscuridad, usando la percepción Serafín. En la


distancia, profundamente dentro de la barrera, ella vio una figura parada en
lo alto de una jaula de acero a unos cincuenta pies. La luz de la luna
arrancaba destellos del cabello plateado.

Con un suspiro de alivio, ella comenzó a ir hacia él. La barrera la


repelió.

—Jagger —llamó ella—. Estoy justo aquí.

La figura no respondió. En su lugar, ladeó la cabeza hacia ella. Sus ojos


brillaron con un enfermizo destello rojo.

Ese no era Jagger. Él no tenía ojos tan siniestros.

Sonya corrió y no bajó a velocidad hasta mucho después de que el


cristal se hubo aquietado.
Ella mantuvo lo ocurrido para sí misma, temerosa de que Jagger se
enfadara cuando supiera de lo cerca que ella había estado de la puerta del
infierno. Esa fue la última vez que se aventuró afuera de noche. En su lugar,
se paseaba por el techo, buscando una respuesta en los cielos.

Pasaron los días, creciente la urgencia de su misión. Ella intentó ignorar


la opresión de la habitación, convenciéndose de que la sensación venía de de
estar encerraba. Ella ansiaba el momento tarde en cada noche cuando el
cristal brillaba, diciéndole que Jagger había regresado.

A pesar de que nunca retomaron su conversación íntima, aún parecían


llevarse bien. Sonya lo atrapó sonriendo en un número de ocasiones, a pesar
de que él siempre se esforzaba por ocultar la expresión. Ella imaginó que él
estaba preocupado sobre perder su áspera indiferencia.

Él nunca preguntaba cuándo se iría ella, nunca cuestionó su supuesta


misión o sus planes. Él simplemente esperaba que ella estuviese allí cuando
regresaba de un trabajo.

Una noche, mucho antes de lo que ella esperaba su regreso, el cristal


brilló de pronto, entrando en actividad.

Ella había estado meditando profundamente cuando el calor se volvió


demasiado fuerte como para ignorarlo. Extinguiendo su vela, Sonya abrió la
puerta del apartamento, esperando ver a Jagger parado fuera.

El pasillo estaba vacío. Sonya miró por la esquina y escalones abajo,


pero no vio a nadie.

Con el ceño fruncido, Sonya volvió a entrar y encendió la vela otra vez.

—Debió ser una tontería —murmuró ella.

—Nop. Soy solo yo, querida —Ella se volvió para ver una figura oscura
agachada sobre el alfeizar de la ventana abierta. Cabello plateado. Ojos rojos.
Los mismos que había visto en la puerta del infierno.

Él aulló como un lobo hacia ella—. Bueno, hola, hermosa.

Sonya gritó y corrió escaleras abajo, cargando directamente hacia Enzo.


El hombre parecía tan sorprendido que saltó de su silla y la atrapó,
sujetándola y tratando de calmarla. Todo lo que tuvo que hacer fue
mostrarle el cristal, brillando con calor. Eso trajo la verdadera naturaleza de
Enzo.
—¡No te muevas! —Él extendió una mano hacia la puerta del
apartamento. Se cerró con fuerza. Un trozo de tiza grumosa apareció en la
mano de Enzo. Él dibujó un círculo protector alrededor de ellos en las tablas
del suelo, canturreando por lo bajo. Sacando un pequeño cuchillo de su
bolsillo, deslizó el pulgar y dejó caer la sangre en la línea de tiza. Un chispazo
de luz roja corrió alrededor del círculo. Cuando se cerró, un velo de energía
brilló desde el suelo, abarcándolos dentro de un círculo de magia.

Magia de sangre. Sonya cayó en la cuenta de por qué Enzo estaba tan
asustado de ella. La magia de sangre era un pecado.

Ellos se quedaron de pie, pecho contra pecho, sin ningún lugar al que
mirar más que al otro. Él apretó los labios en finas líneas, el desafío en su
mirada.

Ella suavizó su expresión y batalló la urgencia de rezar. Éste no era el


momento. Había una amenaza mucho más inmediata, y Sonya tenía que
tomar una decisión—denunciar su manifestación de pecado, o admitir que
ese mismo pecado les estaba salvando la vida.

—Gracias —susurró ella.

Enzo meramente asintió y bajó la mirada, antes de atraerla hacia su


pecho en un abrazo de refuerzo. Ella cerró los ojos, dándole la bienvenida a
la comodidad.

Ellos se quedaron de pie hasta que el cristal parpadeó y se apagó,


esperando a que se enfriara. Cuando parecieron estar fuera de peligro
inmediato, él raspó una sección del círculo. La luz cayó hacia el suelo como
arena, deslizándose entre las tablas. Cuando los granos se fundieron, el
círculo se desvaneció con ellos.

Ella se hundió en sofá mientras Enzo hacía notas y tomaba llamadas.


Cuando el cristal se encendió de nuevo, el hombre le hizo un gesto para que
se quedara en el sofá mientras él apuntaba un lanza misiles hacia la puerta,
el proyectil conteniendo una cabeza cargada de agua bendita.

Jagger entró pesadamente por la puerta, luciendo más sangriento de lo


usual. Y era Jagger, Sonya lo supo, no ese demonio de ojos rojos que usaba su
rostro. Sólo necesito el más leve de los roces contra su núcleo para saberlo
sin ninguna duda.
Sonya se lanzó hacia él, los brazos estirados, y lo abrazó en un apretado
abrazo.

—Oh, Jagger, gracias a Dios que eres tú.

Él gruñó con sorpresa pero no la apartó. Enzo describió brevemente el


extraño evento de la noche, sin detenerse ni un poco para aventurar una
suposición como para identificar al invasor. No lo necesitaba. Jagger apretó
más a Sonya. Él lo sabía.

—Tengo cosas de aquí, Enzo —Jagger deslizó libre la espada y la colocó


en el escritorio.

Su movimiento hizo que Sonya fuese muy consciente del latido de su


corazón contra su mejilla. Ella dejó caer los brazos, ocultando su rostro y su
acalorado sonrojo.

—¿Quieres que llame a Ionis para que venga aquí? —Enzo levantó el
teléfono.

—Nah —Jagger dejó de rebuscar en el pequeño refrigerador y sacó una


botella—. Lo tengo controlado.

Enzo hundió la cabeza en un corto asentimiento hacia Sonya antes de


abrir la puerta para irse. Sonya movió los dedos en un pequeño saludo.

—Lo siento —Jagger extendió la botella hacia Sonya.

Mango pop, decía la etiqueta. Ella la tomó con una sonrisa agradecida.

—No, yo soy la que debería lamentarlo. Realmente lo asusté. No debí


exagerar así.

—No lo hiciste. Estabas en serio peligro, e hiciste lo correcto. Maldición


—Él abrió los agarres de su arnés—. No necesitaba que él supiera sobre ti.

—Eso es mi culpa —admitió ella—. He estado saliendo a caminar. Solo


para librar a tu compañero de mi distracción estando aquí. Sé por qué él
estaba tan incómodo.

—Sabes que solo quiero gritarte por eso —Él la miró por un
momento—. Sabes, sí gritaré. ¿Por qué hiciste algo tan estúpido?

—¿Estúpido? ¿Qué hay de estúpido sobre querer saber por qué estoy
aquí en primer lugar? Sé que no fui arrancada de mi mundo porque el más
alto de los poderes quisiera que experimentara un cambio de escenario. Hay
una razón por la que fui enviada a ti. No voy a descubrirla sentada alrededor
de esta casa.

—Tampoco vas a descubrirlo si Acheron te atrapa. Sólo estarás muerta.

Ella se recompuso.

—¿Realmente era él, cierto?

—Suena así.

Ella negó con la cabeza.

—No puedo creerlo. Pensé que eras tú. Ese cabello, esos hombros. Pero
sus ojos...

Jagger asintió.

—Sí. Sus ojos son algo más.

—Bueno. Tú estás aquí. Casi es el amanecer. Vamos a lavarte —Ella se


frotó la mejilla donde una mancha de su sangre se había secado en un
pegajoso parche. Él gruñó.

—Oh, no. ¿No vas a lavarme, verdad?

—Por supuesto que no —Ella se encogió de hombros—. Sólo quiero


asegurarme de que no hay nada serio bajo esa sangre.

—No necesitas molestarte.

—No me entiendes, ¿verdad? —Sonya se frotó la boca. La noche le


estaba pasando factura—la ansiedad, el miedo, el alivio—tantas emociones
de alta energía. Incluso su nervio Serafín podría soportar tanto. E incluso
después de todo este tiempo, él aún no entendía quién era ella—. No puedo
ignorar tus heridas. Por favor, será rápido. Las heridas frescas sanan rápido
si las alcanzo a tiempo.

Él buscó su rostro por un momento, antes de dedicarle un ligero


asentimiento.

Inhalando profundamente, ella cerró los ojos, usando solo su


percepción Serafín para mirarlo. Inmediatamente, ella vio cada corte, cada
arañazo, una fractura del grosor de un cabello en su cadera. Gentilmente, ella
se estiró y apartó su chaqueta, intentando evitar abiertamente las heridas
que estaban pegajosas de sangre. El daño era extensivo, con algunas heridas
penetrando su grueso abrigo largo de cuero para raspar su pálida carne.

Lágrimas se agolparon en sus ojos, agolpándose en sus pestañas. Verlo


tan herido, tan vulnerable, le hizo olvidar que él era medio demonio, medio
enemigo de todo lo que ella había conocido. Ella vio sólo al hombre, la
persona que acogió a una extraña simplemente para ayudarla en su misión,
el soldado que ponía su vida en la línea para presentar batalla con el Infierno
mismo. Él hacía esas cosas sin esperar nada a cambio. Desinteresadamente.
Sacrificio. Esas cosas, ella las entendía. Ella sentía una conexión con él que
nunca antes había notado. Nunca la había esperado.

Ella se inclinó hacia él preparándose para sanarlo. Recordando lo que él


había dicho una vez sobre "mover un dedo mágico", ella dudó. Levantando
las manos, ella extendió una parte de su aura, rodeándolo en su espíritu
sanador.

Ella lo oyó suspirar, y entreabrió los ojos para verlo sentado en el borde
del escritorio, la cabeza echada hacia atrás, sus propios ojos cerrados. Los
rastros de sangre se habían ido, su piel tan inmaculada como nunca antes la
había visto.

—Eso se siente mejor —Su voz era baja—. Me habría curado para
mañana pero tengo que decir, no me molesta más pronto que tarde.

—Yo también me siento mejor. Realmente no sabes lo difícil que es ser


una sanadora y tener que verte entrar después de una batalla —Ella cruzó
los brazos y lo miró—. Ahora si solo me dejaras hacer algo con las cosas
viejas.

—Diablos, tuviste una noche dura, cariño —Él se encogió de


hombros—. Tal vez una o dos cicatrices no me matarán. Sólo que así te
sentirás mejor, quiero decir.

—¿De verdad? ¿Haces eso—soportas una Sanación—por mí?

—No es como si no saliera ganando con el trato. Arreglaste mi hombro


cojo, ¿recuerdas?

—No voy a discutir. Realmente necesito esto. He sido... —Ella entrelazó


los dedos, sujetando sus manos a su pecho—. Gracias —terminó ella
simplemente—. Así que —Sonriendo, ella fingió revisar su pecho—. Que
desastre. ¿Dónde debería empezar?
Él devolvió la sonrisa, una ladeada arrogancia que ella encontraba
entrañable.

—Esto tal vez no sea tan malo. Había olvidado cómo era ser manoseado
por una linda mujercita.

Ella le frunció el ceño.

—Esto es puramente clínico.

—Está bien, está bien. Olvida que dije algo. Aquí, ¿qué hay de ésta? —Él
señaló al costado de su cuello, donde un nudo de cicatriz fibroso se hundía a
través de su clavícula hasta su garganta—. Ésta pica bajo mi correa.

Ella se estiró para apartar el cabello. Su respiración se aceleró ante el


contacto de ella. Sus ojos se encontraron por un momento, y Sonya dudó. Él
se mordió los labios y asintió.

Sonya se levantó sobre las puntas de los dedos y presionó sus labios
contra el costado de su cuello, volcando todo lo que tenía en el contacto. Ella
lo alcanzó son su magia, su anhelo y su esperanza y deseo para aliviar su
dolor. Su corazón se disparó, sabiendo que pronto se perdería en la
sanación, perdida en la luz y la velocidad de la Voluntad de Dios.

De una sola vez, ella fue consciente de él—sintió sus hombros bajo sus
manos, su carne contra su boca. Ella inhaló la esencia de su piel, captó el
ritmo de sus latidos. Tantas sensaciones—Sonya estaba sobrepasada, su
cabeza acunada, atrapada entre su cuerpo y su alma. Ella no podía ignorar a
uno sin revelar al otro.

Ella los aceptó a ambos. No era como nada que hubiese experimentado.
Cuando se tambaleó, él le rodeó la cintura con un brazo y la estabilizó. Sus
labios en su garganta, ella lo sintió tragar, sintió que la piel se entibiaba con
lo primero del torrente de sanación.

Jagger jadeó una inhalación afilada de apresurada respiración. El


sonido la conectó a tierra, apartándola del borde de recién descubierto
éxtasis. Alarmada, ella intentó apartarse pero él no la dejó ir. En su lugar, la
acercó más, acunando su cabeza con la mano libre.

—No —murmuró él—. No te detengas.


Ella sostuvo el toque sanador más allá del momento cuando la piel
estuvo renovada. Cuando ya no pudo justificar su cercanía, se apartó y pasó
los dedos por su cuello.

Él cerró los ojos y se relajó. Su reacción la turbó.

—No era profundo —dijo ella—. No debió haber dolido.

Cuando él la miró, sus ojos oscuros no delataban nada.

—No dolió.

—¿Pero por qué...?

—Porque fue lo más increíble que he sentido —Él dejó caer su brazo,
soltándola—. Y me asustó.

Ella lo miró por un largo y silencioso momento. Sus flequillos, colgando


sueltos sobre un ojo, temblaron ligeramente. ¿Qué le había costado decirlo?
Seguramente más de lo que ella había estado dispuesta a pagar alguna vez.
Estaba mal esperar tanto de él, especialmente dado que ella fue la que se
apareció en su puerta, buscando ayuda. No tenía derecho a demandar un
premio emocional de él, no cuando ella era la que pedía. Y a pesar de que ella
no quería más que pagarle con lo único que tenía para ofrecer, no podía
forzarlo a ello.

No cuando lo hería de esta forma.

Ella asintió una vez, bajando los ojos, castigada.

—Lo siento.

Volviéndose, ella se apresuró escaleras arriba hacia su cuarto y cerró la


puerta antes de que comenzaran a caer las lágrimas. Lo último que esperaba
era que Jagger abriera la puerta detrás de ella.

Su respiración era esforzada, como si hubiera subido a toda prisa.


Incluso su aura estaba enturbiada, el malestar corriendo por sus venas.
¿Había ella agitado su sangre de demonio con su descaro?

El corazón de Sonya martillaba contra sus costillas. Ella no se volvió,


temerosa de enfrentar su reproche. Había ido demasiado lejos.

Sonya presionó las manos contra su boca, conteniendo el aliento. Los


ojos cerrados con fuerza, contuvo el aliento. Lo último que quería era que él
la oyese llorar.
—Hey —Su voz era baja, áspera con emoción—. Sunny...

No había ira en su voz, no había reprimenda. Insegura de lo que vería,


se volvió hacia él. La angustia jugaba en su expresión, sus ojos llenos de
conflicto.

—No llores. Tú no... no quiero que pienses... —Él parecía tener


problemas en encontrar las palabras—. No merezco...

—Jagger, te lo dije —Ella tragó por el nudo que tenía en la garganta—.


Soy una sanadora. Es un trabajo que tengo que hacer.

—Por favor, no digas eso —Él se estiró detrás de sí para cerrar la


puerta y se apoyó contra ella—. Toda mi vida es un trabajo detrás de otro.
Por favor no digas... —Él se encogió y dejó caer la cabeza, pareciendo
estudiar el suelo—. No quiero ser sólo un trabajo para ti.

Su voz, tan dolorida, se abrió paso a través de ella, trayendo lágrimas


de otra clase. Acercándose a él, le levantó la barbilla y le pidió que la mirara.

—No lo eres. Nunca podrías serlo.

Jagger pasó las palmas sobre sus brazos, pareciendo aliviado e


incómodo al mismo tiempo.

—No sé qué hacer. Nunca me sentí así. Es... no soy yo.

Ella negó con la cabeza.

—Eres tú, Jagger. Es solo que no has visto este lado tuyo antes.

—Así que... —Lamiéndose los labios, él se acercó—. ¿Qué hacemos


ahora?

—Bueno —Ella sonrió y se apoyó contra él, apoyando la cabeza contra


su pecho. Su corazón marcaba un ritmo rápido y estable—. Sanar no es lo
único que puedo hacer con mi beso.

Su toque en sus brazos se tensó, los dedos presionando en su carne. Él


la soltó, dejando caer las manos.

—Sí, bueno. No sabes lo que yo puede hacer con mi beso —Jagger se


retiró, la mirada apartada—. Te has olvidado de lo que soy.
—No, no lo he hecho —Sonya se estiró por su rostro, una leve presión
en su fuerte mandíbula, para llevarlo a mirarla—. Eres un hombre valiente
que no se da el suficiente crédito.

—Porque no soy un hombre —su voz era amarga—. Soy un demonio.

—Tienes una herencia mezclada, como yo. Puedes elegir que


naturaleza prevalece, Jagger, como yo puedo hacerlo —Ella miró a sus ojos
grises, viendo su tormento, queriendo alejarlo. Ningún hombre merecía
estar tan lleno de conflicto, especialmente Jagger. ¿No había visto el conflicto
suficiente para que durara vidas enteras?—. Yo elijo esta base en común que
compartimos. Elijo estar cerca de ti, sin miedo.

—¿Y qué si yo no puedo apagarlo? No me conoces —Él volvió la cabeza


de nuevo, la duda y la ira recorriendo su expresión.

Ella tomó su mandíbula de nuevo, más firmemente.

—Sí te conozco.

Sonya lo sostuvo rápidamente y miró más profundo en sus ojos,


sumiéndose a sí misma, a su esencia, en sus lugares más profundos. Ella no
estaba equivocada, lo sabía. Ella había mirado en él antes y vio que estaba
tan en control de sus naturalezas como ella lo estaba de las suyas.

Ella nunca había conocido a nadie que fuese un nacido—demonio


antes, ni siquiera de la sangre más fina. Siendo medio humana ella misma,
sabía lo mucho que le quedaba por aprender de su propia naturaleza divina.
Sonya solo podía imaginar los misterios que Jagger enfrentaba—o se negaba
a enfrentar, dada su testarudez. No había razón para que no pudieran
explorar sus misterios juntos.

Ella confiaba en él, y los lugares vacíos profundamente dentro de ella


anhelaban su compañía. Sonya necesitaba su protección. Él necesitaba su
redención.

Esta vez, ella no disfrazó su toque Serafínico. Ella le permitió sentir


mientras se frotaba contra su espíritu: la caricia del tacto de un ángel, la
satinada calidez de carne humana. Las manos presionadas suavemente
contra su pecho, ella exhaló cerca de sus labios, permitiéndole saborear su
aliento. Esta vez, ella le permitió recordar la íntima exploración de su alma.

Sus ojos se abrieron de par en par, su respiración contenida. Jagger se


apoderó de ella con ambas manos, tirándola contra él, trayendo el rostro de
ella contra el suyo. Su respiración estaba acelerada. Emociones salvajes
surgían a través de él, siendo ninguna de ellas miedo.

Las manos de Sonya estaban atrapadas entre ellos. Ahora ella era
consciente de más que su apresurado corazón bajo sus palmas. Sentía el
calor de su cuerpo: el duro músculo, el largo torso, la presión de poderosos
muslos. No había parte de su cuerpo que no fuera plenamente consciente del
suyo, y ella se fundió contra él, incapaz de resistir.

—No puedo echarme atrás si me tocas así —La voz de Jagger era
rasposa, poco más que un gruñido—. Mi sangre puede ponerse caliente,
Sunny. No quiero herirte.

Ella cerró los ojos y sonrió.

—No puedes hacerlo.

—¿Cómo lo sabes? —Aún sosteniéndola a una mera bocanada de


distancia, Jagger ladeó la cabeza, frotando los labios contra su mejilla,
inhalando su esencia—. Yo quemo cosas, las destruyo. No soy... suave. No sé
si pueda controlarme.

Sonya susurró cerca de su oído.

—No tienes que hacerlo.

Jagger deslizó su agarre por sus brazos a sus costados, apretando su


cintura. Su respuesta fue baja, gutural, y él se inclinó para enterrar su rostro
en su cuello. Aliento caliente cayó sobre su hombro un momento antes de
que ella sintiera su boca dejar un rastro de besos por su garganta.

Sonya dejó su cabeza cayera hacia atrás, abriéndose a su exploración.


Ella se lo permitió por varios largos instantes, disfrutando la sensual presión
de su boca completa, permitiendo que su tacto la inflamara en una forma
que nunca había conocido. Ella acunó la cabeza de él, hundiendo sus dedos
en su cabello, acercándolo.

—De hecho... —Ella se liberó de su abrazo, disfrutando la mirada


hambrienta tan desnuda sobre su rostro. Ella jugó con su boca, pasando el
dedo por su labio inferior. Su intenso deseo por ella la hicieron
extremadamente consciente de su propio cuerpo, tornando sus piernas en
líquido. Retrocediendo, un paso a la vez, ella se movió más cerca de la cama
y extendió la mano—. Realmente estoy deseando que no lo hagas.
Sus labios separados en una sonrisa voraz, él se hundió hacia ella,
tumbándola en la cama. Aterrizaron en un montón sin aliento, brazos y
piernas en un súbito nudo.

—¿Qué clase de ángel eres?

La voz de Sonya era poco más que una exhalación.

—Tuya.

Él se inclinó y la besó, esos labios llenos presionados contra los suyos


por un persistente y casto momento. Rompiendo el beso, Jagger inhaló,
trayendo su respiración. Él la besó de nuevo, esta vez con un sedoso
deslizamiento de lengua cuando la saboreó.

La intimidad de su beso la hizo jadear, su corazón hundiéndose en el de


ella, trayendo sus lugares secretos. Ella hundió las puntas de sus dedos en su
espalda.

Jagge sonrió.

Cuando él dejó que el fuego tomara el control, ella le dio la bienvenida,


le dio la bienvenida a todo él. Ella sabía que había más de una forma de
sanar a un hombre, y ella era capaz de contener su fuego con un fresco toque
de su parte.

Su anhelo no podía ser negado más tiempo. Juntos, el nacido demonio y


la nacida ángel encontraron su punto de unión y, juntos, ardieron.
Demonios
—¿Crees que podrías quedarte un tiempo? —Él se estiró a su lado,
viendo los perezosos giros del ventilador del techo y el lento balancear de
las cortinas. Estaban desteñidas pero él podía ver que habían sido azules una
vez, con pequeñas flores pegadas a lo largo del final. Hizo que se preguntara
qué clase de gente había vivido aquí y qué les había pasado.

A él nunca le importó antes. Estar con ella lo hacía curioso, sino


exactamente preocupado.

—¿Por qué? —Con su voz apagada por la almohada, Sonya yacía sobre
su estómago, su espalda curvándose en una cremosa curva de carne
desnuda, desapareciendo bajo las sábanas amontonadas alrededor de su
cintura.

Jagger nunca se acostaba sobre su estómago. Era demasiado cauteloso.


Pero verla acostada así la hacía respetarla más por eso. Era más valiente de
lo que parecía.

También significaba que confiaba en él. Nadie había confiado así en él


antes.

—No lo sé —dijo él al final. Era duro poner tan extraños pensamientos


en palabras—. No parezco estar tan molesto cuando estás cerca.

—Eso es decir poco —Su cabello cayó sobre un ojo mientras ella se
incorporaba sobre un codo para mirarlo. Él quería apoderarse de ella y
besarla de nuevo, solo por verse así—. Debo estar cambiando tus humores
corrompidos. Me siento como... si le disparara a alguien.

—¡Qué! —Jagger giró y la atrapó, buscando la suave piel entre su oreja


y hombro y mordisqueando.

—Heh. Sólo estoy bromeando—¡ow! ¡Me estás apretando!


Él se levantó sobre sus brazos para mirarla desde arriba.

—Se llama amor rudo, amor.

—Más amor, menos rudo. Estás despeinando mis plumas.

—Puedo manejarlo si tú puedes manejarlo —Y él sonrió, sabiendo que


él quería decir muchas cosas cuando dijo esas pocas palabras.

—Dime —Ella rodó debajo de él sobre su espalda y colocó la mano


sobre la cicatriz sobre su corazón.

—¿Por qué no me dejas sanar esta cicatriz?

Él cubrió su mano son la suya.

—No obtuve esta peleando ni nada.

—¿No?

Jagger se acostó para yacer a su lado.

—La obtuve cuando mi madre fue asesinada.

—Oh —dijo ella en voz baja—. Lo siento.

Él no pareció oírla.

—Acheron y yo nacimos demonios. Nuestros corazones corren hacia


atrás. Es lo que nos hace demonios. Mi mamá...

—No tienes que hacerlo —susurró ella.

—Sí, tengo. Así tú vas a... necesitas saber lo que hay bajo mi piel —Él
tragó—. Mi mamá estaba huyendo. No quería que Tallon supiese de
nosotros. Yo nací en un callejón porque ella seguía huyendo, incluso después
de que entrara en labor de parto. Yo nací, y ella me sostuvo boca abajo y me
palmeó, pero no lloré. Yo era un demonio, Sunny. El hijo de mi padre. Ella
hizo lo único que podía. Rezó, y puso el dedo en mi pecho, y ella me mandó
que respirara. Ella detuvo mi corazón. Su rezo hizo que comenzara a latir de
nuevo y de la forma correcta.

»Ella pensó que lo peor había pasado. Pero entonces las contracciones
se hicieron peor. Enzo estaba atascado. Él la hirió mucho cuando nació. Ella
intentó re-acompasar su corazón también. Pero era demasiado tarde. Nos
encontraron. La legión tomó a Acheron y la mataron.
—No, Jagger... no tienes que decir más.

Él apretó los dientes.

—El anfitrión angelical que vino por el alma de mi mamá me protegió y


me puso en un hogar seguro. Eranil me crió.

Ella asintió ante el sonido del nombre pero se mantuvo en silencio.

—Cuando fui lo suficientemente mayor para saber la verdad, me


contaron. No pude comprenderlo. ¿Por qué hacerle eso a un niño? Era un
bebé cuando pasó toda esa mierda. Yo no tenía que saber.

—No puedes ocultarte de un legado como ese —dijo ella—. Incluso si


no te hubiesen dicho, lo hubieras descubierto. Tienes un gemelo. Están
conectados.

—Sí sé una cosa. Él me encontró. Y fue un bastardo con eso. Él sabía


una cosa... lo mataré un día por matar a nuestra madre.

Sonya se mordió los labios. Era difícil reconciliar las dos versiones de
Jagger: el hombre que decía ser y el hombre que ella quería creer que era
realmente.

Él rodó la cabeza en el almohadón y evitó sus ojos.

—Él nunca quiso ser nada más que un demonio. Mi humanidad me


hacía débil. Tuve que trabajar más duro en todo porque solo tenía un pie en
el mundo. Cazaré demonios hasta que muera y entonces sabré que hice todo
lo que pude para detenerlos.

Ella pasó los dedos sobre las líneas sobre su corazón.

—Esa es una gran historia para la cicatriz. Sabía que había una, pero no
esperaba esto. Bueno —Ella se inclinó para besar su pecho.

Alarmado, él apartó sus hombros.

—Te lo dije. No quiero que la borres.

—No la estaba borrando —Ella le sonrió con una luminosidad que


rivalizaba con el sol—. La estaba bendiciendo. Esta cicatriz es una señal de
amor verdadero. Espero que siempre la tengas.
Ángeles
Pasó casi un mes.

Las llamadas llegaban más frecuentemente, enviándolo fuera noche


tras noche. Cuando él regresaba al amanecer, ella lo sanaba antes de
permitirle llevarla a la cama. Él la amaba salvajemente, pareciendo tener
intención de poner distancia entre los horrores de la batallaba que libraba
cada noche.

Él pedía santuario con ella, y lo hacía cada vez que podía.

Cuando fuese que se encontrase su carne, una corriente pasaba entre


ellos, una chispa saltaba entre sus polaridades.

Los opuestos se atraían, está bien. Se atraían y se quemaban el uno al


otro con su hambre.

Su forma de hacer el amor la dejaba exhausta, una vaga languidez que


ella estaba empezando a saborear. Si solo pudiera hacer que yaciera con ella
un poco más antes de vestirse y volver a bajar las escaleras.

Jagger se trepó al costado de la cama, arrastrando sus botas más cerca y


metiendo los pies dentro. Ella lo miró desde su reclinamiento en los
almohadones, aún zumbando con la alegría que acostarse con él traía.

Con las botas cerradas, él se palmeó los muslos.

—Bueno, bebé, hora de trabajar. El sol está bajando y los monstruitos


saldrán a jugar.

—¿Tienes un trabajo esta noche? —No recordaba que Enzo hubiese


mencionado uno. Pero de nuevo, Enzo no hablaba de trabajo cuando ella
estaba cerca. Él no hablaba mucho, punto. A pesar de haberla aceptado en su
espacio, nunca bajaba la guardia.
—No aún. Sin embargo, tengo el presentimiento de que voy a tener
suerte —Jagger se detuvo para pescar su chaqueta de donde se encontraba
en un montón en el piso—. Ha habido un trabajo o un evento cada noche por
las pasadas tres semanas.

—Tal vez no —dijo ella. Ella atrajo las rodillas al pecho y recostó la
barbilla en ellas—. Tal vez puedas quedarte esta noche.

—¿Estás bien? —Él se volvió hacia la puerta, mirándola


intensamente—. Tu voz suena rara.

Su cuerpo había cambiado un poco recientemente, murmuró ella, pero


dudaba de que se mostrara en su voz.

—Estoy bien. Solo... quería hablar, es todo.

—No te preocupes, Sunny, estaré bien —Él regresó para sentarse en la


cama, presionando su frente con la de ella—. He estado haciendo esto un
largo tiempo.

—No es eso. Tengo que decirte algo.

—Entonces dime —dijo él con una risotada, echándose hacia atrás—.


¿De qué va todo el drama?

—Jag —Ella buscó su mano—. Yo...

El teléfono sonó escaleras abajo.

Su brazo se tensó bajo su tacto y se volvió para mirar a la puerta. Un


momento después, Enzo gritó escaleras arriba.

—Hey, compañero. ¡Hora de trabajar!

—Sunny —Él negó con la cabeza, luciendo casi compungido—. Tengo


que irme.

Ella tragó con fuerza y apartó la mirada.

—Lo sé.

—Hey. Hablaremos tan pronto como regrese. ¿Está bien?

Ella asintió.

—Está bien.
—Más tarde, bebé —Sus botas hicieron un sonido hueco mientras
bajaba por la estrecha escalera.

Sonya colgó los pies sobre el borde de la cama y cruzó el cuarto a donde
un espejo de cuerpo entero estaba unido a la pared. Ella observó su cuerpo
desnudo, apartándose el cabello enrulado y pasando las manos por sus
brazos, a través de sus pechos. El movimiento se detuvo cuando alcanzó el
abdomen.

Ella suspiró.

Pesadas lágrimas corrieron por sus mejillas y ella las apartó con los
dedos.

—Sólo quería hacerte saber... que descubrí cuál es mi misión.


Demonios
Una tarde, el aire en la ciudad se sintió... cargado, a falta de una palabra
mejor. Jagger percibía una energía en el viento, una vibración silenciosa que
hacía que cada vena en su cuerpo se estremeciera. Su sangre de demonio lo
detectaba. Hizo todo lo posible por ignorarlo. Hubiera sido más fácil
ignorarlo si Sonya no lo hubiese percibido también.

—Algo viene —Sonya se paseó otra vez, dejando a un lado una placa
reluciente que descubrió en un paseo anterior.

—Puedo sentirlo. ¿Una tormenta?

—No —Ella miró por la ventana al crepúsculo. La calidez del atardecer


bañaba los costados del edificio afuera—. Una persona. Te está buscando.

Jagger frunció el ceño y cerró una correa más fuerte alrededor de su


pecho. Su funda calzaba mejor ahora que no tenía que cuidar ese tendón del
hombro. Si uno de verdad podía llamarlo cuidar; nunca le dio ningún
descanso, a pesar de su rigidez.

Usar la funda de esta forma se sentía mejor. Su hombro se sentía mejor.

Él miró a Sonya, que se detuvo frente a las ventanas para mirar fuera.
Su mirada trazó las familiares curvas de su cuerpo, su piel cremosa bañada
con el brillo del atardecer.

Todo se sentía mejor ahora.

—Siempre me está buscando alguien —Jagger sonrió y sacó la espada


runa de su funda—. Debo estar en un montón de listas de mierda en esta
ciudad.

—No bromees, Jagger —Ella compuso una mirada severa por sobre el
hombro hacia él—. Esto es diferente.
—Está bien, está bien. Lo siento —La palabra sonó rara en el momento
en que la dijo, colgando incómodamente en el aire. Jagger no estaba
acostumbrado a disculparse—. Hey. Iré abajo y nos agarraré algo del
refrigerador. ¿Mango pop? —Él asintió cuando vio su súbita sonrisa—. Bien.
Volveré enseguida.

Jagger agarró sus guantes y se los puso mientras trotaba escaleras


abajo. Cruzando la oficina, caminó hacia una caja de hielo en la esquina. Él
acababa de abrir la puerta cuando notó el olor.

—Hijo del traidor —La voz era poco más que un gorgoteo—. He venido
por ti.

Jagger se volvió, arma en mano, a la velocidad de un parpadeo,


espiando al demonio. Se hizo más pesado y brilló. Y se escurrió.

Genial, pensó Jagger. Un demonio mojado.

—Tú, bastardo baboso, arruinaste mi silla. Veamos cuánto te gusta


estar en pedazos.

—Yo terminaré la rebelión —Un coro de voces gruñeron como una—. Y


tomaré mi recompensa.

Séptimo círculo del infierno, como menos, pensó Jagger. Nada menor
podría agruparse de esa forma.

Su sospecha no duró mucho, porque el demonio se dividió en un grupo


de demonios más pequeños que lo rodearon. Jagger se balanceó de un pie al
otro, mirándolos mientras se unían. No había escapatoria.

Ellos se cerraron, reuniéndose en una masa sólida, atrapando a Jagger


en el centro. Era como ser tragado por una fosa séptica. Su superficie era un
globo pegajoso de suciedad y rezumaba a su alrededor, tirando de él,
atrapándolo.

Devorado por una mancha. Simplemente genial.

—¡Ugh! —Dentro, él apenas podía ver fuera de su gelatinosa prisión.


Las paredes eran gomosas, resistentes a los ataques. Sus puñetazos
rebotaban, y se deslizó por el costado cuando intentó embestirla con el
hombro. ¿Dónde estaban sus armas?
Aún arriba en el cuarto de Sunny. Aw, mierda. De todos los días para
pasearse desnudo. Jagger giró en el lugar, buscando un punto débil en la
trampa, pero sin encontrar ninguno.

—¡Déjame salir!

El suelo tembló y la puerta se abrió de golpe mientras Ionis cargaba a


través, gritando el nombre de su compañero.

—¡Es inútil! —Jagger se apretó en el costado del demonio y rebotó


hacia atrás. Era como correr en un molde de gelatina—. ¡Está encantado!
¡Encuentra mi espada!

—¿Espada? —El demonio se rió—. Tú, broma, mestizo. No puedes


derrotarme. Sólo la sangre de Tallon puede entrar en mi prisión; nadie puede
escapar.

—Oh, te callarás, ahora. ¡Ionis! ¡Está arriba!


Ángeles
El súbito sonido de disparo hizo que Sonya levantara la mirada. Sin
pensar, agarró la espada de Jagger y corrió hacia la puerta.

—¿Jagger? —Sonya corrió escaleras abajo—. ¿Dónde estás?

—¡Sunny! ¡No! ¡Vete! —Su voz estaba amortiguada por el espesor del
demonio.

—Quédese lejos, señorita —Ionis extendió los brazos, formando una


pared efectiva. Si ella fuese humana, lo sería. Tuvo que pararse en las puntas
del pie para ver a Jagger profundamente en las misteriosas entrañas verdes
del demonio.

—Él dijo la sangre de Tallon.

—Eso no quiere decir que no te mate —Ionis la guió de vuelta hacia la


escalera.

Ella se escurrió bajo su brazo y corrió hacia el demonio. Éste se levantó


y se volvió, mirándola, gruñendo con esfuerzo. Sony se mantuvo fuera del
alcance, cuidadosa de no ponerse demasiado cerca de los tentáculos que lo
anclaban al suelo y, consecuentemente, a este plano.

—¡Tengo tu espada!

Sonya miró al montañoso Ionis, un sutil brillo dorado comenzando bajo


su piel.

—Lo lamento, pero tienes que moverte ahora, Ionis.

Él retrocedió, un paso, dos. Una leve alarma alzó sus cejas.

—No deberías.

Ella cerró los ojos. El resplandor se filtraba, envolviéndola.


—Ahora, Ionis.

El inmenso hombre retrocedió otro paso mientras el brillo se extendía


a su alrededor, dando la impresión de alas plegadas. Sus ojos adquirieron el
mismo resplandor dorado. La luz subió a una intensidad dolorosa. Ella se
quedó parada un momento, reuniendo su poder de Serafín.

Sus alas se extendieron y, con ello, un pulso de poder divino.

Ionis se ocultó detrás del escritorio pero no fue lo suficientemente


rápido para evitar ser atrapado en el estallido. La energía de Sonya se
expandió como una supernova, sorprendiendo al demonio y paralizando sus
tentáculos. Ionis recibió el impacto por la espalda. La fuerza lo sacó de sus
pies y lo envió derecho a la pared.

Hábilmente, ella deslizó la espada fuera de su funda y hundió la otra


mano profundamente en la masa del demonio. Se quebró como un espeso
gel. Sonya se hundió con más fuerza, deslizándola hasta el hombro, y
desgarró hacia abajo. Usando el pie, amplió la brecha, parándose medio
dentro y medio fuera de la barriga del demonio.

—¡Aquí! —Ella empujó la espada a través—. ¡Tómala, Jagger!

Jagger soltó la espada de su agarre. Mientras se deslizaba de sus dedos,


su nivel de energía bajó, el cuarto tornándose penumbroso.

Sonya no supo nada más.


Demonios
Jagger agarró la espada de Sonya y la apartó del lado del demonio. Con
un grito, él sacó la espada encantada en el abismo que se cerraba. El
demonio gritó con ira impotente mientras Jagger hacía lo que hacía mejor:
pura matanza.

Era un trabajo tonto pero él se liberó, encontrando la cámara del


corazón y lo aplastó. Cuando el corazón se rompió, el demonio explotó,
explotando en una ducha de podredumbre que cubrió a todos en el cuarto.

Jagger se quedó parado en los restos de su asaltante, paseando y


supervisando el cuarto, alerta de que hubiera sobrevivido cualquier parte
del demonio. Nada más que temblorosa baba de demonio verde.

Un sonido del lado más lejano del cuarto llamó la atención de Jagger.
Ionis gruñó y tiró las rodillas al pecho.

Ha sobrevivido a cosas peores, pensó Jagger. Si está respirando, vivirá.

Ahora, había otra…

Jagger gritó el nombre de Sonya, girando sobre los talones, buscándola.


Ella yacía desmadejada, inconsciente en un acuoso montón de moco de
demonio. Él cayó de rodillas y empujó su hombro para darla vuelta sobre su
espalda. Su cabeza giró, laxa. Él se quitó los guantes y sintió su garganta.

¿Un pulso? ¡Allí! Jagger quería gritar con alivio. Su respiración era
esforzada, el aire quemando en su garganta.

Gentilmente, él la recogió y la cargó escaleras arriba. La brújula brillaba


como una estrella a través de su sucia blusa, iluminando la estrecha escalera
como una luz fantasmal.
Demonios
Las horas se arrastraron en un tormento. Doloroso. Agónico. La espera
era un nuevo tipo de tortura para Jagger.

Él apresuró sus pies cuando oyó los pasos del doctor en la escalera.

Grayden y Jagger tenían una larga historia juntos. El doctor era


neutral—no le importaba mucho aliarse con un lado u otro. Jagger
raramente lo llamaba por sus servicios profesionales, dado que su sangre de
demonio le daba cierta carga de indestructibilidad.

Justo ahora, Jagger esperaba que los Serafines tuvieran el mismo tipo
de plan de salud.

—¿Y?

Grayden cerró la puerta hacia los escalones del apartamento


cuidadosamente detrás de él. Él se encogió de hombros y se quitó las gafas,
secándose la transpiración del ceño.

—Está descansando —Grayden se sirvió una taza de café de la máquina


en la esquina antes de sentarse en la silla del escritorio—. ¿Qué sabes de esa
roca que ella usa? ¿Esa cosa de cristal con la rueda?

—Supongo que es un regreso a sus días de hippie.

—Hablo en serio.

—Bien, bien —Él negó con la cabeza y se rascó la cabeza—. Ella dijo
que es una brújula que se enciende cuando se acerca a la sangre de Tallon.

—¿Y brilla cerca de ti?

—Sí. Aparentemente mi hermano ha estado cerca también.

Grayden juntó el ceño.


—¿El brillo se apaga cuando no estás cerca?

—Ella lo dijo, sí. ¿Qué hay con las veinte preguntas?

—Tal vez nada. Tal vez... todo —Él tomó un sorbo y le sonrió a la
infusión amarga—. Porque cuando la revisé ahora, estaba encendido —
Jagger estuvo en la puerta en un latido—. ¡Tranquilo! —Gayden lo detuvo
antes de que él pudiera cargar escaleras arriba—. No hay nadie allá arriba.
Guardé el cuarto. No hay magia, demonio, artificio u otro, que rompa el
cerco. Ella está bien.

—¿Ella está bien, a salvo, o bien, sana, ilesa, perfectamente bien?

Grayden se rió.

—Deberías ver tu cara. Nunca te había visto preocupado por nadie


antes. Es cómico.

—No estoy bromeando.

—Lo sé. Mira. Nos conocemos hace un largo tiempo. Hemos pasado por
un infierno de cosas juntos. Sabes que si alguien en este plano te cubre las
espaldas, soy yo.

—Entonces agarra un arma y vamos. Si ese cristal está encendido,


Acheron está cerca.

—No lo está, Jagger.

—Como sea —Él apartó a Grayden de un empujón con el hombro—.


Voy arriba.

Ella se estiró cuando él abrió la puerta, levantando la cabeza de la cama.


Tan débil. Y tan pálida contra su cabello dorado, esa delgada línea azul de la
vena justo bajo su piel dándole el aspecto de porcelana. Moratones oscuros
rodeaban sus ojos. Ella lucía tan... humana.

Ella luchó por hablar pero su voz era un sonido áspero. Jagger la calló,
inclinándose para frotar sus labios contra los suyos. Él acarició su cabello
hacia atrás y le apretó la mejilla, viéndola deslizarse de nuevo al sueño antes
de que pudiera decir una palabra.

Habría tiempo para eso más tarde. Jagger se hundió en la silla junto a
su cama, sosteniendo su delicada mano en la suya.
El cuello de Jagger dolía de dormir en la silla y cuando se movió, se
agarrotó, más duro que un cadáver de un año. Mierda. Ella quería que él se
acostara junto a ella pero él temía aplastarla. Ella necesitaba descansar.
Gruñendo, se frotó los ojos.

—La última vez que hice eso, Sunny. Me desperté en suelos de piedra
sintiéndome mejor que esto —No hubo respuestas. Él bajo la voz a un
susurro, pero no estaba acostumbrado a suspirar—. ¿Aún durmiendo? Pobre
chica.

Descruzando las piernas, él se inclinó hacia adelante. El cuarto estaba


envuelto en los silenciosos tonos de la mañana temprano, el nuevo amanecer
aún sin aclarar las edificios de la ciudad. Todo estaba bañado en suave gris y
azul y rosa: las cortinas, el vaso en la mesa junto a la ventana, la colcha... la
cama vacía.

Se había ido.

Él no encontró la nota hasta mucho después.

Jagger había revisado el edificio y los edificios circundantes y la vieja


iglesia en su busca, regresando con las manos vacías. No había una pista de
ella, de nadie, nada. El aire dolía al ser inhalado.

Él no encontró la nota hasta que regresó, derrotado y enfadado y


frustrado, y se sentó en su cama, preguntándose cómo se había tornado tan
estúpido como para que ella fuese robada bajo sus narices.

Una nota...

Yo te puse en peligro. Te encontraron por mi culpa. Estarás mejor si me


voy.
Demonios
Enzo se quedó parado en la puerta, por primera vez sin palabras. Tal
vez porque Jagger nunca antes había conocido el dolor. Enzo no sabía qué
decir. ¿Ira? ¿Violencia? ¿Auto—desprecio? Seguro. Pero no dolor.

Jagger se sentó en la cama vacía, su espalda hacia la puerta.

—¿Por qué, Enzo?

—La Sangre de Tallon, Jagger. Ella se abrió paso a través de esa cosa
cuando las balas se atoraron e Ionis rebotó.

—Ella usó magia. Vi el resplandor.

—Sé que no quieres oír esto, Jagger —dijo Enzo—. Pero sólo hay una
explicación. Ella también tiene la sangre de Tallon.

—No lo digas —Los dientes apretados de Jagger deslizaron las palabras


en un siseo—. ¿No te dijo Grayden que el cristal brilla todo el tiempo?

—¿Qué?

—Ella usaba el amuleto todo el tiempo, niño. Y brillaba todo el tiempo,


estuvieras cerca o no. Ella se ha ido, hombre. Tienes que olvidarla.

Jagger estaba seguro de que no quería oírlo bien. ¿Pero Grayden no


había tratado de decirle nada? ¿Lo había sabido? ¿Él lo había sabido y no le
dijo? Oh, mierda.

El terror lo llenó, un rayo blanco de temor que lo sacudió de arriba a


abajo. No podía ser verdad. Él no lo hubiera permitido. Jagger sopesó la idea,
su miedo, y él la pisoteó. Le dio vueltas, la convirtió en algo útil. Furia.

La furia era una emoción líquida que fluía por sus venas, tocando
partes de su naturaleza que él nunca había permitido que corrieran libres.
La furia despertaba partes de su naturaleza que él había aprendido hacía
tiempo a dejar calmas y a ignorar. Furia que quería un objetivo.

La respiración de Jagger se detuvo mientras la sangre de demonio


tomaba el control. Su piel palideció, blanco alabastro, como si la vida
simplemente se drenara de él. Él rodó los hombros, afirmó los pies, y sonrió.

Enzo conocía esa mirada y sabía muy bien que no era momento para
palabras. Era tiempo de salir del camino del hombre.

Los meses pasaron en un borrón sangriento mientras Jagger se volcaba


en el trabajo, volviéndose imprudente y más peligroso que nunca. Él cazaba,
por los demonios y por ella. Tantos caminos falsos y callejones sin salida.

Parte de él ardió, andrajos inútiles de tendencias que solo lo retenían.


Emoción, compasión, cualquier cosa humana. Él olvidó todos los trucos,
todos los rasgos que él había aprendido cuidadosamente a imitar, para
poder pasar por humano. Para que así nadie pudiera confundirlo con un
demonio, la naturaleza que el despreciaba.

Ahora, él se revolcaba en ella.

¿Qué pensaría ella de él? ¿Estaría avergonzada? ¿Lo despreciaría? Ella


lo llevó tan cerca de su humanidad que había olvidado su lado oscuro
cuando estuvo con ella. Ella lo tocaba en una forma que él juró que no
permitiría de nuevo.

No si no podía tenerla.

Jagger sacó su espada de otra desgarrada cáscara de demonio,


sonriendo con venganza. Disfrutaba en la matanza. La anhelaba. Su sangre
gritaba por ella.

Por primera vez en muchos largos años, él finalmente estaba dispuesto


a escuchar.
Demonios
Otra ciudad con un nombre estúpido, incluso más lejos del hogar.
¿Hogar? Él no tenía hogar. Él cazaba, yendo donde fuera que hubiera un
demonio que necesitara ser asesinado. Esta ciudad era más fea que la
mayoría.

Él había estado rastreando un demonio de casta cuarta desde hacía


cuatro días hoy. No era verdaderamente brillante, sino evasivo. O al menos
Jagger lo dejaba pensar así. Le dio con una bala llena de agua bendita el día
antes, hiriéndolo severamente, luego lo dejó correr. Le dio una cabeza de
ventaja.

Jagger jugueteó con su presa. Una vez hubo un tiempo en el que él


mataba a los demonios y se iba a casa. Ahora no había casa. No tenía
necesidad de apresurarse.

La pista llevaba a un viejo hotel con las ventanas tapiadas y los


inquilinos idos hacía tiempo. Jagger siguió las manchas de baba de demonio
a un montón verde en el suelo justo fuera de un cuarto en el tercer nivel. Él
se movió como un vendaval, mostrando una sonrisa fría como el hielo
mientras pateaba una puerta.

—¿No sería más fácil dejar de correr? —El sucio y oscuro cuarto. Algo
pequeño y de uñas afiladas se escurrió detrás de la pared—. Buen intento,
imbécil. No hay salida.

Click.

—Bueno —dijo Jagger, su sonrisa extendiéndose—. Eso sonó como una


gran arma. ¿Desde cuándo los demonios comenzaron a necesitar una de
esas?
—Juro que si no me dejas en paz... —La voz, temblorosa y fina, contenía
un nivel de desesperación que Jagger reconoció. Era el sonido de no me
queda nada que perder—. Usaré esta...

Entonces golpeó el hogar. Jagger luchó por mantenerse erguido.

Era Sonya.
Demonios
—¿Sunny? —Él negó con la cabeza, intentando aquietar la sangre de
demonio y aclarar sus sentidos. Después de correr caliente por tanto tiempo,
era difícil encontrar su humanidad. Él encendió una antorcha y miró en la
oscuridad, buscando la fuente de un punto brillante de luz contra la pared—.
¿Eres tú?

—Déjame en paz —dijo ella—. Deja de lucir como él.

Sonya estaba agachada en una esquina, las rodillas traídas frente a él.
Sus ojos estaban abiertos de par en par. Su agonía era casi tangible.

Ella estaba viva. Y estaba sosteniendo una recortada de dos cañones


que bajo circunstancias menos anormales, él hubiera silbado e intentado
probar una vez.

Pero no ahora. Justo ahora, estaba apuntada hacia él. Y a juzgar por el
olor picante de vapores iónicos, estaba cargada con balas de demonios. Si la
bala no lo mataba, el veneno divino podría hacerlo.

—Oh, Dios. Sonya. Baja el arma.

Ella tosió y amartilló el arma.

—Tampoco soy idiota.

—Sunny. No puedes hacerme daño con eso. Bueno, haría daño como el
demonio. Pero no puedes...

—No dije que fuera por ti —Ella dio vuelta el arma y la presionó contra
su barbilla—. Acabaré con esto. Lamento tanto haberlo empezado.

Jagger entró en pánico, un flujo blanco y caliente de miedo surgió a


través de él y lo bañó hasta sus pies.

—¡Detente! ¡Soy yo!


—No, no lo eres —Ella estaba sucia, con aspecto desgarbado,
demacrado. Él nunca había oído ese tono de voz, tan vacío de esperanza y luz
del sol—. Nunca serás él.

—Tranquila, Sunny. No vine todo este camino para llevarte a casa en


pedazos. Baja el arma.

—Quiero creerte... pero ha pasado tanto tiempo —Las lágrimas


cortaron ríos a través de la suciedad en sus mejillas, surcos pálidos bajo ojos
blancos. Sosteniendo el arma firme ella arrancó el brillante cristal, cortando
la fina cuerda de cuero, y lo colocó en el suelo. Volteando el arma, ella usó la
culata del arma para reventarlo.

Una llamarada de luz estalló y se aplanó contra la pared, que


desapareció bajo su mirada. La superficie destelló y pulsó, formando un
portal. Zumbaba mientras se cargaba.

—Voy a regresar.

—¡No me dejes de nuevo! No me importa nada más. —Su angustia,


pura angustia humana, dispersó lo que quedaba de la influencia de demonio.
Su voz se quebró—. Sólo no me dejes de nuevo.

—¿Jagger? —Ella susurró su nombre y se estiró hacia él—. ¿Eres...


realmente tú? —Ella se puso de pie, usando la pared como apoyo. Su
redonda barriga hizo del simple acto de pararse un laborioso esfuerzo—.
Abre tu chaqueta.

Él abrió la chaqueta. Se pegaba a él, sangre y suciedad y quién sabía qué


más haciéndola pegarse a su piel. En el pálido brillo del portal, su cicatriz
con forma de hoz brilló. Ella se tambaleó sobre sus pies.

—Oh, Dios. Jagger. Eres real.

Él arrancó la mirada de su sección media y señaló al portal. El sonido de


zumbido comenzando a llenar el cuarto.

—Cierra esa cosa, Sunny.

—¿Jagger? —Ella se aproximó a él con pequeños pasos. Él tiró la


antorcha. Más cerca, más cerca, hasta que él pudo sentir su calor y la
invisible caricia de plumas que él reconoció como su aura. Ella tocó su
pecho, sus dedos encontrando la cicatriz en forma de hoz y trazándola en la
oscuridad—. ¿Tú?
Ella lo miró profundamente a los ojos, como si lo hubiese hecho la
noche pasada, y él le dio vueltas al centro de su toque. Ella jadeó,
reconociendo, sabiendo. A él le quedó una sensación suave y chispeante que
lo purificó. El toqué de un Serafín.

Ella lo besó, tiernamente, su disminuido cuerpo presionando contra él


cuando se levantó en las puntas de sus dedos para alcanzarlo.

Él se estiró para abrazarla pero ella lo apartó, atrapándolo con la


guardia baja.

El portal crujió mientras se abría, y entró un gran viento, esparciendo


basura por el cuarto en oleadas de poder.

—¡Sunny! —Su voz se quebró con pánico.

—No, no. Está bien ahora —Ella sonrió, su belleza sin verse afectada
por el polvo en su rostro o las lágrimas en sus mejillas—. Hay esperanza,
después de todo. Pensé que podía derrotarlo, hacerlo por mi cuenta... pero se
hizo demasiado difícil para mí. No podía derrochar la preciosa energía en
pelear.

—Pensé que te había perdido.

—No me perdiste. Tuve que irme—para apartarlo de ti, lejos de su


fuente de poder. Él pensó en cazarme al principio—¡oh, su orgullo! ¡Pensó
que era tan listo!

—¿Él? —Jagger negó con la cabeza—. ¿Quién?

—Acheron.

Jagger se volvió para ver sobre su hombro pero Sonya lo agarró por los
brazos.

—¡Concéntrate! ¡No dejes que todo esto sea en vano! —Ella levantó su
muñeca, su espada rúnica aún en su agarre. Ella tomó la parte plana de la
hoja entre las palmas y la golpeó fuertemente, desde la base a la punta,
dejando un brillo perlado sobre el borde. La luz latía suavemente. La espada
zumbó en su mano.

—Yo enmascararé tu presencia. Él no te percibirá. Este es tu medio


segundo de ventaja. Debes atacar. Debes hacer lo que yo fallé en hacer. —El
portal se expandió, una fría luz emanó y un girón de niebla se cernió sobre
su superficie. Sonya le apretó los brazos, atrayendo de nuevo su atención—.
Sólo tienes esta oportunidad. Tendremos tiempo. No ahora, pero algún día.
Lo prometo. Tendremos tiempo de nuevo y tendremos un futuro. Todos
nosotros.

Ella retrocedió un paso. El portal parecía estar tirando de ella.

—¡Sonya!

—No, Jag. Tengo que irme o de lo contrario... esa cosa mala que sabía
que venía ocurrirá realmente. Es él, Jagger. Acheron tendrá éxito si tu fallas
—Un estallido sonó de forma distante, un leve temblor en el suelo—. Es él.
Hazlo, Jagger. Tienes que hacerlo.

Ella se deslizó de su agarre enteramente mientras el portal tiraba de


ella. La niebla parecía alcanzarla.

—Sunny. Yo...

—Lo sé. —Ella se estiró por su rostro, atrayéndolo hacia ella para un
suave beso—. Y lo prometo. Estaremos juntos de nuevo.

Sonya lo besó de nuevo, enviando una caricia suave sobre él. El mismo
brillo que había cubierto la espada ahora brillaba sobre la piel de él. Ella
presionó el arma en su mano vacía—. Ahora todo depende de ti.

El portal se abrió y surgió hacia adelante. Ella levantó la mano en señal


de saludo, la otra mano acunando su mitad—ella sonreía. Un puño de luz
emergió, agarrándola y tirando de ella antes de que el portal se cerrara. La
energía giró y se movió como un pequeño tornado con espirales en el suelo y
condensándose en un parpadeo. Se había ido.

El aire se calmó cuando el portal se cerró, y el cuarto cayó en silencio y


calma. Las criptas contenían más aliento que aquello.

Su imagen, una silueta de rojo fuego y de un portal blanco de luz, aún


quemaba en sus retinas. Su condición era obvia.

Por eso se iluminaba el cristal. Ella está llevando la sangre de Tallon. Mi


sangre.

El latido sonó de nuevo, esta vez más cerca. Jagger se apretó contra la
pared momentos antes de que la puerta se abriera de golpe.

—Sal, sal, de donde sea que estés, cariño —Un hombre alto y delgado,
vestido completamente de negro, entró en el cuarto. Él se quitó la capucha
revelando una mancha de cabello plateado y un brillo de ojos rojos—. Se
acabó el juego.
Demonios
Jagger contuvo el aliento. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que
había visto ese rostro?

Acheron se paseó en un círculo con la mano extendida.

—Vamos, ahora, cariño. Estoy cansado de correr de tras de ti. Y si estoy


cansado, sé que estaré arrastrando tu trasero. Sólo estemos de acuerdo en
que no estamos de acuerdo, y te mataré. Acabemos con esto —Jagger se
colgó la tira del arma del hombro y se deslizó por la pared detrás de
Acheron—. Por supuesto, tal vez quieras jugar un juego diferente. ¿Es eso?
Sé que te gustan los de mi tipo, muñeca. Puedo darte lo que quieres. Sólo sal.
Puedo sentirte aquí.

Lleno con una ira blanca caliente que no tenía nada que ver con la
sangre de demonio, Jagger levantó la espada y se apartó de la pared. Él se
lanzó hacia su hermano, poniendo toda su fuerza en el golpe.

Acheron se volvió un momento antes del impacto. Sus ojos conectaron


mientras la punta de la espada penetraba el pecho del hermano oscuro.
Tomado con la guardia baja por el golpe, él se tambaleó contra la pared. La
espada viajó a través de Acheron y penetró la madera podrida. Acheron dejó
caer la cabeza hacia atrás, aullando con risa. Jagger retrocedió. Acheron
chocó las palmas, la empuñadura de la espada enganchando su muñeca.

—¡Jag! ¿Cómo diablos estás, hermano? Debí adivinar que estarías aquí.
Ella es una cosa dulce. No hay duda de que no puedes mantenerte lejos de
ella.

Jagger movió el puño en un apretado arco, impactando la cabeza de


Acheron.

—No hables de ella.


Acheron se rió de nuevo y escupió una bocanada de sangre. Manchó su
afilada barbilla, los dientes manchados de sangre.

—Vamos, hermano. Vamos a arreglarlo como verdaderos hombres. O,


como sea que nos llames. Sólo... —Él separó los brazos ampliamente. Un leve
hilo de humo se enroscó desde el borde de su herida—. Saca ésta cosa de mí.
Pica.

Jagger gruñó. —¿Sabes lo que me has hecho? ¿A mí? ¿A este mundo?


Esa maldita puerta del infierno...

—Como si hubiera otra clase —interrumpió Acheron con una sonrisa


sangrienta.

—... no has hecho nada más que traer oleada tras oleada de demonios a
este mundo, ¿y para qué?

—¿Para mantenerte en el negocio? —Acheron se encogió ligeramente


de hombros. Difícil de hacer cuando estás clavado a la pared—. Haces dinero
en serio, y yo nunca pedí una parte. No tienes que agradecerme.

—No. Me mantuviste en agonía. No puedo pasar un día sin que


recuerde lo que soy por tu causa.

—Para eso está la familia. Ahora, quítame esta espada. Cuando me


imaginé nuestra reunión, involucraba menos charla y más pelea —Acheron
se apartó de la pared una pulgada, luego dos. La espada se mantuvo
enraizada a la pared—. Esto es barato, incluso para ti.

—Has hecho suficiente daño. A mí, a estos humanos, a este plano


entero. Termina esta noche, Acheron.

—Nunca terminará, hermano.

—Oh, sí, lo hará. —Jagger retrocedió y se quitó la correa de la funda del


arma con un encogimiento de su hombro, atrapando el cargador en su mano.
Él niveló los cañones en la cabeza de Acheron, mirando por las mirillas a su
hermano. Rastros de vapor de disparo de demonio salían del final del arma.

—¿De verdad? ¿Un arma? —Acheron se sopló el cabello antes de dejar


escapar un bajo silbido de admiración—. Hey, ahora. Eso tiene pesadilla de
demonio premium allí. Mierda áspera, hermano, incluso para ti. Apuesto a
que picó cuando lo cargaste.

—No tanto como te picará a ti.


—Sí, pero es todo lo que hará. Te olvidas de quien me cubre las
espaldas. Ya no soy tu mestizo avanzado.

—¿No lo eres? Mierda, malas noticias para mí —Jagger bajó los cañones
y le disparó al estómago de Acheron.

Acheron gritó con furia infernal mientras el disparo de demonio se


abría paso por su abdomen. Sus entrañas salieron de su cuerpo, retorcidas
sogas negras brillando y retorciéndose mientras el veneno se abría paso por
su carne.

—Oh, espera. Malas noticias para ti —Jagger apartó el arma—.


Hubieras tenido una oportunidad si no hubieras dejado que tu humanidad se
pudriera.

Acheron echó la cabeza hacia atrás, gritando entre los dientes


apretados. Un hilo de sangre caía por sus labios.

—Tú no puedes matarme. Pero yo aún puedo matarte.

Él reunió su esfuerzo, los dientes al descubierto. Su carne rodó,


moviéndose como fluido sobre sus huesos mientras su cuerpo cambiaba. La
piel se oscureció mientras puntas óseas salían de su frente. La voz de
Acheron se profundizó en gruñidos guturales mientras su garganta
cambiaba. Él estaba tomando una forma de demonio.

Acheron agarró la empuñadura de la espada y tiró. El arma crujió en la


pared. Ella apenas se movió, pero él se movió.

—Y luego voy a matarla —Otro sonido de chirrido. Cuernos


atravesaron la piel de su frente en espirales hacia afuera. Largos dientes
poblaban su boca—. Y luego voy a arrancar a ese bebé de sus entrañas, y lo
llevaré al Infierno conmigo. Tío Acheron se asssegurará de que él tieeene
una educación apropiada.

La furia hizo que la mente de Jagger se pusiera completamente en


blanco. Él se estiró hacia su bolsillo y sacó un orbe de vidrio. Su contenido
brilló, blanco lechoso y entrelazándose. Lo levantó para que Acheron
pudiera verlo. Acheron jadeó, la arrogancia olvidada—. No te atreverías.
Somos hermanosss. Somos de la misssma sssemilla.

—No tengo opción.


—También te destrozará —Acheron agarró la empuñadura y tiró,
siseando y apartando su mano engarfiada—. No seas esssstúpido.

—Incluso si eso significa que ambos nos iremos, es mejor que el hecho
de que tú te quedes —Jagger mordió el corcho y lo sacó. Luz erupcionó del
cuello de la botella, saliendo hacia arriba en un ventarrón de sonido
ventoso—. Tú mataste a nuestra madre, Acheron. Es momento de que te
devuelva el favor.

Jagger arrastró la mano agarrando la botella. Los contenidos se


esparcieron en su mano, quemando su carne. Humo surgió de sus heridas.

El dolor lacerante reforzó su convicción. Si lo quemaba—y él era medio


humano—¿qué le haría a un hombre que corría hacia atrás? Con un grito, le
tiró la botella a Acheron.

El orbe le pegó en el pecho, reventando en una húmeda lluvia de vidrio


roto. El agua bendita quemó a través de su ropa. El torso de Acheron
comenzó a arder, sus aullidos de terror y dolor ahogado solamente por el
sonido de la redención—el viento y la luz una fuerza que Jagger nunca se
acostumbraba a ver.

Jagger cayó de rodillas, apretando la mano, viendo al Agua Bendita


erradicar a su hermano demonio. Era un proceso lento y pegajoso pero,
cuando terminó, todo lo que quedó fue una pila de harapos negros
desgarrados. Acheron se había ido.

Jagger colgó la cabeza. A pesar de que él siempre había esperado que


alguna parte de su hermano pudiera ser salvada, él sabía que Acheron no
había reclamado su parte humana de la forma que Jagger lo había hecho. Si
tan solo él lo hubiera hecho. Él cerró los ojos y presionó su dedo herido
sobre la cicatriz de su corazón, recordando a su madre.

—Lo siento —dijo él en el cuarto vacío—. Quería que esto fuese


diferente. Yo no... por favor, madre. Pídele a Él que sea piadoso. Con él... y
conmigo.

Después de un momento, él se puso de pie y sacó su espada de la pared.


Mirando el cuarto, él vio una pequeña chispa de luz en el suelo cerca del
lugar en que Sonya había abierto el portal.
Deteniéndose, él vio que era el cristal que ella cargaba. Estaba intacto
una vez más. Él lo levantó, lo palmeó, sintió el calor que emanaba cálido
contra su palma. Se sentía como una promesa.

Él lo metió en un bolsillo de su trapo de cuero. Sin una mirada sobre su


hombro, Jagger dejó el cuarto. Era tiempo de ir finalmente a casa.

Cuando él abrió la puerta principal con el hombro, Enzo casi cayó de su


silla.

—¡Ionis! ¡Ven aquí! —Él dejó caer el teléfono y saltó para palmear a
Jagger de su espalda—. ¡Estás de vuelta! Pensé que te había perdido por
siempre.

Jagger se quitó el abrazo entusiasta y sonrió.

—Sí, bueno —Abrió su bolsillo y sacó el cristal de Sonya—. Te traje un


regalo. De esa forma puedes encontrarme cuando me pierda de nuevo.—
Enzo tomó el cristal ofrecido, mirándolo brevemente antes de colocarlo en el
escritorio.

—Así que. La encontraste. ¿Por qué no regresó contigo?

—Necesita tiempo para recuperarse.

Enzo pareció pensativo.

—Pero ella es una sanadora.

—Tiene mucho en lo que trabajar. Como sea… —Jagger hizo un gesto


por el cuarto que estaba poblado de cajas de cartón. Un cartel que se
extendía por el sofá leía SEGURIDAD DEMONIO AFORTUNADO—. ¿Qué pasa
aquí?

El agente gritó una corta risa.

—Como si no lo supieras ya. La puerta del infierno se ha cerrado,


hombre. Hemos sido puestos fuera del negocio. Ionis ha recurrido a trabajar
personalmente para el alcalde. Lo odia.

—Yo también lo haría—Un escalofrío corrió por el cuello de Jagger y él


se estremeció—. No confío en los políticos.

—¿Pero matas demonios?


—En ellos, confío. Ellos siempre actúan de la forma en que crees que lo
harán. Predecibles y confiables, siempre.

Enzo se cruzó de brazos.

—Sí, bueno, habrá poco de trabajo por aquí por un tiempo. Es algo
bueno que hayas ahorrado tu dinero. Sin embargo. —Él palmeó a Jagger en
el hombro una vez más—. Es bueno tenerte de regreso. ¿Puedo traerte algo?
¿Una pizza? Oí que una chica peliroja está llevando el delivery ahora.

—Tal vez más tarde. Quiero acostarme un rato. Mi trasero me está


arrastrando.

—No hay problema. Traeré un par de bandejas y las mantendré


calientes —Él miró el rostro de Jagger—. ¿Estás bien?

—Sí, sólo estoy cansado.

—Es por eso que pregunto. No te acuestas a menudo.

Jagger miró la tiza mágica que había caído en la mano de Enzo. ¿De
verdad? ¿El brujo iba a embrujarlo?

—Aparta la jodida tiza. Soy realmente yo, y realmente no estoy de


humor.

—Tienes que admitir... no eres como tú.

—Estoy listo para un cambio —Jagger se frotó el cabello—. Llámame si


surge algo.

Él no pensaba que nada lo hiciera, no por un tiempo. La puerta del


Infierto de Acheron estaba cerrada. La esperanza para este mundo—y para
Jagger mismo—había sido restablecida. Él contaba con que las cosas
estuvieran calmas por un tiempo.

Hasta que Sunny regresara con su hijo.

¿Una familia? Jagger se rascó la cabeza y sonrió. Él había pasado su vida


entera maldiciendo su horrible falta de una familia real y de pronto... bueno,
él nunca pensó que mereciera nada que no se hubiera ganado. Ese niño era
su regalo—uno que él nunca había esperado.

Jagger abrió la puerta al segundo piso y subió las escaleras, deseando


que la cama aún estuviese hecha. ¿La almohada aún olería a ella? Él ansiaba
dormir en esa cama y sentía que, si soñaba, no le molestaría.
Estaba en lo correcto. Por primera vez en la vida de Jagger, Acheron no
aterraba sus sueños. Realmente había muerto e ido. Jagger se deslizó más
profundamente en el sueño, flotando en el mundo de ensueño y sintiendo
que una vida de preocupaciones se alejaba, estrato tras estrato.

Sonya, delicada como el sueño y brillando con calidez etérea, se acercó


y lo besó, con la suavidad de las plumas, susurrando su promesa de nuevo.

Jagger sonrió y se dio la vuelta en su sueño, abrazando más la


almohada. Hasta que se encontraran de nuevo, se contentaría con soñar.
Ash Krafton es una escritora de todo tipo de cosas. Ella cree que los finales
espectaculares crean los mejores comienzos...

¿Por qué no? Mil millones de agujeros negros no


pueden estar equivocados.

Su primera novela BLEEDING HEARTS: libro uno de la


serie Demimonde fue publicado en marzo de 2012 El
manuscrito ganó una distinción como finalista en la
competicón de Romance Writers of America 2011 y ha
ganado varios premios. El segundo BLOOD RUSH fue
lanzadoen mayo de 2013, y BANE WOLF (Demimonde #
3) fue publicado en junio de 2014.

Además de novelas de ficción, a Ash le gusta escribir


poesía y prosa breve, algunas de las cuales obtuvo
grandes criticas de CNW / FFWA en 2008 y 2011, así
como el Gremio de Escritores de Abilene en 2010 Sra Krafton hizo su debut
en la edición en la primavera de 2009 cuando su poesía apareció en Poe
Little Thing; su trabajo ha aparecido en varias otras revistas, incluyendo
Niteblade, Ghostlight Magazine, The Skyline Review, y Silver Blade. Uno de
sus poemas fue seleccionado como candidato al Premio Pushcart.

Es miembro de Pennwriters, RWA, el pico de Pike Escritores, SFPA, y la


Asociación de Escritores de Maryland. Su blog está en Demimonde de Ash
Krafton; también contribuye regularmente al blog de consulta Tracker.

Ash reside con su familia en un pueblo rural en el corazón de la región del


carbón de antracita de Pennsylvania.

Ella nunca se ha ido, tampoco, porque el carbón es más que otro ejemplo de
un final espectacular a la espera de un comienzo brillante. (Es un tipo de
ajuste.) Y porque, como un agujero negro, una vez que estás dentro... nunca
sales.
La recopilación, redacción y realización completa de este documento
es total y directamente sin ánimo de lucro. Con esto no se intenta
agraviar los bienes o posibles beneficios de las autoras ni causar
inconvenientes a las partes legales con derecho de autoría. Por el
contrario, intentamos divulgar su trabajo que de otra forma, a causa de
la no publicación de los ejemplares en español, no podría llegar. También
queremos esparcir y difundir la lectura a todas las personas que sea
posible. La dedicación y entrega que hace posible cada trabajo es gracias
a las aportaciones y ayuda de todas lectoras comprometidas con los
proyectos sin ninguna otra intención que el amor por leer.

Con esto, no ganamos dinero ni tampoco lo pretendemos. Pero si


invitamos a nuestras lectoras a apoyar a las autor@s con la compra de
ejemplares físicos siempre que les sea posible y así ayudar e incentivar
futuras obras. Este trabajo es únicamente por diversión y aprecio a la
literatura y sin intención de perjudicar a nadie, así que esperamos no
causar inconvenientes a ninguna de las partes.

También podría gustarte