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XIV. Vivir como pajaritos.
“Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en
graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?”.
Mateo 6:26.
En muchas ocasiones hemos escuchado la expresión: “Vivir
como pajaritos”. La connotación que tiene esta frase dentro de la cultura popular se relaciona con la idea de vivir sin responsabilidades, sin preocuparse por nada. En nuestra sociedad, esto es considerado como algo negativo, pues, el hombre debe preocuparse y asumir responsabilidades frente a la vida. Asuntos como trabajar y así poder adquirir lo necesario (o tal vez más de lo necesario) para alimentarnos y vestirnos, resultan acciones encomiables.
Miremos con detenimiento dicha expresión a la luz de las
palabras de nuestro Señor Jesús, registradas en Mateo 6:26: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?”. Vivir como pajaritos no significa ausencia de responsabilidad, por el contrario. Dios no les lleva a las aves el alimento al nido. Ellas salen en busca del sustento que Dios les ha preparado y, a través de las capacidades que el Creador les ha otorgado, pueden ir y recoger lo necesario al lugar correcto. Por lo tanto, la vida de las aves no es una vida irresponsable.
El tema central aquí es la excesiva preocupación por las cosas
materiales y no la irresponsabilidad u holgazanería. Las aves no se preocupan, sólo salen en busca de la comida que, ellas lo saben, ha sido preparada para ese día. Ellas salen, van a buscarla, pero confiando en que la encontrarán, pues, conocen a su Creador. La vida de las aves es una vida de dependencia absoluta, de espera confiada, de no preocupación. Esto es un gran ejemplo para nosotros, dado que, siempre estamos afanados por las cosas que están por venir y no sabemos descansar en Dios con respecto a nuestros planes y proyectos. Seamos como los pajarillos, confiemos en nuestro Dios y Padre, quien conoce nuestro corazón y sabe de qué tenemos necesidad. Él nos proveerá lo necesario y nos dirá también dónde y cómo. Aprendamos a conocerle y confiaremos mucho más en él. Sólo busquemos su reino y su voluntad y esperemos en él. Otra frase que es muy significativa para comprender el sentido de esta exhortación, enmarcada en el capítulo 12 del evangelio según Lucas, es esta: “¿No valéis vosotros mucho más que ellas?”. La comparación que realiza Jesús en esta ilustración es con respecto al valor asignado a las cosas creadas. La naturaleza tiene un valor muy importante en el corazón de Dios; él diseño a todos los seres vivos con perfecta sabiduría y perfección. Al ver las cosas creadas, podemos entender su eterno poder y deidad (Romanos 1:20); podemos admirar su gloria, pues, son un claro testimonio de la obra de sus manos (Salmos 19:1); toda la creación alaba al Señor (148:1- 14). Sin embargo, y a pesar de toda lo mencionado anteriormente, Jesús interpela a sus oyentes con esta expresión: “¿No valéis vosotros mucho más que ellas?”.
El escritor de la carta a los Hebreos, señala que el Señor “no
socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham”(Hebreos 2:16) Los ángeles también pecaron y se rebelaron contra Dios. Fueron condenados al infierno eternamente. Pero Dios no proveyó una salvación para ellos, pero sí preparó una salvación tan grande para nosotros. Dios nos dio a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Somos así de valiosos para él. En consecuencia, dado el valor tan elevado que Dios nos ha dado resulta imposible que no nos dé aquellas cosas materiales, necesarias para el sustento y abrigo diario. Tal como lo atestigua el apóstol Pablo en su carta a la iglesia en Roma: “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” (Romanos 8:32). Nos dio a su Hijo y en él todo incluyó. Por lo tanto, nuestro afán y ansiedad deben descansar en esta realidad espiritual.