Corazón Consagrado Por Rebecca Barba
Corazón Consagrado Por Rebecca Barba
Corazón Consagrado Por Rebecca Barba
Murcia Semillas.
Para: Camila Andrea Castañeda Roncancio
Comunidad Católica MagnificArte
Teología del cuerpo.
16 / 09 / 2024
1. La belleza del celibato como señal para todos los cristianos, no sólo para los
consagrados.
2. Como este estilo de vida puede mostrarnos un camino hacia un amor más profundo,
más libre, más pleno.
3. Cómo las enseñanzas de Juan Pablo II iluminan nuestras relaciones y vocación
como seres humanos.
¿Por qué somos célibes? Porque en nosotros hemos amado en algún momento de
nuestras vidas, si vamos a ir al cielo, entonces tenemos que aprender a amar. Nuestra
responsabilidad, pero a la ves gozo es aprender a amar; porque si ese es el llamado con el
que Dios nos creó, entonces se debe satisfacer el amor del corazón viviendo la castidad.
Más que una regla, es un acto de amor que te das como regalo del cielo, la castidad te
permite vivir en pureza, te fortalece, actúa como la sal que te protege del mundo hiper-
sexualizado por el que ha caído la humanidad.
Cuando se habla del celibato Cristiano, también apostólico, se entiende que se viva
el reino de los cielos en la tierra porque adelantas tu experiencia de vida que vas a vivir en
el cielo, puesto que el matrimonio que se conoce no se vive en el cielo. El celibato permite
volver al orden de la categoría en el amor, ya que puedes abrazar el amor como autentico
Cristiano sabiendo que todos le pertenecemos a Dios en estado de alta virtud. El celibato se
refiere al estilo de vida apostólico y a la consagración de la castidad.
Virginidad y Matrimonio: Caminos de amor en la reflexión de San Pablo
En Corintios I (1; 1), Pablo desearía que todos fueran célibes para vivir con mayor
cercanía el reino de los cielos, pero en ésta época el maniteísmo (rechazo a las cosas
materiales) engañaba a las personas con la vida puritana, es decir el repudio hacia el
cuerpo. En realidad, los griegos se encargaban de difundir el maniteismo en los cristianos.
En los problemas que se ven en el matrimonio, Pablo quiere hacer ver que en la vida
conyugal se debería traer gozo; en otras palabras, el verdadero amor conyugal es difícil, eso
también implica la entrega. Pablo explica que la decisión de la continencia es un don, no
sólo porque es un llamado de Dios, sino porque es un estilo de vida que te permite entrenar
tu estancia en la vida eterna dentro del reino de los cielos.
Con Corintios I (7; 31) “la apariencia de éste mundo que pasa” se puede entender un
factor crucial del matrimonio y ésta relacionado con la resurrección. En el cielo Jesús no va
a estar casado contigo; aunque la realidad es muy triste, a eso se refiere Pablo en esta
encíclica, a no apegarse a los bienes de éste mundo que pasa, el matrimonio está dentro de
esos bienes. El matrimonio también se vuelve un ídolo al caer en la obsesión con casarse,
pero no es tu culpa, eso puede surgir de una herida de un matrimonio disfuncional o del
matrimonio vivido con tus padres. Por eso, San Pablo dice que “los que tienen mujer, que
vivan como si no la tuviesen”, no se refiere a desentenderse con la mujer, sino que da un
aviso de una nueva vida que está por llegar. “El deseo de la felicidad verdadera aparta al
hombre del apego desordenado a los bienes de éste mundo y tendrá su plenitud en la
virtud y la bienaventuranza de Dios”, ésta buena felicidad desapegan a los célibes de los
bienes del mundo. Por eso, el matrimonio se debe vivir como etapa de vocación definitiva,
la cual se ve tras alcanzar el reino de los cielos al haberse entregado al amor total, que no es
eterno, pero si un regla que permite experimentar el gran amor con el que siempre Dios nos
rodea.
Cuando Cristo llama a una persona, es porque ha considerado que se está listo para
vencer la concupiscencia, si el hombre de hoy no puede vivir las exigencias del evangelio,
es por la voluntad propia de no decidir la redención, más no por el acto redentor de Cristo.
La virginidad no es una negación de la feminidad y masculinidad, sino un estilo de vida en
plenitud, porque el célibe está llamado a realizar su vocación del amor viviendo como hijo,
esposo y padre amado. La vida de los célibes se convierte en una terapia espiritual para un
mundo que ha convertido el sexo en un ídolo.
El mundo puede juzgar al ser rechazado por los seminarios si eligen el sacerdocio
como vocación, pero una persona no va al seminario por ser sacerdote, sino por responder
al llamado que Dios le ha hecho. Hay que aclarar que Dios no sólo está en el seminario,
también se encuentra en los otros espacios de la vida, ahí es donde se encuentran las demás
vocaciones. Si se genera una herida de rechazo en esta situación, el obispo debe discernir
las razones del porque no se puede ingresar al seminario en éste momento, recibir la
explicación y sanar la herida del rechazo en algún retiro espiritual. El miedo que ven los
jóvenes para servirle a Dios se da porque lo ven como algo pequeño; por eso, hay que
ayudarles a ver el gozo de la donación, que vena la lucha constante por mantener el
matrimonio. Recordar que el enemigo no quiere vocaciones, por eso atacará más a los
jóvenes que sientan el llamado a servirle a Dios desde la consagración y por eso los hace
dudar, para alimentar sus heridas.
Todo comienza con Dios en cada estado de vida, ya que él ha decidido crear al
hombre y a la mujer a su imagen y semejanza; al encentrarse en éste dogma la vocación
universal, todos son llamados a semejarse a Dios por consiguiente. La espiritualización será
la perfecta integración de todo el ser, se debe realizar el don con la mayor sinceridad;
mientras que la divinización es la transformación en Dios que él impreso en el bautismo y
se potenciara cuando se alcance el cielo encontrándose con Dios.
Ahora el célibe se encuentra una nueva realidad con Dios cuando llegue al cielo,
para eso el célibe se anticipa viviendo su virginidad de forma exclusiva desde su
esponsalidad con Dios. Esa esponsalidad se empieza a vivir en la tierra, consagrando su
virginidad para conquistar al señor; pues el señor quiere que todos sean esposos de lo
absoluto de manera definitiva. El consagrado encuentra tres tipos de Eunucos: los que
nacieron en esa condición desde el seno materno, eunucos hechos por otro hombre a través
de la castración; y aquellos que se hacen eunucos por voluntad propia, el cual será el
camino que el célibe va a tomar. Dios quiere que todos se sientan plenos y amados. Por eso,
no se puede vivir el matrimonio en idolatría, debido a que una persona no va a llenar ese
amor a plenitud y el sacramento no será eterno al estar ligado en ésta tierra. Sólo Dios
puede llenar la dimensión virginal del corazón, porque él prepara para encontrarse uno a
uno en el reino de los cielos, puesto todos al final anhelan vivir en paz y armonía con Dios.
Del placer al amor verdadero hay muchas rayas de distancia, eso se ve en el amor de
hermanos, el cual muestra mucha familiaridad y lealtad. Sin embargo, el amor de un
sacerdote tiene su mirada en la entrega total a la iglesia. El amor que Jesús entrego a su
iglesia como su amada son todas las personas.
En la vida, hay dos maneras de realizar nuestra vocación de amar, la cual ésta
llamado a realizar plenamente su sexualidad; cuya cual es toda manera de ser una persona.
La sexualidad se entiende como una manera de entrega constante a los demás y una manera
más profunda y duradera, pues lo que hace más feliz a una persona es el amar y ser amado.
Por lo tanto, el matrimonio y la virginidad son las dos maneras de realizar la vocación del
amor.
La virginidad cristiana consta del estilo de vivir alegremente por consagrarse a la
entrega total al señor adelantándose a vivir con él, tal y como se convivirá en el cielo con
Dios. Así pues, la virginidad cristiana consagrada implica un juramento definitivo de votos
de pobreza, castidad y obediencia; dicha entrega se da de modo radical. La virginidad y el
celibato por el reino de Dios confirman la dignidad del matrimonio, puesto que el
matrimonio y la virginidad son dos modos de expresar y de vivir el único misterio de la
alianza de Dios con su pueblo. Cuando no se estima el matrimonio, no puede existir la
virginidad consagrada; cuando la sexualidad humana no se considera un gran valor donado
por el creador, pierde significado la renuncia por el reino de los cielos. Como Cristo me
llama, él quiere porque sabe lo que me hace feliz. La sexualidad de la persona implica toda
la identidad de ser hombre o mujer, porque Dios nos quiere llamarnos para ser plenamente
hombres y plenamente mujeres.
Mateo (19; 29) “Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre,
madre, hijos o hacienda por mi nombre; recibirá el ciento por uno y heredará vida eterna”.
Esto quiere decir que al entrar a la vida consagrada una persona se sacrifica al no darse
lujos por renunciar a ellas para entregarte al señor. En realidad, el consagrado también
recibe tesoros sin esperarlo por el hecho de cumplir tu misión como consagrado
evangelizando o atendiendo el llamado de Dios. Para vivir la pobreza en casa, hay que
fructificar los bienes que Dios te ha dado en pro de los demás mirando su necesidad. La
castidad se vive renunciando a todos los hombres o a las mujeres menos a uno, quien es
aquel que lleva a la redención por alcanzar el cielo confiando plenamente en él; el orden del
amor que entrega Jesús en la gran espera, la cual se verá al encontrase con él. En otras
palabras, el gran sí al amor es la forma adecuada de vivir la castidad, ya que la entrega se
puede dar en el amor a los hijos, familias o en este caso a Dios.
En la comprensión correcta del celibato, corintios I (7; 38) “el que se casa obra bien,
pero el que no se casa obra mejor”. Si se entiende el caso del bien mayor, se alcanza la
virtud de comprender el don de vivir la vocación del amor desde el celibato. En
comprensión general, se puede entender que la mejor vocación es “la mía”, puesto que en
ella se demuestra que de verdad se ama por la decisión de entregarse en totalidad. En la
vida consagrada, los célibes también necesitan ser reconocidos por un mérito, no por
cualquiera, sino por el mayor de los méritos al ser su virginidad y vida entregada al señor.
Tras esto, el hombre es libremente de entregar su vida a Dios, por eso su sexualidad es más
profunda y plena, porque su celibato es sincero; entre más sincero sea la virginidad, más
virtuosa será la realización de la vocación de la persona. Si la vocación implica dar vida,
ésta se puede dar a través de los consejos hacia los demás, acompañando a alguien o el
simple hecho de escuchar y estar atento a la necesidad de los demás.