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Teoría Literaria – Alfabetización

La crítica literaria feminista – Corpus textual

Ángeles Mastretta "La tía Daniela"

La tía Daniela se enamoró como se enamoran siempre las mujeres inteligentes: como
una idiota. Lo había visto llegar una mañana, caminando con los hombros erguidos
sobre un paso sereno y había pensado: "Este hombre se cree Dios". Pero al rato de oírlo
decir historias sobre mundos desconocidos y pasiones extrañas, se enamoró de él y de
sus brazos como si desde niña no hablara latín, no supiera lógica, ni hubiera
sorprendido a media ciudad copiando los juegos de Góngora y Sor Juana como quien
responde a una canción en el recreo.

Era tan sabía que ningún hombre quería meterse con ella, por más que tuviera los ojos
de miel y una boca brillante, por más que su cuerpo acariciara la imaginación
despertando las ganas de mirarlo desnudo, por más que fuera hermosa como la virgen
del Rosario. Daba temor quererla porque algo había en su inteligencia que sugería
siempre un desprecio por el sexo opuesto y sus confusiones.
Pero aquel hombre que no sabía nada de ella y sus libros, se le acercó como a cualquiera.
Entonces la tía Daniela lo dotó de una inteligencia deslumbrante, una virtud de ángel y
un talento de artista. Su cabeza lo miró de tantos modos que en doce días creyó conocer
a cien hombres. Lo quiso convencida de que Dios puede andar entre mortales,
entregada hasta las uñas a los deseos y las ocurrencias de un tipo que nunca llegó para
quedarse y jamás entendió uno solo de todos los poemas que Daniela quiso leerle para
explicar su amor.

Un día, así como había llegado, se fue sin despedir siquiera. Y no hubo entonces en la
redonda inteligencia de la tía Daniela un solo atisbo de entender qué había pasado.

Hipnotizada por un dolor sin nombre ni destino se volvió la más tonta de las tontas.
Perderlo fue una larga pena como el insomnio, una vejez de siglos, el infierno.

Por unos días de luz, por un indicio, por los ojos de hierro y súplica que le prestó una
noche, la tía Daniela enterró las ganas de estar viva y fue perdiendo el brillo de la piel,
la fuerza de las piernas, la intensidad de la frente y las entrañas.

Se quedó casi ciega en tres meses, una joroba le creció en la espalda, y algo le sucedió a
su termostato que a pesar de andar hasta en el rayo del sol con abrigo y calcetines,
tiritaba de frío como si viviera en el centro mismo del invierno. La sacaban al aire como
a un canario. Cerca le ponían fruta y galletas para que picoteara, pero su madre se
llevaba las cosas intactas mientras ella seguía muda a pesar de los esfuerzos que todo
el mundo hacía por distraerla.

Al principio la invitaban a la calle para ver si mirando las palomas o viendo ir y venir
a la gente, algo de ella volvía a dar muestras de apego a la vida. Trataron todo. Su madre
se la llevó de viaje a España y la hizo entrar y salir de todos los tablados sevillanos sin
obtener de ella más que una lágrima la noche que el cantador estuvo alegre. A la mañana
siguiente le puso un telegrama a su marido diciendo: "Empieza a mejorar, ha llorado un
segundo". Se había vuelto un árbol seco, iba para donde la llevaran y en cuanto podía se
dejaba caer en la cama como si hubiera trabajado veinticuatro horas recogiendo
algodón. Por fin las fuerzas no le alcanzaron más que para echarse en una silla y decirle
a su madre: "Te lo ruego, vámonos a casa".

Cuando volvieron, la tía Daniela apenas podía caminar y desde entonces no quiso
levantarse. Tampoco quería bañarse, ni peinarse, ni hacer pipí. Una mañana no pudo
siquiera abrir los ojos.

-¡Está muerta! - oyó decir a su alrededor y no encontró las fuerzas para negarlo.

Alguien le sugirió a su madre que ese comportamiento era un chantaje, un modo de


vengarse en los otros, una pose de niña consentida que si de repente perdiera la
tranquilidad de la casa y la comida segura, se las arreglaría para mejorar de un día para
el otro. Su madre hizo el esfuerzo de abandonarla en el quicio de la puerta de la Catedral.

La dejaron ahí una noche con la esperanza de verla regresar al día siguiente,
hambrienta y furiosa, como había sido alguna vez. A la tercera noche la recogieron de
la puerta de la Catedral con pulmonía y la llevaron al hospital entre lágrimas de toda la
familia.

Ahí fue a visitarla su amiga Elidé, una joven de piel brillante que hablaba sin tregua y
que decía saber las curas del mal de amores. Pidió que la dejaran hacerse cargo del alma
y del estómago de aquella náufraga. Era una criatura alegre y ávida. La oyeron opinar.
Según ella el error en el tratamiento de su inteligente amiga estaba en los consejos de
que olvidara. Olvidar era un asunto imposible. Lo que había que hacer era encauzarle
los recuerdos, para que no la mataran, para que la obligaran a seguir viva.
Los padres oyeron hablar a la muchacha con la misma indiferencia que ya les provocaba
cualquier intento de curar a su hija. Daban por hecho que no serviría de nada y sin
embargo lo autorizaban como si no hubieran perdido la esperanza que ya habían
perdido.

Las pusieron a dormir en el mismo cuarto. Siempre que alguien pasaba frente a la
puerta oía a la incansable voz de Elidé hablando del asunto con la misma obstinación
con que un médico vigila a un moribundo. No se callaba. No le daba tregua. Un día y
otro, una semana y otra.

-¿Cómo dices que eran sus manos? - preguntaba. Si la tía Daniela no le contestaba, Elidé
volvía por otro lado.

-¿Tenía los ojos verdes? ¿Cafés? ¿Grandes?

-Chicos - le contestó la tía Daniela hablando por primera vez en treinta días.

-¿Chicos y turbios?- preguntó la tía Elidé.

- Chicos y fieros - contestó la tía Daniela y volvió a callarse otro mes.

- Seguro que era Leo. Así son los de Leo - decía su amiga sacando un libro de horóscopos
para leerle. Decía todos los horrores que pueden caber en un Leo. - De remate, son
mentirosos. Pero no tienes que dejarte, tú eres de Tauro. Son fuertes las mujeres de
Tauro.

- Mentiras sí que dijo - le contestó Daniela una tarde.

-¿Cuáles? No se te vayan a olvidar. Porque el mundo no es tan grande como para que no
demos con él, y entonces le vas a recordar sus palabras. Una por una, las que oíste y las
que te hizo decir.
-No quiero humillarme.

-El humillado va a ser él. Si no todo es tan fácil como sembrar palabras y largarse.

-Me iluminaron -defendió la tía Daniela.

- Se te nota iluminada - decía su amiga cuando llegaban a puntos así.

Al tercer mes de hablar y hablar la hizo comer como Dios manda. Ni siquiera se dio
cuenta cómo fue. La llevó a una caminata por el jardín. Cargaba una cesta con fruta,
queso, pan, mantequilla y té.

Extendió un mantel sobre el pasto, sacó las cosas y siguió hablando mientras empezaba
a comer sin ofrecerle.

- Le gustaban las uvas - dijo la enferma.


- Entiendo que lo extrañes.

Sí - dijo la enferma acercándose un racimo de uvas -. Besaba regio. Y tenía suave la piel
de los hombros y la cintura.

-¿Cómo tenía? Ya sabes - dijo la amiga como si supiera siempre lo que la torturaba.

- No te lo voy a decir - contestó riéndose por primera vez en meses. Luego comió
queso y té, pan y mantequilla.

- ¿Rico? - le preguntó Elidé.

- Sí - le contestó la enferma empezando a ser ella.

Una noche bajaron a cenar. La tía Daniela con un vestido nuevo y el pelo brillante y
limpio, libre por fin de la trenza polvorosa que no se había peinado en mucho tiempo.
Veinte días después ella y su amiga habían repasado los recuerdos de arriba para
abajo hasta convertirlos en trivia. Todo lo que había tratado de olvidar la tía Daniela
forzándose a no pensarlo, se le volvió indigno de recuerdo después de repetirlo muchas
veces. Castigó su buen juicio oyéndose contar una tras otra las ciento veinte mil
tonterías que la había hecho feliz y desgraciada.

- Ya no quiero ni vengarme - le dijo una mañana a Elidé -. Estoy aburridísima del tema.

- ¿Cómo? No te pongas inteligente - dijo Elidé-. Éste ha sido todo el tiempo un asunto de
razón menguada. ¿Lo vas convertir en algo lúcido? No lo eches a perder. Nos falta lo
mejor. Nos falta buscar al hombre en Europa y África, en Sudamérica y la India, nos falta
encontrarlo y hacer un escándalo que justifique nuestros viajes. Nos falta conocer la
galería Pitti, ver Florencia, enamorarnos en Venecia, echar una moneda en la fuente de
Trevi. ¿Nos vamos a perseguir a ese hombre que te enamoró como a una imbécil y luego
se fue?

Habían planeado viajar por el mundo en busca del culpable y eso de que la venganza
ya no fuera trascendente en la cura de su amiga tenía devastada a Elidé. Iban a perderse
la India y Marruecos, Bolivia y el Congo, Viena y sobre todo Italia. Nunca pensó que
podría convertirla en un ser racional después de haberla visto paralizada y casi loca
hacía cuatro meses.

- Tenemos que ir a buscarlo. No te vuelvas inteligente antes de tiempo - le decía.


- Llegó ayer - le contestó la tía Daniela un mediodía. - ¿Cómo sabes?

- Lo vi. Tocó en el balcón como antes.

- ¿Y qué sentiste?

- Nada.

-¿Y qué te dijo?

- Todo.

- ¿Y qué le contestaste?

- Cerré.

-¿Y ahora? - preguntó la terapista.

- Ahora sí nos vamos a Italia: los ausentes siempre se equivocan.

Y se fueron a Italia por la voz del Dante: "Piovverà dentro a l'alta fantasía."

(publicado en Mujeres de ojos grandes, 1990)

Poemas de Ana María Rodas


Forniquemos mentalmente
Suave, muy suave
Con la piel de algún fantasma.

Sonriamos
Femeninas
Inocentes.

Y a la noche, clavemos el puñal


y brinquemos al jardín,
abandonemos
esto que apesta a muerte. (p.18)
Lavémonos el pelo
y desnudemos el cuerpo.

Yo tengo y tú también
hermana
dos pechos
y dos piernas y una vulva.

No somos criaturas
que subsisten con suspiros.

Ya no sonriamos
ya no más falsas vírgenes

Ni mártires que esperan en la cama


el salivazo ocasional del macho (p.19).

Poemas de Gioconda Belli

Los portadores de sueños


En todas las profecías
está escrita la destrucción del mundo.
Todas las profecías cuentan
que el hombre creará su propia destrucción.

Pero los siglos y la vida


que siempre se renueva
engendraron también una generación
de amadores y soñadores;
hombres y mujeres que no soñaron
con la destrucción del mundo,
sino con la construcción del mundo de las mariposas y los ruiseñores.

Desde pequeños venían marcados por el amor.


detrás de su apariencia cotidiana
guardaban la ternura y el sol de medianoche.
Las madres los encontraban llorando
por un pájaro muerto
y más tarde también los encontraron a muchos
muertos como pájaros.

Estos seres cohabitaron con mujeres traslúcidas


y las dejaron preñadas de miel y de hijos verdecidos
por un invierno de caricias.
Así fue como proliferaron en el mundo los portadores de sueños,
atacados ferozmente por los portadores de profecías
habladoras de catástrofes.

Los llamaron ilusos, románticos, pensadores de utopías


dijeron que sus palabras eran viejas
y, en efecto, lo eran porque la memoria del paraíso
es antigua al corazón del hombre.

Los acumuladores de riquezas les temían


lanzaban sus ejércitos contra ellos,
pero los portadores de sueños todas las noches
hacían el amor
y seguía brotando su semilla del vientre de ellas
que no sólo portaban sueños sino que los
multiplicaban y los hacían correr y hablar.

De esta forma el mundo engendró de nuevo su vida


como también había engendrado
a los que inventaron la manera
de apagar el sol.

Los portadores de sueños sobrevivieron a los


climas gélidos pero en los climas cálidos casi parecían brotar por
generación espontánea.
Quizá las palmeras, los cielos azules, las lluvias
torrenciales tuvieron algo que ver con esto,
la verdad es que como laboriosas hormiguitas
estos especímenes no dejaban de soñar y de construir
hermosos mundos,
mundos de hermanos, de hombres y mujeres que se
llamaban compañeros,
que se enseñaban unos a otros a leer, se consolaban
en las muertes,
se curaban y cuidaban entre ellos, se querían, se
ayudaban en el
arte de querer y en la defensa de la felicidad.

Eran felices en su mundo de azúcar y de viento,


de todas partes venían a impregnarse de su aliento,
de sus claras miradas,
hacia todas partes salían los que habían conocido
portando sueños soñando con profecías nuevas
que hablaban de tiempos de mariposas y ruiseñores
y de que el mundo no tendría que terminar en la
hecatombe.
Por el contrario, los científicos diseñarían
puentes, jardines, juguetes sorprendentes
para hacer más gozosa la felicidad del hombre.

Son peligrosos - imprimían las grandes rotativas


Son peligrosos - decían los presidentes en sus discursos
Son peligrosos - murmuraban los artífices de la guerra.
Hay que destruirlos - imprimían las grandes rotativas
Hay que destruirlos - decían los presidentes en sus discursos
Hay que destruirlos - murmuraban los artífices de la guerra.

Los portadores de sueños conocían su poder


por eso no se extrañaban
también sabían que la vida los había engendrado
para protegerse de la muerte que anuncian las
profecías y por eso defendían su vida aun con la muerte.
Por eso cultivaban jardines de sueños
y los exportaban con grandes lazos de colores.
Los profetas de la oscuridad se pasaban noches y días enteros
vigilando los pasajes y los caminos
buscando estos peligrosos cargamentos
que nunca lograban atrapar
porque el que no tiene ojos para soñar
no ve los sueños ni de día, ni de noche.

Y en el mundo se ha desatado un gran tráfico de


sueños que no pueden detener los traficantes de la muerte;
por doquier hay paquetes con grandes lazos
que sólo esta nueva raza de hombres puede ver
la semilla de estos sueños no se puede detectar
porque va envuelta en rojos corazones
en amplios vestidos de maternidad
donde piececitos soñadores alborotan los vientres
que los albergan.
Dicen que la tierra después de parirlos
desencadenó un cielo de arcoíris
y sopló de fecundidad las raíces de los árboles.
Nosotros sólo sabemos que los hemos visto
sabemos que la vida los engendró
para protegerse de la muerte que anuncian las
profecías.

Ocho de marzo

Amanece con pelo largo el día curvo de las mujeres,


¡Qué poco es un solo día, hermanas,
qué poco, para que el mundo acumule flores frente a nuestras casas!
De la cuna donde nacimos hasta la tumba donde dormiremos
-toda la atropellada ruta de nuestras vidas-
deberían pavimentar de flores para celebrarnos
(que no nos hagan como a la Princesa Diana que no vio, ni oyó
las floridas avenidas postradas de pena de Londres)
Nosotras queremos ver y oler las flores.
Queremos flores de los que no se alegraron cuando nacimos hembras
en vez de machos,
Queremos flores de los que nos cortaron el clítoris
Y de los que nos vendaron los pies
Queremos flores de quienes no nos mandaron al colegio para que cuidáramos a los
hermanos y ayudáramos en la cocina
Flores del que se metió en la cama de noche y nos tapó la boca para violarnos
mientras nuestra madre dormía
Queremos flores del que nos pagó menos por el trabajo más pesado
Y del que nos corrió cuando se dio cuenta que estábamos embarazadas
Queremos flores del que nos condenó a muerte forzándonos a parir
a riesgo de nuestras vidas
Queremos flores del que se protege del mal pensamiento
obligándonos al velo y a cubrirnos el cuerpo
Del que nos prohíbe salir a la calle sin un hombre que nos escolte
Queremos flores de los que nos quemaron por brujas
Y nos encerraron por locas
Flores del que nos pega, del que se emborracha
Del que se bebe irredento el pago de la comida del mes
Queremos flores de las que intrigan y levantan falsos
Flores de las que se ensañan contra sus hijas, sus madres y sus nueras
Y albergan ponzoña en su corazón para las de su mismo género

Tantas flores serían necesarias para secar los húmedos pantanos


donde el agua de nuestros ojos se hace lodo;
arenas movedizas tragándonos y escupiéndonos,
de las que tenaces, una a una, tendremos que surgir.

Amanece con pelo largo el día curvo de las mujeres.


Queremos flores hoy. Cuanto nos corresponde.
El jardín del que nos expulsaron.
REGLAS DEL JUEGO PARA LOS HOMBRES QUE QUIEREN AMAR A MUJERES
I
El hombre que me ame
deberá saber descorrer las cortinas de la piel,
encontrar la profundidad de mis ojos
y conocer la que anida en mí,
la golondrina
transparente de la ternura.
II
El hombre que me ame
no querrá poseerme como una mercancía,
ni exhibirme como un trofeo de caza,
sabrá estar a mi lado
con el mismo amor
con que yo estaré al lado suyo.
III
El amor del hombre que me ame
será fuerte como los árboles de ceibo,
protector y seguro como ellos,
limpio como una mañana de diciembre.
IV
El hombre que me ame
no dudará de mi sonrisa
ni temerá la abundancia de mi pelo
respetará la tristeza, el silencio
y con caricias tocará mi vientre como guitarra
para que brote música y alegría
desde el fondo de mi cuerpo.
V
El hombre que me ame
podrá encontrar en mí
la hamaca para descansar
el pesado fardo de sus preocupaciones
la amiga con quien compartir sus íntimos secretos,
el lago donde flotar
sin miedo de que el ancla del compromiso
le impida volar cuando se le ocurra ser pájaro.
VI
El hombre que me ame
hará poesía con su vida,
construyendo cada día
con la mirada puesta en el futuro.
VII
Por sobre todas las cosas,
el hombre que me ame
deberá amar al pueblo
no como una abstracta palabra
sacada de la manga,
sino como algo real, concreto,
ante quien rendir homenaje con acciones
y dar la vida si necesario.
VIII
El hombre que me ame
reconocerá mi rostro en la trinchera
rodilla en tierra me amará
mientras los dos disparamos juntos
contra el enemigo.
IX
El amor de mi hombre
no conocerá el miedo a la entrega,
ni temerá descubrirse ante la magia del
enamoramiento
en una plaza pública llena de multitudes
Podrá gritar —te quiero—
o hacer rótulos en lo alto de los edificios
proclamando su derecho a sentir
el más hermoso y humano de los sentimientos.
X
El amor de mi hombre
no le huirá a las cocinas
ni a los pañales del hijo,
será como un viento fresco
llevándose entre nubes de sueño y de pasado
las debilidades que, por siglos, nos mantuvieron
separados
como seres de distinta estatura
XI
El amor de mi hombre
no querrá rotularme o etiquetarme,
me dará aire, espacio,
alimento para crecer y ser mejor,
como una Revolución
que hace de cada día
el comienzo de una nueva victoria.

Consejos para la mujer fuerte


Si eres una mujer fuerte
protégete de las alimañas que querrán
almorzar tu corazón.
Ellas usan todos los disfraces de los carnavales de la tierra:
se visten como culpas, como oportunidades, como precios que hay que pagar.
Te hurgan el alma; meten el barreno de sus miradas o sus llantos
hasta lo más profundo del magma de tu esencia
no para alumbrarse con tu fuego
sino para apagar la pasión
la erudición de tus fantasías.
Si eres una mujer fuerte
tienes que saber que el aire que te nutre
acarrea también parásitos, moscardones,
menudos insectos que buscarán alojarse en tu sangre
y nutrirse de cuanto es sólido y grande en ti.
No pierdas la compasión, pero témele a cuanto conduzca
a negarte la palabra, a esconder quién eres,
lo que te obligue a ablandarte
y te prometa un reino terrestre a cambio
de la sonrisa complaciente.
Si eres una mujer fuerte
prepárate para la batalla:
aprende a estar sola
a dormir en la más absoluta oscuridad sin miedo
a que nadie te tire sogas cuando ruja la tormenta
a nadar contra corriente.
Entrénate en los oficios de la reflexión y el intelecto
Lee, hazte el amor a ti misma, construye tu castillo
rodéalo de fosos profundos
pero hazle anchas puertas y ventanas.
Es menester que cultives enormes amistades
que quienes te rodean y quieran sepan lo que eres
que te hagas un círculo de hogueras y enciendas en el centro de tu habitación
una estufa siempre ardiente donde se mantenga el hervor de tus sueños.
Si eres una mujer fuerte
protégete con palabras y árboles
e invoca la memoria de mujeres antiguas.
Haz de saber que eres un campo magnético
hacia el que viajarán aullando los clavos herrumbrados
y el óxido mortal de todos los naufragios.
Ampara, pero ampárate primero
Guarda las distancias
Constrúyete. Cuídate
Atesora tu poder
Defiéndelo
Hazlo por ti
Te lo pido en nombre de todas nosotras.
Alejandra Pizarnik - selección

AMANTES
una flor
no lejos de la noche
mi cuerpo mudo
se abre
a la delicada urgencia del rocío
ÁRBOL DE DIANA
1
He dado el salto de mí al alba.
He dejado mi cuerpo junto a la luz
y he cantado la tristeza de lo que nace.
3
sólo la sed
el silencio
ningún encuentro
cuídate de mí amor mío
cuídate de la silenciosa en el desierto
de la viajera con el vaso vacío
y de la sombra de su sombra
6
ella se desnuda en el paraíso
de su memoria
ella desconoce el feroz destino
de sus visiones
ella tiene miedo de no saber nombrar
lo que no existe
7
Salta con la camisa en llamas
de estrella a estrella,
de sombra en sombra.
Muere de muerte lejana
la que ama al viento.
8
Memoria iluminada, galería donde vaga
la sombra de lo que espero. No es verdad
que vendrá. No es verdad que no vendrá.
9
Estos huesos brillando en la noche,
estas palabras como piedras preciosas
en la garganta viva de un pájaro petrificado,
este verde muy amado,
este lila caliente,
este corazón sólo misterioso.
11
ahora
en esta hora inocente
yo y la que fui nos sentamos
en el umbral de mi mirada
13
explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco llevándome
14
El poema que no digo,
el que no merezco.
Miedo de ser dos
camino del espejo:
alguien en mí dormido
me come y me bebe.
17
Días en que una palabra lejana se apodera de
mí. Voy por esos días sonámbula y
transparente. La hermosa autómata se canta, se
encanta,
se cuenta casos y cosas: nido de hilos rígidos
donde me danzo y me lloro en mis numerosos
funerales. (Ella es
su espejo incendiado, su espera en hogueras
frías, su
elemento místico, su fornicación de nombres
creciendo solos en la noche pálida.)
20
dice que no sabe del miedo de la muerte del
amor
dice que tiene miedo de la muerte del amor
dice que el amor es muerte es miedo
dice que la muerte es miedo es amor
dice que no sabe
21
he nacido tanto
y doblemente sufrido
en la memoria de aquí y de allá
22
en la noche
un espejo para la pequeña muerta
un espejo de cenizas
23
una mirada desde la alcantarilla
puede ser una visión del mundo
la rebelión consiste en mirar una rosa
hasta pulverizarse los ojos
29
Aquí vivimos con una mano en la garganta. Que
nada es posible ya lo sabían los que inventaban lluvias y tejían
palabras con el tormento de
la ausencia. Por eso en sus plegarias había un
sonido de manos enamoradas de la niebla.
30
en el invierno fabuloso
la endecha de las alas en la lluvia
en la memoria del agua dedos de niebla
31
Es un cerrar los ojos y jurar no abrirlos. En
tanto afuera se alimenten de relojes y de
flores
nacidas de la astucia. Pero con los ojos
cerrados
y un sufrimiento en verdad demasiado grande
pulsamos los espejos hasta que las palabras
olvidadas suenan mágicamente.
32
Zona de plagas
donde la dormida
come lentamente
su corazón de medianoche.
33
alguna vez
alguna vez tal vez
me iré sin quedarme
me iré como quien se va
34
la pequeña viajera
moría explicando su muerte
sabios animales nostálgicos
visitaban su cuerpo caliente
38
Este canto arrepentido, vigía detrás de mis
poemas:
este canto me desmiente, me amordaza.

INFANCIA
Hora en que la yerba crece
en la memoria del caballo.
El viento pronuncia discursos ingenuos
en honor de las lilas,
y alguien entra en la muerte
con los ojos abiertos
como Alicia en el país de lo ya visto.
ENCUENTRO
alguien entra en silencio y me abandona.
Ahora la soledad no está sola.
Tú hablas como la noche.
Te anuncias como la sed.
COMUNICACIONES
El viento me había comido
parte de la cara y las manos.
Me llamaban ángel harapiento.
Yo esperaba.
CAMINOS DEL ESPEJO
I
Y sobre todo mirar con inocencia. Como si no
pasara nada, lo cual es cierto.
II
Pero a ti quiero mirarte hasta que tu rostro
se aleje de mi miedo como un pájaro del borde
filoso de la noche.
III
Como una niña de tiza rosada en un muro muy
viejo súbitamente borrada por la lluvia.
IV
Como cuando se abre una flor y revela el
corazón que no tiene.
V
Todos los gestos de mi cuerpo y de mi voz para
hacer de mí la ofrenda, el ramo que abandona
el viento en el umbral.
VI
Cubre la memoria de tu cara con la máscara de
la que serás y asusta a la niña que fuiste.
VII
La noche de los dos se dispersó con la niebla.
Es la estación de los alimentos fríos.
VIII
Y la sed, mi memoria es de la sed, yo abajo,
en el fondo, en el pozo, yo bebía, recuerdo.
IX
Caer como un animal herido en el lugar que iba
a ser de revelaciones.
X
Como quien no quiere la cosa. Ninguna cosa.
Boca cosida. Párpados cosidos. Me olvidé.
Adentro el viento. Todo cerrado y el viento
adentro.
XI
Al negro sol del silencio las palabras se
doraban.
XII
Pero el silencio es cierto. Por eso escribo.
Estoy sola y escribo. No, no estoy sola.
Hay alguien aquí que tiembla.
XIII
Aun si digo sol y luna y estrella me refiero a
cosas que me suceden. ¿Y qué deseaba yo?
Deseaba un silencio perfecto.
Por eso hablo.
XIV
La noche tiene la forma de un grito de lobo.
XV
Delicia de perderse en la imagen presentida.
Yo me levanté de mi cadáver, yo fui en busca de
quien soy.
Peregrina de mí, he ido hacia la que duerme en
un país al viento.
XVI
Mi caída sin fin a mi caída sin fin en donde
nadie me aguardó pues al mirar quién me aguardaba
no vi otra cosa que a mí misma.
XVII
Algo caía en el silencio. Mi última palabra
fue yo pero me refería al alba luminosa.
XVIII
Flores amarillas constelan un círculo de
tierra azul. El agua tiembla llena de viento.
XIX
Deslumbramiento del día, pájaros amarillos en
la mañana. Una mano desata tinieblas, una mano
arrastra
la cabellera de una ahogada que no cesa de
pasar por el espejo. Volver a la memoria del
cuerpo, he de volver a mis huesos en duelo, he de
comprender lo que dice mi voz.
SOMBRA DE LOS DÍAS A VENIR
Mañana
me vestirán con cenizas el alba,
me llenarán la boca de flores.
Aprenderé a dormir
en la memoria de un muro,
en la respiración
de un animal que sueña.

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