008 MORIN El Paradigma Perdido Parte III
008 MORIN El Paradigma Perdido Parte III
008 MORIN El Paradigma Perdido Parte III
EL PARADIGMA
PERDIDO
ENSAYO DE BIOANTROPOLOGIA
TERCERA PARTE
«O Ridicolissime heroe»
PASCAL
1. SAPIENS-DEMENS
Sin lugar a dudas, los hechos que acabamos de apuntar nos dan
cuenta de un progreso en el conocimiento objetivo. La muerte ha
dejado de ser simplemente concebida en tanto que hecho, tal como
sucede entre los animales (quienes, además, saben «hacerse el
muerto» para engañar al enemigo), o como una pérdida, desaparición
o perjuicio irreparables (sentimientos que pueden ser compartidos
por el mono, el elefante, el perro o el pájaro), al adquirirse plena
consciencia de que también se trata del paso de un estado a otro.
Además, con toda probabilidad ya no se piensa en la muerte
como en una «ley» de la naturaleza, sino como en una coerción casi
inevitable que pesa sobre todos los seres vivos.
De todos modos, ya sea por la presencia de los muertos o por la
de la idea de la muerte como algo distinto a un acontecimiento
inmediato, se nos revela la existencia de un pensamiento entre el
hombre de Neanderthal que no se halla totalmente investido por el
carácter de presencia inmediata del acto, es decir, podemos descubrir
la presencia del tiempo en el seno de su conciencia. El
establecimiento de conexiones entre una conciencia de la
transformación, una conciencia de las coerciones y una conciencia del
tiempo indica la aparición de un mayor grado de complejidad y un
salto cualitativo en el conocimiento consciente de sapiens.
2. El mito y la magia
por el hecho de que ambas son dos creencias básicas de toda la humanidad en
cuanto concierne al más allá pues las encontramos, ya sea mezcladas entre sí, ya
sea netamente diferenciadas, en todas las sociedades arcaicas conocidas y
constituyen el fundamento de todas las creencias ulteriores (Morin, 1972). La
hipótesis de las ceremonias funerarias nos viene igualmente sugerida por su
universalidad, bajo las formas descritas, entre las poblaciones arcaicas.
La creencia en que a través de una transformación se alcanza
una nueva vida en la que se mantiene la identidad del transformado
(reencarnación o supervivencia del «doble») nos indica, por una
parte, que existe una conciencia realista de la transformación, y, por
otra, que hace su aparición en escena lo imaginario como una de las
formas de percepción de la realidad y que el mito entra a formar
parte de una nueva visión del mundo. Tanto lo imaginario como el
mito se convertirán a un mismo tiempo en productos y coproductores
del destino humano.
Del mismo modo que la tumba nos indica la presencia y la fuerza
adquiridas por el mito, las exequias nos dan cuenta de la presencia y
la fuerza de la magia. En efecto, las exequias son ritos que
contribuyen a que se efectúe de forma adecuada el paso a la otra
vida, protegiendo a los vivos tanto de las iras del muerto (de donde
tal vez tome su origen el culto a los muertos) y de su descomposición
(posiblemente derive ya de ahí el luto que aisla a los allegados del
difunto). Así pues, aparece en sapiens todo un aparato mitológico-
mágico que se moviliza con el objeto de afrontar la muerte.
3. La brecha antropológica
4. Un progreso de la individualidad
Puede suponerse que la utilización del ocre rojo por parte del
hombre de Neanderthal no se limita al recubrimiento de las
osamentas de los muertos, sino que también lo empleó para pintar su
propio cuerpo y dibujar símbolos o signos sobre objetos diversos. De
todas formas, es indiscutible que para el magdaleniense, tanto la
pintura parietal, al ocre y al negro de manganeso, como el grabado
sobre roca o hueso constituían artes sumamente desarrolladas y que
empleó con regularidad para la elaboración de tales obras símbolos,
signos y graffiti.
Durante mucho tiempo los investigadores se han limitado a
admirar en tales fenómenos el nacimiento del arte, sin percatarse de
que la información básica que nos proporcionan es la del segundo
nacimiento del hombre, es decir, el nacimiento de homo sapiens.
En principio, el campo de expresión gráfica de la humanidad
prehistórica es sumamente vasto y variado. En él conviven el signo
convencional con el símbolo más o menos analógico, la
representación extremadamente precisa de seres vivos con la de
La ubris
Sapiens-demens
A partir de entonces, aparece el semblante del hombre oculto
bajo el emoliente y tranquilizador concepto de sapiens. Se trata de un
ser con una afectividad intensa e inestable, que sonríe, ríe y llora,
ansioso y angustiado, un ser egoísta, ebrio, estático, violento,
furioso, amoroso, un ser invadido por la imaginación, un ser que
conoce la existencia de la muerte y que no puede creer en ella, un
ser que segrega la magia y el mito, un ser poseído por los espíritus y
por los dioses, un ser que se alimenta de ilusiones y de quimeras, un
ser subjetivo cuyas relaciones con el mundo objetivo son siempre
inciertas, un ser expuesto al error, al yerro, un ser úbrico que genera
desorden. Y puesto que llamamos locura a la conjunción de la ilusión,
la desmesura, la inestabilidad, la incertidumbre entre lo real y lo
imaginario, la confusión entre lo objetivo y lo subjetivo, el error y el
desorden, nos sentimos compelidos a ver al homo sapiens como
homo demens.
¿Cómo es posible que un tema como la locura humana, objeto
de meditación de los filósofos de la antigüedad, de los sabios de
oriente, de poetas de todas partes, de los moralistas clásicos, de
Montaigne, de Pascal, de Rousseau, se haya volatilizado, no sólo en la
ideología eufórica del humanismo que justificaba majestuosamente la
conquista del mundo por parte del gran sapiens, sino también en el
pensamiento de los antropólogos? El racionalismo humanista, que
triunfa y expira en la etnología de Lucien Lévy-Bruhl, confina el delirio
de sapiens a sus primeros pasos sobre la tierra como si se tratara de
una debilidad infantil. Posteriormente, el neoetnologismo,
colocándose en una postura opuesta de admiración hacia la
maravillosa cordura del hombre arcaico, ha hecho recaer la locura
sobre las espaldas del hombre contemporáneo, concebido como un
miserable desviacionista. Sin embargo, tanto el uno como el otro
tienen su sapiencia y su demencia...
Todo animal dotado de tales taras de enajenación habría sido,
sin duda alguna, despiadadamente eliminado en un proceso de
selección darwiniana. Tanto para el biologismo como para el
antropologismo es del todo inconcebible que un animal que consagra
tal cantidad de sus fuerzas a gozar y a embriagarse, que pierde tanto
tiempo en enterrar a sus muertos, en ejecutar ritos, bailar, decorar,
etc., un animal tan mal encajado en relación al medio ambiente y
consigo mismo, haya podido, no solo sobrevivir, sino alcanzar
progresos técnicos, sociales e intelectuales decisivos en el marco del
hostil universo de las duras y frías glaciaciones. Sin embargo, todo
nos inclina a pensar que el desencadenamiento del mundo de lo
imaginario, las derivaciones mitológico-mágicas, las confusiones
creadas por la subjetividad, los errores y la proliferación del
desorden, lejos de representar un handicap para homo sapiens se
hallan, por el contrario, estrechamente vinculados a sus prodigiosos
descubrimientos:
1. La rápida extensión demográfica y la colonización
subsiguiente del planeta por parte de homo. El homo erectus tardó
algunos centenares de miles de años en extenderse en el Mundo
Antiguo, mientras que sapiens en unas pocas decenas de miles de
años se extiende por toda la tierra.