Poemas Marginales de Alberto Aguilar

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Poemas marginales

Alberto Aguilar

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Poemas marginales

Alberto Aguilar

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Aguilar, Alberto
Poemas marginales / Alberto Aguilar. - 1a ed . -
San Pedro: Perro Gris, 2019.
90 p. ; 15 x 15 cm.

ISBN 978-987-783-241-9

1. Poesía. I. Título.
CDD A861

Logo de Jess Argarate.

Prólogo de Germán Tettamanti.

Edición, maquetado y encuadernación de Luciana Baca.

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Sobre el autor
Alberto Aguilar nació el 30 de septiembre de
1954. Alfarero, huertero, dibujante de a ratos,
bibliómano marginal, amante de los perros y el
campo. Trabaja en una comunidad terapéutica y
también es tallerista de las actividades
mencionadas en diferentes escuelas. Esas tareas
que nos dan alegría y nos salvan de la
desesperanza.
Un par de los presentes textos fueron
publicados en Colombia en una revista hecha por
chicos en situación de calle. Otros, en diarios
locales.
Distinciones que obtuvo el autor:
Segundo premio en los Juegos Florales de
Poesía organizados por la Biblioteca Popular
Rafael Obligado (1989).
Reconocimiento en la Primera Feria del Libro
de San Pedro.

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A la memoria de mi madre.
A mi señora Susana y a mi hijo Paulino.

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Prólogo
Se me ha encargado que prologue esta obra y
debo admitir que, por ser mi primera vez en esta
situación, no sé bien cómo hacerlo así que espero
que me salga bien. ¡Allá vamos!
Antes que nada creo importante contarles
por qué esta tarea es tan grata para mí. Conocí a
Alberto hace relativamente poco -aunque él ya
me conocía y según dice, siendo chico, le critiqué
sus esculturas de arcilla- y en él me encontré a mí
mismo con otra historia. Digo esto porque si bien
tenemos nuestras diferencias, compartimos
gustos muy particulares por la música y la
literatura, tocamos el mismo instrumento (la
armónica), rescatamos libros abandonados en la
basura, conservamos esa necesidad infantil de
ensuciarnos las manos, amamos la naturaleza y
soñamos con mejorar el mundo en lo que esté a
nuestro alcance, así sea plantando otro árbol.

Ahora sí, hablemos del libro. Esta


recopilación recoge las observaciones de unos
ojos que han recorrido todas las realidades de la
calle de punta a punta; realidades que al
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atravesar el tamiz de la poesía se nos descubren
en gran medida tristes y melancólicas, pobladas
de muerte, ángeles atroces y misteriosos,
muñecas frágiles de cabellos de colores y la
nostalgia de una ciudad que no es aquella que se
supo querer. Éste creo que es otro de los puntos
en que nos parecemos con Alberto: para nosotros
la poesía trata de aquello que nos duele, de lo que
añoramos. Nos cuesta pensar en la poesía alegre
y este libro no es una excepción.

Confío plenamente en que estas crónicas en


versos serán capaces de transmitir al lector los
sentimientos que se despiertan en el autor con su
andar cotidiano.

Germán Tettamanti

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Palabras del autor
Los Poemas marginales quizá sean un
desesperado intento de exorcizar algunos
fantasmas que andan por allí, o de convivir con
ellos de la mejor manera posible. Fantasmas
propios y ajenos, ¡oh! Desfile de personajes y
situaciones marginales, de la vida y de las almas.

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Está muerta la luna,
de pena muerta,
quedó preñada de azules planetas
pero murió de frío
su niño primero.
Amortajó sus sueños
con luciérnagas heladas
y los reflejos blandos
de los ojos de los dioses.

Su pena navega
por el firmamento
chocando el infinito
de los ecos más lejanos.

Los vientos del cosmos


consuelan su corazón,
-su corazón que es frío-
y añoran los pasos del astronauta.
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Para Fabiana

Hoy me van a llevar


en una caja blanca y fría
con una mujer de cabellos negros
como escamas de carbón
y rostro bello
como la calavera de una virgen.
Yo voy a ver el diablo
o quizás un dios neutro,
eso no sé
pero estoy seguro de volver
y regar mis viejas flores.
Cuando sea yo
de nuevo
besaré los jazmines amarillos.
Entonces sí… caminaré sonriendo
y veré el cielo en cada rostro.

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El maniquí demente,
en las tinieblas,
asesinó a la muñeca rubia
en el basural violeta
atardecido de furia.

Con la soga de seda


se ahorcó en el farol oxidado.
Su corazón, destrozado;
su ilusión en la basura.

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Galopan en la noche
los ángeles de la furia.

La dulce mujer esquiva pellizcos


y mis ojos te buscan en la confusión.

Mariposas oscuras chocan las luces


como besos de muerte
que soñaba la muñeca drogada.

Dios no existe
pero un ser alado me dijo
“el amor lo salvará”.

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Dos monjas de blanco
cruzan la tarde.
Se desprenden, fugaces,
las hojas de los árboles…
Las muchachas multicolores
se deslizan entre sonrisas
que chocan las cajas de vidrio
-departamentos-
donde murió el amor
y el beso es prefabricado.

Los muchachos de acrílico


roban en las esquinas.
Los gatos mueren de melancolía
en la ciudad que ya no es mía.
Quizás tu ausencia
se la llevó contigo,
asesinó mi ilusión
y esas últimas palomas
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que hasta ayer cantaban
porque estabas aquí.

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Luz de luna sobre la loza de una tumba,
luz de morgue sobre la mesa fría.
Un ángel y mi sombra acompañan,
desenlace de rituales equivocados.

La muerte fuma otro cigarrillo


y el amor espera su revancha.

Desfilan ambiguos muñecos


en un cortejo de colores neutros.

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Me llegan del infinito
como aullidos de mutantes,
entreveo sus rostros
que ríen, que lloran…
crispan sus manos
como las garras del fracaso.
La noche hoy tiene luces en remolino
que laceran mi corazón
con sus alfileres de lluvia brillante.
Un espectro sin rostro
me sigue a distancia.
No tiene manos,
no tiene corazón.
Hay sombras pequeñas
saltando a su lado,
perrillos de calles torvas
que custodian su maldad.
Quizás sea mi madre
que vague por allí.
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Los maniquíes húmedos
se deslizan por baldosas rojas,
esos mosaicos melancólicos
sin tiempo.

Sólo las cucarachas sonreían


esa noche.

Un lechuzón se posó en la torre


y las vírgenes celestes
encendían sus lámparas
decapitando horas inciertas.

Ningún tren partió esa noche,


ningún eco preguntó por ella.
Y al dar las doce, de improviso,
la muñeca de cabellos violetas
se suicidó de amor.
22
El viento de azufre
lame la luna anaranjada.
La sangre de los perros
alimenta a los asesinos.
Vengan, ángeles con espadas
y hagan justicia.
Soplen las velas negras de la desgracia
y que un nuevo sol
ilumine los corazones.

Quisiera desangrar una rosa


para que renazcas en la felicidad.

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La noche calcina insectos de alas negras
y una guitarra eléctrica
fríe mi corazón.
No vinieron hoy
tus pasos helados,
entre cortinas,
a rozar parte de mi locura.

Tus últimos besos de humo


parecían hielo
con reflejos de oscuridad.

La luz de la morgue está encendida


¿Sabés algo?
Hasta los ángeles enloquecen.

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Puré de magnolias
es hoy tu camino.
Las ramas de los árboles
ya no son garras para ti.
Apártate de las sombras de ayer,
caramelos de menta en la boca
para besar tu presente.
La muñeca que te asesinaron
es hoy tu dulce nena.
No vuelvas al camino gris,
hay manos tendidas hacia ti.
Mi corazón soñador
estará siempre a tu lado.

25
Corazón amarillo
de los dioses errantes.
Papeles viejos
esparcidos en la arena.
Aroma de mar
o de nostalgia.
Y tu nombre,
como al descuido,
flotando en la brisa.

A lomo de las ballenas


cabalgan los duendes marinos.
La canción del pirata
no se escuchará de mi guitarra.
En las alas celestes del ángel
se recuesta la silueta del beso.

Los barcos más bellos


naufragaron para siempre.
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La luna chorrea ilusiones
entre los sauces.
Hay una presencia
en la niebla,
es tu recuerdo que vaga
en mis sueños.
En la quietud de la noche,
un ángel observa tras los árboles.
Chilla un pájaro nocturno,
mientras el viento murmura
tu dulce nombre.

Suave tristeza
recordar tu amor
en esta noche de luna.

27
En pueblo santo fabricaron un mástil,
torre de Babel de cemento;
su bandera es negra
con calaveras y dos tibias.
Así los barcos saben
que pasan por pueblo santo.

Donde había una casa de dulces,


hay un barrio de cimientos negros
hecho de autos mellizos y muerte.

Los delincuentes son los referentes


y los abogados usurpan historias.
La cloaca del sistema vomita
políticos y jueces…
pero, enfrente, la basura se pudre.

Los niños van a la escuela,


hablan por celular
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con la sombra de sus muertes.
Las mamás cabalgan sus motos
y con cuchillos oxidados
apuñalan a las maestras
que retaron a su bebé violador.

29
Los cuernos del diablo
rasguñan la luna del viernes.
El viento norte es una señal.
Los perros de la esquina
aúllan a la muerte.
Y los asesinos ocultos
mastican oscuridad.
La virgen errante besa
los crisantemos del olvido.
Sortilegio,
¡corten el sortilegio!
Quisiera apagar las velas negras
de la desgracia
y plantar árboles de esperanza
aunque los tuviese que regar
con la sangre de mi muerte.

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Resucitar en los signos
cada instante, cada latido.
Resucitar en los signos
aunque los caballos muertos
aparezcan en las esquinas
oscuras de la confusión.

Esos caballos derribados


en las praderas de la angustia,
del inexplicable miedo
de andar errante,
entre la incomprensión y el tedio.

Resucitar los signos


y reiniciar el camino.
Aún palpita la esperanza.

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Otros mundos,
otros soles, otras lunas…
Otros sueños que se cruzan,
otros dioses, otros mitos.

¿Hay un mundo sin tinieblas?


¿Hay mañanas sin angustias
con sus noches sin terrores?

Ahora llueve
y las gotas chorrean en los vidrios
y forman los vitraux de la ventana
y transforman las flores del jardín
en los sueños escondidos de un mañana.

¿De un mañana?
¿Habrá jardines tras los muros?

Ahora llueve en la casa


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y mi soledad
es una muchedumbre de fantasmas.

33
Sublime sortilegio
en la tensa noche.
Perfume de marihuana
como guirnaldas de amapolas.
En las puertas de la cárcel
besos de prostituta,
mordiscos de araña embriagada
que roe las calaveras.

Último tren de colores suaves


con los presidiarios del pabellón gris.
En la celda vacía
las alfileres desgarran recuerdos.

34
Después de que para la lluvia
se ven en las nubes rosadas
los nombres de los muertos de sida.

Tras la lluvia del último viernes,


mandé a un ángel hasta allí
a que ponga dos rosas y un beso
al lado de un nombre de mujer.
Los rituales y los sueños
nos hacen creer en la eternidad.

35
Me traspira el alma
por desengaños amargos,
mi sosiego se fue
junto a viejas presencias.

Mi cerebro vaga
en desolada incomprensión…
Las habitaciones solidarias
se fueron vaciando
o quizás todavía no se construyeron.

El profeta murió afónico,


sus discípulos se disgregaron
en el aire malsano.

La vidente riega la maceta


del arbusto de hojas mustias
que se resiste a morir.

36
La ciudad está maldita
y un puñado de místicos
remienda los espejos rotos.
Desfile de monstruos,
entre el humo
los ataúdes se incendian.
Si estuviese en ellos
mi cuerpo se purificaría.

Mi alma ya murió, creo.


La llevaste en tu último viaje,
cuando los cirios negros
crepitaban carcajadas de fuego.

El pajarillo blanco
se posó en tu pecho
en el momento justo
en que tu corazón se dormía.

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Crisantemos amarillos,
besos helados.
Hay estrellas fugaces
que sólo se rozan…

38
La guitarra eléctrica
suena en la tarde
y su música me transporta.
¿Sabés, nena?
Hasta creo ser feliz…
Perdoname,
no sé si volverán aquellos soles
pero yo los espero.
Dame tu mano y en silencio
miremos los colores de la calle.

La flor de la dicha existe,


estar a tu lado lo confirma.
Como quisiera que nunca
deje de florecer la rosa blanca…

39
La lluvia cae lenta,
como brasas apagadas de cielo.
Se desbordó el jardín de casa
y desbordó humedad
la piel de la rosa.

El viejo reloj aburrido


ya dio las cinco
y unos niños marrones
regresan de la escuela.

Los pastos del baldío se lavaron.


En la cuneta, entre cristales,
agoniza un barrilete.

El perro de ojos tristes


camina por el barro
y por la vereda, como un ángel,
ya vuelve Fabiana de la fábrica.
40
El agua de lluvia moja la carretera
y las habitaciones grises de la noche;
moja las flores tristes del recuerdo
y las flores amarillas de los celos.

La llovizna dibuja los rostros


cuando las velas de la nostalgia titilan…
¡Quisiera arropar tu corazón errante,
donde quiera que esté!

Las luces de los carteles


escriben tu nombre
y cuando se alejen las nubes
lo harán, también, las estrellas.

41
Azaroso periplo,
funestos presagios.
El viento lame los álamos,
enmudeció el cisne amarillo
y Ayelén se fugó de nuevo.

Pececillos de nácar
las huellas en la hierba,
los sueños de la muñeca
adormecen el futuro.

El viento de ayer
rompió cristales de sombras.
Si esta tarde lloviznara ausencias,
la casa lloraría en silencio.

42
El libro de arte intenta distraerme,
la muchacha desnuda de Modigliani
es bella y estilizada como vos…

Las lunas de Vincent incendian cipreses


como incendiaste vos, un día,
mi loco corazón.

Suave cuerpo, era una línea de besos


tu corazón tan tibio,
y aquellas manos suaves
cual dulces aves.

Se mueren todas las muchachas


de los bellos cuadros.
Tu recuerdo es más vivo.

43
Hay una casa con tres pinos
hecha con el barro de los sueños.
Una niña multicolor hizo maletas
pero el diablo anticipó el viaje.

¿Adónde irás?
Los caminos grises tienen precipicios,
fauces de lobo, desolación.
Las flechas indicadoras
giran sin rumbo.

Una ciudad con carceleros


atrapó tu corazón errante.
¡Rayo impotente, dioses vanos!
La vida no escucha y sigue.
Y una casa con tres pinos
transcurre su honda pena.

44
En la noche quieta
y tenue de esa luna
las camas frías se quejaron.
El caballo adormecido
mordió cristales rojos
y vomitó luciérnagas.
Ella dormía.
Murió una paloma
en la escarcha
y un anciano transparente
se quejó de frío.

45
Hay que llorar en negro
cuando canta la luna
y poner azúcar en tus lágrimas.
Si esa lluvia infrarroja
quema tus flores
las ausencias más simples
serán las más dolidas.

Quizás en el museo de la noche


o tras la corteza de los árboles
un secreto me guiará entre los sueños
a recuperar un tiempo que no veo
y que busco entre papeles y hojarasca,
entre ojos rojos y escupidas.

Perro vagabundo de la tarde,


caminemos juntos el sendero verde.
A lo mejor, al final del día,
encontremos un beso mojado.
46
Ángel de la muerte,
caminas el pasillo de la desolación;
ojos de hollín y marihuana,
sangre de alcohol.

Tus alas negras despiden el fuego


de la maldad que incendia
los corazones de las mariposas.

Tus hermanos, desterrados del paraíso,


también beben la sangre de los muertos;
mas traicionan a sus dioses
y sólo adquieren cobardía.

Ángel de la muerte,
hay una espada de fuego esperando
un paso antes del abismo.

47
Caminé entre desvaríos
y la verdad develada llegó
entre enredaderas amarillas
y galpones de plata oxidada.
Un borracho de glorias muertas
bebe su vino exacto.

Los cristales rayados de sus ojos


y la muchedumbre que pasa sin verlo.
Un gato siamés ronronea a su lado.

Los gatos y los borrachos


son como niños pequeños,
no saben de razas ni de marcas…
Y duermen la siesta bajo un paraíso,
mientras las mariposas planean en el cielo
y los pájaros cantan las últimas melodías.

48
El dulce mordisco de tus besos,
perfume de marihuana.
Tu boca, tabaco y caramelos,
tan dulce a veces,
cuando me hablas.
Quisiera protegerte con mis sueños
y juntar las esperanzas,
alargar las ilusiones
con pedazos de mi corazón.

Ángel de ojos adormecidos,


aférrate a las rosas que te entrego
y juntos miremos cómo pasan
los distintos soles de la vida.

49
Fue un instante,
una revelación.
Yo andaba buscando
mis soles desvanecidos.
Fue fulgurante ese momento,
bella visión…
Allá, contra el atardecer marchito,
engarzados en el horizonte,
cristales azules de un brillo único.
Rebotaban, giraban,
titilaban, me enceguecían…
Eran de un azul distinto y brillante.
Quise tocarlos para estar bendito
pero se desvanecieron
y me quedé solo.
Vacío en la tarde.

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Tinieblas procaces,
muros indefensos.
Alguien lloró,
la música taladra los corazones
y llovizna apenas.
El perro se oculta en la sombra,
la luna se retira cansada.
Mi alma fatigada no duerme.

Y los demonios se solazan


¡qué angustia inexplicable
invade mi corazón!

51
La distancia es como el viento,
pero el viento cambia.
Acomoda los corazones
o desordena las ideas
o gira al revés
¡Dulces dudas carcomen el alma!

Al final, con la ayuda del tiempo,


emerge la verdad.

Ojalá estén allí


esperando mi beso maduro.

52
Partí una tarde
a buscar lo perdido,
camino sinuoso me llevó al silencio.
Extraviado de mi alma
clamé por ayuda
-hasta enronquecer-.
Pero me escucharon
los seres abyectos.
Creí en sus sonrisas,
sonrisas de muertos,
canción del terror.
No pude ya huir,
no pude gritar.
Creía en un sueño
maldito y fatal.

Morí lento,
pensé en tu rostro
y nací a la noche.
53
¡Alma ensangrentada!
¡Tengo el alma sangrante!
Se pegan a mí
las flores del tiempo.
Pétalos grises, hojas infames.
Me llega lo tierno,
se pega en mi sangre,
mi fiel compañera.

Alma ensangrentada,
¿cuándo sonreís por mí?
¿cuándo me dejarás?
Vi los perros muertos
tras el muro del olvido.

54
El vidrio multicolor de la tarde
se quebró en mil pedazos a las cinco.
Olor a trébol a los costados del día.
Tu recuerdo atraviesa los árboles
-nuestros árboles-.
Los abrazamos aquellos días
queriendo volver a dulces fuentes.
Rescatamos los últimos pájaros blancos
y soñamos un mañana igual a ayer,
con agua de lluvia entre los dedos.

El sol se ve negro y funesto


pero, ¡alégrate, amiga transparente!
Sueña en las mañanas
sabiendo que aquí estaremos
no sólo para verlo.

55
Me llega de golpe la noche
entre mil tardes muertas ya sin sueño.
Te fuiste cuando salías
de la oscuridad más negra.
Pasaste con tu sonrisa
lúgubres caminos,
escalaste cementerios y seguiste.

Me golpeó tu huida.
Te olvidó, maléfico, el fantasma.
Y te diste vuelta entre las flores
y caíste amasando
el suspiro de la tarde.

La última tarde y un dibujo.


El llanto lastimero de los duendes.
Tu sonrisa congelada para siempre
en un tiempo feliz
que ya no existe.
56
Y esa música que viene de lejos
recordando, tan sólo recordando…

57
Noche con olor a incienso
casas color teja y muchos árboles.
Atraviesan la calle, fuera, los cables.
Y hay viejos faroles allí colgados.

¡Olor a incienso, olor a incienso!


Y esa tenue luz anaranjada.
Comienza el desfile de doncellas dormidas,
se desdoblan los fantasmas
y rebotan las mariposas en las luces.

El sacerdote que mira


entre las ramas
y dibuja un círculo negro de deseos
y le habla a la luna sonrojada.

Sopló el viento del ritual segundo


y la calle quedó solitaria.
Pasó un perro mojado de suspiros
58
y chistó el pájaro señalado.

Cuando cantó el gallo violeta


saltaron los vidrios de la madrugada.

59
Para Wilson Ortíz
Cuando lo conocí, aquella tarde
de palomas presagiando septiembre,
apenas lo vi.
Parecía un calco de los días y las cosas.
Mas luego, una vez,
su sombra acarició unos perros.
Otra mañana guiaba a aquellos niños.
Allí lo vi.

Fueron los perros que trajeron el mensaje,


en un papel revelaban el misterio.
Aquel hombre era un ángel caído
en misión por estos lados.

Después supe que su sombra


atravesaba los barrotes de las noches
y que sus sueños anidaban
en la cima de los pinos de la vida.
60
¡Ángel caído! ¡Amigo!
¡Sigue tu lucha por los caminos del tiempo!

61
La muerte llama a la muerte.
La lame, la besa.
La muerte convive con la muerte.

Los perros de la noche


aúllan a la muerte,
la observan con ojos de fuego
y se acurrucan en el tiempo.

Casi todos los monstruos


duermen alucinados.
Pero la muerte llama,
ordena a sus discípulos:
-¡Muerte, muerte, muerte!

Otro ser de villa gris


anoche se fue
-y lo besó el rocío-
con la muerte.
62
Árboles en llamas,
camino del olvido,
la tierra se pega en la piel.
Pasan los caballos
pisoteando la sombra del tiempo.

Un tren como una sombra


recorre el alambrado
y saluda con su estridencia
la sonrisa del atardecer.

Muchachas de blanco
recogen las últimas naranjas.

63
La niña huérfana
pinta cruces con sus besos
y rompe las alas de los ángeles
con sus suspiros de pena.

Caminan las madres esquivas


entre amantes y espejos.
El sol quema los crisantemos
y los pájaros negros aterrizan
en la cabellera de la virgen.

¡Flores de carbón!
¡Flores de carbón!
El muerto apareció
río arriba.

64
Ángeles caídos,
caminan las niñas,
miradas de luna dormida,
guitarra rota.

Se duermen los cachorros


recostados en la nube efímera.
Cansado el árbol más alto
aletean sus ramas con mariposas negras.

A lo lejos canta una mujer


que tendrá la piel
como dulce de membrillo.
El coro de la iglesia desafina
ante la sombra de su silueta.

Los refugiados del perdón


salen a pedir pan
y beben el dulce rocío
65
de los jazmines amarillos.

66
Llueven del cielo
antorchas entre los árboles.
Azufre verdoso que quema
la piel de los murciélagos.
Construcción caprichosa
mece la luna.
Mujer de madera
acuna el rocío de las nubes.
Los pájaros muertos se despiertan
en la cresta del recuerdo.
¿Adónde fueron
los sueños de mi madre?
¿Qué deidad piadosa
le prestó un silencio?

Llora un niño en la oscuridad


de los ojos de los perros.

67
Esa vieja costumbre
de mirarme en las paredes de la noche
con ladrillos carcomidos por mil lluvias
y esos muros ajados por mil huecos.

Hiedras…
Hoy me parecen los monstruos de este tiempo
con mutantes manchas de karma
que asesinan mariposas y flores
y a los niños que hace mucho
ellos fueron… hace mucho…

Esa vieja costumbre de buscar el sol


entre esas torres
y carteles que adormecen la mirada.

Quizás me muera
sin recuperar aquellas tardes.

68
Se terminó el viaje.
Para vos fue escaparte de la casa
e intentar buscar la maravilla.

No pudiste escapar de la realidad


que atormenta tu corazón errante.
Y te perdiste como tantos
en esa búsqueda absurda,
entre humo de colores y sangre rancia.

Quizás la florcita que plantaste


sea regada por otras lluvias
y se muestre radiante en primavera,
en homenaje al sueño, vital y nueva.

69
Derrumbes en cadena,
azules cristales son añicos.
Las fotos son humo que nos mata
y asfixia los sueños y la vida.
La sombra de la torres
oculta el recuerdo de noblezas.
Los ladrones se disputan
los predios que fueron la sonrisa,
con siestas azules y con peces,
donde todos éramos hermanos.
La chacra mágica
se murió en soja
aunque rebroten retoños
de paraísos lejanos y memorias.
Esperando que vuelvan,
algún día,
mariposas anaranjadas,
pájaros multicolores,
sueños de azada
70
y vino suave.

71
Para Sole, que se fue en julio

Camino de la fuga incierta,


la niña de los ojos celestes,
celestes como flores dibujadas
en aquella porcelana…
En su mirada se posa el arcoíris
con remolinos que giran…
que giran…
en un caos total.

Ángel de alas calcinadas,


en su pecho sufrido y tembloroso
late la brújula de la noche
que la lleva –inexorable-
al camino sin regreso.

72
Para Yeni, donde quiera que estés

La lluvia cae y golpetea


en la espada del ángel.
¡Ese ángel con un solo brazo!
Indefenso como Yeni
entre las fieras.

Calle de la noche,
luz apagada…
Sombra de tu madre loca,
de tus sueños muertos,
de tu dios indiferente.

Pongo rosas en tu recuerdo


pero el viento de la vida
lame tu corazón rosado.

73
Lo fugaz es eterno
y perdura en las noches,
transita los días.
Ayelén besó una paloma
y la hizo inmortal…
Vuela y canta
y se recorta en los pinos.

Tras los muros viejos


bosteza el barrio maldito
y los chicos mueren,
cotidianos y grises,
en las esquinas.

Y la eterna paloma
seguirá por siempre
con su dulce canto.

74
Crepitan los dioses de yeso.
Huyen los perros entre la mugre.
Las últimas casas se esfuman.
Es la noche en que incendiaron el barrio,
entre gritos blasfemos y cerveza.
Los niños lloran como siempre
y la sombra de Viviana
que consuela la perra de las flores
en la esquina en la que
los demonios se solazan
pero mañana se aburrirán.

La noche en que incendiaron el barrio


la policía no vino
y los muertos viejos cantaron su letanía,
su letanía de vino y de sindicato
¡de sindicato!

Se van los fantasmas desfilando


75
por el camino de paraísos
y ya no vuelven.

76
La errante niña
de cabellera loca
camina y salta.
Charcos de barro
como hiel de muertos.
Las nubes
de alquitrán y azufre
tapan los soles más ambiguos.
La noche no terminará jamás
si no se encienden
las velas de los sueños.
El tornado de la vida
arrasa muñecas de madera
y quiebra los cristales
de la esperanza.

77
Anduve sin rumbo
por calles de ausencia.
Caminé sin andar,
a la deriva.
La pálida sombra
de tu nombre
me abandona
en las esquinas
más sombrías.

Mi corazón sólo latía


porque una vez te amó.

78
Laberintos grises
recorrí en silencio
y sólo el eco frágil
de tu nombre
se deslizó en el tiempo.
Sólo tu sombra leve,
proyectada apenas,
con gotas de melancolía.

Mi corazón sonámbulo
te buscaba
en el triste paisaje
de tu ausencia.

Y se quebró en dolor,
roto el ensueño
de la esperanza vana.

79
Había un árbol grande
y campos azules
llenos de palomas
tiritando de amor.
Había cardos lilas
de perfume simple,
un camino largo
y allá, un caserón.
Había un cerco
de graves ligustros
y una presencia
destilando amor.
La brisa violenta
en el viejo molino
mató la belleza,
barrió la ilusión.

¡Había tanto que el tiempo mató!

80
Una llovizna plomiza
cae sobre los pinos.
Noche de viernes,
melancolía…
Luz pálida de los faroles,
llaga helada del recuerdo.
Mi mente errante vaga
por las ruinas de la desolación.

81
La luz amarillenta de la vela
en la botella vieja
me ilumina
entre grises sombras
y recuerdos.
Como al descuido
se pasó el instante.
Afuera, en el jardín mojado
de rocío y melancolía,
giran las pálidas luciérnagas.
Es terciopelo verde
y saltan chispas.

La rosa dormida espera


entre la miseria total
de esta existencia.
Y a lo lejos una boca besa
mientras este amor gime
de agonía.
82
Atardecer con humo
en las afueras
de mi bella ciudad
-única-.
Risas de chicos a los lejos.
Arden los pastos
tras los cercos
(trabajos de aburridos
jardineros de domingo).

Vuelven a mi memoria,
casi sin quererlo,
el humo de los rastrojos.
Allá, en otro julio.
Humo suave, adormecido,
que acariciaba los campos
inolvidables…. bonanza

83
La muñeca de cabellos celestes
dormita.
Mi gato negro
me guiña un ojo.
Las primeras mariposas
beben en la arena
-húmeda-
de tu patio.
Y el rumor de tu risa
entre las lilas.
Octubre está aquí
y mi pena
se fuga
entre los rosales.

84
Los cipreses son azules
y tu recuerdo es azul
en la niebla.
Triste es hoy
el canto de los pájaros.
La pena infinita y transparente
de mi alma gotea
-con el rocío-
sobre los tréboles negros
de la mala suerte.

85
Este sopor de la conciencia,
niebla del alma entristecida,
soles negros.
El llanto de los ángeles
me acerca al laberinto.
Todo es nada,
nada es todo.
¿Por qué no hay más
trigales con palomas?
¡Ay, tristeza!
Quisiera dormirme
o perseguir los últimos caballos
tras un cencerro fantasmal
hacia un cielo que fue.

86
“Última canción para Claudia”
(en memoria de Claudia, de dos meses).

El ajedrez más absurdo


-y maldito-
se dibuja, triste,
en las baldosas frías
del hospital indiferente
por donde, ayer,
se deslizó tu muerte.

Las estrellas más lindas


se han quebrado
y con su polvo plateado
-apenas-
amortajamos nuestras ilusiones
y el leve suspiro rosado
de tu vida
(que pasó entre nosotros
87
como un sueño).

¡Cuántas preguntas tengo


para hacerte, Destino!
Y el silencio, con sus ojos muertos,
bosteza tormentas de tristeza.

88
Sol anaranjado de tormenta,
vienen nubes negras
y mariposas locas.
Tropel furioso de caballos,
música fúnebre y violenta
del viento en los eucaliptus.
En la ventana
lloró la mujer rubia.
Volaban oscuros pájaros
en círculo.
Pedregal en el aire
y en la piel de los peones.
Crujir de ramas secas.
Un rayo plateado y majestuoso
mató al caballo blanco.

Luego la lluvia…
Luego la calma…

89
Para Susana y Paulino
Respóndeme, noche,
dueña de los misterios
nido de la verdad
¿Dónde está la felicidad?
¿Se desliza, acaso,
por tus negros bordes
en estrellas fugaces?
¿O en el reflejo breve,
vacilante y único
de la sonrisa de mi niño?
¡Dime!
¿O en la caricia suave
de mi compañera amada?

Otras estrellas caen


en el silencio plateado.
La dicha me embriaga,
la verdad está aquí,
90
ya revelada.
¡Ay, felicidad,
nunca te vayas!

91
En memoria del payador Roberto Ayrala

Los viajeros incansables


se reencuentran
cuando se acaban todos los caminos.
Muchos rostros se amontonan
y el silencio
hace preguntas sin sentido.

Y cuando la guitarra de la noche


ha tocado su última elegía,
la tierra seca llorando
intenta la despedida.

La vida es una estrella fugaz


e incomprensible
pero las aves cantoras
hacen de ella un paraíso.

92
Un corazón paranoico
que tiene un solo apellido
a veces gotea su sangre
de las cosas viejas
para no morir en olvido.

Sus sueños deambulan por


las habitaciones del silencio
y hay una mortaja gris
olvidada en un costado.

Cuando las sombras se detienen


la luna nace entre los sauces
y unos pájaros negros
aletean tras el muro.

93
Las Santa Ritas de la casa vieja
enredan el tiempo y el olvido
y parece que por el patio
una risa añeja brota de las rosas.

Creo oír una radio lejana


que cuenta historias con gente
y una música con músicos
revoca los ladrillos viejos.

Si mis viejos estuviesen aquí


ya pondría la pava en el fuego
y sería un hombre feliz.

94
Está lloviznando, apenas,
sobre tu corazón dormido
y sobre mi pena inaudita.

¿Dónde estaba el ángel


que no te dio su mano?
¿Qué mariposa celeste
encandiló tus dulces ojos?

¡Qué tristeza oprime mi pecho!


Se distrajo el cielo
y el río devoró tus sueños.

Dicen que asomó el arcoíris


pero yo sé que es mentira:
vos ya no estás más aquí.

95
96
Índice

Sobre el autor……………………...…………………………………………….8
Prólogo……………………………………………………………………………10
Palabras del autor…………………………………………………………….12
Está muerta la luna…………………………………………………………..14
Fabiana……………………………………………………………......................15
El maniquí demente…………………………………………………………16
Galopan en la noche…………………………………………………………17
Dos monjas de blanco………………………………………………………18
Luz de luna sobre la loza…………………………………………………..20
Me llegan del infinito………………………………………………………...21
Los maniquíes húmedos……………………………………………………22
El viento de azufre……………………………………………………………23
La noche calcina insectos…………………………………………………24
Puré de magnolias……………………………………………………………25
Corazón amarillo…………………………………………….........................26
La luna chorrea ilusiones………………………………………………….27
En pueblo santo……………………………………………………………….28
Los cuernos del diablo………………………………………………………30
Resucitar…………………………………………………………………….........31

97
Otros mundos…………………………………………………………………...32
Sublime sortilegio……………………………………………………………..34
Después que para……………………………………………………………35
Me traspira el alma……………………………………………………..........36
La ciudad está maldita……………………...………………………………37
La guitarra eléctrica…………………………………………………………39
La lluvia cae lenta …………………………………………………………….40
El agua de lluvia………………………………………………………………..41
Azaroso periplo……………………………………………………………......42
El libro de arte …………………………………………………………………43
Hay una casa con tres pinos………………………………………………44
En la noche quieta…………………………………………………………….45
Hay que llorar en negro…………………………………………………….46
Ángel de la muerte………………………………………………………........47
Caminé entre desvaríos…………………………………………………….48
El dulce mordisco de tus besos.…………………………………………49
Fue un instante ………………………………………………………………..50
Tinieblas procaces ……………………………………………………………51
La distancia es como el viento…………………………………………...52
Partí una tarde………………………………………………………………….53
¡Alma ensangrentada!……………………………………………………….54
El vidrio multicolor de la tarde………………………………………….55

98
Me llega de golpe la noche…………………………………………………56
Noche con olor a incienso………………………………………………….58
Para Wilson Ortíz……………………………………………………………...60
La muerte llama a la muerte……………………………………………...62
Árboles en llamas…………………………………………………….............63
La niña huérfana……………………...……………………………………….64
Ángeles caídos …………………………………………………………………65
Llueven del cielo……………………………………………………………….67
Esa vieja costumbre……………………………………………………….....68
Se terminó el viaje ……………………………………………………………69
Derrumbes en cadena ………………………………………………………70
Para Sole, que se fue en julio……………………………………………...72
Para Yeni, donde quiera que estés……………………………………..73
Lo fugaz es eterno……………………………………………………………..74
Crepitan los dioses de yeso ……………………………………………….75
La errante niña…………………………………………………………………77
Anduve sin rumbo.……………………………………………………………78
Laberintos grises……………………………………………………………...79
Había un árbol grande………………………………………………………80
Una llovizna plomiza…………………………………………......................81
La luz amarillenta de la vela………………………………………………82
Atardecer con humo………………………………………………………….83

99
La muñeca de cabellos celestes………………………………………….84
Los cipreses son azules……………………………………………………..85
Este sopor de la conciencia………………………………………………..86
Última canción para Claudia ……………………………………………..87
Sol anaranjado de tormenta ……………………………………………...89
Para Susana y Paulino…………………………………………………….....90
En memoria del payador Roberto Ayrala……………………...……92
Las Santa Ritas de la casa vieja…………………………………………..94
Está lloviznando, apenas…………………………………………………...95

100
Este libro se terminó de imprimir en marzo de 2019

en la casita de mis viejos


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