Canción para Mi Muerte

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Canción para mi muerte

¿Qué pasó? Podría hacerme esa pregunta todo el día. Sin importar la lluvia, el ruido de las gotas
golpear contra el techo, la tierra, las ventanas, las copas de los árboles. Sin importar todo, la
soledad suena más fuerte que de costumbre. ¿Por qué? Pues dímelo tú. ¿Acaso no lo ves? Todo
termino en cuestión de segundos. Todo acabó sin siquiera haberme dado la oportunidad de
intentarlo. Me rindo. Dejo de luchar una batalla que ya la perdí. Estoy solo.

Los cuerpos estaban tendidos a unos metros de mí. Su sangre desparramada por el suelo de mi
habitación, manchando mi ropa, mis manos. No podía dejar de observarlos. Cada detalle como su
cabello desprolijo, sus miradas perdidas y esas lágrimas de culpa que salían de sus ojos, marcaban
un fin trágico de un suceso impredecible. Los estantes vacios, todas las cosas estaban en el suelo.
Mi cama se encontraba contra la puerta impidiendo el paso, bloqueando la única entrada hasta el
momento. Seguía observando como la luz, la poca luz de aquella tarde que se perdía, entraba por
la ventana dibujando sombras en el cuarto, tratando de ocultar lo que mis ojos no dejaban de
mirar.

UN PAR DE DÍAS ATRÁS

Yo me encontraba en mi cuarto. Se pronosticaba la lluvia pero yo ya estaba con fiebre y tos. Me


había enfermado en plena primavera. Mis hermanos salieron por unas horas, pero Miguel ni bien
llegó volvió a salir apurado con la escusa que había encontrado algo con sus amigos. Esa tarde
llegan mis padres de una fiesta. Mi hermana estaba cuidándome controlando mi fiebre mientras
escuchábamos música.

- Chicos, su papá ha tomado mucho otra vez. Procuren no hacerlo enojar.


- Si, ma.
- ¿Cómo les fue? –Pregunto por amabilidad, con la voz un poco rasgada.
- Estuvo lindo, pero lo hablamos mañana. Ya es tarde.

No se percatan de mi hermano y se van a dormir. Podía escuchar a mi madre que le insistía al viejo
para ir a la cama a descansar. No duró mucho. Mi hermana también tuvo que ir a su cuarto. Me
quede solo y en silencio, quizá con el ruido de las sirenas de las ambulancias sonando de fondo,
pero el sueño no me llegaba. Tomo el celular y empiezo a charlar con Carla, mi novia.
Planeábamos nuestro próximo aniversario, salir de la rutina, hacer cosas nuevas, quizá viajar sea
una opción. Pero en eso interrumpe mi hermano que ingresa apresurado, nervioso y algo dolorido.

- ¿Qué estas buscando? – mientras lo observo hurgar en los estantes.


- Solo un par de pastillas para el dolor – contesta mientras se toma el brazo cubriendo lo
que parece ser alguna herida.
- Prende la luz y fíjate por aquí – Señalando en la mesa de luz.

No se toma el tiempo para hacer las cosas, algo que solo significa que está en problemas y
necesita solucionarlo. Su cuerpo estaba sudado, la ropa toda sucia por el polvo como si hubiese
estado peleando, temblaba como si estuviese con fiebre. Evitaba mis intentos de preguntar, yo no
quería insistir mucho. Al pasar de un lado a otro no podía evitar dejar el piso manchado de lo que
parecía ser sangre y no pude contenerme más.

- ¿Qué tienes? ¿qué ha pasado?

Miguel se detiene y voltea para ver que había manchado el suelo. Toma un par de pastillas a la
boca y las traga rápidamente para luego contestar.

- Algo me mordió.
- ¿Algo? ¿Un perro? Mamá y papá están en casa, no pueden verte así y menos ensuciando
el piso.
- No fue un animal… algo parecido. Un drogado…
- ¿Estuviste peleando otra vez?
- No. Un drogado… no se podía levantar. Me acerqué a ayudarle y se me abalanzó.
- Se supone que debo creerte – contesté sin muchas intenciones de hacerlo.
- Cree lo que quieras pero no le digas a papá. Mañana iré a que me vea un doctor.

Apaga la luz, sale del cuarto y cierra la puerta, aunque esta no se cerraba bien y queda entre
abierta. No pensé que fuera algo de lo que debía preocuparme. No creí que fuera a tener que
amputarle el brazo. Quizá alguna infección que debía ir al CAPS y hacerse ver, pero el esperaría,
como me dijo. Creo que no era su prioridad por el momento, al menos a estas horas de la noche
quizá solo quería descansar bien. Recuerdo que solo me volvía tapar y la lluvia empezó a caer.
Seguí charlando con mi novia hasta cerca de las 2:00 más o menos que fue que dejó de
contestarme. Quizá se durmió, y yo también.

Unas horas más tarde me despertó un grito y nuevamente el sonido de las ambulancias que iban y
venían por el pueblo. Me levanto con un poco de dificultad y abro la puerta de mi cuarto para ir a
la cocina a tomar un poco de agua pero me detengo al escuchar detenidamente lo que sucedía. Mi
hermana estaba en el suelo mientras que mi madre la sujetaba. Mi padre luchaba a fuerza con mi
hermano que intentaba salir. Estaba como loco, noté en el algo raro, como si mi hermano
estuviese sonámbulo porque por más que le hablaran el no respondía, y sangre, tenía sangre en
sus manos y rostro. Mi vejo termina por empujarlo y cierra la puerta de la habitación dejándolo
encerrado. Podía ver el miedo en sus rostros.

Mis padres levantan a mi hermana y la llevan a su cuarto. Ella lloraba de dolor pero no sabía bien
que le había pasado. Me acerco a la puerta. Mi madre sale nerviosa y llorando a buscar mantas
limpias y algo del botiquín. Vuelve tan apresurada y entra al cuarto que ni sé si se dio cuenta que
yo estaba allí viéndolo todo, parado en la entrada de la habitación.

- ¡Ale, ven y ayúdale a tu madre! –Escucho que grita mi padre, y luego sale no se a donde-.
Cuando ingreso veo algo que no podía creer. Sonia tenía sangre todo el cuello y el pecho, como si
la hubiese atacado una vestía. Ella lloraba del dolor mientras mamá intentaba desinfectar la herida
para luego vendarla. Estaba perdiendo mucha sangre. Yo no entendía bien que pasaba. Por un
momento creí que fue un ladrón que entró, luego recordé que vi a mi hermano en aquel estado y
supuse que habrían peleado, pero la sangre en él no se explicaba del todo. Mi madre lloraba
mientras intentaba ayudar a mi hermana que poco a poco parecía que se iba. Empecé a sentirme
angustiado, impotente, no podía reaccionar y solo me levante para alejarme. No se por qué lo
hice, pero las deje allí. Sonia dejó de llorar, mi mamá empezó a desesperarse per luego dejó de
intentarlo. Rompió en llanto.

Yo quería salir de allí, escapar, no vivir esto. Trataba de convencerme que todo era una pesadilla
producto de la fiebre. Mi cuerpo empezaba a temblar, a sentir que mis piernas no podían moverse
y que lentamente empezaba a perder sensibilidad en ellas, se me debilitaban e iba a caer. Miro
desde la puerta la desgarradora escena, mientras escucho a mi hermano en su habitación gritando
y tirando las cosas. Me sentía impotente, no comprendía lo que estaba pasando. ¿Acaso Miguel
mató a Sonia? ¿Por qué? El dolor empezaba a convertirse en bronca, necesitaba una explicación y
junte valor para salir de donde estaba e ir a hablar con Miguel pero alguien me detuvo.

- ¿A dónde vas? – me agarra mi padre mientras me apoya contra la pared.


- Tengo que hablar con Miguel. Quiero que me diga lo que pasó.
- Te dije que ayudaras a tu madre –Levantando un poco la voz-.
- ¿En qué? Sonia está muerta y Miguel la mató – Sin medirme en mis palabras- y quiero
saber por qué.
- No hay nada que Miguel pueda decirte.

Siento que empieza a desistir y me suelta. Noto en él que ya lo sabía. Siento su tristeza pero que a
su vez intenta ser fuerte. Estaba aun afectado por el alcohol quizá, pero más lúcido que cualquiera.
Veía que en sus ojos había dolor, sabía que había perdido y que no había nada que hacer más que
ser fuerte por quienes no pueden en ese momento. Sus labios temblaban queriendo decir algo,
pero solo me da unas palmadas en el pecho y me deja ahí mientras él va a ver a mi madre.

Pasan las horas y ya estaba por amanecer. Estaba al lado del cuerpo de mi hermana,
despidiéndome de ella antes de hacer la llamada. Pero noté algo inquietante. Ella tenía unas
mordidas en el cuello y hombro, pero lo dejé pasar. Mi padre se acercó y le besó la frente.
Entonces vi que sus pestañas se movieron. Creí que fue un reflejo del cuerpo ya sin vida y lo dejo
pasar. Luego se acerca mi madre y le dedica unas palabras de rodillas a la cama. Cuenta un par de
anécdotas de cuando ella era una niña y lo que como padres tuvieron que vivir. Recordaba como
la vieron crecer y convertirse en una joven fuerte y alegre, sus caminatas al campo, sus bromas…
Le pide perdón por no haberle comprado el vestido que ella quería, por a veces olvidar detalles
que parecían insignificantes pero para ella eran muy importantes. Se inclina para darle un beso, y
luego se recuesta sobre su pecho dejando caer sus últimas lágrimas. Pero ahí pude verlo mejor. No
tuve tiempo de advertirles.

Sonia se levantaba de donde estaba y se tira sobre mi madre buscando morderla pero mi padre se
interpone para sacarla de allí. Forcejea un poco con mi hermana, con su cadáver. Tenía su piel
pálida y sus ojos de un color grisáceo. No hablaba, solo hacía ruidos con la boca como quejándose
o algo así. La situación me tomó por sorpresa, pero corro a mi cuarto, agarro un palo de hockey y
regreso. Sin pensarlo empiezo a golpear a mi hermana en la espalda para que suelte a mi madre,
mientras le grito, pero a pesar que le rompí varios huesos no dejaba de aferrarse. Tras unos
segundos de desesperación, mi madre de tanto patear logra soltarse.

Al intentar salir de allí mi padre saca una pistola y comienza a disparar pero no sé en qué
momento mi madre se interpone recibiendo unas balas en su abdomen. La situación se volvía
insostenible. Nos refugiamos en mi cuarto. La puerta no cerraba, no tenia seguro, entonces
agarramos mi cama y la pusimos en la entrada para que no se abra. Había una adrenalina
recorriendo mi cuerpo. Aun con la fiebre encima estaba acomodando el cuarto para recostar a mi
madre que agonizaba. Mi padre la veía con lágrimas en sus ojos y pedía perdón. Le acariciaba el
cabello, la mejilla, Le decía que todo iba a estar bien mientras le tomaba de la mano. Miraba a sus
ojos y por dentro pedía que todo fuera una mentira, que esto nunca haya pasado. Ambos lloraban
y quien alguna vez tuvo que ser fuerte, ahora estaba desmoronándose y perdido en el dolor.

Mi respiración era torpe. No quería llorar pero era inevitable. Tenía a mis hermanos afuera que se
mataban entre ellos y a mi madre a poco de morir delante de mis ojos. Mi padre, la persona más
fuerte que había conocido, era un hombre frágil derramando lágrimas. La primera vez que lo veía
llorar. Tenía miedo, sentía impotencia y ahora más que nunca no comprendía lo que estaba
sucediendo.

Madre: _ Perdónalos –Hablaba entre dientes-. Son solo niños, son nuestros hijos.

Padre: _ Perdóname a mí. No… Yo no quise... –Ahogado en sus lágrimas que le impiden hablar-.

Madre: _ Lo sé –suelta un suspiro-.

Y fueron esas sus últimas palabras seguidas de un suspiro. Mi padre mantuvo la compostura. Cerró
los ojos de mi madre y agacho la cabeza sin soltarle la mano, como si no quisiese dejarla ir aún.

Padre: _ Hijo. Te pido perdón por todo lo malo que te hice pasar. Quiero que seas fuerte, que no
te rindas. Eres un hombre, un buen hombre, lo que este mundo necesita, pero debes ser fuerte.

Ale: _ No digas eso pa... –Mis lágrimas empiezan a brotar nuevamente como anticipándose a lo
que va a suceder-.

Padre: _ Créeme que jamás tuve la intención de herir a ninguno de Uds. Son lo más preciado que
tengo en la vida. Pero a veces hay que saber perder.
Aún no llegaba a comprender sus palabras pero no pude evitar abrazarlo. Me aferre a él como lo
último que me quedaba en este mundo. No quería que se fuera, no quería perderlo también. Lo
abracé tan fuerte como pude y lloré, lloré sobre su hombro como un niño. El no me quería soltar
tampoco. Sentía su miedo. Él no quería hacerlo pero algo iba a pasar y debía tomar una decisión.

Ale: _ Por favor no te vayas –Imploro entre lágrimas-.

Padre: _ Jamás me voy a ir hijo mío. Siempre estaré contigo.

Empiezo a toser con fuerzas. Mi padre me recuesta en un rincón y me cubre con un par de colchas
para cubrirme del frio. La lluvia fuera era constante. Al cabo de unos minutos me duermo. Por mi
cabeza empiezan a pasar recuerdos. Me detuve en uno, cuando fuimos a pasar el día en el campo.
Mire a mi madre cocinando con su delantal marrón que tanto le gustaba ponerse, mientras que
Sonia y Miguel volvían de ver a los animales, haciéndose bromas entre ellos. Mi padre terminaba
de acomodar unas cosas conmigo, me mira y me sonríe sin decir una palabra. Nada había pasado.

Ese día había sol, pero no hacía mucho calor. Mi madre nos llamaba a lavarnos las manos para ir a
comer, mientras encendía la radio donde sonaba una canción muy conocida. Este fue un almuerzo
lleno de risas, recordando buenos momentos que compartimos, fiestas de cumpleaños, fiestas
navideñas, salidas, viajes, anécdotas del colegio y del trabajo. Jamás lo había pasado tan bien.
Jamás recuerdo haberlos visto tan felices. Pero esto se puso raro al terminar cuando debíamos
levantar la mesa, no me dejaron levantar nada.

Miguel: _ No me olvides, che! –Se levanta llevando los vasos a la cocina-.

Sonia: _ Te quiero, hermano –Recoge los platos y cubiertos y va a la cocina-.

Madre: _ Te amo, hijo mío –Se levanta para llevar la olla y el pan. Pasa por mi lado y me da un
beso-.

Observo entre risas como empieza a vaciarse la mesa. Pensé que todo era parte de una broma,
hasta que mi padre se levanta para recoger las bebidas, y me da un beso en la frente, pero este
era raro. Sentí como si unas gotas habían caído sobre mi cabeza, como lágrimas. Entonces levanto
la mirada y ya no estaban. El cielo se había nublado y el viento empezaba a correr como
anunciando la lluvia. Me levanto y los busco pero hasta la radio se había callado.

De repente algo me toma por los pies y desvió mi mirada al suelo. Veo a mi madre tirando de mi
como queriendo arrastrarme. Entonces un fuerte ruido me hace saltar y me trae de vuelta a la
realidad. El cadáver de mi madre yacía a mis pies con sus manos tomándome de los tobillos y mi
padre llorando al lado apuntándose con la pistola en la cabeza. Veo que le había disparado en la
cabeza para salvarme a mí, y mi padre tenía una herida en su brazo con el que sostenía el arma.
Ale: _ ¿Papá?

Padre: _ Siempre estaré contigo…

(Disparo)

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