Resumen Del 2do Parcial de Desarrollo II
Resumen Del 2do Parcial de Desarrollo II
Resumen Del 2do Parcial de Desarrollo II
Siempre estamos hablando de nosotros mismos, de lo que somos o de lo que seremos, tomar
consciencia de esto es el punto de partida para poder comprender los vastos, complejos e
intrincados fenómenos que se presentan en el proceso de nuestro envejecimiento y las diversas
conductas que surgirán de ellos, conductas que si bien representan y están integradas en un todo.
La utilización del concepto de fase permite el estudio de la interacción de todos los procesos
bio-psico-sociales que en ella se despliegan, lo cual posibilita una conceptualización más dinámica
para oponer a la estática ligada a la salud.
Para otras personas la mediana edad constituye un nicho ecológico, es decir que se han
adaptado a un entorno limitado y su ajuste a las actividades de la vida cotidiana se reduce a una
rutina regular.
Gran parte de la gente la mediana edad es la época de la autorrealización y gratificación,
pero al mismo tiempo, para toda la gente sin excepción, esta es también la época que marca el
paso inexorable hacia la vejez, y, en consecuencia, gran parte de la que denominamos buen o mal
envejecer.
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El incremento de la interioridad debe considerarse en primea instancia como un fenómeno
universal, hay que verlo como el resultado de la disociación que produce el conflicto de envejecer o
ciertas situaciones vitales dentro del proceso de ser viejo. Este repliegue sobre sí mismo podrá
tener las características de reminiscencia, en cuyo caso se conseguirá la integridad del sujeto, o
adquirirá la forma de nostalgia. De cualquier manera, el narcisismo pasa a ser la consecuencia y
no la causa del incremento de la interioridad.
•Cambio en la percepción del paso del tiempo: la mayoría de las personas suelen tener
dificultad para registrar desde sí mismas el paso del tiempo. Habitualmente tomamos consciencia
de lo que ocurre cuando nos rencontramos, después en algún tiempo con personas que han sido
parte de nuestra historia y a quienes habíamos dejado de ver. A partir de situaciones como estas,
los sujetos empiezan a pensar en el tiempo, su tiempo, desde una perspectiva distinta, en función
de lo que le falta vivir. Aparece la toma de consciencia de que el tiempo es finito. Todo esto
produce situaciones conflictivas que pueden ser registradas cc o inc, pero si no son suficientemente
elaboradas suelen acarrear severos desajustes en la conducta de los sujetos. Es la época en que se
comienza a sentir en carne propia los primeros signos de la segregación constitutivos del
viejísimo.
Los intentos compulsivos por permanecer jóvenes, en muchos hombres y mujeres que
llegan a la edad mediana, la preocupación sobre la salud, la emergencia de la promiscuidad sexual
para probar la juventud y la potencia, son intentos de correr una carrera contra el tiempo.
Jacques analiza causas que provocan un cambio en la conducta de las personas en la mitad de
la vida: el hecho de que en el escenario psíquico entren la realidad y la inevitabilidad de la propia
muerte personal eventual, es el rasgo central y básico de la fase de la mitad de la vida. La muerte se
convierte en un problema personal, la propia muerte, la propia mortalidad real y actual.
Freud describió con precisión este problema: estábamos preparados para sostener que la
muerte era el resultado necesario de la vida... Sin embargo, en realidad estábamos acostumbrados
a comportarnos como si fuera de otra manera. Nadie cree en la propia muerte.
Jacques agrega algo más a esta percepción de la muerte propia y es la toma de conciencia
de la existencia, dentro de cada uno, de odio en impulso destructivo, es decir la operatividad de la
pulsión de muerte.
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La trascendencia: Nadie se resigna a aceptar que su paso por la vida acabara en la nada, sin
dejar huellas. Esta preocupación se traducirá en la necesidad, más o menos acuciante, más o menos
dolorosa, de una búsqueda personal de trascendencia.
A partir del verbo generar, Erikson ha creado el neologismo generatividad para designar uno
de los términos de este estadio. El hombre adulto está constituido de manera tal que necesita ser
necesitado, desea ser deseado. Como una forma de evitar sufrir la deformación mental.
Esta potencialidad creativa, tiene como punto social más alto nada menos que la
perpetuación de la humanidad a través de generar los carriles de trasmisión de sus valores más
significativos y también su punto individual más alto en la reafirmación de la autoestima necesaria.
Los estudios realizados muestran que en general la mayoría de la gente se ajusta y adapta
relativamente bien a los problemas y demandas que presenta la mediana edad, pero que también
muchas veces surgen dificultades en ese tránsito y aparecen las llamadas crisis de la mediana edad.
H.Ey 1969, señala que el ser que envejece debe hacer un esfuerzo extra, porque al contrario
del niño o adulto, debe adaptarse no solamente al medio, además, a su propia vejez. La
imposibilidad de aceptar las nuevas condiciones que impone el envejecimiento puede llevar a que
parezca una reacción global de rechazo. La frustración libidinal puede llevar al sujeto que envejece
a sentirse inferior a los jóvenes, puede fomentar sentimientos de envidia, en la cual se traducirá un
rechazo global a toda la juventud. El temor a los cambios, especialmente en lo corporal,
relacionado con el funcionamiento sexual, puede producir dos tipos de reacciones opuestas:
Por un lado, promiscuidad sexual al tratar de probar que aún se es joven y atractivo.
La mediana edad puede ser la flor de la vida, pero necesariamente se verá amenazada por
múltiples conflictos cuya resolución dará lugar a alteraciones superficiales y reversibles o bien
profundas de difícil solución, que rotularemos patológicas.
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una fuerza que impulsa a integrar los aspectos que aparecen como discontinuos y no quedar en el
empobrecimiento.
•El psicoanálisis ha privilegiado el encuadre histórico individual, en el cual la historia es una
explicación del presente por el pasado.
Hay tres series de causas que no actúan independientemente, sino que, en realidad, lo que
actúa es la resultante de su interacción.
Una primera serie está constituida por factores hereditarios y congénitos, entre los
primeros están los trasmitidos por herencia, por los genes, y entre los segundos lo que derivan del
periodo intrauterino. Este término se denomina componente institucional.
La segunda serie está constituida por las experiencias infantiles, son de importancia
fundamental por que ocurren en los primeros momentos en la formación de la persona.
Los factores actuales constituyen la tercer parte. Estos actúan sobre la disposición, es
decir sobre el resultado de la interacción de la primera con la segunda serie. La reciprocidad es la
actuación de unas series con otras permite explicar tanto el desarrollo psicológico de los individuos
como sus eventuales estructuraciones psicopatológicas, y también las categorías de lo endógeno y
exógeno.
El aspecto general refleja el envejecimiento, la silueta se pone pesada por la gordura, la piel
pierde su hidratación, a esto se le suma las alteración auditivas, y un cambio a la respuesta
adaptativa a nuevos estímulos.
La pérdida de la belleza y del encanto físico no tendrá el mismo efecto en una personalidad
narcisista que en una depresiva, pero tampoco será lo mismo si la persona es actor, actriz o
panadero. Las combinaciones de personalidades, profesionales y roles sociales multiplican las
posibilidades casi hasta el infinito, lo cual, hace sumamente difícil, cuando no ilusoria, la pretensión
de establecer generalidades sobre el proceso de envejecimiento.
En las personas de mediana edad, tanto las modificaciones biológicas fisiológicas con las
patológicas entran a formar parte de las series complementarias como el factor actual o
desencadenante.
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Factores sociales en el envejecimiento
El hombre es fundamentalmente un ser social, y Freud decía que la psicología es ante todo
psicología social, por lo tanto, toda consideración sobre la psicología del envejecimiento debe
hacerse dentro del encuadre social donde se desarrolla y con la interacción entre ambos. Para
consideras esta interacción de tan vastos alcances, voy a referirme a aspectos fundamentales.
Los viejos en nuestra sociedad son discriminados por su edad. Esto se llama viejísimo y
corresponde definirlo como el prejuicio y la discriminación consecuente que se lleva a cabo contra
los viejos.
Las personas víctimas del viejísimo se consideran desde el punto de vista social como
enfermas, deprimidas, asexuadas, pasadas de moda y una multitud de rótulos descalificatorias más.
El viejísimo lleva a las generaciones jóvenes a ver a los viejos como diferentes, o no considerados
como seres humanos con iguales derechos y lo que es peor, no les permite a ellos a los jóvenes,
identificarse con los viejos. Resultado: se tiende a ver la vejez como algo que no nos pertenece,
como algo que está allá, en un futuro muy lejano. El viejísimo siempre es el otro y no reparamos
que el otro somos nosotros mismos más adelante.
Todos los individuos, no importa el grupo social al que pertenezcan, desarrollan la idea
de un ciclo vital normal y esperable, es decir, que ciertos acontecimientos deben ocurrir en
determinados momentos de la vida, y que un reloj mental interno les va señalando si están en
tiempo o si están fuera de tiempo.
Los acontecimientos mentales se puede argumentar que los acontecimientos normales y
esperables no deben constituirse en sí mismos en crisis, y que debe reservarse este término para
aquellos que no son esperables o que alteran el ritmo y la secuencia del ciclo vital.
La movilidad pulsional antes desplegada con los hijos quedaría sin destinatario aparente,
provocando una situación crítica al aparato psíquico. Uno de los efectos resultantes de tal
condición es la así llamada estasis pulsional. Bajo estas circunstancias, lo que produciría sería lo
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que en la teoría freudiana se denominan estados tóxicos: se trata de la imposibilidad de
transformar una cantidad de libido disponible en algo calificable, que tenga una significación para el
sujeto. El conflicto parecería derivarse del hecho de que existiría una magnitud libidinal no
transitable, o difícil de procesar, es la que en esta hipótesis se describe como estancamiento
pulsional.
En una investigación que he realizado en 1991-1992, las mujeres del estudio que se
encuadran dentro del grupo de las Tradicionales se encontrarían más representadas dentro de esta
problemática, en tanto que aquellas categorizadas como Transicionales o como Innovadoras
(Logran encontrar una salida o resolución a la INERMIDAD YOICA), estarían enfrentando esta
problemática con otros recursos que les permitirían lograr mayor movilidad pulsional. Estas últimas
tratan de encontrar más salidas o resoluciones a la inermidad yoica ante los avatares de la
detención pulsional que puedan padecer. Muchas de ellas refuerzan su inserción laboral, otras su
participación social, otras diversifican o amplían sus actividades recreativas, de estudios, de
cuidados por su salud, etc., en el intento de investir libidinalmente otros objetos pulsionales. Este
trabajo de elaboración psíquica lo realizan mediante diversos recursos de reflexión y de juicio
crítico en relación con su composición subjetiva, para lo cual suelen atravesar una profunda crisis
vital que pone en cuestión su subjetividad. Sin embargo, también he encontrado la problemática
del estancamiento libidinal de aquellas mujeres que han logrado un máximo de movilidad
pulsional a través de su carrera laboral. En este grupo de mujeres el "techo de cristal" ha operado
como factor de detención y aún de estancamiento, en sus carreras laborales. El efecto de estasis
pulsional en este grupo de mujeres puede percibirse a través de la expresión de su malestar,
especialmente bajo la forma de estados depresivos en la mediana edad. Me refiero a un "techo de
cristal" que opera simultáneamente en una doble inscripción: como realidad cultural opresiva y
como realidad psíquica paralizante. Mi preocupación estará dirigida a analizar esta doble
inscripción del "techo de cristal".
¿Qué es el "techo de cristal”? Se denomina así a una superficie superior invisible en la carrera
laboral de las mujeres, difícil de traspasar, que les impide seguir avanzando. Su carácter de
invisibilidad está dado por el hecho de que no existen leyes ni dispositivos sociales establecidos ni
códigos visibles que impongan a las mujeres semejante limitación, sino que está construido sobre la
base de otros rasgos que, por su invisibilidad, son difíciles de detectar. Debido a esta particular
conformación del techo de cristal, para estudiarlo debemos buscar sus rasgos en los intersticios
que deja el entramado visible de la carrera laboral de este grupo de mujeres. Entre ellos, he
hallado rasgos cuya comprensión nos la ofrecen las hipótesis de género y otras que podemos
comprender mediante hipótesis psicoanalíticas.
El concepto "techo de cristal" fue originariamente utilizado para analizar la carrera laboral de
mujeres que habían tenido altas calificaciones en sus trabajos gracias a la formación educativa de
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nivel superior. Sin embargo, su experiencia laboral indica que en determinado momento de sus
carreras se encuentran con esa superficie superior invisible llamado "techo de cristal".
A partir de los estudios realizados desde la perspectiva del género, que indican cómo nuestra
cultura patriarcal construye semejante obstáculo para las carreras laborales de las mujeres, me he
preocupado por estudiar cuales son las condiciones de construcción de la subjetividad femenina
que hacen posible tal imposición cultural. He hallado que parte del "techo de cristal" como límite
se gesta en la temprana infancia y adquiere una dimensión más relevante a partir de la pubertad
en las niñas. La importancia del análisis de este fenómeno en los estadios tempranos de la
configuración de la subjetividad femenina se manifiesta cuando comprendemos sus efectos
ulteriores, sobre su salud mental y sus modos de enfermar.
Algunos de los rasgos que nuestra cultura ha construido para configurar esa estructura
superior invisible denominada "techo de cristal" para las mujeres se basa en:
¿Qué es el "techo de cristal"? Se denomina así a una superficie superior invisible en la carrera
laboral de las mujeres, difícil de traspasar, que les impide seguir avanzando. Su carácter de
invisibilidad está dado por el hecho de que no existen leyes ni dispositivos sociales establecidos ni
códigos visibles que impongan a las mujeres semejante limitación, sino que está construido sobre la
base de otros rasgos que, por su invisibilidad, son difíciles de detectar
Algunos de los rasgos que nuestra cultura ha construido para configurar esa estructura
superior invisible denominada "techo de cristal" para las mujeres se basa en:
La dedicación horaria de los puestos más altos en la mayoría de los espacios laborales están
diseñados por lo general dentro de un universo de trabajo masculino, e incluye horarios que
habitualmente no están disponibles para las mujeres -por ejemplo, horarios vespertinos o
nocturnos- dado que, por lo general, este grupo de mujeres también desempeñan roles domésticos
como madres, esposas y amas de casa.
Grupo de mujeres definidas como TRANSICIONALES en su desempeño laboral, han aceptado
los límites del "techo de cristal" y realizado enormes esfuerzos tratando de superar tales
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limitaciones, utilizando recursos muy diversos; en su mayoría, uno de los efectos de tal esfuerzo
consiste en padecer de estrés laboral.
En su mayoría, perciben que en tanto a ellas se les exige un nivel de excelencia en sus
desempeños, a sus pares varones se le acepta un nivel mediano o bueno a la hora de evaluar sus
desempeños.
en los criterios de evaluación utilizados, se califica por igual el nivel de excelencia obtenido
como cualificación por las mujeres, con el nivel de bueno obtenido por los varones. Esto constituiría
un ejercicio de discriminación laboral en perjuicio de las mujeres.
d. La percepción que tienen de sí mismas las propias mujeres: la falta de modelos femeninos
con los cuales identificarse lleva a este grupo generacional a sentir inseguridad y temor por su
eficacia cuando acceden a lugares de trabajo tradicionalmente ocupados por varones. Uno de los
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temores que suele surgir en ellas es el miedo a perder su identidad sexual. La necesidad de
identificarse con modelos masculinos -preferentemente camisas y faldas largas, maletín o
portafolios- como así también cambios en el timbre de su voz, impostando sonidos más graves y
hablando en tonos más altos que su voz habitual.
Las mujeres que en su carrera laboral desean ocupar puestos hasta ahora caracterizados
como típicamente masculinos deben enfrentar el doble de exigencias que sus pares varones,
afrontar más riesgos -por ejemplo, de acoso sexual- soportar un mayor escrutinio de sus vidas
privadas, a la vez que se le perdonan menos equivocaciones. Cuando cometen errores, no se los
atribuyen, a la parte correspondiente a su entrenamiento, o a su experiencia previa, o a su
formación profesional, sino al hecho de ser mujer; su pertenencia al género femenino operaría
como categoría que explicaría su incapacidad.
e. El principio de logro: otro factor que incide en la composición del "techo de cristal" y que
resulta discriminatorio contra el género femenino es el así llamado "principio de logro". Al evaluar
la valía de las personas miembros de una empresa u organización tradicionalmente masculina, en
que compiten hombres y mujeres por igual, algunos estudios describen cómo funciona un tipo de
adscripción que precede al desempeño en el cargo, aun cuando esto ocurra en forma velada e
imperceptible la mayoría de las veces.
Hay muchas mujeres de mediana edad estudiadas, esto ha llevado a muchas de ellas no
sólo a ser orientadas hacia el mercado de trabajo secundario, sino también a la "división
secundaria" casi universal dentro de las profesiones y las ocupaciones lucrativas. Como resultado
de este proceso, incluso mujeres profesionalmente muy cualificadas se ven orientadas
sistemáticamente hacia ramas de estas ocupaciones menos atractivas, poco creativas y
generalmente peor pagadas.
Este fenómeno, que ha sido descripto como parte de la división sexual del trabajo, es
bien conocido por la mayoría de los estudios que se realizan sobre la participación de las mujeres
de este grupo etario en el mercado de trabajo
esta situación poco tiene que ver con el desempeño concreto del trabajo de las mujeres,
sino que más bien está conectada con los sustitutos simbólicos antes descriptos, que sirven de base
para la evaluación. Ocurre que no sólo se suele valorar inicialmente a las mujeres como si tuvieran
un potencial más bajo para determinados puestos de trabajo y por lo tanto menor valía para
quienes las empleen, sino que además suelen mostrar ellas mismas un grado inferior de
"habilidades extra funcionales" tales como planificar su carrera, demostrar intereses ambiciosos,
capacitarse dirigiéndose a determinados fines. Por el contrario, las habilidades extra funcionales de
las mujeres de este grupo etario se han orientado más bien hacia cierto "laissez-faire" respecto de
su carrera laboral
-entendida como complementaria o secundaria a su carrera principal que sería la carrera
maternal y/o matrimonial- y cultivar rasgos de personalidad tales como demostrar intereses
ambiciosos parecían contrarios a la configuración de una subjetividad definida como femenina.
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Entonces no es accidental que muchas de las mujeres de nuestro estudio se sientan en
una "impasse" - un callejón sin salida - cuando se refieren a sus carreras laborales. Se les hace
evidente que el talento, la capacidad y la dedicación a sus trabajos, incluso con una legislación
orientada en contra de diversas formas de discriminación directa, no les garantiza un éxito laboral
equitativo. La exigencia de igualdad, e incluso las garantías formales de tratamiento igualitario para
todos, por una parte, y, por otra parte, las renegociaciones individuales de las relaciones privadas,
la distribución de tareas y responsabilidades domésticas, la elaboración de normas aceptables para
convivir con alguien, sólo constituyen condiciones límites de la necesaria reestructuración de las
instituciones laborales y de las relaciones de poder entre los géneros femenino y masculino.
Muchas de las mujeres de esta generación convalidaron los ideales sociales y familiares
que les indicarían "asegúrense de hacer lo correcto", y sobre esta base afirmaron una ética
femenina propia de las mujeres estudiadas. En la actualidad, he hallado que muchas de estas
mujeres se encuentran con un mercado laboral cuyos ideales y valores se han transformado por
efecto del pragmatismo imperante para este fin del milenio, y que algunas de ellas expresan,
decepcionadas, que el mandato social actual sería "asegúrense de ganar mucho dinero y rápido".
. Para este grupo de mujeres, los medios importan tanto como los fines: por ejemplo, la
consideración por el otro, el respeto mutuo, el peso dado a los vínculos afectivos, la confianza en el
prójimo, constituyen valores irrenunciables, y forma parte de los ideales con los cuales
construyeron su subjetividad femenina.
Los ideales generacionales de este grupo de mujeres son puestos en cuestión; sienten
decepción por la ineficacia actual de aquellos valores, y junto con necesidades económicas
crecientes debido a la crisis económica en la Argentina, se ven sumidas en dudas, replanteos,
cuestionamientos, poniendo en crisis sus ideales generacionales y genéricos. Esta puesta en crisis
de los ideales de su generación y de su género para algunas, las mujeres categorizadas como
Innovadoras, opera como motor que pone en marcha nuevos criterios de inserción laboral; pero
para otras, las mujeres agrupadas como Tradicionales, constituye uno de los factores más
poderosos en la configuración del "techo de cristal" como factor depresógeno.
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movimientos de separación. De acuerdo con las hipótesis freudianas, las relaciones tempranas de la
niña con su madre son de enorme intensidad, tanto en el vínculo amoroso como en el vínculo
hostil, debido a que tanto la erogeneidad como el narcisismo entre ambas están constantemente
interpenetrados. El vínculo fusional maternofilial se construiría de modo diferente con hijas
mujeres y con hijos varones: en tanto la madre mira a su hija como una igual a sí misma -
fundamentalmente percibe en ella un mismo cuerpo-, la mirada que brinda a su hijo registra una
diferencia -la diferencia sexual anatómica-. Esto haría que, en tanto los vínculos de la madre con su
hija mujer se construyen sobre la base de la cercanía y de la fusión, los vínculos de la madre con su
hijo varón propiciarían las tendencias a la separación, al abandono de su identificación primaria con
su madre, y a la construcción de su identidad sobre la base del modelo paterno. La descripción se
completa señalando que en tanto las mujeres formularían su identidad sobre la base del ser (como
en la frase "ser una con la madre"), los varones configurarían su identidad sobre la base del hacer
(en el movimiento de alejamiento temprano de la madre).
Las descripciones realizadas sobre el "techo de cristal" en la carrera laboral de las mujeres
insisten en resaltar los factores culturales invisibles que producen condiciones discriminatorias
hacia las mujeres. Pero también podemos destacar factores de constitución del aparato psíquico
femenino que, con su invisibilidad, contribuyeron a la formación del "techo de cristal". Me refiero a
la constitución del deseo hostil y del juicio crítico en la subjetividad femenina.
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hostilidad, estamos acotando un afecto complejo, resultante de un estado de frustración a una
necesidad: es un afecto que, según su intensidad, provoca movimientos de descarga para la tensión
insatisfecha, bajo la forma de estallidos emocionales (cólera o resentimiento, por ejemplo), o bien
sufriendo algunas de las vicisitudes de las transformaciones afectivas (por ejemplo, su trasmutación
en altruismo), o de su búsqueda de descarga mediante representaciones en el cuerpo (por ejemplo,
hacer una investidura de órgano). Lo que nos interesa destacar es que, en tanto la hostilidad, como
desarrollo afectivo, busca su descarga bajo diferentes formas, el deseo hostil, por el contrario,
provoca nuevas cargas libidinales, reinviste de representaciones y promueve nuevas búsquedas de
objetos libidinales al aparato psíquico.
En la temprana infancia, los juicios sobre los que se construye la subjetividad femenina
basada en los movimientos de apego con la madre configuran los juicios identificatorios. Al llegar a
la pubertad, la necesidad de regular las semejanzas y las diferencias con la madre pone en marcha
un proceso de desasimiento a través del deseo hostil diferenciador. Este es un proceso largo y
complejo donde también intervienen otro tipo de juicios, de atribución y de desatribución, a la
sentencia "ser mujer es ser madre". La ruptura del juicio identificatorio y el proceso de
desprendimiento de las figuras originarias da lugar a un reordenamiento enjuiciador, que sienta las
bases para el juicio crítico en la adolescente.
Algunos estudios realizados sobre niñas púberes sugieren que el período de la menarca
podría constituir una circunstancia vital crucial para la resignificación y puesta en marcha del deseo
hostil y del juicio crítico en las mujeres en tanto sujetos.
El "techo de cristal" en la carrera laboral de las mujeres como superficie superior invisible,
difícil de traspasar, constituye una realidad social decepcionante para quienes operamos en el
campo de la salud mental de las mujeres. El análisis de la construcción social de la subjetividad
femenina podría contribuir a que contemos con mejores herramientas desde nuestra subjetividad
para oponer resistencia a semejante dispositivo social. Hemos sugerido que la ampliación de los
deseos femeninos, con la puesta en marcha del deseo hostil y del juicio crítico, podría ser útil para
estos fines. Esto supone una puesta en crisis de los paradigmas tradicionales sobre los cuales hasta
ahora hemos construido los discursos acerca de la femineidad. Insistimos en la necesidad de
entrecruzamientos interdisciplinarios para enriquecer la perspectiva sobre la construcción de la
subjetividad femenina.
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identificación de la niña con la madre). Hemos entrelazado estas hipótesis psicoanalíticas con
aquellas cuyo modelo genérico implica la construcción de una sujeto mujer en nuestra cultura cuyo
lugar social se define básicamente a través de roles de género en el ámbito privado. Este corte por
género implicaría, a su vez, una composición subjetiva basada fundamentalmente en
movimientos pulsionales que orientarían hacia el desarrollo de los deseos amorosos en
detrimento de los deseos hostiles y sus derivados (por ejemplo, el deseo de saber y el deseo de
poder) El intenso debate actual sobre las nuevas tecnologías reproductivas sugiere volver a poner
estas problemáticas en cuestión. Aquella pregunta de "¿qué es ser mujer?", y su respuesta casi
obligada en el contexto de la cultura patriarcal: "ser mujer es ser madre", parecería requerir nuevos
cuestionamientos, junto con el actual debate modernidad-postmodernidad acerca de la
subjetividad femenina. Semejante posicionamiento en el género parece haber contribuido a
obturar las problemáticas acerca de la condición femenina. En este nuevo milenio las mujeres
volvemos a abrir los interrogantes, decepcionados en parte por las respuestas logradas hasta ahora,
pero con esperanzas renovadas, gracias a nuestros cuestionamientos por mantener vivos nuestros
deseos.
Definición: el término climaterio proviene del griego “clímax”, qué significa escala, escalera o
gradación. Alude a un escalón, un momento de transición a otra etapa y también de difícil
superación. Tal escalón sería en este caso descendiente, por oposición al otro escalón, de la
adolescencia, que es ascendiente. El climaterio constituyen un fenómeno normal y sucede tanto en
el hombre como en la mujer.
El climaterio implica una serie de cambios, tanto somáticos como psicológicos y sociales, y
corresponde a un periodo de la vida que, va desde alrededor de los 50 hasta los 60 o 65 años.
Muchas veces esta época representa, la de mayor productividad intelectual, artístico social del
hombre y la mujer.
Desde una perspectiva clásica es como que hay una vuelta. se plantea que la adolescencia es
una época de transición que implica un avance, en cambio está (la mediana edad) es una época de
transición queda un paso hacia atrás. Pero en realidad, esta vuelta atrás brinda la posibilidad de
modificar ciertas cuestiones. El climaterio supone un proceso universal, ocurre en todos los sujetos,
una etapa de transición que lleva de la adultez a la vejez.
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En la mujer: los cambios endocrinos del climaterio son más evidentes. Se dan alteraciones
ováricas: la abolición seca y disminuye la producción de estrógenos. Este proceso es gradual. la
disminución en la producción de estrógeno lo que suele provocar inestabilidad vasomotora, con la
crisis de calor y sudoración brusca.
Atrofia progresiva del aparato genital: la vulva pierde elasticidad y turgencia; la vagina y el
útero y las trompas involucionan, las mamás se hacen flácidas. Un signo encontrado es la
osteoporosis.
Otros signos descriptos como climatérgicos son: irritabilidad, cefaleas, ansiedad, insomnio,
hipocondría, trastornos digestivos, etcétera.
El modo de transitar esta etapa del climaterio va a depender de cómo se haya resuelto las
series complementarias. Tales vivencias de pérdida llevan al desarrollo de una depresión, que
puede evolucionar siguiendo distintos caminos, y que dependerá del grado de integración de la
personalidad del sujeto, de las características de sus defensas, de su historia previa y de sus
circunstancias vitales actuales. Esa depresión puede ser resuelta en personas con historias de
suficiente gratificaciones personales, donde exista una auto gratificación en cuanto a realizaciones
personales y una seguridad en la capacidad de conservar los vínculos afectivos. Tales individuos
tienen una mayor posibilidad de resolver este momento depresivo a través de mecanismos
reparatorio y de sublimación. En cambio otros, con una historia vital previa de mayores
frustraciones, con desproporción entre el nivel de aspiraciones y de logro obtenidos, con
inseguridad respecto de la capacidad de conservar los vínculos afectivos, y/o con dificultades serias
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en su vida actual, debes recurrir al uso de técnicas regresivas, lo que da lugar a la aparición de una
serie de síntomas neuróticos, psicóticos, caracteriotipicos o perversos, cuya expresión dependerá
de la estructura previa del paciente y de sus defensas.
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Climaterio y sexualidad: dentro de estos mismos mecanismos de negación se pueden
considerar otros que toman más las características de los hipomaníacos, por ejemplo, la
hipersexualidad. se trata de una hiperactividad sexual, que adquiere significado defensivo; es un
intento de negar lo temido: la pérdida de los atractivos sexuales y/o de la potencia sexual en el
hombre, y de la capacidad orgásmica de la mujer. Si bien no existe razón biológica para que dichas
pérdidas se produzcan, es frecuente el temor a las mismas. Por lo tanto, muchas personas tratan de
demostrarse que conservan tales atributos, apelando a una hipersexualidad que muchas veces
adquiere caracteres impulsivos.
Dicha actividad está al servicio de resolver temores tales como el de no gustar más el
cónyuge, presentándose como un intento de retenerlo. En otros casos, tal hipersexualidad se
manifiesta a través de la búsqueda de otros objetos sexuales. Un caso particular de este tipo de
defensa es el de los viejos verdes, personas que buscan indiscriminadamente objetos sexuales muy
jóvenes, con la fantasía mágica en recuperar la juventud a través de la Unión con el objeto sexual.
Psicopatología: los mecanismos regresivos a los que se acude a veces toman la forma de
reacciones neuróticas y pueden aparecer fobias, neurosis obsesivas, depresiones neuróticas,
también sicóticas, y dentro de éstas la más común es la aparición de cuadros melancólicos. A esto
se denomina “psicosis o neurosis climatergica” la mayor parte de las veces con el carácter de
cuadros depresivos. Se trata de una reacción psicológica al estrés climatérico, que frecuentemente
tomará el aspecto de cuadros depresivos neuróticos o melancólicos psicóticos.
Otro modo de reacción son las perturbaciones en el área dos (Pichon Riviere), ya sea del
esquema corporal como cuadro hipocondríacos, ya sea del cuerpo mismo o como afecciones
psicosomáticas. Son frecuentes los trastornos de la piel, digestivos, urinarios, ginecológicas,
etcétera.
De modo que el tipo de sintomatología que aparece no depende del climaterio en sí, sino de
la historia vital previa del paciente y del uso predominante de determinados mecanismos de
defensa. La aparición de sintomatología psiquiátricas, en una mujer o en un hombre durante la
época climatérica, se convierte en un nuevo motivo de estrés ya que es vivida como inferiorizante
por el sujeto, y además aumenta muchas veces los conflictos con la pareja o con el grupo familiar,
pudiendo agravar la sintomatología.
Aspectos familiares y sociales: es la época en que la mujer se puede sentir desubicada, sus
hijos han crecido y cada vez la necesitan menos, además de que pueden ya tener su grupo familiar
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formado, aparece entonces rivalidades con las hijas, celos con las nueras, etcétera, situaciones que
no siempre son compensadas por la posibilidad de cuidar y querer a los nietos y la de mejorar la
relación con su pareja.
Un caso muy frecuente es el de la mujer en la época climatérica que se encuentran sin rol
mientras que su cónyuge puede estar pasando por el momento de mayor productividad en sus
tareas. En Esta época muchas veces sucede que los hombres están muy ocupados y las mujeres
quedan, por el contrario, desocupadas. Esta situación a veces puede ser complicada para resolver y
superar, sobre todo en el caso de personas que no poseen interés de otro tipo y/o tiene un
equilibrio previo inestable. El decesos o la aparición de situaciones regresivas en la mujer pueden
hacer que esto se ponga agresiva, intolerable y acusatoria con su familia, conducta que puede
ocasionar respuestas igualmente agresivas, como las presiones descalificantes “vieja menopáusica”
o “loca menopáusica”.
Existen cambios en los últimos años al adquirir la mujer nuevos roles; son cada vez más
frecuentes las mujeres que desempeñan una profesión, labor comercial, artísticas, etcétera. En el
hombre también puede aparecer el “síndrome del jubilado”.
El Climaterio como defensa: este fantasma, esta palabra tan temida: climaterio, también
puede ser instrumentada defensivamente, y así la edad critica puede explicarlo todo: cualquier
síntoma que tenga una paciente se debe a que esta en la edad critica, de este modo, la persona no
toma conciencia de sus verdaderos problemas psicológicos, dificultades de la relación
interpersonal, de relaciones afectivas, etc. Y tampoco sus familiares, (cónyuge y/o hijos). En esto
influye en mayor o menor grado de madures en la personalidad alcanzada por el paciente
climatérico y también la madurez lograda en la pareja que haya formado.
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tratamiento endocrino (administración de estrógenos o de otros esteroides), tiene importancia
también el tratamiento psicológico, ya que es una etapa de transición. Tal ayuda puede ser hecha
por el mismo clínico o ginecólogo. La visita al médico, el contacto con este y la prescripción de
medicamentos, ya constituye de por sí una psicoterapia de valor: la paciente siente que alguien le
escucha, Se interesa por ella y la cuida. Además, el clínico puede tranquilizarla de los temores de
cáncer, frigidez y disminuir la importancia atemorizante de la palabra climaterio.
Pero otras veces, deberá recurrirse a la psicoterapia especializada y puede ser individual, de
pareja y/o familia. Son terapias que tienen por fin la comprensión de las conflictivas inconscientes
que perduran al individuo, la pareja y/o la familia.
CAPITULO 1
18
Las investigadoras feministas interesadas en señalar las desigualdades y desventajas de las
mujeres mayores sostienen la teoría del "doble riesgo". Es decir, que su condición asociada a la
edad y al género está a la base de sus dificultades para acceder en forma igualitaria a la distribución
de los recursos sociales. Pertenecer o portar algunas de las categorías sociales subordinadas
socialmente implica ser depositario de ciertas formas de estigmatización. Cuantas más categorías
estigmatizadoras se agreguen a una persona o a un grupo, peores serán sus condiciones y
posibilidades; y menor será el valor social que se le atribuya. Así, ser una mujer mayor de una etnia
que vive en condiciones de pobreza supone una posición subvalorada en relación con una mujer
mayor profesional de clase media alta y, por lo tanto, las posibilidades que se les ofrecen para su
desarrollo son no sólo distintas, sino desiguales.
La otra revolución cultural del siglo pasado fue la del envejecimiento. Esta revolución ha
generado una crisis en la forma en que las sociedades se estructuraban a partir de la edad
cronológica como principio de organización social. La idea de que a determinada edad corresponde
el ejercicio de ciertos roles sociales o la de que el acceso a los bienes y recursos sociales estaba en
relación con llegar a determinada edad, se encuentra actualmente en una profunda crisis. Hoy en
día una mujer de cincuenta años se plantea tener un nuevo hijo valiéndose de la fertilización
asistida, mientras que otra puede elegir someterse a una remodelación estética y "re-juvenecerse"
con un nuevo vínculo afectivo y, otras iniciar algún estudio o alguna actividad social. Estas opciones,
así como muchas otras revelan el quiebre del concepto social ''hay una cosa para cada edad''.
Conceptos como viejas, ancianas, abuelas o mujeres de tercera edad, son etiquetas
impuestas a las personas que atraviesan el umbral de cierta edad cronológica,
las clasificaciones científicas que se basan en la edad cronológica imponen sus rígidos
criterios para describir grupos o colectivos que en su vida cotidiana relativizan el valor de ese tipo
de edad, Por ejemplo, la persistente costumbre de referirse a la población de más de 65 años como
de la Tercera Edad o como ancianos, a los que se atribuyen determinadas características
psicosociales, contradice la experiencia subjetiva de los que están por encima de ese límite
simbólico. El modelo actual de mujer mayor desplaza hasta esas edades las características de la
mediana edad, razón por la que hallan más cómodas con la denominación de mayor que con la de
anciana o vieja, prefiriendo siempre ser nombradas con su propio nombre que con algunos de estos
sustantivos.
19
La experiencia femenina del paso de los años ha adquirido nuevos significados presenta
nuevas posibilidades y se ha desmarcado de las asignaciones tradicionales que pesan en su
condición de envejecientes y de mujeres.
Nuestra intención aquí es describir, caracterizar e interpretar el proceso de subjetivación
femenina ligado a la elaboración y el reconocimiento de su condición de mujer madura, de mujer
que está en búsqueda y proyectada hacia la conquista de su madurez, Nuestro supuesto es que la
crisis de la segunda mitad de la vida abre un nuevo ciclo en el que se tienden puentes hacia el
futuro a partir de la revisión de lo vivido, lo actuado, lo sentido, lo pensado y lo soñado. Así:
La madurez más que un estado al que se llega y en el que se permanece, parece ser un
largo proceso en el que se van ensayando modos nuevos de funcionamiento, se van probando
nuevas posibilidades, se van superando situaciones críticas y transiciones de las que se trata de
sacar aprendizajes y se reavivan utopías e ilusiones que conducen a nuevas búsquedas. A la palabra
madurez -connotada de estabilidad y de seguridad- la queremos resignificar utilizando la palabra
madurescencia que denota movimiento, flexibilidad y procesualidad.
La madurescencia femenina, sería entonces aquel momento del curso vital que, en la
mayoría de las sociedades, se ha extendido hasta edades muy avanzadas y en los que las mujeres
que atraviesan su madurez continúan explorando nuevas posibilidades que les permitan alcanzar su
punto de desarrollo óptimo.
El concepto de madurescencia integra algunos rasgos de la mediana edad y los proyecta
de un modo renovado a lo que tradicionalmente se ha llamado vejez temprana. Es un momento de
síntesis de la plenitud personal, un momento de contemplar lo conquistado, el nido confortable de
la estabilidad.
También es un tiempo de búsqueda, de revisión, de adquisición de nuevos sentidos, de
aprendizajes y de desaprendizajes.
La madurez es un infinito de certezas y dudas, de seguridades temores, de realidades y de
ilusiones, de obligaciones libertades, de encuentros y desencuentros, de soledad. acompañadas y
de compañías solitarias, de cambio de permanencias.
La concepción de que el ciclo de la vida es nacer, crecer, madurar y morir encierran una
imagen del envejecimiento como un tiempo de declinación y de deterioro progresivo que termina
con la desaparición física. Sin embargo, las tecnologías de la salud han logrado incrementar la
expectativa de vida en sus niveles óptimos de salud física, psicológica, emocional y social.
20
la ampliación del tiempo vital de las personas ha modificado también las demandas y
expectativas sociales vinculadas a determinado rango de edades cronológicas tradicionalmente
asociadas a la vejez o a la tercera edad.
La extensión del curso vital abre otras nuevas posibilidades para elaborar y orientarse a
cambios que fortalezcan la identidad y proyecten a los sujetos a nuevas búsquedas de sentido y de
auto comprensión.
En la actualidad, las mismas mujeres se ven atrapadas en una red contradictoria de
mandatos sociales, y se ven obligadas a responder a diferentes demandas que se corresponden con
la permanencia de imágenes culturales del pasado que se confrontan con imágenes nuevas y con
otras que están configurándose.
Lo propio de la madurescencia es la revisión de las opciones que a través del curso vital han
sido útiles para la formación de la identidad personal, que representa el núcleo de la mismidad de
un sujeto en el que se integran, como en una totalidad unitaria, diferentes identidades particulares:
la identidad personal, de clase social, religiosa, política, de género y de edad. Este núcleo
identitario permite el auto reconocimiento como una mismidad, como producto de un Yo capaz de
narrarse y de convertirse en el principio y origen de todas las acciones personales. Llegar a definir el
propio Yo, supone poder reconocerse a sí mismo como un ser individual. Reconocerse como un
sujeto que expresa un Yo particular que se mantiene a través del tiempo, permite mantener el
21
sentido de integridad y continuidad a lo largo del curso vital. Esto, posibilita al sujeto interpretar el
carácter histórico y dinámico de su Yo, producto de la reconstrucción subjetiva de las diferentes
experiencias vitales por las que ha atravesado. La identidad personal se adquiere a través de
múltiples y permanentes identificaciones que realizamos a través del curso vital, en un proceso en
el cual se va configurando nuestra subjetividad
Reelaborar la identidad en este momento del recorrido vital requiere que la mujer mayor
efectúe reiterados ejercicios individuales y colectivos, para espejarse en los modelos de
identificación que provee el ordenamiento cultural y, a la vez, asumir la tarea de tomar opciones de
identificación para reelaborar el propio Yo.
22
Las mujeres mayores no sufren pasivamente estas situaciones, sino que conscientes de
que aún tienen recursos y un potencial personal por explorar, elaboran estrategias y orientan su
acción con el fin de fortalecer su identidad amenazada.
CAPITULO 2
Como proceso evolutivo, la madurescencia implica la conquista de los aspectos positivos del
envejecimiento, aquellos atributos que hacen que este sujeto que envejece en un cuerpo de mujer,
se proyecte en consecución de su integridad personal.
Las razones que explican el proceso de la madurescencia son complejas, ya que interactúan
múltiples factores, que se relacionan en diversos niveles. Ellos son:
La mujer madurescente manifiesta un clima emocional exagerado caracterizado por una serie
de sentimientos ambivalentes que oscilan entre un bienestar subjetivo pleno y un autoconcepto
negativo de sí misma. Esta ambivalencia se acompaña de una reevaluación permanente respecto al
tiempo vivido, a las tareas realizadas, a los elecciones efectuadas y a la adquisición de vínculos
sociales significativos. Dicha ambivalencia responde a la pugna que se establece entre aquellos
23
aspectos de la personalidad que tienden a la seguridad y aquellos que nos impulsan hacia la
aventura, a lo desconocido.
Este impulso hacia lo nuevo conduce a las mujeres en las que predominaba el yo
fusionador, a una reorganización de su entorno vital. Por ejemplo, reanudan ciertas carreras o
proyectos interrumpidos en la juventud cuando postergaron sus proyectos personales.
24
La responsabilidad de "cuidadora" de sus padres se constituye en la fuente de
aprendizaje de esta mujer madurescente, pues se ve enfrentada a asumir un "rol" y debe generar
su propia modalidad para ejercerlo.
Este aprendizaje genera conflictos internos, pues muchas veces no sabe cuál es el límite
de estos "cuidados" y no sabe establecer sus propios límites, respecto de aquello que puede en
realidad ofrecer y aquello que siente que "debe" hacer.
La mujer, durante la madurescencia, no trata de definir quién es sino más bien qué
sentido se otorga a sí misma y a la vida con relación a los compromisos sociales y personales que ha
asumido varias décadas atrás. Levinson (1983) sostiene que la estructura vital se genera a partir del
compromiso del yo con el mundo y que ésta se manifiesta en el relato recíproco de ambos. Es decir,
que uno es lo que percibe de sí mismo y lo que los otros dicen acerca de uno. Este momento vital se
constituye en el conflicto entre lo que la mujer afirma de sí misma y lo que el mundo dice que ella
debe ser.
La afirmación de la identidad personal, mediante la integración de aspectos que son
opuestos pero que no se contrarían entre sí, pues coexisten y adquieren sentido uno en relación al
otro. Estos aspectos constituyen parejas de polaridades que, en este momento vital, tienden a
integrarse y complementarse. Dichas polaridades son: viejo/joven; creación/destrucción;
masculino/femenino; y apego/separación. La mujer se siente joven en muchos aspectos -en sus
ganas, en el despertar de sus intereses creativos, en la necesidad de ser contenida y acompañada
por su pareja afectiva, en la búsqueda de sus vínculos sociales, pero también tiene la sensación de
estar vieja -en su experiencia, en su criterio de realidad, en el conocimiento de sí, en las
expectativas respecto del entorno, en el conocimiento de sus límites, etc.
25
Respecto de la polaridad creación/destrucción, es en este período en donde la mujer
toma una intensa conciencia del tiempo. Siente que el tiempo que le resta de juventud es limitado,
por lo que debe hacer uso del de una manera inteligente y que responda plenamente a sus
necesidades. La percepción del propio tiempo genera una autoconciencia de la vejez y de la propia
muerte.
Se caracterizan por ser "proveedoras" más que "demandantes" de afecto, de seguridad.
En tanto, en el otro polo se encuentran aquellas mujeres que han desarrollado su parte sensible,
receptiva, que anteponen su emoción a su racionalidad, que son más simbióticas y dependientes
respecto de sus relaciones afectivas. Estas mujeres son dependientes y les genera demasiado temor
tomar alguna actitud dominante o decisiva de su futuro.
De igual manera, durante la madurescencia se produce el trabajo de acercamiento de
las polaridades apego/separación. Estas polaridades remiten al establecimiento de las primeras
experiencias vinculadas durante la infancia, la supervivencia requiere al establecimiento de una
simbiosis con nuestro primer objeto de amor, representado por la madre.
Para desarrollarnos es necesario establecer el proceso de separación-individuación, el
cual supone conformarnos como sujetos únicos, con un yo reconocible, separado y generador de
nuestra identidad personal.
26
En la madurescencia se ve afectada la capacidad de intimidad, entendida ésta como la
cualidad del yo cuyo desarrollo hace posible que un sujeto construya adhesiones emocionales
confiadas, íntimas y de mutuo apoyo con otras personas,
en este momento vital, el sentimiento de identidad se ve interpelado, la capacidad para
establecer vínculos se ve directamente afectada. El polo extremo de la intimidad lo constituye el
aislamiento.
tarea de la madurescencia consista en superar el aislamiento para arribar al
establecimiento de un vínculo íntimo consigo mismo y con los demás
El sostenimiento de la intimidad como soporte interno posibilita la asunción de
aspectos generativos, es decir, de aspectos tendientes a la realización de creaciones personales
que nos posibiliten una sensación subjetiva da productividad, que nos permitan establecer un
relato de nosotros mismos que haga referencia a aspectos fecundos de nuestra personalidad.
Identidad Retrospectiva
Implica un ángulo de mirada del pasado desde el momento del presente. Resulta central ya
que plantea un examen, una revisión, otra mirada, reconsideración, reevaluación, suponiendo una
retroacción. La reminiscencia y la revisión de la vida son las dos que pueden producirse en la vejez.
27
Revisión de la vida: reorganización de las experiencias pasadas, lo revisado es reflejado sobre
el sí mismo. No es un proceso ordenado, puede aparecer como pensamientos olvidados e
insignificantes acerca de uno mismo y sobre la historia personal. Solo en la vejez se tiene el sentido
del ciclo de la vida entero, que implica mayor conciencia de la muerte y el comienzo del proceso de
revisión. Puede dar resultados positivos (serenidad, sabiduría o expiación de la culpa) o negativos
(desórdenes depresivos).
CONCLUSIÓN
La identidad narrativa aparece como un recurso teórico de gran potencial para explicar
situaciones de cambio o crisis vitales, que ponen en juego los quiebres de significados-
refiguraciones- y sus resoluciones -configuraciones-.
El envejecimiento requiere de teorías que permitan argumentar los cambios y las pérdidas, al
tiempo que evidencien el potencial configurativo que puede dar lugar a integraciones y
producciones de sentido.
28
Se produce en lo cotidiano y el sujeto es parte activa de su procesamiento, son
formaciones de sentido contingentes que se producen en el presente, modifican la lectura del
pasado y construyen nuevos horizontes de futuro
El sujeto lee su vida como si fuera otro, al mismo tiempo que la escribe, y en ese
movimiento de lectura y escritura se produce una transformación de la representación que tiene de
sí.
Es dar sentido a las cosas que nos pasa, aunque muchas situaciones no tienen sentido, por ej:
la muerte.
CONFIGURACIÓN:
29
relativa a un fin prometido. La función de la narrativa es restaurar esos acontecimientos azarosos
con sentidos que den al presente recordando un curso de vida coherente e integrada, y generar de
esta manera un incremento en el sentido del bienestar.
Aparece como la respuesta de cierre a la refiguración: se encuentra la misma escisión,
aunque organizada a través de un sentido de identidad personal, que parece centralizar el quién, lo
que de otra manera aparecía difuso y escindido. El sujeto puede verse o concebirse con una
representación más clara y objetiva de sí, más allá de la escisión que sostiene o que emerge en
confrontación con la misma. La configuración aparece como la respuesta de cierre a la
refiguración.
Algunas configuraciones requieren una dependencia con algún relato que brinde
significado al ser y que permita la representación, así como contar con otro. El relato y el otro se
vuelven soportes de la identidad y solo allí el sujeto puede sentirse con una figuración de si más
clara y estable.
Este proceso requerirá de diversos modos de elaboración que permitan a las personas
darse continuidad, coherencia y posibiliten restablecer un sentido ante ciertos límites que se
presenten como disruptivos o discrepantes a medida que avanza el envejecimiento.
La función narrativa tendrá como objetivo cohesionar una representación del sí mismo a lo
largo de la vida, a través de volver coherente lo que era discordante y volver continuo lo que
resultaba discontinuo. Así, el relato tiene dos funciones esenciales:
A través del relato se configura la identidad del sujeto a lo largo del tiempo, lo que implica
una construcción que requiere una historia contada, encontrándose entre la permanencia y el
cambio, mediando entre las concordancias y discordancias.
La concordancia es la posibilidad de dar coherencia a la propia narrativa, lo cual implica
cierto grado de consistencia entre los elementos que componen el relato, nexos de continuidad y
causalidad. Y el conocimiento de sí consiste en una interpretación mediante la cual el sujeto se
apropia del personaje, de sí mismo.
El envejecimiento y la vejez requieren un significativo trabajo de configuración que
facilite la integridad de la identidad personal.
El eje temporal
30
Los modos de integración identitaria en la vejez están articuladas a la cuestión temporal, por
toda la serie de discontinuidades que se presentan en la representación del sí mismo, se destacan
la ruptura de la simetría temporal, donde hay mucho vivido y menos por vivir, y las discordancias
entre el sí mismo pasado y el presente.
Este orden y significado permite hallar un sentido, entendido “hacia dónde” o un “para qué”.
La nostalgia es un modo de reminiscencia, supone un recuerdo doloroso y aparece una sensación
de vulnerabilidad por no haber alcanzado los objetivos esperados y la sensación de que ya no hay
tiempo para realizarlos.
Funciones de la reminiscencia
31
de sí. Puede dar una evaluación positiva del sí mismo, integración de las vivencias positivas y
negativas del pasado y del presente, responsabilidad por lo realizado y un bajo nivel de
victimización. La negativa produce ansiedad, culpa, desesperación y depresión, aislamiento social y
síntomas de inadecuación.
• Proyecto vital: conjunto de deseos, necesidades, valores o intereses que logran una
determinada planificación con el fin de lograr un objetivo vital que permite dotar de sentido la
expectativa presente de futuro. Puede relacionarse con valores sociales como la necesidad de ser
útiles y productivos. Krause define esta perspectiva como un “fuerte sentido de un propósito en la
vida” generando mejor percepción de la salud, estado de ánimo positivo, sensación de crecimiento,
desarrollo permanente, mayor aceptación personal del propio envejecimiento y redes sociales
fuertes y significativas.
• Trascendencia: hace referencia a una metáfora espacial, en tanto implica pasar de un
ámbito a otro, atravesando el límite que los separa. Es la continuidad de sí mismo en el recuerdo de
los otros, aparece una cierta búsqueda de la finitud.
• Transmisión: impronta cultural, en la cual se transmite de una generación a otra y tiene
forma de un legado. Implica un grado de compromiso con la comunidad más fuerte que la
trascendencia. Alude al cuidado y a la transmisión para nuevas generaciones, no sólo respecto los
hijos propios. Una de las modalidades que adopta este concepto es la generatividad, según Erikson,
es la relación del sujeto con las generaciones subsiguientes. Las personas con más alto grado de
generatividad se sienten más próximas a los otros, con relaciones afectivas más fuertes y se sienten
más satisfechos y felices.
La identidad narrativa aparece como un recurso teórico de gran potencial para explicar
situaciones de cambio o crisis vitales, que ponen en juego los quiebres de significados,
refiguraciones, y sus resoluciones, configuraciones.
32
El envejecimiento requiere de teorías que permitan argumentar los cambios y las pérdidas, al
tiempo que evidencien el potencial configurativo que puede dar lugar a integraciones y
producciones de sentido.
Introducción
En los orígenes del psicoanálisis se consideró que la vejez producía un profundo cambio a
nivel del aparato psíquico. Disminuía la cantidad de libido, se incrementaba la pulsión de muerte, se
producía una regresión evolutiva y aumentaba la libido en el yo. Todo esto se traducía en rigidez
caracterológica y formas pre-genitales de goce libidinal que generaban cambios en el
funcionamiento del aparato psíquico y limitaban el acceso analítico.
Estos puntos de vista fueron modificándose en el tiempo y finalmente, de una manera directa
o indirecta, esta teoría fue una gran generadora de ideas y de prácticas teóricas y psicoterapéuticas
relativas a este grupo etario.
Seguramente Erikson produjo uno de los más grandes aportes a la cuestión del desarrollo a
través estadios en los que se producen ciertos desafíos, entre ellas las lúcidas referencias a la
mediana edad y la vejez, que han dado lugar a nociones tan relevantes como las de generatividad e
integridad.
Uno de los modos más clásicos en los que el psicoanálisis indagó la identidad en la vejez, ha
sido a través de las vicisitudes del narcisismo. En este texto propondremos confrontaciones entre
lecturas que tienen diferentes puntos de vista y, fundamentalmente, le otorgan diversos niveles de
plasticidad o adecuación a los contextos vitales.
La perspectiva de Erikson
33
El desafío específico de la vejez es la integridad Vs. la desesperanza o desesperación. Donde
la integridad es definida como un sentimiento de coherencia y totalidad que corre el riesgo de
fragmentación cuando aparecen pérdidas de vínculos en tres procesos organizativos: el soma, la
psique y el ethos [1].
Remarca la importancia del compromiso con las otras generaciones en la integridad, lo cual
es un modo de anudamiento vincular más abstracto que permite trascender las limitaciones en
los procesos organizativos, y que, es lo contrario del desdén de sí y de los otros.
Erikson (2000) distingue el concepto “fuerza” como un elemento necesario en cada desafío
vital. La fuerza tiene como objetivo propiciar salidas sintónicas o de equilibrio positivo en cada
uno de los desafíos emprendidos.
La sabiduría, concebida como la fuerza de esta etapa vital, implica la posibilidad de realizar
cambios en la representación de sí que permita lecturas diferentes, con mayor proyección,
abstracción y metaforización, posibilitando un sentimiento de interés renovado, seguridad y nuevos
márgenes de control, y un sentido de continuidad y trascendencia en el otro u otros.
Cohler (1993:119-120) reescribe a Erikson diciendo que: “la sabiduría conseguida en la vida
tardía consiste en la habilidad para mantener una narrativa coherente del curso de vida, en la
cual el pasado recordado, el presente experimentado y el anticipado futuro son entendidos como
problemas a ser revisados más que como resultados a ser asumidos.” La sabiduría permite
entonces articular la “preocupación informada y desapegada por la vida misma, frente a la propia
muerte” (Erikson, 2000:67) Es decir la sabiduría como un saber cierto sobre la incompletud del ser,
pero que permite rearticular un relato que posibilite el deseo de vivir, atravesado por una narración
que, de sentido al sujeto, en conexión también al otro.
La perspectiva de Salvarezza
Este psicoanalista argentino propone una crítica abierta a las lecturas psicoanalíticas acerca
del aumento de la libido en el yo en la vejez, aunque al mismo tiempo rescata esta perspectiva de
análisis. Propone una selección de los conceptos de la obra freudiana donde destaca que:
34
a) “el narcisismo es un estadio necesario en la evolución sexual y, como tal, susceptible de
prestarse como punto de fijación de la libido, con la consiguiente posibilidad de constituirse en polo
de atracción para la regresión;
c) el desarrollo teórico establece una relación estructural entre la constitución del ideal, la
autoobservación y la autoestima, haciendo depender esta última del narcisismo.” (Salvarezza, 2002:
147)
Al momento de especificar la cuestión en la vejez, busca plantear los términos en un eje que
dé cuenta de cómo la autoestima tiene una relación estructural con el ideal. Por ello define,
siguiendo los desarrollos de Hugo Bleichmar (1976), al narcisismo como “la valoración que el sujeto
hace de sí mismo colocado dentro de una escala de valores, en cuyo extremo más alto está el ideal
y en cuyo extremo más bajo está el negativo de dicho ideal” (Salvarezza, 2002:149). La ubicación
que el sujeto alcance dará lugar a la autoestima conseguida.
La vejez en este sentido se ofrecería como un campo propicio para incidir negativamente en
la problemática de aquellos con personalidad narcisista debido a que no permitiría contar con la
flexibilidad del ideal frente a los cambios que propone el envejecer y los prejuicios y estereotipos
existentes.
Este modelo sintetiza una perspectiva que plantea rasgos fijos y estructurales desde donde un
sujeto enfrenta su vejez. Lectura que permite concebir las dificultades y los fenómenos clínicos que
se desprenderían de este tipo de personalidad, aunque reduce el poder pensar el narcisismo como
un concepto de mayor amplitud, que permita comprender el modo en que el yo se confronta a los
cambios vitales.
Esta temática no fue abordada por Lacan y la lectura que se realizará es fundamentalmente
desde su teoría del yo y el desarrollo que se desprende de su particular concepción del narcisismo.
35
Freud entendía al desamparo como uno de los ejes del futuro psiquismo del ser humano, ya
que esta prematuración inicial forjaba la dependencia del niño hacia su madre.
De esta manera la prematuración y el desamparo se presentan bajo una nueva luz, ya que
develan la posibilidad de estar sin recursos frente a la presencia inquietante y amenazante del otro.
Lugar donde se sitúa la experiencia traumática, ya que el sujeto aparece sin recursos frente al Otro.
Lacan (2006) sostiene que uno de los modos en que el sujeto se defiende del enigmático
deseo del otro es a través de la representación del yo, y sus imágenes, las cuales responden a
demandas del Otro y por ello contienen ideales y galas narcisistas.
La posición del sujeto es la de buscar adecuarse a dicho deseo y una de las formas de
realizarlo es a través de la imagen especular (nuestro yo), la que se origina justamente en la
identificación al deseo del otro, es decir a lo que el otro quiere de mí. Por ello, el yo no es más que
una respuesta a ese deseo, es decir es lo que se inventa frente a lo enigmático del deseo del otro
(Rabinovich, 1993).
La tesis lacaniana piensa un complejo circuito que estructura el orden del deseo al deseo del
Otro. El sujeto, entendido como deseante, emerge como tal en la medida que haya otro que lo
deseó. La posición del sujeto es la de intentar persistir en el lugar de objeto que causa deseo, ya
que la única manera en que se sostiene el deseo es en relación con otro que lo desea.
En este sentido el yo cambia sus imágenes para complacer al ideal del yo (modelo al que el
sujeto intenta adecuarse relativo a las valoraciones de los padres) pues es una de las formas en que
sostiene ese deseo (Rabinovich, 1993).
La cuestión que puede emerger en el envejecimiento es: ¿de qué modo se presenta el sujeto
frente al deseo del otro cuando los ideales sociales rechazan ciertas imágenes de la edad?
36
En este sentido, si el yo carece de recursos, en tanto no causa al otro, no podría defenderse
de sus intenciones. La idea de intención se refiere a aquello que se quiere de nosotros sin contar
con nuestra voluntad, es decir ser tratado como un objeto carente de autonomía.
Esta experiencia imprime una vivencia de desamparo frente a la que el sujeto queda como un
objeto que puede ser abandonado, excluido o manejado.
Rabinovich (1993) señala que este lugar es el que el neurótico rechaza por estructura, momento
que determina que todos los emblemas ideales, sexuados, representables en el espacio de la visión
no sean suficientes para sostener la autonomía que presta el yo frente al otro.
La autonomía que se pierde resulta notoria en el texto de la viñeta en tanto que esa persona
siente que ese cuerpo no le permite enfrentar al otro, llevándola a la inhibición o a la
autodegradación.
Mannoni (1992) enfatiza esta posición señalando que “El derrumbe psíquico de ancianos
enfermos, aislados o mal tolerados por su familia o por la Institución, se debe a que en su relación
con el otro la persona de edad ya no es tratada como sujeto sino solo como un mero objeto de
cuidados. Su deseo ya no encuentra anclaje en el deseo del Otro. En su relación con el otro, el
anciano instala juegos de prestancia y oposición de puro prestigio. La rebeldía es la única manera
de hacerse reconocer, y la forma en la que puede subsistir una posibilidad de palabra. No
preparados para vincularnos con las personas de edad, nuestra sordera nos quita recursos para que
vuelvan a arrancar como sujetos deseantes” (Mannoni, 1992: 24-25)
Desde esta cita podemos entender cómo frente a la posibilidad de “ya no ser nada para el
otro” aparecen otras alternativas por fuera de los marcos del deseo que llevan desde esta
psicoanalista a lo que se denomina experiencias gozosas las cuales no refieren al disfrute sino por lo
contrario a un tipo de relación al otro por la vía del padecimiento.
Mannoni (1992:10) remarca que “la persona se aferra a las vías del displacer por no poder
poner en palabras la vivencia de un presente en el que el sujeto ya no encuentra su sitio. La mirada
del otro, lejos de ser un soporte, lo fragmenta”.
37
Si el yo se presenta, particularmente en el espacio de la visión, como imágenes, la mirada del
otro puede dar o no cabida. Dicha mirada podría devenir en soporte o en fragmentos, como en las
viñetas antes señaladas.
En algunos momentos de la vejez hallamos que la ilusión frente al espejo puede devenir en
ruptura más que encuentro, ya sea porque el otro no refleja ningún aspecto deseable, como el
sentirse útil, importante, bello, poderoso, lo que podría generar, en ciertos casos, que se produzca
una distancia entre el cuerpo y el sujeto.
Sin embargo, la relación del sujeto al otro no se reduce, a lo que Lacan denomina registro
imaginario, basado en las integraciones de imágenes que identifican al sujeto con el yo desde una
cierta lectura del Otro, sino que existen otros modos de relación que llevan al sujeto a poder
sobrepasar esta dimensión.
Por ello Lacan consideraba un narcisismo suficiente cuando puede llegar a libidinizar el
cuerpo propio, y un narcisismo insuficiente cuando aparece una rigidificación del yo con una
incapacidad de libidinización del mismo.
Es importante tener en cuenta que este modelo teórico se refiere a experiencias que no son
totalizantes a nivel del sujeto, sino que se establecen en relaciones, momentos y situaciones
específicas, lo cual no invalida que en otras el sujeto pueda situarse de formas alternativas. El
recorte que se desprende desde esta concepción del narcisismo permite situar este concepto más
allá de una estructura psicopatológica, pudiendo dar cuenta de la incidencia de los ideales sociales
en las lecturas del sujeto, y su relación con el deseo, entre el sujeto y el otro.
Introducción al estudio del desarrollo psicológico en la vejez Prof. Carlos Daniel Medina
Introducción
38
contribuyó a gestar una renovada mirada acerca de la vejez , proponiéndola como un momento
del derrotero vital en el que se presentan transformaciones, determinadas por diversos factores,
lo que la hace merecedora de profundas investigaciones.
Simone de Beauvoir (1970) señalaba que era imposible llevar a cabo una historia de la vejez y
que las dificultades, en tal empresa, tuvieron que ver con obstáculos como:
1- las pocas fuentes documentales acerca de los sujetos en esta etapa de la vida postulan la
invisibilidad de estos,
2- De Beauvoir señala además que la vejez es un destino biológico transhistórico, a pesar de
que el envejecimiento es vivenciado de forma distinta según el contexto. Pero este carácter
transhistórico posee una arista filosófica en tanto que la vejez se asocia con la muerte y el tabú
sobre ésta que se extiende hacia las representaciones sociales y hacia los estudios históricos,
3- las personas viejas no han intervenido en el mundo como grupo lo que imposibilitó un
argumento histórico; recién comenzaron a aparecer como categoría social con el advenimiento del
sistema jubilatorio y los movimientos para el logro de la educación para la adultez mayor,
4- la vejez carece de ritos de pasaje que permitan conocer, de manera acabada, en qué
momento ésta se inicia. Los ritos de nupcialidad y el jubilatorio fueron perdiendo relevancia en
tanto que el incremento en la expectativa de vida fue ampliando la brecha entre estos hitos y el
inicio de la vejez, surgiendo nuevas franjas etarias como la tercera y cuarta edad (Otero 2013).
Álvarez (1998) sostiene que, en los pueblos nómades, el desprecio por las personas viejas
promovía acciones como el abandono de estas durante los traslados, en momentos de adversidad,
en beneficio de la supervivencia grupal. Los viejos se transformaban en una carga en los periodos
de ausencia o escases de recursos lo que llevaba al gerontocidio o al suicidio cuando el sujeto
tomaba conciencia del momento por el que atravesaba.
39
En las comunidades con mayor desarrollo los viejos se encargaban de los rituales de pasaje e
iniciación ya había una cierta valorización de su sabiduría, pero poseían estas funciones sociales
siempre y cuando mantuvieran sus facultades mentales conservadas.
Con el correr del tiempo, la necesidad de los conocimientos para el desarrollo económico,
religioso y de lo mágico, hizo que las personas viejas alcanzaran sitiales de poder constituyéndose
las gerontocracias. En otras comunidades como los Kunas de Panamá el envejecimiento no
otorgaba ningún privilegio, las personas de edad avanzada seguían siendo activas y conseguían
prestigio si poseían un cumulo excepcional de experiencia y un alto nivel intelectual; en el caso de
los Mayas todos los sujetos estaban obligados a trabajar y se distribuían las tareas en función de los
momentos del curso de la vida en que se encontraban, los viejos, en este sistema, eran
considerados como fuente de autoridad familiar y eran honrados a la vez que temidos (Álvarez
1998).
La Edad Antigua: en estos tiempos no existía una definición para cada edad, la vejez
significaba el declive y se la consideraba en función de los rasgos físicos y las dolencias que
aparecían. La percepción de sí mismos y la de los otros definía al “senex” (Muchinik 2006).
En “Ars Retórica” Aristóteles presentó otra imagen, para él, el senex, implicaba declinación y
ruina y caracterizó a los sujetos viejos como egoístas, cínicos y desconfiados. En “De Generatione
Animalium” asocio vejez con enfermedad, sostuvo que “…es correcto decir que la enfermedad es
una vejez adquirida y que la vejez es una enfermedad natural, ya que hay enfermedades que
producen los mismos efectos que la vejez”. La comedia y la tragedia griega también presentaban
esta ambivalencia en la consideración hacia los adultos mayores
En Roma la autoridad la detentaba el Pater Familia lo que otorgaba a los viejos un poder
social, el cual fue modificándose según el devenir del imperio romano (Alvarez 1998). La
ambivalencia hacia la adultez mayor se mostró, según los periodos, más positiva en la República,
más negativa en el Imperio, tales consideraciones dependían de las circunstancias demográficas en
relación con esta etapa, pero la visión positiva siempre estaba dirigida a las personas de edad
ilustres (Muchinik 2006).
Cicerón en “Senectute” exaltó a la vejez remarcando la sabiduría, por lo que considero que el
hombre añoso no debía retirarse de la vida pública ya que existían muchas tareas que podía realizar
(Muchinik 2006). En cambio, Horacio, en “Ars Poética”, se refirió a la vejez como una etapa que no
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se correspondía con la tranquilidad y felicidad ultimas, sino como una etapa cercana a la muerte y a
la que no había que resignarse, pregonando, por ende, el pleno goce y aprovech6amiento de la
vida.
La Edad Media: en este periodo, para Muchinik (2006) va a persistir la inexistencia de una
jerarquización por edades, por ejemplo, los héroes, de los que posteriormente se escribía sobre sus
proezas, parecían no compartir el tiempo de sus contemporáneos. Álvarez (1998) expone que los
adultos mayores no ejercían claras funciones y que el poder lo detentaban los jóvenes en los planos
militar y religioso.
Las personas adultas mayores eran consideradas como grupos marginales cuya principal
característica era la debilidad física, la vejez se asociaba a enfermedad y decadencia, había una
enérgica mirada sobre lo corporal y un gran interés por su relación con el alma y por las virtudes en
el envejecimiento (Muchinik 2006).
Siguiendo el sentido precedente es que San Agustín propugnó que se esperaba de los viejos el
control de sus emociones y el desligue de los placeres terrenales, Santo Tomas reforzó la visión
negativa de la vejez considerándola como un momento de deterioro moral y físico y dotado de
egoísmo.
41
La Edad Moderna: desde los inicios de la modernidad hasta adentrado el S. XVIII seguirán
prevaleciendo las imágenes estereotipadas y contradictorias de la Edad Media, hasta el S. XVII la
representación de las edades era confusa lo cual se va a modificar con la nueva estructura social.
Se configuró una periodización del derrotero vital que se basó en los cambios perceptibles del
cuerpo y la vejez comenzó a tener mayor visibilidad, pero el interés no estaba puesto en los viejos
como sujetos sino como estadística, se precisaba de una mayor eficacia en la gestión de los estados
y debían poseer una visión clara acerca de sus recursos humanos como, por ejemplo, aquellos
capaces de manejar armas y los que no como los niños y los viejos.
En la Edad Moderna van a coexistir los viejos pobres quienes, junto a los pobres en general y
a los locos, formaban una misma categoría, y por otro lado los viejos de elite. En el caso de los
primeros ya no deambulaban abandonados, sino que eran alojados en hospicios como L´Hotel de
Dieu de Paris o en el Hotel Royal des Invalides en el caso de exsoldados que llegaron sin familia al
final de sus vidas.
Con posterioridad a la Revolución Francesa se escribieron trabajos sobre los viejos y su lugar
dentro del contexto familiar, comenzó a exaltarse la vejez, resurgiendo el Pater Familia, pero este
nuevo lugar solo estaba referido a los adultos mayores que poseían poder económico y eran
protagonistas sociales, estos viejos eran los que fijaban las obligaciones hacia ellos por parte de su
descendencia y el uso que les permitían del patrimonio familiar (Muchinik 2006)
La Edad contemporánea: con la Revolución Francesa se otorgó a los viejos derechos como
ciudadanos y se les proveyó de un nuevo contexto social a partir de la declaración de la solidaridad
entre las generaciones, aparecieron escritos sobre la abuelidad y la imagen de la vejez se modificó,
dejó de sr entendida como la preparación para la muerte y se pasó de actitudes paliativas a la
búsqueda de estrategias que promovieran la continuidad de la vida.
A pesar de la mayor proliferación de estudios médicos durante el S. XX con una mirada hacia
los viejos como sujetos se fue constituyendo, a partir del desarrollo de la medicalización. La
conexión entre vejez, enfermedad y espacio médico contribuyó a que lo senil sea un adjetivo que se
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va a proponer para clasificar dolencias asociadas al declive. A pesar del aumento en la expectativa
de vida y la visibilidad de los adultos mayores no se ha logrado crear un espacio social para ellos, lo
que va a actuar como cómplice de un modo de segregación llamado viejismo (Muchinik 2006).
Como pudo verse en los párrafos anteriores el interés acerca de la vejez data desde la
antigüedad, pero fue recién a partir del siglo XX que comenzó a estudiarse científicamente y a ser
definida desde diversas disciplinas, estos estudios que estuvieron orientados por las
transformaciones socio-culturales e históricas
A nivel científico las conceptualizaciones fueron variadas, comenzaron por centrarse en los
aspectos biológicos del envejecimiento y, posteriormente, se fueron ampliando sobre todo con el
surgimiento de la Gerontología y los avances de la Psicología del desarrollo, como se mencionó en
la introducción.
Lehr (1980) estableció cuatro periodos con respecto a las investigaciones sobre el proceso de
envejecimiento, de los cuales tres etapas ya habían sido desarrolladas por Birren (1961):
Período pre-científico.
Periodo inicial (1835 – 1918).
Periodo de investigación sistemática (1918 – 1945).
Periodo de expansión de las investigaciones científicas (de 1945 en adelante).
Birren (1961) consideró que el periodo inicial surgió en el año de 1935 porque tomó la obra
de Quetelet “El hombre y el desarrollo de sus facultades” como la piedra basal. Este autor expresó
la necesidad de conocer aquellas leyes que configuraban al desarrollo humano, determinó que la
edad promueve variaciones psicofísicas y se posicionó en contra de las generalizaciones, a partir de
investigaciones aisladas, y propuso construir métodos más rigurosos.
El periodo de las investigaciones sistemáticas daría inicio, según Confort (1964), con el libro
“Historia de vida y muerte” de Bacon en el que el autor enfatizó la importancia de las condiciones
sociales, médicas y de higiene en la prolongación de la expectativa de vida. Asimismo, se considera
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de gran importancia el hecho de que, en el año 1909, el médico austríaco Ignatz Nascher acuñó el
término Geriatría creando un nuevo campo dentro de la medicina.
Dentro de este periodo se ha considerado como pionero a Stanley Hall quien, a sus 78 años,
publicara “Senescencia: la segunda mitad de la vida”, esta obra constituyó una psicología y una
historia social de la vejez. Criticó a las teorías de aquel entonces por centrarse en el déficit,
descuidando importantes aspectos tales como las potencialidades de la vejez y las diferencias
individuales acentuadas con el paso del tiempo; su intención fue llamar a una reconstrucción de la
vejez extendiendo el concepto de maduración a toda la trayectoria vital, revalorizando los
conocimientos y la sabiduría de las personas viejas.
En California, Miles, crea el primer Instituto sobre los problemas del envejecimiento dentro
de la Universidad de Stanford y hacia 1930, en Norteamérica también, irán surgiendo varias
asociaciones destinadas a estudios gerontológicos.
C. Bühler, en1933, publicó su libro “El curso de la vida humana como problema psicológico”
en el que se dedicó a estudiar todo el trayecto vital. Concluyó que no existía una completa sincronía
entre las edades y las curvas evolutivas debido a la existencia de otros factores intervinientes como
los aspectos individuales y la articulación de las metas vitales, en cada etapa del desarrollo, con los
roles y valores sociales.
Birren (1961) consideró que el inicio de la fase de expansión de las investigaciones científicas
sobre el envejecimiento se inició a partir de 1939 con el libro de Cowdry denominado “Problemas
del Envejecimiento”, obra de carácter médico, pero a la que, posteriormente, su autor fue
ampliando con la incorporación de aspectos psicológicos, psiquiátricos y sociales. A partir de 1945
se constituyeron asociaciones de estudios de gerontología y se publicaron trabajos sobre la
temática en Europa y Estados Unidos y, en 1977, se llevó a cabo la creación de la “Asamblea
Mundial del Envejecimiento” patrocinada por la Asamblea General de las Naciones Unidas.
E. Erikson publicó en el año 1959 el libro: “Infancia y Sociedad” en el cual propuso ocho
etapas, de la niñez a la vejez, sustentadas en patrones biológicos de maduración relacionados con
un proceso epigenético. Desde esta perspectiva la identidad tendría a este proceso como base, en
cual lo biológico opera dentro de un sistema cultural.
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En Argentina fueron de gran importancia las conceptualizaciones de Leopoldo Salvarezza,
Profesor de la UBA, quien se basó en los lineamientos establecidos por Erikson. Actualmente el
estudio del envejecimiento y de la vejez, en el campo de la Psicología, se nutre de los aportes de
autores como Ricardo Iacub, docente e investigador de la Universidad de Buenos Aires, José Yuni y
Claudio Urbano, docentes e investigadores de las Universidades de Catamarca y de Cordoba,
Gabriela Sarevskky de la Universidad Maimónides, entre otros.
A nivel de las ciencias la vejez ha sido definida, en términos generales, desde tres
perspectivas:
Teoría de la desconexión: fue desarrollada por Cumming (1960) y Cumming y Henry (1961). A
partir de una investigación realizada en Kansas van a concluir que durante la etapa de la vejez
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preparación para la muerte próxima y, en este sentido, instaban a los profesionales a ayudar a las
personas viejas a aislarse.
Maddox (1968), coincidió con las aportaciones de Havighurst, no negó que con el paso de los
años se produce una disminución del nivel de las actividades por el decremento de roles sociales e
imposiciones externas, el fallecimiento de familiares y amigos y la merma de la salud, pero
consideró que las personas adultas mayores deberían mantenerse activas para evitar la
inadaptación y alienación.
De acuerdo con L. Carstensen (1990) no importa tanto si hay más o menos actividad, o que las
relaciones sociales disminuyan, sino que lo relevante es la significación que tienen las interacciones
para las persona envejecidas. Para esta autora, si bien en la vejez se produciría una disminución de
las interacciones socioemocionales, estos sujetos se harían más selectivos en cuanto al tiempo
brindado a las relaciones más recompensadoras.
1) la extensión en la expectativa de vida de las personas mayores generaría una disputa con
las generaciones más jóvenes por el mercado laboral, por lo cual los adultos mayores serían
forzados a retirarse, disminuyendo sus posibilidades económicas como su estatus.
2) Los cambios en la urbanización generarían la desintegración de la familia extensa,
separando a las generaciones y promoviendo un distanciamiento en las vinculaciones entre ellas.
3) El mundo del trabajo, al modernizarse, habría orientado hacia la juventud la mayor parte
de las ocupaciones en las ciudades excluyendo a los viejos de las actividades con mayor prestigio e
impidiéndoles el ejercicio del rol de transmisor de vocación
4) Las transformaciones educativas estarían mayormente dirigidas a las generaciones
jóvenes, creando en ellas habilidades y niveles de rendimiento superiores en comparación a los
logrados por las generaciones más viejas, incidiendo negativamente en el estatus de éstas últimas
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Investigaciones posteriores sugirieron que la relación modernización – estatus en la vejez
sería como se señaló anteriormente, pero en sociedades que se encuentran en los primeros
estadios de modernización en cambio el comunidades más desarrolladas las situación de las
personas viejas se estabilizaría e incluso mejoraría.
Keith (1980) señaló dos cuestiones sobre esta postura, una fue acerca de la tendencia a la
homogeneización de las muestras tomadas ya que no se tuvieron en cuenta aspectos diferenciales
tales como el sexo, el género, la raza, la clase social que incidirían en el acceso al estatus. La
segunda cuestión hace referencia a la carencia de demostración empírica con respecto al estatus de
los adultos mayores en las sociedades más desarrolladas.
Teoría de la subcultura: esta teoría surgió a partir de los aportes realizados por A. Rose en la
década de 1960. Definió a la vejez desde un criterio cronológico ubicándola a los 65 años, pero
señaló que no todas las personas ingresan a esta etapa al mismo tiempo y estableció deferencias,
por ejemplo, entre mujeres dentro del mercado laboral, a las cuales el retiro les marcaría el
advenimiento de la vejez y aquellas otras mujeres, con un ingreso menos claro, amas de casa cuya
entrada a esta etapa estaría motivada por otro hitos como la partida de los hijos del hogar.
Su teoría sostuvo que los grupos de personas viejas habían comenzado un proceso que los
llevaba de ser una categoría social a una subcultura, en tanto sus integrantes interactúan más con
miembros de su edad que con integrantes de otras categorías sociales, ya sea por afinidad con sus
contemporáneos o por exclusión en relación con personas de otros rangos de edad. La afinidad se
daría por compartir el cambio de roles y las dificultades físicas, la exclusión por parte de
generaciones más jóvenes tendría idénticos motivos, es decir por mayor afinidad entre los jóvenes
lo que generaría la exclusión de los viejos, a este fenómeno se sumaría exigencia de eficacia que el
orden social requiere en la esfera laboral.
Teoría del Life Span: surgió hacia finales de la década de 1970 y su mayor exponente es P.
Baltes quien, junto a otros teóricos como Schaie, se propuso que la Psicología del Desarrollo integre
todas las etapas de la vida en sus estudios y para ello precio de un nuevo concepto de desarrollo
(Triadó Tur 2001)
En este sentido en la etapa de la infancia, las incidencias con respecto a la edad son las de
mayor importancia, mientras que las etapas posteriores se caracterizan por ser más sensibles a las
influencias asociadas a la historia y a las no normativas y de ellas dependen las transformaciones
evolutivas (Baltes 1983), es decir que los procesos madurativos son determinados
mayoritariamente por la parte cerrada del código genético durante la niñez, mientras que los
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períodos que siguen lo son por la parte abierta de dicho código, como lo indica el concepto de
canalización (McCall 1981) (Palacios, Marchesi y Coll 2014).
Teoría del Curso de la Vida: este modelo comienza a configurarse a partir de los aportes
provenientes de la demografía con trabajos como los Ryder, de la sociología, principalmente de la
mano de Elder con su Teoría del Curso Vital y de la Psicología del Life Span.
Elder, con sus aportes, intentó apartarse de las ideas sobre el desarrollo de corte
maduracionista, basadas en el crecimiento y en el estudio solo de la niñez y de la adolescencia,
construyendo un modelo que permita acceder a todo el curso de la vida de los seres humanos.
Asimismo, se propuso entender cómo las trayectorias vitales se organizan y se transforman a los
largo del tiempo y se vinculan con el contexto social, cultural e histórico (Medina 2019).
Lalive d’Epinay (2011, p.20) refiere a que esta Teoría implica “ el estudio interdisciplinario del
desarrollo de la vida humana [ontogénesis humana] mediante el establecimiento de puentes
conceptuales entre [a] los procesos de desarrollo biológicos y psicológicos; [b] el curso de la vida
como institución social, desde el doble punto de vista: el de las regulaciones sociales y culturales de
la cual es objeto y de su construcción por los individuos en función de sus recursos y el de sus
perspectivas biográficas; [c] el contexto socio-histórico y los cambios que éste experimenta” .
A nivel general la vejez es reconocida y entendida a partir del paso del tiempo, tal como lo
demuestra su etimología: vejez proviene de la voz latina vetus que significa añejo, años. La DRAE la
define también desde el paso del tiempo agregando determinadas características:
Vejez: cualidad de viejo. Edad senil, senectud, achaques, manías, actitudes propias de los
viejos
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Viejo/a: dicho de un ser vivo de edad avanzada
Senil: perteneciente o relativo a la persona de avanzada edad en la que se advierte su
decadencia física
Las cualidades que se asocian a este momento del curso vital, a partir de las cuales se la
define, son aquellas que tienen que ver con una mirada negativa y estereotipada que se centra en
las pérdidas, vinculando al deterioro físico con el desarrollo mental, juntamente con aspectos
tomados como universales, poco claros, que tendrían el valor de esencia cuando dice, por ejemplo,
“son actitudes propias de los viejos”.
La mayoría de los autores que se dedican al estudio de la vejez establecen una diferencia
entre ésta y el envejecimiento. El segundo es definido como un proceso ya que no ocurre de
repente, se geta a lo largo del paso del tiempo; la temporalidad extendida que implica este proceso
lo hace susceptible a una multideterminación, esta característica le otorga una configuración tanto
social como singular. En cuanto a la vejez se la considera como la última etapa de la vida cuyo final
es la muerte pero que carece de parámetros definitorios y de inicio que sean precisos
La vejez siempre fue asociada a la categoría edad y al paso del tiempo, pero definirla y situarla
no es tarea fácil, no existe una edad específica a partir de la cual se pueda puntuar su
advenimiento. Se ha apelado a criterios como la edad funcional que consiste en tener en cuenta
ciertos indicadores sobre el funcionamiento biopsicosocial (disminución en la elasticidad de la piel,
menor capacidad de producción, ampliación en el tiempo de reacción), otra criterio que usado es
definirla desde una perspectiva socioeconómica tomando como predictor la transición de la
jubilación (Fernández Ballesteros 2007).
Estos modos de abordaje y conceptualización no pueden ser tomados como definitivos ya que
los predictores de la edad funcional van a variar de sujeto a sujeto, esta variación será de acuerdo
a su historia personal dentro de un contexto determinado; por ejemplo la edad jubilatoria, si bien
está pautada en la mayoría de las sociedades, presenta diferencias de acuerdo a la ocupación, oficio
o profesión de las personas ya que hay algunas actividades que tienen un carácter de mayor
libertad al carecer de relación de dependencia.
Para Fernández Ballesteros (2007) la vejez es una abstracción, declara que nadie ha visto a la
vejez y que se la define a partir de una serie de características, M. Mannoni (1997) expresa que la
edad cronológica no tiene nada que ver con la vejez, que ésta es un estado del espíritu. A estas
significaciones se suman las de De Beauvoir (1970) quien sostiene una postura existencial y cultural,
expresando que esta etapa marca un cambio del sujeto con respecto al tiempo y a su propia
historia y que los modos de dicha etapa están determinados por el contexto social.
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Han sido diversos los modos de referirse a las personas que transitan por su vejez: anciano,
viejo, senil lo que implicaba miradas negativas hacia ella o ambivalentes. Desde hace algunas
décadas han comenzado a emplearse nominaciones tales como adultos mayores, tercera edad y
cuarta edad. Éstas surgieron a partir de cambios en la política a y en lo social vinculados a la
jubilación, la cual tuvo efectos como la creación de estilos de vida a partir de ingresar al cese de las
actividades laborales.
Ubano y Yuni (2011) sostienen que el nombre tercera edad es un cliché verbal que no llega a
constituir un significado preciso, es un estereotipo, el cual es resistido por las mismas personas
mayores y se destina a lo que se refiere a instituciones de salud, gerontológicas y de seguridad
social. Tanto tercera como cuarta edad son composiciones de palabras que contextualmente
poseen significados diferentes tornando ambiguas a estas nominaciones; estos términos solo
marcan una jerarquización por edades sin una representación clara y, al tratar de evitar la palabra
vejez, solo se acentúan su efecto estereotipante.
El trabajo psíquico en la vejez: El trabajo psíquico que se desarrolla en la vejez tiene que ver
con la percepción de los cambios corporales a partir de indicadores internos, propios del sujeto, y
externos, marcados por lo social, vinculados al paso del tiempo y a la consideración de éste como
finito. El trabajo consistirá en la elaboración de esta situación, planteada en este momento del
curso de la vida, inmersa en un contexto en el que circulan representaciones acerca de la edad, del
cuerpo y del cuerpo envejecido.
El fatum, lo inexorable que se anticipa es la vejez, eso desconocido e inevitable que requiere
de la persona una complejización psíquica, un trabajo psíquico que le permita afrontar esa
situación, elaborarla, duelar aquellos aspectos de su vida que los cambios arrasaron y apropiarse de
lo novedoso que esa etapa conlleva.
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Al hablar de trabajo psíquico se intenta promover al sujeto a un estatus de actividad, es decir,
considerarlo como un sujeto activo dentro de su proceso evolutivo a lo largo del curso de su vida. Al
hablar de cuerpo no tan solo se hace referencia a lo real del cuerpo sino también a sus registros
simbólicos e imaginarios, un cuerpo ligado a la experiencia existencial, a la singularidad y a un
orden simbólico que lo atraviesa con determinadas prescripciones,
Los cuerpos de los seres humanos son impregnados por el orden simbólico para poder ser
parte del grupo social, la performatividad de lo simbólico crea cuerpos que se asocian a categorías
como la edad, el sexo y el género que prescriben los modos de accionar en lo social y que otorgan
un valor a su existencia. No es posible pensar una corporeidad por fuera del discurso social, los
cuerpos son los lugares en los que el lenguaje habita, formando parte de su imagen (Urbano y Yuni
2011).
El ser humano realiza su vida dentro en un contexto que categoriza y significa cada uno de los
momentos que la constituyen. Minois (1989) plantea que el estatuto social de la vejez se ha
definido por la fragilidad física, por la experiencia y el conocimiento y por la alteración de los rasgos
físicos, los cuales han ido teniendo diversas consideraciones a lo largo de los períodos históricos.
Narciso, en el mito, no se enamora de sí mismo sino de la imagen que el espejo del lago le
devuelve. En la actualidad el espejo social propone considerar a la vejez como un fenómeno
universal y natural, pero insistiendo en el declive, la enfermedad y la incapacidad ante lo cual el
sujeto es exigido a luchar para alcanzar un ideal de vejez exitosa, promovido por los medios
tecnológicos y comunicacionales. La propuesta del espejo se asocia a la actividad extrema y a un
cuerpo que parece más joven, lo cual incidiría en el psiquismo con la ilusión de sentirse más joven
utilizando todas las herramientas tecnológicas, estéticas y farmacológicas existentes.
Durante la vejez el transcurrir del tiempo se hace carne, la temporalidad se hace viva en el
cuerpo destituyendo a la fantasía de completud, socavando a la ilusión de omnipotencia e
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inmutabilidad. Aulagnier (2016) considera que el cuerpo es fuente de placer, pero también puede
serlo de sufrimiento y que ese cuerpo, del que el sujeto se cree amo, en el envejecimiento se torna
exterior al igual que los signos que evidencian lo temporal.
El cuerpo atraviesa por tres grandes momentos , el primero es el tránsito del organismo al
cuerpo erógeno y su reconocimiento a partir de la metáfora del espejo, el segundo durante la
adolescencia en la que el cuerpo es sentido como extraño a partir de las transformaciones que
promueven fundamentalmente el sistema endocrinológico y el osteo-artro-muscular pero con el
agregado de la novedad y de las promesas futuras, el tercero donde las modificaciones de este
cuerpo, devueltas por el espejo , no remiten ya a una promesa sino que se expresan en una mayor
extrañeza, ese cuerpo envejecido se torna un extraño , que desde la ajenidad acecha y anuncia lo
irremediable.
La construcción que la persona haga sobre esta situación será no solo en función de la
relación singular entre su psiquismo y su cuerpo, sino también de la respuesta del otro a lo que la
situación de envejecimiento provoca, respuesta sin la cual se produciría una escisión relativa entre
el sujeto, su cuerpo y su historia, lo que puede observarse el algunas demencias a partir de
hospitalizaciones severas (Catullo 1998). A este respecto Mannoni (1991) establece que las vidas de
las personas logran un sentido en relación con los otros y que el drama, que viven muchas personas
viejas, es que no hay un otro que les hable ni que sea depositario de sus palabras.
Las narrativas que producen los viejos sujetos implican las historias de sus vivencias, de sus
vínculos, de sus deseos, de sus modos de procesamiento en función de los pactos realizados con su
grupo social, con su cultura y con su época. Es una historización en la que se incluye el pasado, el
presente, el porvenir, la singularidad, los procesos evolutivos, las reestructuraciones de la
inacabada identidad, dentro de un marco contextual; este relato permitirá sostener la continuidad
de los sujetos a partir de una unidad de sentido y lograr que la vida posea un sentido en un marco
inter y transgeneracional.
El relato de las personas envejecidas, si es sostenido por los otros y por el Otro, dará la
posibilidad de una mayéutica, es decir, la posibilidad de engendrar nuevos ideales, proyectos, de
una rescritura de lo vivenciado, de ser parte de su grupo y de su tiempo, de investir nuevamente.
Para ello los discursos y las prácticas sociales deben formar parte de un universo sustentado en
representaciones de viejos y viejas como sujetos singulares, deseantes y con derechos que los haga
partícipes de la vida comunitaria.
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ESTEREOTIPOS Y TABUES DEL ENVEJECIMIENTO
Estos han llegado incluso a ser discriminatorios a los que llaman "edadismo" discriminación
por la edad. Cómo lo es el racismo o el sexismo. Y bueno va a nombrar 5 de estos que son los la
comunes.
1) Hay que considerar que todos los viejos se asemejan, u te dice que se lo hace desde la
edad o desde lo físico, sin tener en cuenta lo económico, o las diferencias individuales o los
contextos.
2) . Relaciona la vejez con fragilidad y decadencia, dice que si bien es obvio que existe
declive y que la salud se deteriora la salud no es solo cuestión de genética si no importan aspectos
psicológicos, emocionales que son los que van a proporcionar esa energía para seguir "vibrando"
pero que esto no impide que los ancianos tengan una vida activa que nada de eso limita a que sigan
disfrutando
3) considerar la edad como sinónimo de inutilidad como si no tuvieran nada que aporta a la
sociedad. aquí dice que si bien hay inútiles y improductividad propio de esta sociedad que quiere
todo ya y lo más eficaz posible, es imposible pensar a todos los viejos en este punto ya que hay
muchos que siguen haciendo y aportando cosas muy importantes a la sociedad
4) asociar el envejecimiento con el declive. Cognitivo. existe cierto deterioro cognitivo
después de cierta edad pero que no es solo cuestión de edad. Si no que está más influenciado por
la mala alimentación durante los 18 primeros meses de vida, por una falta de educación o que haya
Sido deficiente
Y sobre todo por la familia y la sociedad que son poco estimulantes con estas personas. Y que
el deterioro cognitivo o la capacidad creativa va a depender de como uses la mente no de la edad.
5) considerar el fin de la sexualidad y que no es posible enamorarse. Y dice que está tabú es
el que más cuesta habla por qué es imposible pensar unos viejitos teniendo sexo o enamorados
como adolescente. Y dice que esto a generado que las personas mayores dejen su sexualidad dr
lado. cuando no hay aspectos biológicos que marquen este fin. Si hay cambios tanto corporales
como endocrinos, pero no por eso no deben dejar de usar el "hacer el amor" como comunicación
de goce mutuo de amor, de pasión. Lo mismo que el enamoramiento
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GUIA DE LECTURA
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Mediana edad permite el estudio de la interacción de todos los procesos bio-psico-sociales
que en ella se despliegan, lo cual posibilita una conceptualización más dinámica para oponer a la
estática ligada a la salud.
Esta es la época en que la mayoría de la gente ha encontrado el modo de subsistencia
propio y el de su familia. En ciertos sectores de la población, en la mediana edad se está al mando
de la sociedad en términos de poder, influencia lo cual trae aparejado una responsabilidad.
Para otras personas la mediana edad constituye un nicho ecológico, es decir que se han
adaptado a un entorno limitado y su ajuste a las actividades de la vida cotidiana se reduce a una
rutina regular.
Gran parte de la gente la mediana edad es la época de la autorrealización y gratificación ,
pero al mismo tiempo, para toda la gente sin excepción, esta es también la época que marca el
paso inexorable hacia la vejez, y en consecuencia, gran parte de la que denominamos buen o mal
envejecer.
•Cambio en la percepción del paso del tiempo: la mayoría de las personas suelen tener
dificultad para registrar desde sí mismas el paso del tiempo. Habitualmente tomamos consciencia
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de lo que ocurre cuando nos rencontramos, después en algún tiempo con personas que han sido
parte de nuestra historia y a quienes habíamos dejado de ver. A partir de situaciones como estas,
los sujetos empiezan a pensar en el tiempo, su tiempo, desde una perspectiva distinta, en función
de lo que le falta vivir. Aparece la toma de consciencia de que el tiempo es finito. Todo esto
produce situaciones conflictivas que pueden ser registradas cc o incc, pero si no son
suficientemente elaboradas suelen acarrear severos desajustes en la conducta de los sujetos. Es la
época en que se comienza a sentir en carne propia los primeros signos de la segregación
constitutivos del viejísimo.
Los intentos compulsivos por permanecer jóvenes, en muchos hombres y mujeres que llegan
a la edad mediana, la preocupación sobre la salud, la emergencia de la promiscuidad sexual para
probar la juventud y la potencia, son intentos de correr una carrera contra el tiempo.
Jacques analiza causas que provocan un cambio en la conducta de las personas en la mitad de
la vida: el hecho de que en el escenario psíquico entren la realidad y la inevitabilidad de la propia
muerte personal eventual, es el rasgo central y básico de la fase de la mitad de la vida. La muerte se
convierte en un problema personal, la propia muerte, la propia mortalidad real y actual.
Freud describió con precisión este problema: estábamos preparados para sostener que la
muerte era el resultado necesario de la vida... Sin embargo en realidad estábamos acostumbrados a
comportarnos como si fuera de otra manera. Nadie cree en la propia muerte.
Jacques agrega algo más a esta percepción de la muerte propia y es la toma de conciencia
de la existencia, dentro de cada uno, de odio en impulso destructivo, es decir la operatividad de la
pulsión de muerte.
La trascendencia: nadie se resigna a aceptar que su paso por la vida acabara en la nada, sin
dejar huellas. Esta preocupación se traducirá en la necesidad, mas o menos acuciante, más o menos
dolorosa, de una búsqueda personal de trascendencia.
A partir del verbo generar, Erikson ha creado el neologismo generatividad para designar uno
de los términos de este estadio. El hombre adulto está constituido de manera tal que necesita ser
necesitado, desea ser deseado. Como una forma de evitar sufrir la deformación mental.
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Esta potencialidad creativa, tiene como punto social más alto nada menos que la
perpetuación de la humanidad a través de generar los carriles de trasmisión de sus valores más
significativos y también su punto individual más alto en la reafirmación de la autoestima necesaria.
Los estudios realizados muestran que en general la mayoría de la gente se ajusta y adapta
relativamente bien a los problemas y demandas que presenta la mediana edad, pero que también
muchas veces surgen dificultades en ese tránsito y aparecen las llamadas crisis de la mediana edad.
H.Ey 1969, señala que el ser que envejece debe hacer un esfuerzo extra, porque al contrario
del niño o adulto, debe adaptarse no solamente al medio, además, a su propia vejez. La
imposibilidad de aceptar las nuevas condiciones que impone el envejecimiento puede llevar a que
parezca una reacción global de rechazo. La frustración libidinal puede llevar al sujeto que envejece
a sentirse inferior a los jóvenes, puede fomentar sentimientos de envidia, en la cual se traducirá un
rechazo global a toda la juventud. El temor a los cambios, especialmente en lo corporal,
relacionado con el funcionamiento sexual, puede producir dos tipos de reacciones opuestas:
por un lado promiscuidad sexual al tratar de probar que aún se es joven y atractivo.
La mediana edad puede ser la flor de la vida, pero necesariamente se verá
amenazada por múltiples conflictos cuya resolución dará lugar a alteraciones superficiales y
reversibles o bien profundas de difícil solución, que rotularemos patológicas.
Hay tres series de causas que no actúan independientemente sino que, en realidad, lo que
actúa es la resultante de su interacción.
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Una primera serie está constituida por factores hereditarios y congénitos, entre los
primeros están los trasmitidos por herencia, por los genes, y entre los segundos lo que derivan del
periodo intrauterino. Este término se denomina componente institucional.
La segunda serie está constituida por las experiencias infantiles, son de importancia
fundamental por que ocurren en los primeros momentos en la formación de la persona.
Los factores actuales constituyen la tercer parte. Estos actúan sobre la disposición,
es decir sobre el resultado de la interacción de la primera con la segunda serie. La reciprocidad es la
actuación de unas series con otras permite explicar tanto el desarrollo psicológico de los individuos
como sus eventuales estructuraciones psicopatológicas, y también las categorías de lo endógeno y
exógeno.
El aspecto general refleja el envejecimiento, la silueta se pone pesada por la gordura, la piel
pierde su hidratación, a esto se le suma las alteración auditivas, y un cambio a la respuesta
adaptativa a nuevos estímulos.
La pérdida de la belleza y del encanto físico no tendrá el mismo efecto en una personalidad
narcisista, que en una depresiva, pero tampoco será lo mismo si la persona es actor, actriz o
panadero. Las combinaciones de personalidades, profesionales y roles sociales multiplican las
posibilidades casi hasta el infinito, lo cual, hace sumamente difícil, cuando no ilusoria, la pretensión
de establecer generalidades sobre el proceso de envejecimiento.
En las personas de mediana edad, tanto las modificaciones biológicas fisiológicas con las
patológicas entran a formar parte de las series complementarias como el factor actual o
desencadenante.
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El hombre es fundamentalmente un ser social, y Freud decía que la psicología es ante todo
psicología social, por lo tanto, toda consideración sobre la psicología del envejecimiento debe
hacerse dentro del encuadre social donde se desarrolla y con la interacción entre ambos. Para
consideras esta interacción de tan vastos alcances, voy a referirme a aspectos fundamentales.
Los viejos en nuestra sociedad son discriminados por su edad. Esto se llama viejísimo
y corresponde definirlo como el prejuicio y la discriminación consecuente que se lleva a cabo contra
los viejos.
Las personas víctimas del viejísimo se consideran desde el punto de vista social
como enfermas, deprimidas, asexuadas, pasadas de moda y una multitud de rótulos
descalificatorias más.
El viejísimo lleva a las generaciones jóvenes a ver a los viejos como diferentes, o no
considerados como seres humanos con iguales derechos y lo que es peor, no les permite a ellos a
los jóvenes, identificarse con los viejos. Resultado: se tiende a ver la vejez como algo que no nos
pertenece, como algo que está allá, en un futuro muy lejano. El viejísimo siempre es el otro y no
reparamos que el otro somos nosotros mismos más adelante.
Todos los individuos, no importa el grupo social al que pertenezcan, desarrollan la
idea de un ciclo vital normal y esperable, es decir, que ciertos acontecimientos deben ocurrir en
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determinados momentos de la vida, y que un reloj mental interno les va señalando si están en
tiempo o si están fuera de tiempo.
Los acontecimientos mentales se puede argumentar que los acontecimientos
normales y esperables no deben constituirse en sí mismos en crisis, y que debe reservarse este
término para aquellos que no son esperables o que alteran el ritmo y la secuencia del ciclo vital.
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3. Explique cuáles serían los rasgos culturales que contribuyen a configurar este
“techo de cristal”
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Texto de Yuni y Urbano
Hay ciertos condicionantes sociales comunes compartidos por todas las mujeres, mientras
que otro son producto de la interacción e intersección con los criterios sociales vinculados a la
edad, la posición social la etnia. Los primeros se basan en las restricciones que la cultura patriarcal
ha impuesto al género femenino e influyen en los modos de definirse, de sentir, de sentirse con
derecho a ocupar determinados espacios, de sostener determinados valores y realizar ciertas
funciones.
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La otra revolución cultural del siglo pasado fue la del envejecimiento. Esta revolución ha
generado una crisis en la forma en que las sociedades se estructuraban a partir de la edad
cronológica como principio de organización social. Hoy en día una mujer de cincuenta años se
plantea tener un nuevo hijo valiéndose de la fertilización asistida, mientras que otra puede elegir
someterse a una remodelación estética y "re-juvenecerse" con un nuevo vínculo afectivo y, otras
iniciar algún estudio o alguna actividad social. Estas opciones, así como muchas otras revelan el
quiebre del concepto social ''hay una cosa para cada edad''.
la madurez más que un estado al que se llega y en el que se permanece, parece ser
un largo proceso en el que se van ensayando modos nuevos de funcionamiento, se van probando
nuevas posibilidades, se van superando situaciones críticas y transiciones de las que se trata de
sacar aprendizajes y se reavivan utopías e ilusiones que conducen a nuevas búsquedas. A la palabra
madurez -connotada de estabilidad y de seguridad- la queremos re significar utilizando la palabra
madurescencia que denota movimiento, flexibilidad y procesualidad.
La madurescencia femenina, sería entonces aquel momento del curso vital que, en
la mayoría de las sociedades, se ha extendido hasta edades muy avanzadas y en los que las mujeres
que atraviesan su madurez continúan explorando nuevas posibilidades que les permitan alcanzar su
punto de desarrollo óptimo.
El concepto de madurescencia integra algunos rasgos de la mediana edad y los
proyecta de un modo renovado a lo que tradicionalmente se ha llamado vejez temprana. Es un
momento de síntesis de la plenitud personal, un momento de contemplar lo conquistado, el nido
confortable de la estabilidad.
También es un tiempo de búsqueda, de revisión, de adquisición de nuevos sentidos,
de aprendizajes y de desaprendizajes
. La madurez es un infinito de certezas y dudas, de seguridades temores, de
realidades y de ilusiones, de obligaciones libertades, de encuentros y desencuentros, de soledad.
acompañadas y de compañías solitarias, de cambio de permanencias
Esta nueva comprensión del proceso de envejecimiento ha llevado a entender el
curso vital: como un recorrido experiencial en el que se integran aspectos psicológicos,
intelectuales, sociales, afectivos, culturales y espirituales que están en una dinámica permanente
de procesos de cambio orientados al logro de la adaptación de la persona a las circunstancias
variables de su vida o del entorno socio-afectivo que enmarca su existencia.,
la ampliación del tiempo vital de las personas ha modificado también las demandas
y expectativas sociales vinculadas a determinado rango de edades cronológicas tradicionalmente
asociadas a la vejez o a la tercera edad.
La extensión del curso vital abre otras nuevas posibilidades para elaborar y
orientarse a cambios que fortalezcan la identidad y proyecten a los sujetos a nuevas búsquedas de
sentido y de auto comprensión.
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En la actualidad, las mismas mujeres se ven atrapadas en una red contradictoria de
mandatos sociales, y se ven obligadas a responder a diferentes demandas que se corresponden con
la permanencia de imágenes culturales del pasado que se confrontan con imágenes nuevas y con
otras que están configurándose.
2. Explique brevemente la identidad de la mujer madurescente.
Lo propio de la madurescencia es la revisión de las opciones que a través del curso vital han
sido útiles para la formación de la identidad personal, que representa el núcleo de la mismidad de
un sujeto en el que se integran, como en una totalidad unitaria, diferentes identidades particulares:
la identidad personal, de clase social, religiosa, política, de género y de edad. Este núcleo
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identitario permite el auto reconocimiento como una mismidad, como producto de un Yo capaz de
narrarse y de convertirse en el principio y origen de todas las acciones personales. Llegar a definir el
propio Yo, supone poder reconocerse a sí mismo como un ser individual. Reconocerse como un
sujeto que expresa un Yo particular que se mantiene a través del tiempo, permite mantener el
sentido de integridad y continuidad a lo largo del curso vital. Esto, posibilita al sujeto interpretar el
carácter histórico y dinámico de su Yo, producto de la reconstrucción subjetiva de las diferentes
experiencias vitales por las que ha atravesado. La identidad personal se adquiere a través de
múltiples y permanentes identificaciones que realizamos a través del curso vital, en un proceso en
el cual se va configurando nuestra subjetividad
Reelaborar la identidad en este momento del recorrido vital requiere que la mujer mayor
efectúe reiterados ejercicios individuales y colectivos, para espejarse en los modelos de
identificación que provee el ordenamiento cultural y, a la vez, asumir la tarea de tomar opciones de
identificación para reelaborar el propio Yo.
La mujer madurescente manifiesta un clima emocional exagerado caracterizado por una serie
de sentimientos ambivalentes que oscilan entre un bienestar subjetivo pleno y un autoconcepto
negativo de sí misma. Esta ambivalencia se acompaña de una reevaluacion permanente respecto al
tiempo vivido, a las tareas realizadas, a los elecciones efectuadas y a la adquisición de vínculos
sociales significativos. Dicha ambivalencia responde a la pugna que se establece entre aquellos
aspectos de la personalidad que tienden a la seguridad y aquellos que nos impulsan hacia la
aventura, a lo desconocido.
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yo fusionador; Los aspectos de la personalidad que tienden a la seguridad, los
podemos designar con el nombre, representa el modelo de relación más primitivo que se elabora
en el vínculo de dependencia con la madre y predomina en las experiencias de seguridad,
predomina en las experiencias infantiles. Proporciona cierto arraigo emocional en los momentos de
la vida en que nos encontramos en estados de cierto equilibrio
yo buscador , nos impulsan hacia la búsqueda de experiencias nuevas podemos, es
aquel que impulsa a la individuación-separación, es decir al abandono de los vínculos de
dependencia y de la relación simbiótica y orienta hacia la búsqueda de la autonomía.
Este impulso hacia lo nuevo, conduce a las mujeres en las que predominaba el yo
fusionador, a una reorganización de su entorno vital. Por ejemplo, reanudan ciertas carreras o
proyectos interrumpidos en la juventud cuando postergaron sus proyectos personales.
Los cambios físicos relacionados con la edad. producen, en la mujer madurescente,
sentimientos de angustia, cierta inseguridad y cierto orgullo herido producido por el
enfrentamiento entre la realidad física y los ideales sociales irrealizables. Surge el conflicto entre lo
que se puede y lo que se debe.
Texto Salvarezza:
2. ¿Cuáles son los cambios a los que se enfrenta un sujeto que envejece?
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Estos sentimientos irracionales estructurados en conductas prejuiciosas, están extendidos en
toda la población, pero sonespecialmente peligrosos cuando los poseedores de ellos son
losmédicos o psicólogos que tienen a cargo la responsabilidad de la saludmental de los viejos.Un
viejo ante nosotros es como un“espejo del tiempo”y como todos sabemos el destino que la
sociedadimpone a la vejez - desconsideración, rechazo,aislamiento, explotación, y abandonados a
la espera de la muerte –nos provoca angustia frente a este futuro posible y nos impulsa
aescaparnos de ella. Nos negamos a reconocernos en el viejo queseremos. De todas las realidades,
la vejez es quizás aquella de la queconservamos durante mas tiempo en la vida una noción
puramenteabstractaLa vejez no es algo que este mas allá fuera de nosotros, en el futuro,sino que es
el presente, actual que llevamos adentro activamente
destinos?
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4. Relacione lo desarrollado en el punto anterior con los conceptos de integridad
y desesperación
La integridad nos lleva a lo que es la reminiscencia que es un acto u habito de pensar en las
propias experiencias pasadas o relatarlas, cuando las personas relatas sus historias pasadas para
poder tener un control Yoico, esto hace que el relato, es decir la Reminiscencia, es allí donde se
hace OIR LA VOZ, y eso va a aumentar su autoestima, es por eso que la reminiscencia va a atacar el
espejo social,
Texto Iacub:
1. Cuáles son las perspectivas que considera el autor para abordar la vejez?
Es dar sentido a las cosas que nos pasa, aunque muchas situaciones no tienen sentido , por ej:
la muerte.
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esa imposición nueva frente a la vejez y a él gran OTRO, de acuerdo al estereotipo cultural, va a
ubicar al otro en lo que es la fragilizacion, (prejuicios sociales, los cambios de la imagen corporal) ,
esto va a cuestionar partes de si mismo, y va lograr una RUPTURA, de lo que se venía construyendo,
entonces de acuerdo a esta fragilizacion o ruptura, mediante procesos, los sujetos van a intentar
organizar y dar un nuevo sentido a la vida, RECONSTRUIR el relato, y esos procesos son la
refiguración y la configuración
CONFIGURACIÓN:
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confrontación con la misma. La configuración aparece como la respuesta de cierre a la
refiguración.
Algunas configuraciones requieren una dependencia con algún relato que brinde significado
al ser y que permita la representación, así como contar con otro. El relato y el otro se vuelven
soportes de la identidad y solo allí el sujeto puede sentirse con una figuración de si más clara y
estable.
Este proceso requerirá de diversos modos de elaboración que permitan a las personas darse
continuidad, coherencia y posibiliten restablecer un sentido ante ciertos límites que se presenten
como disruptivos o discrepantes a medida que avanza el envejecimiento.
La función narrativa tendrá como objetivo cohesionar una representación del sí mismo a lo
largo de la vida, a través de volver coherente lo que era discordante y volver continuo lo que
resultaba discontinuo. Así, el relato tiene dos funciones esenciales:
A través del relato se configura la identidad del sujeto a lo largo del tiempo, lo que implica
una construcción que requiere una historia contada, encontrándose entre la permanencia y el
cambio, mediando entre las concordancias y discordancias.
La concordancia es la posibilidad de dar coherencia a la propia narrativa, lo cual implica
cierto grado de consistencia entre los elementos que componen el relato, nexos de continuidad y
causalidad. Y el conocimiento de sí consiste en una interpretación mediante la cual el sujeto se
apropia del personaje, de sí mismo.
El envejecimiento y la vejez requieren un significativo trabajo de configuración que facilite
la integridad de la identidad personal.
trascendencia?
El eje temporal
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Los modos de integración identitaria en la vejez están articuladas a la cuestión temporal, por
toda la serie de discontinuidades que se presentan en la representación del sí mismo, se destacan
la ruptura de la simetría temporal, donde hay mucho vivido y menos por vivir, y las discordancias
entre el sí mismo pasado y el presente.
Este orden y significado permite hallar un sentido, entendido “hacia dónde” o un “para qué”.
La nostalgia es un modo de reminiscencia, supone un recuerdo doloroso y aparece una sensación
de vulnerabilidad por no haber alcanzado los objetivos esperados y la sensación de que ya no hay
tiempo para realizarlos.
Funciones de la reminiscencia
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Efectos de la reminiscencia: Produce una mayor capacidad de adaptación, mejora la solución
de problemas actuales, posibilita la preparación a la muerte y refuerza el sentimiento de coherencia
de sí. Puede dar una evaluación positiva del sí mismo, integración de las vivencias positivas y
negativas del pasado y del presente, responsabilidad por lo realizado y un bajo nivel de
victimización. La negativa produce ansiedad, culpa, desesperación y depresión, aislamiento social y
síntomas de inadecuación.
•Proyecto vital: conjunto de deseos, necesidades, valores o intereses que logran una
determinada planificación con el fin de lograr un objetivo vital que permite dotar de sentido la
expectativa presente de futuro. Puede relacionarse con valores sociales como la necesidad de ser
útiles y productivos. Krause define esta perspectiva como un “fuerte sentido de un propósito en la
vida” generando mejor percepción de la salud, estado de ánimo positivo, sensación de crecimiento,
desarrollo permanente, mayor aceptación personal del propio envejecimiento y redes sociales
fuertes y significativas.
•Trascendencia: hace referencia a una metáfora espacial, en tanto implica pasar de un
ámbito a otro, atravesando el límite que los separa. Es la continuidad de sí mismo en el recuerdo de
los otros, aparece una cierta búsqueda de la finitud.
•Transmisión: impronta cultural, en la cual se transmite de una generación a otra y tiene
forma de un legado. Implica un grado de compromiso con la comunidad más fuerte que la
trascendencia. Alude al cuidado y a la transmisión para nuevas generaciones, no sólo respecto los
hijos propios. Una de las modalidades que adopta este concepto es la generatividad, según Erikson,
es la relación del sujeto con las generaciones subsiguientes. Las personas con más alto grado de
generatividad se sienten más próximas a los otros, con relaciones afectivas más fuertes y se sienten
más satisfechos y más felices.
La menospausia inene que ver con los cambios que tiene la mujer que está relacionados con
un periodo fisiológico propio de la edad
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