TEMA 1. Prehistoria A Edad Moderna

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TEMA 1.

LAS RAÍCES HISTÓRICAS DE ESPAÑA. DE LA PREHISTORIA A LA EDAD MODERNA.

El estudio de las raíces (Prehistoria e Historia Antigua) y de la posterior evolución en la


Edad Media y Moderna de España es necesario para comprender los procesos de cambios que
nos conducen a la etapa contemporánea.
En este tema estudiaremos: el proceso de hominización en la península ibérica; el
descubrimiento de la agricultura y la ganadería; la llegada de los pueblos colonizadores y la
gran transformación aportada por Roma, que sentó las bases de la civilización peninsular; la
crisis del Imperio romano y la aparición del reino visigodo; la expansión del Islam en la
Península Ibérica y la reconquista de los reinos cristianos; la creación del estado moderno con
los Reyes Católicos; y el auge y declive del imperio de los Austrias (siglos XVI y XVII). Un
complejo y largo espacio cronológico, pero necesario para entender las bases de la Historia
Contemporánea de España.

1. LA PREHISTORIA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA.

La Prehistoria es el término con el que se designa al periodo que abarca desde los
primeros homínidos hasta la invención de la escritura.

1.1. DEL PALEOLÍTICO A LA EDAD DE LOS METALES

El Paleolítico es la primera etapa de la Prehistoria. Las sociedades paleolíticas vivían


de la caza, la pesca y la recolección. Eran grupos nómadas que se desplazaban en busca
de alimento y practicaban una economía depredadora. Los primeros grupos del género
Homo en la península se localizaron en la Sierra de Atapuerca (Burgos) y se corresponden con
una especie conocida como Homo antecessor. A esta le siguieron el Homo neandertalensis
y el Homo sapiens.
La segunda etapa de la Prehistoria, el Neolítico, se desarrolló en España entre 5000
a.C. y 2500 a.C. aproximadamente. En esta etapa se produjeron importantes cambios en la
producción de alimentos, la práctica de la agricultura y la ganadería. Estos cambios
motivaron a su vez la aparición de actividades nuevas como la elaboración de tejidos, la
fabricación de cerámicas, el pulimento de la piedra y el comercio. Con el tiempo el ser
humano se hizo sedentario y aparecieron los primeros poblados. Los principales yacimientos
neolíticos los encontramos en el levante peninsular.
La tercera etapa de la Prehistoria, la Edad de los Metales, se divide en tres periodos:
• La Edad del Cobre o Calcolítico. Es la más antigua. En torno al 3.000 a.C.
Proliferaron los monumentos megalíticos (dolmen, menhir) y aparecieron los poblados
amurallados. Las culturas más importantes: Los Millares (Almería) y la cultura del vaso
campaniforme.
• La Edad de Bronce (1.700 a.C. – 1.000 a.C.). Durante esta etapa los poblados se
hicieron más grande. Destaca la cultura de El Algar; los campos de urnas en el valle del
Ebro; y las megalíticas de las Islas Baleares.
• La Edad de Hierro (1.000 a.C.). Esta etapa se inició de la mano de los celtas y de los
primeros pueblos colonizadores (fenicios, griegos y cartagineses).

Las primeras manifestaciones artísticas de la península ibérica tuvieron lugar en el


Paleolítico superior (40.000 a.C. – 10.000 a.C.). Se localizan en la cornisa cantábrica, por
eso se conoce como arte rupestre cantábrico, destacando las cuevas de Altamira y El
Castillo (Cantabria), y Tito Bustillo (Asturias). Son pinturas realizadas en cuevas y vinculadas a
motivaciones mágicas o religiosas. En ellas predominan las figuras aisladas de animales
representados de forma muy naturalista.

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Durante la etapa del Neolítico, en la zona de levante se desarrolló un arte muy
singular. Representaciones de figuras humanas muy esquematizadas, monocromas, con claro
sentido narrativo (cazando, danzando, recolectando). Las más interesantes están en las
cuevas de Valltorta (Castellón) y Cogul (Lérida).

1.2. LOS PUEBLOS PRERROMANOS.

Durante el primer milenio se conformaron en la península ibérica varias culturas


distintas, pero relativamente interrelacionadas entre sí.

LOS IBEROS.
Los iberos se asentaron en el sur de la península y en la costa mediterránea. Eran un
conjunto de pueblos sin unidad política entre ellos. Su economía se basaba en la agricultura y
en la ganadería. Establecieron relaciones comerciales con fenicios, griegos y cartagineses.
Acuñaron moneda. Los poblados estaban amurallados y se localizaban en zonas de fácil
defensa.
El arte estuvo muy influenciado por los pueblos griego y cartaginés. Era un arte
figurativo en el que predominaba la funcionalidad religiosa o funeraria. Sus esculturas
representan figuras humanas y de animales, tanto reales como imaginarios. Piezas destacadas
son la Dama de Elche y la Dama de Baza.

LOS CELTAS.
Pueblo de origen indoeuropeo que se asentó en la península a comienzos del primer
milenio. Procedían de centro Europa y ocuparon la meseta y el noroeste peninsular. Aportaron
numerosos avances como el uso de la metalurgia del hierro. Sus asentamientos más
característicos fueron los castros. Su actividad principal fue la ganadería.

LOS PUEBLOS COLONIZADORES.


Desde principio del I milenio a.C., diversas potencias colonizadoras procedentes del
Mediterráneo oriental se asentaron en la península ibérica. Las razones geoestratégicas y la
potencialidad del territorio fueron las causas de esta oleada colonizadora.
Los fenicios, pueblo procedente del actual Líbano. Se situaron en la península hacia el
siglo IX a.C. y fundaron la ciudad de Gadir (Cádiz), Malaka (Málaga) y Sexi (Almuñécar) desde
donde se expandieron por las costas andaluzas y sur de Portugal. Se dedicaron principalmente
al comercio de metales y nos aportaron el vidrio, el perfume y el alfabeto.
Los griegos. Llegaron en el siglo VIII a.C., se sentaron en la costa norte mediterránea.
Fundaron colonias como Emporion (Ampurias) y Rodhe (Rosas). Se dedicaron al comercio de
metales, esparto, aceite de oliva y sal.
Los cartagineses. Siglo VI a.C. Su expansión por la península adquirió el carácter de
conquista militar. Dominaron a los pueblos celtas e íberos y se enfrentaron a Roma entre los
siglos III a.C y II a.C. (guerras púnicas). Fundaron colonias como Cartago Nova (Cartagena).

EL REINO DE TARTESSOS.
La cultura tartesia alcanzó su máximo apogeo entre el siglo VIII y VI a.C. Tuvo su
centro geográfico en el sur de Andalucía y baja Extremadura. Disponemos de pocas fuentes
para el estudio de esta cultura, al margen de alguna que otra referencia en las obras de los
historiadores griegos y en el estudio de yacimientos como los de Cancho Roano (Badajoz) y
Carambolo (Sevilla). Su economía se sustentaba en la minería (plata, cobre, oro), en la
ganadería y en la metalurgia del bronce. A partir del siglo VI a.C. esta cultura desapareció;
algunos historiadores sostienen que llegaron a fusionarse con los fenicios.

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2. LA PENÍNSULA IBÉRICA BAJO LA DOMINACIÓN ROMANA.

La conquista romana de la Península fue un proceso bastante dilatado en el tiempo


(218 a.C. - 19 a.C.). Comenzó en el marco de la Segunda Guerra Púnica (218 – 201 a.C.)
entre los cartagineses, liderados por el general Aníbal, y los romanos. La guerra propició la
llegada a la península de los romanos que, con el general Publio Cornelio Escipión al frente,
conquistaron Cartago Nova y derrotaron a los cartagineses.
El segundo periodo de la conquista se caracterizó por las guerras contra los pueblos de
la meseta. Fue una guerra larga debido a la resistencia de lusitanos (Viriato) y celtíberos
(Numancia).
Pacificada gran parte de Hispania, solo restaba fuera del dominio romano las tierras
del norte, habitadas por galaicos, astures y cántabros. A finales del siglo I a.C. (19.a.C.),
durante el mandato del emperador Augusto, se sometió a las belicosas tribus del norte,
dándose por finalizada la conquista peninsular, lo que llevó al emperador a decretar la Pax
Romana (un periodo de relativa calma, durante el cual no hubo que hacer frente ni a guerras
civiles, ni a grandes conflictos con potencias extranjeras).

La conquista dio paso a la romanización de la península ibérica, un proceso de


aculturación por el que los pueblos peninsulares adoptaron la lengua (el latín), el arte, el
derecho y la religión (el cristianismo, sobre todo a partir del siglo IV) de la cultura romana.
Estos aspectos han dejado una notable herencia cultural que perdura hasta la actualidad.

La economía hispánica era colonial, es decir, los romanos sacaban de la península


materias primas de todo tipo, las transformaban en Roma y luego volvían en forma de
productos manufacturados a un precio superior.
La agricultura se fundamentaba en la clásica triada mediterránea (trigo, vid y olivo).Los
romanos introdujeron innovaciones agrarias como el barbecho, el arado y el regadío. La
forma de explotación agropecuaria más habitual era la villa, una gran explotación latifundista
dedicada a la producción para la exportación y que empleaba esclavos. La pesca fue
igualmente destacable. Derivadas de ellas aparecieron la producción de salazones, la sal y el
garum.
También explotaron los romanos la gran riqueza de minerales de Hispania: oro en
Galicia y León (Las Médulas), plata en Sierra Morena, cobre en Río Tinto (Huelva) y mercurio
en Almadén.

El modelo social quedó definido por dos elementos fundamentales: la existencia de


desigualdades jurídicas derivadas de la distinción entre personas libres y esclavas, y la
integración de las élites indígenas.

En cuanto a la organización administrativa, Hispania quedó dividida en varias


provincias: Bética, Lusitania, Tarraconense, Cartaginense y Gallaecia.
La llegada de los romanos a la península también propició el desarrollo de ciudades y de un
amplio sistema de calzadas que favoreció el intercambio comercial y la llegada de pobladores,
ejércitos, comerciantes... Las principales ciudades romanas estaban intercomunicadas entre sí
y con Roma a través de la vía Augusta que iba paralela al litoral mediterráneo y que llegaba
hasta Gades (Cádiz). Otra calzada importante era la vía de la Plata, que unía Asturica
(Astorga) con Emerita Augusta (Mérida) y se prolongaba hacia el sur hasta Hispalis.

A partir del siglo III d.C. el imperio romano comenzó a padecer graves problemas que
marcaron el inicio de su decadencia. En el siglo V d.C. los pueblos germánicos acabarían con
el poder imperial y constituirán nuevos reinos: francos, suevos, visigodos... Los emperadores,
incapaces de organizar una defensa adecuada, se vieron obligados a pactar con estos pueblos
y cederles tierras y dinero, hasta la definitiva caída del Imperio romano de Occidente en el año
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476, al ser depuesto el último emperador, Rómulo Augústulo. Este hecho marcó el final de la
Edad Antigua.

3. LA PRESENCIA VISIGODA EN LA PENÍNSULA IBÉRICA.

Los visigodos eran un pueblo germano que se había asentado en la Galia. A principios
del siglo VI, tras ser derrotados por los francos se instalaron en la península, expulsando a
otros pueblos bárbaros como los suevos, los vándalos y los alanos, y donde crearon el reino
visigodo de Toledo. Los visigodos eran una minoría en comparación con la población hispano-
romana, y nunca se integraron plenamente con esta.
Desde el punto de vista político, el estado visigodo se aglutinaba en torno a una
monarquía fuerte. Destacaron monarcas como Leovigildo, Recaredo, quien se convirtió al
catolicismo, o Recesvinto que compendió la legislación (de origen romano) en el Fuero Juzgo,
que constituyó el principal legado visigodo a los futuros reinos peninsulares.
La sociedad visigoda era esencialmente rural. Las antiguas ciudades romanas se
hallaban en plena decadencia y la crisis comercial había fomentado la autosuficiencia. La
posesión de la tierra, determinaba el grado de riqueza; y esta estaba en manos de la nobleza.
También abundaban los esclavos y los siervos.
El siglo VIII fue una etapa de decadencia y descomposición, abundando las luchas
dinásticas; una de estas luchas, entre Don Rodrigo y los herederos del rey Witiza, abrió la
puerta a los musulmanes en la batalla de Guadalete en el año 711.

4. AL-ÁNDALUS (711-1492).

4.1. LA EVOLUCIÓN POLÍTICA.

La conquista musulmana (711-714)


La religión musulmana apareció en la Península Arábiga en el siglo VII y consiguió
rápidamente un gran número de seguidores. Tras la muerte de s u p rofe t a Mahoma, los
árabes musulmanes se lanzaron a extender el islam por el mundo entonces conocido. En su
expansión, los musulmanes ocuparon el norte de África y desde allí llevaron a cabo la
conquista de la Península Ibérica, paso obligado hacia Europa.
En el 711, un ejército expedicionario musulmán dirigido por Tariq, lugarteniente de
Musa, gobernador omeya del norte de África, llegó a la Península Ibérica como aliado de una
de las facciones visigodas que luchaban por el control del reino tras la muerte del rey
visigodo Witiza en el 710. El cuerpo expedicionario musulmán se enfrentó al ejército del último
rey visigodo, Rodrigo, en la batalla de Guadalete (Cádiz), en el 711, encuentro que se saldó
con la derrota de los visigodos. En apenas cinco años, los ejércitos musulmanes conquistaron
la casi totalidad de la Península, excepto la cornisa cantábrica, sin encontrar casi oposición
alguna.
Esta rápida expansión tiene cuatro causas principales:
• La debilidad del reino visigodo que padecía una profunda crisis por los continuos
problemas sucesorios de la monarquía. Las luchas entre la nobleza debilitaron el poder militar
visigodo, especialmente el enfrentamiento por el trono entre los hijos del rey Witiza y el
monarca Rodrigo.
• La mayoría de la nobleza y de los altos cargos del Estado visigodo prefirieron pactar con
los musulmanes el sometimiento a su autoridad y el pago de tributos a cambio de conservar
su señorío y practicar su religión.
• La indiferencia, cuando no apoyo, del resto de la población hispanorromana,
descontenta con la monarquía visigoda.
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• El ímpetu expansivo del islam que, entre los años 632 y 700, había conquistado un
extenso territorio que comprendía desde el Magreb hasta el Imperio persa.

El emirato (714-929).
En al-Ándalus se estableció un emirato dependiente sometido a la autoridad del
califato de Damasco, centro político y religioso del mundo musulmán de esta época.
En el año 750 la dinastía Omeya, que hasta ese momento había gobernado en
Damasco, fue depuesta del poder violentamente y una nueva dinastía pasó a dirigir el califato:
la Abasí. Uno de sus primeros objetivos fue la eliminación de la familia Omeya.
A pesar de todo, uno de sus miembros, Abd al-Rahman I, logró sobrevivir y huyó a al-
Ándalus (755), donde conservaba apoyos, proclamándose emir de al-Andalus y fijando su
capital en Córdoba. Surge así en Al -Ándalus un emirato independiente, aunque se siguió
respetando la autoridad religiosa del califa de Bagdad, nueva capital del mundo islámico.

El califato de Córdoba (929-1031)


A principios del siglo X, Abd al-Rahman III se proclama califa, lo que significaba
desligarse de la sumisión religiosa y el fin de cualquier dependencia del califato de Bagdad.
Abd al-Rahman III pacificó el territorio de al-Ándalus y creó una estructura muy
fortalecida del Estado: su nombramiento como califa le otorgaba la supremacía religiosa,
que se sumaba a la política y la militar; reorganizó la recaudación fiscal y centralizó su gestión,
lo que le permitió obtener grandes recursos económicos; y los impuestos le permitieron el
pago de un potente ejército mercenario formado especialmente por bereberes y esclavos.
Abd al-Rahman III también contuvo el avance conquistador de los reinos cristianos
del norte y aumentó igualmente su influencia en el Magreb. El conjunto de estas acciones
convirtió a al-Ándalus en la potencia hegemónica de la región durante un siglo.
Con su hijo y sucesor Al-Hakam II (961-976) la civilización árabe adquiere su cenit, político y
cultural. Fue una etapa de esplendor en todos los sentidos, convirtiéndose Córdoba y la ciudad
palacio de Media Azahara en el centro de la cultura occidental.
A la muerte de Al-Hakam II, a finales del siglo X, se inició un periodo de pérdida del
poder efectivo de los califas. El califa Hisam II (976-1013) dejó las riendas del Estado a Abu
Amir, llamado al-Mansur (“el Victorioso”), conocido por los cristianos como Almanzor, quien
concentró un gran poder político y militar y quien gobernaba efectivamente el califato.
Almanzor creó un nuevo ejército que le permitió asegurar su poder a nivel interno y
realizar razias, campañas militares de saqueo, contra los cristianos, como las de Santiago de
Compostela y Barcelona.
A la muerte de Almanzor (1002), se inició un periodo de conflictividad: en veinte
años fueron proclamados siete califas. Como consecuencia de los enfrentamientos se produjo
un fuerte debilitamiento del poder central que provocó la desaparición del califato y la
disgregación política de al-Ándalus en reinos de taifas.

Las taifas (1031-1086)


La desintegración del califato dio lugar a una veintena de pequeños Estados
independientes, llamados taifas. Estas se hallaban enfrentadas entre sí y las más pequeñas
fueron absorbidas por las más poderosas.
Los reinos cristianos aprovecharon esas rivalidades y, a cambio de apoyo y protección,
las obligaron a pagar tributos (parias).
Ante el creciente expansionismo cristiano (conquista de Toledo), las principales taifas
buscaron la ayuda de los almorávides.

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Los almorávides y los almohades (1086-1246)
Los almorávides eran bereberes del norte de África que profesaban los principios
más estrictos del islam. Esas creencias inspiraron un movimiento político-religioso que los llevó
a crear un verdadero imperio en el Magreb.
En 1086 los almorávides cruzaron el estrecho de Gibraltar, derrotaron a los
castellanos e iniciaron la ocupación de amplias zonas del centro y del sur de la península. Su
dominio se basó en la ocupación militar y en la imposición de una estricta ortodoxia
religiosa. Posteriormente, los almorávides serían sustituidos por los almohades,
ideológicamente muy semejantes a los almorávides, que seguirían sus enfrentamientos con los
reinos cristianos. Durante este periodo la capital de al-Ándalus se trasladó a Sevilla.
La derrota de los almohades en la batalla de Las Navas de Tolosa (1212) frente al rey
castellano Alfonso VIII marcó el principio de la decadencia de estos pueblos del Magreb en al-
Ándalus.

El reino nazarí de Granada (1246-1492)


Desde el siglo XIII hasta finales del siglo XV el reino de Granada se mantuvo como la
única entidad política andalusí en el territorio peninsular. Estaba gobernado por la dinastía de
los nazaríes. Esta dinastía mantuvo la independencia de Granada gracias a tres factores:
• Una hábil gestión diplomática pues hizo pactos a la vez con Castilla y con los bereberes
que dominaban el Magreb.
• Los conflictos internos del reino de Castilla, enfrascado en guerras civiles durante un
siglo.
• La llegada masiva de andalusíes procedentes de otros reinos musulmanes que huían
de la conquista cristiana. Se incrementó así la población y la potencialidad económica del
reino, basada en la agricultura de regadío y la producción sedera.
A principios del siglo XV la estabilidad política comenzó a declinar. Los problemas sucesorios
desestabilizaron el reino y Castilla aprovechó la situación para conquistar algunas ciudades.

En este contexto, los principales enclaves del reino fueron cayendo en manos cristianas.
Finalmente, los Reyes Católicos conquistaron Granada en 1492, expulsando al último
rey nazarí, Boabdil. Desaparecía así el último vestigio del dominio musulmán en la Península.

4.2. ECONOMÍA, SOCIEDAD Y CULTURA EN AL-ÁNDALUS.

La economía.
La sociedad andalusí fue urbana y mercantil. Tanto la artesanía como el comercio
alcanzaron un gran desarrollo. No obstante, la agricultura, muy avanzada, era la ocupación
de la mayoría de la población.
La agricultura. La gran propiedad agraria era el tipo de explotación más frecuente.
Los principales cultivos eran la tríada mediterránea: cereales, vid (para pasas y vino, a
pesar de la prohibición coránica de consumirlo) y olivo.
Las zonas más fértiles se localizaban en las vegas de los ríos. Allí se desarrolló el regadío, a
partir de redes de acequias y de norias. Se cultivaba arroz, hortalizas, algodón, etc. También
fue muy importante el cultivo de la morera para la cría del gusano de seda.
La artesanía. El sector textil fue la actividad manufacturera más importante,
especialmente la producción de seda. También destacó el trabajo del cuero, la fabricación de
vidrio y cerámica, las armas, la orfebrería y la construcción naval.
El comercio. El comercio alcanzó una notable importancia gracias a una extensa red
urbana y un eficaz sistema de comunicaciones, tanto marítimo como terrestre. En las
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ciudades, las principales zonas comerciales eran los zocos (mercados), que solían situarse
cerca de la gran mezquita.

La sociedad andalusí estaba formada por diferentes grupos sociales:


• Los conquistadores musulmanes no constituían un grupo homogéneo: a pesar
de que el islam predica la igualdad entre los creyentes, dentro de ellos había una
importante jerarquía que se traducía en cotas de poder. En lo más alto de esa
jerarquía estaban los árabes, que ocupaban los altos cargos de la administración
y el ejército, además de las tierras más fértiles de Andalucía. En el último escalafón
estaban los bereberes, era el grupo social más numeroso, generalmente marginado
de la administración. Constituían comunidades muy numerosas en las tierras frías y
áridas del norte y centro peninsular, donde practicaban la agricultura y el pastoreo.
Sus rebeliones contra los árabes fueron frecuentes.
• Judíos. Eran una pequeña minoría que se dedican al comercio, a la medicina y a la
usura. Vivían sobre todo en las ciudades en barrios conocidos como juderías o aljamas.
• Hispano-visigodos. Eran el 98 % de la población. En razón de su actitud ante la
nueva religión se clasificaban en: muladíes o conversos al islam, que eran la mayoría,
y mozárabes o cristianos que vivían bajo el islam y pagaban un tributo a los
musulmanes. Socialmente era la clase más baja, salvo por los esclavos.
• En el escalón social más bajo estaban los esclavos. La mayoría eran extranjeros y
fueron importantes en el ejército y en el servicio doméstico.

El papel de las ciudades


Las ciudades desempeñaron un papel fundamental en la organización política,
económica, social, militar y religiosa de la civilización andalusí. El comercio fue el gran sostén
económico de las urbes andalusíes.
Las ciudades islámicas estaban concebidas para la vida privada, por lo que eran muy
escasos los espacios públicos. Las calles carecían de cualquier planificación y eran simples
accesos a las viviendas privadas, por lo que solían ser irregulares y sinuosas.
En su totalidad o en las partes principales, las ciudades estaban amuralladas. En esta zona
protegida (medina) se hallaban los edificios más importantes: la mezquita, el zoco (mercado)
y la fortaleza militar (alcazaba). Fuera de las murallas se encontraban nuevos barrios, los
arrabales.

La cultura andalusí
Al-Ándalus alcanzó un gran desarrollo cultural gracias a la prosperidad económica y a
una cierta tolerancia intelectual, especialmente durante el periodo califal.
El principal impulso vino de las cortes califales, que reunieron importantes bibliotecas y
alentaron la creación y la investigación. Así, Córdoba se convirtió en uno de los referentes
culturales y científicos del siglo X, tanto en el mundo islámico como cristiano.
En el campo literario brilló especialmente el género poético, la filosofía y la historia, con
autores como Averroes. En el campo científico proliferaron los estudios astronómicos, las
matemáticas y la medicina donde sobresalieron los estudios de Abulcasis.
A nivel artístico cabe destacar los magníficos ejemplos arquitectónicos creados por los
andalusíes:
• La mezquita era el principal edificio religioso, se organizaba en torno a la quibla, donde
se localizaba el mihrab. La más sobresaliente es la mezquita de Córdoba. Se empezó a
construir en el siglo VIII, sobre el antiguo solar de la iglesia visigoda de San Vicente y
se terminó en el siglo X, tras varias ampliaciones.

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• El palacio y la alcazaba constituían los principales edificios de la arquitectura civil y
militar. Entre los palacios destacan el de Medina Azahara o la Aljafería de Zaragoza;
entre las alcazabas señalamos las de Málaga, Almería o Badajoz.
• El arte nazarí tiene como obra más emblemática la Alhambra de Granada, un conjunto
compuesto por palacio, jardines y fortaleza, que servía como alojamiento al sultán y a
la corte nazarí. La riqueza y suntuosidad decorativa invade todo este espacio a pesar de
la decadencia política que vivía la corte nazarí, obligada a pagar tributos (parias) a los
reinos cristianos.

6. LOS REINOS CRISTIANOS DURANTE LA EDAD MEDIA

6.1. LA FORMACIÓN Y EVOLUCIÓN DE LOS REINOS HISPANO-CRISTIANOS

Los núcleos de resistencia al Islam.

La conquista musulmana se frenó en torno a las cordilleras cantábrica y pirenaica,


donde se formaron núcleos de resistencia cristianos:
• Los reinos y condados occidentales. La cornisa cantábrica era un territorio poco
poblado y de escasa romanización. Allí llegaron refugiados visigodos que huían de la
invasión musulmana. Pelayo, un noble de origen visigodo, se convirtió en caudillo de
un grupo de refugiados en las montañas asturianas. En Covadonga (722) ganó una
escaramuza contra los musulmanes. Esto permitió a sus sucesores crear el reino de
Asturias (con capital en Oviedo) y reivindicarse como herederos del desaparecido
reino visigodo.
• Los reinos y condados orientales. Carlomagno, emperador de los francos, creó una
frontera sólida para frenar la expansión musulmana al sur de los Pirineos, la Marca
Hispánica. Su objetivo inicial era conquistar el valle del Ebro, pero tras fracasar, limitó
su dominio a la zona pirenaica y a Cataluña. La administración de estos territorios se
encomendó a condes, primero francos y luego autóctonos. A comienzos del siglo IX, en
Pamplona nobles locales expulsan a los carolingios y proclaman el reino de Pamplona
(posteriormente se transformará en reino de Navarra). Lo mismo ocurrió en los valles
centrales pirenaicos, donde se estableció su dominio sobre el condado de Aragón y
posteriormente los catalanes.

Los reinos cristianos hasta el siglo XIII


La consolidación de los reinos cristianos fue un proceso largo, que al principio se centró
en los territorios despoblados al norte del Duero.

El reino asturleonés
El reino asturiano se asentó bajo los reinados de Alfonso II (791-842), que restableció
la legislación visigoda, y de Alfonso III (886-910), que aprovechó la crisis del emirato
cordobés para iniciar la expansión hasta el Duero. En el siglo X, se trasladó la capital a
León, pasando a denominarse reino de León.
En su zona occidental se constituyó el condado de Castilla, zona fronteriza con los
musulmanes gobernada por condes dependientes del reino leonés. En la segunda mitad del
siglo X, el conde de Castilla, Fernán González, aprovechó los problemas dinásticos del reino
asturleonés para proclamarse independiente.

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En el siglo XIII, se unificarían definitivamente los reinos de Castilla y León bajo el
mando de Fernando III, formándose así la Corona de Castilla.

El reino de Navarra
En la Alta Edad Media, el reino cristiano más poderoso es el de Navarra, que prolonga
su hegemonía durante más de un siglo gracias a las políticas matrimoniales y de las relaciones
de vasallaje, y la utilización de la fuerza militar cada vez que encontraba resistencia

La Corona de Aragón
En el siglo XII la expansión aragonesa se aceleró, gracias a la ayuda francesa. Además,
mediante matrimonio entre sus herederos se unifican lo territorios aragoneses y los condados
catalanes, dando como resultado la Corona de Aragón.
La nueva Corona orientó su expansión hacia las costas mediterráneas integrando por
cuatro territorios: Aragón, Cataluña, Valencia y Baleares.

La evolución política en la Baja Edad Media


En el siglo XIV, el mapa político de los reinos cristianos presentaba aún un espacio
dividido en cuatro unidades políticas: Portugal, la Corona de Castilla, Navarra y la Corona de
Aragón. Las relaciones entre estos territorios fueron fluctuantes, pasando fácilmente de la
alianza al enfrentamiento.
La tendencia dominante desde el siglo XII hasta el XV fue, no obstante, la de la
unificación. Así, en los inicios de la Edad Moderna, a principios del siglo XVI, solamente
existirán dos grandes unidades políticas en la península ibérica: el reino de Portugal y la unión
dinástica de las coronas castellana y aragonesa personificada en los Reyes Católicos.

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El proceso de «reconquista» y la repoblación
A partir del siglo VIII los reinos y condados cristianos se extendieron a costa de los
territorios musulmanes, que fueron conquistados en un lago proceso que duró varios siglos y
culminó con la toma de Granada en 1492. Este proceso se conoce como Reconquista. El
concepto fue definido por Alfonso II de Asturias (791-842) que justificó la expansión sobre Al-
Ándalus autoproclamándose heredero de la monarquía visigoda.
La Repoblación es un proceso estrechamente unido a la Reconquista, mediante
la cual los reinos cristianos de la península Ibérica, asientan a pobladores en las tierras
ganadas a los musulmanes, asegurándose así los territorios conquistados.
El proceso varió a lo largo de los siglos, utilizándose distintos modelos según las
características de los repobladores, intenciones de los reyes cristianos, situación política, etc.
Hasta el siglo X, desde el norte penínsular hasta el río Duero (donde los territorios
estaban prácticamente despoblados) y al sur de los Pirineos, las tierras fueron ocupadas por
campesinos libres, a los que se les reconocía su propiedad con solo cultivarlas, lo que se llamó
presura o aprisio.
Entre los siglos XI y XII se llevó a cabo la llamada repoblación concejil en las zonas
comprendidas entre el los valles del Duero y el Tajo en Castilla y León, y el valle del Ebro
en el este peninsular. Consistía en dividir el territorio en alfoces –el equivalente a nuestros
términos municipales- con una ciudad o villa en la que se asentaban los pobladores y los
representantes del poder real. Estas ciudades y villas se gobernaban a través del concejo
(ayuntamiento), y una vez que se constituía éste, el rey otorgaba a la ciudad un fuero o una
carta puebla que venía a ser una serie de privilegios y exenciones para atraer a pobladores.
A partir del siglo XIII los protagonistas de la repoblación serán las órdenes
militares (Calatrava, Santiago, Alcántara, Montesa...), instituciones de monjes-guerreros que
surgen en Tierra Santa para luchar contra el Islam y que se instalaron también en España,
participando en la reconquista de tierras de Extremadura, la Mancha, Teruel y norte de
Castellón. Por todo ello recibieron extensas zonas, poco pobladas, con lo que predominará el
latifundio que se orientará a la explotación ganadera.
En la segunda mitad del siglo XIII se repuebla el valle del Guadalquivir y el
litoral levantino. Aquí la forma típica fue el repartimiento: tras la conquista de las ciudades
se hacía inventario y se repartían los bienes entre los que habían participado en ella. Esto
determinó el predominio del latifundio en manos de la nobleza y la Iglesia.

10
6.2. LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA DE LOS REINOS CRISTIANOS

El gobierno y las Cortes.


En las monarquías hispánicas medievales el rey ocupaba la cima del poder. Aunque, en
la realidad, su poder estaba limitado por la autonomía de los señoríos y los privilegios de
nobleza e Iglesia.
Para ejercer su poder, los reyes se ayudaron de las Cortes, asamblea consultiva a la
que asistían nobles, eclesiásticos y representantes de las ciudades, es decir, miembros de los
tres estamentos medievales, que aconsejaba al rey en los asuntos de gobierno. Las primeras
Cortes fueron las de León, en 1188; seguidas, en el siglo XIII, de las de Castilla, donde las
Cortes eran únicas para todo el reino. En la Corona de Aragón, cada reino tenía sus propias
Cortes, excepto Mallorca. En Navarra, las Cortes recibieron el nombre francés de Tres Estados.
La finalidad que perseguían los monarcas al convocar Cortes era obtener recursos
(denominado “servicio” o tributo) para financiar su política, pero los estamentos de las Cortes
aprovechaban el momento para formular sus “peticiones”, que eran la contrapartida a la
demanda de ayuda económica presentada por el rey.
Para vigilar el cumplimiento de lo aprobado en las Cortes y recaudar, a su vez, el
servicio votado en ellas, se creó otra institución, entre mediados del siglo XIV y comienzos del
XV, la Diputación. En Cataluña se denominó Diputación General o Generalitat.

Los modelos de monarquía: autoritarismo y pactismo.


Aunque las Cortes mantuvieron una estructura y una composición básicamente
semejantes en todos los reinos, podemos encontrar algunas diferencias respecto a su poder y
sus funciones.
• En Castilla se impuso un modelo autoritario de monarquía en el que el rey tuvo un
gran poder y las instituciones -Consejo Real, Cortes, etc.- vieron reducidas sus
funciones a tareas consultivas.
• En la Corona de Aragón se implantó un modelo político diferente: el modelo pactista.
En este territorio, cada uno de los reinos que lo conformaron mantuvo sus propias
Cortes. La fortaleza de los nobles y de la Iglesia otorgó a las Cortes un poder
legislativo importante, ya que el rey no podía legislar sin ellas.

6.3. LA SOCIEDAD Y LA ECONOMÍA DE LOS REINOS CRISTIANOS

La sociedad.
La sociedad medieval se dividía en tres estamentos: nobleza, clero y estado llano. La
nobleza y el clero disponían de privilegios fiscales, sociales y jurídicos. El pueblo llano abarcaba
a la inmensa mayoría de la población carente de privilegios.

Los estamentos privilegiados


La nobleza y el clero basaban su poder principalmente en la posesión de tierras y
ambos grupos gozaban de privilegios: estaban exentos de pagar impuestos directos; y, en
segundo lugar, disponían de leyes y tribunales especiales para ellos. A partir del siglo XIV,
la nobleza consiguió consolidar su posición social y económica al instituirse el mayorazgo1.

1 Mayorazgo: Institución que aparece en la Edad Media por la cual gran parte de las propiedades (generalmente tierras) de una familia noble
tiene que pasar obligatoriamente en herencia a uno de sus hijos y no puede ser vendida ni dividida.
11
El estado llano
Los campesinos constituían la mayoría de la población, y entre ellos existían notables
diferencias: en el norte, abundaban los campesinos libres dueños de pequeñas
propiedades; en los territorios que se fueron conquistando a los musulmanes en la mitad sur
de la Península, se establecieron grandes señoríos nobiliarios o eclesiásticos, y allí los
campesinos no eran propietarios de las tierras.
En las ciudades vivían fundamentalmente artesanos y comerciantes. La expansión
comercial del siglo XIII potenció el crecimiento y la riqueza de las ciudades, en ellas se formó
una oligarquía urbana protegida por la monarquía.

Las minorías religiosas


Las minorías religiosas más importantes que habitaron en los territorios cristianos
peninsulares fueron los musulmanes (mudéjares) y los judíos.
Los mudéjares se dedicaban generalmente al trabajo en el campo y a los oficios
artesanales, y eran una mano de obra cualificada y barata.
Los judíos gozaron de la protección de numerosos monarcas a cambio de sus servicios
administrativos y financieros (les hacían préstamos o recaudaban impuestos para ellos).
Muchos de ellos eran comerciantes, artesanos, médicos y banqueros.
La economía
La economía de los primeros reinos cristianos fue básicamente agraria. El cultivo de
los cereales tradicionales se acompañaba de la vid y el olivo. Este escenario cambió cuando se
conquistaron las tierras del sur con sus avanzados sistemas de cultivo y de riego. A partir de
ese momento la producción agraria mejoró.
Por lo que respecta a la ganadería, prosperó especialmente en Castilla porque disponía
de grandes espacios vacíos. Se trataba de una ganadería trashumante que ocasionaba, en sus
traslados, frecuentes conflictos con los agricultores. En estos conflictos los ganaderos
consiguieron el apoyo real pues la monarquía obtenía abundantes ingresos de esta actividad.
Este respaldo se concretó en 1273 cuando Alfonso X permitió la creación del Honrado
Concejo de la Mesta, organización de ganaderos trashumantes que alcanzó un gran poder en
Castilla durante la Edad Media y la Edad Moderna. Se organizaba en cuadrillas, con centros en
Cuenca, Segovia, Soria y León, gozaba de numerosas cañadas que unían el norte y sur de
Castilla y se centró en la cría de ganado ovejuno, cuya lana era exportada desde los puertos
del Cantábrico al norte de Europa. Este comercio, organizado desde Burgos y Medina del
Campo, llegó a ser la actividad económica más rentable en Castilla hasta el s. XVII, lo que
explica los grandes privilegios e influencia con que contó la organización.
En la Corona de Aragón se desarrolló un importante comercio internacional por el
mediterráneo, sobre todo en el siglo XIV.

6.5. LA CULTURA HISPANO-CRISTIANA.

En los primeros siglos de la Edad Media, en los reinos cristianos predominó una cultura
rural que se desarrolló en los monasterios. Allí los monjes crearon los escriptorios, donde se
copiaban a mano obras religiosas, o de la antigüedad clásica. De esta manera se fueron
creando pequeñas bibliotecas donde se preservó parte de la cultura antigua y del propio saber
de la época. La formación tenía lugar en latín, que era la lengua oficial de la Iglesia.
A partir del siglo XIII, el relevo de los monasterios lo tomaron las ciudades, donde se
crearon las escuelas catedralicias y las universidades. Los reyes apoyaron el surgimiento de
las universidades porque les permitía arrebatar a la Iglesia la exclusividad cultural. La primera
universidad creada en la península fue la de Salamanca (1218).

12
La relación con la intelectualidad islámica y judía se plasmó en la colaboración de sabios
de las tres religiones. La Escuela de traductores de Toledo, desarrollada por el rey Alfonso
X el Sabio en el siglo XIII, comprendió al conjunto de traductores que a partir de ese siglo
desarrollaron su labor en dicha ciudad. Llevaron a cabo la traducción e interpretación de textos
clásicos greco-latinos, que habían sido traducidos del árabe o del hebreo al latín y al
castellano. Esto fue posible porque tras la conquista de la ciudad por los castellanos en 1085
permanecieron en la misma comunidades judías y musulmanas, lo que facilitó la comunicación
cultural de ambas comunidades con la cristiana. Los textos traducidos eran de diversa
temática, destacando los de filosofía, teología, astronomía, medicina y otras ciencias. La
actividad de esta Escuela ayudó al renacimiento filosófico, teológico y científico primero de
España y luego de todo el occidente cristiano.
Otro fenómeno cultural de gran importancia fue la aparición de la literatura en lenguas
vernáculas. El latín fue evolucionando desde la época visigoda y dio lugar a las lenguas
romances: castellano, gallego y catalán. A partir del siglo XIII dio lugar a una literatura
cortesana basada en temas amorosos y épicos (“Cantar del Mío Cid”).
El Camino de Santiago es una ruta de peregrinación que se ha mantenido viva desde
el siglo IX, cuando se descubrió el supuesto sepulcro del apóstol Santiago. Durante la Edad
Media fue un elemento fundamental para el desarrollo urbano y comercial del norte peninsular,
para cohesionar los diferentes reinos cristianos, y de conexión con el resto de Europa, siendo
la vía de entrada del arte románico a la península ibérica.

7. LA EDAD MODERNA: DE LOS REYES CATÓLICOS A LOS AUSTRIAS.

El reinado de los Reyes Católicos (RR.CC.) fue el punto de partida del Estado moderno
en España. Durante su gobierno tuvieron lugar la creación de la monarquía autoritaria, la
unificación dinástica de los territorios, el descubrimiento de América y la expansión
ultramarina, la conquista de Granada, y la unificación religiosa.
Desde 1516 hasta 1700 la dinastía de los Austrias ocupó el trono de España: durante el
siglo XVI los Austrias Mayores (Carlos I y Felipe II), y durante el siglo XVII los Austrias
Menores (Felipe III, Felipe IV y Carlos II). Si durante el siglo XVI la monarquía hispánica fue
el Estado más poderoso, durante el XVII se inicia el declive político que llevó a la pérdida de la
hegemonía mundial. Sin embargo, en el mundo artístico e intelectual, se impusieron el
Renacimiento y el Barroco con gran esplendor cultural.

7.1. LA CREACIÓN DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA: LOS REYES CATÓLICOS.

Isabel de Castilla y Fernando de Aragón se casaron en 1469, siendo herederos de sus


respectivas coronas2. Su matrimonio y posterior subida al trono (1474) supuso la creación de
un nuevo Estado que se ha denominado Monarquía Hispánica. Esta entidad englobó la
Corona de Castilla y la de Aragón, aunque no significó la unificación política de ambos
reinos. Cada uno mantuvo sus propias instituciones de gobierno, sus propias leyes y
particularidades. De la misma forma tampoco hubo una integración económica y los

2
A pesar de que ambas Coronas estaban gobernadas por la misma dinastía –los Trastámara-, el camino hacia la unión dinástica entre Fernando e
Isabel fue complicado. Los RR.CC. se casaron en 1469. La boda fue en secreto porque las relaciones entre los dos reinos eran tensas. Al conocer la
noticia el rey castellano Enrique IV (el Impotente), hermano de Isabel y a la que él había nombrado heredera el año anterior, revocó su testamento
en favor de su hija Juana “la Beltraneja”.
A la muerte del rey castellano se inició una guerra dinástica (1474-1479) entre los partidarios de doña Juana –apoyada por Alfonso V de Portugal- y
los de Isabel -apoyados por los reyes de Aragón-. El desenlace tuvo lugar en la batalla de Toro, que consolidó a Isabel como reina, de hecho había
sido proclamada como tal en 1474. La victoria supuso la unión de los dos reinos más importantes de la península (Castilla y Aragón).
13
comerciantes castellanos seguían considerándose extranjeros en Aragón o los valencianos en
Castilla.
La política de los Reyes Católicos se basó en tres principios: el fortalecimiento del poder
real creando una monarquía autoritaria, la uniformidad religiosa y una política exterior
expansionista.

El fortalecimiento del poder real.


La política interior de los Reyes Católicos se centró en lograr una monarquía
autoritaria y fuerte. Pretendía socavar los privilegios políticos de la nobleza, la Iglesia y las
ciudades, y reforzar el poder real. Por todo ello reforzaron las instituciones existentes,
especialmente las castellanas:
• Se reorganizó el Consejo de Castilla, que constituía el principal órgano de gobierno. Se
profesionalizó e introdujeron funcionarios para reducir el poder de la nobleza dentro de
este órgano. Se crearon otros consejos para Aragón, Navarra, Indias e Inquisición.
• Se establecieron nuevos cargos: los secretarios reales, funcionarios con formación
jurídica, se encargarían de mediar entre los diferentes consejos y los reyes; y los
virreyes, que representarían a los soberanos en aquellos territorios que por su lejanía
hacía imposible la presencia de los reyes.
• En los municipios se instauró el cargo de corregidor, puesto de designación real que se
encargaba del gobierno de los municipios. Su actuación frenó el poder de las oligarquías
locales (nobleza y burguesía) en favor de la autoridad real.
• Se crearon las Audiencias o chancillerías. Eran instituciones judiciales, su jurisdicción
abarca todo el Estado. Los reyes eran los jueces supremos, el fortalecimiento de la
justicia real supuso un duro golpe para la nobleza.
• Se creó un ejército permanente, pagado por la monarquía e independiente de la
nobleza, aunque esta conservaba los cargos relevantes. Se crean los famosos tercios
que dominarán media Europa en el siglo XVI y que se harían famosos en Italia con
Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán.
3
La uniformidad religiosa.
En los reinos medievales coexistieron tres religiones: musulmanes, judíos y cristianos.
Para potenciar la unidad y reforzar el poder real, los Reyes Católicos vieron la conveniencia
de que sólo existiera una y así actuaron duramente con las otras dos.
Para controlar la uniformidad religiosa, crearon el Consejo de la Real Inquisición
(1478). La Inquisición fue la única institución que tenía jurisdicción tanto en Castilla como en
Aragón y que dependía directamente de los monarcas.
La uniformidad religiosa se concretó en la expulsión de los judíos decretada en 1492.
Afectó probablemente a unas 200.0000 personas (se deconoce el número exacto y solo
contamos con estimaciones), que se exiliaron a Portugal, Marruecos y diversas ciudades
europeas y mediterráneas. Los judíos que salieron de España se llamaban sefardíes. Otros
50.000 judíos optaron por convertirse al cristianismo para permanecer en España; sin
embargo, se desconfió de la sinceridad de su conversión y fueron vigilados y perseguidos por
la Inquisición.
En este contexto de uniformidad religiosa cabe entender también la conquista del reino
nazarí de Granada. Desde 1236 el Reino de Granada se mantenía independiente gracias a
los tributos que pagaba a Castilla y sus fronteras apenas habían variado en más de doscientos
cincuenta años. Esta situación termina en 1489, cuando los Reyes Católicos comenzaron su
campaña militar contra Granada. La resistencia nazarí fue muy dura al ser una región
montañosa, con recursos y muy poblada. Tras estallar una guerra civil en Granada entre el
sultán Muley Hacen y su hijo Boabdil, Fernando maniobró diplomáticamente y consiguió la
entrega de la ciudad el día 2 de enero de 1492. En el pacto de rendición (capitulaciones)
se prometió a los musulmanes la conservación de sus propiedades, sus leyes, su fe y su forma
de vida. Sin embargo, muy pronto se empezó a perseguir a los mudéjares (musulmanes
14
residentes en territorio cristiano): en 1502, tras una rebelión musulmana en las Alpujarras
granadinas, se obligó a los mudéjares a convertirse al cristianismo o a ser expulsados del país.
Los conversos pasaron a denominarse moriscos, los cuales fueron expulsados definitivamente
en 1609 por orden de Felipe III. Se lograba así un Estado sin minorías religiosas.

Política exterior expansionista.


La política de los Reyes Católicos se orientó a la conquista de los territorios penínsulares
y la política matrimonial de sus hijos con casas reales europeas, que garantizasen el
incremento del poder territorial y politico de la monarquía hispánica.
• Conquista del reino nazarí de Granada. Supuso la conclusión del proceso de
Reconquista iniciado en el siglo VIII y sirvió de contrapunto a la toma de Constantinopla
por los turcos otomanos, eliminado la presencia musulmana en la Europa Occidental.
Además, la conquista de Granada liberó recursos económicos y militares que fueron
destinados a una nueva empresa, la conquista de América. No en vano, las
Capitulaciones de Santa Fe fueron firmadas a las puertas de Granada.
• La conquista de Navarra, un territorio disputado entre los RR. CC. y Francia. La anexión
tuvo lugar en 1512, aunque conservó sus instituciones y sus fueros.
• Acercamiento a Portugal por la vía de la política matrimonial. Los RR. CC. casaron a su
hija Isabel con el rey de Portugal Manuel el Afortunado, el hijo de ambos, el príncipe
Miguel sería el heredero de toda la Península, pero murió a los pocos años. Más tarde
casaron a su hija María con el mismo rey, ahora viudo, pero ella ya no era la heredera
de la Corona. La unión no se lograría hasta 1580 con Felipe II, y duraría hasta 1640.
• También hubo un acercamiento al Sacro Imperio por la vía de la política matrimonial.
A su hija Juana, la heredera tras la muerte de la princesa Isabel, y a su hijo Juan los
casan con Felipe y con Margarita de Austria, hijos de María de Borgoña y Maximiliano
de Austria, emperador alemán. Las consecuencias de este hecho son importantes: el
hijo Juana y Felipe será Carlos I de España (emperador Carlos V de Alemania), que
heredará casi media Europa.
• Igualmente, el acercamiento al Reino de Inglaterra se produjo con el casamiento de
Catalina, a la que prometen con Enrique VIII de Inglaterra para comprar su alianza
frente a Francia. De todas maneras, el rey inglés se separó de ella.
• En el Mediterráneo occidental nos encontramos con dos focos de interés. Por un lado,
Italia, donde frenaron el intento de los franceses de ocupar el reino de Nápoles, que
quedó integrado en la Corona de Aragón. Por otro lado, África, donde se conquistaron
los enclaves de Melilla, Orán, Trípoli y Argel. Con ello se evitaban las actividades de los
piratas berberiscos y se detenía el avance turco por el Mediterráneo occidental.
• La expansión por el Atlántico. En 1496 se conquistaban las Islas Canarias, un enclave
estratégico en las rutas comerciales hacia África y desde 1492 hacia América.

7.2. “DESCUBRIMIENTO” Y CONQUISTA DE AMÉRICA

El descubrimiento de América se inscribe en un proceso histórico protagonizado por


Castilla y Portugal a finales del siglo XV que tenía como objetivo hallar una ruta hacia Asia a
través del Atlántico, ya que la vía tradicional por el Mediterráneo estaba bajo la amenaza de
los turcos.

Las causas del descubrimiento.


• Cambio de mentalidad que abre la curiosidad por el conocimiento y la exploración.
• Necesidad comercial de encontrar nuevas rutas a Asia, tierra lejana de la que venían
las especias indispensables en Europa para la conservación de los alimentos, para el
condimento de las mesas de los ricos o para su utilización en la farmacopea. Las rutas
15
tradicionales hacia la India, China, Japón o las islas Molucas, estaban cerradas. Los
turcos en el Mediterráneo oriental impedían la llegada de esos productos a Europa, y
los pocos que llegaban eran excesivamente caros.
• Revolución en las técnicas de navegación: para orientarse en el mar se utilizan el
astrolabio y la brújula, se perfecciona la cartografía, y mejoran las embarcaciones con
la aparición de la carabela.

Los portugueses fueron los primeros en tratar de encontrar un itinerario alternativo.


Bajo la iniciativa del príncipe Don Enrique “el Navegante” se pusieron en marcha las primeras
expediciones que trataban de abrir nuevas rutas rodeando el continente africano. Los avances
en navegación y el apoyo continuado de la monarquía lusa hicieron posible que muy pronto
Bartolomé Días doblará el cabo de Buena Esperanza (1488, sur de África) y Vasco de Gama
llegará a la India (1498).
En este contexto se sitúa la figura de Cristóbal Colón, navegante de origen
desconocido, que llegó a la corte de los RR. CC. con un proyecto para llegar a China y Japón
navegando hacia el oeste. Convencido de la esfericidad de la Tierra, y tras recabar la negativa
de la Corona portuguesa, consiguió que los RR. CC. aprobaran su proyecto al finalizar la
conquista de Granada. Así se firmaron las Capitulaciones de Santa Fe, un acuerdo en el que
se establecían las condiciones de la conquista de los nuevos territorios y el reparto del botín.
La expedición, compuesta por tres naves, salió de Palos de la Frontera (Huelva) el 3
de agosto de 1492. Sin embargo, los cálculos de Colón sobre la circunferencia terrestre eran
erróneos y el viaje se prolongó más de lo esperado. Tras un periplo complicado con varios
intentos de motín, el 12 de octubre de ese año puso pie en la pequeña isla de Guanahani
(Islas Bahamas), a la que llamó San Salvador. En ese mismo viaje también se exploraron las
islas de Haití y Cuba.
Colón realizó tres viajes más y exploró buena parte del mar del Caribe, Venezuela y
parte de Centroamérica. Murió en 1506 convencido de que había llegado a las costas
asiáticas abriendo una nueva ruta por el atlántico.
Los descubrimientos de Colón hicieron resurgir las tensiones con Portugal por el
control de las nuevas tierras. Portugal y Castilla firmaron el tratado de Tordesillas (1494),
por el que todas las tierras “descubiertas o por descubrir” situadas a 370 leguas al oeste de las
Islas Cabo Verde, serían para Castilla y al este, para Portugal. Por este acuerdo, Brasil, aún
ignoto, quedó para Portugal.

Tras Colón los españoles ocuparon casi todas las islas del Caribe y pasaron al continente.
El proceso de exploración y conquista del nuevo mundo tuvo varios hitos destacados:
• Vasco Núñez de Balboa atravesó el istmo de Panamá y descubrió el océano Pacífico
(1513).
• Entre 1519 y 1522, Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano, realizaron el
primer viaje de circunnavegación al mundo. En este viaje se tomó posesión de las islas
Filipinas.
• Entre 1519 y 1550 se llevaron a cabo las grandes conquistas en América:
o Hernán Cortés. Con pocas tropas, y la ayuda de pueblos indígenas enemigos
de los aztecas, emprendió la conquista del imperio azteca (1519-1521).
o Francisco Pizarro y Diego de Almagro conquistaron el imperio inca (1531-
1532), comprendido entre Ecuador, Perú y Bolivia.
En estas victorias fue importante la superioridad del armamento europeo (armas de
fuego, cañones, acero...) y, sobre todo, las desavenencias entre pueblos indígenas, que
jugaron a favor los españoles.

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Consecuencias de la conquista.
Desde el primer momento se planteó la legalidad de la misión colonizadora y para ello
el papa Alejandro VI concedió a la Corona de Castilla el derecho a evangelizar esos
territorios (según la mentalidad medieval el Papa es el dueño legítimo de los territorios
poblados por infieles).
Con respecto a las poblaciones indígenas, desde el punto de vista legal fueron
considerados vasallos de la Corona Castellana, igual que los peninsulares, pero en la práctica
fueron sometidos a innumerables abusos que con los siglos forjó la leyenda negra de las
Indias.
A cada colono español se le encomendaron varios indios para que procediera a su
evangelización, pero desgraciadamente fueron sometidos a trabajos forzados en
plantaciones y minas, aunque estaba prohibido. En poco tiempo la población indígena mermó
de manera considerable y escandalosa. La dureza de los trabajos forzados y el contacto de
estas poblaciones con enfermedades desconocidas como la viruela, la sífilis o el sarampión
produjeron una elevada mortandad e hizo necesario reemplazar en algunos casos a los
indígenas por esclavos africanos.
Los abusos que generaron las diversas formas de explotación de nativos americanos
fueron pronto denunciados por algunos misioneros, entre los que destacó fray Bartolomé de
las Casas. Las propuestas fueron escuchadas por Carlos V, que en 1542 promulgó las Leyes
Nuevas de Burgos destinadas a proteger a los indios, aunque los abusos continuaron en la
práctica.
El idioma español y portugués se impusieron en sus respectivas zonas de dominio, y la
religión católica pasó a ser dominante. Se produjo un mestizaje (criollo, mestizo, zambo),
consecuencia de las relaciones entre colonos e indígenas. Productos como el tabaco y
alimentos como el maíz, la papa (o patata), la batata, el cacao, la vainilla o el tomate
llegaron a Europa y se convirtieron en parte integral de la dieta.
A nivel económico, el hecho más destacado fue la masiva extracción de oro y la plata,
que ocasionó una revolución de los precios en Europa. La llegada de estos metales
preciosos, que inundaron el mercado monetario de Europa y el aumento de la cantidad de
dinero en circulación, produjo un espectacular aumento de precios, puesto que la oferta no se
ajustaba a la demanda de alimentos y productos. Esta fue una de las causas de la crisis
económica que afecto a Europa en el siglo XVII.

7.3. LA “MONARQUÍA UNIVERSAL” DE CARLOS I (1516-1556).

La herencia recibida.
Carlos I era hijo de Felipe “el Hermoso”, heredero de Maximiliano I de Austria y de María
de Borgoña, y de Juana “la Loca”, la heredera de los Reyes Católicos. La muerte de su padre y
la incapacidad de su madre dejaron en sus manos una combinación de reinos y territorios que
le convirtieron en el monarca más poderoso de su tiempo:
• De su abuela materna, Isabel de Castilla, recibe la corona de Castilla, Canarias, las
plazas norteafricanas y los territorios americanos.
• De su abuelo materno, Fernando de Aragón, obtiene la Corona de Aragón y sus
posesiones italianas (Cerdeña, Sicilia y Nápoles)
• De su abuela paterna, María de Borgoña, hereda los Países Bajos, Luxemburgo y el
Franco Condado.
• De su abuelo paterno, Maximiliano de Austria, recibe sus posesiones en Austria y
Alemania, y los derechos al trono imperial (Sacro Imperio Romano Germánico).

Su legado era un conjunto heterogéneo de territorios que solamente tenían en común a


su monarca. Se intentará una política integradora mediante el mantenimiento de la unidad

17
religiosa (catolicismo) y el desarrollo de la idea de la monarquía universal.

Política interior.
Carlos I (nacido en Gante, Bélgica) llegó a España cuando apenas era un joven de
dieciséis años, sin conocer el idioma castellano y rodeado de un grupo de consejeros
extranjeros, principalmente flamencos. Esto dificultó su aceptación por castellanos y
aragoneses.
Mientras el monarca se ocupaba de consolidar su gobierno, llegó la noticia de la
muerte de su abuelo Maximiliano I de Austria (1519), lo que le convertía en candidato a la
corona imperial. Inmediatamente marchó para ser coronado como el emperador Carlos V. En
esos momentos el rey valoraba más sus posesiones flamencas y alemanas que las españolas.
Mientras, en España, tuvieron lugar dos graves acontecimientos:
• En Castilla se extendió el malestar porque este reino pagaba la elección de Carlos como
emperador y porque el rey nombró a extranjeros para los altos cargos. El descontento
desembocó en la revuelta de las Comunidades (1520), una rebelión contra la
corona. Tras la derrota de los comuneros en la batalla de Villalar (1521) y la
ejecución de los cabecillas (Padilla, Bravo y Maldonado), Carlos I rectificó sus errores. A
partir de ese momento, la lealtad de Castilla a la corona será absoluta.
• En la corona de Aragón al mismo tiempo que la revuelta comunera pero sin ningún tipo
de conexión, surge el llamado movimiento de las Germanías (1520-1522). Se inició
en Valencia cuando los gremios se hicieron con el poder en la ciudad. Fue una pugna
entre la burguesía (artesanos) y la nobleza por el control de la ciudad, pero también
entre los campesinos y los señores en el mundo rural. Finalmente, los sublevados
fueron derrotados.
Ambos conflictos reforzaron la monarquía, que se impuso a las Cortes y demostró a la
nobleza que necesitaba del ejército real para contener el malestar social.

Política exterior: el fracaso del “sueño imperial”.


La política exterior de Carlos I estuvo marcada por los intereses dinásticos de los
Austrias en Europa y no por los intereses de los reinos hispánicos. El monarca pensaba que
la política europea debía regirse por una monarquía universal y cristiana dirigida por un
doble poder: el espiritual, que concernía al Papado, y el terrenal, que correspondía al
emperador. Desde esta perspectiva se explican los principales problemas de su reinado:
• Enfrentamiento con Francia, que tenía su origen en la lucha por controlar Italia que se
había iniciado con los RR.CC. El nuevo rey francés Francisco I promovió hasta siete
guerras sucesivas contra Carlos V. En todos los encuentros Francia resultó derrotada e
incluso en la batalla de Pavía (Italia), en 1525, el propio Francisco I fue vencido y
apresado por las tropas españolas.
• Enfrentamiento con el Imperio Turco, que avanzaba hacia Europa Central y suponía
una amenaza en el mar Mediterráneo con su apoyo a los piratas berberiscos
(norteafricanos) y sus asaltos y saqueos. Las tropas de Carlos derrotaron a las turcas a
las puertas de Viena, cuando ya los musulmanes estaban a punto de tomar esta
ciudad, y se consolidó la presencia en el norte de África con la conquista de Túnez.
• Lucha contra el protestantismo. En los principados alemanes del Imperio se
extendía con fuerza la reforma religiosa protestante (Martín Lutero). Algunos
príncipes alemanes, descontentos con el emperador, abrazaron el protestantismo como
un medio de enfrentarse no sólo religiosamente sino también políticamente a la idea de
imperio universal y cristiano propuesta por Carlos, y pasaron a la rebelión armada. El
emperador los aplastó militarmente en la Batalla de Mülhberg (1547), pero los
protestantes pudieron recuperarse gracias a la ayuda francesa. Como por otra parte el
problema en su vertiente religiosa seguía sin tener solución, Carlos reconoció en la Paz
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de Augsburgo (1555) el derecho de cada príncipe a imponer su propia religión en sus
tierras; esto suponía en la práctica el triunfo del protestantismo en casi la mitad de
Alemania.

En 1556 Carlos I agotado tras una vida entera en los campos de batalla cedió los
títulos de emperador de Alemania a su hermano Fernando y abdicó en su hijo Felipe
el resto del Imperio. A continuación, ya enfermo, seretiró al monasterio de Yuste
(Extremadura) donde moriría en 1558.

7.4. LA MONARQUÍA HISPÁNICA DE FELIPE II (1556-1598).

Felipe II comenzó su reinado en 1556. Heredó de su padre el imperio más grande de


la Tierra y durante su etapa de gobierno lo amplió enormemente.
Los grandes objetivos de su política interior y exterior fueron la defensa del
catolicismo y el mantenimiento de la hegemonía española en Europa y ultramar. Gobernó
desde España, donde instaló la capital en Madrid (1561).

Política interior.
A pesar del enorme poder que poseyó, Felipe II tuvo que hacer frente a varias
rebeliones, la más importante de las cuales fue la rebelión de los moriscos de las Alpujarras
(1568). Los moriscos eran descendientes de los antiguos musulmanes granadinos que se
rebelaron ante el mandato que les obligaba a abandonar su lengua, vestidos y tradiciones.
Ante la magnitud del conflicto y el peligro de que los 150.000 moriscos rebeldes recibieran
ayuda turca, Felipe II encomendó sofocar la revuelta a su hermanastro D. Juan de Austria.
Tras duros enfrentamientos parte de los moriscos abandonaron la península y el resto se les
dispersó por Castilla para forzar su integración, pero siguieron viviendo en comunidades
aisladas y rechazadas por los cristianos.
Pero el problema interno más grave durante todo el reinado de Felipe II fue la crisis de
la Hacienda a causa de la política exterior. El Estado se declaró en bancarrota hasta en tres
ocasiones.

Política exterior.
Felipe II fue el monarca más poderoso de su época, sobre todo a partir de la unión con
Portugal en 1580. Sin embargo, el mantenimiento de este extenso imperio no estuvo exento
de conflictos. En Europa hubo de hacer frente a la rebelión de los Países Bajos y a la
creciente hostilidad de Inglaterra. En el Mediterráneo, le esperaba de nuevo el imperio turco.
• Francia. Al comienzo de su reinado Felipe II liquidó los asuntos pendientes con Francia
derrotándola definitivamente en la batalla de San Quintín (1557). A partir de este
momento Francia quedó neutralizada.
• El imperio turco. El Imperio Turco volvía a avanzar con fuerza por el Mediterráneo
amenazando las posesiones españolas y las del Papado y Venecia. Con la colaboración
de estas potencias se formó la Santa Liga. Se preparó una enorme flota de galeras al
mando de Don Juan de Austria, en la que España aportaba la mayor parte de hombres
y barcos. El enfrentamiento naval tuvo lugar en Lepanto (1571) en lo que fue la
batalla naval más sangrienta de la historia. La victoria española fue aplastante y vivida
como un triunfo decisivo de toda la Cristiandad.
• Inglaterra había sido una aliada tradicional de España durante el reinado de Carlos I, y
el propio rey Felipe II fue rey consorte inglés gracias a su matrimonio con la reina María
I Tudor. Con la llegada al trono inglés de Isabel I (1558) las relaciones con España se
hicieron cada vez más tensas. La nueva reina, apoyó a los rebeldes protestantes de los
Países Bajos y fomentó las actividades de los corsarios ingleses en el Atlántico,
comenzando una campaña de acoso y rapiña a los barcos españoles procedentes de
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América. En 1588, Felipe II intentó la invasión de Inglaterra y para ello reunió una
poderosa flota en el Canal de La Mancha, pero la mala planificación y las adversidades
meteorológicas dieron al traste con sus barcos, sufriendo graves pérdidas. Así fracasó la
invasión y surgió el mito de la mal llamada “Armada Invencible”.
• En 1566, en los Países Bajos comenzó una rebelión contra Felipe II en la que se
mezclaban las causas políticas (deseos nacionalistas de los holandeses) y religiosas
(extensión del calvinismo). Finalmente, el territorio quedó dividido: las provincias
católicas del sur permanecieron fieles al Felipe (actual Bélgica) y las del norte
continuaron su lucha contra España. Estos territorios rebeldes pasaron a llamarse
Provincias Unidas (actuales Países Bajos) y se convirtieron en una de las grandes
potencias marítimas del momento y uno de los principales rivales de España, con quien
siguió en guerra hasta 1648.
• Unión con Portugal (1580). Felipe II tenía opción a heredar el trono de Portugal al ser
nieto de Manuel I. Al morir el rey portugués (Don Sebastián), Felipe reivindicó su
derecho al trono y lo consiguió con el apoyo de la nobleza portuguesa. Con esta unión
se creó el mayor imperio territorial y marítimo conocido hasta entonces.

7.5. LA “PAX HISPÁNICA” DE FELIPE III (1598-1621).

Felipe III heredó el imperio más extenso y poderoso del mundo cuando accedió al trono
en 1598. Pero el joven rey se inclinaba más al ocio y a la vida cortesana que a las tareas
de gobierno. Por ello, con Felipe III se estrenó la figura del favorito o valido, una especie de
primer ministro, generalmente miembro de la alta nobleza, que adquiría plenos poderes en los
asuntos de Estado y que ejercía el mando como si fuese el monarca. Era un cargo de
designación real, por lo que su cese y nombramiento dependían de la voluntad del rey. Para
este cargo Felipe III designó al duque de Lerma.
Los validos se convirtieron en figuras habituales en la política española del siglo XVII,
casos del duque de Lerma y el de Uceda con Felipe III, el conde-duque de Olivares o el duque
de Haro con Felipe IV; aunque llegarían a existir hasta en el siglo XIX, caso de Manuel Godoy,
valido del monarca Carlos IV.
En muchas ocasiones, los validos ejercieron el poder en función de sus intereses
particulares, por lo que predominó el nepotismo y la corrupción. Además, algunos de ellos
accedieron al poder por el mero capricho del rey o de la familia real, sin méritos de ningún tipo
en el orden político o administrativo. Es por ello que se considera que sus actuaciones son una
de las causas de la crisis de la monarquía hispánica en el siglo XVII.

Política interior.
En el panorama interior dos cuestiones marcaron el reinado: la crisis financiera y la
expulsión de los moriscos:
• La crisis financiera de la monarquía tenía sus orígenes en el reinado anterior. Para
remediarla se impulsó una política exterior pacifista y una serie de reformas
económicas. Sin embargo, estas medidas, llevadas a cabo por los arbitristas, no
consiguieron acabar con la deuda, en gran parte por los desmedidos gastos de la corte.
El Estado declaró la bancarrota a comienzos del siglo XVII.
• La otra cuestión fue la expulsión de los moriscos en 1609. Los moriscos habían sido
dispersados por Castilla y Aragón tras la rebelión de las Alpujarras. El aislamiento en
sus comunidades, la pervivencia de sus costumbres, el rechazo popular, su elevado
crecimiento demográfico y las sospechas de su permanente contacto con los piratas
berberiscos fueron exacerbando el odio y preparando el terreno para la decisión de
Felipe III de expulsarlos de forma definitiva en 1609. Las repercusiones fueron graves

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en Valencia y Aragón donde la mayoría eran campesinos dóciles y hábiles en las labores
de regadío.

Política exterior.
La política exterior de Felipe III se puede considerar pacifista. El rey y su valido, el
duque de Lerma, llegaron al convencimiento de que mantener abiertos tantos frentes de lucha
supondría inevitablemente la ruina total de la monarquía. Por esta razón intentaron alcanzar
acuerdos de paz y acometer una reforma de la Hacienda que reforzase la monarquía. Para ello
se firmó la paz con Inglaterra, y con las Provincias Unidas (Holanda)se acordó la Tregua
de los Doce Años (1609-1621).
La paz en Europa y la excelente red diplomática que desplegó España han llevado a
hablar de Pax Hispánica al referirse a este reinado.

7.6. EL REINADO DE FELIPE IV (1621-1665).

Felipe IV subió al trono en 1621, con sólo dieciséis años. Por ello desde el primer
momento estuvo bajo la tutela de su preceptor Gaspar de Guzmán, conde-duque de
Olivares, que asumió el papel de valido del joven rey. Ambos tenían más capacidad y visión
política que Felipe III y Lerma, lo que se plasmó en serios proyectos para mejorar la situación
interna y externa de la monarquía.

Política interior.
Felipe IV y, sobre todo, Olivares retomaron una política exterior ofensiva centrada en
mantener el prestigio de España, de ahí la implicación en costosas guerras en Europa. Esta
política exigía grandes cantidades de dinero, pero la Hacienda seguía en crisis, y todo el peso
económico y militar recaía fundamentalmente en Castilla, debilitada y exhausta por las
necesidades de la corona. Para solucionarlo, el conde-duque de Olivares ideó la Unión de
Armas (1625): la creación de un ejército de 150.000 hombres sostenido por todos los reinos
en función de su población y riqueza y no sólo Castilla, como era habitual. Detrás de este
proyecto estaba la idea de una mayor integración y uniformización de todos los
territorios de la monarquía y un reforzamiento del poder absoluto del rey. Pero esta idea
encontró una dura resistencia: Portugal y Cataluña iniciaron una guerra para
independizarse en 1640, cosa que logró Portugal en 1668.
Las rebeliones de la década de 1640 hicieron fracasar la política del conde-duque de
Olivares, quien se retiró del gobierno en 1643. La monarquía quedó sumida en una grave
crisis.

Política exterior.
Felipe IV abandona la política pacificadora de su padre e involucra a España en la Guerra
de los 30 Años (1618-1648), una serie de complejos enfrentamientos con raíces políticas y
sobre todo religiosos (católicos frente a protestantes) que afectaron a los Estados de la Europa
central y del norte (la monarquía española se vio arrastrada a la contienda por los vínculos
familiares y políticos existentes con los Habsburgo austríacos, también católicos).
Durante los primeros años de la guerra los Habsburgo llevaron la iniciativa. Pero la situación
se complicó militarmente para España al abrírsele al mismo tiempo nuevos frentes: en 1621
se reanudó la lucha en los Países Bajos tras la Tregua de los Doce Años. Simultáneamente se
enfrentó en el océano a los ingleses, que fueron rechazados en su intento de tomar Cádiz.
Además, Francia prestó una gran ayuda a los protestantes holandeses, hecho que
conseguiría la aniquilación de los tercios españoles en la batalla de Rocroi (1643).
En 1648, los países europeos, agotados por tantas guerras, se avinieron a firmar la Paz
de Westfalia, la cual ponía fin a la Guerra de los Treinta Años y suponía el reconocimiento por
parte de Felipe IV de la independencia holandesa.
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España y Francia resolvieron sus diferencias en la paz de los Pirineos (1659),
cediéndose a los franceses parte de Cataluña (el Rosellón y la Cerdaña). El tratado fue
refrendado con el matrimonio del rey francés Luis XIV con María Teresa de Austria, hija de
Felipe IV.
España, agotada militar y económicamente, perdió su hegemonía en Europa en favor
de Francia. No obstante, el imperio español conservó casi intactas las posesiones ultramarinas.

7.7. EL REINADO DE CARLOS II (1665-1700).

Carlos II era una persona enfermiza y débil física y mentalmente que siempre vivió
bajo perpetua tutoría. Hoy se cree que sus patologías eran seguramente el resultado de los
sucesivos matrimonios consanguíneos que realizaban entre sí los miembros de la casa de
Austria, pero en aquella época todos los males y deficiencias del rey se explicaban a través de
la superstición y la brujería, llegando a conocérsele como el “Hechizado”.
Esta incapacidad del monarca dio lugar a que el gobierno fuera controlado y disputado
por sucesivos validos.
Su reinado se caracterizó por el estancamiento administrativo y político, no
obstante, la crisis económica tocó fondo y en los últimos años del reinado asistimos a una
relativa recuperación económica y demográfica.
Hacia 1697 se sabía que el rey estaba próximo a morir. Como no tuvo hijos hubo que
buscar un heredero extranjero. Dos eran los candidatos con vínculos familiares: Felipe de
Borbón, duque de Anjou, candidato francés, y el archiduque Carlos de Austria, candidato
austríaco.
Tras fuertes presiones de ambos bandos, Carlos II dejó como heredero a Felipe de
Borbón, futuro Felipe V. Su decisión contaba con el apoyo de Francia, pero estaban en contra
el resto de potencias europeas (Inglaterra, Holanda y Austria). Por ello, tras la muerte del
monarca en 1700, se inició una guerra por el trono de España: la Guerra de Sucesión.

7.8. SOCIEDAD Y ECONOMÍA.

La sociedad.
El siglo XVI fue un periodo de crecimiento demográfico. La mayor parte de la
población residía en el campo. Las ciudades eran pequeñas y sólo Sevilla superaba los
100.000 habitantes.
A finales de siglo y durante todo el siglo XVII tuvo lugar una acusada crisis
demográfica y la población se estancó. Varias causas explican este estancamiento: las
epidemias de peste que afectaron a la península; las reiteradas malas cosechas, que
provocaban frecuentes crisis de subsistencia; y la expulsión de los moriscos (1609), que hizo
disminuir la población de algunos territorios hispanos: Valencia, Murcia y Aragón.

La evolución económica de los siglos XVI y XVII presenta dos etapas:


• La primera, durante el siglo XVI, es de crecimiento económico, especialmente en
Castilla. Los dos factores principales que favorecieron este crecimiento fueron el
aumento de la población y el desarrollo comercial gracias a la explotación de las Indias.
• La segunda, durante el siglo XVII, se caracterizó por una grave crisis económica que
afectó a toda Europa, pero en España alcanzó tientes especialmente graves: ruina de
la industria textil; disminución de la llegada de metales preciosos; y la crisis de
la Hacienda Real (por el incesante aumento de los gastos -guerras y gastos
suntuosos- y la disminución de los ingresos).

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7.9. CULTURA: LA ESPAÑA DEL SIGLO DE ORO.

Con los Austrias, la ciencia y el pensamiento estaban sometidos al rígido control


eclesiástico, quedando España al margen de las nuevas corrientes europeas del racionalismo
y el progreso científico.
Pero los campos en que se produjo una auténtica explosión cultural con resultados
brillantísimos y extraordinarios fue en las Artes y la Literatura; es aquí donde se habla del
“Siglo de Oro español”, adscrito a las coordenadas estilísticas del Barroco y dentro del
espíritu religioso de la Contrarreforma Católica.
En Pintura encontramos maestros como Velázquez, uno de los mejores artistas de todos
los tiempos, pero también a Murillo, Zurbarán, Alonso Cano...
En Escultura, casi siempre de temática religiosa, al servicio de la piedad católica
destacaron Gregorio Fernández (escuela castellana), Martínez Montañés (escuela sevillana) y
Alonso Cano (granadina).
En Arquitectura se construyen ahora grandiosas plazas mayores en las principales
ciudades como en Madrid (Gómez de Mora) o Salamanca (Churriguera).
En Literatura ven la luz obras excepcionales como la de Cervantes que en 1605 publica
El Quijote universalmente reconocida como la mejor novela de todos los tiempos; también en
otros géneros como el teatro encontramos autores extraordinarios como Lope de Vega,
Calderón y Tirso de Molina, así como en la poesía con Quevedo y Góngora. En las obras de
estos genios encontramos un excelente retrato de la sociedad de la época, las contradicciones
y contrastes, miserias y grandezas que definían a la España Imperial.
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