Duelo y Psicosis Pablo Fidacaro

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Tesis para optar al Título de Magíster en Psicología Clínica

Duelo y Psicosis
Conjeturas psicoanalíticas

Montevideo – Uruguay

Agosto de 2014

Tesista: Lic. Pablo Fidacaro – C.I.: 2.509.812-9

E-mail: pablofi@montevideo.com.uy

Directora de tesis: Dra. Nina Leite

Directora Académica: Prof. Agda. Mag. María Ana Folle


Indice

Lista de figuras………………………………………………………..……………...……4
Agradecimientos………………………………………………………..……………...….5
Resumen………………………………………………………………………..…..………6
Summary……………………………………………………………………………………7

1 Fundamentación y antecedentes………………………………………………….....8
1.1 Punto de partida………………………………………………………………………...8

2 Diseño Metodológico……………………………………………………………..…..11
2.1 Fundamentación epistemológica………………………………………………..…..11
2.2 Del consentimiento a la ficción…………………………………………………...….14
2.3 El marco del caso / La marca del caso…………………………………................16

3 El duelo entre la psicopatología y psicoanálisis………………………………...20


3.1 El caso D……………………………………………………………………………….20
3.2 ―Duelo y melancolía‖: un mal entendido………………………………………..…..25
3.3 Patologías…. ¿del humor o del pensamiento?...................................................33
3.4 El psicoanálisis. Objeto de un duelo…………………………………….……….....40

4 Lecturas freudianas del duelo…………………………………………..…………..47


4.1 La imposible descarga de la energía psíquica………………………………….....49
4.2 Metáforas de la hemorragia, la herida, y el agujero…………………………..…..51
4.3 Alucinaciones del objeto perdido……………………………………………..…..…55
4.4 La sombra del objeto perdido. ………………………………………………….......66
4.5 El duelo normal………………………………………………………………...……...69

5 Un giro teórico. De Freud a Lacan…………………………………………..……...73


5.1 De la energía sustancia al cálculo abstracto…………………………………….…74
5.2 Del cuerpo biológico al incorporal………………………………………..………....85
5.3 Afectos al significante…………………………………………………..………….....88
5.4 La pérdida entre mito y topología……………………………………………….......95
5.5 El objeto entre el borde y el agujero ………………………………………..….....101

2
6 El duelo en Hamlet. Función y estructura…………………………………..…...106
6.1 Hamlet: una función de/l duelo……………………………………………..……..106
6.2 Hacia una lectura estructural del duelo……………………………………………107
6.3 El duelo y el Otro…………………………………………………………………….111
6.4 De la pérdida a la locura……………………………………………………………114
6.5 Una inversión de la forclusión………………………………………….…………..117
6.6 De la sustitución a la creación del objeto………………………….……………...120
6.7 Del trabajo a la función del duelo…………………………………………............124

7 Pérdida y creación en Schreber ……………………………………………..……128


7.1 Las memorias de un enfermo nervioso……………………………………..…….128
7.2 ¿Melancolía schrebereana? Una desconsideración freudiana…………………129
7.3 La hipótesis freudiana sobre el duelo en Schreber………………………………137
7.4 La imposible procreación…………………………………………………..............141
7.5 El estatuto ―aparente‖ de la pérdida……………………………………………….144
7.6 Creación de una nueva humanidad………………………………………………147

8 Duelo y psicosis………………………………………………………………………149
8.1 Del fenómeno a la estructura……………………………………………..………..149
8.2 Esquema Z…………………………………………………………………………...153
8.3 Esquema R………………………………………………………….………............156
8.4 Esquema I…………………………………………………………………..………..166
8.5 Conjetura I: Hipérbole, asíntota, tendencia al infinito………………….………...168
8.6 Conjetura II: Pérdida de límite, fuga constante………..……………….………...170
8.7 Conjetura III: Ausencia de significación fálica………………………….………...172
8.8 Conjetura IV: Del agujero abierto al abismo………………………….…………..173
8.9 Conjetura V: Del trabajo del duelo al trabajo del delirio…...…………………….174

9 Conclusiones……………………………..…………………………………………..177

10 Referencias Bibliográficas ………………………………….……………………189

3
Lista de figuras

1. Grafo esquema sexual…..…………………………………………….53

2. Primer esbozo de las psiconeurosis de defensa……………………57

3. Curva simple de Jordan……………………………………………….83

4. Curva cerrada de Jordan compleja…………………………………..84

5. Transformación topológica esfera/laminilla………….………………98

6. Circuito de la pulsión I……….………………………………………..102

7. Circuito de la pulsión II…………………………..……………………103

8. Esquema Z……………………………………………………………..153

9. Esquema R……………………………………………………………..156

10. Diagrama de Venn…………………………………………………159

11. Ternario Imaginario-Esquema R………………………………….160

12. Campo de la realidad superpuesto a ternario imaginario………160

13. Esquema completado por el ternario simbólico…………………161

14. Torsión de una Banda de Moebius……………………………….162

15. Enmarcado del agujero / Extracción del objeto………………….164

16. Esquema I……………………………………………………………166

17. Esquema de Hipérbola / Asíntota…………………………………168

18. Extremos abiertos del Esquema I…………………………………169

19. Distorsión centrípeta. Del Esquema R al I………………………...170

Agradecimientos

4
A la Dra. Nina Leite, quien con paciencia, simpleza y claridad me orientó en la
experiencia de la tesis.

A la Prof. Mag. Mariana Folle por su respaldo a lo largo de todo el proceso.

A los Magíster: Alba Fernández, Sebastián Lema, Marcelo Real, Marilen Bettini
compañeros entrañables de la maestría, lectores de tramos, a quienes debo algunas de las
ideas de este trabajo

A los colegas y psiquiatras del hospital Vilardebó: Dra. Mónica Ayala, Lic. Graciela
Caballero, Lic. G. Pezzani, Lic. Afredo Perdomo, Lic. R. Penino, Lic. M. Couso, Dr. R.
Castillo, Dr. M. Toledo, Dra. L. Falcón, Lic. E. Rattin, Lic. Mónica Rossi, Dr. Mauricio Toledo.

A aquellos pacientes del Hospital Vilardebó que me han enseñado que la locura
puede ser una respuesta al duelo y al dolor.

A aquellos psicoanalistas con los que tuve la oportunidad de discutir algunas ideas
de este proyecto: O. Carrasco, A. Eidelzstein, Ana Hounie, M. Jacob, G. Percovich, E.
Rattin, F. Singer, J. M. Vappreau,

A Guillermo Milán, quien me confió su casa durante la estadía en Campinas, lugar


del primer contacto con la Tutora de ésta Tesis.

Al plantel docente de la cursada académica

A Piero, pequeño que juega a las tesis. A Lucio, que ya viene…

A Gabriela.

5
Resumen

Este estudio cualitativo se propone explorar la problemática del duelo en la


estructura de la psicosis desde un enfoque psicoanalítico apoyado en la enseñanza de
Jaques Lacan. A partir de constatar relaciones significativas entre la desestabilización en la
psicosis en contextos de duelo, se procura poner en discusión una problemática
desestimada desde diversos ámbitos de la salud mental.

A partir de un ideal o norma del duelo fundados en el artículo de S. Freud ―Duelo y


Melancolía‖, se ha desarrollado en la tradición psicoanalítica una lectura del duelo en la
psicosis, que lo sitúa como imposible, patológico o deficiente.

A partir del enunciado ―del trabajo del duelo al trabajo del delirio‖ que siguiendo a
Claude Dumézil llamaremos ―marca del caso‖, se creará una ficción clínica que ilustre el
problema de la investigación.

Basándonos en el paradigma indiciario de Carlo Ginzburg, exploraremos el término


―agujero‖ como indicio del problema teórico del duelo en los textos de Sigmund Freud y
Jaques Lacan, para a partir de allí construir un conjunto de enunciados de carácter
conjetural.

Los resultados señalan que si bien desde el punto de vista formal, la posibilidad del
duelo en la psicosis se ve obstaculizada, en la perspectiva del trabajo con el delirio se puede
conjeturar una modalidad de abordaje que lo haga posible.

Palabras clave: duelo – psicosis – psicoanálisis

Summary

6
This qualitative study explores the problem of mourning in psychotic structure from a
psychoanalytical viewpoint, especially from Jacques Lacan's teaching. After finding
significant relationships between psychotic crisis and mourning, we will discuss this issue
that mental health services and professionals usually disregard.

Following Sigmund Freud‘s article ‗Mourning and Melancholia‘, there is a classical


idealistic psychoanalytical interpretation which stands that among psychotic subjects
mourning is pathological, inadequate and even impossible.

On the contrary, we have conceived the statement ‗from work of mourning to work of
delusion‘ as the starting point of this research. Using an expression taken from Claude
Dumézil, we consider this statement as a ‗feature of the case‘. We are going to illustrate it by
a clinical fiction

In order to formulate a series of conjectural statements, and based in Carlo


Ginzburg‘s ‗indiciary paradigm‘, we will look for the expression ‗hole‘ as a clue of the
theoretical issue of mourning in Freud and Lacan‘s texts.

The results point that there are certain obstacles that impede mourning in psychotic
structure from a formal point of view. But if we consider the work of delusion, we conjecture
that a new clinical approach can make it possible.

Key words: mourning – psychosis – psychoanalysis

7
1 Fundamentación y antecedentes

1.1 Punto de Partida

Esta investigación se organiza en torno a la temática de las psicosis, y pretende


abordar un aspecto particular de su clínica: el duelo. En el contexto de los dispositivos de
internación psiquiátrica y centros de salud mental se constatan con frecuencia
presentaciones clínicas psicóticas en las que predominan elementos de agudeza, gravedad,
dolor y riesgo de vida: primera crisis, episodio psicótico agudo, crisis de excitación psico-
motriz, pasaje al acto, estupor melancólico, intento de suicidio. (Gamo, 2003).

Estudios actuales destacan al duelo como factor etiológico, desencadenante y/o


desestabilizador en pacientes psicóticos. (Gamo et al, 2000; Gamo, 2003; Piper et al., 2001;
Porcel et al, 2001). Múltiples investigaciones han abordado las relaciones del duelo y la
psicosis produciendo entidades descriptivas del fenómeno psicopatológico: duelo patológico
(Freud, 1989b); duelo maníaco o manía de duelo (Bonnafous-Sérieux, Ey, 1938); trastorno
por duelo complicado (Prigerson, Vanderwerker, Maciejewski, 2007), etc. A su vez, estudios
sobre suicidio en cuadros de psicosis destacan la presencia de signos de duelo en dichos
pacientes (Wittmann, D. Smith, P. Rajarethinam, R. Folley et al, 2010; Wittmann,
Keschavan, 2007; Hochman, 2005).

Existe consenso respecto a la escasa literatura e investigación relacionada al


problema del duelo en la psicosis, estando vinculada para ciertos autores a diversos
factores: a) la asociación establecida por la psicopatología entre la pérdida y el duelo, y los
trastornos del humor tales como la melancolía o la manía-depresión (psiquiatría clásica) o
trastornos del ánimo del tipo depresivo mayor o bipolar (DSMIV); (Ferreri, 1987); b) un
supuesto de vulnerabilidad o fragilidad yoica y de la personalidad que impediría la
elaboración afectiva y la integración de aspectos histórico-vivenciales en el sujeto psicótico
(Jackson, 2001; Lucas, 2003).

En tal sentido, la casuística clínica que hemos acumulado en lo personal, en el


ejercicio clínico en centros de internación especializados en salud mental, desde hace más
de ocho años, y respaldada en estudios académicos, nos ha hecho interrogar acerca de la
presencia de acontecimientos de pérdidas significativas actuales o pasadas, como factor
desencadenante o desestabilizador de la estructura de la psicosis. (Gamo et al, 2000 ; Piper
et al., 2001; Porcel et al, 2001).

8
Las tendencias actuales en la asistencia y el tratamiento de la salud mental en
general, y la psicosis en particular, no son ajenas a las condiciones de nuestra época en la
que se apunta al establecimiento del diagnóstico en base al reconocimiento de signos
adecuados a patrones clínicos estadísticos (DSM-IV, CIE-10). Las tradiciones
psicopatológicas relacionadas con la dinámica del psiquismo y la historia del sujeto se
tornan accesorias, privilegiándose a la hora del diagnóstico y tratamiento el fenómeno de
superficie (sintomatología positiva o negativa) y la respuesta terapéutica de tipo
farmacológica y/o convulsionante. Las medidas terapéuticas de tipo psico – social y
psicoterapéutica están escasamente integradas al plan de tratamiento.

Por diferentes factores, el fenómeno del duelo en la psicosis ha sido escasamente


estudiado. No obstante, se observa en la clínica psiquiátrica, la internación y la
rehabilitación, las consecuencias negativas que comporta la pérdida en el paciente psicótico,
traducibles en síntomas negativos y productivos, dolor y ansiedad, pasajes al acto y suicidio
(Wittmann et al, 2010). Desde un punto de vista etiopatológico, surge una contradicción que
entendemos permite el pasaje del problema clínico al problema de investigación. Por una
parte se verifica el impacto de la pérdida y el duelo en el desencadenamiento o
desregulación de la estructura de la psicosis (Gamo, 2003), y por otro se propone desde los
efectores de la salud mental en general, un plan terapéutico basado preponderantemente en
el paradigma biologicista, modelo de intervención de la psiquiatría actual que, en lo
específico de nuestro objeto de estudio, tiende a la psico - farmacologización de los
procesos de duelo. (Tizón, 2007).

El hiato que se produce entre el duelo, la psicosis y su tratamiento, requiere a


nuestro entender la realización de investigaciones que formulen y formalicen el problema,
generen insumos teóricos y prácticas clínicas, y modifiquen a posteriori el estado actual del
asunto. Reconociendo la complejidad del objeto de estudio, nos centramos en el presente
proyecto en un estudio de tipo exploratorio en contexto de descubrimiento. (Hernandez
Sampieri, 2006).

Si los estudios vinculados a la pérdida y el duelo en la psicosis son escasos en la


literatura psicopatológica, la teoría psicoanalítica ha generado algunas respuestas al
problema del duelo en la clínica, siendo escasos o parcializados los constructos teóricos
desarrollados respecto a la especificidad de la psicosis. Entre los autores que destacan
ubicamos a Freud (1989b), Abraham (1980), Klein (1989), Fenichel (1994); Bowlby (1980) y
Tizón (2007). No obstante, se constata que los modelos teóricos desarrollados tienden a
construirse por defecto o comparación respecto de los procesos normales basados en la

9
adaptación a la pérdida como resultado del proceso de elaboración: la sustitución del objeto
perdido (Freud, 1989b), la reintegración del objeto perdido (Klein, 1989), la reorganización
de la pérdida (Bowlby, 1980) o la recuperación del objeto perdido (Tizón, 2007) En este
sentido, y en función de los modelos que operan como referencias, los procesos de la
pérdida y el duelo en las psicosis son concebidos bajo el signo de lo deficiente, patológico,
desviado o imposible. (Freud, 1989b; Klein, 1940; Bowlby, 1980; Tizón, 2007). En tal
sentido, la revisión del estatuto imposible del duelo en la psicosis es propuesta como
un objetivo específico de la presente investigación.

Ante lo arriba expuesto como antecedentes, consideramos que la pérdida del objeto
en la psicosis requiere de la construcción de operaciones conceptuales inherentes al duelo,
en compatibilidad con la lógica de su estructura (Lacan, 2011b; Lacan, 2008b). El modelo
teórico que se construye por oposición o defecto a un modelo ideal que explica procesos
psíquicos del orden de la neurosis, supone la imposibilidad del duelo como resultado. Este
aspecto será revisado críticamente en el presente estudio, a partir de una perspectiva
teórica que posibilite el cambio de perspectiva, desde una comprensión patológica y
normativizada del fenómeno hacia una lógica estructural que la trascienda. En este sentido,
será objetivo específico de esta investigación, el trazado de un sistema de enunciados
conjeturales que contribuyan a una lectura del problema más allá del déficit
establecido

De este modo se explicitan los objetivos específicos del presente estudio


exploratorio que llevará a cabo un recorrido teórico de investigación, partiendo de una
―marca del caso‖ que introduce el problema e interroga la teoría psicoanalítica desde la
perspectiva de J. Lacan. La apuesta de la investigación se enmarca en un objetivo general
tendiente a aportar conocimiento sobre la clínica del duelo en la psicosis.

10
2 Diseño Metodológico

2.1Fundamentación epistemológica

La ciencia de la realidad no se conforma ya con el cómo


fenomenológico: ella busca el porqué matemático. (Bachelard,
2000, p.8)

La presente investigación sobre duelo y psicosis se fundamenta en el discurso


psicoanalítico. Tal decisión supone un problema inmediato a ser explicitado, puesto que a
esta altura de los desarrollos producidos en el campo de dicho saber psicoanalítico, se torna
imposible referir a una doctrina homogénea en la cual converjan una posición ética, una
modalidad técnica, un saber referencial teórico y una perspectiva de la investigación. En
este estudio, apelaremos a la posición psicoanalítica desarrollada por Jacques Lacan,
estando la elección determinada en función de los escasos desarrollos teóricos producidos
en su enseñanza respecto a este tema, tornándose un campo novedoso de investigación
teórica. En el seminario ―El deseo y su interpretación‖ (1958/1959) donde J. Lacan se abocó
a la investigación del duelo, y sobre el cual nos detendremos en un capítulo de este estudio,
los resultados obtenidos están articulados al campo de las neurosis. No hemos encontrado
referencias precisas al duelo en la psicosis en la obra de J. Lacan en general, como
tampoco referencias al duelo en un sentido patológico, imposible, deficitario.

Puesto que partimos del a priori de que tanto ―duelo‖ y ―psicosis‖ son conceptos que
se relacionan al conjunto de los significantes de la teoría psicoanalítica, entendemos que
una investigación que pretende articularlos implica situarlas en tal plano conceptual. Las
acepciones o significaciones producidas en el seno de la ―doxa‖, ―la opinión pública‖ ―sentido
común‖, o incluso las desviaciones que se han producido en el seno de la teoría
psicoanalítica y que tienden a concebirlos como ―seres ontológicos‖, ―entes‖, ―fenómenos‖,
―seres naturales‖ son cuestionados desde ésta posición epistemológica. Nos parece
importante esta aclaración al comienzo del estudio, puesto que suele ocurrir en la teoría
psicoanalítica, que términos que son tomados de la lengua y el uso cotidiano, se vuelven
conceptos en el seno de la teoría (padre, madre, duelo, goce, real, etc.) y la confusión en
este sentido puede conllevar a una degradación de los términos, tanto como a la
proliferación de los malentendidos inherentes a la comunicación.

En este sentido, establecer un estado de situación del concepto de duelo en el seno


de la teoría psicoanalítica, conlleva reseñar grosso modo, una tendencia generalizada a

11
hacer del mismo un fenómeno, un estado o una reacción: ¡X tiene un duelo! Más aún, si el
trabajo de duelo no opera a tiempo, el sujeto correría un riesgo: ¡tener un duelo patológico!
En una suerte de ―iatrogenia psicoanalítica‖ se ha hecho de los términos de la clínica bajo
transferencia, un conjunto de entidades autónomas y una cosificación de los conceptos
(Eidelzstein, 2008b, p.162).

Desde nuestro modo de abordar el problema, el duelo parte de enunciados


abstractos previamente formulados, y no de la elaboración teórica que se realiza respecto a
un dato observable. ¿Acaso es observable un duelo? Estamos aludiendo, en esta segunda
forma de abordaje, a tradiciones epistemológicas empiristas y positivistas que elevan a un
estatuto fundamental el lugar de la observación, y respecto al cual el propio S. Freud no se
pudo desligar completamente:

Como ciencia especial, una rama de la psicología –psicología de lo profundo o


psicología del inconsciente-, es por completo inepta para formar una cosmovisión
propia; debe aceptar la de la ciencia. (Freud, 1998b, p. 146-147)

No obstante, la razón de este argumento no pasa por el análisis de una


epistemología freudiana, sino por el simple hecho de quedar metodológicamente advertidos
de los excesos a los que fue sometido el concepto de duelo por la influencia del paradigma
científico positivista. A lo largo de este estudio, leeremos diversos indicios recogidos en la
obra freudiana relacionada con el duelo, y en los que se constatan (a partir de la razón
científica admitida por Freud), ciertos obstáculos epistemológicos que inciden en la
concepción general del duelo.

En consonancia con los planteos lacanianos respecto a la ciencia moderna, el


psicoanálisis admite a la misma, en su estatuto conjetural (Lacan, 2008c). En este sentido,
se relaciona a los postulados mantenidos por múltiples epistemólogos que coinciden en el
carácter conjetural del conocimiento científico (Popper, 1962; Bachelard 2000; Koyré
1940; Kuhn, 1961). En este sentido, veremos a lo largo de la investigación, alguna de las
articulaciones y diálogos que Lacan mantienen con la ciencia moderna de su época, y que le
permiten levantar algunos de los obstáculos epistemológicos, redefiniendo al concepto de
duelo.

El tema elegido de investigación, por tratarse de un término culturalmente vinculado


a una gama de afectos tales como la tristeza, la depresión o la melancolía, se hizo invisible
en aquellas situaciones en las que las manifestaciones entraban en disonancia o

12
discordancia con lo esperable en el sintagma freudiano del ―duelo normal‖ (Freud, S. 1989b).
Ante la ausencia de declaración explícita de duelo, o la ausencia de estados anímicos que
adopten sus formas o manifestaciones instituidas (pena, dolor moral, melancolía, depresión,
suicidio), corroboramos que en el área de atención clínica, los profesionales abocados al
abordaje, no dan lugar a la formulación de la hipótesis diagnóstica. En este sentido, al
operar los afectos y los pensamientos de la psicosis en un modo discordante respecto a una
referencia de normalidad, la apelación a la observación del fenómeno puede extraviarnos en
el desconcierto, el desconocimiento o el engaño.

Ante tal situación, consideramos necesario llevar a cabo estudios que se


desprendan del realismo ingenuo que reconoce la cuestión del duelo en el plano del
fenómeno como objeto de estudio1. Ante tal obstáculo epistemológico que privilegia una
semiología del duelo o la forma psicopatológica asociada, optamos por circunscribir la
investigación a un paradigma epistemológico que prescinda de la realidad observable e
intuitiva como dimensión fundamental en el desarrollo de su investigación.

En la búsqueda de sinergia y operatividad, apelaremos al método hipotético –


deductivo compartido por epistemólogos tales como Popper (1962), Bachelard (2000),
Koyré (1940), Lakatos y T. Kuhn (1961). Desde esta perspectiva epistemológica, la
exploración racional y el uso de lo abstracto dan lugar a una producción de conocimientos
que en su naturaleza comportan un estatuto hipotético o conjetural. Nuestro abordaje
intentará establecer ciertas ideas o conjeturas, de modo alguna conclusivas, a ser
contrastadas en estudios posteriores (Popper, 1990).

En consecuencia, el supuesto ―hipotético deductivo‖ que da sustento al diseño de


nuestro método, apoyándonos en la construcción de conjeturas, se aparta
considerablemente del método inductivo que fundamenta a la ciencia experimental, basado
en el desarrollo de observaciones o contrastaciones de fenómenos exteriores y tangibles,
para luego desde allí, establecer leyes de valor universal, tal cual lo sostiene el
epistemólogo Mario Bunge (1992).

A partir de la propuesta de investigación sobre las psicosis llevada a cabo por


Lacan, proponemos un estudio exploratorio que se sitúa a partir de una consideración formal

1
En el desarrollo de esta postura epistemológica destacamos los aportes realizados en una clase de postgrado
del Seminario ―El psicoanálisis por venir‖ impartido por el Dr. Alfredo Eidelzstein el 17/4/2009. Facultad de
Psicología. UBA. Inédito.

13
de la psicosis2. Tal decisión está fundada en la particularidad del problema de investigación,
en tanto el abordaje del duelo en la psicosis por el sesgo del fenómeno hace obstáculo a su
elucidación. Esta opción del investigador, se presenta entonces como una solución
alternativa, a lo que de intuición se le oferta en el abordaje fáctico de una realidad sensible
sobre el duelo.

Por otra parte, entendemos que tal perspectiva de la investigación entra en


consonancia con un aspecto ético que desarrollaremos en el punto siguiente, y que requirió
someter el diseño a una revisión metodológica. A la hora de abordar el problema clínico en
la implementación de una serie de entrevistas psicoanalíticas a sujetos psicóticos en
contexto de pérdida y duelo, surgieron serios inconvenientes en la obtención del
Consentimiento Informado, razón por la cual debimos descartar tal opción metodológica. En
la propuesta epistemológica que explicitamos en este subcapítulo, la posibilidad de
detenernos en una exploración que se aboca a los enunciados teóricos o abstractos, no
requiriendo del pasaje a un trabajo de campo o entrevistas con pacientes, permitió sortear el
obstáculo que puso en el cajón aquel Proyecto de Tesis inicial.

2.2 Del consentimiento a la ficción.

En relación a lo recientemente expuesto, una serie de repercusiones relacionadas a


la obtención del Consentimiento Informado, exigieron la reformulación del diseño
metodológico de la investigación que incluía como inicio del cronograma, la construcción de
un caso clínico basado en un conjunto de entrevistas a pacientes internados en un hospital
especializado, con diagnóstico de psicosis en contexto de pérdida o duelo.

En el intento de obtener un Consentimiento Informado, de acuerdo a los criterios


éticos estipulados por las autoridades académicas y sanitarias, surgieron una serie de
inconvenientes con el paciente a quien habíamos empezado a entrevistar. En este sentido,
ideas de reivindicación, daño, perjuicio y querella comenzaron a desarrollarse
paulatinamente, advirtiendo el paciente que con la investigación acabada, conformaría una
Junta Médica a los efectos de revisar su diagnóstico y rectificar sus capacidades psíquicas.
Ante el efecto de persecución desencadenado, se decidió dejar sin efecto la investigación,

2
En el seminario dedicado a la psicosis, J. Lacan propone el abordaje de la misma desde un sesgo en donde el
fenómeno es relegado, siendo la perspectiva de la estructura la que guiará el proceso: "La confianza que
tenemos en el análisis del fenómeno es totalmente diferente a la que le concede el punto de vista
fenomenológico (...). Desde el punto de vista que nos guía, no tenemos esa confianza a priori en el fenómeno,
por la sencilla razón de que nuestro camino es científico, y que el punto de partida de la ciencia moderna es no
confiar en los fenómenos, y buscar algo más sólido que lo explique‖ (Lacan, 2011b, p. 65)

14
continuando con entrevistas clínicas. La decisión fue positiva respecto a la evolución del
paciente, revistiendo consecuencias en relación a la investigación proyectada.

En el extendido y heterogéneo campo de las teorías lacanianas, se ha sostenido


una clásica diferenciación entre las estructuras clínicas en torno al saber: pasión por la
ignorancia (neurosis), pasión por el saber o certeza delirante (psicosis). Esta división no es
sin consecuencias en el pretendido montaje de un dispositivo de investigación, que toca el
saber del sujeto en cuestión. En el campo de las psicosis, la auto referencia y la certeza
pueden operar en el sentido de la persecución, produciéndose una tensión respecto al
documento de Consentimiento Informado exigido en la investigación con seres humanos.

Así, lo que pretendía ser un recurso que aportase cristalinidad, legalidad y garantía
al sujeto en cuestión, devino en una razón para la suspicacia, cuanto no un documento con
el cual querellar a un semejante, a un conjunto de médicos, a una institución gubernamental
o una entidad universitaria. Sabemos que la apelación a la terceridad y la articulación con la
referencia legal en el campo de la psicosis, es un avatar que requiere cierta prudencia
técnica, a efectos de conservar la estabilidad del sujeto.

Por tal razón, y respecto al diseño metodológico inicial explicitado en el Proyecto de


Investigación, y en el que nos proponíamos una serie de entrevistas psicoanalíticas
mediando el consentimiento informado, debimos reconsiderar el lugar del caso clínico en
la investigación, aspecto que deseamos subrayar puesto que del mismo, se desprende una
metodología que intenta tomar en cuenta los inconvenientes acaecidos, al tiempo que
conservar lo medular del tema a investigar.

En el recorrido personal de trabajo clínico con las psicosis, veníamos poniendo en


práctica una idea de alcance particular respecto a su abordaje, que podría resumirse así: el
sujeto de la psicosis lleva a cabo una elaboración delirante de la pérdida. Tal idea tomará la
siguiente forma conjetural en la presente investigación: “Del trabajo de duelo al trabajo del
delirio”. La hipótesis que intentaba ilustrar en un estudio de caso, para de ese modo
contrastar el supuesto hipotético, se tornó metodológicamente inviable por los argumentos
arriba esbozados. Podríamos haber recurrido a consentimientos informados firmadas por
pacientes con los que trabajamos anteriormente en tratamientos concluidos, pero estimamos
que las posibles consecuencias que podría tener esto (descompensaciones) al convocar
aspectos históricos de profunda resonancia afectiva, nos llevó a renunciar a dicha gestión.

15
Por tal razón, y poniendo a trabajar la creatividad metodológica, resolvimos en
conjunto con la Tutora de Tesis, hacer jugar esa idea conjetural como una ―marca del caso‖
(Dumézil, C. 1992) mediante la creación ficcionada de un relato cínico. De este modo, se
produjo un viraje metodológico del caso clínico avalado por el consentimiento informado
según las normas éticas, a la ficción de una ―marca de caso‖ autorizado en una perspectiva
epistemológica que prescinde del dato clínico objetivado en el soporte de su investigación.

En este sentido, el supuesto epistemológico en que se sostiene esta investigación,


no requiere de insumos o datos recogidos en la experiencia clínica. Esto no quiere decir que
la experiencia no tenga un valor en el seno de la investigación. Tal punto de partida de ésta
investigación, supuso una serie de actividades relacionadas: búsqueda bibliográfica y su
lectura indiciaria, el intercambio con profesionales de la salud mental, la discusión de casos
de la tradición psicoanalítica e instancias de docencia universitaria a nivel hospitalario, no
siendo necesario para el presente estudio, el desarrollo de entrevistas a pacientes como
trabajo de campo.

1.3 El marco del caso, la marca del caso

―El caso no es ya el analizante, no es la cura, no es la


observación, ni la anamnesis. Tampoco es el analista. Es todo
esto, un poco a la vez. La marca forma lazo, o lo rompe […] Así
pues, la marca une, pero también horada, corta. Subraya. Tira,
traza, escribe, tacha, barra. Mata también y separa.‖ (Dumézil,
1994, p. 26)

La ―marca del caso‖ como una ficción, lejos de tratarse de una invención
fantástica de un obrar literario, toma prestado su uso de la tradición del Derecho, allí donde
cumple el papel de dar existencia a un ser abstracto o a una noción. En tal sentido, es un
operador abstracto que produce existencia, que señala un lugar en un razonamiento sin por
ello ocuparlo (Dumézil, 1989, p. 25). Poniendo a prueba la potencia creadora del
significante, generador de existencias simbólicas a partir de la nada, la “marca del caso”
hizo posible la generación de una ficción clínica que situó el punto de partida de la
investigación, allí donde la construcción de un caso clínico fue metodológicamente imposible
por razones externas al investigador. Esta ficción trata sobre una paciente ―D‖ que presenta
un cuadro de psicosis al ingreso a una internación en salud mental, exponiéndose en la
ilustración del caso, la maniobra clínica relacionada a la ―marca del caso‖. Tiene en este
sentido una función expositiva de la problemática, no teniendo relación con las metodologías
basadas en el estudio de caso único, la construcción de caso clínico, etcétera.

16
En este sentido, y retomando una conversación con la tutora de esta investigación,
repito las palabras dichas en lengua portuguesa: ―O caso causa‖. Expresión por demás
significativa, que en el pasaje a la lengua española hace posible una doble lectura. En
primer lugar ―o caso‖ como causa de la investigación, en donde la conjetura explicitada da
lugar al interrogante respecto al estatuto teórico del duelo en la estructura de la
psicosis. En segundo término, por homofonía ―ocaso‖ nos lleva al terreno de aquello que
decae, declina o acaba. En este sentido, se trata de una enunciación que dice de la función
de este caso en el conjunto de la investigación: luego de causar, cae.3 Al no tratarse esta
investigación de un estudio de caso, a partir de los reparos éticos que hicieron obstáculo a
tal proyecto, el caso ―D‖ testimonia aquello que causa al investigador, a la vez que busca
situar al lector en el problema. El mismo será escasamente retomado a lo largo del estudio,
debido a que en nuestra formulación metodológica, no hemos concebido necesario generar
triangulación entre el caso, la teoría y la práctica. Si bien la marca del caso como ficción
clínica cae, el rasgo o trazo que originó tal ilustración, ha causado e impulsado nuestra
exploración a lo largo de todo el estudio, al modo de un enunciado conjetural que será
puesto en articulación con enunciados que se produzcan en la exploración.

La introducción de dicha ―marca de caso‖, comportando según el francés múltiples


traducciones4, puede remitir también al ―trazo del caso‖, y en este sentido adopta un relieve
de escritura, de grafo, de línea que delimita un saber no sabido5 en la teoría de la psicosis,
puesto que en lo atinente a la articulación con el duelo, no hemos encontrado en la corriente
psicoanalítica elegida, sistemas teóricos que puedan dan respuesta al problema teórico
formulado. En este sentido, la ―marca del caso‖, en tanto trazo, marca o tacha, denuncia y
delimita el campo del saber psicoanalítico, al tiempo que ―pone en movimiento las
condiciones necesarias para su andadura teórica‖ (Dumézil, 1994, p27).

Las preguntas dirigidas al sujeto de la psicosis, y dependiendo del dispositivo o


artificio clínico en el que se lo aloja, tiene diversos efectos en el sujeto. En este sentido, los
efectos de una entrevista anamnésica o recolectora de síntomas, difiere notoriamente de la
entrevista que se implementa desde una posición psicoanalítica. La posibilidad de alojar el
delirio en el dialogo analítico, situando cierto orden de preguntas relacionadas con la

3
La etimología del término caso, tiene como referencia del latín al término ―casus‖ que a su vez deriva de ―caer‖
(cadere)
4
En el original, el término empleado ―trait du cas‖ puede se traducido, a posteriori de las fuertes resonancias del
concepto de ―trazo unario‖ en la teoría lacaniana, como un trazo en el sentido de una inscripción o escritura.
5
Sostenemos la coexistencia de diversas modalidades de saber no sabido: el que refiere al inconsciente, el que
se relaciona con aquello que aun no se sabe, y el que es imposible de ser sabido. En nuestro estudio, el agujero
que constatamos en la teoría psicoanalítica lo articulamos a la segunda modalidad de saber no sabido

17
pérdida, puede propiciar efectos del orden de un trabajo de duelo. Esta maniobra del
analista, simple en su implementación, pero cuestionada desde ciertas posturas teóricas que
niegan la posibilidad del duelo en el sujeto de la psicosis en general, constituye una marca
de la intervención psicoanalítica. En este sentido, la “marca del caso” logra conservar lo
novedoso de una práctica analítica y lo personal del analista en cuestión, sin poner en
riesgo la dimensión del secreto implicado en su trabajo. La referencia a J. Lacan es
necesaria, ya que fue éste quien acuñó la expresión en una revista en la que refería al
asunto de la publicación: ―más seguridad para evocar lo personal en la práctica, y
especialmente la marca del caso‖ (citado por Dumézil, 1994, p.26)

Desde una perspectiva metodológica que responde al paradigma indiciario


(Ginzburg, 1989)6, articulamos tal enfoque, en el que la lógica del conocimiento del objeto
perdido es posible a partir de las huellas dejadas en el camino.7 La psicosis deja las huellas
de lo insoportable de la pérdida y el duelo, en la arborescencia de sus formaciones del
deliro, la alucinación, el neologismo o el pasaje al acto. La lectura indiciaria permite un
abordaje de la problemática allí donde la agujereada articulación discursiva del sujeto, lo
aleja del relato explícito del dolor y la pérdida.

Tal paradigma de investigación ilustrado en el caso D, es a su vez el que


utilizaremos como método de lectura al realizar nuestra investigación exploratoria en el
seno de la teoría psicoanalítica. Si el trazo del caso marca un saber no sabido en la teoría,
denunciando un agujero en la misma, implementaremos una investigación teórica basada en
la lectura de aquellos indicios o elementos discursivos en apariencia secundarios, que nos
permitan acercarnos al problema de investigación, construyendo un conjunto de conjeturas
en un contexto exploratorio.

Planteamos una exploración de los indicios del duelo en la obra freudiana, en


recorridos excéntricos respecto al texto capital ―Duelo y Melancolía‖ (1989b). Estos datos
secundarios, serán los que finalmente ordenan la investigación en un modo novedoso,
conduciendo la exploración hacia cierto sesgo teórico.

Entre la serie de los elementos recogidos en la búsqueda indiciaria, destacamos el


significante ―agujero‖. El agujero es un significante desestimado o dicho al pasar en los

6
Según Ginzburg, este antiguo paradigma de lo único -en tanto único e irrepetible son la huida y los rastros de
cada presa- fue ya recuperado a fines del siglo XIX por tres disciplinas cuyo objeto de estudio, al igual que la
historia, son los fenómenos individuales: me refiero a la historia del arte, a la criminología y al psicoanálisis.
7
Recurriendo al saber milenario de los cazadores, que en la persecución de la presa, aprendieron a leer cuanto
indicio era dejado por el animal: Ramas caídas, huellas en la tierra o una corteza desgarrada, etc.

18
primeros e intuitivos esquemas freudianos, y que recorre la lectura teórica hasta encontrar
un uso topológico en la perspectiva de J. Lacan. A partir de ese elemento nimio, olvidado en
la doctrina freudiana, o tapado por sombra que proyecta el texto capital del duelo,
recuperamos un precioso elemento que desencadena una línea de investigación. A su vez,
otros elementos fueron recogidos en la lectura indiciaria, articulables según nuestro enfoque,
al significante del agujero: energía, herida abierta, hemorragia libidinal. Como se podrá leer,
se trata de conceptos que tienen una significación que varía en el recorrido de las obras de
Freud y Lacan, abocándonos a lo largo del trayecto exploratorio, a leer las transformaciones
operadas y que inciden notoriamente en la concepción del duelo, y sus posibles
articulaciones a la psicosis.

El recurso a la ―marca del caso‖ y el método indiciario son en este sentido los
componentes de una metodología mixta tendiente a la construcción de un sistema conjetural
en contexto de descubrimiento. El primero, aporta una figuración del problema en la ficción
clínica y una conjetura de intervención en relación a la problemática del duelo y la psicosis.
El segundo, introduce un método de lectura con el cual producir ideas e hipótesis en la
exploración de la teoría psicoanalítica.

19
3 El duelo entre la psicopatología y el psicoanálisis

Releía para preparar esta reunión, un artículo ya antiguo de 1908,


donde Abraham describe el comportamiento de un demente
precoz, y su así llamada desafectividad, a partir de su relación con
los objetos. Aquí lo tenemos habiendo amontonado durante
meses, piedra sobre piedra, guijarros vulgares que tienen para él
el valor de un importante bien. Ahora, fuerza de amontonar tantos
sobre una tabla, ésta se quiebra, gran estrépito en la habitación,
barren todo, y el personaje que parecía acordar tanta importancia
a los guijarros, no presta la menor atención a lo que pasa, no hace
oír la más mínima protesta ante la evacuación general de los
objetos de sus deseos. Sencillamente, vuelve a empezar y a
acumular otros. Este es el demente precoz. (Lacan, 2011b, p. 34)

3.1 El caso “D”

Introducción

A continuación desarrollaremos el caso D, el cual ficciona un conjunto de


entrevistas entre el clínico y el paciente que ingresa a un dispositivo de internación en salud
mental. En el despliegue de algunas sesiones, se ilustra la ―marca del caso‖ que permite
situar al lector en la problemática del duelo y la psicosis, al tiempo que se expone una
perspectiva de la intervención.

El ingreso

La paciente a la que denominaremos ―D‖ es internada en el hospital, luego de haber


sido periciada en una sede judicial. La policía la había tomado por sorpresa en el momento
en que entraba desacatada a una farmacia de barrio con un arma blanca en la mano. Al
momento del ingreso a la emergencia, D realiza una presentación absolutamente hostil,
siendo reticente ante las preguntas de rutina que le dirige el psiquiatra de guardia.

El discurso delirante, ante lo incisivo de las preguntas, finalmente se precipita. D


refiere que la farmacéutica manipulaba los medicamentos. Y que ya estaba muriéndose, a
causa de la adulteración de la aspirina, a la que le había agregado gotas de una sustancia
mortífera llamada pirinea, que la llevaba a respirar ocho veces más de lo normal, al tiempo
que su corazón latía en función de unos impulsos eléctricos dirigidos desde la farmacia. Por
tal motivo, llegado el momento de la primera toma de los psicofármacos administrados

20
desde la enfermería, la paciente se oponía rotundamente, violentándose, agitándose. Tal
imposición fue capturada por la trama delirante de su persecución: en el hospital estaban
combinados con la farmacéutica, y hacían de su tratamiento un negocio multinacional,
experimentando pócimas para luego extender los productos a centros clínicos que tratasen
a otras razas humanas.

El interrogatorio psiquiátrico la comprobaba cada vez más paranoide. La auto


referencialidad de su discurso, y la convicción de sus ideas persecutorias, no eran más que
la super estructura de una agitada actividad alucinatoria que se resistía a relatar, deducibles
por cuanto eran acompañadas de descargas motrices en su rostro. A medida que el médico
penetraba más en el discurso de la paciente, mayor era la articulación delirante al punto que
estaba comprometida la presencia del profesional, blanco de reivindicaciones relacionadas
con la química de los cuerpos. Ante la extracción de sangre realizada para llevar adelante
controles de rutina, D sospechaba de haber sido contagiada con un virus preparado por la
Facultad de Química. Exigía una fuente de internet para poder contactarse con la
Organización Panamericana de la Salud, convencida que estaban estudiando su sangre
porque era de un color negro que excitaba a los hematólogos. Los gestos de hetero
agresividad no cesaban en esos primeros días de internación.

La primer entrevista

Luego de unos días, comenzaron las entrevistas psicoanalíticas. ¿Qué tiene de


singular una pregunta dirigida a la psicosis desde una posición analítica? Me animaría a
pensar que puede diferenciarse de otros discursos, en la medida que el analista supone que
en la palabra del sujeto en cuestión, se aloja un decir aprovechable para la cura. En este
sentido, al analista verse interesado por su palabra, entiendo que potencialmente pueden
atenuarse los efectos persecutorios que el dispositivo le oferta.

Una apuesta a la pregunta por el perseguidor, logrando de esa forma poner a cierta
distancia el objeto, sería el modo en que D comenzara a establecer transferencia, siendo
las más de las veces articulada a la sospecha, la desconfianza y la agresividad. La
farmacéutica era el polo al que por momentos atraía las significaciones de la persecución,
percibiendo que ésta trabajaba incansablemente en las noches, poniendo con cuenta gotas,
unas fracciones químicas en frasquitos de color negro. Etiquetas de remedios que
simulaban una mejora en los procesos infecciosos, para luego matar a los consumidores en
una forma silenciosa, sin dejar rastro alguno de la muerte. D daba señales de conocer como

21
nadie a esa farmacéutica, y eso motivaba la pregunta respecto a las razones de tanto
conocimiento.

D en otra época había sido amiga de la farmacéutica, llegando a participar de un


curso que la habilitaba a trabajar en la farmacia. La relación se deterioró cuando la muerte
del hijo de D, asegurando que ésta mujer había estado implicada en su muerte. En la
historia que nos llegó de Forense, se comunicaba que el joven había fallecido a causa de
una enfermedad en la sangre de origen genético con años de evolución. No sólo la
farmacéutica estaba involucrada. La cadena de farmacias más grande de la ciudad, había
hecho el trabajo sucio y lo seguían haciendo al internarla contra su voluntad.

Cada vez que se levantaba, las motos delivery con las cruces amarillas en los
cajones negros, zigzaguean la puerta de su casa. O peor aún, se detenían en la cuadra de
su casa, espiando lo que D realizaba durante el día. Tocaban el portero eléctrico y se reían
a carcajadas, diciéndole ―soy yo mamá…llegué‖ o ―dejaban jeringas con el semen de mi hijo
que decían ¡matate!‖. D hacía estos relatos acompañados de un semblante de odio. Se
exaltaba en sus relatos, perdiendo por momentos esa delicada línea de lucidez que le
permitía admitir que en el hospital, al menos el clínico que la interrogaba, no la quería matar.

El indicio

D se propone reticente al comienzo de la entrevista. Dice no querer hablar más,


puesto que le han advertido que todo lo que diga será usado en su contra, reclamando el
alta puesto que los que verdaderamente tenían que estar encerrados eran los ingenieros de
la sangre.

Sin advertir la proporción de las ideas delirantes, el tenor de su agresividad, y el


escaso margen de pregunta respecto a su propia historia, le pregunto por la relación con su
hijo muerto, respecto al cuál había arrojado un indicio en el relato delirante de ―la inyección
con semen‖. El escritorio del consultorio en ese momento cae sobre mi sector, en un gesto
enfurecido: - ¡mi hijo está vivo! Lo hacen sufrir en un coma artificial, le extraen toda la
información del ADN, venden el semen a las farmacias. Entrevistas luego, me enteraría que
la mencionada farmacéutica casi asesinada, no había tenido hijos, y D sospechaba que en
la envidia tendida durante décadas, había querido tener una criatura con éste.

La posición clínica se resumía en posibilitar la prosecución de la construcción


delirante, que claramente refería a un tiempo paranoide, con líneas significantes que se

22
entramaban fugazmente, retornando a una situación de perplejidad, ante la cual la única
salida era la injuria desproporcionada, la mirada encolerizada, el silencio reticente. Los
tiempos para las preguntas no eran calculables. Debido a la agresividad de D, optaba por
entrevistarla en los pasillos, evitando o acotando la tensión agresiva de la díada imaginaria,
apelando a la distante presencia de terceros a efectos de matizar esa mirada paranoide. D
aceptaba las instancias. A pesar de la discordancia del discurso, la incoherencia del sistema
de sus ideas, la emergencia de fenómenos elementales, o la oscuridad de sus
comportamientos, no dejaba de resonar una conjetura de trabajo: D intentaba transitar la
pérdida de su hijo en los desfiladeros de un delirio, y la propuesta clínica se resumía en
disponerme transferencialmente para que D pudiera desplegar una trama. Tal versión de
trabajo, era técnicamente cuestionada por el equipo de atención, a razón de que en la
psicosis el sujeto ―no procesa esas cosas‖. En función de la evolución clínica de ―D‖, lejos
estaba de tratarse de una patología del humor o de los estados del ánimo, diagnóstico que
hubiera podido acercar un crédito a la intervención. La entrevista con terceros, aportaría
datos fundamentales respecto a una personalidad previa en la que suspicacia, psico rigidez,
celos, síntomas obsesivos e ideales apasionados, dejaban el terreno preparado para pensar
en un trastorno del pensamiento en el eje de la paranoia.

A pesar de tal terreno diagnóstico, insistía la conjetura del duelo por ese hijo al que
no parecía penar. Relatado en un presente que alejaba toda posibilidad de muerte, los
recuerdos del joven no eran acompañados por el más mínimo gesto de afecto. La
psicopatología hubiera dicho que se trataba de una desapegada, de una aplanada afectiva,
del afecto de una enferma crónica. Pero al tiempo que se trataba de una situación de
indiferencia afectiva, la trama delirante no cesaba de rodearlo a éste hijo oscilante entre la
vida y la muerte.

En las múltiples entrevistas rotaban los perseguidores, no anclando en ningún


significante que pudiera detener la proliferación de las significaciones delirantes, aunque
cierto conjunto de términos se repetían, relacionados con la farmacia, el quimismo, el
laboratorio, la sangre. Líneas de delirio que no podía dejar de pensarlas en los términos de
esa constelación de significantes que cubrían a la muerte del hijo, a pesar de la discordancia
o la forclusión que impedían ser articuladas en el discurso de la paciente.

Insistiendo en una conjetura respecto al duelo, acercaba preguntas que pudieran


permitirle de uno u otro modo referir a la pérdida. En especial recuerdo aquella relativa a lo
que tuvieron que pasar debido a la enfermedad del hijo, explayándose sobre los vericuetos
médicos, máquinas de transfusión, estudios en el exterior, solicitud de donaciones y otros

23
artilugios con los que habían intentado darle vida. Quizás fue la única sesión que D se
quebró respecto a esa postura insidiosa y caracterial con que se exponía en el hospital.

Cierre

A medida que pasaban las semanas, D lograba cierta estabilidad a nivel de la


sintomatología productiva. Seguramente los anti delirantes habían hecho su trabajo. De
todos modos, un núcleo resistente permanecía incambiado: la farmacéutica había logrado
manipular las células madre luego de su muerte, convirtiéndose en la dueña de su sangre,
amo de su vida. Expuesta a los caprichos que a la perseguidora se le ocurriesen, estaba
delirantemente convencida que eran pocos los días que le quedaban en este mundo. Pero a
la paciente no le afectaba una posible muerte debido a lo congénito del mal.

La mayor preocupación de D se centraba en las acciones de la farmacéutica, quien


habiendo manipulado durante años los medicamentos recetados para su enfermedad,
conocía como nadie el cuerpo de su hijo. La certeza delirante la hacía razonar respecto a
todo tipo de manipulaciones ejercidas, en especial la que desembocó en la procreación de
un bebito autoengendrado gracias al manejo de la fertilización in vitro. Ese bebito recién
nacido estaba según D oculto en alguna parte, coincidiendo la fecha del nacimiento con la
de su propio hijo, días antes del ingreso a la internación.

La intervención tuvo su prosecución a lo largo de unas semanas más, donde la


trama delirante en torno a la farmacéutica, el bebé concebido y la manipulación de la sangre
lograban persistir a pesar de los químicos destinados al aplacamiento delirante. Me consta
que en este período de entrevistas psicoanalíticas, la conjetura de trabajo incidió en la
modulación delirante de la paciente, puesto que le acercamos aquello que rechazaba de
plano y no podía articular al embate delirante: la pérdida del hijo. Para tal maniobra clínica,
hubo que suspender una serie de prejuicios relativos a la imposibilidad del duelo en la
psicosis, algo que pondremos a discutir teóricamente en la presente investigación. Al cerrar,
recordar la ―marca del caso‖ que opera en algunas situaciones de ingreso al hospital:

―del trabajo del duelo al trabajo del delirio‖

24
3.2 Duelo y Melancolía: un mal entendido

Manía que tiene la gente (en el caso el gentil Severo) de definir


espontáneamente el duelo a través de fenómenos: ¿No estás
contento de tu vida? – Claro que sí, mi ―vida‖ va bien, no tengo
ninguna carencia fenomenal; pero sin ninguna perturbación exterior,
sin ―incidencias‖, una carencia absoluta: precisamente no es el
―duelo‖, es una aflicción pura – sin sustitutos, sin simbolización.
R. Barthes. Carta del 16/6/78

La melancolía es una de las especies del dolor que desde los griegos hasta nuestra
época, ha sido objeto de innumerables interrogaciones y respuestas por parte de poetas,
filósofos, científicos y médicos.8 A lo largo del siglo XIX, y a posteriori de una renovación del
discurso de la melancolía por obra del alienismo como momento fundacional de la
psiquiatría moderna, la afección melancólica pasó a pertenecer al feudo de la psiquiatría.9
Tal lógica corresponde con un desplazamiento o pasaje más amplio que se produjo en la
historia, de la locura hacia la enfermedad mental (Foucault, 1990).

Desde los primeros ―garabatos‖ freudianos que se registran en la forma de los


Manuscritos o Cartas, el interés por la melancolía ha sido una constante. Freud teoriza
respecto a esa melancolía que ha sido creada en los observatorios de la ciencia
psicopatológica y en los hospitales de la práctica psiquiátrica, especializados en el estudio y
tratamiento de las enfermedades mentales según el método clásico de las ciencias de la
naturaleza, clínica de la mirada que erigía sus objetos en el cenit de un ideal positivista. La
composición sindromática, la descripción obsesiva, la clasificación ordenada y la
objetivación del individuo eran los marcos del cuadro mórbido.

En la lectura de sus comentarios sobre la psiquiatría, Freud deja entrever una


relación marcada por la ambivalencia: en múltiples pasajes se constata una crítica explicita
respecto a sus progresos, orientaciones, métodos, criterios etiológicos y tratamientos.10 En

8
Lejos de ingresar en una interminable descripción de las versiones producidas en la historia de la melancolía,
en donde se observaba heterogeneidad en torno a supuestos etiopatologicos, definiciones y tratamientos, nos
interesamos por la melancolía que deviene objeto de análisis en Freud, la melancolía que en su contexto
histórico ya es una enfermedad mental.
9
En É. Esquirol ubicamos uno de los primeros estandartes de un largo proceso de depuración o purga del
término de la melancolía de la jerga médica, puesto que se trataba de una acepción vulgar, de poetas y
moralistas. (E. Esquirol, 1976)
10
―Dentro de la medicina, es cierto que la psiquiatría se ocupa de describir las perturbaciones del alma
observadas y de reunirlas en ciertos cuadros clínicos, pero por momentos los propios psiquiatras dudan de que
sus clasificaciones meramente descriptivas merezcan el nombre de una ciencia. Los síntomas que componen
esos cuadros clínicos no han sido individualizados en su origen, ni en su mecanismo, ni en su enlace recíproco;
no les corresponden alteraciones registrables en el órgano anatómico del alma, o esas alteraciones son tales que
a partir de ellas no podría explicárselos. Y esas perturbaciones del alma sólo son susceptibles de influencia

25
relación a las melancolías y las depresiones, y como efecto de una época en al que se
expandían las variedades de la depresión y se solapaba la categoría de la melancolía en las
faldas de la locura maníaco depresiva en un mismo eje de las patologías del humor, la
multiplicidad de términos e imprecisiones relacionadas con tales nosologías y cuadros
descriptivos no hacían más que justificar el mal estar de S. Freud. Cual una babel de
cuadros del humor, pululan en los textos freudianos los términos: melancolía ansiosa,
melancolía anoréxica, melancolía de angustia, melancolía – manía, depresión periódica,
melancolía senil, melancolía mixta. El propio comentador de la obra, J. Strachey va a
advertir al lector respecto a la confusión freudiana, ya que según éste, el vienés toma por
melancolía casos que son depresiones leves. (Freud, 1979c)

En este sentido, una de las estrategias freudianas de discernimiento respecto a un


saber psicopatológico que multiplicaba los términos de la enfermedad mental, coincidiendo
con un empuje sin igual de los padecimientos del humor11, radicaba en ordenar el mapa
nosológico a partir de los criterios etiológicos. En este contexto, el proyecto Duelo y
Melancolía se lo puede concebir como la apuesta a inteligir el funcionamiento de la
melancolía a partir de un orden etiológico psicógeno, dejando por fuera otros cuadros de
distinta etiología:

La melancolía, cuya definición conceptual es fluctuante aun en la psiquiatría


descriptiva, se presenta en múltiples formas clínicas cuya síntesis en una unidad no
parece certificada; y de ellas, algunas sugieren afecciones más somáticas que
psicógenas. (Freud, 1989b, p.241)

Lejos de situar esta investigación en torno a tal entidad del humor enfermo, nos
ocupará alguna de las consecuencias que su desarrollo tuvo en la conceptualización del
duelo. Entre el duelo y la melancolía, se lee en S. Freud, una suerte de circuito conceptual
que alimenta las arterias de un cuerpo doctrinal, puesto que en el ―duelo‖ se ubica una
causa que opera como la coartada para descentrar la melancolía de las formas
constitucionales o endógenas de la enfermedad. En este sentido, en la época en que S.
Freud escribe el texto Duelo y Melancolía, muy recientemente E. Kraepelin había eliminado
a la melancolía como una entidad autónoma, siendo integrada a una categoría mayor: la
psicosis maníaco – depresiva. (Barcherie, 1993, p. 113)

terapéutica cuando se las puede individualizar como efectos colaterales de una afección orgánica por lo demás. ―
( Freud, 1989j)
11
En el punto siguiente se aborda este proceso de especialización y proliferación de la terminología relacionada
al humor.

26
En este contexto, la melancolía por S. Freud considerada, queda etiológicamente
articulada a cierto orden de afecto, deslindándose de los componentes endógenos
considerados por E. Kraepelin. El duelo en el estatuto causal de la melancolía, operará
12
como ese eslabón que reivindica al dolor y la pérdida en la constitución de la enfermedad.
La causa exógena elegida, y en este sentido también diferenciado de lo exógeno o adquirido
para Kraepelin (intoxicación, infección, alcoholismo) responde a un orden subjetivo: la
pérdida del objeto. Desmarcándose de esa hipoteca biologicista que alcanza el máximo
umbral en nuestra actualidad, en la que aun no se han podido establecer las causas o
mecanismos etiológicos de la gran mayoría de las enfermedades mentales, el objeto con el
que S. Freud pondrá a cogitar la afección melancólica será algo tan intangible como la
pérdida del objeto y su afecto: el duelo:

Nuestro material está restringido a un pequeño número de casos cuya naturaleza


psicógena era indubitable. Por esa renunciamos de antemano a pretender validez
universal para nuestras conclusiones y nos consolamos con esta reflexión: dados
nuestros medios presentes de investigación difícilmente podríamos hallar algo que no
fuera típico, si no para una clase íntegra de afecciones, al menos para un grupo más
pequeño de ellas. (Freud, 1989b, p.241)

No obstante la genialidad de S. Freud en asignarle al afecto un estatuto causal, la


articulación del duelo y la melancolía trajo aparejadas otras consecuencias que iremos
desarrollando en esta parte de la tesis, y que se resumen en los términos de un ―mal
entendido‖, puesto que el efecto del texto fue inverso al objetivo propuesto: el estudio se
tornó una referencia en torno al duelo, mientras que la elaboración metapsicológica de la
melancolía no tuvo continuación. (Allouch, J. 1996, p.65).

Freud había propuesto en su trabajo titulado La transitoriedad que el duelo en tanto


enigma, y lejos de poder ser explicado, reconduce a otras oscuras cosas. (S. Freud, 1989k).
Intuimos que la melancolía es una de esas regiones a las que S. Freud ha derivado el
misterio del duelo, hermanados por una estética del dolor que pareciera confundirlos:

La melancolía se singulariza en lo anímico por una desazón profundamente dolida,


una cancelación del interés por el mundo exterior, la pérdida de la capacidad de amar,
la inhibición de toda productividad y una rebaja en el sentimiento de sí que se
exterioriza en autorreproches y autodenigraciones y se extrema hasta una delirante
expectativa de castigo. Este cuadro se aproxima a nuestra comprensión si

12
En punto siguiente se aborda este sesgo.

27
consideramos que el duelo muestra los mismos rasgos, excepto uno; falta en él la
perturbación del sentimiento de sí. (Freud, 1989b, p. 242)

En este sentido, no es casual ni un acto a la deriva, que comencemos un estudio


sobre el duelo en relación a la psicosis remitiéndonos a la melancolía, incluso cuando desde
nuestro proyecto de investigación planeábamos arbitrariamente realizar un estudio que se
apartara de las formas melancólicas de los duelos ―anormales‖, ―patológicos‖, o
13
―aberrantes‖ que quiebran con la norma freudiana del duelo . Este criterio de exclusión, se
fundamenta en un presupuesto que da comienzo al estudio, relativo a un diagnóstico que
recogemos de nuestra práctica clínica: se tiende a visibilizar y reconocer el duelo en la
psicosis, cuando éste adopta las formas melancólicas, produciendo un cierto orden de duelo
que opera respecto a la norma Duelo y Melancolía.

El duelo, el cual en una de sus raíces conduce al término del dolor (dollus) opera
como un hilo de Ariadna, empujándonos una vez más a la melancolía, pero sin perder el
norte de nuestra investigación, que nos hace en este caso ir hacia otras ―oscuras cosas‖ de
la teoría. En este sentido, y siguiendo la lógica epistemológica desarrollada en un punto
específico de este estudio, nos apartamos de las ―tinieblas‖ o los ―misterios‖ del fenómeno,
para ubicar la ―oscuridad‖ en la teoría.14

El desarrollo de nuestro proyecto nos confrontó con la máxima freudiana de la


polaridad que instituye respecto al duelo, y debimos necesariamente ir hacia las regiones de
esa bilis negra imprecisa, recolectando ciertos indicios o restos que nos permitieron orientar
el estudio. Más nos animamos a tentar en esta lección aprendida, un sintagma que ficcione
un origen de la enfermedad mental, al menos a modo de introducción: en el principio fue el
dolor.

Algunos argumentos respaldarán esta afirmación, admitiendo su carácter de verdad


a medias. Un recorrido mínimo por los hitos de la psiquiatría del siglo XIX hacen posible
situar o contextuar el pasaje de la melancolía como propiedad de la psiquiatría a la
comprensión psicoanalítica esbozada por un tal S. Freud en 1917, en el celebre texto Duelo
y Melancolía, el cual retoma nuestro punto de partida, el dolor en la melancolía, el comienzo
de la melancolía a partir del dolor de una pérdida sustraída de la conciencia, la enfermedad

13
Estos adjetivos con que se describe el duelo por fuera de la normalidad freudiana tienen distintas
procedencias: fuentes bibliográficas, intercambio con colegas, etc.
14
En punto 1.1 se explicita la fundamentación epistemológica de nuestro proyecto, siendo a nuestro entender
beneficioso a los efectos de avanzar en un problema que por similitudes fenomenológicas, hace de la melancolía
un polo de atracción de las significaciones del duelo y el dolor.

28
como una respuesta a un dolor inexplicable para Freud y la cercanía semántica, estética y
fenomenológica con el duelo.

Si nuestra apuesta es a indagar la problemática del duelo en la psicosis, y habiendo


reconocido el lastre que el texto Duelo y Melancolía ejerce en nosotros para tal
investigación, no podemos dejar de aludir a este acontecimiento que se produce en la
historia del pensamiento de lo mental. Se trata a nuestro modo de ver las cosas, de un mal
entendido que parte por intentar comprender la melancolía y finaliza con el germen del duelo
patológico. En el mal entendido, la melancolía se revela finalmente desfalleciente, no
pudiendo establecerse una doctrina coherente de su mecanismo. (Pellion, 2003) Por la otra
parte, el duelo adoptará una forma melancoliforme, objeto conceptual que difiere del
proyecto inicial: iluminar a la melancolía partiendo del afecto del duelo. Desde entonces en
la lectura del texto freudiano da que hablar el duelo, instituyendo una lógica que insiste
hasta la actualidad y que deseamos interrogar en este estudio.

Freud apunta a despejar un mecanismo, inteligir una económica, situar una tópica,
elaborar una dinámica, hurgando en el dolor del melancólico a partir de una referencia o
norma: el duelo normal. ¿Consumó tal proyecto? La exploración de la melancolía no parece
haber sido del todo satisfactoria para el mismo Freud, quien al final del texto celebre Duelo y
melancolía declara su inconformidad:

Por más que aceptemos esta concepción del trabajo melancólico, ella no nos
proporciona la explicación que buscábamos. (S. Freud, 1989, p.254)

Freud llega algo tarde al estudio de la melancolía, puesto que luego de sellada la
entidad Psicosis Maníaco Depresiva por Kraepelin, la musa oscura que desde los griegos
daba que hablar, concibiéndosela desde una virtud a homenajear hasta un mal a aniquilar,
poco a poco fue siendo absorbida por las depresiones. En el efecto de la re significación de
la melancolía por obra de las nuevas nomenclaturas del ―siglo DSM‖, un destino trágico la re
enviará a posteriori al museo.

Pero de ese proceso de extinción de la melancolía, que en nuestra época consagra


tal expulsión en los manuales DSM, S. Freud logra desplazar el término de una enfermedad
a la operación de un afecto: el duelo melancólico. La aflicción melancólica desfalleciente en
la historia de la psiquiatría, engendra a la criatura del duelo patológico de una de sus
costillas. El mal entendido Duelo y Melancolía refiere para nosotros a un antes y un
después, a partir del cual lo que venía a ser accesorio o vehículo en el argumento teórico,

29
finalmente devino en un nuevo estatuto para el duelo: duelo patológico, duelo melancólico.
Freud se servía del duelo para inteligir el mecanismo de la melancolía, pero del
razonamiento devino una condensación inseparable que determinó al duelo y sus destinos.
El producto de la operación fue el duelo patológico, y no la elucidación de la propia
melancolía, introduciéndose una nueva norma para el duelo no – normal.

¿Cuál es la criatura nosológica con la cual el psicoanálisis comienza a labrar una


teoría del duelo patológico? ¿Cuál es la manifestación doliente con la cual Freud imagina y
escribe una teoría de la melancolía? Una intrínseca relación une a la melancolía con el
duelo. En tendencia asintótica, ambos términos parecen unirse pero jamás se encuentran.
Freud se encargará de establecer las analogías en el texto Duelo y Melancolía. Y en el
juego de las comparaciones advendrán las diferencias que le permitirán establecer una
original teoría del duelo escindido entre lo normal y lo patológico. ¿Por qué Freud los
acerca? ¿Cuál es el estatuto de esta articulación? ¿Cuáles los efectos de este pacto en el
cuerpo doctrinal psicoanalítico? Como del orden del malentendido, a partir de Duelo y
melancolía se ha establecido en un amplio espectro del corpus psicoanalítico, un régimen
del duelo que divide las aguas entre lo sano y lo enfermo, lo normal y lo patológico. ¿Era
este el objetivo que empujaba a Freud a tal investigación?

Método ensayado en múltiples ocasiones por S. Freud, la de tomar una entidad


como referencia, a efectos de aclarar otra de naturaleza incomprensible15. Influenciado por
las ciencias médicas, concebir la enfermedad como un déficit o carencia respecto a la
norma, le permitió al vienés comprender múltiples problemas: las perturbaciones anímicas a
partir del sueño como paradigma normal, la melancolía a partir del duelo como afecto
normal, etc. En este sentido, Freud retoma una tradición epistemológica médica del Siglo
XIX, la cual concebía a los fenómenos patológicos en una relación de identidad con los
fenómenos normales, salvo por determinadas variaciones cuantitativas.16 En este punto,
nuestra posición explicita cierta ambivalencia, puesto que leemos un S. Freud que apunta a
lo cuantitativo a efectos de establecer diferencias o márgenes respecto a lo normal, y al
mismo tiempo, hallamos un autor que decididamente establece márgenes o diferencias
cualitativas que le dan identidad y autonomía a la entidad melancólica17.

15
En ―Duelo y Melancolía‖ S. Freud nos recuerda: ―Tras servirnos del sueño como paradigma normal de las
perturbaciones anímicas narcisistas, intentaremos ahora echar luz sobre la naturaleza de la melancolía
comparándola con un afecto normal: el duelo‖
16
Sobre este punto recomendamos remitirse al texto ―Lo normal y lo Patológico‖ de G. Canguilhem (1995)
17
Nada más elocuente en este punto, la diferencia cualitativa que nota entre el duelo normal y la melancolía:
―Este caso podría presentarse aun siendo notoria para el enfermo la perdida ocasionadora de la melancolía:
cuando él sabe a quién perdió, pero no lo que perdió en él. Esto nos llevaría a referir de algún modo la
melancolía a una pérdida de objeto sustraída de la conciencia a diferencia del duelo, en el cual no hay nada
inconciente en lo que atañe a la pérdida.‖

30
No obstante lo anterior, desde el mal entendido Duelo y melancolía se produce un
pensamiento dicotómico respecto al duelo en las más variadas escuelas post – freudianas,
proliferando múltiples teorizaciones que responden a esa primer gran marca freudiana:
habrán modos normales y enfermos de llevar a cabo el duelo.

Por consecuencia, las escuelas psicoanalíticas han establecido considerables


aportes al problema, generando ciertas líneas de inteligibilidad en torno a la dinámica del
fenómeno del duelo, pero enmarcando estas conquistas en el paradigma de la normalidad
instituida. Entre los autores que destacan ubicamos a (Abraham 1980; Klein 1989; Fenichel
1994; Bowlby, 1980; Tizón 2007). En dichos modelos teóricos constatamos que los
desarrollos tienden a construirse por defecto o comparación respecto de los procesos
normales sostenidos en la adaptación a la pérdida como resultado del proceso de
elaboración: la sustitución el objeto perdido (Freud, 1915), la reintegración del objeto perdido
(Klein, 1940), la reorganización de la pérdida (Bowlby, 1980) o la recuperación del objeto
perdido (Tizón, 2007). En este sentido, y en función de los modelos que operan como
referencias, los procesos de la pérdida y el duelo en las psicosis son concebidos bajo el
signo de lo deficiente, patológico, desviado o imposible. (Freud, 1989b) (Klein, 1989)
(Bowlby, 1980; Tizón, 2007). No podemos sino concluir que en múltiples post – freudianos,
el legado de una lectura de duelo, a la medida de la norma establecida que opera como
referencia en los respectivos constructos teóricos, conlleva a una clasificación del duelo
entre lo normal y lo patológico.

Habremos de hilar muy fino para intentar despegar estos términos, duelo y
melancolía, normal y patológico. Soldados en la tradición analítica y deviniendo una pieza
cultural por excelencia en la psiquiatría, la psicología y el psicoanálisis en un amplio
consenso de escuelas e instituciones, no será a la fuerza que podamos descomponer esta
relación. ¿Por qué intentar desarticular tal asociación del duelo y la melancolía? Que la
melancolía comparta con el duelo ciertos aspectos en el sentido de los relatos clínicos, los
comportamientos observables y las deducciones semiológicas, lejos permite suponer que se
trata de una asociación inamovible. ¡Allí radica el mal entendido! Y este mal entendido, tiene
consecuencias nefastas en la clínica de la psicosis, cuando determinados supuestos
teóricos devienen obstáculos en la problematización y abordaje del duelo en situaciones que
no se corresponden con la normalidad instituida. 18

18
La ―ficción clínica‖ desarrollada en la primera parte de este estudio revela una modalidad o forma del duelo,
manifestación o apariencia, que lejos se ubica de los patrones o parámetros relacionados a la descripción
freudiana de Duelo y melancolía (1989b)

31
Siguiendo una tradición psicopatológica que se abocaba a la observación
morfológica, a la descripción formal de las perturbaciones, el abordaje del duelo en la
psicosis corre ciertos riesgos, los mismos a los que se vio enfrentado el propio pensamiento
psicopatológico. En la palabra de un especialista tal como Barcherie:

Estos son por otra parte, los problemas que volvieron sospechosa a la clínica –
durante un lapso de medio siglo, y probablemente a justo título, de participar en la
alienación de aquellos cuyas perturbaciones pretendía describir exhaustivamente,
analizar objetivamente, y clasificar racionalmente. (Barcherie, P. 1986, p. 7)

Tal advertencia no es excluyente al campo del psicoanálisis, el cual intentando


desmarcarse desde S. Freud de semejante contexto de generación de conocimiento, puede
verse enfrentado a iguales obstáculos. La clínica psicoanalítica, al menos como la
concebimos, no se restringe a una clínica de los fenómenos, menos aun cuando se trata del
desarrollo teórico de la disciplina. Nuestro problema de investigación de tesis es en este
sentido, un problema teórico que surge en la clínica hospitalaria de los fenómenos, pero que
la trasciende. Y en este punto es que podemos problematizar una teoría del duelo que se
desarticule a una institucionalizada relación con la melancolía. Consideramos que este
cuestionamiento ilumina nuevos campos de interrogación: ¿Cómo pensar el duelo en la
psicosis en modo independiente a la vertiente freudiana de Duelo y melancolía? ¿Tiene que
asociarse necesariamente la psicosis a los semblantes o una estética del duelo para que
sea visibilizado como tal? ¿Puede el duelo en la psicosis manifestarse de un modo diverso a
la tendencia melancólica? Preguntas de una enorme simplicidad como las que exponemos
en este punto, no hacen más que interrogar a una clínica que atada a los fenómenos y al
peso de una historia psicopatológica, difícilmente pueda salir del estancamiento al que la
arroja tal asociación. ¿Por qué S. Freud no escribió Duelo y Paranoia?

El mal entendido de Duelo y Melancolía hizo emerger una ―criatura nosológica‖


llamada duelo patológico o duelo melancólico, a pesar de la voluntad de S. Freud, el cual si
se lee exhaustivamente, nos muestra que una sola vez a lo largo de su obra utiliza tal
expresión.19 Y esa criatura nosológica llamada duelo patológico, se la ha transportado al
campo de las estructuras psicopatológicas, haciendo reflejo en cierto modo de los
postulados freudianos que condensaban al afecto y la nosografía: duelo melancólico.

Los desvíos del psicoanálisis, y las influencias de la psiquiatría en el ―metièr‖ del


duelo, quisieron que la melancolía quedase ubicada en los confines de los trastornos del

19
La única cita que alude dice :―Por un lado, como el duelo, es reacción frente a la pérdida real del objeto de
amor, pero además depende de una condición que falta al duelo normal o lo convierte, toda vez que se presenta,
en un duelo patológico.‖ (Freud, 1989b)

32
humor sobre el cual profundizaremos en el siguiente capítulo, para ser finalmente absorbida
por la entidad kraepeliana mixta. El duelo y la melancolía hermanados por Freud en una
conjunción que según sus palabras ―parece justificada por el cuadro total de estos dos
estados‖ (Freud, 1989b, p. 241) conlleva a una aparente e incuestionable correspondencia
que hunde a nuestro modo de ver las cosas, en una notable expresión romántica del
padecimiento y el dolor.

Pareciera forjarse una modalidad de duelo en donde la exaltación del dolor, los
rasgos de desazón e inhibición, la falta de interés por el mundo, la pérdida de la capacidad
de amar y la ideación de culpa dibujan los contornos fundamentales del cuadro20. En ese
sentido, y por defecto de una fuerte preganancia imaginaria, aquellas manifestaciones
sufrientes o locuras que no se acerquen a esa normalidad establecida (normalidad que va
desde el duelo normal hasta la propia melancolía) quedan interrogadas como expresiones o
modalidades de duelo, deviniendo en hipótesis incomprobables. No obstante lo anterior,
creemos que es en la misma obra freudiana, pero en itinerarios excéntricos a la razón
melancólica, en donde encontramos pistas para la elucidación de modalidades de duelo
que subvierten la normalidad de Duelo y Melancolía.

2.4 Patologías…. ¿del humor o del pensamiento?

Debemos concluir a partir de estos principios que la


alienación es ante todo una lesión de la sensibilidad; no es
en esencia, un trastorno de la razón, de las ideas, del
espíritu…la alienación es un dolor […] (Guislain, 1998)

La apuesta freudiana por una melancolía que se desmarcase de los postulados


hegemónicos de la psicopatología de la época, el estatuto asignado al dolor y la pérdida en
el advenimiento de ésta, nos ha hecho remontarnos en una lectura sesgada e interesada por
el estatuto del dolor en sus relaciones con la locura. En esa búsqueda bibliográfica, nos
encontramos con algunos hitos fundamentales en la constitución del saber psicopatológico,
produciendo ciertas líneas de inteligilidad respecto a los intereses de nuestro estudio. El
primero refiere al dolor en su estatuto de causa de la locura, respecto de la cual derivarán
un sinfín de expresiones nosológica en el pensamiento psicopatológico que adviene desde
el comienzo mismo del alienismo. En este sentido, la melancolía opera como el tronco

20
Aludimos a la descripción sintomática desarrollada por S. Freud en ―Duelo y Melancolía‖(1989b)

33
común del que se irán desprendiendo paulatinamente las diversas patologías. En segundo
término, y articulado a lo anterior, se desarrollará un proceso de escisión entre aquellas
patologías vinculantes con el humor y el afecto por un lado (depresiones, hipomanía,
psicosis maníaco depresivas, trastorno bipolar, etc.), y aquellas otras que se relacionan a
una esfera del pensamiento (esquizofrenias y delirios crónicos). En este sentido,
entendemos que tal tensión entre las patologías del humor y las patologías del pensamiento,
hacen que el duelo sea claramente ubicable en las primeras, y difícilmente articulables en
las segundas. Entonces, tal separación nosológica opera a nuestro modo de leer el
problema, como un obstáculo a la comprensión del duelo en aquellas psicosis que su
presentación clínica se distancia de los semblantes del humor triste o exaltado, contemplado
en el conjunto semiológico de las patologías del humor.

El comienzo de la psiquiatría con P. Pinel, introdujo una excepción al pensamiento


de la locura que lo antecede, puesto que los esfuerzos se concentraron en la diferenciación
entre lo que debía ser tratado en un hospital general y lo que correspondía ser objeto de
tratamiento moral en un establecimiento adecuado para tal fin: el asilo. En relación a nuestro
asunto de investigación, tanto la melancolía como la manía, expresiones de una misma
alienación o enfermedad mental, eran diferenciadas por Pinel de aquellas enfermedades o
afecciones simpáticas o sintomáticas del cerebro, tales como la frenitis o inflamación de la
masa gris, manifestada bajo la forma de una producción delirante y febril. (Stagnaro, J.
2006). En este sentido, el termino melancolía, supone en Pinel un giro sustancial en relación
al tratamiento, puesto que desde entonces, y a razón de que la misma es ocasionada por
una causa de estatuto moral, exige la suspensión de las purgas y sangrías de la bilis negra,
técnica utilizado durante milenios, basada en la teoría de los humores y el desequilibrio de
los mismos como fundamento etiológico de los griegos. (Garrabé, J. 2006). Descartada una
hipótesis milenaria se abría entonces la brecha para pensar la causa de la locura, y por obra
de la suspicacia y el intuitivismo de P. Pinel, poner bajo sospecha al menos el
inquebrantable discurso de las causas biológicas o anatómicas del cuerpo humano como
motor de la enfermedad mental. La causa moral es introducida en el contexto del alienismo,
el cual sostenía a la enfermedad como un monismo, a partir del cual el psicoaptologo
comenzaría poco a poco a explorar sus vetas, distinguiendo mediante ideas claras y
distintas, que no hay la tal unidad de la sin razón.

E. Esquirol en este punto da un paso más, al proponer una distinción de la


melancolía entre 1) una monomanía compuesta por la tristeza, el abatimiento y el disgusto
de vivir que se acompañan con un delirio sobre un único tema, conservando intacta la razón;
y 2) una melancolía sin delirio o pasión triste y depresiva titulada lipemanía. La ausencia de

34
delirio lleva a reducir la parte concedida al entendimiento en la alienación, y permite aislar el
sufrimiento en el fenómeno floreciente de la alienación. (Ehrenberg, 1998). La distinción
entre formas patológicas sin delirio y con delirio (parcial o general) es del orden de un
hallazgo que marca un camino de elucidación psicopatológica en el futuro. En tal época
titulada por Lanteri Laura como el paradigma de la alienación mental, la distinción entre las
afecciones del pensamiento o el humor no estaba aún establecida. (Lanteri Laura, 2000)

La tristeza puede alterar la razón, he ahí un germen de las modernas teorías del
humor que ya prescinde de las sustancias viscosas de los griegos, jerarquizándose el
aspecto afectivo como base del trastorno por sobre lo intelectual. En este sentido, el
alienista francés establece a las penas de la vida, las causas morales y los afectos, como un
factor patógeno en la constitución de la enfermedad (Stagnaro, 2006, p.76) Los alienistas
preparan así el terreno sobre el cual se edificará una teorización psicopatológica sobre el
humor o el afecto vs el intelecto o el pensamiento. Según G. Swain, la melancolía fue
concebida como una enfermedad que hizo ―del sufrimiento del espíritu el principio mismo y
el elemento de trastorno de los alienados‖ (citado por Alvarez, J. Eiras, J. 2006)

Es precisamente J. Guislain, fundador de la psiquiatría belga e influencia directa en


el pensamiento psiquiátrico alemán del siglo XIX que llegó hasta el mismo S. Freud, quien
profundizó en esta dirección. Tal autor concebirá a la enfermedad mental o frenopatía como
una reacción psicológica a un estado de dolor moral o frenalgia. Concebida como una
enfermedad única e inicial, dolor moral o psíquico, a partir de la cual luego surgen los
múltiples trastornos mentales como una reacción secundaria, el autor postula:

Decir que la alienación mental es un trastorno del juicio, de la razón, sería una
proposición errónea, eso seria tomar un síntoma secundario por el fenómeno
fundamental. En su origen, la alienación es un estado de mal estar, de ansiedad, de
sufrimiento; un dolor pero un dolor moral, intelectual o cerebral, como se quiera
entender‖ (citado J. M. Alvarez y J. R. Eiras, 2006, p144)

En contemporaneidad con los planteos del francés Esquirol, para quien la lipemanía
estaba en relación con las penas de la vida o los afectos, el concepto de frenopatía de J.
Guislain viene a afirmar el estatuto moral de la locura que había sido planteado en modo
intuitivo por Pinel. Defendiendo la tesis que reduce toda la patología mental a una sola
enfermedad, Guislain privilegia las alteraciones del humor y de los sentidos como matrices
originarias de la locura, concibiendo a la enfermedad en los términos de una lesión de la
sensibilidad, y no en un trastorno de las ideas o la razón (Lanteri Laura, 2000). De este

35
modo se enfatiza que el dolor moral puede estar latente, no ser aparente, y durar tan poco
tiempo que es reemplazado por otros fenómenos que lo absorben (Stagnaro, 1998). Por
tanto, el concepto de frenopatía como fenómeno inicial de la locura, puede estacionarse en
una melancolía afectiva, ser inherente a la mayoría de las alienaciones mentales, o
comportarse como el período prodrómico de las mismas.

La nomenclatura del psicopatólogo belga supone el aislamiento de las formas


delirantes primitivas, de las formas en las que el delirio es secundario a las perturbaciones
afectivas (depresión, ansiedad, exaltación). Esto es en la consideración de Barcherie un hito
fundamental de la historia de la psiquiatría, puesto que se aísla por primera vez una clase de
psicosis delirante que los alemanes luego llamarán psicosis paranoica, y que se distingue de
las perturbaciones afectivas de tipo maníaco o melancólico. (Barcherie, 1986, p. 42). En
suma, el trabajo de Guislain se destaca por introducir en el campo de la enfermedad mental,
hasta ese entonces monopolizada en el término de la alienación mental, un criterio de
diferenciación o discriminador nosográfico entre formas de deliro aisladas o independientes
de las perturbaciones afectivas.

A estos aportes que introducen una ruptura con la concepción de la enfermedad


única, y comienzan a fracturar la unidad de la locura como un bloque indiferenciado de
afectos y pensamientos en la conformación de la enfermedad, la psiquiatría alemana
influenciada por el autor antes mencionado, profundizará gracias a la obra de Griesinger, -
considerado como el fundador de la psiquiatría alemana. Por un lado, y habiendo sido
fuertemente influenciado por el belga Guislain, a través de su maestro A. Zeller, fundamenta
un modelo nosológico en el que todas las enfermedades mentales derivan de una lesión
inicial de tipo emocional, de una emoción ―depresiva‖, de un dolor moral (Alvarez, J. Eiras,
2006). Al decir de Barcherie, lo sobresaliente del pensamiento de Griesinger radica en el
rasgo asignado a la locura:

[…]una perturbación generadora sutil, del orden de la experiencia vivida mas que del
concepto claro, cuya forma mórbida acabada no es más que una elaboración
intelectual. Es la primera aparición de una fenomenología de las ―vivencias delirantes
primarias‖ (Jaspers), así como de una distinción de estratos de estructura diferentes
en la masa de los fenómenos delirantes (idea que de Clérambault o Guirard
retomarán posteriormente) (Barcherie, 1986, p.46).

En una concepción monista de la enfermedad mental, y de allí que se incluya en el


paradigma de la alienación mental, la lesión inicial puede según el autor, evolucionar hacia

36
una enfermedad del entendimiento, de las ideas o el juicio. Por tal razón, la nosología de
Griesinger propone una distribución de los cuadros en formas primarias, en las que el
factor afectivo o dolor moral es esencial, distinguiendo una multiplicidad de cuadros
clínicos, introduciendo una idea que inaugurará el capítulo de las enfermedades mentales, al
proponer el criterio de evolución de las formas clínicas. En las formas secundarias,
generalmente lesionales, y a posteriori de la emoción depresiva inicial, ubica a las formas
del delirio sistematizado con debilitamiento mental y deformación del yo, demencia agitada,
demencia apática e idiotismo. En este sentido Griensinger, retoma la idea de Guislain,
profundizando en la construcción de un grupo de los delirios crónicos, aislados e
independientes y propone una etiología de la enfermedad mental centrada en una
causalidad moral.

En este breve relato con el cual pretendemos retomar una tensión significativa en
la historia de las enfermedades mentales, se recrea el pensamiento de aquellos
psicopatólogos que a un tiempo que inauguraban una disciplina de la enfermedades
mentales, introducían en el seno de la medicina la problemática de los afectos y los humores
en la producción de la locura, estableciendo un sistema de nosologías que se organizaba
en torno a estos.

Punto de inflexión de la psicopatología, por tanto que agotaba un método de


observación en el ejercicio de una clínica sincrónica, haría intervenir un criterio evolutivo,
importado de la medicina interna, en la determinación, descripción y compilación de
múltiples entidades mórbidas autónomas e irreductibles entre sí. Si la tarea de los
precursores de la psiquiatría fue la de separar la enfermedad mental de naturaleza única
respecto al resto de las enfermedades médicas, la tarea de los psicopatólogos de ese
segundo período consistió en establecer las diferencias en el seno de la enfermedad mental.

En este contexto que podemos precisar en un segundo paradigma de las


enfermedades mentales según lo consigna Lanteri Laura (2000), mediando los avances en
la distinción de los cuadros en función de los trastornos de lo afectivo o del pensamiento
imperante por un lado, la influencia del saber neurológico por otro, a la vez de la
consideración del factor evolutivo, la distinción entre los cuadros del humor y del
pensamiento se cristalizaron en una extensa variedad de entidades nosológicas, esencias
de la enfermedad. Desde entonces, la ruptura con la idea de una enfermedad única o
alienación (Pinel) o psicosis única (Griesinger) agotaba su consistencia, abriéndose la malla
nosológica entre cuadros del humor y cuadros del pensamiento principalmente.

37
La mera distinción entre un delirio que responde a un trastorno intelectual tal cual
como se puede concebir en la esquizofrenia o bien un delirio que responde a un trastorno
afectivo tal como se lo puede concebir en una melancolía, requirió de un largo proceso de
decantación nosológica que no deja de conservar algunas fisuras epistemológicas. Es
imprescindible en este punto la cita con Kraepelin, quien llevó a cabo una verdadera
sistematización de categorías, a partir de aquel babel de saberes compuestos por
agrupaciones sindromáticas, supuestos etiológicos, hipótesis lesionales y problemas
funcionales con los que se pretendía ordenar exhaustiva y coherentemente el saber
psicopatológico.

En su Manual de Psiquiatría (1909), y recapitulando las nosologías de Falret –


Baillarger, propondrá a la Locura maníaco depresiva (LMD), la cual es concebida luego de
sucesivas revisiones, como un proceso patológico constituido por la sucesión de accesos de
dos tipos: estados maníacos, estados depresivo y estados mixtos. Sirviéndose del concepto
de endogenicidad de Moebius (1893) que supone la ausencia de factor etiológico externo
precipitante y a la predisposición interna hereditaria para desarrollar una enfermedad, la
LMD pasó a integrar el grupo de las enfermedades endógenas – constitucionales
compartiendo la etiología con clases como la paranoia, la histeria, psicopatías y oligofrenias.
En este sentido, al relacionar esta entidad al concepto de endógeno, ubicaba el terreno de
la enfermedad mental en las geografías del cuerpo, la biología y la personalidad,
minimizándose el factor exógeno en la determinación de la enfermedad, quedando
restringido a las intoxicaciones, las infecciones o algún evento traumatizante. (Stagnaro,
1996, p. 13)

El estado de situación, y recapitulando los principales momentos de este recorrido,


diremos que se escindió lo que en una etapa comenzó siendo un criterio para diferenciar
cuadros psicopatológicos en un tiempo de incipiente construcción del saber psiquiátrico. En
tal sentido, los trastornos del humor o afectivos coronaron su desarrollo y autonomía en la
clasificación kraepeliana, la cual finalmente termino proponiendo un sistema etiológico
predominantemente endógeno, quedando en el olvido o siendo un factor secundario aquello
que había promovido tal gestación: la causa moral, el dolor, la frenalgia, etc. En tal orden de
cosas podríamos sintetizar que la perturbación del humor fue afectada por un proceso de
biologización, constitucionalidad, endogenicidad.

No podemos dejar de reconocer a Freud en este contexto, introduciendo ideas


subversivas respecto a la psicopatología de Kraepelin, puesto que revindica el lugar de la
causa al dolor y la pérdida del objeto. Presumimos que en buena medida el pensamiento

38
arriba esbozado, centrado en el dolor como motor de la enfermedad, ha sido determinante
en las argumentaciones que dan lugar a Duelo y melancolía.

En la literatura freudiana, la determinación del pensamiento de Griesinger en el


desarrollo de postulados centrales del psicoanálisis tales como el cumplimiento de deseo
como rasgo común al modo de representación del sueño y de la psicosis (Freud, 1989g). En
este sentido, y siendo explícitamente reconocido por el propio Freud dicha influencia, el
aporte de Griesnigner (maestro admirado de Meynert,) incidió notablemente en las
elaboraciones psicoanalíticas de la psicosis:

El tipo más extremo de este extrañamiento de la realidad objetiva nos lo muestran


ciertos casos de psicosis alucinatoria en los que debe ser desmentido el
acontecimiento que provocó la insania (Griesinger). (Freud, 1989m)

Tal extrañamiento de la realidad, que alude en la obra freudiana a la Amentia de


21
Meynert , contemplado en el trabajo del duelo que se explicita en Duelo y melancolía, nos
da la pauta de cómo el pensamiento alemán que reivindica al dolor en la irrupción de la
psicosis, opera como un hilo de Ariadna que lo conecta con el psicoanálisis, y que en este
estudio proponemos recuperar en su estatuto de conjetura.

Ante la reseña realizada que propone explicitar brevemente la fractura o escisión


entre las patologías del humor y del pensamiento producida, en S. Freud la cuestión del
duelo y el dolor fue vinculada a la melancolía, dejando un lugar vacante en la elucidación de
las relaciones entre el duelo y los delirios crónicos. Los estudios específicos de duelo y
psicosis replican desde Freud un mismo problema: se trata de estudios que cuanto mucho
se abocan a las psicosis relacionadas a la esfera del humor, reconociéndose una laguna
evidente cuando de trastornos del pensamiento se trata.

Al proponerse conjuntos psicopatológicos aislados, en donde lo afectivo es primario


o secundario respecto a la enfermedad, ciertas psicosis tal como la paranoia o la
esquizofrenia corren el riesgo de minimizar el estatuto del dolor o el afecto en la constitución
de la enfermedad. De este modo, cierto orden de prejuicio teóricamente fundamentado,
obtura la posibilidad de intervenir ante el duelo en la psicosis. Lo interesante radica aquí,
que es en la misma historia de la psicopatología desde donde se puede levantar tal

21
En el punto 3.4 haremos un desarrollo de tal noción, y sus relaciones con el duelo. Allí notamos un aspecto
sobresaliente en nuestro estudio, puesto que el mecanismo fundamental de la psicosis planteado por Freud, y
retomado por Lacan en el concepto de forclusión, surge precisamente de la articulación de lo ―insoportable de la
pérdida‖. En este punto, leemos en acto las ideas que pujaban antiguos psicopatólogos que proponían al menos
de un modo intuitivo, las relaciones entre el dolor, la locura y la alteración de la realidad.

39
prejuicio. Entendemos necesario poner a cuestionar tales supuestos, a razón que
sostenemos en modo conjetural que en las psicosis, el duelo puede operar como factor
desencadenante o desestabilizador del sujeto, retomando las ideas que dieron inicio al
saber psicopatológico.

3.5 El psicoanálisis. Objeto devenido de un duelo

Podemos localizar este momento histórico en la correspondencia


con Fliess, en el año 01 en el que el inconsciente se abre por vez
primera vez cuando cesa el duelo por el padre. Freud habla allí de
su escucha dividida, desgarrada, entre un saber constituido que,
aunque muy brillantemente, sigue estando no obstante en la
dinastía de los amos, y una verdad que le hace preguntas desde lo
más cerca de lo que escucha, pero que aún no se escribe (Scilicet
6/7)

En el contexto de la investigación freudiana de finales del siglo XIX que prologa los
subversivos hallazgos de la sexualidad y el inconsciente, el texto de Hamlet fue considerado
una réplica o analogía de la trágica historia de Edipo, centrando sus semejanzas en tópicos
ancestrales como la posición en relación al parricidio y al deseo del objeto materno.

En este sentido el tratamiento que Freud le dio al asunto Hamlet, estuvo desde un
comienzo articulado al drama edípico, cobrando un valor argumentativo y probatorio de la
hipótesis del futuro ―complejo de Edipo‖. La analogía establecida entre la tragedia de
Sófocles22 y Shakespeare, escrupulosamente desarrollada por múltiples psicoanalistas,
continuando la marca empuñada del creador del psicoanálisis, produjo en ese sentido una
escansión en el texto Hamlet, quedando a un costado la cuestión del duelo.

No obstante lo anterior, S. Freud destacará una diferencia efectiva entre esas


piezas literarias, variantes de la vida anímica puestas en juego para tratar un ―idéntico
material‖. Mientras que en Edipo Rey, la fantasía es traída a la luz y realizada en el
asesinato del padre, en Hamlet se revela el progreso secular de la represión, razón por la
cual los deseos son inferidos, por sus consecuencias inhibitorias: parálisis de la acción,
exceso del pensamiento, auto reproches y culpa inconsciente, son resumidamente los
elementos o la figura que resalta sobre el fondo de Hamlet. (Freud, 1989g)

22
Aludimos a la tragedia de Edipo Rey.

40
Respecto a esta versión moderna del Edipo, el texto de La Interpretación de los
sueños destinó buena parte de sus desarrollos, a inteligir aquellas maniobras o figuras de la
represión, exitosas en cuanto lograban deformar los deseos inconscientes, mediante un
―trabajo del sueño‖. En este sentido, la obra de Freud, intentó elucidar esas manifestaciones
de la vida anímica paradigmáticamente expuestas en el drama Hamlet, puesto que entre los
deseos de muerte y la ejecución del acto, se producía un ancho intersticio de rodeos
psíquicos que alimentaban el guión del drama. Eran aquellos vericuetos de la vida anímica
del héroe moderno, y no los de Edipo Rey, los resortes de la investigación freudiana. Y por
tanto, desde este punto de vista la obra de Hamlet restituyó su función en la investigación de
lo edípico, otorgándole al texto un resorte heurístico.

¿Por qué Freud debe acudir a Hamlet, disponiendo de la tragedia de Edipo Rey?
¿No era suficiente el recurso a la zaga griega? En cierto modo la respuesta está dada
arriba, centrada en la insuficiencia de elementos que tal versión expone, respecto a la
psicología del héroe moderno representada por Hamlet. Pero por sobre todas las cosas,
entendemos que la tragedia de Hamlet opera para S. Freud en un orden de espejismo o
identificación imaginaria (a – a´). Entre la versión antigua y la moderna, ¿en dónde situar a
S. Freud? La respuesta no se hace esperar: se trata de una réplica del héroe moderno, y su
historia del auto análisis da solventes fundamentos.

Llamativamente S. Freud pareciera hacer de Hamlet un uso objetivo o instrumental,


tomándolo a su antojo para ampliar la interpretación del texto edípico, cuando
paradójicamente es el texto el que en buena medida lo turba en sus pensamientos e ideas.
En este sentido, la obra inglesa cumple para Freud una de las funciones imaginarias más
antiguas develadas por el teatro griego: la catarsis mediante la identificación al personaje del
héroe, espejo de sus íntimos escrúpulos de conciencia.

En el texto titulado Personajes psicopáticos en el teatro (1905), S. Freud hace una


exposición sobre la función del teatro, aludiendo especialmente al fenómenos de la
represión en la obra de Hamlet y sus efectos en el espectador.23 Bajo el peso del argumento

23
En especial destacamos el siguiente párrafo en el que resume buena parte de su posición: ―El primero de
3
estos dramas modernos es Hamlet. He aquí su tema : Un hombre hasta entonces normal se vuelve neurótico
por la índole particular de la tarea que se le encomienda ; un neurótico en quien una moción hasta entonces
reprimida con éxito procura imponerse. Hamlet se singulariza por tres características que parecen importantes
*
para el problema que tratamos: 1 ) El héroe no es un psicópata sino que se vuelve tal en la acción considerada.
2 ) La moción reprimida se cuenta entre aquellas que lo están en todos nosotros por igual; siendo su represión
uno de los fundamentos de nuestro desarrollo personal, lo que la situación pone en entredicho es esa represión
misma. Estas dos condiciones nos facilitan reencontrarnos en el héroe; somos susceptibles del mismo conflicto
4
que él, pues «quien en ciertas circunstancias no pierde su entendimiento, es que no tiene ninguno que perder».
3 ) Pero parece condición de la plasmación artística que a esa moción que pugna por llegar a la conciencia, pese
a ser ciertamente notoria, no se la llame por su nombre; así el proceso se consuma de nueva en el espectador

41
citado, Freud confiesa la identificación que en él produce el drama de Hamlet, leyéndose la
íntima relación que a pesar de los siglos lo unen al héroe moderno. ¿Cuál es el punto de
simetría respecto al Príncipe de Dinamarca? A la letra: ―el mismo conflicto‖ (Freud, 1973, p.
1273)

Cierta captación especular reúne a S. Freud en la imagen de Hamlet, anticipando


en los callejones sin salida del drama del Príncipe, la constelación de los deseos edípicos de
la historia del sujeto Freud24. A falta de un Hamlet analizante que proporcione los sueños de
donde inteligir los mecanismo de la represión típicos de la cultura moderna, el inconsciente
más cercano que tendrá a su mano provendrá del propio material de sus sueños y fantasías,
recuerdos y olvidos que serán dirigidos a su gran amigo W. Fliess. Precisemos este punto
en el análisis del autor:

Hamlet lo puede todo menos vengarse del hombre que eliminó a su padre y usurpó a
este el lugar junto a su madre, del hombre que le muestra la realización de sus
deseos infantiles reprimidos. Así, el horror que debería moverlo a la venganza se
trueca en autorreproche, en escrúpulo de conciencia: lo detiene la sospecha de que él
mismo, y entendido ello al pie de la letra, no es mejor que el pecador a quien debería
castigar. (Freud, 1989g, p.)

El rey Claudio le muestra a Hamlet los deseos reprimidos, al tiempo que Freud
aprehende en Hamlet algo de los propios. La tensión entre el deseo de saber respecto a ese
patrimonio de la mociones psíquicas infantiles de su historia, y la tendencia a hacer el ―Uno‖
junto a Edipo y Hamlet, aquietando las aguas de la culpa en una profunda teoría universal,
recorren esos primeros tiempos de la gestación freudiana. Pero a Freud no le alcanzó con
reconocer ―el crimen universal‖ que recubría esa zona de la constitución subjetiva, sino que
fue a la búsqueda de los mecanismos y resortes que pudiesen fundamentar la actividad
anímica mediante una argumentación con pretensión científica.

¿Cuál es a nuestro modo de leer los comienzos de Freud, el punto de arranque de


este artilugio? Homologo al que Hamlet le muestra, ―el mismo conflicto‖: los auto reproches,
la ambivalencia y la culpa respecto al padre. ¿Cuáles eran los pensamientos que por aquel

cuya atención ha sido distraída, y el es presa de sentimientos, en vez de darse cuenta de lo que ocurre. De ese
modo se ahorra, sin duda, una cuota de resistencia como la que vemos en el trabajo analítico, donde los retoños
de lo reprimido, por provocar una resistencia menor, llegan a la conciencia, lo cual es rehusado a lo reprimido
mismo. (Freud, 1973, p. 1273)
24
―¿De qué manera justifica el histérico Hamlet su sentencia: ―Así es como la conciencia moral hace de todos
nosotros unos cobardes?, de qué manera explica su vacilación en vengar al padre matando a su tío ese mismo
¨Hamlet que sin reparo alguno envía a sus cortesanos a la muerte, y asesina sin ningún escrúpulo a Leartes? No
podría explicarlo mejor que por la tortura que le depara el oscuro recuerdo de haber meditado la misma fechoría
contra el padre por pasión hacia la madre.‖ (Freud, 1989i, p.307)

42
tiempo aquejaban a S. Freud, y exponiéndolo a una identificación especular con Hamlet?
En el rastreo epistolar leemos que en las postrimerías al fallecimiento del anciano padre,
reconoce que en ―los oscuros caminos situados detrás de la conciencia oficial‖ la muerte lo
ha afectado, y resurge con ella ―todo el pasado‖. Un ―estado de desamparo‖ confiesa estar
padeciendo a partir del cual emerge en días un sueño clásico en las biografías del autor y
que se puede sintetizar en ―se ruega cerrar los ojos‖:

Al local lo reconocí enseguida como la peluquería que visito diariamente. El día del
sepelio tuve que esperar algo ahí y por eso llegué un poco tarde a la casa del duelo.
Mi familia se mostró entonces descontenta conmigo por haber yo dispuesto que los
funerales fuesen discretos y sencillos, lo cual luego se reconoció muy atinado.
También me echaron un poco en cara el retardo. La frase del cartel es de doble
sentido y quiere decir, en ambas direcciones: «Uno tiene que cumplir con su deber
hacia el muerto». (Una disculpa, como si yo no lo hubiera hecho y necesitara
*
indulgencia; y el deber tomado literalmente.) El sueño emana, entonces, de aquella
inclinación al autorreproche que regularmente se instala en los supérstites. (Freud,
1989i, p. 273)

Acontecimiento Freud, subrayemos, puesto que el sueño es en las palabras del


autor, lo que lo sumergirá en el análisis de los sueños, en ―Die Traumdeutung‖. Ese ―lindo
sueño‖ aludirá a los auto reproches o culpabilidad que derivan de sus actos: haber llegado
tarde al funeral por haber perdido minutos en la ―peluquería‖, ordenar que los rituales fuesen
―breves y sencillos‖. Tal cual lo desarrollaremos en otro punto de este estudio, la
abreviación de los funerales es uno de los aspectos que J. Lacan destaca de la obra de
Hamlet (¡a diferencia de Freud que jamás hizo una referencia a este aspecto sino como
―mea culpa‖!) situando allí una de las claves del problema del drama.

En el caso de Freud, espejeado con el Príncipe en nuestra lectura, el retorno de


esta abreviación del funeral es interpretada por el soñante como ―el deber del hijo es cerrar
los ojos del padre muerto‖ o ―se ruega «cerrar los ojos» (mostrar indulgencia) ante el hijo si
este no cumplió con su deber en lo tocante a los funerales.‖ (Freud, 1989i, Carta 50). De
este modo, la sensibilidad a la actividad onírica despertada con la muerte del padre, le
permite a Freud comenzar a leer en sus textos, aquello que reconocía en Hamlet, y que en
la tríada con Edipo Rey, lo acercaba a las ambivalencias edípicas, a los conflictos de su
propia historia removida en la muerte del mismo. ¿Cuando se produce el debut del término
edípico, al menos en forma intuitiva o anecdótica, en la obra freudiana? Un freudologo de

43
magnitud reconocida, tal cual como J. Strachey25, enlaza los acontecimientos de tal forma,
que concluye situarlo en el año 1897. Postrimerías de la muerte del padre de Freud, en
donde el suceso de la pérdida se traduce en un acontecimiento fundamental en la
construcción de La Interpretación de los sueños, según sus propias declaraciones.

En la genealogía de la construcción freudiana, ante la muerte del padre, la


recurrencia del auto reproche y al culpabilidad inconsciente cobrará una presencia notoria
en la teorización de lo edípico, convergiendo en la escritura teórica un mismo encuentro
fantasmático que entrama al drama de Hamlet y a las formaciones oníricas de S. Freud. No
obstante, cabe subrayar que sobre idéntico material versará la lectura princeps del duelo,
puesto que desde los comienzos en el Manuscrito N en donde se alude al auto reproche
como ―una exteriorización del duelo‖ hasta el texto princeps de Duelo y Melancolía, la
operación de la culpa en el complejo sesga al duelo en la dirección edípica.

En la interpretación de D. Anzieu, fue necesario este ―duelo doloroso‖ para que


Freud sintiera remontarse desde su infancia más remota un sentimiento oculto de
culpabilidad respecto a un padre que admiraba e idealizaba (Anzieu, D. 1987, p. 202). En la
experiencia de la pérdida, y mediando el juicio de una familia que censuró sus acciones
entorno al estilo de funeral, Freud comienza a sacudir la ambivalencia respecto al padre,
emergiendo las confesiones de rivalidad edípica26 que anudará al Edipo Rey y Hamlet en un
teoría de alcance universal. Cierta correspondencia se lee en ese gesto repetitivo del
crimen en el que convergen las diversas líneas de lectura, alimentando la ilusión o
apariencia de lo mismo: el deseo parricida, el amor a la madre.

A nuestro modo de leer el asunto, la estructura del bucle puede ser un buen recurso
de escritura para poder situar la diferencia que se produce entre las diversas instancias de
lectura: una vuelta pasa por Edipo, una vuelta pasa por Hamlet, una vuelta pasa por Freud.
No es posible leer una repetición idéntica en este sentido, y la primer razón es que el propio
Freud cuenta la cuenta de los crímenes, aunque tienda a hacer de ella ―un solo pensamiento
de validez universal‖.27 Freud asumió la sumersión en el bucle, y en el análisis de sus
sueños, fantaseos o formaciones del inconsciente logró apropiarse de cierta estructura de la
subjetividad, rompiendo con una ética irresponsable de leer los dramas del sujeto en el

25
James Beaumont Strachey (1887 - 1967) fue un psicoanalista inglés principalmente conocido por ser el
traductor de las obras completas de Sigmund Freud al idioma inglés. Compilador de las obras freudianas que
tomamos como referencia principal en este estudio.
26
En la carta 71 expresa: ―También en mí he hallado el enamoramiento de la madre y los celos hacia el padre, y
ahora lo considero un suceso universal de la niñez temprana‖.
27
En la carta 71 dirigida a W. Fliess, Freud enumera las versiones del amor a la madre y el deseo de muerte al
padre, ejemplificadas en la zaga griega de Edipo, en la versión inglesa de Hamlet, y en las confesiones
personales, deducidas del auto - análisis de sus sueños.

44
espejo de la literatura. En este sentido, S. Freud rompe con la lógica de la catarsis en la que
se vería implicado como mero espectador de la tragedia, tomando su tragedia como objeto
de análisis.

Nos animamos a esbozar así una conjetura: en el duelo de Freud por su padre, el
vienés desemboca en el comienzo de una ciencia de lo anímico, en la gestación de La
interpretación de los sueños. La palabra del freudologo J. Strachey, asegura que es a partir
de un sueño articulado al funeral paterno, en donde S. Freud comienza a destinar un
altísimo interés al análisis de sus sueños. En la confesión del propio vienés cuando prologa
la segunda edición de ―Die Traumdeutung‖, constatamos la relación que existe entre el
duelo y el método:

Para mí, este libro tiene, en efecto, una segunda importancia subjetiva que
sólo alcancé a comprender cuando lo hube concluido, al comprobar que era una parte
de mi propio análisis, que representaba mi reacción frente a la muerte de mi padre, es
decir, frente al más significativo suceso, a la más tajante pérdida en la vida de un
hombre. (Freud, 1989g)

Es interesante en este punto como Freud también articula el duelo entre el autor y
la obra, en relación a Hamlet. El estatuto de esta interpretación comporta un relieve de
espesor creacionista: Hamlet adviene a posteriori de la muerte del padre de W. Shakspeare
y la muerte de un hijo en la temprana infancia llamado Hamnet. Si Hamlet versó sobre la
relación del hijo con los padres, Freud nos recuerda que en Macbeth a su vez, se abordó la
esterilidad.28 En la agrupación de estos elementos, el vienés ensayó una interpretación de
las mociones más profundas que agitaban al alma del autor, poniendo en relación las
creaciones del sujeto ante la muerte de personas queridas, asunto que mereció un apartado
a su ―Interpretación de los sueños‖. De modo tal, ―Hamlet‖ fue interpretado por Freud en los
términos de una figuración del duelo acaecido en el autor ante la pérdida de su padre. Una
bella expresión de S. Freud en la reflexión respecto a la pérdida en W. Shackespeare
resume la idea:

Fugazmente se me ha pasado por la cabeza que lo mismo podría estar también en el


fundamento de Hamlet. No me refiero al propósito conciente de Shakespeare; más
bien creo que un episodio real estimuló en él la figuración, así: lo inconciente dentro
de él comprendió lo inconciente del héroe. (Freud, 1989i, carta 71)

28
Según se constata en la obra de Georg Brandes (1896). Citado en La interpretación de los sueños. Capitulo 5.
El material y las fuentes del sueño, D: Sueños típicos, BETA.

45
En este modo de interpretación utilizado por S. Freud para dar sentido a la obra de
Hamlet, y explicar la creación literaria, no podemos dejar de hacer el paralelismo con La
interpretación de los sueños, objeto que adviene en la pérdida, y que aunque confesado por
el autor, no podrá ser integrado jamás en el marco de una teoría del duelo. Habrá que
esperar a la lectura de Hamlet por J. Lacan, para hacer teoría de eso que Freud resuelve en
acto: el objeto devenido del duelo.

En nuestra hipótesis de lectura, La interpretación de los sueños de Freud y el


Hamlet de Shakespeare están en correspondencia con el duelo. En este sentido, estamos
en condiciones de argumentar que en S. Freud, en el principio fue la pérdida y el duelo del
significante paterno. Ciertamente con la explicitación de tal hipótesis, no hacemos más que
levantar las interpretaciones o construcciones esgrimidas en el texto freudiano, y que nos
permiten resiginificar la cuestión del duelo en S. Freud.

Más allá de esta alteración de los funerales, y su consecuente retorno en el


mensaje del auto reproche, deviene en Freud una pregunta respecto al sueño, un deseo de
saber respecto a esa otra escena propiciada por la ambigüedad del significante ―cerrar los
ojos‖. En el cierre de los mismos, la apertura del inconsciente, y el comienzo del
psicoanálisis. Conjeturemos entonces: con la pérdida del padre y los auto reproches,
adviene el germen del psicoanálisis. Pero forzando un poco las cosas, podríamos concluir
que el psicoanálisis es un duelo, el de Freud por un padre que lo anhela en la ambivalencia,
y lo hace poner a trabajar los sueños.

En este sentido, pudiera interpretarse un triunfo de la pérdida del objeto, en el


contexto del duelo, prevaleciendo los componentes ligados a la lectura edípica en su retorno
de formas cuasi melancólicas: auto reproches, culpa inconsciente, compulsión. Pero a
diferencia de aquel melancólico de la literatura psicopatológica, tomado por los restos del
objeto que perdió, en Freud la respuesta al duelo es ¡trabajo! Curiosamente en el término
―trabajo de duelo‖ por éste acuñado, se condensa la respuesta a su dolor, puesto que en
múltiples momentos de su obra, al dolor de la perdida le respondió con trabajo. En suma, el
trabajo de duelo freudiano, puso a trabajar al sujeto Freud, adviniendo un objeto: el
psicoanálisis.

46
3 Lecturas freudianas del duelo

Constatamos en la obra freudiana numerosas referencias al tema de nuestra


investigación, las cuales sin lugar a dudas han sido el comienzo de la edificación teórica
respecto al duelo en general, y a la psicosis en particular. Se trata de puntualizaciones
conceptuales en textos de carácter metapsicológico, interpretaciones o intuiciones
expresadas en los historiales clínicos, ideas de naturaleza conjetural manifestadas en los
documentos epistolares, fracturas o quiebres de una escritura a la cual retornamos. El
resultados del recorrido de la obra freudiana es un conjunto de referencias heterogéneas
articulables en algunos casos, dispersas o contradictorias en otros.

No podemos considerar, a partir de una lectura exhaustiva y especifica del escrito


freudiano que tome como operadores conceptuales fundamentales a la psicosis y al duelo,
una teoría acabada de la perdida de objeto en la psicosis. No obstante, podemos explicitar
una sistematización de referencias que nos permiten aproximarnos al problema de estudio,
tomando como criterio metodológico, aquellos indicios de la obra que nos parecen
relevantes en este sentido.

En el conjunto de las referencias seleccionadas, el texto Duelo y Melancolía opera


en la tradición psicoanalítica como una referencia paradigmática, decir freudiano de notables
consecuencias y resonancias en lo que a posteriori se edificó como teoría del duelo normal y
patológico. En este sentido, estimamos fundamental su consideración. No obstante, las
referencias que desarrollaremos en modo sucinto en este capítulo, los estimamos como
aportes de gran valor, a pesar del intuitivismo freudiano que los atraviesa, comportándose
como indicios teóricos que ordenan y guían nuestra investigación.

Las consideraciones del duelo en la obra de S. Freud no pueden ser desarticuladas


del contexto epistemológico y de la posición de ciencia que lo determina. En este sentido, el
duelo está atravesado de un u otro modo, por las problemáticas, tensiones y circuitos
sostenidos entre la ciencia médica y la filosofía. En el debate entre lo corporal y lo anímico,
que más allá de sus múltiples nominaciones no hace más que oponer el soma a la psique, la
inclinación de Freud es a establecer una ciencia que auxilie a los médicos y filósofos,
ciencias de la naturaleza y ciencias de la comprensión, psiquiatras y fenomenólogos,
respecto a esta particular relación29, uniendo la perturbación somática con la anímica, en el
concepto de pulsión.

29
En las Conferencias de introducción al psicoanálisis propone: ―Falta la ciencia auxiliar filosófica que pudiera
servir a los propósitos médicos …Ni la filosofía especulativa ni la psicología descriptiva, ni la llamada psicología

47
Falta la ciencia auxiliar filosófica que pudiera servir a los propósitos médicos. Ni la
filosofía especulativa ni la psicología descriptiva, ni la llamada psicología
experimental, que sigue las huellas de la fisiología de los sentidos, tal como se las
enseña en las escuelas, son capaces de decirles algo útil acerca de la relación entre
lo corporal y lo anímico o de ponerles al alcance de la mano las claves para la
comprensión de una perturbación posible en las funciones anímicas. (Freud, 1989j)

La respuesta científica con la cual Freud intenta explicar el duelo en su


funcionamiento normal y patológico, trabajo figurado en la melancolía que expone en Duelo
y Melancolía, no hace más que ser una fiel representación de esta pretendida ciencia
freudiana que ata los cabos sueltos que las ciencias de la medicina y la filosofía habían
perpetuado en sus respectivos dogmatismos. Freud ataca el problema a través de un
artificio metapsicológico, el cual con un aire de cientificidad brinda las soluciones al dilema
fundacional de la psiquiatría: la tensión entre lo psíquico y lo somático es resuelta mediante
la gestación de un concepto límite: pulsión, libido, energía, afecto.

En este sentido nos interrogamos respecto al paradero final de un proyecto que


comienza en la reivindicación de la causa moral en tanto afecto, dolor, pérdida, y que
concluye en un lenguaje energético pulsional como límite a la explicación. A nuestro modo
de leer las cosas, y será motivo de desarrollos posteriores, la respuesta freudiana no logró
trascender la problemática psicopatológica de su época. Si bien propuso una causa para la
melancolía, que la alejaba de las contingencias kraeplianas, veremos como la solución
metapsicológica tarde o temprano arrincona el duelo al cuerpo sustancia del sufriente.

Nos motiva en este sentido, el intento de realzar el estatuto y la potencia de la


causa de la locura en el artefacto o la maquina del duelo, razón para la cual habremos de
explorar retomando en la ultima parte de este estudio, las contribuciones de J. Lacan al
estatuto de la causalidad psíquica, la noción del afecto, la concepción de la energía y la
topología del agujero como conceptos anudados para intentar reordenar el problema teórico
del duelo en la psicosis. En este sentido, el relevo teórico hará posible subsanar los
problemas teóricos a los que desemboca la argumentación freudiana del duelo, puesto que

experimental, que sigue las huellas de la fisiología de los sentidos, tal como se las enseña en las escuelas, son
capaces de decirles algo útil acerca de la relación entre lo corporal y lo anímico o de ponerles al alcance de la
mano las claves para la comprensión de una perturbación posible en las funciones anímicas.‖ (Freud, 1979,
p.135)

48
al apoyarse en la doctrina de la libido, conlleva inevitablemente a la sentencia
deficitaria o negativa del duelo en la psicosis.

3.1 La imposible descarga de la energía psíquica

Una torsión se ha producido en el movimiento de las ideas freudianas de la


melancolía desde los comienzos mismos en la forma de un pensamiento neurológico
aprehensible en los primeros manuscritos, hasta las formulaciones de Duelo y Melancolía en
la cual se despliega un esquema teórico o cuerpo doctrinal de la pérdida del objeto en
alguna de sus variedades clínicas.

Si bien la melancolía es un término que honda raíces en la antigüedad griega, y


recorre la historia de las ideas de la salud y la enfermedad, de la psicopatología y la
psiquiatría, el término freudiano desde Freud marcara un antes y un después en el
pensamiento de lo psíquico. Pero deberá pasar mucho tiempo para que esto suceda, ya que
en el comienzo Freud hereda una noción de la melancolía absolutamente imprecisa,
procedente de la tradición psiquiátrica alemana, y que coincide con un tiempo de agitados
procesos en las nomenclaturas de la melancolía, principalmente a causa del efecto ―locura
maníaco depresiva‖ que barre con la autonomía de dicha entidad y el creciente proceso de
desarrollo de la entidad ―depresión‖.30

En una época que hasta podríamos denominar pre – psicoanalítica dada lo


prematuro de un pensamiento aun en gestación, Freud despliega en lo que se ha compilado
como Fragmentos de la correspondencia con Fliess (1892-1899), algunas hipótesis de
trabajo que intentan otorgar inteligibilidad a esa categoría confusa. En tal sentido una de las
vías para establecer diferencias clínicas fue el establecimiento de la hipótesis etiológica, a la
cual habremos de ir siguiendo letra a letra en nuestro estudio, puesto que Freud va
desplazando el argumento etiológico, más allá de la consistencia o coherencia lógica que
sus enunciados comporten.

En este contexto, Freud va a proponer algunas ideas respecto a la melancolía, pero


partiendo de una pregunta respecto al origen de la angustia. En el Manuscrito E (1895) o
¿Cómo se genera la angustia? se desarrolla una serie de argumentos motivados por la idea
de Freud de una presunta relación entre la angustia y la energía física sexual. Sus

30
El compilador de la correspondencia con W. Fliess aclara que en el tiempo del Manuscrito G, Freud ensaya la
expresión melancolía para designar toda depresión y desazón aun leve.

49
razonamientos lo llevan allí a concluir que: la angustia ha surgido por transformación de la
tensión acumulada (Freud, 1979b, p.230). Hipótesis etiológica fisioneurológica que hace
derivar la angustia de una energética sexual física, en donde a un aumento de la tensión
sexual y la imposibilidad de su descarga, le sucede la llamada neurosis de angustia.

Como contrapartida, en esa misma comunicación a su amigo Fliess, le comenta una


conclusión simultánea que ha alcanzado respecto a la melancolía, en un trabajo de
interpolación:

[…]los melancólicos han sido anestésicos, no tienen ninguna necesidad (y ninguna


sensación) de coito, sino una gran añoranza de amor en su forma psíquica, se diría:
una tensión psíquica de amor; cuando esta se acumula, permanece insatisfecha, se
genera melancolía (Freud, 1979b, p.231).

En tal sentido, lo que da origen a la melancolía es la acumulación de la tensión o


excitación sexual psíquica, la cual va acompañada de un alto grado de añoranza de amor,
y de una imposibilidad para su descarga en los objetos mediante una acción específica. La
clave que aporta inteligibilidad al problema pasa por el discernimiento y la diferenciación de
la tensión o excitación en juego en una matriz compartida de la física de la época:

Cuando se acumula tensión sexual física - neurosis de angustia. Cuando se acumula


tensión sexual psíquica – melancolía. (Freud, 1979b, p.232)

De este modo se establece un paralelo en oposición de mecanismos etiológicos,


siendo de relevancia el planteo de Freud respecto a la melancolía, puesto que desde el
comienzo mismo de sus teorizaciones arranca a la melancolía del supuesto etiopatológico
sexual físico. En tal sentido podemos leer que hay en Freud un intento de sustraer la causa
de la melancolía de una vertiente endógena, desplazando hacia lo psíquico, aun de una
manera provisoria y precaria (que el mismo Freud reconoce), la fuente del malestar
melancólico. Desde entonces el melancólico es leído por Freud como aquel que no puede
investir el mundo exterior, a través de la cual se llevaría a cabo una reducción de la tensión
psíquica.31

De este modo entendemos se retoma un sesgo de la tradición de la psiquiatría


compilada en el capitulo anterior y que enaltece la causa moral en el origen de las

31
Algo nada despreciable respecto a una tradición psiquiátrica que iba en busca de lo constitucional o
hereditario, biológico o anatomofisiopatológico en la búsqueda de las causas.

50
afecciones mentales, más allá que Freud se sirva de las metáforas neurológicas, fisiológicas
o médicas como lenguaje con el cual argumenta sus observaciones y conjeturas. Que a
posteriori esta posición pueda sostenerse o no, es uno de los ejes de lectura de esta tesis
de investigación. De hecho la hipótesis freudiana reviste a priori cierto marco de
ambigüedad. En la melancolía se trata de un problema de transformación de la energía
sexual psíquica y de una demanda de amor. Claro intento de desmarcarse de la
epistemología de las ciencias de la naturaleza, pero apelando a un mismo significante:
¡energía! ¿De qué energía se trata? ¿Cuáles son sus resortes epistemológicos? Dicho de
otro modo, ¿con que fundamentos epistemológicos propone explicar Freud la relación del
sujeto al duelo? Nos adelantamos en este sentido a distinguir algo que problematizaremos a
lo largo del estudio: reconocer la genialidad freudiana respecto a la utilización de términos
de las ciencias de la naturaleza para dar explicación a los fenómenos psíquicos, (al tiempo
que de ese modo entraba en dialogo con las ciencias positivas de su época), no nos
exonera de reconocer los inconvenientes teóricos que semejantes articulaciones han
generado en el seno de la clínica, repercutiendo en la concepción del duelo según lo
analizaremos a posteiori.

4.2 Metáforas de la hemorragia, la herida, y el agujero

Tanto en el manuscrito anterior, como en el que analizaremos a continuación,


constatamos en Freud, una idea o ley rectora relacionada con las sobrecargas, los excesos,
el aumento de la tensión, los desbordes energéticos de una pulsión en construcción, y que
no hace más que metaforizar los desequilibrios o desregulaciones con que los griegos
explicaban las enfermedades de la bilis.

En el Manuscrito G – Melancolía (1895), Freud avanzará en la elucidación de la


melancolía desde un punto de vista principalmente energético – económico – etiopatológico.
Si el Manuscrito E, Freud se pregunta por el origen de la angustia, en el presente texto
continuará interrogando la causa de la melancolía, tanto como sus efectos. En tal sentido, el
vienés propondrá una hipótesis que explique la génesis de las melancolías, reconociéndose
en el escrito tres tipos: melancolía cíclica, neurasténica y de angustia.

Ese Freud nomenclador que intenta dar orden a las presentaciones melancólicas
desmarcándose de la tradición descriptiva, comenzara poco a poco a diferenciarse de la
tradición psicopatológica hegemónica alemana de la época, siendo su estrategia el
discernimiento etiológico. ¿A qué recursos apelará para ofertar tal esclarecimiento? En este
contexto, Freud conectará la melancolía con la anestesia sexual en el soporte de un

51
esquema teórico impregnado por las coordenadas biológicas y fisiológicas del propio
Proyecto de Psicología. Lejos de entrar en las elucubraciones que Freud ensaya respecto a
la vinculación etiopatológica en los términos del cuantum de energía sexual, importa
subrayar algunos enunciados por cuanto resultan significativos en el fino hilo de Ariadna que
recorre la teoría freudiana del duelo.

Partiendo de un conjunto de enunciados o consideraciones que son presentados en


modo axiomático, Freud establece que el afecto correspondiente a la melancolía es:

el duelo, o sea, la añoranza de algo perdido. Por tanto, acaso se trate en la melancolía
de una perdida, producida dentro de la vida pulsional. (Freud, 1979c, p. 240)

Mediante el recurso a una suerte de silogismo, y encadenando un enunciado que


remite a la anorexia melancólica y a la pérdida del apetito, concluirá que:

La melancolía consistiría en el duelo por la pérdida de la libido. (Freud, 1979c,


p. 240)

En tal sentido, desde el comienzo mismo de la teorización freudiana, la


melancolía y la depresión aun en su dispersión nosográfica serán asociadas al duelo,
elaborando un primer bosquejo explicativo en donde causas y efectos merecen un
estudio detenido. Pero el duelo no será allí interrogado por Freud, sino que será la
piedra axiomática y necesaria sobre la cual fundara una conjetura respecto al misterio
de la melancolía. ¿Porque Freud supone que hay un duelo? El texto referido en modo
alguno responde a tal interrogante, volcando la teorización a explicar el funcionamiento
de esa pérdida ocasionada y los distintos efectos y consecuencias.

A partir del supuesto inicial del duelo como afecto correspondiente a la melancolía,
y a la libido como el objeto perdido, Freud construye el esquema sexual adjunto al
manuscrito G en el cual se dibujan los posibles trayectos de la energía o estímulo psíquico
en un plano que seccionado entre el soma, la psiquis y el mundo externo.

52
Fig. N º 1: Grafo Esquema sexual

El grafo intenta dar cuenta de los recorridos energéticos en un modelo teórico que
encuentra su apoyatura en la teoría del arco reflejo, teniendo su comienzo en la fuente
somática u órgano efector y que finaliza en la descarga de la energía mediante una acción
específica. La mediación de dicho trayecto es llevado a cabo por el grupo sexual psíquico o
grupo de representaciones psíquicas que transformarán la energía sexual somática,
permitiendo el investimento del objeto exterior.

En el caso de la melancolía, el esquema revela obstáculos en el circuito energético


principalmente centrados en el empobrecimiento del grupo sexual psíquico, siendo éste
―despojado de su magnitud de excitación‖. La duplicación de las hipótesis con las cuales
Freud intenta dar cuenta de la pérdida de dicha magnitud, suponen o bien una razón de
orden endógena en donde disminuye o cesa la producción de la excitación somática, o bien
un desvío de la excitación respecto al destino lógico que sería el grupo sexual psíquico. En
la primera de las hipótesis se ubicará por un lado la ―verdadera melancolía grave común‖
que encuentra en la determinación biológica hereditaria, la explicación al cese de la
excitación somática; y por otro a la ―melancolía neurasténica‖ cuya reducción de la
excitación obedece a una excesiva descarga por masturbación. En la segunda de las
hipótesis Freud apelará al artificio del desvío de la excitación del grupo psíquico a las
llamadas melancolías ansiosas o de angustia, retomadas a posteriori en los estudios de la
melancolía y que en lo particular de este estudio nos interesa profundizar.

Freud intenta discernir el mecanismo libidinal que opera, con lo prematuro de la


teoría pulsional en este tiempo de su obra, cuando la posibilidad del investimento del objeto
esta radicalmente afectada, tal cual se visualiza en el padecimiento melancólico. La
metáfora de la hemorragia, término que proviene del campo de la medicina, será articulada
a ese circuito energético esbozado en el esquema sexual, para dar cuenta de la reducción
de las magnitudes de excitación que se visualizan por sus efectos en el empobrecimiento de

53
la vida pulsional. Si en la melancolía se trata de una perdida libidinal, tal cual nos anunciaba
Freud en el Manuscrito E, dicha perdida implica el desencadenamiento de un proceso
también energético en el que la herida y el dolor en lo psíquico será el efecto de la
operación.

La consecuencia de éste desvío de la energía que incide en la instancia mediadora,


mutadora del estimulo somático en energía de investidura, supone como efecto la ―Inhibición
psíquica con empobrecimiento pulsional, y dolor por ello‖ (Freud, 1979c, p. 244). ¿De qué se
trata tal efecto? Freud apelara una vez más a un registro metafórico con el que intenta dar
luz a una problemática en donde justamente lo que faltan son las representaciones, puesto
que el grupo sexual psíquico se empobrece por la reducción o ausencia energética. A razón
de esta reducción de la magnitud de excitación se forma un recogimiento dentro de lo
psíquico, el cual tiene un efecto succión de las magnitudes de excitación contiguas, lo que
obliga a las neuronas asociadas a deshacerse de sus excitaciones en un claro modelo de
recogimiento libidinal que impide la distribución de las investiduras.

Como inhibición, este recogimiento tiene el mismo efecto de una herida (véase la
teoría del dolor psíquico), análogamente al dolor. (Freud, 1979c, p. 245)

Mediante una hemorragia interna, digámoslo así, nace un empobrecimiento de


excitación, de acopio disponible, que se manifiesta en las otras pulsiones y
operaciones. (Freud, 1979c, p. 245)

El recurso a la metáfora de la herida y la hemorragia interna intenta ilustrar la


dinámica del duelo y el dolor en aquellos primeros borradores freudianos retomados a
posteriori. En este sentido, y a modo de ejemplo la idea de la herida de este manuscrito
será retomada en Duelo y Melancolía como la herida abierta, potenciándose la idea de lo
ilimitado, del los desprendimientos, de las pérdidas y desvíos de los flujos energéticos. Se
trata de metáforas que dan cuenta de una ruptura a partir de la cual los flujos o recorridos
energéticos se ven alterados respecto a sus circuitos plasmados en el grafo del esquema
sexual. La alteración, el desprendimiento o la pérdida ocasionarán un dolor análogo al de
una herida, desbordante como el de una hemorragia. A partir de allí, los movimientos
energético que apuntaban a una cierta objetalidad viran en modo radical, inhibiéndose las
funciones psíquicas, habiendo desde entonces, dolor psíquico.

En este orden de explicaciones, y continuando una de las preguntas rectoras


respecto a que sucede con la energética en la melancolía, Freud intenta abordar y

54
localizar el duelo y el dolor, en el desprendimiento libidinal, la hemorragia interna, la
herida abierta, el agujero. Indicios que recogemos de una lectura freudiana, la cual a pesar
de lo intuitivo en su planteo, opera para nosotros como una pista respecto a la cual continuar
la exploración. A posteriori veremos de la mano de J. Lacan, en su apelación a la
formalización topológica, como la geometría freudiana deducible de las expresiones arriba
subrayadas con carácter metafórico (herida abierta, hemorragia interna, etc.) fueron un
primer esbozo sobre el cual apoyar a posteriori una teorización con carácter abstracto. No
obstante, la intuición le permitió a S. Frued la siguiente deducción que también extraemos
en una lectura indiciaria:

…en la melancolía el agujero está en lo psíquico. (Freud, 1979c, p. 246)

4.3 Alucinaciones del objeto perdido

Una joven ha regalado a cierto hombre una primera


inclinación impulsiva, y cree {glauben} firmemente ser
correspondida. Está, de hecho, en un error; el joven tiene
otro motivo para frecuentar la casa. Los desengaños no
tardan en llegar; primero se defiende de ellos mediante la
conversión histérica de las experiencias correspondientes, y
así conserva su creencia en que él vendrá un día a pedir su
mano; no obstante, se siente desdichada y enferma, a
consecuencia de que la conversión es incompleta y de los
permanentes asaltos de nuevas impresiones adoloridas. Por
fin, con la máxima tensión, lo espera para un día prefijado, el
día de un festejo familiar. Y trascurre ese día sin que él
acuda. Pasados ya todos los trenes en que podía haber
llegado, ella se vuelca de pronto a una confusión
alucinatoria. El ha llegado, oye su voz en el jardín, se
apresura a bajar, con su vestido de noche, para recibirlo.
Desde entonces, y por dos meses, vive un dichoso sueño
cuyo contenido es: él está ahí, anda en derredor de ella,
todo está como antes (antes de los desengaños de los que
laboriosamente se defendía). (Freud, 1979c)

55
¿De qué se trata la confusión alucinatoria a la que se vuelca la joven del relato? ¿A
qué mecanismo responde el comienzo de sus alucinaciones? Recorramos el Manuscrito K o
Neuropsicosis de defensa a los efectos de circunscribir la lectura clínica de Freud respecto a
esta forma de duelo que se despeja en el escrito freudiano y que conservará su vigencia a lo
largo de la obra, introduciendo un particular modo de reacción psíquica ante el dolor de la
pérdida, iluminando una versión que coincide con alguno de los fenómenos fundamentales
de la psicosis en general, y que se aparta de la tan mentada asociación con la melancolía.

En el tiempo de elaboración de tal texto, que participa del conjunto de las


comunicaciones a su amigo W.Fliess, S. Freud despliega una suerte de concepción
inaugural de lo psíquico, respondiendo a diversos tópicos: el problema de la etiología
diferencial de la neurosis, la determinación del factor hereditario, la teoría de la defensa y los
mecanismos psíquicos de contracción de la enfermedad. Se trata del ordenamiento de los
―tipos‖ de neurosis, los cuales serán distinguidos en función del mecanismo de defensa
utilizado.

Momento clave en la pretendida inclusión del psicoanálisis en las ciencias de la


naturaleza, estando en el centro de la discusión psicopatológica el problema de la etiología,
encarnada en los debates sobre el papel de la herencia, la predisposición y lo adquirido. No
podemos dejar de interrogar en este punto las discusiones de Freud con la psicopatología, a
la cual nos avocaremos en otro capítulo, especialmente en lo relacionado con el problema
etiológico que se mantiene vigente hasta nuestros días.

Sigmund Freud, abocado desde hacía algunos años a establecer una causalidad en
la histeria, apelará a un marco epistemológico predominantemente clásico, el de la
mecánica causal, adscribiéndose a un modelo de explicación por sobre todo intento
hermenéutico desarrollado por los fenomenólogos y existencialistas del período. En su
etiología habrá originalidad respecto al pensamiento sus maestros (Charcot, Meynert, Janet,
etc) en razón del desplazamiento del orden de la causa

Una psicopatología se inaugura en las primeras ideas freudianas de los


mecanismos de formación del síntoma, a partir de la cual las entidades clínicas obedecen a
cierta modalidad defensiva. La interrogación por el mecanismo direcciona ciertos circuitos de
investigación en Freud. En tal sentido, intentando un ordenamiento de los tipos de neurosis,
describe en el Manuscrito K las diversas psiconeurosis de defensa, entre las que pone en
serie a la histeria, la neurosis obsesiva, la paranoia y la Amentia. Un común denominador
permite ponerlas en serie: se trata para Freud de aberraciones patológicas de estados

56
afectivos normales. La diferencia entre lo normal y lo patológico radica en que las
psiconeurosis no llevan a tramitación alguna, sino al daño permanente del yo. (Freud,
1979d, p. 260). Como un hilo de Ariadna que recorre un germinal mapa nosográfico de las
neurosis, el ―afecto modelo‖ supone en la negatividad de su tramitación, la contracción de lo
patológico.

Estado afectivo Conflicto Reproche Mortificación Duelo


psíquico normal
Aberración Histeria N. Obsesiva Paranoia Amentia
patológica

Fig. N° 2: Primer esbozo de las neuropsicosis de defensa

Si bien la afirmación freudiana ha de ser tomada en reserva, puesto que se trata de


los primeros esbozos de sus teorizaciones, anotamos este método de las comparaciones
entre lo normal y lo patológico como una clave de análisis del problema del duelo en la
psicosis, indicio de un estilo de lectura de la enfermedad como un desvío respecto a la
norma del afecto. Este modus operandi freudiano será una de las estrategias para
engendrar a posteriori las criaturas del duelo normal y duelo patológico acuñadas en el texto
Duelo y melancolía.

La construcción nosológica basada en una explicación causalista teórica permite


despejar las diferentes neurosis, articulando una dinámica basada en la modulación del
afecto y la representación de modo específica para cada cuadro clínico. Freud establece
entonces una relación de identidad entre el mecanismo de defensa y el tipo de
psiconeurosis. En un esquema mínimo de la etiología, subversiva en cuanto introduce el
―acto voluntario del enfermo‖ en la contracción de la enfermedad, aspecto que diluye los
tópicos de lo hereditario o constitucional, la secuencia de la defensa es la siguiente:

Representación o vivencia inconcibiliable

El yo trata como ―no acontecida‖ dicha representación

A la representación inconciliable se le arranca el afecto

57
La representación se debilita.

La suma de la excitación desviada es aplicada a otro empleo

El modo en cómo se emplea la excitación divorciada de la representación supone


cada una de las reacciones patológicas: histeria, n. obsesiva, fobia, paranoia.

En suma, la secuencia teórica establece una maniobra defensiva lleva a separa el


afecto de la representación, cotejándose que en tal operación la huella mnémica y una carga
de afecto divorciada, devendrá en diversas modalidades de reacción patológica

Pero a diferencia de este mecanismo que explica la contracción de las neurosis en


sus respectivas variedades de la defensa, Freud va a destacar la presencia de un
mecanismo defensivo que se comporta heterogéneo respecto a los modos de tramitación de
las neurosis. Basándose en un ejemplo clínico que hace de epígrafe en la presente sección,
Freud pretende ilustrar paradigmáticamente su hipótesis. Los pasos son los siguientes:

Una creencia ―ser correspondida‖ se vera amenazada ante una


representación insoportable del orden de la decepción y la pérdida: ―los desengañados no
tardan en llegar‖

La modalidad defensiva intenta sostener dicha creencia mediante la


conversión histérica

Fallo de la defensa, la creencia de que ―vendrá a pedir su mano‖ no se


sostiene. Ella enferma.

El día de un festejo familiar la pérdida es evidente

Nueva modalidad defensiva. Confusión alucinatoria.

Desestimación de la representación insoportable junto con su afecto.

Realzamiento de la creencia: ―viven un dichoso sueño‖

En una extensión o ampliación del modelo de la defensa, y ante la insuficiencia de


la conversión histérica, Freud propone a la confusión alucinatoria como una respuesta

58
patológica al duelo por la pérdida de su objeto. Se trata de una de las expresiones del dolor
por la pérdida que en su presentación se acerca a la psicosis en su vertiente alucinatoria:

Existe una modalidad defensiva mucho más enérgica y exitosa, que consiste en que
el yo desestima {verwerfen} la representación insoportable junto con su afecto y se
comporta como si la representación nunca hubiera comparecido. (Freud, 1979e, p.59)

Resultado de la maniobra supone que la representación amenazada, a saber, la


creencia de ser amada, es realzada por la vía de la confusión alucinatoria. No deja de ser
llamativo a los efectos de nuestro estudio, el hecho de que sea en relación al
acontecimiento de la pérdida y su reacción leída en clave de defensa, que Freud
puntué por vez primera el mecanismo de la desestima (Verwerfen), el cual a posteriori
dará lugar a un concepto fundamental en las teorizaciones lacanianas de las psicosis bajo la
rúbrica del concepto de Forclusión (Lacan, 2011b)

¿De que se trata la amentia o confusión alucinatoria? Se trata del cuadro


nosográfico acuñado por el anatomo patólogo y psiquiatra Theodor Maynert en 1881.
Retomando una modalidad esencialmente alucinatoria de la locura primaria de Westphal
(1876), el síndrome jerarquizaba lo alucinatorio en un cuadro compuesto por confusión
mental, ideas y delirios incoherentes, estupor, y desorientación.

En Freud opera una reducción o transformación del cuadro clínico meynertiano,


haciendo de la confusión alucinatoria homologable al episodio psicótico agudo, una
modalidad defensiva que consiste en realzar aquella representación que estuvo amenazada
por la ocasión a raíz de la cual sobrevino la enfermedad. (Freud, 1979e, p. 262). En este
sentido, vía la Amentia o psicosis alucinatoria, Freud desarrolla una tesis respecto a la
psicosis como refugio ante una realidad amenazante32. La maniobra defensiva produce una
alteración de la realidad.

El yo del duelo desestima (Verwerfen) la representación del objeto perdido,


produciendo una ruptura respecto a la realidad, conservando al objeto por la vía alucinatoria.
De este modo Freud articula la terna: duelo, pérdida de la realidad y psicosis. La
representación de la pérdida del objeto signada como amenazante o insoportable para el yo,
activa un mecanismo de defensa que consiste en desestimar (Verwerfen) dicha

32
Cabe aclarar, siguiendo a J. Allouch, que la amencia como cuadro nosológico no alcanzo el estatuto de
enfermedad reconocida, siendo desestimada tanto por Kraepelin en Alemania (en la construcción de la demencia
precoz), como por Bleuler en Suiza (respecto al éxito de la esquizofrenia).

59
representación, mediante la activación de una operatoria que reviste consecuencias a nivel
de la realidad objetiva:

El yo se arranca de la representación insoportable, pero esta se entrama de manera


inseparable con un fragmento de la realidad objetiva, y en tanto el yo lleva a cabo esa
operación, se desase también, total o parcialmente, de la realidad objetiva. (Freud,
1979e, p. 60)

La psicosis alucinatoria o amentia de Meynert33 supondrá para Freud, la


construcción por parte del yo de un mundo que cualificará de ―soberano‖ respecto a las
percepciones externas y al mundo interno. La representación intolerable es desestimada,
pero al tiempo que el yo toma distancia de ese termino amenazante, la realidad objetiva se
―desase‖.

Al rastrear el término de amencia en Freud, constatamos la vinculación establecida


en relación al grado máximo de extrañamiento de la realidad. En comparación con la
paranoia, Freud planteará que mientras ésta conserva su interés por el mundo exterior, en la
psicosis alucinatoria la cancelación es completa (Freud, 1989e). Por otra parte, y en la
comparación con el sueño, la formación de la fantasía de deseo y su regresión a la
alucinación de la actividad onírica es puesta en serie con la amentia y la fase alucinatoria de
la esquizofrenia. (Freud, 1989l)

Para Freud el delirio alucinatorio de la amentia es ―una fantasía de deseo


claramente visible, y a veces tan completamente ordenada como un bello sueño diurno.
Pudiera hablarse en general de una psicosis de deseo alucinatorio, y reconocerla tanto en el
sueño como en la amencia34. Existen también sueños que no consisten sino en fantasías de
deseo de amplio contenido y nada deformadas‖. (Freud, 1989l, p. 228)

Hemos de remontarnos a W.Griensinger (maestro de Meynert) para dar cuenta de


esta asociación psicosis y sueño. Freud le reconoce al fundador de la psiquiatría alemana, el
haber descubierto el cumplimiento de deseo como un rasgo común al modo de

33
Es de destacar que Th. Meynert (1833-1892), profesor de Flechsig y Wernicke, reconocido como maestro por
el propio S. Freud, desarrollaba una psiquiatría orgánica y mecanicista. En tal sentido la etiopatología de las
enfermedades mentales se fundamentaba en explicaciones de tipo neuroanatómicas o cerebrales. Freud recurre
a una noción de Meynert, pero en un viraje de la etiopatogenia, ubica al duelo en estatuto de causa,
diferenciándose del anatomopatólogo vienes.
34
En este sentido, mientras para Meynert la expresión de la Amentia corresponde a una privación mental, por el
contrario, para Freud hay una ley ordenadora del conjunto del material alucinado, y esa ley se llama Wunsch, el
deseo. Al mismo tiempo hay una ausencia de trabajo, puesto que el material no se presenta desfigurado,
tratándose de una realización de deseo sin trabajo. (Allouch, 1995, p. 94-95)

60
representación del sueño y la psicosis. (Freud, 1989g). Respecto a dicha articulación, la
etiología de la psicosis estará articulada en múltiples pasajes de la obra freudiana, a la
frustración o el no cumplimiento de deseo, pudiendo entrar en la serie de las frustraciones,
la pérdida del objeto.35 (Freud, 1979d; Freud, 1979e; Freud, 1989e; Freud, 1989ñ).
Semejante confesión por parte del vienés, nos permite comprender más cabalmente la
mutación que operará en Freud respecto a la nosología de la amentia de Meynert:

El tipo más extremo de este extrañamiento de la realidad objetiva nos lo muestran


ciertos casos de psicosis alucinatoria en los que debe ser desmentido el
acontecimiento que provocó la insania (Griensinger). (Freud, 1989m.)

Através de la nosología de la amentia como retrato de la confusión alucinatoria, vía


Griensinger y el cumplimiento del deseo en la psicosis, Freud despeja en mecanismo de
defensa con el cual se retiene alucinatoriamente al objeto. Tal idea es sostenida por Freud a
lo largo de su obra, y encuentra un renglón fundamental en el texto Duelo y melancolía, en
donde refiriendo a la operatoria normal del duelo comprueba que:

Universalmente se observa que el hombre no abandona de buen grado una posición


libidinal, ni aun cuando el sustituto ya asoma. Esa renuencia puede alcanzar tal
intensidad que produzca un extrañamiento de la realidad y una retención del objeto
por la vía de una psicosis alucinatoria de deseo. (Freud, 1989b, p. 242)

La confusión alucinatoria o amentia en la configuración que Freud le asigna supone


suprimir el ―examen de la realidad‖ que la tarea del duelo impone, reconstruyendo la antigua
forma de satisfacción. En ese punto la amentia es como una hermana del sueño:

Al examen de realidad lo situaremos, como una de las grandes instituciones del yo,
junto a las censuras establecidas entre los sistemas psíquicos, que ya nos son
familiares, a la espera de que el análisis de las afecciones narcisistas nos ayude a
descubrir otras instituciones de esa clase. En cambio, desde ahora podemos
averiguar por la patología el modo en que el examen de realidad puede cancelarse o
ponerse fuera de acción ; y por cierto lo discerniremos de manera más unívoca en la
psicosis de deseo, la amentia, que en el sueño : La amentia es la reacción frente a
una pérdida que la realidad asevera pero que debe ser desmentida {Verleugnung} por
el yo como algo insoportable. A raíz de ello el yo rompe el vínculo con la realidad
sustrae la investidura al sistema Cc de las percepciones ( o quizá le sustrae una
investidura cuya particular naturaleza puede ser todavía objeto de indagación ) . Con

35
En el caso Schreber veremos como Freud intuye la frustración provocada por la pérdida del padre como una
de las causas del delirio paranoico. Ir a punto 5.3.

61
este extrañamiento de la realidad queda eliminado el examen de realidad, las
fantasías de deseo -no reprimidas, por entero concientes- pueden penetrar en el
sistema y ser admitidas desde ahí como una realidad mejor. Una sustracción así
puede ponerse en el mismo rango que los procesos de la represión; la amentia nos
ofrece el interesante espectáculo de una desavenencia del yo con uno de sus
órganos, quizás el que le servía con mayor fidelidad y el que estaba más íntimamente
ligado a él. (Freud, 1989l, p. 232)

Lo insoportable de la representación de un pérdida como la que asalta a la


joven del epígrafe confronta al yo tanto con el mundo interno como con el mundo externo.
En una perspectiva topológica que nos remite a la esfera cerrada, la operación freudiana de
la confusión alucinatoria opera en la espacialidad interior/exterior:

Por el otro lado, igualmente fácil nos resulta tomar, de nuestra previa intelección del
mecanismo de las psicosis, ejemplos referidos a la perturbación del nexo entre el yo y
el mundo exterior. En la amentia de Meynert -la confusión alucinatoria aguda, acaso la
forma más extrema e impresionante de psicosis-, el mundo exterior no es percibido de
2
ningún modo, o bien su percepción carece de toda eficacia Normalmente, el mundo
exterior gobierna al ello por dos caminos: en primer lugar, por las percepciones
actuales, de las que siempre es posible obtener nuevas, y, en segundo lugar; por el
tesoro mnémico de percepciones anteriores que forman, coma «mundo interior», un
patrimonio y componente del yo. Ahora bien, en la amentia no sólo se rehúsa admitir
nuevas percepciones ; también se resta el valor psíquico ( investidura ) al mundo
interior, que hasta entonces subrogaba al mundo exterior como su copia; el yo se
crea, soberanamente, un nuevo mundo exterior e interior, y hay dos hechos
indudables : que este nuevo mundo se edifica en el sentido de las mociones de deseo
del ello, y que el motivo de esta ruptura con el mundo exterior fue una grave
frustración {denegación} de un deseo por parte de la realidad, una frustración que
pareció insoportable. (Freud, 1989n, p.156-157)

La modalidad defensiva que Freud formula en el Manuscrito K, le permite intuir una


idea que la desarrollara hasta sus últimas teorizaciones: la psicosis como un refugio ante la
representación insoportable. (Freud, 1979d). Mediante tal maniobra defensiva el yo
freudiano sustituye la perdida del objeto como una representación intolerable vía el
realzamiento de dicha perdida por la vía alucinatoria. De aquí en más lo que estará perdido
para Freud será la realidad y no el objeto, que será retenido alucinatoriamente.

62
Respecto al estudio de caso que se lee en el texto freudiano Una neurosis
demoníaca en el Siglo XVII, material en el que se reconstruye la vida del pintor Cristoph
Haizmann, encontramos otra de las referencias ineludibles en torno al duelo en la teoría
psicoanalítica, en sus relaciones con la psicosis. Se trata de un caso de depresión
melancólica en el siglo XVII, el cual se traduce semiológicamente en un cuadro de fantasías
neuróticas y alucinaciones relativas a apariciones y pactos con el diablo. La construcción del
caso es realizada a partir de un manuscrito titulado Trophaeunm Mariano-Cellense, informe
redactado en latín por el escribiente o compilador monacal, y por otra parte, un fragmento de
diario íntimo escrito en alemán por el propio paciente. Según el párroco de Pottenbrunn,
Leopoldus Braun:

El 5 de setiembre de 1677, el pintor bávaro Christoph Haizmann fue conducido a la


cercana Mariazell con una carta de presentación del párroco de la aldea de
Pottenbrunn. Allí se leía que en el ejercicio de su arte había residido varios meses en
Pottenbrunn, en cuya iglesia, el 29 de agosto, fue acometido por terribles
convulsiones; y como estas se repitieron en los días siguientes, el Praefectus Dominii
Pottenbrunnensis lo examinó para averiguar qué lo oprimía y si no había consentido
en tener un comercio ilícito con el Espíritu Maligno.1l Ante ello confesó que
efectivamente, nueve años antes, en una época de desaliento con respecto a su arte y
de incertidumbre sobre la posibilidad de procurarse el sustento, había cedido al
Demonio, que nueve veces lo había tentado, comprometiéndose por escrito a
pertenecerle en cuerpo y alma trascurrido ese lapso. El término del plazo expiraba
pronto, el 24 del corriente mes.' El desdichado -proseguía la carta- se había
arrepentido, y estaba seguro de y que sólo la gracia de la Madre de Dios, de la Virgen
de Mariazell, podía salvarlo, obligando al Maligno a devolverle ese pacto escrito con
sangre. (Freud, 1989ñ, p. 76)

La pregunta que ordena el caso en el desciframiento que Freud hará de este


historial se relaciona con el pacto: ¿Cuál fue, para Christoph Haizmann, el motivo? ¿Qué
quería obtener del Demonio cuando le entregó su alma? Al respecto, el Tropheum describe
el estado subjetivo en el que se encontraba Haizmann al momento del mismo:

Había caído en estado de tristeza, no podía –o no quería- trabajar bien, y le


preocupaba no poder ganarse el sustento; vale decir: depresión melancólica con
inhibición del trabajo y preocupación (justificada) por su futuro. Vemos que
efectivamente estamos ante una historia clínica, y nos enteramos también del
ocasionamiento de esa enfermedad, que el pintor mismo, en sus notas a las imágenes
del Diablo, llama directamente «melancolía» («yo debía recrearme de tal suerte, y
ahuyentar la melancolía»). (Freud, 1989ñ, p. 82)

63
En Haizmann hubo un estado de melancolía, corroborada en primer lugar en
la carta de presentación del párroco que menciona un estado de depresión cuando se sentía
desanimado por el progreso de su arte y sus ingresos futuros. (Freud, 1989ñ, p. 82). A esta
versión, se agrega el informe del abad Franciscus, quien especula respecto a la fuente de
este estado del ánimo: la muerte del padre. (Freud, 1989ñ, p. 82). En este contexto de
melancolía, se produce la aparición del diablo, interpretado por Freud de la siguiente
manera:

Entonces, su padre había muerto, y a raíz de ello él cayó en un estado de melancolía;


luego se le aproximó el Diablo, le preguntó por qué estaba tan consternado y triste, y
le prometió « ayudarlo de todas las maneras y tenerlo de su mano». He ahí, pues, uno
que vende su alma al Diablo para liberarse de una depresión. (Freud, 1989ñ, p. 82)

La figura del Diablo es en la conjetura de Freud, un directo sustituto del padre a


36
quien él entregará su alma mediante el establecimiento de un pacto. ¿Cuál? El primero en
tinta negra decía:

Yo, Christoph Haizmann, me suscribo con este Señor: a ser su hijo carnal por nueve
años. Año 1669

El segundo, escrito con sangre, decía:

Año 1669. Christoph Hazimann. Yo me comprometo con este Satán a ser su hijo
carnal, y a pertenecerle en el noveno año en cuerpo y alma (Freud, 1989ñ, p. 83)

El establecimiento de los pactos, sorprenden a Freud en sus formas y contenidos,


puesto que plasman obligaciones y compromisos para el pintor, dando por ―sobre entendido‖
lo que le corresponde a la otra parte, el diablo. Es en sí ―ilógico‖ que el pintor no trueque su
alma por algo que recibirá del Diablo, sino que por algo que el deberá prestar al diablo. Ante
el aparente absurdo, Freud no duda en leer estos pactos mediante un juego de inversiones,
de manera tal que despeja un reclamo encubierto:

El diablo se obliga a sustituir al pintor, por nueve años, su padre perdido. (Freud, 1989ñ, p.
83)

36
La versión de la sustitución del objeto en S. Freud es una constante en su teorización. Tanto en Schreber
como en Hamlet, ambos tópicos en los que nos detendremos en este estudio, se aplicará igual concepción.
Recomendamos al lector las críticas efectuadas respecto al problema de la sustitución del objeto en J. Allouch
(1995)

64
Mediante esta interpretación del texto, S. Freud lleva a cabo una aplicación de
su teoría relativa a la psicosis alucinatoria como una modalidad defensiva, en la que por una
maniobra delirante el sujeto lleva a cabo una alteración de la realidad y la aparición del
objeto perdido, en la vía de la sustitución alucinatoria. Importa destacar en este punto, que el
caso del pintor Haizmann no puede ser considerado como una ilustración del duelo en la
psicosis, a razón de las distintas conjeturas clínicas que descartan tal diagnóstico.
Concebido en un espectro diagnóstico que va de la neurosis a la locura histérica o psicosis
histérica, es inobjetable desde una perspectiva psicoanalítica la distancia que lo separa del
campo de las psicosis, puesto que el mecanismo predominante en juego responde a
fenómenos forclusivos en los que no está comprometido el significante que regula las
significaciones tal cual se concibe en la propuesta de J. Lacan (2011b). Este elemento
importa a la hora de distinguir que estructura y fenómenos clínicos no son equivalentes,
y que en casos de neurosis pueden constatarse elementos semiológicos de la psicosis.

El diablo se torna en la lectura freudiana, una copia del padre que sirve de
sustituto. En su interpretación, no le sorprende a Freud que el pintor haya quedado
prendado del padre con un amor particularmente intenso, de la cual se deduce lo que para
el vienés no es más que el reencuentro con una constatación clínica:

…recordaremos cúan a menudo se presenta como forma neurótica del duelo hasta una
melancolía grave. (Freud, 1989ñ, p. 89)

De la evidente casuística freudiana que se deduce de la frase, nos


interrogamos cual sería por defecto, la forma psicótica del duelo. S. Freud en el caso del
pintor Haizmann no confunde diagnóstico y fenómeno, logrando despejar una forma
delirante del duelo articulada a una presentación psicótica, pero que en sus resortes
dinámicos, se ubica del lado de la neurosis. Introduciendo la idea de formas de duelo
neurótico, deja en la omisión un campo abierto a la investigación respecto al cual asomará
alguna tibia interpretación para el campo de las psicosis, al investigar el caso Schreber.
(Freud, 1989e)

Al articular duelo y alucinación, Freud pareciera acercarse al mecanismo del


duelo en la psicosis, pero la grilla de lectura de aquellos textos vinculantes a la temática,
alejan toda posibilidad. Una vez más, allí donde podríamos acercarnos a una lectura del
duelo y la psicosis, la modalidad del duelo finalmente no se articula a tal entidad más que
por la apariencia de algún elemento semiológico. Un problema en este sentido es el que

65
denuncia J. Allouch, al decir que Freud no admite la existencia de dos tipos de alucinaciones
con dos mecanismos diferentes:

Pero si la Amentia es en verdad, como lo afirma Lanteri-Laura, otro nombre para el


onirmismo de Régis, si por lo tanto en el lugar de la PAD se pude en efecto aproximar
el sueño y la alucinación, habrá que distinguir bien otra suerte de alucinación para
hablar de las que se hallan en los delirios crónicos y que no tienen nada que ver con
el onirismo, que son calificadas en adelante de ―verbales‖ (Allouch, 1995, p. 98)

En tal sentido, la perspectiva freudiana de la alucinación queda íntimamente ligada


a una concepción que se sostiene en la definición esquiroliana: percepción sin objeto. Por la
vía de la representación alucinada de la imagen del objeto, el objeto perdido se revela
37
presente otorgando la satisfacción al sujeto. No deja de ser una vía efectiva a los efectos
de evitar la pérdida del objeto, pero conviene aclarar que no es representativa a los efectos
de pensar el duelo y la alucinación en la psicosis.

4.4 La sombra del objeto perdido

La elucubración de la melancolía freudiana es lograda por un rodeo: la comparación


con el modelo del duelo concebido como un afecto normal. En este sentido la melancolía es
definida por Freud como una ―desazón profundamente dolida‖, en donde la cancelación del
interés por el mundo, la perdida de la capacidad de amar, la inhibición de toda productividad
y la rebaja del sentimiento de sí exteriorizada en reproches y auto denigraciones que
alcanza una delirante expectativa de castigo, son los principales rasgos del cuadro clínico.
(Freud, 1989b)

Dada la proliferación de cuadros o nosologías de la melancolía en la época en que


Freud retoma la problemática en su Duelo y Melancolía, la ubicación del cuadro estará
signada por un sesgo etiológico exógeno, más allá de esa ―predisposición enfermiza‖ que no
termina de entenderse en el texto. Se tratará para Freud de una afección que se origina en
la reacción ante la pérdida, influencia de la vida ciertamente solidaria u homogénea con la
situación del duelo. En tal sentido la melancolía es tratada como una excepción, ya que no
ingresó en la grilla de las psicopatologías que obedecen a mecanismos de formación de

37
Será a partir de la teoría de J. Lacan, apoyada en la hipótesis de la alucinación como un fenómeno del
lenguaje que extrae de la obra de Séglas, en donde la alucinación dejará de ser concebida como una percepción,
para ser situada en la serie de los fenómenos del lenguaje que determinan al sujeto.

66
síntoma en los términos de la defensa o la represión, virando entonces la concepción del
conflicto que subyace a la dinámica patológica.

Esa cualidad de excepción de la melancolía, lo es en buena medida por su


condición límite respecto a sus posibilidades de analizabilidad. Íntimamente articulada a la
identificación narcisística, la imposibilidad de investimento libidinal del obrar melancólico que
se infiere en su modo de tramitación de la pérdida, lo lleva a Freud a disponer de un
casillero exclusivo en su mapa nosográfico, acercándola en ciertos pasajes al catálogo de
las psicosis:

Estos pacientes, los paranoicos, los melancólicos, los aquejados de demencia precox,
permanecen totalmente incólumes e inmunes a la terapia analítica…La observación
permite conocer que los que adolecen de neurosis narcisísticas no tienen ninguna
capacidad de transferencia. Nuestro empeño terapéutico no tiene resultado alguno
en las n. narcisísticas. (Freud, 1998, p. 406)

La identificación narcisística como la clave de inteligibilidad al mal estar


melancólico, se torna en Freud un obstáculo a todo posible progreso en la cura. En su
cercanía con las psicosis, ocupará finalmente un casillero exclusivo en el ordenamiento
nosográfico:

La neurosis de transferencia corresponde al conflicto entre el yo y el ello, la neurosis


narcisística al conflicto entre el yo y el superyó, la psicosis al conflicto entre el yo y el
mundo exterior. ..Y en verdad no desentonaría con nuestras impresiones que
hallásemos motivos para separar de las otras psicosis estados como el de la
melancolía (Freud, 1997, p. 158)

El eje de la discriminación conceptual respecto a las nosografías, responde


claramente a la capacidad del establecimiento transferencial en el análisis o neurosis de
transferencia, quedando en este sentido la melancolía asociada al resto de las psicosis. No
obstante lo anterior, S. Freud decide dejar en un lugar diferenciado a la melancolía como
una neurosis narcisística. Más allá de esta rápida revisión del catálogo nosográfico
freudiano, es a consignar el abuso que podría llevarse a cabo si se pretendiera asociar el
duelo melancólico a las psicosis en general, cuando el propio Freud es muy cauto a la hora
de su ubicación nosológica. En este sentido, el deslizamiento y la generalización del duelo
melancólico como un paradigma de duelo psicótico, queda absolutamente cuestionado.

67
A la vez que puede comprenderse la significación de duelo imposible que del obrar
melancólico se deduce, (y que puede por extensión cubrir a las psicosis en general) tal
imposibilidad es consecuencia de una tensión conceptual: libido yoica, libido de objeto. A
partir de este operador conceptual, tanto el duelo como el análisis se tornan imposibles en la
melancolía y las psicosis, puesto que la libido no puede según Freud, investir los objetos,
tratándose de una economía yoica.

El duelo melancólico como veremos en este apartado, y el duelo normal (como


abordaremos en siguiente punto) son expresiones subsidiarias a una teoría de la libido, y en
este sentido, será en el análisis y la crítica a tal teoría como puede llegar a conjeturarse otro
enfoque del problema, que trascienda la mera tensión de lo normal y lo patológico,
categorías artificiales pero naturalizadas en determinado contexto teórico.

Mientras que en el duelo no hay nada de inconsciente en lo que atañe a la pérdida,


la melancolía se desencadena a partir de una pérdida de objeto sustraída a la consciencia:
el sabe a quién perdió, pero no lo que perdió en él. (Freud, 1989b, p. 244) Freud las
combinó en una estrategia absolutamente metodológica, y los movimientos psicoanalíticos
post – freudianos las fundieron y confundieron. No obstante lo anterior, podemos deducir
una modalidad de duelo original, en la que la identificación logra retener al objeto, suturando
la perdida. A los efectos de nuestro estudio, nos interesamos en el recorte de esa modalidad
de duelo que Freud despeja en el juego de las comparaciones entre el duelo y la melancolía,
entendiendo que el producto teórico final no habilita una relación de exclusiva pertenencia:
¿Únicamente en la melancolía podremos encontrarnos con tal fórmula de duelo?

En la reconstrucción del proceso que desarrolla Freud para deducir ese particular
lazo identificatorio, la condición necesaria esta dada por la elección de un objeto libidinal
(basada en una elección narcisística de objeto), y un posterior sacudimiento de ese vínculo
de objeto por obra de un desengaño o afrenta real, sumado a esa ―disposición enfermiza‖
recientemente citada.

Ante una investidura de objeto poco resistente, luego de ser cancelada por obra del
trabajo de duelo, la libido retorna al yo (en lugar de ser dirigida a otro objeto, sustitución
freudiana del objeto). En el repliegue narcisista efectuado, la investidura de objeto fue
puesta al servicio de una identificación del yo con el objeto perdido. De este modo, el lazo
identificatorio a la persona amada es recreado, siendo retenido en tal identificación al objeto
perdido. La sustitución se da entre un objeto perdido y una identificación, logrando por esa
vía la retención identificatoria del objeto.

68
El objeto ya no existe más, y el Yo, preguntado por así decir, si quiere compartir ese
destino, se deja llevar por la suma de las satisfacciones narcisistas que le da el estar
con vida y desata su ligazón con el objeto aniquilado. (Freud, 1989b, p. 252)

En el melancólico ―se establece una identificación con el objeto resignado. La


sombra del objeto cayó sobre el yo, quien en lo sucesivo, pudo ser juzgado por una
instancia particular como un objeto, como el objeto abandonado. (Freud, 1989b, p. 243) S.
Freud no hace más que reflejar en su oscura metáfora, la mutación de una perdida que
luego del proceso queda instalada como una pérdida del yo, habiendo una transferencia del
conflicto. Si comenzó en la ruptura del vínculo entre el yo y el objeto, el conflicto hizo deriva
y finalmente se instaló en el psiquismo del doliente: una bipartición entre el yo crítico y el yo
alterado por identificación. (Freud, 1989b, p.246-247). De allí que la escucha fina de Freud
le permita distinguir las cosas: la pérdida del objeto es inferida, puesto que de sus
declaraciones el melancólico referenciará una pérdida en su yo, en un franco proceso de
empobrecimiento como efecto de tal identificación.

En la identificación melancólica que recrea esa particular modalidad de duelo, por


demás interesante y peligrosa al decir de Freud, el máximo riesgo es el suicidio del sujeto.
El fundamento del odio explica la escena psíquica. El duelo es una ocasión privilegiada para
que ―campee y salga a la luz‖ la ambivalencia de los vínculos de amor. Regresión en doble
dirección: a una posición libidinal narcisista en la retracción de la libido del objeto perdido,
regresión a una fase de sadismo. Tratando al yo como a un objeto de odio revelado en la
pérdida, el tratamiento que hará de su propio yo estará regulado por la satisfacción sádica.
Mal tratando al objeto, lo hace a sí mismo, en un fenómeno especular en donde el combate
(duelo) es con la sombra, imagen que despierta el odio y lleva al suicidio.

En suma, lo subversivo del duelo melancólico radica en establecer un particular


lazo al objeto perdido, que es retenido por la vía de una identificación en el yo, lo cual
explica la profunda alteración del sentimiento de sí.

4.5 El duelo normal

J. Allouch se ha interrogado respecto a cómo una versión tan poco problematizada


como la de Duelo y Melancolía pudo adquirir tanto consenso hasta el punto de volverse una
referencia común (Allouch, 1995, p. 61). Esta referencia o discurso de la norma, comporta

69
una versión del duelo normal, extraíble del texto freudiano, y que opera como un modelo o
patrón de duelo, ideal respecto al cual adviene un juego de comparaciones y formas
imperfectas de la elaboración de la pérdida: duelo patológico, duelo melancólico, etc. En
este modo de ―erizamiento‖ de la pérdida, es de destacar que el duelo respeta la realidad,
difiriendo en su comportamiento respecto a las otras alternativas respecto al objeto perdido,
en donde el doliente se aparta de la misma. (Allouch, 1995, p. 85)

A la hora de describir al duelo normal, una serie de rasgos compartidos en su


mayoría con el cuadro de la melancolía, caracterizaran al afecto de la pérdida: una desazón
profundamente dolida o alteración del humor, la cancelación del interés por el mundo
exterior, la pérdida de la capacidad de amar, la inhibición de toda productividad. (Freud,
1989b) Estos rasgos resultan de sustraer al cuadro general de la melancolía, la rebaja del
sentimiento de sí exteriorizado en auto reproches o auto denigraciones, aspecto que según
el vienés no se frecuenta en el estado de duelo.

Procediendo más por el sesgo de la observación de un fenómeno, el método del


estudio de caso con el que S. Freud ha abordado diversos problemas clínicos en su
singularidad no es requerido a la hora de investigar el duelo. En el estudio del duelo normal,
se llevará a cabo la descripción de un proceso que se ordena en tres tiempos lógicos, si bien
esto último S. Freud no lo explicita. (Cortazzo, 2008) La operatoria del duelo freudiano, que
hace coincidir su comienzo o activación con la pérdida objetiva del objeto, requiere en el
desarrollo de tales tiempos lógicos, el despliegue de una serie de maniobras energéticas,
fundamento que se torna el argumento central del proceso38. Por tanto, al devenir la
energética un concepto clave en la elucidación del duelo, es que en diversos puntos de este
estudio, nos centraremos en la consideración de tal aspecto, hallando claves para la
formulación del duelo en la psicosis.

El inhibido y angostado yo del doliente, evidencia para Freud, una entrega


incondicional al duelo, quien lleva a cabo un trabajo de un gran costo de tiempo y energía.
Se trata de un trabajo articulado en los términos de un proceso, ordenado por tiempos que
hacen una serie coherente, en una concepción cronológica que comienza y finaliza. ¿Pero
ha de comenzar un duelo en la pérdida? Si concibiéramos el tiempo desde una lógica de la
anticipación y la retroacción, podríamos suponer que el sujeto pueda entrar en duelo antes

38
Entre tantos posibles sesgos de análisis, optamos detenernos en el sesgo energético .

70
de la pérdida ―real‖ cotejada por la realidad39. S. Freud hace coincidir el inicio del duelo en la
contrastación empírica de la pérdida, una mecánica de las causas que hace disparar la
maquina de la elaboración del duelo a partir de un exhorto relacionado con una realidad que
se le impone al doliente:

El examen de realidad ha mostrado que el objeto amado ya no existe más, y de él


emana ahora la exhortación de quitar toda libido de sus enlaces con ese objeto. A ello
se opone una comprensible renuencia; universalmente se observa que el hombre no
abandona de buen grado una posición libidinal, ni aun cuando su sustituto ya asoma.
(Freud, 1989b, p. 242)

El yo doliente es reacio a tal retiro de la libido, renuente ante la pérdida del objeto,
exponiendo su resistencia a dejar una posición libidinal. En este sentido se trata del mismo
yo que ante lo insoportable de una representación, activa los andamiajes psíquicos y
mecanismos de defensa que permiten deformar la realidad de modo tal que el dolor sea
evitado. En este tiempo del duelo, hay continuidad con las teorizaciones propuestas en la
alucinación del objeto como un modo de rechazo a la pérdida, al punto que Freud ratifica su
postulado respecto a la ―amentia‖ en esta fase del duelo. La exhortación supone quitar toda
libido de los enlaces del objeto. ¿No existe más el objeto? El efecto de la pérdida conmueve
el universo simbólico y la realidad fantasmática del sujeto, dando lugar a fenómenos de
orden alucinatorio o delirante, aspecto que trataremos en el punto dedicado a Hamlet y la
aparición del fantasma o sombra del padre. Es este uno de los puntos de contacto con el
objeto de nuestra investigación, en tanto lo que está comprometido o alterado es la realidad,
razón por la cual el duelo entre en relación con una clínica diferencial de la psicosis.

Introduciendo una diferencia significativa respecto a este planteo freudiano que


supone lo alucinatorio como consecuencia de la desmentida de la pérdida, cuando la prueba
de la realidad muestra que el objeto no existe más, J. Allouch propone al respeto que para
quién está de duelo no es posible dicha pieza probatoria

Si para él [el enlutado] hay una realidad, lejos de ser el lugar de una posible prueba,
en el sentido de que una prueba se concluye, sería esa zona de la experiencia
subjetiva donde, justamente, no es posible probar la muerte de aquel que se ha
perdido. La verdadera prueba de realidad, lo que la vuelve entonces tan

39
En múltiples situaciones clínicas en donde la eclosión delirante es anterior a la pérdida del objeto, nos hemos
encontrado con la afirmativa del sujeto respecto a que de un u otro modo había anticipado la muerte del ser
querido. Este argumento rompe con la lógica freudiana del inicio del duelo.

71
espantosamente probatoria es cuando uno se da cuenta de que ella no permite
ninguna prueba. (Allouch, 1995, p. 25)

El objeto perdido en ese tiempo del duelo freudiano, comporta otro estatuto que el
de un objeto inexistente: se trata de un objeto desaparecido. En su condición, puede volver
a aparecer, razón por la cual retorna en los fenómenos alucinatorios, de la ilusión o el
delirio. (Allouch, 1995, p. 73) Este fenómeno de franja que puede imponerse en este primer
tiempo, en donde el objeto aparece y desaparece, hace posible una tramitación del dolor, en
donde la duda respecto a la pérdida pone a resguardo al doliente. En un segundo tiempo del
duelo, podemos ubicar el paso a la certeza de la pérdida, de donde el dolor revela su
incompatibilidad con la duda:

Cuando hay dolor como reacción frente a una pérdida, es porque el sujeto considera
que dicha pérdida es irreversible. Poco importa la verdadera naturaleza de la pérdida,
ya sea real o imaginaria, definitiva o pasajera; lo que cuenta es la convicción absoluta
con la cual el sujeto cree que su pérdida es irreparable. (Nasio, 1996, p.72)

En un sentido aclaratorio, Freud advierte que lo normal es acatar la realidad,


aunque este trabajo no se cumple enseguida. En ese segundo tiempo del duelo que supone
el trabajo de desinvestidura, el exhorto de la realidad impone el retiro de la libido del objeto:

Se ejecuta pieza por pieza, con un gran gasto de tiempo y de energía de investidura,
y entretanto la existencia del objeto perdido continúa en lo psíquico. (Freud, 1989b, p.
242)

El trabajo del duelo como noción freudiana, implica una labor


fundamentalmente energética, en donde investiduras y des-investiduras de las
representaciones del objeto operan pieza por pieza. El objeto deja de tener un estatuto
de desaparecido, pero esto no significa que pasa a ser inexistente, puesto que por un
tiempo, y mientras perdure el trabajo de duelo, continúa en lo psíquico.

Operada la maquinaria del duelo, consumada exitosamente la retirada de las


cargas energéticas, el trabajo del duelo está finalizado. Consecuencia de esta
maniobra supone el tercer tiempo del duelo: ―el yo queda libre y desinhibido” (Freud,
1989b, p. 242) En la lógica energética freudiana, al concluir el duelo, el yo se
encuentra libidinalmente apto para llevar a cabo la tarea de sustitución de objeto, no
quedando según Freud rastros, marcas o heridas. Del orden de una maquinaria frívola,

72
el duelo freudiano en la versión oficial de Duelo y Melancolía pareciera en sí negar las
consecuencias del duelo, estableciendo cierta reversibilidad en el proceso:

Sabemos que el duelo, por doloroso que pueda ser, expira de manera espontánea.
Cuando acaba de renunciar a todo lo perdido, se ha devorado también a sí mismo, y
entonces nuestra libido queda de nuevo libre para, si todavía somos jóvenes y
capaces de vida, sustituirnos los objetos perdidos por otros nuevos que sean, en lo
posible, tanto o más apreciables. (Freud, 1989k, p. 311.)

En la versión del duelo normal hay un triunfo sobre la pérdida del objeto. El
esquema es simplista y optimista, oponiéndose diametralmente al ensombrecido destino del
duelo melancólico.

5 Un giro teórico. De Freud a Lacan

Es preciso que haya algo en el significante que resuene. Uno se


sorprende de que eso no se les haya aparecido para nada a los filósofos
ingleses. Yo los llamo filósofos porque no son psicoanalistas -ellos creen
férreamente que la palabra no tiene efecto. Ellos se imaginan que hay
pulsiones, y aun cuando tienen a bien no traducir pulsión por instinto,
pues no saben que las pulsiones son el eco en el cuerpo del hecho que
hay un decir, pero que este decir, para que resuene, para que consuene,
palabra del sinthomadaquin, es preciso que el cuerpo sea allí sensible.
Que lo es, es un hecho. (J. Lacan, 1975, p. 7)

El abordaje del duelo en la perspectiva freudiana, en sus distintas versiones


distinguidas en el capítulo 4, comporta un común denominador, más allá de las
transformaciones operadas en la teoría a lo largo de la obra: el fundamento metapsicológico.
Respecto al texto Duelo y Melancolía y las concepciones de duelo que de allí se
desprenden, los modelos conceptuales de esa metapsicología freudiana en la que destacan
―el aparato psíquico‖, ―la teoría de las pulsiones‖ o ―el proceso de la represión‖ han sido
determinantes en su elaboración teórica. Abordar un problema tal como el duelo en el
campo de la psicosis, requiere indeclinablemente del establecimiento de una serie de
reflexiones al respecto, puesto que conjeturamos que tal metapsicología se torna un
obstáculo en el desarrollo de una conceptualización para la psicosis: tal es la consecuencia
de Duelo y Melancolía.

Reconociéndole a S. Freud el mérito de producir una doctrina sobre lo psíquico en


esa metapsicología, en la cual buscaba la depuración de las construcciones metafísicas
(filosofía) y los argumentos neurológicos (medicina), el discurso emergente del psicoanálisis

73
intentaba deslindarse de ambas disciplinas. Partimos de la hipótesis de que este proyecto
no logró tal objetivo, y ciertas ambigüedades que a continuación comenzaremos a
desarrollar, nos aportarán al mismo tiempo los indicios para una posterior exploración
conceptual. Por tal motivo en el epígrafe que da pie a este capítulo, resalta en la palabra de
J. Lacan, una suerte de diagnóstico respecto al estatuto de uno de los elementos
metapsicológicos fundamentales del psicoanálisis como la pulsión, y cómo en el devenir de
los movimientos psicoanalíticos post – freudianos, se retornó a aquel punto del que S. Freud
se había intentado desmarcar.

Nos interesa en este apartado, llevar a cabo una lectura crítica a esta perspectiva
del duelo que se apoya en la metapsicología freudiana, a partir del análisis de ciertas
nociones, supuestos teóricos o representaciones auxiliares que componen tal sistema
conceptual. El objetivo de tal análisis, en articulación con el decurso de la tesis sobre el
duelo y la psicosis, supone en primer lugar subrayar las contradicciones de ciertos
postulados freudianos. En segundo término, en levantar algunos obstáculos epistemológicos
(Bachelard, 2000) que tienen una directa incidencia en la concepción del duelo sus
conceptos asociados: ―sustitución del objeto‖, ―trabajo de duelo‖ o ―identificación
melancólica‖ o ―duelo normal‖. En tercer lugar, producir un movimiento de relevo teórico, a
partir de la articulación de los aportes de J. Lacan, quien entendemos produjo respecto a la
teoría psicoanalítica que le precede, una serie de aportes novedosos.

Entendemos de relevancia el análisis de tales obstáculos, en el entendido que nos


permitirá recentrar el problema del duelo en general, y en lo particular de la psicosis,
proponiendo al mismo en una perspectiva que al articular los registros de lo imaginario, lo
simbólico y lo real, permite una formulación del proceso en los términosde una operatoria
posible en el trabajo del lenguaje y la palabra en análisis. Espíritu inicial de la apuesta
freudiana, respecto al cual el proyecto devino inacabado.40

5.1 De la energía sustancia al cálculo abstracto

Pero la orden que esta imparte no puede cumplirse enseguida. Se ejecuta pieza por
pieza con un gran gasto de tiempo y energía de investidura… (Freud, 1989b, p.242-
243)

40
Diagnosticamos cierta tendencia entre los psicoanalistas de formación lacaniana, en presentar la obra de S.
Freud y J. Lacan en continuidad. En el análisis que desarrollamos en este estudio, se explicitan diferencias que
contradicen, al menos de modo parcial, tal supuesto.

74
El primero de estos obstáculos tiene que ver con la hipótesis relacionada a un
fundamento energético sobre el que apoya el trabajo del duelo. ¿De dónde saca la energía
el doliente para llevar a cabo ese trabajo? ¿Cuál el estatuto de esa operatoria en términos
energéticos? ¿Qué mueve al trabajo del duelo? ¿En base a qué postulado energético el
trabajo resulta exitoso? Múltiples interrogantes que exigen un recorrido mínimo por la
cuestión energética en S. Freud, en articulación con el texto Duelo y Melancolía, puesto que
allí se aloja toda una concepción energética imprescindible para explicar el proceso del
duelo, que llamativamente se lo denomina ―trabajo‖, significante que como veremos se
articula inevitablemente a la energía.

Las influencias de la física en la doctrina freudiana son múltiples, siendo el vienés


un perpetuo explorador de la cuestión, a efectos de dar base y sustento científico a los
procesos psíquicos. Por una parte, constatamos en S. Freud un intento permanente por
deslindar el psicoanálisis de una doctrina energetista tal como la de W. Ostwald41. (Assoun,
1987, p. 180). Entendiendo por doctrina energetista de Ostwald, un ―panenergetismo‖ que
explica todo cuanto sucede en lo real, la apuesta a aplicar esta teoría a los fenómenos
psicológicos se hizo extensiva, siendo evidente la vinculación de S. Freud a semejante
paradigma científico. Tal ―visión del mundo‖ relegaba a la sustancia, la materia y la fuerza a
un segundo plano, quedando subrogadas al concepto amo: la energía. Pero según explica
Assoun, el riesgo de tal postulado radicaba en la pérdida de autonomía del resto de las
ciencias, puesto que los marcos epistémicos se hacían polvo ante la contundencia de tal
cosmovisión energética. No obstante lo anterior, S. Freud, dejaba entrever la primacía del
planteo en la función etiológica de la energética: ―Su producción, su aumento y su
disminución, su reparto y su desplazamiento, deberían proporcionarnos los medios de
explicar los fenómenos psicosexuales.‖ (Freud, 1993b).

En este sentido, la energía en sus variaciones se tornaba una llave a la


comprensión freudiana de los fenómenos psíquicos. Esta misma asignación a una
energética, será la que otorga inteligibilidad al proceso del duelo, logrando explicar el mismo
a partir de ciertas modulaciones o maniobras de la libido respecto al objeto perdido. En la
descripción del trabajo de duelo, la operación se desarrolla en tal clave energética:

41
El Prof. W. Ostwald (1852 -1932) sostenía que ―el materialismo científico, fundado en una visión atomística de
la materia, es irremediablemente derrotado por la evolución de la ciencias mismas, y exhortaba ardientemente a
reemplazarlo por una concepción energética. De su concepción energetista erige a la energía como un concepto
tal que ―ninguno permite expresar tantas cosas relativas al contenido de este mundo…con tanta precisión, ni de
vincularlas tan bien entre sí‖. Dicho esto la energía se torna el elemento clave para explicar las cosas reales: ―lo
real se encarna en la energía‖.

75
Pero la orden que esta imparte no puede cumplirse enseguida. Se ejecuta pieza por
pieza con un gran gasto de tiempo y de energía de investidura, y entretanto la
existencia del objeto perdido continúa en lo psíquico. Cada uno de los recuerdos y
cada una de las expectativas en que la libido se anudaba al objeto son clausurados,
sobre investidos y en ellos se consuma el desasimiento de la libido (Freud, 1989b, p.
242-243)

No obstante lo anterior, y ante la discusión respecto a los planteos de su época que


ponían en tensión la mecánica y la energética42, S. Freud se acerca doctrinalmente a una
postura relativa al energetismo mecanicista, por cuanto ―se muestra más ansioso por
comprender el substrato mecánico de las transformaciones de la energía…‖ (Assoun, 1987,
p. 177-178). Esto es legible a partir de la idea de trabajo que se desprende de la obra de
Freud, y que nos concierne en cuanto la mecánica atravesará al problema del duelo: ―trabajo
de duelo‖.

No puede ser más elocuente, y apropiado en la introducción de éste tópico,


relacionar la energética freudiana con tal expresión. Definición básica de la física, y que
evoca la equivalencia entre la energía y la capacidad para realizar un trabajo. Ciertamente
en el duelo se pone en juego una operatoria concebida en los términos de una mecánica
libidinal que conjuga procesos y energía, al punto que el trabajo del duelo se revela
excluyente:

El duelo pesaroso, la reacción frente a la pérdida de una persona amada, contiene


idéntico talante dolido, la pérdida del interés por el mundo exterior -en todo lo que no
recuerde al muerto- la pérdida de la capacidad de escoger algún nuevo objeto de
amor -en remplazo, se diría, del llorado-, el extrañamiento respecto de cualquier
trabajo productivo que no tenga relación con la memoria del muerto. Fácilmente se
comprende que esta inhibición y este angostamiento del yo expresan una entrega
incondicional al duelo que nada deja para otros propósitos y otros intereses. (Freud,
1989b, p.242)

El trabajo del duelo exige un gran esfuerzo energético, al punto que el gran gasto
de energía, le impide algún otro tipo de actividad al doliente. Siguiendo la postura de E.
Match, la energía y el trabajo mecánico se identifican como dos aspectos de una misma

42
El energetismo de W.Ostwald planteaba que la mecánica es una consecuencia de la energía, tal cual el
planteo de Mayer, para quien los fenómenos mecánicos eran un caso particular de las transformaciones
generales de la energía. Por oposición, Helmholtz y Joule, sostenían que la ley general de la energía se
presentaba como una consecuencia de la naturaleza mecanica de esos campos. Recomendamos en este punto
la lectura del capitulo ―De la energética al rechazo del energetismo: Freud y W. Ostwald‖. En ―Introducción a la
epistemología freudiana‖. P.Assoun.

76
realidad procesal, siendo el trabajo la medida de un intervalo entre dos estados psico –
físicos de la energía. (Assoun, 1987, p.179) Tan importante es el factor económico en el
bloque teórico del duelo, que un mismo fundamento responde a la pérdida del objeto, el
interés por el mundo y la dialéctica de los estados anímicos que van desde la melancolía
hasta la manía43. Del pasaje de un lado al otro del intervalo del trabajo, que tiene por meta la
recuperación del capital energético con el cual poder investir a posteriori un objeto en la
maniobra de la sustitución, dependerá el éxito (duelo normal) o el fracaso de su realización
(duelo patológico).

Al renunciar S. Freud a la posibilidad de un energetismo a ultranza preconizado por


W. Ostwald, renunciaba a un mismo tiempo a una ontología inmaterial, heredando los
problemas de la relación entre la materia y la energía de los postulados pre – energetistas,
traducibles en un dualismo en continuidad en los aportes de Mayer y Helmholtz, pero que
sostenía finalmente un materialismo mecánico, paradigma inexpugnable de la época.
(Assoun, 1987, p.160). En este sentido, el concepto límite de pulsión, entre lo psíquico y lo
somático, representa aquella tensión teórica irresoluta en el planteo freudiano:

Según los datos de las ciencias naturales, admitimos que cierta energía entre en
juego en la vida psíquica, pero carecemos de todas las indicaciones que nos
permitirían comparar esa energía con otras. (Freud, 1989j, p. 54)

En una postergación al futuro o promesa teórica respecto a la cual realizar


una hipoteca, la posición de S. Freud respecto al capital energético a partir del cual se
mueven los andamiajes psíquicos del duelo, no logró un anclaje teórico adecuado44.
En ciertos pasajes de su obra constatamos afirmaciones que alimentan la hipótesis de
la energía sustancia, la que a posteriori será tomada a la letra por ciertos movimientos
post – freudianos.

43
Tangencial a este razonamiento que venimos desarrollando, cabe resaltar que la doctrina de la energía ha
impactado notablemente en la constelación de las enfermedades del humor, logrando una exitosa metáfora
explicativa en los desordenes fisio – químicos de la serotonina. En este sentido, la depresión puede pasar de ser
entendida como un síntoma o reacción a factores exógenos (duelo por ejemplo) o como un padecimiento de
origen endógeno, deducible de un déficit energético – químico. Por tales razones nos vemos tentados a
investigar en este tópico, buscando líneas de inteligibilidad que el devuelvan al lenguaje y la palabra, una función
terapéutica claramente inteperpelada, cuando los mecanismos de contracción de la enfermedad obedecen a
energías derivadas de la sustancia y no de la palabra.
44
Al respecto Strachey reseña: En una cantidad de pasajes, Freud expresó su insatisfacción con el
estado del conocimiento psicológico acerca de las pulsiones. No mucho antes, por ejemplo, en
«Introducción del narcisismo» (1914c, supra, pág. 75), se había quejado de «la total inexistencia de una
doctrina de las pulsiones que de algún modo nos oriente». Más tarde, en Más allá del principio de placer (
1920g ) , AE, 18, pag. 34, aludió a las pulsiones como «el elemento más importante y oscuro de la
investigación psicológica», y en su artículo para la Encyclopaedia Britannica ( 1926f) , AE, 20, pag. 253,
confeso que «la doctrina de las pulsiones es para el psicoanálisis, sin duda, un ámbito oscuro» (Freud,
1989j, p.107)

77
Por fuente {Quelle} de la pulsión se entiende aquel proceso somático, interior a
un órgano o a una parte del cuerpo, cuyo estímulo es representado
{repräsentiert} en la vida anímica por la pulsión. No se sabe si este proceso es
por regla general de naturaleza química o también puede corresponder al
desprendimiento de otras fuerzas, mecánicas por ejemplo. El estudio de las
fuentes pulsionales ya no compete a la psicología; aunque para la pulsión lo
absolutamente decisivo es su origen en la fuente somática, dentro de la vida
anímica no nos es conocida de otro modo que por sus metas. El conocimiento
más preciso de las fuentes pulsionales en modo alguno es imprescindible
para los fines de la investigación psicológica. Muchas veces puede inferirse
retrospectivamente con certeza las fuentes de la pulsión a partir de sus metas.
(Freud, 1989k)

¿Cómo obviar o dar por supuesta la procedencia de la energética freudiana, cuando


el trabajo de duelo mantiene una relación esencial con ésta? J. Lacan se ocupó del
problema de la energética freudiana, reordenando aquello que Freud había dejado como
inconcluso, y que en el post –freudismo finalmente terminó por otorgar al soma un lugar
preponderante en la explicación energética. No se trata a nuestro modo de leer el problema,
de una vuelta de tuerca con la cual apretar las piezas flojas del proyecto freudiano, sino de
la reconsideración del sistema en su totalidad, basándose en otra epistemología45. En este
sentido, y retomando una clásica expresión utilizada para introducir las razones del
pensamiento lacaniano, podríamos conjeturar que en ese sentido J. Lacan estableció a su
modo un ―retorno a Freud‖,46 diagnosticando un problema en la consideración del asunto
energético en el seno de la comunidad psicoanalítica:

Esta necesidad nuestra de confundir la Stuff, o la materia primitiva, o el impulso, o el


flujo, o la tendencia, con lo que está realmente en juego en el ejercicio de la realidad
47
analítica, representa un desconocimiento de la Wirklichkeit simbólica. El conflicto, la
dialéctica, la organización, la estructuración de elementos que se combinan y se
construyen, dan a la cuestión un alcance energético muy distinto. Mantener la

45
Aludimos a las propuestas ordenadas en el capítulo sobre ―posición epistemológica‖.
46
En alusión al texto ―La cosa freudiana o sentido del retorno a Freud en psicoanálisis (1957)‖ en donde J. Lacan
se declara el emisario (nuncio) que lleva un mensaje de retorno a Freud, con un importante contenido de
denuncia respecto a los desvíos de los conceptos fundamentales por obra de los post – freudianos. En este
sentido, queremos explicitar que aquello que J. Lacan va a proponer respecto a la energía, es subversivo
respecto al texto freudiano, apartándose notablemente de la lógica energética por Freud esbozada. Si J. Lacan
plantea al respecto que sus postulados van en la línea de S. Freud, eso nos parece una estrategia discursiva y
política más que un fiel reflejo de lo que de la energía se postula en el inventor del psicoanálisis.
47Wirklichkeit: realidad, efectividad; pero también en el sentido de eficacia del sistema, como veremos más
adelante

78
necesidad de hablar de la realidad última, como si estuviera en algún lugar más que
en el propio ejercicio de hablar de ella, es desconocer la realidad donde nos
movemos. Puedo calificar esta referencia, hoy, de supersticiosa. Es una especie de
secuela del postulado llamado organicista, que no puede tener literalmente ningún
sentido en la perspectiva analítica.‖ (Lacan, 2004, p. 35)

En la precisión respecto a la energética, se deja entrever un problema de orden


epistemológico, destacándose el valor de la materia o sustancia en la consideración de la
realidad, lectura que engendra un desconocimiento profundo de la realidad simbólica como
tal. En ese sentido la energía, y por consecuencia de nuestro razonamiento, el trabajo de
duelo ha de ser reconsiderado en esta perspectiva, extrayéndolo de los postulados
organicistas sobre los que apoyaría finalmente la cuestión en el post-freudismo Esta
maniobra es imprescindible, puesto que el sostenimiento de una teoría que ancla sus
fundamentos en la física natural o en la sustancia biológica, dejaría a las pasiones, los
afectos o la energía en un campo de intervención en el que el psicoanálisis y su principio de
la cura se tornarían inocuos. En suma, las maniobras clínicas sobre la perdida el objeto
desde un lugar clínico, no serían más que una intervención segunda y dependiente de una
realidad primera que prescinde del significante y que opera según las leyes de la
naturaleza. 48

El interés de J. Lacan por el orden simbólico, data desde los mismos comienzos del
seminario. No obstante, la preocupación por la cuestión energética comienza en igual
período. Ciertamente al modo en que se llevará a cabo el abordaje de ambos asuntos, lejos
de situar una relación de exclusión, podemos afirmar que la concepción energética que
propondrá, se fundamentaría en el orden simbólico, en un plano de razonamiento en el que
el significante determina a la energía, invirtiendo los planteos del psicoanálisis, y
articulándose a los postulados de la ciencia moderna.

En tal sentido, la noción de operatoria de duelo como ―inversión de la forclusión‖ 49


tratada en otro apartado de esta tesis, es significativa en cuanto revela como la maquina del
lenguaje opera en el duelo a partir de un agujero en lo real, desprendido de toda

48
Este punto esta fuertemente sostenido por las perspectivas psicológicas, psicoanalíticas y psiquiátricas que se
ordenan en una lógica DSM. Viene a lugar una cita de Lacan, hace más de medio siglo atrás, con la cual
introduce ―Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis‖, escrito en el cual invoca a los
psicoanalistas en su calidad de ―practicantes de la función simbólica‖. En tal texto, y modo de contextualizar el
fundamento último de los psicoanalistas, ubica al comienzo del escrito, la siguiente frase, exergo de un Instituto
de Psicoanálisis en 1952: "En particular no habrá que olvidar que la separación en embriología, anatomía,
fisiología, psicología, sociología, clínica, no existe en la naturaleza, y que no hay más que una disciplina: la
neurobiología, a la que la observación a añadir el epíteto: humana en lo que nos concierne". (Lacan, 2008)
49
Aludimos al punto 5.5

79
connotación material, sustancial o biológica. La maniobra discursiva que hará operar J.
Lacan parte de un diagnóstico tal como que los psicoanalistas permanecen prisioneros de
categorías relacionadas a la realidad verdaderamente ajenas a su práctica, de una tradición
mecano-dinamista propia del Siglo XVIII, contexto epistemológico en el cual lo mental debía
estar referido a categorías materiales para ser validado (Lacan, 2004, p. 35). Sin descartar
esta posibilidad para otros sistemas teóricos vinculados a lo mental, la pregunta que
corresponde es ¿qué interés puede tener esto para un psicoanalista?

En concordancia con lo anterior, la concepción de la energía en J. Lacan se vincula


a los conceptos de la física moderna, proponiendo a la energía como la consecuencia de
un discurso, del trabajo del discurso sobre un real, lo cual nos abre a una nueva
perspectiva de trabajo de duelo. En este sentido, J. Lacan tiene una posición clara y firme
respecto a la energía:

No se trata que no este claro porque pertenezca a la física, porque sin localización
significante de cotas y niveles por relación a las cuales pueda estimarse, evaluarse, la función
inicial del trabajo - entendido en el sentido de la física- sin esta localización, no existe aún la
probabilidad de comenzar a formular lo que se llama principio de toda energética - en el sentido
literal de ese término- es decir, la referencia a una constante que es precisamente o que se
llama la energía, en relación con un sistema cerrado, que es otra hipótesis esencial. Con ella se
puede hacer una física y que funcione, es precisamente la prueba de lo que se refiera a un
discurso teniendo consecuencias. (Lacan, 1975, p. 86)

De esta concepción se desprende que la energía se presenta al modo de un


cálculo, una cifra o una abstracción. La tesis arrastra toda posible primacía de la materia o
sustancia biológica en la determinación energética. De tal manera, la energía que genera la
represa hidroeléctrica, es por consecuencia de un cálculo significante, ante que por una
supuesta energía natural provista por el río. Tal concepción que se propone en los primeros
seminarios impartidos, se sostendrá hasta el final de su enseñanza, cuando afirma que:

―...lo que se llama la energética no es otra cosa que la manipulación de un cierto


número de números, de un cierto número de números de donde se extrae un número
constante. Era eso a lo cual Freud, refiriéndose a la ciencia tal como se la concebía
en su tiempo, a lo cual Freud se refería, es decir que con ella él sólo hacia una
metáfora. La idea de una energética psíquica, el jamás la fundó verdaderamente.
Incluso no hubiera podido sostener su metáfora con alguna verosimilitud. La idea de
una constante, por ejemplo, que liga el estímulo con lo que él llama la respuesta, es
algo completamente insostenible.‖ (Lacan, 1975, p. 86)

80
La energía como tal, consecuencia de un discurso, depende en este sentido de un
físico que la formule. Manteniendo tal supuesto epistemológico, puede deducirse que la
operatoria del duelo desde el punto de vista psicoanalítico, dependerá del discurso
teórico que la fundamenta. En este sentido, descartamos de plano la idea del duelo como
un hecho natural a ser observado, para luego explicar su funcionamiento. Esta idea que se
vincula a un modo moderno de hacer ciencia, nos es provechosa en la medida que permite
poner a interrogar la naturalizada imposibilidad del duelo en la psicosis, máximo cuando
desde Freud las nociones deficitarias del duelo han estado absolutamente articuladas (y
rehenes) a cierta concepción de la libido o capital energético del psiquismo.

La energética del duelo dependerá entonces del discurso analítico que el analista le
oferte al sujeto en la transferencia del dispositivo, y en este sentido, habremos de elucidar
qué tipo de propuesta teórica puede el psicoanálisis acercarle al sujeto de la psicosis. Esta
posición es eminentemente epistemológica, en cuanto sostenemos que la abstracción incide
en lo real, cuestionando en este sentido aquellas perspectivas psicoanalíticas que hacen
depender la energía libidinal requerida por el trabajo del duelo, de las fuentes somáticas del
cuerpo biológico. La energía en la física moderna proviene de un discurso, por sobre todo
imaginario que la hace provenir de la sustancia viva.50

Eso implica, al mismo tiempo que la física implica la existencia de un físico y que, es
más, no importa cual sea. Un físico que posea un discurso correcto en el sentido en
que acabo de articularlo, es decir un discurso que valga la pena de ser dicho y que
no sea sólo un aleteo del corazón; esto es lo que llega a ser la energética cuando se
la aplica a un uso tan delirante y brumoso como el que se hace de noción del libido,
donde se fe lo que se llama una ―pulsión de vida‖. (Lacan, 2011, p. 30)

Rechazando para el psicoanálisis, la noción de energía natural tal cual la que se


puede desprender del modelo de la represa, que transforma la energía hidráulica
proveniente del movimiento del río, es relevada por el trabajo del físico que produce la
constante numérica.

El que una «fuerza de vida» pueda constituir lo que se consume, es una metáfora
grosera. Porque la energía no es una sustancia, que por ejemplo se bonifica o que al

50
En cierto modo, en el duelo se nos oferta un ejemplo notable, puesto que la pérdida de la vida, produce
incalculables consecuencias en los vivos tal como la movilización significante, los procesos forclusivos, la
proliferación del imaginario entre otros acontecimientos discursivos detallados en otra parte.

81
51
envejecer se pone agria, es una constante numérica que para poder trabajar
necesita el físico encontrar en sus cálculos. (Lacan, 2012, p. 548)

Tal constante, producto de la combinatoria significante, y desprendida de toda


noción de sustancia, exige el tratamiento de la formula según una condición:

[…]la condición de que el sistema sea matemáticamente cerrado prevalece aún


sobre la suposición de que sea físicamente aislado. (Lacan, 2012, p. 548)

El principio fundamental de la física o ―ley de la conservación de la energía‖52, y


primera ley de la termodinámica, exige la delimitación de un sistema cerrado sobre el cual
verificar que a pesar de los cambios sobrevenidos en el mismo, la constante numérica se
mantiene intacta. En la implementación de las formulas matemáticas, la física encuentra el
soporte que verifica el principio de conservación de la energía, no requiriendo de las
mediciones fácticas o de objetos sustanciales para su demostración, desligando de tal
modo la energética de posibles dimensiones materiales y afirmando el carácter
eminentemente abstracto del asunto. La lectura del texto de Richard Feynman es una
buena analogía respecto a como la conservación de la energía es una idea abstracta,
puesto que es un principio matemático y no la descripción de un mecanismo ni nada que
sea sustancial. 53

En este sentido, la apropiación de la constante energética por parte de J. Lacan le


permite al tiempo que justificar el lugar de lo abstracto y lo teórico en la manipulación de lo
real por la vía de la articulación significante, instaurar el problema de la pérdida del objeto o
la falta a nivel simbólico, lo cual a posteriori nos conducirá al problema del duelo.

Eso quiere decir que algo que falta como tal -no hay cubos- debe encontrarse en
otra parte en otro modo de falta. El objeto científico es pasaje, respuesta,
metabolismo, -metonimia si quieren, pero atención del objeto como falta-[…] (Lacan,
2011c, p. 28)

51
En este sentido el término ―constante numérica‖ también nos permite asociarlo al término freudiano ―Drang‖ o
empuje, respecto al cual J. Lacan lo considerará en la lectura de lo pulsional, en el sentido del término ―Kraft‖ o
fuerza constante, la cual se diferencia del ritmo biológico: «La constancia del empuje impide cualquier asimilación
de la pulsión a la función biológica, la cual siempre tiene un ritmo»
52
La ley de la conservación afirma que la cantidad total de energía en cualquier sistema físico aislado (sin
interacción con ningún otro sistema) permanece invariable con el tiempo, aunque dicha energía
puede transformarse en otra forma de energía. En resumen, la ley de la conservación de la energía afirma que la
energía no puede crearse ni destruirse, sólo se puede cambiar de una forma a otra.
53
Lecturas sobre física. Vol 1. Cap 4. Este capítulo fue recomendando por J. Lacan cuando refería a tal principio
físico, puesto que en el ejemplo tratado allí sobre ―Daniel el terrible‖, se muestra muy bien como a medida que
avanza el desorden en el interior de una habitación cerrada en donde el niño juega con los cubos, y comienza a
ser dificultoso percibir la conservación de los cubos, la formula matemática puede verificar la conservación sin
necesidad de la sustancia ―cubos‖, de la comprobación empírica o de los sentidos.

82
Para que opere tal ley de conservación de la energía, es necesaria la razón
matemática y un sistema cerrado, condición a partir de la cual es posible el abordaje de la
falta del objeto. J. Lacan asocia el principio de conservación de la energía a la noción de
agujero en topología. 54 Desde ésta disciplina, el agujero se lo conceptualiza con el Teorema
de la curva cerrada de Jordan, a toda curva cerrada simple del plano55, que divide al plano
en dos componentes conexas y disjuntas, que tienen a la curva como frontera común. Una
de las componentes está acotada (interior) y la otra de las componentes no está acotada
(exterior).

Fig. Nº 3: Curva de Jordan simple

El teorema es intuitivamente simple, pero de compleja demostración. Como


desarrollamos a pie de página56, la ventaja del teorema de Jordan es la de determinar que
pertenece y que no pertenece a la parte interior de la curva, a partir de un razonamiento
abstracto que se desliga de toda realidad biológica, material o tridimensional. En este
sentido, permite establecer una diferencia con la conceptualización freudiana del interior,
claramente articulable a un objeto topológico tal como la esfera cerrada (p.ej. el cuerpo
biológico que encierra a las pulsiones de origen endógeno).

En una perspectiva del psicoanálisis que encuentra apoyo en los fundamentos de la


topología, la concepción del interior obedece a un simple trazado de una curva de cierre,
modo a través del cual se puede establecer el principio de constancia en psicoanálisis. El
54
En este punto, nos servimos de la intervención del Psicoanalista Federico Fresneda en las Jornadas Anuales
de Apertura – Noviembre de 2013. Bs. As.
55
Se dice que una curva es cerrada simple si no tiene cruces o dobleces o dicho de otra forma es una curva
homeomorfa al círculo.
56
La demostración usa el hecho de que un punto P cualquiera estará ``adentro'' de la curva si al trazar un rayo
con origen en P en cualquier dirección y de forma que el rayo corte a la curva de forma transversal en todo
punto de intersección, entonces el número de cortes será un número impar. De lo contrario, esto es, si el punto
se encuentra ``afuera de la curva, entonces cualquier yayo con origen en P que corte transversalmente a la curva
lo hará un número par de veces. En el dibujo podemos apreciar como el punto C se encuentra dentro de la curva
y no importa en la dirección que tracemos un rayo transversal, este cortara la curva un número impar de veces.
Por otro lado, el punto D esta fuera de la curva y cualquier rayo trazado desde el que corte la curva
transversalmente, lo hará un número par de veces. En el grafico que sigue se ejemplifica el teorema.

83
interior no está dado por un individuo biológico, sino por ciertas leyes de naturaleza
abstracta, si se permite el juego de los términos. A continuación mostramos un breve
ejemplo de curva cerrada con cierta complejidad en su presentación, la que evidencia como
cuando se hace perceptiblemente enredado discriminar que está adentro y qué está afuera,
la apelación a lo abstracto del problema viene a resolver un problema intuitivamente
complejo.

Fig. Nº 4: Curva cerrada de Jordan compleja

Este teorema, al tiempo que aporta insumos teóricos para una modulación abstracta
de la energía, posibilitando la articulación a estructuras matemáticas con las que opera J.
57
Lacan para abordar los problemas de la psicosis en el caso Schreber o Esquema I , nos
permitirá reorientar la exploración del duelo. El abordaje de la energía desde un punto de
vista abstracto, al tiempo que permite sortear algunos de los obstáculos freudianos (a partir
de los cuales la energía quedo atrapada en una perspectiva que péndula entre el somatismo
biológico o el carácter mítico de la pulsión), permite así mismo llevar a cabo un tratamiento
del objeto de la falta bajo el imperio de ciertas leyes de naturaleza simbólica, produciendo un
giro en la perspectiva del duelo. Lejos de abordar la falta de objeto desde un punto de vista
empírico, que observa la naturaleza del fenómeno, el enfoque propuesto supone que el
objeto falta a condición de un argumento matemático o una perspectiva simbólica que lo
determina. En el caso particular de la psicosis, habremos de investigar cómo se comporta el
agujero cuando la línea cerrada de Jordan no opera, repercutiendo en la consideración del
objeto, la falta y el duelo.58

57
Punto 8.4 del presente estudio.
58
En el caso particular de la estructura de la psicosis concebida por J. Lacan en el esquema I que abordaremos
58
a posteriori, captaremos como la ausencia del cierre en el sistema (a diferencia de la neurosis o esquema R ),
tiene notables repercusiones en una perspectiva de la pérdida del objeto en la psicosis.

84
En esta línea del razonamiento, la perspectiva de la perdida del objeto y el duelo en
general, requiere tales insumos teóricos para su formulación, apartándose de toda teoría de
duelo que suponga la observación y elaboración conceptual que describa y explique al
fenómeno de la pérdida. Tal posición supone a la pérdida como un hecho que antecede, y
en la perspectiva que exploramos, la pérdida y el duelo se sostiene en una razón
abstracta. En este sentido, el argumento guarda coherencia con la propuesta
epistemológica y los requerimientos que entendemos necesarios para el abordaje de un
objeto de investigación, que desde el punto de vista de los fenómenos observables, se
confronta con múltiples obstáculos a los efectos de su elucidación. 59

4.2 Del cuerpo biológico al incorporal

En la lectura del afecto en S. Freud, y por su estricta articulación con el concepto de


pulsión, el mismo establece una relación de dependencia respecto al organismo. Basta
apelar a las definiciones freudianas de pulsión, para ubicar el problema en su justo término.
60
Entendemos que la propuesta de J. Lacan respecto al afecto, logra depurar al concepto
de cierta procedencia sustancialista, organicista o física que en buena medida aporta el
soporte a partir del cual pensar el duelo en psicoanálisis, propuesto por S. Freud como un
―afecto normal‖.

Para tal argumentación teórica, el apoyo doctrinal fundamental será la teoría de los
incorporales impartida por la filosofía estoica,61 la cual apunta a explicar los seres concretos
y sus cambios mediante una propuesta subversiva respecto a la herencia platónica o
aristotélica, al negar la existencia de entidades metafísicas de cuya existencia dependa lo
sensible. (Lozano, s/f, p. 91) El abordaje de los incorporales por parte del estoicismo
antiguo, requiere de algunas consideraciones elementales, a los efectos de rescatar aquello
que se torna provechoso para el planteo psicoanalítico. En su doctrina general, y en
oposición a una ontología clásica que propone incluir dentro del género de lo existente, a
entidades que están más allá de la realidad física, los estoicos adoptan un planteo
netamente corporalista, pero que sin embargo otorga un papel a realidades que no son

59
Aspecto tratado anteriormente.
60
En Pulsiones y destinos de pulsión (1989j) propone a la pulsión como un ―concepto fronterizo entre lo anímico
y lo somático, como un representante psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan
el alma‖. ―concepto fronterizo de lo somático respecto de lo anímico [...] el representante psíquico de poderes
orgánicos (Schreber==) ―la agencia representante psíquica de una fuente de estímulos intrasomática en
continuo fluir [ . . . ] uno de los conceptos del deslinde de lo anímico respecto de lo corporal (reedición de los tres
ensayos )‖
61
Tomamos como referencia de la enseñanza estoica del libro de É. Brehier (2011)

85
cuerpos.62 En tanto se presentan en su filosofía como cosas inmateriales de las que no es
posible decir que existan, se les reconoce de todos modo que subsisten. Incorporal designa
entre los Estoicos, según Sexto, las cosas siguientes: lo ―expresable‖, el vacío, el lugar y el
tiempo. (Bréhier, 2011. p2)

De tal modo la ontología clásica queda en una relación de subrogación a la


propuesta estoica, la cual obedece a dos principios corporales respecto a los cuales se
construye: activo – pasivo. De este modo, las nociones de ―cuerpo‖ ―agente‖ y ―paciente‖ son
los criterios claves para establecer el mobiliario del universo. (Lozano, A. p. 94). En la
interacción de los cuerpos de acuerdo a estos principios, se explican los procesos naturales,
siempre y cuando se integre al régimen ciertas realidades que no son cuerpos pero que
participan del sistema.

El esquema general de la causalidad en la filosofía estoica, presupone que en ella


intervienen tres entidades, dos cuerpos uno que es causa en otro, y el efecto mismo que se
describe como un incorpóreo: efecto incorporal. Todo cuerpo deviene así causa de algo
incorpóreo para otro cuerpo, al actuar sobre él. El incorporal lejos de presentarse como una
cualidad o propiedad física, es un atributo lógico. No son cosas o estados de cosas, sino
acontecimientos. Lejos de existir, insisten o subsisten. Este efecto en el cuerpo al modo de
un atributo no puede ser clasificado entre los seres.

En lo específico del incorporal ―expresable‖, debido al interés que ha suscitado en


psicoanálisis a razón del estatuto del decir y sus relaciones con la esencia del trabajo
analítico, se lo puede articular en modo sucinto con el ―verbo‖. Ante el riesgo de confundirlo
con el lenguaje o las palabras, debemos explicitar que éstos últimos son cuerpos para la
doctrina estoica.

En este marco filosófico expuesto mínimamente para contextuar lo que sigue, la


articulación del incorporal a la teoría psicoanalítica hace posible producir un viraje esencial
en la conceptualización de la libido, el afecto y la pulsión y el cuerpo. Tal modificación
repercute en el concepto de duelo, en el trabajo impartido, en las vicisitudes de la libido y en
el estatuto del objeto que lo desencadena. Los incorporales en el sistema estoico, tienen un
lugar predominante en la explicación de la realidad corpórea, independientemente que de
condición no corpórea. En tal sentido, y a mitad de camino entre cuerpos y la nada, operan
modificando los cuerpos, algo que interesa a un psicoanálisis que pretende otorgar otra

86
inteligibilidad a dimensiones que finalmente fueron capturadas por las tendencias
materialistas, energéticas mecanicistas y biologicistas de un concierto científico y
epistemológico positivista.

Desde muy temprano en su obra, el cuerpo fue considerado por J. Lacan desde una
perspectiva que recrudece asimetrías, si se permite la ilustrativa expresión que conjuga
materia y geometría, entre el cuerpo de la biología y el cuerpo de lo simbólico. LA teoría del
incorporal tendrá un lugar fundamental en la intelección del problema del cuerpo, respecto al
cual no se trata del desconocimiento de lo que entendemos en nuestra cultura por cuerpo,
ligado a la materia – sustancia – anatomía, sino que por el contrario el de precisar un cuerpo
ante el cual, el psicoanálisis pueda operar.

Vuelvo, en primer lugar, al cuerpo de lo simbólico que de ningún modo hay que
entender como metáfora. La prueba es que nada sino él aísla el cuerpo tomado en
sentido ingenuo, es decir, aquel cuyo ser que en él se sostiene, no sabe que es el
lenguaje que se lo discierne, hasta el punto de que no se constituiría si no pudiera
hablar. El primer cuerpo hace que el segundo ahí se incorpore. De ahí lo incorporal
permanece marcar el primero, del tiempo posterior a su incorporación. Hagamos
justicia a los estoicos por haber conocido ese término, rubricar en que lo simbólico
aspira al cuerpo: lo incorporal. (Lacan, 2012, P. 431)

En la cita se deja apreciar la particular relación establecida entre el cuerpo


anatómico –ingenuo- en el que habitaría el ser que habla y el cuerpo de lo simbólico. Una
lectura que parta de la doxa o el sentido común, sostendría que por un lado existe el cuerpo
ingenuo y por otro el lenguaje. El cuerpo ingenuo preexistiría al ser que habla, y el lenguaje
vendría a ser una adquisición en el terreno evolutivo. La propuesta de Lacan, retomando a
los estoicos, formula al cuerpo ingenuo como un efecto de la incorporación por parte
del cuerpo simbólico, sin el cual sucedería como con los animales, ya que al no hablar no
tienen cuerpo, sino simplemente un organismo.

En suma, el cuerpo que habita el ser que habla o ―parlètre‖ no es sin un cuerpo
simbólico, que lo determina y lo constituye como tal, puesto que lo simbólico es cuerpo, es
cuerpo en sí mismo y provee de corporalidad a todo lo que por el posee tal estructura (el
cuerpo de policía, el cuerpo de bomberos, el cuerpo biológico, etc.) (Eidelzstein, A. 2012). A
pesar de la corporalidad que oferta el cuerpo ingenuo, y que lleva a que en el terreno de las
pasiones y los afectos se puedan situar en las distintas regiones o partes del mismo,
siempre se está para J. Lacan ante un incorporal, ―porque lo material del organismo no es lo

87
que hace cuerpo, sino la forma como los sujetos se refieren al propio, es decir, como
acontecimiento de lenguaje. (Maya, B. 2009, p.6)

La palabra en J. Lacan, desde el comienzo mismo de su obra, fue concebida en


tanto que cuerpo: ―La palabra en efecto es un don de lenguaje, y el lenguaje no es
inmaterial. Es cuerpo sutil, pero es cuerpo‖ (Lacan, 2008, p. 289). Habremos de elucidar a
continuación, qué del afecto se relaciona con lo incorporal y el lenguaje, poniendo de este
modo en cuestionamiento teorías psicoanalíticas que sostienen que los afectos son los
constituyentes instintivos, innatos de las pulsiones, que proporcionan la base para la
relación y la base para las vivencias de la relación. (Tizón, 2007, p.132) (Kernberg 1983). En
este sentido, la hipótesis lacaniana del afecto como efecto significante, opera como un
contrapeso teórico que retomamos en este estudio exploratorio.

La concepción energética freudiana del duelo, supone un objeto perdido del cual
hay que retirar los investimentos libidinales. Esta concepción puede ser subvertida en la
doctrina de los incorporales del estoicismo antigüo, reasignándole un nuevo estatuto al
objeto de la pérdida. En este sentido, el objeto no se comporta pasivamente sino que tiene
efectos incorporales en el sujeto del duelo. El objeto perdido afecta al sujeto, y en este
sentido se produce una inversión y un descentramiento respecto a un yo que en la lógica del
duelo freudiana, intentaba los trasvases de energía de un objeto (perdido) a otro objeto (a
conquistar). A partir de tal posición teórica: ¿por qué razón el sujeto de la psicosis no se
vería afectado por la pérdida del objeto? En el cambio de perspectiva, la solución teórica
entendemos le devuelve al duelo y al psicosis una capacidad inhibida por las lecturas
deficitarias expuestas.

4.3 Afectos al significante

La tradición psicoanalítica post freudiana había puesto al afecto en un lugar que no


coincidía con el espíritu y el método de S. Freud. Este es el principal aspecto que J. Lacan
retomará cuando se aboque a la investigación del afecto de la angustia63. En ese período,
se avivaba una vieja controversia en la historia del movimiento psicoanalítico, puesto que ya
en la era freudiana, S. Ferenczi interpelaba al maestro sobre el tratamiento de esa
frustración analizante que conmina al analista y que lleva a diversos posicionamientos:
mientras que para Freud la frustración era inherente al dispositivo mismo y de ésta dependía

63
En el período comprendido entre 1963-1964 J. Lacan desarrolla un seminario sobre ―La angustia‖. En buena
medida, ese seminario fue una respuesta a la crítica llevada a cabo por el psicoanalista André Green, quien
sostenía que bajo el imperio del lenguaje y el significante, aquel había desatendido la cuestión del afecto (Lacan,
1962)

88
el progreso de la cura, para el post – freudiano, la simple humanidad querría que se
procurase atemperar tal frustración (Soler, C. 2011, p.8).

El lugar del afecto en el seno de la teoría y su relación con el inconsciente, incide


notablemente en las perspectivas clínicas, tanto como en la técnica ejercida por el analista.
En este sentido, situando al duelo como un afecto desde S. Freud, los abordajes del mismo
dependerán en buena medida de la concepción del afecto que se articula a dicha teoría. El
mismo S. Ferenzci, le escribe una carta a S. Freud en el que le comenta respecto a la
muerte de su hermano:

Querido señor profesor… Abreaccioné el duelo de mi hermano, completamente,


durante la evolución de su enfermedad, rica en esperanzas frustradas. (Freud,
Fernzci, 1992, p.365)

En la declaración se desprende una teoría del duelo ligada íntimamente al duelo


como trauma, respecto al cual el tratamiento radica en la descarga de las vivencias. ¿Es
ésta la dirección del tratamiento en el duelo? ¿Se trata de que el doliente descargue el
afecto? La respuesta depende estrictamente de la teoría del afecto sobre la cual apoya.
Entre el duelo abordado por el sesgo de la abreacción, o su tratamiento llevado a cabo por
la vía del trabajo asociativo en el análisis, la teoría del afecto determina posiciones disímiles
64
respecto a un mismo problema: la tensión entre el afecto y la representación.

En la perspectiva freudiana, el afecto siempre ha estado en relación con la


representación, constatándose cierta predilección en su método en relación al segundo
término. Entre la interpretación del afecto o el desciframiento de la representación ofrecida
por el síntoma, la orientación del método apuntaba a la segunda, y en ese sentido, desde
muy temprano el desciframiento se tornó la vía regia del inconsciente. Lo conmovedor del
afecto expuesto y vivenciado por el sufriente, no es concebido por S. Freud como una
orientación del tratamiento. ¿Se puede afirmar que S. Freud no se ocupaba de los afectos al
subordinarlos a las representaciones?

Los efectos terapéuticos del trabajo asociativo por el inaugurado en la escucha e


interpretación al síntoma histérico, le permite deducir a S. Freud que la palabra tiene efectos
en los afectos que aquejan a su paciente. Por tanto, hay que suponer que estos mantienen

64
No deja de ser llamativo para nosotros, como el psicoanálisis actualiza a su modo, un problema de la historia
de la psicopatología, en la tensión afecto/humor – pensamiento.

89
algunas relaciones con ese instrumento: Ésta era la pista de la causa relativa al lenguaje.
(Soler, C. 2011, p.10).

Tal impronta teórica de las representaciones y los afectos en el conjunto de la vida


anímica, padeció notables mutaciones a posteriori de S. Freud, en un desarrollo
diversificado en direcciones determinadas por las preferencias teóricas de las figuras
dominantes. (Green, 2008, p. 1186) En tal basto campo de desarrollos que exceden el
alcance e interés de esta investigación65, nos interesa soslayar el progresivo despliegue de
teorías del afecto apoyadas en la neurología, la biología, la psicología del yo, y el instinto,
las cuales producían un desvío respecto a lo original y subversivo del planteo freudiano. En
forma excepcional, y a efectos de ilustrar este aspecto citamos entre tantos posibles
psicoanalistas a J. Tizón:

Estas disposiciones afectivas, innatas en la especie humana, son uno de los


constituyentes fundamentales de las relaciones de objeto primitivas, pues activan y
confieren significación a la relación. Los afectos son componentes pre-programados
de la conducta humana que, como todo mecanismo desencadenante innato (IRM), se
activan en circunstancias concretas y proporcionan comunicación bidireccional: al Yo
y al Otro. (Tizon, J. 2007, p. 132-133)

En tal perspectiva, la maduración individual hace que se activen progresivamente


los diversos patrones afectivos pre programados. Los avatares de las relaciones (de objeto)
logran que, en cada momento, esos patrones emocionales se activen o desactiven en
función de las experiencias vividas (Tizón, J. 2007, p. 135). Este catálogo de los afectos que
se desarrolla evolutivamente, determina según el grado de evolución afectiva, los posibles
desenlaces ante la pérdida de un objeto.

De notables incidencias en la teoría de la técnica en el abordaje clínico que de tales


supuestos deriva, a modo de ejemplo citamos a J. Tizón, quien reconsiderando el concepto
de ―función emocional‖ (Meltzer, D. 1989) propone a las emociones como conferidoras de
significado a las vivencias. Respecto a la atención a los duelos y procesos elaborativos, las
que estructuran la experiencia clínica serán las funciones de la solidaridad o amor, la
contención, la esperanza y la confianza, las funciones básicas del trabajo asistencial.
(Tizón, J. 2007, p.144) De ello se desprende una concepción de la clínica del duelo, en la
que las emociones y los afectos ordenan una dirección del tratamiento en función del grado

65
Lo que nos parece sobresaliente es cómo este precipitado de teorías afectivas dejan en un lugar
secundario a las representaciones, las palabras, los significantes, el lenguaje.

90
de desarrollo evolutivo de la afectividad. En tal perspectiva, el lenguaje no es más que un
mero transportador o medio en la incorporación e introyección de los afectos pre –
existentes, una herramienta para llevar a cabo la interpretación de los afectos, oponiéndose
notablemente al modelo antes citado que revindica el papel fundante del lenguaje en la
afectividad humana.

En modo sucinto situamos una de las tantas perspectivas que sostienen la


predominancia del tratamiento del afecto en la clínica, haciendo depender al mismo de un
fuerte anclaje de tipo biológico, instintivo y genético. La consideración del afecto en un
estudio sobre el duelo, y recordemos que para S. Freud había sido considerado éste ultimo
un afecto normal, exige a nuestro entender su ubicación teórica, puesto que en la tensión
desarrollada hasta aquí, pareciera que habría que ubicarse de un u otro lado del afecto o el
lenguaje, cuestión que será zanjada mediante la inclusión de una maniobra teórica por parte
de J. Lacan. Establecer una serie de precisiones al respecto, nos permitirá ordenar al duelo
en su estatuto de afecto, respecto a una colección que excede el interés y alcances de este
estudio, devolviéndole al Otro del lenguaje un papel fundamental en la participación de tal
afecto. En este sentido:

En lo que concierne a las condiciones del afecto, Lacan no avanzó solo. Sin embargo,
su tesis parece original, y única en el siglo. Se ha hablado del siglo xx como el siglo
del lenguaje. Lacan pertenece a este siglo, pero es el único que hizo del lenguaje un
operador. Los otros se ubican más bien en eso que se ha llamado the mind body
problem que convoca al cuerpo, por cierto, pero en el sentido del organismo, y para
hacer de este la causa del lenguaje. (Soler, C. 2011, p.10).

El término duelo entre otras acepciones, implica el afecto penoso como su


manifestación exterior (Freud, 1989b, p. 242). En buena medida entendemos que la lengua
nos acerca a un problema, puesto que en la exteriorización del duelo, se revela una
vertiente fenomenológica del afecto, la cual lejos de ser desconsiderada en una clínica de la
psicosis, requiere atender a ciertos riesgos en su inclusión.66 En tal sentido, entendemos
que la discordancia propiamente dicha de la psicosis, conlleva a que se produzcan hiatos o
rupturas entre lo que podría ser considerado un afecto penoso y la concomitante reacción de
luto correspondiente a esa ―normalidad‖ del duelo establecida por S. Freud. Por tanto

66
Viene al caso un relato clínico de un psiquiatra, el cual refería que un paciente psicótico conmovido ante el
recuerdo de la muerte del padre, se había puesto a llorar por un solo ojo, lo cual refería a la escisión radical de la
psicosis. El sujeto en cuestión le aseguraba que la mitad de él estaba deprimido, pero que por el otro ojo se reía
de la alegría de sentirse feliz por saber que estaba bien muerto. Es un claro ejemplo del problema de la spaltung,
la discordancia afectiva en la psicosis, la cual tomada por su sesgo observable puede poner al clínico en una
profunda contradicción.

91
sostenemos que es necesaria la cautela respecto a una fenomenología del duelo cuando de
la psicosis se trata, puesto que más que operar como un indicador diagnóstico, puede
extraviarnos en las conjeturas clínicas y en una oscura lista de afectos esperables de
acuerdo a la evolución del individuo. Tal vez podamos hipotetizar, que esta clave
fenomenológica acuñada en un cierto patrón de normalidad, es el que torna invisible e
impronunciable el duelo en el sujeto psicótico en una clínica que se basa en la mirada y la
observación, y que espera la puesta en juego de determinado conjunto semiológico para
interpretar la vivencia afectiva del duelo:

Es que al efecto del lenguaje se agregan los efectos colectivos de lo que Freud
llamaba civilización, y que Lacan rebautizó con el término ―discurso‖ para marcar que
la estructura del lenguaje no está menos inscripta en nuestra realidad social que en el
inconsciente, que ordena los lazos sociales y que preside en cada época la economía
de los cuerpos, y por consiguiente, la configuración de los afectos dominantes en una
determinada época. (Soler, C. 2011, p.61).

Nuestra clínica nos ha confrontado en ese sentido, con sujetos que mientras su
despliegue vivencial iba en una dirección que se alejaba de lo que del duelo se espera en su
conjunción con los semblantes de la melancolía o la depresión, ciertos significantes situaban
la pérdida en la presentación discordante del relato delirante. Ciertamente es en la psicosis,
en la ausencia del significante de la ley que otorga legalidad a la estructura, la que nos
enseña hasta qué punto el afecto obecede a las leyes del lenguaje. Los actos pasionales
que llevan a los más terribles crímenes por amor u odio en la psicosis, en nuestro
desconcierto nos revelan una y otra vez, la desregulación de la vida afectiva de la psicosis,
lo cual lejos está de querer decir que no la tengan. En este sentido, hacemos alusión a uno
de los prejuiciosos argumentos que dan origen a este estudio: el paciente psicótico no se ve
afectado por la pérdida / no hace duelo / vive en otra realidad.

Abordar al duelo por el sesgo del fenómeno o el relato de sus vivencias, puede
llevar al extravío, del mismo modo en el que podría haber caído S. Freud ante el ―Hombre de
las ratas‖, tras un duelo considerable ante una persona intrascendente, y que gracias al
trabajo del desciframiento le permite concluir, que se trataba de un desplazamiento respecto
a una pérdida anterior, esa vez significativa (Freud, S. 1909). Es ésta la razón por la que el
afecto no puede ser considerado al modo de un dato sensible, siendo el empirismo o la
fenomenología, caminos que no conducen a iluminar el problema. Si bien el afecto insiste y
hace sufrir al sujeto, ello no puede ocultar cierta vacilación respecto a la vivencia, más allá
del intento de ser expresada mediante las palabras o discurso del Otro: al nombrar los

92
afectos, el discurso los fabrica y los aísla en la indeterminación de la vivencia. (Soler, C.
2011, p.11).
Desde S. Freud, el afecto se desplaza, razón por la cual J. Lacan arroja una
considerable indicación clínica: el afecto engaña. (Lacan, J. Sem 10) Esta lectura que parte
de cierta maniobra neurótica, entendemos que se ve exacerbada en al psicosis, allí donde a
su vez, el discurso del Otro se revela agujereado respecto a cierta referencia que regula al
lenguaje. El engaño del afecto puede potencialmente operar como una certeza delirante,
llevando a determinados actos de naturaleza pasional, que ponen en riesgo al sujeto y a los
otros.

Tal consideración exige que nos detengamos en el lugar del afecto, respecto a un
concepto fundamental de la metapsicología freudiana, intrínsecamente vinculado desde su
origen: la pulsión. En este sentido, el afecto en el conjunto de la obra freudiana, no puede
ser concebida sino es en relación a ésta. Situándonos en un texto próximo a Duelo y
Melancolía67, establecemos un recorte paradigmático de definición conceptual:

[…]junto a la representación (Vorstellung) interviene algo diverso, algo que representa


(räpresentieren) a la pulsión y puede experimentar un destino de represión totalmente
diferente del de la representación. Para este otro elemento de la agencia representante
psíquica ha adquirido carta de ciudadanía el nombre de monto de afecto; corresponde
a la pulsión en la medida en que esta se ha desasido de la representación y ha
encontrado una expresión proporcionada a su cantidad en procesos que devienen
registrables para la sensación como afectos. Desde ahora, cuando describamos un
caso de represión, tendremos que rastrear separadamente lo que en virtud de ella se
ha hecho de la representación por un lado, y de la energía pulsional que adhiere a esta,
por el otro‖. (Freud, 1989l, p. 148)

De la cita por demás representativa, se desprende que si bien leerse una aparente
tensión, separación o escisión entre los términos de la ―representación‖ y el ―monto de
afecto‖, a los que habría que ―rastrear separadamente‖, un seguimiento a la letra del texto
freudiano arriba citado, puede hacer posible otro modo de pensar el problema. La represión
arriba esbozada, al servicio de la evitación del displacer, y ligada a los avatares de la
pulsión, conlleva a la supresión de la ―representación‖: “desaparecer de lo consiente si
antes fue consciente, o seguir coartada de la conciencia si estaba en vías de devenir
consiente‖. (Freud, 1989b, p. 148) El trabajo del psicoanalista, es al decir de Freud desde

67
Respecto al afecto y la pulsión, las referencias son múltiples en la obra de S. Freud. Optamos
metodológicamente por detenernos en las concepciones próximas al tiempo en que se gesta ―Duelo y
Melancolía‖, texto princeps en esta investigación.

93
―La interpretación de los sueños‖, el del desciframiento de las formaciones inconscientes a
través de un método que privilegia la asociación libre. La vía regia del inconsciente apunta al
trabajo de desciframiento, y no a la interpretación del afecto.

Hasta allí, todo podría hacernos pensar en una exclusión del afecto en el trabajo
analítico. ¿Qué del afecto en este proceso? Freud nos advierte, que tiene un destino diverso
respecto a la representación. En los ejemplos que desarrolla para ilustrar los distintos
procesos represivos en las psiconeurosis, advierte que el monto de afecto no es suprimido,
sino desplazado de su causa original. He allí el carácter engañoso y metonímico del afecto.

Por el contrario, lo que dije del afecto es que no está reprimido; y esto lo dice también
Freud. El afecto está desamarrado, va a la deriva. Se lo encuentra desplazado, loco,
invertido, metabolizado, pero no reprimido. (Lacan, 1962, p. 15)

Este es precisamente el punto que retoma J. Lacan cuando propone una tesis sobre
el afecto. 68 En dicho texto, apunta a restituir las ideas freudianas a partir de la estructura del
sujeto, pudiendo establecerse un desplazamiento de los términos:

69
Represión de la representación Metáfora / Sustitución Significante

Desplazamiento del monto de afecto Metonimia del afecto

La tesis original, que en buen modo produce una relación de continuidad con
los aportes freudianos, supone que lo desplazado es el afecto, que se va con su
música a otra parte‖ (Lacan, 2003b, p. 225). A la luz de una teoría del sujeto en donde
―un significante representa a un sujeto para otro significante‖, el afecto de modo alguno
representaría al sujeto. No obstante, es por el significante que el afecto puede
desplazarse hacia otras significantes del recorrido topológico. En este sentido, la
oposición afecto – significante se disuelve, puesto que

[…]si el afecto está ligado, como todo lo indica, a imágenes y significantes, no puede
ser concebido por fuera de lo simbólico, sino como lo que opera en la técnica
psicoanalítica‖. (Soler, C. p15)

68
Aludimos al texto ―Televisión‖. J.Lacan. En Otros Escritos. Siglo 21. BSAS.
69
Podemos fechar en el Seminario 1 de J .Lacan la equivalencia entre la Vorstellung –reprasentanz y el
significante.

94
La modalidad de proponer el tema según J. Lacan, permite establecer una
relación del afecto al significante, en donde el primero es un efecto del segundo: el
significante afecta al sujeto. En este sentido, la tesis no es restrictiva al campo de la
neurosis, pudiendo conjeturar que el sujeto de la psicosis, en tanto es afectado por el
significante y en especial, por la forclusión del significante de la ley que otorga
legalidad a la estructura, padecerá igualmente las consecuencias de estar atravesado
por el lenguaje. En el capítulo final de esta tesis, abordaremos algunas de las
consecuencias específicas de la afección significante en función de determinadas
contingencias y causalidades de la estructura de la psicosis. En este sentido, la
fórmula a la que arribamos, y que logra solucionar teóricamente una tensión del
psicoanálisis mínimamente expuesto aquí, nos es útil a su vez para resolver otra
tensión: la de la psiquiatría.

Trátese de enfermedades del humor o enfermedades del pensamiento,


reproduciendo grosso modo la escisión producida esbozada en punto 2.4,
entendemos que el significante produce un régimen de afección que logra superar la
distinción fenoménica de las enfermedades mentales, al tiempo que ubica al analista
en un mejor lugar respecto a la función terapéutica en la clínica de las psicosis, puesto
que al operar con el lenguaje, puede intervenir en los afectos de la psicosis.

4.4 La pérdida entre mito y topología

El objeto en psicoanálisis, en el orden de las transformaciones teóricas que


hemos esbozado arriba, padecerá una notable mutación respecto a la letra freudiana, en la
que destaca el carácter eminentemente abstracto y topológico, lo cual una vez más
subvierte una episteme caracterizada por la sustancialización y la vivencia del satisfacción
del objeto, y que el post – freudismo llevo a la constatación de la pulsión como un modo e
inscripción de lo biológico en el psiquismo, argumento que en buena medida encuentra sus
fundamentos en ciertas definiciones freudianas. 70

La concepción del objeto en psicoanálisis, se articula fuertemente a la pérdida,


razón por la cual incluímos aquí un recorte teórico que va del mito a la topología, conjunto
de argumentos racionales y abstractos con los que J. Lacan pretendió situar la relación del

70
Cuando J. Lacan comienza a cuestionar los postulados energéticos freudianos en el Seminario 2 declara que
―Aquí no es cuestión de seguir a Freud en la tentativa biológica que procura dar como infraestructura.‖. Sin
embargo está reconociendo la fuerte implicancia biológica de sus postulados pulsionales. En J. Lacan la pulsión
será considerada un ―montaje‖, en tanto se opone a lo natural. Se enfatiza en una dimensión artificiosa de la
pulsión, estrictamente vinculada al lenguaje y el efecto incorporal.

95
sujeto a la pérdida en una perspectiva que lo desvinculase de la versión mítica del objeto
perdido, poniendo el término en una relación de sincronía respecto al borde y el agujero.
Estos elementos enriquecen nuestra investigación exploratoria, en la medida que nos
permiten acercarnos a la problemática del duelo en el sesgo del agujero que en la lectura de
S. Freud es posible intuir, y con J. Lacan formalizar. A consecuencia de este recorrido, nos
vemos mejor preparados para interrogar teóricamente las relaciones entre el agujero, el
borde, el objeto y el duelo, pudiendo conjeturar a posteriori, enunciados en relación al duelo
en la psicosis.

En el recorrido optamos por situarnos en relación al concepto de pulsión, gesto


teórico a partir del cual se constituye a posteriori el objeto a, y que será el punto de partida
de la interrogación de J. Lacan sobre la relación del sujeto al objeto perdido, para arrancar a
este de las impregnaciones míticas a la que lo había expuesto S. Freud.

En cuanto a la sexualidad que podría recordársenos que es la fuerza con la que


tenemos que vérnoslas, vamos a tratar de aportarle algo más nuevo, al recurrir a una
forma que Freud mismo en este asunto nunca pretendió rebasar: la del mito. (Lacan,
2008, p.803)

La libido freudiana, será abordada por J. Lacan mediante la ficción de un mito: el


mito de la laminilla. A través del mismo, se argumenta un corte respecto a aquello que no
era más que un mito en la teoría freudiana. A modo introductorio de la cuestión, el cuerpo
participa de lo mítico, tomando al mito como posibilidad de narrar épicamente el retorno de
un límite imposible (Ritvo,1988) Tal relato se remonta al Banquete de Platón,
específicamente a la intervención de Aristófanes relativa al mito del andrógino, el cual se
resume en:

[…]un animal primitivo de dos espaldas en el que se sueldan unas mitades tan firmes
al unirse como las de una esfera de Magdeburgo, las cuales, separadas en un
segundo tiempo por una intervención quirúrgica de los celos de Zeus, representan a
los seres hambrientos de un incontrolable complemento que hemos llegado a ser en el
amor (Lacan, 2008, p. 803)

¿En que concierne este mito a S. Freud? En la medida en que buena parte de la
doctrina de la pulsión de muerte, ancla ideas en lo que se desprende de este mito griego:
esfera partida en dos mitades que tienden naturalmente la una hacia la otra, en la búsqueda
del encuentro como consolidación del estado anterior. A partir de este mito, y el modo en
que S. Freud lo considera para elaborar su doctrina de la pulsión de muerte en Más allá del

96
principio del placer , giro metapsicológico de notables consecuencias para el psicoanálisis,
se propone la pulsión de muerte como una tendencia a volver a un estado anterior:

El principio de placer es entonces una tendencia que está al servicio de una función:
la de hacer que el aparato anímico quede exento de excitación, o la de mantener en
él constante, o en el nivel mínimo posible, el monto de la excitación. Todavía no
podemos decidirnos con certeza por ninguna de estas versiones, pero notamos que
la función así definida participaría de la aspiración más universal de todo lo vivo a
volver atrás, hasta el reposo del mundo inorgánico. (Freud, 1995, p.60)

Este es el atolladero teórico respecto del que parte J. Lacan, quien por oposición al
vienés, al mito lo abordará con otro mito: el mito de la laminilla. Parte para su demostración,
de la equiparación entre la esfera completa de Andrógino por una parte, y el huevo como
símbolo de la vida por otro. En S. Freud se produce, mediante la constatación empírica de
la pulsión de muerte, el retorno a un estado anterior, buscando el objeto en su estatuto de
complemento perdido.

71
J. Lacan parte de un principio axiomático demostrado por la propia biología y que
finalmente tiene una consecuencia distinta en el recorrido de la pulsión: la reproducción
sexuada está necesariamente articulada a la muerte, y no por el fundamento de una
tendencia que intenta la reunión con la parte sexual perdida tal cual el planteo freudiano. En
el ejemplo del huevo, J. Lacan juega con la expresión en modo algo lúdico:

Cada vez que se rompen las membranas del huevo de donde va a salir el feto que
ha de convertirse en un recién nacido, imagínense que de él escapa algo, es decir,
72
que con un huevo se puede hacer un hombre y también la hombreleta o la laminilla
(Lacan, 2003b, p. 205)

71
Los unicelulares se producen por división y no hay muerte allí —el experimento de Waisman con el plasma
germinal—. Freud propone que si uno cambia el caldo alimenticio, no hay ningún cadáver, porque los
unicelulares, como las amebas, se reproducen por partición; y, al reproducirse por partición, entonces no hay
cadáver. Pero esa es no sexuada. Cuando la reproducción es sexuada, necesariamente los portadores —como
decía Freud— del plasma germinal, son contingentes y mortales respecto de su plasma germinal inmortal.
72
Jugando con el francés, la homofonía permite hablar de ―homellette‖ tanto como ―omelette‖, el cual remite a la
expresión ―una tortilla no se hace sin romper los huevos‖. En suma, estos juegos de la lengua reenvían a un
mismo punto: algo se pierde a partir de la vida.

97
Entre el mito y la topología de superficies, la esfera como superficie cerrada
(andrógino, huevo), será sometida a una serie de transformaciones topológicas mediante la
realización de un agujero en su superficie73, lográndose formalizar un resto: la laminilla

Fig. Nº 5: Transformación esfera/laminilla, extraída del texto Estofa de J.M.Vappreau (1997)

Objeto bidimensional y extra fino, insubstancial e intangible, de imposible


sumersión en una tercera dimensión, podría ser plasmado o escrito al modo de un disco o
pastilla. Mediante este recurso que pretende dar cuenta de la pérdida y la procreación, algo
por demás articulado a la operación del duelo, la laminilla es elevada al estatuto de órgano
libidinal, que de ningún modo podría vincularse a la sustancia biológica o al instinto sexual.
Si la laminilla requiere de un soporte topológico para dar cuenta de su existencia
matemática, lo es en función del intento de J. Lacan por desarticular a la misma de toda
aprehensión material o corporal en el sentido que la física clásica trata a los cuerpos.

En tal sentido, una vez más se hace necesaria la referencia al incorporal estoico, en
la medida que lo importante es captar cómo el organismo viene a apresarse en la dialéctica
del sujeto. Ese órgano de lo incorporal en el ser sexuado, eso es lo que del organismo el
sujeto viene a colocar en el tiempo en que se opera su separación. (Lacan, 2008, p. 807)
Otorgarle a la laminilla un estatuto incorporal, no significa que el cuerpo pulsional
freudianamente entendido, sea desestimado en la lógica conceptual tratada. En efecto, si la
laminilla viene a poner en su lugar a la libido freudiana, es al reorientar la sexualidad a partir
de la falta, estando el mito ―destinado a encarnar la parte faltante‖ (Lacan, 2003, p. 213)

73
En topología corte y agujero son dos maniobras cualitativamente diversas. Mientras que la primer produce dos
superficies, la segunda conserva una misma superficie.

98
La parte faltante, siguiendo el mito del Andrógino, versaba una mitad perdida, y que
en el reencuentro, garantizaba la unidad de la cópula. No obstante, cundo J. Lacan refiere a
esa parte faltante, establece una ruptura con tal mito. En efecto, el órgano de la laminilla
viene a intentar suplir la parte faltante, objeto que el sujeto pierde a causa de su condición
sexuada:

Del lado del viviente en cuanto ser apresable en la palabra, en cuanto que no puede
nunca finalmente advenir, es ese más acá el umbral que no es sin embargo ni dentro
ni fuera, no hay acceso al Otro del sexo opuesto sino por la vía de las pulsiones
parciales, donde el sujeto busca un objeto que le sustituya esa pérdida de vida que
es la suya por ser sexuado. (Lacan, 2008, p. 807).

Por tanto, al costo de la condición sexuada, y aun antes de la entrada letal del
significante, el sujeto busca en sus estrategias libidinales según J. Lacan, no la búsqueda de
la mitad sexual con el cual encontraría la armonía de la unidad, sino una parte perdida de sí
mismo o ―pedazo de cuerpo‖.

Desde el momento en que eso se sabe (ça se sait), en que algo de lo Real llega al
saber, hay algo perdido; y el modo más certero de abordar ese algo perdido, es
concebirlo como un pedazo de cuerpo. (Lacan, 1962, p. 125)

Por tanto participa del agujero, uno de los modos de presentarse lo real, la laminilla
como órgano incorporal mantiene una cita con el cuerpo: la zona erógena. (Lacan, 1975, p.
211). El cuerpo material aporta al asunto a partir de los agujeros que la anatomía provee.
Pero no basta con esos accidentes anatómicos, para que la zona erógena se constituya. En
el abordaje que lleva a cabo J. Lacan, son necesarios diversos requisitos. El modo de
abordar la cuestión, y en concordancia con el estatuto que le asigna a lo simbólico y el
incorporal en relación al cuerpo, supone un tratamiento abstracto del agujero apoyado en
los recursos de la topología, la matemáticas y la física.

Por tanto se trata de una superficie topológica, ella ordena aquel campo de fuerzas
pulsionales con que se ha emparentado por la tradición física de la que se sirvió S. Freud.
Mientras que para éste último, la zona erógena es una fuente de la pulsión, manantial de los
estímulos internos, J. Lacan desestimará esa condición energética fisiológica, tomando de
tal zona del cuerpo la condición del borde. Volviendo al epígrafe con que comenzamos este
capítulo, el cuerpo es sensible al decir en tanto éste aporta un agujero, una línea que hace
posible que la voz consuene y envuelva al objeto, en un trayecto de ida y vuelta que produce

99
una ruptura con los mentados esquemas del un cuerpo pulsional del que emanan y
descargan las tensiones somáticas en el psiquismo.74 En cierto modo radicaliza la propuesta
freudiana, desprendiendo del cuerpo biológico, un borde matemático al que exilia de las
necesidades y satisfacciones del soma75.

La delimitación misma de la ―zona erógena‖ que la pulsión aísla del metabolismo de la


función (el acto de la devoración interesa a otros órganos aparte de la boca,
pregúntenselo al perro de Pavlov) es el hecho de un corte favorecido por el rasgo
anatómico de un margen o un borde:...».( Lacan, 2008b, p. 778)

De tal modo Lacan propone que la zona erógena, partiendo de una parte que
oferta el cuerpo, debe desligarse de la satisfacción de la necesidad orgánica, y a su vez,
pueda ser aislable. En esta maniobra teórica llevada a cabo, la estructura de borde, la
superficie topológica de la esfera agujereada, el teorema de Stokes, el teorema de Jordan, y
el principio de constancia, serán las propiedades con las cuales se comienza a construir el
objeto ―a‖ en psicoanálisis, vinculado a la noción de agujero.

En función de estas propiedades de carácter eminentemente abstracto, se


constituye el recorrido de la pulsión, el cual se apoya en la circularidad del lazo al objeto. En
tanto la pulsión es parcial, no se puede confundir con objeto sobre el cual se cierra la
pulsión, puesto que ese objeto, de hecho, no es otra cosa más que la presencia de un
hueco, de un vacío, que, según Freud, cualquier objeto puede ocupar, y cuya instancia sólo
conocemos en la forma del objeto perdido ―a‖ minúscula.‖ (Lacan, 2003b, p. 187)

El hecho de que ―cualquier objeto pueda ocupar‖ de modo alguno significa que el
objeto a se torne especularizable: ―Un rasgo común a estos objetos en nuestra elaboración,
no tienen imagen especular, dicho de otra manera, de alteridad‖ (Lacan, 2008b, p. 778). De
este modo, y mediante un tratamiento topológico del problema se propone que los objetos
de la pulsión no entran en la dinámica imaginaria (a – a‘) que produce la ilusión de identidad
o semejanza. La no especularidad del objeto ―a‖ refiere a cierta imposibilidad del objeto,
imposible de ser sustituido o intercambiado por otros de la dialéctica imaginaria. Punto no
menor, si atendemos al problema de la sustitución del objeto en la operatoria del duelo

74
―Es preciso que haya algo en el significante que resuene. Uno se sorprende de que eso no se les haya
aparecido para nada a los filósofos ingleses. Yo los llamo filósofos porque no son psicoanalistas -ellos creen
férreamente que la palabra no tiene efecto. Ellos se imaginan que hay pulsiones, y aun cuando tienen a bien no
traducir pulsión por instinto, pues no saben que las pulsiones son el eco en el cuerpo del hecho que hay un decir,
pero que este decir, para que resuene, para que consuene, palabra del sinthomadaquin, es preciso que el cuerpo
sea allí sensible. Que lo es, es un hecho (J. Lacan, 1975, p. 7).

100
propuesto en Duelo y Melancolía, de donde se puede desprender una noción de objeto
dialectizable o intercambiable cuando el trabajo del duelo se revela exitoso.

En una perspectiva que reemplaza a la metapsicología freudiana, la libido como


laminilla no es algo que presenta las características de una sumersión en el espacio, que se
escapa o se distribuye, que se pierde o se acumula, a partir de los centros de focalización
que le ofrece el sujeto. Recordemos que esta dinámica de los flujos es la que en buena
medida sustenta al ―trabajo de duelo‖, de donde se desprende que entidades que operan
según las leyes de la física clásica operaran quitando la libido del objeto perdido. En ese
sentido el yo del duelo, instancia o ente en donde se imparten las ordenes de modulación
libidinal, son propuestos como el centro de la maniobra, mientras que el objeto perdido tiene
un estatuto secundario, que vale en cuanto allí aun se deposita la libido. Una vez culminado
el trabajo de recogimiento libidinal, el objeto puede ser sustituido.

La laminilla, en tanto objeto imposible de ser sumergido en las tres dimensiones con
las que se pueden asociar a los objetos de la pulsión –heces, seno, voz, y mirada, viene al
lugar de eso que jamás puede ser consumado por ningún objeto de la necesidad. Puesto
que desde S. Freud, y retomado por J. Lacan, la pulsión únicamente encuentra el objeto por
la vía de la ―satisfacción paradójica‖, puesto que al dar con su objeto, se concluye que así no
se satisface. El recurso a la laminilla es en este sentido una vía de demostración de ese
objeto que intenta suplir la parte faltante, pero que se revela imposible (puesto que no
existe una lámina infinitamente fina sino lo es en el plano de las dos dimensiones). La
satisfacción paradójica a la cual nos acerca el mito de la laminilla, conduce a proponer una
nueva categoría de objeto: imposible.

4.5 El objeto entre el borde y el agujero

Este método nos lleva aquí a la pregunta sobre lo posible, y lo


imposible no es forzosamente su contrario, o si no, entonces,
como lo opuesto a lo posible es con toda certeza lo real,
tendremos que definir lo real como lo imposible (Lacan, 2003b,
p.174).

De este carácter errático del encuentro con el objeto, se erige la definición del
objeto a como lo imposible. En un gesto teórico de des – ontologización y/o des –
sustancialización del objeto, tal perspectiva incidirá notablemente en la concepción del
duelo en J. Lacan.

101
El recorrido que articula la pulsión al objeto, es la expresión más gráfica de esta
imposibilidad, puesto que se trata de un circuito de ida y vuelta, en donde el desencuentro
con el objeto revela una ruptura con todo pretensión instintiva a la que se pretenda
acomodar el concepto de objeto pulsional. Si fuera el caso del instinto, se partiría de un
estímulo que presiona para alcanzar la satisfacción en la incorporación o expulsión del
objeto, en el que el caso del ―hambre‖ puede venir graficar el modelo exitosamente. Por el
contrario, la vertiente que nos interesa propone un trayecto o circuito de la pulsión que bien
puede ser nombrado con el término que le asigna J. Lacan: ―tour‖76.

La mejor fórmula me parece la siguiente: la pulsión le da la vuelta, lo contornea.


Tendremos la ocasión de aplicarla respecto a otros objetos. Tour, vuelta, ha de
tornarse aquí con la ambigüedad que le imprime la lengua francesa, a la vez punto en
torno al cual se gira, turn y trick, juego de manos. (Lacan, 2003b, pp. 175-176)

El recorrido de la pulsión, supone un trayecto (aim) circular que entorna al objeto a,


para luego volver a la zona erógena77. El fin del recorrido no es la consumación del objeto,
sino que por su intermedio, se intenta sostener al agujero.

Fig. Nº 6: Circuito de la pulsión

Esta noción de objeto contrasta notablemente con aquellas lecturas psicoanalíticas


que han pretendido confundir el objeto de la pulsión (agujero) con los objetos de la
necesidad (sustancia). En la teoría kleiniana esta confusión es evidente, puesto que el
instinto ocupa un lugar central en la conceptualización de un objeto. El objeto dividido entre
total y parcial, y por obra de una tendencia instintiva prefigurada, apunta a un desarrollo

76
Las diferentes acepciones del término reenvían inexorablemente al borde que la zona erógena provee, relativa
a ―vuelta‖, ―rodeo‖, ―circunferencia‖ o ―giro‖. La expresión del inglés ―turn‖ alude a un cambio de sentido, y ―trick‖ a
un truco producido mediante el juego del objeto de las cartas. (Harari, R. 1987)
77
En el esquema, el termino ―goal‖ remite a la meta de un modo lúdico: ―La meta tiene también otra forma, the
goal. Goal, en el tiro al arco, no es tampoco el blanco, no es el pájaro que derribamos, es, más bien, haber
marcado un punto y, con ello, haber alcanzado la meta.‖ Clase 14. Sem 11

102
psíquico que va de la experiencia desintegradora del objeto hasta la integración de sus
partes, en el alcance de un objeto total. Aquello que J. Lacan propuso como un mito, juego
mediante el cual ponía en cuestión la imposibilidad del encuentro con ese pedazo de uno
mismo, el kleinismo lo pensaba como una realidad posible. Igual esquema se aplica a la
dimensión del duelo, en donde la apuesta es a internalizar el objeto perdido en un sistema
de cierre que tiene como epicentro al psiquismo individual era algo posible a través del
trabajo de duelo:

Mi experiencia me conduce a la conclusión de que si bien es verdad que [¡sic!]el


hecho característico del duelo normal es que el sujeto instala dentro de sí el objeto
amado perdido, no hace esto por primera vez, sino que, a través de la labor de duelo
reinstala el objeto perdido, tanto como los objetos internos amados que sintió que
había perdido. (Klein, 1975, p.295)

La propuesta de lo imposible en lo concerniente al objeto, en el pasaje del objeto


tridimensional a un agujero en términos topológicos, requiere necesariamente del lenguaje,
material tangible del trabajo analítico sobre el cual se estructura esta propuesta: lo imposible
de decir. La apelación al lenguaje es necesaria por múltiples razones en relación al trayecto
pulsional tal cual como lo propone Lacan.

Fig. Nº 7: Circuito de la pulsión II

En primer lugar, al articular la pulsión al campo del Otro (Inconsciente), produciendo


un viraje respecto al recorrido freudiano, ya que no se trata del recorrido del estimulo
endógeno y su tramitación psíquica. En segundo término, y en este sentido continuando el
legado freudiano, se trata en el ida y vuelta de la pulsión, de un asunto gramatical: ―hacer –
se – mirar‖. En ambos casos, el recorrido de la pulsión tiene por soporte a la cadena
significante, a partir de la cual adviene en el terreno del lenguaje el problema de lo
imposible:

Esto podría figurar un rudimento del recorrido subjetivo, mostrando que se funda en la
actualidad que tiene en su presente el futuro anterior. Que en el intervalo entre ese
pasado que es ya y lo que proyecta se abra un agujero que constituye cierto caput

103
mortumm del significante (que aquí se tasa en tres cuartos de las combinaciones
26
posibles en las que tiene cómo colocarse), es cosa que basta para suspenderlo a
alguna ausencia, para obligarle a repetir su contorno. (Lacan, 2008e, p.59)

Recurriendo al saber sobre la alquimia, Lacan propone articular lo imposible a la


noción de ―caput mortumm‖78, tomando de esta referencia la cuestión de lo residual, lo que
sobra de una operación química. Articulado al lenguaje, va a designar en Lacan aquello que
no puede ser articulado a la cadena de los significantes, constituyéndose en lo imposible de
decir, revelando la insuficiencia de lo simbólico79, respecto al cual nos reconducirá el
problema del duelo, en relación a que no se dispone en el orden significante de un término
que pueda apresar la pérdida del objeto. 80

En las repeticiones del significante que se producen a nivel del discurso, se intenta
atrapar ese objeto perdido, pero por consecuencia del simbólico siempre se producirá un
resto imposible de decir. En este sentido cabe aclarar que el objeto perdido del ―caput
mortumm‖ de modo alguno se lo puede emparentar con el objeto de la satisfacción primaria
de orden mítico que ancla el funcionamiento del deseo en el esquema del aparato psíquico
freudiano desarrollado en el texto La interpretación de los sueños. En esta línea del
razonamiento, importa destacar que ese objeto perdido abordado por J. Lacan a partir de la
alquimia, desprendiéndole toda posibilidad de quimismo al concepto, es al tiempo que un
resto de la operación, la causa de la misma:

Esto no es más que un ejercicio, pero que cumple nuestro designio de inscribir en él la clase de
contorno donde lo que hemos llamado el caput mortuum del significante toma su aspecto
(Lacan, 2008e, p.63)

Ejercicio abstracto con el que se introduce la idea del agujero como causa del
trabajo de inscripción significante en el movimiento de contorno, recorrido que coincide el
―tour‖ de la pulsión analizada arriba. Aquello que se pierde en los términos de lo imposible
de decir, en virtud de la insuficiencia de lo simbólico, causa el movimiento del significante

78
En alquimia hacía referencia a una sustancia de desecho derivada de un proceso químico (por ejemplo, la
sublimación), que simbolizaba la ruina y la decadencia. Los alquimistas representaban este elemento a través de
la figura de una calavera. El símbolo que ilustra esta sección fue utilizado por la química del siglo XVIII para
significar residuo, resto o sobrante. En ocasiones Caput mortuum también aludía al crocus metallorum,
compuestos métalicos de color rojo oscuro como el crocus martis (sulfato ferroso) y el crocus veneris (óxido
cuproso). Tomado de Wikipedia.
79
Al referir a lo imposible de decir como un efecto de la cadena significante, estamos planteando que en la
articulación de los significantes, siempre hay por cálculo de estructura, un número de articulaciones imposibles
de ser articuladas en el despliegue de la cadena significante. Eso que no puede ser articulado, puede pensarse
como lo imposible de decir.
80
En el punto 5.5 se aborda en detalle esta idea.

104
que se verifica en las sucesivas repeticiones en el habla. El caput mortum del significante
viene al lugar del objeto de la pulsión, pero con una diferencia: prescinde de la zona
erógena, o si lo articulamos de otro modo, entorna el agujero a partir del cuerpo de la
cadena significante81.

Este corrimiento del agujero pulsional, a la noción de agujero como efecto de lo


imposible del simbólico, prescinde del borde anatómico aportado por la zona erógena, y en
este sentido, potencia la idea de la autonomía de lo simbólico respecto a las tradiciones
psicoanalíticas que lo hacen dependientes a regímenes de la sustancia, la res extensa, la
biología o la energía sustancial.

En tanto comporta un valor causal, lo que se pierde a razón de la insuficiencia de lo


simbólico, da lugar en esta perspectiva del caput mortumm al estatuto de objeto causa de
deseo cuando es envuelto por la cadena significante, o causa del movimiento pulsional
cuando es envuelto por alguno de los orificios del cuerpo. Cuando abordemos la noción de
duelo en J. Lacan, veremos cómo esta idea será articulada, afectando la idea del trabajo de
duelo acuñado por S. Freud, puesto que la energía o el movimiento implícito no
dependerá de la libido tal cual se explicita en el vienés, sino en el objeto perdido que
movilizará al significante. Nuestra interrogación se re - perfilará en este sentido, al
comportamiento de dicha operatoria desplegada por J. Lacan al campo de la psicosis,
siendo un elemento o referencia que ordene nuestra exploración, el comportamiento del
agujero en dicha estructura.

81
En lo expresado en este apartado, se constata como a partir de dicha noción, el movimiento de la pulsión o el
deseo – según sea el agujero ubicado en el cuerpo o en la articulación de las cadenas significantes- da lugar al
objeto a.

105
6 El duelo en Hamlet. Función y estructura

6.1 Hamlet: función de/l duelo

En el presente capítulo nos proponemos indagar, la problemática del duelo en la


tragedia de Hamlet, Príncipe de Dinamarca. (Shakespeare, 1976). Entendemos que del
enfoque aportado por J. Lacan, se desprende una lectura del duelo coherente respecto a
los postulados teóricos analizados en el capítulo anterior.

Hamlet: una función del duelo, remite a dos significaciones. La primera alude al
teatro, y rápidamente nos pone sobre la pista que se trata de una obra que pondrá en
escena la temática del duelo. La segunda nos advierte de hallazgo: desde Lacan el duelo es
una función subjetivante, y no un mero trabajo de desinvestidura del objeto perdido tal cual
lo proponía Freud en su Duelo y melancolía.

Despierta nuestra atención como Freud, quien dedicó múltiples estudios a la


teorización del duelo, sensible ante el dolor de la pérdida, prescinde del texto de Hamlet a la
hora de analizar las reacciones ante la muerte82. En las búsquedas realizadas en la obra
freudiana, no hemos podido encontrar referencias o citas en relación a este punto. De modo
paradigmático, y siendo rigurosos con el texto princeps Duelo y Melancolía, encontramos
una única referencia a Hamlet, bajo el móvil de ejemplificar la ―auto denigración del yo‖83,
puesto que entre tantas especulaciones diagnósticas realizadas respecto al personaje
central de la tragedia, la melancolía fue una de las principales hipótesis. En suma, una
búsqueda sistemática de las articulaciones explícitas del duelo en Hamlet, concluimos que la
obra freudiana se revela en deuda respecto al tópico del duelo.

J. Allouch señala que en la extensa obra de casi treinta años de seminario de J.


Lacan, el tratamiento de los asuntos freudianos fue casi total. Una excepción fue el texto
Duelo y melancolía, el cual fue abordado al sesgo, leyendo la tragedia de Hamlet. (Allouch,
1995, pág. 210) En este sentido, Hamlet se erige en .Lacan, como un caso paradigmático de

82
En buena medida el diagnostico de J. Lacan resume el problema: ―El tema de Hamlet, en efecto, fue
promovido desde el inicio por Freud a un rango equivalente al tema edípico‖. (Lacan, 1983)
83
Escribe Freud: ―Cuando en una autocrítica extremada se pinta como insignificantucho, egoísta, insincero, un
hombre dependiente que sólo se afanó en ocultar las debilidades de su condición, quizás en nuestro fuero
interno nos parezca que se acerca bastante al conocimiento de sí mismo y sólo nos intrigue la razón por la cual
uno tendría que enfermarse para alcanzar una verdad así. Es que no hay duda; el que ha dado en apreciarse de
esa manera y lo manifiesta ante otros -una apreciación que el príncipe Hamlet hizo de sí mismo y de sus
7
prójimos-, ese está enfermo, ya diga la verdad o sea más o menos injusto consigo mismo‖. (Freud, 1989b)

106
duelo, exhibiendo al público psicoanalítico una diferencia radical respecto a la lectura
freudiana.

Ceñirnos al objeto de nuestra tesis, exigirá hacer un recorte que deje afuera
innumerables aportes de J. Lacan al asunto del duelo, en especial aquellos que han
contribuido a esclarecer la operatoria del fantasma, sus vacilaciones y transformaciones a
partir de la instancia de la pérdida, y que aportaran inteligibilidad a la neurosis desde un
punto de vista estructural. No obstante, si bien podríamos formular que en Hamlet, Lacan
elucida la estructura de la neurosis y el grafo del deseo, manteniendo a un mismo tiempo un
sesgo de singularidad en el caso84 que lo aparta de todo intento de culturalismo o
estructuralismo antropológico. En la lectura de Lacan, ciertos indicios respecto al duelo
en sus relaciones con la locura y la psicosis son propuestos en forma tangencial, y
se convierten en precisos elementos a extraer a los efectos de nuestra investigación.

6.2 Hacia una lectura estructural del duelo.

La exploración de la relación al duelo y la locura en la tragedia de Hamlet, a


propósito del enfoque introducido por J. Lacan, propone un modo de lectura que subvierte
la concepción clínica con la cual se sustentan múltiples estudios psicoanalíticos. Respecto a
la precipitación de diagnósticos e interpretaciones basadas en un método de aplicación del
psicoanálisis a objetos de la cultura, Hamlet devino un caso paradigmático a través del cual
se expuso el modus operandi de un funcionamiento psicológico, una réplica de una
nosografía psicopatológica, el testimonio de una psicología del personaje o una ―especie‖
del deseo.

De este modo Hamlet representó al neurótico obsesivo detenido en la duda, o al


melancólico identificado a la sombra del objeto, o al histérico insatisfecho. Por sobre los
matices clínicos o pinceladas psicopatológicas, predominaba una estructura operante como
una geometría de esfera cerrada, generadora de un espacio interior en donde se aloja la
psicología individual del personaje. La pregunta orientadora en este modus operandi del
psicoanalista alojaba las siguientes formas: ¿cuál es la enfermedad de Hamlet? ¿Cuál la
causa de su sufrimiento? ¿Con que entidad nosográfica coincide el conjunto de sus signos,

84
Este aspecto del tratamiento del caso como una singularidad que se resiste ser absorbido por un saber
referencial es claramente desarrollado por J. Lacan cuando al hablar de la neurosis obsesiva, y ante la tentativa
de ubicar la imposibilidad del objeto del deseo del obsesivo como una propiedad de la estructura, relanza el
saber apuntando a que el obsesivo “pone el acento en el encuentro con ésta imposibilidad”. En este sentido
redobla la apuesta por la singularidad, sin desconocer las regularidades de la estructura clínica.

107
síntomas o síndromes? Cuestiones que derivan en un modo de hacer clínica apuntando al
yo o individuo del personaje.

¿Cuál era la concepción de sujeto que imprimía tal procedimiento clínico llevado a
cabo por los marcos teóricos post - freudianos? La crítica se dirigía hacia las tendencias
reinantes de un psicoanálisis que en la apreciación de J. Lacan había desviado su práctica
respecto al subversivo legado freudiano. Psicología del yo, análisis de las resistencias, o
reforzamiento del yo como estilos de un análisis que disolvía la cuestión del sujeto por Freud
promovida, reinstalando en el centro del tratamiento la problemática del yo. En una crítica
sostenida y argumentada dirigida a los post-freudianos, se denunciaba ese manejo antes
descripto, respecto al cual es posible deducir una consideración del sujeto con que se opera,
una concepción de la clínica que se teoriza, una posición ética que la fundamenta. En este
sentido, y lejos de negar o intentar anular la concepción del yo en el seno de la teoría, Lacan
denunciaba que ese psicoanálisis post – freudiano apelaba a nociones del yo pre –
psicoanalíticas, entrando en una complicidad con la ilusión del ―hombre contemporáneo‖,
resumible en los términos de un paradigma individualista: cultivo del sí mismo; autor, fuente
y origen de su pensamiento; consiente, reflexivo, idéntico a sí mismo, unidad y síntesis de
las funciones psíquicas, poseedor de un interior circunscripto por un cuerpo biológico,
autónomo, independiente, y responsable.

El enfoque propuesto por J. Lacan en el Seminario titulado El deseo y su


85
interpretación establecerá una disonancia significativa con este modo clínico, puesto que
se desestima postulados fundamentales como aquellos que circunscriben a la noción de
86
sujeto y Otro para el psicoanálisis. En un giro decisivo que se dio a conocer bajo la
consigna de un ―retorno a Freud‖, Lacan apuntó a un reordenamiento del saber
psicoanalítico, siendo Hamlet un claro ejemplo. No se trató de la modificación de un
concepto, el incremento del énfasis en una instancia psíquica o el coloreo de alguna técnica,
sino por el contrario, la transformación radical de una doctrina a partir de la articulación de
los registros de lo real, lo simbólico y lo real (R-S-I)87, con los cuales se produjo un re
ordenamiento de la teoría psicoanalítica y un salto epistemológico88.

85
El seminario 6, llevando por título ―El deseo y su interpretación‖ atenderá a develar la estructura del deseo, los
resortes del acto, y la función del duelo. El concepto de deseo no pudo escapar a esa tendencia clasificadora, y
en ese sentido Lacan es muy crítico con su propio auditorio: “Lo que es necesario que ustedes lleguen a
comprender, es algo más radical que el deseo de tal o de cual, que el deseo con el cual ustedes prenden con
alfileres un histérico o un obsesivo”. (Clase 15 – 18-5-59)
86
Si J. Lacan apuntó a Hamlet, fue para construir una teoría de la estructura del deseo legible en una escritura
del grafo. He allí la lectura de J. Lacan que en buena medida desestimaremos en este estudio, puesto que sería
un desvío respecto a los objetivos de la tesis.
87
A partir de ahora (RSI).
88
―Creo haber logrado comunicarles con la mayor cantidad de matices, sin haber excluido nada, sin negar la
dimensión propiamente psicológica que está interesada en una pieza como esta, que es una cuestión de eso que

108
En ese método de lectura del freudismo mediante la puesta en juego de dichos
registros, la tragedia de Hamlet fue re – ordenada por J. Lacan, liberando a la pieza de
antiguos y anacrónicos fantasmas psicoanalíticos con los cuales se interpretaba el accionar
del Príncipe en torno a un guión caduco: el complejo de Edipo.89 La maniobra respecto al
90
saber que el ternario (RSI) opera en el texto, (aún cuando éste no está anudado
borromeicamente), transformando los conceptos medulares de la segunda tópica freudiana,
atacando la noción del hombre contemporáneo91, amo de sus pensamientos, que alojaba un
inconsciente en su interior. De ésta manera el análisis de Hamlet gira de modo tal que en su
descentramiento ya no es posible hablar del príncipe Hamlet como el significante
fundamental de la tragedia. La cuestión del sujeto por Lacan cuestionada e investigada en
esta obra, atiende a los circuitos o líneas que se articulan en la constitución del deseo, y que
son situados en una topología de grafos que se apoya en la teoría del significante. 92

Por tanto la noción de estructura, conformada por elementos y leyes de


composición que la hacen teórica y filosóficamente incomparable a la tópica freudiana,
produce un efecto en la concepción y la inteligibilidad del concepto del inconsciente. ¿Qué le
sucede a Hamlet? Tanto los psicoanalistas como los propios personajes de la pieza teatral,
bucean en el inconsciente del personaje, calculan hipótesis de la etiología de su locura, van
de los efectos a las causas, especulan sobre las relaciones entre el duelo y la melancolía,
indagan la conflictiva de las instancias. El espacio preferido en donde situar el objeto de
semejante indagatoria es el inconsciente de Hamlet, el ―adentro‖ de la cabeza, una metáfora
espacial tri-dimensional, ontología o substancia. Este modo de análisis desemboca
forzosamente en una manera de concebir al duelo al modo de un asunto individual,
objetivable por los personajes, el auditorio o la parcialidad analítica.

se llama psicoanálisis aplicado, aun cuando es totalmente lo contrario en el nivel en el que estamos nosotros, es
de psicoanálisis teórico de lo que se trata, y en relación a la cuestión clínica es una cuestión de psicoanálisis
aplicado.‖ Lacan, Seminario 6. 18/3/59
89
Es de destacar que S. Freud hará referencia a Hamlet para inaugurar sus teorizaciones sobre el Complejo de
Edipo.
90
R-S-I implica un cambio de paradigma respecto a la segunda tópica freudiana.
91
En el Seminario II ―El yo en la teoría de Freud y en la técnica del psicoanálisis‖ expresa al respecto: El hombre
contemporáneo cultiva cierta idea de sí mismo, idea que se sitúa en un nivel semi-ingenuo, semi-elaborado. Su
creencia de estar constituido de tal o cual modo participa de un registro de nociones difusas, culturalmente
admitidas. Puede este hombre imaginar que ella surgió de una inclinación natural, cuando de hecho, en el estado
actual de la civilización, le es enseñada por doquier. Mi tesis es que la técnica de Freud, en su origen, trasciende
esta ilusión, ilusión que ejerce concretamente una influencia decisiva en la subjetividad de los individuos. El
problema entonces es saber si el psicoanálisis se dejará llevar poco a poco a abandonar lo qué por un momento
fue vislumbrado o si, por el contrario, manifestará otra vez, dándole nueva vida, su relieve.
92
Según J.M.Vappreau la topología lacaniana se puede ordenar en tres tiempos sucesivos: grafos, superficies y
nudos. El seminario ―El deseo y su interpretación‖ pertenece al primer período. El grafo aludido se nomina ―grafo
del deseo‖, el cual implicará multiples revisiones por parte de J. Lacan.

109
Desde una perspectiva que apunta a la estructura del sujeto93, el inconsciente del
personaje es aplanado, redistribuido en una malla textual soporte de los elementos de un
―conjunto co – variante de elementos significantes‖ tal cual la definición de estructura que
Lacan toma para definir la psicosis94. Estructura del significante entonces que se torna la
materialidad 95 con la que el analista opera, en una cadena de los significantes entre los que
el sujeto se efectúa mediante ciertas leyes de la operatoria del significante.

La introducción de una perspectiva estructural que reivindica el lugar preponderante


del lenguaje (Otro), traducible en los términos del registro simbólico, supone su absoluta
incidencia en la constitución y la vida del sujeto del inconsciente. Tal modo de considerar la
problemática del sujeto y el Otro en una relación de inmixión, tiene repercusiones en la
concepción del duelo. En este sentido, la versión freudiana del doliente solitario96 que
tramita la pérdida en la maniobra energética de desinvestir al objeto, es relevada por una
versión que atiende a la palabra y el lenguaje en el montaje de su operación. Leer el
duelo en Hamlet exigirá una maniobra que enlace a otros significantes, sacando al sujeto de
la solitaria díada propuesta en el duelo freudiano entre el enlutado y el objeto perdido. En
este sentido, el Otro en tanto lenguaje o logos, logra un nivel de participación fundamental
en la tarea del duelo. La modalidad de lazo particular que se establezca en la estructura,
sujeto en inmixión de otredad, conducirá a posibles lógicas de operación en los
anudamientos de la clínica bajo transferencia.

En este sentido, y a partir del a priori teórico del sujeto articulado al Otro en su
constitución, tal modo de enfocar al duelo permite una maniobra clínica en relación a la
psicosis, puesta que la determinación del lenguaje no queda exiliada en tal lógica
estructural. En este sentido, se introduce una perspectiva permeable al campo de la
psicosis, rompiendo con el prejuicio teórico freudiano basado en la teoría de la libido, y que
sostenía la posibilidad de tratamiento, transferencia, y hasta duelo, en el conjunto de las
neurosis caracterizadas por la libido objetal.

93
En el punto 7.2 se desarrolla brevemente el esquema Z, grafo del sujeto.
94
Dicha definición dice estrictamente: “La estructura es primero un grupo de elementos que forman un conjunto
co-variante” (J.Lacan, 2011b, p.261). En este tiempo del desarrollo teórico, la noción de estructura no logra aún
consolidar las ideas que vendrán a posteriori, respecto a la articulación de la falta, la incompletud de lo simbólico
como modo de diferenciarse cualitativamente de los postulados estructuralistas. De todos modos, Lacan allí hace
un adelanto que aun no teoriza: “Dije un conjunto, no una totalidad” (Lacan, 2011b, p. 262)
95
En la conferencia de Ginebra, J. Lacan utiliza el termino ―motérialisme‖, condensando los términos del
―materialisme‖ / ―mot‖. Refiriendo a la materialidad de la palabra, la que en su presentación prescinde de la cara
imaginaria de la materia tridimensional.
96
Aludimos aquí a la ausencia de rituales y anulación de la función del público evidenciable en ―duelo y
melancolía‖. Este aspecto será desarrollado en este mismo capítulo.

110
En la misma línea del análisis de Hamlet en tanto personaje, del cual se puede
hacer una aplicación del psicoanálisis, la crítica no apunta a renunciar a leer el personaje o
el yo de Hamlet, sino que se solicita atender a la obra en su conjunto, trasuntando los
valores del personaje individual, y dándole una especial consideración al Otro en el seno de
la tragedia, puesto que el sujeto dividido o intervalar, se ubica entre los significantes de una
trama, y no en el interior de un cuerpo. ¿Acaso no tuvo un lugar fundamental el reproche de
la familia de S. Freud en el comienzo del sueño ―se ruegan cerrar los ojos‖ que dio origen a
La interpretación de los sueños?

Por tal razón merece nuestra consideración la relación del Sujeto del Inconsciente /
Otro en los términos de una estructura, en la introducción de este capítulo al modo de una
clave de la lectura que entendemos necesaria para acceder a las ideas que inspiran el
seminario y que pueden resumirse en los términos del duelo como una lectura, haciendo
énfasis en la potencia del lenguaje:

Si verdaderamente Hamlet es lo que les digo, a saber una composición, una


estructura tal que allí el deseo puede encontrar su lugar, suficientemente,
correctamente, rigurosamente planteado, para que todos los deseo o más
exactamente todos los problemas de relación del sujeto al deseo puedan proyectarse
ahí, bastaría de alguna manera con leerlo. (Lacan, 1983. p.48)

6.3 El duelo y el Otro

En este sentido, leemos en acto una correlación entre el abordaje que J. Lacan
realizara de Hamlet, y una concepción epistemológica y ética que trasciende los valores del
individuo, la sustancialización del yo o la entificación del ser. Se hace necesario apelar a una
noción de sujeto del inconsciente o sujeto dividido con la cual se apartó de los postulados
post freudianos relacionados a la psicología del yo; la problemática del duelo y la locura en
Hamlet requiere inevitablemente de tal supuesto teórico a efectos de poder elucidar los
planteos lacanianos que desde ya insistimos, disuelven toda tendencia a comprender el
sufrimiento de Hamlet en un sentido individual, apoyado en metáforas espaciales como las
del interior o la profundidad. Sin concepción de sujeto dividido e intervalar de J. Lacan, la
lectura de Hamlet cae en el riesgo de un psicologismo comprensivo, en un hermetismo
psicopatológico, en una psiquiatría del personaje, en una realidad eminentemente
fenomenológica, experimental y sustancialista.

111
Bajo esta concepción, la consideración del duelo requiere ser ordenada en torno a
la estructura del sujeto, deviniendo de este modo inviable toda pretensión de localización del
duelo en el yo o el individuo. ¿Dónde localizar el duelo? ¿Adentro de la psiquis del
enlutado? ¿Cómo advertirnos de un duelo? ¿Acaso es en la noticia a la que accede el yo del
sujeto? La maniobra que aporta en este sentido la conceptualización del sujeto en relación
al Otro permite una ruptura con ese enfoque individualista, al establecer una relación entre
el sujeto del significante y el Otro, que trasciende y resuelve los problemas que la clínica
freudiana del duelo suponían en la tensión y soledad del sujeto ante el objeto perdido. Al
tiempo que le otorgan al analista la posibilidad de intervenir en el duelo, al poder situarse en
el lugar del Otro de la estura del sujeto, aspecto no contemplado en la versión oficial del
duelo freudiano.

En el giro de la lectura, Lacan se sorprende respecto a cómo no ha habido estudios


sobre el duelo en Hamlet, cuando en la obra de una punta a la otra no se habla más que de
ese asunto. Lejos de ir hacia un abordaje individual respecto a la pérdida, tal cual como lo
argumentamos arriba, la apuesta fue a pensar en aquellos elementos intervinientes del
duelo desde la polis, poniendo en relación al psicoanálisis con la etnología. En tal sentido
reivindica el valor de los ritos al punto de destacarlos como ―esenciales‖ en la resolución del
problema.

Pero en función de los lineamientos generales con los cuales Lacan aborda a
Hamlet, se torna objetable el argumento respecto al cual la solución al duelo radica en los
resortes del funeral, con la connotación experimental y fenomenológica que la misma
conlleva. En medio de un período de su obra en donde se constataba la primacía de lo
simbólico, subrayar la necesidad del funeral como vía regia sería de sospechar, sino fuera
porque reintegra el asunto a sus coordenadas teóricas, articulando los ritos funerales en la
consideración del simbólico.

En tal maniobra el duelo muda las coordenadas teóricas, produciendo una ruptura
con los esquemas basados en la topología de la esfera cerrada que proponen al duelo como
un proceso de aceptación de la pérdida, en donde el cambio externo producido por la
pérdida del objeto, debe ir acompañado con una serie de cambios intrapsíquicos o
reorganización interna (Freud, A. 1960); mediante la identificación introyectiva que incorpora
al mundo interno de las significaciones , el objeto amado y perdido (Klein, M. 1989); o a
través de una fase de recuperación en donde el objeto interno que representa al objeto
perdido cambia su composición, lugar e importancia, mediante un proceso de reconstrucción
del mundo interno (Bowlby, 1980)

112
Desde el momento que el duelo se articula al orden simbólico, y éste no coincide ni
es propiedad de un sujeto, la operatoria del duelo pierde la embajada del yo, y el trabajo del
duelo -si lo hay, tratará de un trabajo entre instancias enunciativas, en una operatoria
significante, en ciertas leyes combinatorias que prescinden de una localización anatómica o
de ciertas nociones de un espacio intuitivo.

Por cuanto el duelo se traduce en una operación que requiere del Otro o el
lenguaje, la interrogación por la disponibilidad de un significante de la pérdida en dicha
instancia, se torna un elemento fundamental en la posible tramitación del duelo. En Hamlet
es por demás paradigmática la dificultosa puesta en juego de tal disposición:

No puede dejar de llamarnos la atención que en todos los duelos planteados en


Hamlet siempre vuelve esto, de que los ritos han sido abreviados, clandestinos.
(Lacan, 1983, p109)

En las múltiples escenas de la pérdida y el funeral de personajes tales torno Rey


Hamlet, Claudio u Ofelia, opera un denominador común: la ausencia de escansión, la
minimización o escamoteo del funeral, la urgencia y la clandestinidad que dan a cada
ceremonia un barniz de extrañeza.97 Estos desordenes en el nivel de los rituales son los que
le permiten concluir que en Hamlet se trata de un duelo insatisfecho. La obra tensa dos
extremos claramente definidos: Hamlet insiste con hacer el duelo del padre muerto, atender
a los funerales requeridos. El Otro no está a la altura de semejante acto, y demanda el cese
del acto de la pérdida.

97
Este punto de detenimiento en torno a los rituales del duelo se hace en Lacan extensivo de Hamlet a
Antígona. Al avanzar un año más en el seminario de J. Lacan, y justamente en un seminario que dedica a la
―Ética‖, en donde una vez más el valor de los ritos funerarios toman un lugar clave en la discusión. En esa
oportunidad la cita fue con la tragedia de Antígona de Sófocles, centrando nuevamente la cuestión de los
ceremoniales del duelo en la interrogación del sujeto y el deseo. Según la tragedia, ante la muerte de Edipo, rey
de Tebas, los hijos Polinices y Eteocles acordaron alternar el trono. Sucedido el tiempo de la primera trasmisión
del poder, Eteocles resiste a claudicar su turno, motivo por el cual se produce un enfrentamiento que da por
muertos a ambos hermanos de Antígona. El actual rey de Tebas, Creonte, decide prohibir los funerales de
Polinices, castigo ejemplarizante por haber traicionado a la Patria. Es ante esta situación, que devendrá la
tragedia de Antígona. Apelando a su hermana Ismene, para que colabore en la rendición de los ritos funerarios
de su hermano, y en contra de la ley de Creonte, el entierro de Polinices se realizará a pesar de la voluntad de
todos. Si una primera disección de la tragedia puede ser recortada en torno al entierro del hermano, la segunda
serie implica al entierro de Antígona. Descubierta en su desobediencia a la ley, será hermanada en un entierro
junto a Ismene, en la deducción de Creonte de haber participado igualmente en el entierro de Polinices. En el
resentimiento por no haber sido acompañada por ésta en el entierro a su hermano, Antígona reivindica de ser
enterrada solitariamente. Finalmente Antígona será encerrada viva en una tumba cavada en la roca, y muerta
terminará en un ahorcamiento. La contundencia de la tragedia, no se limita a la muerte de Antígona. Hemón, el
hijo de Creonte, desespera por la situación de su prometida, y finalmente se ―entierra‖ una espada, muriendo al
lado de su amada. La desgracia se desparrama en la familia de Creonte, y la esposa Eurídice, tras la noticia de
la muerte de la hija, se suicida.

113
Querido Hamlet, abandona el luto; tiende tu vista amiga a Dinamarca. (Shakespeare,
1976, p.21)

En tal sentido queda cuestionada toda lectura que proponga el detenimiento del
duelo en el príncipe Hamlet. Las dificultades del duelo, la razón de su aplazamiento, es
necesario ubicarla en relación al Otro, a la operatoria disponible para llevar a cabo el duelo.
El drama de Hamlet no es postergar el duelo, puesto que es el mismo el que insiste a lo
largo de los primeros parlamentos en respetar los tiempos y actuar en consecuencia de
pena. Por el contrario, el drama del príncipe es que ―está siempre suspendido en la hora del
Otro‖ (Lacan, 1983, p84). Por tal razón, si el duelo se detiene es porque no hay lugar para
éste en el Otro. Hamlet complace a la Reina, para quien la falta es inadmisible, y suspende
el duelo por su padre. No obstante, lee la imposibilidad del duelo en el Otro.

Economía, economía, Horacio! Fiambres las viandas del entierro, para el festín
sirvieron de las boda (Shakespeare,1976, p. 24)

Dentro de un mes! Con párpados aún rojos por la aspereza de su llanto inicuo de nuevo
desposada se veía. Oh infame ligereza, así lanzarse con prisa tal a lecho incestuoso!‖
(Shakespeare, 1976, p. 24)

En lo colectivo de la pérdida, suspendidos los funerales, el agujero en lo real es


98
tapado por el manto de un nuevo rey: el tío de Hamlet El drama de Hamlet comienza de
este modo. Formulemos entonces: un primer tiempo de escansión que busca clausurar el
duelo, un segundo tiempo de retorno en la polis. La investigación que Lacan realizara sobre
99
el duelo, explícita o implícitamente, se consustancia en el objeto, el agujero y la ―sombra‖
de un retorno forclusivo, en una apuesta a leer el duelo a partir de la estructura del lenguaje,
la cual permite por su función de nudo, articular a los registros imaginario y real.

6.4 De la pérdida a la locura

La tragedia se desencadena ante la muerte del Rey Hamlet, el que habiendo sido
asesinado ―en la flor de sus pecados‖, dejará un lugar vacío que conmoverá al sistema de
los significantes de la estructura del reino. Potenciando el contexto del drama, el asesino del

98
En una reunión mantenida con el psicoanalista Carlos Ruiz en Agosto de 2013 en Bs.As., evoco las palabras
con que de buen modo resumía las maniobras topológicas posibles ante el agujero: ―se lo puede atravesar,
tapar, o bordear‖. Meses luego, el analista fallece en la misma ciudad. Vaya mi reconocimiento a los aportes que
me realizara en aquella discusión sobre el tema de la tesis.
99
Tomaremos entre las tantas traducciones del padre alucinado, el termino ―sombra‖ por cuanto converge con
nuestro asunto de estudio, acercándose a uno de los tópicos fundamentales de Duelo y melancolía: la sombra
del objeto.

114
Rey es el propio hermano, quien de este modo accede a la corona, desplazando a su
natural sucesor: Hamlet hijo.

A Hamlet no se lo puede situar ante una pérdida, puesto que él en tanto sujeto,
opera entre las pérdidas. La tragedia comienza con la muerte de su padre, y el trasfondo de
que su madre a poco más o menos de un mes, se casa con el tío de su hijo. Muerto el rey…
¡viva el rey! Pero no es de festejos el clima en la polis. Reina la extrañeza, el desconcierto,
lo ominoso y confuso. Los parlamentos inaugurales de la tragedia en la palabra de los
guardianes, auguran y advierten una desgracia próxima. Temor, tensión, desconfianza, y
extravío atraviesan a Dinamarca, y no sólo a Hamlet. En ese contexto con el cual el drama
introduce al lector, Hamlet tiende su mirada hacia Wittenberg con el penoso motivo de
participar en los funerales al padre. Pero por responder a una demanda de su madre
respecto al cese del duelo, el ritual se interrumpe.

Puesto que el significante ―Hamlet‖ se lo intentó enterrar en un fuera del tiempo, su


retorno se precipita. He aquí una ineficaz maniobra del duelo: intentar tapar el agujero. La
reina lo hace del modo más elocuente, poniendo un significante ―Rey‖, donde hubo un ―Rey‖.
Sustitución del objeto en una cierta musicalidad freudiana. La reina Gertudiz está
imposibilitada de poner en juego la falta en la estructura, renegando ante la pérdida del
objeto, ocupada en sustituir un goce fálico, exigiendo al hijo el abandono del funeral. En
suma: no hay posibilidad de falta para el duelo en la reina. Y como el hijo concede su
demanda, puesto que siempre está en la hora del Otro, el duelo queda suspendido.

Desde el mismo comienzo del drama, el recurso del ―ghost‖ ―sombra‖ o ―espectro‖
del asesinado Hamlet, irrumpe en la escena para reclamar venganza por la muerte dada.
Hamlet hijo está ante dos requerimientos: cesar el duelo le demanda la madre, vengar la
muerte le demanda la sombra del padre. Bajo este móvil se desarrollará en buena medida la
tragedia, tratándose de la caza de la conciencia del rey sustituto, pero debiendo atravesar
los múltiples actos para logar el objetivo planeado.

Si el drama comienza con la demanda inquietante de la reina por el cese del duelo
alterando los ritos funerales, el significante de la pérdida retornará espontáneamente por un
riel imaginario, alterando la realidad de Hamlet. De este modo la obra revela como la
interrupción del duelo no puede ser obra y voluntad del Yo, y en este punto se evidencia la
división subjetiva o la fractura con la conciencia. En consecuencia del objeto sustituido,
adviene la intrusión de la sombra del padre alucinada, lo que una psicopatología clásica
podría enmarcar en el contexto de una psicosis clínica en donde la alteración de la realidad

115
ocupa un lugar preponderante100. La locura comenzará a manifestarse entonces, dando
motivos en nuestro estudio, para explorar qué relaciones se establecen allí con los términos
del sujeto, el Otro y la pérdida.

Síntomas típicos de una experiencia de despersonalización son los términos con los
que Lacan intenta describir semiológicamente el acceso fantástico del personaje,
ocasionado por la vacilación del fantasma, con el concomitante desorden de los límites entre
el sujeto y el objeto101.

[…]y que no esta ligado como lo creyeron algunos, a todo tipo de irrupciones de lo
inconsciente, sino a un desequilibrio que se produce en el fantasma, cuando éste,
franqueando los límites que le son asignados primariamente, se descompone, y llega
a reunirse con la imagen del otro‖. (Lacan, 1983, p.89)

En este sentido, la respuesta alucinatoria dada en ocasión de la irrupción de la


sombra traducible en cierto ―emparentamiento con la psicosis‖, los comportamientos
bizarros, el aspecto cuasi – maníaco de su discurso, el accidente mortal del asesinato del
padre de Ofelia, la abrupta ruptura con su objeto amoroso, el acting que lo arroja a pelear en
el pozo junto a Learthes, son algunos de los indicios que dan sentido a la profunda
alteración de la realidad del personaje. No obstante el emparentamiento que J. Lacan
propondrá entre el duelo y la psicosis, es claro que en el caso Hamlet se está aludiendo a
102
cierto orden de locura antes que a la estructura de la psicosis. En este sentido una vez
más en esta exploración, nos acercamos al problema de estudio, al tiempo que verificamos
su escaso tratamiento a nivel de la investigación.

El elenco del drama especula sobre las reacciones del duelo, sobre el peso de la
pérdida del padre en la vida del príncipe, sobre su exagerado luto. A partir del método de
lectura del texto propuesto por J. Lacan, la pregunta no puede quedar del lado del sujeto en
cuestión, sino que es necesario ponerla en par con el Otro de la estructura. ¿Ha sido
Hamlet quien ha tenido dificultades para afrontar la muerte del padre? ¿Cómo ha respondido

100
En este punto podría vincularse el fenómeno de la sombra de Hamlet con la problemática de la Amentia
tratada en punto 3.4: Alucinaciones del objeto perdido.
101
En virtud de las palabras de Lacan, es claro que esta aludiendo a fenómenos de la psicosis relativos al
fracaso del fantasma. Un interesante abordaje de éste tópico es realizado por S. Amigo (1999)
102
Introducir el concepto de locura en Hamlet, puede ser algo espinoso dada la complejidad que el termino
encierra en la doctrina de Lacan, quien inspiró sus elaboraciones en la doctrina de Hegel. Sin ingresar en ese
rico campo de discusión, nos interesa atender al proceso de desanundamiento o lapsus del nudo que en Hamlet
se produce a poco que comienza el drama, a poco que el padre es asesinado.
P. Muñoz (2008) afirma en este sentido que desde sus primeros escritos Lacan distingue el concepto de locura
del de psicosis, contradiciendo el uso común que los toma como equivalentes. En la posición de J. Lacan la
psicosis es formalizada como una forma particular de anudamiento de los registros distinto del de la neurosis y la
locura como su desanudamiento.

116
el Otro ante la pérdida del objeto? En la aparición de la sombra, se revela un tiempo de
―desorganización subjetiva‖ en Hamlet, irrupción que hace vacilar el fantasma y que produce
fenómenos análogos a los de la psicosis:

No solamente aquellos por los cuales se manifiesta tal locura particular sino también
aquellos que dan testimonio de una de las locuras colectivas mas notorias de la
comunidad humana, ejemplificada en un primer plano de la tragedia de Hamlet, a
saber el ghost, esta imagen que puede sorprender al alma de todos y de cada uno
cuando la desaparición de alguien no fue acompañada de los ritos que ésta exige.
(Lacan, 1983, p. 106)

Hamlet no estaba loco dirá Lacan, puesto que se trata de una ―locura fingida‖, arma
de los héroes modernos. Pero al mismo tiempo lo estaba, y los fenómenos arriba descriptos
que entran en un parentesco con la psicosis, tanto como los actings, bizarrearías,
accidentes y asesinatos que cometerá luego, dan indicios sino de locura, al menos de una
profunda crisis subjetiva.

En tal sentido, la tragedia comienza con la ―aparición‖ de fenómenos tales como la


―ilusión‖, la ―imaginación‖, la ―perturbación de nuestra visión mental‖, y la ―ominosa imagen‖
que encarnará el personaje de la ―sombra‖ del padre de Hamlet. (i) El fenómeno de la
sombra es ubicado por Lacan como una forma de locura colectiva que viene al lugar de
aquello que no pudo ser objeto de duelo, una imagen que retorna respecto a aquella pérdida
que no fue acompañada del ritual que la pérdida exige. En el sentido de la locura colectiva,
es que se propone pensar el duelo en relación a la comunidad, elemento que sorprende
debido a una tradición psicoanalítica que tiende a ubicar lo psíquico en la individualidad del
personaje, tal cual lo analizamos arriba. En este sentido una vez más se propone una
ruptura con el yo del personaje, disolviendo la dualidad entre el doliente y el objeto,
deduciéndose otra consecuencia también articulada a la formulación del duelo: una
inversión de la forclusión.

6.5 Una inversión de la forclusión

Si en Hamlet estamos ante elementos que atañen a la alteración o pérdida de la


realidad, connotados por los términos de la despersonalización y fenómenos tales como la
sombra alucinada, en estricta relación con el significante del objeto perdido ―Rey Hamlet‖,
103
bien pertinente es la pregunta por la forclusión o verwerfung en este proceso. J. Lacan

103
En el capítulo sobre Schreber hemos abordado el concepto de forclusión.

117
explora el problema de la forclusión en sus relaciones con el duelo, a partir del texto de
Hamlet, concluyendo que el trabajo del duelo es el inverso a la operación de la forclusión:

Así como lo que es rechazado de lo simbólico, reaparece en lo real, así también el


agujero de la pérdida en lo real moviliza al significante (Lacan, 1983, p.105)

En este sentido, desde un punto de vista de la operatoria de los registros, la


inversión se hace inteligible, y revela de un modo diverso los alcances y las limitaciones del
simbólico. Si en la psicosis, la forclusión se revela como aquel mecanismo mediante el cual
lo no inscripto o rechazado en lo simbólico, retorna en la modalidad de los fenómenos
elementales tales como la alucinación, el neologismo o el delirio, en el duelo tales carencias
de lo simbólico tendrán efectos similares. El parentesco entre las operaciones del duelo y la
forclusión radica en las respuestas inversamente simétricas: en la psicosis, agujero en lo
simbólico y retorno en lo real; en el duelo, agujero en lo real y movilización de lo
simbólico. En el primero la carencia se revela en la ausencia del significante Nombre del
Padre (sNP), elemento legalizante y regulador de la estructura del lenguaje; en la segunda,
la carencia se revela en la imposibilidad de responder al agujero creado en la existencia. Es
de destacar que en esta propuesta teórica, Lacan arranca al duelo de la tensión entre lo
normal y lo patológico, puesto que la dificultad del duelo está en íntima relación con una
insuficiencia de lo simbólico que precede a lo particular del sujeto. En este sentido, permite
encaminar una lectura del duelo en la psicosis que a priori se desembaraza de las
connotaciones negativas, deficientes o patológicas en otro lugar analizado. Mientras que
Freud elabora la melancolía a partir del duelo, Lacan aborda el duelo a partir de un concepto
inherente a la psicosis.

Si el agujero en lo real es el modo de notar la pérdida en Lacan, el mismo viene a


resituar una falta en la estructura: el significante de la falta en el Otro. En la teorización
lacaniana, el Otro como conjunto de significantes se revela incompleto, y la ocasión del
duelo revela tal condición de insuficiencia: ningún significante puede producir un
colmamiento del agujero, lo que trae aparejada una consecuencia a nivel de la proliferación
del registro imaginario:

Es entonces que, como en la psicosis, -y es por eso por lo que el duelo se emparenta
con la psicosis- comienzan a pulular en su lugar las imágenes por las cuales se
relevan los fenómenos del duelo‖ (Lacan, 1983, p. 105-106).

118
En tal sentido, al tratarse de una propiedad estructural, permite que fenómenos
positivos como la alucinación o el delirio en el contexto del duelo, no pueden ser tomados
como ―patológicos‖ o ―anormales‖, ya que en sí se trata de una respuesta a la propia
condición de la estructura y a los límites de lo simbólico como tal. En este sentido la
concepción y el emparentamiento más que llevar el duelo a una categoría lindera con la
psicosis, permite contemplar una multiplicidad de presentaciones que de contemplar esta
indicación teórica, se tornan absolutamente ajustadas a la estructura y enriquecen una
clínica diferencial de la psicosis y el duelo.

En estricta relación con la movilización del significante suscitado por el agujero en lo


real por un lado y el límite de este trabajo, se establece una relación que no hace más que
potenciar la idea de duelo como una inversión de la forclusión, deshaciendo aún más el
lugar del trabajo de duelo en la soledad freudiana de la pérdida del objeto. En tal sentido,
Lacan hace una fuerte apelación al valor del ritual funerario en la tramitación del agujero
creado en la existencia, y que será a nivel del lenguaje como se lo intente colmar. La
movilización de los significantes pertenecientes a un registro de lo simbólico, siguiendo este
ejercicio de corrimiento respecto a Duelo y Melancolía, viene a sustituir el ―trabajo pieza por
pieza de desinvestidura del objeto‖.

En la apelación al Otro en la recomposición de una realidad alterada por efecto de


la pérdida, y que en buena medida puede llevar a una confusión con la psicosis clínica, el
fundamento del duelo perfila otra perspectiva para pensar nuestro problema de
investigación. La perspectiva rescata el juego simbólico del significante expresado en el
trabajo ritual, las creencia folklóricas establecen una relación estrecha entre aquello elidido
o rechazado en la satisfacción de la memoria del muerto, y la intervención de los fantasmas
y los espectros en ―el espacio vacante dejado por el defecto del rito significante‖ (Lacan,
1983, p.106)

En una apelación a lo público, más allá que la situación de duelo supone en el


sentido común de la necesaria intimidad de la esfera privada, la operación del duelo exige la
participación y el trabajo del logos del cual la comunidad y el grupo son su soporte:

El trabajo de duelo es primeramente una satisfacción a lo que de desorden se


produce en razón de la insuficiencia de todos los elementos significantes para
enfrentarse con el agujero creado en la existencia por la utilización total de todo el
sistema significante en torno al menor duelo (Lacan, 1983, p106)

119
En este breve recorrido por los postulados de la forclusión en su estricta relación
con el duelo, la serie de los indicios levantados nos permite configurar una interrogante que
retomaremos en el capítulo en donde se asiente un sistema conjetural relativo al duelo y la
psicosis: ¿cómo pensar teóricamente la inversión de la forclusión relativa al duelo, cuando
en el registro de lo simbólico el trabajo del significante se confronta con un agujero?104 Dicho
de otro modo, como articular los agujeros de lo simbólico y lo real en la pérdida a la que se
expone el sujeto de la psicosis? Como veremos en el último capítulo de este estudio, en
esta articulación de los agujeros radica buena parte de nuestro sistema de conjeturas con
que hacemos un primer acercamiento al campo del problema.

5.6 De la sustitución a la creación del objeto

Si bien el drama comienza con la muerte del rey Hamlet, y los efectos de retorno en
el registro imaginario que da fundamento a la locura colectiva arriba analizada, habrá que
esperar a la escena del entierro de Ofelia, para que la formulación del duelo adquiera
propiedades teóricas de naturaleza novedosa.

En tal sentido, dicho autor articulará el problema del duelo a la constitución del
objeto, haciendo avanzar al mismo en relación al estatuto asignado en Duelo y Melancolía.
Será en la lectura del duelo de Ofelia, en donde Lacan agregue una articulación a lo que
hasta ese entonces se había elaborado en torno a la relación de objeto:

Se nos dice que el duelo tiene lugar en razón de una introyección del objeto perdido.
Pero para que el objeto sea introyectado, existe una condición previa y es que esté
constituido en tanto objeto. (Lacan, 1983, p. 57).

En tal sentido, en Freud el objeto del duelo estaría previamente constituido, siendo
al mismo tiempo una condición sine quanon, en tanto el trabajo de duelo apuntaría a la
sustitución del mismo. En la propuesta que despejará J. Lacan a razón de la lectura del
drama del deseo de Hamlet, el duelo se erigirá en una función creadora del objeto. El duelo
ya no trabaja para sustituir al objeto, sino para crearlo. En este sentido sostenemos que
la topología del sujeto y la concepción de los registros de J. Lacan vienen a corregir al objeto
del duelo en Freud, pasando del ―trabajo de duelo‖ a la ―función del duelo‖.

104
En este sentido, aludimos al agujero en lo simbólico, respecto al cual J. Lacan deduce los efectos
forclusivos en la psicosis. Sugerimos al lector retomar este aspecto en punto 7: Duelo y psicosis.

120
Tal hallazgo exige un mínimo recorrido de demostración, siguiendo los tiempos
sucesivos en torno a la relación de Hamlet y Ofelia. En esta sucesión, el estatuto del objeto
en el marco del fantasma se transforma, en un recorrido en el que la joven comienza
ocupando un lugar de objeto amado, luego rechazado y finalmente perdido. En el transcurso
de tal recorrido, Ofelia finalmente ocupara el lugar de objeto causa de deseo, creado
mediante la operación del duelo.

Relacionado con la muerte del padre, el texto nos ubica en primer lugar ante la
desorganización subjetiva, la despersonalización del personaje y la locura colectiva
deducible de una tragedia en la que ―la muerte llama a la muerte‖. En el encuentro con el
padre muerto, y ante la conmoción que le produce al sujeto la falta en el Otro, el fantasma
se desarticula. En una de las consecuencias de tal vacilación será la ruptura de la relación
amorosa con Ofelia, quien hasta ese entonces operaba para el príncipe como un ―a‖ soporte
de su fantasma105. Su escritura es la siguiente:

S <> a

Entendiendo al fantasma como un cursor del deseo, al alterarse los términos del
mismo, Hamlet padecerá el desvanecimiento deseante, lidiando desde entonces con la
locura. El extrañamiento respecto a la amada u objeto de exaltación suprema, es un signo
de la propia desorganización especular. Desde entonces Ofelia ocupará otro lugar en la vida
del Príncipe. La dignidad del objeto se ha disuelto, y en su lugar, adviene el sarcasmo y la
agresión. En el cambio de la valencia del objeto, Ofelia se transforma en un objeto de
rechazo, en la madre de todos los pecadores, pudiendo leerse un amago de recomposición
fantasmática de la relación en clave de sadismo. Su escritura es la siguiente:

S barrado <> Ф

En este giro en la relación a Ofelia, lo fundamental es despejar cual es el estatuto


de aquella amada joven que finalmente se suicida. En este sentido, el concepto de falo se
torna fundamental a los efectos de ubicar en el lugar justo a Ofelia. Puesto que desde que
Hamlet pierde la baliza de Ofelia como falo estimable, riel por el cual direccionar su deseo,
para convertirlo en falo rechazable, abominable, potencia de la fertilidad que hará de ella
una madre de pecadores, el sujeto en cuestión pierde la vía del deseo. ―Ofelia es o phallos‖

105
Entre el Seminario ―El deseo y su interpretación‖ al cual se alude en este párrafo y el Seminario de ―La
angustia‖ se produce un viraje del concepto de ―a‖ en la estructura del fantasma, pasando de un estatuto
imaginario como ―pequeño otro‖ a ―objeto causa de deseo‖.

121
(Lacan, 1983, p. 87) sentenciará Lacan, pero falo rechazado en tanto símbolo significante de
la vida:

Hamlet no habla más que de eso, la fecundidad…Todo su dialogo con Ofelia apunta
a la mujer concebida como portadora de esta turgencia vital a la que maldice y cuyo
agotamiento anhela‖. (Lacan, 1983, p. 90).

A este tiempo de rechazo del falo Ofelia, le seguirá en la secuencia lógica, la


escena del cementerio, en la que se producirá un nuevo viraje en la relación con Ofelia,
quien se suicida tras recibir la noticia del accidente fatal de su padre, y el rechazo amoroso
de Hamlet. Una muerte ambigua o ―dudosa‖ en donde se deja entrever en la pregunta del
sepulturero la responsabilidad de la propia Ofelia ante su muerte, puesto que “si el sujeto a
esta agua va y se ahoga, que quiera que no quiera, va.” El sacerdote no vacila en
escamotear su funeral, salvando la dignidad del ritual dada la “dudosa muerte” que deja
entrever indicios de suicidio. Si no fuera por las altas influencias, el destino del cuerpo de
Ofelia, lejos estaría de ser enterrado en tierra sagrada.

En ese entierro, Hamlet comienza siendo un oculto espectador, elemento del


montaje que refuerza la idea de un ritual alterado. En el avance de las escenas, la posición
del Príncipe irá de un exterior objetivable al modo de un saber sobre los duelos, que incluye
interrogatorio a los enterradores del cementerio, hasta caer ofuscado en el mismo agujero
que aloja al cadáver de Ofelia. Hamlet se aproxima gradualmente a la hora de la pérdida,
pero para ello será necesario la ―vía de un duelo‖ asumido dentro de la misma relación
narcisista que hay entre el yo y la imagen del otro. 106

Leartes, estallará reivindicativamente ante el Sacerdote, quien había decidido dejar


107
incompleto el ritual de la presunta suicida. El salto desesperado al agujero, el abrazo al
cuerpo muerto, son las imágenes del dolor por la pérdida, en la que lo que se pone en juego
como intolerable, es la muerte del otro. (Lacan, 1983, p.105) Espectador hasta entonces del
drama, Hamlet enfurece ante el duelo del otro, arrojándose al mismo pozo donde yace el
cuerpo de Ofelia. A partir de la figura del doble de la pareja imaginaria, el ―pequeño a‖
Leartes se vuelve el rival idealizado que lo hace entrar en el duelo. Confrontado con el duelo
por Ofelia en su doble imaginario, hará el descubrimiento de lo que hasta ese entonces era
el falo rechazado

106
En este moviendo de integración narcisística, se pueden establecer ciertas analogías como que ―el duelo es a
otro duelo lo que el yo es al otro‖ y ―como el yo, el duelo se compone en el registro narcisista‖ (Allouch, 1995, p.
283)
107
―Leartes: Cesad de arrojar tierra: permitidme que la estreche otra vez entre mis brazos!‖ (Salta a la
sepultura)‖ (Shakespeare, 1976, p.126)

122
Yo a Ofelia amaba: cuarenta mil hermanos no pudieran con todo su cariño dar la
suma de mi amor. ¿Tú por ella, di, qué harías?‖ (Shakespeare, 1976, p.126)

Es el momento en que, y en un orden de literalidad absoluta, Hamlet se detiene en


el agujero que cobijará al cadáver de la amada, y desde allí hará una conversión del valor
del objeto. El cuerpo de Ofelia en el agujero, permite inscribir en Hamlet la pérdida del
objeto. Adviene de este modo el estatuto de imposible que la convierte en el objeto causa
del deseo, y esto en gran medida por la participación de un semejante que intercede en la
recurrencia de los duelos no tramitados, transformando el padecimiento sintomático del
dinamarqués: de la inhibición al acto.

De modo paradójico, allí donde podría suponerse que el acto del suicidio generaría
una ruptura definitiva de la relación fantasmático de Hamlet en relación a Ofelia, el duelo
desbordante de Leartes se traduce en una vía de duelo, que lo reconduce al objeto Ofelia,
reintegrando el objeto ―a‖, recomponiendo el fantasma y reencauzando la vía del deseo.

En ese momento de la puesta en escena, que freudianamente podría interpretarse


como un intento de incorporación del objeto perdido, Lacan advierte que la pregunta
respecto al trabajo del duelo, no ha sido bien articulada. Para articular correctamente la
pregunta, y apelando al ternario de los registros (R-S-I), la interrogación sobre el duelo
sufrirá un giro fundamental. ¿De qué se trata en la pérdida? En la lectura del acto de Leartes
concluye:

Laertes salta a al tumba, y besa al objeto cuya desaparición es causa de su dolor,


objeto que atañe a una existencia tanto más absoluta cuanto que ya no corresponde a
nada que sea.‖ (Lacan, 1983, p.105)

En tal sentido, el agujero de la pérdida que provoca el duelo en el sujeto está en lo


real, y en ese registro corresponde que lo interpretemos en tanto imposible.108 El objeto del
duelo en la perspectiva de J. Lacan, padece una notable transformación respecto a los
planteos inaugurados por S. Freud, puesto que su reconsideración a partir de los registros
(R-S-I), conlleva a dejar caducas nociones tales como relación, incorporación,
internalización, introyección del objeto perdido. En el abordaje estructural del duelo, el objeto
en tanto tal, se nota como un agujero u objeto imposible. Mediante este recurso conceptual,

108
En los puntos 4.4 – 4.5 hemos hecho un recorrido teórico que lleva a la constitución del objeto en tanto
imposible.

123
se disuelve todo intento de ontologización o sustancialización del objeto que se desprenden
de las maniobras de duelo tales como la desinvestidura del objeto perdido (Freud) o la
internalización del objeto perdido (Klein):

Gran parte de la teoría sobre el duelo giró en entonces en torno al restablecimiento de


los objetos perdidos, en el yo. (Bauab, 2010, p. 58)

En lugar de esta operatoria que encerraba problemas relacionados al par existente


– inexistente, aparecido – desaparecido, el objeto simplemente es un agujero, en lo real,
imposible. Este agujero en lo real tendrá una consecuencia notable: suscitar el trabajo del
significante. Entonces, Lacan opera una doble inversión. Por un lado al invertir la maniobra
de la forclusión, y por otro, al invertir el trabajo del duelo freudiano. No es el trabajo
significante, el trabajo pieza por pieza, lo que dejara a posterior al objeto en su estatuto de
perdido, sino que por el contrario, es el objeto perdido en tanto agujero lo que llevará al
trabajo del significante.

El duelo, en Lacan se presentará como teniendo un alcance que, provisoriamente y


torpemente, podemos calificar de creador, de instaurador de una nueva posición
subjetiva hasta aquí no efectuada. (…) Se trata de un vuelco en la relación de objeto,
de la producción de una nueva figura de la relación de objeto. (Allouch, 1995, p. 174)

6.7 Del trabajo a la función del duelo

Como hemos desarrollado antes, en la cadena de los sucesos y desgracias que se


desarrollan en la obra desde la muerte del padre de Hamlet, la depreciación del valor del rito
funeral es una constante que no pasa inadvertida. No obstante lo anterior, será en la
reactualización del ritual en donde la tragedia encontrará una vía de resolución a partir del
duelo. La elevación del ritual a la dignidad de una operatoria efectiva de la pérdida, no
supone necesariamente apelar a la experiencia del funeral como medida de resolución del
dolor por el objeto perdido. En el espíritu de la reflexión que del drama se deduce, se hace
especial énfasis en el ritual en su vertiente simbólica, atendiendo a los requerimientos de un
sujeto que se inscribe en una cadena significante y que se articula al discurso del Otro.

La novedosa operatoria que podemos situar sincrónicamente en los registros de lo


real (objeto agujero imposible), simbólico (trabajo del significante) e imaginario (fenómenos
de despersonalización, imágenes, actings, etc) mediante una inversión de la operatoria de la
forclusión, permite a través del trabajo de localización y inscripción de lo perdido, poner fin al

124
duelo, reposicionando al sujeto en torno al objeto de deseo. Este es el recorrido que Lacan
nos propone al hacer una lectura de Hamlet que comienza con la muerte del padre y finaliza
con el advenimiento del objeto Ofelia en su estatuto de imposible, ergo, objeto de deseo. En
este punto en el que se podría pensar en el ―fin‖ del duelo, la doble acepción del término
abre el camino para desarrollar un aspecto teórico de notables controversias en el seno de
la teoría psicoanalítica. (Cortazzo, 2008)

En tanto ―final‖ nos conduce al problema del duelo concluido, al tercer tiempo del
duelo freudiano, al éxito del trabajo psíquico que coincide con la posibilidad de la sustitución
del objeto:

Sabemos que el duelo, por doloroso que pueda ser, expira de manera espontánea.
Cuando acaba de renunciar a todo lo perdido, se ha devorado también a sí mismo, y
entonces nuestra libido queda de nuevo libre para, si todavía somos jóvenes y
capaces de vida, sustituirnos los objetos perdidos por otros nuevos que sean, en lo
posible, tanto o más apreciables (Freud, 1989k, p.311)

De esta propuesta ha derivado la noción de duelo normal, por oposición a un


tratamiento melancólico del objeto que pone el acento en la imposibilidad de la sustitución y
la retención del objeto por la vía identificatoria. A razón de tal concepción teórica, se
desprende que la imposibilidad está articulada a un sistema conceptual que pone el acento
en la posibilidad de liberar a la libido del objeto perdido. La energética freudiana analizada
en otro punto, hace del duelo un rehén de una teoría de la liberación que el mismo Freud a
posteriori rectificará, aunque esto no haya tenido un impacto a nivel teórico. En un
aniversario de su hija fallecida, constatamos en carta dirigida a Biswanger, una idea con
carácter de confesión que haría caer los mismos postulados teóricos antes formulados como
la ―sustitución del objeto‖:

Aunque sabemos que después de una pérdida así el estado agudo de pena va
aminorándose gradualmente, también nos damos cuenta de que continuaremos
inconsolables y que nunca encontraremos con qué rellenar adecuadamente el hueco,
pues aún en el caso de que llegara a cubrirse totalmente, se habría convertido en
algo distinto". (Freud, 1993, p. 431)

Una vez más el empirismo freudiano interviene en los constructos sobre el duelo.
En este sentido, para poner a interrogación el tercer tiempo del trabajo de duelo y la noción
de sustitución del objeto. Se mantiene vigente de todos modos la presunción freudiana de
―rellenar el hueco‖, aspecto que antes lograba con el exitoso trabajo del duelo que finalizaba

125
con la sustitución del objeto perdido. ¿Cuál es la posición de J. Lacan respecto a este
hueco? ¿Se trata de rellenar el agujero que la pérdida suscita?

El argumento que sigue a continuación, levantado de los planteos de J. Lacan en el


período comprendido entre el Seminario ―El deseo y su interpretación‖ (1959) y el Seminario
titulado ―La angustia‖ (1962), retoma de modo implícito esta confesión freudiana de carácter
empírico, reubica el problema teórico de la tensión posible – imposible, mediante la
introducción teórica del duelo en su estatuto de función, con la existencia matemática que el
término le aporta, y que lo posiciona a nivel del concepto.

En este sentido, el ―fin‖ de la tragedia nos acerca a un problema de orden distinto,


en el que lo que atañe a la finalidad del duelo, la cual claramente se aparta de la idea de
tapar o llenar el agujero de la pérdida mediante una sustitución del objeto. Este segundo
aspecto, repercute en modo radical sobre el primero, puesto que desde una propuesta que
eleva el duelo a la dignidad de una función subjetiva, se trata del reposicionamiento del
sujeto respecto al deseo, motorizado por la pérdida del objeto. Esta función no se aplica a
cada pérdida del sujeto, exigiendo una condición muy precisa. En su seminario dedicado a
la angustia, J. Lacan propone:

No estamos de duelo sino por alguien de quien podemos decirnos: <yo era su falta>.
Estamos de duelo por personas a quienes hemos tratado bien o mal, y frente a las
cuales no sabíamos que cumplíamos esa función de estar en el lugar de la falta.
(Lacan, 1962, p. 131)

Esto significa que el sujeto ocupaba para ese otro el lugar del objeto de su deseo,
como condición sine quanon de la operatoria del duelo. Nadie mejor que J. Allouch ha
resumido este punto en su Erótica del duelo:

Quien quiera que no hallara de buen tono ver aflorar así la función del falo en el
centro mismo del espantoso sufrimiento del duelo, bien podría abandonar aquí mismo
este libro. (Allouch, 1995, p. 10)

En la tragedia de Hamlet, leemos como en ese mismo acto deviene una restitución
del valor del objeto Ofelia, hasta entonces objeto despreciado y humillado, símbolo del
rechazo del deseo. Como en una vuelta de tuerca, el objeto recupera su dignidad. ¿Cuál es
la llave de semejante recupero del objeto? Es en la medida en que el objeto de su deseo se
ha vuelto un objeto imposible que vuelve a ser objeto de deseo. (Lacan, 1995, p.104)

126
Condición del objeto de deseo, la propiedad de imposible que la pérdida verifica, siempre y
cuando el sujeto no se aboque a rellenar o tapar al agujero

Lacan alude a esta operatoria del duelo en los términos de una mediación
introducida por el rito significante, el que hará coincidir con la hiancia abierta por el
duelo la hiancia mayor, el punto x, la falta simbólica. (Lacan, 1983, p. 108) En ese
sentido, de faltar el rito, el objeto de deseo (a) revoloteará sobre la escena como un
alma en pena sin poder caer por el hueco-fosa que al tiempo que le otorga por su
pasaje fálico brillo agalmático y dignidad, permite – recién entonces- anotarlo como
perdido. (Amigo, 2010, p. 77)

La función del duelo propuesta por J. Lacan, produce en este sentido una ruptura
respecto a las modalidades brevemente reseñadas, y que implicaban la internalización del
objeto. Por oposición, en la maniobra propuesta ejemplificada mediante el rito funerario, el
trabajo de duelo conecta al objeto amado y perdido con el hueco de la falta en la estructura.
(Amigo, 2010, p. 77) Se trata de localizar e inscribir nuevamente la falta en la estructura,
única vía para el reordenamiento novedoso de la realidad que el duelo había alterado,
llegado a emparentar o confundir con la psicosis.

La propuesta del trabajo significante que Lacan introduce a partir del agujero en lo
real como notación de la pérdida, hace perimir a una energética libidinal en el trabajo del
duelo, devolviéndole un lugar fundamental al Otro y el lenguaje en la maniobra del duelo. En
este sentido, el trabajo de duelo como maniobra libidinal que se propone desinvestir el
objeto perdido, es invertido en la propuesta de Lacan. Lo que mueve y opera como duelo, no
depende de la energética sino del precipitado significante que en la pérdida se desencadena
a razón del agujero creado en la existencia, y la falta en el orden simbólico.

Falta en la estructura, agujero en lo real, expresiones que como un continum en


nuestra exploración, retornan en la lectura del duelo en J. Lacan. Si en Freud el intento de
vincular el agujero en lo psíquico, la hemorragia libidinal o la herida abierta con los
fenémenos observados en el padecimiento, el dolor y el duelo de la melancolía, en J. Lacan
la terminología de la falta y el agujero se proponen como conceptos que lejos de ilustrar una
realidad clínica, hacen soporte teórico a la problemática del duelo, el objeto y el deseo en la
neurosis. Se tratará a partir de aquí, explorar el comportamiento del agujero en la
estructura de la neurosis y la psicosis, vía para conjeturar qué del duelo en la
psicosis. Por esta vía, nos posicionamos en una perspectiva del duelo que hace de un

127
operador abstracto tal como la falta, el basamento teórico a partir del cual opera la función
del duelo.

7 Pérdida y creación en Schreber

7.1 Las memorias de un enfermo nervioso

Las ―Memorias de un enfermo nervioso‖, junto con una serie de los ―Apéndices‖ y
―Cartas‖ publicadas en el año 1903, agrupan el conjunto de los argumentos escritos por
Daniel Paul Schreber con los cuales dio a conocer a la ciencia y al mundo, ―las cosas sobre
naturales‖ experimentadas o vivenciadas por el hombre ―que ha llegado infinitamente más
cerca de la verdad que todos los otros hombres a los cuales no les han sido concedidas
revelaciones divinas‖. (Schreber, 1999, p. 59)

Al mismo tiempo que D.P. Schreber testimonia así los acontecimientos ligados a
una experiencia sobrenatural, pretende demostrar la conservación de sus facultades y
capacidades psíquicas necesarias para el otorgamiento del alta psiquiátrica que lo llevó a
permanecer internado en el tiempo en que formula tales escritos. En el minucioso relato de
aquellas experiencia que encierran una verdad objetiva que no puede ser reconocida por
los demás, se revela la riqueza del macro cosmos en la psicosis Schreber. El texto que
había sido dirigido a la ciencia, devendrá tal cual el deseo del autor, objeto de
inconmensurables estudios por parte de la psiquiatría y el psicoanálisis. En este sentido, S.
Freud lo convierte en un historial clínico, estofa a partir de la cual elucida aspectos cruciales
de la estructura de la psicosis paranoica.

A efectos de cumplir con los objetivos de la tesis, y dada la bastedad que el campo
clínico articulado al caso Schreber exige, nos detendremos en una serie de aspectos
directamente asociados al problema del duelo, llevando a cabo un trabajo exploratorio,
recortando una serie de indicios y huellas legibles en sus Memorias, en la lectura de S.
Freud y en los avances de J. Lacan. En este recorrido entendemos se plantean, implícita o
explícitamente, algunas ideas o hipótesis que enriquecen la investigación.

Respondiendo a la solicitud del autor de Las memorias de un enfermo nervioso,


someteremos a examen el texto, articulando una pregunta sobre el duelo, que en la tradición
psicoanalítica ha sido débil o escasamente tratada en lo tocante a D. P. Schreber: ¿Cómo
opera la pérdida en Schreber? ¿Cuáles son los indicios de duelo que se rastrean en el

128
escrito? ¿Cuales las maniobras discursivas o operaciones del lenguaje que podemos
articular al proceso? Estas preguntas dejan planteado en el inicio dos supuestos necesarios.

El primero implica suponer que el duelo es una operatoria inherente al lenguaje, y


por consecuencia son rastreables una serie de elementos que se articulan en los escritos de
Schreber; el segundo implica, y en estricta relación con el anterior, prescindir de una
experiencia o situación fáctica como modo de ubicar la pérdida y el duelo concomitante. En
este sentido, entendemos metodológicamente innecesario la determinación el objeto de
duelo en Schreber, más allá de la serie de hitos de pérdida en la biografía del enfermo
nervioso: el padre muerto en su juventud, el hermano suicidado en el tiempo de contracción
de su matrimonio, la muerte de la hermana enferma, o la frustración de la imposible
procreación. Antes que intentar situar un duelo en Schreber, nos ocupará leer los indicios
que en su obra se dan a leer respecto a qué dice de la pérdida.

7.2 ¿Melancolía “schreberiana”? Una desconsideración freudiana

Algunos hombres han sido muy desdichados; yo mismo, me


atrevo a decirlo, he vivido años horribles y he cursado una
amarga escuela del dolor (Schreber, 1999, p. 80)

En este subcapítulo ponemos a trabajar algunas de las ideas desarrolladas


respecto a la tensión en la psiquiatría: las patologías del humor y del pensamiento. Como
conjeturamos en el capítulo dedicado a este tópico, ciertos autores arrastran a Schreber a
un u otro lado del mapa. En Freud la elección es indeclinable: se trata de una paranoia,
entonces, adscribe al casillero de las patologías del humor. ¿Pero cómo sería el duelo en
Schreber? ¿Podremos leer algún tipo de indicio de dolor? ¿Qué de la afectividad del
enfermo nerviosos?

Intentando desmarcarse de ciertos postulados fundamentales de la psiquiatría


imperante de la época, la apuesta de S. Freud respecto a la psicosis, contribuyó al
desarrollo de una clínica heterogénea respecto al saber psicopatológico y a la práctica
psiquiátrica dedicada al abordaje de la psicosis. En suma los aportes de la clínica freudiana
cuestionaron en profundidad los argumentos etiológicos, nosológicos y el tratamiento de las
psicosis de la época, siendo el texto Sobre un caso de psicosis paranoica descrita
autobiográficamente una prueba racional sobre la que asentaron tales transformaciones en
la consideración de la enfermedad mental.

129
Desde un punto de vista etiológico, el despliegue de una serie de hipótesis acerca
de la contracción de las psicosis que se apartaban de la tendencia organicista de la corriente
kraepeliana y la psiquiatría alemana serán cabalmente explicitadas en la construcción del
caso Schreber. Abocado a la elucidación de los mecanismos etiológicos de la psicosis
paranoica, Freud encontrará en Las memorias de un enfermo nervioso una excelente
coartada109 para aplicar las hipótesis formuladas anteriormente respecto a la causalidad de
la psicosis paranoica en sus relaciones con la homosexualidad pasiva reprimida.110 Lectura
novedosa y subversiva, más allá de las coincidencias o discrepancias generadas a posteriori
por los psicoanalistas post – freudianos respecto a tales hipótesis, en el modo de leer el
estatuto etiológico de la paranoia.

Profundizando en una concepción de la psicosis que se constituye en relación al


Otro, a la cuestión libidinal y el narcisismo, las mociones de deseo y las defensas
(apartándose de este modo de las concepción imperantes de su época), Freud articulará en
ese escrito basado en el relato de un sujeto psicótico, el lugar de lo edípico y el complejo
paterno como factor interviniente en la contracción de la psicosis, en una propuesta sin
analogías en el contexto de la época.

La propuesta freudiana apuntó de este modo, a una lectura del delirio, a la


consideración de los elementos productivos, a una sospecha respecto a las motivaciones
inconscientes en el obrar delirante, a una causalidad de diversa procedencia. En este
sentido, hizo del delirio un objeto de lectura, en oposición a las concepciones basadas en los
modelos del déficit, la enfermedad de las percepciones, las hipótesis endógenas –
hereditarias, lo constitucional, etc.

No obstante lo anterior, y destacando los diferenciales de la clínica freudiana de las


psicosis, podemos constatar como por el modo de abordar la psicosis, y en el énfasis puesto
en la dimensión productiva de la misma, S. Freud es de todos modos capturado por ciertas
coordenadas psiquiátricas de disección de la enfermedad mental. Consecuencia del
pensamiento psiquiátrico de aquella época, la tensión entre las esferas del humor y el
pensamiento escindían la clínica de lo psicopatológico, imponiendo al vienés una elección
que determinará el sesgo de análisis. Al optar por ―el pensamiento‖, y encarar una

109
Es elocuente el comentario de J. Strachey: ―Pasaron más de tres años hasta que las memorias de Schreber le
ofrecieron la oportunidad de dar publicidad por primera vez su teoría…‖ (Freud, 1989e, p. 4.)
110
Conviene precisar que las ideas relativas a la contracción de la psicosis paranoica vinculadas a la
homosexualidad reprimida ya estaban expresadas por S. Freud en cartas dirigidas a C.G.Jung (27/1/1908) y a
Abraham (11/2/1908).

130
nosografía precisa en los términos de psicosis paranoica o demencia paranoide, el polo del
humor fue prácticamente omitido en el texto de análisis de Schreber.

En suma, a partir de este modo de organización del saber sobre las enfermedades
mentales, el recorte del texto schreberiano privilegió los aspectos productivos, delirantes o
alucinatorios del historial, anudando al mismo un original sesgo freudiano de lectura de la
psicosis, confeccionando el historial en las mismas claves de la psicopatología de la
paranoia: polo de persecución / polo de grandeza. En la elección psicopatológica, un
descarte necesario. Advertidos en la lectura del caso, respecto a la insistencia y la
preeminencia de la tristeza, la hipocondría, el intento de suicidio o el dolor en el enfermo
nervioso, tanto en el relato de terceros ―objetivos‖ como en los diversos fragmentos de la
escritura del enfermo, la tendencia freudiana apuntó hacia un flanco muy preciso: la ideación
delirante en sus relaciones con la homosexualidad reprimida y la defensa proyectiva.
Consecuencia de este recorrido: hacer a un lado la dimensión del afecto, el dolor, la tristeza
y el duelo en la vida de D.P.Schreber. ¿Acaso es posible encontrar alguna cita al caso
Schreber en el texto Duelo y Melancolía? En la lectura atenta del texto, no hemos
encontrado ni siquiera una sola cita al referido caso, aspecto que no deja de sorprendernos
dada la bastedad y la riqueza de elementos al respecto en las confesiones de Schreber.

Importa consignar aquí, que no se trata de ingresar en una redefinición diagnóstica


del caso, para finalizar el razonamiento con la reasignación psicopatológica en los términos
de una melancolía o una psicosis maníaco depresiva111 (Lothane, 1994). Tal maniobra de
elucidación clínica, lejos de enriquecer el razonamiento, no hace más que repetir una lógica
inconducente: del pensamiento al humor o viceversa. ¿Conduce a algo esta lógica en una
perspectiva psicoanalítica? A sostener una teoría psicopatológica que distribuye la locura en
los términos del ―o bien el humor o bien el pensamiento‖, alienando la lectura en uno de sus
extremos. Como hemos anteriormente, en la lectura de J. Lacan podemos consignar una
fórmula que resuelve la dicotomía, en la consideración del afecto, como el objeto de una
afección significante y los estados de ánimo como una consecuencia de la posición del
Sujeto.

Ceñirnos al comentario que el propio Schreber realiza de su enfermedad nos


conduce a un terreno respecto al cual S. Freud se aparta: la depresión, la melancolía, la
hipocondría. ¿Qué estatuto le asigna a estos fenómenos que insisten en las diversas

111
El mencionado autor propone la siguiente lectura diagnóstica: ―Una revisión clínica sugiere un
diagnóstico de enfermedad bipolar o enfermedad maníaco-depresiva con añadidos maníacos y
paranoides. (Lothante, 1994)

131
confesiones del enfermo o en los historiales clínicos descriptivos de su sintomatología
inicial?
Desarrollaremos un recorrido conciso del texto schreberiano, exponiendo los
fragmentos discursivos que sostienen y dan lugar a la interrogación, basado en la
―evidencia‖ del texto escrito por el sujeto en cuestión, haciendo ciertos contrapuntos con los
informes psiquiátricos expuestos en el mismo texto. Dada la complejidad, riqueza y
profundidad del texto, haremos un recorte arbitrario, útil a los efectos de dar soporte a las
hipótesis que construiremos respecto al problema del duelo en Schreber.

La ―primera enfermedad‖ de D.P. Shcreber irrumpió a los 42 años de edad, en el


período comprendido entre octubre de 1894 hasta junio de 1885, y requirió de la internación
en el Hospital Psiquiátrico de Leipzig, dirigido por el Dr. Paul Flechsig. ¿Qué la
desencadenó? Es posible cotejar en sus ―Memorias‖, que en aquel tiempo desempeñaba
funciones como Presidente del Tribunal de Primera Instancia en Chemnitz, D.P.Schreber se
postuló como candidato del Partido Nacional Liberal a la Cámara de Diputados. Ante la
pérdida de tal instancia, y debido a un excesivo esfuerzo intelectual que la contienda
electoral le exigiese, forma inmediata a la derrota partió hacia un asilo en donde fue asistido
durante unas semanas. En esta primera internación realizó dos intentos de suicidio,
recibiendo importantes dosis de morfina, hidrato de cloral y bromuro. Posteriormente fue
trasladado a Leipzig, presentando al ingreso un cuadro de depresión con temores
hipocondríacos, humor irritable y lábil, malestar cardíaco, hipersensibilidad auditiva,
obsesión por una imaginaria pérdida de peso y una insistente convicción: ―ser incurable‖.

Al cabo de un tiempo estimable, la remisión del cuadro fue notoria, quedando en el


recuerdo de Schreber la impresión de que se trató de una enfermedad ―sin ninguna
complicación que rozara el ámbito de lo sobrenatural‖ (Schreber, 1999, p.82). El diagnóstico
de ―hipocondría‖ remitió completamente, siendo reconocida una profunda admiración para
con el médico neurólogo que abordó el tratamiento: el Profesor Flesching.

Luego de este periodo de internación que finalizara con la cura completa del Dr.
Schreber, sucedió un lapso de ocho años de apaciguamiento ―que en conjunto fueron muy
felices, pródigos también en honores externos y solo perturbados temporariamente por la
reiterada frustración de la esperanza de recibir la bendición de los hijos‖ (Schreber, 1999,
p.83) Esta confesión que irrumpe en la armónica vida del matrimonio Schreber, no puede a
nuestro modo de leer el caso, pasar desapercibido en la trama de los elementos que a

132
posteriori desencadenarán la psicosis. ¿Cuál es el estatuto de éste acontecimiento en la
vida de Schreber? 112

Los ocho años de tranquilidad en la vida de Schreber, se vieron interrumpidos a


partir de Junio de 1893, cuando fue notificado de su inminente nombramiento como
presidente de Sala del Tribunal Supremo Provincial de Dresde. Entre esa fecha y la
asunción del cargo, es posible situar el período de incubación de la segunda enfermedad,
soñando reiteradas veces con recaer en su enfermedad anterior, y destacándose la intrusión
de un pensamiento paradojal al cual accede entre el sueño y la vigilia: ―tenía que ser muy
grato ser una mujer sometida al coito‖ (Schreber, 1999, p.84). Este pensamiento
experimentado en una radical ajenidad y crítica consiente, se tornaría un eje central en la
trama del delirio de Schreber hasta su final transformación en la mujer de Dios mediante un
proceso de emasculación.

El 1º de Octubre de 1893 D. P. Schreber asume funciones como Presidente de


Sala. Habiendo superado las dificultades y obstáculos que la función exigía, comenzó a
padecer un estado de agotamiento mental e insomnio que lo llevan a tener noticia de las
primeras perturbaciones mentales. El ―suceso extraño‖ implicaba ―un crujido, que se repetía
con pausas más o menos prolongadas, y me despertaba cada vez que había comenzado a
adormecerme‖ (Schreber, 1999, p.84). Serán estas perturbaciones durante el sueño las que
lo lleven nuevamente a la consulta con el Profesor Flesching, en un esperanzado encuentro
por las buenas noticias que el médico le trasmitió respecto a los avances de la psiquiatría.
Respecto a la entrevista de Schreber con el Prof. Flesching, importa destacar una
puntuación de J. Lacan, que retomaremos en otro lugar de éste capítulo, puesto que
interpretamos que se trata de la confrontación del sujeto con la pérdida del objeto:

Sabemos por su testimonio que había esperado llegar a ser padre, que su mujer, en
el intervalo de ocho años que separó a la primera crisis de la segunda, tuvo varios
abortos espontáneos. Ahora bien, Flechsig le dice que desde la última vez, se han
hecho enormes progresos en psiquiatría, que le van a aplicar uno de esos sueñitos
que serán muy fecundos. Quizás ésta era precisamente la cosa que no había que
decir. A partir de entonces, nuestro Schreber ya no duerme, y esa noche intenta
colgarse. La relación de procreación está implicada, en efecto, en la relación del
sujeto con la muerte. (Lacan, 2011b, p.440)

112
Este aspecto lo desarrollaremos en otro punto de éste capítulo.

133
Los avances de la psiquiatría prometidos irían en contra de los resultados, puesto
que esa misma noche, en casa de su madre, la enfermedad de Schreber se recrudece,
haciéndose impotentes los somníferos indicados:

Pese a ello, la noche transcurrió insomne, y durante ella abandoné la cama, presa de
nuevamente de estados de angustia para llevar a cabo una suerte de intento de suicidio por
medio de una toalla o algún otro recurso semejante, que mi mujer, despertándose al oírlo
me impidió. (Schreber, 1999, p.86)

A partir de estos comportamientos, el Dr. Flesching determina una segunda


internación en la Clínica Universitaria de Leipzig debido el cuadro de depresión nerviosa y
debilidad al cual se veía enfrentado el enfermo, el cual alternaba con una fuerte excitación
nerviosa, irrumpiendo lo alucinatorio:

[…] la sangre se había retirado desde todas las extremidades al corazón, mi estado de
ánimo se había tornado extremadamente sombrío. (Schreber, 1999, p.86)

Casi como del orden de una metáfora de la teoría de los humores griegos, los
flujos de la sangre acompañan el estado de tristeza de D.P. Schreber, quien en la
internación no rectificará su voluntad suicida. En esos primeros tramos de tratamiento, el
insomnio consistía. El sujeto giraba en redondo respecto a la muerte:

[…] mi espíritu estaba casi exclusivamente ocupado con pensamientos de muerte


(Schreber, 1999, p.86)

[…] mi deseo de vivir estaba permanentemente en quiebra, se había desvanecido en


mí cualquier otra perspectiva que no fuera un desenlace macabro, que finalmente
tendría que cumplirse mediante el suicidio. (Schreber, 1999, p.89)

A partir de la ausencia de su esposa durante algunos días de la internación, la


depresión se recrudece, en el estallido de un ―colapso nervioso‖ que agudizó aun más el
ánimo decaído. En ese ínterin se produce el más claro indicio del ―derrumbe espiritual‖ en un
episodio onírico en donde Schreber tuvo un número absolutamente desusado de poluciones
(quizás media docena) en esa sola noche (Schreber, 1999, p.89). Comienzo según Schreber
de ―las primeras indicaciones de un trato con fuerzas sobrenaturales, una conexión nerviosa
que el profesor Flesching mantuvo conmigo, de tal manera que hablaba a mis nervios sin
estar presente personalmente‖. (Schreber, 1999, p.89)

134
La transformación del tratamiento en la interpretación del autor, es considerado en
clave paranoide. Cuanto antes estimaba para la cura de su enfermedad, una estrategia
ideada por el Profesor Flesching que consistía en ―presionar primeramente sobre mi
depresión nerviosa para hacerla descender hasta determinado estado profundo, y luego
mediante un brusco cambio en mi temple de ánimo, provocar de un golpe la curación‖
(Schreber, 1999, p.87), la afrenta persecutoria lo llevó a ―suponer que existió en él una
intención francamente macabra‖ (Schreber, 1999, p.87)

En ese ―tiempo sagrado‖ en el que se sumergía el sujeto Schreber, en una zona de


confusión entre la realidad y lo sobrenatural, se produce una ―crisis en el orden del universo‖
emprendido por un perseguidor que se hacía coincidir con la persona del Profesor Flesching
mediante ―el asesinato del alma‖ o ―almicidio‖.

Schreber se consideraba ―muerto y en putrefacción, imaginaba que en su cuerpo


se llevaban a cabo toda suerte de atroces manipulaciones, y que hacía, como él mismo lo
manifiesta aun ahora, las cosas más terribles que alguien pueda imaginar, y esto con una
finalidad sagrada‖ (Schreber, 1999, p.322), exigiendo el cianuro de potasio destinado a él,
en una clara vocación suicida. Muerto y en putrefacción, Schreber confesaba: ―Yo soy el
primer cadáver leproso y llevo un cadáver leproso‖ (Schreber, 1999, p.123). Extraño conjuro
que repetía como estribillo, y al cual pudo significar a posteriori: ―los enfermos de lepra tenía
que considerarse a sí mismos como condenados a una muerte segura, y tenían que
ayudarse entre sí a lograr una muerte por lo menos tolerable sepultándose en la tierra‖
(Schreber, 1999, p.123)

De sus propias confesiones, surgirá el detalle de una alucinación que en buena


medida resume el estado del sujeto Schreber:

Tengo el recuerdo que a mediados de marzo de 1894, cuando el trato con fuerzas
sobrenaturales había cobrado ya relativa intensidad, se me puso delante un periódico en el que
podía leerse algo así como mi propio aviso de defunción; interpreté este hecho como una
insinuación de que yo no debía contar ya con ningún posible regreso a la sociedad humana.‖
(Schreber, 1999, p. 116).

A partir de esta puntuación, J. Lacan referirá a ―la muerte del sujeto‖, momento
crítico en la historia de la Tierra y de la Humanidad, en el que Schreber alucina el
detenimiento de los relojes del mundo, cita que remite a la lectura de Schiller, curiosamente
para nuestro asunto, a un poema filosófico titulado ―A la alegría‖: ―La alegría, la alegría
mueve los engranajes del gran reloj de los mundos‖. (Citado por L. E. Prado de Olivera,

135
1997). Detenidos los engranajes del sujeto Schreber, constatamos numerosos significantes
expresables en los términos de una ―crisis peligrosa para la subsistencia del reino de Dios‖
explicada por ―la disminución del calor solar por un alejamiento mayor del sol y una
consiguiente glaciación más o menos general‖ o ―un terremoto o algo semejante‖. (Schreber,
1999, p.117)

En modo sucesivo a lo largo del texto, los relatos de la fisura del universo plasman
de un y otro modo, la muerte del sujeto y la crisis del universo. En particular modo, nos
cautiva entre tantas ―visiones‖ relacionadas con la idea del fin del mundo, aquella en la que
Schreber realiza un recorrido por la historia de la humanidad o de la Tierra, describiendo que
en las regiones superiores existían aún bosques frondosos; en las inferiores todo se tornaba
cada vez más oscuro y negro:

[. …]caminé como por un cementerio, donde, entre otras cosas, crucé la tumba de mi
propia mujer en la parte en donde estaban sepultados los habitantes de Leipzig…En
el viaje de regreso, el pozo se iba desmoronando detrás de mí y puse en peligro a un
Dios solar que se encontraba simultáneamente allí‖ (Schreber, 1999, p. 111)

Fragmento que ilustra mediante el recurso al pozo y el acto de desmoronamiento, el


período de cataclismo imaginario en donde el mundo evidencia el carácter abierto y abismal
de la realidad de Schreber. Cabe recordar además que ―pozo‖ tiene una significación
popular muy importante relativa a los ―estados de ánimo‖ deprimidos. (―cayó en un pozo‖
―está en un pozo‖) y a su vez, se relaciona con el lecho del muerto, el pozo en la tierra. Es
interesante como en el texto, el pozo pierde los límites y finalmente Schreber concluye el
fragmento revelándose un destino por demás oscuro: ―está todo perdido‖. (Schreber, 1999,
p.111). 113

Entendemos que la serie de los indicios recogidos respecto a la posición de


Schreber en el período de crisis y su estado de ánimo articulado a los términos de la muerte,
el suicidio, el fin del mundo y los hombres hechos a la ligera no pueden sino hacernos
sospechar en un modo de mortificación e indignidad que la psicopatología rápidamente
tendería a asociar a la melancolía. Si este diagnóstico fue desestimado por S. Freud,
suponemos que fue en la medida que fue solo el comienzo de la enfermedad y no su
desenlace. Tal como propone Soler, la diferencia entre paranoia y melancolía se impone en
la etapa siguiente, en la subjetivación del daño primario. (Soler, 1989, p. 39)

113
Cuando nos aboquemos al estudio topológico del agujero, retomaremos los indicios aquí obtenidos y
concluiremos que en la psicosis de Schreber no se trata de ―pozos‖ sino de ―abismo‖, con las implicancias
teóricas que dicha diferencia supone.

136
El hundimiento nervioso o la catástrofe libidinal, el ―almicidio‖ y la ―crisis en el reino
de Dios‖ como experiencia de la muerte del sujeto, encuentra un punto de detención a partir
de la reconstrucción delirante en un lazo al mundo, en una ―solución elegante‖ que detiene
el avance hacia una elaboración melancólica. Deberá recorrerse un largo periplo de
subjetivación delirante para que la pacificación con el perseguidor se consume y lo que
antes era la ―muerte del sujeto‖, se transforme en un triunfo glorioso, arrastrando el estado
deprimido de Schreber a una particular posición subjetiva en el universo como la mujer de
Dios:

[…] objeto de horror al principio para el sujeto, luego aceptado como un compromiso
razonable…, desde ese momento una decisión irremisible...y motivo futuro de una
redención que interesaría al universo. (Lacan, 2008b, p.540)

En este sentido, y en oposición a esa posible solución de identificación narcisísticas


al objeto tal cual la propuesta freudiana de Duelo y Melancolía, en Schreber se trató ―de una
reconstrucción delirante del mundo guiada por la perspectiva sacrificial de la
<reconciliación> amorosa con un Dios cuya maldad, entre tanto, se detiene a distancia‖
(Pelion, 2003, p. 149). Será en la construcción delirante en donde podemos leer los modos
de elaboración de la pérdida, abduciendo ciertas operatorias de la misma. A modo
paradigmático, escogeremos una de las tantas versiones extraíbles y que podemos
ordenarla en los términos ―muerte de Schreber/procreación de sujetos Schreber‖.

7.3 La hipótesis freudiana del duelo en Schreber

Un padre así no era por cierto inapropiado para ser


trasfigurado en Dios en el recuerdo tierno del hijo, de quien
fue arrebatado tan temprano por la muerte. (Freud, 1989e,
p. 48)

Si se supiera con certeza que el hermano muerto de


Schreber era mayor que él, sería lícito ver la fragmentación
de Dios en uno inferior y otro superior como la expresión del
recuerdo de que, tras la muerte temprana del padre, el
hermano mayor ocupó su lugar (Freud, 1989e, p. 50.)

¿Es el duelo un problema que recorra las ―Memorias de un enfermo nervioso‖?.


Atendiendo al duelo como una operación del lenguaje que supone la inscripción de la
pérdida de un objeto en lo real por obra del trabajo del simbólico, apuntaremos a la lectura

137
de las operaciones de la pérdida y la procreación en el discurso schreberiano, términos
comunes al proceso de duelo, y que se comportan de un modo particular en la estructura de
la psicosis Schreber.

¿Es posible situar una pérdida desencadenante de un duelo en dicho texto? Desde
una posición rigurosa la empresa es de notoria complejidad, puesto que en el relato de
Schreber, no hay siquiera una declaración de duelo del sujeto en cuestión, aunque
abundaron los motivos, a raíz de una numerosa serie de pérdidas acaecidas en su vida.114

Si concebimos la psicosis desde una perspectiva estructural, que atiende a la


forclusión como mecanismo fundamental desde el cual inteligir ciertos fenómenos del sujeto
psicótico, podemos teóricamente proponer que la pérdida o agujero en lo real ha sido
forcluída, rechazada de plano por el sujeto en cuestión. A partir de una lectura que sostiene
al sujeto psicótico en una posición de rechazo del inconsciente (Lacan, 2012), la psicosis de
Schreber puede ser inteligida en los términos de lo forclusivo, en tanto retorno desde lo real,
de aquello que no pudo ser inscripto simbólicamente.

La argumentación teórica permite suponer un significante no inscripto en la


estructura, el significante nombre – del – padre. En ausencia de una lectura de los registros
R-S-I que pudiera diferenciar los padres, la pregnancia del padre imaginario ocupó un
resorte fundamental en la lectura del deliro de Schreber por S. Freud. En tal lectura, el Dios
de Schreber pasó a ocupar un lugar de sustituto respecto a la temprana muerte del padre. El
epígrafe arriba citado, corazón de la interpretación freudiana de la psicosis paranoica de
Schreber, nos sitúa al respecto. El indicio que constatamos trata de la interpretación del Dios
en el delirio de Schreber, al modo de un sustituto del amado padre. ¿Cómo no explorar la
cuestión del duelo en Schreber a partir de semejante interpretación? Tal indicio nos traslada
a la conclusión de la tesis freudiana: el Dios de Schreber es un retorno del objeto padre
perdido. Comienzo auspicioso para una exploración del duelo en la psicosis.

¿Acaso leemos en Schreber una declaración de duelo? Lo arriba expresado, es la


versión que Freud establece respecto a la lectura de las memorias. En su lectura, emerge
un componente del duelo por el padre, el cual se entramará a la red de articulaciones
delirantes ofrecidas en el texto. Que Freud leyera una reacción de duelo en los términos de
la sustitución del objeto (¡algo muy freudiano!) no se traduce en que para Schreber hubiese
operado un duelo por la muerte del padre. A nuestro modo de leer el problema, optaremos

114
En tal sentido, en su biografía se destaca el suicidio de un hermano con diagnóstico de psicosis evolutiva, la
muerte de la hermana o la temprana muerte del padre.

138
por el significante ―Schreber‖ a la hora de situar lo perdido, haciendo a un lado la
interpretación freudiana del duelo por el padre.

En este sentido, ponemos a interrogación la interpretación que Freud realizara


respecto a ésta pérdida, y que en una combinatoria con los términos del Edipo y la relación
a lo paterno, fundamentan la suma de las elucidaciones freudianas de la psicosis paranoica
del caso Schreber 115.

En buena medida, la hipótesis de la paranoia en su interpretación, se edifica a partir


de una lectura del duelo, en especial relativa a la pérdida del padre. En otro lugar de este
estudio, hemos precisado la problemática del duelo del padre en Freud, elemento que
insiste o retorna en la lectura de Schreber. ¿Es acaso la muerte del padre la razón o el
fundamento del delirio de Schreber? Reconociendo la sensibilidad de Freud ante la pérdida
del padre, y la potencia de éste ―acontecimiento‖ en la elucidación e interpretación de ciertos
desarrollos de la cultura, se hace necesario establecer algunas reflexiones a efectos de
orientar nuestra interpretación, y corregir lo que de exceso interpretativo pudiera leerse en
Freud.
¿Quién era el padre de D.P Schreber? ¿Cuál su relación con el sujeto en cuestión?
Moritz Schreber (1808-1861), ilustre médico – pedagogo se destacó por la invención y
desarrollo de una educación basada en la gimnasia ortopédica. Disciplina destinada a la
prevención de deformaciones óseas, tanto como desviaciones morales, se basaba en el
precepto de que el equilibrio espiritual es la consecuencia de una adecuada equilibración de
los impulsos físicos. Por tal motivo, M. Schreber desarrollo una serie de tecnologías
mediante las cuales lograba realizar correcciones a las posturas corporales en los niños, a
efectos de remediar las inevitables desviaciones morales.116 D.P. Schreber había vivido
desde su infancia en una mansión en donde se alojaba la clínica ortopédica, siendo objeto
de aplicación de las tecnologías o aparatos de corrección, correas o baños fríos
desarrollados por su padre. (Niederland, 1984) La educación del espíritu por la vía del
disciplinamiento y la sujeción del cuerpo era el proyecto con el cual el padre de Schreber
pretendía establecer el orden y la cohesión social, en la propagación de un ideario que
anhelaba la extensión universal de la reforma, revelando una posición omnipotente y
omnisciente respecto al saber.

115
En tal sentido, la idea central de la etiología de la paranoia refiere al avance de la libido
homosexual, la cual es interpretada por Freud, en el desplazamiento o la transferencia de los
sentimientos tiernos del hijo al padre.
116
En obras publicadas del padre de Schreber, se expresa su sistema de pensamiento: “La gimnasia
desde el punto de vista médico presentado al mismo tiempo com o un asunto de estado (1843)‖,
―Gimnasia médica casera (1855)” o ―Kallipedia o educación para la belleza (1858)‖, entre otros.

139
Los biógrafos especializados en la vida de D.P.Schreber, mantienen cierta cautela a
la hora de resumir la estima de éste hacia el padre, punto de tensión con un S. Freud que
destaca ―el recuerdo tierno del hijo‖.117 ¿Era tierno el recuerdo? ¿Basándose en qué puede
Freud leer un vínculo de ternura?

Respecto a las biografías desarrolladas sobre el padre de Schreber, cabe destacar


que la esposa de M. Schreber destruye todo cuanto pueda recordar a su marido (Israëls, H.
1986), abriendo un amplio espectro de interpretación respecto al lugar y la estima hacia el
padre en el seno de la familia Schreber (Schatzman, 1977). Lejos de ingresar en el terreno
de las conjeturas respecto a ese modo de evaluar o juzgar la relación de Schreber padre e
hijo en la lectura freudiana, conviene a modo de síntesis, poner en interrogación dicha
interpretación.

En modo representativo de la puesta en interrogación de semejante supuesto,


valdría recordar una lectura opuesta desarrollada por Niederland, quien instrumentara un
giro interpretativo que conducirá a vincular el delirio paranoico a un abuso traumatogénico
infantil impartido por un padre sádico del enfermo nervioso (Lothane, 1994). De todos
modos, y más allá de semejante tesis, en un punto no se desembaraza del rumbo dado por
Freud a la consideración de la psicosis: aspectos del pasado se vinculan al presente de la
crisis de Schreber. No obstante, en el modo de concebir la relación al padre, está la
articulación teórica en la que inexorablemente el pasado es conectado con la crisis presente
del sujeto en cuestión.

En este punto, la aventura freudiana reconocía los riesgos de la interpretación, ante


el escamoteo de la historia familiar al cual Schreber dedicaba un capitulo118. Ante esa
sustracción del material, el más sustantivo para la inteligencia del caso en la opinión de
Freud, las reglas de la interpretación se hicieron vulnerables, dando lugar a un marco de
lectura que apoyaba en suelo movedizo. A la búsqueda de nuevos materiales que pudiesen
preparar el terreno para la conexión entre el núcleo delirante y la infancia de Schreber,
Freud encomendó al Dr. Arnold Stegmann que averiguara todo tipo de datos personales
sobre el viejo Schreber. De esos informes dependerá cuantas cosas voy a decir en público

117
En este punto no podemos más que aludir al mito de la horda primitiva, mito científico mediante el cual
intentaba dar una explicación científica al comienzo de la cultura, en donde destaca el afecto que los hermanos
sentían por el padre ―que gozaba de todas las mujeres‖.
118
Aludimos al Capítulo 3 del texto de Schreber, del cual queda una sola referencia: «Trato ahora en primer
término sobre cosas que sucedieron a otros miembros de mi familia y que, según puede pensarse, mantuvieron
alguna relación con el almicidio presupuesto; comoquiera que fuese, todas ellas llevan un sello más o menos
enigmático, difícil de explicar de acuerdo con las experiencias humanas ordinarias» (Schreber, 1999, p.81)

140
(Freud, 1989e, p. 44). Ciertamente la referencia faltó a la cita, e incluso fueron omitidas por
Freud ciertas fuentes que hubieran al menos puesto en interrogación ―el recuerdo tierno‖
sobre el que edificó buena parte de su interpretación. (Citado en Gay, P. 1989, p. 324)

En la lectura del caso Schreber, hubo una intención explícita de S. Freud por llevar
a cabo un proyecto teórico, imponiendo la articulación de los conflictos delirantes del
presente schreberiano con la historia infantil del sujeto, resorte del determinismo histórico
como nexo causal. En tal maniobra interpretativa, si la lucha con Flesching se le revelaba al
enfermo como un conflicto con Dios, el mismo debía pasar por la historia infantil del sujeto
Schreber, traduciéndose en un conflicto infantil con el amado padre. (Freud, 1989e, p.52).
Es del orden de un axioma, irrefutable y necesario a los efectos de la consolidación de la
lectura freudiana, la relación de amor al padre, en los artilugios de una construcción teórica
respecto a la cual S. Freud muestra signos de inconformidad, dada la escasez de fuentes
biográficas con las cuales contrastar la interpretación desarrollada.119 El duelo en el contexto
de la construcción del caso freudiano, quedó atrapado y al servicio de la teorización
emergente.

7.4 La imposible procreación

[…]la reiterada frustración de la esperanza de recibir la bendición de los hijos‖ (Schreber,


1999, p.83)

En principio una lectura freudiana monopoliza la trama delirante del enfermo en


cuestión, haciendo coincidir la paranoia al conflicto homosexual vinculante al complejo
paterno. No obstante lo anterior, S. Freud dio lugar a sospecha respecto a otros factores
―colaterales‖ intervinientes en la dinámica libidinal:

A semejante resultado puede llevar todo cuanto provoque una corriente retrocedente
de la libido «regresión» ; tanto, por un lado, un refuerzo colateral por desengaño con
la mujer, una retroestasis directa por fracasos en los vínculos sociales con el hombre -
casos ambos de «frustración»-, como, por otro lado, un acrecentamiento general de la
libido demasiado violento para que pueda hallar tramitación por los caminos ya
abiertos, y que por eso rompe el dique en el punto más endeble del edificio. (Freud,
1989e, p. 57-58)

119
Al respecto Freud, y relativizando la rigurosidad de la interpretación señala: ―En cuanto a nosotros, no
tenemos más remedio que conformarnos con un esbozo así, vago, del material infantil a que la paranoia
contraída recurrió para figurar el conflicto actual‖ (Freud, 1989e, p.53)

141
En tal sentido, y a modo de ejemplo de lo anterior, S. Freud hace una advertencia
respecto a la causalidad de la psicosis, que no es retomada en sus abordajes, pero que en
este estudio la retomamos como indicio de exploración:

Quizá tenga yo derecho a agregar todavía algo para fundamentar aquel conflicto que
estalló en torno de la fantasía femenina de deseo. Sabemos que nuestra tarea es
entramar el surgimiento de una fantasía de deseo con una frustración [cf. pág. 58, n.],
una privación en la vida real y objetiva. Ahora bien, Schreber nos confiesa una
privación así. Su matrimonió, que él pinta dichoso en lo demás, no le dio hijos, sobre
todo no el hijo varón que lo habría consolado por la pérdida de padre y hermano, y
hacia quien pudiera afluir la ternura homosexual insatisfecha.‖ (Freud, 1989e, p.58)

Articulando una privación (¿un duelo?) respecto a la imposible procreación por


Schreber declarada, tal frustración parece ofrecer un lugar significativo en el conflicto del
enfermo nervioso. En el texto princeps Sobre un caso de paranoia descrito
autobiográficamente (1911), el lugar de Schreber en la estructura familiar es preciso y
contundente: hijo. Toda interpretación del conflicto actual del drama conlleva hacia ese
significante, al punto que S. Freud interpretará ―la reiterada frustración de la esperanza de
recibir la bendición de los hijos‖ (Schreber,1999,p.83) en sus memorias, como una
frustración relacionada a que ese hijo varón no advenido podría ―haberlo consolado por la
pérdida del padre y el hermano, hacia quien pudiera afluir la ternura homosexual
insatisfecha‖ (Freud, 1989e, p.54) Incluso en el intento de acercarse a una posición paterna,
en Freud se trata de una verificación de un lugar de hijo capturado en el complejo paterno.
De este modo, la posibilidad de ubicar una privación en el estatuto etiológico de la paranoia,
es en el caso de Schreber leído por S. Freud, reabsorbida por la interpretación princeps. El
esbozo de la procreación en la frustración reconocida por Schreber, rápidamente muda en
un lugar de hijo, poniéndose la procreación al servicio del ―recuerdo tierno‖.

¿Es una interpretación acertada? A nuestro modo de leer el caso, son múltiples los
indicios que nos hacen poner a consideración el problema de la procreación y la paternidad
en Schreber, razón por la cual proponemos por una cuestión de método y estrategia
exploratoria, suspender la interpretación freudiana, la cual lejos de aclarar respecto a un
horizonte de problema relativo a la procreación y la muerte, obtura el saber en la malla
omnicomprensiva del complejo paterno y el marco edípico. En Freud no hay dos lecturas:
Schreber está en posición de hijo, y la paranoia encierra en su núcleo, un vínculo
homosexual dirigido al padre. (Freud, 1989e)

142
Sabemos que en la historia del matrimonio de Schreber, hubieron múltiples
embarazos y abortos espontáneos. Entre internaciones psiquiátricas, confiesa que en los
ocho años de felicidad vivida junto a su esposa Sabine, un único acontecimiento opacaba la
armonía de la pareja: la frustración de no poder tener hijos. Inversión de la lectura
freudiana, puesto que la misma exige privilegiar una preocupación paterna en Schreber, por
sobre el lugar de hijo al cual estuvo destinada la interpretación freudiana. Al respecto Freud
acerca el problema y se distancia:

[…] acaso el Dr. Schreber forjó la fantasía de que si él fuera mujer, sería más apto
para tener hijos, y así halló el camino para resituarse en la postura femenina frente al
padre, de la primera infancia‖ (Freud, 1989e, p.54).

Nos servimos de la primera parte de la interpretación, puesto que se establece una


cierta coherencia entre la imposibilidad de tener hijos y la posición delirante de
emasculación al servicio de la procreación. No obstante, suspendemos la segunda parte de
la misma, puesto que la leemos en función de lo arriba expuesto, como un forzamiento
teórico al servicio de la teoría. Sumada a la declarada frustración del enfermo nervioso por la
imposible procreación, se anuda la preocupación relacionada con el árbol genealógico y la
extinción de los Schreber, aspecto también destacado por Freud.

Su raza corría el riesgo de extinguirse, y parece que estaba bastante


orgulloso de su linaje y familia. (Freud, 1989e, p.54).

Los argumentos extraídos de la lectura del texto de Schreber y Freud, nos permiten
presumir en este sentido, y lejos de aventurar conjeturas sobre el duelo por la muerte del
padre o la imposibilidad de tener hijos, la problemática de la pérdida centrada en el
significante Schreber. Mediante tal conjetura, intentamos sortear los riesgos hermenéuticos
en los que la interpretación freudiana recayó. De este modo buscamos acotar lo que de
exceso leemos en la lectura de Freud, al tiempo que recuperamos una perspectiva que fue
aplastada en el contexto de su teoría de la paranoia y la homosexualidad:

Entonces, el posterior delirio, pospuesto de continuo al futuro, según el cual por su


emasculación el mundo se poblaría «de hombres nuevos de espíritu schreberiano»
(288) , estaba destinado a remediar su falta de hijos. Si los «hombres pequeños» que
el propio Schreber halla tan enigmáticos son hijos, nos resulta bien comprensible que
se reunieran sobre su cabeza en gran número (158) ; son, realmente, los «hijos de su
espíritu» (Freud, 1989e, p. 54)

143
7.5 El estatuto “aparente” de la pérdida

La lectura de las ―Memorias‖ permite considerar ciertas ideas de valor


conjetural respecto al lugar de la pérdida en el discurso de Schreber. Entendemos que en el
estudio del delirio es posible establecer ciertas regularidades, insumos para abordar a
posteriori la operatoria del duelo en el contexto de la constitución de un sistema conjetural.
Entre los términos de la ―creación‖ y la ―cremación‖ detenidamente expuestos por Schreber
en múltiples aspectos del texto, podemos sistematizar ciertas conclusiones al respecto, las
cuales asientan las bases para pensar a posteriori los símbolos de la ―procreación‖ y la
―muerte‖, insistentes en el obrar delirante del enfermo nervioso. En la configuración de tales
términos, situamos el significante ―Schreber‖, sobre el cual recaerán tales maniobras
discursivas, puesto que la muerte del sujeto y la procreación de una nueva raza de hombres
Schreber, hacen al circuito delirante del enfermo nervioso.120

La muerte del sujeto Schreber anticipada en el periódico, la emasculación o


transformación en mujer por obra del delirio, y la generación de nuevos hombres Schreber,
compone el recorrido de constitución de la metáfora delirante que articula la pérdida y la
creación. Si estos términos están ligadas, esto es en tanto responden a una indisoluble
articulación conceptual: la metáfora es creadora, a condición de una pérdida o agujero en lo
real que hace posible el trabajo de movilización significante. Esta operación nombrada por
Lacan en los términos de una inversión de la forclusión aplicable al caso Hamlet, es posible
desde nuestra conjetura, ser articulada al caso Schreber.

En Schreber el estatuto de la creación, y explicitando una crítica a la teoría de


la evolución de Darwin, se produce por una ―sucesión de actos separados de creación‖.
Cada una de las especies se produjo en tal sucesión, aunque no sin el recuerdo de las
especies pre – existentes. (Schreber, 1999, p.224) La aparición directa o creación mediante
milagros divinos se produce en tal sentido, por una generación espontánea (generación sin
progenitores, generatio aequuoca). Pero a diferencia de aquella concepción de la creación
proveniente de la abiogénesis121, la impronta de Schreber propone a las manifestaciones

120
Como veremos más adelante, esta operación discursiva responde a una modalidad de agujero que se
distancia de la falta en la estructura neurótica. Asíntota, hipérbola, realidad abierta y tendencia al infinito regulan
a la misma en un intento de formalización de la pérdida.
121
La teoría de la generación espontánea (también conocida como arquebiosis o arquegénsis) es una antigua
teoría biológica de abiogénesis que defiende que podía surgir vida compleja (animal y vegetal), de manera
espontánea a partir de la materia inorgánica. Para referirse a la "generación espontánea", también se utiliza el
término abiogénesis, acuñado por Thomas Huxley en 1870, usado originalmente para referirse a esta teoría.
Louis Pasteur refutó de forma definitiva la teoría de la generación espontánea, postulando la ley de la biogénesis,
que establece que todo ser vivo proviene de otro ser vivo ya existente.

144
deliberadas de la voluntad o fuerza creadora divina como motor de la creación,
prescindiendo de la materia para tales efectos.

Dejando al margen las interpretaciones o intuiciones que una clínica del


desencadenamiento ha puesto en un lugar preponderante respecto a las razones que
llevaron a Schreber a la psicosis, optamos por abordar el análisis del duelo en el texto
122
escrito sobre el delirio. ¿Que estatuto comporta la pérdida y la creación en dicho texto? .
Suponemos de hecho la presencia de elementos discursivos que nos permiten inferir
cuestiones relativas al duelo en la estructura de la psicosis.

Entre la muerte del sujeto y la continuidad de la familia Schreber, claramente en


extinción según las biografías especializadas, opera una metáfora creacionista que permite
trascender la inexorable finitud del sujeto Schreber, expresada en el periódico. A una lectura
necrológica le corresponde un opuesto absoluto: el sujeto en cuestión advendrá ―inmortal‖ al
punto que:

En el supuesto que yo cayera alguna vez en el agua o que quisiera dispararme una
bala en la cabeza o en el pecho, cosa en la cual, naturalmente, no pienso ya ni de
lejos, aparecerían presumiblemente fenómenos transitorios como los que son propios
de la muerte por ahogamiento, o el estado de perdida de la conciencia después de
una herida de bala con efecto mortal. Pero si tendría o no lugar entonces, mientras
durase el trato con los Rayos, una nueva revivificación, se seria o no suscitada la
actividad del corazón y con ella circulación de la sangre, se reconstituirán los órganos
internos destruidos y los trozos de hueso, es esta una pregunta que de acuerdo con
mis vivencias anteriores, no me atrevo a responder negativamente. (Schreber, 1999,
p.258)

Subrayamos ―una nueva revivificación‖ en su potencia inmortal, que lleva a la


consideración de la reconstitución de lo destruido (¿lo perdido?) en la vida de Schreber,
condición necesaria pero no suficiente, a los efectos de elucidar la maniobra subjetiva
mediante la cual se produce el pasaje de la muerte a la vida y de la vida a la muerte, en
un ciclo en tendencia al infinito, respecto al cual a posteriori extraemos ciertas
consideraciones topológicas relacionadas al problema.

122
Optamos metodológicamente por realizar una selección de algunos fragmentos relacionados a la muerte y la
procreación del significante Schreber, advirtiendo al lector de otros posibles recortes tales como el fin y el
comienzo del universo, la destrucción de los órganos y la regeneración entre otros.

145
Si en otro capítulo nos ocupamos del problema del duelo y la necesaria
circunscripción de la pérdida por el trabajo del significante, en un enaltecimiento del valor
del ritual en la función del duelo, en Schreber podemos pesquisar una serie de
proposiciones con valor axiomático, cosmogónico y teológico respecto a la elaboración de la
pérdida. ¿Cómo opera? En rigor axiomático, el ―alma humana‖ está contenida en los nervios
del cuerpo, y la vida espiritual depende la excitabilidad por influjos externos. Cuando el
cuerpo pierde su fuerza vital, se produce para los nervios el estado de pérdida de la
consciencia o ―muerte‖. No obstante, en un claro gesto de la inmortalidad del alma Schreber
sostiene:

…con ello no queda dicho que el alma se haya extinguido realmente, sino que las
impresiones recibidas se mantienen adheridas a los nervios (Schreber, 1999, p.64)

La maniobra de la inmortalidad es llevada a cabo por Dios, quien mantiene un


trato normal con las almas humanas sólo después de la muerte:

Dios podía acercarse sin peligro a los cadáveres para atraer, sacándolos de ellos, a
sus nervios (en los cuales no se había extinguido aun la autoconciencia, sino que sólo
estaba aletargada) por medio de la fuerza de los Rayos y para llevarlos hacia sí y
despertarlos con ello a una nueva vida celestial. (Schreber, 1999, p.67)

Para tal destino del alma se requiere un ―proceso de purificación‖ y ―examen de los
nervios humanos‖, para ser incorporados finalmente a Dios. En este proceso que finaliza
con la ―bienaventuranza‖, ―un estado de goce ininterrumpido‖ y la ―contemplación de Dios‖
por parte del alma purificada, supone que en ―Dios‖ o ―las antecámaras del cielo‖ se anuda
la idea del eterno ciclo de las cosas subyacente al orden cósmico:

Cuando Dios crea algo, se desprende en cierto sentido de una parte de sí mismo o
da una figura diferente a una parte de sus nervios. Pero la aparente pérdida que de
allí resulta se repara nuevamente cuando, después de cientos y miles de años, los
nervios que ya se han vuelto bienaventurados de los hombres muertos (…) y las
restantes cosas creadas recrecen otra vez en Dios bajo la forma de ―antecámaras del
cielo‖. (Schreber, 1999, p. 71)

Destacamos la idea del “ciclo eterno”, argumento mediante el cual se trata de una
“aparente pérdida”, la cual es reparada en los ―procesos de purificación‖ realizados por
Dios y que desembocan en la eternidad, la inmortalidad y el universo absoluto.

146
7.6 Creación de una nueva humanidad

En todas las cosas de esta especie, el hombre tiene que


tratar de remontarse más allá de las estrechas
representaciones geocéntricas que, por así decirlo, lleva en
su sangre, y considerar las cosas desde un punto de vista
más elevado de la eternidad (Schreber, 1999, p.96)

Las ideas de carácter axiomático expuestas recientemente, constituyen la base


sobre la cual Schreber fundamenta una trayectoria delirante que comienza con su muerte y
finaliza en la procreación de hombres de espíritu Schreber inherente al proceso de
emasculación logrado. El intento infructuoso de un ―almicidio‖ o ―asesinato del alma‖ dirigido
a Schreber hunde sus raíces en el árbol genealógico y la cadena filiatoria de la familia
Schreber. En tal sentido entendemos necesario hacer hincapié en la consideración del
nombre, tal cual como lo indica el ―Estudio preliminar‖ a la Edición en castellano:

―la preocupación por el origen genuino la tuvo Schreber respecto a su propio


linaje, desde antes de su enfermedad‖. (Citado en Schreber, 1999, p.35).

En plena agitación delirante, el enfermo nervioso escribe convencido que en el siglo


pasado se perpetró un ―asesinato del alma‖ entre los linajes Schreber – Flesching, y ésta
vuelve a intentarse en el nombre del Profesor Flesching. El asesinato consistió a modo
sucinto, en apoderarse del alma de otra persona para procurarse a costa de dicha alma, una
vida más larga o alguna otra ventaja que dure más allá de la muerte. (Schreber, 1999,
p.74). El almicidio perpetrado será interpretado por Schreber en los términos de una
conspiración entre un tal hombre y algunos elementos de los reinos anteriores de Dios en
perjuicio de la estirpe Schreber, acaso en el sentido de que se les negase la descendencia.
(Schreber, 1999, p.77).

Recordemos que en ese primer período de la enfermedad de Schreber, la


perplejidad angustiada, la depresión melancoliforme y el abismo apocalíptico, comportaban
―en parte un carácter aterrador, pero también en parte, una indescriptible sublimidad‖
(Schreber, 1999, p.111). Cuando comienza a incubar la idea delirante de la emasculación, la
interpretación paranoide hará del proceso un complot en su contra, ocurriendo numerosos
―milagros‖ en su cuerpo y en su virilidad resumible en los términos de ―una profanación
sexual después de la metamorfosis por la cual se proponía cambiarme en criatura de sexo

147
femenino‖ (Schreber, 1999, p.112). Dicho proceso fue en un primer tiempo rechazado por el
propio Schreber, implementando medida tendientes a poner fin a un exceso que atacaba la
moral, la dignidad y el honor del Presidente, mediante cualquier modo de muerte tal como
dejarse morir de hambre, baños sagrados con ideas de ahogamiento, o ser enterrado vivo
(Schreber, 1999).

Fracasando los intentos de suicidio, actos a través de los cuales Schreber


intentaba hacer límite y poner fin a esas experiencias sobrenaturales, será a partir de
Noviembre de 1895 en donde fecha el momento de un giro en la relación al proceso de
emasculación:

Hasta entonces yo había tomado en cuenta siempre la posibilidad de que, si mi vida


no estaba destinada a ser inmolada antes como víctima en alguno de los numerosos
milagros aterradores, en algún momento tuviera que ponerle fin mediante el suicidio‖.
A esos posibles desenlaces, Schreber sumaba una posible ―salida aterradora, de una
índole jamás vista entre los hombres. (Schreber, 1999, p. 180)

Por motivos racionales, y ante la exigencia del orden cósmico, el sujeto en cuestión
no tuvo más que resignarse al pensamiento de la transformación en una mujer, y en
consecuencia ―solo podía pensarse, naturalmente, en una fecundación por medio de rayos
divinos con el fin de crear nuevos hombres‖. (Schreber, 1999, p. 181). Ante una humanidad
perenne, en la que Schreber convivía con ―hombres hechos a la ligera‖, la transformación en
mujer se convertía en la solución incondicionalmente adecuada para una renovación de la
humanidad. Conducta necesaria y saludable en los términos de Schreber, que le devolverá
un ánimo igual de afectado por la posición del sujeto, pero por obra del delirio, en un nuevo
lugar que a su vez, se inscribe en las ―Memorias‖.

148
8 Duelo y Psicosis

8.1 Del fenómeno a la estructura

El recorrido realizado a lo largo de este estudio nos ha permitido construir una


pregunta, orientadora a los efectos del establecimiento de un sistema de conjeturas que
aporten cierta inteligibilidad al problema de investigación: ¿Qué del agujero en la psicosis?
En la medida que podamos dar respuesta a nivel teórico a este interrogante, estaremos en
condiciones de dejar sentado un soporte conceptual que pueda ser puesto a prueba en
futuras investigaciones. Siguiendo la perspectiva epistemológica con la que enfocamos esta
exploración, nos centraremos a continuación en la perspectiva de la psicosis de J. Lacan,
para desde allí poner a dialogar la problemática teórica delineada a partir de algunos de los
indicios recogidos a lo largo del trabajo exploratorio.

En función de la heterogeneidad de las perspectivas teóricas respecto al campo de


las psicosis en el conjunto de las doctrinas psicoanalíticas, hemos decidido llevar a cabo tal
exploración en una perspectiva lacaniana, a razón de los escasos desarrollos e
investigaciones desarrolladas respecto a nuestro problema de investigación. En este
sentido, sucede algo similar, exigiéndose un nuevo recorte a los efectos de precisar una
noción de psicosis metodológicamente posible, dada la extensión del campo teórico
lacaniano. Por tanto, hemos decidido inclinarnos por una concepción correspondiente al
escrito titulado De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis, el cual
contiene la suma de las elaboraciones fundamentales desarrolladas anteriormente, al tiempo
que se aproxima diacrónicamente al Seminario en el que se aboca al duelo (y que
trabajamos en otro capítulo)123

En el primer período de la obra, que podemos ubicar en sus comienzos en torno a


la Tesis de Doctorado titulada De la psicosis paranoica y sus relaciones con la personalidad
(1932), J. Lacan centrará sus desarrollos en el eje imaginario o narcisista, a partir del
abordaje del caso Aimèe. En tal tesis desarrollará una argumentada discusión respecto a la
causalidad de la psicosis, en una crítica dirigida a la psiquiatría organicista que ponían en
primer plano la consideración de la lesión orgánica, el origen degenerativo hereditario y la
evolución terminal. En tal sentido, el planteo de J. Lacan suponía que respecto a la psicosis

123
Entre los que incluimos los del primer período comprendido entre el 1932 – 1953.

149
en un sentido psicopatológico124, en ausencia de todo déficit detectable por las pruebas de
capacidad tanto como de lesiones orgánicas probables, los trastornos metales que
repercutían en la afectividad, el juicio y la conducta, obedecían a trastornos específico de la
síntesis psíquica o personalidad125 (Lacan, 1998)

En esta apuesta que subvierte los postulados psicopatológicos que desde E.


Kraepelin, incuestionables en el seno de la psiquiatría de la época, y que en la actualidad
mantiene intacta vigencia a pesar de no haberse podido aun comprobar empíricamente la
mayoría de sus resultados, la apuesta de J. Lacan apuntaba a cuestionar el estatuto
etiológico de la paranoia centrado en un trastorno de la síntesis psíquica o la personalidad
del enfermo.

A partir del estudio de caso ―Aimée‖, J. Lacan reivindica el papel de las reacciones
vitales, los acontecimientos afectivos en la evolución de la paranoia. En este sentido, la
consideración de J. Lacan por la psicosis, está estrictamente articulada a nuestro objeto de
estudio, y en cierto modo la apuntala ¿En qué medida hay lugar para el duelo en la
psicosis? ¿Puede el duelo conllevar al desencadenamiento de la misma? Apartándose
notoriamente de un esquema causal mecanicista asociado a la psicopatología de su época,
la tesis de J. Lacan se acercaban en ese período a los postulados de la psiquiatría
fenomenológica de K. Jaspers y la psiquiatría existencial de Binswanger, los cuales
articulaban el sentido, la vivencia y la intersubjetividad en el conocimiento de la cuestión
psicopatológica, arrancando a su objeto de las ciencias de la naturaleza y la objetividad
positivista. En este sentido, J. Lacan se alinea a la noción de desarrollo de la personalidad,
noción jasperiana que otorga un lugar privilegiado a la comprensión de los fenómenos
psicopatológicos ―a partir del juego mutuo de las relaciones psicológicas y racionales, que se
encuentran incrustadas dentro de una conexión psicológica objetivada de predisposición
originaria y unitaria, a pesar de la desarmonía y falta de consistencia‖ (Jaspers, 1977, p149)

Tal influencia fenomenológica marcará la primera etapa de J. Lacan en cuanto


integra en la consideración del caso Aimée, la distinción entre proceso psíquico, desarrollo
de la personalidad, y la lesión cerebral. Optando por la noción de desarrollo de la

124
J. Lacan agrupa en tal tesis a la paranoia, la versania, la esquizofrenia, locura, delirio parcial en el conjunto de
la psicosis, dejando de lado a las demencias, para la cual sostiene una hipótesis etiológica a nivel de las lesiones
orgánicas.
125
El término de ―personalidad‖ concebido desde la perspectiva de Jaspers apunta a que ―comprendemos el
todo del ser humano – su esencia, su desarrollo y su fin- como <personalidad>‖. En este sentido se opone al
―proceso‖ como aquellos ―cambios de la vida psíquica, incurables, heterogéneos a la personalidad anterior…en
todas sus transiciones invaden la personalidad‖. (Jaspers, 1993, pag 151)

150
personalidad, centrará la experiencia delirante de Aimée en relaciones de comprensión,
sirviéndose de la teorización freudiana para lograr la elucidación del caso.

Tanto en dicha tesis, como en escritos próximos tales como La agresividad en


psicoanálisis, La familia, El estadio del espejo, J. Lacan desarrolla progresivamente lo que
con posterioridad retroactiva, se consolidaría como el registro de lo imaginario o estadio del
espejo, centrado en las relaciones narcisísticas (a – a‘). Los fenómenos de extrañeza y
fragmentación, le permiten considerar al ―estadio del espejo‖ como el momento de la
conformación del yo o personalidad, a partir de la identificación a la imagen del otro, al
tiempo que explicar el desencadenamiento a razón de dicha caída identificatoria. De este
modo, las causas específicas de la psicosis estarán articuladas a los trastornos a nivel de la
personalidad, erigiéndose conceptos de una notable incidencia en la clínica de las psicosis
tales como el imago o identificación imaginaria, lo especular en sus relaciones con el
narcisismo y la función de la agresividad en la constitución del sujeto.126 La preocupación
respecto a la conformación del yo, se contextualizaba respecto a un período psicoanalítico
en donde esta noción era central en el seno de los planteos post – freudianos, ocupando en
buena medida las teorizaciones de M. Klein y D. Winnicott, entre otros.

En el período en que nos centraremos para este estudio, y que no puede ser sin los
pasos lógicos del estadio precedente, J. Lacan produce una ruptura definitiva con el
psicoanálisis y la psicopatología, a pesar de la vigencia que tendrán algunos de sus
postulados construidos anteriormente. En El informe de Roma (J. Lacan, 1953) o Función y
campo de la palabra y el lenguaje (Lacan, 2008), comienzan a desarrollarse algunos de los
postulados fundamentales que recorrerán su enseñanza, y que reestructuran
indefectiblemente la noción de psicosis. Tales desarrollos apuntarán a privilegiar la
incidencia del orden simbólico, y pueden resumirse brevemente en la cristalización del
sintagma ―el inconsciente estructurado como un lenguaje‖, el concepto de estructura
aplicado al sujeto del psicoanálisis, la teoría del significante y su primacía respecto al
significado, la articulación de las leyes de la palabra y el lenguaje, la metáfora paterna en
reemplazo del complejo de Edipo, y la construcción del Otro como lugar topológico.

En tales avances, se deja entrever una ruptura con la fenomenología comprensiva


de Jaspers del período anterior, el rechazo de toda pretensión causal organicista, el avance
de la influencia estructuralista y la transformación radical de la teoría de la técnica

126
Esto no excluye para Lacan, la posibilidad de que en algunas psicosis la causa sea de naturaleza lesional u
orgánica.

151
psicoanalítica. La posición epistemológica que subyace a este tiempo, es en buena medida
demarcada por la siguiente cita:

La confianza que tenemos en el análisis del fenómeno es totalmente diferente a la


que le concede el punto de vista fenomenológico [...] Desde el punto de vista que nos
guía, no tenemos esa confianza a priori en el fenómeno, por la sencilla razón de que
nuestro camino es científico, y que el punto de partida de la ciencia moderna es no
confiar en los fenómenos, y buscar algo más sólido que lo explique" (Lacan, 2011b, p.
155)

El abordaje de las psicosis llevado a cabo por J. Lacan, en el período de la obra que
situamos en este estudio, supone necesariamente apelar al concepto de estructura: conjunto
co-variante de elementos significantes, unidades caracterizadas por su condición opositiva,
negativa y diferencial. (Eidelzstein, 2008b) En una lógica co-variante, sin la concepción de la
neurosis, no es posible establecer cierta operatoria de la psicosis, puesto que el método
implícito en la investigación de J. Lacan supone una explicitación de las diferencias y
semejanzas de ambos conjuntos.127 Practicaremos cierto juego de comparaciones entre
aquello que del duelo opera en la estructura de las neurosis, y lo que podemos constatar en
el campo de las psicosis. En este sentido, la perspectiva simbólica otorga eso ―más sólido‖
que lo explique, evitando el extravío y la enajenación a la que toda psicosis invita.

El método de la comparación y establecimiento de diferentas entre


neurosis/psicosis, se corre un riesgo ya transitado en otras lecturas teóricas de la psicosis:
128
suponer una lectura deficitaria de la misma. (Calligaris, 1991) En tal sentido, hacemos
extensivo este riesgo al fenómeno consumado en la problemática del duelo en la psicosis, el
cual es propuesto por múltiples escuelas psicoanalíticas bajo el signo de lo deficiente,
patológico, desviado o imposible. (Freud, 1915) (Klein, 1940) (Bowlby, 1980) (Tizón, 2007).

No obstante, entendemos que una comparación de los bloques teóricos, abordados


desde un sesgo simbólico (matemático, estructural o topológico), nos permitirá establecer

127
Esta reflexión es claramente legible en múltiples pasajes del texto ―De una cuestión preliminar a todo
tratamiento posible de la psicosis‖, poniendo como tópico que lo ilustra, la introducción del significante que le
otorga legalidad a la estructura. Mientras que en la neurosis, el significante nombre – del – padre hace posible el
cierre de la estructura, en la psicosis, la forclusión de tal término da lugar a una estructura abierta.
128
En este punto viene al lugar el comentario del psicoanalista Contardo Calligaris, cuando denuncia el método
de investigación de la psicosis llevado a cabo por J. Lacan: ―Ustedes saben que la cuestión preliminar (se refiere
al texto de Lacan De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis), a veces, se resume así:
que lo propio de la psicosis sería la forclusión del nombre del padre. Esta afirmación es impropia por la siguiente
razón: que lo propio de la psicosis sea la forclusión del nombre del padre es una afirmación negativa, según la
cual la psicosis no es la neurosis, y solamente. Desde este punto de vista es un concepto preliminar, que permite
un abordaje de la psicosis, pero que podría difícilmente ser tomado como ‗propio‘, o sea, la definición propia de
psicosis‖. (Calligaris, 1991, p. 34)

152
ciertas propiedades de naturaleza abstracta, liberadas de todo riesgo semántico de déficit.
Nuestra hipótesis supone que en la lectura de las diferencias, es posible extraer ciertas
propiedades que le dan una existencia formal al duelo. Si el duelo en la comunidad
psicoanalítica ha tenido un contorno difuso, cuando no invisible o simplemente propuesto
con el estigma de lo imposible, un abordaje abstracto puede devolverle un margen de
posibilidad, o al menos dejar sentadas las razones de tal imposibilidad.

Para abordar este paralelo estructural, e intentando ser breves en un tema que
exigiría una extensión inadecuada a los efectos de la tesis, recurriremos al recurso de los
esquemas129 R e I de Lacan citados en De una cuestión preliminar a todo tratamiento
posible de la psicosis. Aprovechamos de este modo la posibilidad que tales esquemas nos
otorgan, al poner en una relación de sincronía, ciertos conceptos fundamentales para situar
la concepción de la psicosis. En la naturaleza de estos dos esquema se pone en juego una
dinámica de diferencias inherentes al par estructural neurosis (esquema R) y psicosis
(esquema I) estando en ambos casos la realidad alterada, lo que rechaza de plano todo
posible intento de un ideal de realidad o una realidad verdadera o trascendente, sobre el que
se constituiría por defecto, un concepto negativo de la psicosis y un modo positivo en la
neurosis. 130

8.2 Esquema Z

Si el esquema I que abordaremos a posteriori, necesita en su despliegue del


esquema R, éste último requiere del Z para su correcta localización, de manera que
haremos un recorrido mínimo por tal esquema a modo de introducción en el que nos
convoca en este tramo de la investigación. Tratándose de una estructura combinatoria, el
valor de los elementos quedará determinado por el factor posicional o las relaciones lógicas
que mantenga con los otros términos, no importando la disposición espacial.

Figura Nº 8: Esquema Z

130
Dada la riqueza y complejidad de los siguientes esquemas, nos remitiremos principalmente a desarrollar
aquellas relaciones de los mismos que nos provean de insumos para desarrollar la pregunta respecto al agujero
en la psicosis, en sus relaciones con el sujeto y la realidad, términos comprometidos en la articulación del duelo.

153
En el esquema Z131 se fijan diversas ideas relacionadas en modo sincrónico,
pudiendo leerse las siguientes articulaciones de la estructura cuatripartita de términos132 y
vectores, plasmándose un planteo diverso respecto a las escuelas post – freudianas en
torno a los siguientes tópicos: la relación del objeto, la determinación simbólica, la
articulación de lo imaginario al significante, etc. De las relaciones entre los elementos
discretos del esquema se pueden deducir las siguientes consideraciones expuesta por J.
Lacan en la consideración del sujeto y que operan como la base sobre la cual se
desarrollará el Esquema R:

la condición del sujeto S (neurosis o psicosis) depende de lo que tiene lugar en el


Otro A. El Otro determina al S y al yo (moi). (Lacan, 2008b, p. 525).

el yo (a) es uno de los términos del esquema, siendo determinado por la relación
narcisística al semejante (a‘) por la vía de la identificación especular, tanto como por la
determinación simbólica del A.

lo que tiene lugar en el Otro, es articulado como un discurso: el inconsciente es el


discurso del Otro compuesto por leyes y elementos que lo articulan (Lacan, 2008b. p525).

el sujeto es una parte interesada133 ―que está estirado en los cuatro puntos del
esquema: a saber S, su inefable y estúpida existencia, a, sus objetos, a', su yo, a saber lo
que se refleja de su forma en sus objetos, y A, el lugar desde donde puede planteársele la
cuestión de su existencia.‖ 134 (Lacan, 2008b, p. 526.)

el sujeto localizado en los intervalos significantes conlleva a suspender toda


ilusión de un percipiens unificador. 135

131
Se trata del primero de los esquemas citados por J. Lacan en el texto que De una cuestión preliminar a todo
tratamiento posible de la psicosis.
132
Lacan afirma que una estructura cuatripartita es desde el inconsciente siempre exigible en la construcción de
una ordenación subjetiva. Cosa que satisfacen nuestros esquemas didácticos. (Lacan, 2008d)
133
Según el psicoanalista A. Eidelzstein, el termino interesado en el francés ―intéressé), responde a la etimología
del termino ―inter sum‖ que significa ―estar entre‖ ―en el intervalo de‖ o ―en el medio de‖. En ―Modelos, esquemas
y grafos en la enseñanza de J. Lacan‖. (Eidelzstein, 1992, p. 82)
134
En la misma línea interpretativa, en el francés el termino propuesto es ―tiré‖, traducido al español como
―estirado‖. Según el autor considerado en la cita anterior, el justo término responde a la tercera acepción del
diccionario Petit Robert: ―Desplegar sobre el papel (una figura) escribiendo, dibujando, grabando. Trazar una
línea o un rasgo. Trazar un plano.
135
Este postulado ataca a las concepciones imperantes por el post – freudismo, y que suponían un percipiens
unificador, eje de la percepción conciencia, elemento unificador.

154
existencia inefable y estúpida en la medida que dispone de un orden significante
que no logra significarlo, siendo localizable únicamente en los intervalos significantes136

el A es el lugar donde el sujeto articula la pregunta a causa de la lógica


significante que impide al Otro asegurarle una identidad

el sujeto a la pregunta se puede plantear al modo "¿Qué soy ahí?", referente a su


sexo y su contingencia en el ser, a saber que es hombre o mujer por una parte, por otra
parte que podría no ser, ambas conjugando su misterio, y anudándolo en los símbolos de la
procreación y de la muerte. (Lacan, 2008b, p.526)

Ante el conjunto de las definiciones que rubrican la teoría del sujeto con la que J.
Lacan desarrolla su escrito sobre las psicosis, el último punto desarrollado será
determinante en la elucidación y la distinción de aquellos mecanismos que dan lugar a la
neurosis o psicosis relacionadas a la potencia de los símbolos que permiten anudar las
preguntas por la existencia en el Otro. Respecto a dichos símbolos, de notable interés en
este estudio, por cuanto son vinculantes con la creación y la pérdida, J. Lacan situará los
conceptos de significante fálico y significante nombre – del – padre. (sNP) La apelación a
tales conceptos son fundamentales a la hora de pensar la constitución del sujeto, la
determinación simbólica de lo imaginario, y la función de nudo provista por P en A, que
posibilita articular los distintos registros tal cual operan en el esquema R. 137

136
En tal sentido, ―la inefable y estúpida existencia‖ es una consecuencia lógica del sujeto en cuestión, puesto
que al situarse en el entre las partes del esquema, y requiriendo del Otro (A) en su constitución, el sujeto se
encuentra ante la paradoja de no encontrar un significante que lo localice al tiempo de requerir del mismo para
intentar advenir.
137
El significante Nombre del Padre o significante de la Ley, función que distingue al A del Objeto materno,
introduciendo el significante de la falta en el Otro, opera no al modo de un padre imaginario que impone la ley, el
código, etc. La riqueza del concepto, rescata una de las raíces indoeuropea que hace derivar padre de Thémis,
término con el que designaba el orden del universo. El sNP aportará el orden a la estructura, mediante una serie
de operaciones que iremos desarrollando abajo.

155
8.3 Esquema R

Triangulo ―Imaginario‖ Cuadrilátero ―Campo de la realidad‖

Triangulo ―Simbólico‖
Fig. Nº 9: Esquema R

En el esquema R se plasma una estructura cuatripartita, compuesta por dos


triángulos (Imaginario – Simbólico) y un cuadrilátero (campo de la Realidad). No es
casualidad que el esquema se titule con la letra R, puesto que en buena medida apuntará al
tratamiento de la realidad, punto de inflexión en toda formulación teórica respecto a la
psicosis.138 En este sentido, buena parte del recorrido freudiano fue atravesado por este
tópico, en el que la pérdida y la reconstrucción de la realidad, se tornaron uno de los ejes
fundamentales en la consideración psicoanalítica de la psicosis. Según J. Lacan, siguiendo
a S. Freud en este punto, el problema no estaba centrado tanto en la pérdida de la realidad,
sino en el resorte de lo que la sustituye. (Lacan, 2008b, p. 519)

El esquema R representa las líneas de condicionamiento del perceptum o del


objeto, por cuanto las mismas circunscriben el campo de la realidad. (Lacan, 2008b, p. 529)
En este sentido el esquema da cuenta respecto a cómo la realidad está determinada por los
registros (RSI), anudados mediante la incidencia del significante Nombre del padre (sNP),
que posibilita inscribir el no – todo en la estructura, y la extracción del objeto que le aporta
su cierre. En este sentido, el giro de J. Lacan es rupturista respecto a las concepciones de la
psicosis imperante que proponían a la realidad de la psicosis, en los fenómenos del campo
alucinatorio y delirante, como el resultado de un defecto o enfermedad de los sentidos.
Como veremos a continuación, los sentidos están condicionados por el orden simbólico,
siendo la propia perspectiva una forma simbólica. (Panofsky, 1973). Por tanto J. Lacan
introducirá una perspectiva que resumimos en los términos de una causalidad significante.

138
―Esta es la razón de que por una parte los psicoanalistas se vean reducidos, para definir el hiato mínimo,
perfectamente exigible, entre la neurosis y la psicosis, a atenerse a la responsabilidad del yo para con la
realidad: que es lo que nosotros llamamos dejar el problema del psicoanálisis en el statu quo ante.‖ (J. Lacan,
2008b, p. 523)

156
El Otro (A) como estructura de lenguaje comporta en su sistema un orden
legalizante, conjunto de proscripciones y prescripciones que regulan a los elementos que se
articulan a dicha ley. No obstante, desde una perspectiva psicoanalítica que apunta al
sujeto139, es necesaria cierta maniobra significante para que tal orden simbólico se inscriba
en su condición particular. El (sNP)140 es el término del sistema que hace posible tal
operación, al introducir una distinción entre A (el lugar del lenguaje) y el Otro materno, lo
cual se traduce en que el Otro materno responde al mismo sistema legalizante o en caso
contrario, no se somete a dicha legalidad:

A, que con su estructura triádica al incorporar ―P en A‖, arranca de su cierre a la dupla


madre – niño, y la abre al cuarto término, el S‖ (Eidelzstein, 2008, p.161)

Este aspecto es de relevancia a los efectos de elucidar el problema topológico del


agujero, puesto que es el (sNP), el que hará posible la estructura cuatripartita de la metáfora
y el cierre del campo de la realidad en el esquema R tal cual se presenta en el cuadrilátero
sombreado. Esta maniobra estructural, introduce una diferencia fundamental respecto al
complejo de Edipo, el cual se establecía en base a los términos de la madre, el padre y el
hijo, no habiendo lugar para el Sujeto, a menos que se lo ubicara en el interior del hijo. En el
enfoque estructural que le imprime J. Lacan al matema de la metáfora paterna, el Sujeto
quedará localizado en un vértice interno al esquema R, logrando el cierre de la estructura
mediante lo que a posteriori se desarrollará como los ―dos toros abrazados‖.141

Si bien el termino S sujeto se ubica en uno de los extremos del cuadrilátero del R,
su entrada en la articulación significante será como ―muerto‖, produciéndose el juego
combinatorio entre los términos M, P, I inherentes al complejo de Edipo. En la lectura de
Lacan, en la operación metafórica en la que intervienen estos significantes se pueden
establecer significaciones de la reproducción sexuada o la procreación, no obstante ellos no
son suficientes para inscribir la condición particular del S. En el esquema R el término S
dado por el sujeto en su realidad, está forcluida en el sistema, entrando en juego solo al

139
En este sentido el psicoanálisis se distancia radicalmente de otros sistemas estructurales tales como el de la
antropología de Levi – Strauss o la lingüística de Saussure.
140
En tal sentido, se observa en el esquema que el vértice P se apoya sobre el vértice interno A, lo que se puede
leer como P en el lugar de A.
141
La composición en la que existe el Significante es la Cadena Significante y su definición en la obra de Lacan
es: ―…anillos cuyo collar [cadena] se sella en el anillo de otro collar hecho de anillos‖. Es de destacar que cada
anillo es el resultado del establecimiento de una relación en forma de bucle [línea cerrada] entre dos
significantes, lo que los hace S1 y S2 respectivamente; a su vez y con la misma lógica, el elemento anillo del
Sujeto se interpenetra –abraza- al del Otro. (Eidelzstein, 2008b, p. 21)

157
modo de muerto, y se convierte en el sujeto verdadero a medida que ese juego de los
significantes va a hacerle significar142. (Lacan, 2008b, p.528)

Si en una ficción del origen, el S entra como ―muerto‖ al juego, será según Lacan
por la vía imaginaria, en donde se producirá el recupero de la vida:

[…]pero es como vivo que va a jugar, es en su vida donde tiene que tomar el color
que anuncia ocasionalmente en él. Lo hará tomando un set de figuras imaginarias,
seleccionada entre las formas innumerables de las relaciones anímicas, y cuya
elección implica cierta arbitrariedad, puesto que para recubrir el homológicamente el
ternario simbólico, debe ser numéricamente reducido (J. Lacan, 2008b. p.528)

A razón del principio de homología, cada uno de los términos imaginarios del
esquema R han de establecer una relación exacta con los términos simbólicos, de manera
que si la significación imaginaria al recubrir, aviva al sujeto que comenzaba el juego muerto,
siendo necesaria la participación del significante fálico a nivel del registro simbólico para que
tal operación se consume. De esta manera se puede captar como el prendido homológico
de la significación del sujeto S bajo el significante del falo puede repercutir en el sostén de la
realidad delimitado por el cuadrángulo MimI. (Lacan, 2008b, p.529)

Existe una relación intrínseca entre el Sujeto S y el significante fálico, puesto que A
carece de ese significante que lo representaría al sujeto, siendo el significante fálico el
término que indica la falta. En este sentido es vinculante al significante de la falta en el Otro
cuya notación se expresa como S(Ⱥ ):

Debe haber una marca de esa falta, para que esa falta opere como tal, pero el elemento que
se utiliza para marcar debe ser distinto al que falta… para no anular, en el acto de inscribir
que uno falta, la misma falta‖ (Eidelzstein, 2008, p.178)

Tratándose de una inscripción de la falta en el A, la misma está legalizada en la


estructura, aunque dada su condición de termino faltante, no participa en la operación de la
metáfora o la metonimia, evidenciando una propiedad inarticulable que lo lleva a J. Lacan a
no anotarlo en el esquema R. Se trata en relación a nuestra investigación, de perfilar la
búsqueda respecto al comportamiento de la falta en la psicosis, donde podemos infererir

142
En este esquema en el que el significante sujeto está forcluído, y tratándose de un esquema que en buena
medida pone en consideración las relaciones del sujeto con la realidad, indica que el sujeto esta forcluído o
ausente de la misma: ―La realidad no se le presentará como ―su realidad‖ sino como ―la‖ realidad. (Eidelzstein,
1992, p.167)

158
que la ausencia de (sNP), impide la inscripción de la pérdida en los términos del significante
de la falta. En una perspectiva estructural, toda evocación de la falta supone instituido un
orden simbólico (Lacan, 2011, p. 269).

Recordemos que en la propuesta de J. Lacan respecto al duelo en Hamlet, se trata


de una operación que ―hará coincidir con la hiancia abierta por el duelo la hiancia mayor, el
punto x, la falta simbólica.‖ (Lacan, 1983, p. 108) En este sentido, y retomando una vocación
freudiana, Lacan se interrogaba:

¿No nos abre esto la puerta, no nos ofrece la llave que nos permite articular mejor de
lo que lo hace Freud, y en la línea de su misma interrogación, lo que significa un
duelo? Freud nos hace notar que el sujeto del duelo tiene que cumplir una tarea que
en cierto modo sería la de consumar por segunda vez la pérdida provocada por el
accidente del destino del objeto amado. (Lacan, 1962, p. 346)

Nos interrogamos cómo opera el duelo en la psicosis, allí donde el sujeto no


dispone en la estructura de ese agujero legalizado llamado falta, a partir del cual se
ordena la operatoria del duelo en la estructura de la neurosis. En tal sentido, será la
no inscripción del agujero en los términos de la falta, la que a su vez tenga notables
consecuencias en la realidad, como veremos en el abordaje del esquema I.

En el esquema R, Lacan propone un polígono intermedio al que titula ―campo


de la realidad‖ compuesto por las duplas mi/Im. De la lectura de su posición en el
esquema, se desprende que la realidad viene a tachar lo real, en la articulación de las
ternas determinantes de lo simbólico y lo imaginario. De hecho en el grafico se
observa un sombreado, que perfectamente puede trasladarse a un simple diagrama:

Fig. Nº 10. Diagrama de Venn

El triangulo superior a la zona tachada del esquema R, pone en articulación los


términos del ternario imaginario: ø (falo imaginario) – m (yo) – i (imagen especular). En la
lectura de éste ternario, el eje m-i localiza la relación narcisística a – a‘ del esquema z o
pareja imaginaria del estadio del espejo.

159
Ø i

Fig. Nº 11 Ternario Imaginario – Esquema R

Sobre este ternario imaginario, viene a superponerse el campo de la realidad, lo


que indica la estructura imaginaria de la misma. La maniobra a nivel del esquema consiste
en extender los vértices a I (Ideal del yo) y M (Otro primordial).

Ø i M

I
Fig. Nº 12 Campo de la realidad superpuesto al ternario I

La superposición de ambas porciones del esquema, se apoyan finalmente sobre el


ternario simbólico M (Madre u objeto primordial), I (ideal del yo) y P (la posición en A del
sNP). Al poner como base del esquema el ternario simbólico, se deduce que el campo de la
realidad opera velando o cubriendo a lo real.

160
Ø i M

I P
A
Fig. Nº13: Esquema completado por el ternario simbólico

La relación entre los ternarios de lo imaginario y lo simbólico, tratados anteriormente


en el esquema Z, son puestos en este esquema en una relación de homología143, de modo
tal que por ejemplo la pareja imaginaria del estadio del espejo situada por los términos a – a‘
en el vértice del ternario imaginario, es recubierta por la relación simbólica M – I que le da su
soporte. De este modo, y en función de propiedades topológicas, lo imaginario y la realidad
están en una estricta relación con el orden simbólico, para la cual J. Lacan propondrá una
serie de maniobras topológicas a efectos de introducir un límite en el campo de la realidad.
Considerar la realidad como una estructura cerrada, en donde opera un límite que
logra circunscribir al objeto y la falta, supone la intervención previa del orden
simbólico que la determina al extraer el infinito mediante una serie de operaciones
topológicas.

Ubicar en este esquema R el objeto a es interesante para esclarecer lo que aporta en


el campo de la realidad (campo que lo tacha)…ese campo no será sino el
lugarteniente del fantasma del que este corte da toda su estructura. (Lacan, 2011, p.
530)

Los elementos del cuadrilátero de la realidad son los que enmarcaron el único corte
válido en este esquema, indican suficientemente que este corte aísla en el campo una
banda de Moebius. (Lacan, 2011, p. 530)

143
Eidelzstein especifíca en este sentido: ―Una región dada es homóloga de otra cuando puede ser asociada a
ésta, de tal manera que sean cualitativamente equivalentes, constituyendo lo que se llama así un complejo,
compuesto por triángulos puestos juntos de tal manera que se toquen sólo en vértices o a lo largo de un borde
entero ( como en el caso del esquema R) (Eidelzstein, 1992, p.101)

161
El campo de la realidad logra su cierre a partir del corte, comportándose
el mismo como una banda de Moebius144, la cual supone una superficie bidimensional
de forma rectangular, a la que se le aplica una torsión, para luego pegar por sus
extremos.

Fig. Nº14 : Torsión de una Banda de Moebius

Es interesante en este sentido la maniobra, puesto que se propone a la realidad en


los términos de una torsión para la neurosis (Esquema R), y a posteriori se la abordará en
los términos de una distorsión (Esquema I) para la psicosis. Por otra parte la ganancia de
la realidad como una banda de Moebius, es que reduce la ilusión de una realidad interna
ligada a las fantasías por oposición a una realidad externa objetivable. En relación al duelo,
y respecto a múltiples teorías que se construyen a partir de tal distinción (Freud 1989b;
Klein,1989; Bowlby 1980), proponiendo al duelo normal como la operación de internalización
del objeto perdido, la propuesta de realidad en R transforma el enfoque, al proponer una
realidad simbólicamente determinada por la estructura que disuelve toda ilusión de
interioridad.

Respecto a tal maniobra de extracción del objeto a, necesaria a los efectos de


formalizar el cierre el campo de la realidad en la teoría psicoanalítica, no se hace más que
retomar el problema de la perspectiva y la representación de la perspectiva de la realidad.
En tal sentido, la concepción intuitiva moderna del espacio propone desde el Renacimiento,
que en la representación de las líneas paralelas en el plano, éstas se cortan en algún punto.
Se propone en este sentido, que la correcta representación plana del espacio tridimensional
se basa en que las paralelas se cortan en un punto, el punto denominado ―punto de fuga al
infinito‖. (Eidelzstein, 2008b, p. 227)

144
La banda de Moebius se comporta como una superficie topológica quue tiene una sola cara, un solo borde y
es no – orientable en el espacio. A razón de la articulación de los registros (RSI), en la neurosis la realidad es
una superficie con un borde y dos dimensiones, aunque no lo parezca. Comportándose como una superficie de
proyección, en la que lo proyectado pareciera tener tres dimensiones aunque sólo tiene dos. (Eidelzstein, 1992,
p. 110)hh

162
La perspectiva, enfoque que viene a interrogar el Quinto Postulado de Euclides145,
aporta elementos que serán tomados por J. Lacan a efectos de afirmar que la realidad tiene
estructura de plano proyectivo, y en este sentido, articulará el campo de la realidad a la
extracción del infinito que la representación intuyó mediante la operación de la extracción del
objeto a.

Para tal demostración, el esquema R se lo transforma en primer lugar en un Cross –


cap, objeto topológico que se realiza mediante una cirugía146, partiendo de una esfera
agujereada a la que se le cierra su agujero con una banda de Moebius aplanada que
operaría como un tapón. De este modo, se trata de una superficie cerrada y abierta, por
cuanto si bien la banda cierra a la esfera, debido a su estructura topológica, la misma no
delimita espacio interior – exterior.

De este modo el objeto cross – cap responde a la concepción de la realidad con


que opera el psicoanálisis, y que sostiene que a un tiempo que es cerrada (se trata de la
particularidad del sujeto), no delimita interior/exterior (para dar cuenta de las relaciones entre
el S y A). Por una propiedad de la estructura, el cross-cap no puede ser sumergido o
introducido en la tridimensionalidad147. Como superficie topológica bidimesional que recrea
la idea de una esfera cerrada con continuidad interior/exterior, la misma no tiene
posibilidades de ser llevada a la realidad, a razón de un punto de imposibilidad que
introduce la maniobra matemática.

En la realidad tridimensional no existe un ser bidimensional que pueda recorrer la


banda de Moebius que ha sido cosida al agujero de la esfera. En este sentido, la
imposibilidad es un hecho lógico discursivo. (Eidelzstein, 2008, p. 231) A partir de tal
maniobra del discurso, el recurso al plano proyectivo se articula al punto de imposibilidad
recientemente reseñado. Al proyectar una esfera sobre un plano, y por condición de
biunivocidad, a cada punto de la esfera le corresponde uno en el plano, a excepción de un
punto en el que se cortan todas las líneas trazadas que recorren la esfera: la proyección de
la esfera supone la pérdida de un punto o punto imposible. Por tanto:

Además de deformaciones e invariantes, como consecuencia de la proyección, se


produce un punto de imposibilidad, que en la esfera, se trataría del punto extremo

145
El cual sostiene que las rectas paralelas situadas en un mismo plano jamás se encuentran.
146
Coser y cortar son las dos maniobras de transformación topológica. Ambas constituyen la cirugía en
topología.
147
Es imposible de ser realizado en la realidad, sosteniéndose únicamente en un plano bidimensional.

163
superior de la misma, que proyectado debería estar en varias partes del plano a la
vez, cosa que está prohibida, porque la transformación proyectiva debe respetar la ley
de que a un punto de lo proyectado le corresponde uno y sólo uno en su proyección.
(Eidelzstein, 2008, p. 231)

Cross-cup y plano proyectivo comparten una misma propiedad topológica: el punto


imposible, el punto - agujero, el punto – corte.

En estas denominaciones se evidencia el intento de Lacan por dar cuenta de una


función de vaciamiento asociada a la introducción de un objeto puntual (Eidelzstein,
2008, p. 235)

De naturaleza absolutamente abstracta, el punto agujero logra en la maniobra


discursiva que introduce J. Lacan, producir un cierre en la realidad. Al igual que el caso del
plano proyectivo, sin la existencia de este recurso abstracto, sería imposible la
representación del objeto en el plano. A partir de estas enseñanzas de la geometría
proyectiva y la topología, y mediando la extracción de un objeto abstracto u objeto a, es
posible la estructura de la realidad del sujeto en el esquema R.

Siguiendo a J.A. Miller en este aspecto, se plantea en relación a la extracción del


objeto y el enmarcado del agujero:

Precisamente porque el objeto a es extraído del campo de la realidad, es que él le da


su marco. Si tomo de la superficie del pizarrón [aclarando que la extracción no es en
un plano como el pizarrón sino en un plano proyectivo] este trozo que represento
como un cuadro sombreado, obtengo lo que podemos llamar un enmarcado:
enmarcado del agujero y enmarcado también del resto de la superficie. (Miller, 1987,
p. 171)

Fig. Nº 15: Enmarcado del agujero / Extracción del objeto.


Extraído del texto Matemas I de J.A.Miller (1987)

164
Solo a condición de que el objeto a sea extraído, se constituye la ventana del
fantasma. Así es, pues, cómo el fantasma es marco. También es pantalla. El término
hay que tomarlo con sus dos valores: detiene la luz, estorba la mirada, disimula y, al
mismo tiempo, tiene una función óptica positiva, permite que se forme una imagen
(Miller, 1987, p. 171)

En tal sentido, la concepción de la realidad no depende de los sentidos y los


órganos, estando la percepción simbólicamente determinada.148 El límite que aporta la
extracción del objeto al introducir un elemento abstracto positivo, produce un vaciamiento de
goce de la significación fálica o su equivalente: la castración. Inscribiendo lo imposible
mediante tal recurso, se erradica la posibilidad del infinito en la estructura. En este sentido,
la maniobra simbólica incide en la problemática del infinito, la realidad, y por extensión, el
duelo. ¿Es posible que el objeto perdido retorne? Si opera la maniobra arriba desarrollada,
es simbólicamente imposible a razón de la inscripción del límite, la extracción del objeto, el
no – todo de la estructura, la falta simbólica. Se trata de una imposibilidad estructural, que
responde a las legalidades de la estructura, y no como un defecto respecto a una
norma o ideal de duelo.

En la distorsión del esquema R que engendra al esquema I, veremos como al no


operar tal operatoria de enmarcado del agujero, la realidad tiende al infinito149. De este
modo, y en lo particular de nuestro asunto de investigación, indagaremos alguna de sus
consecuencias en el duelo y la psicosis, donde como hemos visto en Schreber o el caso D,
el objeto perdido comporta la particularidad de tender al infinito, imposibilitando la pérdida
del objeto. Implementemos un razonamiento que nos permita ubicar el comportamiento del
agujero en este caso, insumo para una conjetura del duelo en la psicosis.

148
Esto no impide pensar el límite que imponen los sentidos desde un punto de vista orgánico.
149
En ―Funes el memorioso‖ se puede leer las consecuencias del no vaciamiento de la realidad mediante la
introducción del punto al infinito como maniobra simbólica.

165
8.4 Esquema I

Fig. nº : Esquema I

El esquema I, construido a partir del esquema R, y en función de la lectura del caso


Schreber, propone ―una estructura que mostrará ser semejante al proceso mismo de la
psicosis‖ (Lacan, 2011, p. 535). En tal abordaje, J. Lacan considerará ciertas ―líneas de
eficiencia‖ tomadas de las memorias de Schreber, aclarando que no se trata de un caos
absoluto o radical en la psicosis, razón que habilita la apuesta a la elucidación de su
estructura en lo que el enfermo propone como una ―solución elegante‖ (Lacan, 2011, p. 547)

En el recurso al esquema, y a razón de la ausencia de la operación de extracción


del objeto a, se establecen ciertas propiedades que vienen al lugar en el ―proceso psicótico‖
en el caso Schreber. No puede pasar inadvertido para nuestra investigación, que cuando J.
Lacan despeja la psicosis, realiza numerosas referencias al agujero, pareciera que ese
término se torna por demás significativo en la elucidación de la estructura. En ese recorrido,
parte de la sensación del sujeto cuando se confronta a la falta de un significante (sNP)
capaz de regular sus significaciones. El agujero toma un lugar en el sentido de la
experiencia del psicótico:

Un mínimo de sensibilidad que da nuestro oficio, permite palpar algo que siempre se
vuelve a encontrar en lo que se llama la pre-psicosis, a saber, la sensación que tiene
el sujeto de haber llegado al borde del agujero. Esto debe tomarse al pie de la letra.
No se trata de comprender qué ocurre ahí donde no estamos. No se trata de
fenomenología. Se trata de concebir, no de imaginar, que sucede para un sujeto

166
cuando la pregunta viene de allí donde no hay significante, cuando el agujero, la falta,
se hace sentir en cuanto tal. (Lacan, 2011b, p. 289)

Partiendo de un registro de la sensación o la intuición, el movimiento teórico revela


todo intento de elucidación fenomenológica, pasando a hacer del registro intuitivo un
abordaje abstracto. En cierto sentido, podemos especular que J. Lacan abre una vía de
comprensión de la psicosis, tras la pista de las repercusiones matemáticas de la ausencia
del sNP, apelando a recursos que vengan al lugar vacante dejado por la forclusión del
significante de la ley o sNP.

La vivencia de agujero, vacío o fin del mundo en el caso de Schreber, reenvían al


andamiaje simbólico que las determina, sorteando de este modo el riesgo de la captación
intuitiva del problema. Por este sesgo es que nosotros hemos intentando ir desarticulando y
articulando el problema del duelo en la psicosis, en una lectura indiciaria que encuentra en
el significante agujero su máximo hallazgo:

La Verwerfung será pues considerada por nosotros como preclusión, recusación


(forclusión) del significante. En el punto donde, ya veremos cómo, es llamado el
Nombre-del-Padre, puede pues responder en el Otro un puro y simple agujero, el
cual por la carencia del efecto metafórico provocará un agujero correspondiente en
el lugar de la significación fálica. (Lacan, 2011b, p. 289)

El ―puro y simple agujero‖ en el Otro o el lenguaje, entendido como delimitación


geométrica, denuncia la ausencia del significante requerido, pero no conlleva a una
elaboración topológica tal cual la desarrollada para la extracción del objeto a.150 En este
sentido se distinguen los agujeros, tratándose en la forclusión de un agujero a secas, sin
un borde o una línea cerrada que lo delimite, un agujero sin marco.

Consecuencia de la ausencia del sNP, en cierto modo la causalidad significante


de la psicosis, el mismo que en el esquema R da cuenta del anudamiento de los registros y
la constitución del campo de la realidad, es la de suscitar un agujero en la significación
fálica, implicando la regresión tópica al estadio del espejo y la disolución del imaginario:
transitivismo, agresividad, fragmentación, despersonalización. Por cuanto es forcluído el
sNP, el rebote de esta carencia implicará la elisión del falo, por cuanto el sujeto ya no podrá
recurrir al significante de la falta en el Otro, tal cual como opera en el esquema R. En este
sentido, en el esquema I se nota entonces (Po) y (ɵ o) como escrituras de los agujeros en

150
Interpretamos que ―puro y simple‖ en el sentido de poco elaborado.

167
los registros de lo simbólico e imaginario, subrayando que se trata de agujeros no
legalizados.

Con el fin de dar una solución formal al problema planteado respecto al esquema I,
ante la presencia de (Po) y (ɵ o) arriba explicitados151, J. Lacan apelará a algunas
definiciones matemáticas que permitan elucidar lo que de razón se encuentra en la psicosis
schreberiana, intentando pasar de la intuición a la formalización:

Es tanto como decir que la distorsión que manifiesta entre las funciones que
identifican en él las letras tomadas del esquema R no puede apreciarse sino en su
uso de rebote dialéctico. Señalemos solamente aquí en la doble curva de la hipérbola
que dibuja, con la salvedad del deslizamiento de esas dos curvas a lo largo de una de
las rectas directrices de su asíntota, el lazo hecho sensible, en la doble asíntota que
une al yo delirante con el otro divino, de su divergencia imaginaria en el espacio y en
el tiempo a la convergencia ideal de su conjunción‖ (Lacan, 2011, p. 547)

7.4 Conjetura I: Hipérbola, asíntota, tendencia al infinito

Fig. Nº : Esquema de hipérbola/Asíntota extraída del texto Las estructuras clínicas a partir de Lacan I de
Eidelzstein (2008)

El esquema I revela una realidad en la que no opera el cierre, aspecto que


escuchamos en el testimonio del sujeto psicótico convencido que le están observando los
órganos, que le hablan desde una radio, o que le leen sus pensamientos. El recurso

151
En el esquema I se pueden observar dos circunferencias centrales que representan a los agujeros
en lo simbólico y lo imaginario por efecto de la forclusión.

168
geométrico de la hipérbola y la asíntota le permite a J. Lacan establecer ciertas relaciones
con las que formalizar el proceso psicótico. Por definición en geometría, una hipérbola trata
de una curva abierta en dos ramas infinitas y que tiene por propiedad fundamental acercarse
a las rectas o asíntotas también infinitas, pero que solo se encuentran en el punto al infinito.
En la etimología del término hipérbola, constatamos que deriva de hipérbole, exceso. A la
vez, respecto al término asíntota, deriva del griego ―asýmptōtos” traducido como ―aquello
que no cae‖. En la definición del diccionario de la RAE se lo plantea como ―línea recta que,
prolongada indefinidamente, se acerca de continuo a una curva, sin llegar a encontrarla‖.
En suma, ambos términos dicen de aquello que excede y que no cae, definiciones que
vienen al caso para pensar la psicosis, allí donde no opera un corte (la no extracción del
objeto) y al mismo tiempo se plasma un exceso en el proceso psicótico. A su vez, y respecto
al abordaje que en otro punto realizamos de la curva cerrada respaldada por el teorema de
Jordan, no es casual que a la hora de pensar la psicosis y los agujeros que en ella están
comprometidos, Lacan apele a definiciones de curva abierta tal como la hipérbola,
implicando la falta de cierre de la realidad del sujeto.

Del esquema R limitado por la extracción el objeto, se pasa a un esquema en


donde las ramas de las curvas dan lugar al problema del infinito o a la ausencia de cierre. Es
interesante en este sentido recordar que en geometría proyectiva bidimensional, la hipérbola
es la proyección de la circunferencia.152 Mediante esta maniobra simbólica en el esquema R,
se logra dar cuenta de aquello que en la psicosis se posible de ser leído como la distorsión
de la realidad (falta de límite y exceso) mediante el recurso a la hipérbola y la asíntota.
(Eidelzstein, 2008, p. 237)

Fig. nº : Extremos abiertos del Esquema I extraído del texto Las estructuras clínicas a partir de Lacan I de
Eidelzstein (2008)

152
O sea, si intentamos establecer en el gráfico, la proyección de una línea circular, lo que nos queda
como proyección será una hipérbola.

169
El esquema I muestra entonces una estructura doblemente abierta por las
asíntotas M-I, m-i, que presenta un agujero en el interior de cada una de esas curvas que se
expresan en el gráfico. La relación asintótica entre las curvas y los ejes da por resultado que
los extremos del campo sombreado de la realidad, se presenta en sus extremos abiertos. En
función de las propiedades de la relación asintótica, lo abierto de la realidad se inscribe
como una tendencia al infinito, que sólo se detendrá en el proceso psicótico de Schreber
a partir de la estabilización imaginaria. Antes de pasar a ese último punto del capítulo,
sumerjámonos en las consecuencias del establecimiento de las hipérbolas en el esquema I.

7.5 Conjetura II: Pérdida de límite, fuga constante

Cuando nos referimos a éste término, lo situamos en el contexto de una


formalización matemática, aquella que demuestra la falta de cierre de la realidad, mediante
el recurso de las hipérbolas o relaciones asintóticas. El campo de la realidad del esquema R
se deforma mediante una distorsión del orden de las letras, ordenada por un movimiento
centrífugo que produce su desplazamiento, constatándose en el esquema, los vértices
abiertos del campo de la realidad y los dos agujeros centrales en el registro imaginario y
simbólico que vienen al lugar de la ausencia del SNP y la significación fálica.

Fig. N º 19: Distorsión centrípeta. Del R al I extraído del texto


Las estructuras clínicas a partir de Lacan I de Eidelzstein (2008)

La pérdida del límite, deforma de tal modo la realidad, que no faltan los ejemplos
para ubicar como en la psicosis, la distorsión del universo se hace evidente en la más
extensa colección de síntomas propios de las nosografías clásicas de la psicosis y que
afectan al objeto, el cuerpo, y el lenguaje: alucinaciones, significaciones delirantes, auto
referencialidad, neologismos, etc. En este sentido, una lectura literal de la ubicación en el
esquema, permite ubicar en su justo término el proceso, el cual le impone la falta de límite a
la estructura del sujeto. Por tanto se trata de una realidad infinitizada, lo que no quiere decir

170
que funcione infinita, sino tendiendo al infinito (Eidelzstein, 2008, p.231). La relación
asintótica que se establece en el esquema formaliza elocuentemente tal condición, en la que
lo imposible es la marca de la ausencia, tal cual como opera en la falta simbólica. En tal
sentido, la pérdida del objeto es objeto de una operación forclusiva, a la que ubicamos en
torno a aquella precisión freudiana: ―[…]no se trata de a quién perdió, sino qué perdió en esa
pérdida.‖ (Freud, 1989b, p.248)

Respecto a esta ubicación del problema, surge la pregunta sobre cómo llevar a
cabo una operación de inscripción de la pérdida, tal cual la requerida por el duelo, cuando la
estructura justamente impone la falta del límite. Se trata de una operación que tomada
desde el punto de vista de la neurosis, podría presentarse como imposible, si se considera
al duelo como una pérdida a secas.153 El duelo como agujero en lo real, requiere de una
topologización previa, para que el mismo pueda devenir un objeto de deseo que transforma
la realidad, manteniendo el cuadrilátero sombreado del esquema R. Tal operatoria que
inscribe la pérdida, extrayendo al objeto, no puede ser puesta en funcionamiento en la lógica
de la psicosis, con lo cual lo que se pierde es la posibilidad de enmarcarla. Si se quiere, en
oposición a los planteos que hablan de la ausencia de duelo en la psicosis, estamos ante el
caso en donde por una parte se puede perder todo o nada, y ello en términos absolutos, no
regulado por la ley del no – todo o la extracción del objeto a.

En la no operación de tal maniobra simbólica, la pérdida se manifestará


discursivamente en el sentido de una fuga constante e ilimitada, pudiéndola vincular con
aquella expresión freudiana con la que intentaba dar cuenta del dolor melancólico: la
hemorragia libidinal, la herida abierta, el agujero en lo psíquico. La maniobra teórica lograda
por Lacan, logra purgar aquellas viejas metáforas con las que se intentaba trasmitir lo que
de ilimitado y en fuga se pone en juego a falta de un operador teórico: la extracción del
objeto. En este sentido, el dolor puede ser pensado como en una directa proporcionalidad a
la falta de límite, y en los casos límites de la psicosis tales como el suicidio, el homicidio, o
la amputación de un miembro (entre otros) se lee el intento de extracción en lo real del
objeto.

El recurso de la asíntota, la hipérbola y la falta de marco, operan en este sentido como una
escritura de la falta del límite que ponga en funcionamiento para el sujeto la falta en la
estructura, y la pérdida del objeto. (Eidelzstein, 2008, p.246)

153
Allouch propone que en el duelo, el sujeto efectúa una pérdida sin ninguna compensación, una pérdida a
secas: ―En adelante sólo una semejante pérdida a secas, sólo un acto semejante, logra dejar al muerto, a la
muerta, a su muerte, en la muerte". (Allouch, 1995, p. 30-31)

171
7.6 Ausencia de significación fálica

La pérdida de la función del límite impone una consecuencia a nivel de las


significaciones, al verse afectada la operatoria de la metáfora paterna que ordena y
distribuye las mismas. Este aspecto remite nuevamente a la tendencia al infinito o lo
ilimitado, en tanto que al no operar el sNP, toda significación puede pretender significarlo
todo, o por oposición significante, nada. Este aspecto nos reenvía a la ley del no – todo,
respecto a la cual son múltiples las referencias en las lógicas de la incompletud, y que en el
caso de la psicosis no operan por consecuencia de la forclusión del sNP y la ausencia de
S(A) o significante de la falta en el Otro.

Este borde del problema ha de ser estimado respecto al duelo en la psicosis, puesto
que en numerosas ocasiones de la clínica constatamos que sujetos que padecen pérdidas
en su vida, al no poner en juego significaciones que refieran a dicha ausencia, pasan
inadvertidos para el clínico que lo recibe o lo escucha. En una dinámica en la que la falta de
límite se impone a la estructura, no es sorprendente que el sujeto que ha perdido al objeto,
lo desestime guardándolo en el lugar más bizarro de su casa, termine con él en crimen
pasional, lleve a cabo un pasaje al acto suicida, o realice un sacrificio en la amputación de
154
una parte de su cuerpo para rendirle un homenaje divino.

Que el sujeto de la psicosis no disponga de una marca de la falta, no


necesariamente indica que no advenga allí una situación de duelo. Será necesario recurrir a
otras nociones teóricas de la psicosis para poder ubicar lo que de modulación de la pérdida
se articula en la estructura. El concepto de agujero necesario para hacer de la pérdida, una
operación subjetiva en la que se produzca el objeto de deseo, tal cual lo planteado respecto
a Hamlet, supone una elaboración previa de anudamiento de los registros y la extracción del
objeto, siendo el duelo una operación de re-inscripción o re-localización en torno a la falta.
¿Cómo pensar el duelo en la psicosis desde esta perspectiva? Desde nuestra conjetura
teórica, aspirar a una vía tal como la desarrollada en Hamlet, conduce irremediablemente a
las nociones cuestionadas en este estudio de duelo deficitario.

154
Viene al caso un ejemplo propuesto por J. Lacan en donde refiere a un esquizofrénico que luego de haber
armado con piedras una determinada figura durante años, al desmoronarse la construcción, inmediatamente
comienza a reconstruirla, sin poner en juego la menor significación relativa a la pérdida. Este caso es citado
como epígrafe en punto 3.

172
7.7 Del agujero al abismo

Los agujeros explicitados en el esquema I, a saber, la forclusión del sNP y la


ausencia de la significación fálica (Po) - (ɵ o), se presentan en tal gráfico por fuera del
esquema que deja a la realidad abierta, siendo por demás evidente que han padecido el
proceso forclusivo. En este sentido merece detenernos en el estatuto de estos agujeros, que
claramente se alejan de los agujeros legalizados por el significante de la ley, la metáfora
paterna, la significación fálica correspondiente a una realidad cerrada del esquema R
basada en el teorema de Jordan.

Cabe aclarar que en la versión francesa, el término utilizado por J. Lacan para
referir a tales agujeros es el de ―gouffre‖, que en la traducción significa ―abismo‖155. En el
diccionario de la Real Academia Española, las definiciones para el término ―abismo‖ son las
siguientes:

(Quizá del lat. vulg. *abyssimus, der. de abyssus, y este del gr. ἄβυσσος, sin fondo).

1. m. Profundidad grande, imponente y peligrosa, como la de los mares, la de un tajo, la de una sima,
etc. U. t. en sent. fig. Se sumió en el abismo de la desesperación.

2. m. infierno (‖ lugar de castigo eterno).

3. m. Cosa inmensa, insondable o incomprensible.

4. m. Diferencia grande entre cosas, personas, ideas, sentimientos, etc.

5. m. Heráld. Punto o parte central del escudo.

6. m. Nic. Maldad, perdición, ruina moral.

La definición del término ―agujero‖ en la misma fuente bibliográfica indica:

(De aguja).

1. m. Abertura más o menos redondeada en alguna cosa.

2. m. Deuda, falta o pérdida injustificada de dinero en la administración de una entidad.

3. m. Fabricante o vendedor de agujas.

155
Eidelzstein, 2008, p.266

173
4. m. alfiletero (‖ canuto para alfileres).

Si la contrastación de los términos, nos da una clara idea de la oposición entre el


abismo y el agujero, destacándose la idea de límite y falta simbólica el segundo, la definición
de aguja, nos permitirá afinar aun más el significado:

(Del lat. *acucŭla, dim. de acus, aguja).

1. f. Barra pequeña y puntiaguda, de metal, hueso o madera, con un ojo por donde se pasa el hilo,
cuerda, correa, bejuco, etc., con que se cose, borda o teje.

2. f. Tubo metálico de pequeño diámetro, con el extremo libre cortado a bisel y provisto, en el otro, de
un casquillo que se enchufa en la jeringuilla para inyectar sustancias en el organismo.

3. f. Barra pequeña de metal, hueso, marfil, plástico, etc., que sirve para hacer labores de punto.

En suma, la aguja nos reenvía al problema del anudamiento, en tanto agujero


delimitado por el que pasa un hilo y a la vez, en tanto potencia de costura. En ese sentido, el
agujero legalizado en la estructura de la neurosis, se opone al abismo de la psicosis, en la
que a priori no se sabe por dónde pasar el hilo que anude los registros y los términos del
esquema R.

7.8 Del trabajo de duelo al trabajo del delirio

¿Cómo bordear el objeto perdido sin una referencia simbólica que trace el
recorrido? He ahí uno de los enigmas que encierra la problemática del duelo en la estructura
de la psicosis, puesto que como hemos constatado en los distintos recorridos teóricos, la
problemática del agujero se torna un aspecto fundamental a los efectos de poder situar en
un plano conceptual el problema. Consecuentes con una posición epistemológica que
invoca la participación de lo abstracto en el objeto estudiado, la depuración producida nos
permite cercar de otro modo el asunto, distinguiendo operatorias de duelo en función del
agujero concernido. La distinción no es mera reducción, al tiempo que reconocemos purga
al objeto de las múltiples significaciones y prejuicios producidos en el concierto de la
observación, la elaboración intelectual del fenómeno, o la vocación intuitiva que proclama la
invisibilidad o la imposibilidad del duelo.

¿Es imposible el duelo en la estructura de la psicosis? La pregunta nos reenvía a la


formalización teórica, y en ella podríamos estimar que, respecto al modo en que opera el
duelo en la estructura de la neurosis, la imposibilidad es de un orden matemático.
Precisamente porque lo que no ha operado, es la simbolización de lo imposible en el recurso

174
de la extracción del objeto. En ausencia de una línea cerrada que aporte un cierre a la
realidad, y un borde a la falta del objeto, todo intento de inscripción de la pérdida se torna
abstractamente imposible. En función de este razonamiento, reconocemos una suerte de
sentencia respecto al sujeto psicótico: el déficit estructural supone que no puede llevar a
cabo un duelo, según el modelo teorizado en la neurosis.

El duelo concebido como un déficit, exige éticamente de argumentos que


fundamenten su imposibilidad, y es en ese terreno en donde la trampa puede ser
desactivada: los argumentamos del déficit son pensados desde una lectura de la neurosis.
Por el contrario, entendemos necesaria la formulación de una propuesta teórica y
clínica que se construya desde la propia estructura de la psicosis, y no por defecto
de una norma o patrón subjetivo.

Esta discusión en lo atinente al concepto de forclusión, desarrollado a lo largo de


éste estudio por sus múltiples articulaciones al problema del duelo, ha llevado a denunciar
un sistema que vuelve a pensar la problemática de la psicosis desde la perspectiva del
déficit: el psicótico no dispone del significante que le otorga legalidad a la estructura. Ante
esta lectura por demás elocuente, un aporte de J. Lacan puede poner remedio a lo que de
déficit se lee en la misma: la metáfora delirante. 156

Ante el duelo en la estructura de la psicosis, el sujeto no parte de una inversión de


la forclusión –aludiendo al término desarrollado en el capítulo sobre Hamlet-, sino que el
primer destino, es su confrontación con el agujero en lo simbólico que lo exilia de un soporte
tal como la cadena significante. Pero que lo exilie o lo expulse de una estructura
cuadripartita que le ofrecería cierre a su realidad, no es necesariamente sinónimo de la
detención o muerte del sujeto157:

Alrededor de ese agujero donde el soporte de la cadena significante falta al sujeto, y


que no necesita, como se ve, ser inefable para ser pánico, es donde se ha
desarrollado toda la lucha en que el sujeto se ha reconstruido (Lacan, 2011, p. 539)

En el caso de Schreber, el sujeto se declara muerto al comienzo de la crisis, pero


será en la reconstrucción del proceso comprendido entre la ―indignación‖ y el ―compromiso
razonable‖ en donde se revele ese proceso que se abre ante la comunicación del sueño
156
Siguiendo el recorte bibliográfico, hemos desestimado abordar planteos originales de J. Lacan del último
período en donde desarrolla su teorización del Sinthome, el cual propone un salto cualitativo respecto a lo que de
déficit podría leerse en el período abordado por nosotros. Sin duda es un camino a recorrer en estudios
posteriores.
157
Aludimos a la muerte del sujeto que anuncia Schreber en el diario.

175
―sería muy bello el hecho de ser una mujer‖ y la asunción como ―mujer de dios‖. Partiendo
de la imposibilidad de cerrar en la realidad esa idea que irrumpe a su consciencia, a razón
de la ausencia del sNP y la significación fálica que denota como lo simbólico no puede
articularse a lo imaginario regulando o acotando la significación del sueño, responderá
desde la pura indignación de un ideal I, intentando sostener tal identificación viril imposible
en cuanto el orden simbólico no puede asegurarle la misma. En tal sentido, sólo el camino
de la reconsideración por la vía de una formulación imaginaria como ―la mujer de Dios‖
permitirá su estabilización. En este sentido, y tomando la cita que alude a la hipérbola, de
pasar de la divergencia imaginaria en el espacio y en el tiempo a la convergencia ideal de su
conjunción, por la vía de la metáfora delirante, el sujeto puede inventar un agujero a efectos
de anudar la realidad, forzando ese ojo de aguja con el que recursivamente coser lo
desanudado.

Es en la falta de Nombre del Padre en ese lugar la que, por el agujero que abre en el
significado, inicia la cascada de los retoques del significante de donde procede el
desastre creciente de lo imaginario, hasta que se alcance el nivel en que significante y
significado se estabilizen en la metáfora delirante (Lacan, 2011, p. 552)

En este orden del razonamiento, estamos en condiciones de plantear que la


producción delirante que rodea al agujero de la pérdida en la estructura de la psicosis,
sostenida en una articulación significante no legalizada, puede oficiar como un borde que al
menos provisoriamente, haga soporte a lo abismal de una pérdida ilimitada. De allí que
nuestra conjetura inicial, aquella que dio lugar a ésta investigación, pueda pensarse en los
siguientes términos, los cuales parafraseando a S. Freud, intentan hacer avanzar la teoría
del duelo en relación a la psicosis : ―Del trabajo de duelo al trabajo del delirio‖.

Conjeturamos que ante la pérdida del objeto, el duelo en la estructura de la


psicosis, recurre a la potencia creadora del significante, a los efectos de reconstruir una
realidad ante el objeto perdido. Ante la falta de la cadena significante a la que se expone el
sujeto de la psicosis, exiliado de la posibilidad de anudarse al Otro en el abrazo de los toros
topológicos que inscriben el doble cierre de la estructura, el soporte significante posee una
propiedad unidimensional. Que no se inscriba en una cadena bidimiensional, no quiere decir
que esté exiliado de la palabra y el lenguaje, y en ese sentido, es posible un trabajo analítico
que apunte al duelo. Mediando una concepción energética que se deslinda del capital o la
reserva libidinal que acopia el sujeto del duelo normal freudiano, el agujero en lo real que la
pérdida produce, desencadena el movimiento de las líneas significantes. Se trata por parte

176
del clínico, ofertar un discurso que propicie cierta operatoria del duelo mediante el trabajo
del delirio.

No se trata de la producción delirante de un objeto que venga al lugar, para de éste


modo sortear la amenaza de placer implicada en el duelo como veíamos en el capitulo
relacionado a la alucinación como un modo de retención del objeto, sino por el contrario de
una pura creación. Imprecisa en cuanto no tiene referencia fálica para adoptar la forma de
una sustitución de objeto, efectiva en cuanto puede permitirle al sujeto un modo de
elaboración que lo aleje de los abismos de una pérdida, grandiosa en cuanto las existencias
creadas por obra del significante desligado de la legalidad del Otro, conlleva a líneas en
tendencia al infinito. En el delirio, el sujeto de la psicosis gesta el borde con el cual ficcionar
un agujero que al menos provisoriamente aporte un cierre a la pérdida, construyendo un
limite simbólico allí donde la operatoria de la extracción no opera.

Mediante dicha elaboración delirante el sujeto realiza los ―retoques del significante‖
que le permitan llegar a una ―solución elegante‖ de la pérdida del objeto. En este sentido, el
delirio trabaja incesantemente en la puesta de un límite a lo insoportable de la pérdida,
buscando acotar aquello que en algunas experiencias del dolor llevan a realizar una fuerte
evocación en el límite de la vida propia o ajena.

9 Conclusiones

En los dispositivos de internación especializados en el abordaje de la psicosis, se


constata con frecuencia presentaciones clínicas psicóticas asociadas significativamente a
acontecimientos de pérdidas actuales o pasados, como factor desencadenante o
desestabilizador de la estructura de la psicosis. La práctica psicoanalítica en el contexto
hospitalario, nos ha permitido corroborar tal asociación establecida, animando el presente
estudio.
Por múltiples razones que exceden los alcances del presente capítulo, la relación
entre el duelo y la psicosis ha sido escasamente investigada tanto desde el punto de vista
de la epidemiología, la psicopatología y el psicoanálisis. Quizás una de las razones, pueda
relacionarse con lo que en nuestro estudio devino de dilemático: se trata sin lugar a dudas
de situaciones vitales de máxima vulnerabilidad psíquica, en las que a la psicosis se le
articula, el contexto de duelo.
En la investigación de la psicosis a través de la implementación de dispositivos que
articulen procesos clínicos, consideramos que es necesario generar alternativas

177
metodológicas apropiadas a la situación, atendiendo a un mismo tiempo a los criterios éticos
establecidos para la investigación con seres humanos. En la experiencia de investigación
desarrollada, ocurrieron ciertos efectos transferenciales, que exigieron a posteriori la
modificación del proyecto de investigación. Nos interesa dejar sentado éste antecedente,
atendiendo a futuras investigaciones a desarrollarse con tal población.
El interés por la problemática del duelo y la psicosis, respecto al cual venimos
investigando y practicando conjeturas de intervención desde hace algunos años, pudo más
que las adversidades a la hora del trabajo de campo. Rediseñando el abordaje
metodológico, hicimos derivar lo que era a priori la construcción de un caso clínico, en una
investigación de tipo exploratoria centrada en una perspectiva específica del psicoanálisis,
muy rica en cuanto a desarrollos relativos a la psicosis, pero en igual déficit respecto al
problema del duelo.
De la ―marca del caso‖ como conjetura inicial de intervención, a la vez que ficción
que operó situando al lector en el problema clínico, se pasa a un abordaje de tipo
exploratorio, buscando producir ciertas líneas de inteligibilidad respecto a la articulación
duelo y psicosis. Centrados en una perspectiva conjetural, nos parece apropiado reunir en
este capítulo de conclusiones, el conjunto de las conjeturas que consideramos relevantes
como punto de llegada respecto a una investigación de carácter inicial.
Este estudio cualitativo ha explorado la problemática del duelo en la estructura de
la psicosis desde un enfoque psicoanalítico apoyado en la enseñanza de Jaques Lacan.
Ante la extensión y complejidad de su obra, optamos por priorizar el tramo explorado en
torno a dos textos paradigmáticos relacionados con el tema de la investigación: ―La
interpretación y su deseo‖ en donde se teoriza sobre el duelo y ―De una cuestión preliminar
a todo tratamiento posible de las psicosis‖ en el que se exponen numerosos aportes en
torno a la psicosis. Habiendo sido una decisión eficaz respecto al cumplimiento de los
objetivos, conviene explicitar que en este estudio no se agotan los asuntos relacionados al
tema de investigación, pudiendo proyectarse nuevas líneas de exploración en otros tramos
de su obra.
Ante la problemática del duelo y la psicosis, y sus efectos de invisibilidad o escasa
problematización que se evidencian en la academia y el campo clínico de intervención, (en
el que se prioriza una semiología y una psicopatología en analogía con el duelo, tal cual
como procedió Freud con su Duelo y Melancolía) la apelación a postulados epistemológicos
que prescinden de la experiencia, el dato sensible o la forma patológica nos permitió sortear
ciertos obstáculos desde un punto de vista metodológico.
En efecto, hemos podido desarrollar una investigación en torno a la psicosis que
sortea una problemática histórica relativa a la tensión comprendida entre las patologías del
humor y las patologías del pensamiento, y que tiende hasta el presente, a asociar la

178
problemática del duelo a determinadas formas patológicas del ánimo o el humor. Este curso
del pensamiento de lo mental y patológico, deja a un conjunto de malestares psíquicos en
un lugar comprometido respecto a la posibilidad de efectuación de un duelo. Podríamos
concluir en este sentido, que la cuestión del duelo y el dolor fue vinculada al humor,
quedando una zona vacante en la elucidación de las relaciones entre el duelo y los delirios
crónicos
En este sentido, la perspectiva teórica explorada en la obra de Lacan, pero que parte
de los indicios freudianos olvidos respecto al duelo (ante el efecto de potencia y verdad
incuestionada que produce Duelo y melancolía) permite en su estatuto abstracto, formal y
topológico, abordar la problemática por otro sesgo, eludiendo el obstáculo epistemológico
explicitado.
El estudio de los textos freudianos, a partir de una lectura indiciaria que atendió a
datos secundarios, nos permitió desplazar el texto capital Duelo y Melancolía, dándole un
lugar a pequeños bosquejos o borradores freudianos que en la actualidad son
desestimados. En este sentido, recogimos ciertas marcas o indicios fundamentales para
nuestra investigación, partiendo del Manuscrito G: agujero en lo psíquico, descarga
imposible, hemorragia libidinal, herida abierta. Figuraciones del dolor, dibujos de gran
intuición, que como marcas que perduran, suscitaron nuestra curiosidad y nos indicaron un
camino a seguir. En ese sentido, la búsqueda apuntaba a itinerarios excéntricos a la razón
melancólica, en donde se había asociado e instituido una relación cronificada entre el duelo
y la melancolía.
Hemos de reconocerle a Freud, el intento de retomar una idea que se remonta a
los mismos comienzos de la psiquiatría. En la acotada pero nutrida búsqueda realizada en
relación a la tensión humor y pensamiento, la melancolía y el dolor eran ubicados en los
primeros tiempos de la psiquiatría, en su estatuto de causa de la enfermedad mental.
Concluimos tal tramo de la investigación con la siguiente conjetura: en el principio de la
enfermedad mental era el dolor. Esta idea es la que encontramos en múltiples escritos
freudianos que intentaban producir un giro en la etiología de la neurosis, la psicosis y la
neurosis narcisística o melancolía.
En ese sentido, otro de los primeros manuscritos abordados titulado Manuscrito E,
concluía que la melancolía se trataba de un problema de acumulación de la energía sexual
psíquica o de su imposible descarga. Gesto con el cual se desmarcaba de las ciencias de la
naturaleza, pero a partir de un significante que levantamos como indicio de nuestra
exploración: la energía. Concluimos en este sentido, que en la obra de Freud, tan importante
es el factor económico en el bloque teórico del duelo, que un mismo fundamento responde a
la pérdida del objeto, el interés por el mundo y la dialéctica de los estados anímicos que van
desde la melancolía hasta la manía. Herida abierta, agujero en lo psíquico y hemorragia

179
interna operan como metáforas del dolor que dan la idea de lo ilimitado, a partir de
desprendimientos, pérdidas y desvíos de los flujos energéticos. Todas estas ideas fueron
para nosotros un conjunto de indicios que luego retomaríamos en un plano abstracto o
topológico.
En este sentido, y respecto a las definición freudiana de duelo normal, en los tres
tiempos que implican a la noción de ―trabajo de duelo‖, en donde la finalidad y el éxito del
mismo radica en la ―sustitución del objeto‖, el abordaje realizado en este estudio se centró
fundamentalmente en tal perspectiva y análisis del factor energético. Hemos visto que la
metáfora energética explica el proceso de duelo, en una clara articulación a un energetismo
mecanicista que fundamenta todo en cuanto ocupa al doliente. Tal conceptualización
freudiana deja en un lugar secundario al Otro del lenguaje, y al analista respecto a su
función, puesto que lo esencial del trabajo el duelo depende de una energía que en sus
postulados epistemológicos se basa en el materialismo mecánico, en la bioquímica y en el
cuerpo sustancia.
Tal aspecto recorrió la investigación, en la medida que constatamos que la noción de
duelo, apoyaba en semejante noción de la energía, dando fundamento a uno de sus
aspectos: su estatuto deficitario. Por tanto, tal línea de investigación se corresponde con uno
de los objetivos específicos, y por tal razón, encaramos un recorrido que va de la energía
sustancia al cálculo abstracto, fundamentando las implicancias epistémicas de la libido
freudiana. En el análisis de esta dimensión, corroboramos una confrontación de los modelos
energéticos de Freud y Lacan, y concluimos que el modelo de éste último, lejos de proponer
a la energía como una causa o vía para explicar la enfermedad, trata de una noción
dependiente del lenguaje, el campo abstracto, el discurso.
En este punto Lacan esclarece lo que de oscuro comportaba la noción de pulsión y
energía en Freud (declarado por el mismo), y en este sentido rompe con una escisión o
dicotomía que alimentaba a lo normal y lo patológico, paradigma médico que sostiene a la
enfermedad como una variación cuantitativa de la norma. El resultado producido en este
sentido se resume en que el duelo en la psicosis, a razón de que el fundamento energético
está determinado por el lenguaje, no se lo puede leer en términos deficitarios o a razón de
una especie de libido que conlleva a determinados padecimientos.
Para articular de modo coherente la problemática de la energética en este enfoque,
es necesario se delimitó una concepción de cuerpo que reservando un lugar a lo orgánico,
establezca una relación de preponderancia simbólica. La teoría de los incorporales del
estoicismo antiguo hace posible tal concepción de cuerpo, al proponer al cuerpo ingenuo –
anatómico, sustancial, imaginario- como un efecto de la incorporación por parte del cuerpo
simbólico. Desde esta perspectiva entonces, no podemos concebir al cuerpo sino es, por las
consecuencias de la articulación del lenguaje.

180
En este sentido es que también fue necesario establecer una articulación con el
afecto. Desde S. Freud el duelo es considerado un afecto normal o patológico. Respecto al
afecto, la revisión teórica exige una noción tal que haga posible la depuración de un
concepto que en la teoría psicoanalítica ha sido conducido hacia regiones oscuras, míticas o
inaccesibles para el trabajo analítico. En tal sentido, el establecimiento de una noción de
afecto como efecto del significante, hace posible recentrar el problema desde una
perspectiva articulable al dispositivo analítico, y cuestionar de que modo éste opera en la
estructura de la psicosis. Por contraposición a ciertas lecturas que minimizan o rechazan el
afecto en la psicosis, o lo reconocen en las patologías asociadas a la afectividad o el humor,
la posibilidad de abordar el afecto desde una posición que lo anuda a la determinación
significante, hace posible su tratamiento en el análisis.
Por otra parte, en el Manuscrito K leímos otro de los indicios claves de nuestra
exploración, en la explicitación de las relaciones entre la pérdida de realidad, el duelo y la
amentia. En tal sentido, nos confrontamos con un hallazgo. La primer mención que realiza
Freud respecto a un mecanismo excepcional –que se apartaba de las neuropsicosis
clásicas, y que a posteriori será retomado por Lacan para devenir en concepto de forclusión,
surge de la lectura de un duelo: verwerfen. En este sentido, el duelo condujo a la intelección
del mecanismo de la psicosis. En tal lectura, S. Freud propuso a la psicosis alucinatoria de
deseo como una respuesta ante una representación insoportable, siendo la formación
alucinatoria un cumplimiento del deseo. Esta versión del duelo en la que el objeto se retiene
alucinatoriamente, no puede de todos modos ser equiparada al duelo en la estructura de la
psicosis, y el análisis del caso del pintor Haizmann será elocuente al respecto: se trata para
Freud de una forma neurótica de duelo. De todos modos, en las múltiples variante que
fuimos viendo entre duelo, desde la neurosis hacia la psicosis, se concluye que en
situaciones de crisis o descompensación, y ante presencia de un episodio psicótico agudo,
es necesaria la prudencia diagnóstica, puesto que la neurosis puede desencadenar
alteraciones de la realidad, y el duelo es una situación privilegiada para su efectuación.
Hemos analizado como Lacan va a poner en una relación de parentesco al duelo y la
psicosis, razón que fundamenta la idea del diagnóstico diferencial.
En cierta sintonía con lo recientemente expuesto, abordamos la problemática del
duelo en Hamlet, texto paradigmático que despliega en la lectura de Lacan, la problemática
del duelo. Como lo indicara Allouch, Lacan no hace una lectura explícita o directa del texto
Duelo y melancolía, abordando tal obra por el sesgo, mediante el recurso a Hamlet. Leído
en una perspectiva estructural, la lectura del duelo en Hamlet nos conduce a los siguientes
resultados que en función del tipo de estudio montado, son concebidos en su carácter
conjetural. En primer lugar, al proponer que el duelo no es un asunto individual, que se
resuelva en el territorio del Yo, en una geometría de esfera cerrada que delimita un interior y

181
un exterior. La concepción de sujeto dividido o intervalar desarrollada a través del esquema
Z, es solidaria con tal concepción de duelo esbozada por Lacan, haciendo participar a los
términos (S, a, a`, A) en la problemática. En Hamlet, el duelo se ve interrumpido o no
satisfecho, a razón de que algunos de los elementos intervinientes del esquema hacen
obstáculo al mismo, y esto es expresable en el escamoteo del duelo ofertado por la Reina, la
demanda del cese del duelo solicitado por la nueva dupla de los reyes, la ausencia de
escansión en el tiempo de la sustitución del objeto rey. En suma, el Otro y los otros no
ponen a disposición de la operación, un significante que sitúe la falta. En segundo lugar, y a
partir del a priori teórico del sujeto articulado al Otro en su constitución, concluimos que tal
modo de enfocar al duelo permite una maniobra clínica en relación a la psicosis, puesta que
la determinación del lenguaje no es excluyente a dicha estructura. En este sentido, se
introduce una perspectiva permeable al campo de la psicosis, rompiendo con el prejuicio
teórico freudiano basado en la teoría de la libido, y que sostenía la monopólica posibilidad
de tratamiento, transferencia, y hasta duelo, en el conjunto de las neurosis caracterizadas
por la libido objetal. En tercer término, concluimos que al producir una topología del duelo
que rompe con la lógica de lo interior o íntimo, se interrogan las distintas lógicas del duelo
que se resumen en la interiorización, recuperación, integración o incorporación del objeto
perdido, maniobra imposible en el terreno de la psicosis, germen de su estatuto deficitario.
En cuarto lugar, soslayamos un resultado articulado a la psicosis, y que se relaciona con su
mecanismo fundamental en ese período de la obra de Lacan: el duelo es una forclusión
invertida. Explicitándose una relación estructural entre el duelo y la psicosis, se propone que
el agujero de la pérdida moviliza al significante, elemento co-variante de la estructura. Esta
lectura es inversa al mecanismo de la forclusión, el cual se resume en que lo que es
rechazado en lo simbólico, reaparece en lo real. El parentesco entre las operaciones del
duelo y la forclusión radica en las respuestas inversamente simétricas: en la psicosis,
agujero en lo simbólico y retorno en lo real; en el duelo, agujero en lo real y movilización de
lo simbólico. Lacan aborda el duelo en este sentido, a través de la comparación con la
psicosis, en una inversión respecto al método freudiano que se resumía en abordar la
melancolía a través del duelo. En quinto término, y desprendida de la conclusión anterior, el
duelo exige situar la falta en la estructura o significante de la falta en el Otro, al tiempo que
denuncia la incompletad e insuficiencia de lo simbólico para abordar lo real de la pérdida. En
este sentido, concluimos que en la lectura lacaniana del duelo, se propone una falla de
orden estructural ante la insuficiencia de significantes que puedan responder al agujero
producido. De esta manera, nuevamente se rompe con una lógica o tensión que propone un
ideal o norma de duelo en relación a la neurosis. En sexto término, es esta dimensión de
insuficiencia simbólica, la que puede producir una proliferación de lo imaginario y fenómenos
de borde asimilables a la psicosis, y de allí el parentesco establecido por Lacan.

182
La propuesta del trabajo significante que Lacan introduce a partir del agujero en lo
real como notación de la pérdida, hace caducar a una energética libidinal en el trabajo del
duelo, devolviéndole un lugar fundamental al Otro y el lenguaje en la maniobra del mismo.
En este sentido, el trabajo de duelo como maniobra libidinal que se propone desinvestir el
objeto perdido, es invertido en la propuesta de Lacan. Proponiéndose al duelo como un
afecto, la revisión del mismo desde la propuesta estoica, subvierte una relación preconizada
por los post – freudianos, en donde la vida afectiva era sostenida instintivamente, como una
fuente de la cual emanaban evolutivamente una larga lista de afectos, siendo el lenguaje un
mero instrumento que otorga significado a los mismos. Devolverle un estatuto de causa al
significante, articularlo de modo de afecto, se torna necesario a los efectos de situar una
posible lógica de intervención bajo la transferencia del dispositivo analítico.
Lo que mueve y opera como duelo, no depende de la energética sino del precipitado
significante que en la pérdida se desencadena a razón del agujero creado en la existencia, y
la falta en el orden simbólico. Nuevamente nos encontramos allí con el indicio del agujero, el
cual en la perspectiva de Lacan comporta una notable importancia. Falta en la estructura,
agujero en lo real, expresiones que como un continum en nuestra exploración, retornan en la
lectura del duelo en J. Lacan. Si en Freud el intento de vincular el agujero en lo psíquico, la
hemorragia libidinal o la herida abierta con los fenómenos observados en el padecimiento, el
dolor y el duelo de la melancolía, en J. Lacan la terminología de la falta y el agujero se
proponen como conceptos que lejos de ilustrar una realidad clínica, hacen soporte teórico a
la problemática, y motor energético de la operación.
En función de ello, decidimos explorar el comportamiento del agujero en la estructura
de la neurosis, deduciendo en el juego de las oposiciones el comportamiento del agujero en
la psicosis. Al tratarse de una perspectiva estructural, sorteamos el riesgo de proponer un
ideal o referencia, respecto al cual deriva una replica fallida, enferma, deficitaria.
La lectura del caso Schreber, como texto paradigmático de la psicosis, fue llevada a
cabo en esa clave de agujeros y pérdidas. Freud había expuesto una serie de hipótesis
sobre las relaciones entre el duelo por el padre de Schreber y su sustitución en el Dios del
delirio. Explicitando al pasar la idea del duelo en la psicosis, desechamos la interpretación
realizada, por cuanto se desarrolla en función de una matriz edípica escasamente
fundamentada. En este sentido, y ante la tentación de interpretar duelos en Schreber,
decidimos localizar ciertas figuras del lenguaje o ideas acuñadas por el autor, indicios de
duelo, dolor y pérdida. En este sentido, y a falta de declaraciones de duelo en el texto,
hallamos una marca paradojal respecto a nuestra búsqueda: la frustración por no poder
tener hijos. En una lógica en la que al significante muerte, se le opone procreación, nos
pareció propicio indagar esa línea. La imposibilidad de tener hijos y la preocupación por un
árbol genealógico en extinción por un lado, el proceso de emasculación y la generación de

183
una nueva raza de hombres Schreber por otro, conforman un conjunto de enunciados que
los articulamos en nuestra conjetura. En este sentido, leemos a la letra: ―aparente pérdida‖,
―ciclo eterno‖, ―inmoratalidad‖. Allí donde la realidad de Schreber indicaba un límite en la
cadena filiatoria, el fin de la familia, la muerte del significante Schreber, leemos en clave
conjetural una respuesta paradigmática en la que lejos de la muerte y el fin de la cadena, se
revelarán fenómenos discusivos y delirantes de una continuación eterna y absoluta de la
vida en la creación de una nueva humanidad. Estos términos que se desprenden del texto
de Schreber, remiten a ciertas propiedades topológicas y comportamientos del agujero que
explicitamos en el último de los capítulos, estableciendo las siguientes conjeturas finales.
Para dar cuenta de la psicosis en la lectura de Lacan, explicitamos el pasaje
comprendido entre la psicosis como un fenómeno, a la concepción estructural de la misma.
Esta lectura fue solidaria con nuestro método, por cuanto la perspectiva del fenómeno
hemos visto que opera como un obstáculo epistemológico en nuestra exploración.
Definiendo a la estructura como un conjunto co-variante de elementos significantes,
unidades caracterizadas por su condición opositiva, negativa y diferencial, decidimos
exponer la oposición neurosis – psicosis fundada en los esquemas R e I de Lacan.
Resultado de la comparación de los bloques teóricos, abordados desde un sesgo
simbólico (matemático, estructural o topológico), nos permitirá establecer ciertas
propiedades de naturaleza abstracta, liberadas de todo riesgo semántico de déficit tal cual lo
analizado respecto a otras tendencias teóricas psicoanalíticas, respondiendo por ésta vía al
objetivo específico que explicitaba trazar un sistema de enunciados conjeturales que
contribuyeran a una lectura del problema más allá del déficit establecido. En este sentido, se
parte de establecer una condición de la realidad en ambas estructuras: mientras en la
neurosis se altera por torsión, en la psicosis se efectúa por distorsión. En este sentido, la
perspectiva estructural disuelve la idea de una referencia normal o un ideal de estructura, lo
que a posteriori deriva en nociones deficitarias alejadas de tal patrón teórico.
La propiedad topológica sobre la que recae tal condición de la realidad, remite a la
estructura de cierre o no de la misma. En el esquema R se verifica como el cuadrilátero
―campo de la realidad‖ presenta una estructura cuaternaria en la que se efectúa el cierre. Tal
condición estructural de cierre remite a una lógica de la extracción del objeto, operación
abstracta a través de la cual se logra circunscribir la falta y el objeto en la estructura. La
intervención previa requerida por el duelo, trata en suma de la extracción de lo infinito en la
estructura mediante una maniobra abstracta que introduce un elemento positivo abstracto:
objeto a. En este sentido, concluimos que la maniobra simbólica efectuada incide en la
problemática del infinito, la realidad, y por extensión, el duelo. Como hemos explicitado en
relación al resultado del caso Schreber, la idea de una realidad en tendencia al infinito,

184
abierta al universo, en donde la creación no tiene límite y la pérdida es una apariencia, la
articulación de la realidad y el infinito están articuladas.
En este sentido, leyes fundamentales tales como la conservación de la energía o el
principio de constancia analizadas, requieren para su demostración, de sistemas cerrados
de naturaleza abstracta, mediando teoremas tales como ―la línea cerrada de Jordan‖ que
establece un interior y un exterior en prescindencia de metáforas espaciales tales como una
esfera cerrada que represente al cuerpo del individuo. Este mismo argumento, es el que
otorga la posibilidad de pensar el problema de la pérdida en la neurosis o la psicosis, en
función de la posibilidad de establecerse un cierre en la realidad, de modo tal que las
características de la pérdida serán diversas en función de tal operación. De este modo, la
pérdida en la realidad estará determinada por la circunscripción matemática que da sustento
a la operación, y no por una realidad natural sobre la cual se trazan leyes físicas, en una
clara determinación simbólica de la misma.
Cuando consideramos a la psicosis en función del esquema I, como una realidad
en la que no ha operado el cierre abstracto de la misma, se propone que la energética que
opera en dicha realidad, no responde a tal teorema, razón por la cual hay que pensar al
duelo desde otro lógica que la del cierre de la neurosis, puesto que la ley de la conservación
que propone que ―nada se crea ni se destruye, sino que se trasforma‖ no opera de igual
modo. En nuestra investigación nos hemos abocado a este sutil detalle, dejando sentado un
problema a nivel teórico con consecuencias en la valoración del duelo en la psicosis, y que
de ser considerado desde una lógica de la neurosis o de la intuición, conlleva a una lectura
negativa, deficitaria, o decepcionante del duelo.
Ese es el problema que concluimos aborda el esquema I, producto de una
transformación del esquema R, con que analizamos la operatoria del cierre y la estructura
de superficie proyectiva que comporta la realidad de la neurosis. En el esquema I, y
comenzando con la lectura de la forclusión que supone un ―puro y simple agujero en lo
simbólico‖ tal cavado del agujero tiene consecuencias a nivel de la significación fálica. El
esquema parte entonces, del cavado de los dos agujeros que tendrán un efecto de no cierre
en la estructura de la realidad, tal cual lo formulado en el esquema R. Del esquema I que
intenta formalizar el proceso psicótico de Schreber, extraeremos algunas conjeturas útiles a
los efectos de una primera aproximación exploratoria en relación al duelo.
Como conjetura I precisamos que siendo la hipérbola y la asíntota el recurso
geométrico con el que Lacan pretende dar cuenta de la relación entre infinito y realidad en la
psicosis, tales figuras expresan el problema de la ausencia de agujero tal cual como se
define por el Teorema de Jordan, y que divide una superficie en dos partes, una interior y
otra exterior. En relación a nuestro asunto de estudio, el recurso geométrico permite situar
en un plano abstracto el comportamiento de los agujeros, insumo imprescindible para

185
pensar el duelo en la psicosis, el cual puede adoptar una tendencia al infinito tal cual lo
expresado en el recorte de Schreber o en la figuración del problema de investigación
propuesto en el caso ―D‖. En este sentido, hipérbola y asíntota formaliza una escritura, allí
donde la operación del duelo tendiente a hacer coincidir la hiancia abierta por el duelo con la
hiancia mayor, la falta simbólica, no es posible por la falta de inscripción de la falta en la
estructura.
Como conjetura II destacamos en articulación a lo arriba expresado, que en las
definiciones de hipérbola y asíntota como modo de formalización en la psicosis, la falta de
límite hace operar a la estructura del sujeto en una tendencia al infinito. En ausencia del
límite que contornea y delimita al objeto y la falta, (aspecto que analizamos en el giro
epistemológico operado por Lacan respecto a Freud), la lógica de la pérdida y el duelo no
puede operar en función de tal perspectiva. En este sentido, al no estar inscripta la falta en
la estructura, la pérdida del objeto puede ser del orden de una fuga constante, de una
pérdida ilimitada debido a la ausencia de línea de Jordan que la enmarque. Es interesante
en este punto, como el resultado expresado se acerca a los primeros indicios intuidos por
Freud: la hemorragia libidinal, la herida abierta, el agujero en lo psíquico. No obstante, el
pasaje operado nos deja en mejores condiciones de pensar la problemática, puesto que el
orden de conjeturas que estamos explicitando, se relaciona a un orden de abstracción
articulado al lenguaje, materialidad con la que el analista opera. La falta de límite en este
sentido, nos permite conjeturar que el dolor en la psicosis es posible ser expresado en los
términos de lo ilimitado, y no faltan ejemplos en donde la única manera en que el sujeto
logra producir el límite, es poniendo en riesgo su vida o la de terceros. Esta lectura afirma
entonces, que lejos de suponer que no opera el duelo, la pérdida y el dolor en la psicosis,
ésta tiene notables consecuencias en la vida del sujeto, incalculables para quien ha operado
el límite en la estructura.
En la Conjetura III formulamos el problema de la ausencia de significación fálica,
articulada al punto anterior. Al no operar la metáfora paterna y la extracción del objeto, las
significaciones que el sujeto produce no estarán reguladas por la ley del no-todo propio del
orden simbólico. En numerosos casos en los que el duelo en la psicosis es invisibilizado o
no formulado, entendemos que en buena medida éste aspecto remite al problema de la
ausencia de significación fálica. Al no disponer de la falta en la estructura, la significación
articulada se ordena en una lógica de todo o nada, en la que el problema no es escuchado
por el clínico que recibe la consulta. Quien pretenda en este sentido, escuchar el duelo en la
psicosis en los términos de la significación de la falta, seguramente haga omiso la
posibilidad de receptar un duelo en tratamiento. Efecto de ésta lógica del todo o nada que
escapa a la significación de la falta, se relacionan los excesos de significación producidos en
los delirios y los actos de la psicosis, en donde ante la pérdida significativa, el sujeto se

186
mueve en las mas variada gama de respuestas: sepultar al objeto por manos propias,
realizar un crimen pasional para terminar con él, suicidarse en su honor, etcétera. Que el
sujeto de la psicosis no disponga de una marca de la falta, no necesariamente indica que no
advenga allí una situación de duelo. Será necesario recurrir a otras nociones teóricas de la
psicosis para poder ubicar lo que de modulación de la pérdida se articula en la estructura
desde un punto de vista que trascienda lo patológico o deficitario.
Como Conjetura IV, en la elucidación de los agujeros, nos hemos encontrado con
ciertas acepciones que enriquecen nuestra reflexión, por cuanto J. Lacan opta por hablar de
agujeros en relación a la falta en la neurosis, refiriendo al término abismo cuando de
agujeros en la psicosis se trata. Respecto al primero, agujero se articula en el diccionario a
los términos de deuda, numero, circulo, cuenta. Por su parte, abismo refiere a la ruina, el
infierno, la profundidad, lo ilimitado. La procedencia del término agujero proviene del latín
<acus> o aguja, que en su definición alude al agujero por el que pasa el hilo, tanto como a la
potencia de costura. . En este sentido, y enhebrando los términos, nos interrogamos cómo
hacer para que lo abismal del duelo en la psicosis, devenga un agujero por el cual pasar el
hilo con el cual recursivamente, poder anudar la estructura hacia una estabilización.
Este aspecto nos reenvía a la Conjetura V, en donde a partir de la idea inicial con
que figuramos el problema del duelo en la psicosis, propusimos una hipótesis de trabajo
clínico: ―del trabajo del duelo al trabajo del delirio‖. En este sentido, entendemos que si bien
por cierta enumeración de atributos abstractos de la estructura de la psicosis, podríamos
proponer que el duelo pensado desde la referencia del esquema R es imposible en un
sentido formal, asimismo entendemos que la suma de las conjeturas aquí explicitadas y
articuladas, nos permiten considerar una perspectiva clínica en donde el trabajo con el
delirio permita un abrochamiento o cierre respecto a una operatoria de la pérdida que tiende
por estructura hacia la infinitización, la fuga constante, la significación absoluta. Entendemos
que la operatoria del duelo en la estructura de la psicosis, requiere la elucidación de
soluciones solidarias con tal lógica estructural.
Desde el psicoanálisis en la posición de J. Lacan, se dispone de múltiples recursos
teóricos que desarrollan la perspectiva de la estabilización a partir de conceptos tales como
la metáfora delirante, y que vienen a poner remedio a la falta de anudamiento, líneas
abiertas y ausencia de cierre propias de la psicosis desestabilizada. El sujeto de la psicosis
ante el duelo, puede responder desde la operación forclusiva, evidenciando el agujero en lo
simbólico. Tal operación denuncia el exilio respecto a la cadena significante estructurada al
modo de los toros topológicos abrazados. No obstante, tal exilio que evidencia la ausencia
de estructura cuatripartita del campo de la realidad del esquema R, no implica
necesariamente que el sujeto este imposibilitado de buscar los modos de producir un cierre

187
o anudamiento, mediante ciertas lógicas del delirio que le otorguen estabilidad a lo que de
abismal lo arroja en los agujeros ilimitados de la psicosis.
Este es el desafío clínico que nos ofrece la clínica del duelo en la estructura de la
psicosis, y respecto a la cual concluimos que se abre una perspectiva de intervención que
requerirá de estudios articulados a la teoría y la clínica de la estabilización en la psicosis
desde la perspectiva de Lacan. En este estudio hemos preparado el terreno, explorando los
agujeros, bordes y líneas, que participan desde un punto de vista simbólico y abstracto, de
la operación del duelo. Concluimos mediante el establecimiento de múltiples resultados y
enunciados conjeturales, que lo deficitario en la psicosis opera cuando la referencia es
tomada de una estructura que no le corresponde. En este sentido, la doctrina lacaniana
propone que la propia estructura de la psicosis, cuenta con recursos para configurar su
estabilización, y en este sentido producir el cierre que la estructura no aporta.

En este sentido, entendemos que del trabajo del duelo imposible hacia un trabajo
de delirio posible, indica el camino de futuras investigaciones y el desafío de la clínica. A
partir de la suma de los resultados enumerados, hemos hecho una primera aproximación a
un campo escasamente estudiado, nutriendo el objetivo general de esta investigación, el
cual se proponía aportar conocimiento sobre la clínica del duelo en la psicosis.

188
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