Frontera Agropecuaria en Argentina

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Frontera agropecuaria en argentina.

El cultivo de soja en Argentina es uno de los principales cultivos en la economía argentina. La expansión
del cultivo de soja en Argentina forma parte del proceso de SOJISACION y del boom de las materias primas
que tuvo lugar a comienzos de la década del 2000.
La frontera agropecuaria se ha visto expandida, en especial debido al masivo cultivo
de soja destinada a la exportación. El cultivo de soja pasó de ocupar 5 millones de
hectáreas aproximadamente en los años 90 a ocupar 18 millones dos décadas
después, para lo cual se roturaron (es decir, se araron por primera vez) inmensas
tierras que antes pertenecían a ecosistemas naturales.
No olvidemos, además, que el monocultivo es una de las modalidades de agricultura
más perjudiciales, ya que requiere del uso de insumos agrícolas (como fertilizantes y
pesticidas) y acelera la pérdida de suelo.
El cultivo de la soja se ha destacado en el escenario agrícola de Argentina, superando
los 20 millones de hectáreas, lo que representa más del 50% del área total cultivada
de nuestro país.

Este gran aumento de la superficie cultivada se ha realizado sobre ambientes


naturales, con cambios profundos sobre los ecosistemas, las comunidades locales y
las economías regionales. Las prácticas de intensificación agrícola en zonas boscosas
implican fragmentación de la vegetación natural de la región y homogeneización del
paisaje, con grandes extensiones de un solo cultivo que florece durante unas pocas
semanas.

Un ejemplo de lo que causa es:

La expansión de la frontera agrícola sobre los hábitats naturales afecta


negativamente la provisión de distintos servicios eco sistémicos, entre ellos la
polinización. Este proceso requiere de la interacción de los polinizadores y las flores, y
se vincula con la producción de semillas. Por ello, cuando se pierden ambientes
naturales, también desaparecen los animales polinizadores y las plantas con flores de
las que se alimentan.
Problemas ambientales actuales en Japón: El cambio
climático.
El cambio climático afectará a la mayoría de los países. Sin embargo, Japón, al
ser una nación insular, es especialmente susceptible. Una de las principales
preocupaciones es el aumento del nivel del mar en Japón. Un aumento de 60
cm podría provocar un aumento de hasta el 50% en la población que vive al
nivel del mar o por debajo de él en las tres bahías más grandes de Japón. En
estas bahías se encuentran las cuatro ciudades más grandes del país.

En consecuencia, esto podría llevar al gobierno japonés a repensar sus sistemas


de protección contra inundaciones, reconstruir sectores enteros de ciudades o
reasentar a millones de personas.

Debido al cambio climático, el clima extremo y esporádico afectará a todo el


país. Las mareas de tormenta más grandes amenazarán a las comunidades
costeras que ya se encuentran amenazadas por el aumento del nivel del mar. En
las regiones del interior, la creciente intensidad de las lluvias podría provocar
grandes inundaciones. Por ejemplo, una inundación provocada por la lluvia en
2018 obligó a evacuar a 2 millones de personas y causó más de 200 muertes.
Además, las temperaturas más altas en la región aumentan el riesgo de
sufrir golpes de calor entre la población japonesa, que está envejeciendo, lo que
pone en peligro la seguridad alimentaria y destruye los arrecifes de coral del
país .

La industria pesquera japonesa sufre las consecuencias del cambio climático y la


sobrepesca. El cambio climático está dañando los arrecifes de coral y otras
zonas de crianza esenciales para los peces, lo que reduce las tasas de
recuperación de las poblaciones de peces.

Al mismo tiempo, décadas de prácticas pesqueras insostenibles y regulaciones


laxas han llevado a la sobreexplotación de una parte importante de las
pesquerías de Japón. Entre 1985 y 2017, la producción de mariscos de Japón
cayó un 66%, en gran medida debido a la sobrepesca.

EROSION EN LA COSTA ATLANTICA.


La intervención del hombre sobre el sistema litoral (costa de un
mar) es una de las mayores causas del desbalance sedimentario
en la mayoría de las localidades costeras, ya que con su
accionar a través de los años ha modificado las tasas de
transporte de viento hacia la playa y la saturación en
sedimentos de las corrientes del mar. Como consecuencia los
fenómenos erosivos han sido intensificados por un crecimiento
urbano no planificado, que interrumpió la evolución morfológica
natural de las áreas.
- Explotación de arena en zonas de playa con fines
constructivos, Depredación y degradación de dunas costeras.
- Trazado de avenidas costaneras perpendiculares a la línea de
costa
- Modificaciones en el escurrimiento superficial
- Evacuación de excedentes pluviales a la zona de playa
- Circulación de vehículos en la zona de playa y dunas.

El geólogo Federico Isla presentó el año pasado un informe de


impacto ambiental sobre el Partido de la Costa donde detectan
“intensos ritmos de erosión costera, superior a 1,3 m/año” y con
Mar del Tuyú, Las Toninas y Santa Teresita como sectores “más
erosivos” de distrito. Y en el marco de un proyecto de
recuperación costera evaluó la posibilidad de un repoblamiento
de arenas en las áreas más críticas, mecanismo que se podría
llevar a cabo con transporte desde extremos de este frente
marítimo hacia las zonas que tienen demanda. “Una ley de
manejo integral de costas es sumamente necesaria”, advirtió
sobre lo importante que sería contar con normativa que permita
preservar estas y otras playas.

Las consecuencias de la erosión del suelo cabe mencionar la


degradación de las funciones de los ecosistemas, un mayor
riesgo de deslizamiento e inundación, pérdidas considerables de
biodiversidad, daños a la infraestructura urbana y, en casos
severos, el desplazamiento de los habitantes locales.

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